Perdido en las Americas

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Ruben Ygua

PERDIDO EN LAS AMERICAS



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Para mi familia.



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Capitulo I : EL INDIO DE LA MONTAÑA. Todo en aquel anciano era indio, sus pantalones de piel, los largos cabellos blancos y la pesada manta con la que se envolvia. Apenas la larga barba blanca revelaba sus raices de hombre blanco. Está sentado sobre un tronco cortado, frente a la entrada de la rústica cabaña de madera, a su lado duerme un perro. Es comienzo de otoño en las montañas Rocosas. La cabaña está en el centro de un claro, rodeada por um espeso bosque de pinos centenarios, aqui y alli surgen enormes piedras. Allá abajo, a unos cien metros, se descuelga rápido un joven riachuelo sobre su lecho pedregoso, dos caballos pastan en su margen. El silencio perezoso de la tarde solo es quebrado por el ruido monótono del agua acompañado en breves intervalos por el indiferente canto de algun pájaro mientras un

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suave viento acaricia las ramas de los pinos. Un sendero nace en la puerta de la cabaña y se descuelga como una lengua de tierra por la ladera, serpenteando montaña abajo. El anciano aguarda, con la quieta paciencia que solo los años enseñan. El primer señal de que alguien sube por el sendero lo dan las orejas del perro al quedarse repentinamente levantadas. Un breve movimiento de la mano del anciano aborta el ladrido, el perro permanece al lado del anciano, pero ya no duerme. Los pasos lentos de dos caballos revelan dos jinetes entre los pinos. Uno de ellos es la figura familiar de su hijo Charles, vestido de la misma forma que el anciano, a primera vista parece ser indio con largos cabellos negros. Es un joven de veinte años, que nació y creció en el rudo escenario de las Rocosas. El outro no es conocido, lleva ropas de la ciudad: un pequeño sombrero y un traje gris obscuro, aparenta tener unos veinticinco años.

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No lleva armas, tan solo una máquina fotográfica colgando de su cuello. El anciano no lo conoce, pero sabe de quien se trata. Cada vez que Charles descendia al valle por provisiones ese joven periodista insistia en marcar una entrevista. El anciano nunca iba a la ciudad, lo que originó rumores sobre aquel indio ermitaño muy anciano viviendo en las montañas. Los jinetes desmontaron, el periodista timidamente le tiende una mano, quitándose el sombrero con la otra. -Es un placer conocerlo, señor. El anciano señala un tronco bajo la sombra de un pino: -Siéntese ahi, joven, mi nombre es Robert. - George Addams, señor… Charles ya desaparecia por un lado de la cabaña llevando los caballos cuando el anciano le dijo, sin levantar la voz: -Charles, trae un vaso con agua para nuestro visitante. - Y frunciendo el

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ceño se dirige al periodista: -Como dijo que es su nombre? -George Addams, señor, permitame decirle que es una honra que me haya recibido. -No entiendo que puedo tener yo de interesante para su periódico, Sr. Addams. -Bueno, todos en la ciudad dicen que usted participó de Little Bighorn, nuestro periódico fue inaugurado hace dos meses y desde el primer dia queremos entrevistarle. El anciano suspiró: - En la ciudad… cuando me establecí aqui, allá abajo solo habia alces y pumas. No sé en que momento ustedes inventaron una ciudad. De repente un dia habia una familia de colonos construyendo su casa, después eran dos o tres familias y ahora tenemos toda una ciudad. -Una ciudad que usted nunca visitó, apenas vemos a su hijo cuando necesita comprar provisiones y vender pieles, nos hemos hecho

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buenos amigos… El anciano se acaricia la barba: -Little Bighorn- Sonrió, o eso le pareció a George, tratando de adivinar la boca del anciano debajo de la barba- Hace tanto tiempo de eso. Si, yo estuve en esa batalla y vi cuando aquel general idiota se metió de cabeza en la emboscada. Se hizo un momento de silencio, y el periodista preguntó: - Usted es mexicano? Porque tiene un acento que no logro definir. En la ciudad todos creen que usted es indio. -No, nací un poco más abajo- Hizo un gesto apuntando hacia el horizonte al sur. Quedó en silencio, parecia que las preguntas habian despertado memorias hace mucho tiempo adormecidas. Charles les alcanza dos vasos con agua, bebieron y George encendió un cigarro antes de preguntar: -Usted nació al sur de México, exactamente donde?

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Robert miró directamente a los ojos del periodista: -Joven, lo que le voy a revelar va más allá de una simple batalla. Acarició la cabeza del perro mientras bebia un largo trago de agua: -Le voy a relatar mi viaje al infierno… Charles se sienta en el suelo, acomodando la espalda en la puerta abierta de la cabaña, y coloca una pajita entre los dientes: -Yo tambien quiero escuchar la historia del viejo- dijo riendo. -Acaso no te la ha contado nunca?- Se sorprendió George. -Solo algunas partes sin muchos detalles, ese indio viejo no es de muchas palabrasRobert hizo un gesto vago con una mano:- Si no te quedas callado te mando a cortar leña- Y volviéndose para el periodista: -No deje que el perro se le acerque demasiado, está lleno de pulgas.

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Capitulo II: PERDIDO EN LOS ESTADOS UNIDOS.

Se acomodó en el tronco, rascó la espalda com una ramita de arbol y se humedeció los labios con la lengua: -Yo naci en Paraguay, si la memoria no me falla allá por 1844. -Padre, entonces eres fósil, mucho más viejo de lo que me habias dicho! -Quédate quieto y escucha, no lo voy a contar dos veces. El periodista habia sacado del bolsillo un lápiz y una libretita, apagó el cigarro con la punta del zapato: -Puedo tomar anotaciones de su historia? El anciano no le respondió, solo hizo un gesto leve asintiendo. Con la mirada fija en la copa de los pinos continuó recordando en voz alta: -Paraguay era un hermoso país en aquellos años, el mas próspero de

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América donde se podia vivir bien, habia mucha estabilidad y progreso, mientras que los países vecinos se desangraban en guerras civiles y la corrupción reinaba. Mi padre era un rico industrial, teniamos una linda propiedad rural, la vida era bella en aquellos años, yo tuve una infancia feliz. Mi padre era un gran cazador, su deporte favorito. Ya me habia llevado para acompañarlo durante una caceria en África cuando yo apenas tenia cinco años de edad, por eso mi madre no se opuso cuando decidió llevarme en la próxima caceria. Yo tenia siete años de edad y estaba ansioso para participar de esa nueva aventura. En aquellos años nuestro país tenia problemas con Inglaterra, era una rivalidad comercial y economica. Como parecia que los Estados Unidos también se opondrian a los negocios paraguayos haciendo causa comun con los ingleses, fué enviada una misión diplomática para Washington.

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Mi padre hacia parte de esa misión, en compañia de un grupo de industriales que confiaban poder abrir nuevos mercados en el norte. El anciano levantó ambos brazos para lo alto – Realmente lo que mi padre queria era cazar bisontes, creo que los negocios eran apenas una justificativa para el viaje- Suspiró y en voz baja murmuró: -Malditos bisontes. -Era un largo viaje, primero de barco por el rio Uruguay hasta Montevideo, de alli en otro navio hasta Nueva York , de donde hariamos el trayecto final hasta Washington. Permanecimos cinco dias en la capital americana. Algunos tratados fueron ciertamente concluidos porque mi padre estaba feliz y todo el grupo parecía muy satisfecho. En la semana siguiente el grupo de empresarios se despidió de los diplomáticos y fuimos de tren hasta una ciudad cuyo nombre no recuerdo, a unos tres dias de viaje de la capital. Eramos un

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grupo heterogéneo formado por nueve empresarios paraguayos, algún politico con dos o tres secretarios, dos señores americanos muy amables, y un niño. Todos iban armados con pesados rifles, bebían y fanfarroneaban sobre cacerias anteriores. El viaje de tren fué una permanente fiesta, con muy buena comida y mucha bebida, nuestros anfitriones americanos se esforzaban en dejar a sus nuevos socios felices. Todos se divertian, particularmente yo, participando de esa aventura donde todo era novedad. Me deslumbraban los paisajes y las personas excentricas que encontraba circulando por el tren o que podia observar por la ventana durante las paradas. Escuchaba sus barullentas fanfarronadas en inglés o español, y no precisaba entender lo que decian, porque todos hablaban de lo mismo: enormes búfalos derrubados a kilómetros de distancia con un único tiro certero. Pude notar que la

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distancia del disparo aumentaba en la medida que aumentaban las dosis de whisky. El anciano encendió outro cigarro mientras George, inclinado sobre su pequeño cuaderno, escribia, sus ojos brillaban. Aguardó que el periodista terminara las anotaciones, para continuar: -Al final del viaje de tren nos aguardaban dos guias. Habian contratado dos diligencias para transportar al grupo de cazadores hasta las praderas del centro del pais. -Realmente debió ser algo muy interesante para usted - Comentó George haciendo una pausa en la redacción. -No se imagina toda la emoción que yo sentía al presenciar aquellas dos diligencias levantando nubes de polvo y saltando enloquecidas al correr por las praderas salvajes. Nos deteniamos para almorzar, a veces al borde de un riacho o aprovechando la sombra de algun

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peñasco. A veces cazábamos algunos faisanes para complementar el menú. Un dia mi padre me dejó dispararle a un faisán, que salió volando. Me pareció que el ave lanzaba una risita sarcástica de mi pesima punteria. El viaje en diligencia duró seis o siete dias, no lo recuerdo bien. Hizo un silencio, ahora su expresión era grave, muy seria. -Jamás vimos algun bisonte en aquel maldito viaje. Yo no sé donde estábamos cuando todo sucedió, pero lo recuerdo todo tan claramente como si estuviera sucediendo ahora. Uno de los acompañantes de mi padre hablaba en aquel momento, medio borracho: - Mi amigo, creo que yo seré el… Primero vi que se abria un agujero siniestro en su frente. Casi al mismo tiempo escuché el estampido del disparo. Cayó para un costado, sobre otro tipo que gritó algo. Mi padre me empujó por el hombro colocandome acostado en el piso de la diligencia:

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-Nos están atacando! -Pero quién…? Aquel primer disparo fué la señal para desatar una verdadera batalla, eran disparos, gritos, caballos relinchando, el ruido de las balas al incrustarse en la madera de la diligencia, el olor a pólvora y el miedo. La diligencia saltaba arrastrada por el galope enloquecido de los caballos, en su interior todos pareciamos muñecos sacudidos y empujándonos unos contra otros, varias veces me pisaron y cayeron encima de mi cuerpo. Yo estaba asustado, pero también me sentia de alguna forma atraido por esa acción, todo parecia un juego hasta que mis ojos se cruzaron con la mirada sin vida de uno de los amigos de mi padre, caido a mi lado, su cabeza saltaba y golpeaba en el piso de la diligencia una y outra vez, como una marioneta loca. Cerré los ojos al mismo tiempo que escuchaba alguien exclamando:

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-La outra diligencia está volcada ahi adelante. -Están disparando contra los caballos! -Donde están nuestras armas? Los rifles habian sido colocados encima de una de las diligencias, envueltos en una lona. Todos estaban desarmados en el momento del ataque, apenas los dos guias podrían reaccionar, pero yo no los podia ver desde donde estaba. Entonces todo se estremeció con una fuerte sacudida, volamos por los aires cuando el vehiculo pasó por encima de uno de los caballos muertos de la outra diligencia. Yo salí despedido para afuera del vehiculo y caí entre unos matorrales espinosos que bordeaban el camino. Fue una dolorosa caida. En aquel breve instante recuerdo que pude ver una enorme nube de polvo y escuchar relinchos de animales y gritos humanos. Lo último que recuerdo fue

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una voz hablando en inglés y caballos llegando al galope. Perdí los sentidos. No sé cuanto tiempo quedé alli desmayado, cuando desperté no escuché ningun sonido, todo estaba en silencio. En ese instante, por la primera vez en mi vida, me senti completamente solo en el mundo, llamé a mi padre varias veces, apenas el silbido suave del viento entre los arbustos me respondió. Yo tenía un poco de sangre en la nariz y un gran dolor de cabeza pero ninguna herida grave, apenas el golpe de la caída y muchas espinas clavadas por el cuerpo. Corrí hasta las diligencias, pude ver muchos destrozos desparramados por toda parte, y cuerpos, muchos cuerpos ensangrentados. Entonces vi a mi padre, tenía una gran mancha de sangre en el pecho. Estaba inmóvil, tendido en la tierra, sus ojos muy abiertos contemplaban el cielo, instintivamente miré hacia el mismo

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lugar, cuando comprendi la dura realidad… Hizo una pausa para beber un trago de agua y miró directo para el periodista: -Se imagina la situación en que yo me encontraba? Un chico de siete años solo, sin conocer el idioma del país, abandonado en un territorio salvaje. -Que terrible, cómo lo pudo soportar?- Respondió Addams haciendo una pausa para darse pequeños golpes nerviosos en la mandibula con el lápiz -Creo que permaneci llorando sobre el cadáver de mi padre durante el resto del dia, hasta que la sed me hizo reaccionar. Registré las diligencias y por suerte encontré una cantimplora con un poco de agua. Todo había sido saqueado, lo que no se llevaron lo destruyeron. -Pero quién los atacó? Los indios? -No, no fueron indios, eran blancos. Blancos de la peor especie. -Que hizo después?

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-Caminé. Caminé durante tres dias por aquella pradera solitaria. Seguia el rastro de la diligencia, tratando de regresar. Al segundo dia el agua acabó y el hambre me debilitaba. Hasta que me desplomé sin fuerzas y quedé inconsciente o dormido, no lo sé. Perdi la noción del tiemplo, imagino haber pasado mucho tiempo alli cuando escuché el ruido de cascos de caballo que se aproximaban despacio. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, mi imaginación infantil me llevó a pensar que eran los bandidos regresando para matarme. Cerré los ojos con fuerza y permaneci inmóvil en el suelo. Entonces escuché pasos que se aproximaban.

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Capitulo III: PEQUEÑO HURON Una mano tocó mi espalda pero no me moví, escuché hablar en aquel idioma desconocido por primera vez. Un brazo fuerte me levantó y observé aquella persona…era un indio!! Yo habia oído hablar de los indios a mi padre, decía que eran salvajes guerreros sanguinarios. Alrededor había otros indios, eran seis o siete montando sus caballos sin sillas. De repente sentí agua en mi boca. Bebi rápidamente y el indio habló algo que no entendi. Me colocaron en el caballo junto con el indio más joven del grupo, y me llevaron. Cabalgamos varios dias, no recuerdo cuantos, yo estaba débil y dormía mucho. Por las noches ellos encendian una hoguera y me alimentaban, lentamente el miedo fué

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desapareciendo, sabia que aquellos indios me estaban ayudando, lo que contradecia la imagen de salvajes despiadados mencionada por mi padre. Durante el dia cabalgábamos sin hacer ninguna pausa, apenas para cazar alguna presa de vez en cuando. En determinado momento del viaje uno de ellos subió a un arbol para recoger algunas frutas pequeñas que me eran desconocidas, llenaron com ellas un saco de cuero y seguimos el viaje. Finalmente llegamos al destino. Al subir una loma apareció toda una aldea de carpas magníficas, pintadas jovialmente con vivos colores. Había muchas personas, mujeres, niños y ancianos. Aqui y allá ardían hogueras elevando blancas columnas de humo para el cielo, vi muchos caballos y perros. Un pequeño riachuelo corría lentamente al lado del campamento. El anciano hizo una pausa, tenía la boca seca.

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-Necesito beber agua, no estoy acostumbrado a hablar tanto. - Comprendo, Sr. Robert. Entonces los indios lo llevaron cautivo. -No, cautivo no, yo era una especie de hijo adoptivo- bebió un largo trago de agua, se limpió la boca con el dorso de la mano y continuó -Nunca fuí maltratado por nadie, jamás me sentí como un prisionero entre los indios. Después de llegar a la aldea, una india vieja me curó las heridas de espinas, mis pies también estaban lastimados. Creo que por eso al comienzo mi vida allí era parecida a la que siempre tuve em Asunción con mis padres: yo no hacía nada, era un mimado hijo de rico. Al tercer dia la cosa cambió: me pusieron a trabajar…de la misma forma como trabajaban todos en la aldea. -Sentado en el suelo, Charles soltó una risita ironica. -Debe ser por eso que también me puso a trabajar desde el dia que nací.

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Aquel comentario provocó una sonrisa sarcástica en Robert– Aprendí mucho en aquellos meses: juntaba leña, lavaba los caballos y cuidaba del fuego. Aprendí a desollar algunos pequeños animales. Y todo era por señales, porque no entendía el idioma. La india vieja era una especie de madrasta para mi, estaba siempre atenta, me cuidaba y me llamaba la atención cuando yo hacía algo equivocado. Cuando uno está siempre ocupado, el tiempo transcurre rápido. A los seis meses ya entendía lo suficiente del idioma para informarme sobre ellos. Mis salvadores pertenecian a un pueblo llamado Sioux, la vieja que me adoptó se llamaba Nube Solitaria, el indio que me encontró en la pradera era Alce Veloz, hijo de Nube Solitaria. El cacique de la tribu se llamaba Lobo Gris, era un viejito medio gordo y callado pero muy observador, cuando yo hacía algo equivocado, movía la cabeza para los lados pero no

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formulaba ningun comentario. Nunca hablaba conmigo, pero yo sentía que me observaba. Se pasaba las mañanas enteras sentado en la puerta de su carpa fumando una pipa enorme, mientras sus tres esposas siempre rezongaban y protestaban por algun motivo alrededor suyo. Cuando el invierno acabó yo me sentia un verdadero indio de los pies a la cabeza, todos parecian haberme adoptado. Mi cumpleaños debia haber pasado en algun momento durante el invierno, pero no pude saber la fecha. Mi padre me habia explicado que, cuando era verano en Paraguay, era invierno aqui, yo habia nacido en verano, por lo tanto, sabia que ahora estaba con ocho años de edad. Desde esa época sé calcular mi edad contando los inviernos. Durante las largas noches invernales recordaba a mi madre, mi vida feliz con mi familia y la casa de mis padres en las afueras de Asunción. Me preguntaba si algún dia podría volver

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al Paraguay. Lentamente una idea tomaba forma en mi mente: regresar a mi tierra, no importaba el tiempo que eso llevaria, queria volver a casa. En esa primavera me dieron mi nombre indígena, ahora yo era Pequeño Hurón. No sé quién me colocó ese nombre, supongo que se debió a mi aspecto delgado y mi baja estatura. Yo tenia muchos amigos, todos chicos más o menos de mi edad, pero entre todos mi mejor amigo- casi un hermano- era Pluma de Aguila, tenía mi edad y andábamos siempre juntos, íbamos a nadar, a cazar, encendíamos alegres hogueras y nos gustaba robar alguna cosa en la aldea, dejando furiosos a los adultos. Me llamó la atención comprobar que, no importando la gravedad de nuestra travesura, jamás vi un adulto castigar fisicamente a un niño. Podian quedarse furiosos, dirigirnos miradas asesinas, pero era solo eso. Para ellos resultaba inconcebible golpear a sus niños. El padre de Pluma era Toro

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Furioso, un guerrero que un dia había bebido una infusión de maíz fermentado, se emborrachó y acabó cayendo sentado en la hoguera en que cocinaba su mujer. Fué el comentario de la aldea durante todo el mes, la tribu entera reía de aquel guerrero que soportó la humillación con buen humor y mucha paciencia. Descubri que no era un Toro tan furioso como proclamaba su nombre. En primavera aprendí a usar las armas de caza de la tribu, junto con Pluma de Aguila. Usando el arco yo no era muy bueno, preferia lanzar cuchillos y lanzas, con las que acertaba la mayor parte de las veces. Mi amigo en cambio era mortal usando arco y flecha, derrubaba las presas desde una grande distancia. Recuerdo cuando llegaron las manadas de bisontes, fueron dias intensos, de mucha acción, yo ayudé a cazar y Nube me enseñó a desollar bisontes, lo que era trabajo de mujeres y niños de la tribu. Era una

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cacería peligrosa, siempre alguien acababa con un brazo o una pierna fracturados. Cazar bisontes era el mayor acontecimiento del año, teníamos carne para mucho tiempo, sin contar las pieles, cuernos y huesos, todo se aprovechaba. Me enseñaron a secar la carne para poder conservarla para los meses de escasez. Después de la primera caceria de bisontes podia entender la pasión de mi padre por la caceria, pero al mismo tiempo habia descubierto la gran diferencia entre cazar por deporte y cazar para sobrevivir. Nosotros, los hombres blancos, nos habiamos transformado en seres civilizados viviendo en ciudades y habiamos olvidado nuestras raices, en mi pais apenas quien habita la selva aún precisa cazar para sobrevivir. Frecuentemente la tribu tenía problemas con el hombre blanco, eran cazadores que mataban bisontes de forma irracional,

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masacrando millares de animales a cada temporada, amenazando acabar con el principal alimento de las tribus. Otras veces nos visitaban traficantes de armas y bebidas que engañaban a los indios. Nube Solitaria siempre me repetía Nunca confíes en el hombre blanco. Ellos no me veían como a un blanco, para la tribu yo era una especie de indio perdido de outro lugar, por causa de mi cabello negro, mi piel que se bronceaba facilmente bajo el sol de las praderas y por mi baja estatura. Cuando completé diez años de edad, ya llevaba con la tribu tres años, tenía una larga cabellera salvaje y cabalgaba como un demonio en el potro de mi “hermano” Alce Veloz. -Un dia tendré mi próprio caballogritaba al pasar veloz por el medio de la aldea. -Huesudo y chiquito- comentaba Lobo Gris al verme pasar al galope. Yo le devolvia mentalmente el comentario – Lobo barrigudo-

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Yo estaba pronto, sabía todo lo necesario para ser um guerrero, en mi interior sabia que estaba llegando la hora de comenzar mi viaje de regreso a Paraguay. Para mi sorpresa, el pensamiento de abandonar la tribu me causó una sensación de tristeza. Fué en ese año que Alce Veloz me llevó por primera vez para una expedición de caza. Pluma de Aguila nos acompañó, éramos un grupo de seis: cuatro guerreros y dos jóvenes de diez años. A esa altura Addams interrumpe: -Jóvenes o apenas niños?...Usted solo tenía diez años! -En aquella época crecíamos más rápido, era un mundo rudo y no podíamos perder tiempo, la tribu precisaba de todos y de cada uno de sus miembros. Con once años maté mi primer enemigo. - Mató a un blanco?- se sorprendió George. -No, un indio de una tribu rival, sucedió durante una expedición en

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busca de nuevos campos de caza, sin notarlo nos internamos en territorio de caza de otra tribu. Al atravesar un riachuelo, saliendo de la vegetación espesa nos atacaron por sorpresa varios guerreros. Nosotros éramos cinco, pero logramos defendernos de los siete atacantes gracias a las flechas de mi amigo Pluma, que se habia atrasado y aún estaba en el medio del rio cuando nos atacaron. Eso le permitió preparar rapidamente el arco y disparar varias flechas contra los atacantes antes del cuerpo a cuerpo. Dos enemigos cayeron heridos, Pero nosotros perdimos a dos hermanos, derrubados por el hacha de guerra de los atacantes. Fue en ese momento cuando, por primera vez, luché para salvar mi vida. De repente me vi cara a cara con un guerrero alto, enorme e furioso que gritaba al avanzar en mi dirección con pasos largos y decididos . Ciertamente imaginó que

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éste indiecito bajo y delgado sería una presa fácil. El exceso de confianza le resultó fatal. Yo simplemente levanté la lanza que tenía al costado del caballo y mi enemigo no se detuvo a tiempo, quedó alli, de pie observando incrédulo mi lanza clavada en su pecho. Aferró la lanza con su mano izquierda y la retiró del pecho, de donde brotó un abundante manantial de sangre. Yo también solté la lanza, que cayó al suelo, quedé hipnotizado encima de mi caballo, aguardando la reacción de mi enemigo que estaba alli de pie, lanzando una feroz mirada en mi dirección, la mano derecha levantó el Tomahawk. Nunca supe si lograria avanzar hacia mi, porque en aquel momento el Tomahawk de Alce Veloz lo remató de un golpe en la cabeza. La lucha había acabado, los enemigos se retiraron tan rápido como habían llegado.

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Alce Veloz no permitió que fueran escalpelados los caidos, demostrando respecto y reconociendo que la culpa había sido nuestra por invadir sus tierras. No supe como acabó esa guerra, me enteré que varios guerreros de ambas tribus se reunieron algunos dias después para resolver el conflicto, imagino que un acuerdo selló la paz, las guerras entre indios se resolvian más facilmente que las guerras de los blancos. Viví siete años con la tribu Sioux a quenes considero como mi segunda familia. - Por que abandonó la tribu? -Creo que a esa altura yo no quería abandonar la tribu, estaba dispuesto a olvidar mi vida anterior y lo habria hecho, yo era feliz en la aldea. Pero entonces la felicidad acabó de forma dramática y demostró que aquel mundo que conocian las tribus indias estaba llegando a su fin. Cada dia llegaban más blancos a la región,

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escuchamos hablar sobre fuertes combates en Aldea Wichita, Steptoe Butte y Cuatro Lagos. Decian que otras tribus habían sido exterminadas o fueron expulsados de sus tierras por los blancos. Entonces, en aquel dia fatal, llegó nuestra vez. Fuimos atacados por una tribu india que colaboraba con el hombre blanco. Fué una agresión sin aviso, primero una partida de caza Sioux fue masacrada por atacantes que tenían armas de fuego. Después, durante una fría mañana a comienzos de invierno, nuestra aldea fué atacada. Fue un ataque bien organizado, se instalaron por la noche en los bosques alrededor de la aldea en silencio, nadie notó nada hasta que fue demasiado tarde. Aguardaron el amanecer y entonces atacaron. Una descarga de rifles rompió la calma, el plomo atravesaba las pieles de las carpas y alcanzaba a nuestra gente cuando trataban de

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salir, muchos murieron sin llegar a ver al enemigo. Habían hombres blancos en el grupo enemigo, pude verlos claramente cuando me arrastré al exterior de mi vivienda por la parte trasera, como habia hecho centenas de veces para escapar del trabajo ordenado por Nube Solitaria y escapar alegremente de caceria con mis amigos. Esta vez la caza eramos nosotros, mientras por un lado algunas decenas de indios nos atacaban buscando el cuerpo a cuerpo, desde la colina grupos de hombres blancos abrían fuego sobre nosotros. Fue todo muy rápido, vi caer a Lobo Gris y a muchos guerreros que conocía tan bien. Alce Veloz, al ver que todo parecía perdido me gritó: -Pequeño Huron, lleva a Nube Solitaria y huye, usa mi caballo!! Pluma de Aguila en su caballo, tenía el arco preparado para la lucha: -Vamos conmigo, rápido!!

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Algunas tiendas ardían cubiertas de llamas y muchos cuerpos yacían sin vida. Mi cuchillo cobró su cuota de sangre esa mañana cuando un enemigo apareció de repente, saliendo de una tienda con el cuerpo inerte de una mujer en sus brazos. Le enterré el cuchillo en el pecho varias veces sin darle tiempo para reaccionar, hasta verlo caer. Salté para mi caballo donde ya estaba montada mi madre india. Galopamos para alejarnos de aquel infierno, pasando por entre muchos guerreros que corrian y luchaban. Cuando ya estábamos fuera del campamento y subíamos galopando por la colina al outro lado del rio, supe que algo terrible acabara de suceder al escuchar el grito de dolor de Nube Solitaria a mi espalda. No detuve el caballo hasta perder de vista la aldea del otro lado de la loma. Escuchaba el ruído del combate pero no podía continuar cabalgando, Nube ya desfallecía sin sentidos con la

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punta de una flecha apareciendo en su pecho. La había alcanzado por la espalda, era una herida mortal. Detuve su caída con el brazo y suavemente la deposité en el suelo, sobre la hierba húmeda por el rocío. Ya estaba muerta. En aquel momento descubri el amor que yo sentía por mi madre adoptiva, un dolor agudo apretó mi pecho y no pude ahogar un largo grito de impotencia. Quedé alli, abrazando su cuerpo sin vida, no sé cuanto tiempo pasó y posiblemente habria permanecido en aquel lugar junto a mi madre india, cuando dos balas pasaron zumbando cerca de mi cabeza, me habían visto. Volvi a la dura realidad, debia reaccionar o también encontraria la muerte en aquella colina. Dos jinetes galopaban en mi dirección. Yo solo tenia mi cuchillo y no sabía donde estaba Pluma de Aguila de quien me habia separado en la confusión de la fuga. Seria imposible enfrentar dos

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guerreros bien armados apenas con un cuchillo, salté sobre mi caballo y lo lancé ladera abajo en un frenetico galope. Galopé durante un buen tiempo, cada vez que miraba hacia atrás, allá estaban los dos enemigos, yo me había distanciado y ahora eran dos siluetas a lo lejos. Ellos cabalgaban sin exigir demasiado sus monturas, pero parecían decididos a acabar conmigo. A pesar de haber sacado una buena ventaja, comprendi que correr de aquella forma desenfrenada había sido un error. No sé cuanto tiempo pasó, mi caballo llegó al limite de sus fuerzas y cayó extenuado, derrubándome al suelo. Me levanté rápido y corrí hasta unas rocas que podían ofrecerme algún abrigo. Poco tiempo después mis perseguidores llegaron sin demostrar mucha prisa, eran guerreros veteranos, sabían que acabar conmigo sería fácil.

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Con el cuchillo en la mano derecha, levanté con la izquierda un pedazo de piedra lo suficientemente grande como para hundir un cranio, y me dispuse a esperar mi fin luchando. Los dos guerreros sonrieron con desprecio al observar mi joven edad y mi baja estatura. Uno de ellos dijo con sarcasmo: -Te lo dejo, es tuyo. Acaba rápido. Capitulo IV: CHAMACO, EL MEXICANO Fué lo último que dijo en este mundo, un balazo lo derrubó muerto en el acto. Su compañero quedó perplejo por un instante, pero un segundo disparo le acertó en la cabeza. A mi espalda, arriba de las rocas en que me refugiara, escuché una voz calma, hablando en inglés: -Sube aqui, chico. No entendí lo que había dicho, apenas subí en dirección a la voz de mi salvador, al llegar a lo alto de la roca

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vi a un hombre blanco…Era um tipo vestido con ropas sucias y viejas, llenas de polvo como si viviera el tiempo entero cabalgando. Llevaba dos revólveres en su cintura, esas armas eran la única cosa limpia en él, realmente me llamó la atención la intensidad del brillo de sus armas. Usaba un sombrero que alguna vez habia sido negro, una camisa marron vieja y sudada, pantalón de vaquero y botas viejas. Armaba un cigarro y sin mirarme dijo: -Eres de la aldea Sioux? En el horizonte subia una espesa columna de humo gris allá donde debia estar mi aldea. - Yo no hablaba inglés pero entendí la pregunta por su gesto, respondí en español: -Si, yo vivía allí. Ahora el tipo me miró diretamente a los ojos, interesado: -Chico, tú no eres indio- comentó en un español cargado de acento gringo.- Eres mexicano?

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-Si- Mentí. Para qué explicarle mi origen en ese momento, cuando lo más importante era escapar de aquel lugar? Sonrió mientras se dirigia hacia su caballo: -Vamos, monta alguno de los caballos de esos tios- Y escupió en dirección a los dos indios muertos. Me apropié de los dos caballos y cabalgué siguiendo a mi salvador por algunos quilometros. La imagen de mi madre india muerta me torturaba, quería saber que había sucedido a mis amigos, acaso se habian salvado como yo? Varias veces volvi la mirada hacia atrás, pero nadie nos estaba siguiendo, ahora nuestros caballos marchaban lentamente por la vasta pradera, mientras el sol desaparecia en el horizonte. Cerca de la medianoche llegamos a una pequeña cabaña casi en ruinas, después de haber cabalgado durante todo el dia. La cabaña estaba escondida detrás de un peñasco. El

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tipo desmontó y habló en voz baja mientras desensillaba su caballo: -Hogar, dulce hogar. Con un gesto de la cabeza me invitó a demontar y seguirlo. Cargando la silla sobre el hombro entró en la cabaña donde solo había una mesa de patas torcidas, una lámpara apagada, muchas botellas de whisky vacias por el piso, y una cama con un colchón viejo, sudado, hediondo y lleno de pulgas. Una herradura de caballo colgaba del tirante del techo, como un adorno absurdo. En la pared al lado de la cama un cartel me llamó la atención: -Traté de leer: -“Buscado: Bill Morgan”- El tipo ni me miró, siguió sacándose las botas. - Aqui quiere decir “vivo o muerto” en ingles, no? -Aha. -Y usted es Bill…? -Soy Bill Morgan, el bandido que acaba de salvarte el pellejo. - Me encogí de hombros, despues de todo, desde mi punto de vista Sioux:

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si el hombre blanco es malo, y este tipo es buscado por los blancos, entonces debe ser buena gente, me dije. - Mira, no tengo nada para comer, solo vengo aqui para esconderme, de vez en cuando. Puedes dormir en el piso, yo voy a caer en esa cama y dormiré una semana, estoy demasiado cansado. Ya se habia sentado al borde de la cama y se rascaba la espalda con el caño de un revólver. -Si quieres irte, eres libre de hacerlo, solo te pido que no me robes mi caballo, eso me dejaria muy enojado-No soy un ladrón, señor. -Mira que bien, acabo de conocer al único mexicano decente. Y cayó de espaldas en la cama. Yo iba a decir algo pero casi de inmediato comenzó a roncar, se había dormido! Quedé sentado en el suelo de aquella ruína de cabaña durante uma hora más o menos. El hedor era demasiado intenso, por eso decidi dormir afuera,

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entre las rocas, ya habia dormido muchas veces a la intemperie con mis indios, lo preferia asi. Hizo una pausa en su narrativa, para beber un poco más de agua, mientras los recuerdos se amontonaban en su cabeza. Charles y George estaban en silencio, atentos a todo lo que Robert hacía. Charles comentó, sin nada de ironia y muy serio: -Entonces con los indios te llamabas Pequeño Huron, y nunca me lo habías dicho. -Hay mucho más que no sabes, hijo. Los ojos del periodista brillaban, pensaba en la gran historia que publicaría la semana siguiente en el periódico. -Que pasó con el pistolero que le ayudó? - A la mañana siguiente cuando Morgan se despertó lo sorprendí con tres faisanes que yo habia cazado esa madrugada. Había aprendido con mis hermanos Sioux a cazar pequeñas

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aves y mamíferos apenas usando una piedra, fue fácil. Los faisanes abundaban en la pradera alrededor de la cabaña. Yo habia encendido una hoguera para asar las aves, Bill Morgan meneó la cabeza satisfecho con mi actividad, mientras orinaba desde la puerta de la cabaña. - Por acaso tenemos agua por ahi? -Tengo un pozo, no sé si tiene agua limpia, yo lo uso muy poco. Está atrás del peñasco, alli encontrarás un balde si necesitas traer agua. Era agua fresca y buena, me bañé de forma demorada, bebí abundantemente y llevé un balde lleno para la cabaña. Cuando llegué Morgan estaba en la puerta cargando una pala, parecía que acabara de usarla para cavar en la tierra, pero no comentó nada y yo no quise hacer preguntas. Mientras yo preparaba los faisanes Morgan se sentó en una piedra para

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limpiar sus armas: los dos revólveres y un rifle. -Ya sabes lo que vas a hacer? -Pensé en buscar sobrevivientes. -Volver a la aldea ahora es suicídio, debes esperar algunos dias. Aqui estás a salvo, es más de un dia de viaje hasta el vallecito. Permaneci en silencio pensando, Morgan parecía esperar alguna decisión de mi parte. - Puedes quedarte aqui el tiempo que desees, yo dentro de tres dias voy a viajar por una semana y después regreso. Tengo negocios para resolver. - Aún no ha preguntado mi nombre. -Para mi te llamas Chamaco, el Mexicano. No me interesa si eres Pablito o Paco Chiquito. Y asi fue, a partir de ese momento me llamé Chamaco, el Mexicano. Tres dias después Morgan se marchó como había dicho. Quedé solo en aquel lugar miserable, no tenía para donde ir, en mi cabeza se alternaban

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dos lugares: la aldea Sioux y Paraguay. Mi tierra natal quedaba demasiado lejos y yo no tenia dinero para ese viaje, ni siquiera sabía como comunicarme con mi madre en Asunción. A veces me imaginaba a mi padre en compañia de mi madre, ambos esperando mi regreso en casa. Y si mi padre no estuviera muerto, y yo me engañé aquel dia? Después de todo yo era apenas un chico de siete años, podria haberme equivocado, talvez mi padre solo estaba desmayado. Ese pensamiento me consolaba, era agradable imaginarlos a los dos abrazados, pensando en su hijo. Recordar como era yo al comienzo de esta aventura, me hacia darme cuenta como habia cambiado desde entonces, todo se lo debia a mi familia india sin dudas. Eso transportó mis pensamientos hasta los Sioux. La aldea estaba más cercana que Paraguay, pero existiria aún una aldea? Me prometi a mi

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mismo regresar para saber si alguien habia sobrevivido. Esos dias de soledad me ayudaron a poner en orden mis pensamientos, a pesar de ser un niño aun, habia madurado prematuramente, confiaba en mi mismo, sabia defenderme en ese ambiente hostil. Todas las mañanas cazaba faisanes en la pradera, a veces una ardilla completaba la dieta, junto con alguna fruta o raices que los indios me habían enseñado a reconocer. Sentía necesidad de comer pescado, que era un alimento común entre los Sioux, pero no habia ningun riachuelo en las proximidades, por lo que debia aceptar la falta de ese alimento. La semana transcurrió en esa rutina y de repente una mañana llegó Morgan, cargando una alforja que parecía muy pesada. Antes de desmontar me arrojó un paquete que recogí en el aire. -Es para ti, Chamaco.

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Abrí el paquete y vi que se trataba de ropas, y un paquete de sal. -Para que no circules por ahi vestido con ropas de indio, no es gran cosa pero creo que te caerá muy bien. - Gracias, no debía comprarme nada. Casi se cae del caballo de tanto reirse: -Comprar? Yo no compro, Chamaco. Cuando preciso de algo, voy y lo tomo prestado!. Preparando un cigarro bajó del caballo y entró en la pocilga, mientras yo miraba la camisa branca y el pantalón negro que me habia “comprado”, también habia un par de botas marrones y un ridículo sombrero de copa alta. -Por lo menos la sal hacia falta- Pensé, saboreando por anticipado los faisanes asados y bien condimentados. Cuando entré Morgan ya se habia dormido y roncaba a toda voz. Esa noche dormí, como ya era costumbre, en una cama improvisada en el exterior de la cabaña, en el peñasco.

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A la mañana siguiente se repitió la escena de los faisanes para desayunar, Morgan orinando desde la puerta de la cabaña y después limpiando las armas. Pero esta vez hubo algo diferente, me reveló donde había ido esa semana: -Hice un trabajo muy productivo en Newton, es una ciudad pequeña que hay a tres dias de aqui. -Que tipo de trabajo? -Un banco, hice una “retirada de capital”. -Robó un banco, quiere decir? -Si asi lo quieres, a mi me gusta ser refinado con algunas palabras, por eso prefiero decir que efectué una retirada de capital. Inclinó el cuerpo para un lado y soltó un sonoro pedo mientras limpiaba un revólver. -Se me escapó un tiro, Mexicano!!- Su risa barullenta hizo ecos en el peñasco.

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Sacó de la alforja una botella de whisky y bebió un largo trago directo de la botella. -Mira mi capital, chico!- Derrubó todo el contenido de la alforja directo al suelo, una lluvia de dinero se desparramó, habia algunas monedas que brillaron al sol. -Que piensa hacer con tanto dinero, Morgan? -Mi sueño es ir para el este, instalarme en una gran ciudad y abrir algun comercio, rodearme de mujeres y vivir borracho hasta la muerte. Sonrei al imaginarme a ese pistolero tomando baño todos los dias y vestido con trajes elegantes. – Es un bello sueño, Morgan, pero precisará más dinero que todo eso. - Hay mucho más escondido, pero todavia será necesario hacer uno o dos trabajitos. Después me retiraré, chico, a vivir en gran estilo! Sacó uma caja de municiones para revólver y se puso de pie, cargó el arma y dió algunos pasos, apuntó

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para una rama de arbol a unos treinta metros y disparó. La rama pareció cobrar vida, se desprendió del arbol y salió volando por varios metros hasta caer. -Que tal eso, viste?- Hacía girar el revólver en el dedo –Hay que estar preparado, y para eso debo practicar, Chamaco. - La práctica es importante, si. -Ya usaste una de estas antes? -Nunca, solo he usado armas indias. Bebió un trago de whisky, sonrió divertido y me ofreció el revólver. -Vamos a ver, Chamaco, trata de darle a aquella rama alli, la ves? Nunca supe por qué me senti tan bien al tomar aquella arma en la mano, su peso me dió una sensación de poder inesperada, empuñando aquella enorme arma parecia que yo siempre habia usado un revólver. Casi ni apunté, fué automatico, levanté el arma, miré el blanco y apreté el gatillo, todo en menos de un segundo. La rama del arbol voló al ser

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alcanzada por el proyectil. Morgan quedó de boca abierta. -Fué suerte de principiante ou eres un maldito mentiroso, Mexicano! Un poco borracho, buscó con la vista hasta encontrar algo que señaló con la botella: -Trata de darle a la piedra pequeña, allá abajo -Estaba mucho mas lejos que la rama del arbol, Morgan queria verme errando, claro. Esa vez también fui rápido y la piedra saltó al ser alcanzada. -Eres un pistolero natural, Chamaco!! Has nacido para esto! Yo le devolví el arma y él me dió uma fuerte palmada en la espalda, riendo feliz, entonces disparó dos veces en rápida secuencia, alcanzando una piedra próxima a la que yo habia acertado antes. Sonrei haciendo un gesto con la cabeza, aprobando su magnifica punteria y me guiñó un ojo inyectado de sangre por el exceso de whisky.

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Pocos dias después Morgan se marchó nuevamente, pero esta vez regresó en dos dias. Pero no estaba solo. Volvió acompañado por otro pistolero, tan sucio como él. Estaba anocheciendo cuando supe que estaba de regreso mucho antes de ver su silueta, porque pude olerlos. Llegaron y saltaron de sus caballos riéndose felices y sacaron dos sacos enormes de dinero. Encima de una piedra, se repartieron el dinero, mientras bebían whisky y fumaban. Apenas me dedicaron una mirada rápida, solo tenían ojos para los dólares. El socio de Morgan se llamaba Tom, nunca supe su apellido. Apenas me miró sin ningun interés y no dijo nada. Comprendi que para él yo no significaba nada, no me cayó simpático desde el comienzo. Mirando através de las capas de tierra, suciedad y barba, calculé que tendría unos cuarenta años. Apenas

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sus armas estaban limpias y relucientes. -Tom, me voy a dormir, tu vas a partir ahora o te quedas por aqui?- Dijo Morgan con voz cansada. -Creo que dejaré descansar el caballo y viajo mañana. -Si lo deseas, el Mexicano puede prepararte algo para comer y después duerme por ahi. El faisán es la especialidad de la casa, te va a gustar. Como yo no tenia ningun interés en ser cocinero de ese tipo, me las había arreglado para desaparecer sin que lo notaran. Media hora después noté algo extraño. Yo estaba semi dormido entre las rocas del peñasco, cuando veo que Tom saca su arma para esconderla en la alforja. Me puse en alerta de inmediato, un señal de alarma sonó en mi interior. Tom observó para todos los lados, tal vez para saber si yo estaba cerca, después se puso de pie con cuidado. Arrojó al

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fuego los restos del faisán que comia y caminó sigilosamente para la puerta de la cabaña, cargando la alforja en sus manos. En el acto comprendi sus intenciones y sin pensarlo dos veces le lancé una piedra de buen tamaño que le acertó en la nuca. Cayó como fulminado por un rayo, empujando la puerta para derrumbarse ruidosamente en el interior de la cabaña. El estruendo despertó a Morgan de forma instantanea. Se sentó en la cama ya con un revólver en la mano gritando: -Que diablos haces? Al caer, Tom soltó el revólver engatillado que traía oculto en la alforja y el arma se habia deslizado por el piso de la cabaña, hasta detenerse al lado de la cama. Morgan comprendió sus intenciones. Yo llegué corriendo mientras Morgan desarmaba a Tom, que recobraba los sentidos lamentándose en voz baja, un hilo de sangre le corría por la espalda desde la cabeza.

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-Hijo de una perra, querías todo el dinero para ti, eh? -Yo solo quise entrar para dormir aqui…no entiendo lo que pasó. Morgan le dió un golpe en la mandibula que lo levantó del piso y lo hizo volar para afuera de la cabaña. -Si no fuera por el Mexicano me habrías asesinado, maldito. Tom me lanzó una mirada asesina, al comprender que había sido yo quien lo golpeara. Murmuró con rabia: -Desgraciado grasiento, te voy a matar. Morgan sonreía al decirle: -Creo que te voy a entregar para el Chamaco, Tom. Yo no dije nada, apenas esperaba para ver lo que haria Morgan. -Sabes Tom?, vas a recibir tu castigo. Recogió las alforjas de Tom con el dinero y llevó todo para la cabaña, después tomó las armas de Tom y me las dió. -Esto es para ti, te has ganado tus primeras pistolas, chico!- Pensó por

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un momento y entró con paso decidido a la cabaña. Salió enseguida cargando dos paquetes de dinero. -Esta es tu parte, bienvenido al bando, chico.- Y me entregó el dinero. Volviéndose para Tom, que estaba sentado en una piedra con una mano en la mandíbula, dice: -Y ahora, qué hago contigo? Yo me habia colocado el cinturón con los dos Colts y examinaba las armas, pero estaba atento a todo lo que sucedía. Morgan bebió um trago de whisky, eructó de forma ruidosa y exclamó: -Al diablo, te lo dejo, Mexicano, es tuyo. Y se fué a dormir de nuevo, cerrando la puerta a su espalda. Alli quedamos los dos, uno a cada lado de la hoguera que se consumia con pocas brasas y un mar de cenizas. La luz pálida del fuego iluminaba la escena, Tom me miró con ojos entrecerrados, me recordó una serpiente pronta para atacar.

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Al mirarlo adiviné lo que vendria a seguir. Traté de buscar otra salida para esa situación, pero sabia que ahora Tom era mi enemigo mortal, si no nos enfrentábamos esa noche, tendríamos que hacerlo después… acaso era eso lo que Morgan queria? En silencio saqué uno de los revólveres y se lo arrojé a los pies. Tom sonrió con desprecio, le parecía increíble que yo fuera tan burro al extremo de darle esa oportunidad. Desde su punto de vista, un adolescente mexicano nunca podría ser más rápido que él. Se agachó despacio y yo me puse de pie: -Levante esa arma despacio y colóquela en su cintura. Con movimientos teatrales y arrogantes, Tom colocó la pistola en el bolsillo de su pantalón. -Y ahora qué, niño? Quedamos frente a frente. Me sorprendi al notar que yo no estaba nervioso ni ansioso, parecía que toda

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la vida había hecho eso. Estaba cómodo y decidi esperar que tomara la iniciativa. Nos miramos sin hablar y de repente Tom se movió como un rayo…para tener el pecho atravesado por una bala en el mismo momento. Yo disparé, hice girar el arma en el dedo dos veces y la devolvi a su lugar en el cinto, todo de forma automática. Tom cayó de rodillas, su arma se deslizó de los dedos, me miró com expresión incrédula, y cayó muerto para adelante. En ese momento comprendi que Morgan tenía razón: yo había nacido com esa maldita habilidad para las armas, tal vez heredada de mi padre. Desde el interior de la cabaña, Morgan dijo en voz alta: -Mexicano, acaba rápido que quiero dormir!. Ciertamente esa noche Morgan durmió tranquilamente, yo, por lo contrario, no pude hacerlo.

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Al dia siguiente tuve trabajo extra: sepultar el cuerpo de Tom. Cuando acabé de bañarme y después de cazar un faisán con una pedrada, Morgan me aguardaba al lado del fuego que habia encendido. Parecia feliz al mostrarme un saco de frijoles. -Frijoles para mudar el menú!. Chico, te mereces las armas y el dinero, quiero que vengas conmigo para el próximo trabajo. - Creo que no, Morgan. -Te falta coraje acaso? -No, es que prefiero comprar y no tomar prestado lo que me gusta. Una fuerte carcajada resonó por el peñasco haciendo varios ecos. -No tienes pelos en la lengua, muchacho. Eso me gusta! Y con una fuerte palmada en la espalda acabó la conversación. Ya estaba adentro de la pocilga, cuando gritó: -Por lo menos podrías acompañarme hasta Abilene, no tienes que participar del trabajo, solo quiero

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tomarme una cerveza contigo en el Saloon. -Voy a pensarlo.- Yo nunca había bebido cerveza en mi vida. -Son dos dias de viaje, tienes dos poneys indios- Pareció darse cuenta de algo –Quédate con el caballo de Tom, yo no lo preciso. En dos minutos se escuchaban sus ronquidos, profundamente dormido.

Capitulo V: LOS TRABAJOS DE MORGAN El tiempo pasó rápido, Morgan continuaba con sus trabajitos. Desaparecía algunas veces hasta por dos semanas, y al volver siempre

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quería convencerme para participar de su estilo de vida. Cuando él estava ausente, yo me dedicaba a explorar la región, yendo cada vez mas lejos. Hasta que cierto dia, tres veranos después, me atreví a cabalgar hasta las cercanias del viejo campamento Sioux. Después de tres años, el tiempo habia apagado las marcas de la batalla. El riachuelo continuaba corriendo ladera abajo, indiferente a las pasiones humanas, la naturaleza era la misma, los mismos árboles que un dia me vieron correr feliz en la compañia de mis hermanos, las mismas rocas, el mismo paisaje. Solo faltaban las personas. No vi señal de vida en ninguna parte, si alguien logró escapar del masacre, había emigrado para otras regiones. En mi interior siempre mantuve viva la esperanza de encontrar a mis hermanos indios viviendo en aquel lugar, todo habia sido apenas un sueño ingenuo. Permaneci alli todo el

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dia y la noche, sumergido en mis recuerdos. Dormi en el exacto lugar en que un dia estaba la vivienda de mi madre india. Esa noche soñé que estaba de regreso a la aldea, que todos mis amigos me rodeaban sonrientes, y la voz de Pluma de Aguila susurraba una y otra vez en mi oido –Es hora de partir, Pequeño Hurón. Un dia nos veremos de nuevo… un dia nos veremos otra vez… Al amanecer abandoné aquel lugar con el corazón triste, cabalgaba lentamente. Antes de descender una ladera, me volvi para contemplar aquel vallecito por última vez. Dos dias después estaba de regreso a la cabaña de Morgan, durante el trayecto habia tomado una decisión: acompañaria a Morgan en su próximo viaje hasta Abilene. Pero me prometí a mi mismo no participar de ningún “trabajito”. Solo quería conocer la ciudad, después de cinco años alejado del mundo del hombre blanco.

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Cuando se enteró de mi decisión, Morgan quedó muy entusiasmado, mencionaba todo lo que podria hacer en la ciudad, su entusiasmo me recordaba mi padre antes de cada caceria. Dejé mis poneys indios en la cercania de la cabaña, con agua y alimentos suficientes, e inciamos la marcha. Fueron dos dias de lenta cabalgata por praderas y fértiles valles regados por riachuelos y lagunas, en dirección sur, siempre escuchando los sueños y planes de Morgan para cuando fuera rico y respetado. Durante en viaje no encontramos a nadie, la región estaba deshabitada, apenas observamos algun rancho y plantaciones a lo lejos, faltando pocas horas para llegar a Abilene. La ciudad no era más que un amontonado de casas, una iglesia, un saloon, algunos establos y muchos corrales para el ganado, un puesto de diligencias, un almacém de Ramos Generales, un hotel y la oficina del

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Sheriff. Creo que aquel dia habia más vacas que personas en la ciudad, los corrales estaban llenos. Abilene tenia una calle principal bordeada por algunos arboles, debajo de los que dormían perros y borrachos sin ser molestados. Yo tenía toda la aparencia de un americano, con mis ropas de vaquero, el sombrero de Tom, mis armas relucientes, y mi larga cabellera atada para atrás, estaba entonces con 17 años de edad, ya hacía tres años que vivía con aquel pistolero que una vez salvó mi vida. Morgan era la imagen viva de un vagabundo necesitando un baño con urgencia, pero parecía no llamar la atención de nadie en la ciudad. Para mi todo era una maravilla, era agradable estar otra vez entre las personas. Instintivamente buscaba el rostro de alguien conocido que me dijera como estaba mi madre en aquel momento, pero luego percebi lo absurdo de ese

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pensamiento. Morgan habló en un tono casual: -Mira, allí es el saloon, vamos. Seguí a mi amigo y entramos en el saloon en penumbras. Cuando mis ojos se acostumbraron a la poca claridad del interior, vi un barman gordo con un bigote que parecia luchar contra las mejillas gordas que lo presionaban contra una boca chiquita y apretada. Le corría el sudor por la frente. En el outro extremo del mostrador estaba una mujer flaca, de rostro exageradamente pintado, bebiendo alguna cosa marrón y siniestra. Vi dos o tres mesas vacias, dos borrachos dormian sentados con la cabeza apoyada contra la pared. Arriba de sus sombreros un ejército de moscas volaba en circulo. Yo nunca había entrado en un Saloon en mi vida, caminé detrás de Morgan quien, con andar lento y confiante contornó una mesa para llegar al mostrador, delante del gordo. Escupió

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ruidosamente dentro de una sucia escupidera estrategicamente instalada al pie del mostrador y mostrando una sonrisa ordenó: -Whisky. El gordo se movió con dificultad y nos sirvió dos whiskys en unos vasos sucios que estaban olvidados debajo del mostrador. Morgan se bebió su whisky de un trago y ni pestañeó, yo solo conseguí mojar la boca y la sensación fué de fuego quemando mi garganta, mis ojos se llenaron de lágrimas. -Agua, por favor- grité en español. Mi voz llamó la atención de todas las personas que estaban en el Saloon. -Mexicano? - Preguntó el gordo, Morgan apenas hizo un movimiento vago con la cabeza y presentó su vaso vacio. El gordo lo llenó mirándome de soslayo. Morgan susurró suavemente: -El chico está conmigo y quiere agua. Esa frase pronunciada en voz baja sonó como una amenaza, lo que en realidad era, pero logró que el gordo

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se tragara lo que estaba por decir y me sirviera un vasito de agua. -Ahora déjese de joder con esa agua y tráigale una cerveza, está bien? Morgan me dió un golpecito con el codo y murmuró en español: -Casi te expulsa del bar, no son muy amantes de los extrangeros por aqui. -Pero yo no hice nada. -Como que no? Eres mexicano, eso es suficiente por aqui. Morgan se bebió varios whiskys, e entonces se puso de pie hablando en tono muy alto con el gordo: -Mire amigo, yo tengo negocios que atender, le pido que trate bien a mi amigo, él se quedará esperandome aqui. Okey? -Ok .- El gordo tenia suficiente experiencia de vida como para saber con quién estaba lidando, desde el primer momento habia notado que Morgan era peligroso. Cuando se volvió en mi dirección, aproveché para comentar levantando un dedo:

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-La cerveza me gustó, deme outra, señor. Asintió com un gesto, de repente entendía mi español. Me sirvió y volvió para su silla. Me dirigí a Morgan: -Vas a hacer un negocio? Morgan sonrió: -Todavia no, solo tengo un encuentro con algunos asociados que ya llegaron, vi el caballo de uno de ellos en el hotel . Ya regreso. Quedé solo en aquel Saloon, bebiendo cerveza y esperando. Media hora después Morgan volvió acompañado por dos tipos, todos tan sucios y descuidados como él. Las armas, claro, brillaban. Pidieron whisky y Morgan dijo: -Ustedes saben que Tom era nuevo en el grupo, no sé por que diablos permití que me acompañara hasta mi escondite. Tal vez porque el último trabajo lo hicimos apenas nosotros dos, por eso confié en aquel maldito.

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-Yo nunca confié en ese tipo, tenia algo que no me gustaba- Intervino uno de los dos sujetos. El otro tío que habia permanecido callado comentó como al descuido: -Tom era um hermano para mi, ustedes lo saben bien. -Eso quiere decir que tenemos un problema aqui?- Preguntó Morgan bajando lentamente el vaso vacio. El tipo sonrió y le restó importancia al asunto: -No, solo quise decir que Tom era mi amigo, nada más. Si te traicionó, el problema es entre ustedes.- El clima se habia puesto tenso, durante un momento se miraron. El otro trató de enfriar el ambiente: -Bueno, veamos los detalles del trabajo. Se fueron los tres para una mesa y la conversación quedó reservada en voz baja y calma. Yo permanecí en el mostrador con mi cuarta cerveza.

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Ya entendia bastante de inglés para saber que estaban preparando un golpe, pero no sabia donde ni cuando. Esa noche dormí en el Hotel de la ciudad. Hacía años que no dormia en una cama! Morgan se fué con una prostituta, debe haber roncado en la oreja de la pobre mujer durante toda la noche. A la mañana siguiente , bien temprano, Morgan apareció en mi dormitorio, sonriente e feliz. -Chico, hoy es mi último trabajo, si gano todo lo que promete, voy a tener mucho dinero. Me senté en la cama, curioso. -Por eso quiero que salgas de la ciudad, muchos te vieron conmigo y después del golpe la cosa va a calentarse por aqui. Si te relacionan conmigo de alguna forma, puedes meterte en problemas. -Yo queria conseguir una compañia femenina para hoy, no es justo. -Para conseguir una mujer, primero debes aprender a hablar, parar de

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bañarte para oler a hombre, crecer y tener mucho dinero, chico. -Ok, ahora de mañana me voy de la ciudad, pero dime: es el banco? - No, chico, esta vez es mas fácil, hay una diligencia que trae mucho dinero: el pagamento de la Asociación de Ganaderos de Junction City. La diligencia viene desde Wichita y hace una parada aqui en Abilene para cambiar de caballos. -Bueno, que tengas suerte, Morgan. Hizo un gesto con el sombrero y abandonó el hotel. Cuando yo salia de Abilene vi a los tres esperando delante del saloon, sentados en la varanda. Otras personas aguardaban tambien, por lo que el trio no parecia ser muy sospechoso. Regresé al escondite de Morgan, después de dos dias de viaje. Después del trabajo Morgan vendría para su escondite… pero no apareció. Dos dias más pasaron y al amanecer, cuando iba a buscar agua, vi un jinete

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llegando. Desde lejos noté que no era Morgan, algo no estaba bien. Cuando se aproximó reconocí a uno de los tipos que estaban con Morgan en el Saloon de Abilene. Era el que decía ser amigo de Tom. Sin desmontar detuvo el caballo y me saludó en inglés: -Hola mexicano, tienes en ese balde un poco de agua? -Morgan no vino con usted?Pregunté en español y pareció entenderme. -Morgan fué capturado por el sheriffDijo mientras bebía agua directo del balde, dejando el líquido correr por su barba hasta mojarle la camisa. Noté que de soslayo miraba mi cintura, para saber si yo estaba armado. Esa simple mirada activó en mi mente el señal de alarma, yo habia dejado mis armas en la cabaña. El tipo me entregó el balde y desmontó, parecia menos tenso al comprobar que yo estaba desarmado. -Que pasó?- Pregunté sin moverme.

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-Nos estaban esperando, alguien nos traicionó, fué una emboscada. Yo no estaba seguro de haber entendido todo lo que decía, pero era extraña aquella situación, fingí que me habia tragado su historia. -Yo iba a cazar algo para el desayuno. El tipo no me respondió, en vez de eso caminó en dirección a la cabaña. Aguardé que desapareciera en el interior para correr rápido para atrás del peñasco, donde habia dejado mi cuchillo en el lugar en que acostumbraba dormir. Lo coloqué en el cinturón, oculto a la espalda y con aire ingenuo regresé caminando despreocupadamente. El tipo estaba en la puerta de la cabaña, su mirada penetrante trató de adivinar mis intenciones. -Ya cazó los faisanes? -Claro que no, necesito mis armas para eso. -Están aqui, en la cabaña- Pero no se movió para cederme el paso,

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entonces me hizo una pregunta desconcertante: -Sabes donde está el dinero que Morgan guarda aqui? Yo habia entendido perfectamente, pero pregunté en español: -Como? No le entendí. -Morgan me mandó para buscar el dinero que esconde aqui, creo que planea contratar un abogado o sobornar algún sheriff. -Yo no sé de que está hablando, Morgan nunca mencionó algún dinero escondido. -Creo que mientes, chico. La conversación se había transformado en un interrogatorio: -Dime donde está escondido el dinero.- Insistió. -Como logró escaparse usted de la emboscada?- Contaataqué. -Soy rápido y pude escabullirme a los tiros. - Y como pudo hablar con Morgan antes de escapar?- Ahora era yo quien interrogaba.

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-Oye grasiento, yo no voy a darte explicaciones a ti!- Se irritó. Escupió en el fuego y me miró con sus ojitos chicos y peligrosos: -Apenas te diré que Morgan me mandó por el dinero!- Gritó amenazante. -Y no le explicó donde lo esconde? Es muy extraño - Dije con voz calma. Esta vez fué él quien pensó no haber entendido mi español. -Como? Hizo un gesto para ajustarse el sombrero y al hacerlo alejó la mano derecha de la funda, era la oportunidad que yo esperaba. Salté rápido para atrás de la roca que estaba a mi espalda. Corri veloz para el peñasco. Escuché al tipo gritando e insultándome. Cuando corrió ya no podía alcanzarme, propositalmente dejé que me viera subir por entre las rocas. Una bala silbó y chocó ruidosamente contra las piedras. Yo sabia que él vendría corriendo. De un

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salto abandoné el pequeño caminito que subía por las rocas y me dejé caer del otro lado, eran unos tres metros de caída pero no tuve problemas, mi cuerpo liviano me ayudaba en esos saltos. Escuché el ruido de sus espuelas subiendo por las rocas y supe que lo había engañado. Corrí con todas mis fuerzas para rodear el peñasco y volver a la cabaña por el otro lado. Después de colocarme el cinto con mis armas, me sentí mejor. Calmamente caminé para la hoguera donde el fuego lentamente se consumía en brasas. Sentado en una piedra esperé sin esconderme. Veinte minutos después escuché la respiración agitada del tipo que, cansado de buscarme escalando rocas, volvía para la cabaña. Tal vez había decidido buscar él mismo por el dinero escondido o, quen sabe, se había percatado de su descuido al haber dejado mis armas en la cabaña. Al doblar por la roca grande se vió

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cara a cara conmigo a menos de cinco metros de distancia. Se detuvo como fulminado por un rayo. Yo estaba sentado tranquilo, las armas enfundadas y me entretenía revolviendo el fuego con un palito. La mirada experta del pistolero se clavó en las culatas relucientes que brillaban en mi cinturón. Caminó despacio hasta unos tres metros de distancia, en ese momento me levanté y pregunté con suavidad: -Fué Tom quen te dió la ubicación de este escondite, no? -Las cartas estaban sobre la mesa y decidió ser sincero: -Tom era como un hermano para mi, y ustedes lo mataron. -Por eso entregó a Morgan… -Por eso lo entregué, y porque no era un buen socio a la hora de dividir el botin. Morgan siempre imaginó ser superior a los demás. -Y por eso está aqui, para robar el dinero de Morgan.- El tipo miró hacia

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un punto en la loma que rodeaba el lugar y sonrió con sarcasmo. -Si, pero no vine solo. Esa vez fué mi turno de sorprenderme, una voz se oyó a mi izquierda, me volvi de lado y vi que en la loma habían dos jinetes, en el pecho de uno de ellos brilló una estrella. - No se tragó la historia que conté, vengan! – Gritó el tipo llamando a los dos jinetes. Tenia que moverme rápido o sería asesinado allí mismo: Con una única mirada comprendimos que la hora de las palabras se había acabado. Desenfundamos rápidos pero mi arma fué la única que ladró… dos veces. El tipo cayó despacio, se encogió para el frente hasta caer muerto. Al oír el disparo los otros clavaron las espuelas para galopar en mi dirección empuñando sus armas. Giré la cintura sin dar un paso y acompañé el movimiento de los dos caballos con mi arma, sin prisa. Ellos ya disparaban pero sin hacer

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puntería, una lluvia de balas chocaba ruidosamente por todas partes sin encontrarme. Algunas acertaron en la hoguera y una lluvia de chispas saltó alegremente. Entonces apreté del gatillo dos veces. El sheriff cayó fulminado, el otro se dobló encima del caballo y trató de alejarse, pero cayó después de algunos metros. Quedé alli, de pie, con mi pistola en la mano, pensando en lo que acabara de suceder: Habia matado a un sheriff. No sabía quienes eran esas personas, pero sabia que ese tipo - no sabia su nombre tampoco - era un traidor. Los otros dos debían ser un sheriff y algún ayudante corruptos, que estaban detrás del dinero de Morgan. Alguien más sabría sobre ese dinero? Imaginé que Morgan, durante alguna borrachera mencionara sobre su dinero y sus proyectos. Algunas orejas traicioneras debieron escucharlo y el resto es fácil imaginarlo.

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Yo tenia que desaparecer, el escondite ya no era seguro, pero para donde podia irme? Solo tenia algún dinero que Morgan me diera, pero era poco… Necesitaba más dinero para poder escapar, irme lejos… quien sabe volver para mi país. Habia mucho dinero escondido en alguna parte. Me senté a pensar mientras cargaba el revólver. Yo habia visto a Morgan varias veces con una pala yendo para el lado del peñasco. No podía ser cerca del pozo de agua, debia ser para el otro lado. Busqué un lugar donde hubieran cavado la tierra recientemente, pero no lo encontré. Durante casi una hora recorri aquel lugar lleno de rocas. Fué entonces, cuando ya estaba desistiendo, que vi una piedra que parecía haber sido movida, era grande pero una única persona podría moverla del lugar. Cuando lo hice, allá abajo vi un pozo de medio metro de profundidad, mas o menos.

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Estiré el brazo y mis dedos tocaron una caja. La saqué del pozo. Adentro estaba todo el dinero que Morgan habia guardado para su futuro: conté cincuenta mil dolares. Me senté en el suelo perplejo, tomando consciencia de la nueva situación. Poco a poco la idea tomó forma en mi cabeza: tenia mucho dinero en mi poder. Ahora podría volver a Paraguay, después de nueve años perdido en los Estados Unidos.. -Fué para Paraguay entonces? Interrumpió George. El anciano hizo una pausa recordando: -Quería saber cuál había sido el destino de Morgan antes de usar su dinero, entonces fuí para Junction City, era una ciudad cercana a Abilene, ciertamente alguien me diría lo que había ocurrido alli. Cabalgué durante tres dias tratando de no ser visto, acampando por las noches sin encender fuegos, desviandome de algun rancho

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ocasional que encontraba por el camino. Cuando llegué a Junction City comprobé que se trataba de otra ciudad pequeña dedicada casi exclusivamente a la ganaderia. Me dirigí al Saloon. Al entrar noté que había mucha gente y el asunto de conversación era uno solo: guerra. Me enteré que el nuevo presidente, Abraham Lincoln, había decretado la abolición de la esclavitud y que los estados del sur habian reaccionado declarando la independencia con el nombre de Estados Confederados, nombrando a un tal de Davies como presidente. Con calma me acerqué a un borracho y lo interrogué después de pagarle un whisky que se bebió de un trago. Fué asi que conoci el destino reservado para Morgan, sería ahorcado en Abilene, también escuché decir que habían muerto unas seis personas en el tiroteo y que un mexicano era buscado por la ley.

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No sé si el borracho me dijo la verdad, si exageró o si lo inventó todo para ganarse otro whisky, pero no me arriesgué y decidi partir de la ciudad. Cabalgué un dia hasta Newton donde compré provisiones para el viaje, vendi mis dos caballos indios y continué viaje. En Kansas City tomé la diligencia hasta Saint Louis donde permaneci un mes viviendo en gran estilo, compré ropas mejores, me hice un corte de cabello que hacia mucho estaba necesitando. Cenaba casi siempre en un gran restaurante, donde ofrecían platos refinados y muy variados. Ese estilo de vida me traía recuerdos de mi padre. Escondi mis pistolas y el cuchillo indio en las valijas junto con mi equipaje de viaje. En el Este las personas no andan com armas en el cinturón, por eso me acostumbré a llevar siempre una pequeña pistola Derringer escondida debajo del saco que vestia. Desarmado me sentía demasiado vulnerable. Finalmente continué viaje

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de tren desde Saint Louis hasta Nueva York. Recuerdo haber leído sobre lo sucedido en Abilene en un periódico a bordo del tren, mientras almorzaba. El titular decia “El masacre de Abilene” Hablaban del pistolero Morgan, y confirmé lo que me había dicho el borracho de Junction City: Morgan sería ahorcado el fin de mes en Abilene. Había una serie de anecdotas sobre la vida del pistolero, asaltos, asesinatos y fugas espectaculares, muchas de las cuales me parecieron fantasia de periodista para agradar a sus lectores. Unas líneas me llamaron particularmente la atención, mencionaban a un misterioso mexicano como siendo el único miembro del bando que había conseguido escapar. No había ninguna palabra sobre el sheriff muerto en el escondite … Ciertamente alguien me había visto junto con los tipos del bando en el Saloon o en el hotel de Abilene y no importaba que yo no participara del

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asalto, si estuve con Morgan el dia anterior, era culpable también. Por instinto miré para los dos lados con cuidado, nadie parecía darme la menor importancia en aquel vagónrestaurante. Tenía que dejar para atrás esa parte de mi vida, yo no era un ladrón asesino! Arrugué el periódico y lo lancé por la ventana del tren.

Capitulo VII: PASIÓN EN NEW YORK. Apenas chegué a Nueva York vi que el asunto del momento aqui también era la guerra civil: el país estava dividido y en armas. La estación era un caos, una multitud agitada se apretaba en aquel enorme hall, a duras penas pude llegar hasta una ventanilla para saber como podía ir

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para el puerto. Cuando finalmente pude llegar a la zona portuaria en un carruaje de alquiler, descubri que la guerra me afectaba directamente porque no había ningún barco previsto por el momento para el Rio de la Plata. Se habían suspendido las lineas de pasajeros por causa de la guerra. El sujeto me aconsejó esperar durante algunos dias hasta que las cosas se aclararan. Envié un telegrama para mi madre, con la esperanza de entrar en contacto con ella después de tanto tiempo. Le conté todo, ella tenía derecho a conocer el destino de mi padre. El puerto también era una enorme confusión de personas. Grupos de inmigrantes se apretaban en largas filas delante de oficiales de la aduana, aqui y allá se hablaba de batallas entre las tropas del Sur y la Unión, los confederados habían atacado Fort Sumter. También escuché rumores de fuertes combates en Virginia. Yo

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apenas escuchaba discretamente sin intervenir en las conversaciones, quería continuar anonimo entre la multitud. Algunas personas, acompañados por oficiales de policia, hablaban con grupos de inmigrantes a gritos, ofreciéndoles un papel para firmar, abordando a todos los hombres jóvenes que veían. Trataban de reclutarlos para el ejército a cambio de documentación y ayuda para sus familiares! Familias enteras se agrupaban alrededor de algunas viejas valijas, esperando por algo o por alguien. Por todas partes se veían rostros infantiles fugaces, mezclados entre la multitud esperando un descuido para robar alguna cosa. Era Nueva York. Me hospedé en un hotel de clase pero sin llegar a ser de los mejores, apenas quería poder vivir bien sin llamar la atención y principalmente sin meterme en problemas. Se escuchaban rumores de luchas en algunos barrios, de pandillas de

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marginales organizados que controlaban partes de la ciudad, había personas que se negaban a ser reclutados para la guerra. La corrupción era grande en la Nueva York de esos años. Tuve una gran decepción al saber que tendría que esperar alrededor de seis meses para embarcar para Montevideo. Al dia siguiente consegui que el hotel me cobrara un valor mensual y no diario, lo que me ahorraría un buen dinero. El hecho de que yo estuviera con una pequeña fortuna no significaba que iría a gastarla de forma desordenada, decidi organizar mi vida para los próximos seis meses. Guardé los cincuenta mil dólares en una valija con candado que coloqué en la parte de atrás de un gran ropero, en mi quarto. Ahi estaría seguro contra la curiosidade de alguna fajinera del hotel. En mis bolsillos solo llevaba dinero suficiente para los próximos dias.

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Envié nuevos telegramas para mi madre en Paraguay, y le mandaba mi dirección para recibir su respuesta, pero los dias pasaban y no llegaban noticias. En esas primeras semanas en Nueva York mi rutina era levantarme temprano por la mañana y comprar periódicos para estar bien informado. Tenía la esperanza de que, por algun milagro, pudiera encontrar algun medio para viajar antes de los seis meses previstos. El almuerzo era siempre en un restaurante cercano al hotel , donde acabé haciendo amistad con los meseros y algunas personas que diariamente frecuentaban ese lugar. Descubri que con dinero en el bolsillo dejaba de ser um “grasiento” y me trataban de igual para igual. Además ya estaba hablando un ingles aceptable, a pesar del acento que no conseguia esconder. Por las tardes daba paseos en carros de alquiler o en algun parque.

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De noche cenaba o iba a algun lugar para distraerme. Conoci la agitación de Broadway donde visité el teatro por primera vez. No entendi la pieza, creo que era sobre la vida de una gorda que gritaba mucho y que perdía su amor, debía ser una obra muy buena a juzgar por los prolongados aplausos del público cuando finalizó. Esos aplausos me despertaron. Una noche mientras caminaba de regreso al hotel se me acercó un tipo con una gran cicatriz en el rostro y me dijo en voz baja: -Deme su dinero o saco mi arma y lo mato. -Como dijo?- Pregunté en español fingiendo no entender. El pobre tipo miró para los lados, no habia nadie cerca, y muy nervioso comenzó a repetir: -Deme su dinero o sac… Mi Derringer habia aparecido como por milagro y le apuntaba directo a la nariz. Quedó alli a mi lado,

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paralizado, con su rostro muy cerca de mi oreja, sin saber lo que hacer. -Que es eso que cuelga de su cintura?pregunté también en voz baja. -Es…es la cadena de mi reloj. -Me gustó, démela- Y le apreté el caño de mi arma contra la nariz con fuerza. -Rápido, y me entrega todo lo que tenga en los bolsillos, vamos! El ladrón fracasado estaba pálido, me dió algunos dólares, el reloj y un pañuelo sucio, le temblaban las manos. -Donde está su arma, démela! -No… no tengo arma, yo estaba blefando… Sonrei al mirar la cara asustada del pobre tipo y lo dejé ir. Se fué casi corriendo y mirando para atrás a cada paso con su triste figura. En la esquina siguiente dormía un mendigo anciano, sin despertarlo le dejé todo lo que yo habia robado al ladrón, y continué mi paseo sintiéndome feliz y de muy buen humor.

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Nueva York era el paraíso para todo tipo de ladrón barato, aprovechadores y estafadores de toda clase, que abundaban por todas partes. Un sábado por la tarde, disfrutando del sol en un dia de temperatura amena que aliviava el rigor de aquel otoño, decidi dar una caminada por una alameda con muchos arboles. Habia bancos donde las personas se sentaban a charlar al sol, un cesped por donde pasaban trotando algunos señores muy estirados en sus caballos de raza. Muchas damas con sus perritos insignificantes- también de raza pura- caminaban exibiéndose debajo de los arboles. A cada pocos metros, faroles de querosene apagados anunciaban que ese era un lugar civilizado. Había una gran multitud de personas y senti el placer en mezclarme con esa sociedad. Yo vestía un traje azul de calidad pero sencillo, sin los exageros de la moda de esa época. No llevaba sombrero a

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pesar de que la moda asi lo exigía, pero me gustaba recibir el sol en la cabeza con el cabello corto. Caminaba de forma despreocupada, y estaba apreciando la calidad de unas manzanas que una señora vendía en un carrito, cuando escuché un grito de mujer un poco más adelante, entre la multitud. -Ladrón, se lleva mi bolsa!- Gritaba una mujer. Yo estaba con una manzana en la mano cuando un chico de unos doce años pasó a mi lado corriendo descalzo. Llevaba una cartera femenina. Las personas lo miraban pasar sin hacer nada. Un gordo de bigote que estaba cerca mio solo recogió la barriga para que el muchacho no lo empujara, pero nada más. De repente mi aprendizado Sioux sugió en mi, me vi de nuevo en la pradera con una piedra en la mano cazando una ardilla. Dejé que se distanciara más de veinte metros y le lancé con fuerza la manzana, que pasó zumbando por entre las cabezas

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de algunas damas que observaban todo y acabó estrellándose en la nuca del chico que corria. El pobre ladroncito cayó al suelo y allí quedó sentado medio tonto. Una joven y una señora gorda bajita pasaron corriendo por mi y llegaron donde el pobre chico ya había sido rodeado por las personas. Le pagué la manzana a la vendedora que sonreía divertida, varias personas me aplaudieron y me aproximé al lugar donde el ladroncito estaba casi siendo linchado por dos o tres tipos de cuellos estirados y gestos arrogantes. -Este ladrón debe ser usado como ejemplo, hay que castigarlo! La joven habia recuperado la bolsa y se la dió para la mujer bajita que parecía estar muy nerviosa, cuando yo me aproximé. -Estan todos bien? – Pregunté con las manos en los bolsillos. La joven se me aproximó sonriendo:

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-Muchas gracias señor… - La bajita le hizo eco, agradeciendo, pero yo no la escuchaba, sólo tenia ojos para aquella joven. Era una mujer de unos 20 años, parecía ser más alta que yo, pero eso podía ser engaño debido a aquel sombrerito azul pequeño y gracioso que llevaba en la cabeza, sus cabellos eran rubios casi dorados, um poco recogidos para arriba y el resto caía en rulos sobre sus hombros, tenía ojos celeste claros, su rostro estaba salpicado por pecas, lo que le daba un aire travieso e infantil. Su vestido azul claro era largo y llegaba hasta el suelo. Un pequeño libro cerrado en su mano, le daba un toque intelectual. -Robert, mi nombre es Robert. No hay nada para agradecerme, fué un placer ayudarlas. -Nada? Salvó mi dia, señor- intervino la bajita, toda risueña y sacudiendo los hombros al mostrarme la bolsa recuperada.

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Nuestra conversación se interrumpió cuando uno de aquellos tipos levantó al ladroncito por el cuello, yo los había estado observando mientras conversaba con las damas. -Con su permiso - Dije a las mujeres y me acerqué al tipo. -Usted perdone pero esa presa la capturé yo, si no se importa. Los tres tipos soltaran una risa barullenta y exagerada. -Que va a hacer con él, señor? -Hay que castigarlo para dar el ejemplo!- Intervino un pelado barrigudo con sombrero hongo estilo ingles. -Yo me voy a encargar de eso, no se preocupen… Al calabozo contigo, ladrón!- Grité exageradamente fuerte mirando al pobre chico. Y mientras hablaba me lo llevaba del brazo. Cuando nos apartamos del lugar, en el centro del parque, me detuve. Pude darle una buena mirada al ladrón. Debia tener unos diez o doce años,

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cabello largo y sucio, vestía una camisa vieja y unos pantalones gastados en las rodillas. Estaba descalzo. Su rostro estaba serio, pero su mirada era desafiadora, no me tenía miedo. Me gustó su carácter. -Como te llamas? -Johnny. -Te duele la cabeza? -No me gustan las manzanas. -Toma, eso te irá a aliviar el dolor- Y le entregué diez dólares. Sus ojos se abrieron incrédulos. - La próxima vez te acierto con una sandía. -Todo eso es para que? -Para que no robes a nadie por este mes, chico. -Su mano se movió muy rápida y el billete desapareció en su bolsillo. -Puedo irme? -Puedes irte. Si nos vemos de nuevo, te pago un almuerzo a cambio de que no estés robando. -Si, claro - Dijo y pude adivinar que en su interior pensaba- “Tio idiota, claro que voy a robar!”

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Se fué caminando despacio, pero de repente se vuelve y me pregunta de lejos: -Usted es mexicano? Mentalmente lo mandé al diablo, hice un gesto vago y le di la espalda. Continué caminando pero no pude volver a encontrar a aquella joven a quien no había tenido tiempo de preguntarle su nombre. Al dia siguiente por la mañana presencié, desde la puerta del hotel, una gran manifestación a favor de la guerra. Una multitud vociferante cargaba carteles convidando a las personas para alistarse en el 11º Regimiento de Voluntarios de Infanteria de Nueva York. Había hasta un grupo de bomberos con sus cascos, hachas y uniformes, participando de la manifestación. Otros levantaban carteles con los nombres de autoridades: Fernando Wood, el intendente de Nueva York y,

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por supuesto, el presidente Abraham Lincoln. De algún lugar alguien arrojó una piedra contra los manifestantes y de repente se inició el tumulto. Yo observé desde una distancia prudente como policías montados golpeaban a las personas que corrian para todos los lados, mientras manifestantes luchaban contra algunos individuos que, supongo, serían contrarios al reclutamiento. Imposible saber quién era amigo o enemigo en aquella locura. Las personas simplemente golpeaban a aquel que estaba al alcance del puño. Mujeres se arrastraban por el suelo gritando. Vi un tipo cubierto de sangre caído encima de un banco. Entonces, de la multitud se destacó una figura familiar que corrió alejándose del tumulto. Cruzó para el otro lado de la calle y al pasar delante del hotel me vió y me reconoció. Sonriente, me guiñó un ojo levantando una mano como para

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protegerse la cabeza. En la otra mano llevaba una cartera de mujer. -Ahh, Johnny, Johnny… Murmuré. El ladroncito ya se habia perdido de vista al doblar en la esquina. Decidi tomar mi café allí mismo en el hotel, la calle era peligrosa esa mañana. Una semana después vi a Nancy de nuevo. Yo estaba dando un paseo en un coche alquilado aquella tarde cuando vi que ella salía de un comercio cargando un paquete. Ordené al conductor que estacionara el vehiculo y yo salté rápido para caminar al encuentro de ella. Pasé a su lado y no dije nada, apenas dejé que ella me viera. -Oh, hola, como le va? Me hice el bobo: -Quien, yo? Ahh si, me acuerdo de usted, es la joven del parque… -Ella se reia por mi boba actitud y me preguntó: -Usted vive por aqui?

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-No, solo daba un paseo en coche - Y señalé para el carruaje estacionado alli cerca. -Puedo llevarla para su casa? -Eso no seria correcto, señor. -Entonces me permita acompañarla y cargar su paquete, parece pesadoCon una sonrisa me entregó el paquete que no pesaba nada. Que llevaria dentro? Plumas? Cosas de mujer. - Aquel dia no tuve tiempo para preguntarle su nombre. -Nancy Parker, usted dijo llamarse Robert, no? -Oh, recuerda mi nombre, que bien. -Que sucedió al final con aquel ladrón? -Oh, bien, lo entregué a las autoridades, era lo correcto a ser hecho. -Que extraño, a mi me pareció ver que cada uno de ustedes se iba por su lado Comentó cubriendo la sonrisa de su boca con la mano, sus ojos brillaban.

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-Bueno, está bien, confieso que no pude entregarlo. -Porqué? -Por que era apenas un niño abandonado, me dió pena, ya pasé por situaciones parecidas en mi vida. -Mirándolo a usted, vestido con elegancia y con ese acento español, no parece alguien que haya tenido que robar para alimentarse. - Las aparencias engañan, no es lo que dicen? -También dicen que los ojos son la ventana del alma. -Esa no la conocia. Conoce aquella: En boca cerrada no entran moscas? -Y usted tiene la mirada sincera y honesta, nunca seria un ladrón. Casi solté la risa, pero me detuve para no echarlo todo a perder. -Le parece? Ella sonrió mientras caminábamos por la vereda de piedras, con un gesto me indicó que debíamos doblar en la esquina. Atrás, muy despacito, nos seguia el carruaje alquilado.

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-Dónde aprendió a lanzar manzanas de esa forma? -Fué pura suerte, me arrepentí de no habérmela comido. -Entonces es eso lo que le debo: una manzana. -Ya dije que no me debe nada, por favor. Ella me miró directamente en los ojos, pensativa: -De donde es ese acento? - Le parece mexicano?- Pregunté para ver su reacción. -Jamás, nunca pensaria que se trata de acento mexicano, tal vez de America del Sur… Casi abracé a aquella linda mujer al oir eso, era la primera persona en ese pais que no me llamaba de mexicano. -La felicito, acertó: soy paraguayo. -Pero habla algo de inglés, hace mucho que está aqui? -Diez años mas o menos. -Y trabaja en que, señor Robert?

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No supe que decirle en ese momento. Quedé en silencio, ella me miró arrepentida: -Fué una pregunta indiscreta, perdone. -No, no, es que me sorprendió, soy…soy industrial - Dije recordando el trabajo de mi padre. Después de todo, si regreso a Paraguay iré a asumir las riendas de los negocios de la familia, entonces no era una mentira - Y cuido de la propiedad rural de mi familia cerca de Asunción.-Pero si hace diez años que está en América, como cuida de todo? Comprendí las dudas que la muchacha sentía, no se creía ni una palabra de lo que yo había dicho… debía estar pensando que yo era apenas otro charlatán o un estafador en la ciudad. -Llegamos, aqui vivo yo. Era un caserón antiguo y majestuoso, rodeado por um amplio jardin que estaba un poco descuidado.

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-Gracias por permitirme acompañarla- Le entregué el paquete. Ella hizo un gesto de agradecimiento al tomar el paquete en sus brazos. -Plantan manzanas en sus propiedades, Sr. Robert?- Largó la pregunta en un tono malicioso, no contuve la risa. -No, solo bananas y otras frutas tropicales. -Bueno, un bananazo también habría detenido al ladrón, no? -Nunca lo hice, voy a pensar en eso. Ella ya abría el portón de hierro y entraba al jardin. -Espere, puedo verla otra vez? -Sus compromisos se lo permiten, señor? - No, en serio, quiero conocerla mejor. Además le debo una explicación coherente. -Algún dia nos encontraremos, señor Robert. Nos despedimos con un gesto y regresé al carro, donde el conductor me observó con ojitos sarcásticos:

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-Para donde vamos ahora, señor? -Para ningún lugar, apenas haga sudar los caballos por ahi. Vagamos toda la tarde, ya era noche cerrada cuando llegué al hotel. Al entrar había muchas personas reunidas, parecía que algo grave había sucedido, me dirigi a la recepción para informarme: -Ha sucedido algo, Sr. Harris? El recepcionista levantó las cejas y desembuchó: -Y como, Sr Robert: hay grandes disturbios entre partidarios de Lincoln y opositores de la guerra. Esta tarde mataron a dos diputados em el barrio de los Cinco Puntos!. -Escuché decir es un barrio peligroso. -Muy peligroso! Por la mañana hubo una manifestación de los bomberos que acabó en un baño de sangre en los Cinco Puntos. Parece que van a decretar el Toque de Queda en la ciudad y el Intendente Wood quiere aumentar la fuerza policial para que el reclutamiento de voluntarios para

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el ejército no sea interrumpido en ninguna parte de la ciudad. Sacudió la mano y agregó: -La ciudad va a incendiarse, señor! Que se incendie dentro de un mes, después que me haya ido - Me dije a mi mismo. Yo ya habia luchado mis guerras particulares, ahora era mi turno para aprovechar las cosas buenas de la vida, pensé, recordando el lindo rostro de Nancy. Llovió durante tres dias y era imposible salir del hotel, la ciudad era un caos, por eso me dediqué a leer un libro que el recepcionista del hotel me prestó. Yo solo había ido a la escuela dos años en Paraguay, habia aprendido a leer y nada más. El destino me había desviado para la escuela de la vida. Sin embargo, a fuerza de voluntad yo hablaba un dialecto indio y ahora me defendía en inglés. La lectura me ayudaría a perfeccionar ese idioma. Me preocupaba el hecho de que aún no había recibido ningún mensaje

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desde Paraguay, que sería de mi madre? Ya enviara seis telegramas y no había obtenido respuesta de ninguno. Para el final de semana el tiempo mejoró aunque estaba frio. Yo estaba harto de leer, beber y dormir en aquel cuarto de hotel, sentía falta de los espacios abiertos de la pradera. Decidi salir a caminar por el parque donde, a pesar de las bajas temperaturas, circulaban muchas personas. Un sol agradable hacía más soportable el paseo y me senté en un banco, cerré los ojos disfrutando del suave calorcito solar. Permaneci en aquella posición dejando el tiempo pasar, mientras recordaba todas las locuras de mi vida, delante de mis ojos cerrados desfilaron mis padres, mi infancia despreocupada en Paraguay, mis viajes con mi padre, mi segunda vida entre los Sioux, Morgan, mi vida de “mexicano”, y el play boy en que me transformara en los últimos tiempos. En cada etapa de la

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vida representamos un papel, pero quien somos en realidad? De vez en cuando era abordado por algun vendedor que despedia con un gesto sin abrir los ojos, entonces alguien cubrió el sol que bañaba mi rostro al colocarse de pie a mi frente, en el momento que repetia el gesto para que se marchara escuché una suave voz conocida: -Cuidando de sus propiedades, señor Robert? Abri mis ojos para presenciar aquella silueta que se recortaba delante del sol, a mi lado estaban Nancy y la mujer bajita que yo habia conocido aquel dia en ese mismo parque, las dos cargaban algunos libros y una canastita cubierta con una pequeña manta bordada. Me levanté de un salto con el sombrero en la mano: -Que suerte poder encontrarlas de nuevo! -Hola señor Robert- cantó con voz llena de miel la gordita. -Hola, su nombre es…?

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-Catherine. -Es un placer, Catherine. Y voviéndome para Nancy: -Nos encontramos de nuevo, Nancy. -Todos los domingos de sol acostumbramos leer en el parque. -Queria verla de nuevo, estaba planeando ir a su casa para visitarla de sorpresa. Catherine soltó una risita al escucharme y Nancy se apresuró a responder: -Nunca haga eso, señor. Mi padre es muy rígido y no le agradaria ver un extraño visitarme sin consentimiento. -Entonces hablaré con su padre antes. -No quiere saber en primer lugar si yo estoy interesada en su visita? -Estaria interesada? -Usted es un aventurero y no lo conozco, Robert. -Es por eso que quiero hablar contigo - Dije tuteándola por primera vez. -No sé quien es usted realmente, solo sé que vino de un pais distante con

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esa historia absurda de propiedades que cuida a la distancia. -Es todo verdad, si me dejas explicarte comprenderás. Con un gesto las invité a sentarnos en el banco, ellas se miraron por un segundo y Catherine sonriendo se sentó en primer lugar. Nancy se sentó y me miró, aguardando mi historia. Aclaré la garganta y comencé a relatar lo que había sido mi vida desde que mi padre me trajo para una caceria de millonarios excentricos en tierras salvajes. Hablé de la muerte de mi padre y de los Sioux. Les conté la historia de Pequeño Huron y del pistolero Morgan. Omití las partes sangrientas, para no ofender la sensibilidad femenina de las damas, por supuesto. No quería que ellas supieran de mi habilidad natural con las pistolas. Tampoco mencioné el dinero que había encontrado. O sea, solo relaté la parte romantica de mi vida.

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-Pero como llegó hasta aqui y puede vivir de esa forma, como paga el hotel y esas ropas? - Nancy demostraba toda su sagacidad al notar las lagunas en mi relato. -El padre es rico, Nancy - Intervino de forma ingenua Catherine. -Pero su riqueza está lejos. Hay algo que falta en su historia, Robert, perdoneme por decirle eso. Quedé callado por un momento, buscando una salida sin tener que mencionar los cincuenta mil dólares. -Mi padre había dejado depositada una buena cantidad de dinero, como reserva, en Washington. Lo hizo antes de salir en la expedición- Menti descaradamente- Yo rescaté ese dinero al regresar. -Al regresar…y como viajó desde el oeste hasta Washington? -Trabajando por el camino, vendi algunos caballos, cabalgué por algún tiempo. Fue un viaje lento y difícil. Nancy quedó en silencio, digeriendo la mentira que yo había fabricado de

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forma tan profesional en apenas un segundo. Sonrió mirándome a los ojos: -Perdóname por ser tan curiosa y detallista - Me habia tuteado, senti que acababa de derrubar una barrera. -Me gusta que seas asi, eso demuestra inteligencia y honestidad. -Yo también he mentido, Robert. -Si?- Parpadeé sorprendido. -Aquella casa donde entré no es mi casa realmente. -Donde vives entonces? -Vivo allí mismo, si, pero no es la casa de mis padres. Se mordió el labio inferior, y miraba para el suelo, con timidez: -Trabajo allí, los propietarios de la casa son dos ancianos. Yo cuido de la casa, hacía compras el dia que nos encontramos en la calle. -Por eso no querías que fuera a visitarte. -Te pido disculpas por eso.

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-Cuidar de dos viejitos no es nada de lo que debas avergonzarte, Nancy. -La verdad, quien cuida de los abuelitos soy yo- intervino Catherine - Nancy solo cuida que la casa esté limpia y en orden… y se encarga de las provisiones. -Donde están tus padres, Nancy? -Mis padres murieron hace algunos años, durante la epidemia de cólera. El recuerdo de los parientes la habia dejado triste, aguardé en silencio durante un momento y después de algunos minutos me golpeé las piernas con la palma de las manos y exclamé: -Bueno, ahora que todos nos conocemos mejor, creo que podemos ser amigos, no? Las dos rieron. Entonces Nancy se disculpó y levantándose del banco dijo: -Aguarden un momento, ya vuelvo. Pensé que ella precisaba ir al baño o alguna cosa asi, Catherine hizo un movimiento como para acompañarla,

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pero Nancy le pidió que esperase com un gesto de su mano. Quedé sentado hablando tonterias con la gordita, cinco minutos después Nancy regresó, cargaba un pequeño paquete que me entregó mientras se sentaba a mi lado: -Es para ti. Al abrir el paquete, pude comprobar su contenido, era una manzana. A partir de aquel domingo, nos encontrábamos con frecuencia, fuimos al teatro, y al regreso la llevé a cenar en un lugarcito muy romantico. Los domingos íbamos al parque, donde Nancy leía mientras yo la admiraba en silencio, disfrutando de su compañía. En el segundo encuentro, al despedirnos enfrente a su casa, la besé por primera vez. Estábamos de pie y para besarme ella tuvo que inclinar la cabeza. Era más alta que yo! El tiempo pasa rápido cuando uno está enamorado, ya habian

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transcurrido dos meses desde el comienzo del romance con Nancy. Sentia que no podria vivir sin ella, mentalmente hacia planes para llevarla conmigo a Paraguay, habia decidido casarme con aquella chica rubia pecosa. Por las mañanas despertaba pensando en ella, todo lo demás ya no tenia la mínima importancia. Estaba perdidamente enamorado en mis diecisiete años de edad. Ese invierno festejamos mi cumpleaños en una posada en las afueras de la ciudad. Nunca olvidaré la fiesta de mis dieciocho años, aquella noche Nancy me entregó el mejor tesoro que una mujer puede ofrecer para un hombre. Abrazados en la cama, observando la luz de la luna en la ventana, la pedi en casamiento: -Podemos irnos para Paraguay y casarnos allá, o podríamos casarnos aqui antes del viaje.

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Ella no me respondió en ese momento, quedó alli a mi lado pensativa. La respuesta la tuve durante el desayuno a la mañana siguiente. Allá afuera nevaba y el calorcito del fuego de una gran estufa nos confortaba mientras desayunabamos en el pequeño restaurante de la posada. -No quiero irme aún, si nos casamos deber ser aqui, en América. Eso era un “Si” al estilo Nancy, salté de la silla y la abracé, feliz. El anciano paró de hablar por algunos minutos, ya anochecia. Se puso de pie y con un gesto dijo: -Que le parece si entramos en la cabaña?, está frio aqui afuera. -Está anocheciendo, pero no puede parar su historia aqui, yo no podría dormir esta noche por la curiosidadDijo George mientras entraban en la cabaña.

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Charles ya preparaba algunos leños para encender el fuego de la enorme estufa, y preguntó: -Padre, podemos asar algunos chorizos mientras sigues la historia. -Seria bueno, hijo. Le gusta la carne asada, George? -Claro que si - Pero su mirada parecia gritar: “Continua la historia!” Charles se detuvo por un momento y comentó: -Nunca supe que te habias casado antes de… El anciano le interrumpió: -Ya llego a la parte que conoces, eso fué mucho tiempo después. Sentados en el interior de aquella cabaña humilde pero muy confortable, Robert continuó su increíble historia: -Entonces, allá estaba yo, en Nueva York, durante la Guerra de Secesión, millonario y casado con una bellísima mujer. Parecia el final feliz de una linda historia.

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Nancy habia dejado de trabajar en aquel viejo caserĂłn, yo habia alquilado una casita linda en las afueras de la ciudad, y su amiga Catherine nos visitaba todas las semanas, era una verdadera amiga. En mi interior una nueva idea tomaba forma, ya no era tan importante para mi regresar a Paraguay. Apenas necesitaba viajar para resolver las cosas, ver a mi madre, saber como estaba, reorganizar los negocios de mi fallecido padre. DespuĂŠs regresaria para mi amada en Nueva York, donde pretendia vivir el resto de mi vida. Al casarme yo habĂ­a enviado un nuevo telegrama para mi madre, pero tampoco obtuve respuesta, a esa altura dudaba que ella hubiera recibido alguna noticia mia, por eso necesitaba hacer ese viaje. Para mi, en aquellos dias dorados de 1863, mi destino estaba al lado de Nancy.

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Planeábamos abrir un comercio en Nueva York después que la guerra acabase. Yo había comprado un carruaje y una pareja de caballos, solíamos dar cortos paseos por los alrededores, pero sin alejarnos mucho de la casa. Conocíamos a todos los vecinos que nos recibieron amistosamente. Era un buen lugar para vivir. Por otro lado, la ciudad estaba muy agitada, al borde de la rebelión por causa de las elevadas pérdidas de vidas en la guerra. Las cifras de muertos eran enormes y aumentaban a cada semana , las autoridades ejercían una enorme presión para reclutar jóvenes para el ejército. En los Cinco Puntos la situación era tensa, las pandillas se enfrentaban a diário. Las elecciones municipales de ese año fueron saboteadas. La corrupción y los asesinatos hacían aún mas explosivo el ambiente de la ciudad. La oposición al presidente Lincoln colocaba más leña na hoguera

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con sus ataques contra la política del gobierno. Algunos periódicos de oposición, como el New York Herald incendiaban la opinión pública. En medio de todo eso yo vivía en una isla particular de felicidad, en los brazos de mi esposa, completamente ajeno al peligro que rondaba allá afuera. Entonces la violencia finalmente nos alcanzó. Aquella tarde llegó Catherine a nuestra casa, descendió del carruaje de alquiler llorando, parecia desesperada cuando Nancy corrió a su encuentro mientras yo le pagaba al conductor. El tipo comentó mientras hacia virar el carruaje en la calle para emprender el regreso: -Fué una suerte haber podido traer a esa señorita. La ciudad está en guerra amigo, en guerra! -Que ha sucedido? -El pueblo se sublevó, las personas salieron a las calles armadas con cualquier cosa y están saqueando las

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residencias de los ricos en toda la ciudad. La policía no puede detenerlos y ahora la violencia se generalizó, pude ver varios incendios. Despedí al conductor y entré en la casa a tiempo de escuchar a Catherine que, abrazada por Nancy, decia entre sollozos: -La casa fué incendiada y saqueada, no sé lo que sucedió con los viejitos. Yo consegui escaparme por una ventana apenas con la ropa que estaba usando, es una locura, no sé como voy a poder regresar. -Bebe- Le ofreci un vaso de coñac para calmarla- Ella bebió un trago y tosió, pero el alcohol la tranquilizó un poco. Con voz débil agregó: -Hay gente muerta en las calles, vi a un policía ser derribado del caballo y apaleado por las personas, todos enloquecieron. Nancy estaba de pie a su lado y la abrazó en silencio, mirándome. -Aqui estamos a salvo por ahoraPero mentalmente decidi guardar mis

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armas en un lugar de fácil aceso para el caso de una emergencia. Sentada, Catherine trataba de componerse, secando sus lágrimas con un pañuelito. -Que voy a hacer ahora? –Se lamentó. -Ahora te quedas aqui, somos tu familia- respondi con firmeza. Nancy me agradeció con uma tierna mirada. No fué una noche tranquila, se escuchaban disparos a la distancia y algún ocasional barullo de vidrios quebrados y gritos. Por la mañana vimos varias columnas de humo. Estabamos desayunando cuando sentimos el ruido de personas corriendo, las mujeres fueron para una ventana, pero yo me moví rápido en dirección al dormitorio y abri mi viejo baul. Regresé a la sala diciendo: -Es mejor que se alejen de la ventana. Me miraron y quedaron petrificadas al verme llevando el cinto con las dos armas, y las fundas atadas por cintas de fino cuero en mis piernas.

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-Oh, Robert- murmuró Nancy. -No te preocupes, es solo por si acaso. Catherine ahogó un sollozo con la mano. Me asomé a la puerta y vi que un matrimonio de vecinos corría. Al verme la mujer gritó: -Corra, no se quede ahí, ellos vienen!!- Y apuntó con el dedo hacia atrás. Una casa quemaba a dos cuadras, había sido saqueada. En nuestra vecindad no habian millonarios ni politicos, pero los ladrones simplemente aprovechaban el tumulto para robar donde pudieran. Media hora después apareció un grupo de cinco individuos, caminando por el medio de la calle. Uno cargaba una escopeta de caza, otro iba armado com una horquilla de agricultor. Vi que en el bolsillo del tercero se asomaba la culata de una pistola. Los otros blandían sendos garrotes de madera. Me vieron al aproximarse de mi casa, después de

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atravesar un terreno abandonado lindero a mi propiedad. Permaneci en la puerta de mi casa, aguardando para saber sus intenciones, era evidente que no se trataba de vecinos, nunca los habia visto por las inmediaciones. Di un corto paso adelante, de forma que pudieran ver mis armas, tal vez eso podria hacerles cambiar de idea. Pero mi actitud no era desafiante, yo era apenas un vecino observando desde el umbral de su hogar. A mi espalda, desde el interior, Nancy suplicó: -Robert, no, por favor, entra! Pero quien estaba alli de pie ya no era su esposo Robert, la adrenalina habia despertado al Mexicano. Con calma esperé alli quieto, los tipos me habian visto y caminaban en mi dirección, su actitud era amenazante, uno de ellos balanzaba un tosco garrote mientras sonreia sarcástico. No podia dejarlos llegar hasta donde yo estaba. Cuando estaban a unos siete metros hablé con voz alta y firme:

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-Ahi está bien, paren!- Balancé un dedo para los lados , como diciendo “No”. Uno de los tipos estaria un poco borracho, porque señaló mis cartucheras y exclamó: -Hey, miren lo que tenemos ahi. Hola, cowboy! Todos rieron, incluso yo, pero mi risa fué provocante. Caminé dos pasos para el lado, mientras cerraba con la mano izquierda la puerta de la casa. No les agradó ver que no me asustaban: -Esa es su casa?-preguntó el de la escopeta, con el arma apoyada en el hombro de forma descuidada. Respondi de la forma más suave posible: -Es mi casa y ustedes no van a entrar, no hay nada que pueda interesarles. Uno de ellos reía de forma estúpida, era el que tenia el arma en el bolsillo. Su mano rozó la culata del arma, lo que le proporcionaba una sensación de poder. Entonces, a la distancia

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pude ver un nuevo grupo que surgia de una esquina, algunos cargaban muebles y objetos saqueados. Al vernos alguien dijo alguna cosa, desviaron su rumbo, caminando hacia nosotros. Eran nueve individuos, si se reunian con esos tipos que estaban a mi frente, serian demasiados, todo estaria perdido. Pensé en Nancy, a merced de esa turba y la rabia tomó cuenta de mi. -Que piensa hacer si queremos entrar?- Desafió el de la escopeta. En ese momento el idiota resolvió sacar el revólver de su bolsillo… fue su perdición. Yo no había perdido la velocidad, mi Colt salió, ladró una única vez y volvió para su funda en un único movimiento. Mi esposa estaba en aquella casa y yo la protegería contra el diablo en persona si fuera necesario…y aquel idiota no era el Diablo, apenas un pobre diablo que cayó muerto sin decir nada, solo un grito breve. Los otros lo miraron caer y cuando

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volvieron su mirada para mi, yo estaba allí, sin moverme, el arma habia desaparecido y mis manos estaban vacias. Ahora todo había cambiado, sus expresiones confiantes habian desaparecido y el miedo estaba en sus ojos. Nancy gritó al escuchar el disparo y surgió por la puerta. Con un gesto la detuve. -Vuelve adentro despacio, Nancy. Pero los tipos, que parecian amedrontados y retrocedían ante la muerte de su compañero, la visión de Nancy les habia dado valor nuevamente. Aquella joven rubia alta era un trofeo por el que valia la pena arriesgarse. Después de todo, yo era un tipo flaco, de poca estatura, deben haber pensado que no podria enfrentarlos a todos. El ruido del disparo habia desconcertado al segundo grupo, habian detenido su marcha para quedar amontonados a unos cincuenta metros, en el medio de la calle, aguardando el desenlace

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del drama. Los cuatro tipos se separaron lentamente con las manos abiertas para adelante, como si me pidieran calma. Catherine tomó un brazo de Nancy y la empujó para el interior de la casa, la puerta se cerró con un fuerte estampido. Ese ruido fue un señal, y mis manos volaron en dirección a las armas. Los cuatro congelaron sus movimientos, sus ojos fijos en el interior del caño de mis armas, como aguardando ver surgir los proyectiles mortales en cualquier momento. Los cuatro retrocedieron dos pasos, parecia un movimiento de danza ensayado. -Esperen! Lleven a ese tipo.- Hice un gesto con la mano empuñando el Colt, me obedecieron de inmediato y se marcharon en silencio, humillados pero vivos, cargando el cadáver. A lo lejos se escuchaban disparos y gritos, por lo que los tipos debieron pensar que podrían ganarse el dia en otras casas menos peligrosas. El grupo que estaba más atrás se retiró, debieron

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pensar que no valia la pena morir por una casa pequeña donde no habrian muchas cosas de valor. Cuando me senti seguro, entré en casa y Nancy me abrazó llorando. Catherine miraba fijamente para mis armas. El resto del dia nadie se acercó a nuestra casa, de vez en cuando a lo lejos se escuchaban disparos aislados, algunos incendios todavia ardían cuando anocheció. Esa fué la primera vez que no dormi en la cama junto a mi esposa desde que nos habíamos casado. Permaneci en la sala, dormitando y bebiendo café, una vigilia al estilo indio, con un sueño ligero atento al menor ruido. Al dia siguiente parecia que todo había vuelto a la normalidad. Cerca del mediodia, ensillé uno de los caballos y recorri el barrio. Muchos cuerpos eran transportados en carretas, algunas casas parecían haber sido saqueadas, pero la mayor parte del barrio estaba bien. Muchos

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de los muertos eran pandilleros ejecutados por los propios vecinos que, de la misma forma que yo, habían defendido sus propiedades. Cuando volvi a casa Nancy corrió a mi encuentro y me abrazó. Estaba muy asustada. -No puedo quedarme sola, no te vayas, por favor. -No pienso irme, lo juro! Y entramos en casa donde Catherine nos esperaba. Aquella tarde nos enteramos por un vecino de lo que había sucedido en la ciudad. -La Marina abrió fuego desde el puerto contra las pandillas que saqueaban y destruían la ciudad. -Hay mucha destrucción?- Pregunté. -Si, muchos incendios, los Cinco Puntos han sido borrados del mapa. Hay centenas de muertos en las calles. Esa noche Nancy me abrazó y murmuró: -Vamos para tu pais, querido.

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Quedé sorprendido - Y nuestra casa y los proyectos que tenemos? -No puedo permanecer en Nueva York, es un infierno, vámonos por lo menos durante un tiempo. -Hasta que acabe la guerra- Completé. -Si, hasta que acabe la guerra - Dijo ella con voz triste -No quiero verte con aquellas armas nunca más-Me senté en la cama, asimilando la idea: -Entonces vamos para Paraguay! Podré saber como está mi madre y por qué no respondió a mis telegramas. -Ella desde su almohada murmuró: -Te debía esa manzana, amor, perdóname por no comprenderlo antes. Nos abrazamos en la penumbra del dormitorio.

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Capitulo VIII- UN LARGO VIAJE. Casi salté de alegria cuando el tipo del puerto me dijo: -Esta semana sale el vapor Great Western para Montevideo. Con los dos pasajes en el bolsillo hice todos los preparativos para llevar a Nancy conmigo. En aquellos años no necesitabamos documentación para viajar. Dejamos a Catherine con una buena reserva de dinero para que pudiera mantenerse y cuidar de nuestra casa. Partimos en una mañana de finales de 1863. Nada le comenté a Nancy, pero en mi vieja valija cerrada bajo llave llevaba mis dos Colts… apenas para prevenir. Fué un viaje rápido, el Great Western era uno de esos nuevos barcos a vapor y solo demoró un poco más de una semana para llegar al Rio de la Plata. Llegamos un lunes al amanecer. El puerto de Montevideo se veía menos agitado que el de Nueva York

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y la ciudad era pequeña pero agradable. Parecía haber cambiado poco desde la vez anterior en que la visité con mi padre. La mejor forma para viajar hasta Paraguay desde Montevideo era subir el rio Uruguay hasta San Borja y después hacer una etapa por tierra hasta Asunción. Nos instalamos en un pequeño hotel que daba de frente para un mercado, no era lejos del puerto, parecia un lugar limpio y decente. Mientras Nancy descansaba yo fui en busca de informaciones. Me sentía feliz al poder hablar con las personas en español. El clima agradable del verano uruguayo era un enorme contraste con el frio invernal que habíamos dejado atrás en Nueva York. En el puerto, después de recorrer algunos escritorios conoci a un tipo que al parecer podría contactarme con un marinero que alquilaba su barco y que podría transportarnos

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para el norte. El tipo envió a un muchachito en busca del capitán pidendome que volviera en media hora. Enfrente había un bar donde decidi esperar saboreando un café. Al entrar al bar noté que habia apenas una persona en su interior, era un tipo barbudo dormitando encima de su guitarra, cuando se dio cuenta que yo me habia sentado en una de las dos únicas mesas del bar, pareció despabilarse para castigar la guitarra con una mano de dedos gruesos y sucios de grasa. Una chica tímida me atendió, pedi un café con leche y estiré el brazo para alcanzar un periódico que había arriba del mostrador. La primera cosa que pude leer casi me hizo saltar de la silla: Guerra! Anunciaba el titular y más abajo completaba: Venancio Flores se levanta contra el gobierno. Se libró una batalla en Coquimbo! Maldita sea, es que no se puede escapar de la guerra en este mundo?

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En outra página hablaban sobre los Estados Unidos: Lee derrotado en Gettisburg, Sherman avanza sobre Georgia y Grant controla el Mississipi. Senti que los dias estaban contados para la Confederación y que la guerra duraría poco en América. Después de media hora, yo me habia bebido dos enormes tazas de café con leche y había soportado varias milongas cantadas por una voz ronca y agria, cuando desde la puerta un muchacho me hace un gesto y me señala con la mano para un tipo de unos cincuenta años, de enorme bigote blanco, teñido de marrón por el tabaco. Vino en mi dirección con la mano estendida: -Mucho gusto, señor, soy el capitán Nogales, Alberto Nogales a su servicio! - Hizo sonar los tacos de las botas al saludarme, de forma teatral. Le ofreci una silla. El cantor habia interrumpido su milonga para escuchar nuestra conversación disimuladamente,

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mientras se metia un dedo en la oreja y lo hacia girar. -Me dijeron que usted precisa viajar por el rio Uruguay, señor.- Habló rapidamente el capitán. -Si, quiero viajar hasta San Borja. -Eso es Brasil, queda lejísimo!- Y abrió los dos brazos para afirmar sus palabras. -Su barco puede hacer ese viaje o seria demasiado? Pareció que le habia dado una bofetada, se enderezó en la silla: -Claro que puede, mi barco a vela y a vapor ya navegó hasta en el Amazonas! No le creí, pero lo dejé seguir mintiendo para ganarme su confianza: -Pero no es un viaje barato, fijese usted que hay que ir hasta Colonia y después… -Si, ya lo sé. Yo vine por ese camino hace diez años. Me miró curioso y quiso saber mi nombre:

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-Usted se llama…? -Roberto Del Castillo. -No es brasilero, me parece. -No, claro. Volviendo al viaje, cuanto quiere para contratarlo con su barco? -Es un viaje larguísimo, uuuuhhh! Y qué le voy a cobrar?- Se rascó la cabeza y una lluvia de caspa voló por el aire. -Cuanto?- Insisti, ya medio cansado de tantas vueltas. -Creo que con cincuenta pesos estamos arreglados, señor. Yo hice la cuenta mentalmente para saber cuanto seria en dólares, y esa pausa le hizo creer que yo estaba pensando que era muy caro. -Pero lo podemos arreglar em cuarenta y cinco y me paga la comida y los gastos del barco. Era una bagatela, jamás lograria contratar un barco por ese valor en Nueva York. Le tendi la mano: -Negocio cerrado, capitán Nogales, cuando podemos partir?

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-No quiere ver el barco antes?- Me preguntó mientras me sacudía la mano. -No va a hacer falta, solo le voy a pagar veinte por ciento al salir, si no llegamos a San Borja, se pierde el resto del dinero. Me apuntó con un dedo sonriendo con cara de bandido: -Es muy vivo con la plata, eh? -En el escritorio ahi enfrente saben donde puede encontrarme, lo estaré esperando. -Solo deme dos dias para hacer todos los preparativos y podemos partirMe hizo una especie de saludo militar y se fué caminando rápido. El capitán ni había mencionado la guerra civil, por eso me hice la idea de que sería una de esas revoluciones sin mayores consecuencias que estabamos acostumbrados a ver todos los años en los países latinoamericanos. Cuando regresé al hotel, vi que Nancy dormia. Como

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faltaba mucho para el mediodia, decidi dormir un poco también. Esa tarde recorrimos Montevideo, parecíamos una pareja en viaje de bodas, caminando muy juntos. Algunas señoras parecian escandalizadas por nuestra actitud tan íntima en lugares públicos. La sociedad uruguaya era más conservadora que la de Nueva York, pero eso no nos importaba. Compré un ridículo sombrerito que Nancy adoró en una tiendita enfrente al Cabildo. Solo una mujer linda como Nancy para lograr que un sombrero tan horroroso luciera tan bien en su cabecita dorada. Notamos que nuestras ropas y principalmente la figura de Nancy llamaba mucho la atención de las personas en la calle. Algunos individuos que circulaban bien vestidos parecían delante de nuestros ojos como si usaran ropas antiguas. Lo mismo Nancy, que comentaba a todo instante:

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-Mira esa tia, que vestido horribledisimulaba su sonrisa- Observa aquella señora gorda, mi abuela se vestía de esa forma! Hacia mucho tiempo que no me divertia de esa forma despreocupada, por suerte hablábamos en inglés y nadie parecía entendernos, no era nuestra intención ofender a nadie. Caminamos por la ciudad, conocimos la Puerta de la Ciudadela, la Casa de Gobernación, la iglesia de la Matriz, nos sentamos en la Plaza da la Independencia, por todas partes había vendedores ambulantes vistiendo los característicos trajes gauchos, algunos eran esclavos que vendian velas y otros artículos artesanales. Un niño con una caja enorme se nos acercó y nos ofreció su producto: eran gallinas vivas, huevos y pollitos. Las personas contrastaban entre si y se podia conocer su procedencia con apenas una mirada: tios de la ciudad de gestos arrogantes luciendo ropas distinguidas de

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procedencia española, gauchos de la campaña con sus chiripás, botas de potro y el cuchillo atravesado en el cinturón. Usaban un sombrero típico que también conocemos en Paraguay, diferente a los que yo usaba en América. De vez en cuando surgia algún extrangero, generalmente marineros, que caminaban siempre con el mismo destino: los prostíbulos del puerto. Aquellos fueron dos dias inolvidables en ese verano de Montevideo. Nancy se aficionó por la comida uruguaya y sus fuertes condimentos. Entonces continuamos el viaje. El barco del capitán Nogales no se parecía en nada con el vapor que nos había transportado desde Nueva York. Era pequeño, pero tenía una cabina que reservé de inmediato para que Nancy tuviera un poco de intimidad. Su caldera podía explotar a cualquier momento y de su mástil colgaba arrollada una vela vieja. Pero

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flotaba, lo que ya era suficiente para nosotros. Nogales tenía un ayudante, un joven negro silencioso. Noté que el capitán no le gritaba y lo trataba de la misma forma educada que se dirigia a nosotros. A la primera oportunidad le pregunté: -Ese joven es su esclavo? El capitán estaba arrollando una cuerda y al escucharme se detuvo. -En Uruguay no hay más esclavos desde diciembre del año pasado!Exclamó con orgullo llamando al negro: -Jesús, vem un momento!- Lo abrazó por el hombro y sonriente lo presentó: -Perdonen no haberlo presentado antes: Se llama Jesús y es el vicecapitán del navio. El moreno chocó los talones descalzos imitando a Nogales : -Mucho gusto conocerlos. Y se retiró unos pasos para continuar su trabajo. Nogales se me aproximó

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para susurrar en tono muy reservado: - Cuando lo conocí acababa de ser libertado, se moría de hambre en el puerto. Había sido esclavo en una estancia cerca de Montevideo. Es un tipo serio y muy honesto, lo quiero como a un hijo! Nogales tenia el don de sorprenderme siempre, me estaba cayendo simpático aquel capitán teatral y medio loco que pretendia parecer más duro de lo que en realidad era. Al dia siguiente llegamos a Colonia, una ciudad en la desembocadura del rio Uruguay. Nogales se detuvo el tiempo suficiente para reunirse con un sujeto en un escritorio, y pronto continuamos viaje, ahora subiendo por el rio Uruguay. -Ya tengo un negocio para el regreso, Robledo me há encargado algunas cositas de contrabando de San Borja Y se golpeó dos veces la barriga feliz. Celebramos el fin de año en el barco, yo aguardaba ansioso por lo que nos

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reservaria el año 1864. A partir de ese dia, nos acostumbramos a almorzar y cenar todos juntos, estabamos en armonia y nació una buena amistad. Jesús reveló ser un buen agricultor y pescador, conocia el campo y el rio como nadie, lograba pescar tarariras y dorados enormes en aquel rio. De vez en cuando distinguíamos personas en la margen. Niños que cuidaban rebaños de ovejas nos saludaban agitando los brazos, sin embargo la mayor parte del tiempo el paisaje era desierto, la vista se perdia en la inmensidad de la Pampa uruguaya. A nuestra izquierda, allá a lo lejos, Nogales señalaba la otra margen y decia: -Alli es territorio de Buenos Aires- O a veces decía, muy serio- La Argentina - Siempre mantenía el barquito próximo a la margen derecha, donde comenzaba el territorio uruguayo. Subíamos el rio Uruguay lentamente, a los cinco dias

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Nogales apuntó para un caserío rio arriba y dijo: Paysandú. Solo nos detuvimos media hora, el tiempo para saber que la ciudad se mantenía fiel al gobierno de Montevideo y que esperaban ser atacados por las fuerzas rebeldes de Venancio Flores a cualquier momento. Cuando parecia que nos habiamos alejado, la guerra siempre nos alcanzaba. Dias después nos enteramos que Paysandú había sido sitiada por Flores , quien contaba con el apoyo de barcos brasileños que bombardearon la ciudad. Pero a esa altura nosotros nos encontrabamos lejos al norte. El viaje continuó sin mayores novedades y un buen dia llegamos a San Borja. Fué la única vez que Nogales aproximó el barco para el lado argentino, desembarcamos, le pagué lo prometido y nos despedimos de esos dos uruguayos que habían sabido cumplir con su

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palabra. En tierras argentinas compré una carruaje y un caballo que parecían adecuados para el viaje que nos esperaba. La frontera del Paraguay estaba cercana. Un oficial argentino nos examinó cuando pasamos por un pequeño puesto policial. Por alguna razón les molestaba mi origen paraguayo, decidi preguntarlo directamente: -Hay algun problema, señor? -Por ahora ninguno, pero se nos vienen muchos problemas, mi amigo. -Por qué? Yo me ausenté de esta tierra cuando era niño y no sé lo que sucede. Ella es mi esposa americana. Nancy le hizo un gesto breve con la cabeza, el argentino levantó su gorra policial por un segundo. -Va a estallar la guerra entre Paraguay y Brasil, los brasileños ya están en Uruguay ayudando al rebelde Flores en su revolución. La verdad, lo que quieren es cerrar la salida de los paraguayos para el mar usando este rio –E hizo un gesto

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abarcando al rio Uruguay a nuestra espalda. -Espero que no suceda nada de eso, yo solo quiero ver a mi madre, que ni siquiera sabe que estoy vivo. El argentino me tendió la mano: -Que tenga suerte, amigo y buen viaje!- Volvió a saludar a Nancy con un gesto y quedó alli, contemplando como nos alejabamos despacio. No podía creer que la guerra me siguiera, parecía una maldición. Nancy había apoyado su cabeza en mi hombro y parecía pensar exactamente lo mismo que yo. -Va a salir todo bien, no te preocupesdijo ella, mientras yo sostenía las riendas del caballo con una mano y con la outra le acariciaba los cabellos. Entrar en Paraguay fué más difícil que entrar en la Argentina, el país parecía ser un cuartel, preparado para la guerra. Un oficial de infantería quería tener la seguridad de que yo era quien decía ser. Solo después de mucho insistir, y tras haber hablado

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con toda una cadena de comando militar, fuimos llevados para un cuartel. Nos trataron bien, pero debíamos pasar la noche en el cuartel hasta que alguien pudiera comprobar mi identidad. Me llamó la atención que nuestros equipajes no habían sido registrados y pudimos conservar todo… me preocupaba el dinero, era una cantidad que, si fuera descubierta, podria despertar la codicia de mucha gente. Poco después de la medianoche fui despertado y conducido a la presencia de un alto oficial: -Señor del Castillo, tengo el deber de comunicarle que a partir de esta medianoche nuestro pais se encuentra en guerra con el imperio del Brasil. Quedé de boca abierta, escuchando. -En este momento nuestro ejército ya invade el Mato Grosso.

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-Y que será de nosotros?- Me miró y con rostro inexpresivo me respondió: -Sabemos que usted es paraguayo, lo hemos confirmado hace algunas horas por telégrafo, les detuvimos apenas por causa de la guerra. -Entonces podemos seguir viaje? -Pueden continuar viaje, si, a menos que usted se decida a colaborar con la Patria para luchar contra el enemigo. -Primero debo velar por la seguridad de mi esposa, espero que usted me comprenda señor. Hizo un gesto que pretendia ser elegante pero que solo fué teatral y me abrió la puerta. Nancy no dormía y se sentó en la cama apenas entré al dormitorio. -Fuimos autorizados a entrar al pais, querida. -Ela sonrió aliviada. No quise decirle toda la verdad para que pudiera dormir esa noche. Quien no durmió fui yo. Al amanecer bien temprano continuamos viaje, el ejército me

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habia dado un salvo-conducto militar que confirmaba mi identidad y ciudadania. Llegamos a Asunción después de un viaje ansioso pero sin mayores problemas. La casa de mis padres era un caserón enorme en las afueras de la ciudad, exactamente yo no sabia como llegar, cuando marché de alli era un chico de siete años y solo guardaba una vaga idea sobre su localización pero después de preguntar algunas veces , las personas me orientaron, no estaba lejos de la ciudad. Dirigi el carruaje ansioso, apurando el paso del caballo. Nancy, comprensiva, apretaba suavemente mi brazo. Cuando faltaban quinientos metros vi que alguna cosa no estaba bien. Al aproximarnos salté del vehiculo y caminé rápido hasta el gran portón de hierro que marcaba el início da la propiedad. El portón ya no existia, pensé que habría sido robado. A unos cien metros se levantaba la casa, al

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final de un caminito que ahora era invadido por una espesa vegetación. La casa estaba en ruínas, parecía abandonada. Caminé emocionado por el sendero, arrancando algunas hierbas que obstaculizaban el paso y llegué a la puerta que parecia estar carcomida por la humedad, los insectos y el tiempo. No vivia nadie alli. -Pero entonces donde está mi madre? Y los criados? Donde estan todos? Contorné la enorme propiedad, de los fondos de la casa huyeron algunos gatos salvajes. La pared presentaba un enorme agujero, tal vez por causa de alguna tempestad. Nunca había sido reparado. Me senté en un escalón de la entrada y coloqué la cabeza entre las rodillas, pensando. Nancy llegó y tomó asiento a mi lado. Quedamos mucho tiempo en silencio, escuchando apenas el ruido del viento entre los arboles y algun pájaro que cantaba esporádicamente.

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Casi dos hora después, cuando nos marchabamos, Nancy estaba en el carruaje y yo me disponía a subir cuando vimos un anciano caminando por el borde de la calle. Aguardé a que pasara próximo a mi lado para abordarlo: -Perdone señor, buen dia. -Si?, buenos dias. -Usted conocía a las personas de esa casa? - Señalé la casa de mis padres. Miró la casa con pena sacudiendo la cabeza y colocando las manos en la cintura. -Era el caserón de los Del Castillo, claro que los conoci. Un hombre muy trabajador. -Y que les pasó? Donde están ahora? -Bueno, lo que sé es que don Del Castillo murió lejos, no sé bien donde. -Y la señora? -Ella se murió el mismo dia en que se enteró que habia perdido al marido y al hijo. Su corazón no aguantó, pobrecita, fué una tragedia.

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-Me senté despacio, mientras la mano de Nancy se apoyaba en mi hombro. El anciano continuó hablando:Después parece que al no haber nadie encargado, las propiedades fueron confiscadas de a poco, falta de pagamento, dijeron. Los impuestos, los malditos impuestos, todo se diluyó en el aire. La casa está abandonada desde hace años. -Le di la mano , agradeci y nos fuimos. Hicimos el viaje hasta Asunción en silencio, me costaba digerir la dura realidad, habia perdido al mismo tiempo a mi madre y mi padre. -Todo se diluyó en el aire- habia comentado el anciano. Esa noche nos quedamos en un hotel de Asunción. Las personas solo hablaban de la guerra contra los brasileños, pero nosotros estábamos ajenos a lo que sucedía, aislados en nuestros pensamientos. Nancy no se atrevia a formular la pregunta que martilleaba en mi cabeza: - Y ahora que haremos?

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Capitulo IX- EL GAUCHO ERRANTE. Por la mañana desayunamos en el restaurante del hotel. Pude leer en un periódico noticias nada buenas: Paraguay habia tratado de obtener la autorización de la Argentina para trasladar sus tropas hasta Uruguay e intervenir en la guerra civil uruguaya. Ante la negativa argentina, las tropas paraguayas habian invadido Corrientes! Con seguridad la reacción Argentina sería establecer alianza con el Brasil contra nuestro pais! -Están todos locos!- Exclamé en inglés, sin darme cuenta de que varias personas escuchaban atentos todo lo que deciamos. Quizá les había llamado la atención que nosotros hablábamos en inglés. No habia imaginado que podría haber algun tipo de resentimiento contra

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americanos o ingleses, nosotros habíamos dialogado en inglés, como ya era nuestra costumbre, desde que llegamos al hotel. Además yo era paraguayo!, me dije a mi mismo indignado. Había mucha gente en aquel restaurante, el asunto del momento era, sin lugar a dudas, la guerra, eso puede exacerbar los sentimientos. -Fuera de aqui! - Gritó alguien en guarani, la segunda lengua de Paraguay. Nancy estaba asustada, en silencio me miró, esperando mi reacción. Parecía que todas las personas del restaurante nos dirigian miradas con odio, en ese momento me senti extrangero en mi proprio pais. Nos pusimos de pie, con la mano en la cintura yo guiaba suavemente a Nancy que caminaba adelante mio en dirección de la puerta. -Muerte a los gringos!- Exclamó otra voz. -Fuera de aqui!

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-Va para tu pais, gringo! Alguien arrojó un vaso que se estrelló en mi espalda, me di vuelta en el exacto momento para ver un individuo barbudo empuñando una pistola que apuntaba hacia mi. Recuerdo que en ese instante lamenté haber olvidado mi Derringer en el cuarto del hotel. Adiviné el momento exacto que el tipo iba a dispararme y salté de lado al mismo tiempo que empujaba una mesa contra el agresor. La bala debe haber pasado a centímetros de mi cabeza pero no escuché su zumbido por los gritos de las personas. Cuando cai al suelo giré el cuerpo y al ponerme de pie sujeté una silla que levanté sobre los hombros y bajé con fuerza sobre el tipo. Por una fracción de segundo noté que el barbudo no me miraba, estaba con la vista fija en algo a mi espalda. Pero la silla ya lo alcanzaba en la cabeza y explotaba en pedazos de madera que volaron en el aire. El tipo cayó fulminado y me puse de pie

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aguardando el próximo agresor, pero nadie se movió. El silencio habia tomado cuenta del salón, cuando me volvi hacia la puerta observé que Nancy estaba apoyada en la pared, con una enorme mancha de sangre en el pecho. Todos en el salón observaban en silencio, comprendiendo la tragedia que habían ocasionado. Me precipité para ayudarla, ella cayó inerte al piso. Su respiración era ruidosa, una bocanada de sangue salió de su boca. Me desesperé, grité por socorro. Las personas corrían para abandonar el restaurante, nadie me ayudó. Nancy murió alli, en mis brazos. Cuando abandoné aquel lugar, cargando en mis brazos el cuerpo de mi esposa, las personas se apartaban de mi camino en silencio. Aquel habia sido el más terrible golpe que el Destino podia darme. El anciano se detuvo en su narrativa, necesitaba de algunos minutos en

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silencio, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Discretamente, George y Charles salieron de la cabaña, para la fria noche de la montaña. - Que historia, eh? -Nunca pensé que el pasado de mi padre fuera tan conmovente. -No imagino como volvió para América. -Sé que conoció a mi madre al regresar para América, fué antes de Little Bighorn. Fumaron en silencio durante algunos minutes y después entraron en la cabaña. Robert colocó unas astillas en la estufa. -Charles, no ibas a poner algunos chorizos en las brasas? -Si, claro, lo habia olvidado. Todos se sentaron alrededor del fuego, el anciano comenzó a hablar parecia que pensaba en voz alta. -Sepulté a Nancy detrás de la casa de mis padres. Con mis propias manos excavé una sepultura profunda para

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que nunca fuera molestada en su sueño eterno. En otro lugar allí cerca enterré una caja con mis ropas americanas, el traje de Nancy y los dólares que habían sobrado, era mucho dinero pero para mi ya no tenia ningun valor. Mi vida había perdido sentido. Lentamente el dolor se mezclaba con un odio ciego, yo queria venganza. Una sed de sangre me dominaba, queria ver al mundo sufriendo de la misma forma que yo sufría en ese momento. Vestí mi vieja camisa y los mocasines indios, guardé en las alforjas mis Colts, y me marché del Paraguay sin mirar atrás. Hizo una pausa observando la calidad de los chorizos que Charles colocaba para asar. Se puso de pie para que el periodista no viera sus lágrimas, y dándole la espalda estiró las manos para el calor del fuego. Permaneció asi durante un minuto.

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Después lavó su rostro en una palangana con agua, sobre una mesa en un rincón. Carraspeó y con mejor semblante continuó recordando: Nancy murió en 1864. Durante los años siguientes fui un vagabundo errante por la Pampa uruguaya y argentina. Vivía de la forma que me enseñaron los indios Sioux: alimentandome de los recursos del campo. Cuando era provocado, aplicaba la filosofía de Morgan: nadie me ofende sin ser castigado, cuando preciso de alguna cosa voy y la tomo prestado. No tenía dinero para comprar nada, pero nada me faltaba. Mi cuchillo y mis pistolas se llevaron varias vidas. Con el tiempo, todos habían escuchado hablar sobre el gaucho solitario que vagaba por los campos y las pulperias. La leyenda habia nacido. A veces me enteraba que la guerra continuaba, el

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Paraguay habia sido invadido. Decían que en terribles batallas morían miles de personas. En mi odio yo me alegraba, los paraguayos no eran mi pueblo, ellos mataron a la persona que amé en la vida, mi compañera, amiga y amante. Al morir Nancy yo también habia muerto, mi alma continuaba envenenada. A veces durante las largas noches solitarias en la Pampa soñaba que estabamos sentados en el césped del parque de Nueva York, Nancy leía un libro mientras yo la observaba. Alrededor podía ver parejas caminabando felices mientras algunos niños jugaban, se escuchaban risas a lo lejos. Era demasiado doloroso despertar para aquella realidad maldita. Cada vez demoraba más en dormirme y algunas veces solo lo conseguía después de beber media botella de aguardiente. Por esa fecha yo debia estar con veintidos años de edad pero mi larga barba, mis cabellos descuidados y mi

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piel curtida por la vida a la intemperie me daban un aparencia más vieja…y más salvaje. Me alimentaba de hierbas, robaba ganado o cazaba todo que se movia. Llegué a comer cobras y ratones de bañado. A veces sentado en el campo, completamente deprimido y angustiado, sin destino y solitario, comía hormigas e insectos, o permanecia sin alimentarme durante varios dias. Había caído al fondo del pozo y no tenía ninguna intención de salir. Cuando el chiripá o el poncho se transformaban en sucios harapos desgarrados, simplemente robaba otros. Comparado conmigo, Morgan parecía la persona más higiénica del mundo. Un dia el caballo comenzó a mancar. Estaba en las proximidades de una pulperia, desmonté y lo llevé por las riendas despacio, para ahorrarle sufrimientos. Al llegar a la pulperia examiné el palenque donde se encontraban tres caballos atados. Me

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gustó el del medio, una yegua tostada de unos dos años de edad . Un tipo barbudo vistiendo poncho y viejos pantalones militares me observaba, fumando apoyado de forma casual en la pared de la pulperia, calentando el cuerpo bajo el sol del mediodia. Supuse que era desertor de algún ejército de los que participaban en la guerra. Entré a la pulperia, la puerta era bajita y hasta yo, que no soy muy alto, tuve que bajar la cabeza para entrar. No me saqué el sombrero ni saludé, lo que es una costumbre sagrada entre los habitantes de la Pampa. Tres tipos jugaban al truco en una mesa, mientras bebían. Otro estaba apoyado en el mostrador, bebiendo vino, le colgaban las boleadoras al costado del cuerpo. El dueño del lugar era un viejo chiquito y barbudo, que usaba una ridícula corbata en forma de moña, tal vez pensando que con eso le daba categoria al negocio. El rancho era de

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paredes de barro y techo de paja, típico rancho uruguayo. Solo faltaba algún idiota con una guitarra. -Caña- Ordené sin mirar al viejito. Todos me habían observado cuando entré sin saludar, eso parecía haberlos ofendido. Una voz pesada y muy lenta dijo a mi lado: -El que entra y no saluda muy buena gente no debe ser. Aproveché el contacto para preguntar, ignorando la provocación: -La yegua tostada que está en el palenque es suya? -No, es mia - Intervino uno de los que jugaban baraja. Lo miré, era un tipo grande, casi de dos metros, gordo y fuerte, la bombacha que usaba era nueva, debia ser peón de alguna estancia de las redondezas. -Me la va a vender. Me miró como si yo fuera loco, hizo un chasquido con la lengua y volvió la atención al truco.

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-Si no me la vende me la llevo de todas formas - Me bebi un trago de caña directo de la botella. En la mesa todos estaban tensos y silenciosos, las barajas descansaban entre los vasos. El de las boleadoras volvió a provocarme: -Llega sin saludar y ahora insulta a los parroquianos. Le tiré con la botella que se estrelló en el medio de su frente, cayó al suelo acompañado por los pedazos de vidrio. Los tipos que jugaban al truco saltaron cada uno para un lado, para no ser salpicados con aguardiente o para desviarse de los vidrios. El grandote sacó el cuchillo y se vino insultando mientras envolvia el poncho en su brazo izquierdo. Mi cuchillo índio voló y se hundió en su garganta, todavía consiguió dar dos pasos antes de caer. Hizo un barullo sordo al llegar al piso donde quedó temblando y sacudiendo las botas agonizando. Los otros no sabían lo que hacer, quedaron alli de

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ojos muy abiertos. Yo no me batía de la forma tradicional como lo hacían todos los gauchos. El bajito del bar con voz muy suave, casi femenina, intervino: -La botella no se la voy a cobrar, caballero. Lo miré de lado: -Entonces déme otra para el viaje, si no fuera pedir mucho. Y me agaché para arrancar el puñal Sioux de la garganta del difunto, todos me observaban en silencio. Abandoné la pulperia caminando lentamente, llevando una botella en la mano izquierda. Coloqué mi silla en la yegua, dejé el caballo manco en el palenque, y me fui despacito, con la botella en la mano. El desertor que fumaba al lado del palenque siguió alli quieto, sin meterse en los asuntos de los demás. –Ese va a morir de viejo- Pensé sin mirarlo. No sé porqué, pero en ese momento la imagen de Morgan riendo de forma barullenta apareció en mi mente.

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Aquella era una vida simple y salvaje, vagaba como un nomada por las tierras interminables de la Pampa. Todo se limitaba a hacer mi voluntad, ir para donde quería y apoderarme de lo que me agradaba. La Humanidad era mi enemiga. -Morgan estaría orgulloso de su protegido. Aquel dia había acampado en la margen de un arroyito de aguas limpias, bajo la sombra de un sauce. Era pleno verano, el calor era sofocante. Encendi un fuego y me preparaba para asar una liebre que había cazado por la mañana, cuando un caballo se acercó, tal vez atraído por el humo. No me movi de donde estaba, si fuera enemigo no se aproximaría de esa forma, cuando apareció entre los árboles vi que era un índio. Saltó del caballo y caminó despacio en mi dirección. Había dejado la larga lanza de tacuara al lado del caballo, solo cargaba un gran cuchillo en su

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cintura. Descalzo, con un chiripá viejo y los restos de un poncho sobre los hombros, quedó de pie allí del otro lado del fuego. El poncho escondia uno de sus brazos, quedé atento. -Que quiere?- Le pregunté ya que no decía nada. -Comer. -Solo tengo una liebre, es poco para dos – Respondí directo. -Yo traer mia.- Y del poncho sacó el brazo oculto: tenia una liebre muerta. Le señalé el fuego con un gesto y no precisó preguntar nada más. Con movimientos ágiles desolló la liebre, retiró las tripas, limpió el animal en el agua y lo colocó al lado de mi liebre, ensartada en una larga rama. De repente caminó hasta su caballo y me quedé alerta. Sacó algo de una bolsa, era una botella de caña. Volvió a sentarse y me ofreció un trago. La botella no estaba llena pero tenía aguardiente suficiente para derrubarnos a los dos. Deseché las precauciones y decidi beber

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tranquilamente, alguna cosa en aquél charrúa me inspiraba confianza. Bebi un trago largo, y se la devolvi, no le di las gracias. Para que? Yo no le habia pedido nada. El indio bebió y se quedó quieto mirando el fuego. De vez en cuando la botella hacia su vueltita y a cada vez quedaba más liviana. Cuando quedó vacia el índio simplemente la tiró para un costado. Los dos debíamos estar borrachos pero al estabar inmóviles sentados la embriaguez no se manifestaba. Cada uno devoró su liebre, después el índio se levantó, se rascó la barriga mirándome y solo dijo: -Usted no blanco. Usted índio, pero no índio. Como? -No sé. Y se marchó tambaleándose por efecto de la caña, sin mirar para atrás. Yo me quedé alli tranquilo, sabía que no era un enemigo, era apenas alguien que, como yo, no aceptaba la

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sociedad de los hombres blancos y erraba por las praderas desiertas. Esa noche finalmente dormí como un tronco, como había mucho tiempo no dormía. El anciano hizo una pausa para comerse un chorizo asado, todos comieron y bebieron agua en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. No sé durante cuanto tiempo vivi de esa forma, durante los primeros tiempos llevaba el cálculo de los meses, pero después abandoné esa práctica. Simplemente seguia el ejemplo de mi yegua que ignora cuando es domingo y no se importa con eso. Cierto dia al llegar a una aldea escuché algo que despertó mi interés. La aldea surgió de repente en mi camino, era una amontonado de ranchos miserables alrededor de una iglesia. Yo llevaba algún tiempo sin provisiones, trataba de conseguir un poco de sal y todo lo demás que

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pudiera llevarme, por eso me aproximé del caserio. Despacio detuve la yegua adelante de la iglesia mientras algunas viejas curiosas ya me observaban desde las ventanas de sus ranchos. Un padre sonriente se me acercó. -Bienvenido, hijo. -No soy su hijo.- No sé si fueron mis palabras o mi hedor que lo hicieron retroceder algunos pasos. -Hermano entonces. Somos todos hijos del Señor. Sea bienvenido. -Preciso de sal. Un paquete grande seria mejor. -Yo no tengo sal, pero quién sabe un poco de agua a cambio de la confesión de sus pecados?.. Si? -Alguien de ustedes podria darme un poco de sal? Pregunté a varios curiosos que se habían acercado. Un niño corrió para su casa. En un minuto el chico regresó com un paquetito de sal. Me lo entregó y al guardarlo en la montura comenté:

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-Ahora dile al cura que te dé el perdón por esa buena acción. Hice que la yegua diera media vuelta para retirarme por el mismo sendero por donde había llegado cuando las palabras del cura me detuvieron: -No diga eso, hermano. El Diablo anda suelto, mire lo que pasa en Paraguay. Había despertado mi curiosidad, lo interrogué con la mirada: -Acaso no sabe de los horrores de la guerra, hermano? -Cuénteme. -Asunción fué saqueada y la población ha sido masacrada. Los soldados brasileños se llevan esclavos a los prisioneros y la población civil. El Infierno está en Paraguay! Um tipo muy delgado, de chiripá rojo y sin camisa, con una horquilla en la mano intervino: -En una batalla en Tuiuti los paraguayos perdieron y ahora están huyendo para allá arriba, en la selva.

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Suspiré y mirando a lo lejos, comenté con rabia: -Se lo merecen. -Usted es uruguayo o argentino? -No, soy mexicano – Eso los dejó desconcertados y me miraron sin entenderme. Abandoné aquel pueblito despacio. Viejos odios me alimentaban y el recuerdo de Nancy aún lastimaba el pecho como una puñalada. Quera ver a los asesinos de Nancy sufriendo, fue por eso que decidi volver a Paraguay. Queria venganza. Por el camino un dia me encontré con el charrúa, fue un poco antes de entrar en el Paraguay. Colocó su caballo en la misma marcha que mi yegua y cabalgamos de esa forma alrededor de una legua. El indio me miró cuando llegó a mi lado y nada más, no hablamos ni una palabra. Al llegar al topo de una loma, detuvo su caballo y volvió a observarme. Yo señalé para el lado de Paraguay. Miró

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para ese lado un minuto, sacudió la cabeza y señaló con la lanza para la derecha. Sacudí mi cabeza asintiendo y cada uno se fué para su lado. Nunca más lo vi.

Capitulo X- GENOCIDIO EN PARAGUAY A medida que me aproximaba de Paraguay, iba encontrando cada vez más soldados, principalmente brasileños. Yo debía parecer un verdadero gaucho porque nadie me molestó. Algunos me miraban pero no me detenían, tal vez no valía la pena acercarse para tener que aguantar mi hedor inmundo. Los soldados parecían cansados de la

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matanza interminable. Vi muchos cadáveres siendo sepultados en fosas comunes. En algunos lugares la podredumbre de los cadaveres de personas y animales insepultos bajo el sol tropical del Paraguay ofrecia un espectáculo dantesco. Cuando pasé por un joven de aspecto cansado, vistiendo uniforme color amarillento claro, no parecía ser brasileño, me pareció uruguayo, por eso decidí interrogarlo: -Perdone soldado. -Si? -Donde están luchando ahora? -Oh, ahora deben estar al norte, lejos. -Que ha pasado en esos ultimos meses? - Lomas Valentinas, no lo sabe? -No -Masacraron a las últimas fuerzas de López, que se escapó para el norte. -Quenes los derrotaron, ustedes o los argentinos? -Los argentinos se fueron el año pasado. Quedamos los uruguayos

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aunque las fuerzas principales son los brasileños. No va a sobrar ni un paraguayo!. Le hice un gesto a modo de despedida y continué viaje. En mi interior mis sentimientos entraron en choque. Desde la injusta muerte de Nancy un odio terrible me había cegado, me llevó a abandonarlo todo y salir errando por los campos durante años. Ahora veía como un pueblo entero era sistemáticamente exterminado y aquello, en vez de alegrarme, comenzaba a molestarme. Pasé por aldeas vacías, donde todos los habitantes habían sido masacrados. La intención no era acabar con Solano López, el verdadero objetivo era eliminar el país que un dia fue el más próspero de América. En Asunción visité las ruinas de mi casa paterna, nada habia cambiado. Visité la tumba de Nancy, donde permaneci varias horas, inmerso en mis pensamientos y dolorosos recuerdos. Recordé que allí

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tenía mi dinero y mis ropas, todo estaba seguro, enterrado, esperando mi regreso. La imagen de Nancy aún era muy fuerte en mi memoria y me persiguió al alejarme de aquel lugar. Cabalgué durante dias en dirección al norte, siguiendo las huellas del ejército aliado. No sabria decir por que hacia eso, no sentia nada aparte de tristeza al contemplar tanta destrucción y sufrimiento, acaso queria apagar mi propia tragedia contemplando un drama mayor? No sabria responder. Pude ver mucha destrucción por el camino, y me sorprendió no sentirme tan inmune al dolor ajeno. Tres dias después alcancé el frente de guerra. Desde lo alto de una loma observé la evolución de los dos ejércitos. Habia atravesado selva y rios para llegar hasta aquel lugar. Tuve la suerte – o la desgracia?- de llegar a tiempo para presenciar una batalla. Las tropas brasileñas no me habían prestado atención, por eso

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pude alcanzar un lugar alto desde donde podría acompañar toda la acción que se avecinaba. De un lado estaban los brasileños preparados para la lucha, con sus regimientos formados en orden y la artilleria bien organizada. También había aisladas unidades uruguayas y casi ningún argentino. En total debían ser unos veinte mil, más o menos. Del outro lado el número era mucho menor, posiblemente unos cuatro mil soldados paraguayos dispuestos a enfrentar un enemigo muy superior en número y en armamento. La acción comenzó de repente con la artilleria brasileña castigando las posiciones paraguayas. Fue en ese momento que alguien se arrastró por la cerrada vegetación a mi lado, subiendo la loma. Quedé alerta con la mano apoyada en el cuchillo. Parecia venir desde el lado paraguayo, por la alta vegetación le habia sido fácil aproximarse sin ser visto. Permanecí inmóvil hasta que pude ver su

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uniforme desgarrado y sucio: era un desertor paraguayo. Al verme palideció, yo lo tranquilicé con un gesto y le mostré mis manos desarmadas. -Calma amigo, no soy enemigo. -No me delate, por favor. Su voz me reveló algo que su figura entre los matorrales aún no habia mostrado: se trataba de un niño! Lo tomé del brazo para acercarlo a mi. Temblaba asustado, no debía tener más que siete o ocho años. De inmediato me vinieron recuerdos de aquel niño de siete años con su padre muerto, perdido en las praderas americanas. -Que haces aqui vestido con ese uniforme? -Me lo dieron los oficiales. -Pero qué dices? -Examiné las líneas paraguayas con más atención, pero el humo y la tierra levantados por los cañonazos dificultaban la visión. -Quieres decir que hay más niños allá abajo?

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-Si señor, dicen que somos tres mil niños y quinientos adultos para luchar. Me dejó sin palabras. El ejército aliado ya marchaba a paso de carga, mientras la caballeria surgía por los flancos amenazando rodear a aquel puñado de paraguayos que disparaban furiosamente sus armas. El niño y yo éramos testigos de una batalla terrible y desigual. Cuando fueron rodeados, los paraguayos estaban a merced de los disparos aliados, era simplemente un fusilamiento. Alcancé a ver algunos paraguayos levantando sus brazos en señal de rendición, para de inmediato ser derribados por el fuego enemigo. La carnificina duró unas dos horas, pero aún faltaba el gran final. En aquel momento observé que los brasileños encendian fuego en el alto pastizal alrededor de donde estaban los muertos y heridos paraguayos. Desde la colina podíamos escuchar

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los gritos de los condenados siendo quemados vivos! Algo se quebró en mi interior, aquella dureza asesina causada por el odio que me había consumido durante todos aquellos años se rompió de repente y lloré, lloré durante mucho tiempo abrazando aquel chicuelo asustado que temblaba en mis brazos. Que guerra era esa?? En que mundo viviamos!!?? Mis lágrimas estaban lavando no solo los horrores de la guerra sino también los horrores de mi vida. Era el doloroso parto de mi renacimiento, aunque aún no lo sabia. Cuando todo se había acabado y por fin reinaba el silencio de la muerte en aquel lugar, me atrevi a descender de la colina, antes había obligado al chico a quitarse el uniforme y huir para la selva, donde estaría a salvo. Lo que presencié quedará grabado para siempre en mi alma. El hedor de carne quemada impregnaba el aire.

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Había cuerpos quemados, destrozados y heridos de mil maneras. Eran niños de seis, siete , ocho años de edad! Vi el cadáver de un niño de seis años con el rostro cubierto por una barba postiza! También presencié cadáveres de hombres adultos, aunque en menor número. Al lado de un cañón, yacían los cuerpos destrozados de tres mujeres en uniforme paraguayo. De vez en cuando presenciaba la macabra escena de una mujer muerta abrazada al cadáver de su hijo que vestía un uniforme que le quedaba muy holgado. Los vencedores clavaban bayonetas y cuchillos en cuerpos agonizantes, no querían sobrevivientes. Con pasos lentos abandoné aquel lugar maldito. Segui una trilla entre la espesa vegetación, al frente, en un claro de la selva un grupo de uruguayos descansaban y fumaban sentados en el suelo, les pregunté: -Que lugar es éste?

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-Como?- No me comprendieron la pregunta-Esta región, tiene nombre? -Para nosotros es Laguna Grande. -Los paraguayos creo que la llaman de Acosta Ñu. Me marché sin volver la mirada atrás, pero me hice la promesa de jamás olvidar el nombre de éste lugar. Como si acabara de despertar de una larga pesadilla, ahora sentía que yo habia regresado, que finalmente habia exorcizado el odio y que saliera de mi infierno particular. Regresé a las ruinas de mi viejo hogar, aquella noche dormi al lado de la tumba de Nancy, el odio ciego habia sido substituido por una enorme tristeza en mi pecho. Esa mañana tuve la sensación de no estar solo, parecia que ella había dormido a mi lado. No encontré agua por ninguna parte, por eso desenterré el dinero y todas mis cosas, acomodé todo en la silla, monté y coloqué mi yegua a paso

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lento… nunca más volvería a aquel lugar, abandoné Paraguay que se había convertido en un enorme cementerio.

Capitulo XI:REGRESO A NUEVA YORK Me detuve en un riacho que corría lentamente por la llanura, a poca distancia del rio Uruguay. Tomé un baño demorado en aquellas aguas limpias, raspé la larga barba, quemé mis viejas ropas gauchas, manchadas con el sangre de mil victimas. Después vesti mis ropas de “hombre blanco”: el traje marrón que Nancy me había comprado en Montevideo, coloqué mi Derringer en el bolsillo. El resto de mis armas acechaban desde mis alforjas. Con un poco de dinero en el bolsillo inicié el largo viaje para

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el sur. Un pescador argentino me transportó para el lado uruguayo del rio Uruguay, alli cabalgué hasta la primera ciudad que encontré: Salto. Una diligencia me llevó hasta Paysandu, en donde pude viajar a bordo de un pequeño barco fluvial hasta Colonia y de alli en un vapor consegui finalmente llegar a Montevideo, Durante esa semana en que viajé por el rio Uruguay, precebia la imagen de Nancy siempre a mi lado, causando al mismo tiempo un profundo pesar y un alivio para mi soledad. La capital uruguaya habia sido palco de dias felices pero que ahora eran recuerdos dolorosos, no queria permanecer mucho tiempo en la ciudad, por eso me alegró saber que en seis dias podria embarcar para Nueva York. Fué una semana de reclusión, solo abandonaba el hotel para almorzar. Me quedaba en el dormitorio leyendo periódicos viejos y durmiendo. De esa

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forma me enteré que habian asesinado a Lincoln en 1865 y que la guerra habia terminado hacía mucho tiempo en América. Para mi sorpresa constaté que corria el año 1869… Habian pasado cinco años desde la muerte de Nancy! Yo tenia 25 años de edad. Me pasé la mano por el rostro. - Como pude vivir errando por la Pampa perdiendo la noción del tiempo de esa manera? El odio se habia devorado muchos años de mi vida, no podia perder más tiempo. La semana pasó e inicié el viaje de regreso para casa. Un pensamiento me sorprendió: acaso mi hogar era en Nueva York? Yo tenia una casa alli, por lo menos tenia una casa seis años atrás. Nunca me habia comunicado con Catherine, ella ciertamente ignoraba el destino de Nancy . Que habria sido de la vida de nuestra amiga?

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Después de un viaje sin incidentes, un buen dia llegué a Nueva York. De la misma forma que muchos años atrás, el puerto hervia de gente de todas las razas, habia muchos barcos atracados, se notaba el progreso en medio de toda aquella confusión. No tuve dificultad para entrar al país, después de todo yo era casado con una americana, rapidamente subi a un carruaje de alquiler para dirigirme a mi casa. Atardecía cuando llegué. La primera imagen me sorprendió: dos niños jugaban en el frente de la casa. -Hola - Les dije mientras llamaba con un golpecito en la puerta, no quise entrar directo, no me pareció adecuado después de tanto tiempo. -Mamá!, Hay un señor aqui! - Gritó el niño que parecia tener unos cuatro añitos. “Mamá?”, pensé. Catherine surgió en la puerta y dió un enorme grito feliz

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al reconocerme. Me abrazó. -Nunca pensé que hoy tendria esta felicidad! Catherine no habia cambiado, era la misma gordita bajita de mejillas rosadas. -Mamá?- Y sonreí curioso. -Si, soy mamá, me casé siete meses después que ustedes se fueron, esos son mis chicos pero…donde está Nancy? -Me temo que tengo una triste noticia para darte… Catherine todavia lloraba sentada en la sala cuando llegó un tipo. Los chicos corrieron y saltaron a sus brazos al verlo entrar. -Esse señor hizo llorar a mamáComentó con voz triste la nenita menor, de unos tres años. Catherine secó sus lágrimas con un pañuelo y explicó: -Este es Robert, mi amigo de quien te hablé tantas veces.- El tipo me tendió la mano, me gustó su mirada directa y honesta, parecia ser una buena

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persona, era alto, pelirrojo y de rostro surcado por arrugas, com un fino bigote rojizo, tenia todo el aspecto de un irlandés. -Mucho gusto, soy Ryan McCann-Hola, Sr. McCann, es un placer. Aquella noche no quise dormir en mi vieja cama matrimonial, a pesar de las insistencias de Catherine. Dormi en la sala, improvisando una cama en el suelo, estaba acostumbrado a dormir en cualquier parte. Los niños daban risitas traviesas al verme acostado en aquel lugar. Las horas pasaron y todos dormian. Todos menos yo. Esa noche analicé la situación calculando todas las posibilidades que se me ofrecian. Estaba en una nueva encrucijada de mi vida y ésta vez queria tomar la decisión correcta. Por la mañana, durante el desayuno, antes que Ryan se fuera a trabajar, nos sentamos todos en la mesa. Catherine comenzó a hablar titubeando:

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-Robert, nosotros buscaremos una casa para alquilar y será rápido que… Con un gesto la interrumpi: -Veo que ustedes también estudiaron la situación antes de dormir- Dije sonriendo. -Pero yo tengo algo para decirles. En primer lugar quiero agradecerles por haber cuidado de mi casa. La noche pasada tomé una decisión que pienso será la más acertada para mi. Me miraron atentamente en silencio. -Quero que se queden con la casa, la merecen. Es mi regalo de casamiento. Los dos estaban mudos de emoción. -Yo me iré para el oeste,allá es mi lugar. -Al oeste? Donde? -Voy a encontrar mis hermanos Sioux, es el único lugar donde tendré paz. Estaban un poco incómodos, no sabían como agradecer mi gesto, yo apenas sacudi el cabello de los niños y les relaté superficialmente los horrores de la guerra del Paraguay,

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les hice comprender que yo no tenia patria ni hogar, y que era eso lo que buscaba. No quise demorar la partida, abracé a Catherine y a los niños, y parti en compañia de McCann que debia salir para trabajar, una hora después. -A que te dedicas, Ryan? -Soy comerciante de carnes y alimentos en general. -Tal vez podrias ayudarme como comerciante. -Lo que quieras, Robert. -Preciso comprar dos caballos buenos y provisiones para el viaje. -Es un viaje y tanto, no sería mejor una carreta? -Con dos caballos es suficiente para mi. -Tengo al tipo exacto para eso! Era verdad, Ryan me ayudó a cerrar un buen negocio y después me obsequió, sin aceptar mi dinero a pesar de mis objecciones, con todas las provisiones que yo necesitaba.

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Nos despedimos exactamente al mediodia, cuando inicié la larga jornada para el oeste.

Capitulo XII: EL REGRESO DE PEQUEÑO HURON El faisan habia caminado de forma rápida y abria las alas para emprender el vuelo, cuando mi piedra certera acertó su cabeza. Caminé hasta donde pastaban los dos caballos. Ya habia encendido una pequeña hoguera y me disponia a almorzar. Para ahorrar las provisiones, decidi cazar. En la pradera abundaban los faisanes, pequeños roedores, cobras y otras aves, para un indio no faltaria

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alimento. Y yo era un indio ahora. Hacía mucho tiempo que había dejado atrás la ciudad de Nueva York. Estaba en las fronteras del mundo otra vez, libre y en contacto con la naturaleza. Salvaje pero en paz. Ahora surgian más ranchos que antiguamente, desparramados por la inmensidad de las praderas, habían brotado muchas pequeñas ciudades en el oeste. Yo evité entrar en las cuidades, pasando cerca de Abilene y siguiendo el viejo Sendero Sioux para internarme en los campos de caza de la tribu. Continué en dirección nortenoroeste durante mucho tiempo. Solo me detendría cuando no existieran señales de la presencia del hombre blanco. Aquellos fueron tiempos agradables para mi, solitario pero sin odios, al fin habia encontrado la paz de espiritu de que tanto necesitaba. Durante dos meses acompañé las trillas de migración de antiguas tribus indígenas.

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Entonces un dia, al contemplar el paisaje, supe que había llegado a mi destino. Era un hermoso vallecito. A lo lejos se adivinaba la silueta imponente de las montañas Rocosas, desde la colina pude observar aquel valle intocado, virgen. Una llanura verde, salpicada por algunos arboles e un espeso bosque al fondo. Un rio corria rápido descendiendo desde las montañas. Muchos pájaros cantaban y al mirar para el cielo, una águila planeaba a gran altura, arriba de mi cabeza. Acompañé su vuelo y pude ver como hacía un circulo perfecto en el cielo. Yo parecia estar en el centro de esa circunferencia imaginaria. Sería un señal?. Por ninguna parte se veían marcas de la presencia humana y tomé mi decisión: allí estaba mi hogar. Las bajas temperaturas de las noches anunciaban la cercanía del invierno, por eso trabajé duro durante varios dias, hasta haber construído un buen abrigo con troncos. No sé si podría

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ser llamado de cabaña todavia, por lo menos no estaría a la intemperie cuando la nieve llegara. Un dia pude cazar un alce, lo sorprendi mientras bebia en el rio. Yo tenia un buen rifle, que era parte de las provisiones que había comprado en Nueva York, y disponia de munición abundante para todas las armas. Desollé el animal y sequé buena parte de su carne, que me alimentaría durante la época difícil que estaba llegando. Con el cuero confeccioné ropas abrigadas de la forma que habia aprendido com los Sioux. Al caer las primeras nevadas ya estaba preparado para el largo invierno. La pequeña cabaña era resistente y forré sus paredes con pieles. Tenía una cama espléndida y muy abrigada. El fuego de una estufa completaba mi abrigo. Era una cabaña de hombre blanco habitada por una especie de indio- Ese

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pensamiento me hizo sonreir. - Acaso Pequeño Huron ha regresado? Por las noches escuchaba el aullar de lobos, pero durante todo el invierno no llegué a ver ninguno. De todas formas, nunca salía de la cabaña sin armas. Había muy poca caza durante el invierno, algunas veces capturaba un conejo salvaje o algun otro pequeño animal. Cuando finalmente las nieves dieron lugar al deshielo de la primavera, el valle renació en todo su esplendor. Me pasaba las mañanas pescando con la lanza en el rio donde ahora nadaban truchas en abundancia. Debía cuidarme porque muchos osos tambien se dedicaban a pescar. Era la época de reproducción de los animales y eso les tornaba más agresivos. Una noche senti que alguna cosa enorme trataba de entrar en la cabaña. Sus garras arañaban una de las paredes con insistencia: era un oso pardo. Grité para asustarlo pero me respondió con un largo

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gruñido, por eso tuve que dar dos disparos de revólver para lo alto . El revólver es mas barullento que el rifle, y el intruso se largó, corriendo asustado. Una mañana yo estaba concentrado queriendo pescar una trucha con la lanza cuando alguna cosa me hizo levantar la cabeza. Alli, a unos diez metros de distancia estaban cuatro índios de pie, apoyados en sus lanzas, observando mis movimientos. Me puse de pie lentamente y los saludé con un gesto que habia aprendido entre los Sioux, eso los desconcertó por un momento. Me respondieron de la misma forma, yo clavé mi lanza en el suelo y me aproximé desarmado, ellos quedaron allí aguardando. Cuando estaba a menos de tres metros, uno de ellos soltó un grito y comenzó a reir de forma barullenta, abriendo los brazos. Los otros lo miraban y fue mi vez de quedar desconcertado.

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-Pequeño Huron! Eres tú o eres su espiritu? Lo miré con atención, no lo reconocia aunque alguna cosa me era familiar en sus gestos. Entonces con expresión sorprendida exclamé: -Pluma de Aguila??! Se me aproximó radiante -Pequeño Huron!- Y colocó su mano encima de mi hombro- Estás vivo! Mi amigo de la infancia se había transformado en un guerrero fuerte, con algunas cicatrices por el cuerpo, era mucho más alto que yo. Su mano poderosa cayó encima de mi outro hombro. A los otros índios no los conocía pero me aceptaron de inmediato. Fuimos todos para mi cabaña que fue detenidamente examinada por mis hermanos Sioux, sus gestos de aprobación me dejaron satisfecho. Durante el almuerzo Pluma de Aguila me reveló lo que había sucedido aquel dia trágico en que nos separamos:

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-Cuando tu llevabas a Nube, en aquel momento yo te seguia a caballo pero fui atacado y tuve que luchar. Derrubé mi enemigo pero me resultó imposible seguir en tu dirección, me vi obligado a buscar otro camino para escapar. Alce Veloz reunió un grupo de sobrevivientes y nos condujo para el norte. Nuestro grupo acabó uniéndose a otros Sioux y ahora tenemos nuevos campos de caza al norte. -Alce Veloz sobrevivió? -Y va a quedarse muy feliz cuando te vea, es un guerrero respetado por todos. -Y no han sido atacado outra vez? -Nuestro actual cacique es Nube Roja, ya derrotó al hombre blanco. Sentado con las piernas cruzadas al estilo indio, Pluma de Aguila explicó alegremente: -Los blancos encontraron oro en las montañas y se volvieron locos, construyeron el Camino Bozeman, que cruzaba por nuestras tierras de

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caza, lo que dejó furiosos a Nube Roja y a otros jefes Cheyennes y Lakotas, algunos guerreros atacaron a los blancos que nos invadían. Hubo un nuevo tratado en Laramie, pero los blancos no lo honraron de nuevo. Entonces Nube Roja preparó una emboscada, capturando un cargamento de madera en el Camino Bozeman. Era un señuelo para atraer a los Cuchillos Largos. El Jefe blanco Fetterman mordió el anzuelo y derrotamos a los soldados en una emboscada en el sendero! Todos los guerreros gritaron felices, Pluma de Aguila levantó su tomahawk en el aire al recordar la gran victoria de nuestro pueblo. Aquello era una verdadera fiesta en el interior de mi cabaña, asamos unas truchas y cenamos felices. Pluma de Alce completó su relato: -El año pasado fué firmado un nuevo tratado y Nube Roja logró que el Camino Bozeman sea clausurado y los blancos reconocieron a las Colinas

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Negras como propiedad sagrada de los Sioux. Me parecía extraño que el gobierno americano hubiera aceptado una paz en esas condiciones con los Sioux, pero no quise arruinar la alegria de mis hermanos en ese momento. Al dia siguiente abandoné la cabaña para acompañar mis hermanos Sioux hacia el norte, en dirección al rio Powder, fue un viaje de dos dias cruzando por una rica tierra virgen, sin la presencia del hombre blanco. Desde lo alto de una colina pude ver por primera vez el campamento Sioux, yo esperaba una aldea más humilde por eso me causó una fuerte impresión comprobar el gran tamaño de aquel campamento que debia tener más de dos mil habitantes. -Aqui nos hemos reunido varias tribus Sioux, Nube Roja siempre dice que unidos somos más poderosos que el hombre blanco. El rio corría rápido por las afueras del campamento, había varias

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mujeres lavando o colectando agua cuando atravesamos la corriente de agua para entrar en la aldea. Algunos perros nos ladraron y muchos chicos nos observaron curiosos. A nuestra derecha un bravo cabalgaba orgulloso, entrando en el campamento cargando un ciervo muerto en su poney. Pluma de Aguila me llevó directo para la tienda del cacique, que ya estaba de pie en la entrada, esperándonos. -Nube Roja, aqui traigo un hermano que todos pensábamos que estaba muerto: Pequeño Huron. Era un hombre de unos cincuenta y cinco años, delgado y alto, su larga cabellera descansaba sobre su pecho. Me examinó con ojos inteligentes y en el momento supo que yo era un hijo adoptivo. Colocó su mano derecha en mi hombro: -Precisamos de todos nuestros hermanos reunidos, seas bienvenido.

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En ese momento una mano fuerte me coge por la oreja y soy arrastrado para un lado. Cuando me soltó pude contemplar la expresión fuerte de mi hermano adoptivo, Alce Veloz; -Pequeño Huron!- Y sin ningun esfuerzo me levantó con un brazo encima del hombro y me llevó cargado hasta su tienda. Alli una mujer joven y muy bonita estaba amamentando un bebé cuando mi hermano “delicadamente” me dejó caer al piso. Sentado en el suelo, pude escuchar: -Pequeño Huron, ésta es Luna Dorada, mi esposa. Me sonrió agradablemente. -Éste es mi hermano inútil que desapareció para no tener que trabajar. Ya nos habían rodeado varios guerreros que reían de las palabras de Alce Veloz. Asi fué como regresé a la tribu. Al dia siguiente Pluma de Aguila me ayudó a construír mi tienda con algunas

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pieles que me cedieron Alce Veloz y Pluma. Fue todo muy simple y rápido, sin cerimonias. En una semana ya estaba cazando con un grupo de guerreros, fabricaba flechas y lanzas bajo la supervisión de Pluma de Aguila. El tiempo transcurria y yo estaba cada dia más feliz. Una noche, después de una intensa jornada de caza de bisontes, el campamento estaba festejando la abundancia de carnes y pieles. Todos festejaban reunidos en torno de grandes hogueras donde se asaban enormes porciones de carne. Yo estaba sentado al lado de Alce Veloz cuando Luna Dorada se aproximó y le alcanzó un sabroso pedazo de carne asada para su esposo. Yo debería ir hasta la hoguera y servirme mi parte debido a mi condición de soltero. Cuando hice un movimiento com intención de ponerme de pie, una mano salida de no sé donde me

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ofreció un pedazo enorme de carne en la punta de un cuchillo. Cuando miré para arriba pude ver una linda chica que sin mirarme a los ojos me sonreía. Debia tener unos dieciocho años, era delgada y más o menos de mi estatura. Acepté la carne casi sin pensarlo, pero mi gesto provocó gritos de mi hermano y de otros guerreros que habian presenciado la escena. En el momento no entendi. Luna Dorada reía abiertamente al mirarme. Al dia siguiente, cabalgábamos en la pradera, cuando escuché a mi amigo Pluma de Aguila comentar al descuido: -Recién llegado y ya va a casarse. -Acaso yo tengo una pretendiente? -Soltó un grito salvaje y me apuntó con el arco, riendo: -Quién es aquella joven?- Pregunté curioso. -No lo sabes, idiota?- Y soltó una carcajada burlona.

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-Ve a preguntarle a Luna Dorada, ella la conoce bien – Y se adelantó al galope, dejandome alli en el medio de la pradera aguardando la respuesta. Aquella tarde fui hasta la mujer de mi hermano, pero al llegar a su tienda, allí estaban las dos: Luna Dorada y aquella joven que me miraba sonriente. -Pequeño Huron, quiero que conozcas a mi hermana Pequeña Gacela. -Tu hermana? Luna Dorada era, como todo los indios, muy práctica y directa. Cuando le hice la pregunta ella ya habia desaparecido en el interior de la tienda, dejandonos a solas. Pequeña Gacela me tomó por la mano y me llevó para la sombra de un arbol, alli se sentó sin hablar, sonriendo. Me senté a su lado. Habia gente por todas partes pero nadie parecía interesarse en nosotros, por eso me sentí cómodo para conversar

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con aquella chica durante horas y pude conocerla mejor. Su padre habia muerto hacia dos años, desde entonces ella vivia junto con su hermana Luna Dorada en la tienda de mi hermano. Entendi, por eso el bandido de mi hermano se apresuró en llevarme cargado para su tienda el dia que llegué. Quiere que me case con la cuñada para librarse de ella. Pero en lo íntimo agradeci a Alce veloz por haber hecho eso. Después de ese dia yo me encontraba a diario con Pequeña Gacela, todos se acostumbraron a vernos caminando por el prado alrededor de la aldea. A veces yo la ayudaba a recoger leña, lo que provocaba miradas irónicas de parte de las otras mujeres. -Guerreros no hacen eso!- Protestaba Pequeña Gacela.- Recoger leña es trabajo de las mujeres. -Pues los hombres deberían hacerlo, es bueno recoger leña juntos.

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-Entonces quieres estar conmigo para siempre?- Me preguntó de forma directa. Balbucié algunas palabras en algún español mezclado con guarani, ella no me entendió pero sonrió al decirme: -Deberías hablar con quien es responsable por mi: Alce Veloz. -Y tu aceptarias vivir conmigo? -Claro que si, los dos somos pequeños, eso es un señal. A la mañana siguiente me dirigi solemnemente hasta la tienda de mi hermano: -Alce Veloz!- Llamé en voz alta. Escuché risitas de mujeres dentro de la tienda. Mi hermano apareció con aspecto exageradamente serio, envuelto en su manta y la pipa en la mano. Fue directo al punto preguntando sin rodeos: -Quieres llevarte a Pequeña Gacela para tu tienda?

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No me dejó responder, volvió el rostro para la entrada de su tienda. -Pequeña Gacela!- Llamó exagerando el tono de la voz. Ela surgió corriendo sonriente y obediente. -Quieres mudarte para la tienda de Pequeño Huron?- Su rostro era muy serio al hacer la pregunta. -Si. -Entonces puedes llevarla! Y conteniendo una sonrisa se retiró para el interior de su tienda sin decir nada más. Ella me tomó de la mano y nos fuimos para mi tienda. Pluma de Aguila pasó cabalgando dando fuertes gritos, dió una vuelta en mi tienda y desapareció mientras algunas indias viejas reían maliciosamente. El anciano hizo una pausa en su relato. -Fue asi que me casé con tu madre, Charles.

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Charles se mantuvo en silencio, tratando de imaginar la imagen de sus padres en aquella época. El periodista sopló con fuerza y exclamó: -Vaya historia, muy linda. -Ya deben ser más de las nueve de la noche, quere continuar o...?Preguntó el anciano, George rápidamente hizo un gesto com las manos: -Por mi continuamos hasta el fin, señor Robert, usted está cansado? -Cansado de los años si, pero recordar no me cansa, estoy reviviendo aquellos años mientras voy relatando. -La vida de casado entre los Sioux era magnífica, yo tenia una esposa que me colmaba de atenciones, que cuidaba de mi, cocinaba, me ayudaba y era mi compañera en todas las dificultades. En los largos y rudos inviernos siempre mantenia el fuego encendido mientras yo salía en cortas partidas de caza. En la primavera casi

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pierdo la vida en el rio Powder por causa del ataque de un gran oso gris. Pluma y yo estábamos pescando truchas cuando el oso apareció desde unos matorrales y entró en el agua. Al verme se levantó sobre sus patas traseras y rugió amenazador. Yo habia ensartado una bella trucha en ese preciso momento y quedé inmóvil con el pez en la punta de la lanza. Pluma estaba más atrás y preparó su lanza veloz: -Camina hacia atrás despacio! Pero no tuve tiempo de moverme, el oso me atacó veloz, desviando la punta de mi lanza de un fuerte zarpazo. Tan fuerte que me arrojó para el lado, eso debe haberme salvado porque solo acertó parte de mi hombro en el golpe siguiente. Sin soltar la lanza caí entre las piedras al borde del rio. La lanza de Pluma se enterró profundamente en el flanco del animal y eso le detuvo un instante. Se volvió contra el nuevo enemigo y yo

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pude ponerme en pie y levantar mi lanza rápido. Di una fuerte estocada en el costado del pecho de la fiera pero no fue suficiente, se revolvió en el aire furioso arrancando la lanza de mis manos. Pluma enterró su lanza de nuevo por la espalda del oso que rugió con fuerza y se levantó alto sobre sus patas traseras, sangraba abundantemente pero ninguna herida parecia ser mortal. Mi lanza habia caído en el suelo, me arrojé hacia adelante, la tomé en mis manos. Estaba casi debajo de aquel oso que, en dos patas, se volvió hacia mi. Apoyé la parte trasera del cabo de la lanza en el suelo, entre dos piedras y levanté la punta en dirección del oso. Cuando la fiera dejó caer sobre mi su enorme peso, la lanza atravesó su pecho y salió por la espalda. Rodé por el suelo lo suficiente para no ser aplastado por aquel animal en su caída. La lanza de Pluma lo remató al atravesar su garganta. Volvimos al

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campamento como héroes, exibiendo aquel trofeo con orgullo. Cuando entré en mi tienda cubierto de sangre, Pequeña Gacela no hizo ninguna escena de pánico, fue rápida al extender una manta en el piso para examinar mi hombro con cuidado. Ya habia colocado una vasija con agua en el fuego donde despejaba una serie de hierbas. Con eso preparó un emplasto que colocó en las heridas después de haberlas lavado meticulosamente, retirando pequeñas piedrecitas y pelos del oso. La herida no era profunda, yo no tenia ningún hueso quebrado, por lo que me recuperé rápidamente. Repartimos el oso con Pluma de Aguila, él queria la cabeza no sé para que diablos, y le di la mayor parte de la carne, a cambio Pluma aceptó que yo me quedara con la piel del animal. Ese episodio tuvo dos consecuencias: Decidi viajar hasta mi cabaña para traer las armas de fuego, y Pequeña Gacela por su lado comenzó a insistir

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en que debíamos visitar al curandero de la tribu para conseguir un amuleto protector para nuestro casamiento. Para evitar discusiones estuve de acuerdo y después que mis heridas sanaron fuimos hasta el viejo curandero. Cuando entramos en su tienda observé esqueletos de todo los tipos de animales, había además muchas vasillas de barro cocido, algunas reliquias del hombre blanco lucían como trofeos: una botella de whisky vacia, una lámpara de queroseno, un sombrero militar que el viejo usaba en ocasiones especiales. En el centro de la tienda- al igual que en la mayoría de ellas- ardía una hoguera. El curandero me miró y expliqué: -Nosotros nos amamos y nos hemos casado. Nos amamos tanto que queremos algun hechizo, o algún talisman que garantize que viviremos juntos hasta la muerte, que nos amarre para siempre.

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El viejo nos había escuchado en silencio y asintió con la cabeza, mirándonos con cariño: -Hay algo que pueden hacer, si. – Y me señaló con su dedo arrugado: Tú, Pequeño Huron debes traerme el águila que es la mascota de caza de Toro Bravo. Y tú, Pequeña Gacela me traerás un halcón, hay muchos siendo criados en la aldea, apenas consigue uno prestado. Nos miramos sorprendidos y curiosos. -Vayan! Los estoy esperando. En poco menos de media hora allí estábamos los dos, yo cargando un hermoso ejemplar de águila y Pequeña Gacela con su halcón. -Ahora amarren una cuerda entre las patas de las dos aves, deben quedar amarradas entre si, bien próximas. Cuando amarramos las patas de las aves, que ya estaban muy agitadas, el viejo ordenó:

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-Esas son dos aves que dominan los cielos, siempre vuelan majestuosas. Suéltenlas para que puedan volar! Las soltamos y las dos aves con las patas presas cayeron al suelo, agitando sus alas sin poder volar porque cada una queria ir para un lado. Al fin, furiosas se atacaran entre si con los picos. El viejo las desató y devolvió cada una para nosotros. -Jamás se olviden de lo que acaban de ver. Ustedes son como el águila y el halcón, si estuvieran amarrados el uno al outro aunque exista amor vivirían arrastrando uno al otro y tarde o temprano comenzarían a agredirse y a lastimarse mutuamente. Si quieren que el amor sea eterno, vuelen juntos, pero nunca se amarren. Jamás me olvidé de la sabiduria de aquel viejo. Al dia siguiente fuimos para mi vieja cabaña donde permanecimos casi una semana solos. Pequeña Gacela de

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inmediato tomó las riendas del hogar y transformó aquella rústica cabaña de cazador en un nido de amor. Nos prometimos volver todas las primaveras. Al regresar al campamento yo llevaba conmigo el rifle que fue muy elogiado por los guerreros, que sabían reconocer el valor de las armas del hombre blanco. Lo que nadie vió, porque los habia envuelto en la manta, eran mis dos Colts y dos cajas de balas. Como dije alguna vez … Por si acaso…

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Capitulo XIII: LITTLE BIGHORN. Un hombre blanco había gritado en algún lugar: -Oro!...Oro en las Colinas Negras!- Eso desató una nueva fiebre del oro entre los blancos. Pero había un problema: las Colinas Negras eran el territorio sagrado de los Sioux, y su propiedad habia sido reconocida por el gobierno americano en el tratado de 1868. Ya hacía algun tiempo que la situación se deterioraba. Los blancos habían inaugurado la via férrea que unía el Este a la costa del Lejano Oeste, y el ferrocarril atravesaba por las tierras de caza de los Sioux. Muchos pasajeros, solo por diversión disparaba contra los bisontes desde el tren en movimiento, eso enfurecía a los cazadores Sioux. Grupos de mineros, ignorando el hecho de que entraban en tierras Sioux, se instalaron en las Colinas Negras. No demoró para que

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comenzaran los primeros enfrentamientos. El nuevo cacique era Toro Sentado, porque Nube Roja habia envejecido y no se consideraba con fuerzas para enfrentar otra campaña contra los blancos. Toro sentado era un cacique inteligente, desde el comienzo comprendió que todas las naciones indias debían unirse contra el enemigo común: el hombre blanco. Era pleno invierno cuando el ejército blanco de los Cuchillos Largos marchó contra nosotros, liderado por el general Crook. Una fuerte tempestad de nieve obligó al jefe blanco a postergar su ataque y buscar refugio en Fort Laramie. Toro Sentado sabía que ellos vendrían en la primavera y no perdió tiempo, envió mensajeros para todas las naciones indias: los Cheyennes, los Lakotas, inclusive para los Pies Negros en Canadá. Queria concentrar un gran campamento en el rio

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Powder. Al mismo tiempo grupos de guerreros Sioux salían de su territorio atacando al hombre blanco en sus propios dominios, era la guerra. Yo me preocupaba por Pequeña Gacela, pero estaba dispuesto a combatir junto con mis hermanos adoptivos. Ésta vez no dejaria a mi mujer expuesta entre los enemigos. Las incursiones de nuestros hermanos habían dado sus frutos, ahora disponiamos de muchas armas de fuego, producto de saqueos en algunas pequeñas poblaciones del hombre blanco. Pero eso no sería suficente contra el ejército americano, yo tenía perfecta noción de eso. Lo que me dejó optimista fué comprobar que iban llegando grupos numerosos para unirse a nosotros. Cuando la primavera llegó nuestro campamento tenía más de 1500 tiendas, abrigando más de quince mil guerreros. De forma sabia, Toro sentado y Caballo Loco, cacique de

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nuestros aliados Cheyennes, decidieron montar un campamento lejos del rio Powder, a treinta quilómetros de distancia, para colocar en seguridad a las mujeres y niños de nuestros pueblos. En todas las guerras anteriores el hombre blanco había atacado nuestros campamentos mientras los guerreros estaban en campaña, y eso era lo que había derrotado a nuestros hermanos siempre. Esta vez no iba a suceder lo mismo, pero los generales blancos lo ignoraban. Fue dolorosa la separación com Pequeña Gacela, pero ella era una verdadera mujer Sioux y sabía que yo debía luchar por nuestro pueblo. Se marchó junto con todas las mujeres y niños de la aldea en silencio, mirando para atrás a cada paso. Después de los primeros deshielos los Cuchillos Largos vinieron. Toro Sentado había dispuesto vigías en todos los puntos estratégicos y conocia todos los movimientos del

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enemigo. Había varios jefes para comandar a los guerreros y Toro Sentado distribuyó sus fuerzas de forma inteligente. Jefes Sioux, Lakotas y Cheyennes como Caballo Loco, Cuchillo Pálido y Pequeño Lobo ya sabían lo que deberían hacer. Los blancos vinieron en tres columnas, comandadas por los generales Reno, Custer y Crook. Toro Sentado tomó la inciativa ordenando el ataque a la columna del general Crook. Los Cheyennes de Caballo Loco sorprendieron al ejército en Rosebud. Crook, para no ver su ejército destruído ordenó la retirada. Consiguió evitar la destrucción total pero quedaba fuera de la acción lejos de donde sería necesario en la batalla que vendria a continuación. Ignorando lo que había sucedido, Custer y Reno encuentran el gran campamento indio en el rio Powder. Deciden atacarnos por dos lados al mismo tiempo y se separaron. Era la misma estrategia que Custer había

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usado en otras campañas y le diera buenos resultados. Pero ésta vez sería diferente, no había mujeres, ancianos y niños, y los guerreros lo estaban esperando. Yo me coloqué mi cinto con los dos Colts, y empuñé el rifle. Toro Sentado ordenó que aquellos que disponian de armas de fuego se colocaran en una posición alta desde donde podriamos dar apoyo a la caballeria de los bravos durante la acción. Colocamos nuestros caballos a salvo cerca de nosotros para una eventualidad, y nos distribuimos en la pequeña colina, con nuestros rifles, casi encima de una curva del rio. Éramos unos cincuenta, más o menos. Si los cálculos no erraban, los soldados tendrían que pasar a nuestra frente para atravesar el rio al atacar el campamento. Conociendo mi experiencia en otras luchas, Toro Sentado me indicó como jefe del pequeño destacamento con armas de

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fuego. Ya en la colina, grité para todos: -Solo disparen cuando yo lo haga, no disparen antes. Hay que dejarlos que entren en el agua. - Nosotros estábamos en una posición relativamente segura, para atacarnos, los enemigos tendrían que atravesar el rio y subir la colina, que en ese lado era bastante abrupta. Y si hacían eso estarian expuestos al ataque de nuestra caballeria por el flanco. Eran aproximadamente las dos de la tarde cuando los Cuchillos Largos surgieron al galope, pensando que nos estabam tomando por sorpresa. Con un fuerte grito los Sioux y Cheyennes aparecieron en sus caballos delante de la aldea, cerrando el camino para Custer, que a pesar de haber comprobado el elevado número de guerreros, no se desanimó y ordenó continuar el ataque. Al mismo tiempo nos llegaba el estruendo de la batalla al otro lado

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del campamento. Si todo salia bien, los Sioux y Cheyennes estarían deteniendo al enemigo de aquel lado también. Cuando las fuerzas de Custer entraron en el rio, abrimos fuego. Nuestra cortina de fuego tal vez no fue muy efectiva ya que la mayor parte de mis guerreros no estaban acostumbrados a usar armas de fuego. De todas maneras, el efecto moral debe haber contribuído para el resultado final. Muchos soldados cayeron de sus monturas, algunos trataron de devolver nuestro fuego, pero ya la gran masa de los guerreros caía sobre ellos. Después de media hora de combate, y al ver que podia acabar siendo rodeado, Custer ordenó una retirada parcial. Los guerreros no cruzaron el rio, apenas quedaron esperando al enemigo. Toro Sentado esperaba saber el resultado del combate en el otro lado del campamento antes de tomar la decisión de atacar. Por su parte, al

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escuchar el ruído del combate del otro lado, Custer debe haber imaginado que Reno había logrado entrar en el campamento, por eso ordenó un nuevo ataque. Le parecía que tomados entre dos frentes los indios no resistirían, pero su error fue quivocarse al calcular el número de enemigos en el campamento, donde sólo habia combatientes. Custer debe haber pensado que muchas tiendas eran ocupadas por mujeres y niños. Durante media hora se libró un furioso combate, hasta que los Sioux y Cheyennes debordaron a las fuerzas de Custer, quien se vió obligado a dar la orden de retirada total para evitar ser rodeado. Los soldados del Séptimo de Caballeria de Custer cabalgaron para campo abierto pero los Sioux les pisaban los talones. Yo ordené montar a mis bravos y al galope bajamos de la colina. La confusión era

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enorme, pero nosotros sabíamos lo que debiamos hacer. Las fuerzas de Custer estaban rodeadas en una pequeña elevación del terreno, los indios giraban en círculo alrededor de las posiciones de los soldados, disparando rifles, arcos y lanzas. Las tropas de Custer habían desmontado y se protegían detrás del cuerpo de sus caballos, que habían sido acostados en el suelo. Yo disparaba de forma permanente con el rifle. Cuando lo descargué, mis Colts entraron en acción mientras llevaba las riendas de mi caballo entre los dientes. De repente todo acabó, serían las cinco de la tarde, en una hora habíamos acabado con la mitad del ejército atacante. El general Custer yacía muerto en la compañía de los hombres del Séptimo de Caballeria. Los guerreros recogían las armas y la munición de los soldados , después galopamos para el otro lado de la aldea, donde el general Reno había

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conseguido retirarse con más suerte que su colega Custer, a pesar de haber sufrido muchas bajas. Fue una gran victoria para Toro Sentado, Caballo Loco, la nación Sioux y sus aliados. Aquella noche se festejó la gran victoria en el campamento. Pero ya surgían diferencias entre los caciques sobre lo que hacer a continuación. Mientras Toro Sentado quería negociar un nuevo tratado, Caballo Loco insistía en invadir el Canadá para unir fuerzas con los Pies Negros y exterminar a los hombres blancos de aquel país. Otros querían invadir de inmediato para atacar las tierras de los blancos al sur. Cuatro dias después regresaron las mujeres y los niños al campamento. Yo sabia que debíamos tomar una decisión en esos dias, sin demorar mucho, habíamos vencido una batalla pero no la guerra. La alianza de las naciones no iba a durar mucho tiempo más y yo conocia al hombre blanco.

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Washington no iba a permitir esa humillación sin reaccionar. Durante el resto de la primavera traté de convencer a Pequeña Gacela para irnos de alli en busca de paz, solo podríamos criar nuestros hijos en otro lugar… algún dia, lejos de alli. Pequeña Gacela no queria abandonar a su pueblo, a pesar de mis argumentos, ella confiaba en la inteligencia de Toro Sentado. Lo que sucedió pocos dias después la hizo cambiar de opinión. Diariamente algunos grupos de bravos incursionaban por la pradera atacando pequeños destacamentos o mineros que encontraban en su camino. Era una forma de mantener la presión para desmoralizar al enemigo, a la vez que se obtenían más armas y municiones. Pluma de Aguila y Alce Veloz casi siempre participaban de esas incursiones y lucían orgullosos sus trofeos al regresar.

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Aquel dia regresó un grupo de guerreros que había sufrido algunas bajas al ser emboscados por los Cuchillos Largos. Yo sabía que Pluma de Aguila formaba parte del grupo, pero no había regresado. Los sobrevivientes dijeron que tres de ellos habían sido muertos durante el combate. Pero nadie supo decir lo que había sucedido con Pluma de Aguila. Era cerca del mediodia cuando un caballo entró al galope en el campamento, el cuerpo de un guerrero estaba inclinado para adelante, no habia caído durante el galope del caballo por puro milagro. No necesité aproximarme para saber quién era: mi amigo Pluma de Aguila. Lo bajamos del caballo con cuidado pero ya estaba muerto. Nunca supimos lo que habia sucedido, vimos que tenia una herida de bala en la espalda por eso muchos supusieron que algún blanco le habia disparado quando ya se retiraban del combate.

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Mirando su cadáver yo pensé- “Veo ahi el futuro de mi pueblo” - Pero claro, no lo dije en voz alta. Entonces, de la misma forma que cierta vez Nancy había mudado de opinión después de estar delante de la violencia, ahora mi segunda esposa estaba dispuesta a seguirme en busca de paz. A mediados de verano, después de desmontar mi tienda y de haber obsequiado con algunas mantas y pieles a mi hermano Alce Veloz, emprendimos el viaje. Nadie nos dijo nada, no hubo acusaciones ni hostilidad, apenas nos observaron partir. Por alguna razón yo queria ir para el oeste, allí donde la silueta de las montañas nos prometian un futuro en paz. Iniciamos la larga cabalgata lentamente. Quedó en silencio mientras George y Charles estaban submergidos en sus propios pensamientos. En la estufa el

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fuego se extinguia lentamente y el anciano lo alimentó con dos astillas. -Y eso fué todo, señor George. Espero que esta historia sirva por lo menos para acabar con los rumores a mi respeto en la ciudad. -Tengo algunas preguntas, si me lo permite. Asintió con un movimiento de cabeza, atento: -Encontró aqui la paz que buscaba? -Si, finalmente hemos vivido todos esos años en paz desde que llegamos. Titubeó un momento, y preguntó: - En que año falleció Pequeña Gacela? El anciano y Charles quedaron petrificados. -Como dijo…? -Es que no ha mencionado nada más sobre ella y como no la he visto por aqui…perdone… Yo supuse que… El anciano hizo un señal con la dos manos, como pidiendo para hablar en tono más bajo, mientras apretaba los dientes con fuerza.

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-Shhhh! Ella no murió, está durmiendo ahi al lado. Desde el dormitorio se escuchó una voz de mujer en voz alta: -Eeeh, que los estoy oyendo, yo no estoy muerta! Hablan como papagayos y no me dejan dormir! Los tres quedaron quietos en silencio, con los hombros levantados intercambiando miradas. Ella continuó: -No me digas que estabas comiendo chorizos a esta hora de la noche?? Con tu edad!! Siento el olor desde aqui, después soy yo quien tiene que recorrer toda la maldita montaña buscando hierbas para curarte! Charles ya había desaparecido. El periodista se escabullió en puntas de pie por la puerta y Robert le alcanzó el sombrero que George habia olvidado sobre la mesita. Desde la puerta le susurró: -Ella siempre fue muy protectora, es un dulce de mujer.

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El anciano entró al dormitorio caminando con mucho cuidado para no despertar a Pequeña Gacela. Ella aguardó que el anciano entrara en la cama, y cuando se acomodaba a su lado, murmuró: -Fue muy lindo revivir todo aquello, gracias. -Pensé que dormias, no queria molestarte. Ella no se volvió, continuaba de espaldas: -No me molestaron. -Pues por la forma que gritaste, el muchacho se asustó. -Menos mal, de lo contrario no se iria hasta mañana. Ambos rieron sintiendose cómplices. -Como dije, eres un dulce de mujer.

FIN.

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Contactos con el autor Ruben Ygua ygua.historiador@gmail.com

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