La construcciรณn
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NOTAS
CALVINO
TENDENCIAS
Las Ciudades Invisibles
12. Acerca de la construcción de ciudades 18. El descubrimiento 32. La ciudad cerca de las nubes
50. Tribus urbanas 16. Ersilia 38. Zenobia 64. Tecla 90. Cloé
MIRADAS 72. Galería
DOSSIER
CONVERSACIONES 26. Dante Taparelli
84. Mirta Levin
PATRICIA DIBERT
SANTIAGO BARALDI
40. Pablo Rodriguez Juáregui
76. Bruniard + Serón GABRIEL REDOLFI
PATRICIA DIBERT
116. Alejandro Vila 58. Marcelo Megna
SANTIAGO BARALDI
FEDE FRITSCHI
128. Mario Raimondi 66. Marcela Römer PATRICIA DIBERT
SANTIAGO BARALDI
92. Vinos y barrios 96. El idioma de los rosarinos 122. Estilo Darkhaus
cv colaboradores Santiago Baraldi es un periodista de raza y de corazón. Su trayectoria laboral lo llevó a ser Jefe de sección ciudad en el Diario El Ciudadano, productor periodístico en radios de Rosario y en múltiples programas, en los que acompañó a colegas como Pablo Feldman, Claudio Scabuzzo, Eduardo Aliverti, Francisco Bessone, entre otros. Marcelo Britos es escritor. Publicó los libros de cuentos Los Dogos (Ciudad Gótica, 2004); Alexandria (UNL Ediciones, 2007); y Como alguien que está perdido (El ombú bonsai, 2011). Obtuvo junto a la Editorial El ombú bonsai, el premio Estímulo Editorial otorgado por el Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, para la publicación de una colección de narrativa que incluye su cuarto título en el género cuentos: El último azul de la noche (El ombú bonsai, 2013). En el año 2014 obtuvo el 1º premio de novela en el certamen internacional “Sor Juana Inés de la Cruz”, edición 2013, otorgado por el Gobierno del Estado de México, a través de la Secretaría de Educación y el Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal (CEAPE). Cristina Carozza es actriz, docente y directora de teatro. Técnica Superior en Publicidad. Postítulo en Artes Escénicas (UNR). Docente en la Escuela Provincial de Teatro en: Taller de actuación III y en las Cátedras de Actuación, Puesta en Escena y Producción. Se ha desempeñado en diversas áreas de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario. Ha dirigido numerosas obras y realizó giras teatrales por Paraguay, México, España, Alemania y festivales de Argentina. Federico Fritschi es Comunicador Social y Locutor. Es docente del taller de radio del Instituto Politécnico Superior General San Martín, UNR, donde transmite su pasión por la comunicación. Su trayectoria lo llevó a conducir y producir programas en Radio Universidad y Rock & Pop y en Televisión en los canales 5 de Rosario y 13 de Santa Fe. Gina Verona Muzzio Es técnica en Comunicación Multimedial. Cursa estudios universitarios de Comunicación Social y Letras. Trabaja como periodista desde 2010 en el diario El Ciudadano y realiza tareas de producción y coordinación en Happening, programa radial que se transmite por FM Cristal Classic. Además, desde 2007 se forma en distintas disciplinas en la Escuela de Artes Urbanas de la Municipalidad de Rosario. Patricia Dibert es locutora y periodista. Desde mediados de los ‘80 se desempeña en distintos medios locales y provinciales. Ha trabajado en Radio Dos, Canal 3, LT8, Radio Fisherton, FM Vida, Estación del Siglo, Clásica, Rock & Pop, Red TL y Radio Nacional Rosario, entre otros. Ha colaborado en Rosario 12, Vasto Mundo y Risario. Fue docente de la Escuela de Locución de Rosario y actualmente trabaja en el Diario El Ciudadano y conduce el espacio radial “Happening” por Cristal Classic. Sebastián Riestra Es escritor y periodista. Se desempeña como prosecretario de Redacción en el diario La Capital, donde también es editor del suplemento Más y columnista. Tiene seis libros publicados: El ácido en las manos (1991), El porvenir de los muertos (2002), Clitoriana (2003), Romero (2004), Lunita rosarina (2010) y Rémora (2015). Textos suyos están incluidos en la antología de la poesía rosarina La única ciudad, realizada por Eduardo D’Anna (1992); Autopista, volumen que reúne a escritores de Córdoba y Rosario (2010), y La Plata Spoon River (2014).
Rubén Chababo es Profesor en Letras. Director de la Editorial de la Facultad de Humanidades y Artes. Miembro del Comité académico y docente de la Maestría de Estudios Culturales de la Universidad Nacional de Rosario. Desde enero de 2003 dirige el Museo de la Memoria, de la ciudad de Rosario. Desde julio de 2005 dirige además la Oficina de Derechos Humanos de la ciudad de Rosario. En carácter de profesor invitado ha dictado conferencias, cursos de especialización y seminarios de grado dedicados a la literatura iberoamericana y a los Derechos Humanos en universidades argentinas y del extranjero. Silvio González es escritor y poeta. Tiene publicados poemas y textos en varias antologías y colaboraciones en diversas revistas literarias y culturales. Realizó y partició de programa radio FM Latina (1990) cultura y música nacional. Fue presentador de “La poesía en los Bares” ciclo con más de diez años ininterrumpidos de encuentros en la ciudad. Tiene publicado “Barrio Refinería” (Editorial Ciudad Gótica, Rosario, 2006). Participó del XV Festival Internacional de Poesía de Rosario. Formó parte del proyecto de la revista literaria Facundo (Rosario). Ariel Zappa es músico, escritor, dramaturgo. Profesor en Ciencias de la Educación. Integrante de la banda Patagonia Rebelde (20022010) con tres discos editados. Ha publicado dos libros propios e integró otras dos compilaciones. Es colaborador en las contratapas del diario Rosario12. Las tipografías utilizadas en MSR/Edición Limitada #1: SciFly Sans by Flyerzone y Chivo by Pocho Gatti
staff Dirección General Arq. Gabriel Redolfi Dirección Editorial Salero Diseño Dirección de Arte Salero Diseño Coordinación General Lic. Yanina Salman Fotografías Marcelo Yuvone Videos Mailén Aloras / Marcelo Yuvone Maquetación Liliana Agnellini / Verónica Franco Impresión Imprenta Borsellino MSR Edición Limitada es una publicación de distribución gratuita propiedad de MSR Constructora S.A. RNP en trámite. Todo el material publicado es de producción propia de MSR Edición Limitada. Se permite la reproducción total o parcial del material con obligación de citar a la fuente. www.msredicionlimitada.com.ar
Nos dijimos, nos dijeron, veamos la estética de otros. Nos reflejamos en este o en aquel. Nos pensamos como tal y como cual. Nos buscamos en la organización de otro. Nos comparamos con la gestión de ese. Nos asimilamos al obrar de quién. Buscamos símiles, parangones. Indagamos a personas, a recursos, a relaciones. Caminamos caminos ya caminados. Encontramos soluciones ya solucionadas. Y andando y creciendo y gestando, advertimos que los caminos, la estética, la gestión, la solución, la acción, la creación, la gente, las relaciones, la construcción, el obrar, el pensamiento, el reflejo, Son nuestros. Son nuestra marca. g.r.
MSR. Edición Limitada. En este número: La construcción
ÂżCĂłmo se construye una ciudad?
Acerca de la construcciรณn de ciudades
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Las ciudades se construyen, la hacen sus pobladores, le dan su identidad y cada uno le impone su sentido de pertenencia. Según la mirada del arquitecto Rodolfo Livingston, el viajero, a medida que se acerca a una metrópoli, si lo primero que divisa es un alto campanario de iglesia, es probable que se encuentre con una sociedad conservadora; si lo primero que observa son edificios grises e idénticos, tal vez sus habitantes estén atravesados por la burocracia, y si la silueta recorta altos edificios de rascacielos, pues será una sociedad propensa al comercio y los negocios. Cada una con sus costumbres, sus valores, virtudes y defectos, como los hombres que las construyeron.
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En el sur de la antigua Mesopotamia, sobre el río Éufrates, se levantó, según los historiadores, la ciudad sumeria de Uruk, entre el 5300 a. C. y el 4574 a. C.. Para los arqueólogos, la más antigua del mundo, con una población estimada entre 50 mil y 80 mil habitantes. Hay que remontarse a aquellos días en donde el hombre se organizó en comunidad y se estableció en ciudades. ¿Pero qué hizo que la gente se reúna y se establezca a vivir en ciudades? El término ciudad suele utilizarse para designar una determinada entidad político-administrativa urbanizada y desde la década del 60 se estableció que aquella población que supera los 10 mil habitantes se puede llamar Ciudad.
En nuestra Mesopotamia, a orillas del río Paraná, sin fecha de fundación, tuvimos nuestros primeros hacedores: aquellos pioneros en tiempos que este suelo era el Pago de Los Arroyos. Una vez los aldeanos eligieron su primer alcalde y también tuvieron un primer cura. Así, el Cabildo de Santa Fe, en 1725, designó a Francisco Frías a cargo de la aldea y en 1731, el párroco Ambrosio Alzugaray erigió el curato y pidió, para la nueva capilla, la imagen de la Virgen del Rosario. Desde entonces, se grabó en el inconsciente colectivo local que “Rosario es hija de su propio esfuerzo”. Entonces, ¿cómo y quienes construyeron Rosario? “Los actores privados fueron modelando a la ciudad”, definió la historiadora Norma Lanciotti, autora del libro De Rentistas y Empresarios y agrega: “Eso muestra desde cómo se extienden los barrios hasta la precariedad de sus construcciones, donde la ciudad no tiene estilo propio, unívoco. No era una ciudad como Córdoba o Salta, por ejemplo, es decir no tiene tradición colonial y encima crece mucho durante un período. Rosario crece, no motivada por decisiones gubernamentales, sino al calor de la expansión agropecuaria, atada a los ciclos económicos nacionales vinculados a la exportación. La ciudad se configura entre 1910 y 1914, donde está en un punto la Aduana, en otro el Parque Independencia, el área industrial en el norte, donde ya hay pautas urbanas establecidas y cómo se manejaran los operadores inmobiliarios de entonces, donde no hay ningún tipo de intervención municipal y no hay previstas obras de gobierno.” Así, Arijón, Ricardone, Costa, Schiffner, Castagnino, Puccio, Canals o Echesortu & Casas serán los apellidos que harán negocios sobre el damero de una Rosario en expansión anárquica, pioneros de una ciudad puerto que se perfilaba como el granero del mundo. También la llegada del ferrocarril y el tranvía modelaron una telaraña de rieles que aportaron movilidad a la ciudad. “Son pocos los que pensaron la ciudad como sí lo hicieron intendentes como Luis Lamas o Isidro Quiroga, pero la ciudad crece bastante sin plan”, agrega Lanciotti y continúa la investigadora del Conicet y profesora de Historia Económica y Social e Historia del Pensamiento Económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNR: “Recién en 1930 vino de Europa el urbanista Walter Hegeman, hace una evaluación muy interesante de la ciudad, donde denuncia todo lo que vino ocurriendo en los últimos 50 años en Rosario, que ha crecido sin servicios”. Rosario crece sin planificación alguna, de manera indiscriminada y de espaldas a su río hasta los primeros años de recuperada la democracia. Con las sucesivas intendencias, el perfil de la ciudad cambia vertiginosamente. El boom sojero de la zona núcleo corre al puerto del centro y el crecimiento de edificios a orillas del Paraná se multiplican a buen ritmo: Del Granero del Mundo a la Barcelona Argentina. Las inversiones inmobiliarias ya no son suficientes y hay una expansión “fuera de los bulevares”; los centros comerciales a cielo abierto en barrios como Echesortu, Belgrano, Alberdi, Fisherton o zona sur empujan a nuevos desafíos.
Acerca de la construcción de ciudades 15
Según datos de la Dirección General de Obras Particulares de la Municipalidad de Rosario, en la última década se emitieron 14.836 permisos de edificación para construir sobre 6.073.000 metros cuadrados, con las zonas de Puerto Norte y el primer anillo perimetral entre las que potenciaron la actividad. Hoy se debaten nuevos desafíos para la Rosario que viene, donde se discute desde la construcción de un subte hasta más cocheras bajo tierra para el casco céntrico. Sin embrago, la idea que cada uno de los seis distritos en los que se divide la ciudad tengan su impronta, sus propios centros comerciales se hace fundamental. Este ritmo de crecimiento en nuevas urbanizaciones solo será posible mantenerse en caso de que la ciudad aumente el porcentaje de inversión por parte de los tres niveles del Estado destinado a servicios como agua
Jean-Luc, un francés apasionado del tango, recién jubilado, cumple un sueño: tener su departamento en Rosario, frente al Parque Urquiza: “Rosario es la ciudad justa para vivir, soy fanático de las milongas, amo el tango. Si bien conozco Buenos Aires, allá es imposible. Acá está todo a distancias razonables, tienen un río increíble, y sobre todo, la solidaridad de su gente”, resume el hombre que está “seis meses allá y seis meses acá”. A la inversa, los vaivenes económicos de la historia nacional han provocado éxodos en tiempos de crisis. Exilios obligados por razones políticas o simplemente, rosarinos que buscaron mejores horizontes en otros lares, muchos se instalaron en sus ciudades adoptivas y otros tantos pasada la experiencia laboral, regresaron: Rosa vivió seis años en New York “pero no veía la hora de volver, es cierto que allá todas las cosas básicas están resueltas, la ciudad es increíble y todo parece de película, pero Rosario, como dice Fito, siempre estuvo cerca”. Testimonios de extranjeros o de rosarinos que han pasado por la experiencia de vivir en grandes metrópolis coinciden en que “Rosario es la escala perfecta, un pueblo grande, donde caminás por la peatonal y en cada cuadra saludás a algún conocido, el afecto y la amistad que cultivamos aquí, en las grandes ciudades es imposible”. Así se construyó Rosario, con la identidad que le forjaron sus inmigrantes, con la pasión que la destinaron como portuaria, prostibularia, futbolera e “hija de su propio esfuerzo”. g
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potable, energía eléctrica y red de gas.
En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros según indiquen relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar entre medio, los habitantes se van: se desmontan las casas; quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos. Desde la ladera de un monte, acampados con sus trastos, los prófugos de Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la llanura. Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada. Vuelven a edificar Ersilia en otra parte. Tejen con los hilos una figura similar que quisieran más complicada y al mismo tiempo más regular que la otra. Después la abandonan y se trasladan aún más lejos con sus casas. Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las ciudades abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos de los muertos que el viento hace rodar: telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma.
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Ersilia
El descubrimiento
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Todo indica que desde la estación ubicada en la zona norte, cruzaron la ciudad hasta algún conventillo ubicado en el cruce de las calles San Juan y Dorrego. Y que allí, en alguna de las decenas de casas de inquilinato que hacia los años veinte se desparramaban por el ejido urbano, habrán dejado sus atados de ropa para inmediatamente salir a conocer la orilla del mundo a la que habían llegado. Hacia comienzos del siglo XX la gran mayoría de inmigrantes viajaba sin mapas, sin demasiadas advertencias acerca del lugar de llegada. Subían a los barcos en algún puerto europeo y se lanzaban al mar. El santo y seña, el rumbo, era América. El resto lo diría Dios o el destino.
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A
veces intento imaginar cómo era la ciudad que vieron mis abuelos al llegar, cuando el barco los dejó en Buenos Aires y emprendieron el camino hasta esta ciudad donde hoy vivo. Seguro que habrán llegado en tren, que lo primero que vieron son las construcciones bajas del barrio de Pichincha, un revuelo de maleteros, algunos caballos en mitad de la calle y pocos, poquísimos autos circulando. No hay registro que ellos hayan dejado de esa primera visión de Rosario. En ese entonces la fotografía era lo más parecido a un lujo. He revisado algunas cartas que cruzaron con algunos familiares que quedaron del otro lado del mar y solo aparece un comentario a una excursión que hicieron un domingo de 1926 hasta las “lejanas” quebradas del Saladillo “para quitarse los calores del verano”.
Así que aquí, sin tener siquiera la lengua para interpretar o traducir los signos nuevos, sin conocer lengua ni costumbres debieron construirse una vida. Y a medida que la inventaban también inventaban la ciudad en la que habían elegido por azar vivir. Rosario es, como toda ciudad forjada por inmigrantes, un producto del sueño de los que a ella llegaron, un mapa de sus deseos y de sus obsesiones, de sus miedos y de sus esperanzas, también de sus frustraciones. Nueva York lo es, Santiago lo es, también, a su modo, San Pablo y Caracas, ciudades de este lado del Atlántico muy nuevas, demasiado jóvenes si se las compara con las que del otro lado del Atlántico conocieron un lento proceso constructivo sostenido a través de milenios. Las nuestras en cambio, muchas de nuestras ciudades, son tan jóvenes en sus cimientos como la edad de sus constructores. Por eso es inevitable que al encontrarnos en un escaparate de objetos usados con esas fotografías en color sepia donde se retrata la urbe del 1900, uno no pueda advertir más que un puñado de construcciones elevadas, alguna torre de alguna iglesia, y el resto, casas bajas frente a calles de tierra o adoquinadas que derivan hacia un horizonte que culmina en el río o en el campo cercano. Ninguno de los habitantes de esos comienzos del siglo imaginó que Rosario se transformaría del modo que lo hizo, fundamentalmente en las últimas décadas, cuando no solo comenzó a abandonar su imagen aldeana, rayana en lo pueblerino, para transformarse en una urbe cuyos límites se amplían a ritmo vertiginoso. Ese crecimiento fue contemporáneo a la consolidación de una identidad urbana que a esta ciudad le costó construir, porque hasta bien entrados los años ´80 del siglo pasado, Rosario carecía de una identidad propia que fuera reconocible. No es que no la tuviera, sino que no era del todo evidente. A diferencia de Buenos Aires que supo forjar fuertes mitologías identitarias ligadas a sus barrios y suburbios, celebradas en novelas y poemas, Rosario carecía de ellas o si las tenías, las ofrecía débilmente. No hay más que revisar el testimonio de tantos escritores viajeros que pasaron por nuestra ciudad en los comienzos del siglo XX para confirmar este vacío referencial en sus cartas y diarios de viaje.
El descubrimiento 21 Pero hubo un momento en que algo cambió, un momento en el que la ciudad dejó de ser la que era para comenzar a ser otra, y es cuando Rosario deja de mirar exclusivamente la tierra firme y se apropia del Paraná y sus orillas. A partir de ese momento nada volvió a ser igual. Es como si de golpe la ciudad hubiera reconocido su verdadera identidad, la más fuerte, la más poderosa, agazapada detrás de las rejas del puerto, a la espera de ser nombrada y dicha.
La ciudad, esa aldea a la que llegaron mis ancestros, solo perdura en la frágil memoria y en la nostalgia. Ha mutado, ha cambiado de manera irrefrenable, como le sucede a cualquier ciudad del mundo. A veces, cuando quiero dimensionar la medida de ese cambio, pienso en esa breve mención epistolar de mis abuelos, la excursión dominical al Saladillo, casi un viaje de aventuras hacia los márgenes de la ciudad que ellos debieron emprender para gozar del río. Ahora el río está aquí, frente a nuestros ojos, y lo podemos “tocar” con la mirada. No hay viaje alguno que necesitemos hacer para apreciarlo. La distancia que hay entre las “lejanas” quebradas del sur y esta visión cercana del río que hoy todos tenemos, es la medida exacta de la transformación de esta ciudad a lo largo de un siglo. Y el descubrimiento de ese paisaje líquido y su extrema cercanía a nuestras vidas, es acaso una de las conquistas más poderosas que hemos logrado alcanzar los rosarinos. g
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Fue allí, con ese descubrimiento o con ese “reencuentro” que comenzó su gran transformación, porque la visión del río, su presencia allí, a la vista de todos, fue leída como una invitación a transformar las costumbres y los hábitos. Si a mediados del siglo XX eran las alejadas cascadas del Saladillo hacia el sur y la Florida hacia el norte unas de las pocas excepciones a la aridez urbana, desde los ´80 del siglo pasado, la ciudad comenzó a recostarse sobre el paso majestuoso del Paraná y a preguntarse cómo había sido posible no haberlo visto durante tantos años, cómo fue posible vivir sin tener en cuenta esa presencia natural que transforma el alma de quien la observa.
La ciudad como un gran atelier
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“La belleza para mí es el goce colectivo. Los rosarinos son la mayor belleza de la ciudad. Como somos una patria ganadera a lo largo del tiempo se ha perfeccionado la raza a partir de la mezcla. Somos la mejor de las mezclas, no hay otra ciudad que sea porteña y haya recibido tantos inmigrantes, el ADN de las más profundas culturas del mundo traducidas en la contemporaneidad, las mujeres y los hombres más bellos del país, en una ciudad que explota por todos los rincones. En un momento pensé que Rosario era como un huevo frito, que lo rico estaba en el medio y lo desleído por el costado, y después vinieron los distritos y me tuve que callar, todo eso del centro se empezó a trasladar con mucho esfuerzo. Eso es Rosario, por eso me declaro de esta segunda patria; la primera es Santa Fe, pero soy rosarino, de dos ciudades portuarias”.
dispositivos lúdicos como La Máquina de Volar en el Jardín de los Niños, Un Lugar en el Mundo en homenaje a la convivencia de las comunidades de origen árabe y los judíos, o la instalación Memorabilia que recuerda a los que ya no están y las Visitas Guiadas en el cementerio El Salvador. Taparelli pensó y armó las Ferias Retro y El Roperito, la gran bandera argentina hecha con retazos de cerámicos sobre el Camino de los Granaderos y la puesta en valor de las chimeneas de barrio Acindar. Su arte descubre caminando Rosario, porque él milita desde el arte, entendiendo que la cultura es trabajo. Como artista le da la posibilidad a los rosarinos de descubrir la aldea, empecinado en embellecerla y resignificando bellezas diseñadas por otros y por él.
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Dante Taparelli, “Artista Distinguido de Rosario” según determinó el Concejo Municipal, es director de Diseño e Imagen Urbana de la Municipalidad. En su documento es Dante Ricardo Taparello, pero recuperó el apellido de Italia y se da a conocer artísticamente como Dante Taparelli. Nació en Santa Fe capital, es artista plástico, diseñador, modisto, inventor, amigo de los perros y de los amigos. Es el fundador del Museo Urbano Arte a la Vista que reproduce obras de pintores rosarinos en las paredes de edificios en altura, además de creador de instalaciones en el espacio público como la Fuente de Las Utopías, la obra Biociclo en la calle recreativa,
Viniste a Rosario a fines de los 70, desde los 17 años fuiste modelo, un tipo alto, rubio, bello… ¿Cómo llegaste a la moda? Una vez estaba parado en la esquina de Modart, en los 70, con pelo largo y la frazada cortada al cuello a la manera de un poncho. El dueño, Ricardo Kleinman, me preguntó si había desfilado alguna vez, le dije que no había hecho el servicio militar y me convocó para pasar ropa. Después me fui a Buenos Aires y desfilamos en las vidrieras de Modart. Ganamos plata, pero de 100 gastábamos 200 y comíamos picadillo todo el año. Y esa experiencia me puso en contacto con la ropa, con la estética de la ropa. Creo que el refinado de todo eso es El Roperito. ¿Por qué te corriste del mundo de la moda? Después de haber tenido negocio y haber hecho ropa, un día escribiendo un texto busqué el significado de “elegancia”. Descubrí que significa “elegir”, me sentí el más hipócrita y decidí que nunca más iba a hacer moda. Entonces me puse a organizar las bienales. Me paré en un rinconcito a ver cómo los más talentosos del país se manifestaban, y les puse en valor la idea original. Para mí uno de los peores pecados es la copia, porque te detiene. Podés tomar algo como referente pero no copiar, porque es el patrimonio del que lo piensa. Hiciste cinco bienales de Moda, fuiste un propulsor del diseño de indumentaria, y lo ensamblaste con otras artes, sorprendiste con Marta Minujín como invitada. Pasaste del vestuario teatral a las esculturas y tu trabajo se volvió cada vez más artístico. Tengo una buena anécdota con esa visita. El director del museo Castagnino la seguía a Minujín para que firmara un plato y ella no quería, y como era picante, escribió en un vidrio: Rosario es moda, Rosario es Dante, Dante es moda, Dante es Rosario. Viva el arte. Y ésa era una manera de protegernos, porque recién salíamos del proceso militar y en ese momento el director del museo no quería que las mujeres mostraran los pechos, entonces los participantes cubrían los cuadros. Claro que costaba un poco darse cuenta que nuestro patrimonio más grande es la libertad. En esa primera Bienal de la Moda comenzaron a cruzarse las disciplinas artísticas. Yo creo que fue la primera experiencia de cruces. Antes se había hecho la Bienal de la Creatividad en el 90, y como la moda encierra a todo, participaron desde el colegio de arquitectos a los más grandes diseñadores del país y los artistas plásticos. No era moda de ver qué me pongo sino lo cuestión antropológica de la moda. Como decía Ana María (mi hada madrina) somos extraterrestres de verdad, somos los únicos seres del planeta que tenemos que inventarnos algo para el frío o para el calor, mientras las cucarachas sobreviven…
¿Podemos decir que esa usina de cruces fue lo que te alejó más de la moda y te acercó al arte? Yo me alejé cuando entendí que la persona elegante es aquella que elige poder armar su propia fórmula. Nuestro primer acto creativo es cuando nos levantamos a la mañana y elegimos qué ponernos. Es lo que nos muestra al mundo, genera empatía o antipatía. Mirá lo importante que es la ropa vista por ese lado. Después tenés lo otro: tenés 20 jeans y 8 pares de zapatillas y surge la dicotomía de pensar que cuando un pibe entra a robar lo primero que se lleva son las zapatillas; por qué no repartirlas un poco. La ropa nos tiene que acompañar a nosotros, no nosotros a la moda, y con el tiempo se transformó en una cosa macabra, porque se contaminan ríos lavando vaqueros… La industria es voraz porque hace que la gente se sienta discriminada por no tener un diseño, que sé yo... Por eso soy silvestre. Me gusta andar en patas en el patio y bañarme cuando tengo ganas. A finales de los 80, un vestido de novia de Taparelli era innovador y costoso. Eran lindos. Yo aprendí algo muy importante de mi tía. Ella dibujaba mientras la clienta hablaba y se lo mostraba cuando terminaba de hablar. Y el fin de semana cuando con mi hermano íbamos a su casa, la tía ponía papel de manila en una mesa gigante para dibujar los moldes, entonces nos daba para que recortemos, y si bien nosotros cortábamos con mucho cuidado, ella venía y los rompía: “Por la línea”, decía. Para la tía Leda, un vestido de novia tenía que ser perfecto, sostenía que un vestido de 1.000 pesos con un hilo colgando valía 30. Quien camina la ciudad se encuentra al levantar la vista con obras de arte pintadas en las medianeras de edificios. ¿El Museo a la Vista es una idea pionera en el país? Cierta vez un muchacho me cuenta que había pintado “La Gorda”. Era una reproducción de La Gioconda pintada en una medianera de Avenida Pellegrini contratado por una empresa aceitera. Ahí se me ocurrió buscar un sponsor y replicarlo por la ciudad. Conseguimos el permiso de Lili Berni y pusimos manos a la obra. Lo seguimos haciendo aún, ahora se viene una gran obra que es la medianera del Café de la Flor, con el más grande de todo el proyecto, que es reproducir a los amigos pintores de Augusto Schiavone, a metros de un ícono cultural salvado por un grupo de amigos, como es el Teatro El Círculo. El proyecto de llevar obras de grandes pintores a las medianeras intentó ser copiado en Buenos Aires, pero sólo hicieron dos. Es una buena idea porque el pintor que se reproduce tiene que haber fallecido, por lo que no hay que concursarlo y la familia del artista está agradecida porque la obra está guardada en un desván y así se pone en escena. Digamos que hacemos un intercambio de intereses saludables. Hoy tenemos los derechos de reproducción del 95 por ciento de los grandes maestros pintores de Rosario. Lo que me interesa son las cosas como el trabajo en el cementerio, porque soy muy consciente de la finitud, y aspiro a que los proyectos me sobrepasen, que no sean míos y queden solo en mi circulo de vida. Pretendo que cuando yo no esté alguien lo tome y lo siga haciendo… y mejor aún.
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La ciudad como un gran atelier
¿Cómo fue que llegaste a la puesta en valor de El Salvador con las visitas guiadas y Memorabilia? Yo pensé Memorabilia honrando mi generación de desaparecidos. En los cementerios se han robado grandes tesoros, grandes obras de arte. La gente tiene un rechazo natural con el cementerio, porque uno va a llorar a sus muertos y corriéndose de la funcionalidad es el único gran museo de la memoria de una ciudad. Porque las personas son las memorias, las lunas, los soles, los árboles, los abrazos, las mentiras, los amores, las verdades, los baúles, los libros… y todo eso de diez generaciones. Lo que se perdió es el mensaje y nosotros lo recuperamos. Es pacificador, aleccionador, de generosidad, de comprensión, cuidado, atención… todo eso está en el cementerio. Donde creemos que está la muerte, está la vida. En esa búsqueda de rescate encontramos objetos y baúles con fotos de las tumbas que fueron reducidas, con las que hicimos Memorabilia, que es un mural con más de 8 mil fotos. Y está vivo, porque la gente lleva sus fotos y entonces crece día a día. Así la gente se suma a la vida, no a la muerte. Cuando se caminan los cementerios sin dolor, se ve el mensaje de las generaciones pasadas, son enciclopedias de la humanidad. Además están las Ferias, que nacieron como alternativa generadora de trabajo en medio de la crisis económica. Fue una experiencia muy interesante que partió de una charla con Marcelo Romeu (entonces secretario de Cultura de la ciudad), para embellecer un poco el barrio Pichincha, y hablamos de una feria pero no sabíamos de qué, aunque al principio pensamos en una de flores. Y un día, en plena crisis, vi en la televisión unas imágenes de una gente que había sido desalojada y tenían en la calle unos objetos hermosos. Mientras mostraban a las personas llorando, pensaba por qué no venden esos objetos valiosos y se alquilan una pensión o un departamento. Entonces cuando le abrí la puerta a Marcelo, le dije que podíamos hacer un Mercado Retro, que sea un paseo por la memoria, y a los dos meses estaba el mercado funcionando con 700 puestos. Era toda gente dolida, porque no es fácil construir alegría con las lágrimas, esa gente se sentía como rescatada, y algún tiempo después
se extendió con el proyecto de El Roperito. Si hablamos de metáforas, tengo guardado un regalo que me hicieron de una estampita de San Cayetano con mi cara, fue tan emocionante para mí que la gente de las ferias me entregara eso. Y ellos hoy son pequeños empresarios, tienen sus negocios, porque El Retro y el Roperito son la fiesta de fin de semana, pero todos ellos desarrollaron sus emprendimientos de lunes a viernes. Con eso se han puesto en valor un montón de cosas, es un enclave turístico de la ciudad. Quién iba a decir hace 20 años que íbamos a hablar de turismo en Rosario. El rescate también se extendió a otro rincón de la ciudad, con “Romántica del Bulevar”, que pone en valor el urbanismo de principio del siglo XX, la singular belleza de la arquitectura de las construcciones de Bulevar Oroño que no se pudo preservar. Un arquitecto amigo me decía que había que tener espaldas para hacer eso porque era un mea culpa, porque si durante la intendencia de Maza cuando una casona salía a la venta la hubiese comprado la Municipalidad y se la hubiese dado a una institución bajo el cargo de restaurarla y abrirla a la sociedad, hoy la Rosario turística tendría la Avenida del Café de San Pablo. Por ejemplo, frente a los Tribunales Federales había una casa de una familia judía, comerciantes de máquinas de coser, que habían hecho traer la arena para hacerla del norte de Irán, que tenía un sílice tan especial que de acuerdo a cómo le daba el sol cambiaba de color. Y eso no lo hacían para los de adentro, sino para los de afuera. Eso es educación pública, refinar la mirada del que pasa, eso es lo que intentamos reverdecer con Romántica del Boulevard, hacerlo visible. Vuelvo a pensar en otra frase de mi amiga que decía que al cementerio la gente va con la cabeza gacha, y debemos ir con la mirada en alto porque nos perdemos los mensajes de los que pasaron. Aparecen nuevas expresiones que vos tomas rápidamente, como los murales callejeros. Es que los rosarinos son y somos autodidactas, autogestivos. Tengo un amigo que con su sueldo de jubilado convocó a grafiteros de todo el planeta y pintaron 400
La ciudad como un gran atelier Arte en las calles, paredes que hablan. ¿Podes recomendar tres lugares de la ciudad? La Fuente de las Utopías (en la bajada Sargento Cabral), para saber que a las utopías hay que hacerlas fluir, que hay imposibles que se hacen posibles. Esta es una ciudad cimentada sobre imposibles. Al Pago de los Arroyos vino gente con un manojo de trapos que se transformaron en grandes hacendados. Memorabilia, para ver que siem-
Cada vez que estas terminando algo ya hay un nuevo desafío en mente. ¿Cuáles son? Los 300 escalones de Escher es una obra por cada chico desaparecido para el Parque de la Memoria. Cuando los chicos pasan por ahí se mueve es una cosa viva, el escalón posible. Otro es un Monumento a la Empatía, en el que hay cuarenta bustos que no sabemos de quiénes son, se trata de personajes de bronce a los que les vamos a cortar la cara y a uno le vamos a poner la cara del otro, en una tribu redonda plantada en un jardín cuadrado, la idea es un monumento donde surja la idea “Yo soy el otro”. Lo despersonalizás, lo ponés en el lugar del otro. ¡Cómo no voy a estar sano si mi atelier es la ciudad! Yo estoy jugando con la ciudad, es un placer, lo que pasa con la gente ante estas intervenciones y lo pienso para que lo hagan otros que me sucedan. Estoy convencido que la curación no está en las pastillas sino en una actitud de vida. Cómo imaginás los cementerios en el futuro. Y en 15 años no vamos a tener más lugar en el Salvador. Si yo fuese urbanista, haría bosques de la memoria. Las avenidas de circunvalación tendrían que tener cuarenta metros a ambos lados para que cuando alguien muera se llevasen las cenizas y un roble, así tendríamos ciudades-bosque llenas de pájaros. Pienso en ciudades ecológicas que no te van a dar miedo porque pases por un bosque lleno de árboles, transformaríamos así la muerte en vida. g
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Y con las Chimeneas de Barrio Acindar tiene que ver mi historia. Mi padre era metalúrgico y mis primeros juguetes eran sus herramientas que me permitían hacer otros juguetes. Lifschitz me dio la orden pública de hacerlas y ahora las estamos pintando. Son las tres Gracias del Sudoeste: Libertad, Igualdad, Prosperidad. Dos palabras inspiradas en la Revolución Francesa y el resultado, y esas palabras significan el trabajo, las Chimeneas están frente al Distrito de Barrio Acindar y tenemos una felicitación del arquitecto César Pelli, autor del CMD Sudoeste. Se está reciclando la plaza que se llama Estévez Boero, y los lunes a las 7 de la mañana y los viernes a las 5 de la tarde sonará una sirena durante unos segundos y las tres chimeneas van a largar humo. Yo digo: esos íconos urbanos no tienen que estar todos amontonados como en Acrópolis sino que tienen que desparramarse por la ciudad, ése es el concepto de la gestión. Hay que descentralizar la cultura y los grandes íconos culturales también, porque cuando se hace algo importante en un barrio la ciudad va al barrio. Recuerdo cuando se pusieron los fuegos artificiales en el puente para el Congreso de la Lengua y la ciudad se movilizó para verlos. Lo hicieron por una acción colectiva, cultural y emotiva. Si la gente se saca fotos en el Cucú de Carlos Paz cuando tose, imaginate si les mostrás estas obras que son pura emoción….
pre estamos. Y el Tríptico de la Infancia. Porque fueron revolucionarios para con la niñez. Cuando estábamos haciendo La Máquina de Volar, construyendo eso cuando el mundo se está cayendo a pedazos, como me dijo un periodista, y yo no pude responder nada, porque me puse a llorar. Hay tanto para hacer…
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murales en barrio Alvear, desde la señora que sede su medianera hasta los pibes del asentamiento. Educación por el arte, la más antigua educación que significa cuidar porque nadie rompe lo que hace, es algo que deberíamos multiplicar. Yo rezo para que los políticos cambien el carbón de mi nave por nafta para que se puedan hacer más acciones reparadoras.
La ciudad cerca de las nubes
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El primero en saberlo, y por ende la víctima de la incredulidad de los enterados, fue un portero del palacio Minetti. El hombre, atribulado, insistía en afirmar que solía encontrarse con un caballero vestido con una vieja y elegante chaqueta, polainas blancas y zapatos, preocupado por cambiar la orientación de las gemelas que adornan la parte más alta del edificio. Le pedía ayuda para trepar y un cincel, como si con eso fuera suficiente para completar la faena. En efecto, durante la gran depresión de la década del 30, algunos se habían empecinado en hacer girar las estatuas, ya que las espaldas apuntan al norte y eso trae mala suerte, según la creencia entre los hombres de negocios. Hasta aquí el relato no tiene nada de raro, salvo por un pequeño detalle: el portero habló con él hace un año, y ese hombre extraño es un accionista que ocupaba una de las oficinas del último piso, más precisamente en 1931.
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omo en el cuento de Cheever, en el que el nadador puede entrar a su piscina y recorrer por ella todo el suburbio, un largo río que conecta todas las casas —la metáfora de un Ulises que viaja en el tiempo y en el interior del American Way off life—, es posible también entrar por una hendidura fantástica, espacial y a la vez temporal, que conecta las cúpulas de esta ciudad entre ellas, y a la vez con otras épocas y otras vidas. Claro que en el cuento del escritor americano se trata de una ficción. Aquí no, aquí esto simplemente sucede, como el amor, como la muerte, que aunque fatal y segura, nos deja al menos el beneficio de la duda sobre el momento de su llegada.
Para no revelar la identidad del fallido portero —fue acusado de mitómano, y en el mejor de los casos de demente—, lo vamos a llamar Alfredo, un nombre más o menos parecido al verdadero. Bien, pasamos tardes con Alfredo en el último piso, esperando al hombrecito, hasta que tres meses después del primer intento dimos con él. Estaba tratando de entender el nuevo ascensor, subiendo y bajando sin pausa, un domingo de otoño, frío como el mármol. Yo no conocía el Palacio Minetti hasta estos eventos, un interior colorido por los vitraux y un ejército de mujeres de bronce, prendidas de las puertas. No tengo mucho para decir del aspecto del caballero, hacía juego con la solemnidad bella del edificio y era tal cual me lo había referenciado el portero. Después de presentarnos –Aguirre dijo que se llamaba–, nos llevó a la primera puerta. Está exactamente junto a la ventana del medio entre las más altas, las que pueden verse por calle Córdoba y terminan en una punta de estrella. La transición es breve y que sirva para describir todas las que siguen: un brillo fugaz en la vista, una sensación de extraño vacío en las tripas y ya está uno en otro lugar, en este caso en la cúpula de la vieja inmobiliaria. La vista es maravillosa y a diferencia de la parada anterior aquí había sol y varias palomas rondando la baranda. Bajamos por un pasillo amurado de piedra hacia uno de los departamentos del quinto piso, en dónde nos esperaban con el té. Afuera podían escucharse gritos y algunos estallidos. La mujer, que dijo llamarse Roberta, nos acercó las tazas y las galletas de jengibre, y con angustia pero resignada dijo: son los radicales. Pasé de largo la biblioteca con los clásicos franceses y galleta en mano fui a la ventana. Bien podría narrar lo que vi por la calle Córdoba, entre los carruajes y las corridas, pero es mejor pasar a la siguiente puerta. De hecho allí también teníamos una excelente vista, pero la de una corrida de toros junto a una plaza de carretas. Supongo que eso ocurría dónde ahora se encuentra la plaza San Martín, porque estábamos en la torre del reloj del viejo Palacio de Justicia. Pensé que esa azotea en donde estaba parado alguna vez iba a arder, y que no podía hacer nada para prevenirlo. Hasta ese momento no había dimensionado la repentina habilidad concedida, la de transformar el futuro actuando sobre el pasado, como en aquel cuento de Bradbury. El recuerdo del incendio de la facultad de Ciencias Agrarias activó esa posibilidad. Le pedí a Alfredo un papel y algo con qué escribir, y fue Aguirre quien me asistió, supongo que más proclive por su profesión a hacer cuentas y notas. Allí redacté un breve mensaje de advertencia y lo escondí detrás del número seis del reloj. Todavía estará allí, si no lo encontraron después del siniestro. Lo de los mensajes, debo decir, se hizo costumbre. A Alfredo le gustó la idea y dejamos varios; difícilmente recuerde qué decía cada uno. Si el lector siente curiosidad, debe saber que hay una nota con el nombre de la mujer de la que Alfredo está enamorado en el balcón que está por encima del reloj de la Estación Terminal de Ómnibus. Otra igual en una de las habitaciones del Savoy y otras de menor importancia junto a las mujeres desnudas del Palacio Fuentes. A las demás las devoró el olvido y encontrarlas será novedoso para todos.
La ciudad cerca de las nubes Quien más insistía con esos intentos de salir a la calle para ver si se mantenía el hechizo, era Alfredo. Debo reconocer que el argumento para hacerlo sonaba bastante lógico, aunque no sé si es la palabra adecuada. Alfredo decía que simplemente “no había lógica”, que todo era posible, incluso repetir el intento hasta que resultara. Era como entrar en todas las puertas de los edificios de la ciudad, hasta que alguien diera con la que Aguirre nos había indicado. Era exactamente lo mismo. Si yo hubiera querido hacerlo, hubiera estado años hasta que, por casualidad o repetición, encontraría la puerta indicada. Pero después de diez intentos y con la resistencia de Alfredo, abandonamos la testarudez y nos concentramos en completar el recorrido, si es que aquello tenía un fin.
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Imagino lo que está pensando el lector, porque yo pensaría lo mismo. Por qué no bajar de esa ciudad cercana a las nubes y recorrer una Rosario de otra época. Las posibilidades son infinitas: yo, por ejemplo, iría a la vieja casa de mis abuelos por calle Cafferata, dónde ahora está el galpón de Chevallier. O a la vieja cancha de Central, con la tribuna de una bandeja sobre calle Cordiviola. Si diera con el año, trataría de encontrarme a mí mismo siendo niño, o a mi viejo joven, jugando al casín con los muchachos de Refinerías. Juro que lo intentamos, y varias veces. Mientras permanecíamos en el edificio todo seguía su curso, o mejor dicho, todo seguía dentro de ese intersticio mágico que ofrecía el camino de las cúpulas. Pero cuando salíamos a la calle, Aguirre desaparecía, se esfumaba sin más, y volvíamos al mismo día en el que habíamos entrado a la puerta del Palacio Minetti; algo se rompía. Había que volver a empezar y hacer el mismo recorrido. Mientras tanto el tiempo no pasaba para los que quedaban en el presente. Recuerdo que aparecimos en el teatro El Círculo, en aquella gloriosa velada en la que cantó Enrico Caruso. Escuchamos al Rey de los tenores durante dos horas, más el intervalo y el vernisage. Y cuando intentamos salir a la calle otra vez estábamos en la peatonal Córdoba, a la misma hora de aquél día.
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También debo aclarar que no siempre fue una sorpresa agradable lo que encontramos al cruzar las puertas. No hace falta aquí que les pida credulidad, de hecho nadie podría haber continuado leyendo si no la tuviera. Pero quizá en esta parte del relato haya que tener un poco más de sangre fría, o estar dispuesto a no pegar un ojo en una o dos noches, como me pasa a mí cada vez que lo recuerdo. Hay personas sin tiempo que creen que están vivas en un determinado segmento de la vida de los demás, y sin embrago no es así. Decir que son fantasmas quizá sea la forma más simplista y a la vez escalofriante de llamarlos, pero no hay otra. Al no tener tiempo, cualquiera puede verlos. Ustedes podrán cruzarse con alguno, si llegan al lugar preciso y a la hora exacta en la que aparecen. Quizá al estar cerca de las puertas de las cúpulas se los puede ver con mayor facilidad. Cuando llegamos al Palacio de los Leones (cuando todavía no tenía leones, y era rosa como ahora), pudimos ver el progreso del viejo Pago de los Arroyos, los palos anclados en el puerto y una ciudad que se perdía hacia el oeste por sus calles de tierra. Por capricho de Aguirre bajamos, para ver si podíamos encon-
trar al intendente, pero honestamente hubiéramos preferido otro tipo de anfitrión. Una mujer, con una voz atribulada y extraña, distorsionada por el aire y la dimensión, dijo llamarse Yolanda y nos rogó que le avisáramos al sereno que le dejaran la luz prendida. Entre las cosas que nos llamaron la atención, una era que había un sol de mediodía que avanzaba sobre todos los ventanales (lo que hacía extraño el pedido al sereno), la otra que no estaba vestida como una mujer de principios del siglo XX, sino que su ropa era más bien contemporánea. Pero lo aterrador era que en lugar de rostro tenía una especie de deformidad irreal, como si alguien hubiera borroneado su cara en una foto. Algo parecido ocurrió en el edificio de la Favorita. Allí era de noche, porque las luces de gas del centro se reflejaban en la sombra interior. Sobre la escalera, bajo el hermoso vitraux de la cúpula y junto al jarrón erguido en el descanso, lloraba una mujer. Cuando nos acercamos para consolarla, desapareció abruptamente, dejándonos la duda y un escalofrío que nos hizo escapar hacia la próxima puerta. Y podría seguir con otras historias, como la de Vasallo y su mujer, o los telegrafistas del correo que en la madrugada insisten en enviar mensajes que nadie recibe, pero no es mi intención que esta crónica se convierta en un relato de Poe, o de Lovecraft. En definitiva, nada es eterno, ni siquiera las cosas o los recuerdos. Y en este devenir que pudimos burlar entre cúpula y cúpula, nos es extraño que alguien de todos los que se han ido, haya decidido quedarse, o no haya encontrado el camino hacia otro lugar. Quizá estén intentado pasar, una y otra vez, como cuando Alfredo quería burlar esa regla de la calle. En fin, nada allí era lógico. Tampoco lo fue la última puerta, y la consideramos así porque después de ella volvimos al Palacio Minetti. Quién sabe si al repetir el trayecto, no se altere el orden como en el libro de arena. Fue en el edificio de Corrientes y San Luis, galerías floridas y de colores, una primavera o un otoño haragán, porque el calor apenas nos lamía la cara y no era más fuerte que una brisa fresca que venía de la plaza. Era evidente que estábamos en el siglo XX. También había sido ese tiempo en la cúpula anterior, la del palacio Cabanellas, donde hubo que convencer a Alfredo de que el escudo de la torre nada tenía que ver con Central. Pero ahí, en esas galerías de cuento, me recosté sobre la pared y me dormí; el cansancio, como la regla de salir a la calle, era ineludible. Creo haber estado dormido una o dos horas, nunca lo voy a saber. Cuando desperté Aguirre miraba la calle, la noche caía sobre los plátanos. Le pregunté por Alfredo y sonrió; los dos sabíamos qué había hecho, o mejor dicho, qué había intentado hacer. Era inútil esperarlo, seguramente estaría otra vez en la peatonal, o esperándonos en Minetti para recomenzar el recorrido. Quisimos probar una puerta más y terminamos en el comienzo. Alfredo no estaba y no volví a verlo desde entonces. No responde el teléfono ni ha vuelto a los lugares que frecuentaba. Volví por Aguirre y le pregunté si lo había visto y respondió que no, pero lo hizo con cierta satisfacción. Él piensa que lo logró, que quizá la última puerta nos dé la posibilidad de bajar a una calle de otro tiempo. Si es así me alegro por él. Su teoría habrá tenido éxito entonces, un triunfo sobre ese ánimo timorato y medido que solemos tener los racionalistas, para no decir cobardes. Mientras tanto voy tomando ese coraje, lo voy haciendo despacio, mientras Aguirre insiste en cada uno de nuestros encuentros. Quizá la semana que viene probemos, quizá pueda bajar de la ciudad cerca de las nubes y las cúpulas, a la ciudad eterna. g
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La ciudad cerca de las nubes
Ahora diré de la ciudad de Zenobia que tiene esto de admirable: aunque situada en terreno seco, se levanta sobre altísimos pilotes, y las casas de bambú y de zinc, con muchas galerías y balcones, se sitúan a distintas alturas, sobre zancos que se superponen unos a otros, unidas por escaleras de mano y aceras colgantes, coronadas por miradores cubiertos de techos cónicos, depósitos de agua, veletas, de los que sobresalen roldanas, sedales y grúas. No se recuerda qué necesidad, orden o deseo impulsó a los fundadores de Zenobia a dar esta forma a su ciudad, y por eso no se sabe si quedaron satisfechos con la ciudad tal como hoy la vemos, crecida quizás por superposiciones sucesivas del primero y por siempre indescifrable diseño. Pero lo cierto es a quien vive en Zenobia se le pide que describa cómo sería para él una vida feliz, la que imagina es siempre una ciudad como Zenobia, con sus pilotes y escalas colgantes, una Zenobia tal vez totalmente distinta, con estandartes y cintas flameantes, pero obtenida siempre combinando elementos de aquel primer modelo. Dicho esto, es inútil si ha de clasificarse a Zenobia entre las ciudades felices o entre las infelices. No tiene sentido dividir las ciudades en estas dos clases, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en que los deseos, o logran borrar la ciudad, o son borrados por ella.
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Zenobia
Rosario misteriosa
Rodríguez Jáuregui dirigió Rosario Misteriosa I y II, el corto Claustrópolis (que integró Ánima Buenos Aires de Caloi) y la reciente “El Viaje de Gaia”. Desde la Escuela de Animadores que funciona en La Isla de Los Inventos, mientras dibuja a la pequeña Gaia en un papel, confiesa: “En la Escuela de Animación arrancamos haciendo una discriminación muy setentista, que es que existe una grieta, por usar lenguaje contemporáneo. De un lado lo que podemos hacer acá, lo que nos gusta hacer, con nuestro referentes de animación de autor, similar a una escala de artista plástico que en lugar de actuar sobre una pintura trabaja en imágenes en movimiento; es un artista solitario que trabaja el concepto, porque ejecuta y también se encarga de que se vea. Y después está lo que se produce a escala industrial, que nos llega a mares a través de los medios y que tiene otros objetivos, otras metas y otras maneras de encarar el trabajo.
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Rosario Misteriosa, The Planet, Cabeza de Ratón, Capitán Cardozo y El viaje de Gaia surgieron todos del mismo lápiz. El trazo fino y creativo que Pablo Rodríguez Jáuregui viene desplegando desde hace tres décadas –cuando llegó a Rosario para estudiar en la Escuela de Cine y Televisión y posteriormente convertirse en discípulo de Luis Bras– es como un largo camino que aportó a la ciudad una impronta propia si hablamos de dibujos animados. Animador, Guionista, realizador, director, docente, diploma al mérito de la Fundación Konex, Rodríguez Jáuregui reunió premios nacionales e internacionales, pero lo que más le importa a este menudo hombre nacido en Santa Fe es la creación de la Escuela de Animadores de Rosario, desde donde pensó en una cooperativa que nuclea a los egresados en busca de una salida laboral.
¿Hoy su mirada está influenciada por el gusto de sus hijas? Yo estoy atormentado con el tema del único televisor y todo el tiempo en que ellas miran dibujitos de princesas en sobredosis. Hay una pequeña revancha con Rosario Misteriosa o El Viaje de Gaia, que la quieren ver varias veces por día, por lo menos en mi casa hay un poquito de justicia. Por un lado, es una herramienta poderosísima para plantar ideas y conceptos, así es el proyecto de El Viaje de Gaia que es una apuesta del Ministerio de Educación y de Energías Renovables de la provincia de Santa Fe, porque creen que con dibujos animados se puede hacer una diferencia dentro en la comunicación en las escuelas primarias; llamar la atención y conseguir que los pibes te presten atención para meter los contenidos didácticos que se quieren plantear en medio de una aventura animada. Por otro lado, nosotros para plantearnos hacer negocios con otro tipo de producciones somos desastrosos, está probadísimo. Estamos haciendo la sexta temporada de Cabeza de Ratón con producción del Centro Audiovisual Rosario de Cultura de la municipalidad y la Cooperativa de Animadores, y es puro remo desde todos los costados. Cuando hablamos de animación aparecen personalidades importantes en su recorrido, como Fernando Birri y Luis Bras. Y como influencia muy fuerte acá en Rosario tenemos a Julián Uzandizaga, que lo encontré después que a Bras. Lo mismo Caloi, con quien pude trabajar muchos años. Y otros amigos como Fernando Kabusacky y Fernando Peña que me modelaron mucho la manera de pensar y el gusto en este trabajo. Pero yo coincidí muy casualmente en Rincón con Birri en un intento que hubo por repatriarlo, al armar la Fundación Birri en Santa Fe. Fue una temporadita que Birri estuvo viviendo ahí porque en 1995 le habían propuesto hacer un corto que iba a formar parte de un largo mexicano celebrando los cien años del cine
en Latinoamérica, que se llama “Enredando sombras”, donde los representantes por Argentina eran Pino Solanas y él. Por alguna cuestión rupturista Birri decidió delegar el corto. “Yo ya hice Tire Dié, el resto hacelo vos”, me dijo, “Tenés que destruir Tire Dié, digitalizado y hacé lo que quieras, pero rompelo”, me pidió. Me parece que lo que él quería hacer en ese momento era mezclar lo histórico, conceptualizado y revisitado en los libros de historia, y decir: “Bueno, lo que viene ahora es otra cosa”. Si bien coincidimos poco, me pude dar el lujo de poner un corto y hacer algo con Fernando Birri. Hice un collage, metido en una computadora muy precaria que era lo que había en esa época, tomé Tire Dié y lo coloree, lo recorté y mezclé cosas con música de Kabusacky. ¿Y con respecto a Bras? Si tenemos un formato de escuela en Rosario es porque él abrió su taller en el sótano de San Lorenzo y Corrientes. Ahí llevaba a sus alumnos de Bellas Artes a hacer sus trabajos y daba clases de a un alumno por vez. Cuando yo vine en el 84 desde Santa Fe a estudiar a la Escuela de Cine, por recomendación de Mario Piazza fui a dar a ese taller. Y eso fue definitivo para todos los que pudimos cruzarnos con la experiencia que Bras tenía, y que venía trabajando totalmente solo. Luis tuvo que remontar lo que hacía en Rosario en las décadas del 60 y 70, sin internet, sin demasiadas conexiones, con una carrera de animador autodidáctica, por ensayo y error, y el armó un curso para formar gente. Yo compartí sus últimos años de vida. Se cumplen 20 este año de su desaparición y si hoy hay una movida de animación en Rosario es porque él antes dejó el terreno preparado. También Caloi dejó el terreno preparado, pero en la televisión nacional Totalmente, todos los que estamos hoy haciendo dibujos animados en Argentina nos formamos viendo “Caloi en su tinta”, el programa que se emitía los sábados por Ca-
Rosario misteriosa Los personajes de tu corto eran una nena y un nene que bien pueden seguir funcionando en otro proyecto protagónico… En realidad lo estábamos desarrollando con una historia ambientada en Rosario y justo llegó la invitación de Caloi. Lo que hicimos fue adaptarlo a Buenos Aires. ¿Su infancia estuvo marcada por el universo de Manuel García Ferré? Sí, y vino a Rosario. Eso fue un lujo increíble, también por gestión de Horacio Ríos (secretario de Cultura de la ciudad). Le hablaron en 2008 para que conociera la escuela y se vino manejando hasta Rosario con algunos de sus dibujantes históricos de una lealtad a prueba de balas, como Pelusa Suero (actor de voces) y Néstor Córdoba (su director de animación). Aprovechamos y registramos su visita en imágenes, después nosotros fuimos a su estudio en Buenos Aires y con ese material armamos Los misterios de Trulalá. Todo está en YouTube y se puede acceder. Cada año les entregamos a los nuevos alumnos un libro con nuestro árbol genealógico, podemos decir, donde están los aportes de dibujantes e historiadores de la animación de otras ciudades que también van armando el relato de la animación en Argentina. Nosotros incluimos
¿Cuáles eran sus personajes favoritos durante su infancia en Santa Fe? Hijitus, obviamente. El Zorro y Batman me gustaban porque mi abuela, que era viuda y vestía de negro, me hacía los trajes; pero Hijitus era mi preferido. ¿Qué similitudes o diferencias encuentra entre las formas de producción de García Ferré y las que desarrollan en la Cooperativa de Animadores? Uno escucha que lo llaman “García Ferré, el Disney argentino”. Sin embargo, más allá del título que se le ponga es el tipo que estuvo más cerca de armar un universo parecido al ideal del sueño americano al crear un combo de personajes y sostenerlos durante años. Él diseñó un tinglado que eran la revista Anteojito y el programa televisivo El Club de Hijitus, con cabezudos disfrazados en vivo, además de las animaciones y un montón de merchandising que no se usaba todavía en los 70, como figuritas, muñequitos en chocolates Jack y útiles escolares. Sumado a esto, en esa época en la ciudad de Santa Fe había un solo canal de televisión, o sea que todos los chicos veían sus producciones. Era Hijitus cuatro veces por día y el domingo a la tarde un programa presentado por la Disney: El mágico mundo del color, Disneylandia presentado por Walt Disney, que convivía en la pantalla con Hijitus de igual a igual. Digamos que no existía la sobreoferta de hoy. Ahora vamos perdiendo. ¿El trabajo de los animadores es una labor colectiva? En realidad nosotros arrancamos con un formato muy parecido a como funcionan las bandas de rock, que arman una banda pero también hacen cosas solos. Para hacer algo tipo Rosario Misteriosa o El Viaje de Gaia hay que coordinar un equipo de distintas maneras. En The Planet o Rosario Misteriosa la apuesta era que cada uno
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a nuestros ancestros. Y en eso, para los que tenemos más de cuarenta García Ferré es nuestro referente.
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nal 7. Allí armamos la visión de lo que es el oficio. En mi caso, estaba trabajando de editor en Cablehogar y me mandé a ATC y le mostré lo que hacía acá. Caloi lo vio y me invitó para que colaborara haciendo separadores para los cortes y al final me quedé trabajando allí todo el tiempo que duró el programa en el aire. Mientras, emprendimos varios proyectos. El último fue el largo Ánima Buenos Aires, que son cuatro cortos en los que yo tuve el caradurismo de participar, junto a los Hermanos Febre, Carlos Nine y Caloi. Dirigí un corto de 20 minutos con dibujos de Max Cachimba, Flor Balestra, Luis Leoner y Silvia Lenardón, todos amigos con quienes hicimos varias cosas y ahora siguen como colaboradores de la Escuela.
hiciera lo que quisiera y después se armaba un aglutinante que pegue todo y dé coherencia. Distinto es el caso de Gaia: es más parecido a la forma industrial de trabajar, donde todo el mundo tiene que dibujar perecido, para lo cual hay que tener dibujantes entrenados que puedan sacar el estilo de otro. Es más difícil, algo que yo no sé hacer. Al abrir la Escuela propusimos el programa Cabeza de Ratón y la Cooperativa de Animadores que era como una segunda instancia de la salida laboral de los egresados. Llevamos 8 años de la cooperativa de trabajo. Pasaron muchas personas y no es muy fácil de sostener porque todos hacemos muchas cosas y la animación es muy demandante en concentración. No se puede hacer si uno no se sienta entre cuatro y seis horas seguidas. Tampoco se puede si hay chicos dando vueltas. Muchos trabajan o estudian y por eso van mutando. En el Viaje de Gaia son quince animadores a los que se agregaron músicos y actores hasta llegar a un grupo de 35 más o menos. ¿Porqué siempre interactúa con músicos? Eso es por culpa de Kabusacky que me llevaba a los ensayos en Buenos Aires y me decía que teníamos que hacer algo con Juana Molina o con Gabriela Epumer. Yo en realidad siempre quise tocar, alguna vez me compré una batería pero no dio. Me gusta mucho el ámbito del rock, de hecho cuando recién llegué a Rosario armamos una banda con Coki (Debernadi), Vandera y algunos músicos de Vilma Palma y salimos a tocar por pueblos para divertirnos. En los años 89 y 90 hice muchos videoclips para bandas locales. ¿Te aportó algo tu trabajo en Cablehogar? Le tengo que agradecer infinitamente a mi jefe que me dejaba hacer horas extras para usar la primera computadora con la que se hacían los títulos, porque en ella podías intentar hacer animaciones y así pude lograr mis primeros trabajos. Hablamos del espíritu experimental del trazo de Luis Bras. ¿La Escuela de Animadores mantiene esa búsqueda? Hay gente que se engancha mucho en la Cooperativa con experimentar, por ejemplo tanto Diego Rolé como Gonza-
lo Ramoldi. Tenemos egresados de Bellas Artes que mezclan arte analógico con digital. Permanentemente tenemos cuestiones que se sacan chispas, como los trabajos personales con los encargos, y de dónde sacar tiempo para hacer los proyectos propios si hay que hacer los encargos que permiten para pagar el alquiler. A medida que nos contratan para proyectos más complejos habilita que vengan proyectos más grandes. Es el caso de Gaia que nos llevó casi un año de trabajo. Nos vamos entrenando para eso. En Rosario Misteriosa las historias surgen del relato de los ciudadanos, leyendas que después los chicos pueden seguir y reconocer, redescubriendo lugares conocidos y dotándolos de misterio. ¿Es importante formar dibujantes y guionistas que puedan reproducir una mirada local? Tengo que resaltar la influencia en esto de Chiqui González. Rosario Misteriosa parte por un lado del libro antiguo “Guía de París Misteriosa” que me prestó Max Cachimba. Y de casualidad me cayó en las manos un proyecto que Chiqui había trabajado en Educación municipal, que era un manual para chicos de 4 grado, cuestionando por qué tenemos que estudiar historia con manuales redactados en Buenos Aires. Y ese material era muy abierto, abarcaba lo que pusimos en la segunda película, como el nacimiento de los barrios con una parte planificada y otra que fue completamente caótica que es muy constitutiva del carácter de la ciudad. Pensé que era algo que había que hacer. Si no se construyen esas imágenes uno anda por la vida con un imaginario que se absorbe mientras va atravesando los años. Si nosotros no hacemos la parte que nos toca, se llena con Disney o con manuales porteños. Podemos decir que la Nación lo hace con Canal Encuentro o Paka Paka cuando convocan a gente preparada para reescribir la historia desde una óptica clarísima. Nosotros tenemos que hacerlo. Producimos dibujos animados con una capacidad de penetración ilimitada, formamos parte de un grupo que pasó los 40 años y sigue dibujando, y podemos hacer un poco de contrapeso y construir nuestro ideario. Aunque sea una escala chiquita y local tenemos que hacerlo.
Además de las producciones rosarinas, recientemente vimos en las salas el éxito Metegol que llenó los cines. ¿Existe una mayor predisposición a ver animaciones? En formato serio o de publicidad hay animaciones o ilustraciones en 3D para vender productos y hasta en campañas políticas. Los dibujos animados están súper metidos en todos lados. Hace unos años, nos encargó
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Rosario misteriosa Este año se estrenó “El viaje de Gaia”, a través Señal Santa Fe, junto a la Subsecretaría de Energías Renovables, que llega a 100 salas de la provincia y tiene una finalidad educativa. Se puede decir que es tu proyecto por encargo, en el que el animador puede descansar sobre una producción financiada, en este caso por el Estado. Igual este proyecto tiene un libro físico muy bien editado, un DVD y una página para descargar película y música, además de un cuadernillo para que el docente lo trabaje en clase. Dentro de lo que es un trabajo por encargo nos dieron una lista de contenidos que había que mencionar y pudimos proponer. Fuimos delegando la música en Juani Favre y en Kabusaky, y ellos fueron derivando la película y nosotros nos amoldamos a las propuestas. Además el personaje de Gaia nos terminó de cerrar con la chica que hizo la actuación de voces.
Señal Santa Fe una visita guiada a la Casa de Gobierno de Santa Fe, para las visitas de los escolares, y les armé una historia de marcianos, con un plato volador que bajaba y un extraterrestre pedía a un anciano poder ver al rey. A partir de eso le explicaban el sistema de gobierno y el edificio. Uno se pregunta hasta dónde un cliente se banca poner una historia de marcianos en la Casa de Gobierno, que sea interesante para los chicos. En El viaje de Gaia propusimos poner a un pibe tirando un carro recogiendo basura, y nos dejaron, digamos que tenemos la suerte de tener interlocutores que nos dejan probar, porque nosotros creemos que a través de los dibujos animados se pueden tocar temas que son difíciles. En el Festival Latinoamericano de Video se creó un premio a la producción rosarina ante la gran demanda de realizadores. ¿Los rosarinos tenemos producción suficiente para crear un segmento estable de animaciones en la televisión? Sí claro, de hecho la escuela de cine hizo un programa de cortos rosarinos en Cablehogar. Yo creo que a partir de la mejor implementación de ley de Medios Audiovisuales van a cambiar esas condiciones. Hoy hay más facilidades para producir en HD, con piezas audiovisuales muy rápidas y mucha producción local. En el festival se tuvo que armar una sección local para mostrar todo lo que se presentaba desde la ciudad. La tele comercial está en un momento complicado, con todo en el mismo tono y pocos huecos para otras cosas, porque todavía no aparecen los canales alternativos. Si hablamos de anhelos o sueños, ¿qué le falta lograr? Puede ser tocar bien la batería en una banda. Pero lo que más me preocupa es que algún día se me desenchufe el entusiasmo, porque hace falta mucha persistencia para no caerse de un proyecto que dura casi un año. Siempre hay una necesidad de tener un gran tanque de reserva y me da miedo que se caiga. Hace falta mucha convicción de que va a ser una buena pieza y lo único que me preocupa es que escasee el entusiasmo. g
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“Rosario Misteriosa” fue un trabajo de la Cooperativa de Animadores no pensado comercialmente, una película que se vio en salas independientes, se subió a la web y se entregó a las escuelas, con material extra para trabajar en clases. Es un proyecto que sale al encuentro del rosarino, sin fines comerciales. ¿Cómo se traduce esta premisa en los presupuestos? Con la primera parte de Rosario Misteriosa ganamos el concurso de coproducciones y después se enganchó la Municipalidad para que llegue a las escuelas. Pero con los medios digitales se puede subir una copia en un ratito, aunque el tema es que la gente se entere que esta ahí, y cómo conseguir que la miren hasta el final. Nosotros armamos una página de descarga y se puede mirar on line. Después salimos a pasarla en los distritos y en la televisión abierta, donde con dos puntos de rating se hace gran diferencia.
Tribus urbanas
Así podemos ver a las llamadas tribus urbanas —y me pregunto si esta nominación no constituye en sí mismo un oxímoron— emergiendo en zonas de la ciudad donde muestran sus diferencias y similitudes con el resto de sus contemporáneos. Frente a la costa del río Paraná, a los pies de las escalinatas del Parque de España, dos pibes con sus tablas de skate bajo el brazo hablan entre sí con los auriculares puestos. Ríen, mientras uno de ellos revisa su celular y continúan –sin ningún tipo de alteración a la vista– con el diálogo que vienen sosteniendo desde hace unas cuadras. ¿Qué pensarán? ¿Qué quieren ser? ¿Se preguntarán algo de este orden o soy yo quién; imbuido por un interés literario, me atravieso en su camino formulando estas preguntas? En el momento en que los interrumpo para conversar veo que en el grupo los hay de diferentes edades pero, en su mayoría, no pasan los veinte años. Los otros, los que son mayores y se calzan los patines, sobresalen del resto parados sobre cuatro ruedas en línea desafiando el código de época. Los más jóvenes van y vienen hacia el grupo con el que se referencian. Para cerrar la escena, junto a ellos, hay un auto con el baúl abierto del cual emerge un tema “al palo” de Miss Bolivia que hace fruncir el ceño a los adultos mayores que circulan por allí en plan de caminata. Cuando les pregunto por qué hacen lo que hacen, la mayoría de ellos, después de desconfiar explícitamente de quien suscribe, responde acerca de la libertad que sienten al realizarlo y quizás, de manera similar que en las páginas de Facebook, contestan lánguidamente y sonriendo: porque “me gusta”.
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Nuestra ciudad —como todas las ciudades, supongo— se construye sobre una trama compleja. Y es a partir de esa trama de complejidad desde la cual hay que abordarla. En ese entramado dialogan diversas identidades que nada tiene que ver con lo sedentario o estable sino todo lo contrario. Estas identidades son contingentes en su esencia. No se las puede situar en algún lugar rígido como así tampoco se los puede ubicar en un ámbito o barrio sino que pululan, cambian y se transforman siguiendo tendencias propias y ajenas, generando hábitos y costumbres nómades por naturaleza.
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El sol sale para todos. ¿Por qué venir a Trude? me preguntaba. Y ya quería irme. Puedes remontar el vuelo cuando quieras —me dijeron—pero llegaras a otra Trude, igual punto por punto; el mundo está cubierto por una única Trude que no empieza ni termina, sólo cambia el nombre del aeropuerto. Las ciudades invisibles de Italo Calvino.
Tanto a los skaters de la plaza seca de 27 de febrero y Maipú, tapizadas sus paredes de grafitis donde se mezcla el registro propio intercalado con causas nacionales como el derecho soberano a recuperar nuestras Islas Malvinas; al circuito indoor sobre la costa del río a la altura de calle presidente Roca; la gente se para a observarlos. Es un espectáculo en sí, donde los padres con sus hijos en brazos los observan fascinados y pasan allí largos ratos. En la pista, como en el galpón sobre el río, los riders (chicos que andan en bicicletas modo freestyle) emprenden su perfomance sin ningún organizador externo sino que, tácitamente, nadie pisa a nadie a la hora de mandarse a la pista a realizar sus piruetas. Hay un código implícito que solo lo enseña la experiencia y los años de batalla en ese entrenamiento. 2. En las grandes ciudades se genera un punto de tensión entre el centro y la periferia y las tribus urbanas hacen un culto de ello. Esto no tiene que ver sólo con el lugar por donde se mueven sino con un sentido de identidad y generación de signos culturales que los aleja de lo otro: pelos teñidos, vestimenta, tatuajes, hábitos, música, códigos propios. Y, deteniéndome en esta tensión, es que surge esta pregunta: ¿es casual que se ubiquen allí o es el lugar que les dejamos? Van a contrapelo de todo: a poca distancia de ellos, las chimeneas de las fábricas dibujan sueños de sacrificio, los puertos cargan y transportan una cantidad inconmensurable de distancia y ellos siguen allí: estoicos. Batiéndose al sol.
Tribus urbanas 53 3. Están para alterar. No es la idea pasar desapercibidos. Es imposible que no metan ruido en ese pensamiento único, ese corset cultural urbano que quiere establecer prerrogativas universales. Es más, están para eso: una flecha que —tanto estruendosamente como silenciosa— apunte e interpele políticamente en el sentido más inclusivo y revolucionario del término. En todo caso, hay un común denominador que las contiene y las envuelve: el sol que puede observarse en el cielo sobre la costa en la Florida o sobre el Monumento Nacional a la Bandera es el mismo que ilumina a cualquier barrio de la ciudad, llámese Tío Rolo, Saladillo —con sus tambores repicando cada tarde en la vigilia de vaya a saber uno qué ritual— o en barrio Azcuénaga. Y esa, es una verdad insobornable. g
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Hay que saber leerlos o encontrarlos. Como atávicas pinturas rupestres, los grafitteros y militantes del Street art dejan su impronta sobre las paredes de la ciudad tatuando su piel como hace tiempo. Imponiendo una estética con colores y tipografías específicas, alterando el tiempo y la norma, haciendo de los murales, una galería alternativa de arte. Apropiándose de un paisaje urbano en el cual dejar su huella. Provocando a los distraídos transeúntes con poesías que desafían al canon literario de turno o popularizando una frase de autor expandiéndola en múltiples haces de luz, erigiendo una producción de sentidos desde las paredes o murales de la ciudad: alteran, modifican, franquean. El deseo en danza, en movimiento contínuo.
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Enfrascados por Marcelo Megna
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La ciudad se construye, es creada y armada por los que la habitan, como un rompecabezas. Está hecha de sus calles, de sus árboles, de sus barrios. Pero no sólo se constituye de lo tangible sino que también la conforman sus sonidos particulares, sus historias, sus sabores y su gente. Y si hablamos de historias, sabores y habitantes ilustres, Marcelo Megna es uno de los personajes que rápidamente entra en escena. El prestigioso chef local no sólo cocina, crea platos y se vale de su gran experiencia en la gastronomía para trabajar día a día con gran pasión, tanto en su estudio, como en sus clases y en su programa de televisión. Desde MSR Constructora quisimos conocerlo personalmente y plantear una “conversación cocinada”. En esta ocasión, el periodista Federico Fritschi visitó a Megna en su cocina, su hábitat natural, y conversó con él sobre su carrera, sus placeres y su vida. Además, le propuso el desafío de hacer un plato para las “tribus rosarinas”, grupos de skaters, bikers y jóvenes que practican parkour, una disciplina urbana que implica el desplazamiento mediante distintas habilidades deportivas y acrobáticas.
Marcelo, si tenés que elegir un plato para esos jóvenes que se dedican al parkour, que van en skate, que gustan de andar a gran velocidad, ¿tenés un plato para recomendar? Te invitamos a cocinar algo en particular, entre todas las recetas que podés elegir, a tribus urbanas que están en constante movimiento. Sí, casualmente pensé en todo eso. Voy a hacer un pastel de papas, que es muy nutritivo, tiene carne, tiene hidratos de carbono. Los chicos que están en constante movimiento necesitan proteínas para mantenerse fuertes. Entonces voy a hacer una construcción particular de este pastel de papas, porque hay muchas variantes, pero a mí se me ocurrió una. Se trata de colocar una sartén al fuego y ponerle un poco de materia grasa, que en este caso va a ser un poco de aceite de oliva, porque a mí me gusta mucho más. Aunque el de girasol es un antioxidante natural, tiene vitaminas, también tiene lo suyo. Pero como este es mío, aprovecho y le pongo aceite Marcelo Megna, que creamos con la gente de Casa Araujo.
eso lo hace también a través de la pantalla chica, mediante su programa de televisión. Estás un poco invadido por esta parafernalia televisiva, que también ha colaborado mucho en tu construcción de carrera. ¿Lo tomás así? Sí, por supuesto. Lo que hace la televisión es llevar a cada hogar un poco de lo que hacemos habitualmente. De esta manera, la gente aprendió a cambiar la manera de cocinar y de comer. También, modificó la forma de exigir, porque sabe y ve cómo se hace la comida, entonces puede exigir mucho más. Eso te lo da la televisión.
Viste que decíamos que sos una persona que le pone su firma a lo que hace... Todo va a tener mi firma en esta vida.
En definitiva, vamos a verte construir un plato y deconstruir tu historia. Estamos en ese arranque, jugando en una liga muy competitiva, el Mercurio fue un lugar emblemático de la gastronomía local… Sí, lo fue, sobre todo en los 80. En esa época el Mercurio brillaba como nada en el mundo. Y lo digo porque yo al mismo tiempo viajaba, estudiaba y no veía nada que brillara tan fuerte como el Mercurio acá en Rosario. Así que eso me permitió a mí tener diez años de una buena base. Después, en los 90, me puse mi propio restorán. Y ahí empezó mi carrera, más gastronómica que antes.
Mientras conversa, Marcelo no deja de lado su trabajo. Con gran seguridad y de manera natural, como quien le cocina a su familia o amigos, va preparando paso a paso su plato. Lo relata, lo construye a través de las palabras y las acciones. Lo llena de sabor y arte. Sin embargo, no se olvida de que una de sus elecciones en la vida es transmitir parte de su conocimiento a la gente y cuenta con detenimiento la receta, brinda tips y desmitifica algunos dichos sobre los alimentos. Hace tiempo que todo
¿Cuándo decidiste convertirte en cocinero, en chef? Creo que desde siempre, pero por distintas circunstancias de la vida uno va haciendo otras cosas, sin pensarlo. Cuando salió esta oportunidad de cocinar y de dedicarme a la gastronomía, ví que realmente lo sabía, que lo amaba, que nací con esto adentro. Lo que pasa es que nadie se da cuenta.
A lo largo de su vida, Megna se ha valido de su experiencia de trabajo en la cocina, pero también se ha formado. En ese camino de construir su marca personal y su carrera, ha tenido la posibilidad de viajar a Francia y la gastronomía de ese país ha influido considerablemente en sus primeros pasos. El chef destaca lo refinado de la cocina francesa y afirma: “Soy un tipo de sangre italiana, argentino por naturaleza y estudié en Francia. Así que la combinación está buena”. Sin embargo, Marcelo no se quedó en la tranquilidad de su hogar y su restaurante. Su inquietud constante lo llevó a la casa de las familias rosarinas, a través de la tele. Ni siquiera eso lo dejó tranquilo y, a través de distintos programas municipales, recorrió los barrios de la ciudad haciendo más concretas y visibles sus recomendaciones culinarias, construyendo el sabor local con la gente. La gente te agradece ser esa especie de Wikipedia constante, con el simple hecho de que la acompañes en su casa. Es increíble esto de la gente. Yo no tengo palabras para explicarlo, ni para agradecerle a la gente ese cariño que me demuestra por la calle. Cosas terribles, me dicen cosas que me emocionan hasta las lágrimas. Es muy fuerte.
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Enfrascados por Marcelo Megna ¿Es un plato típico de la gastronomía argentina este que estás preparando? Es bastante habitual en los hogares rosarinos y es muy rico. A mí, por ejemplo, este pastel de carne con puré de papas y queso gratinado al horno me fascina. Pienso que
a los chicos les va a venir bien y un poco de proteína con la carne les va a venir mucho mejor. Ahora viene lo que me gusta a mí, colorear los platos. Pétalos de pimienta, le voy a poner.
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Marcelo se distrae de lo formal de la entrevista y se pierde en los sabores de su cocina, en los ruidos de la cebolla rehogándose, del fuego calentando la sartén, de la cuchilla aplastando el ajo o picando el pimiento. Cuando hace un poco de humo el aceite es porque está caliente y ya podemos empezar a cocinar. Muchas veces la gente elige una carrera y con el tiempo se da cuenta de que le gusta otra cosa. Ha pasado muchas veces, conozco abogados que son cocineros. Hay un montón de gente a la que le pasa eso. Bueno, a mí me pasó más o menos lo mismo. Yo estudié medicina y en esa época era muy dura la vida, tenía que estudiar, ir a la facultad dos veces por día y era mucho costo, no me permitía trabajar y no podía mantenerme. Así que estudié un año de medicina, lamentablemente, porque me hubiera encantado ser médico. Pero no me arrepiento de nada en la vida, sólo digo que me hubiera gustado. Cuando decidí que no podía estudiar porque me tenía que mantener, hice dos años más y me recibí de radiólogo, que era una carrera más corta, estaba dentro de la gama de la medicina y de paso tenía un título, que a mí me interesaba muchísimo. Al mismo tiempo, empezó a salir esto, mi trabajo en la gastronomía. Dí mis primeros pasos con mi hermano en el Mercurio, el histórico restaurante de la Bolsa de Comercio. Me fui empapando de todo esto, me empezó a gustar mucho. Ese fue un disparador, pero yo creo que siempre fue mi profesión.
¿Por eso decidiste traspasar eso de sólo dar recetas y armar platos e ir a los barrios y ver de qué forma se puede colaborar desde tu trabajo para la ciudad? Sí, ¿sabés por qué? Porque aproveché la popularidad que te da la televisión, entrás a todos los hogares. Son 400 mil más o menos las familias que prenden la televisión los sábados a la tarde y ven mi programa. Vos entrás a las casas, abrís la puerta, te metés adentro, le ponés tu impronta y les cambiás la cabeza. Entonces, cuando voy por los barrios explicando cómo cocinar de forma diferente, cómo ponerle más proteínas a la comida de los chiquitos en los hogares más humildes y haciendo las campañas de sal con la Secretaría de Salud de la Municipalidad, la gente lo percibe mucho más, te hacen mucho más caso. Quizás es porque soy una figura pública. Son atentos, cordiales, prestan atención, prometen que lo van a hacer y yo creo que lo deben cumplir, porque lo dicen muy convencidos. La gastronomía va cambiando también de acuerdo al tiempo en el que vivimos, ¿no? Quizás del poco tiempo que tenemos. Entonces saltear el tomate con un poco de aceite de oliva y un perfume de ajo y echarlo arriba de unas pastas es mucho más sano y rico que esas salsas saturadas de antes. ¿Y para dónde considerás que va la gastronomía ahora? A esa tendencia. Cocciones cortas, disfrutar de los sabores, que el tomate sea tomate, que se sienta el tomillo, el romero fresco. Esa cosa rica y recién hecha.
El pastel de papas está terminado y les llegó a los integrantes de las tribus urbanas fantásticamente presentado en un frasco, ideal para comer y andar, sin parar demasiado rato. Saltear la cebolla en aceite de oliva, perfumar con dientes de ajo, colorear con pimiento rojo, decorar con hierbas frescas y pétalos de pimienta. Tener en cuenta quiénes son los comensales, verlos como personas y no sólo como clientes. Recurrir a la simpleza y el sabor del puré de papas, contar con las proteínas de la carne. Tomarse el tiempo necesario, hacerlo con amor. Disfrutar de los aromas. A través de todos estos detalles, Marcelo Megna construye su plato y escribe nuevos capítulos en la historia de la gastronomía rosarina. Sin embargo, no se queda en lo tradicional y apuesta a la innovación y la originalidad en cada uno de sus manjares. g
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Tecla
Si, insatisfecho con la respuesta, alguno apoya el ojo en la rendija de una empalizada, ve grúas que suben otras grúas, armazones que cubren otras armazones, vigas que apuntalan otras vigas. —¿Que sentido tiene este construir?—pregunta—. ¿Cuál es el fin de una ciudad en construcción sino una ciudad? ¿Dónde está el plano que siguen, el proyecto? —Te lo mostraremos apenas termine la jornada; ahora no podemos interrumpir —responden. El trabajo cesa al atardecer. Cae la noche sobre la obra en construcción. Es una noche estrellada. —Éste es el proyecto— dicen.
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El que llega a Tecla poco ve de la ciudad, detrás de las cercas de tablas, los abrigos de arpillera, los andamios, las armazones metálicas, los puentes de madera colgados de cables o sostenidos por caballetes, las escalas de cuerda, los esqueletos de alambre. A la pregunta: —¿por qué la construcción de Tecla se hace tan larga?— los habitantes, sin dejar de levantar cubos, de bajar plomadas, de mover de arriba abajo largos pinceles: —Para que no empiece la destrucción— responden. E interrogados sobre si temen que apenas quitados los andamios la ciudad empiece a resquebrajarse y hacerse pedazos, añaden con prisa, en voz baja: —No sólo la ciudad.
Museo Castagnino un link que conecta el pasado con el presente
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El museo más importante de Rosario y de la Región Centro es el de Bellas Artes Juan B. Castagnino, institución que a lo largo de sus 80 años de existencia logró reunir un importantísimo conjunto de pinturas, esculturas y grabados de arte argentino y europeo. En 2004 sumó arte contemporáneo, a través del Macro, convirtiéndose en una institución destacada dentro de la escena nacional y en el que se intenta “un diálogo permanente entre lo histórico y lo contemporáneo”, según define la directora del Museo Castagnino, Marcela Römer. Profesora, licenciada en Bellas Artes en la especialidad Teoría y Crítica, estudió en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Tiene una maestría en Arte Latinoamericano de la Universidad de Cuyo y una amplia formación de posgrado en curaduría y teoría del arte. Römer es además curadora, crítica y también ejerció como art dealer, asesorando a galerías de Miami en numerosas ferias internacionales de arte y trabajó con varias entidades municipales de de Rosario. Esta mujer, menuda y simpática, obtuvo 99 puntos en el concurso para llegar a ser directora del museo emplazado en Oroño y Pellegrini.
Usted es la primera mujer al frente del Museo Castagnino. ¿Cómo lo experimenta? Asusta un poco. El porcentaje de mujeres al frente de los museos es menor pero hay algunas. De todas maneras el mundo es medio machista, y hoy podemos decir que está más repartido. De hecho, yo integro el Ciman, que es un ente internacional de directores y curadores, pero como directores hay más los hombres. Hay directoras en Salta, San Juan, Buenos Aires; somos todos medio iguales. ¿Alguna vez le sirvió esa situación para sacar provecho o fue un escollo? La verdad es que a mí el hecho de ser mujer no me ha producido ningún escollo, siempre circulé bien por los ámbitos y no noto diferencia. El Macro tiene ya una década y usted es directora de buena parte de su primera etapa... Sí, lo fundó Fernando Farina y yo llevo cinco años al frente, es decir la mitad. La experiencia contemporánea desde el Estado es muy interesante y a la vez es un poco difícil para el público, porque el arte contemporáneo es un poco críptico. Tenemos que trabajar mucho para lograr el acercamiento del público masivo al arte contemporáneo. No estoy hablando de la gente que sabe del tema, sino de aquella gente que paga su entrada y quiere saber qué es esto del arte contemporáneo. Rosario tiene un proyecto que incentiva mucho a la gente joven, lo nuevo. Y eso a veces es muy raro, digamos que no es como una pintura de Serón, que en el momento en que se hizo era de vanguardia. Y a eso hay que sostenerlo porque los rosarinos somos muy duros en eso, hay que ir incentivando no sólo en las artes plásticas, sino todo lo que es nuevo y “raro”. Hay que promoverlo y ver qué pasa. ¿Existe un diálogo entre lo histórico y lo moderno de los dos museos? Eso es otra cosa que nos caracteriza a los rosarinos, no nos da miedo hacer un ping pong entre lo histórico y lo contemporáneo. Y a lo mejor, poder exhibir una obra con los Fader y al lado una obra contemporánea que tiene una diferencia a lo mejor de cien años, pero que dialoga estéticamente. Es una manera de comprender el presente, o sea comprender qué es lo que pasa en la contemporaneidad. Cuando uno sabe de la historia, porque uno no debe olvidarla y hay que revisionarla, entonces puede hacer el link, en donde uno conecta el pasado con el presente y entiende más. Nosotros apostamos a ese proyecto, que es un proyecto conceptual que tiene que ver con el arte y dialogamos muy bien. Entonces vamos cambiando, llevamos obra contemporánea al Castagnino y llevamos obra histórica al Macro, traemos obras contemporáneas o históricas de otras provincias o del mundo.
¿Los museos Castagnino y Macro seguirán juntos? Esa es una fantasía, yo no lo sé. En realidad nacieron juntos. El Macro es la parte contemporánea del Castagnino, quizás en algún momento se decida que se separen por alguna cuestión de logística o de necesidad. A lo mejor se separan, pero no lo sé. Los depósitos de los dos espacios tienen mucha obra, y no han crecido en cuanto a sus ambientes. Sí, ese es un problema que tenemos porque cuando se creó el Macro hubo un impacto tan grande que la colección se amplió en ocho años en un 50 o 60 por ciento, pero no así el espacio; por eso dejamos de recibir obras contemporáneas –pero por supuesto que si quieren donarnos algo de mucho nivel lo aceptamos–. Hablo de obra de gente más joven para lo que no tenemos espacio real. Sí contamos con equipos de conservación y restauradores, pero tenemos la capacidad real de conservación de la obra hasta que algún curador u otro museo la pida, y eso es por falta de espacio. Se llaman depósitos o reservas, que es el nombre técnico que se le da al lugar donde la obra tiene que estar separada de otras, aireada, con humedad controlada ya sea para pintura o fotografía, pero estamos hablando de un espacio real. Nosotros tenemos varios depósitos en los dos museos, pero ya estamos muy apretados. ¿Existe alguna posibilidad de ampliación de esas bodegas? Lo que falta me parece que es dinero. La ampliación edilicia es muy cara pero hay ganas tanto de nosotros como de la Fundación Castagnino, que es la parte de los privados que nos apoya. Si surgiese un proyecto tiene que ser con un concurso nacional que requiere pasos técnicos que van a llevar años. A mí me encantaría verlo, nosotros peleamos mucho para que eso suceda. El Macro fue construido en un antiguo silo, un edificio impactante, con un mirador privilegiado, pero muy acotado en espacio… Son salas pequeñas, salvo una que es más grande. La verdad es que la colección necesitaría tener el triple de espacio, lo que nos permitiría mostrar todas las obras de una colección compuesta por 4.500 piezas de video, pintura, dibujo, instalaciones. Está claro que ningún museo exhibe todo lo que tiene, eso es una utopía. ¿Existe obra de artistas rosarinos nunca mostrada? Sí. Ahora hace tres años que estamos moviendo mucho de patrimonio histórico, formado por obras que el museo tenía desde hace 70 años y que nunca se mostraron, que resultan pequeñas joyitas que aparecen, como cuando hicimos la muestra de grabado, que había 20 que nunca se habían exhibido, entre ellos algunos de Emilio Pettoruti, por ejemplo. La colección rosarina es de mucha calidad y hay mucha obra.
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Museo Castagnino
Antonio Berni Composición, 1937 Óleo sobre arpillera, 116 x 87cm Firmado en el ángulo inferior derecho. Ingresó en 1938. Colección Museo Castagnino+macro, Rosario.
Lia Martha Baumann Título “Paisaje I” Óleo sobre cartón, 61 x 91 cm Ingresó en 1980. Premio adquisición XIV salón de artistas plásticos rosarinos.
Este años vimos la colaboración de una empresa privada en el Galpón de la Música, con el proyecto Espacio 75. ¿Facilitaría una ley de mecenazgo o de desarrollo cultural? ¡Cuánto facilitaría! Una ley de mecenazgo significa que cuando una empresa aporta a un bien cultural obtiene un beneficio, que es la desgravación impositiva, entonces la empresa tiene mayor voluntad de apoyar. Nosotros vivimos en una provincia muy rica y el dinero se nos va un poco del horizonte. Sería genial una ley de mecenazgo, hay que hacer foros para discutir este tema. Está la pelea del dinero con Hacienda que no quiere destinar tanto dinero a cultura para destinarlos a rutas, hospitales y otras necesidades, que al entenderse que son prioridades, los museos quedan atrás. ¿Cómo está ubicado el museo en cuánto a su patrimonio? Es uno de los mejores del país. Los que lo fundaron, los que lo idearon, los que lo pensaron, eran personas muy inteligentes que lograron que familias donaran obras de un nivel altísimo. Entonces, aunque tenemos un edificio pequeñito, somos poseedores de una gran colección, sobre todo al lado de provincias que lograron construir megamuseos. Tenemos una colección muy buena. Somos muy fuertes. La serie de “La vida de un día”, de Fernando Fader; obras de Eduardo Serón; Polesello, de quien se hizo una gran muestra en el Malba de Buenos Aires; Guillermo Kuitca; la colección más importante de piezas que León Ferrari donara a un museo público (son 300 piezas de él). Y tenemos todos los rosarinos históricos. ¿Quiénes son los artistas más relevantes del museo? Berni y Lucio Fontana. Este año se pudo ver una muestra de Berni en el Malba que es nuestra. Y en el Museo de Houston, en Estados Unidos, estuvieron los Juanito Laguna que son de nuestra colección. Por su parte, Lucio Fontana es conocido internacionalmente, es muy fuerte, aunque la mayoría de su carrera la hizo en Italia. Tene-
mos menos obra de Fontana en el museo pero se aceptan donaciones. ¿Existen obras de Fontana en la ciudad como para ser donadas? Sí existen. Hay esculturas que son previas a lo que la gente conoce más, que son los taglios, o sea la obra de los tajos que es más contemporánea. Además tiene obra en los museos de París y en la Fundación Fontana, que está en Italia y nuclea casi todo. ¿Y dentro del arte contemporáneo? En el ámbito contemporáneo tenemos una persona muy importante que es Adrián Villar Rojas, un chico muy joven, de unos treinta años, con una carrera internacional impresionante, que hace tres años ganó un premio muy importante en la Bienal de Venecia. Fue enviado por Argentina y desde allí fue a la Bienal de Taipey en Hong Kong, en el MoMA en Nueva York y se mueve con un grupo de colaboradores que son rosarinos: sus compañeros de la universidad son sus ayudantes para llevar las instalaciones por el mundo. ¿Puede citar algunos museos que le interesen dentro y fuera del país? El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires; El Carafa de Córdoba o el de Neuquén. En Latinoamérica me gusta el Mali en Perú (tiene una colección increíble), el de Arte Contemporáneo de Río de Janeiro y en Venezuela está la Galería Nacional que posee una colección de los años 60 muy fuerte en arte con obras de Jesús Soto y Cruz Diez. El Museo Nacional de Chile también es para destacar. Y de Europa impactan las colecciones fuertes de museos como Louvre de París, El Prado de Madrid y gran cantidad de colecciones históricas o contemporáneas como el Pompidou o el Museo de Arte Contemporáneo de Italia.
Museo Castagnino Juan Grela Dytenk Niayme, 1980 Óleo sobretela, 50 x 32 cm Ingresó al Museo en 1980 Colección Museo Castagnino+macro, Rosario
Las diferentes disciplinas artísticas se manifiestan en la ciudad: video, instalación, arte urbano. ¿Como percibe el arte que se realiza en Rosario? Está movido, con una crisis bastante fuerte de mercado, pero que es internacional. El mercado está un poco deprimido y siempre influye en la producción artística. Lamentablemente importa el dinero en el arte, si se vende o no obra, porque el artista tiene familia, debe posicionarse en distintos lugares, como ferias o bienales de arte. Argentina mueve mucho. Hay una feria importante que es ArteBA, que se hace en mayo y posiciona la producción. Nosotros no tenemos bienal. Además existen varias galerías, sobre todo en Buenos Aires. Si bien nosotros tuvimos galerías fuertes en los 60 o 70, ya con la dictadura dejaron de existir y hoy Rosario está muy deprimida en ese sentido, sólo hay dos... Podemos decir que es un fenómeno raro el nuestro, porque tenemos una producción artística impresionante para un mercado que no es fuerte en nuestra zona.
¿Existe una explicación para esta situación? Quizás sea la cercanía con Buenos Aires, que hace que muchos artistas trabajen con galerías de allá mientras viven acá. Es diferente a lo que sucede en Córdoba, Salta o Mendoza. Hoy Argentina esta moviendo mucho, con mayor incentivo del Estado nacional, porque en nuestro ámbito el Estado municipal y provincial siempre ayudó. Y eso hace que se generen cosas. ¿Puede definir un perfil del público que acude al museo? Es un público curioso, que pregunta y quiere saber y conocer la colección. Y está claro que más se aprende cuando más se ve, por eso es importante tener una oferta variada en la colección histórica de pintura tradicional y una contemporánea. Lo mismo sucede con los chicos que vienen con la escuela y después traen a sus padres, por lo que vamos a organizar visitas guiadas para grupos familiares. Esa es una ardua tarea, transmitir el legado del arte a los chicos. ¿Cuál sería su mejor cierre de gestión al frente del museo más importante del interior del país? Quiero ampliar el museo Castagnino, necesitamos otro piso para exhibir permanentemente los Berni. Necesitamos cinco salas más, que nos permita poder mover la cantidad de obra y la gran demanda de gente que quiere exponer y que debemos rechazar por falta de espacio. g
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Nuestra ciudad vivió una época de intercambio entre nuestros artistas plásticos y la arquitectura. Existen edificios que tienen en los ingresos alguna obra de Mele Bruniard. ¿Existe aún el diálogo entre arquitectos y artistas? Bueno, esos casos fueron históricos de un momento en que se les pidió a los artistas plásticos que trabajaran con la arquitectura. Hoy hay algunos privados convocando a artistas, pero debería haber más lugares privados invitando a artistas porque se está construyendo mucho. Sin dudas quienes hacen construcción podrían sugerir poner obra histórica o contemporánea en los nuevos proyectos. Las empresas constructoras dicen que al no ser lo suyo, es algo que queda en manos de los arquitectos o de los decoradores de interiores. Sin embargo se puede sugerir que se tenga en cuenta porque tenemos casos muy buenos acá y en el país.
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Eduardo Serón De la serie de las Señoras Formas Nº 10, 1970 Óleo sobre tela, 200 x 200 cm Ingresó en 1980 Colección Museo Castagnino+macro, Rosario
Miremos las cosas de otro modo
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Rosario y su crecimiento
El área Metropolitana la conforman, además de Rosario, las vecinas Acebal, Alvear, Arroyo Seco, Capitán Bermúdez, Fighiera, Funes, General Lagos, Granadero Baigorria, Ibarlucea, Pérez, Piñero, Pueblo Andino, Pueblo Esther, Ricardone, San Lorenzo, Soldini, Villa Gobernador Gálvez y Zavalla: “Metropolitana nace bajo la convicción que el trabajo asociado y colaborativo es el puntapié para fijar políticas comunes que mejoren la calidad de vida de la ciudadanía construyendo un territorio integrado sobre la base del reconocimiento de su extensión y diversidad”, agrega Levin, quien fuera en dos oportunidades Secretaria de Planeamiento de la Municipalidad de Rosario.
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El vertiginoso crecimiento de Rosario borró límites con localidades vecinas. La Av de Circunvalación hace años quedó dentro de un damero que busca salirse de los tres puntos cardinales que tiene nuestra ciudad; Villa Gdor. Gálvez, Pérez, Funes o Granadero Baigorria no distinguen demarcaciones. Nuevos barrios y emprendimientos inmobiliarios, crecieron como hongos en las últimas décadas y obligaron a repensar todo el Gran Rosario. En agosto de 2010, bajo la gestión de Miguel Lifchitz al frente de la intendencia, fue cuando se convocó a sus pares de municipios y comunas linderos para comenzar a trazar una agenda común ante los problemas de conectividad y servicios que sumaban incordios a los más de 1.200.000 vecinos que, por infinidad de motivos, entran y salen a diario a la gran ciudad. Ese fue el origen del Ente de Coordinación Metropolitano (ECOM) y su brazo técnico, Metropolitana. La arquitecta Mirta Levin está frente al equipo y explica que “promociona políticas públicas de impacto regional y órgano impulsor del desarrollo de proyectos a escala metropolitana, organizados sobre la base de una asociación estratégica de las 21 localidades que la integran”.
Cuáles fueron los ejes esenciales para comenzar a discutir con las localidades vecinas temas en común? Había falta de regulaciones y de políticas claras, con serios conflictos con el ingreso y egreso de la ciudad, de movilidad principalmente. Rosario es un centro Metropolitano, con una vida durante la semana y el fin de semana se intensifica como centro de servicio para toda el área. Se comenzaron a notar serios problemas de accesibilidad, muchos reclamos de movilidad para que las líneas de transporte urbano de Rosario lleguen a localidades vecinas; también problemas de infraestructura como el agua o la energía. También, temas claves como el tratamiento de residuos, si no estamos todos los municipios juntos es imposible resolverlo. Se está construyendo el primer Centro Integral de Residuos para el área Metropolitana, requiere una escala de emprendimiento que si no se asocian distintas localidades, por sí sola no podrían hacer funcionar un centro de estas características. Una vez reunidos con todos los intendentes y jefes comunales, ¿cuáles fueron los puntos que se discutieron? Primero hicimos un diagnóstico de toda el área, recopilamos información de todas las localidades y conformamos siete grandes directrices que finalmente se pudieron acordar. Esto implica definir políticas de urbanización en cada una de la localidades, establecer rangos y jerarquías entre las localidades para evitar que Rosario sea el único centro de servicios de la región y sobrecargar de exigencias de llegadas al núcleo central hace falta que haya otras centralidades alternativas. Pensar en cada ciudad en qué puede transformarse en centro alternativo, en qué tipo de servicios, con qué tipo de equipamiento, qué tipo de proyecto pueda hacer que otras localidades se vean favorecidas. ¿Qué rol juega el impacto del medio ambiente en el área Metropolitana? Muchos de los problemas que ha tenido el área es la inundabilidad, estamos en el Pago de los Arroyos, toda la zona está atravesada por cursos de agua perpendicular al río Paraná, muchos arroyos, cañadas y bañados atraviesan el territorio y no se han tenido en cuenta, muchas veces, para aprobar determinados proyectos de urbanización. Teníamos que recuperar el reconocimiento hídrico del lugar, proteger las áreas que puedan resultar más afectadas, recuperar los bordes de los arroyos, proteger zonas boscosas para mantener la flora, mantener las zonas permeables. ¿Los desarrolladores urbanos son convocados a las reuniones? Tuve dos reuniones en la Cámara de la Construcción con desarrolladores explicándoles el proceso, las políticas que estamos implementando con buena receptibilidad para que se conozcan las reglas de juego. Poder definir hacia dónde llevar los servicios de infraestructura que luego serán las áreas alentadas para los proceso de urbanización; los actores privados piden claridad y es lo que tratamos de aportar.
Uno de los factores fundamentales es el de la movilidad, ¿qué proyectos hay al respecto? En sus inicios, las localidades vecinas crecían sobre las vías del ferrocarril o rutas, hoy hay grandes carencias por la gran complejidad que requiere toda el área Metropolitana, falta reforzar nuevas conexiones, establecer sistemas alternativos, hacer nuevas circunvalaciones y pavimentar caminos rurales, por ejemplo, conectar Pérez con Ibarlucea pasando por Funes, articulaciones viales que eviten que todo confluya a Rosario. Restaurar el ferrocarril de mediana y larga distancia, mejorar las accesibilidad a las áreas portuarias para evitar la congestión que hoy tienen las rutas, evitar que los camiones crucen por los pueblos y para ello, también involucramos al empresariado privado para que haya un compromiso que también a ellos los beneficie. Para un área Metropolitana tan amplia, ¿cómo discuten el destino final de los residuos? Una de las directrices que trazamos tiene que ver los servicios y la infraestructura. Estamos construyendo en el sur un GIRSU, (Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos) y la idea es tener tres focalizados en los tres puntos cardinales, esta será la primer experiencia de consorcio Metropolitano para resolver una problemática clave como son los residuos. Lo mismo ocurre con servicio vital como el agua potable. Un planta de agua no es para una ciudad sino para toda la región como así también los tendidos conexiones cloacales y pluviales, mejorar los servicios con plantas de tratamientos de líquidos cloacales, no pueden ser individuales para cada localidad, hay que colocar puntos estratégicos y construir para que sirvan para varias localidades. ¿Qué lugar tienen las industrias o fábricas en el área Metropolitana? Hay que representar la lógica de implantaciones productivas. En el cordón norte y en el cordón sur tenemos una gran complejidad entre terminales portuarias, empresas cerealeras y residencias que están pegadas a las empresas. Este patrón de localización hay que cambiarlo, evitar que las áreas residenciales estén tan impactadas por fábricas, a las que están mejorarles los accesos, pero pensar mejor dónde localizar a las nuevas. Evitar que las localidades compitan entre sí para promover la llegada de implantaciones productivas y hacer que sean más complementarios y no competitivos; entonces, nosotros ofrecemos un abanico de localizaciones, incluso, por ejemplo, compartiendo dos localidades como estamos proponiendo entre Arroyo Seco y Gral Lagos para evitar que las industrias rodeen a los centros urbanos y esto termine siendo caótico.
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Cuál es la receptividad de los intendentes y jefes comunales teniendo en cuenta la diversidad de colores políticos que las gobiernan. ¿Hay predisposición? Hemos tenido mucha receptibilidad, no le preguntamos de qué signo político es, hay mucha participación. Hemos podido trazar las políticas de trabajo, con mucha asistencia de los distintos municipios. Impulsamos formas asociativas entre las localidades, tratar que encuentren proyectos comunes para llevarlos adelante, implementar nuevos modelos de gestión. Haremos un llamado de concurso de ideas para definir y poner en valor proyectos que pueden ser claves en el desarrollo de la región. Ahora el paso que estamos dando es asistir a las localidades para que desarrollen sus propios planes urbanos. Un proyecto ambicioso como Metropolitana debe contar con aprobación de nuevas leyes y ordenanzas, ¿cuál es el compromiso de diputados, senadores y concejales para apoyar esta iniciativa? El compromiso es total, por ejemplo: se aprobó en senadores el convenio que le permite a la provincia acceder a un crédito internacional; en Villa Gdor. Gálvez se aprobó la ordenanza construir allí el Centro GIRSU, tanto en Arroyo Seco y Funes estuvimos exponiendo ante sus concejales. Nuestro dialogo es con todos y también nos consultan, hay un permanente intercambio de informes, asesoramiento sobre distintos temas, contamos con mucha información por si surge alguna dificultad en alguna localidad. Siempre un informe técnico es muy útil para tomar la mejor determinación.
Como arquitecta y ex responsable de la Secretaría de Planeamiento de Rosario, cuáles son los lugares de la ciudad que los visitantes no deben dejar de conocer? Sin dudarlo, los espacios públicos, valoro mucho la transformación que han tenido cada uno de ellos. Por ejemplo, el Parque Yrigoyen, el Scalabrini Ortíz, o el Parque de la Costa son espacios donde uno ve a la ciudad integrada. Los fines de semana la gente se sorprende con la cantidad de familias, de distintos sectores sociales, compartiendo un espacio común, cada uno con su reposera, su mate…la gente se apropió de los espacios públicos de una manera increíble. Se transforma en espacio público cuando hay esa apropiación, y eso da mucha satisfacción, es un sello de Rosario. g
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Cloé En Cloé, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, husmean otras miradas, no se detienen. Pasa una muchacha que hace girar una sombrilla apoyada en su hombro, y también un poco la redondez de las caderas. Pasa una mujer vestida de negro que representa todos los años que tiene, con ojos inquietos bajo el velo y los labios trémulos. Pasa un gigante tatuado; un hombre joven con el pelo blanco; una enana; dos mellizas vestidas de coral. Algo corre entre ellos, un intercambio de miradas como líneas que unen una figura a la otra y dibujan flechas, estrellas, triángulos, hasta que todas las combinaciones en un instante se agotan, y otros personajes entran en escena: un ciego con un guepardo sujeto con cadena, una cortesana con abanico de plumas de avestruz, un efebo, una mujer descomunal. Así, entre quienes por casualidad se juntan para guarecerse de la lluvia bajo un soportal, o se apiñan debajo del toldo del bazar, o se detienen a escuchar la banda en la plaza, se consuman encuentros, seducciones, copulaciones, orgías, sin cambiar una palabra, sin rozarse con un dedo, casi sin alzar los ojos. Una vibración lujuriosa mueve continuamente a Cloé, la más casta de las ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de persecuciones, de simulaciones, de malentendidos, de choques, de opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.
Mientras dura el arco iris de un brindis Vinos y barrios de Rosario. Breves notas de un viaje
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En una vieja escena de cata a ciegas entre Vincent Price y el legendario Peter Lorre en una adaptación (Roger Corman) de los cuentos “el gato negro” y “el barril de amontillado”de Poe; desfilan fechas de cosecha, procedencias de etiquetas y técnicas de degustación y al final de cada cómico contrapunto recuerdo el simple, grotesco y demoledor “…y está muy bueno”, inefable goce del borrachín de Montresor (Lorre) sabio y hostil bebedor que jamás equivocaba la data. Guiados por el espíritu averiado y sonriente de Montresor te invito a viajar. Disponemos sólo del tiempo que dura el arco iris de este brindis. Tomá por el tallo tu nave de cristal y acompañame.
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¿Qué cepa beber en cada barrio de Rosario? ¿Qué libro maridar con este elixir vibrante y fantástico? ¿Qué amigos nombran los ribetes brillantes y que amor los profundos rojos? ¿Qué canciones arremolinadas en el fondo de la copa transportan los aromas de tus refugios, qué lugares de tu ciudad suceden cuando hablás de vos? Como la lectura, la buena charla y las largas caminatas, beber vino es una experiencia sensible y única.
Alberdi, Plaza Santos Dumont. Suave y joven tempranillo, recibí la brisa silvestre que guarda los frutos de este vino y disfrutalo con el Paraná soberbio de fondo. Junto a Dumont (el aviador) volá a través de la mirada de “Altazor”, el ángel accidentado de Huidobro: “Qué me importa el enigma luminoso/los emblemas que alumbran el azar/ y esas islas que viajan por el caos sin destino a mis ojos”… si sentado al borde de esta barranca, ella te vuelve a besar por primera vez. Arroyito, pequeña parada solamente para compartir una botellita de este malbec intenso y futbolero, bien nuestro de pasta y domingo con un negro amigo de la platea alta de Cordiviola con el que alimentamos la esperanza de que algún día los wines vuelvan a pisar canchas del fútbol argentino. Avellaneda curva hacia la izquierda y una “Manifestación” del maestro Berni nos detiene en Refinería escala en el bar de Conti con un buen bonarda, de mesa, franco, generoso y sencillo dejo dulzón. Momento para navegar por los rostros de esa fantástica tela y oír a los obreros pedaleando la madrugada antes que suene la sirena de las cinco, recordar los potreros de los confines de la niñez, el sonido de las bolitas de acero repicando en la tierra, el roce de los sifones de vidrio y aluminio, gozar de la presencia esplendorosa y muda de las grandes bolsas de terrones de azúcar a granel sosteniendo las paredes de los viejos almacenes. Volver a sentir el fin de la luz del día como señal precisa de retorno a casa. Cruzamos unos invisibles durmientes de quebracho y llegamos a Puerto Norte donde la ciudad estalló como un gran bloque de mármol y se ve como si hubiera sido esculpida justo en el instante de erguirse y girar para mirar el río. ¿Qué curso se ve desde allí arriba? ¿Qué paisaje, palabra y voz forjarán las nuevas generaciones? Aquí, hora de un blend. Subite a los calificativos prestigiosos, inventá nombres para ese montchenot gran reserva cosecha 93, cabernet sauvignon, merlot y malbec de 20 años…y… púrpuras, rubíes, ladrillo, tejas, que afloren reflejos granates, morados, cerezas tras fondos de tabaco y viejos toneles de roble. Cada nota es un vástago impredecible. El vino “es” por derecho, pero es también lo que hagamos de él y con él. Rosario Norte, un tren que bufa, un taxi que fuma y espera y la cabellera de Rita encendida con pinceladas anaranjadas y violetas por las luces del tráfico: Pichincha. Dejá al turista de manual cruzado de piernas junto a la estatua del negro Olmedo y sentémonos en un barcito que llegó la noche como llega y amarra un barco. Suavemente acodate en la bohemia, con su vegetación intraducible y sus sombras de sombras mientras “Nostalgias” suena dulce en el violín de Anto-
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nio Agri; bebamos el último tinto que pude rescatar de un bodegón malherido, sabroso cabernet sauvignon de frutos oscuros y curvas espesas. Este mismo bar en el que guarda el resto de la botella con su nombre mi amigo Hugo Diz, para que el trazo suntuoso del óleo descanse y ligue mañana las nuevas almas con las del día anterior. Te regalo “Ciudad en sábado” de Facundo Marull (librito encontrado en un banco de la Plaza Pringles) y aunque sea “Triste” no tener una casa en Rosario, que nadie nos haga parecer extraños ni nos vengan a contar quienes somos…y…“como si no tuviéramos apuntes en los bolsillos” es tuyo también: “Prostitución y rufianismo” de Ielpi y Zinni y lancemos el último dado.
Tablada. Cada rincón verdadero que habitamos agrega un color, embellece este mural, la vida. Por eso te traigo desde la otra punta de la ciudad a la pizzería Santa María para junto a una bella muzza beber un moscato bien frío servido en el pequeño y viejo vasito de vidrio de paredes onduladas y boca ancha que garantiza el buen trago. Muy cerca una escultura, fuera de ella, el “che”, vive. Junto a la antigua estación de ferrocarriles Central Córdoba abramos este semillón que guardé con cariño, un vino dorado que maduró noblemente. Reminiscencias del viejo matadero sobrevuelan. Gocemos del paso coherente de esta fruta en una barriada donde un crack charrúa decidió vivir su vida y no la de otros, donde La Vigil conservó vivo un sueño hasta volver a hacerlo realidad y donde “Las colinas del hambre” de Rosa Wernicke alerta que la película continuará. El vino libera secretos sorbo a sorbo, misterios del lenguaje…el lenguaje… que a veces pareciera ser lo único que ocurre. Se esfumó el fantasmagórico abanico de luz y el espíritu etílico de una escena en blanco y negro. Te invito, amigo a continuar con lo que apenas comenzamos. Hay mucho por andar. Sólo necesitás encontrar el paso de la ciudad y volver a brindar ¡Salud! g
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Mientras una curva fugaz de acidez y taninos en mi boca giró y subió por Alem (a falta de tiempo para visitar los gloriosos bares del centro), pienso: ¿A que vino tinto reserva “que no se despegaba del paladar” se referiría Jorge Riestra en “Salón de billares”? ¿Qué uva hubieran recomendado los muchachos de la vieja guardia? ¿Un torrontés riojano? ¿Apreciarían las sutiles tonalidades de un rosado? ¿O apostarían todo al pleno de los tintos? Recta final. A través del pulso de un fuelle pintado por Vanzo y el rumor de otro tocado por Antonio Rios, llegamos a la última parada.
Una ciudad con identidad y habla propia(s)
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Dicen que los rosarinos nos comemos las eses. Y es cierto. Pero más allá de ese problema de concordancia que padecemos, ¿tendremos un modo de hablar que nos identifique? ¿Seremos, igual que los cordobeses o los jujeños, identificables por la mera tonada?
Lo que quiero decir con ese “sí” es que Rosario es un paisaje inconfundible e intransferible. Que a pesar de no haber tenido fundador es una ciudad con un carácter único. Que tenemos un lenguaje propio que está en construcción (como todo lo que está vivo) y también somos dueños de una historia, un periodismo, una literatura, una plástica, un teatro, un cine y una música propios, tal como tenemos equipos de fútbol, bares y costumbres bien nuestros.
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Ahora bien, para hablar de una manera propia, es necesario tener una manera propia de ser. El quid de la cuestión, entonces, es si los rosarinos tenemos o no identidad, si somos algo como nosotros mismos, y no apenas un enorme barrio de Buenos Aires. Este interrogante, como todo interrogante que se precie, tiene dos posibles respuestas, más allá de los matices de ambigüedad que puedan agregarle los indecisos. Nosotros nos jugamo(s): la respuesta es “sí”.
El idioma de los rosarino(s) Hagamos nombres: Antonio Berni, Litto Nebbia, Leónidas Gambartes, Felipe Aldana, Mateo Booz, Chacho Muller, Manuel Musto, Jorge Riestra, Roberto Fontanarrosa, Augusto Schiavoni, Gary Vila Ortiz, Luis Ouvrard, Facundo Marull, Fito Páez, Angélica Gorodischer, Edgar Spinassi, Juan Grela, Héctor Zinni, Lucio Fontana, Antonio Agri, Cristián Hernández Larguía, Juan Carlos Baglietto, Rafael Ielpi, José Cura, Ovidio Lagos, Juan Álvarez, Eugenio Filipelli, Raúl Gardelli, Eduardo D’Anna, Alfredo Guido, Gabriel Carrasco, Norberto Campos, Estanislao Zeballos, Julio Vanzo, las hermanas Olga y Leticia Cossettini, Rubén Naranjo, Hugo Padeletti, Alberto Olmedo, Sebastián Chiola, Félix Reinoso, Hugo Diz, Reynaldo Sietecase, Agustín Magaldi, Roger Pla. Todos juntos, los que aún caminan con nosotros y los que nos miran desde las nubes: el anterior es un seleccionado de rosarinos que son auténtica marca de fábrica de la ciudad. Pero, ¿y la gente? ¿Sabe “la gente” –como se le suele decir– quiénes son aquellos que nombramos, y se siente partícipe de una ciudad que tiene una indudable –y potente– cultura propia? Dar una respuesta a esta pregunta resulta más complejo. En este caso, no me inclinaría por el fervoroso “sí” y tampoco por el pesimista “no”. Optaría por un cauteloso “ni”. Y me explico: en gran parte por culpa de los medios de comunicación, y también en parte por responsabilidad nuestra, que muchas veces miramos hacia otro lado y no cuidamos el espacio que nos rodea, da de comer y abriga, muchos de quienes andan por las calles de la ex Chicago argentina no la conocen demasiado bien y acaso –aunque duela decirlo– tampoco la quieran. Sin embargo, la identidad está viva y late en los colores de las camisetas de Central y Newell’s, y también de Central Córdoba y de Argentino. Está en los viejos bares que perduran, en el Museo Castagnino, el Teatro El Círculo, la Biblioteca Argentina, la Vigil y los pujantes barrios, en los maestros que enseñan y los artistas que crean. Pero sin dudas no está en los “no lugares”, esos espacios que son idénticos en todo el mundo, vaciadores de identidad, ladrones de sentido (es fácil reconocerlos: los identifican palabras en inglés, como “shopping” o “country”). De algo corresponde estar seguros: la ciudad tiene una fuerza única. En el escaso tiempo de desarrollo histórico que ha vivido (si se la compara con Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe) Rosario ha sobrevivido, luchado y crecido, casi siempre lejos de la mirada de los intereses centrales, tanto en la Provincia como en la Nación. Y acá está, fuerte como nunca después de tantas crisis, asimétrica y multiforme, intensa y despareja: la ciudad, en realidad, no tiene un lenguaje propio, sino varios.
Rosario, una ciudad conidentidad y habla propias 99 Hija, en efecto, de la caudalosa migración interna pero también externa, en Rosario conviven muchas hablas, no sólo vinculadas con el interior nacional sino con los países limítrofes: en la geografía urbana, auténtico caldero donde bulle el idioma, se confunden los modismos típicos de las provincias del norte y noreste con los matices que llegan del Perú, Paraguay o Bolivia. Toda esa riqueza se asimila, a la vez, al rico trasfondo del pasado local, nutrido por la savia italiana y
Se gesta así un universo complejo, donde la diversidad, como un líquido de múltiples colores, pasa a través de un embudo para dar forma a un mar nuevo. Una de las características del habla de Rosario es la carencia de pausa y de dulzura, tan típicas de las regiones de vivir más sereno. Signada por el ansia de crecimiento económico y la competencia inter pares, la ciudad ha parido un modo de hablar veloz, casi frenético en su necesidad de comunicarse de manera breve. Tajante, concreto, hasta brusco, el rosarino escucha lo necesario y habla lo justo, agobiado por la rutina y la dura lucha diarias (debe ser por eso que se come las eses: por una simple cuestión de economía). La velocidad de ese río sólo amaina en ciertos sitios y circunstancias: en los cafés y bodegones, que no casualmente hoy se baten en retirada; en las charlas femeninas, donde el intercambio de información suele ser exhaustivo, y en la paz del almuerzo dominguero o el rito inmemorial del asado nocturno. Son los escasos remansos que admite la corriente. g
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Bruniard + SerĂłn compaĂąeros en la vida y en el arte
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Mele Bruniard y Eduardo Serón son artistas, creadores, constructores, vanguardistas y representantes de la cultura. Compañeros en el arte y en la vida. Sus obras, sus ideas y su trayectoria están guardadas en distintos lugares de la ciudad. Ver su producción, escucharlos y leerlos es otra forma de conocer Rosario.
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Las ciudades se construyen con materiales, máquinas, herramientas. Se piensan, se planifican, se adaptan, se modifican. Sin embargo, algunos de sus componentes más importantes suelen ser impredecibles: las personas. Sus manos, sus mentes y lo que sale de ellas son partes indispensables en la cimentación de una ciudad. La idiosincrasia de Rosario no sólo tiene que ver con el río, el Monumento, los espacios verdes, los numerosos barrios o los tradicionales edificios céntricos. El andar de la gente, las huellas que dejan tras sus pasos, los sabores, los olores, los colores, la música y las formas son también ingredientes importantes. Todo eso hace a una marca cultural local que muestra a los rosarinos ante el mundo.
Mele Bruniard y Eduardo Serón. Ver su producción, escucharlos y leerlos es otra forma de conocer Rosario.
Mele y Eduardo nacieron en 1930, él es rosarino de nacimiento y ella por adopción, ya que llegó con su familia desde Reconquista cuando tenía 10 años. Son marido y mujer pero también son alumnos y maestros, y se profesan admiración mutua. Eduardo transitó el camino de la arquitectura y la pintura, pasando por distintas corrientes artísticas e introduciendo audaces aportes al arte local, atreviéndose a ser pionero en Rosario en la investigación del arte concreto, una vanguardia artística abstracta en la que predomina la forma sobre el color. Mele se ha destacado en el dibujo y el grabado, técnica que aprendió y perfeccionó junto al maestro Juan Grela, destacado artista autodidacta argentino que comparte con ella el hecho de haber llegado a la ciudad en la infancia para formarse, trabajar y construir en este lugar participando en la formación de su identidad. A través de las herramientas que adquirió con Grela, a quien describe como un “maestro humilde pero certero” y quien la “iluminó” enseñándole todas las técnicas, Mele ha sabido construir un lenguaje propio, un estilo inconfundible que mezcla el legado de antiguas culturas con relatos locales, creando imágenes de gran simplicidad pero nutridas de una frescura y una imaginación creativa incomparables. Mele rememora sus épocas de maestra de arte en el Normal 2, emblemática escuela de la ciudad, y comenta también la experiencia actual con su nieto de seis años, con quien disfruta sentarse a dibujar. A partir de esas vivencias, se maravilla con el poder imaginativo de los niños, con la libertad que poseen a la hora de crear y que, tanto ella como Serón, supieron mantener a lo largo de toda su carrera, hasta la actualidad. “Todo es pequeño pero tiene una base. Yo me acuerdo cuando empecé a enseñar en la primaria. Me paraba en el medio del salón y hablaba con los chicos de todas las cosas que formaban la Tierra, que era nuestra casa. No puedo describirles los dibujos que hacían mis alumnos, la época más feliz de mi vida fue la de esos pequeños creadores, que dibujaban con libertad y dignidad”, recuerda.
Bruniard + Serón 107 La forma es la apariencia externa de las cosas, es un conjunto de líneas y superficies. Eduardo Serón ha dedicado su vida entera a trabajar “la forma” desde su arte y entre su obra se destaca la serie “Señoras formas”, que realizó durante una etapa de exploración, en la cual dejó de lado la geometría que poblaba sus trabajos y abrió paso a una estructura más orgánica, en la que las formas pasaban a ser protagonistas de casi toda la extensión del lienzo. Según las propias palabras del autor, “cuando una forma tiene identidad por sí misma, es una señora forma”. Mediante la utilización de este concepto, el artista brinda una identidad al arte más allá de la imitación de una forma “real” tridimensional. Serón explica que el momento en que surge esta serie, fue una época en la que estaba en auge la negación de la forma. Por eso, la manera de responder a ese auge fue potenciar las formas, darles fuerza, dejarlas que hablen por sí mismas. Se puede planificar la construcción de una casa, de un edificio, un parque o una ciudad misma. Se construye y se crea, se agregan partes a un rompecabezas y se modifica lo que ya estaba. Esto es así en la arquitectura, en el arte, en la vida. La libertad para crear no es algo fácil de conservar, y Mele Bruniard y Eduardo Serón han podido hacerlo.
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Además, la artista ahonda en la simplicidad de la construcción de los niños indicando que “no necesitan buscar modelos”, que usan las líneas descubriendo los movimientos que pueden darles y dibujando lo que les va surgiendo en el trayecto. De esta manera, y casi sin darse cuenta, hace referencia también a su propia tarea: “Vas haciendo la recta, la pequeña curva, la curva más larga del mundo y todo se va trasponiendo, todo sale. Me encantaba dibujar así, no pensaba en hacer el gran dibujo, sino lo pequeño, lo que me correspondía a mí, a mis manos, a mis ojos y mi voluntad. Si la gente supiera que es mucho más sencilla la cosa. No hay otro misterio, y es una maravilla dibujar así. Es todo tan simple”.
Los dibujos de Mele no sólo pueden verse en museos y libros (ya que ha realizado incontables ilustraciones), sino que también se pueden apreciar en forma de murales en distintos puntos de la ciudad, en edificios que ya forman parte del paisaje cotidiano de los rosarinos. “Son todos animales creados por mí, sacados de mi corazón, de mi vida, de mis ojos. No lo quiere creer la gente, pero no hay que buscar en la tierra, en el árbol, en lo que está hecho. Yo no he tenido en mi vida un gato y he dibujado miles de gatos”, afirmó la dibujante, docente y grabadora. Por otra parte, la obra de Serón se ha manifestado siempre como una constante “persecución de las formas”. En esta búsqueda es en la que el artista se ha basado para recorrer un extenso camino y dejado de lado prejuicios formales y estereotipos. Toda su vida ha participado de exposiciones en galerías y museos de Argentina, América y Europa. Sin embargo, el también profesor de prestigiosas instituciones educativas, vive y trabaja en Rosario. En 2014, parte de su obra fue replicada en los portones del Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), por lo que no sólo está en los museos, sino también en la vía pública. Serón demuestra por sobre todas las cosas una gran coherencia en su trabajo y a la hora de los reconocimientos, al igual que su esposa, se muestra humilde. Dice no ser consciente de que forma parte de la construcción de Rosario, sino a través del cariño que recibe de los jóvenes alumnos y de sus colegas. A pesar de que, pictóricamente, las obras de Bruniard y Serón son muy distintas, en ambas se puede ver un sentido de síntesis de construcción, que es común a todos los oficios. “Todos los que nos entregamos a crear tenemos una igualdad. Construimos nuestra pequeña ciudad, dentro de la ciudad. Todo está adentro de cada uno y cada uno lleva en sí la imagen de lo que necesita hacer”, define sabiamente Mele.
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Crear es hacer algo que nunca se ha visto, a través de la mente, la imaginación y las herramientas que brinda la naturaleza, el estudio, la investigación y la experiencia. Es modificar lo que existe y transformarlo en algo nuevo. Construir es poner en pie algo desde la nada, o desde pequeñas cosas. Es innovar, es valerse de modelos y romperlos, transgredir barreras, saltar prejuicios y animarse. Mele Bruniard y Eduardo Serón han mostrado a lo largo de su extensa trayectoria artística cómo a partir de lo simple, de formas, de elementos cotidianos, de técnica y talento se puede hacer arte, se puede generar un estilo propio y ser referencia a la hora de repasar la cultura de una ciudad. Sin dudas, han colaborado en la construcción de Rosario y su impronta cultural. g
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Bruniard + Serรณn
Alejandro Vila Un cientĂfico se construye desde la curiosidad
El pequeño Alejandro tuvo en sus manos un juego de química pero todo le salía mal o no como él creía. Ya adolescente, intentó con un test vocacional y le recomendaron ser profesor de historia o escribano, pero hizo caso a su corazón y siguió con su pasión de niño. Hoy, Alejandro Vila es Doctor en Química y Director del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), asegura que “fue la curiosidad la que me construyó como científico”. A cargo de 230 personas entre investigadores, becarios y personal de apoyo, Vila supervisa los 23 grupos de investigación que integran el IBR. Con voz de cantante de boleros y look de extraño de pelo largo, Vila no entra en el imaginario del científico clásico: no es pelado con barba ni, usa lentes redonditos, con la vista clavada en un microscopio. “Esa imagen es de hace 40 años, hoy la ciencia es una construcción colectiva y tiene que ver con la discusión permanente. El trabajo en equipo es el que permite abordar las preguntas más desafiantes. El Instituto es muy plural, con discusiones trasversales y tiene que ver con definir el lugar que yo quiero transmitir como científico”, subraya el responsable del IBR quien obtuviera el prestigioso Premio Konex 2013, entre tantas otras distinciones.
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Conversación Alejandro Vila + Santiago Baraldi
Antes de comenzar la entrevista, Vila quiere mostrar cada rincón del Instituto, los equipos nuevos, abre enormes puertas de cámaras de frío, interrumpimos el trabajo de investigadores que están sobre plantines o peces cebras que se utilizan como conejillos de india, “tienen el 99 por ciento de genoma igual al humano”. Señala salas de máxima seguridad donde se hacen trabajos con material contaminante, saluda a cada uno y pide disculpas por interrumpir el trabajo pero quiere mostrarnos, como un chico, cada logro del IBR. “Ves estás enormes conservadores de frío, ahí tenemos a temperaturas extremas bajo cero todo el material de investigación de años. El mismo personal que está a cargo de controlarlo, ideó un aplicación para su celular que de inmediato les da aviso si tuvieron algún cambio que no estaba previsto”. El moderno edifico que donara el Conicet en el corazón de la Siberia, “pudimos construir un colectivo de trabajo que no estaba presente antes porque estábamos en la Facultad de Bioquímica completamente disgregados. Contamos los mismos equipamientos duros, varios millones de dólares invertidos por el Estado nacional, que los trasladamos y sumamos algunos nuevos. Al tener un espacio común pudimos redefinir las relaciones entre los distintos grupos: la gente entre y sale de los laboratorios a las oficinas y viceversa, comparten experiencias y eso es lo que genera un caldo de ebullición para la creatividad científica”, agrega Vila, quien hace cuatro años está al frente del IBR y es profesor en Biofísica, de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario e Investigador Principal del Conicet desde el año 2006. Sus laureles y trabajos en el exterior lo hicieron volver al país un año antes que el ex ministro de economía Domingo Cavallo mandara a los científicos a “lavar los platos”. Vila afirma que “el gran valor que tenemos en Argentina son los recursos humanos, eso nos llevó a obtener tres premios Nobel en ciencia; sumando a la inversión del gobierno nacional en los últimos años en ciencia y técnica, hizo que nos pongamos competitivos para poder recuperar lo que se perdió del impacto científico y también podemos ser competitivos llevándole a la sociedad todo lo que se genera de conocimiento, estamos en el buen camino. Todavía falta porque la construcción de una comunidad científica lleva décadas, estamos recuperando tiempo que se perdió con los vaivenes de las políticas económicas del país. En inversiones estamos bien, no solo en poner dinero sino aplicar las políticas correctas y que más allá del gobierno de turno, toda la sociedad argentina ve que la ciencia tiene un valor, tiene valor la educación, va más allá de un partido o un gobierno, es aplicar políticas de estado a largo plazo”.
Si bien es el director del IBR, Vila también tiene su equipo de investigación. Allí, las pantallas de las computadoras se mezclan entre los tubos de ensayos y pipetas; de riguroso guardapolvo científicos y becarios está cada uno concentrado en su micro mundo en la búsqueda permanente al hallazgo que nos permita una mejor vida. “La ciencia es una construcción colectiva y tiene que ver con la discusión permanente en lograr un ámbito que sea apto para la creatividad y el debate, que sea abierto, para eso necesitamos medios materiales y además un montón de cosas que representan un intangible muy grande”, explica y relata en qué está trabajando su grupo: “Mi línea de investigación tiene
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Alejandro Vila Vila además se hace tiempo para la docencia y disfruta con transmitir sus conocimientos con pasión a los alumnos de 4º y 5º años de la Facultad de Bioquímica y si bien ya son jóvenes con la vocación definida “les digo que la curiosidad, mezclado con algo artístico, —porque tiene que ver con la creatividad y también con la construcción—, es algo clave para definir lo que es un científico”. Respecto a los jóvenes soy optimista, los adultos que no somos nativos digitales, que incluye a los maestros de nuestros hijos, todavía no sabemos transmitir ni aprovechar la creatividad y el entusiasmo está latente. No entendemos cómo nuestros hijos pueden estar con tres pantallas a la vez y además haciendo la tarea. Hay gente que trabaja en neurociencia dice que el multi-touching que es lo que genera la tecnología de la información, genera un modo de pensar distinto y que estimula diferente al cerebro. Las oportunidades son distintas y tenemos que ver cómo la aprovechamos. En la facultad, los alumnos están avanzados y veo mucho entusiasmo y curiosidad, el desafío también como docente es saber estimularlos y para ello tenemos que adaptarnos; hay un quiebre cultural a lo que fue la educación que recibimos nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos”.
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Su experiencia en los mejores laboratorios de los países desarrollados lo trajeron al país en el año 2000 cuando comenzaba la debacle y recuerda que en “épocas malas de inversión en ciencia y técnica, con salarios bajos, considerábamos que éste es nuestro lugar en el mundo y que era posible hacer ciencia aún en situaciones adversas. El IBR se comenzó a construir a mediados de los años 80 cuando un grupo de jóvenes de unos 30 y pocos años volvieron del exterior a la Facultad de Bioquímica y quisieron generar un lugar diferente. El argentino es creativo porque se las tiene que arreglar con lo que tiene, es un plus que se advierte afuera. Hoy para hacer algo para que tenga impacto se necesita inversión, porque el país no va a cambiar atando todo con alambre.”
que ver con varios temas, una de las cosas más importantes que nos preguntamos es en los seres biológicos. Por ejemplo, ¿Qué hacen los metales en las células? Los metales son importantes y las células lo tienen que tomar para vivir, necesitamos hierro o zinc para vivir, pero en altas dosis es tóxico. La pregunta es de qué manera los organismos se las arreglan para tomar lo que necesitan de estos metales, pero no demasiado. Las células tienen unos mecanismos muy complejos, uno de ellos, el zinc, que resiste la acción de los antibióticos. Hay nuevos tipos de antibióticos y las bacterias van evolucionando, se defienden, eligen cómo tomar el zinc, preparan una proteína nueva que destruyen al antibiótico y eso hace que no tengan acción. Gente que está inmunodeprimida después de una operación, muere por una infección bacteriana, por una causa distinta por la cual ingresó al hospital”. El Instituto de Biología está haciendo un trabajo inédito donde también está involucrada la salud pública. En el Hospital Centenario se está adaptando una sala de Metabolómica: “esto significa que uno puede ver todos los metabolitos que está en un organismo, tener una foto instantánea del estado de salud de una persona. Es una nueva tecnología que se suma a lo que era el viejo médico clínico que sabía de todo. Esto se está poniendo en funciones en todo el mundo y nosotros estamos logrando que el Hospital Centenario arme una sala para empezar a recopilar muestras de pacientes y nosotros, desde el Instituto, vamos a sumar tecnología y vamos a trabajar con los médicos para generar bases de datos que nos permitan hacer lo que se llama “medicina de precisión”. ¿Qué significa? Si hay un fármaco que se utiliza en Europa o Estados Unidos, pero que aplicados a nosotros, por dieta o perfil cultural, probablemente no haya que tomar la misma dosis y con la misma regularidad que ellos”. Orgulloso de su responsabilidad y de su grupo humano, Vila ha tenido la oportunidad de trabajar fuera del país, tentado en varias ocasiones, apuesta por Rosario, “una ciudad que te permite hacer y sobre todo permite hacer mucho más que cuando yo era adolescente. Recuerdo que para hacer música había que irse a Buenos Aires, hoy cambió, ya no es una ciudad gris. Y no solo tiene que ver con la apertura al río, sino que es muy dinámica, hay mucho conocimiento, hay en la ciudad redes de conocimiento que son positivas, esa es la gran virtud de Rosario como emprendedora en las ciencias, en la industria y en las artes”, concluye el hombre que de niño manipulaba las probetas de su juego de química y hoy está a cargo de un Instituto orgullo del país. g
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Alejandro Vila
Darkhaus el diseĂąo no se detiene
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Desde las obras de arte plasmadas en las paredes de los edificios o en galpones junto al río, pasando por piezas de diseño en objetos cotidianos, en tradicionales fuentes y la intervención del espacio cotidiano, hasta el Monumento a la Bandera, imponente obra arquitectónica y artística de la ciudad, Rosario se ha caracterizado a través de su historia por ser cuna de grandes artistas, diseñadores y constructores. Hoy en día, el movimiento cultural no se detiene. De la mano con el gran crecimiento inmobiliario, va la necesidad de dotar de toques personales a los espacios privados, a los públicos y a los hogares. En este ámbito, hace cinco años, Nerina Pizzarotti, Cristian Fernández y Silvia Cagnone, tres diseñadores locales, emprendieron un proyecto que supieron mantener y hacer crecer: Darkhaus. Este espacio es una galería de diseño y arte, en el que no sólo se pueden adquirir objetos, muebles y obras, sino que también se pueden visitar muestras, participar de intervenciones o simplemente conocer un poco más sobre estos aspectos, que también hacen a la construcción de la ciudad. El periodista Federico Fritschi visitó junto a MSR Constructora a dos de las diseñadoras en la casa de Corrientes al 200, donde funciona la galería. Entre luminarias de variados diseños y colores, originales objetos y arte por doquier, conversó con Nerina y Silvia sobre el proyecto que llevan adelante y sobre cómo creen que aporta a la construcción de Rosario.
Llegaron a Darkhaus después de trabajar muchos años en ambientar fiestas y eventos, ¿fue un buen training (entrenamiento)? Nerina: Nosotros hacemos eventos desde hace veinte años. Somos tres socios, uno de ellos ahora está de viaje. Empezamos ambientando bares, restaurantes y boliches bailables y después arrancamos con eventos. Como los tres somos diseñadores, hacíamos nuestro propio mobiliario, las luminarias... En 2010, dijimos que necesitábamos nuestro propio espacio y ahí fue que comenzamos con la Darkhaus.
¿Qué relación tienen con los artistas? ¿Cómo eligen los objetos que comercializan aquí? Silvia: La comunidad artística en Rosario la manejamos a través de un curador en la galería, con quien vamos cotejando las muestras que se van a hacer. Todo surge del consenso entre los tres. Tratamos de que las muestras tengan una vinculación del arte con el diseño. Con los diseñadores argentinos que conforman la colección de la galería, que representamos a través de Darkhaus, el trabajo curatorial lo hacemos nosotros mismos. ¿El buen gusto se tiene o se puede ir refinando, se puede
¿Qué relación tiene el rosarino con el diseño y el arte? Silvia: Históricamente, el rosarino siempre ha tenido mucha relación, porque hay un fluir de artistas que trabajan aquí, o que han salido y son reconocidos internacionalmente. Hubo una historia de coleccionismo muy importante en Rosario. Con el devenir de tantos emprendimientos inmobiliarios, de nuevas construcciones, del cambio que ha hecho Rosario en cuanto a su arquitectura, el recupero de espacios que estaban olvidados, veíamos que había un cambio, un resurgir de la ciudad y veíamos la necesidad de que el diseño acompañara todo eso. El arte nuevamente debía tomar su posicionamiento. En un punto hablan de arte y diseño, y da la sensación de que lo que lograron es aunar esos universos… Nerina: Es que nos parecía que faltaba un espacio en Rosairo que junte todo esto, que es en realidad el fin. Porque el arte es diseño. Nos parecía que era justo para que lo pusiéramos nosotros. Es un lugar al que nos gustaría ir y que a Rosario le faltaba. Nace como una necesidad propia, nuestra. Y trabajan también acá. Es su otra casa... Silvia: Sí, creo que lo que dice Nerina es verdad. Nos tratábamos de imaginar un lugar al que nos gustaría ir, que nos gustaría que esté en la ciudad. Por eso se pensó en formato de galería de arte, pero donde encuentres arte y diseño, donde puedas recorrer el lugar y encontrarte con nuevas piezas de diseño, nuevas obras de arte, que lo puedas disfrutar. Ese disfrute también hace que uno tenga una perspectiva distinta de su ciudad y de lo que uno pueda incorporar en su casa, llevarse. Por eso de tanto en tanto generan encuentros aquí, intervienen las fachadas... Pensaba que también el espacio juega de museo de arte contemporáneo. Me cuesta pensar en la cantidad de gente que visita un museo y la cantidad de gente que puede venir aquí. ¿Creen que los museos perdieron como espacio? ¿Que invitan menos a la gente a ser visitados? Nerina: Yo creo Rosario ahora está mucho mejor en eso. Igual nuestra postura es que el arte esté incorporado a la vida cotidiana, que esté en la casa, que vos compres un cuadro de un artista (si es rosarino mejor) y lo incorpores a tu living. Esa es nuestra propuesta, que esté más cerca de la gente y no en un museo, donde es intocable.
ir buscando? Nerina: Se puede ir refinando. No es que nacés con buen gusto. El ver cosas distintas, diseño del bueno, hace que el ojo se afine y que uno pueda ir subiendo de calidad en buen gusto. Hay gente que viene acá y que no sabe nada y que de a poco va incorporando lo que es el diseño. Silvia: Eso es lo bueno, cuando uno incorpora un buen diseño o se compra una obra de arte, aunque sea pequeña. Una vez que incorporás a tu casa un original o un mueble de diseño, no podés ir para atrás. Es como probar un buen vino, tu paladar empieza a ser más exquisito. En general siempre vas a tratar de encontrar algo que te sorprenda. Es un lindo camino, es un recorrido encontrar un buen objeto. ¿Cómo está Rosario en relación a otras grandes capitales del mundo o de la Argentina, en torno al arte y al diseño? Silvia: Creo que va avanzando, que el rosarino ha comenzado a viajar y a tener una visión más cosmopolita y a tener la posibilidad de vislumbrar una Rosario distinta. Nosotros lo hemos visto. Vimos que Rosario en un punto iba a comenzar a cambiar. Vimos que hay pequeños síntomas que van marcando ese cambio. Cuando nosotros nos instalamos en esta zona, en calle corrientes al 200, había muy pocos lugares donde uno podía encontrar diseño. Éramos los únicos que proponíamos la galería. Luego de a poco comenzaron a llegar pequeñas galerías de arte, pequeños locales. Ha habido un cambio, lo estamos viendo. Cuando empezamos a convocar muestras de arte fueron un éxito. Viene muchísima gente. Pienso que es un camino que estamos recorriendo. El rosarino empieza a tener más gusto por el diseño y más gusto por el arte. Y nuestro desafío es tratar de proponer siempre, de estar a la vanguardia y poder ofrecerle a la gente lo que hay en el mundo.
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En definitiva están construyendo su propio camino, que fue bastante de vanguardia, teniendo en cuenta que no existía, como cuentan este espacio en la ciudad. Vemos que arquitectónicamente avanza mucho la ciudad y lo que ofrecen uds va de la mano con ese crecimiento, o eso es lo que buscan... Silvia: Una buena arquitectura tiene que ir acompañada de un buen diseño y un buen diseño siempre va a ir acompañado de una pieza de arte, una escultura, una pintura, una fotografía. Es un lenguaje que va acompañándose y complementándose. No es que hay una competencia, hay una necesidad de estar juntos. Todo tiene que ver con un disfrute y un buen gusto La idea de abordar la ciudad como un turista o como un extraño a veces te hace reconocer lugares o espacios que transitás habitualmente y no los valorás de esa forma, ¿no? Nerina: Una de las cosas que tiene Rosario es que está todo por hacerse, o que todo se puede empezar. Es una ciudad floreciente que tiene mucho por hacer. Eso está bárbaro. Tiene mucho potencial. Hay que afinar la puntería y seguir construyendo entonces… Silvia: Sí, porque lo que construimos hoy es lo que vamos a tener mañana en nuestra ciudad.
Teniendo en cuenta lo que dicen, el gusto del rosarino ¿va más por lo minimalista o es de jugarse a la hora de elegir cómo decorar su casa? Nerina: El rosarino es clásico, no es tan jugado, y más en su propia casa. No es tan zafado, pero le gusta incorporar diseño, cuando ve algo novedoso lo valora. A todos nos cuesta incorporar cosas distintas, que no hayamos visto en la vida cotidiana, pero bueno, nosotros ofrecemos cosas originales, distintas, diseño de autor, sobre todo el nuestro. Hay que tratar de que el rosarino se vaya formando con todo eso. Y la respuesta que tenemos es positiva, el rosarino viene, compra, valora, pide asesoramiento, no es que se queda con lo clásico y nada más. Y con nuestra propuesta, que es distinta, también vemos que el rosarino se abrió. Silvia: Sí, ha cambiado. Hemos incorporado piezas de las que nos habíamos enamorado y a lo mejor costaba un tiempo en el que la gente ingresaba a la galería lo incorporara y se lo llevara. Pero una vez que pasó esa etapa, comenzaron a tomar gusto por ciertas piezas o ciertos diseñadores. Hay ciertas piezas que ya son clásicos nuestros y dentro del clasicismo que tiene el rosarino para ambientar su casa, comienza a incorporar esos clásicos del diseño. Entonces empieza a hacer ruido el diseño dentro de la vivienda. Empiezan a convivir, a construirse en conjunto. g
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Mario Raimondi el DesafĂo de construir compromiso social
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Cuando el país estalló en pedazos en diciembre de 2001, Mario Raimondi era un joven que enseñaba hockey en Holanda. Vino a pasar sus vacaciones y a encontrarse con su familia y amigos y de inmediato sintió la necesidad de ayudar. Con otros deportistas se unieron en hacer una colecta para llevar alimentos no perecederos al comedor de la escuela Abanderado Grandoli, en la zona sur de la ciudad. La mirada de aquellos niños lo marcaría para siempre. La vergüenza ajena que sintió lo motivó para hacer algo más que una colecta. Esa fue la semilla que dio vida a la ONG El Desafío, que funciona en el galpón de calle Moreno 3486, donde 180 chicos de las Villa La Lata y Moreno asisten a los 27 talleres. “Todos tienen una disciplina de trabajo, donde buscamos las habilidades de cada uno, y donde están en juego la resolución de conflictos, la autoestima, la proyección, la capacidad de autocrítica, de autoevaluación, el manejo de la frustración…todas esas habilidades las trabajamos muy metodológicamente en los distintos talleres”, explica Raimondi quien además de ser ex jugador profesional de hockey, estudio Marketing y trabajó en el departamento comercial de una empresa líder de indumentaria deportiva.
Al responsable de El Desafío no le gusta cuando los encasillan como una ONG solidaria y explica los motivos: “Lo importante es crear compromiso social y entender que todos estamos conectados y necesitamos del otro. Todos tenemos un problema y como sociedad tenemos que resolverlos, de manera colectiva. Nosotros, desde Desafíos, nos alejamos un poco de la idea de solidaridad, creemos que la solidaridad está buena cuando hay problemas puntuales en un país como puede ser una catástrofe, una inundación y se necesita una acción puntual de la gente que actúa, asiste y está bueno pero para problemas estructurales que en 32 años de democracia no hemos resulto evidentemente. Dando lo que sobra o haciendo una colecta anual no vamos a resolver esos grandes problemas. Lo que hacemos no lo hacemos de solidarios, ni de benéficos ni de caritativos, sino que creemos que lo que hacemos es la manera que tiene la sociedad de crecer y que así podamos vivir en paz y felicidad”. En el Galpón de calle Moreno al 3400 hay olor a nuevo, enormes bibliotecas rodantes, se corren y se utilizan de paredes para separar los talleres. Material reciclado es aprovechado y la enorme mesa de reuniones donde trabaja Raimondi con los 40 profesionales que lo acompañan está hecha con las maderas de palets con un diseño original. En los comienzos El Desafió arrancó en un aula de la escuela Grandoli y “en 2012 nos mudamos a este lugar y en un comienzo teníamos 30 chicos y hoy tenemos 180 que participan de los 17 talleres que ellos se anotan de manera voluntaria teniendo que cumplir ciertas reglas de compromiso y asistencia. Los talleres son de deporte, de arte, de electricidad, de programación, de alimentación y nutrición”, agrega Raimondi mientras se escucha de fondo música de Michael Jackson y un grupo de niños ensaya una coreografía con pasos idénticos ante la aprobación de la profe. A Raimondi lo acompañan 40 personas: 25 voluntarios y 15 profesionales que cobran sus honorarios; entre ellos, docentes, profesores, psicólogos, psicopedagogos, gente relacionada a las ciencias políticas y la comunicación, “donde buscamos diversidad en las miradas para poder crear resolver e innovar en el contexto que es cambiante, un proceso de mejora constante”, afirma. El grupo que dio origen a El Desafío en el año 2002 puso manos a la obra para reconstruir los retazos de una sociedad devastada por las políticas económicas y hoy por la amenaza narco en que padecen los barrios más vulnerables de la ciudad: “Está probado que nuestro trabajo es inhibidor de violencia. Los chicos quieren oportunidades y un marco donde desarrollarse. Después de tantos años de estudio, de tanta capacitaciones y tantas investigaciones, al final del día las respuestas son más obvias de lo que uno cree: Si a los chicos los ponemos en un contexto de excelencia, que los motive, que los invite a participar, a ser curiosos, a crear, a que se propongan ‘yo quiero
Mario Raimondoi Con su par cofundador holandés, Jorn Wemmenhove, trazaron metas para la década 2006-2016: “Estamos tratando de poner en agenda de la gente un tema que nos parece muy importante que es el desarrollo juvenil, entender que no atender a nuestros jóvenes significa que el país se va a perder terribles beneficios en términos de éxito académico de productividad económica, de la capacidad de esos jóvenes cuando sean adultos de criar a las nuevas generaciones. Creemos que una sociedad que no atiende el desarrollo juvenil está minando su futuro. Como sociedad no somos conscientes de ello, nos guste o no estamos dando ejemplo todo el tiempo a los jóvenes, que nos están mirando, en el día a día, si tiro un papel en la calle, si dejo el auto mal estacionado, en los pequeños actos diarios damos ejemplos, si no respeto las reglas estamos dando un mensaje. Queremos instalar eso, que seamos responsables del desarrollo”, dice Raimondi quien frecuenta Holanda un par de veces al año “donde promocionamos el trabajo que hacemos acá, ellos no saben ni se les ocurre las carencias que hay en nuestro país, lo que hacemos es contar la historia de lo que hacemos y obtener apoyo de recursos económicos, conocimientos y articulaciones con otras ong”, concluye mientras comienza a llegar otro grupo de chicos que participan, se alejan de la calle y comienzan a repensar su propio futuro. g
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Por su labor en El Desafío, Mario Raimondi, fue elegido Abanderado de la Argentina Solidaria 2013 por su lucha contra la pobreza y la exclusión estructural en Rosario y sobre la repercusión que tuvo en la Fundación apunto que “uno no trabaja pensando que lo van a reconocer, en mi caso, yo soy la cara de un grupo de trabajo, de gente que creyó en el proyecto, se vive con mucha responsabilidad porque este tipo de premios te exponen. Vinieron después un montón de notas, gente que nos conoció porque lo vió por la tele. Nos significó mucho más apoyo, se sumaron más voluntarios. Ahí nos dimos cuenta que estábamos para más, de subir la vara. Somos muy críticos de nuestro trabajo y nos olvidamos de celebrar los logros, es como que siempre estamos pensando cómo mejorar. Fue muy lindo, muy colectivo, se sintió que habíamos ganado todos.”
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ser esto’ y puedan hacerlo, pueden hacerlo. Tenemos casos personales movilizadores que han inspirados a otros y motivó al barrio y ahí cuando el chico se transforma en un agente de cambio social. No son receptores ni de asistencias ni de servicios, sino que son agentes que pueden contagiar todo eso al resto de la sociedad”.
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