Sf4 ~ cragnolini, la belleza inimputable y el motor deseo

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El silencio restituye su presa


C o n ve r s a c i ó n . c o n . M ó n i c a . C r a g n o l i n i . | . P a r t e . 1

. S o b r e . l a . a m i s t a d .

El pasado año nos visitó Mónica Cragnolini, profesora e investigadora de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, quien tras brindar su conferencia Animales nietzscheanos, respondió a Sofiafilia preguntas sobre la música, la risa y la amistad... Cristian -Resulta novedoso un discurso sobre la amistad desprovisto de la idea de igualdad y homogenización del yo-tú, así como también del discurso altruista en el cual el otro no es más que una excusa que justifica el desamor a uno mismo, donde se huye al otro -diría Zarathustra- y se pretende hacer de dicha huida una credencial a la virtud. Fundar la amistad desde la desigualdad, implica mantener una diferencia antes abolida o encuadrada en los parámetros de la mismidad de una de las partes... ¿Cómo asegurarse de que esta disimetría no se verticalice y degenere en una interpretación cuyo discurso siga una lógica de dominación? Mónica -Desde la mirada nietzscheana es un poco difícil vincularse, puesto que señala el riesgo del pensamiento. Podríamos preguntar cómo podemos asegurarnos de que el Nacional Socialismo no se apropie del planteo de Nietzsche, pero si pudiéramos hacerlo convertiríamos tal pensamiento en una receta o formula, al estilo del Nacional Socialismo. El pensamiento de riesgo está sometido constantemente al peligro de ser apropiado de cualquier manera, y bien podría suceder que esa disimetría se verticalice. Hay que tener en cuenta que en la figura del amigo, Nietzsche ve también al enemigo. Y con ello está remitiendo a una condición ontológica a la que la Filosofía Contemporánea se refirió como un «modo ser hospitalario» en esa unidad del «yo» y el «otro». En Nietzsche habría que pensar la amistad como algo ontológico, es decir como el modo de ser en el que somos, que implica una disimetría en tanto se le concede lugar al otro como otro, siendo una situación de simetría aquella en la que la amistad se rige por la lógica del contrato y del intercambio.


Cristian -Desde la perspectiva nietzscheana, el hombre noble es aquel que se exige para sí un enemigo digno de honra, agradeciendo la posibilidad que le brindan éstos de tensar su arco, de tender a la superación de sí. El hombre del resentimiento, en cambio, ve en el enemigo su creación, la sangre que le procura el olvido de su anemia; aquí el malvado enemigo es una especie de eco mudo que grita: “¡Tú eres el bueno!”. El capítulo de Así hablo Zathustra titulado De la picadura de víbora relata una particular escena: mientras duerme Zarathustra es picado por una víbora cuyo veneno es letal; al reconocer al profeta el reptil quiere huir, pero éste lo retiene y le agradece el bien que le ha hecho tanto al interrumpir su sueño como al hacerle saber la insignificancia de su nocividad: “¿Ha muerto alguna vez un dragón por el veneno de una serpiente?”. Zarathustra le devuelve su veneno pues no considera a la víbora lo suficientemente rica para prodigar maldad, y ella lame la herida que causó... ¿Podría interpretarse dicha escena como una manifestación del deseo de un enemigo digno, de un criterio selectivo que resignifique inclusive la enemistad y la saque de esa lógica de infructuosa puja dialéctica que más que activar la superación intenta subyugar o dominar al otro reduciéndolo a un solo discurso posible? Mónica -Sí, yo lo pienso así. Veo en ese capítulo que mencionas la idea de que el enemigo no es alguien a quien destruir, estamos muy acostumbrados a pensar lo contrario. En el caso de Nietzsche, si el enemigo fuera destruido no habría tensión, y la tensión entre las fuerzas que se unifican y disgregan es un modo de ser de la vida misma. La idea del enemigo en Nietzsche apunta a señalar el carácter de extrañeza que el otro siempre tiene que ser, es decir: no intentar reducir al otro a la familiaridad -en el sentido del amigo-hermano, ese que es de mi sangre y por lo tanto pertenece a mi propia familia-, sino que es necesario el amigo como el modo de la extrañeza o el modo de la alteridad en uno mismo. En ese sentido en La picadura de la víbora -como vos decís- está indicando eso. Hay una frase, no recuerdo de quien, que dice: “Si no puedes ser mi amigo, sé mi enemigo por honor de la amistad”. Creo que en Nietzsche está esta idea... El no tener enemigos supondría no superarse, no transformarse.


Cristian- Has señalado en uno de tus escritos una idea muy interesante que hace referencia a la imposible amistad con el pensamiento de Nietzsche. Desde una lectura primeriza, se piensa en Zarathustra como una nueva figura de verdad, como aquel que desmenuzó un orden para imponer otro, lo cual estaría en completa contradicción con el pensamiento de Nietzsche pues no se trataría más que de un nihilismo incompleto, es decir: de una sustitución de los objetos de reverencia, pero no de la lógica que subyace. Vinculadas a esta cuestión me viene a la memoria las estupendas palabras de Zarathustra a sus discípulos al decirles que se vayan y que piensen que quizás lo ha engañado. ¿Puede ser este un indicio para repensar la educación abriéndola al perspectivismo y lo provisorio, y a la vez para disociarla de la concepción tradicional del maestro cómo el portador de un sentido indiscutible y unívoco que los discípulos deberán deglutir y regurgitar en iguales condiciones durante la evaluación? Mónica- Sí, yo creo que el Zarathustra es una obra que enseña que lo único que se puede enseñar es enseñar a desaprender lo que uno enseña. La consigna de Zarathustra es «olvida lo que te enseño», y hay un aspecto muy paradójico porque pareciera que Zarathustra viene a anunciar grandes verdades pero en realidad la obra deconstruye esa imagen del profeta que viene a anunciar algo nuevo o del maestro que viene a enseñar algo. Zarathustra busca discípulos pero está en la constante despedida, construye aquello que enseño enseñando a olvidar lo que aparentemente habría que recordar. Y en ese sentido sí, creo que es una obra de la pedagogía como anti-pedagogía del recuerdo, anti-pedagogía de la repetición de la enseñanza del maestro. El discípulo ha aprendido lo que tenía para enseñar Zarathustra cuando no se queda al lado del maestro sino que hace su filosofía, que puede ser muy distinta a la de su maestro. Por eso lo que queda de la filosofía es el perspectivismo, es decir, esta multiplicación constante en la cual no podría haber nunca un patrón último de medida sobre cuál es el pensamiento verdadero.


.diccionario.cragnoliniano. Consigna: En no más de unas pocas palabras y a manera de impresión inmediata y personal, decir qué le despieta los siguientes términos: cuerpo, ópera, Epicuro, kundalini, Prometeo, Diógenes de Sinope, disciplina, Gorgias, pedagogía, tilacino, flauta, primavera, profeta, placer, promesa.

- Cuerpo: Sí mismo. El sí mismo, que fue el lugar de la espiritualidad para todo occidente, Nietzsche lo vincula con el cuerpo y por lo tanto es pluralidad, es azar, contingencia; tiene que ver con esa sabiduría salvaje, con la animalidad sabia. - Opera: Los pescadores de perlas. - Epicuro: Azar. - Kundalini: Fondo sin fondo animal abismal. - Prometeo: Técnica. Tengo un trabajo sobre Prometeo y la técnica, por eso me remite inmediatamente a ella. - Diógenes de Sinope: Perro. Estoy poco creativa. - Disciplina: Dispositivo. Maquinaria de dominación, en el sentido que lo dice Kafka: “Esa maquina que escribe en el cuerpo la ley”. Hay también un goce en ese dispositivo que nos tortura. - Gorgias: No ser. Terminé de dictar un curso en Falcultad dedicado a la problemática del no ser y el primer texto que vimos fue justamente el Tratado del no ser de Gorgias -un sofista que se ríe de todo-. - Pedagogía: La única posible es la que enseña a desenseñar. - Tilacino: Umbral. Lo siniestro en lo familiar.

- Flauta: La flauta mágica. - Primavera: El sueño del adivino. - Profeta: Anuncia porque anuncia no creer en lo que anuncia. - Placer: Leer. - Promesa: Esta mañana trabajaba la promesa en Derrida.


La belleza inimputable Por Cristian Guarinos |

Eutias es el nombre del delator, aquel que llevo a Phyné a comparecer ante un tribunal bajo la acusación de impiedad [1]. Posiblemente Eutias obrara bajo el impiadoso instinto del amante no correspondido. Ante éste enjuiciamiento, la defensa de Phryné estuvo a cargo del afamado orador Hispérides, a quien las musas le habían tendido con dadivosa mano todas las gracias del decir. Sin embargo, a pesar de su talento, el orador no podía despertar en los jueces ninguna persuasión. Su entusiasmo se plasmaba en un discurso agitado y pasional, que en elucubraciones de argumentos y contra-argumentos, intentaba herir la sensibilidad de los jueces. Pero estos, inmunes a toda predica se mostraban ilesos y fríos. Algo exasperado, el orador optó por un recurso extremo e inusual en una defensa jurídica: se dirigió a la acusada y, arrancándole sus velos, expuso su cuerpo desnudo a los jueces, quienes se sorprendieron inmediatamente de su belleza sin tener tiempo de recurrir a ninguna fórmula pitagórica de simetría, o policletiana -según la cual un cuerpo armónico debe medir siete veces su cabeza-. Es natural que a partir de aquel hecho se haya abolido todo el orden del proceso y que los jueces, creyendo ver a la misma afrodita en persona, no osarán condenar a la telúrica divinidad pues el crimen sería doble.

[1] LACROIX, Paul; Historia de la prostitución en todos los pueblos de mundo; J. Pons Editor; Madrid; 1870.


El Motordeseo Por Victoria Kazansky |

La Antropología filosófica habló, recurrentemente, de la razón como aquello propio de lo humano. El Ser del hombre fue definido y conceptualizado a partir de su racionalidad. Allí donde estaba la razón, se hallaba presente la impronta humana, la marca inextinguible de su productividad. El hombre como animal rationale era el rasgo unificador, constante e idéntico, bajo el cual recaía el concepto hombre. Para discriminar a éste del resto los entes, la línea de demarcación descansaba sobre un atributo, sobre una cualidad excluyente, una supuesta diferencia específica. Pero dicha diferencia más que funcionar como atributo o accidente, se constituía como sustancia, es decir, como lo propio de sí. La racionalidad no era una muestra accidental, cambiante, transitoria, sino que se instituía como el hombre mismo. La razón, capaz de echar lucidez y claridad a asuntos diversos, hacia del hombre un ente particular y superior. Pero mentar al hombre como una máquina racional, autoconsciente, se reduce sólo a una interpretación, a un modo de mirarlo, una teorización un tanto encarecida, anémica. El hombre no se agota en su ser pensante, esto en todo caso es una consecuencia de su voluntad, diría Nietzsche. Un Dios le habló en forma de canto y predispuesto a escuchar, oyó del hombre un ser instintivo, pasional, un ser cruel y egoísta, guiado por una voluntad de poder. Pero la capacidad de querer, la voluntad, no sólo define al hombre sino al ser mismo. La vida es voluntad de poder. Voluntad como querer, como deseo. Poder como posibilidad, como potencia. La vida, como forma del ser conocida por nosotros, es específicamente una voluntad de acumular fuerzas; todos los


procesos de la vida tienen en este caso su palanca: “nada quiere conservarse, todo debe ser sumado y acumulado” (Nietzsche, La voluntad de poder, p. 656). La vida quiere crecer, desarrollarse, aumentar sus fuerzas, conquistar, desbordarse. El estado de supervivencia o conservación es sólo una consecuencia de este crecimiento. “Todo lo que sucede y toda intención se puede reducir a la intención de aumentar el poder”. Desear no es un automovimiento mandado por la falta, sino por la potencia de ser más. El Ser, lo que es como voluntad de poder se extiende a todo ser y se ve concentrado en el hombre. Detrás de todo acto, de toda creación asoma una voluntad que así lo quiso, que le dio forma a partir de su deseo. La voluntad es aquello sin lo cual no habría vida. Es un motor que no funciona como una máquina dispuesta al resarcimiento constante de la falta, pues el deseo en Nietzsche no es entendido como carencia, sino como aquello capaz de crear realidad.

"En la mayoría de los hombres el intelecto es una máquina pesada, sombría, rechinante, que cuesta poner en movimiento: cuando quieren trabajar y pensar bien con esta máquina, lo llaman ‘tomar en serio el asunto’ -¡oh, cuán fastidioso tiene que serles el pensar-bien! Tal como parece, la amada bestia hombre pierde el buen humor cada vez que piensa bien: ¡se pone ‘serio’! Y ‘en donde hay risa y jovialidad nada vale allí el pensar’ - Nietzsche, La ciencia jovial.

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Sof iaf ilia es una publicación del

G r u p o d e I n v es t i g a c i ó n F i l o s ó f i c a d e J u n í n Colaboran docentes del

Conservatorio de Música Juan Pérez Cruz y de la E s c u e l a d e T e a t r o y D a n z a G i l b e r t o M e s a.

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