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UNA VIDA DE SERVICIO EN YMCA

Los primeros años

Un 11 de abril de 1958, a los nueve años de edad, mis padres, mi hermano Juan y yo ingresamos a la cuadra 6 de la Av. Bolívar por un portón verde pintado con un triángulo y las letras YMCA. Nos recibió el profesor Alfredo Neumann, Ejecutivo de la filial quien explicó la misión de YMCA. Mi padre ya había escuchado comentarios sobre ello pues en ese entonces él trabajaba para la Minera CPC en Casapalca.

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Las palabras “Misión”, “Movimiento” y “Triángulo” tomaron sentido práctico cuando participamos del entrenamiento de líderes, del cual me gradué en 1964. Recuerdo que íbamos en bicicleta a la “Y”, entrábamos haciendo carrera con mi hermano para jugar fulbito y básquet. En el salón multiuso de entonces, nos enseñaban juegos sociales y dinámicas. Escuchábamos charlas del profe Neumann sobre YMCA. Pero lo más impactante fue la experiencia de campamento.

En un viejo bus partíamos hacia el Km 120 al sur. 5 a 6 horas duraba el viaje con parada previa en Mala y nos quedábamos entre 7 a 10 días. Durante el trayecto nos enseñaban canciones que hacían la travesía sumamente entretenida. Ahora canto a mis nietas las mismas canciones. Esta experiencia me marcó mucho no solo por la belleza natural que Dios nos ha regalado en Asia sino porque es un espacio extraordinario de convivencia. Las puestas de sol, las fogatas de corazones abiertos, las habilidades aprendidas y las lágrimas de la despedida me llevan a afirmar que el desarrollo progresivo de programa e infraestructura en este paraje del sur ha sido y seguirá siendo una bendición del Padre.

Al dejar de ser niño ingresé a juveniles. Había sido construido el nuevo edificio de dos plantas con hermosos salones como la sala Y’s Men. En 1965 se inauguró la piscina de 25 metros con trampolín incluido. Fueron años hermosos, matizados con los primeros enamoramientos, los quinceañeros, las fiestas de primavera, las olimpiadas de verano e invierno. No solo disfrutamos, también nos convertimos en lideres de servicio para el área de menores, campamento y trabajo social en el asentamiento humano Mateo Salado.

Momentos de decisión profesional y de servicio

En 1967 terminé el colegio y yo quería ser secretario profesional de YMCA. Tanto el profe Neumann como el Director ejecutivo Edgardo Crovetto conversaron con mis padres acerca de mi vocación. Mi papá no lo entendió, él quería ver a sus cuatro hijos profesionales dado que él solo había terminado la secundaria. Su negativa me causó gran tristeza y decepción. Estudié Psicología, luego Administración, pero siempre abrigué mi desarrollo como profesional de YMCA.

En 1970 solicité mi incorporación como asociado básico. Mi participación política e institucional se reflejó como joven dirigente formado y preparado para las instancias de toma de decisión. Más adelante, la Federación Latinoamericana de YMCA hizo unos cursos de extensión profesional lo cual permitió revalidar mi cargo como Secretario ejecutivo en 1982, año en que ingreso profesionalmente a nuestra YMCA.

Los ochentas

Mi comprensión acerca del trabajo voluntario se vio fortalecido con grandes ejemplos en personajes como Ignasio Araneta, Alex Oechsle y Jose Almandós. En 1984, como Secretario Ejecutivo de la Unidad de Pueblo Libre, me ocupé del armado del equipo profesional, ya que tenía como premisa “la formación de grupos de voluntarios alrededor de cada programa para hacerlos participes activos en la toma de decisiones”. Naturalmente tuvieron lugar liderazgos que luego se constituyeron en dirigentes que ocuparon puestos de alta responsabilidad.

Si bien en 1987 debí retirarme para fortalecer mi nueva familia, seguí contribuyendo como voluntario en puestos de responsabilidad. En ese año ocurre un cambio estatutario importante con objetivos de autonomía económica y programática a las unidades del Centro y Pueblo Libre, mientras el nuevo denominado Consejo Directivo Nacional se ocupaba del desarrollo de la obra a nivel nacional manteniendo los centros de extensión del Rímac, La Victoria y los programas de desarrollo social.

YMCA no fue ajena a crisis políticas. Como Jesús es el socio número uno, en 1993 se aprobó un nuevo estatuto con una estructura nacional, acompañada de órganos para el control, la calificación y disciplina, las operaciones, apoyo y asesoramiento.

El nuevo siglo

YMCA había perdido casi a todos sus profesionales formados, razón por la cual me llamaron para apoyar la nueva gestión. Mi compromiso estuvo firme con la transmisión de la mística guayana, el contenido formativo de los programas, entrenamiento de nuevos profesionales, trabajo con los comités, integración de los colegios a la vida institucional, restablecimiento de la comunicación con asociados básicos y dirigentes retirados.

Durante 17 años desde principios de siglo brindé mi servicio. En 2017 decido jubilarme, luego de haber servido como Director ejecutivo de programas educativos, Director ejecutivo de educación no formal, Secretario General y Director de extensión. Impulsar el crecimiento de nuestra YMCA ha sido un privilegio. La nueva unidad en Surco, el diseño de planes maestros, el impulso a los colegios son resultados tangibles.

En los últimos años, he mantenido mi participación voluntaria en el comité económico financiero y en espacios cercanos a la Alta Dirección. Actualmente me desempeño como miembro de la Junta Fiscalizadora y Patrimonial. Seguiré apoyando hasta cuando pueda y se me necesite pues mi vida está dedicada al servicio en YMCA Perú.

Reflexión final

Sean mis palabras finales retomando mi ingreso por aquel portón verde hace 65 años, hoy un edificio que alberga múltiples actividades, cuya importancia radica en que sus espacios tengan contenido, donde se formen mejores personas, como YMCA lo hizo conmigo.

Mi servicio institucional está lleno de matices porque también he cometido errores, pero la formación en valores que recibí me sirvió para saber distinguir la amistad de la complicidad, buscar lo que nos une, respeto a otras opiniones, dar para recibir. Es un orgullo sostener amistades por más de 60 años. He trabajado y apoyado a más de 15 secretarios generales y otro tanto de presidentes. Hoy estoy entre los suscriptores con mayor antigüedad.

Escribí estas líneas para recordar a las nuevas generaciones que estamos en una organización bendecida por el Señor. Tal y como George Williams “esperemos grandes cosas de Dios”.

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