la se tax poesĂa nuestra de todos los dĂas
Isabel Urrieta
Poesía: Un lugar para habitar “La poesía es un riesgo puesto que es alma” Hanni Ossott. La poesía es para muchos algo más que un género literario. Para algunos se convierte en un lugar, en un espacio en el cuál es posible y soportable habitar, en donde el escribir un poema se convierte en la posibilidad de desdoblarse en él. La poesía como un lugar para comunicar desde el vivir, para olvidar y recordar, para morir y nacer, para huir y permanecer. La poesía que a veces salva y otras veces no sé lo que hace. Katherine Gomes
Daniel Valenzuela Hoy recordando tu partida, no me he dejado vencer ante tus rulos reventados a peinazos, ni por el blanco invasivo que cubrió tu cuerpo. He dejado aparte, la melodía infernal del sollozo, Y las manos tituladas para matarte. Reivindico hoy y siempre, la poesía de tus labios, poesía de pobres ésta incansable poesía de la espera Tú que ya la divisaste, y hoy me dejas con las ojeras comunes de la injusticia me has hecho rendirme por el resto de mis días ante el calor de ésta masa.
Memoria y plaza Otro domingo y la nevera está completamente vacía, he decidido hacer pues lo inevitable, caminar en su búsqueda y cruzar obligatoriamente el bulevar. ¡Ahh, No es culpa! De eso estoy segura, son retorcimientos dolorosos por una memoria gastada, ver de nuevo su rostro acariciado entre incontables palomas, buenas aves que perdonan y yo cruzar como si a ese hombre que queda perplejo por el esconder del sol no le debiera nada, ¡No es culpa, vuelvo y repito! Aun así ésta imagen, constante amenaza, da cara a mi cerebro como una foto, un retrato que demanda su permanencia y me hace su injusta esclava. Pero esto no es suficiente tortura y en mis oídos retumban las palabras que pasean de boca en boca por todo el pueblo, ¡Pero por supuesto que debe hacerse justicia!, una señora tan mayor, sola y pobre como yo ha de ser golpeada fuertemente en la cabeza, para no recordar nada mi amor, que mis arrugas próximas a las tuyas invadan ese banco de triste plaza y que sea otro el infeliz, que se dé a la tarea de contar quienes fuimos y todo lo que olvidamos.
Sin titulo La cita era a las dos p.m. en el café Alto prado, temerosa lavaba mi cara, procuraba que de encantos te llenaran mis labios rojos, y mientras me pintaba, miraba esperanzados mis ojos negros al espejo, ensayaba caras, esperaba de ti, de nuevo de ti, un sinfín de emociones que honestamente no me complacían pero como un mendigo las aguardaba, cercana la hora tomé el bus que me llevaría a tu presencia, entre al café y ruborizada ante la mirada de todos me senté, ordené mi café y esperé. A mi lado una señora curiosa grande y barbuda como de los antiguos circos se comía a besos a un viejo casi raquítico de un metro cincuenta, eran particularmente hermosos, que dicha me ha dado siempre el amor de raros, el amor de honestos, los admiraba al mismo tiempo que batía mi café, ese café de tres capas, la crema de paranoia por encima, en el medio un toque de desesperanza y en el fondo una achocolatada tristeza, las revolví al fin como las mujeres de las que indolente quizás ignorante me solía burlar, revolviéndolas pues en mi entera negación del hecho. Así pasó hora y media y abatida y con cara de absolutamente nada, de inexistente batalla, levante mi cuerpo listo para disolver en agua y erguí mi rostro que ahora lucía un manto negro que solo dejaba ver una boca roja y a paso quebrantado busque como tantos otros el camino a la salida.
El canto de Eisenia. I
II
Soy la roja compañera, de California sin más, que ha presenciado ésta guerra sin poderla descifrar. A la granja y a esta tierra, de despatriados sin paz, deseo revoluciones, por mis cinco almas quizás. A Juancho y a su familia, bajo suelo quieren ya, sin contar con las memorias, ¡Bienvenida impunidad! La consentida, la vaca, las cachamas y demás, juegan, puesto en su camino, nunca ha hábido autoridad. Hay que recordar entonces, que con discursos no más, no se ayuda al desvestido y ayer no volvió Tomás. Aquí no entra el que no chupa, Y el que no puede escalar, Mejor dicho que estos pisos, A quién pueda interesar, No hacen falta sino miedos, Para poder dominar.
Tanto como las ideas, ésas que mucho amamos, he parido más de miles, fácil nos multiplicamos. Cuatro años de existencia, tragamos y defecamos, hablando de estratos sociales, somos los más subterráneos. Si en la oscuridad vivimos, Y en la luz ya no habitamos, el humano cuando piense, otra especie habrá acabado.
Camila Niña como no enamorarte, de esos trazos blancos y negros, de cejas oscuras, de frente arrugada por el sol, que ni tu dios te salvaría de morir en manos de otros hombres, que la sangre que yacía en tu pecho ahora inunda tu vientre. Los que pregonan el buen vivir, te mataron y moriste por amar, niña enamorada. Si la tierra danzara al ritmo justo de palpitares como los tuyos y no al compás de las balas del poderoso no murieran tanto los que aman y tu moriste por amar, Camila enamorada.
la se tax poesía nuestra de todos los días
Isabel Urrieta
Tomo III Volumen I
Estudiante de terapia de lenguaje y participante activa en diferentes movimientos sociales
Texto de presentación
Katherine Gomes
Todos los poemas de:
Isabel Urrieta
Corrección de textos
Gema Durán
Fotografía
Diseño / Concepto
Yholfran Ochoa
Corrección Gráfica
Faride Mereb
Contacto de poeta
Contacto de publicación
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@lasextapoesia facebook: la sexta poesia lasextafanzine@gmail.com