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DIRECTORIO Universidad Nacional Autónoma de México Rector Dr. Enrique Graue Wiechers

Secretario General Dr. Leonardo Lomelí Vanegas

Facultad de Ingeniería Director Dr. Carlos Agustín Escalante Sandoval Secretario General Ing. Gonzalo López de Haro

Jefa de la División de Ciencias Sociales y Humanidades Mtra. Claudia Loreto Miranda

Nigromante Jefe Editorial Lic. José René Gómez Rodríguez Ing. Carolina Garrido Morelos Coordinador Luis Alberto Santoyo Cruz Edición y corrección de textos Daniel Mares García Dirce González Guerrero Diseño y arte creativo Jennifer Sharon Álvarez Candelario Emirith Aylin Rodríguez Serrano Yunit Yetzare Valencia Amaya

Colaboradores

Irma Sofía Cortés César María Fernanda Hernández Hernández Francisco Cesáreo Mendoza León María José Ávila Arredondo Leslie Viridiana Figueroa González María Fernanda Carrisoza Zamora Samantha Lizeth Castrejón Chávez Pablo Lutrillo Contreras Alejandra Valenzuela Senderovich Jaime Hernández Espinoza Bibiana Rojas Amaya

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NOTA EDITORIAL Septiembre de 2018

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ste número es especial. El 19 de septiembre de 2018 se cumple un año de aquel sismo que estremeció no solo a los habitantes de la Ciudad de México, sino también a los de otros sitios afectados. Gran número de personas de distintos puntos (dentro y fuera de nuestro país), pusieron su mirada en lo que ocurrió luego de las 13:14 horas de ese día.

Somos muy conscientes de la delicadeza de este tema, pero también estamos convencidos de que es necesario asumir una posición ante la vida y trabajar desde donde sabemos hacerlo. Nigromante ha intentado, desde su fundación hasta este momento, llevarle a cada lector, en cada texto, elementos clave para que conozcamos y, de ser posible, problematicemos algunas de las muchas cosas que nos rodean. Así pues, es debido a este aniversario que concordamos en que sería ideal abordar las consecuencias que del sismo se desprendieron y hurgar en las experiencias que, como seres humanos, tuvimos frente a ese fenómeno. El lector podrá encontrar un compendio de las vivencias de algunos de nuestros colaboradores. Este ejercicio tuvo dos propósitos primordiales: ser un medio de catarsis para el autor y volverse una herramienta para avivar la empatía hacia el otro, hacia ese individuo que no soy yo mismo pero que sirve para entender mi existencia. De igual manera, en esta edición aparecen otros textos que, de una u otra forma, abordan los acontecimientos de hace un año o propiamente el tema de los sismos de manera general. Espero que lo aquí contenido sea de su agrado, siempre recordando que cada uno de nosotros pusimos el mayor empeño posible para que nuestras palabras logren trascender las letras y reflejen lo valioso que es compartir, comunicar y reflexionar.

Daniel Mares García

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INDICE VIDAS

8 Aunque se caiga la esperanza Jaime Hernández 10 Jugando y salvando

Bibiana Rojas

LETRAS

12 19 de septiembre 2017 13:14hrs María José 16 Cundo los segundos se hicieron horas Sofía Cortés 22 El sismo no ha pasado, aun lo estoy viviendo

Samantha Castrejón

28 Los 3 minutos más largos de mi vida Fernanda Hernández 32 Probabilidades Fernanda Carrisoza 38 ¿Qué hice en el sismo? Jaime Hernández 42 Aun año del sismo Alejandra V. Senderovich 48 Salvando por la sed Bibiana Rojas 54 Solidaridad condicionada Francisco Mendoza 58 Yo

TOP RANDOM

70 Cosas que no sabías donar a un albergue

Samantha Castrejón

Bibiana Rojas

72 El arte contra las secuelas del sismo REVIEW

74 Devil Survivor 2

Pedro Alcatara

CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Samantha Castrejón

PARALELOS

62 ¡Qué onda con los sismos! María José 64 Sistemas de Aislamiento sísmico Sofía Córtes 66 Drones al rescate Pablo Lutríllo 68 Una torre con historia

76 Edgar Degas Rene Gómez 79 Soñando con dibujos Pablo Lutrillo 80 Rally de museos 2018

Fernanda Carrisoza

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Luis Santoyo


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Efemé

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ĂŠrides

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Aunque se caiga la esperanza

Por Jaime Hernández

Desde siempre, la ciudad de México ha sido víctima de numerosos sismos. Algunos de estos han tenido un impacto considerable y se les recuerda ya sea por la gravedad del suceso (como el de 1985) o por lo que sucedió durante movimiento telúrico mismo (como el “sismo del ángel” donde el Ángel de la independencia “voló” fuera de su pedestal).

El sismo del pasado 19 de septiembre fue memorable, y si bien nos dejó marcados de manera similar que el del 85 lo hizo con nuestros mayores, la realidad es que fue muy diferente. Si se comparan las pérdidas humanas y materiales, además de los cambios en las edificaciones en ambos sismos, se ve que el de 2017 no fue tan severo como el que ocurrió hace 33 años. Para empezar, se compararan los sismos entre sí para intentar entrar en perspectiva. El sismo del 85 tuvo una magnitud de 8.1 en escala Richter, mientras que el de 2017 fue de 7.1; el epicentro del 85 fue frente a las costas de Michoacán, mientras que el de hace un año tuvo lugar en Axochiapan, Morelos (más cercano a la capital). Como consecuencia, la aceleración sísmica fue de entre 32.54 a 161.63 cm/s2

hace 33 años y de 58.8 a 220 32.54 cm/s2 el pasado septiembre. Cabe aclarar que la aceleración sísmica es una medida relacionada con la sacudida, a diferencia de la escala que es la que mide la energía liberada en el epicentro. La pérdida de vidas siempre es una desgracia y, por ello, se busca evitarlas y reducirlas por todos los medios posibles. Si se comparan las victimas del sismo de 2017 con las de 1985 se ve que la reducción fue abismal, pues se pasó de (aproximadamente) 20 mil a 228 personas. Otro punto importante es que hubo una mejor velocidad de respuesta de las autoridades, un claro ejemplo es que los planes del ejército se pusieron en acción con más prontitud que hace 33 años. Otro punto a considerar es la reducción de daños en las

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construcciones. Además, esta vez hubo menos derrumbes en construcciones del grupo A, que son las que por su uso requieren de una mayor seguridad estructural (escuelas, hospitales y edificios de gobierno, por ejemplo). La mayoría de los colapsos y daños estructurales fueron en edificios antiguos. Aquí también es bueno comparar el tipo de edificaciones que había entonces y hace un año. En general, hay más edificios altos y la altura máxima también se ha incrementado. Como consecuencia del sismo del 85, el Reglamento de Construcciones del Distrito Federal fue modificado para ser más severo y se ha seguido en ese camino con las nuevas modificaciones al reglamento y sus normas, así como en el impulso que se le ha dado a la figura de Director Responsable de Obra (DRO).


VIDAS

La cantidad de edificios colapsados bajó notablemente (de 250 a 44). La mayoría de los colapsos y daños estructurales fueron en edificios antiguos.

© Noticiasenlamira.com

En conclusión, la ciudad se ha vuelto más resiliente a los sismos. Y si bien los movimientos telúricos han sido una fuente de dolores de cabeza para la capital, se han usado las fallas y errores para prevenir y minimizar los posibles daños. Aunque se caiga la esperanza, ya sea la de los individuos o la estatua de la catedral, la ciudad va encaminada a poder tener una mejor respuesta a estos eventos propios de su locación.

Delegación Tláhuac de las más afectadas.

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© Twitter @esquirelat

Jugando y salvando

Por Bibiana Rojas

Tras el terremoto que ocurrió el 19 de septiembre del año pasado se volvió famoso el nombre de Frida, una perra labrador perteneciente al equipo de rescate de la SEMAR, grupo que fue pieza clave en la búsqueda y rescate de personas atrapadas por los escombros.

Los comentarios fueron numerosos respecto a la labor de esta perrita, unos positivos y otros negativos. Lo cierto es que, contrario a lo que muchos piensan, para Frida todo fue un juego pues el entrenamiento que reciben estos canes funciona a base de premios. Frida no estuvo sola en este trabajo pues, a pesar de que lleva ocho años en servicio, no se le puede someter a un trabajo exhaustivo. Así pues, a esta labor se le sumaron dos canes más: Evil y Ecko, dos hermanos de raza belga malinois nacidos en Holanda que cuentan con un certificado que explicita que su descendencia

no padecerá ninguna enfermedad degenerativa. Ambos estaban encargados de rastrear la zona mientras que Frida corroboraba los hallazgos. “Al realizar su trabajo, Ecko y Evil buscan por toda el área siniestrada y cuando localizan a una persona (cambian su comportamiento) entra Frida a corroborar la situación. No es conveniente desgastar a Frida en un área grande porque los cachorros la cubren, esto nos da la certeza de que en un 99.9% hay alguien ahí”.

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-Capitán Israel Monterde.


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Estos amigos no trabajan solos. Cada uno tiene un entrenador perteneciente a la Marina, pero no cualquiera puede acompañar a estos héroes de cuatro patas ya que se necesita pasar por una evaluación previa de desenvolvimiento con los canes y, al aprobar dicha evaluación, se les asigna un perro con el cual se crea un lazo afectivo ya que el entrenador que está a cargo tiene la responsabilidad de saber interpretar el comportamiento del perro.

Desde cachorros se les crea la asociación de que cada vez que hacen algo bueno se les premia con una pelota. Cuando salen a trabajar, los perros salen a jugar. Un perro de estas capacidades no puede trabajar por las malas, como mucha gente cree: que se les castiga, que se les obliga...

Frida conoce muy bien la voz de Mario Israel Aruz, su entrenador, pues es la única voz que ella obedece y que seguramente obedecerá cuando llegue su retiro pues ya le quedan pocos años de servicio. La suerte de estos canes ha cambiado pues anteriormente permanecían en la unidad de trabajo hasta su vejez y, actualmente, se les da en adopción a los miembros de la SEMAR. Después de ver el buen equipo que Mario Israel y Frida han hecho, todo apunta a que el primer candidato en adoptar a Frida será él.

-Arturo Córdova García, comandante y entrenador en jefe.

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19 de septiembre del 2017, 13:14 hrs. Por María José Avila

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© Fotografía: @DAGUILARFOTO


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de septiembre de 2017, 13:10 hrs. Recuerdo ese día como un martes soleado. La FI era un mar de gente debido al cambio de clases, por lo que muchos de mis compañeros caminaban con rapidez, algo bastante habitual. Lo que no sabíamos es que esa tarde nunca la íbamos a olvidar. Eran pasadas la una de la tarde cuando salí bastante apurada de un salón del edificio A para dirigirme al edificio C, lugar donde tomaría mi siguiente clase en tanto que en el camino trataba de evadir a los que impedían mi paso. Estaba por acercarme al edificio B cuando de pronto observé a algunos compañeros bastante apresurados “Tal vez tengan examen”, pensaba. Pero cuando un par de chicos empezaron a correr por el pasillo y se le iban uniendo más y más personas hasta que al llegar a las escaleras ya eran un grupo bastante grande me quedé un momento parada, sin mover ni un solo músculo. Lo sentí. Aquello que hacía tropezar a varios chicos y los obligaba a dejaran todo con tal de poder bajar: un movimiento que se fue intensificando y hacía que todo se distorsionara.

Con esta experiencia ahora sé que cuando se repita, sólo querré cerrar los ojos y decir: despiértenme cuando pase el temblor.

Tardé bastante en reaccionar hasta que, por instinto, tomé fuerte mi mochila y bajé corriendo. Pero todo se movía. Ni siquiera podía distinguir los escalones y sentía que en cualquier momento iba a caerme. La alerta sísmica, mezclada con los pasos, gritos y sollozos de algunas chicas, formaron una sinfonía que recuerdo con tristeza. Logré llegar frente a la entrada de la Facultad, lugar donde ya se habían juntado muchos estudiantes, trabajadores y maestros. Todo se congeló por unos minutos, todo parecía tan irreal. Pensaba en mi familia… en mis amigos. Muchas cosas llegaron a mi cabeza, por ejemplo, recordé que un profesor nos dijo alguna vez que los sismos no se sentían tan fuerte en CU de-

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bido a que había casi un kilómetro de roca volcánica debajo de nosotros y eso nos ayudaba. Pero esta vez, ¿qué pasó? Volví tortuosamente a mi casa, aún con el ruido de las sirenas en mi cabeza, con la confusión y con el miedo. Me tranquilicé un poco cuando vi que mi familia estaba bien, pero pensé: tal vez los familiares de muchos de mis compañeros no lo estén. Sintonicé las noticias y vi la verdadera magnitud: edificios caídos, personas desaparecidas y muertas; se necesitaba mucha ayuda, no sólo en la Ciudad, sino también en otros estados. Como jóvenes, es algo que sólo conocíamos por los relatos de nuestros padres, tíos o abuelitos, pero que jamás pensábamos que viviríamos. Con esta experiencia ahora sé que cuando se repita, sólo querré cerrar los ojos y decir: despiértenme cuando pase el temblor.


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©Sopitas


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Cuando los segundos se hicieron horas Por Irma Sofía Cortés

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Nadie nos da aviso sobre el día, el momento o la manera en que nuestras vidas van a cambiar para siempre. Puede ser que el cambio llegue en el mejor momento, o de la manera más agradable posible. Para mí, el cambio de mi vida llegó acompañado por miedo y por un movimiento masivo de mi entorno, literalmente. 17

© Fotografía: Eduardo Feldman


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n algún momento de la mañana escuchamos la alerta del simulacro en conmemoración al terremoto de 1985. Hasta ese día, los simulacros siempre habían sido un sinónimo de pérdida de clases para nosotros; desde primaria resultaba bastante divertido realizarlos en compañía de tus amigos ya que, al llegar al patio o al punto de reunión, podían reunirse en grupos y platicar con los compañeros de otros salones. Estas actitudes siempre eran seguidas de regaños por parte de los profesores, quienes expresaban una especie de indignación y miedo, siempre diciéndonos que deberíamos tomar los simulacros con muchísima más seriedad. Para nosotros era imposible imaginar la necesidad de adoptar estas conductas, o por lo menos así lo era hasta ese día. Durante ese simulacro se veían mil y un cosas que hoy considero inconcebibles, pero en su momento me resultaban de lo más normal. Personas caminando lenta y tranquilamente hacia los baños en lugar de las escaleras, se escuchaban comentarios como “¿Y si no bajamos? Quedémonos arriba”. Ninguno de nosotros jamás hubiera imaginado que este

simulacro sería de vital importancia en un par de horas. El tiempo siguió pasando de manera normal después del simulacro, hasta que llegó el momento de presentarnos a nuestra última clase del día. Todos estábamos esperando la llegada del profesor en el pasillo fuera del salón, quien usualmente llegaba unos 10 minutos después del inicio de la clase. Dicho y hecho, el profesor llegó cerca de la 13:10, abrió la puerta del salón y todos entramos. Me acerqué a la silla que usualmente ocupaba y dejé mi mochila en el piso. No llevaba ni dos minutos sentada cuando comencé a sentir un rebote debajo de mi asiento. Inmediatamente recordé aquellas fiestas infantiles que tenían un inflable o un brincolín; era increíble lo parecida que fue la sensación de mi silla a la del inflable. A manera de inconformidad, giré en mi silla mientras pensaba “‘¿Quién está saltando?”. Lo que siguió fue como recibir un balde de realidad sobre mí. Cuando volteé, no había nadie detrás de mí. En ese momento fue como si un rayo me hubiera alcanzado, como si mi cerebro y mi sistema nervio-

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so entero hubieran sido encendidos de golpe. Mi mente trataba de negar lo que estaba pasando, pero intrínsecamente sabía lo que sucedía. Sin controlar lo que dije, pronuncié, a manera de murmullo “Está temblando”. No sé por qué, pero enuncié esas palabras como si fueran solo para mí. Sin embargo, una de mis compañeras me escuchó y yo solo pude ver cómo sus ojos se abrieron y su cara se tornó blanca. Después de eso, todo se salió de control. Fue como si el mismo rayo que cayó en mí le hubiera caído a todos mis compañeros al mismo tiempo. Todos comenzaron a levantarse y se dirigían hasta la puerta, pero nadie salía. De repente, el profesor dijo: “¡Tranquilos! Quédense sentados”. Aquella frase pareció tener un efecto totalmente contrario en nosotros, fue como si nos hubieran ordenado salir a toda velocidad en lugar de mantener la calma. Tomé mi mochila como pude y salí al pasillo con los demás. Aquella imagen era un tanto indescriptible, las caras decían caos y miedo, sin embargo, nadie se movía. Por un momento todos dirigimos las miradas hacia el edificio de enfrente. Olas de gente salían por las


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puertas de los salones hacia las escaleras a pesar de que aquellos pisos no evacuaban, mientras el edificio ondulaba de un lado a otro. En un momento como ese olvidamos que éramos estudiantes de ingeniería civil… los elementos estructurales, las cargas y las deformaciones ni siquiera formaban parte de nuestros pensamientos. La mayoría de nosotros nos encontrábamos cerca del balcón hasta que alguien gritó que nos pegáramos a la pared. En cualquier simulacro, un elemento de Protección Civil debía subir a indicarnos que podíamos bajar al punto de reunión, pero cada segundo que pasaba se sentía como una hora de espera. Nadie subió por nosotros.

Fue entonces que tuve un pensamiento que jamás había tenido, mismo que estaba acompañado de cierto miedo y desesperación. Por primera vez en mi vida sentí que aquel día podría ser el último. No me era posible dejar de pensar que, en cualquier segundo, la estructura se desplomaría sobre mí y mis amigos, que quedaríamos inmersos en una oscuridad de la cual jamás podríamos salir. Desde el momento que entramos a la Facultad de Ingeniería se nos aseguró que la estructura del edificio era más que resistente, que nunca se colapsaría, pero en ese momento yo no estaba tan segura. De repente, después de lo que se sintieron como horas de es-

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tar en aquel pasillo, uno de mis compañeros tomó la iniciativa y nos hizo bajar al punto de reunión. Honestamente no recuerdo cómo bajé las escaleras. Al llegar al punto de reunión, la tensión y el miedo estaban en nosotros. Todos volteaban sus cabezas en busca de alguna respuesta o indicación al mismo tiempo que sostenían sus celulares junto a su oreja, tratando de comunicarse con sus seres queridos.

Por primera vez en mi vida sentí que aquel día podría ser el último.


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De la nada, observé que la gente comenzaba a desalojar el patio, dirigiéndose hacia el estacionamiento. No quedaba más remedio que seguir a la multitud. Una vez fuera, se veía aún más caos y desesperación que unos momentos antes. Las personas no soltaban el teléfono y algunas otras buscaban a los compañeros con los que venían. Por alguna razón, en momentos como ese, la mente salta de un pensamiento irrelevante a otro: ¿Dejé mi chamarra? ¿Traigo todo en mi mochila?, hasta que comienzan las preguntas realmente preocupantes: ¿Mi familia estará bien? ¿Mi casa tuvo daños? ¿Cómo llegaré a casa? Por alguna razón, mi celular era de los pocos que tenía servicio. Aproveché para llamar a mis padres y familiares más cercanos, y una vez que lo hice, comencé a prestar mi teléfono a personas que no podían comunicarse mediante sus celulares. De repente, uno de mis compañeros nos guio hasta su auto, abrió las puertas y encendió la radio, de manera que todas las personas presentes en aquel estacionamiento pudieran saber lo que pasaba. Los locutores hablaban de derrumbes y otros edificios como hospitales y escuelas en riesgo de colapso. Parecía que lo que escu-

chábamos era una radionovela de terror y no una noticia real. Mi corazón se detuvo por un momento cuando escuché el nombre de mi colonia mencionado en las zonas más afectadas. Uno siempre piensa que el lugar donde vive es seguro hasta que pasa algo como esto. De repente, todo lo que nos importaba era llegar a casa. Si de por sí la Ciudad de México vive en un estado constante de tráfico, ese día fue imposible comparar lo que se vivía con un día normal. Los autos no avanzaban, la gente gritaba desesperada y asustada; parecía que nadie sabía realmente hacia dónde ir. Había informes de que los servicios de transporte público serían suspendidos hasta nuevo aviso, por lo que las personas optaban por ir a pie a sus hogares. Mis amigos y yo decidimos esperar a que se tranquilizaran un poco las cosas, ya que en ese momento no podríamos llegar muy lejos. Esperamos un par de horas hasta que el transporte volvió a funcionar de manera normal. Los autos pasaban por las calles y ofrecían llevar a las personas hacia ciertos puntos de la ciudad, en ese momento, todos teníamos un lugar en donde estar. Después de ese día, la ciudad

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vivió un fenómeno que pocas veces logramos ver. Fue como si de repente las diferencias que existían entre las personas jamás hubieran sido reales. La ayuda llegaba a manos llenas, sin importar en dónde se necesitara o quién la necesitara. Ya fuera de manera presencial o digital, la ayuda estaba ahí. Desde personas ayudando a remover escombros hasta otras dando asilo en sus hogares, pasando por gran cantidad de ellas que difundían información pertinente en las redes sociales. Aquel día cambió para siempre la vida de muchos de nosotros. Nos enseñó que tal vez podremos ignorar lo que la vida tiene planeado para nosotros, pero también nos mostró que podemos tratar de estar lo más preparados posible para cualquier cosa. Un país no puede moverse ni levantarse sin que su sociedad entera lo haga, como lo hicimos ese día. Esa tarde del 19 de septiembre muchos pudimos ver la oscuridad que surge cuando ocurre una tragedia, pero también fuimos testigos de la luz incandescente que, como mexicanos, podemos aportar a nuestro país.


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© Fotografía: Eduardo Feldman


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El sismo no ha pasado, aĂşn lo estoy viviendo Por Samantha CastrejĂłn

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Es difícil para mí relatar los hechos de aquel 19 de septiembre de 2017. Sin embargo, al tener una vista retrospectiva de ese día, he decidido escribir el presente artículo de la forma más humana: a través de mi experiencia. Quién diría que el paisaje cambiaría tanto; que el Colegio Rébsamen acabaría totalmente destruido y cobraría la vida de tantas personas; que la plaza Galerías Coapa, donde pasamos tantos buenos momentos, acabaría en ruina total; que tantas estructuras que, para muchos, nos parecían parte del paisaje urbano cotidiano, estarían reducidas a polvo y escombros en cuestión de minutos. Si alguien me lo hubiera dicho, creo que no lo hubiese creído.

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© Fotografía: Eduardo Feldman


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Cuando la tierra se movió

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ra un día normal de oficina, todos dábamos nuestro mejor esfuerzo. No hacía mucho habíamos regresado de comprar unas hamburguesas cerca del Metro Ermita cuando, a las 13:14 horas (hora del centro) del martes 19 de septiembre de 2017, la tierra comenzó a moverse sin alerta sísmica que hubiera podido avisarnos con antelación. En ese instante todo cambió. La violencia con la que todo se sacudió y la desesperación que todos sentíamos nos hizo pensar lo peor. Corrimos a la salida y, cuando logramos evacuar las instalaciones, sentíamos que el sismo no iba a detenerse pronto. Las personas salían de los edificios con sus compañeros de trabajo, familias y mascotas cuando un estruendo se hizo presente: un edificio derrumbándose a escasas 2 calles de donde me encontraba. En ese momento todos nos dimos cuenta de la gravedad de la situación. Claramente no podíamos regresar a nuestras oficinas. Pensar en que a mi familia pudiese haberle pasado algo me llenó de angustia… ninguno de ellos ni yo teníamos datos móviles para comunicarlos, y las líneas

telefónicas estaban saturadas. El regreso a casa fue una de las odiseas más complicadas de mi vida (Xochimilco quedaba demasiado lejos) pues Tlalpan se encontraba lleno de gente que trataba de regresar a sus hogares o de encontrar a sus familiares. A pesar de que el gobierno ordenó que el STCM (Sistema de Transporte Colectivo Metro) funcionara de forma gratuita, era imposible abordar los vagones por la cantidad de gente que trataba de llegar a su destino. Los demás transportes públicos estaban igual, solo quedaba una forma de llegar a casa: caminar. El trayecto fue agobiante, sin embargo, podía apreciarse la diferencia de empatía entre las personas que te rodeaban: personas vendiendo agua y un restaurante regalándola; había quienes te ofrecían llevarte o darte un “aventón” y otras que te ignoraban e incluso te aventaban el carro. Era triste saber que aún en una emergencia de esta magnitud había personas que fuesen tan egoístas mientras otros daban todo lo que podían. Nada hubiese podido prepararme para observar uno de los escenarios más desoladores de mi vida. Al llegar a la zona de Coapa se observaban edificios completamente destruidos; gente pidiendo a gritos ambu-

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lancias; personas saqueando a los afectados y a algunos comercios de la plaza Galerías Coapa; asaltos en plena vía pública sin detenerse por la desgracia a la que nos enfrentábamos; personas pidiendo cuota de, al menos, veinte pesos para dejar pasar a los automóviles. Al llegar a Xochimilco no había energía eléctrica. El ambiente era muy pesado pues habían asaltos a la orden del día, pero fue un alivio ver que mi familia y mascotas estaban bien (tenía dos gatos, uno falleció unas semanas antes y aquel día la camada de mi gata casi muere aplastada por el ropero) había un poco de luz y paz dentro de toda la catástrofe. Creíamos que todo había pasado y que todo mejoraría, sin embargo, a las 2:00 am del día siguiente los vecinos comenzaron a gritar que el edificio se estaba abriendo. En ese momento caímos en pánico, tomamos unas linternas y comenzamos a sacar todo lo que podíamos de ese que fue nuestro hogar. Quisimos quedarnos en casa de una vecina pero solo accedió a guardar nuestras cosas (no nos aceptaba con nuestros gatos), por lo que terminamos caminando hasta llegar al albergue Muyuguarda, siendo de las primeras familias en llegar.


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La llama de la ayuda que desapareció rápidamente El albergue pronto dio asilo a 63 personas (incluyéndonos). Fueron días difíciles porque, a pesar de que había personas y empresas como Bimbo y Office Depot que traían mucho alimento, también se hizo presente gente muy abusiva que se llevaba la ropa, comida e incluso juguetes sin ser damnificados. El DIF no hacía nada para impe-

dirlo, habiendo también peleas por las escasas habitaciones y por el reparto de donativos. En mi caso, puedo decir que no todo fue completamente malo: consiguieron llevar nuestras pocas pertenencias a una bodega y nos ayudaron a llevar el caso del despido de mi madre debido a que, por el susto tan grande que le provocó el sismo, su salud se tornó delicada. Inclusive, el 23 de septiembre las personas del

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albergue le organizaron una pequeña fiesta con el fin de animarla un poco. Lamentablemente, ese día nuestra casa fue declarada pérdida total. Sin embargo, un psicólogo nos ofreció prestarnos un departamento en la Colonia Fuentes Brotantes debido a nuestro delicado estado emocional y de salud, además de que me encontraba a mitad de semestre de la carrera de Ingeniería en Computación en la UNAM.

©Sopitas


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Retomando los días recientes en que ocurrió el sismo, la Facultad de Ingeniería era un caos, centrado en reanudar o no las clases, en lo personal la semana que dio la universidad en paro de actividades (si, solo una semana) era insuficiente: no tenía hogar, cosas fundamentales para vivir (ni siquiera ropa), mi madre estaba delicada de salud y mi hermana aún estaba muy impactada, me encontraba en una situación vulnerable; y aun así mis compañeros se comportaron de forma un tanto egoísta, preocupándose más por reanudar clases que en pensar en aquellos que perdimos todo.

útiles escolares que recolectaron compañeros de la Facultad de Ingeniería de los que nunca supe quienes fueron pero que les agradezco de todo corazón.

Hice una publicación en un grupo de Facebook llamado “Ingenieros UNAM” con el fin de encontrar algún tipo de apoyo y exponiendo que había muchas personas en mi situación. Recibí muchos mensajes pero, de entre todos ellos, solo tres personas me dieron ayuda real. Un chico me proporcionó

Lamentablemente, la ayuda no duró mucho tiempo para la población afectada en general. El albergue cerró tres meses después del sismo, al mismo tiempo en que a mi familia y a mí nos pidieron devolver el departamento prestado y nos pidieron trasladarnos a Xochimilco como condición para que el Gobierno nos proporcionara ayuda, pues era nuestra delegación formal de residencia.

Creíamos que todo había pasado y que todo mejoraría, sin embargo, a las 2:00 am del día siguiente los vecinos comenzaron a gritar que el edificio se estaba abriendo.

Los profesores de la Facultad y mis compañeros de la revista Nigromante han sido de gran apoyo hasta el día de hoy. Personal del DIF nos dio despensas para poder subsistir en el departamento que nos había prestado, además de que adoptaron gatitos de la camada y nos ofrecieron una ayuda de tres mil pesos al mes por un año, o quizá dos, para poder recuperar poco a poco todo lo que habíamos perdido.

Estábamos a expensas de promesas gubernamentales y, para colmo, la señora que “amablemente” se ofreció a guardar nuestras pocas pertenencias nos llamó hace aproximadamente un mes amenazando

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con tirarlas si es que no íbamos a recogerlas de inmediato (porque le estorbaban). De esas pocas cosas solo salvamos una cuarta parte, pues fue lo que cupo en el uber que pedimos. De los psicólogos no se supo más (solamente hubo el intento de meternos a un negocio piramidal)… al menos teníamos fotos de los gatitos de vez en cuando.

ACTUALIDAD Mi familia sigue luchando. Día con día tratamos de recuperarnos de esta catástrofe. Nuestros muebles y ropa se perdieron. Pero seguimos con vida y eso es algo muy importante. Hay muchas personas en mi situación y la solidaridad de la gente se apagó dos semanas después, y ni se diga ahora que ha pasado casi un año. Nuestro gobierno no pudo brillar más por su incompetencia y por su falta de ayuda ¿Dónde están los donativos de las empresas y los extranjeros? Sus promesas de ver por los ciudadanos ¿Dónde quedaron? No solo ellos ignoran y olvidan pronto sino que la misma ciudadanía lo hace. Su solidaridad se apagó pronto, ¿hoy dónde están?


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© Fotografía: @DAGUILARFOTO


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Los tres minutos mรกs largos de mi vida Por Fernanda Hernรกndez

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Siempre había presumido lo bueno que es vivir en una zona de la Ciudad de México en la que los sismos casi no son percibidos, pues la mayor parte de zona sur está construida fuera del terreno fangoso donde alguna vez estuvo el lago de Texcoco, tanto que ni siquiera me sobresaltaba o tomaba muy en serio los protocolos de seguridad cuando se activaba la alerta sísmica. Como alguien que nació en la década de 1990, solía escuchar los relatos de mis padres, abuelos, tíos y demás personas a las que les tocó vivir el terremoto de 1985, pero jamás imaginé que yo iba a vivir algo así.

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© Fotografía: Eduardo Feldman


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l 19 de septiembre del 2017 era un martes como cualquier otro. Para entonces, yo ya estaba en el último semestre de mi carrera y había acomodado mi horario de manera que no tuviera clases ni los martes ni los viernes, así que me encontraba sola en mi casa. Esa mañana desperté temprano para hacer labores domésticas y mi tarea para la clase del día siguiente, incluso escuché la alerta sísmica a las 11 de la mañana por el simulacro que se realizó en la ciudad, pero obviamente no le di importancia. Aproximadamente a la 1 de la tarde me senté en el sillón a ver la televisión tranquilamente, pero solo 14 minutos después el sillón comenzó a moverse dando pequeños saltos y yo me quedé inmóvil unos segundos en lo que me di cuenta de lo que estaba pasando, pues la alerta sísmica no había sonado antes, ni en ese momento. El movimiento se hizo más fuerte y la alerta sísmica comenzó a sonar. Yo me levanté del sillón y rápidamente me dirigí a la salida, en medio del sonido de la alerta y del de cosas cayéndose dentro de mi casa, así como del movimiento cada vez más fuente de la tierra que me hacía cho-

Sin embargo, desastres naturales como este te ponen a pensar en cómo la vida puede cambiar de un momento a otro y que nadie tiene la vida asegurada.

car con las paredes. Llegué al patio y ya no pude avanzar más, lo único que fui capaz de hacer fue llamar a mis perras (Sam y Cookie) que ladraban y corrían asustadas. Las abracé y cerré los ojos mientras pasaba el temblor… fueron solo tres minutos pero parecieron una eternidad. Cuando, por fin, la tierra dejó de moverse, respiré un poco aliviada. Yo estaba bien pero solo pensaba en mis papás que estaban en sus lugares de trabajo, en mi novio que se encontraba en Santa Fé, en mis abuelos que estaban solos en sus casas, en mis tíos, en mis primos, en mis amigos, en todos. Regresé al interior de mi casa para buscar mi teléfono y revisar si había algún daño importante, pero afortunadamente todo estaba bien, salvo algunas

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cosas del librero, las vitrinas y una pila de CDs que se habían caído. No pasó mucho tiempo de que terminó el temblor cuando mi papá y mi abuelo llegaron a la casa, pues se encontraban cerca. Poco a poco logramos comunicarnos con mi mamá y toda la familia gracias a que WhatsApp funcionaba bien, y así también pude comunicarme con mi novio y mis amigos. Por fortuna todos estaban bien. Como mi abuelo estaba con mi papá en el momento del sismo, lo que significaba que mi abuela y una de mis tías estaban solas en su casa. Y aunque sabíamos que estaban bien, decidimos ir por ellas a la zona de Coapa. Hasta ese momento no habíamos escuchado noticias de lo que había ocurrido, pues no había energía eléctrica para encender el televisor, el internet no funcionaba bien y con los nervios no se nos había ocurrido encender la radio del coche. Fue hasta que llegamos a la casa de los abuelos cuando nos enteramos de todo lo que había pasado y que estábamos en una de las zonas más afectadas, pues muy cerca de ahí


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había colapsado el Colegio Enrique Rébsamen y varias construcciones más habían sufrido daños graves, incluyendo a la plaza Galerías Coapa, un Walmart sobre la avenida Acoxpa y otros inmuebles más. Todos regresamos a mi casa y en el trayecto nos dimos cuenta del caos que había en la ciudad. Nos fuimos enterando de más edificios y construcciones que habían colapsado principalmente en la zona sur de la ciudad y de que cada vez se contabilizaban más víctimas muertas y desaparecidos entre los escombros.

El resto del día nos quedamos en mi casa sin volver a salir, pues sabíamos que si intentábamos llegar a otro lado solo crearíamos más caos, esto aunado a que los servicios de emergencia pedían que la gente desalojara las calles para que pudieran llegar a donde fueran necesarios. El sismo dejó cientos de fallecidos y miles de heridos y damnificados, pero también se demostró que el pueblo mexicano sí puede unirse y mostrar solidaridad en los peores momentos, ayudando a remover escombros, rescatando gente de los edificios colapsados y llevando

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víveres a los albergues y centros de acopio en toda la Ciudad de México y en los demás estados que se vieron afectados. Nosotros tuvimos mucha suerte de no haber sufrido pérdidas, ni de seres queridos ni materiales. Sin embargo, desastres naturales como este te ponen a pensar en cómo la vida puede cambiar de un momento a otro y que nadie tiene la vida asegurada. Tras este suceso aprendimos a que debemos estar preparados en caso de que se presente otro sismo igual o más fuerte y a disfrutar cada instante de vida como si fuese el último.


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Probabilidades Por Fernanda Carrisoza

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© Fotografía: @DAGUILARFOTO


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de septiembre de 2017, va empezando el día. Caminando a mi trabajo anterior, pensaba en qué es lo que tenía que hacer al llegar a la oficina (sabía que tenía que leer documentos y hacer ejercicios para una certificación que nos pidieron). También pensaba en que a las 11 de la mañana sería el simulacro de evacuación con motivo de los 32 años del sismo del 19 de septiembre de 1985.

gundos estar en el área segura de la calle.

blando demasiado fuerte, bajen todos corriendo”.

Nos repitieron una y otra vez que, en dado caso de que surgiera una emergencia, en ese tiempo las probabilidades de salir ilesos serían menores. Así pues, debíamos mejorar esos tiempos por lo que a lo largo del mes se iniciarían tácticas para mejorar la evacuación. Y claro, después de la amonestación, regresamos a nuestros lugares de trabajo.

Al punto de las 11 de la mañana sonó la alerta sísmica. Equipo de protección civil del edificio, junto con los directores de la empresa, estuvieron ahí para tomarnos tiempo a mí y a mis compañeros de trabajo, recordándonos que había dos salidas y señalándonos las escaleras para evacuar, diciendo al tiempo, en voz alta, “no corro, no grito, no empujo”. Una vez abajo, los directores de la empresa nos reprendieron a todos (área de IT, RH, Ventas, Diseño, Limpieza y Gerencia), pues para bajar los tres pisos que comprende la empresa nos tomó más de 1 minuto 30 se-

Dando aproximadamente las 13:00 horas, bajé a rellenar mi botella de agua y pensé en lavarme las manos. En ese momento, antes de cerrar la puerta del baño, todo comenzó y ocurrió muy rápido. Creí que alguien quería entrar al baño pues escuché como se jaló la puerta, la abrí y escuché luego la alerta sísmica, seguida de un movimiento que me desequilibró. La verdad, en mi mente pensé: ¿Otro simulacro?, pero no fue así. Todo el edificio se empezó a mover y vi correr a mis compañeros de trabajo, uno de ellos me tomó de los hombros y me dijo: “Esta tem-

Para aclarar, los del área de IT (Computo) nos encontrábamos en el tercer piso, y desde ahí tuvimos que bajar corriendo, en solo unos segundos. Frente a mí se encontraba mi compañera Ilse, vi que traía zapatillas y le dije: “Ilse, quítate los tacones, no te vayas a caer”. No sé si me escuchó, pero sí vi que corrió más rápido que otros. Al llegar al estacionamiento, escuchamos cómo algo se cayó detrás de nosotros, pero nadie volteó, todos salimos del edificio. Al salir, vimos y sentimos como todo se movía, como todos estaban sorprendidos, como algunas compañeras comenzaban a llorar y como otros parecían no reaccionar, que solo están parados aferrándose a lo que tenían en sus manos.

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Una de mis compañeras me abrazó mientras otros dos me preguntaron si estábamos bien. Todas las personas que se encontraban en la calle nos quedamos callados unos segundos mientras veíamos moverse los


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© Fotografía: Eduardo Feldman

árboles y los cables de luz. Cuando la situación empezó a tranquilizarse fue que necesité saber si mi hermana se encontraba bien (pues ella trabaja en el mero centro de la ciudad) pero no contaba con mi celular y mis compañeras ya estaban diciendo que nadie tenía cobertura en sus teléfonos. Los primeros en entrar al edificio fueron el personal de protección civil y los directivos para verificar que no hubiera daños estructurales. Decidieron después de unos muy largos minutos que

todo estaba bien y nos dieron la orden de subir por nuestros objetos y, de ser posible, irnos con nuestros familiares. Una vez arriba nos dimos cuenta de que la red de la empresa seguía en funcionamiento y decidí mandar un mensaje a mis padres para comunicarles que me encontraba bien. Pero mi hermana no respondía. En se-

Quién pensaría que ese 19 de septiembre, después de exactamente 32 años, volvería a temblar.

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gundos ellos me respondieron: “perfecto, sigue en contacto, con cuidado”, palabras cortas, lo sé, pero dada la emergencia sabía que ellos estarían bien y que se estarían comunicando con el resto de la familia. Sabía que la ciudad podría ser un caos, pero nunca me imaginé la magnitud de este. Solo había dos formas de regresar a mi casa: 1. Usar el metro (línea naranja); 2. Tomar el metrobús (línea 1). Ambos dejaron de dar servicio así que estaba consciente del largo viaje que


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me esperaba. Antes de caminar, me comuniqué con mis amigos y con mi novio para saber si estaban bien, pero los mensajes ya no salieron. Intuía que estarían bien pues ellos se encontraban en Ciudad Universitaria, pero prefería cerciorarme de ello. Mi trayecto fue de Parque Hundido a Circunvalación, caminé todo insurgentes y vi cosas increíbles. Personas en shock, todas las tiendas cerradas, fondas que solo contaban con agua, edificios en llamas, fugas de gas. No creí que la ciudad hubiera colapsado de esta forma. Había tanta gente en las calles que, aunque caminara sola, no me sentía así. Pensé que si llegaba a necesitaba ayuda, ellos me la brindarían. Me compré un agua en un puesto y seguí caminando. A lo largo de mi camino pensaba que hace 32 años la ciudad estaba de la misma forma. Me pasaba por la cabeza también que lo que menos quería era caminar tanto y que ojalá mi hermana estuviera bien. Pero algo interrumpió todo eso. Mientras caminaba sobre el

carril del metrobús de la línea 1 escuché a lo lejos motocicletas y gritos, pero no gritos de desesperación sino que cada conductor decía: “¡a un lado, a un lado, AMBULACIA, AMBULANCIA!”. De cierta forma era algo soberbio: las motocicletas iban abriendo camino para que las ambulancias pasaran y nosotros no saliéramos lastimados. Cada que escuchábamos una moto gritando “AMBULANCIA”, todas las personas que estábamos en la acera nos movíamos o deteníamos para que pasaran estas y los camiones de bomberos. Cada kilómetro que caminaba era cada vez más cansado. Hasta llegar a Reforma supe que había forma más rápida de llegar a mi casa. Me detuve cerca de la escultura del Caballito para sentarme tomar agua y descansar un poco. Vi que muchos edificios tenían los cristales rotos y que las letras distintivas de algunos otros se encontraban en el suelo, destrozados. Pero ya todo se estaba calmando. Por fin hubo transporte público que me acercaría a mi casa. Cuando llegué vi a mi mama y a mi

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abuelita, ambas estaban viendo las noticias. Mi hermana estaba bien y mi papá estaba con la demás familia. En total me hice 4 horas para llegar del trabajo a mi casa. Me senté a comer, supe que mi novio y amistades estaban sanos y salvos y, por medio de las noticias me enteré que lo que vi en el trayecto no era todo, sino que hubo pérdidas humanas pero que, como en el sismo de 1985, la gente se levantó decidida a ayudar. Algo que recuerdo perfectamente es que la alerta sísmica, sonó alrededor de 15 segundos y se silenció, como si la hubieran desconectado. ¿Por qué cuento esto? Simplemente por lo irónica que puede ser la vida. Quién pensaría que ese 19 de septiembre, después de exactamente 32 años, volvería a temblar. Quién se imaginaria que igual que hace 32 años la gente ayudó a remover escombros y a sacar gente con vida, a rescatar animales perdidos, a juntar vivieres, comida, agua, cobijas, ropa ¿Quién pensaría que todo iba a ocurrir?


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Qué hice en el sismo Por Jaime Hernández

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n lo personal, tuve suerte el día del sismo. Yo me encontraba en mi casa, estaba esperando a mis dos hermanos y, para pasar el rato, me había puesto a jugar videojuegos. Fue entonces que todo se empezó a mover, por lo que decidí salirme al jardín donde esperé junto a Cosa, mi mascota, a que pasara el sismo. En cuanto acabó el movimiento, regresé a ver que todo estuviera bien y de nuevo tuve suerte: los únicos daños fueron un plato roto y un juguete caído de una repisa. Después de ver eso traté de comunicarme con mi familia. No tuve señal pero creí que era cosa de la compañía celular y que volvería pasado un rato. Fue así que barrí los restos del plato, los tiré y fui al teléfono público más cercano a tratar de llamar a mi familia. Al llegar me percaté que tampoco el teléfono público tenía línea. No me preocupé en ese momento porque creía que no había pasado nada serio, esto porque las personas que vi en la calle hablaban de que no les pasó nada a ellos o sus

casas y que el único problema era comunicarse con algún familiar ya que nadie tenía línea. La preocupación vino al pasar dos horas y que no llegaran mis hermanos, porque si bien era consciente de que llegarían poco después de la hora del temblor, y aun con el atraso del sismo, consideré que ya era mucho tiempo. Lo peor fue que ellos no traían llaves de la casa así que si salía a buscarlos corría el riesgo de dejarlos fuera de la casa. Después de preocuparme y estar meditando sobre lo que debía hacer, llegó mi hermano y, por un rato, me calmé. Me dijo que se había hecho un lio con las peceras y que el sismo lo agarró en la estación de MB más cercana a casa. Por eso su tardanza. Creímos que mi hermana debía haber pasado por algo similar así que decidimos esperar. Al no llegar mi hermana, fue cuando se me ocurrió prender el radio para saber si había pasado algo grave en Insurgentes, y fue así que conocí la magnitud de la situación. Me espanté

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y preocupé por mi hermana y por mis padres. Recuerdo que al poco tiempo quise dormir, no sé, tal vez fue una manera de intentar aislarme. Finalmente llegó mi hermana, hecho que alivió un poco mi tensión. Pasamos el resto de la tarde hablando de cómo había sido su camino a casa. Apagamos el radio para no estresarnos aún más. Ya de noche llegó mi papá. Vio que estuviéramos todos bien y nos dijo que nos buscó pero que no nos encontró. Añadió que estaba un poco enojado de que no hayamos puesto más esfuerzo en comunicarnos con él. Seguido de eso fuimos a dejar todas las botellas de agua de la casa al centro de acopio del estadio de CU y finalizamos el día durmiendo todos en la misma habitación.


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A un aĂąo del sismo. Recolectora en acopios y levantamiento de escombros Por Alex V. Senderovich

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Nunca olvidaré el horror que es ver un edificio caído ni el dolor en la espalda al tratar de levantar escombros con mis manos y cubetas. Tampoco el respirar aquel olor de cemento viejo, de lluvia y de un peculiar pútrido. Creo que nunca olvidaré lo que viví hace un año, y sé que mucho menos lo harán aquellos que no han sido tan afortunados como yo.

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uando todo sucedió, estaba en mi casa arreglándome para ver a unos compañeros de la universidad. Teníamos planeado hacer un trabajo en equipo y nos veríamos en Chapultepec. Después del mediodía, estaba relajada y mirando la televisión; en seguida todo comenzó. Escuché un crujido, como si alguien se hubiese estampado en la pared contigua. Inmediatamente comenzó a moverse muy fuerte toda la casa, provocando que todo comenzara a caer a mi alrededor. Sólo estábamos mi hermano y yo, así que nos abrazamos mientras se escuchaba la alerta y comenzábamos a sentir un auténtico terror. No paraba de moverse todo, mi cuerpo temblaba del miedo. Después el movimiento fue circular, se fue la luz y todo crujía. Podía escuchar mi propia casa crujir. Al terminar, miré la casa y todo estaba desordenado pero en pie. Me asomé por la ventana y todo parecía normal, pensé que había exagerado. Sin embargo, cuando salí para llegar a mi cita, en la calle había mucha gente que estaba realmente espantada, co-

rriendo, gritando que había fugas de gas, tratando de llamar a sus familiares y corriendo con sus hijos en los brazos. El metro no estaba dando servicio y los camiones se encontraban parados en el tráfico con una desesperación distinta a la de siempre. Supuse que sería imposible encontrarme con mis compañeros, así que regresé a casa. En cuanto se restableció el servicio de internet y luz, mandé mensaje a mi equipo y me enteré de que nadie había podido llegar, excepto un compañero que vive por Chapultepec que, además, se ofendió porque no llegamos a la cita y nos reclamó argumentando que un simple temblor no era pretexto para faltar. Sinceramente, me reí de su falta de visón, incluso se salió del equipo y nos eliminó de sus redes sociales. En aquel momento me podía reír, sin saber lo que me esperaba. Supe que mi familia estaba bien, pero tenía una preocupación latente en mi alma, pues había una persona especial para mí, que aún no éramos

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pareja pero no sabía nada de ella. Aquel miedo que sentía estando incomunicada no se compara con nada. Afortunadamente, durante la madrugada supe que esa persona estaba bien y pude conciliar el sueño. Pensé que al prender la televisión podría relajarme, pero al ver las noticias, me percaté de la magnitud del sismo: casas, edificios, colegios y fábricas se habían desplomado. Había mucha gente ayudando y hubo en mí una explosión de diversos sentimientos. Era sumamente afortunada pues mi casa seguía en pie y mi familia estaba completa. Sentí pánico al ponerme un poco en los zapatos de quienes habían perdido contacto con sus seres queridos; enojo, porque algunas construcciones no debían caer-

No sé lo que es perder un familiar en una de estas catástrofes, tampoco que mi casa se caiga, que algún ser amado desaparezca y ni siquiera encontrar su cuerpo.


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© Fotografía : Eduardo Feldman

se; impotencia, porque estaba en casa y no ayudando; culpa, por pensar que quizá no había sido nada; orgullo, porque mucha gente estaba haciendo todo lo que podía. Incluso los medios comentaron que, como en el sismo de 1985, la gente estaba ayudando antes que el propio gobierno. Debía ir a ayudar y me prometí a mí misma hacerlo al día siguiente. Así fue. Me preparé, llevé botas industriales, mezclilla, ropa que se pudiera ensuciar y me fui a recolectar comida por parte de una organización civil LGBT. Fue pesado, pero pudimos conseguir muchas cosas como ropa, comida, agua y botiquines. Fui a ayudar a una fábrica que se había hecho “sándwich” en

la calle Chimalpopoca. Ahí había mucha gente tratando de ayudar. Conseguí un casco y empecé a remover escombro. Mucha gente ayudaba de diversas maneras: unos pasaban a ofrecer medicina a quienes movíamos los restos, otros hacían lo mismo pero con comida y muchos más levantábamos los restos del edificio, incluyendo gente especializada de la marina. A pesar de la catástrofe, todo se veía con ánimo. Pero por desgracia, al final, de un total de cuarenta y cinco o cincuenta personas que estaban bajo los escombros, sólo pudimos rescatar a tres. Obviamente después amanecí muy adolorida de todo el cuerpo. Sabía que faltaba más de la mitad del edificio, pero preci-

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samente por mi dolor solo fui a recolectar y organizar. Traté de descansar un poco para después regresar a la fábrica. Al tercer día, todavía había mucha gente por rescatar. Faltaba mucho por hacer, a pesar de que había maquinaria levantando los trozos más grandes de escombro. Aquel día recolecté croquetas y latas para mascotas, y cuando regresé a Chimalpopoca, ya no había nada qué hacer. Ya no nos dejaban pasar. No sabíamos realmente qué sucedía. Los vecinos nos explicaron que habían entrado unas máquinas, que habían desalojado por medio de la fuerza a todos


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los que estaban ayudando y que se habían llevado todos los escombros. No había nada que hacer… ya todo estaba limpio. Me quería morir, estaba tremendamente indignada y triste. Todos mis amigos en las redes sociales me preguntaron que si era cierto que había máquinas llevándose todo a la fuerza a lo cual yo respondí que no, que había máquinas pero estaban ahí para ayudar. Sin embargo, los rumores de las máquinas que se llevaban escombro sin revisar, eran ciertos. Estaba devastada, sentí nauseas, quería llorar, quería gritar, pero nada salía de mí mientras estaba en shock. Me sentía en un hoyo, cayendo muy profundo, acariciando la depresión. Mi pareja me abrazó y me sentí sostenida por sus brazos, apenas me desvanecía y me trajo de regreso. Nos fuimos con la cabeza baja, los hombros caídos y la esperanza hecha pedazos. No sé lo que es perder un familiar en una de estas catástrofes, tampoco que mi casa se caiga,

que algún ser amado desaparezca y ni siquiera encontrar su cuerpo. Pero esa noche sentí que éramos nada. Aprendí que en un segundo todo puede cambiar, que no debo esperar nada ni fiarme de “los de arriba”. Aprendí que un dolor tan grande se puede cargar por días, meses, años. Seguí ayudando en otras colectas pero ya no era lo mismo, sentía que no tenía caso, quería irme a casa; trabajaba en automático. El ejército no nos dejó pasar a otros lugares derrumbados, era la misma historia que nos habían contado a todos de aquel terremoto del 85. Incluso algunos edificios recién construidos se habían caído, ¿cómo es que inmuebles muy viejos no se cayeron pero otros nuevos y habitables, sí?, ¿cómo fue que se cayó el colegio Rébsamen?, ¿qué ha pasado con la gente?, ¿por qué se dañaron las zonas más vulnerables?, ¿por qué se llevaron los restos si ni siquiera había pasado el tiempo suficiente?, ¿por qué inventaron a la niña Frida Sofía? Había gente ayu-

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dando y todos sabíamos respuestas diferentes, pero al final terminaron siendo las mismas, llenando de indignación a todos nuestros corazones. A veces no sabemos qué puede llegar a pasar. Supe de amistades que habían perdido familiares, de amigos que habían perdido su casa, de gente que no podía regresar a su trabajo, de muertes inesperadas e, incluso, de gente que tuvo paros cardiacos por el miedo. Después del sismo, todos quedamos con un tremendo estrés postraumático. Soñé pesadillas durante meses, incluso a veces sigo soñando que empieza de nuevo la catástrofe. Espero nunca vivir de nuevo algo similar, pero hay que estar preparados por si vuelve a ocurrir dentro de treinta años o en cualquier otro momento. Así como mejorar los edificios, las redes de comunicación, las soluciones, nuestro sentido de humanidad y nuestra responsabilidad. De paso tendremos un mejor país.


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Salvada por la sed Por Bibiana Rojas

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ra la madrugada del martes 19 de septiembre cuando me despedí de mis papás y tomé mi bicicleta para ir a trabajar a la fábrica. Todo transcurría normal, vi a mis amigos, nos tocó en la misma línea de producción. Estábamos contentos porque una vez más trabajaríamos juntos y apartados de los demás. Subimos a la planta alta, donde se encuentra el comedor de la fábrica y el área de calidad. En esa misma zona esta el cuarto de trabajo que nos habían asignado, un lugar con techo de plafón, una mesa con bancas y el polvo blanqueador dental que nos tocaba envasar. Estábamos trabajando cuando nos llamaron para ir a desayunar, así que dejamos lo que hacíamos y fuimos por nuestros alimentos al área de casilleros. Desayunamos, convivimos y volvimos a la zona de trabajo. Seguimos nuestra jornada hasta que una de las compañeras dijo que iría al comedor por un poco de agua. No pasó mucho tiempo para que el pánico empezara a relucir, pues ella nos llamó con un grito: “¡Vámonos chicos, está

temblando!”. En cuanto ella gritó, empezamos a sentir las vibraciones del lugar, de arriba para abajo. Comenzamos a bajar las escaleras y cada vez el movimiento era más fuerte. Las cajas que estaban apiladas empezaban a caerse y era muy difícil mantener el equilibrio. No nos dio tiempo de salir a la zona de seguridad así que tuvimos que salir al patio por donde entran los camiones a recoger la basura. Sólo recuerdo escuchar cómo gritaban las compañeras preocupadas por su familia; yo trataba de buscar palabras de aliento para ellas. Miraba un espectacular con la esperanza de que no se cayera encima de nosotros… no pensaba en otra cosa, sólo en ese espectacular. El tiempo se me hizo eterno.

En ese momento comprendí que fuimos los últimos en ponernos a salvo, y que de no ser por la compañera que salió a tomar agua, no nos hubiera dado tiempo de resguardarnos.

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Cuando por fin comenzó a disminuir el movimiento, mi amigo Elías me preguntó por nuestro amigo Wences, y en ese momento entendí que el día aún no terminaba, pues todavía faltaba llegar a casa. Uno de los compañeros que logró resguardarse en la zona de seguridad establecida por la fábrica fue a auxiliarnos para que pasáramos al patio principal (el que es de seguridad en estos casos). En ese momento comprendí que fuimos los últimos en ponernos a salvo, y que de no ser por la compañera que salió a tomar agua, no nos hubiera dado tiempo de resguardarnos. Cuando entramos a la fábrica para llegar al otro patio, encontramos muchas cosas en el suelo, incluyendo el techo de plafón. Era un caos, como si nuestro lugar de trabajo se hubiera vuelto una caja con cosas en su interior y alguien la hubiese sacudido. El resto de los trabajadores nos preguntaron cómo estábamos y nos expresaron su inconformidad por la falta de seguridad en la fábrica. En seguida, uno de los encargados gritó que el puen-


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te peatonal (que se encontraba a escasos metros de la entrada de la fábrica) se había caído sobre un taxi. Eso llenó de pánico a las compañeras, y tengo que confesar que también a mí, pero no podía dejarme hundir por ese sentimiento porque aún tenía que pedalear mi bicicleta para poder llegar a mi hogar. El dueño de la fábrica dio la instrucción de que pasáramos al interior de la fábrica por nuestras pertenencias. Wences se propuso para esa labor, en lo que Elías y yo íbamos por las bicicletas. Cuando Wences llegó, nos pusimos en camino a nuestras casas. Al salir a Periférico, vimos pasar dos camiones llenos de gente antes de que cerraran la avenida a

causa del puente caído. Ver esa escena me recordó a la anécdota sobre el temblor de 1985 que mi papá me relató unos días antes. Mis amigos y yo vivimos por el mismo rumbo, así que nos acompañamos durante el trayecto. El primero en llegar a casa fue Wences, nos despedimos de él, y Elías y yo continuamos nuestro camino hasta que nos separamos para ir cada quien a su casa. Cuando llegué a mi hogar encontré a mi papá en la calle, lo saludé y lo abracé. Me preguntó cómo estaba, cómo me sentía y que si todo estaba bien. Le conté a grandes rasgos lo que yo había vivido, y momentos

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después entré a la casa y vi a mi mamá y a mi hermana sentadas en el patio escuchando la radio en una bocina portátil porque no había luz. Las abracé, y por más fuerte que quería ser, mi mamá me dijo que no me guardara nada y empecé a llorar. Le conté del miedo que sentí y lo que viví, después escuchamos un rato las noticias y nos enteramos de lo que pasaba en el Colegio Rébsamen y en la colonia Del Valle. Traté de comunicarme con mi novio, pues trabaja en esta última, pero no tuve éxito. Me dio mucho sueño, me sentía cansada, tal vez por la adrenalina que había sentido o por la preocupación que me causaba la situación que se estaba


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viviendo. Subí a mi recámara y, para no ensuciar mi cama, tendí una cobija en el suelo y dormí. Cuando desperté ya había oscurecido y la luz aún no llegaba; me serví un plato de comida y mi mamá me acompañó en la mesa. En ese momento llegó uno de mis tíos con su esposa para saber cómo estábamos, y después de ponernos al tanto, decidimos ir a la panadería que se encuentra en la avenida. En el trayecto nos dimos cuenta de que muchas casas de las colonias vecinas habían resultado dañadas y que en la avenida seguían pasando camiones con mucha gente abordo y otros no tan llenos que gritaban el destino que tenían; la gente a la que le acomodaba la ruta subía a ellos.

pero como ya era muy de noche, tuvimos que salir con una lámpara y en grupo, porque no sabíamos qué tan seguro era andar por las calles a esa hora y en esas circunstancias. Cuando regresamos a casa intenté comunicarme nuevamente con mi novio, pero de nuevo no tuve éxito. Hasta al día siguiente pude comunicarme con él. Los días posteriores prestamos auxilio a algunas familias de las colonias vecinas que habían resultado dañadas, pues en estos casos no importa de dónde eres y lo que tienes, lo que importa es brindar auxilio a los que lo necesitan.

Cuando regresamos de la panadería ya había llegado a mi casa otra de mis tías que trabaja en la colonia Del Valle. Cenamos y nos compartimos la experiencia que habíamos tenido cada uno. Cuando mi tía ya tenía que irse a su casa, la acompañamos a tomar un taxi,

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Solidaridad condicionada Por Francisco Mendoza

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a única vez que vi tan vulnerable a la Ciudad México fue aquel 19 de septiembre de 2017. Había un silencio preocupante derivado del terror, el temor y la muerte. Esa tarde me encontraba en de las instalaciones de la Facultad de Ingeniería. Recuerdo sentir un movimiento en el suelo, pero pensé: “Fue mi imaginación”, cuando un compañero exclama: “¡Profesora, está temblando!”. En ese momento dejamos nuestros deberes y salimos de las instalaciones ordenadamente. Mientras caminaba hacia la salida de emergencia, pude sentir la fuerza de los movimientos telúricos cada vez más fuerte, a tal grado de ladear mi marcha por la magnitud del sismo. Cuando logré evacuar el edificio, escuché un sonido parecido al de una mecedora: era la estructura del edificio la que emitía el sonido y no pude evitar pensar “Esto es grave”. Tomé mi teléfono para avisar a mis familiares que yo estaba bien. Comencé a investigar sobre lo que pudo haber dejado este sismo. Fue de mi sorpresa y conmoción enterarme de que había edificios colapsados, que había personas atrapadas dentro de ellos y unas más yacían ya sin vida entre los escombros.

Era el primer desastre natural que yo vivía. ¿Cómo debía reaccionar? ¿Qué debía hacer? No voy a negar que el primer pensamiento que tuve fue brindar apoyo en los lugares dañados. Tal vez mis conocimientos sobre Ingeniería Civil habrían podido ayudar a ubicar estructuras dañadas. Tal vez mi fuerza habría podido ayudar para remover los escombros. Tal vez otras cualidades de mí habrían podido servir para cualquier otra necesidad en esos días. Sí, sólo tal vez. En realidad no quise averiguar dónde pude haber ayudado. Toda actividad dentro de la universidad fue cancelada ese día, así que decidí regresar a casa. En el camino, vi mucha solidaridad entre los ciudadanos. El transporte público rebasaba su capacidad. Muchas de las personas que iban en autos particulares, no dudaron en otorgarles ayuda a aquellas que dependían del metro, metrobús, camiones, etc. Esa acción llamó mucho la atención. Todos se mostraban dóciles, con miedo y dispuestos a ayudar. ¿Por qué? ¿Por qué son las desgracias las que logran que las personas muestren su lado más humano, más bondadoso? ¿Podemos confiar en esa bondad? ¿Qué tan legítima es?

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Un crítico que daba su opinión en un canal de televisión, mencionó: “Lo que es preocupante aquí en México es que sea noticia la solidaridad que se ha mostrado durante estos días posteriores al sismo. Si en verdad fuésemos solidarios, estas ganas de ayudar al otro no tendrían por qué ser relevantes”. No puedo estar más de acuerdo con estas palabras. Después de las emociones del sismo, pude constatar que volvimos a la indiferencia con la que solemos regir nuestra vida con respecto a las otras personas. Desafortunadamente, las ganas de ayudar y de ser solidario fueron sumamente efímeras. No me sorprende. Generalmente nos movemos por cierto impulso, y no nos detenemos a pensar por qué hacemos las cosas. Nos movemos porque los demás se mueven y nos encauzamos en su mismo camino. Esta es la razón por la que la solidaridad que se mostró en este caso y la que se podría mostrar en otros, siempre será, desgraciadamente, condicionada. Había un silencio preocupante derivado del terror, el temor y la muerte.


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Yo

Piel ajada pies cansados, los pensamientos, pensados la memoria no acabada Así vivo en esta década así, transcurre mi tiempo como hoja que lleva el viento como agua en una cascada Empiezo el camino apenas Estoy buscando el amor Quiero no tener rencor No quiero vivir a penas Vivir lo superficial O reprimir los instintos O no querer ser distintos Define al que vive mal Vivir así, yo no quiero Hacer más rico, al ya rico O dar más poder político Vivir así, yo no quiero Entender, es para mí lo mejor No el vivir en la opulencia Ni el poder como exigencia Saber que soy de lo peor Sí, quiero vivir mi edad Piel ajada, lentos pies consiente y en libertad. Pedro Alcántara Aguilar

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Ilustraciรณn por Sharon ร lvarez


Ciencia y tecnología

¡Qué onda con los sismos! Por María José Ávila

Este mes recodamos dos de los sismos más catastróficos que ha vivido nuestro país: el de 1985 y el de 2017. Sabemos que son fenómenos naturales impredecibles y devastadores pero, ¿conocemos el por qué producen? o ¿por qué México es un país susceptible de sufrirlos? La respuesta está en el interior de nuestro planeta. La estructura de la tierra: una introducción a la sismología. Nuestro planeta se encuentra dividido en capas:

• Núcleo: este se subdivide en núcleo interno y externo. Ambos están formados por una aleación de hierro y níquel. El núcleo interno es sólido y el núcleo externo es líquido. • Mesósfera: tiene un grosor aproximado de 2270 km y está formado por silicatos de hierro y magnesio. • Astenosfera: es una capa plástica que conforma el manto superior. Sobre ella se mueve la litósfera. • Litósfera: es una capa rígida, constituida por la corteza continental y oceánica. Una parte de la litósfera forma parte del manto superior y otra, de la corteza terrestre. La litósfera es una capa que se encuentra fragmentada en pedazos enormes que nosotros llamamos “placas tectónicas”, las cuales se mueven debido a que la litósfera está casi nadando en la astenosfera. A esto la Geología le ha llamado “tectónica de placas”, y es de suma importancia para explicar fenómenos de nuestro planeta, entre ellos los terremotos.

©Capas internas de la tierra, Estructuras tectanicas

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

©Escalas de intensidad, Biogeosferas

Las placas tectónicas y los sismos van de la mano.

• Ondas S o secundarias: Son más lentas que las primarias y sólo pueden viajar a través de sólidos. • Ondas L o superficiales: Son las que más temor causan porque, a comparación de las ondas P y S que viajan por el interior de la tierra, se propagan por la superficie de la tierra y pueden causar grandes desastres.

Podemos definir a los sismos como vibraciones de la tierra producidas por la rápida liberación de energía de rocas que se rompen al ser sometidas a esfuerzos que superan sus límites de resistencia. Generalmente son causados por el choque de las placas tectónicas, pero también pueden ocurrir por la erupción de un volcán, el desplazamiento de una falla, e incluso, por la explosión de una bomba atómica.

¿Cómo se puede medir la intensidad de un sismo?

Se pueden utilizar dos tipos de escalas: Mercalli: mide la intensidad del sismo basándose en el daño causado y en la percepción de las personas. Comienza en el primer grado (sismo débil) y escala hasta el doceavo (catástrofe con muchísimos daños).

Las ondas sísmicas se generan en el hipocentro (o foco). El epicentro es aquel punto situado en la superficie terrestre, exactamente encima del hipocentro. Cuando se produce un sismo, se generan diferentes tipos de ondas: • Ondas P o primarias: Son las primeras en generarse y pueden viajar a través de sólidos, líquidos y gases.

Richter: mide la magnitud de un sismo basándose en la energía liberada. Puede ir desde los 2.0 (o menos) hasta los 10 grados Richter.

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

¿Por qué es tan alta la actividad sísmica en México?

© Placas tectonicas, Wikimedia Commons.

Nuestro país se ubica sobre la Placa Norteamericana (al norte) y la Placa de Cocos (al sur). Al sureste se encuentra la Placa del Caribe y en la parte oeste está la Placa del Pacífico.

La principal causa de sismos en México es la interacción de la Placa de Cocos y la Placa Norteamericana, ya que la primera pasa por debajo de la segunda (a esto se le llama subducción). Este fenómeno fue el causante de los sismos de 1985 y 2017.

Otros datos que deberías saber sobre los sismos: Las réplicas se producen debido al reacomodo del terreno después del sismo de mayor intensidad. Desde el sismo de 1985 se modificó el Reglamento de Construcciones de la Ciudad de México. Esto debe obligar a que las construcciones actuales se lleven a cabo de manera segura para soportar un sismo.

Los estados con mayor actividad sísmica son: Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Colima, Chiapas y Jalisco; debido a su cercanía con la Placa de Cocos. El Cinturón de Fuego es una zona conformada por las costas del Océano Pacífico, donde se registran la mayor cantidad de sismos en todo el mundo. México también está en contacto con esta zona.

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Actualmente ya se está dejando de utilizar la escala de Richter para la medición de los sismos. Fue sustituida por la escala de Magnitud de Momento (Mw), la cual está basada en un cálculo logarítmico que puede tardar de quince a treinta minutos en calcularse. Los sismos nunca se pueden predecir.


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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Sistemas de Aislamiento Sísmico

Por Sofía Cortés

Como una medida de prevención contra los daños ocasionados a las estructuras durante los sismos, los seres humanos han desarrollado tecnologías que se conocen como aisladores sísmicos. Estos tienen por objetivo mitigar o desviar la energía de los sismos en las estructuras de manera que tengan el menor daño posible.

© La tumba de Ciro el Grande

U

na de las necesidades básicas de los seres humanos es contar con una vivienda resistente y que sea capaz de actuar como un refugio o una protección sobre nosotros. La ingeniería civil tiene por objetivo transformar y modificar espacios para la satisfacción de las necesidades humanas, por lo que se tiene la obligación profesional y moral de crear estructuras que puedan sobrellevar cualquier tipo de percance.La ingeniería civil en México tiene retos únicos en el mundo, ya que este es el único país que cuenta con cinco placas tectónicas cercanas a su territorio, mismas que provocan la existencia de sismos en diversas zonas del país.

El funcionamiento de dicha estructura consiste en disminuir el movimiento de la misma durante un sismo, haciendo que la primera cimentación se mueva a la par del sismo, mientras que la cimentación que se encuentra sobre esta sea capaz de sostenerse libremente sin depender del movimiento de la tierra.

La primera estructura con aislador sísmico que se conoce se ubica en la tumba de Ciro El Grande, ubicada en Pasargada, Irán. Esta tumba fue construida en el año 528 a.C., y cuenta con dos cimientos que permiten a la estructura resistir los sismos de la zona (Irán es uno de los países con mayor actividad sísmica en el mundo). Un primer nivel de los cimientos consta de una plancha de rocas unidas por mortero y, sobre este primer nivel, descansa una losa (fabricada de rocas pulidas unidas por trozos de metal y broches) independiente a la anterior, es decir, que no está unida por ningún elemento. A pesar de lo rudimentarias que puedan parecer las cimentaciones de esta estructura, su funcionamiento ha permitido que la estructura se mantenga en pie hasta nuestros días.

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA No fue sino hasta 1909 cuando se dio el primer paso hacia los sistemas de aislamiento sísmico como los conocemos hoy en día. J.A. Calantarients creó un método que permitía reducir la fuerza transmitida a un edificio durante un sismo. Estos avances se basaban en el principio de que la magnitud de la fuerza con la que un sismo azota una estructura es reducida cuando se presenta una articulación libre lubricada. Este elemento se coloca sobre una base de arena, talco o mica, lo que facilita el deslizamiento de la estructura durante un movimiento sísmico. La siguiente modificación de los aisladores sísmicos llegó con los sistemas de aislamiento de goma. Estos elementos se colocan en los cimientos de las estructuras, y proveen de una libertad en el eje horizontal mediante capas alternadas de goma y acero, mientras que en el centro se coloca un núcleo de plomo que permite establecer rigidez y fuerza en el movimiento vertical. Actualmente la mayoría de estos elementos cuentan con disipadores de energía. Los disipadores de energía, de manera general, convierten la energía de un sismo (cinética, potencial) en otros tipos de energías (usualmente calor), lo cual permite disminuir la energía de un sismo hasta en un 80%. Estos dispositivos asemejan a un pistón y pueden funcionar mediante el

comportamiento de un fluido viscoso o comportamientos viscoelásticos. Inclusive, existen algunos que funcionan por fuerzas electromagnéticas. Estos dispositivos se colocan de manera diagonal en diferentes pisos de una estructura pero, ¿cómo se ve el funcionamiento de uno de estos dispositivos? En el siguiente link: https://www. youtube.com/watch?v=JyAoAOqJG6w Como se puede apreciar, la implementación de estos dispositivos reduce de manera significativa el movimiento de los edificios, aumentando la seguridad de la estructura y sus habitantes. En México, edificios como la Torre Mayor, la Torre Latinoamericana e, inclusive, la torre de control del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, cuentan con alguno de estos sistemas antisísmicos. La evolución de la ingeniería destinada a la prevención de daños por actividad sísmica es cada vez mayor. Hoy, países como Ucrania, México, China, Japón, Chile, Nueva Zelanda, Indonesia e Italia han implementado el uso de diversos tipos de tecnologías antisísmicas en sus estructuras, los cuales van desde columnas oscilantes hasta rodillos o esferas colocados en la base de los edificios. Como sabemos, es imposible prever cuándo y dónde sucederá un sismo. Y es por eso que lo menos que podemos hacer es estar completamente preparados para cuando uno suceda. Es nuestra obligación como futuros ingenieros estar siempre a la vanguardia respecto a los avances tecnológicos en estos dispositivos, de manera que seamos capaces de mantener la seguridad y la integridad de nuestra sociedad y nuestro país.

©Dispositivo sismico, Sisprotec.

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Drones

al rescate

Por Pablo Lutrillo

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un año del terremoto en México todavía se conservan imágenes de los derrumbes sucedidos en diferentes partes del país. Algunos de estos fueron captados por camarógrafos profesionales, otros por estudiantes que salieron a las calles a apoyar, unos más por los propios afectados y otro tan por drones. Estas últimas capturas sirvieron para informar el estado de las construcciones, para revisar desde múltiples posiciones las estructuras y para valorar los daños que sufrieron tanto la ciudad como los demás sitios afectados. Sin embargo, pese a tanta ayuda, la realidad es que los drones pueden servir para mucho más.

Algunos proyectos siguen ajustándose para salir próximamente a flote, mismos que pretenden ayudar en la labor de protección de las personas y de la naturaleza. Dentro de estos puede mencionarse uno que servirá para el control de incendios donde el dron llevará cámaras térmicas

En china se han diseñado planes de emergencia para la búsqueda de supervivientes en terremotos haciendo que estos artefactos escaneen los escombros con cámaras de precisión, luz infrarroja, sensores multiespectrales e hiperespectrales. La duración del peinado de área es de una hora, recorriendo alrededor de 3 kilómetros. Luego de ello, las imágenes se envían a centros de análisis de datos y, en cuanto se descubren sobrevivientes, se da aviso a los servicios de emergencia para comenzar la labor de rescate.

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA que alertarán en caso de que en el bosque haga calor en zonas amplias y otro que se aplicará en las ciudades donde, en caso de algún incendio en un edificio, se puedan conocer las posibilidades de colapso de la estructura.

Todo lo anterior bien podría decirse que puede hacerse con algún avión de carga, pero dado el pequeño tamaño de los drones es que se vuelven idóneos para volar en espacios más estrechos y así estar más cerca de la acción en dado caso de que se requiera de su ayuda. Otro punto a considerar es que pueden volar de forma autónoma, dejando que el piloto pueda ser de apoyo en cualquier otra actividad de soporte o rescate, sin olvidar también que son accesibles económicamente para una parte de la población, en comparación con otros artefactos al menos.

De igual manera, se considera su potencial ayuda en el envió de provisiones o medicamentos ya que en ocasiones, cuando hay desastres naturales, se vuelve dificultoso acceder a ciertas zonas por el peligro que representan. Esto podría solucionarse con un dron que logre soportar grandes cantidades de peso puesto que podría transportar alimento, agua y medicinas. Esto último, lo de las medicinas, se ha llevado a cabo ya pero hasta el momento sólo con fines de mensajería, pero ha servido para comprobar la utilidad y eficacia de la táctica.

Aunque aún se necesitan detalles para hacer que estas tácticas se hagan más comunes en muchos países, me parece importante que se incluyan en las medidas de emergencia pero, para que esto ocurra, es necesario que se capaciten a personas para automatizarlos, armarlos y, sobre todo, manejarlos ya que nunca se sabe quién está dispuesto o tiene el conocimiento adecuado para ayudar en esos momentos.

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Una torre con historia

Por Fernanda Carrisoza

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s verdad que la Torre Latinoamericana es uno de los edificios más representativos de la Ciudad de México (DF para los de la vieja escuela), siendo una obra impresionante desde su construcción y considerado el edificio más alto de la ciudad al menos durante 16 años. Para sus 62 años sigue siendo una obra relevante, pero lo que más llama la atención es que este edificio ubicado en la esquina de Francisco I. Madero y Eje central ha resistido 3 sismos de grandes magnitudes. Anteriormente a este edificio existía un inmueble de menor altura que también pertenecía a Latinoamérica Seguros S.A. Sin embargo, en 1947 se autorizó la demolición del mismo y la construcción de un nuevo inmueble con más pisos y con mejor diseño y vista. En cuanto al diseño, no solo se quería mostrar cuan vanguardista se podría ver el edificio, tanto por las decoraciones, los espacios, los colores, etc., sino que también se pretendía mostrar que la torre contaba con la tecnología adecuada para su posición geografía. Es decir, los ingenieros y arquitectos encargados del proyecto se dedicaron a realizar un estudio de la región donde esta seria construida, tomando en cuenta que la Ciudad de México es una zona sísmica y con un subsuelo con características especiales (recordado que la ciudad está construida sobre un lago y que tiene un subsuelo considerado de consistencia esponjosa). Se dispuso a instalar piezómetros de diferentes tamaños (instrumento que se utiliza para medir la pre-

sión de poros o nivel del agua en perforaciones), bancos de nivel con respecto a la ciudad y, por último, utilizar pilotes de concreto. Esto último, la característica de los pilotes, es el punto medular de esta obra. Los pilotes de concreto son elementos de construcción que son utilizados para la cimentación de obras, siendo su fin el trasmitir y distribuir al estrato (capas de sedimentos compactados) más resistente del suelo todas las cargas estáticas y dinámicas de todo lo que están soportando. Su forma es como la de una columna que se coloca de forma vertical; en el extremo que se clava en el suelo tiene una punta, lo cual hace más sencillo insertarla en el terreno y que, a su vez, la base superior, cargue con la estructura que tendrá encima. Se tomó la decisión de utilizar la cantidad de 361 pilotes de concretos reforzados, todos enterrados a 34 metros de profundidad (nivel de piso). La torre no comprende tanta área, así que los pilotes están debajo del edificio y abarcan también el área fuera de esta, es decir que, debajo de la banqueta y el perímetro fuera de la torre, están los pilotes. Otra de las mejoras que se le integró a la construcción fue que en los sótanos del edificio se colocaron unos cajones de concreto. Tales cajones son estructuras en forma rectangular que tienen una alta capacidad hidráulica y resistencia estructural, lo que da como consecuencia que la torre parezca que esta sobre el casco de un barco y “flote”. Realmente, aunque esa es la base de todo para evitar que la torre se hunda y se colapse ante una catástrofe, también

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influye mucho los materiales con los que está hecha, pues para su construcción se utilizaron materiales como aluminio y acero con denominación 47 (acero, mas níquel, mas cromo) en su estructura. Gracias a sus materiales, correctamente colocados, la estructura cuenta con un peso total de 24,000 toneladas. Y aunque parezca increíble, todo en conjunto hace que la torre, ante un sismo, amortigüe las oscilaciones, lo que hace que disminuya la frecuencia de la oscilación con respecto a la onda sísmica. De forma más coloquial, la torre, ante un sismo, presenta el movimiento de una víbora, la cual se mueve en sentido opuesto a las ondas del sismo. Por último, algo que de igual forma hace que la torre sea un edificio más seguro son los sistemas eléctricos con los que cuenta. El inmueble carece de un sistema de gas (para agua caliente o cocina), por lo que en el momento de una emergencia no existiría el riesgo de explosiones. Se tiene la teoría (porque sí existen cálculos) de que solo un sismo superior a 9.1 grados Richter lograría hacer un daño permanente en la estructura, o bien, echarla abajo. Gracias al ingeniero Adolfo Zeevaert Wiechers y al arquitecto Augusto H. Álvarez (ambos mexicanos), encargados de la obra, este edificio ha resistido los temblores más fuertes que se han registrado en la Ciudad de México y, posiblemente, siga haciéndole frente a estos fenómenos naturales por muchos años más. Si quieres saber un poco más de la Torre Latinoamericana puedes visitar su página: http://torrelatinoamericana.com.mx/historia/

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© Infografía, Milenio.

CIENCIA Y TECNOLOGÍA


TOP RANDOM

El arte contra las secuelas del sismo

Por Bibiana Rojas

Los desastres naturales son sucesos que, de alguna forma, dejan marcados a los seres humanos. El sismo que sacudió a México el pasado 19 de septiembre, tuvo un impacto mayor al ocurrir precisamente el mismo díaque el sismo de hace treinta y dos años. Se tenía programado un simulacro para ese día, sin embargo, esa mañana, en muchos lugares este no se llevó a cabo con la debida importancia; hubo lugares de trabajo donde, con tal de no perder tiempo o parar la producción, decidieron no realizarlo. Después de pasar el trago amargo, y a pesar del temor que se vivía, la solidaridad no se hizo esperar. De manera casi inmediata llegaba a la cabeza de muchas personas la idea de donar, recolectar y repartir la ayuda a los que resultaron ser los más afectados e, incluso, se siguió apoyando tiempo después del desastre. Sin embargo, muy pocas personas pensaban en el arte como un medio para ayudar, y es que en muchas situaciones la parte emocional del ser humano queda en segundo plano, pues lo primordial es la supervivencia, reparar los daños materiales y satisfacer las necesidades inmediatas. En Oaxaca, tras el sismo del 7 de septiembre, un grupo de danza liderado por Jorge Jiménezvio la necesidad de animar a la población afectada mediante su arte; un pueblo que se caracteriza por su alegría se encontraba triste ante lo sucedido. En la Ciudad de México, Gimena Romero, recordando el sismo de 1985 y la ayuda emocional que se ofreció aquella vez a través de un taller de bordado, inició con esta actividad para apoyar de alguna manera a la población después del sismo del 19 de septiembre de 2017. Cuando de ayudar se trata, no importa cómo se haga. “Creo que es justo ponerse la bandera, la playera, las agujas, salir a la calle y apoyar con lo que podamos hacer y con lo que sepamos hacer. Estamos tan ansiosos por ayudar, que a veces siento que nos estamos atropellando y estorbándonos unos a otros, así que,¿por qué no ayudamos con lo que sabemos hacer?” -Gimena Romero

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“La música es un detonador de la sensibilidad, ahora estamos muy dolidos, con mucho temor y la música puede abstraernos de la realidad espeluznante”.

-Horacio Franco


TOP RANDOM

Lucie Torres, diseñadora de la FAD creo un libro con ilustraciones de los perros rescatistas..

La lectura no se quedó atrás, pues el Fondo de Cultura Económica ofreció funciones de cuentacuentos para niños afectados por el terremoto, lo cual me pareció una magnífica idea después de ver el impacto que tuvo el terremoto en mi hermana y mi sobrino; es una buena manera de generar conciencia en los niños con respecto a las causas, consecuencias y prevenciones de los desastres naturales.

puede abstraernos de la realidad espeluznante”. Ayudar por medio del arte no tenía ningún obstáculo, pues mediante las redes sociales se lanzó la convocatoria para teatreros, músicos, cuentacuentos y payasos que se quisieran sumar a la causa. Después de conocer algunas actividades culturales que se realizaron como apoyo para disminuir los daños psicológicos causados por el sismo, podemos decir que el arte, aunque parece ajeno a esta situación, tiene una gran función cuando se trata de apoyar anímicamente. Los movimientos telúricos son constantes y no estamos exentos de vivir algún desastre natural y estar en el lugar de los damnificados, o bien, servir de apoyo para aquellos que resulten dañados. Ahora tenemos más ideas para seguir ayudando a nuestros hermanos que lo necesiten. Definitivamente, el arte es una de ellas.

Se dice que el tiempo cura heridas, pero tal vez con ayuda del arte se curen más rápido. Por eso, poco tiempo después del sismo, el flautista mexicano y director de orquesta Horacio Franco, estuvo a cargo del ciclo de conciertos por parte del Ensamble Escénico Vocal del Sistema Nacional de Fomento Musical y la Cappella Barroca de México; mencionó que: “La música es un detonador de la sensibilidad, ahora estamos muy dolidos, con mucho temor y la música

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TOP RANDOM

Cosas que no sabías que debías donar a un albergue Por Samantha Castrejón

Sé que cuando piensas en donar algo, lo primero que se te viene a la mente es: comida, agua, ropa… Pero, al estar en un albergue, te das cuenta de que hay otras cosas que se necesitan y que parece que nadie pensó en donar. Así que aquí te dejo una lista de cosas que podrías donar la próxima vez, ya que no siempre es posible ir a preguntar qué falta:

1. 2.

Cepillo de cabello En todo el albergue no había ni un cepillo para peinarse, así que tuvimos que salir a comprar uno; de lo contrario, hubiéramos permanecido despeinados durante toda la estadía.

Artículos para higiene bucal (cepillo y pasta) De los artículos que eran generalmente para higiene, contábamos con papel de baño, pero no había nada para higiene bucal. Los primero días no había problema, pero a la segunda semana ya era muy incómodo.

3.

Calentador de agua Éramos sesenta y tres personas en el albergue y sólo contábamos con un calentador de agua. Era cosa del diario pelearse por quién alcanzaba a bañarse con agua caliente. Hubo gente que prefería bañarse con agua fría para no estar sucia.

4.

Almohadas De las cosas que más nos llegaron de las donaciones fueron cobijas, incluyendo unas grises que ya estaban en las camas, pero ni rastro de almohadas; tuvimos que acondicionar varias cobijas para que cumplieran con esta función. A los niños les costaba trabajo acostumbrarse, así que las únicas tres almohadas que donaron las usaron aquellas personas a las que más trabajo les costaba.

5.

Sandalias Llegaron muy pocos zapatos y nada de sandalias. Para bañarse era muy difícil porque teníamos que ir a la alberca del DIF. Además, unas chicas que traían zapatillas tenían los pies hinchados, así que no les entraban los tenis. Casi lloraban al utilizar este calzado.

6.

Ropa interior nueva En mi opinión y experiencia, la necesidad más difícil de cubrir era la ropa interior. Sí llegó ropa interior al albergue, pero no era nueva; nadie la quería usar por cuestión de higiene, por lo que algunos psicólogos compraron ropa interior nueva para todos. Supimos que gran parte del dinero donado era exclusivamente para cubrir esta necesidad.

Escribo esta lista desde mi experiencia. Desde luego que con esto no quiero decir que no se deba donar comida y agua, sólo que realmente hay pequeñas cosas que no pensamos que fueran tan necesarias de inmediata pero que, a largo plazo, son indispensables.

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PARALELOS

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Review

Let's survive:

Devil Survivor

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Por Samantha Castrejón

© Hibiki Kuze, Shin Megami

Este juego es parte de la conocida saga de los Megami Tensei y comienza nada más y nada menos que con un temblor que paraliza a la ciudad. Este desata el fin del mundo ya que Dios ha decidido que quien lo venza será quien reconstruya el mundo como lo desee.

E

l protagonista es Hibiki Kuze (puedes ponerle el nombre que quieras, pero este es el oficial según el anime), al que su amigo, Daichi Shijima, le muestra una aplicación llamada Nicaea, la que, según, muestra la muerte de los amigos que se tienen registrados en el celular.

Poco después, Hibiki y Daichi se preparan para tomar el metro, lugar donde se hacen amigos de una chica de su misma escuela. El momento es interrumpido por un correo que les muestra la muerte de cada uno a causa del desborde de un tren como resultado de un temblor. Al principio se muestran incrédulos ya que saben que la aplicación manda ese tipo de videos pero, al poco tiempo, la predicción se hace realidad cuando comienza un temblor que provoca el descarrilamiento del tren, mismo que los aplasta. Esto provoca la muerte de los 3, pero es ahí cuando se activa la aplicación y

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REVIEW ©Moonlight

les dice que si quieren vivir o no. Como es de esperar, todos eligieron que sí, pero ahora, en su segunda oportunidad de vivir, se les aparecen demonios que buscan acabar con todos los sobrevivientes. Pensando que solo regresaron para morir, una nueva aplicación aparece en los celulares, la cual tiene como objetivo el permitirles invocar demonios y así combatir fuego con fuego. Los protagonistas tendrán que enfrentar los estragos del temblor y el que hayan sido reclutados por una organización llamada JP›s, la cual es dirigida por un adolescente de 17 años llamado Yamato Hotsuin, que es quien les revela que Japón (y posiblemente todo el mundo), está siendo invadido y atacado por unas criaturas conocidas como “septentriones”, mismos que aparecerán cada cierto tiempo. El objetivo que tiene la organización es derrotar a los septentriones para así poder enfrentarse a Polaris (una especie de dios que concederá el mundo que quiera a quien lo derrote).

Yamato ha decidido hacer un mundo donde todo sea equivalente a lo que trabajes, donde nada sea gratis y en el que todos sean tratados igual. Sin embargo, tu podrás decidir si ese es el mundo que deseas ya que más personajes aparecerán para hacerte pensar si eso es lo correcto o si es mejor luchar por otro ideal. El juego consta con un sistema por turnos (un poco parecido al ajedrez) y con la posibilidad de toma de decisiones para llegar a varios finales. La música y el diseño de personajes son muy característicos del estudio ATLUS (los que, te aseguro, nunca te decepcionarán). Cabe decir que fue tan bien recibido que ya tuvo una remasterización para Nintendo 3DS, ya que el original fue lanzado para Nintendo DS. El nombre que le dieron fue Devil Survivor 2: Record Breaker. Recomiendo este juego ya que, aunque no me dejó de recordar lo sucedido el 19 septiembre del año pasado, es un buen modo de olvidar y distraerte un rato.

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PARALELO

Edgar Degas

Por J. René Gómez Rodríguez

El impresionista francés Hilaire Germain Edgar de Gas nació en París el 19 de julio de 1834, siendo hijo de Pierre-Auguste-Hyacinthe de Gas (descendiente de una familia de banqueros), y de Célestine Musson (relacionada a una familia francesa de Nueva Orleans, E.U.A.). Estudió en el Lycée-Louis-le-Grand y se graduó en Derecho, pero no ejerció su profesión ya que su espíritu artístico lo llevó a estudiar pintura gracias al .apoyo paterno

Autorretrato. Edgar degas, 1862.

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l impresionista francés Hilaire Germain Edgar de Gas nació en París el 19 de julio de 1834, siendo hijo de Pierre-Auguste-Hyacinthe de Gas (descendiente de una familia de banqueros), y de Célestine Musson (relacionada a una familia francesa de Nueva Orleans, E.U.A.). Estudió en el Lycée-Louis-le-Grand y se graduó en Derecho, pero no ejerció su profesión ya que su espíritu artístico lo llevó a estudiar pintura gracias al apoyo paterno. Edgar Degas nunca tuvo problemas económicos ya que desde su niñez disfrutó de las prerrogativas que correspondían a un linaje culto y rico de la época. Su condición de clase socioeconómica determinó su carácter altivo, autoritario y conductas públicas reaccionarias, mismo que le ocasionó muchas enemistades con personas que lo trataron; en contraste con su comprensión estética que lo llevó a ser uno de los grandes pintores franceses del impresionismo.

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PARALELOS

El impresionista francés Hilaire Germain Edgar de Gas nació en París el 19 de julio de 1834, siendo hijo de Pierre-Auguste-Hyacinthe de Gas (descendiente de una familia de banqueros), y de Célestine Musson (relacionada a una familia francesa de Nueva Orleans, E.U.A.). Estudió en el Lycée-Louis-le-Grand y se graduó en Derecho, pero no ejerció su profesión ya que su espíritu artístico lo llevó a estudiar pintura gracias al apoyo paterno. Edgar Degas nunca tuvo problemas económicos ya que desde su niñez disfrutó de las prerrogativas que correspondían a un linaje culto y rico de la época. Su condición de clase socioeconómica determinó su carácter altivo, autoritario y conductas públicas reaccionarias, mismo que le ocasionó muchas enemistades con personas que lo trataron; en contraste con su comprensión estética que lo llevó a ser uno de los grandes pintores franceses del impresionismo. Hacia 1856 viajó a Italia con la finalidad de alimentarse del conocimiento de los grandes pintores italianos y permaneció ahí durante tres años. Se hospedó en Nápoles, en el palacio de René-Hilaire de Gas, su abuelo materno. Al año siguiente se trasladó a Roma donde quedó deslumbrado con las pinturas de Miguel Ángel y de Rafael en la Capilla Sixtina. Tiempo después de su estancia en Roma, se trasladó a Florencia para estudiar los frescos de Giotto. Después de

El Ajenjo. Edgar degas, 1876.

tal experiencia italiana, Degas confirmó que era ineludible crear una nueva visión que representara la realidad de la sociedad contemporánea. Esta nueva visión quedó plasmada en su primera gran obra: La familia Bellelli, fabricada de 1858 a 1867. En 1862, Edgar Degas inició la serie de hipódromos y caballos con las pinturas Carrera de caballeros y Antes de la salida, siendo en esta última donde demostró su interés por ser un espectador de la vida moderna que se desarrollaba en Francia. Ese mismo año conoció a Édouard Manet, otro de los grandes pintores franceses, y juntos asistieron al círculo del café Guerbois y a los hipódromos. Con él estableció una

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gran amistad, a tal grado que le pintó un cuadro (El señor y señora Manet). Sin embargo, a Édouard no le gustó cómo Degas había pintado el rostro de su cónyuge y, en un arranque de furia, Manet, con una navaja, cortó en forma vertical el lienzo donde estaba el rostro de su esposa. Esta acción provocó temporalmente una ruptura entre ambos artistas. Posteriormente, cuando Degas descubrió el arte francés, su obra experimentó una permuta y contrajo el reto de concebir el retrato individual moderno, para cuyo alcance logró sacrificar la armonía, la belleza e, incluso, modificar la imagen a favor de la expresión. Ejemplo de este cambio se aprecia en sus obras Planchadoras y


PARALELOS

Músicos en la Orquesta. Edgar degas, 1872.

Ensayo de ballet en escena. Por otro lado, participó como voluntario en la Guardia Nacional Francesa en la conflagración franco-prusiana (1870-1871), donde se le realizó un examen médico para determinar si era apto para incorporase a la Guardia. En los resultados se le diagnosticó un padecimiento visual que lo acompañó el resto de su vida hasta llegar a la ceguera. Cuando estalló la Comuna de París, Degas no participó en este conflicto y se instaló en la casa de campo de sus amigos los Valíncon, en Ménil-Hubert. Desde ese lugar se limitó a condenar la represión del gobierno francés. A causa de estos dos conflictos bélicos, decidió realizar un viaje con sus hermanos (René y Achille) a Londres y, de ahí, a Estados Unidos de América, esto con la finalidad de conocer a su familia materna. Se instaló en Nueva Orleans, sitio donde elaboró varias pinturas entre las que resalta Una oficina de algodón en Nueva Orleans. Otro rasgo que identificó la obra del impresionista francés fue que se transformó en un aristocrático flaneur (paseante) que vagó por las avenidas, los cafés y las plazas de París. Es-

tos lugares representaron micromundos donde examinó la psicología de la modernidad, lo que le valió para plasmar sus cuadros En un Café o El ajenjo, la Plaza de la Concordia y Retratos de la Bolsa. Cabe resaltar que el caso del militar judío Alfred Dreyfus, calumniado injustificadamente de ser espía alemán, suscitó una división en la sociedad gala. Varios intelectuales franceses (como fue el caso de Émile Zola con su manifiesto Yo acuso) defendieron a Dreyfus hasta que, una década después, las autoridades francesas lo liberaron. En este acontecimiento, Degas tomó partido con los antisemitas, acto que provocó que muchos artistas galos le rechazaran. Su obra En un Café o El ajenjo es una de las más conocidas y divulgadas, y en ella exhibe la enajenación social de la vida moderna francesa. Para esta obra contó con el apoyo de la actriz francesa Ellen Andrée y de su amigo Marcellin Desboutin. La escena se desarrolla en el café de la Nouvelle Athènes, frecuentado por los impresionistas. Ambos personajes están saboreando la bebida alcohólica fée verte (hada verde) y, a pesar de la cercanía del hombre y la

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mujer, no existe ninguna relación. El varón invade la mayor parte de la mesa y la dama está a la derecha ocupando la mínima parte del tablón, y para tener espacio para colocar su copa pasa la jarra de agua a la mesa contigua. Ella mantiene los hombros y los brazos caídos, sus piernas apartadas y su pie izquierdo tocando el pie del caballero. Además, el semblante de la mujer es de amargura y desolación; su mirada de tristeza y derrota ante la vida. Su vestimenta, especialmente el sombrero, demuestra la pobreza en la que vive, por lo que su mejor refugio se ha vuelto el alcohol. Habría que decir también que el hombre demuestra que no tiene ninguna intención de entablar una conversación con la dama ya que su mirada está dirigida hacia el lado opuesto de la mujer y demuestra que no le interesa nada de lo que sucede a su alrededor, denota indiferencia. Finalmente, Edgar Degas falleció el 27 de septiembre de 1917, a los ochenta y tres años de edad. En su lecho de muerte lo acompañaron sus amistades y familiares, entre los que figuraban Oscar-Claude Monet, Louis Rouart, Paul Durand-Ruel y Mary Stevenson Cassatt.


PARALELOS

SOÑANDO CON DIBUJOS

Por Pablo Lutrillo

E

n esta ocasión consideré oportuno dar a conocer una editorial que promueve el trabajo de autores hispano hablantes que les gusta dibujar y crear historias, ya sea estilo cómic o manga. En esta revista, cada dibujante tiene la oportunidad de dar a conocer la historia que desee y, aunque tengan influencias de algún programa o comic conocido, logran hacer un desarrollo para crear historias únicas. Dentro de este proceso algo es seguro: todo inicia por un dibujo y por querer contar más de alguna historia existente. Los conocimos en la TNT 35, convención donde no solo vendieron su trabajo sino que también convivían con los escritores, compartían técnicas, conocían a sus lectores y los escuchaban. Quizá lo más importante es que

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los asistentes podían escuchar la historia desde la boca del autor, logrando inspirar a nuevos lectores a leer sus obras y ver el crecimiento tanto de la obra como del autor, mientras estos buscan su propio estilo y las maneras para expresar “su propia voz”. Cabe destacar que la revista hace cada cierto tiempo concursos, ya sea para pertenecer a ella y ser un editor de contenido o para ser premiado y agregar tus dibujos en la revista. Si gustas saber más de esta editorial puedes contactarlos desde su página web http://revistakokoro.com/ o su Facebook https://www.facebook.com/RevistaKokoRo/ . Este último es el medio idóneo que conozcas los momentos en los que se hacen concursos para pertenecer a la revista o ganar algún premio. Por el momento la revista lleva 18 tomos llenos de historias y emoción.


PARALELOS

Por Luis Santoyo Fotografías de Luis Santoyo

Por segundo año consecutivo, tuve la oportunidad de asistir al Rally de Museos de la Ciudad de México que, en esta ocasión, se realizó del 21 al 25 de julio. Aunque sus dos primeras ediciones se realizaron en el mes de los museos, los organizadores decidieron aplazar un mes la edición de este año debido a la época electoral que se vivió en todo el país. Entre recintos de la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el área cultural de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), la Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y museos privados, sumaron un total de cuarenta y

cinco museos, sabiendo que en la Ciudad de México existen por lo menos ciento setenta. Asistí el sábado 21 de julio a realizar mi recorrido. A eso de las once de la mañana me encontraba formado en mi museo favorito: el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Y fue debido a la exposición Vaticano: de San

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Pedro a Francisco que no ingresamos dentro del edificio y seguimos las pistas. No me pareció malo, de hecho me gustó la idea de cambiar la dinámica de este año ya que la vez pasada sí fue dentro del recinto. Las pistas que nos dieron para poder conseguir nuestro sello eran acerca del edificio, de su historia y su arquitectura.


PARALELOS

Poco tardé en darme cuenta de que no todos los museos estarían abiertos ese día y que mi plan de haber hecho una ruta con sólo ver el mapa (el cual era el mismo folleto donde te ponían tus sellos) no serviría. Sin embargo, leí muy bien cuáles sí podría visitar y obtener sellos. Uno de los museos en los que más me gustó realizar la pista fue el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, por su dificultad. (Imagen 1 y 2. Fotos que tomé del Museo Nacional de Culturas del Mundo, necesarias para conseguir el sello). El edificio de Ex Teresa Arte Actual se encontraba en remodelación al momento del Rally, pero esto no detuvo a sus

coordinadores de entrar este año. Nos proporcionaron una hoja donde venía la historia del lugar y una breve explicación de cómo fue que llegó a ser un lugar para el arte y la cultura contemporánea. El museo de mi edificio favorito de la Ciudad de México se encontró de nuevo en la lista de participantes de este año. No dudé ni un momento en pasar y realizar las pistas para conseguir mi sello, siendo el Palacio de Bellas Artes mi penúltima parada en el Rally. Este año se podía escoger entre tres hojas de pistas, a lo que elegí la de arquitectura. En ella me pedían localizar, en la zona del vestíbulo alto, cierta decoración que se le dio. No

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tardé mucho en encontrarla y le tomé foto para poder mostrarla y obtener mi sello. (Imagen 3. Fotografìa del techo del Palacio de Bellas Artes).


PARALELOS

Mis pies se dieron por fin cuenta de las casi seis horas que estuve recorriendo el primer cuadro del Centro Histórico la CDMX

El Centro Cultural de la SHCP, el Museo José Luis Cuevas, el Museo de Arte de la SHCP, el Museo Archivo de la Fotografía, el Centro Cultural de España en México y el Laboratorio Arte Alameda fueron otros de los museos donde conseguí sellos para ser de las primeras quinientas personas en conseguir un regalo por haber participado. Puedo decir que en ellos se encontraban personas que, muy amablemente, daban la pista y comentaban en dónde estaban cada una de ellas dentro de su edificio. Pero fue quizá el entrar a los museos y ver todas las exposiciones disponibles, desde el arte contemporáneo hasta lo que pasa en esta ciudad, lo más valioso de la experiencia.

Al finalizar el Rally y recoger mis premios en el Museo de la Revolución Mexicana, mis pies se dieron por fin cuenta de las casi seis horas que estuve recorriendo el primer cuadro del Centro Histórico la CDMX y me puse a pensar en todas las personas para las que ese sábado era un día cualquiera. Definitivamente, volvería a realizar el Rally el siguiente año, no tanto por los premios sino por el hecho de visitar diferentes museos por primera vez (el Museo del Chocolate está en mi lista) y aprender cosas nuevas de cada cual que ya he visitado.

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Referencias

Aunque se caiga la esperanza

http://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/ difunden-video-del-momento-en-que-cae-la-esperan za-durante-sismo https://expansion.mx/nacional/2017/09/19/ sis mo-en-mexico-deja-decenas-de-muertos#uuid00000164-01aa-db07-a166-3fab29f70011 http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/boletines/2017/afectaciones/afectaciones2017_09.pdf http://www.cires.org.mx/1985_es.php https://lasillarota.com/nacion/intensidad-de-sismofue-el-doble-que-en-1985-unam/178231 https://www.excelsior.com.mx/nacional/2017/10/04/1192536 https://expansion.mx/nacional/2017/09/26/la-cdmx-con-heridas-en-mas-500-edificaciones http://cgservicios.df.gob.mx/prontuario/vigente/ r38501.pdf http://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/ anuncian-modificaciones-reglamento-de-construccion-en-la-cdmx https://www.nexos.com.mx/?p=33830

Jugando y salvando:

http://yucatan.com.mx/imagen/calidad-de-vida-imagen/cosas-mascotas-binomios-caninos-trabajo-vinculo-fraternal https://www.siete24.mx/mexico/nacional/495966/ frida-ya-tiene-fecha-de-retiro/ https://www.gob.mx/semar/articulos/frida-evil-y-ecko-unidos-por-una-noble-causa?idiom=es https://elbigdata.mx/uncategorized/el-hombre-masamado-por-frida-la-perra-rescatista/

Qué onda con los sismos!

http://usuarios.geofisica.unam.mx/cecilia/cursos/22a-EstrTierra.pdf https://www.sgm.gob.mx/Web/MuseoVirtual/Riesgos-geologicos/Causas-caracteristicas-e-impactos. html https://www.sgm.gob.mx/Web/MuseoVirtual/Riesgos-geologicos/Sismologia-de-Mexico.html http://www.ssn.unam.mx/sismicidad/reportes-especiales/2017/SSNMX_rep_esp_20170919_Puebla-Morelos_M71.pdf http://www.ssn.unam.mx/sismicidad/reportes-especiales/otros/SSNRE-Magnitud.pdf

Sistemas de Aislamiento Sísmico

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Drones al rescate

https://elvuelodeldrone.com/blog-de-drones/terremotos-mexico-vista-drone/ 27/07/2018 http://www2.ual.es/drones/servicios/rescate-emergencias-y-desastres-naturales/ 27/07/2018 https://www.todrone.com/como-usa-china-drones-rescatar-supervivientes-terremotos/ 27/07/2018 https://es.digitaltrends.com/drones/huracan-drones-salvar-vidas/ 9/8/2018 Una torre con historia http://ingecivilcusco.blogspot.com/2009/06/pilotes.html https://es.wikipedia.org/wiki/Pilote_(cimentaci%C3%B3n) http://torrelatinoamericana.com.mx/historia/


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Let’s survive: Devil Survivor 2

http://www.nintendo.es/Familia-Nintendo-3DS/Familia-Nintendo-3DS-94560.html

El arte contra las secuelas del sismo

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/oaxaca-baila-para-olvidar-los-sismos https://www.nodalcultura.am/2017/09/la-cultura-como-contencion/ https://www.razon.com.mx/musica-combaten-miedo-al-sismo/ http://impulsoinformativo.net/2017/09/21/brigadas-bordadoras-taller-callejero-y-centro-de-acopio/

Edgar Degas

Grandes maestros de la pintura. Degas. Ed. Sol 90, S.L. 2008

Rally de museos 2018

http://data.cultura.cdmx.gob.mx/rallydemuseos/

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