La Alameda

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Erick Estrada Bellmann fotografĂ­a

Ricardo Elizondo Elizondo textos



¿Cómo eran las personas que acudían a La Alameda Mariano Escobedo hace un siglo? Observando el hoy en imágenes se puede dar respuesta al ayer sin testimonios. Las actitudes y comportamientos de sus visitantes ahora, en sus horas de solaz, son parecidas a aquellas otras de hace cien años. Contemplar el acontecer en La Alameda un día de descanso, muestra a una población que forma parte de nuestra sociedad actual, y que también labora y busca su felicidad. Así cómo la creación y conservación de ese espacio arbolado, incrustado en el primer cuadro de Monterrey, ha sido y es obra del Gobierno, así mismo las fuentes de trabajo y algunos de los insumos necesarios para encontrar la felicidad –ambiente pacífico, seguridad urbana, estructuras para la oferta y la demanda y confort citadino, entre otras– son obras del Gobierno. Las fotos de este libro –de nuestro amigo Erick Estrada–, que retratan una parte de nuestra sociedad contemporánea un día de descanso, son en cierto sentido parecidas a algunos de nuestros propósitos: sin perder tradiciones caras a los nuevoleoneses, alcanzar para este tiempo, y el futuro inmediato, una sana alegría de vivir para todos los ciudadanos y ciudadanas.

Rodrigo Medina de la Cruz Gobernador Constitucional del Estado de Nuevo León




Reflejo de su tiempo, el ecléctico diseño de los portones de recepción.


Sobre la Alameda en Monterrey

L

a Alameda en Monterrey fue establecida en 1861 por iniciativa del alcalde José María Morelos -homónimo del héroe nacional-,

durante el gobierno estatal de Santiago Vidaurri. Sus terrenos estaban situados entre lo que hoy son las calles de Pino Suárez al

oriente, Villagrán al occidente, Espinosa al norte y Washington al sur. Su dimensión era el doble en superficie de lo que ahora es. Veinticinco años después, en 1886, el gobernador de entonces, general Bernardo Reyes, decidió reducir a la mitad el terreno que ocupaba la Alameda; una parte se vendió a particulares, y la otra se utilizó para construir una penitenciaría, que quedó situada en parte de su costado norte, en la hoy calle de Arramberri, en el solar grande que forma escuadra con la calle Pino Suárez. Ese mismo año, ya remodelada, la Alameda tomó el nombre del general Porfirio Díaz. La popularidad del lugar aumentó con el remozamiento realizado por la visita a la ciudad del presidente de la República, General Díaz, en 1898. Contamos con numerosas fotografías de entre 1890 y 1915 que muestran a los regiomontanos disfrutando de ese paseo en distintas épocas del año.


A caballo entre los siglos XIX y XX , la Alameda y sus barrios aledaños se convirtieron en el centro de desarrollo urbano. Sobre la hoy calle Pino Suárez, por entonces Avenida del Progreso, que no tenía continuación hacia el sur porque topaba una cuadra después de la Alameda, en la calle Cinco de Mayo, se fueron construyendo grandes mansiones y “chalets” de los prósperos regiomontanos. En torno al gran parque sucedió lo mismo, por sus cuatro lados crecieron casonas con cuidados jardines y enrejados. Además, en la Alameda se celebraban toda suerte de festejos públicos, desde paradas militares y música de banda, hasta bailes, pequeñas exposiciones y, por supuesto, la venta de infinidad de curiosidades y golosinas para los abundantes paseantes. Un ejemplo de lo heterogéneo de los eventos en la Alameda, fue la presentación, en 1906 , del primer automóvil en Monterrey, que reunió a cerca de mil personas. El lugar también fue escenario de las manifestaciones pre-revolucionarias encabezadas por Francisco I. Madero. Cuando el levantamiento armado llegó a Monterrey, y fue el sitio de fusilamientos y aplicación de la famosa Ley Fuga –los fusilamientos se llevaban a cabo en la madrugada, a un lado de la penitenciaría, y la ley fuga en las altas horas de la noche. A raíz del triunfo de la Revolución la Alameda fue rebautizada, en 1912 , con el nombre del general Mariano Escobedo, Benemérito de Nuevo León y activo participante en las Guerras de Reforma y de Intervención Francesa. En las décadas de 1920 y parte de 1930 , la Alameda retomó su importancia como área de esparcimiento, ya que era uno de los paseos más importantes para los regiomontanos de todas las clases sociales, con atractivos como ex-

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En el adentro florecitas, en el afuera sol y pavimento.

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Un bosque ideal debe contar con veredas y fuentes.

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hibición de animales, estanque, audiciones musicales, juegos infantiles y venta de caprichos golosos. A mediados de los treintas del siglo XX la calle Pino Suárez fue abierta hasta tocar el Río Santa Catarina, para eso fueron derrumbadas las manzanas intermedias. En la década siguiente la penitenciaría fue demolida y cambiada de lugar. Por esos mismos años otros parques y plazas empezaron a popularizarse en la ciudad, demarcando distintos horizontes para los diferentes niveles sociales –las plazas de la Purísima, del Chorro, de la Luz, de Santa Isabel, y la que desde tiempos coloniales siempre estuvo, la plaza Zaragoza. El original barrio de primera que creció en torno a la Alameda fue mudándose hacia la Colonia Mirador, luego subió el pequeño Cerro del Obispado y lo rodeó. Al paso de los años, los árboles de la Alameda crecieron hasta convertirse en un pequeñísimo bosque citadino, pero suficiente como para contener bajo su sombra a personas de la tercera edad por la mañana, a niños y adolescentes por la tarde y a parejas enamoradas del atardecer hasta las diez de la noche. Sus numerosas plazuelas y avenidas internas propiciaron que los domingos fueran celebrados en distintas formas dentro de sus límites. En la década del cuarenta la Alameda se consideraba una atracción turística, y en la de los cincuenta su tranquilidad diurna sirvió de “sombras de estudio” a los jóvenes universitarios. En los sesentas la ciudad se expandió a pasos agigantados, pero la Alameda siguió cumpliendo con su función: ser un lugar de entretenimiento para las familias regiomontanas. A partir de entonces los distintos gobiernos han propiciado el lugar para eventos culturales de todo tipo.

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El contenido de la Alameda ha variado conforme a los tiempos; desapareció el Café Centro Alameda y se demolió del kiosco, pero se construyeron varias fuentes y se establecieron centros sociales y una biblioteca. También existió un pequeño zoológico que duró poco más de treinta años. Para compensar el cierre del zoológico, el gobierno municipal autorizó, a principios de los años ochenta, la instalación de juegos mecánicos, que luego fueron mudados y vueltos a instalar temporalmente. En la actualidad, la Alameda continúa siendo un paseo, con distintos grupos sociales que se reúnen diferentes días de la semana, y a distintas horas del día. Es notable que los inmigrados nacionales que viven en Monterrey, la hayan tomado como lugar de reunión obligado. Actualmente, la lectura benjaminiana de una semana de vida en la Alameda de Monterrey, mostraría fielmente el quehacer y ser de los regiomontanos en la primera década del siglo XXI.

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Si los mitos hablarán, qué dirían...

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Venta de ilusi贸n de dominio, aunque el caballo sea de madera, inocuo.

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Corcel, caballero, dama; protagonistas de fรกbulas.

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Observador del mundo I.

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Observador del mundo II.

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Los eternos ritos de la reproducción –el encuentro, la elección, la observación, la conquista– y del cuidado de la reproducción –el primer paso, el primer diente, la primera carcajada, la presentación a los demás, el orgullo, las lecciones, el cerco de la liga afectiva.

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La meta: encontrar una mirada.

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El amor lleg贸... y viene lo dem谩s.

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Buscar mis coordenadas, apropiarme del tiempo y el espacio, de aquĂ­ y de ahora.

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San Crispín de Juárez, Veracruz: -¿Mamá? (Con una moneda la distancia desaparece)

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Disoluci贸n de soledades de solos, cuando menos viendo gente; compartir el sol, las anchurosas copas de los 谩rboles, el gusto soberano de ver otros cuerpos, otras miradas, otras sonrisas.

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“Quiéreme mucho.”

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“Amor perdido.”

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Exhibirse, confrontarse, enfrentarse, encontrarse, presumirse, lucirse, afianzarse, confirmarse.

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El sangoloteo.

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-Ya casi te sale.

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Coreografías que alegran los años.

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Alejarse de seis dĂ­as rutinarios y ser igual entre los iguales.

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Un rostro impenetrable.

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Leche y mĂşsica, como en la infancia.

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El culto al progreso pas贸 de moda.

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Belleza ajena.

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Y los perfumes en el aire, desde lejos. Y la música en el aire, desde lejos. Y la expectación por estar ahí, desde lejos.

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Acerca de los autores E r i c k E s t r a d a B e l l m a n n (Monterrey, N.L. 1949) Licenciado en Derecho por la UANL , se especializó en cinematografía en la Universidad de París III. En 1998 recibió el premio a las Artes de la UANL y, en 1999, una mención especial en el Salón de la Fotografía de Nuevo León. En 2001 fue invitado a participar en el CD ROM Fotógrafos de fin de milenio en Córdoba, España. Su obra ha sido publicada en periódicos, revistas y libros. Es autor de Monterrey en imágenes, La Cuarta Pared, Rostros de Apodaca y Cuerpos en movimiento. Ha participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas en Nuevo León, México, Estados Unidos, Japón, Francia y Cuba.

Carolina Farías Campero coordinación editorial

Erick Estrada Bellmann fotografía

Ricardo Elizondo Elizondo textos

Florisa Orendain Cantú diseño editorial

D.R. © 2009 Fondo Editorial de Nuevo León D.R. © 2009 Fotografía: Erick Estrada Bellmann D.R. © 2009 Textos: Ricardo Elizondo Elizondo

ISBN 978-607-7577-58-4 impreso en méxico

Ricardo Elizondo Elizondo Historiador, narrador, ensayista y dramaturgo, cuenta con más de sesenta obras publicadas. Es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Comité Mexicano para la Memoria del Mundo de la UNESCO. Zaragoza 1300 Edificio Kalos, mezzanine; nivel C2, oficina 202 CP 64000, Monterrey, Nuevo León (81) 8344 2970 y 71

www.fondoeditorialnl.gob.mx

Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento –incluidos los electrónicos– sin permiso escrito por parte de los titulares de los derechos. Este libro se terminó de imprimir en noviembre de 2009, en Proceso Gráfico, S.A. de C.V., en su composición se usaron tipografías de las familias Arno Pro y Constantia. Impreso en papel Magnomatt de 150 gr y pasta dura con tela para los forros.


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