Revista Viernes Año I. No. 16

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Fotoarte: DCA


Editorial

l balance de este año que termina, nos permite ratificar lo que la historia nos hace evidente: somos una especie joven. Aún buscamos las formas de organización social que permitan a sus individuos funcionar como un todo. ¿Acaso es esta una aspiración totalitaria? Es probable. Funcionar como un solo cuerpo. Si admitimos que como sociedad ya funcionamos como un solo cuerpo, también debemos aceptar que al cierre de esta edición, partes de ese cuerpo se desarrollan a expensas de otras. En efecto, hasta hoy, después de millones de años, ese cuerpo social del que hablamos aún no armoniza el funcionamiento de sus diversos componentes. ¿O acaso la paz es una pretensión armonicista? ¿No es acaso la armonía un elemento fugaz, una suerte de armisticio armado entre elementos contradictorios? “La armonía del Nirvana poco tiene que ver con la vida cotidiana”, reza el sentido común. Pero ese mismo sentido se desprende de las lecciones que nos deja el trato entre personas e instituciones: si una parte crece a expensas de otra, el cuerpo social corre el riesgo cierto de sucumbir. La historia lejana y cercana nos enseña que la megacefalia se ve pronto asediada, cercada por las carencias e insuficiencias del tronco y las extremidades, si se permite la comparación fisiológica. Realinear el funcionamiento del cuerpo social, armonizarlo, es el reto de este nuevo milenio, que para el próximo mes de enero empezará a dar la catorceava vuelta completa alrededor del Sol. Somos -y así lo señala también la evidencia- una generaciòn intermilenios o si se quiere, entrebaktunes. Y sea que nos resulte claro o no, y aunque el universo marche como debiera, nosotros, sus jóvenes habitantes, siempre haremos la diferencia. Todo está por hacerse. Sigamos.

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2013

Fotos: EFE y AFP

Enero 06/ El sureste de Australia fue arrasado por incendios forestales que se registraron por fuertes vientos y un verano de calor extremo.

10/ Pakistán sufrió la peor jornada terrorista en años, con 126 muertos, en ataques que golpearon a la ciu-

dad occidental de Quetta y la norteña de Mingora. 11/ Francia empezó una intervención militar en Mali, contra el avance salafista. 14/ Cuba puso fin, con la reforma migratoria, a decenios de restricciones para viajar.

Febrero

Marzo

3 / Lino Oviedo, candidato presidencial de Paraguay, murió en un accidente de helicóptero, en la región de Chaco. 1 0 / Policía capturó a seis personas sindicadas de violar a igual número de españolas en Acapulco México. 11/El papa Benedicto XVI renunció al Pontificado por su edad avanzada.

01/El desempleo en la Eurozona subió una décima en enero y alcanzó el 11.9 por ciento, un nuevo máximo histórico. 5/ Se anunció el fallecimiento de Hugo Chávez, presidente de Venezuela. 12/ El Consejo de Seguridad de la ONU condenó el ensayo nuclear de Corea del Norte.

DIRECTORIO

Director General, Héctor Salvatierra; Subdirector General Técnico, Rodrigo Carrillo; Editor, Otoniel Martínez; Diseño Gráfico, Héctor Estrada, Elisa Álvarez, Paulo García, Elvis Rodas; Redacción: María Mercedes Arce, Carlos Rigalt, Christa Bollmann, Manolo Acabal, Héctor Castañeda; Internacionales: Édgar Quiñónez; Corrección: Jorge Mario Juárez; Digitalización: Boris Molina; Museo de la Tipografía Nacional, Thelma Mayén; Hemeroteca del Diario de Centro América, Álvaro Hernández.

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Abril 02/ La

Organización de las Naciones Unidas aprobó el Tratado sobre el Comercio de Armas tras una década de negociaciones. 08/Margaret Thatcher, ex primera ministra británica, falleció a los 87 años de un ataque de apoplejía. 30/Guillermo-Alejandro de Orange fue investido rey de los Países Bajos.

Mayo

06/Fueron liberadas 3 jóvenes que permanecieron secuestradas durante 10 años en Cleveland, Ohio, Estados Unidos, y la hija de una de ellas, de 6 años, que fue concebida durante el cautiverio. 26/ Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia llegaron a acuerdos con el Gobierno sobre la cuestión agraria.

Julio

Junio

01/ La Unión Europea expresó su indignación por el espionaje de Estados Unidos. 02/Portugal revocó el permiso de aterrizaje del avión de Evo Morales, presidente de Bolivia. España, Italia y Francia se vieron involucrados al negar permiso para volar por su espacio aéreo. Mandatario y su comitiva aterrizaron de emergencia en Austria. 05/El ejército egipcio desplegó tanques en la plaza Tahrir por los choques entre partidarios y detractores de Mohamed Mursi.

01/ Se

desataron manifestaciones en Europa contra las políticas de austeridad. 04/La Organización de las Naciones Unidas confirmó el uso de armas químicas en Siria. 20/El primer ministro palestino, Rami Hamdala, dimitió 14 días después de jurar el cargo. 27/ El Senado de Estados Unidos aprobó la reforma migratoria.

Agosto 01/ El extécnico de la Central de Inteligencia Americana, Edward Snowden, reclamado por EE. UU., obtuvo asilo temporal en Rusia, por un año. 0 2 / Estados Unidos ordenó cerrar embajadas en Oriente Medio y África ante las amenazas de Al Qaeda. 16/Edward Snowden solicitó asilo temporal en Rusia.

Octubre

Septiembre 04: Apareció ahorcado en su celda Ariel Castro, el hombre que secuestró,

violó y maltrató durante una década a tres mujeres en Cleveland. Los ciclones Manuel e Íngrid dejaron unos 150 muertos en México.

18:

Noviembre

01/Cierre parcial de la Administración estadounidense por el desacuerdo entre republicanos y demócratas.

01/ Hakimulá Mehsud, líder del mayor grupo talibán de Pakistán, murió en un ataque estadounidense con un avión no tripulado. 06/Colombia y las FARC cerraron un acuerdo sobre participación política que abre el camino para la conversión de la guerrilla en un partido legal, si se firma la paz. 08/El tifón Haiyan causó 5 mil 500 muertos a su paso por Filipinas.

Diciembre 05/ Murió el expresidente sudafricano, Nelson Mandela, a los 95 años.

17/Angela Merkel fue investida canciller (jefa de Gobierno) de Alemania.

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Suspense de fin de ano

do r d e , h istor ia

Manolo

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Acabal

cine, rad

ica -

Keefe ica R ick d in s qu e p u e ,” . n ia s r li o p to id is n h U n t a do s na r r a ona ve do en E s a que los f il mes u n a p er s con o d n a u o c “ da Debid v ida rea l, siente ident if ica bién la n e ir rr e tam ente se d en o c u reg u la r m s, por ello el cin se modo , la u c lí e u na p sonaje e de e e los per d idáct ica, ya qu a sit uaciones d o n u lg a d ta c o mp r e n er ra m ien il lia m es u na h g ra r que la gente a r ía”, apu nt a W d io r e lo g se puede ma nera no se lo ine foro como m c a tr rabaja el qu e d e o , qu ien t o s o r r te Mo n ico. p e d a gó g

pa z fecha ca s a r t o a y ha la s má u izá no r de piel lo f a r a it uacio de s a c iones y s A ño c o m e s a r a de op u e s t la v ísp e Mucha s o m o c s ja . ne oche v ie nt re los N o o v e e Nu g a r z ada s n e t r is s ia r h isto g r ía y la le a la e , la sd ex t remo or io y la soledad lg jo ie l l c r re s teza, e r idu lce a a m ig a r ora ble n ha sido un recur o m b a e s c m n l e u d s n , da ci a a mbié o sea la nce la m iser ia ce u n b a ia u n Secue n st a de A ño Nuevo t cciones, au nque n orar iqueza y , en el cua l se ha la vez que a nu nc or u L a Fie . Me m s p ro d a lo ap n ex itosa tor ia que na r ra n , cua ndo e de u n cic o o desa ndado, idad t ra stor nad o d a iz il s r id so ut ibil G u mp e la h is ct ivo, e no recor ien zo. E sa sens cent ra l d cia s de For rest la est ropeada a ños cole ut re la a le m p te m l m u e n o c a sec ue a n en ecie de nuevo c ua l se n s son la s on el ten iente D lo son en Cinem e esa esp ida rea l, con la c le d b o ib r r c n a, el a a de la v ncuent ra Nuevo. “ Ta mbié u na la rg a esper ia e d im e r . e g s a p a ic r ia f t r á mate atog r A ño u é s de r ra r la nt a n a ad de na o d ra mát ico Fiest a de a ndo Toto, desp ha cer rado la ve es, ión cinem it u e producc , con su capacid s c b nc Pa rad iso s y se percat a que de su v ida); ento ada lot a el á m v iven mucha s p x e E l cine , a n a e jo or eg et a s ciona l qu ed ia hu m abre los o de E lena (el a m do celebr a la ll p or o la com el con f licto emo o de rev isión de m t a n n u ó m o lc d el l ba ón r to n n l e z e e a a im d u r v e n c a s o ó c a n la r l b in e a s e s , c d con rcha con e la s escena s má n t r a s el esa fecha ión, en el ma rco “E n a lg u a ie n e m m s e a s n l o é p er s o che . novac do en 1955, , u na d d el a ñ o a s y de re , hacia la med ia n nse o t h r il ler, sim ismo d r ino I I, es cua n t a s A . r o m cu mplid a a le e b r is P r , inexora a especie de susp a y sabe que el pr ime de la pelícu la E l oluciona r ios ca st a iv s e r g e u ra ig r v as un ce la int r er a ntes de vo los re Cuba de la d ict ad n e cor d a d e o r s s e c re a u n o o s N c a c o r s ñ o d o n t ad eA ició oa uce a vez l e l e sp e c la f iest a d aba na, libera nd e descubre la t ra o. o debe s en el cua to en el que tod ye con r it mo cad a H n o a r r L le te os or un toma n f lu a la Mon ra nde ctor g u ichael C ñ u e M d s o , y r ” hay u n p che, y la acción , o p a , t n R u a no no de Bat is u propio her ma de la pa nt a lla g st a la med ia ”, ex plica Joaqu ín nt a les. s ,s f ie , o ra fía de Fredo s son la s h istor ia el recu rso de la me p or má s rápid e f il mes y docu de la cinematog ica Mu c h a d irecto d list a s elaborada s io át od in ll c m o e o r te lt r a a a to s c n m e c e u n te go del d Nuevo ha sido n uso d ir . De acuerdo co del cine, reprodu d el o , c o d u “A lo la r m o o v e ñ de ev ia a l A in icios, en el cin a qu imer a A ño Nue te de la indust r ia t a s y d irectores r e p d e h c o “L la n su s y g en a gon is t iva s de p elícu la o r el te, desde cinéf ilos mento, los prot p r e s ent a e r s á recu r ren de menciona r la prot a gon izada p a u m g r aciones y ue Ch m o s el a la s rea li z cua l se p el oro”, d ir ig ida e n ia l C h a r l ie e d s o n g d a lg u én ero . este subg

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Fotos: Archivo

Cuando Harry encontró a Sally (1989) Director: Rob Reiner Protagonistas: Billy Cristal y Meg Ryan

La quimera del oro (1925) Director: Charlie Chaplin Protagonista: Charlie Chaplin Cine mudo Chaplin, en su personaje de vagabundo, atraído por la fiebre del oro, vive una serie de vicisitudes en torno al secreto de la ubicación de una mina de oro. En un cabaret conoce a la bella Georgia, quien junto a sus amigas, por divertirse a sus costillas, le prometen ir a cenar con él para Año Nuevo. Charlie prepara la cena con mucho esmero, pero Georgia nunca llega. El vagabundo, rendido, se queda dormido. Sueña que está junto a Georgia y la entretiene con su danza de los panecillos, uno de las escenas más recordadas de Chaplin. Georgia se arrepiente y va a la cabaña. La encuentra vacía, entonces se siente triste y se da cuenta que está enamorada del vagabundo. Por un golpe de suerte, Charlie vuelve en barco hecho rico a su país, lo tiene todo… menos a Georgia. Los periodistas piden retratarlo en su traje de buscador de oro. Se cae dentro de un rollo de cuerda, lo confunden con un polizón y lo quieren expulsar del barco; pero, Georgia, quien también regresa a su país, lo impide pagándole el pasaje. Mientras el vagabundo y Georgia se dan cuenta que se aman, el fotógrafo insiste en tomar una foto, pero es arruinada por el beso que se dan los enamorados.

Dos universitarios se conocen por casualidad, cuando Sally le ofrece a Harry llevarlo en su coche. Durante el viaje hablan sobre la amistad entre personas de diferente sexo y sus opiniones son absolutamente divergentes: Harry está convencido de que la amistad entre un hombre y una mujer es imposible, y Sally cree lo contrario. En Nueva York cada uno de ellos hace su vida y trata de encontrar un amor. En los años siguientes surge entre ellos una amistad que contradice la filosofía de Harry. A pesar de intuirse que ambos están enamorándose, sus creencias, filosofías y actitudes les hacen rechazarse. En las escenas finales se producirá la declaración de amor de Harry en una de las más logradas escenas del cine romántico, en la noche de Año Nuevo. La película es probablemente más conocida por una escena cuando los dos personajes discuten en un restaurante sobre la incapacidad del hombre para reconocer cuándo una mujer está fingiendo un orgasmo. Sally reclama que los hombres no pueden descubrir la diferencia, y para probar su punto, finge en el momento un estrepitoso orgasmo sin preocuparse por las miradas del público del local. La escena termina cuando Sally regresa a su comida y una mujer cercana que casualmente la observa, pide al camarero: “Tomaré lo mismo que ella”.

Los amigos de Peter (1992) Dirección: Kenneth Branagh Protagonistas: Kenneth Branagh, Emma Thompson, Stephen Fry, Imelda Staunton

Aprovechando la ausencia de sus padres, Peter (Stephen Fry) invita a sus mejores amigos, a los que no ve desde hace años, a celebrar la Nochevieja en su mansión: son los amigos entrañables del colegio, con los que representaba obras de teatro y revistas musicales. Juntos se divierten, pero también salen a relucir sus problemas, sus sueños y esperanzas rotas por matrimonios de conveniencia. El único que se salva es Peter, quien parece ser el más feliz; pero lo que ninguno imagina es la sorpresa que Peter les tiene reservada para el final de la fiesta: padece una grave enfermedad. En el transcurso, antes de la revelación, Magie le insinúa a Peter tener relaciones íntimas y se desarrolla el siguiente diálogo: Peter: —Magie, Magie, tu oferta es muy tentadora pero no quiero poner en peligro nuestra amistad. — ¿No te gusto? — No es eso. Magie, eres muy atractiva, inteligente y sensual, pero ¡Dios mío! cómo puedo decírtelo con delicadeza, es que no me van los asuntos vaginales. — ¿Me estás diciendo que eres gay? —Bueno, nunca oculté el hecho de que soy un poco ambiguo. Pero si te soy sincero, creo que soy lo que comúnmente se llama bisexual, lo que no me importa, ya que últimamente no me acuesto ni con hombres ni con mujeres. Claro que si lo hiciese te prometo que estarías al principio de mi lista, junto con Michelle Pfeifer (actriz) y River Phoenix (actor).

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1994

The Hudsucker Proxy (El gran salto)

Dirección: Hermanos Joel y Ethan Coen Protagonistas: Tim Robbins, Paul Newman y Jennifer Jason Leigh

Tras el suicidio del principal ejecutivo de una compañía, los directivos deciden cooperar entre ellos para obtener mayores beneficios económicos. Se les ocurre la brillante idea de nombrar a Norville Barnes, a quien consideran un idiota, para dirigir la compañía, de manera que al caer sus acciones en picado las comprarían a precios ridículos y luego retomarían el control de la empresa para aumentar sus fortunas. Todo parece bien encaminado hasta que la reportera Amy Archer, entra en escena y hace una investigación encubierta del tema. Resulta que el “tonto” sin pretensiones, toma su nuevo cargo con seriedad y firmeza persiguiendo sus propias ideas. Inventa el hula-hoop y se convierte en el mayor éxito de ventas de la historia de la compañía. Y las acciones suben como nunca. En la víspera de Año Nuevo, en una de las escenas más surrealistas, Norville, borracho, es perseguido por una multitud furiosa a la cual habían convencido de que él había robado la idea del hula-hoop. Aterrorizado, escapa a la planta superior del rascacielos de la compañía. Se sube en la cornisa, se resbala y se cae del edificio al filo de la medianoche quedando colgado de una de las manecillas del reloj gigante. El tiempo se detiene. En el punto culminante le avisan que las acciones van en alza por el hula-hoop y que es heredero legal de la empresa. Al final sale ileso y continúa inventando juegos para niños.

1995

Días extraños

Director: Kathryn Bigelow Protagonistas: Ralph Fiennes y Juliette Lewis

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A finales de diciembre de 1999, en medio de unos caóticos festejos por el fin del milenio y de un trasfondo de altercados civiles y opresión de las fuerzas del orden público; el inoportuno asesinato de “Jericó 1” (un rapero que predicaba la rebelión civil), amenaza con llevar las calles al colapso. Todo el mundo parece haber sucumbido a los febriles festejos del fin del milenio y los que no lo hacen andan enganchados a una tecnología ilegal (SQUID) que permite experimentar como propios los recuerdos y sensaciones grabados por otros. Lenny Nero (Ralph Fiennes), un antiguo policía reconvertido en traficante de estos discos de experiencias, es un fracasado incapaz de superar la relación que mantuvo con su antigua novia Faith (Juliette Lewis), aferrándose a sus propias grabaciones pasadas para huir de la realidad. Sin embargo, Lenny se verá arrastrado de vuelta al mundo real cuando comienza a recibir una serie de discos grabados por un retorcido asesino que podría andar detrás de su exnovia. Ayudado por una amiga que trabaja de chofer de limusinas (Mace) y un amigo detective (Max), intentarán dar con el asesino. Mientras tanto, la ciudad explota ante la tremenda represión a la que se ve sometida por la Policía. Guatemala, VIERNES 27 de diciembre de 2013

La aventura del Poseidón (1972) Director: Ronald Neame Protagonista: Gene Hackman, como el reverendo Frank Scott

Gira en torno al desastre de un lujoso pero ya anticuado transatlántico que es volcado por un tsunami en la fiesta de Año Nuevo. En el Poseidón se van cruzando las historias de distintos personajes y estilos de vida: un detective de Nueva York en decadencia y su conflictiva esposa, quienes viajan a Italia en su segunda luna de miel; un solterón, algo tímido; un matrimonio que viaja hacia Israel para visitar a su nieto que no conocen; una pareja de hermanos que viajan para reunirse con sus padres en Grecia; y el reverendo Frank Scott, quien tiene conflictos con su fe y siempre discute consigo mismo y con Dios acerca de su papel en el mundo. Todos son invitados a cenar a la mesa del capitán Harrison (Leslie Nielsen) y así se conocen. Mientras los 1,500 pasajeros celebran, un tsunami causa una gigantesca ola de 30 metros de altura, que se desplaza en dirección al navío. El capitán Harrison sube al puente cerca de la medianoche en respuesta al aviso de la sala de radar, que detecta un muro de agua frente a ellos. Observa estupefacto cómo la enorme ola se dirige hacia ellos e intenta virar la nave y hace sonar al mismo tiempo la alarma general, pero los pasajeros hacen caso omiso, ya que creen que forma parte del festejo.


Saltapericos

Redacción

y mal de amores

Foto: Archivo

n el tomo XC de la Recopilación de Leyes 1970-1971 realizada por Roberto Azurdia Alfaro, aparece el Decreto Número 4-71 del Congreso, que considera que el uso de juegos pirotécnicos, hechos con base en fósforo blanco, denominados “Saltapericos”, ha llegado a producir una epidemia de intoxicaciones y en varios casos ha producido la muerte de muchas personas y que “siendo función del Estado, velar por la protección de la salud y la vida de los habitantes (…) decreta la prohibición en todo el territorio nacional de la producción, importación, tráfico, uso y tenencia de los juegos pirotécnicos hechos con base en fósforo blanco, cualquiera que fuere la forma de presentación del producto y especialmente los denominados “Saltapericos”. El decreto establece que “las personas individuales y jurídicas que al entrar en vigor el mismo tengan en su poder juegos pirotécnicos hechos con base en fósforo blanco y en especial los llamados “Saltapericos”, deberán entregarlos en un plazo de quince días a la Dirección General de Servicios de Salud” y que “los que contravinieren las disposiciones anteriores, serán sancionados por el Juez de Sanidad respectivo, (…) sin perjuicio de deducirles las responsabilidades que sus acciones pudieran tener en el orden penal”. Este decreto fue dado en el Palacio del Organismo Legislativo el 26 de enero de 1971 y fue firmado por el presidente del mismo Mario A. Sandoval Alarcón, Héctor Andrade Urréjola, primer secretario, César Augusto Dávila M., segundo secretario y rubricado por el titular del Ejecutivo Carlos Arana Osorio y por su ministro de Salud Pública y Asistencia Social, José Trinidad Uclés R.

Reseña

Incendio en Guazacapán dca, 26 de diciembre 1950

De manera casual se produjo un incendio en la cohetería propiedad del señor José Zelada, lo que causó la incineraciòn completa de una casa de lámina y otra pajiza, resultando con algunas

quemaduras la señora Elena Zelada, circunstancia por la cual fue hospitalizada. El lamentable suceso se desarrolló en el municipio de Guazacapán, del departamento de Santa Rosa, a eso de las

quince horas del veintitrés del mes en curso. Las autoridades locales tuvieron conocimiento de este suceso y dieron el parte del caso al juez de paz, quien se ha encargado de iniciar las diligencias de rigor.

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El show por com en el cie Christa Bollmann*

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Foto: Archivo DCA

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esde que Jorge Wer creó Pepe Cuete (nombre que suena desde hace unos 10 años), una empresa especializada en pirotecnia, su idea ha sido y sigue siendo despertar el gusto por la cohetería y, con esta, desarrollar un arte: el de combinar materiales explosivos para producir efectos visuales luminosos y más que eso, ponerle gracia a las fiestas. El nombre también puede convertirse en personaje, si él quiere, porque su propósito es rescatar la tradición y adaptada a las nuevas costumbres. Se sabe que los fuegos artificiales llegaron con los españoles en tiempos de la Conquista, y que poco más o menos a finales de 1800, estos empezaron a ser de colores. Siguieron evolucionando, pero a la fecha, la proliferación de los juegos pirotécnicos importados de China, “de una u otra forma han ido acabando con la tradición”, dice Jorge Wer. Él se ha propuesto no abandonarla y en eso está trabajando. En México, por ejemplo, se acostumbra quemar castillos de luces y algo similar ocurre en Guatemala, sobre todo en los pueblos, donde se replican esas figuras de pólvora iluminadas, hechas con pequeñas bengalas o antorchas de colores. Se hacen con rótulos, nombres y figuras y a estas se les da movimiento. Él hace cosas parecidas. Pese a que la costumbre se ha ido perdiendo, Jorge recuerda cuando visitó por primera vez San Andrés Xecul con el propósito de conocer artesanos que fabrican las bombas de trueno o bombas de iglesia. Los cohetillos, en cambio, dice, se volvieron famosos en los alrededores de San Juan, en San Pedro y San Raymundo, en Sacatepéquez. “Hacer cohetes aquí es fabricar artesanías, es un asunto familiar en el que participan padres e hijos. Si la tradición pasó de una generación a otra, es porque alguien sabe cómo hacerlos y los hacen bien”. Pero a la pregunta de por qué el temor y rechazo de algunos a la fabricación de cohetes, comparte su punto de vista: “El problema es que la población crece y la demanda también. Es entonces cuando el vecino del experto cree que puede hacer lo mismo, sin tener la experiencia. Manda a alguien a aprender para copiar, y eso no es suficiente”. Hacer cohetillos, advierte: “no es solo mezclar pólvora, ponerla en un pedazo de papel y enrollarlo” y está de acuerdo con que la gente debe aprender. (Véase recuadro De la tradición a lo prohibido). Lo mejor de todo, reconoce el promotor de los juegos de luces, es que hacer cohetes pasó de ser una molestia de ruidos dispersos a un espectáculo familiar. “La abuelita, los nietos, los amigos, todos participan y se juntan en casas o en la calle para ver las luces. Es una evolución positiva. Hay lugares en donde se ponen de acuerdo con recaudar fondos y organizar entre varios el show de luces del grupo o de la cuadra”. En Malta, compara: “Los juegos pirotécnicos son patrimonio cultural de la nación y eso es lo que a Jorge Wer le gustaría ver aquí: una tradición que no debería perderse”. En el caso de los fuegos artificiales, la demanda ha bajado un poco, reconoce, “porque muchos ya descubrieron que pueden disfrutar cerca de su casa, de los espectáculos en los


w esta menzar elo

que invierten otros. Existe también la tendencia a consumir productos compactos importados de China, porque el costo del transporte por volumen es caro”. Por ello, regresar a eso que a la gente le gusta, con espectáculos de mayor tamaño, como los castillos con movimientos, es hacia donde propone evolucionar.

De distribuidor a fabricante

A finales del año 1998, cuando el Huracán Mitch afectó el territorio nacional y la emergencia atrasó la importación de abetos que para esas fechas, Jorge Wer ya vendía, tuvo que buscar la alternativa. “Los árboles llegaron tarde. Había que diversificar, y por eso me acerqué a los dueños de La Giralda”. Se refiere a los propietarios de aquella tienda en el centro de la ciudad, donde, cuando era niño, compraba cohetes con su papá. Pensó que si complementaba la oferta lograría vender más árboles y pagar los gastos y costos del retraso. En ese entonces, cuenta Wer, el señor Zaid, ya iba dejando el negocio, y afirma: yo empecé a vender cohetes y al segundo año ya había vendido mucho más que él”. Después, instaló las casetas. “Las he ido mejorando... Aquí, lo tradicional era poner los cohetes y ametralladoras sobre mesas o en estanquillos con gradas para exponerlos. En las noches, los vendedores los cubrían con plástico y dormían allí mismo para cuidarlos”. La caseta, en cambio es de metal, cerrada. A partir de 2013, las de Pepe Cuete son casetas de aluminio, que tienen las medidas de seguridad necesarias para vender”. En Estados Unidos, por ejemplo “solo el 4 de julio se consumen cerca de 6 mil contenedores de fuegos artificiales. En Guatemala, en cambio, se usan cada año unos 60. El 99 por ciento viene de China”. Pasan 30 días en tránsito y tienen que atravesar el país de costa a costa. Por ello, dice Jorge, la oportunidad está ahí: “producir, vender al público y hacer espectáculos. Él se dedica a las tres cosas y en marzo de 2014 inaugurará su propia fábrica. “Mi primer cliente soy yo, como vendedor al detalle y productor”.

Precaución

para comenzar

“Hay normas internacionales qué respetar, para hacer del espectáculo de luces y sonido una experiencia segura”, advierte y explica: “Va desde el uso de materiales para hacer pólvora, hasta qué usar, cómo usarlos y cómo presentarlos. Las normas no son de fuerza legal, pero son recomendables”. Y para citar ejemplos y apelar a precauciones dice: “La pólvora de una bomba de iglesia, con una mecha de tiempo es tan potente, que se compara a un balazo”, y por ello no cualquiera debe manipularla”. De acuerdo con su experiencia, el público no debería comprar ningún artefacto que tenga un cañón más grande de los 5 centímetros o 2 pulgadas de largo. Si el diámetro es mayor, advierte, “no lo compre”. Wer quiere promover el buen uso de los cohetes: “Parte de mi idea es hacer concursos, invitar a la gente a participar y usar, por ejemplo, los cohetes de una pulgada. Cualquiera puede aprender que, si respeta las normas es posible hacer muy buenos espectáculos”, y explica el porqué: “Si los de una pulgada se queman a 15 metros de distancia se ve más

Entre la tradición y lo prohibido Hacer y quemar cohetes es, entre quienes lo hacen bien, una tradición heredada. Por eso, advierte Wer, “Yo sí estoy de acuerdo con que los niños aprendan a hacerlos y estoy más de acuerdo con que los papás les enseñen a sus hijos cómo son los fuegos artificiales”. Aprender, por ejemplo, que una estrellita, quema. “Lo peor que nos puede pasar es romper la tradición y que llegue alguien a quien no le enseñaron que los fuegos artificiales son peligrosos, y que por ello los usen mal. No está en prohibir, sino en enseñar a usarlos bien”. La prohibición de quemar cachinflines y silbadores, desde su punto de vista, no debió ser. “Se debió haber prohibido el uso de los artefactos de vuelo descontrolado”. Un ejemplo del mal uso: un niño que quema una estrellita y la tira, mientras está chispando, puede quemar a alguien o causar un incendio. El vuelo descontrolado de un silbador, por ejemplo, “se soluciona si se le pone un palito de madera que le da control”, dice el propietario de Pepe Cuete. “Se puede quemar cohetes de manera responsable y los niños tienen que aprender. Es parte de nuestra forma de ser, de nuestra cultura. Está mal que alguien que no sabe hacer cohetes se ponga a hacerlos sin saber cómo, o que un adulto que no sabe quemar cohetes ponga a su hijo a quemarlos. grande que uno de 6 pulgadas, que se debe quemar a más altura del público, a unos 120 metros”. La diferencia es el tiempo y el efecto visual que causa cada uno. Los fuegos artificiales de gran tamaño “son juegos de adrenalina, pero la adrenalina puede fallar”, advierte, y por ello la insistencia en aprender a quemar los cohetes pequeños y acostumbrarse a que son los más seguros. “Hay demasiadas variables en juego cuando se construyen y se usan los artefactos de más de cinco pulgadas. Son muchos los efectos: primero, se enciende la mecha; luego, se produce una explosión de impulso y después una explosión de dispersión”. Es esta la que enciende las luces y causa el sonido.

Preparando el escenario

La mejor experiencia de vida, opina Wer, es aquella en la que una persona usa todos sus sentidos y con esa idea organiza los shows de pirotecnia. La gente huele la pólvora, pero también puede sentir los aromas que uno quiere agregarle al espectáculo, además observa el movimiento de las luces y oye (no solo el boom, pum de los cohetes) la música de fondo elegida para el día, la hora y el motivo de la fiesta. Todo eso la gente lo hace, mientras come o toma algo, por ejemplo: ponche navideño o chocolate caliente, si hace frío. ¿Y el tacto? También está presente en el convivio y en los abrazos de fin de año. Organizar la secuencia de las luces y cohetes al ritmo de la música es un detalle. El público, mirando al cielo se transporta a donde lo lleve el espectáculo, y si por alguna razón hay algún cambio, “la gente no lo percibe”. Los espectáculos se hacen al gusto del cliente, pero sobre todo, de acuerdo con las condiciones del espacio. “Si es un lugar

pequeño, los cohetes tienen que ser pequeños, para que sea seguro quemarlos, a veces hasta en lugares cerrados como los centros comerciales”, explica el organizador. Por ello, tener una fábrica de pirotecnia abre muchas posibilidades para ofrecer espectáculos a la medida: ¿Quiere todo en color naranja, rojo, azul o amarillo? ¿Qué música le gustaría? ¿Cuánto tiempo quiere que dure el espectáculo? ¿Algún aroma le atrae, le gusta la canela y el clavo? Wer intenta romper con la idea de que un espectáculo de 30 minutos tiene más impacto que uno más corto y piensa que el espectáculo no tiene que durar tanto tiempo. “Los seres humanos estamos hechos para mantener fijamente la atención, tres minutos, más de eso, no”, asegura . Si la presentación dura de 3 a 5 minutos es necesario hacer variaciones a la dinámica, y si es más de ese tiempo, la gente pierde la atención. La mejor prueba son los videoclips y las canciones. “Tirar un show de media hora no tiene sentido alguno”.

Cinco minutos y basta

Si algo se aprende de este oficio es a medir el tiempo. “Un aplauso dura 10 segundos. Pareciera que no es nada, pero en ese tiempo uno logra mucho, y sobre todo en espectáculos de juegos pirotécnicos, por ello, dice: “yo sugiero hacer un show de cinco minutos, lo demás es quemar el dinero”. Unas 8 o 10 personas trabajan de 3 o 4 días, para un espectáculo de pocos minutos. Sobre el espacio en donde se desarrollará el acontecimiento se ve una serie de cables, conectados a distintos módulos, en donde se agrupan los artefactos. Se puede hacerlos funcionar manualmente o por medio de una señal inalámbrica de radio. “Es como encender una estufa con cerillo eléctrico”, que los pirotécnicos conocen como electric match. Una vez lanzada la señal eléctrica, que llega hacia una cabeza de fósforo, se prende la pólvora y empiezan los efectos especiales, que se producen con la quema que empuja las sales que producen distintos colores. Se usan las sales de estroncio, por ejemplo, para producir luces rojas; bario, para las verdes; cobre, para las azules y calcio, para las anaranjadas. Las luces blancas se logran al mezclar la pólvora con aluminio o titanio y las amarillas, con sodio. La pólvora, explica Wer, es la mezcla de carbón, azufre y nitrato de potasio. La combinación de las sales también sirve para producir luces de distinta forma: “El cometa es una sola pelotita de las sales, para producir una sola luz. Las girandolas, originarias de México, son ruedas que funcionan como platillos voladores: dan vueltas y al mismo tiempo activan propulsores que lanzan luz hacia arriba. Los multitubulares, explotan abajo, tiran un inserto con una mecha de tiempo encendida que estalla arriba y crea el efecto de millones de luces que se expanden en círculo. Usar computadora facilita el trabajo, porque hace más fácil ver qué sucede desde la Fire One. ”Es la máquina de control, para manejar el código de tiempo, que se escucha como una sirena. Es un reloj electrónico que manda la orden acústica a los módulos, para indicar cuántos segundos o milésimas de segundo van pasando, porque todos funcionan con el mismo reloj”. Mediante un programa de edición de sonido se escucharán, por ejemplo: Campanas o El Niño del Tambor que están programados con las luces para que sonido e imagen sincronizados hagan un verdadero espectáculo de luz y sonido. La misma máquina Fire One, funciona en espectáculos alrededor del mundo. “El desfile de Macys (la tienda por departamentos de Nueva York); la inauguración de las Olimpiadas. Los juegos pirotécnicos de Dubái o el Año Nuevo en Sidney. Es el mismo aparato, solo que en lugar de tener una sola máquina, para seis módulos de 32 tiros, ellos tienen miles de módulos”, compara Jorge Wer. Cada artista de la pirotecnia escoge cómo combinar los cohetes y los colores, y si estos coincidirán con un instrumento musical o sonido específico. *Periodista

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El mercado de los estrenos

El precio completo de un estreno consistente en pantalón, blusa y chumpa “enguatada” no pasa de los Q350.

Carlos Rigalt C. Cuál es la historia detrás de esos cientos de locales amontonados unos junto a otros hasta formar un túnel con blusas, bolsas, zapatos, pantalones, chumpas, suéteres, cinchos, tenis, calzones, calzoncillos, shorts y botas junto a CD de música y DVD de películas, aún no estrenadas en los cines? ¿Cuáles son sus productos más vendidos, sus técnicas de venta y, sobre todo, qué peso representan estos pequeños negocios informales para la economía nacional? Desde la 18 calle a partir de la 7a. a la 4a. avenidas y culminando en el mercado de El Amate, en los márgenes del Centro Histórico, late el corazón donde florece la informalidad a tal grado que el peruano integrante del CATO Institute, Hernando de Soto, seguro encontraría un fértil campo de ensayo para sus teorías del porqué los latinoamericanos, a pesar de ser tan emprendedores, continúan sumidos en la pobreza. O, como lo menciona el Banco Mundial en su estudio El emprendimiento en América Latina: muchas empresas y poca innovación, lo importante es distinguir entre el emprendimiento de gran potencial de crecimiento de las empresas pequeñas

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“y los individuos autoempleados cuyo potencial de crecimiento es bajo”. Sea cual sea el grado de profundidad con el que se observe el fenómeno de estos pequeños paraísos de informalidad, en estas fechas navideñas, conforme se acerca el 24, la marea humana de clientes y curiosos se va acrecentando hasta hacer que el paso por medio de los corredores de este mercado “subterráneo” se transforme en una procesión para los pobres y los amantes de las ofertas, quienes a pesar de las carencias, van con todo gusto insertos en el desfile de las ventas con un solo objetivo en mente, como si fueran la cabeza atómica de un misil autodirigido: van en busca del “estreno”. “Los domingos casi no se puede caminar, del 20 del mes en adelante comienzan las “aglomeraciones”. Es para comprar su estreno”, revela Vicente Ramírez, vendedor de 28 años que “nació” en este mercado que tiene 30 años de existir.

Mercado precario

Los logotipos de equipos de EE. UU. son lo actual en gorras tipo hip hop.

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“Al principio éramos –mi mamá- vendedores ambulantes, mientras se establecía el mercado. Mis recuerdos de la Navidad aquí, de niño, es que siempre era alegre”, agrega. “Venía al puesto solo a ver cómo estaba y de ahí, de regreso a jugar a la casa, en la zona 5. A los 15 años me fui formalizando (es un decir), y comencé a echarle el hombro a mi mamá, a meterme de lleno en las ventas y el negocio”. Sin mayor instrucción financiera o de ventas que lo que él llama “la escuela de la calle”, no se queja.


sidad de artículos representados por docenas de gorras de todos los colores, zapatos, cinchos, pantalones o (en casos mínimos) chicles y golosinas, detrás de estos vendedores hay bonanza. Pero muchas veces también sucede lo contrario. “Aquí tenemos un dicho: que no todos los días comemos pollo, cuando hay, hay y cuando no, ni modo”, agrega Vicente. Y es que el verdadero desarrollo económico “suele ir de la mano de la transición del autoempleo al trabajo asalariado”, menciona en su informe el Banco Mundial. “Hasta los US $2 mil (Q15,740) de PIB por persona, los trabajadores agrícolas constituyen la mayoría de la población económicamente activa, seguidos de los autoempleados no agrícolas”, añade. A partir de ahí el empleo asalariado aumenta gradualmente y se convierte “en el empleo más importante cuando se alcanza un nivel de PIB por persona de los US $5 mil (Q39,350)”, refiere. En países como Canadá o el Reino Unido, “8 de cada 10 trabajadores son asalariados por cuenta ajena”, revela la institución financiera.

Las dos cabezas de lo informal

El fenómeno del mercado informal se expresa de dos maneras, comenta Linares: Los asalariados que trabajan en las empresas legalmente constituidas, pero a quienes los empleadores “no los reportan a la seguridad social” y los trabajadores por cuenta propia, cuya cifra sufre una explosión en estos días. “Algunos incluso tienen sus empleos formales y piden vacaciones para poder vender algo; los campesinos extraen sus productos, ya sea musgos, árboles, ramas, flores, y los vienen a vender a la ciudad”, ilustra el analista.

¿Vendedores o empresarios?

Jorge Arturo es el encargado de uno de los pequeños negocios dentro del mercado El Amate, quien como la mayoría de sus vecinos, antes tenía su puesto en la 6a. avenida de la zona 1. La relativa normalización de su local comercial lo ha redituado. “Cuando el alcalde construyó este nuevo mercado, bajo techo, las cosas mejoraron. Es más seguro, hay bancos y hasta circuito cerrado de televisión”, dice orgulloso. Para él, el cambio valió la pena. “Han mejorado las ventas. Ahora podemos vender mercadería de mejor calidad y mejores precios”. Eso en gran parte a la protección contra las inclemencias del clima y la seguridad

que les ha traído la nueva infraestructura de El Amate. Su especialidad son zapatos y en ese reducido local de 2 x 2 metros estos ocupan todo el espacio con todos los diseños, estilos y colores posibles. “Lo que está de moda es el zapato urbano, botas y botines para ambos sexos”, revela. Sin mayores estudios de mercadotecnia o cursos de ventas profesionales tanto Vicente como Jorge Arturo, así como su vecino José González, dueño de un local de gorras al que llama Variedades El Cairo, muestran un fino sentido de conocimiento del público y de cómo colocar sus productos con efectividad. La tarea puede ser difícil como la del primero de ellos, a causa del grupo objetivo al que se dirige: las damas. “De hombre, atendiéndolas a ellas, es un poco complicado. Porque uno no sabe sus gustos y hay que mostrarles varias prendas hasta encontrar la que les agrada”, comenta. “Son muy indecisas, dan dolor de cabeza”. Afortunadamente, a la par suya está su compañera, Ana Suret, quien se las sabe todas: “Lo que más están buscando ahora son las chumpas enguatadas, suéteres, blusas y lycras. El color favorito es el negro, porque es el que más viste y lo pueden combinar con todo”, comentó. El precio completo de un estreno consistente en pantalón, blusa y chumpa “enguatada” no pasa de los Q350, mientras que en un almacén “sería el doble”, explica Vicente. Las escogencia de gorras en El Cairo no es problema para González. “Hay de todos los tipos, para todos los gustos”, dice. Si bien son los jóvenes de sexo masculino, quienes más las compran, “también vienen señoritas”, agrega. La cuestión del estreno tampoco se complica: “Compran su pantalón, la camisa y buscan combinarlos con una gorra”. Respecto a precios, las más económicas son las clásicas de básquetbol, con visera flexible. Los precios oscilan entre Q35 y Q55. Otra cosa son las rígidas, de visera plana. “Como está de moda el reguetón, tipo Daddy Yankee, los jóvenes las compran más”. ¿Comerciantes o simples vendedores de gorras, zapatos o chumpas enguatadas? la trayectoria de estas estrellas de la economía sumergida bien puede haber sido redefinida por el informe del Banco Mundial cuando dice: “La medición del emprendimiento no es una tarea sencilla, ya que está relacionada con los rasgos y las aptitudes individuales de una pequeña élite de empresarios”. Fotos: Doriam Morales y Josué Decavele

“Gracias al negocio hemos crecido mis hermanos, mis hijos y yo”. Si bien Vicente, quien además posee un par de puestos cercanos donde se emplean otras personas, es un ejemplo de espíritu emprendedor y éxito logrado con el esfuerzo de décadas de parte del clan familiar, también ilustra lo que Luis Linares, secretario ejecutivo de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales, (Asíes), menciona acerca de la “precariedad” de la economía informal en el país y la región. “No existen muchos estudios certeros sobre el peso de las empresas de la economía informal sobre el Producto Interno Bruto (PIB)”, pero “de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la economía informal de América Latina produce no más del 30 por ciento del PIB, aún cuando aporta el 80 por ciento de los empleos”. En contraste, las empresas formales “ocupan al 25 por ciento de la población, mientras generan el 70 por ciento del PIB”. El mercado informal, en conclusión, es un tipo de actividad, en el cual hay “mucha gente produciendo poco”. De acuerdo con Linares, este es el mayor desafío de nuestra sociedad: “Fomentar la formalidad del empleo para elevar con ello las condiciones de vida y aumentar el ingreso de los asalariados”.

Hacia el trabajo asalariado y digno

Para el visitante que se adentra en el mundo de la economía subterránea y que contempla extasiado la diver-

El local de Jorge Arturo, en una visitada esquina de El Amate, bulle de clientes.

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Burbujas de leyenda “De lo único que me arrepiento en la vida es de no beber suficiente champagne” . John Maynard Keynes Economista británico

María Mercedes Arce ocas bebidas han generado tanto debate y leyendas como el champán, así como pocas han sido las reservadas para las celebraciones más importantes de los seres humanos en occidente. Príncipes bautizados con este líquido, coronaciones de reyes, brindis de bodas, festejos de fin de año y hasta un baño con el burbujeante vino para el piloto ganador de una carrera de carros. A lo largo de los años se ha convertido en el rey de las celebraciones. El Non plus ultra de los vinos y de las fiestas. A diferencia de otras bebidas en las que se ahogan las penas, en las burbujas del champán parece habitar una placidez embriagante. Su historia que se funde y confunde con las leyendas, resultando, a momentos, difusa en los anales de los siglos; su celosamente protegida denominación de origen, y hasta la cristalería más apropiada para su consumo, son como el implícito bagaje que lo acompaña. La génesis del burbujeante vino podría remontarse al año 57 a. C. cuando las tropas de Julio César decidieron invadir toda Galia y los habitantes de la región, que le da nombre a la bebida (celtas de origen belga en su mayoría, según apunta el historiador Thierry Dutour en La ciudad medieval. Orígenes y triunfo de la Europa urbana), incapaces de hacerle frente a tamaña invasión, decidieron enviar emisarios ante el Emperador para ponerse bajo su protección. En aquel remoto entonces habría comenzado la producción vitivinícola en Champagne, impulsada por los

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A Dom Pérignon se le atribuye la autoría del método Champenoise.

nobles romanos que se asentaron en Durucortorum (actual Reims), cuando la ciudad se convirtió en el cuartel general del César y, más adelante, en la capital de la Galia Belga.

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“Llega un momento en la vida de toda mujer en el que lo único que puede salvarla es una copa de champagne” . Bette Davis, actriz estadounidense

Los vinos que se producían en la región distaban mucho de la bebida color oro prístino que se conoce actualmente como champán. Durante los siglos VI y VII, la vid se cultivaba, principalmente, en torno a las propiedades eclesiásticas. Una de ellas, la célebre Abadía de Hautvillers, fundada en el año 650. Más allá de los menesteres del alma, los monjes proveían de vino a los nobles del lugar y de las nuevas ciudades a donde lo hacían llegar transportado fluvialmente, en su mayoría. Otra parte de su producción viajaba por los caminos construidos por los romanos, de los cuales, para fortuna de los monjes, las rutas más importantes que iban de los Alpes al Rhin; la de La Mancha y la del Mar del Norte, pasaban por Reims. Esta convergencia de vías terrestres propició que Reims se convirtiera en un importante punto de realización de ferias, cuya reputación atraía a comerciantes y banqueros de todo el continente. La zona pasó a ser, de manera definitiva, parte de Francia tras el matrimonio de Juana de Navarra y Champagne con el futuro rey Felipe. El destino fue sellado cuando el hijo de la pareja fue coronado en 1314 con el nombre de Lous X, apunta Susana Herreros Lopetegui en Historia Ilustrada de Navarra al desentramar las genealogías de la época. Herbert de Vermandois, Primer Conde de Champagne, nombró Arzobispo de Reims a su hijo de 5 años. Él y sus sucesores contribuyeron a desarrollar más las ferias de la ciudad, al asegurar su regularidad. En el siglo XIII, las ferias se institucionalizaron y en estas se podía encontrar especias, joyería, paños y, sobre todo, abundante vino, aunque todavía no espumoso.

Leyenda e historia de las burbujas

Dom Pierre Pérignon es una figura clave en la historia. Néstor Luján, periodista, gastrónomo y escritor español,


benedictino de Sant Feliu de Guixols. Pero no hay datos fiables sobre este hecho. Oz Clarke se lo atribuye a él en su libro Atlas del vino, mientras que Hugh Jonhson lo desmiente en su obra El vino. Nuevo atlas mundial.

Una mujer al mando

Madame Clicquot perfeccionó el método, logrando un líquido prístino.

menciona en el libro Allegro Vivace, Historia del Champagne, el Cava y los vinos espumosos, que de la biografía de Dom Pérignon, nacido en 1638 y fallecido en 1715, “no conocemos apenas nada, al menos en noticias contemporáneas”. Se cuenta con registros, dice Luján, de que ingresó a la orden benedictina en 1657, cuando tenía 19 años, en el convento de monjes de la abadía de Saint-Vannes, en la ciudad de Verdún. Posteriormente, a partir 1668 se hizo cargo de las bodegas de la abadía de Hautvillers. Los historiadores no coinciden en que Dom Pérignon haya sido quien desarrollara el método champenoise. Sin embargo, la mayoría resuelve establecer que fue en la abadía de Hautvilliers y con la intervención del monje, que dio inicio la historia de esta exquisita bebida. La abadía tenía unas 12 hectáreas de viñedo y recibía las uvas en concepto del cobro de diezmos. En el momento de la vendimia se distribuían los trentins, anchos recipientes que se llenaban de la mayor cantidad posible de uvas, 1 de cada 11 de estos era para el abad. Al aplastarse las uvas por su propio peso, dice Luján, la vendimia fermentaba prematuramente y se coloreaban los mostos, dejando de ser perfectamente blancos, “como quería el meticuloso Dom Pérignon, quien decidió modificar la organización de las vendimias para obtener un vino totalmente blanco”. El arte de tratar bien la viña y el vino de Champagne, cuya autoría se atribuye al monje, fue publicado en 1718, tres años después de su muerte, por el canónigo Juan Godinot. Las principales normas recogidas en el libro representaron una revolución en la forma de vendimia.

¡Qué corcho!

Dom Pérignon habría aportado también al proceso para la elaboración, la mezcla de uvas de diferentes zonas, que, luego de la primera fermentación que se realizaba en barricas, se embotellaba el vino para una segunda fermentación, pero el problema era cómo conservar el gas dentro, ya que 3 de cada 4 botellas se perdían en las explosiones ocasionadas por el gas. Francisco Berciano de la Fundación de Investigaciones Sociales A C (FISAC) de México, apunta que Dom Jean Oudard, encargado de la bodega de la abadía de Pierry, perfeccionó la técnica de embotellado, y decidió añadir el licor de tiraje, siendo uno de los primeros en usar el tapón de corcho. “Aunque en dicho licor de tiraje, no estaba todavía perfeccionada la cantidad exacta para generar las atmósferas precisas, y seguían explotando las botellas”. Nuevamente, la leyenda y la realidad se mezclan, y resulta difícil saber, a ciencia cierta, quién fue el primero en utilizar un tapón de corcho para la botella. Algunos defienden que fue Dom Pérignon, tras visitar el monasterio

La siguiente gran revolución que experimentó la bebida, y que cuenta con mayor documentación, fue la llevada a cabo en el siglo XIX por la Barbe-Nicole Ponsardin, mundialmente famosa como La Viuda de Clicquot. La escritora Tilar J. Mazzeo narra en su libro The Widow Cliquot: The Story of a Champagne Empire and the Woman Who Ruled It, que ella desarrolló las técnicas del degüelle y del removido. Las botellas entonces eran oscuras y las lías no eran eliminadas, resultando en un líquido turbio. Madame Clicquot, prematuramente viuda, luego de heredar el negocio de vinos de su difunto esposo, ideó el sistema para eliminar los posos, sin afectar al resto del champán, haciendo que este fuera mucho más agradable. En 1816, acota Mazzeo, La Viuda encargó una enorme mesa perforada, en cuyos agujeros introducía las botellas invertidas, de forma que se juntaban allí los posos y después abría los recipientes y los eliminaba. Más tarde, ideó el sencillo método de sacudir ligeramente la botella con el fin de que los posos que se quedan pegados en el fondo llegasen hasta el corcho, sistemas que aún se practian. En 1836, el farmacéutico J. B. François, calculó la cantidad idónea de azúcar a introducir en el tiraje. Esto, unido a los estudios de Louis Pasteur sobre levaduras y fermentos, puso fin a una de las grandes pérdidas económicas del champán, que era el estallido de numerosas botellas durante la segunda fermentación.

El recipiente sí importa

Para beber este vino se reconocen tres modelos diferentes de copas. La primera, conocida como champañera, es muy amplia en la parte superior. Los otros dos diseños reciben los nombres de flauta y tulipán, por su estilo alargado y angosto. Acerca de la forma de la primera de estas, existe la leyenda que asegura que la champañera fue moldeada en los senos de María Antonieta de Austria, lo que se desmiente en el libro María Antonieta: la última reina, de Antonia Fraser. También circula la versión de que su forma recrea los pechos de la amante de Luis XV, Madame de Pompadour; y la que señala que reproduce los de la emperatriz Josefina por encargo de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, en la biografía escrita por Ernest John Knapton, de la Universidad de Harvard, no se consigna referencia alguna al respecto. El sommelier español, Alejandro Barrientos, en su libro El perfecto somellier, dice que la champanera es una copa sin interés enológico: “El gas se escapa, el vino se calienta y es casi imposible apreciar cualquier aroma en esa cáliz tan abierto”. Al respecto, científicos de la Universidad de Reims, encabezados por el Profesor Gerard Liger-Belair, publicaron en 2010 el Estudio Sobre las pérdidas del CO2 disuelto al servir champán, en el cual comprobaron que el dióxido de carbono gaseoso y los compuestos orgánicos volátiles, resultantes del flujo de gases que escapan durante la fase líquida en forma de las famosas burbujas, invaden progresivamente el espacio libre que queda arriba, por lo que es más recomendable la utilización de copas altas para beberlo. Por el reducido diámetro de la boca de estas copas, así como su mayor profundidad, se favorece que las burbujas no se pierdan tan fugazmente y que, escapando del líquido, sean visibles durante más tiempo.

Denominación de origen Es un tipo de indicación geográfica, aplicada a un producto agrícola o alimenticio, cuya calidad o características se deben fundamental y exclusivamente al medio geográfico en el que se produce, transforma y elabora. En otras palabras, es una calificación que se emplea para proteger legalmente ciertos alimentos que se elaboran en una zona determinada, contra productores de otras zonas que quisieran aprovechar el buen nombre que han creado los originales, en un largo tiempo de fabricación o cultivo. Un caso típico es la denominación de origen francesa del Champagne (champaña o champán), originario de la homónima región. Su establecimiento hizo que los productores de vinos espumosos con método champenoise de producción, tuvieran que inventar otros nombres. Por ejemplo, en España se adoptó el de Cava y en otros países se limita a vino espumoso.

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Un recuerdo nav

maginad una mañana de finales de noviembre. Una mañana de comienzos de invierno, hace más de 20 años. Pensad en la cocina de un viejo caserón de pueblo. Su principal característica es una enorme estufa negra; pero también contiene una gran mesa redonda y una chimenea con un par de mecedoras delante. Precisamente hoy comienza la estufa su temporada de rugidos. Una mujer de trasquilado pelo blanco se encuentra de pie junto a la ventana de la cocina. Lleva zapatillas de tenis y un amorfo jersey gris sobre un vestido veraniego de calicó. Es pequeña y vivaz, como una gallina bantam; pero, debido a una prolongada enfermedad juvenil, tiene los hombros horriblemente encorvados. Su rostro es notable, algo parecido al de Lincoln, igual de escarpado, y teñido por el sol y el viento; pero también es delicado, de huesos finos, y con unos ojos de color jerez y expresión tímida. ¡Vaya por Dios! exclama, y su aliento empaña el cristal ¡Ha llegado la temporada de las tartas de frutas! La persona con la que habla soy yo. Tengo 7 años; ella, 60 y tantos. Somos primos, muy lejanos, y hemos vivido juntos, bueno, desde que tengo memoria. También viven otras personas en la casa, parientes; y aunque tienen poder sobre nosotros, y nos hacen llorar frecuentemente, en general, apenas tenemos en cuenta su existencia. Cada uno de nosotros es el mejor amigo del otro. Ella me llama Buddy, en recuerdo de un chico que antiguamente había sido su mejor amigo. El otro Buddy murió en los años 80 del siglo pasado, de pequeño. Ella sigue siendo pequeña. Lo he sabido antes de levantarme de la cama, dice, volviéndole la espalda a la ventana y con una mirada de determinada excitación. La campana del patio sonaba fría y clarísima. Y no cantaba ningún pájaro; se han ido a tierras más cálidas, ya lo creo que sí. Mira, Buddy, deja de comer galletas y vete por nuestro carricoche. Ayúdame a buscar el sombrero. Tenemos que preparar 30 tartas. Siempre ocurre lo mismo: llega cierta mañana de noviembre, y mi amiga, como si inaugurase oficialmente esa temporada navideña anual que le dispara la imaginación y aviva el fuego de su corazón, anuncia: -¡Ha llegado la temporada de las tartas! Vete por nuestro carricoche. Ayúdame a buscar el sombrero. Y aparece el sombrero, que es de paja, bajo de copa y muy ancho de ala, y con un corsé de rosas de terciopelo marchitadas por la intemperie: antiguamente era de una parienta que vestía muy a la moda. Guiamos juntos el carricoche, un desvencijado cochecillo de niño, por el jardín, camino de la arboleda de pacanas. El cochecito es mío; es decir, que lo compraron para mí cuando nací. Es de mimbre, y está bastante destrenzado, y sus ruedas se bambolean como las piernas de un borracho. Pero es un objeto fiel; en primavera lo llevamos al bosque para llenarlo de flores, hierbas y helechos para las macetas de la entrada; en verano, amontonamos en este toda la parafernalia de las meriendas campestres, junto con las cañas de pescar, y bajamos hasta la orilla de algún riachuelo; en invierno también tiene algunas funciones: es la camioneta en la que trasladamos la leña desde el patio hasta la chimenea, y le sirve de cálida cama a Queenie, nuestra pequeña terrier anaranjada y blanca, un correoso animal que ha sobrevivido a mucho malhumor y a dos mordeduras de serpiente de cascabel. En este momento Queenie anda trotando en pos del carricoche. Al cabo de tres horas nos encontramos de nuevo en la cocina, descascarillando una carretada de pacanas que el viento ha hecho caer de los árboles. Nos duele la espalda de tanto agacharnos a recogerlas: ¡qué difíciles han sido de

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Guatemala, VIERNES 27 de diciembre de 2013

encontrar (pues la parte principal de la cosecha se la han llevado, después de sacudir los árboles, los dueños de la arboleda, que no somos nosotros) bajo las hojas que las ocultaban, entre las hierbas engañosas y heladas! ¡Caaracrac! Un alegre crujido, fragmentos de truenos en miniatura que resuenan al partir las cáscaras, mientras en la jarra de leche sigue creciendo el dorado montón de dulce y aceitosa fruta marfileña. Queenie comienza a relamerse, y de vez en cuando mi amiga le da furtivamente un pedacito, pese a que insiste en que nosotros ni siquiera la probemos, -no debemos hacerlo, Buddy. Como empecemos, no habrá quien nos pare. Y ni siquiera con las que hay tenemos suficiente. Son 30 tartas. La cocina va oscureciéndose. El crepúsculo transforma la ventana en un espejo: nuestros reflejos se entremezclan con la luna ascendente, mientras seguimos trabajando junto a la chimenea a la luz del hogar. Por fin, cuando la luna ya está muy alta, echamos las últimas cáscaras al fuego y, suspirando al unísono, observamos cómo van prendiendo. El carricoche está vacío; la jarra, llena hasta el borde. Tomamos la cena (galletas frías, tocino, mermelada de zarzamora) y hablamos de lo del día siguiente. Un día después empieza el trabajo que más me gusta: ir de compras. Cerezas y cidras, jengibre y vainilla y piña hawaiana en lata, pacanas y pasas y nueces y whisky y, ¡oh! montones de harina, mantequilla, muchísimos huevos, especias, esencias: pero ¡sí nos hará falta un pony para tirar del carricoche hasta casa! Pero, antes de comprar, queda la cuestión del dinero. Ninguno de los dos tiene ni cinco. Solamente las cicateras cantidades que los otros habitantes de la casa nos proporcionan muy de vez en cuando (ellos creen que una moneda de 10 centavos es una fortuna) y lo que nos ganamos por medio de actividades diversas: organizar tómbolas de cosas viejas, vender baldes de zarzamoras que nosotros mismos recogemos, tarros de mermelada casera y de jalea de manzana y de melocotón en conserva, o recoger flores para funerales y bodas. Una vez ganamos el septuagésimo noveno premio, cinco dólares, en un concurso nacional de rugby. Y no porque sepamos ni jota de rugby. Solo porque participamos en todos los concursos de los que tenemos noticia: en este momento nuestras esperanzas se encuentran en el Gran Premio de 50 mil dólares que ofrecen por inventar el nombre de una nueva marca de cafés (nosotros hemos propuesto “A.M.”; y después de dudarlo un poco, porque a mi amiga le parecía sacrílego, como eslogan: “¡A.M.! ¡Amén!”). A fuer de sincero, nuestra única actividad provechosa de verdad fue lo del Museo de Monstruos y Feria de Atracciones que organizamos hace un par de veranos en una leñera. Las atracciones consistían en proyecciones de linterna mágica con vistas de Washington y Nueva York prestadas por un familiar que había estado en esos lugares (y que se puso furioso cuando se enteró del motivo por el que se las habíamos pedido); el Monstruo era un polluelo de tres patas, recién incubado por una de nuestras gallinas. Toda la gente de por aquí quería ver al polluelo: les cobrábamos cinco centavos a los adultos y dos a los niños. Y llegamos a ganar nuestros buenos 20 dólares antes de que el museo cerrara sus puertas, debido a la defunción de su principal estrella. Pero entre unas cosas y otras vamos acumulando cada año nuestros ahorros navideños, el Fondo para Tartas de Frutas. Guardamos escondidos este dinero en un viejo monedero de cuentas, debajo de una tabla suelta que está debajo del piso que está debajo del orinal que está debajo de la cama de mi amiga. Solo sacamos el monedero de su seguro escondrijo para hacer un nuevo depósito, o, como suele ocurrir los sábados, para algún reintegro; porque los sábados me corresponden 10 centavos para el cine. Mi amiga no ha ido jamás al cine, ni tiene intención de hacerlo: - Prefiero que tú me cuentes la historia, Buddy. Así puedo

imaginármela mejor. Además, las personas de mi edad no deben malgastar la vista. Cuando se presente el Señor, quiero verle bien. Aparte de no haber visto ninguna película, tampoco ha comido en ningún restaurante, viajado a más de cinco kilómetros de casa, recibido o enviado telegramas, leído nada que no sean tebeos y la Biblia, usado cosméticos, pronunciado palabrotas, deseado mal alguno a nadie, mentido a conciencia, ni dejado que ningún perro pasara hambre. Y estas son algunas de las cosas que ha hecho, y que suele hacer: matar con una azada la mayor serpiente de cascabel jamás vista en este condado (16 cascabeles), tomar rapé (en secreto), domesticar colibríes (desafío a cualquiera a que lo intente) hasta conseguir que se mantengan en equilibrio sobre uno de sus dedos, contar historias de fantasmas (tanto ella como yo creemos en los fantasmas) tan estremecedoras que te dejan helado hasta julio, hablar consigo misma, pasear bajo la lluvia, cultivar las camelias más bonitas de todo el pueblo, aprenderse la receta de todas las antiguas pócimas curativas de los indios, entre otras, una fórmula mágica para quitar las verrugas. Ahora, terminada la cena, nos retiramos a la habitación que hay en una parte remota de la casa, y que es el lugar donde mi amiga duerme, en una cama de hierro pintada de rosa chillón, su color preferido, cubierta con una colcha de retazos. En silencio, saboreando los placeres de los conspiradores, sacamos de su secreto escondrijo el monedero de cuentas y derramamos su contenido sobre la colcha. Billetes de un dólar, enrollados como un canuto y verdes como brotes de mayo. Sombrías monedas de 50 centavos, tan pesadas que sirven para cerrarle los ojos a un difunto. Preciosas monedas de 10 centavos, las más alegres, las que tintinean de verdad. Monedas de 5 y 25 centavos, tan pulidas por el uso como guijas de río. Pero, sobre todo, un detestable montón de hediondas monedas de un centavo. El pasado verano, otros habitantes de la casa nos contrataron para matar moscas, a un centavo por cada 25 moscas muertas. Ah, aquella carnicería de agosto: ¡cuántas moscas volaron al cielo! Pero no fue un trabajo que nos enorgulleciera. Y, mientras vamos contando los centavos, es como si volviésemos a tabular moscas muertas. Ninguno de los dos tiene facilidad para los números; contamos despacio, nos descontamos, volvemos a empezar. Según sus cálculos, tenemos 12.73 dólares. Según los míos, 13 dólares exactamente. - Espero que te hayas equivocado tú, Buddy. Más nos vale andar con cuidado si son 13. Se nos deshincharán las tartas. O enterrarán a alguien. Por Dios, en la vida se me ocurriría levantarme de la cama un día 13. Lo cual es cierto: se pasa todos los días 13 en la cama. De modo que, para asegurarnos, sustraemos un centavo y los tiramos por la ventana. De todos los ingredientes que utilizamos para hacer nuestras tartas de frutas no hay ninguno tan caro como el whisky, que, además, es el más difícil de adquirir: su venta está prohibida por el Estado. Pero todo el mundo sabe que se le puede comprar una botella Mr. Jajá Jones. Y al día siguiente, después de haber terminado nuestras compras más prosaicas, nos encaminamos a las señas del negocio de Mr. Jajá, un “pecaminoso” (por citar la opinión pública) bar de pescado frito y baile que está a la orilla del río. No es la primera vez que vamos allí, y con el mismo propósito; pero los años anteriores hemos hecho tratos con la mujer de Jajá, una india de piel negra como la tintura de yodo, reluciente cabello oxigenado, y aspecto de muerta de cansancio. De hecho, jamás hemos puesto la vista encima de su marido, aunque hemos oído decir que también es indio. Un gigante con cicatrices de navajazos en las mejillas. Le


videno llaman Jajá por lo tristón, nunca ríe. Cuando nos acercamos al bar (una amplia cabaña de troncos, festoneada por dentro y por fuera con guirnaldas de bombillas desnudas pintadas de colores vivos, y situada en la embarrada orilla del río, a la sombra de unos árboles por entre cuyas ramas crece el musgo como niebla gris) frenamos nuestro paso. Incluso Queenie deja de brincar y permanece cerca de nosotros. Ha habido asesinatos en el bar de Jajá. Gente descuartizada. Descalabrada. El mes próximo irá al juzgado uno de los casos. Naturalmente, esta clase de cosas ocurren por la noche, cuando gimotea el fonógrafo y las bombillas pintadas proyectan demenciales sombras. De día, el local de Jajá es destartalado y está desierto. Llamo a la puerta, ladra Queenie, grita mi amiga: -¡Mrs. Jajá! ¡Eh, señora! ¿Hay alguien en casa? Pasos. Se abre la puerta. Nuestros corazones dan un vuelco. ¡Es Mr. Jajá Jones en persona! Y es un gigante; y tiene cicatrices; y no sonríe. Qué va, nos lanza miradas llameantes con sus satánicos ojos rasgados, y quiere saber: -¿Qué queréis de Jajá? Durante un instante nos quedamos tan paralizados que no podemos decírselo. Al rato, mi amiga medio encuentra su voz, apenas una vocecilla susurrante: - Si no le importa, Mr. Jajá, querríamos un litro del mejor whisky que tenga. Los ojos se le rasgan incluso más. ¿No es increíble? ¡Mr. Jajá está sonriendo! Hasta riendo. -¿Cuál de los dos es el bebedor? - Es para hacer tartas de frutas, Mr. Jajá. Para cocinar. Esto le templa el ánimo. Frunce el ceño. -Qué manera de tirar un buen whisky. No obstante, se retira hacia las sombras del bar y reaparece unos cuantos segundos después con una botella de contenido amarillo margarita, sin etiqueta. Exhibe su centelleo a la luz del sol y dice: -Dos dólares. Le pagamos con monedas de 10, 5 y 1 centavo. De repente, al tiempo que hace sonar las monedas en la mano cerrada, como si fueran dados, se le suaviza la expresión. -¿Sabéis lo que os digo? -nos propone, devolviendo el dinero a nuestro monedero de cuentas -. Pagádmelo con unas cuantas tartas de frutas. De vuelta a casa, mi amiga comenta: -Pues a mí me ha parecido un hombre encantador. Pondremos una tacita más de pasas en su tarta. La estufa negra, cargada de carbón y leña, brilla como una calabaza iluminada. Giran velozmente los batidores de huevos, dan vueltas como locas las cucharas en cuencos cargados de mantequilla y azúcar, endulza el ambiente la vainilla, lo hace picante el jengibre; unos olores combinados que hacen que te hormiguee la nariz, saturan la cocina, empapan la casa, salen volando al mundo arrastrados por el humo de la chimenea. Al cabo de cuatro días hemos terminado nuestra tarea. Treinta y una tartas, ebrias de whisky, se tuestan al sol en los estantes y los alféizares de las ventanas. ¿Para quién son? Para nuestros amigos. No necesariamente amigos de la vecindad: de hecho, la mayor parte las hemos hecho para personas con las que quizás solo hemos hablado una vez, o ninguna. Gente de la que nos hemos encaprichado. Como el presidente Roosevelt. Como el reverendo J. C. Lucey y señora, misioneros baptistas en Borneo, que el pasado invierno dieron unas conferencias en el pueblo. O el pequeño afilador que pasa por aquí dos veces al año. O Abner Packer, el conductor del autobús de las seis que, cuando llega de Mobile, nos saluda con la mano cada día al pasar delante de casa envuelto en un torbellino de polvo. O los Wiston, una joven pareja californiana cuyo automóvil se averió una tarde ante nuestro portal, y que pasó una agradable hora charlando con nosotros (el joven Wiston nos sacó una foto, la única que nos han sacado en nuestra vida). ¿Es

Truman Capote debido a que mi amiga siente timidez ante todo el mundo, excepto los desconocidos, que esos desconocidos, y otras personas a quienes apenas hemos tratado, son para nosotros nuestros más auténticos amigos? Creo que sí. Además, los cuadernos en donde conservamos las notas de agradecimiento con membrete de la Casa Blanca, las ocasionales comunicaciones que nos llegan de California y Borneo, las postales de un centavo firmadas por el afilador, hacen que nos sintamos relacionados con unos mundos rebosantes de acontecimientos, situados muy lejos de la cocina y de su precaria vista de un cielo recortado. Una desnuda rama de higuera decembrina araña la ventana. La cocina está vacía, han desaparecido las tartas; ayer llevamos las últimas a correos, cargadas en el carricoche, y una vez allí tuvimos que vaciar el monedero para pagar los sellos. Estamos en la ruina. Es una situación que me deprime notablemente, pero mi amiga está empeñada en que lo celebremos: con los dos centímetros de whisky que nos quedan en la botella de Jajá. A Queenie le echamos una cucharada en su café (le gusta el café aromatizado con achicoria, y bien cargado). Dividimos el resto en un par de vasos de gelatina. Los dos estamos bastante atemorizados ante la perspectiva de tomar whisky solo; su sabor provoca en los dos expresiones beodas y amargos estremecimientos. Pero al poco rato comenzamos a cantar simultáneamente una canción distinta cada uno. Yo no me sé la letra de la mía, solo: Ven, ven, ven a bailar cimbreando esta noche. Pero puedo bailar: eso es lo que quiero ser, bailarín de claqué en películas musicales. La sombra de mis pasos de baile anda de jarana por las paredes; nuestras voces hacen tintinear la porcelana; reímos como tontos: se diría que unas manos invisibles están haciéndonos cosquillas. Queenie se pone a rodar, patalea en el aire, y algo parecido a una sonrisa tensa sus labios negros. Me siento ardiente y chisporroteante por dentro, como los troncos que se desmenuzan en el hogar, despreocupado como el viento en la chimenea. Mi amiga baila un vals alrededor de la estufa, sujeto el dobladillo de su pobre falda de calicó con la punta de los dedos, igual que si fuera un vestido de noche: Muéstrame el camino de vuelta a casa, está cantando, mientras rechinan en el piso sus zapatillas de tenis. Muéstrame el camino de vuelta a casa. Entran dos parientes. Muy enfadados. Potentes, con miradas censoras, lenguas severas. Escuchad lo que dicen, sus palabras amontonándose unas sobre otras hasta formar una canción iracunda: -¡Un niño de 7 años oliendo a whisky! ¡Te has vuelto loca! ¡Dárselo a un niño de 7 años! ¡Estás chiflada! ¡Vas por mal camino! ¿Te acuerdas de la prima Kate? ¿Del tío Charlie? ¿Del cuñado del tío Charlie? ¡Qué escándalo! ¡Qué vergüenza! ¡Qué humillación! ¡Arrodíllate, reza, pídele perdón al Señor! Queenie se esconde debajo de la estufa. Mi amiga se queda mirando vagamente sus zapatillas, le tiembla el mentón, se levanta la falda, se suena y se va corriendo a su cuarto. Mucho después de que el pueblo se haya ido a acostarse y la casa esté en silencio, con la sola excepción de los carillones de los relojes y el chisporroteo de los fuegos casi apagados, mi amiga llora contra una almohada que ya está tan húmeda como el pañuelo de una viuda. -No llores- le digo, sentado alos pies de la cama y temblando a pesar del camisón de franela, que aún huele al jarabe de la tos que tomé el invierno pasado - no lloresle suplico, jugando con los dedos de sus pies, haciéndole cosquillas-, eres demasiado vieja para llorar.-Por eso lloro -dice ella, hipando-. Porque soy demasiado vieja. Vieja y ridícula.- Ridícula no. Divertida. Más divertida que nadie. Oye, como sigas llorando, mañana estarás tan cansada que no podremos ir a cortar el árbol. Se endereza. Quee-

nie salta encima de la cama (lo cual le está prohibido) para la merle las mejillas. -Conozco un sitio donde encontraremos árboles de verdad, preciosos, Buddy. Y también hay acebo. Con bayas tan grandes como tus ojos. Está en el bosque, muy adentro. Más lejos de lo que nunca hemos ido. Papá nos traía de allí los árboles de Navidad: se los cargaba al hombro. Eso era hace 50 años. Bueno, no sabes lo impaciente que estoy porque amanezca. De mañana. La escarcha helada da brillo a la hierba; el sol, redondo como una naranja y anaranjado como una luna de verano, cuelga en el horizonte y bruñe los plateados bosques invernales. Chilla un pavo silvestre. Un cerdo renegado gruñe entre la maleza. Pronto, junto a la orilla del poco profundo riachuelo de aguas veloces, tenemos que abandonar el carricoche. Queenie es la primera en vadear la corriente, chapotea hasta el otro lado, ladrando en son de queja porque la corriente es muy fuerte, tan fría que seguro que pilla una pulmonía. Nosotros la seguimos, con el calzado y los utensilios (un hacha pequeña, un saco de arpillera) sostenidos encima de la cabeza. Dos kilómetros más: de espinas, erizos y zarzas que se nos enganchan en la ropa; de herrumbrosas agujas de pino, y con el brillo de los coloridos hongos y las plumas caídas. Aquí, allá, un destello, un temblor, un éxtasis de trinos nos recuerdan que no todos los pájaros han volado hacia el sur. El camino serpentea siempre por entre charcos alimonados de sol y sombríos túneles de enredaderas. Hayque cruzar otro arroyo: una fastidiada flota de moteadas truchas hace espumear el agua a nuestro alrededor, mientras unas ranas del tamaño de platos se entrenan a darse panzadas; unos obreros castores construyen un dique. En la otra orilla, Queenie se sacude y tiembla. También tiembla mi amiga: no de frío, sino de entusiasmo. Una de las maltrechas rosas de su sombrero deja caer un pétalo cuando levanta la cabeza para inhalar el aire cargado del aroma de los pinos. -Casi hemos llegado. ¿No lo hueles, Buddy? -dice, como si estuviéramos aproximándonos al océano. Y, en efecto, es como cierta suerte de océano. Aromáticas extensiones ilimitadas de árboles navideños, de acebos de hojas punzantes. Bayas rojas tan brillantes como campanillas sobre las que se ciernen, gritando, negros cuervos. Tras haber lle nado nuestros sacos de arpillera con la cantidad suficiente de verde y rojo como para adornar una docena de ventanas, nos disponemos a elegir el árbol. Tendría que ser -dice mi amiga- el doble de alto que un chico. Para que ningún chico pueda robarle la estrella. El que elegimos es el doble de alto que yo. Un valiente y bello bruto que aguanta 30 hachazos antes de caer con un grito crujiente y estremecedor. Cargándolo como si fuese una pieza de caza, comenzamos la larga expedición de regreso. Cada pocos metros abandonamos la lucha, nos sentamos, jadeamos. Pero poseemos la fuerza del cazador victorioso que, sumada al perfume viril y helado del árbol, nos hace revivir, nos incita a continuar. Muchas felicitaciones acompañan nuestro crepuscular regreso por el camino de roja arcilla que conduce al pueblo; pero mi amiga se muestra esquiva y vaga cuando la gente elogia el tesoro que llevamos en el carricoche: qué árbol tan precioso, ¿de dónde lo habéis sacado - De allá lejos- murmura ella con imprecisión. Una vez se detiene un coche, y la perezosa mujer del rico dueño de la fábrica se asoma y gimotea: - Os doy 25 centavos por ese árbol. En general, a mi amiga le da miedo decir que no; pero en esta ocasión rechaza prontamente el ofrecimiento con la cabeza: - Ni por un dólar. La mujer del empresario insiste. - ¿Un dólar? Y un cuerno. 50 centavos. Es mi última oferta. Pero mujer, puedes ir por otro. En respuesta, mi amiga reflexiona amablemente -Lo dudo. Nunca hay dos de nada.

Guatemala, VIERNES 27 de diciembre de 2013

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