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Portal Editorial Actos de independencia como los que acarrea anualmente la actividad conmemorativa de septiembre, son aquellos que celebramos en comunidad. En ese sentido, la comunidad regional se fortalece en la medida en que la vocación independiente de sus partes logra integrar una visión de conjunto. Por eso, los acuerdos multilaterales incluyen no solo estipulaciones de corto y mediano plazo, sino, sobre todo, mecanismos permanentes y sostenidos de intercambio en este corredor cultural llamado Centroamérica. Para ello, es pertinente tomar en cuenta que todo lo cultural es político, que lo regional es nacional y que lo global, en última instancia, es también local. Pero los actos de independencia también tienen que ver con individuos cuyo cosmos único e irrepetible está hecho de actos vitales cotidianos que afirman y fortalecen lazos con el entorno inmediato y aseguran las redes afectivas que la sobrevivencia teje en la persistente construcción de la esperanza. Así que, en este período significativo, la mejor apuesta es aportar autonomía a los actos colectivos y apuntalar la interdependencia individual. Es la ecuación que da sentido de pertenencia a la persona, integrándola al todo como un bien comunitario.
DIRECTORIO Director General: Pavel Arellano Arellano Subdirector General Técnico: Rodrigo Carrillo Edición: Otoniel Martínez Diseño Gráfico: Héctor Estrada Digitalización: Boris Molina Biblioteca de la Tipografía Nacional: Thelma Mayén Hemeroteca del Diario de Centro América: Álvaro Hernández
Guatemala, viernes 8 de septiembre de 2017
Andrés Ch
Kilómet uarenta y dos años de hondas vivencias en el Palacio Nacional, constituyen uno de los aspectos más importantes en la vida del autor. Años de dedicación plena, amoroso cuidado, compenetración, admiración, fidelidad, eficiencia, patriotismo y tanto más, es lo que deja tras de sí, en su Palacio, don Andrés, jefe de conserjes del segundo nivel del emblemático edificio a la hora de su jubilación. Toda una vida verdaderamente ejemplar la de este servidor público que puso lo mejor de sí mismo en una labor que pudo ser monótona y que él convirtió en una aventura interesante y fructífera. Pasó don Andrés por el Palacio Nacional como un rey, con paso lento y seguro. Y el Palacio también pasó por él, pero no de largo. Lo atravesó y se le quedó muy adentro, llenándolo de inspiración. Fue así como conoció sus valores, sus secretos, sus fantasmas y sus glorias. Y las cantó en prosa y en verso. En verso-prosa o en prosa-verso, sin cánones. Tal como el mismo Palacio se lo hacía sentir. Le cantó a sus piedras, a sus fuentes, a sus vitrales, a sus hermosos salones, a su gran lámpara, a sus reinas, a sus fiestas. Nada escapó a su inspiración, nada quedó en Palacio sin que fuera cantado por él. Josefina Alonso de Rodríguez
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Charles Etienne Brass
Nació en Bourbourg, Norte-Paso de Calais, Francia, el 8 de septiembre de 1814. Pionero en el estudio de la arqueología, etnología e historia precolombina de Mesoamérica, en 1863 anunció haber descubierto la clave de la transcripción de la escritura maya y publicó lo que creía era la traducción del Popol Vuh. Editó también una gramática del idioma quiché.
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Cuento 199
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Tatuaje
Cuando su prometido regresó del mar, se casaron. En su viaje a las islas orientales, el marido había aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la boda, y ante el asombro de su amada, puso en práctica sus habilidades: armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibujó en el vientre de la mujer un hermoso, enigmático y afilado puñal. La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre revivió alguna extraña enfermedad contraída en las islas pantanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la línea vaga del horizonte, el marino emprendió el ansiado viaje a la eternidad. En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ratos, como si en ello encontrase algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado por el precioso puñal. El dolor fue intenso, y también breve. El otro, hombre de tierra firme, comenzó a rondarla. Ella, al principio esquiva Archivo
y recatada, fue cediendo terreno. Concertaron una cita. La noche convenida ella lo aguardó desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le quedó muerto encima, atravesado por el puñal. Ednodio Quintero/Venezuela
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Abecedario
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Fuente mudéjar de Chiapa, construida por fray Rodrigo de León en 1562.
Chiapa de Corzo Santiago de Guatemala, se comunicaba por el Camino Real con el pueblo de Chiapa de los Indios (hoy Chiapa de Corzo), que era el poblado más grande y próspero de la provincia de Chiapas. Estas dos poblaciones eran terminales de una activa ruta de comunicación y comercio entrelazadas administrativamente.
Mario Tejada Bouscayrol y Thomas A. W. Lee*
l Camino Real entre Chiapa de los Indios y Santiago de Guatemala, comunicaba la capital del Reino con las Audiencias vecinas de la Nueva España, principalmente con la Audiencia de México, que comenzaba en Oaxaca y con la cual había un intenso comercio, principalmente con la ciudad de Puebla de los Ángeles y con Acapulco, donde atracaba el galeón de Manila. El comercio durante la época colonial entre el centro de México y el Reino de Guatemala se inicia desde el siglo XVI, pocos años después de consolidada la conquista militar. Por tal motivo, muchos de los primeros bienes importados consistían en artefactos, armas, y herramientas, o caballos, ganado y animales domésticos de origen castellano. Debido a la falta de materiales de construcción de tipo español, durante estos años se importaron de España tejas, ladrillos, clavos, herrajes y objetos de herrería, hasta que se empezaron a elaborar localmente. Estos materiales venían como lastre en los galeones, que a su vez, después de descargados eran sustituidos por la carga enviada a España desde las Indias. Más adelante, conforme se fue consolidando la vida urbana, se incrementó la demanda por otros bienes, incluyendo a aquellos de lujo. Entre estos había cerámica fina —principalmente de Puebla— joyería, platería, e imaginería, además de los objetos del comercio pro-
veniente de oriente que llegaban en el Galeón de Manila. La carga del galeón era desembarcada en Acapulco, que era el único puerto autorizado para desembarcar las mercancías del Oriente que traía esta nave, desde allí se transportaba en recuas de mulas al interior. En ese entonces el puerto de Acapulco pertenecía al Corregimiento de Puebla, por lo que esta ciudad era el primer destino a donde llegaba la carga del galeón. Parte de los cargamentos que llegaban a Puebla de los Ángeles, se enviaba a Guatemala, siguiendo la ruta que desde México pasaba por Chiapa de los Indios.
El señorío
Chiapa era la capital del señorío de los chiapanecas, que anterior a la conquista española era el pueblo más poderoso y aguerrido de esa región, al que costó muchos años someter. En 1524 se enfrentaron a las huestes del capitán Luis Marín, enviado por Hernán Cortés, quien los derrotó después de una dura batalla. Seguidamente, Marín continuó su “entrada” en otras partes del territorio aún sin conquistar. Al retirarse los españoles, los chiapanecas se rearmaron y se volvieron a fortificar. Una segunda “entrada” comandada por Diego de Mazariegos logró finalmente someter a los “chiapas”, después de una encarnizada resistencia. Una vez sometidos, Mazariegos fundó en 1528 la primera villa de Chiapas. Poco después, los españoles encontraron en el valle de Jovel
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(San Cristóbal de las Casas) un sitio que les pareció más adecuado para establecerse. Mazariegos fundó en este lugar una nueva población: Villa Real de Chiapas, el 31 de marzo de 1528. Conocida también como “Chiapa de los Españoles”, la que se convirtió en la capital de la provincia. Los chiapanecas volvieron a alzarse en armas una vez que los españoles se retiraron del valle del Río Grande y se fortificaron en el cañón del Sumidero, hasta que fueron derrotados en 1536 por un contingente castellano enviado por Pedro de Alvarado.
Abolir la encomienda
Una vez concluida la conquista del señorío, los frailes de la orden de Santo Domingo recibieron el encargo de evangelizar y administrar la comarca. A una legua de la antigua capital chiapaneca, se fundó en 1528 un pueblo de indios, como se le denominaba en esos tiempos a los poblados habitados por indígenas producto de las reducciones impulsadas por fray Bartolomé de Las Casas, que fue ratificado por cédula real de 1535. En 1542, fray Bartolomé de Las Casas, obtuvo de Carlos V la autorización para abolir la encomienda de Chiapa, la cual pasó a formar parte de la administración de la Orden de Santo Domingo. En 1552 el rey le otorgó el nombre de Chiapa de la Real Corona. El pueblo de Chiapa siguió gobernado por sus propios caciques y supervisado por los frailes. La orden de Santo Domingo, además de dedicarse a la labor evangelizadora, inició una intensa actividad constructiva, tanto de carácter religioso como de orden público. Construyeron una iglesia con un convento anexo, que con el tiempo siguió reformándose y elaborándose, hasta convertirse en el convento más grande e importante de la provincia de San Vicente de Chiapas. Para el siglo XVIII, el convento y la iglesia tenía un espacioso atrio rodeado por un muro con puertas de acceso a la plaza. Entre las obras de ingeniería civil más importantes realizadas por los frailes, se encuentra una gran fuente, que servía de pila y abrevadero. Fue construida en 1562 por fray Rodrigo de León, en estilo mudéjar. Según fray Antonio de Remesal, “A los de Chiapa se les añadió otra ocasión de contento y alegría en el fin del edificio de la fuente que está en medio de la plaza, que es uno de los buenos y bien trazados que hay en todas las Indias; trazole y comenzole el padre Fray Rodrigo de León y en su ausencia suya la prosiguió un español hasta echarle este año de 1562 el agua. Y como los indios la viesen subir en alto, tuviéronlo al principio por un milagro tan grande que los viejos se hincaban de rodillas, y se daban golpes en los pechos, como quiense veia cosa divina.” (fray Antonio de Remesal Historia General de Chiapa y Guatemala; Cap. XIII; 1619.) En el Siglo XVIII, se construyó una arcada alrededor de la plaza, donde se alojaban los edificios públicos y civiles. Además de la iglesia principal ubicada en el centro, en una loma en uno de los extremos de la población, se erigió una iglesia durante el siglo XVI dedicada a San Sebastián. En su estilo, este templo incorpora elementos de estilo mudéjar, combinados con elementos renacentistas y barroco temprano, además de contar con arcos en ojiva en estilo gótico. El
convento de Chiapa de los Indios o de La Real Corona, tenía categoría de Priorato y Cabecera de Parroquia, teniendo como anexos los pueblos Visita (dependientes del curato) de Tuxtla, Suchiapa, Pochutla, Chiapilla, Ostuta, y Acala. Debido a su ubicación geográfica, Chiapa había sido históricamente un importante centro comercial y punto central de convergencia de distintas rutas de comunicaciones terrestres y fluviales. Esta ubicación estratégica permitió que Chiapa mantuviera un comercio floreciente durante el período colonial. El comercio terrestre que venía de Puebla y el resto del centro de México con dirección a Guatemala, se sumaba en Chiapa a otros productos provenientes de distintas vías terrestres y fluviales. El comercio de productos de Oriente que llegaban en el galeón de Manila, tuvo efecto en las artesanías locales que incorporaron elementos y técnicas orientales. Como resultado de las influencias de la China se desarrolló la artesanía de la laca y los trabajos en seda.
Pueblos Visita
Saliendo de Chiapa rumbo a Guatemala, el Camino Real seguía la margen derecha del río Grijalva, llamado en esos tiempos Río Grande de Chiapas, hasta la Villa de Acala, situada en sus márgenes. Esta villa era puerto fluvial y embarcadero, donde llegaban mercancías provenientes del golfo de México y había sido desde antes de la Colonia, un nudo en las comunicaciones con la costa del Golfo y las tierras mayas. Acala era un pueblo Visita anexo del convento de Chiapa de los Indios. Sus habitantes eran chiapanecas y formaban parte del antiguo señorío de Chiapa, lo mismo que Ostuta, el siguiente pueblo en el Camino Real. En un informe presentado por el cura de Acala en 1747 da una referencia del “Pueblo
Visita” de Acala y la composición de su población durante el siglo XVIII: “Yo el infrascrito Cura por su Magd. Del pueblo de Acala y sus anexos certifico que el curato que está a mi cargo consta de tres pueblos y y dos Haciendas: el primer Pueblo que es capital, se llama Acala y está en un plan junto al río grande; el otro Pueblo se llama Chiapilla está en una loma; el otro Pueblo se llama Ostuta está en un plan junto al mismo río, que está referido; tiene como cincuenta indios con hombres y mujeres; de hombres hay como veinte, y mujeres como treinta, y los mas son del pueblo de Chiapa y San Bartolomé, porque naturales no pasan de diez. De muchos ay casi nada porque la peste los arrazó en este año de cuarenta y siete el pasado, 1747.” (sic)
Las plagas
Según se desprende del informe del cura, la escasa población indígena que sobrevivió a las plagas que azotaron la región en el siglo XVII, se componía en su mayoría de los habitantes locales chiapanecas a los que se suma una pequeña proporción de mayas tzotziles [de] “San Bartolomé, porque naturales no pasan de diez” El primer pueblo que cruzaba el Camino Real adelante de Acala era Chiapilla, actual cabecera municipal. Este poblado ocupaba desde tiempos inmemoriales ambas márgenes del río Grijalva con sus ricas y fértiles riveras que permiten tres cosechas al año. En el periodo anterior a la llegada de los españoles los chiapanecas tuvieron su centro cívico-ceremonial, que fue el rector de la región, ubicado en el sitio conocido como San Marcialito, asentamiento abandonado ya, pero del que aún se ven ruinas en las tierras del ejido de Lázaro Cárdenas del mismo municipio (Lowe 1959:34). Todavía se aprecian en el panteón del pueblo las ruinas de la primera iglesia, con su fachada y restos de muros laterales. Esta fue la
Iglesia de la Orden de los Dominicos dedicada a San Sebastián. Construida en el siglo XVI combinando estilos mudéjar y renacentistas, con elementos góticos.
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Hacienda colonial con un trapiche y plantaciones de caña de azúcar, trabajada con esclavos negros.
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iglesia original hecha tempranamente a principios de la Colonia y el trazado del pueblo se hizo alrededor de la misma, según la tradición oral de hoy día. Durante el siglo XVII se desató una serie de plagas que asolaron la región y diezmaron a la mayoría de la población indígena, la que carecía de resistencia a las nuevas enfermedades de origen europeo a lo que se sumó la introducción de ganado y aves de corral que contaminaron las aguas y el cambio del patrón de asentamiento que facilitó el contagio de sus habitantes. Después de abandonados los pueblos a orillas del Río Grande, la ruta de Comitán que venía por Los Altos cobró mayor importancia.
Haciendas españolas
Después de fundados los pueblos de indios, algunos españoles adquirieron tierras en la vecindad, aprovechando la mano de obra de los pobladores. Desde 1595, se establecieron las haciendas españolas en San Bartolomé, que se mantuvieron durante todo el período colonial. Con el despoblamiento de muchos “pueblos de indios” debido a las pestes que diezmaron a la población, sus tierras pasaron nuevamente a la Corona, que a su vez las vendió a particulares. Varias de las haciendas asentadas en el valle pertenecían a clérigos, ya sea a sacerdotes seculares o eran propiedad de las órdenes religiosas. Las haciendas españolas se dedicaban a la crianza de ganado y el cultivo de granos. También se introdujo el cultivo de caña de azúcar y se fundaron numerosos trapiches. Según la legislación de Indias, en las plantaciones de caña, ingenios azucareros y obrajes de añil, no podían trabajar los indígenas, por lo que se introdujeron esclavos negros. Sin embargo, en la práctica, los indígenas siguieron trabajando en los ingenios llevando a cabo distintas labores relacionadas con la labranza, carpintería y construcción. ( Manuel Lucena Salmoral, 2000). Tanto los hacendados laicos como las órdenes religiosas fueron propietarios de esclavos. Los negros se encargaron de las labores agrícolas, crianza de ganado y labores especializadas como arrieros, herreros, carpinteros, constructores, sastres, zapateros y demás oficios que permitían a las haciendas ser autosuficientes y aportar sus productos a los mercados locales
Los dominicos construyeron a orillas del río Grande en el siglo XVI una imponente iglesia con un convento anexo, que fue cabecera de priorato y el principal centro administrativo de la región central de Chiapas. En este convento vivió por unos años fray Matías de Córdova, autor de La tentativa del león y el éxito de su empresa.
y regionales. Varios propietarios españoles que adquirieron terrenos que anteriormente eran de Ostuta, se establecieron en San Bartolomé, las tierras de las haciendas se titularon en 1701. El maestre de campo Sebastián Olivera Ponce de León adquirió la hacienda de San José Tamazulapa y seguidamente solicitó a la Corona un “repartimiento de indios” para que trabajaran sus tierras, algo común en esta época, que consistía en asignar grupos de trabajadores y peones reclutados en los pueblos indígenas vecinos.
Este hacendado, encargó la construcción del retablo de San Agustín que donó a la Compañía de Jesús, quienes lo colocaron en su iglesia de Ciudad Real. Después de la expulsión de la orden, el retablo pasó a la iglesia de Teopisca, donde se conserva hasta la actualidad. Durante la rebelión del Partido de Zendales de 1712, los hacendados contribuyeron activamente con las autoridades, proporcionando caballos para las tropas y reses para su alimentación. *Arqueólogos
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Gavetas Hemeroteca del Diario de Centro América
Carlos Samayoa
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DCA, 4 de septiembre de 1934.- Ha llegado a nuestra mesa de redacción el libro titulado Madre milpa, que se debe a la pluma del escritor nacional Carlos Samayoa Chinchilla y que fue recientemente editado en los talleres de la Tipografía Nacional. A manera de prólogo el libro contiene un importante juicio emitido por los señores licenciados don Flavio Herrera y don Santiago Argüello y el señor Rafael Arévalo Martínez acerca de la mencionada obra en el que manifiestan que por su forma y por su fondo es digna de todo elogio y que por desenvolver asuntos netamente nacionales, merece el apoyo del Gobierno. El señor Presidente que, como se habrá notado en los últimos tiempos, ha intensificado su apoyo a los intelectuales, acordó la inmediata publicación del libro de Samayoa Chinchilla. El Consejo Superior Universitario, en sesión celebrada el 17 de febrero del presente año, dispuso adherirse al dictamen emitido por los señores Herrera, Argüello y Arévalo Martínez, declarando de provecho la divulgación de la obra. Contiene este libro de Carlos Samayoa Chinchilla, 15 cuentos vernáculos en los que palpita el alma de nuestra raza.
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Reporte en V
Gozar y vivir en Santiago (1) Fotos : Archivo
Beatriz Palomo* ensar la época colonial implica rezo, encierro, trabajo forzado, la ronda, pero ¿solo eso? Una vez más la diosa fortuna me ha favorecido con el hallazgo de un documento que protesta fuertemente contra los abusos que ocurren bajo el manto de la noche en la muy noble y muy leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala. Fue la chispa que encendió mi curiosidad sobre la manera en que el pueblo llano se divertía en dicha ciudad. La información vertida en este ensayo, aunque heredera de la tradición iniciada por el filósofo Gramsci y los historiadores Darnton y Ginzburg, a una escala más reducida, proviene casi exclusivamente de documentos de archivo con la intención de evitar transpolar realidades de otras comarcas.
Diversión y poder
Grabado de Antigua Guatemala con el imponente volcán Hunapú, hoy conocido como volcán de Agua. El Volcán de Fuego en erupción se aprecia a la derecha.
Las apuestas tenían lugar antes de la pelea. En el menú de las tradiciones, el juego ha constituido uno de los pasatiempos predilectos.
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Basándose en archivos conservados en la rica sección de pleitos civiles y criminales, este artículo estudia la manera en que el pueblo llano se divertía en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala en el siglo XVIII. A partir de varios ejemplos ( danza, comedia, teatro, peleas de gallos...) se analiza cómo en ese período la autoridad tiene una postura ambivalente ante la recreación, especialmente cuando es posible sacar beneficio económico y político de ella.
La pulsión a la diversión parece estar inscrita en el genoma humano, mientras que el ejercicio de poder dirigido al control de este impulso natural, es una construcción social del patriarcado. Según Gaspar de Jovellanos, “el celo indiscreto de no pocos jueces se persuade a que la mayor perfección del gobierno municipal se cifra en la sujeción del pueblo y a que la suma del buen orden consiste en que sus moradores se estremezcan a la voz de la justicia y en que nadie se atreva a moverse ni cespitar al oír su nombre; es notorio que esta actitud infectó también al Nuevo Mundo”. Veremos también cómo la autoridad tiene una postura ambivalente ante la diversión, especialmente cuando es posible sacar beneficio económico y político de ella. Muchas veces las disposiciones emitidas por la Real Audiencia son una respuesta a quejas expresadas por vecinos o autoridades eclesiásticas. El 26 de enero de 1761 se produce un documento que expresa: “Por cuanto la inicua libertad con que se ha introducido en esta ciudad el pernicioso detestable abuso de conducirse de noche varios vecinos, los más de ínfima plebe, mujeres a caballo, vagando con ellas por las calles con la mayor desenvoltura hasta el extremo de pasiarse (sic) con tal disposición en las tabernas, para que las bebidas que notoriamente abusan, proporcionan con más que magestable (sic) seguridad sus excesos… debiendo desarraigarse del todo una corruptela en que provienen entre otras gravísimas, y cuasi inevitable perjuicios, el culpable abandono de los hombres, el del bien visto recato de las mujeres, y el mal ejemplo que produce ver en una capital, donde residen tantos ministros de justicia, sin pronta y severa punición, semejantes desajustes (...) manden que ninguna persona de cualquier estado y calidad que sea, con ningún motivo ni pretexto…. pueda llevar a caballo mujer alguna ni andar con ellas en ésta forma por la ciudad y sus barrios, bajo las penas siguientes: españoles $500 de multa y dos años de presidio que se duplicarán por su insolencia, a las mujeres de la misma distinción cuya calidad excluye sin particular causa, la imposición de otro castigo, cien pesos de multa que se les exigirán a sus maridos y aplicarán todos por mitad a penas de cámara y gastos de justicia. A los mulatos, pardos, zambos y mestizos, gentes de esta clase y color mezclado; cuatro años de presidio a ración y sin sueldo en el (fuerte)
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de San Fernando de Omoa y a las mujeres de iguales mezclas y nacimientos 6 meses de reclusión en las casas nuevas. Todo esto se aplica sin juicio al momento y por el hecho mismo de su aprehensión. En cuyo acto se darán igualmente perdidos los caballos...” Lo primero que resalta es el escándalo que produce que algunas mujeres no vayan en la grupa sino que manejen ellas mismas a la bestia. No escapa a este análisis la expresión de “inicua” libertad que según el diccionario de la Real Academia Española significa, contrario a la equidad, pero también malvado e injusto. Pero eso es solo el comienzo, la libertad conduce a pasear y visitar tabernas, abuso de la bebida y, finalmente el mayor pecado, el sexo recreacional. Es interesante constatar que al inicio del documento expresa que son personas de las más ínfima plebe; sin embargo, para componer esos “desajustes” mandan “que ninguna persona de cualquier estado y calidad que sea, con ningún motivo ni pretexto... pueda llevar a caballo mujer alguna ni andar con ellas en ésta forma por la ciudad y sus barrios”, lo que implica que miembros de todos los estamentos y calidades, incluso mujeres casadas en compañía de sus esposos, participaban de esta costumbre, cotidianamente. En cuanto a las penas, la autoridad sigue la ley en el sentido de adjudicar, por la misma falta, sanciones diferenciadas según la calidad de las personas involucradas. La alarma se produce porque los tres pecados sociales capitales, el juego, la embriaguez y la danza, siempre terminaban o casi siempre terminaban en el más temible de todos: el sexo recreacional. Estos pecados eran cometidos por todos los grupos socioraciales de la ciudad.
Las fiestas reales
Es de entender la desazón de las autoridades porque en un ambiente opresivo cualquier actividad en apariencia inofensiva “degenera” en escándalo público y violencia. Por otra parte, la Corona sabía que las “fiestas” promueven la cohesión social y el sentirse parte de algo, recibiendo algún favor real, para celebrar un acontecimiento. Un ejemplo es el nacimiento del príncipe Baltasar, en 1624, cuando se decretó un indulto para los presos por deudas insolventes, que demostraran su pobreza. Era una oportunidad para hacer que los súbditos de la Corona, principales y gente ordinaria, participaran en los sucesos importantes relacionados con la dinastía reinante, declarando “Fiesta Real” los nacimientos, matrimonios, entronización y defunción de los miembros de la familia reinante. La coronación del rey Carlos II que había tenido lugar 4 años antes, fue celebrada el 3 de noviembre de 1664 con “mayores regocijos”. La Corona deseaba que en todos los rincones del imperio se celebrara dicha coronación en un esfuerzo de integración de los pueblos americanos al reconocimiento de la figura real como omnipresente y significativa. Se gastaron 4 mil pesos de a 8 reales en dicha celebración.
El buen ver
Es interesante observar en qué se gastó el dinero. Iluminación: según la cuentas fueron 183 pesos y 5 reales en cera labrada, hachas de brea y quintales de ocote para iluminar la ciudad. Sonido: el estruendo de la celebración fue garantizado por un árbol con diferentes figu-
ras con 300 bombas y otro con 300 bolas con bombas. En cada esquina de la plaza, un torito con 40 bombas y una pila con 4 bombas. La música fue interpretada por clarines, atabales y chirimías. Finalmente el buen ver: el cabildo ordenó camisas, corbatas, sombreros, medias, zapatos banderas, para los clarines. Esta corporación era la encargada de darle relevancia a dichas fechas, y, por lo tanto, se ponía mucho cuidado y esmero en su planificación y celebración, lo que se refleja claramente en la función de 1701. Después de la muerte de Carlos II, por Cédula Real se dispone que la ciudad levante pendones y que se celebre la proclamación de Felipe V. Se ordena que “sin la menor dilación se encargue al mejor de los pintores de esta ciudad un retrato de Felipe V que se copie exactamente de uno de los pocos que han venido de España”. Tiene que estar listo para el día de la inauguración y por este importante trabajo se ofrecen 25 pesos. La imagen del nuevo monarca se paseará por la ciudad y posteriormente se colgará en la sala mayor del Ayuntamiento. El desfile promete ser imponente. La noche anterior se encenderán hachas de cera en los corredores del Ayuntamiento y de las casas, tarea encomendada a don José Fernando de Córdova. El aseo de los corredores y de la plaza estará a cargo de los alcaldes ordinarios. Durante el desfile sonarán trompetas y clarines, atabales, y otros instrumentos musicales. El mayordomo de propios debe costear 2 garnachas para los porteros del cabildo, quienes estarán vestidos de damasco carmesí y medias del mismo color. Durante el acontecimiento se tirarán 150 pesos de a 8 reales desde el teatro, por regocijo. Se puso cuidado en invitar especialmente a la gente importante como lo era el dean de la Catedral para que asistiera a la fiesta. Al paso del pendón real, que era llevado por el regidor, montado a caballo, el pueblo gritaba tres veces ¡Viva¡, mientras que el maestre de campo, don Joseph de Aguilar, tiraba reales a la multitud. Tres veces se gritaba ¡Silencio! y después de una pausa, ¡Oíd, Goathemala!, también tres veces. Don Felipe V Rey de las Indias, ¡VIVA¡ ¡VIVA¡ ¡VIVA¡ Para la jura del príncipe se preparan cinco comedias”.
En la misma tónica, 1715 fue testigo de la celebración del casamiento de Fernando con Isabel Farnesio, hija del duque de Parma. Esta fiesta se financió con 600 pesos, y pretenden celebrar “con el mayor lucimiento que sea posible, en medio de la cortedad en que se hayan, sus propios y rentas”, se fija la fecha para el 4 y 5 de diciembre. Estas fiestas se celebraban en la plaza central al igual que las del poder espiritual.
Fiestas religiosas
Estas también se celebraban con gran pompa y eran ocasión de sacar el pendón real y discutir el orden de los desfiles: quién iba a pie y quién a caballo; quién tenía el derecho de usar la golilla y quién no. Una fiesta importantísima era la de Corpus Cristi. En 1701 el cabildo presupuesta 200 pesos para dicha fiesta. Para asegurar la tranquilidad de las calles se destinan 200 pesos para el pago de las rondas de las calles y 50 pesos para el altar que se pone en la esquina del cabildo. Las fiestas patronales también se tomaban en cuenta. El 20 de abril de 1703 se celebra la fiesta de san Francisco de Padua, luego santa Cecilia, el 5 de noviembre, que se saca el pendón real. En 1709, la madre abadesa del convento de Santa Theresa, pidió limosna al cabildo para la celebración de la fiesta de dicha santa. Sin embargo, las fiestas continuaban después de la fiesta oficial; las personas proseguían con celebraciones mundanas que estaban también reglamentadas, aunque la ciudadanía se apartaba gustosamente de los reglamentos, donde cabía la ingestión de bebidas embriagantes. El problema del consumo excesivo de estas refleja el conflicto entre la moral y las buenas costumbres y el ingreso económico. Tanto en las culturas de la antigüedad americana como en Europa se consumía bebidas que alteran la conciencia. La actitud de la Iglesia fue ambivalente: “los españoles de cualquier condición social o económica cerraban filas alrededor de la vid hecha vino y compartían una cosmología que identificaba esa bebida con la sangre de Cristo (…) ¿Cómo poner en duda su bondad si Jesús convirtió el agua en vino durante un banquete de bodas?” * Asociación para el fomento de los estudios históricos de Centroamérica -Afehc-
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Juegos para niños, en la época colonial española.
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Contando el tiempo
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Tradiciones de la Inde Las fiestas de Independencia en Guatemala conmemoran la separación política de España, llevada a cabo el 15 de septiembre de 1821, para fijar o recapitular en la memoria colectiva un sentimiento de identidad común a los nacidos en este territorio. La conmemoración se extiende a las repúblicas de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica que, como otros espacios del antiguo reino de Guatemala, también formaron parte del hecho histórico. Fernando Urquizú* os desfiles son caminatas triunfales que recorren los poblados de la República al compás de bandas instrumentales portando los símbolos patrios en torno a los principales edificios que representen el poder político o ideológico y se consideren emblemáticos de cada comunidad. Su origen se remonta a la época prehispánica en las ciudades pedestres de Mesoamérica. Tiene que ver con el retorno de los soldados triunfantes de batallas que expandían los dominios de los pueblos originarios del área y tenían como referente los llamados Centros Ceremoniales, en donde la plaza y los templos, así como las estelas, servían de punto de llegada para estas caminatas que fijaban la idea de glorificación de la identidad de su momento. En el período de desarrollo de la cultura hispánica (1821-1921) estas manifestaciones se dieron con motivo de la conmemoración de la toma de estos territorios por los españoles el día de santa Cecilia, debido a que la Iglesia católica se encargaba de la enseñanza y recapitulación del sistema monárquico. Esto implicaba desde la organización de los actos religiosos con gran despliegue de boato en el culto, ya que daban gracias a Dios en el día de una de sus heroínas por haber expandido su reino y contribuido a la salvación de más almas para la eternidad. En el desarrollo de este juego de ideas no debemos perder de vista que la Iglesia era patrocinada por la monarquía, como su principal brazo ideológico, a la que destinaba fondos para llevar a cabo su labor, pero había logrado un apoyo de las masas por encima de sus diferencias étnicas, culturales y económicas, evidente en el patrimonio tangible e intangible de esta época en la actualidad. En este contexto debemos comprender la presencia de una cruz en el pendón de España que encabezaba estos desfiles, portado siempre en primera fila por autoridades de la comunidad, miembros de la Real Audiencia y del Cabildo, así como jerarcas religiosos, civiles
En muchos sentidos, se ha mantenido la vocación colectiva en la salvaguarda de los símbolos identitarios.
Las generaciones emergentes han incorporado nuevos elementos sonoros a las actividades celebratorias.
y militares que desfilaban frente al Real Palacio y la Catedral pasando frente a un túmulo conmemorativo triunfal. La separación política de la Corona, aunque marcó el fin de esta ritualidad, no se tradujo inmediatamente en actividades conmemorativas de la Independencia, esto debido a las guerras intestinas centroamericanas provocadas por disputas de poder. El desfile del 15 de septiembre cobró vigencia hasta en las fiestas patrias de 1847, cuando se habría constituido formalmente la República de Guatemala, basada económicamente en el cultivo de la grana y contaba con relativa estabilidad política y organización económica, así como con el apoyo ideológico de la Iglesia católica y una figura militar sólida encarnada en el general Rafael Carrera, cuya administración incluyó la reparación y construcción de edificios públicos que comenzaron a ser el escenario perfecto para la vida de la Nueva Guatemala de la Asunción.
Representación pictórica de la firma del Acta de la
Sobreviven como símbolos de aquella época los templos neoclásicos de la Catedral, San Francisco y la Recolección. Durante la administración del general Carrera, la bandera de la República ondeó triunfante en las fiestas patrias al compás de la tambora como primera agrupación musical que acompañaba los desfiles conmemorativos de la Independencia, que se fueron transformando con el avance de la cultura liberal cafetalera. El sentimiento patrio local nacionalista, cimentado por el gobierno de Carrera, fue fortalecido por las dictaduras cafetaleras y el período revolucionario (1871-1954), que necesitaban recapitular su posición política por medio de estas expresiones de apoyo a su proyecto de nación, que influyó hondamente en el imaginario colectivo hasta el último lustro del siglo XX, cuando comenzaron aparecer en el tradicional desfile septembrino expresiones de discordia social que limitaron su desarrollo y proyección.
Túmulos triunfales
Parte de estas conmemoraciones son los epicentros donde convergen estas manifestaciones patrióticas, siendo muy importantes los túmulos triunfales y altares cívicos, que son monumentos temporales que se hacen para ilustrar y honrar a la patria, cuyo fin último es posicionar elementos comunes de identidad nacional mediante los denominados “símbolos patrios”, como la bandera nacional, el quetzal, la ceiba pentandra y la monja blanca. La primera, como emblema que identifica a los nacidos en un territorio por medio de una tela con colores y heráldica de uso alusivo a la posición geográfica y elementos de la historia prehispánica y liberal de Guatemala. Los otros son símbolos singulares de la fauna y la flora propios de esta región, cuyo objetivo es provocar
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dependencia
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Fotos: Archivo
La diversidad hace posible la renovación anual del fuego, independentista.
propósito es fijar las ideas del Estado liberal contemporáneo, donde se supone debe privar la libertad de las personas en convivencia.
Los actos religiosos y cívicos
Independencia de Guatemala. Este evento histórico involucra también a los otros jóvenes Estados de la región.
El Acta de Independencia prescribe que se cante un tedeum de acción de gracias cada 15 de septiembre en la Catedral metropolitana, esto evidencia el origen de las festividades como parte de la ampliación del ciclo de vida de los calendarios prehispánico e hispánico con elementos de la cultura liberal, que se ampliaron a actos de carácter civil con la adopción de la libertad de cultos propuesta en la primera dictadura cafetalera después de 1871. El auge de la cultura liberal de carácter civil pronto alcanzó la supremacía en nuestro medio, especialmente en áreas de gran desarrollo en la agroexportación, eventualidad que explica grandes manifestaciones de gala contemporáneas, como las fiestas de Independencia en Quetzaltenango, de donde se han derivado manifestaciones culturales asociadas, como la ampliación del repertorio de la marimba y la composición de piezas literarias de gran valor para el desarrollo de las letras de nuestro país.
Las fiestas y la cultura global
en los individuos un sentimiento de identidad nacional.
Las antorchas
Las caminatas con antorchas portando un fuego simbólico tienen su origen en el descubrimiento del fuego como elemento que movió la cultura universal, utilizado en forma simbólica por diferentes culturas del mundo. Su uso en estas conmemoraciones deviene de la presencia divina en los procesos sociales del hombre, que en Guatemala se derivó de
su presencia cerca del sagrario en las iglesias católicas en forma de veladoras y candelas, de donde retornó al pueblo con el desarrollo de las ciencias y las prácticas deportivas. Este sentido originario se transformó en función del llamado fuego de la libertad, encendido en monumentos apropiados, como el conmemorativo de los Próceres de la Independencia, situado al final de la actual avenida La Reforma. De ahí parten las antorchas a los municipios, portadas por escolares, como parte de las conmemoraciones anuales cuyo principal
Estas conmemoraciones tienen por objeto la enseñanza y recapitulación de la cultura guatemalteca, que tiene como principal antítesis el desarrollo de una cultura cada día más globalizada, cuyo foco de irradiación se encuentra en países que exportan, además de sus mercancías y modelos económicos, su imaginario individual y colectivo, con el fin de convencer a las personas al consumo de su producción mercantil material e intelectual. Esta relación deja en un segundo plano y desventaja el desarrollo de identidad nacional, debido a que priva la hegemonía de las metrópolis, lo que deriva en indiferencia a este sentido de pertenencia local, cada vez más marcado en las nuevas generaciones. Este proceso es reforzado por un sistema de ventas local que incluye el comercio de la educación, que encuentra en estas fiestas un medio de entretención para jóvenes dominados por la reproducción mecánica de las ideas y una fuente de consumo de mercancías que van desde instrumentos musicales hasta comidas y bebidas rápidas, en una conmemoración que debe competir contra este fenómeno invisible a primera vista. * Doctor en Historia del Arte
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Tragaluz
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El artilugio del tiempo:
Fernando VII en Guatemala (1)
En la arquitectura efímera existen varios ejemplos resultado de la repetición de un modelo codificado que emplea ingenios emblemáticos similares. No obstante, ningún programa fue, en sentido estricto, igual a otro, y esta cláusula es la que, de alguna forma, sigue invitando al historiador del arte a estudiar este género. El postulado lo cumple un tablado de jura, el cual muestra que en Guatemala se ideó una imagen sui géneris para representar las condiciones singulares de jura del rey Fernando VII en 1808.
Fotos: Reproducción, Biblioteca Nacional de España.
Ninel Valderrama Negrón*
os aparatos de representación de la fiesta barroca hicieron uso de “los emblemas y jeroglíficos” para construir un discurso en torno a la figura regia. La imagen del soberano tomó “cuerpo” en las figuraciones pictóricas que proporcionaban los emblemas de las entradas, juras o exequias reales. La configuración de estos artilugios tenía por objeto proveer y difundir un mensaje ideológico a favor de la institución monárquica. De igual modo, el didactismo presente en los mensajes los convertía en un contundente vehículo de propaganda ideológica. Esto se muestra en el tablado de jura estudiado, el cual presenta una composición alegórica correspondiente a la relación narrativa que se establece entre el sotabanco y el frontispicio de la pieza. En el folleto que la acompañaba, el creador aclaraba que: “[el pueblo] sólo aprende lo que materialmente se le entra por los ojos […] nada era más adecuado queenvolver esta enseñanza en los jeroglíficos y emblemas que por lo regular adornan semejantes monumentos”.
El tablado de jura
Dibujo de José Casildo España, discípulo de Pedro Garci Aguirre, grabador principal de la Casa de la Moneda de Guatemala. (Guatemala por Fernando VII; lámina 17).
En el extremo izquierdo del sotabanco del tablado en la lámina 18 hay un muro adosado a una estructura columnaria. Sobre éste aparece una inscripción en donde se aclara el propósito general de la obra: el alférez Antonio Juarros fue el gestor de la idea de confeccionarla. De hecho, como demuestra Michael Baxandall, la mayoría de las inscripciones establecen el sentido de la pieza. Como indica Jordana Dym, el clima de inestabilidad política que inundó el imperio hispánico a mediados de 1808, debido al encarcelamiento del rey Carlos IV y su hijo Fernando VII por Napoleón, suscitó diversas manifestaciones de lealtad a los soberanos en varios dominios. No obstante, la inclinación política de las autoridades locales y los propios preparativos de las muestras de lealtad hicieron que tardara en aparecer una postura precisa ante el cautiverio real. Sin duda, dicha dilatación en la jura llamó la atención de las juntas que se estaban organizando en la península. Para combatir toda duda, el Ayuntamiento de Guatemala elaboró un discurso político con objeto de profesar fidelidad en el simbólico día del 12 de diciembre de 1808. Antonio Juarros, maestro de ceremonias del Ayuntamiento, invitó personalmente a los maestros artesanos a su hogar para discutir los programas iconográficos que debían tener los tres tablados que serían colocados en la plaza mayor.
Ante el escenario de incertidumbre, los mensajes políticos propuestos en los tablados debían ser contundentes. Cabe recordar que instalar esta tipología en las plazas centrales fue parte de una larga tradición hispanoamericana relacionada con un ritual o ceremonial indispensable para afianzar y reproducir el engranaje político alrededor de los nacimientos, juras y muertes de los soberanos. Asimismo, para que hubiera una constante presencia real se recurría a una vieja tradición de efigies virreinales, en donde el poder se apuntalaba por medio de estos mecanismos de representación. Así, la eficacia expresiva de las imágenes permitía vencer la ausencia y construir lazos de vasallaje y lealtad a distancia. Por ello, en las construcciones provisionales de jura es común encontrar elementos iconográficos como el retrato de los monarcas, escenas de las dos esferas del mundo unidas bajo una misma corona, árboles genealógicos o sucesiones dinásticas que ayudan a legitimar al soberano e, incluso, en el caso de América, a los fundadores de ciudades, como Pedro de Alvarado, en el tablado guatemalteco, o Hernán Cortés, en la fachada del Ayuntamiento de la ciudad de México para la jura de Carlos IV. Todos estos elementos conformaban un corpus emblemático que conllevaba una idea de fidelidad de los territorios ultramarinos y el reforzamiento de los vínculos de vasallaje con el monarca. En el episodio peculiar que constituyó la jura a Fernando VII subsisten testimonios del discurso iconográfico de varios tablados en distintas partes de América. Por ejemplo, en el caso de la Nueva España conocemos el levantado en Xalapa, Puebla y Zamora, entre otros; también tenemos noticia de uno en Salta, en el Río de la Plata, y otro más en la ciudad de La Honda, en Nueva Granada.
El frontispicio
El programa iconográfico del frontispicio del tablado colocado en la plaza mayor propone una configuración del mundo (Lámina 17). Como explicaremos más adelante, la propia estructura del tablado implica, a su vez, una concepción temporal. El pasado histórico de Guatemala es simbolizado por el sotabanco que corresponde a la lámina 18. La imagen refuerza la necesidad de recordar y poner por escrito la narración del pasado para, con ello, pasar a la posteridad. A la par, el otro episodio narrativo del tablado se encuentra en el frontispicio que está detallado en la lámina 19. Mediante la utilización de personificaciones territoriales fue proyectada una noción de dominio geoespacial que abarcaba la integridad de los territorios del imperio hispánico.
Viernes
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El alférez Antonio Juarros ideó el tablado en homenaje a Fernando VII. El dibujo del grabador José Casildo España, así lo registra. (Lámina 18)
Dicha tradición fue recurrente en la arquitectura efímera como lo demuestra tanto el tablado de Nueva Granada como el de Xalapa, en donde se incluían las personificaciones de las cuatro partes del mundo: América, África, Asia y Europa. Las encarnaciones geográficas rodeaban el retrato de Fernando VII que fungía como el centro. Las personificaciones espaciales en el tablado guatemalteco están plasmadas en el frontispicio por medio de las cinco matronas que identifican a las ciudades capitales del reino (Provincia de la ciudad de Guatemala, Provincia Real de Chiapas, Provincia de León y Cartago, Provincia de San Salvador y Provincia de Comayagua) (Lámina 19). Las cinco matronas ofrecen su corazón a un fuego eterno frente a un obelisco funerario del cual cuelga el retrato del soberano cautivo. El mito del rey-héroe, como contraposición a la imagen del débil y enfermizo Carlos II, fue reavivado con una sólida renovación de símbolos e imágenes a principios del siglo XVIII. De esta manera, la identificación de la imagen real con el héroe estaba interiorizada de tiempo atrás, por lo que puede ser posible que la lámina 19 recree una especie de apoteosis de Fernando VII. El futuro esperanzador del retorno del monarca está caracterizado en el frontispicio referido. En varias estructuras artísticas fue revivido el antiguo rito del mundo clásico que también cumplía la función de propaganda política en emblemas que expresaban la alianza entre los vasallos y el rey; y con ello se registraba la unidad de la monarquía hispánica. Aquí es importante resaltar que cuando Fernando VII fue liberado en 1814, aparecieron varias imágenes con esta misma connotación en España. Por ejemplo, La valiente, fiel y constante España de 1814, donde aparece el monarca junto a su esposa en una especie de carruaje; se le recrea como Hércules cuando renace después de morir en la carroza de Júpiter y es arrastrado por varias alegorías. Es posible que las propias matronas de las provincias de Guatemala, con el corazón en su mano a punto de ofrendarlo al fuego esperan-
zador, sigan el modelo de Cordis donatio de la emblemática de Benedictus van Haeften. En su Schola Cordis o Escuela del corazón, el autor explicó que “no hay cosa más noble ni más semejante a Dios que el corazón humano y así no te pide más que el tuyo”; y, a su vez, citó a Salomón: “Dame a mí tu corazón, hijo mío”. En dicha frase, advirtió que es necesario considerar cada palabra por sí misma. De este modo juzgó que no se pide el corazón a cualquiera, sino a aquel que sea hijo suyo, a los coherederos de Cristo. También el autor afirmó que una de las condiciones del vástago era que fuera obediente, sufriera y padeciera. De tal manera que los artífices del tablado, al emplear este recurso, confirmaban que las provincias de Guatemala constituían parte de las hijas de la monarquía cuya cabeza era su majestad. Además, al ofrecer lo más preciado que tenían, reiteraban su condición de obediencia y, a su vez, cual hijas, se afligían ante la pira de su padre, el rey. La representación de la ciudad de Guatemala se repite en la portada del folleto; abraza
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el retrato de Fernando VII que se encuentra en el centro de la composición. A la vez, mantiene un contacto visual con el propio soberano que le devuelve amorosamente la mirada. Dicha encarnación citadina está acompañada de un perro que acentúa la idea de fidelidad. Por otra parte, la personificación de Guatemala de la lámina 19 abraza a un ser alado con una banda cruzada en el pecho que podría ser de un carcaj; de ser así, el personaje podría ser Cupido. Por lo tanto, también la personificación de la ciudad de Guatemala coronada de flores podría representar una especie de Venus, razón de que ofrezca el corazón-amor al fuego y que en la portada mantenga una intensa conexión visual con Fernando VII. Esta hipótesis puede reforzarse por la presencia de conchas alrededor del emblema de la ciudad. Estas recuerdan, además, su pasado, la fundación de Santiago de Guatemala. En estas escenas, las matronas de las cinco provincias de Guatemala afirman una fidelidad a Fernando VII, dotada de un carácter intemporal como el fuego eterno.
El zócalo del tablado
La lámina 18, correspondiente al sotabanco del tablado de jura, posee una forma irregular similar a un trapecio, debido a la estructura del tablado. La imagen presenta dos planos separados por una construcción que funge como pantalla arquitectónica que ocupa tres cuartos de la composición. En el primer plano se sitúan las figuras centrales. En la parte derecha de la composición, un segundo plano registra un paisaje con un episodio militar al fondo. La estructura arquitectónica está compuesta por dos columnas de orden jónico sobre un pedestal. El problema de la perspectiva es resuelto con el manejo de luces y sombras que definen el espacio arquitectónico. Como puede advertirse, el pasado recae simbólicamente en el zócalo de la estructura general del tablado. En la lámina 18, la cartela inscrita en el guardapolvo del pedestal reconoce que el regidor y cronista de la ciudad de Guatemala, Francisco Antonio Fuentes y Guzmán, está representado delante del conjunto arquitectónico. * Imágenes
En esta lámina 19 aparece el retrato del monarca y el escudo del Ayuntamiento de Guatemala.
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Ventanas
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Alberto Velásquez Günther El autor de la Jura a la bandera, nació en la ciudad de Guatemala el 25 de septiembre de 1891. A inicios de la década de 1890, sus padres, Carlos Velásquez y Juana Günther, se trasladaron de San Marcos a Quetzaltenango para hacerse cargo del Instituto Nacional para Varones de Occidente. Trabajó en el Banco de Occidente durante más de 20 años donde llegó a ser gerente general. Más tarde, colaboró con el Banco Central en el establecimiento de la moneda de Guatemala. Asimismo, fue fundador del Banco de Guatemala, donde llegó a ocupar el cargo de vicepresidente. Además integró la Junta Monetaria de 1946 a 1954. Alberto Velásquez Günther sobresalió en el mundo de las letras y fue miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Fungió como codirector de la
revista Azul, en Quetzaltenango y del diario El Pueblo. También cabe mencionar que fue director del Diario de Los Altos. Este poeta ganó en dos ocasiones los Juegos Florales de Quetzaltenango. La primera vez, en 1918, con su poema Madrigal en voz baja, y la segunda, en 1927, con el poema El amigo. Finalmente, falleció en Guadalajara, México, en 1968. Su cuerpo, a petición de Velásquez, fue sepultado en su amada tierra de Quetzaltenango.
Jura de la bandera
Bandera nuestra, a ti juramos devoción perdurable, lealtad perenne, honor, sacrificio y esperanza hasta la hora de nuestra muerte. En nombre de la sangre y de la tierra, juramos mantener tu excelsitud sobre todas las cosas; en los prósperos días, y en los días adversos, velar y aún morir, porque ondees perpetuamente sobre una patria digna.
Federación Revista Guatemala* on Antonio Rivera Cabezas y la posterior elección de Mariano Gálvez para ocupar la jefatura del Estado guatemalteco, se inició el primer gobierno liberal del siglo XIX en el país. El gobierno de Gálvez (18311838) trató de impulsar un programa de reformas con miras al desarrollo económico y social. Durante su mandato, Gálvez promovió medidas que no fueron bien recibidas por las élites conservadoras. Así, la expropiación de los bienes eclesiásticos, la exclaustración de las órdenes religiosas, la abolición del diezmo, la autorización del matrimonio civil y la legalización del divorcio fueron un balde de agua fría para la tradicionalmente poderosa iglesia católica, un desafío a su influencia en todos los ámbitos. No es de extrañar que en el levantamiento de 1837 los párrocos estuvieran a la vanguardia del movimiento. Entre las medidas para fomentar el desarrollo del país se encuentran el incentivo del cultivo de la grana o cochinilla y del café, la construcción de caminos o la mejora de los existentes y la colonización por medio de la inmigración. Quiso también poner en marcha un ambicioso plan educativo, cuyo propósito era universalizar la enseñanza primaria y volverla laica, lo que quedó sobre el papel, pues encontró la oposición de la Iglesia católica, en ese entonces rectora de la educación en Guatemala. El programa educativo también encontró un valladar en el aspecto financiero, pues debido a lo exiguo de los ingresos y a otras necesidades urgentes pasó a ocupar un segundo plano. No obstante, esa tentativa sería utilizada más adelante contra el Gobierno, pues se le hizo creer a la población que estaba dirigida a eliminar a indígenas y mestizos. Aunque se creía que Guatemala atravesaba un período de paz y tranquilidad, un movimiento de oposición empezó a crecer entre los sectores medios y bajos. La política fiscal había golpeado a la población, especialmente el impuesto denominado “capitación”, que recordaba el tributo colonial. Otra medida que vino a soliviantar el ánimo de las clases populares fue el requerimiento de mano de obra para mejorar y extender la red vial, necesaria para la expansión agroexportadora. La obligación de trabajar en caminos, aunque no era novedad, no fue bienvenida pues adquiría connotación de trabajo forzado para aquellos que no podían pagar el equivalente monetario de los tres días mensuales de trabajo requeridos por la Ley. El factor desencadenante de los acontecimientos que finalmente llevaron a la caída del régimen liberal fue la epidemia de cólera que llegó al país a finales de 1836. Aunque inicialmente el gobierno tuvo éxito en la instalación de cordones sanitarios en la frontera con México, eventualmente la epidemia arribó por Belice. La población, predispuesta contra el régimen debido al cobro de la capitación, llegó a creer que el Gobierno en lugar de purificar el agua (una medida para combatir el cólera) la estaba envenenando. El pánico se apoderó de las masas, especialmente en el oriente del país. Este fue el escenario en el cual surgió la revuelta encabezada por Rafael Carrera en 1837, que daría fin al régimen liberal. En el período en que Mariano Gálvez fue jefe de Estado de Guatemala hubo una calma política relativa en el país, que no era ajena a los acontecimientos que agitaban la región. Francisco Morazán había consolidado los gobiernos liberales en las otras provincias de la República, pero no había podido mantener la paz. Las guerras civiles habían continuado en El Salvador y Honduras. Costa Rica no escapó a esta tendencia y en 1835 tuvo su propio conflicto armado. En 1837 fue el turno de Guatemala. La revuelta empezó en el oriente del país, bajo el mando de Rafael Carrera. El Gobierno declaró la ley marcial y reprimió el levantamiento. La rebelión se había nutrido de varias fuentes: las más importantes fueron la implantación del impuesto de capitación, las políticas agrarias y de colonización y el ataque frontal al poder de la Iglesia católica. El detonante fue la epi-
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Centroamericana
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Fotos: Archivo
Banderas de Centroamérica
Los manuales escolares nos muestran que muchas de las banderas de los países de Centroamérica se parecen a la bandera argentina. Todos, alguna vez, manifestamos nuestra sopresa o asombro y, tal vez, curiosidad.
demia de cólera. El gobierno de Gálvez cayó el 4 de febrero de 1838, cuando las tropas rebeldes, con Carrera y el liberal José Francisco Barrundia a la cabeza, tomaron la ciudad capital. Una vez derrocado el régimen de Gálvez, el más fuerte de la región, la Federación tenía los días contados. Los departamentos de Sololá, Totonicapán y Quezaltenango, aprovechando las circunstancias, formaron el estado independiente de Los Altos, que como primera medida política se rehusó a pagar las exorbitantes contribuciones requeridas para el mantenimiento de las fuerzas armadas. Carrera, que se había retirado de la capital previo pago de 11 mil pesos (mil para él y los restantes para la tropa) reacomodó sus fuerzas y volvió a las armas. Esta vez, Francisco Morazán acudió al auxilio de los conservadores y enfrentó a Carrera. Mientras tanto, en mayo de 1838 el Congreso Federal declaró que los estados podían organizarse como mejor les pareciera, conservando el sistema republicano y la división de poderes. Nicaragua se había separado de la Federación el mes anterior. Entre 1838 y 1840, Guatemala vivió en perpetuo estado de zozobra y guerra. Mariano Rivera Paz, un conservador, tomó el control del gobierno. Por medio de decreto emitido el 17 de abril de 1839, Guatemala se separó de la Federación y estipuló que las rentas federales pasaban a ser administradas por el Estado. En 1840, Carrera recuperó el Estado de Los Altos. Los gobiernos conservadores de Honduras y Nicaragua, en enero de 1839 le declararon la guerra a El Salvador, cuyo jefe de Estado era Morazán. Un golpe de Estado lo derrocó en septiembre de ese año. Morazán invadió Guatemala por última vez en marzo de 1840. Fue derrotado por Carrera y obligado a huir a El Salvador.Así se selló la suerte del proyecto federal y de los gobiernos liberales de la primera mitad del siglo XIX. *Digital
Mariano Gálvez, fue el primer presidente liberal de Guatemala.
El mérito es atribuible, según lo indican tanto historiadores argentinos como centroamericanos, a las andanzas de un militar y corsario francés aquerenciado en el Río de la Plata, Hipólito Bouchard, que les hizo la vida imposible a los últimos españoles que se resistían a reconocer la independencia de aquellas tierras. La historia es, sintéticamente, esta: la nave corsaria de Bouchard portaba los colores celeste y blanco que identificaban a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Sus ataques desestabilizadores a los realistas apostados en tierras caribeñas produjeron como efecto colateral el triunfo de los independentistas. En agradecimiento se adoptaron los colores promovidos por el pirata franco rioplatense como propios. Así los enarboló lo que denominaron primero (entre 1823 y 1839) Provincias Unidas de América Central y luego (1834) República Federal de Centroamérica. Los colores fueron sufriendo interpretaciones diferentes y, a medida que las provincias consiguieron su independencia, constituyéndose en repúblicas, fueron adoptando sus propios emblemas, pero sobre la misma base. Las interpretaciones sobre los colores, en tanto, ha concitado tantos debates y opiniones, como las que genera la enseña argentina: que los colores del cielo y la nieve de las altas cumbres, o el origen en alguna familia patricia española o bien, para el caso centroamericano, la representación de la tierra entre dos mares Y, finalmente, las naciones centroamericanas que adoptaron el celeste y blanco, como lo hizo la Argentina, son El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala. Costa Rica, por su parte, decidió que su enseña patria se inspiraría en la francesa. MDZ (Argentina)