ESTACIÓN TERMINAL
Antología arbitraria de Enrique Lihn
“y en la boca un sabor a papas fritas�
TE DIMOS DEMASIADA IMPORTANCIA
Te dimos demasiada importancia: el rey de los pasquines en que hacías tus consagraciones y consagrabas tus desprecios es de heterogénea y olvidable lectura. Después de ser la rumia, la rutina “de los caballeros que pastan en las praderas chilenas” y el diccionario de los apenados que compran trabajo a cualquier precio… se vende por kilos en las carnicerías.
EL VACIADERO
No se renueva el personal de esta calle: el elenco de la prostitución gasta su último centavo en maquillaje bajo una luz polvorienta que se le pega a la cara. Una doble hilera de caries, dentadura de casas desmoronadas Es la escenografía de esta Danza Macabra trivial bailongo sabatino en la pústula de la ciudad. En una cara conocida llena de costurones con lívidas cicatrices bajo unos centavos de polvo, y que emerge de todas las grietas de la ciudad, en este barrio más antiguo que el Barrio de los Alquimistas como la cara sin cuerpo del caracol ofreciéndose en los dos sexos de su cuello andrógino blandamente fálico y untado de baba vaginal el busto de un boxeador que muestra las tetas en el marco de un socavón. No avanza ni retrocede el río en ese tramo descolorido y bullente alrededor de la compuerta El mecanismo de un reloj descompuesto cuelga como la tripa de un pescado de la mesita de noche entre los rizos de una peluca rosada. La fermentación de las aguas del tiempo que se enroscan
alrededor del detritus como el caracol en su concha el ĂŠxtasis de lo que por fin se pudre para siempre.
EL MUNDO DE LAS PASIONES
Anoche te acompañé hasta tres cuadras de tu casa y eso ocurrió, hoy, hace muchos años Vi, en el intertanto, en el cine Malamado “El imperio de las pasiones”, una película de Nagisa Oshima cuyo tiempo ilusoriamente real se arrastraba con exasperante verosimilitud entre 1892 y 95 para una pareja adúltera condenada por la comparecencia creciente e ineluctable del fantasma del esposo asesinado Un crimen demasiado grande para una comunidad tan pequeña de siervos de la gleba, reforzado por la supresión del sospechante —el amo— estrangulado repentinamente de un árbol.
Los japoneses gustan de la morosidad para contar historias transparente y crueles en el curso de esos tres años tuve tiempo demás para abundar en la nuestra como “el proverbial amnésico de Eretria” que “inventa historias para colmar los vacíos de la memoria que le ocasionan dolor” 1
1
Nicomedes Suárez, “Los escribanos del Loén”
pues por ahora ella es intemporal todo lo mĂĄs se eterniza entre el momento en que te dejĂŠ cerca de tu casa hasta el remoto dĂa de hoy plagado de incertidumbres
EN EL RÍO DEL SUBWAY
Nunca se ve la misma cara dos veces En el río del subway Millones de rostros planctónicos que se hunden en el centelleo de la oscuridad o cristalizan al contacto de la luz fría de la publicidad a un extremo y otro de lo desconocido.
AMISTADES
Nuestros mejores amigos desmultiplicados se pueden reducir a una idea platónica por mucho que pesen en la vida del otro como la suya deletérea.
Cada individuo nace estrictamente una vez madre que hay una sola garantiza la unidad de la persona pero la tal es débil; igual que la memoria la carne, olvidadiza sólo recuerda a la carne y se detiene en los detalles —los individuos— rara vez.
Sin cara ni país ni arraigo en perro propio somos llamados a la traición a los cambios de sexo o más modestamente a una condición aleatoria
APOLOGÍA Y CONDENACIÓN EN LAS RAMBLAS
Asiento en las Ramblas por cinco pesetas: módica contribución en Barcelona, a la gran Madre Fálica El derecho de ver, pues —como no sea simbólicamente— es gratuito en todas partes del mundo y con lo que abunda, y con razón, el vouyerismo. Hete aquí con el ojo del culo pegado a una silla de tijera como —pero sólo como— en la cubierta de un barco pues el mar en procesión fluye dentro de las Ramblas entre dos orillas de mirones. Esta es la calle más linda del mundo dijo el marica de Somerset Maugham por la rambla de las Flores Y lo es ¿no? ¿por qué no? Bajo la sombra que cae sofocante de los árboles como si se levantaran los vestidos estos símbolos fálicos. La sombra del señor se hizo fosa a sus pies ola retinta y boquerón consumiéndole el resto del cuerpo varias veces reconstituído prótesis y derrames en forma de melenas que salpicaron las alfombras cuando lo asomaron al balcón Un escupitajo de carne en el salón cartilaginoso.
Mea culpa, mea culpa, mea gravísima culpa
Entramos por las Ramblas Adriana y yo, Adriana guiando al rencoroso Teseo topo y viajero de todos los laberintos pero reiteradamente incapaz de atravesarlos por sí mismos sólo acostumbrado a la penalidad de sobrellevarlos una pareja unilateralmente simbiótica Dejamos las maletas en la estación y caminamos mucho rato demasiado, en silencio.
Las Ramblas se hacen —encalladas— a la mar de sí mismas humana, y somos olas de esta metáfora de uso peces de aguas profundas, monstruos marinos disgregaciones que flotan en el magma de la noche.
María de las Ramblas —Virgen y puto— se restriega con los ángeles en el urinario (en el año del deshielo del sexo español) Pasa y repasa su pasar de esperpento que combina sus rasgos con los de Tórtola de Valencia, bailarina modernista abanicándose y retorciéndose como el dragón de la Boquería lanzando fuego de artificio por el hocico pintado Tradición Revolución Prostitución Revolución.
Un viaje que consiste en los viajeros que lo hacen de pie o sentados en los enfilados escenarios abiertos al público de este espectáculo autista
del que se participa presenciándolo Bajo el reinado de una mirada que no hace diferencia ninguna entre ver y ser vista.
La Agencia Matrimonial La Felicidad y el Porvenir a la entrada de la calle Conde del Asalto tendría que arruinarse Pero madame Angelina —su propietaria— tiene agencias a su Servicio en toda España e, invicta, la que enfrenta el flujo y el reflujo de Sodoma y Gomorra reinos constantemente transitorios y aleatorios.
A diferencia de Sarita Montiel pero a imagen y semejanza suya a pesar de sus grandes pies y planos y sin empeine y de sus manos huesudas a pesar de sus manos finas y de sus pies de bailarina el hipertravestí, una señora imponente (A mí no me pagan por enseñar el pene Es un defecto físico) aunque incompleta y condenada así al arte y a la prostitución desembocando con garbo y tacones transparentes por la calle Escudellers. Si en EL COSMOS no la espera su marido, baja a la arena de las Ramblas como un torero enfrentando a la rutina del toro Una señora incompleta pero respetuosa del público
(A la salida del teatro no me faltan admiradores) Cansada de enseñarles el pito a esos palurdos No piensa por ahora en operarse: de todo menos de eso Un cuernecillo de la abundancia, vale Segura como está de su completa femineidad por obra y gracia del Arte el Matrimonio y la Prostitución.
Levantando el brazo inducido por una descarga eléctrica, habló: Padre por qué me has abandonado. Las condolidas amenazas de siempre truenos y rayos de utilería en el balcón crepuscular papel que se vende a bajo precio en las Ramblas junto a las revistas pornográficas.
Los habitués de la contracultura se acomodan de espaldas al Café de la Opera sobre cubierta para navegar toda la noche de mirada en mirada Los señores vestidos de tías y las señoras de tíos, que eso se lleva mucho y que ir por la calle desnudo —olé— es como si uno rompiera algo y le llovieran estrellitas sobre la cara y que en esta puta sociedad los falangistas me jodieron a mí y a todo el mundo.
RAQUEL
Tú que no has abandonado la arraigada costumbre de tu belleza ni el hábito de hablarnos al oído como si todo fuera materia de secreto —recordaba tu voz, “hermana del silencio” — como si algo o alguien más o menos temible pudiera despertar entre nosotros. Que cuidas, como entonces, de tus manos que tactan la oscuridad latente, sin forma, de las cosas, asombradas y sabias, volviendo a su indolencia por un poco de vaga incertidumbre. Que seguirás soñando, despierta, que despiertas como si nada hubiera sucedido demasiado real: Aquí estoy otra vez en lo mismo de siempre. En la ciudad de tus sueños bilingües —Londres 1941— que ellos reconstruyeron para ti, a imagen de tu alma frágil y olvidadiza. El bombardeo empezó con un baile: neurosis colectiva en la intimidad de los espacios vacíos, en una boite de lujo atestada de sonámbulos entre esos viejos amigos ocasionales –el amor sangrando por la nariz, con los dientes trizados y verdaderamente ciegola confusión de los rostros bajo un mismo resplandor, el burbujeo de los rostros como pompas de fuego, una olla de grillos en una olla de grillos y una advertencia de ceniza en el aire, los primeros auxilios a los primeros muertos, los últimos auxilios sin
orden ni concierto, el eclipse de los espejos de luna, victorianos, la oscilación de las lámparas de lágrimas –histeria colectiva en el corazón de la nobleza- a punto de estallar en sí mismas.
Algo bastante peor que la Guerra de las Rosas. —¿Y si el Buckingham House fuera el Arca de Noé?Los cisnes aprendieron a volar. Olvidémoslos. —Nadie sabe de nada ni de Nadie.- HydePark, ¿serías La Torre de Babel? –Este es el fin del mundo de habla inglesa. —Esto es el fin del mundo. ¿Hay una isla en el cielo? ¿Defraudaremos allí a nuestras colonias? En la ciudad que tú habrías mantenido en el orden del corazón como en un cofrecillo bajo llave. Una llave extraviada, a conciencia, en un momento de crisis; cartas que se releen de memoria, pero sólo de memoria, siempre un poco distintas a sí mismas, cada vez más urgentes, oscuras y precisas. Fotografías a prueba del paso de los años, alcanzándolos y reteniéndolos, como si respiraran,
postales que habrías recibido o no y el telegrama, con seguridad:
—Aquí estoy, otra vez, en lo mismo de siempre.
Junto a tu pobre amiga. Una belleza clásica: —No volverás a intentarlo ¿verdad? Nadie te dice que pienses en tu familia. Piensa. —Haz como yo, que no pienso en nada; es la mejor manera de pensar. Concéntrate en eso. —Hablemos una y otra vez de otra cosa. Tú que conocías a George, figúrate. —Lo ascendieron en su base Antiaérea. El mayor Catherwood, miembro de La nobleza. —Pero aún da señales de vida, después de todo lo que a mí me pasó entre nosotros. —Tan absurdo como la guerra mundial. Nunca podré entender a los ingleses,
con esa incapacidad de renunciar como si nada afectara a su orgullo ni las peores cosas. Aunque hice una locura.
—Y te arrepentirás de no haberlo aceptado. Porque lo amabas digas lo que digas. —Y esto es lo peor de todo Unicamente eso
Tú tendrás que arrepentirte me niego rotundamente a decir de tus actos pero sí de haberte deslizado, con el corazón en la boca por todo aliento buscando otra salida en otra dirección en el momento mismo en que se abría esa puerta como vuelve a su sitio la cubierta de un foso – qué temblor en las manos inválidas-, a la realeza de una abatida tarde otoñal y, como en un cuadro de Bacon, el mayor en el uso de una doble licencia: militar y poética era la tarde misma, tu último día en Inglaterra, la emanación del fondo de su figura atrapada en todo eso que mirabas rehusándote a verlo, por última vez: oleaje inmóvil del cielo allanándose a la invasión de la noche nazi, casas petrificadas oteando al horizontes por las ventanas vacías.
—Dígale al señor que no estoy en casa. Espere, dígale que no estoy aquí de ninguna manera ni en los alrededores de Londres. —Me refiero a mi viaje por favor, usted sabe. Invente este pretexto, él está en antecedentes. Los recuerdos que no pudimos tener. No hay nada más difícil de olvidar. Las intenciones que no llegaron al acto, los actos suspendidos en la sorpresa y la violencia. Todo esto nos lastra para siempre, tú sabes, aunque nos sea dada una buena solución para empezarlo todo por el principio. Los viejos problemas subsisten en otra forma en los nuevos, para siempre insolubles por mal planteados que fueran o precisamente por eso y a los ojos sangrientos del sueño nuestras transformaciones nos disfrazan como si no pudiéramos cambiar.
Aunque hayas encontrado una buena salida. Aunque no necesites ahora de ninguna lejos del laberinto, en la tierra de todos, junto a sus desposeídos propietarios, aunque marches con ellos cada uno en el orden de su pequeña comisión, tribu dispersa en apariencia pero solidaria a lo redondo del mundo,
recibirás, a veces, la visita de tu sobra, esa persona extraña en la que uno debe reconocerse cuando se mira en el espejo como si de ella brotara nuestra curiosidad, distraídamente, mientras no la advertimos. -El paso de los años- se suspira. Pero también está Dorian Gray.
Y te emplazarán a revivir a tus muertos. ¡Si sólo se tratara de recordarlos! A esa pobre muchacha, para empezar, tan a lo vivo que serás tú la ausente como en el día de su resolución.
—No se culpe a nadie, en particular de mi muerte. —Todo es igualmente culpable y sobre todo yo que no puedo soportarlo.
—Cuando empezó a hacerle efecto el veneno se arrojó por la ventana de puro miedo. —Felizmente vivía en un octavo piso. —Ah Grace, cómo podemos bromear.
“Un golpe de ataúd en tierra es algo Perfectamente serio”.1
-¿Y qué me dices del golpe de un cuerpo en el asfalto? New York era una ciudad Imposible celebrando a sus estúpidos hijos condecorados, después de Hiroshima y Nagasaki. -Ninguno de ellos bueno para una mujer en particular como en un inmenso colegio mixto en que a una le revuelven el pelo y le pisan los pies. Fuera de unos cuantos salvajes auténticos los navajos, los siouk de la literatura engolfados en otros idiomas. Lenguas muertas. —Divisé a Nicanor Parra en Harvard. Estaba afónico
1
Antonio Machado
Es todo lo que pude saber de tu país. Pero no te lo reprocho; ni yo misma me habría contestado mis cartas escritas para ocultarme mi verdadera situación. Hasta que sobrevino la calma y el engaño cubrió a la tempestad. Días amables, te diré, lo fueran o no en realidad, qué me importaba eso. Lo importante era creer que se creía en algo. Nada del otro mundo cuando no se está en éste. Así me reconcilié por una temporada con el mundo, sin ofrecerle, ahora ninguna garantía. Un pacto de buena voluntad corporal entre almas solitarias:
Una solución de emergencia para un problema insoluble. Inútilmente perfecta hasta en la aceptación de su inutilidad; nos despedimos como buenos amigos que no esperan encontrarse de nuevo deseándolo. Comprenderás: una persona mayor de esas que se reiteran, en cualquier caso, a tiempo. Y la tempestad fue el único anuncio de sí misma.
Desdoblamiento de tu voz en el murmurio de los ausentes que proliferan en ti. La noche te cuenta entre ellos: memoria fiel, hermana de los sueños que nos devuelven el uso de la razón de la locura bajo nuestra propia mirada perdida para nosotros, sus objetivos ciegos.
Tú que tienes el hábito de lo irreal en la sangre, el sueño demasiado
fácil para no fatigarte en tus cinco sentidos, que te sorprenderás más de una vez olvidada de tu cita esencial, nuevamente abstraída en ti misma, en el lampo de un cielorraso cuajado de ideas luminosas: fuga de las imágenes que el corazón hizo suyas, adormilado en ellas, transfundiéndose en la ardentía de esos sedimentos: excrecencias vivientes emplumando una isla cuya proximidad sientes cuando recae tu rostro entre las manos: que pretextarás una indisposición pasajera para volver sobre tus pasos perdidos, apremiada por llegar, sin saber a dónde ir en el soleado autobús polvoriento a un destino de hoteles, piezas con vista a la igualdad del mar donde leer a Proust en la igualdad del tiempo: “Todo tiempo es presente”2 Y el sol para los falsos veraneantes. Un sol “delgado, enfermo y sin Familia”.3 Podrás apagar los cigarrillos en el suelo, dibujar con los dedos mojados de ceniza rostros de mármol falso, exhumar a tus muertos. Que no has cambiado nada –te dijeron- y te pareció razonable.
2 3
T.S.Elliot Rosamel del Valle
Halagador primero, es decir, razonable y luego una ducha de agua fría: años aparte se trataba de tu. Tú que no sabes sin en el fondo has cambiado como no se sabe en sueños quién de los otros es uno —los ojos viven en la ignorancia de sí mismos y los espejos de esta ceguera penetrante— que terminarás por alzarte de hombros frente a tu propia imagen, abatida has vuelto en ti como una sombra a su sitio bajo la luz cenital, después de todo, recuperando la multiplicidad de los sentidos y el sentido de lo real. La misma de siempre, pero de otra manera, con naturalidad y tranquilo dominio de tu sombra, visible desde todos los ángulos como bella columna que nos abre los brazos.
Este poema está escrito en varias voces. Hablan el narrador y dos mujeres. En cursiva los parlamentos de Raquel.
NIEVE
Cómo te gustaría suspender esta peregrinación solitaria y retomarla luego que pase, compañera de viaje, la fatiga del extranjero para el cual todo se mezcla en ella, aun en medio del mayor encantamiento. Como ayer mientras el viejo Brueghel montaba para ti tu tabladillo, nada menos que en el Museo Real de Bellas Artes; ángeles y demonios, y sin embargo habías perdido tantas veces esa misma batalla minuciosa que ahora el pincel mágico del viejo la libraba del otro lado de un espejo oscuro. Retuviste el aliento, en honor a lo real, para dejarlo hacer su trabajo de siempre sin un nuevo testigo. La nieve era en Bruselas otro falso recuerdo de tu infancia, cayendo sobre esos raros sueños tuyos sobre ciudades a las que daba acceso la casa ubicua de los abuelos paternos: peluquerías en las largas calles; espejos, en lugar de puertas, rebosantes de pintadas columnas giratorias;
tiendas, invernaderos, palacios de cristal, la oveja que balaba, mitad juguete mitad inmolación del cordero pascual, y reconoces el Boulevard du Jardin Botanique, por alguna razón tan misteriosa como la nieve. ¿Dónde está lo real? No hiere preguntarlo ni importa que uno sepa de memoria las exactas respuestas del maestro y los suyos entre los cuales vive tu voluntad. No importa. Entiendes bien que el solipsismo es una coartada del poder contra el espíritu. Pero aquí, en el más absoluto aislamiento, se es víctima de impresiones curiosas, a la vuelta de una esquina que nunca parece exactamente la misma como si las calles caminaran contigo, participando de tu desconcierto. Estabas advertido: había que viajar en compañía, pero en cambio viniste del otro lado del mundo para mirar tu soledad a la cara y lo demás que ahora no interesa. Esta forma del ser, obstinada en impugnarlo; celosa de toda ambigüedad, la conoces
como Edipo a la Esfinge, horma de su zapato. Nieva en Bruselas y en tus falsos recuerdos. Piensas: <<es mi fatiga. Ella es la que no se extraña de nada>>. El viejo cierra a las cinco su caja de Pandora. Demasiado temprano, ya lo sabes. Como si dispusiera de lo eterno, otra vez, en la noche se da el lujo de caer lentamente sobre la Gran Plaza que ha encendido su torre en un dorado Oficio de Tinieblas, y es tu familiaridad la sorprendida con un mundo en que el logos fue la magia. Piedras transfiguradas por las manos del hombre hasta hacerse tocar por los ángeles mismos: ocios del gótico tardío. No, nada te habría encaminado a lo oscuro que te significara la recuperación de una embriaguez perdida con los años de triste aprendizaje. Pero, en fin, habías bebido unos vasos de cerveza por lo que pudiera ocurrir y fue el temor de que nada ocurriera sino sólo en ti mismo el primero en empujarte en esa dirección. Rue des Chanteurs, rue de la Bienfaisance; los nombres cambian de sonido y lugar
igual, en todas partes, permanece, bajo luces distintas esa tierra de nadie, lindando con el Reino de las Madres: su viejo cómplice y enemigo de siempre. Tu distracción tomaba la forma de la nieve, ahora ese lejano resplandor que todo lo cubría vagamente, hasta la aparición articulada de la mujer, en su pequeña vitrina, como ahogada en una luz incierta. Y sonreía sólo para sí misma. No fue ella, por cierto, la anfitriona; allí estaba la otra, esa que reconocerías entre miles, cuyo nombre ha cambiado tantas veces, pronta a participar, por un momento, en el diálogo. Sólo lo justo para hacerte presente como si nunca nada pudiera comenzar.
EL INSOMNE
A la vuelta de las escarificaciones el parpadear de la locura y la obsesión de los objetos hirientes. Disturbios que remplazan el alma por la sed en que prueba el alcohólico el gusto de sus vísceras. No se puede dormir en horas sucesivas, completar este cántaro con una arcilla erizada de vidrios sino en todo mezclar la vigilia y la sangre y el miedo al crimen y la eyaculación sobre la arena tórrida.
BELLA ÉPOCA
Y los que fuimos tristes, sin saberlo, una vez, antes de toda historia: un pueblo dividido -remotamente próximos- entre infancias distintas. Los que pagamos con perplejidad nuestra forzada Permanencia en el jardín cuando cerraban por una hora la casa, y recibimos los restos atormentados del amor bajo la especie de una <<santa paciencia>> o la ternura mezclada al ramo de eucaliptus contra los sueños malsanos. <<Tú eres el único apoyo de tu pobre madre; ya vez cómo ella se sacrifica por todos>>. <<Ahora vuelve a soñar con los ángeles>>. Quienes pasamos el superfluo verano de los parientes pobres, en la docilidad, bajo la perversa mirada protectora del gran tío y señor; los que asomamos la cara para verlo dar la orden de hachar a las bestias enfermas, y el cabeceo luego de sus sueño asesino perfumado de duraznos. Frágiles, solitarios, distraídos: <<No se me ocurre
qué, doctor>>, pero obstinados en esconder las manos en el miedo nocturno, y en asociarnos al miedo por la orina y a la culpa por el castigo paterno. Los que vivimos en la ignorancia de las personas mayores sumada a nuestra propia ignorancia, en su temor a la noche y al sexo alimentado de una vieja amargura -restos de la comida que se arroja a los gorriones-. <<Tú recuerdas únicamente lo malo, no me extraña: es un viejo problema de familia>>. Pero no, los que fuimos minuciosamente amados en la única y posible extensión de la palabra que nadie había dicho en cincuenta años a la redonda, pequeñas caras impresas sellos de la alianza. Sí, verdaderamente hijos de la buena voluntad, del más cálido y riguroso estoicismo. Pero, ¿no es esto una prueba de amor, el reconocimiento del dolor silencioso que nos envuelve a todos? Se transmite, junto a la mecedora y el reloj de pared, esta inclinación a la mutua ignorancia,
el hábito del claustro en que cada cual prueba, solitariamente, una misma amargura. Los que nos prometíamos revelarnos el secreto de la generación en el día del cumpleaños: versión limitada a la duda sobre el vuelo de la cigüeña y al préstamo de oscuras palabras sorprendidas en la cocina, sólo a esto como regalar un paquete de nísperos, o en casa del avaro la alegría del tónico que daban de postre. <<Han-fun-tan-pater-han>> Sí, el mismo pequeño ejemplar rizado según una antigua costumbre, cabalgando, con gentil seriedad, las interminables rodillas del abuelo paterno. (Y es el momento de recordarlo. Abuelo, abuelo que según una antigua costumbre infundiste el respeto temeroso entre tus hijos por tu sola presencia orgullosa: las botas altas y el chasquido del látigo para el paseo matinal bajo los álamo. Niño de unas tierras nevadas que volvieron por ti en el secreto de la vejez solitaria cuando los mayores eran ahora los otros y tú el hombre
que de pronto lloró pues nadie lo escuchaba volver a sus historias.) <<Han-fun-tan-pater-han>> El mismo jinete de las viejas rodillas. <<No hace más de dos años; entonces se pensaba que era un niño demasiado sensible>>. Los primeros en sorprendernos de nuestros propios arrebatos de cólera o crueldad esa vez, cuando el cuchillo de cocina pasó sesgando una mano sagrada o la otra en que descuidamos las brasas en el suelo, en el lugar de los juegos descalzos; flagrantes victimarios de mariposas embotelladas: muerte por agua yodurada, aplastamiento de las larvas sobre la hierba y la caza de la lagartija en complicidad con el autor de la muerte por inflación en el balde. Muerte por emparejamiento de las grandes arañas en el claustro de vidrio, y repentinamente la violencia con los juguetes esperados durante el año entero. <<Se necesita una paciencia de santa>>. Los que habíamos aprendido a entrar en puntillas al salón de la abuela materna; a no movernos demasiado, a guardar un silencio
reverente: supuesta inclinación a los recuerdos de la Bella ÉPOCA ofrecidos al cielo sin una mota de polvo junto al examen de conciencia y al trabajo infatigable en el hormiguero vacío y limpio, limpio, limpio como el interior de un espejo que se trapeara por dentro: cada cosa numerada, distinta, solitaria. Los últimos llamados en el orden del tiempo, pero los primeros en restablecer la eternidad, <<Dios lo quiera>>, en el desorden del mundo, nada menos que esto; mientras recortábamos y pegoteábamos papeles de colores: estigmas de San Francisco y cabelleras de Santa Clara —gente descalza en paisajes nevados—, y se nos colmaba, cada vez, de un regalo diferente: alegorías de un amor Victoriano: la máquina de escribir y la vitrola. Los que nos educamos en esta especie de amor a lo divino, en el peso de la predestinación y en el aseo de las uñas; huéspedes respetuosos y respetados a los seis años; confidentes de una angustia sutil, discípulos suyos en teología.
Listos, desde el primer momento, para el cocimiento en el horno de la fe atizado por Dios y por el Diablo, bien mezclada la harina a una dosis quizá excesiva de levadura; rápidamente inflados al calor del catecismo. Los que, en lugar de las poluciones nocturnas, conocimos el éxtasis, la ansiedad por asistir a la Misa del Gallo, el afán proselitista de los misioneros, el miedo a perder en la eternidad a los seres queridos, el vértigo de la eternidad cogido al borde del alma: un resfrío abisal, crónico e inefable; inocuos remordimientos de conciencia como los dolores de los dientes de leche; el incipiente placer de la autotortura bajo un disfraz crecedor, con las alas hasta el suelo.
En el futuro la brevedad de un Nietzsche de manteca, cocinado en sí mismo; el tránsito de Weininger perseguido por un fantasma sin alma. Ahora el lento girar en torno a la crucifixión, oprimidos en el corazón. Adelgazados en la sangre. Caldeados en el aliento.
EPÍLOGO
Vivimos todos en la oscuridad, separados por franqueables murallas llenas de puertas falsas; moneda que se gira para los gastos menudos de la amistad o el amor nuestras conversaciones contra lo inagotable no alcanzan a tocarlo cuando ya se precisa renovarlas, tomar un camino distinto para llegar a lo mismo. Es necesario acostumbrarse a saber vivir al día, cada cual en lo suyo, como en el mejor de los mundos posibles. Nuestros sueños lo prueban: estamos divididos. Podemos simpatizar los unos con los Otros, y eso es más que bastante: eso es todo, y difícil, acercar nuestra historia a la de otros podándola del exceso que somos, distraer la atención de lo imposible para atraerla sobre las coincidencias, y no insistir, no insistir demasiado: ser un buen narrador que hace su oficio entre el bufón y el pontificador.
MUCHACHAS
Altas voces perdidas de un coro de muchachas; ellas siempre ignoraron las reglas del diálogo, pero lo que se escucha, a nuestra edad, es el canto, y suena a Mozart esa pajarería, el triunfo bizantino de una ciudad de jaulas donde todas las lenguas se confunden en un cotorreo ritual transfundido en la luz. Risa en que el cielo abunda, todo lo que reluce es alegría del sol, y la alegría irrecuperable, en todo instante, para siempre, para esos fantasmas, compañeros de Ulises.
Jóvenes de otra edad, los años se cumplieron po sí mismos, diríase que el mar se allanó, sin duda, a devolverle. Primavera distinta a cada una de sus partes: siete otoños por cabeza a la comparsa fiel, ducha en murmuraciones. El ocio abstraído en calcular otras islas, y, para él, un nido de sirenas en cada noche de amor: el tiempo de un Zenón feliz, uno e inmóvil;
a nosotros el remo, y luego el báculo.
En el jardín, la música de la sangre y el mundo: secreto a voces de la primavera que enguirnalda una fiesta que no es para nosotros los pobres invitados de honor, a esta comparsa. Y en el salón, junto a la gente seria, nuestros años perdidos, murmurando su gastada ansiedad para siempre incalmable: fórmulas bizantinas de encantamiento en Mozart y feos pensamientos.
DEL PAÍS DE LOS SUEÑOS
Cientos, cientos de veces te encontraré a la vuelta de la memoria abundante en esquina en la enrarecida atmósfera del país de los sueños en que no hay cosa que no esté hecha de nada Me harás, sin verme, un saludo con la mano, pues de los dos yo seré el único en vernos y no tú la buena amiga de los años reales.
Además allí, en la nada, encuentros y desencuentros ¿en qué se diferencian? El diálogo es su simulacro hecho de las palabras recordadas. La que esté allí es sólo una visión a la espera de un taxi de hace diez o quince años sin haber envejecido porque en ese país no se vive ni se muere, con tu vestido pasado de moda remedo de algunas escenas que habríamos podido vivir juntos si todavía fuéramos reales Y sentiré lástima de mí y me invadirá como si fuera el amor el recuerdo vació de estas lágrimas.
¿O no?
De nuestros respectivos paraísos mutuamente excluidos por decreto del amor revertido en otro molde Indiferencia tuya tras el gesto de arrojarte en mis brazos como en -tú lo djiste- una película muda Me cogoteaste el corazón, vampira y lo golpeo ahora con un combo para darle otra forma que la tuya
O ¿no seguiste en eso por horror al vacío que soy, verdad, paloma?
LABERINTOS Si una historia que fue llega a su fin porque está en el pasado su futuro y en parte alguna culminación del ovillo pero es como si al salir, quizá, del laberinto convertido, por la fuerza del tiempo, en un terreno llano pudieras ver el sol, de frente, que declina. Duele más una historia hecha de nada en lo que toca a la sustancia del tiempo Cuando entras al famoso laberinto y ya no estás afuera y avanzas unos pasos con el rumor entero del hilo en su carrete: el susurro de amor de Ariadna en el oído pero como el del mar en una caracola: el rumor ilusorio del ovillo de Ariadna: “¿Qué podemos hacer? Sal de ahí, sal de ahí” Y oyes también al otro, desde lejos, gritándote con una voz frenética: “Concha’e tu madre, mátame si puedes”
REINA DE TODO CORAZÓN
¿Qué lugar ocupé, después de todo, en tu vida? Yo era el maduro visitante nocturno, el goliardo a quienes las doncellas de palacio impusieron por su sola presencia el trovar clus Y tú, la reina de todo corazón, mi inteligente anfitriona figura central de esa tapicería en que sólo para ti yo estaba finamente incluido yo: la figura superpuesta a ese tejido que no pasaba por ella clavado con chinches sobre esas tiernas escenas familiar, desmadejado y falso. Qué ausencia, querida, ocupé en mi presencia desfasado, en realidad, de la trama de la que tú eras la figura central y la gran tapicera a la vez en el sitial de honor desalentada pero no vencida por la impotencia real de incorporarme al tapiz sin dar descanso a esas pacientes manos que fingían devanadera y telar cansada en verdad de su trabajo imaginario.
RUEDA DE LA FORTUNA
Rueda de la fortuna que a mis expensas giras Contigo estuve ayer, reina de corazones hoy estoy en la nada en un lechón de pólvora (como para encender un cigarrillo en tu nombre y volver explosivamente a ese vicio) Rueda de la Fortuna Medieval que hasta el día de hoy gira con la energía de una bestia Ayer tú y yo hicimos el amor como si eso no fuera el paraíso Por la violencia fuimos expulsados de allí por mucho que quisiéramos ser el uno y el otro inocentes serpientes.
Triunfa, triunfa la Rueda, poniendo boca abajo a la reina, rompiendo el laúd del goliardo haciendo un monumento funerario de la felicidad de algunos días.
CÁLCULOS
El uso del guatero para combatir el cálculo renal y la noche pasada en una vela de armas: el citado implemento y la aguja hipodérmica escudo y lanza de mi edad La paranoia objetivo de los amenazados en vísperas de una viaje que no puedo emprender mientras no se resuelvan los susodichos cálculos todo conspira en contra nuestra porque me voy de no poder hacerlo y me quedo, por ti, donde no estás.
CONVENIENCIAS DEL OTOÑO
Seré otoñal, el verano pasó y la primavera es, por naturaleza, sangrienta ¿Cuántas veces tendría un animas que caer en la misma trampa? Armada por Eros cubierta por hojas en que se transparenta el resplandor del cebo: la belleza de Filis y de la cabellera viva de la tierra con sus flores recién pintadas Pero detrás, Filis, de tu imagen perfecta como lo es todavía un verso de Góngora lo que te falta y lo que te sobra, pastora, allí está Detrás de todas ustedes, doncellas encantadas, se emboscan los locos terribles de la sierra, los pastores que se enardecen con la idea de matar a palos a quien esto escribe.
Me tiendes, sin saberlo, dos pares de brazos Unos que inmovilizan y otros que muelen.
BEL CANTO
La vieja rosa artificial con su cabellera de zorros dorados esmalta el escenario Es un teatro de la Bella Época, y el trópico se empoza en las butacas vacías Casi, casi ella canta para mí tendiéndome sus manos menopáusicas.
Ah soledad para la cual no hay freno ni otro camino que el que a ti me devuelve El sonido del mar a una cierta distancia tenga por línea de rompiente esta voz y yo seré su lamentable Ulises ansioso de no importa qué sirena.
TREN NOCTURNO
Y qué si me muriera de esta noche Al corazón su miedo de romperse con el dolor del rayo, lo desvela Pero, ¿y lo otro, el mundo, no es bastante? Como un seno de asfixia el corazón piensa por mí su enfermedad presunta. Yo lo acecho, sabía: este insomnio insaciado e insaciable responde a todo lo que soy, me explica. Quizás sería una oportunidad morir de pronto: un borracho que cae de un tren nocturno por paseárselo (se me contó la historia en otro tren nocturno, y esta cama es ahora la que viaja) Decirle adiós a mis adioses, me ha sido tan inasible toda criatura. De envejecer me temo que en lugar de agregarme el tiempo algo: pátina, nobleza simplemente demuela una fea construcción
¿Quiénes me habitan ya? Mis soledades con algo de enfermeros y de enfermo en una antigua casa de salud -rutina de unos y otros en que se amargan los añosY aquí, del otro lado de este viaje en que viajo borracho por pasillos peligrosos su cara que se graba en la distancia Ella es el peso del mundo.
PIEDRA SACRIFICIAL
No me quiero hacer la víctima A lo sumo estoy cómodamente tendido sobre la piedra de los sacrificios y un tipo que se limpia las uñas con un cuchillo me dice ¿qué es de tu vida? ¿No te parece que sobra?
REVOLUCIÓN
No toco la trompeta ni subo a la tribuna De la revolución prefiero la necesidad de conversar entre amigos aunque sea por las razones más débiles hasta diletando; y soy, como se ve, un pequeño burgués no vergonzante que ya en los años treinta y pico sospechaba que detrás del amor a los pobres de los sagrados corazones se escondía una monstruosa duplicidad y que en el cielo habría una puerta de servicio para hacer el reparto de las sobras entre los mismos mendigos que se restregaban aquí abajo contra los flancos de la Iglesia en ese barrio uncioso pero de cuello y corbata frío de corazón ornamental. La revolución es el nacimiento del espíritu crítico y las perplejidades que le duelen al imago en los lugares en que se ha completado para una tarea por ahora incomprensible y en nombre de la razón la cabeza vacila y otras cabeza caen en un sesto y uno se siente solitario y cruel víctima de las incalculables injusticias que efectivamente no se hacen esperar y empiezan a sumarse en el horizonte de lo que era de rigor llamar entonces la vida y su famosa sonrisa.
SEテ前RA ASESORA DEL HOGAR
Seテアora asesora del hogar prefiero el caos a un resfrテュo amigos prefiero a un resfrテュo el enfriamiento de las relaciones humanas
SIN SANGRE EN LAS VENAS
“Un pasillo después de la puerta principal y una puerta giratoria. Usted la abre y desciende. Escuche bien. Ahí no habrá nadie que se lo explique”.
Vengo a retirar mis fondos de ti Todo lo que queda de nuestra asociación con la cautela de una módica suma de dinero Vengo a retirarme de la circulación de tu vida procurando evitar un encuentro contigo casi sin sangre en las venas.