Revista Viernes del Diario de Centro América del 13 de marzo de 2020

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Guatemala, 13 de marzo de 2020 AĂąo 7 No. 322

Archivo

Alimentos medicinales


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Guatemala, viernes 13 de marzo de 2020 Fotos: Archivo

Imagen por inmunofluorescencia de un tumor ex vivo, que muestra células tumorales (azul), rodeadas por una matriz de colágeno (verde) y fibroblastos (magenta). El microambiente tumoral está compuesto por diversos tipos de células que participan en el inicio, el crecimiento y la progresión del cáncer.

El ecosistema del cáncer La investigación oncológica se ha centrado en las células tumorales. Aunque la importancia del ambiente donde crecen se conoce desde hace más de un siglo, solo en los últimos años ha alcanzado un papel protagonista. Ahora se diseñan nuevos tratamientos basados en ese entorno, incluida la inmunoterapia. Jesús Méndez* n 1889, el cirujano inglés Stephen Paget descubrió algo extraño y fundamental. Al analizar los informes de más de 700 mujeres que habían muerto a causa de un cáncer de mama, vio algo que no terminaba de cuadrar. Lo lógico era que, cuando el tumor se esparcía en forma de metástasis, estas aparecieran distribuidas en otros tejidos casi por azar. Pero no era así. Al viajar, las metástasis aparecieron especialmente en el hígado o en ciertos huesos, pero

apenas se veían en el bazo, hasta el que llega una enorme cantidad de sangre. Contra la lógica inicial, los diferentes órganos no eran actores pasivos que recibían a las células tumorales, sino que se relacionaban con ellas, aceptándolas o rechazándolas. Llamó a este comportamiento el “principio de semilla y suelo” (seed and soil ), y lo explicaba así: “Cuando una planta se siembra, sus semillas se transportan en todas las direcciones; pero solo pueden vivir y crecer si caen en un suelo apropiado (...) Si bien muchos investigadores han estado estudiando las semillas, las propie-

dades de los suelos pueden revelar información valiosa sobre las peculiaridades metastásicas de los casos de cáncer”. Las semillas son las células de un tumor, el suelo es el entorno en el que crecen: el microentorno tumoral. Su importancia planeó por los laboratorios durante casi cien años, sin abordajes significativos. Pero en los últimos años ha resurgido con fuerza. Si hay alguien que ha peleado por llevarlo al escaparate, esa es la investigadora Mina Bissell. En 1985, un experimento de su equipo sorprendió y confirmó lo que algunos estudios venían sugiriendo: que el entorno no solo influye en las metástasis, sino también en el inicio del tumor. Sabían que un tipo de virus provoca tumores en los pollos y que casi siempre aparecen en el sitio donde se inyectan. Un día decidieron inocularlo en la sangre y solo surgieron tumores en el ala de la inyección, aunque el virus había viajado por todo el cuerpo.

Alas de pollo

Repitieron el experimento a la vez que provocaban una herida en el ala contraria, y dos


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grandes tumores crecieron, uno en el ala de la inyección, otro en la lesionada: el tumor parecía necesitar que la arquitectura se rompiera. Tanto es así que, para Bissell, el microentorno explica por qué no tenemos muchos más cánceres de los que, por las mutaciones que acumulamos, deberíamos tener (en teoría). Que sabemos mucho sobre la genética, pero poco sobre el entorno y las formas. Barcelona, 2020: en un pequeño despacho del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona, Eduard Batlle —director del Programa de Ciencia del Cáncer— sonríe al recordar estos estudios y alguna de las conclusiones de Bissell, como que muchos de los fracasos a la hora de desarrollar tratamientos contra el cáncer se debieron a que en el laboratorio se ensayaban con células aisladas, que poco tenían que ver con su comportamiento en la realidad. “Es muy posible que tenga razón”, confirma Batlle. “El papel del microentorno estuvo latente durante muchos años, pero apenas había modelos para estudiarlo”. Uno de esos modelos lo tienen ahora en su animalario. Antes, para estudiar el cáncer de colon en ratones tenían que usar animales sin defensas; de lo contrario, estas rechazaban el tumor que se les implantaba. Y las defensas son una parte crucial del microentorno. Para solventarlo, dedicaron casi cuatro años a cruzar ratones con diferentes mutaciones, hasta conseguir ejemplares que iniciaran por sí mismos los tumores sin necesidad de suprimir su sistema inmunitario. Pero cuando probaron a trasplantarlos a otros ratones genéticamente similares, muchos de ellos los rechazaban. En el animal inicial y en otros, el tumor crecía sin parar y en algunos, sin embargo, disminuía hasta desaparecer. La razón no parecía tener que ver con la genética sino, como com-

probaron después, con el experimento en los pollos de Mina Bissell.

Células secuestradas

El entorno, el suelo con las semillas, tiene varios protagonistas. Están los vasos sanguíneos, que se forman y crecen sin cesar para alimentar el tumor. Están los fibroblastos, los encargados de producir la matriz de fibras donde descansan todas estas células. Y están las células de defensa, linfocitos y leucocitos de muchos tipos en equilibrio inestable con el tumor, encargados de su eliminación pero usados en ocasiones por él para alentarlo. Porque todo aquí es una espada de doble filo. “Durante muchos años se pensó que esos fibroblastos funcionaban como un soporte, una estructura pasiva”, confiesa Batlle. Ahora se sabe que, en condiciones normales, actúan contra la formación del tumor. Y también que este “envía mensajeros para secuestrarlos en su beneficio”. Sorprendentemente, su grupo descubrió que las firmas (los genes influyentes más activos) de mal pronóstico en los tumores de colon no dependen de las propias células cancerígenas, sino de los fibroblastos del entorno. Cuando cambian y son secuestrados por el tumor, hacen que este sea más agresivo, más resistente al tratamiento y más proclive a la diseminación. Algo similar sucede con las defensas. En condiciones normales vigilan y evitan el crecimiento de células malignas, pero el tumor manipula el entorno para cegarlas, frenarlas y ponerlas a su favor. De ahí el éxito de los nuevos tratamientos de inmunoterapia, que liberan esos frenos devolviéndoles su poder inicial. ¿Es entonces la inmunoterapia un tratamiento del microentorno? Tanto una como otro se han incorporado como campos separados

a los llamados sellos de identidad del cáncer, pero “se podría decir que sí”, responde Batlle. Y además existen ciertas similitudes en la historia de sus investigaciones. “Durante muchos años se dijo que el sistema inmunitario era incapaz de luchar contra el cáncer, porque este era demasiado parecido a nuestros tejidos. Pero estábamos equivocados. Es uno de los pocos ejemplos en los que un éxito clínico como el que han tenido los nuevos tratamientos estimula la investigación básica, y no al revés. De hecho, a varios de los investigadores que iniciaron el campo los echaron de sus laboratorios”, explica Batlle. El microambiente está formado por un cúmulo de actores que pueden adoptar distintos papeles y que están en constante diálogo unos con otros, un diálogo que es físico —por la orientación de las células, por las fuerzas entre ellas y la matriz— y químico —con un enorme reparto de mensajeros circulando entre ellos—.

Convertir lo frío en caliente

Volvamos a los ratones de Batlle. Los tumores crecían en unos ratones y en otros no, aunque genéticamente eran similares. Los investigadores vieron que en el entorno de sus tumores había mucha cantidad de un mensajero, una molécula llamada TGF β que también estaba muy asociada con el mal pronóstico y que es fabricada por los fibroblastos secuestrados. Decidieron seguir por ahí. Usando un inhibidor de la molécula, comprobaron que era muy efectivo a la hora de prevenir las metástasis cuando los tumores se acababan de formar, pero que apenas actuaba cuando ya se habían diseminado. Probaron entonces a combinarlo con una de las actuales formas de inmunoterapia, que libera los frenos del sistema.

Microentorno: el ecosistema del cáncer Células del sistema inmunitario

Células tumorales Fibroblasto asociado a tumor Vasos sanguíneos Matriz extracelular


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La adquisición de hábitos saludables forma buena parte del éxito en la lucha contra el cáncer.

Los resultados fueron sorprendentes: por separado, ninguna de las terapias era eficaz, pero la mayoría de los ratones respondía al tratamiento cuando se combinaban. Porque la mensajera TGFβ no solo ayuda al tumor a crecer y a diseminarse, también a ocultarse de las defensas. Batlle no duda en afirmar que se curaban y que “entre el 70 y el 80 % morían de viejos”.

El microentorno

Uno de los problemas de la inmunoterapia es que no es efectiva en una buena parte de los tumores a los que se considera fríos o inertes ante las defensas, seguramente porque no tienen las mutaciones necesarias o suficientes para ser eficazmente reconocidos por ellas. “La investigación del microentorno nos ofrece vías para tratar tumores que antes eran intratables”, asegura Batlle. Y esta vía en particular no tiene por qué limitarse al cáncer de colon: TGFβ parece ser un actor principal en múltiples tipos de cáncer. “Es una molécula que, en condiciones normales, aparece cuando se necesita cicatrizar o regenerar un tejido dañado”, explica Batlle, “lo que coincide con la visión tradicional que se tiene del cáncer, como la de una herida que nunca cura”. Curiosamente, está también implicada en el mecanismo recientemente propugnado por el equipo del investigador Joan Massagué, como clave en buena parte de metástasis. Y, curiosamente, según Mina Bissell, “identificamos que TGFβ es la molécula activa en la herida (en el ala de pollo) responsable de que la infección del virus provoque tumores en toda regla (…) Los procesos fisiológicos pueden convertirse en armas de destrucción. Todo depende del contexto”.

Del origen a los tratamientos

“Sugerimos que el inicio de los tumores es inevitable, pero que su progresión hacia la malignidad puede y debe ser controlable”. Esto decían ya en 2011 desde el equipo de la propia Bissell. Las mutaciones se van acumulando con

la edad, dando lugar a tumores pequeños e iniciales; pero si el entorno se mantiene íntegro y sano, no permite que crezcan ni progresen. Hay quien ha comparado el microentorno con un jardín en el que empiezan a crecer las malas hierbas. Si no las sacas o las controlas a tiempo, empezarán a multiplicarse y serán más difíciles de eliminar. Otra forma de verlo es como la de un paraje natural en el que de improviso permiten instalar un hotel o urbanización turística. Si su construcción no se evita o frena a tiempo, atraerá nuevos turistas y comercios, colonizando y dañando el paisaje entero. La teoría de Bissell tiene varios puntos a favor. Por ejemplo, sus experimentos en el ala de los pollos, o sus estudios en que conseguían revertir tumores actuando únicamente sobre unas proteínas del microentorno, y solo cuando se cultivaban en tres dimensiones. Otro ejemplo a favor es el de los tumores hereditarios: una mutación en el gen BRCA1 aumenta el riesgo de cáncer de mama y de ovario, pero apenas afecta a otros órganos. Si todas las células del cuerpo tienen la mutación, ¿por qué no todas sufren las consecuencias? La explicación de Bissell es que el entorno de esos órganos influye de forma determinante. Aún más allá. Se estima que más de un tercio de las mujeres entre 40 y 50 años tiene algún pequeño tumor de mama, aunque solo sean relevantes, se desarrollen y diagnostiquen en una de cada cien. Algo similar sucede con el cáncer de tiroides y el de próstata en hombres. Para Bissell es el entorno el que los controla, hasta el punto de afirmar que “seguimos secuenciando [el genoma de los tumores] como si no hubiera un mañana, pero sin considerar que eso deja un montón de cuestiones sobre el cáncer sin resolver”. “Estoy convencido de que tiene parte de razón”, asegura Batlle, “pero diría que lo que influye es una combinación entre la genética del tumor y el entorno”. Si el inicio es inevitable, hay que trabajar en la contención, especialmente en la prevención de las metástasis. Cuando el

tumor secuestra el entorno lo pone a trabajar a su favor, buscando crecer y diseminarse.

Estrategias para cultivar el microentorno

Una forma de hacerlo fue descrita por un grupo de investigadores aparte, liderados, entre otros, por Héctor Peinado, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO): vieron que los tumores liberan unas pequeñas bolsas (llamadas exosomas), específicas para cada tejido, y que viajan por el cuerpo preparando el terreno. Son la forma de cultivar un “suelo apropiado”, que diría Paget, en una actualización molecular de su teoría. Ahora mismo hay pocos tratamientos basados en el microentorno. Los más usados son los que inhiben o estabilizan la formación de nuevos vasos sanguíneos y los que tienen que ver con la inmunoterapia, si esta se considera parte de él. Según Peinado, “uno de los mejores tratamientos para mejorar el microentorno es la simple adquisición de hábitos saludables, como perder peso o dejar de fumar, algo que podemos hacer día a día sin necesidad de ir al médico”. Otras vías ya más específicas son las de los exosomas —aunque los estudios son muy iniciales— o el uso de inhibidores de TGFβ. El grupo de Batlle inició una colaboración para trasladar los resultados de su laboratorio a pacientes, “pero el ensayo clínico tuvo que suspenderse. Los fármacos no eran muy eficaces y daban problemas de corazón. Sin embargo, ahora se han iniciado nuevos ensayos con inhibidores mucho mejores”. “¿Superará esta complejidad cualquier esperanza de desarrollar terapias efectivas o permitirá desarrollar otras mejores y personalizadas?”, se preguntaban en un artículo. “Hay muchos caminos atractivos y muchos esfuerzos puestos en ellos”, asegura Batlle. “Lo que tengo claro”, continúa, “es que si queremos curar a más pacientes tendremos que usar la inmunoterapia, a la vez que modificamos el microentorno. Debemos entender el tumor como la interacción de múltiples elementos, como una selva, como un ecosistema”.

*Sinc


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Ramón del Valle Inclán DCA, 15 de febrero de 1936.- Nació don Ramón Valle Inclán de la Peña en una quinta de la Ría de Arosa del lugar de Puebla de Caramiñal (Pontevedra) el 28 de octubre de 1866. Antes de su fallecimiento, el 5 de enero pasado, estuvo postrado durante casi un año. Murió en pleno conocimiento y, dándose cuenta de que llegaba su final, con su entereza característica, se despidió con gestos expresivos de cuantos le rodeaban. Antes de morir, cuando le ofrecieron los auxilios espirituales el escritor respondió que no quería junto a él “ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabihondo”. Al enterarse del deceso, don Gregorio Marañón dijo: “Sinceramente creo que Valle Inclán era uno de los valores positivos de nuestra literatura, cuya resonancia era universal. Singularmente en América, ha ejercido una influencia extraordinaria en los últimos 30 años”. Por su parte, don Miguel de Unamuno expresó emocionado: “De él puede afirmarse que fue un forjador de la lengua... claro que a veces fue un poco fantástico, pero a él le sonaba bien. Era cosa de sonoridad. Era también un imaginativo, que no es poco”. Para Ramón Gómez de la Serna, “era, a la par de un gran escritor antiguo, un gran escritor moderno. Había logrado ese doble tiempo, que es lo más difícil de lograr en literatura”.


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Reporte en V Si eres hombre, tienes una próstata. Seguramente no la has visto ni la has sentido, pero ahí está, y juega un rol fundamental en tu vida. BBC*

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¿Para qué sirve la próstata? Fotos: Archivo

ero, ¿sabes qué es la próstata y para qué sirve? Si no sabes la respuesta, tranquilo: no eres el único. Una reciente encuesta de la Asociación Europea de Urología (EAU, por sus siglas en inglés) mostró que solo uno de cada cuatro hombres mayores de 50 años sabe cuál es la función de la próstata. El estudio, además, reveló que alrededor de la próstata existen una serie de mitos y concepciones erróneas que, según los expertos, pueden afectar la salud de los hombres. “Estos resultados son preocupantes”, dijo el urólogo Hein van Poppel, secretario general adjunto de la EAU. “Especialmente porque la encuesta estuvo dirigida a hombres en la edad en la que tienen más probabilidades de sufrir condiciones relacionadas con la próstata, como el cáncer o una próstata agrandada”. Aprovechando este llamado de atención, te contamos qué es la próstata y por qué los médicos insisten en su cuidado.

1. ¿Qué es la próstata?

La próstata es una glándula blanda del tamaño de una pelota de ping-pong, ubicada en el interior de la ingle entre la base del pene y el recto.

2. ¿Cuál es su función?

Su principal función es suministrar el fluido prostático o líquido seminal que se mezcla con los espermatozoides en los testículos, para que puedan sobrevivir y ser expulsados durante la eyaculación.

3. ¿Qué condiciones pueden afectar a la próstata?

Según la Fundación Cáncer de Próstata, estas son algunas de las afecciones que puede sufrir esta glándula: Hiperplasia: también se le conoce como agrandamiento benigno de la próstata. Consiste en un crecimiento excesivo del tejido prostático que ejerce presión contra la uretra y la vejiga, bloqueando el flujo de orina. El riesgo de hiperplasia aumenta después de cumplir los 40 años. Prostatitis: es una inflamación dolorosa de la próstata, que puede ser causada por una infección bacteriana. Cáncer de próstata: el cáncer de próstata se desarrolla cuando ocurre un crecimiento y reproducción anormal de las células prostáticas. Una vez que se desarrolla el cáncer, este se alimenta de las hormonas masculinas presentes en la próstata. Por eso, el tratamiento contra el cáncer de próstata —sobre todo en etapas avanzadas— se basa en la reducción de los niveles de hormonas masculinas mediante una terapia hormonal.

A partir de los 40 años todos los hombres deben prestarle especial atención a su próstata.

4. ¿A qué señales hay que prestarle atención?

No se sabe exactamente a qué se debe el crecimiento de la próstata, pero los médicos creen que está relacionado con cambios hormonales relacionados con la edad. La EAU informa que algunos síntomas relacionados con la hiperplasia pueden incluir: -Un chorro débil o interrumpido al orinar. -Sensación de no saber si la vejiga está vacía. -Ganas repentinas de orinar con urgencia.

-Despertarse varias veces en la noche para orinar. Según la encuesta de la EAU, cerca del 50% de los hombres entre 50 y 60 años de edad no reconocen estos síntomas. Muchas veces estas molestias son leves, pero al volverse moderadas o severas pueden aumentar el riesgo de condiciones más serias. Según la EAU, existen varios tratamientos para una próstata agrandada como una cirugía a través de la uretra o del abdomen bajo, terapia láser, terapia con vapor de agua o un cambio en la dieta.


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Viernes

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5. ¿Cómo vigilar el cáncer de próstata?

Al acercarse a los 50 años —o a partir de los 40 si se tiene un historial con antecedentes en la familia— todos los hombres deben comenzar a hacerse exámenes rutinarios para la detección del cáncer de próstata. Según la Fundación Cáncer de Próstata hay dos tipos de exámenes, ambos simples y relativamente indoloros. Uno es el examen de tacto rectal. Este consiste en que el médico introduce un dedo lubricado y protegido con un guante en el recto. De esa manera puede notar si la próstata tiene un crecimiento o una forma irregular. Este examen puede ser incómodo, pero no debe resultar doloroso. El otro tipo de examen consiste en tomar una muestra de sangre. Este examen, llamado PSA, sirve pare medir los niveles de una proteína que produce la próstata. Un nivel elevado de esta proteína puede ser uno de los primeros indicadores de cáncer de próstata, pero todo depende de varios factores que tendrá que valorar el médico especialista.

El líquido prostático es portador del código genético.

6. ¿Cuáles son las señales de alerta?

La Fundación Cáncer de Próstata advierte que no hay señales tempranas de un cáncer de próstata. El crecimiento del tumor puede ser silencioso, por eso la importancia de hacerse los exámenes periódicos. La Sociedad Americana contra el Cáncer informa que un cáncer en etapa más avanzada puede generar síntomas como sangre en la orina o el semen, disfunción eréctil, dolor en las caderas, espalda u otras partes del cuerpo, debilidad en las piernas o pies y pérdida del control de la vejiga.

Los expertos recomiendan hablar con la familia y los especialistas sobre la próstata.

7. ¿Cómo se trata el cáncer de próstata?

Hay varios tratamientos, que van desde cirugía y radioterapia hasta terapia hormonal y quimioterapia. El especialista valorará qué tratamiento hay que usar y cuándo. Si se detecta a tiempo, el cáncer de próstata tiene un alto porcentaje de ser tratable.

Hablar sobre la próstata

Otro resultado que llamó la atención de la encuesta de la EAU es que solo el 13 % de los hombres dijo estar dispuesto a contarle a su pareja o su familia que tiene algún síntoma que pudiera estar relacionado con la próstata. La EAU menciona que investigaciones previas muestran que las mujeres saben más de salud masculina que los hombres. “Muchos hombres son animados a hacerse los exámenes por sus parejas”, dice el médico urólogo Juan Carlos Vélez, secretario general de la Sociedad Colombiana de Urología. Según Vélez, el hecho de que las mujeres sepan que deben hacerse citologías y el autoexamen de senos les hace cumplir con una rutina de autocuidado desde más temprana edad. Por eso afirma que es conveniente hablar sobre estos temas con la pareja, pero sobre todo con los médicos. “Tenemos que crear conciencia de que lo importante es detectar las enfermedades a tiempo”, dice Vélez. “La clave es la prevención y la detección temprana”. *British Broadcasting Company

Un examen de sangre puede ayudar a detectar el cáncer de próstata.

Las dificultades para orinar pueden estar relacionadas con algún problema de la próstata.


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Contando el tiempo

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Anticiparse al mal Científicos británicos y estadounidenses han formado una alianza para investigar los primeros indicios de cáncer con miras a detectar y tratar la enfermedad antes de que emerja. BBC* a estrategia plantea “crear” el cáncer en el laboratorio para poder ver exactamente cómo es su apariencia desde “el primer día”.

Esta es apenas una de las prioridades de investigación de la recién conformada Alianza para la Detección Temprana de Cáncer. El trabajo conjunto para la detección temprana de la enfermedad significa que los pacientes podrán recibir el beneficio de las terapias más rápido, explican. La fundación británica Cancer Research UK se ha asociado con las universidades de Cambridge, Manchester y University College London, en Reino Unido, y las universidades de Stanford y Oregón en EE.UU., para compartir ideas, tecnología y experiencia en esta área.

“Una aguja en un pajar”

Conjuntamente, los científicos apuntan a desarrollar pruebas menos invasivas, como exámenes de sangre, aliento y orina, para monitorear pacientes de alto riesgo; mejorar las técnicas de escaneo para la detección temprana de cáncer y para encontrar señales virtualmente imperceptibles de la enfermedad.

No obstante, reconocen que es “como buscar una aguja en un pajar”, y el método podría estar a 30 años de realizarse. “El problema fundamental es que nunca tenemos la oportunidad de ver el nacimiento del cáncer en seres humanos”, afirma el doctor David Crosby, director de investigación de detección temprana de Cancer Research UK. “Para cuando se encuentra, ya se ha establecido”. Los investigadores de Manchester, por ejemplo, están cultivando tejido mamario humano en el laboratorio con células inmunes sintéticas para ver si pueden detectar los primeros cambios sutiles que podrían conducir al cáncer. El profesor Rob Bristow señaló que era similar a tener “un banco de tejido vivo por fuera de los pacientes”. Sin embargo, todavía existe el peligro del “sobrediagnóstico” (diagnóstico innecesario que puede generar un tratamiento dañino), porque no todos los cambios celulares Fotos: Archivo

Descubrir cómo nace, podría contribuir a vencer el cáncer.


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Los investigadores llevan tiempo buscando una prueba fiable de sangre para detectar el cáncer.

La profesora Rebecca Fitzgerald, de la Universidad de Cambridge, que ha desarrollado métodos de detección temprana de cáncer, forma parte del grupo de investigadores internacionales.

se traducen en cáncer. Por eso los investigadores resaltan que debe ser más preciso, analizando también los genes que heredan las personas y el entorno en el que se crían para deducir el riesgo exclusivo y personal para diferentes tipos de cáncer. Solo entonces podrán saber cuándo intervenir.

Combate de incendios

Hasta la fecha, los científicos indican que la investigación para la detección temprana ha sido en pequeña escala y desconectada, sin el impacto que pueden tener las pruebas en grandes poblaciones de gente. El doctor Crosby dice que la colaboración “provocaría un cambio radical en nuestros sistemas de salud, cambiando del costoso combate de incendios de la enfermedad en sus etapas tardías a intervenir en el momento más temprano y proporcionar un tratamiento rápido y costo efectivo”. Según las cifras actuales, 98 % de las pacientes con cáncer de mama viven cinco años o más si la enfermedad se diagnostica en la etapa 1 —la más temprana— comparado a solo 26 % en la etapa 4, la más avanzada. Pero, hoy por hoy, apenas un 44 % de las pacientes con cáncer de mama reciben un diagnóstico en la primera etapa. En Reino Unido hay programas de exámenes de control para cáncer de mama, colon y cuello del útero para personas que alcanzan una edad en particular. Actualmente, sin embargo, no hay herramientas de control fiables para otros cánceres, como los de páncreas, hígado, pulmón y próstata, lo que significa que sus tasas de supervivencia son frecuentemente mucho más bajas. El profesor Mark Emberton, del University College London, señaló que el desarrollo

de técnicas de escaneo, como la imagen por resonancia magnética (IRM), era una “revolución silenciosa” que llegaría a reemplazar las agujas hipodérmicas utilizadas en biopsias para diagnosticar el cáncer de próstata. “El escaneo solo ve las células agresivas, pasa por alto las cosas que no quieres encontrar y propicia el sobrediagnóstico”, explicó, pero advirtió que era costoso y tomaba tiempo y que “no está listo para ser protagonista”. Hay otros desarrollos en escaneo más exactos que están siendo puestos a prueba. Como el escaneo hiperpolarizado de IRM y la foto acústica, que es cuando un rayo láser se dirige hacia el tumor, generando ondas sonoras que se pueden analizar para producir imágenes. El profesor Emberton añadió que la próxima meta será examinar qué cánceres se prestan mejor para este tipo de escaneos. En la Universidad de Cambridge, la profesora Rebecca Fitzgerald está desarrollando un endoscopio avanzado para detectar lesiones precancerígenas en el esófago y en el colon. La detección temprana no ha recibido la atención que merece, dice, y algunas pruebas de control de cáncer podrían ser muy simples y poco costosas. La profesora Fitzgerald manifestó entusiasmo en la colaboración con sus colegas internacionales para llevar las ideas “del laboratorio a la práctica”. Cancer Research UK estará invirtiendo más de US $50 millones en la Alianza Internacional para la Detección Temprana de Cáncer a lo largo de los próximos cinco años, además de contribuciones de US $20 millones del Canary Center de la Universidad de Stanford University y el Instituto Knight de Investigación de Cáncer de la Universidad de Oregón. *British Broadcasting Company

Escaneos hiperpolarizados de imagen por resonancia magnética (IRM) podrían ser una manera futura para diagnósticos tempranos.

Los científicos buscan nuevas maneras de detectar a tiempo el cáncer de próstata.


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Tragaluz

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Fotos: Archivo

Alimentos medicinales Combatir las infecciones desde el intestino aprovechando los componentes de la comida es una posibilidad cada vez más cercana gracias al mayor conocimiento de los microorganismos. Ángeles Gómez* ace más de una década que el Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (INH por sus siglas en inglés) decidió invertir 115 millones de dólares para sacar del anonimato a los billones de bacterias y otros microorganismos que colonizan nuestro organismo. En 2012, el Proyecto Microbioma Humano — que es el nombre que se le dio al plan— arrojó los primeros resultados y ya reveló la especial trascendencia de la microbiota intestinal. Desde entonces, la investigación no ha parado de encontrar enfermedades humanas en las que aparecen involucradas las bacterias intestinales, desde la obesidad hasta problemas cardiovasculares, alteraciones neurológicas, incluso cáncer. Estas relaciones justifican los dichos populares

que relacionan bienestar con alimento —somos lo que comemos, por la boca muere el pez o que tu alimento sea tu medicina— y que ahora vuelven a confirmar científicos de la Universidad de San Diego (California). Concretamente, han encontrado una nueva forma de aprovechar los alimentos como medicina por sus propiedades para controlar los microorganismos dañinos y fomentar el crecimiento de bacterias beneficiosas. Los investigadores han constatado que ciertos alimentos tienen un efecto antimicrobiano debido a que desencadenan la producción de bacteriófagos —virus que infectan y se multiplican dentro de las bacterias—, un descubrimiento que se publicó hace poco en la revista Gut Microbes. Esos alimentos con propiedades antibióticas incluyen miel, regaliz, stevia, aspartamo, picante, orégano, canela, clavo, uva ursi (bayas de oso) y extracto de neem.

Ajustar los alimentos

Lance Boling, biólogo molecular y miembro del equipo investigador de la Universidad de California, argumenta que sería posible actuar sobre los microorganismos intestinales “ajustando los alimentos que consumimos y que afectarán a la diversidad microbiana que, a su vez, influirá en la salud y las enfermedades”. Para confirmar estas hipótesis, lo primero que hicieron los científicos fue examinar las curvas de crecimiento de las bacterias a lo largo

del tiempo y observaron que cuando se activan los fagos, el crecimiento bacteriano se detiene por completo y su número disminuye drásticamente hasta que se agotan. Aquí, “también encontramos que algunos alimentos actuaban como inhibidores de fagos y podían usarse para controlar los virus patógenos”, añade Boling.

Posibles antimicrobianos

Por esto, y dada la variedad de enfermedades en las que está implicada la microbiota, los científicos californianos insisten en que con un análisis y planificación cuidadosos, los alimentos podrían usarse como medicamentos para corregir los desequilibrios. “Podríamos esculpir el microbioma intestinal humano con compuestos dietéticos comunes”, defiende el ecólogo microbiano Forest Rohwer. “La capacidad de matar bacterias específicas, sin afectar a otras, hace que estos compuestos sean muy interesantes”. Miguel Aganzo, nutricionista e investigador de los hospitales Fundación Jiménez Díaz y Rey Juan Carlos (Madrid), explica: “Los fagos pueden actuar de dos formas: inyectando su ADN y provocando la ruptura celular de la bacteria (la mata) o inyectando su ADN y quedando latente pero replicándose para alcanzar a otras bacterias y propagar la infección”. Sin embargo, “no hay muchos desencadenantes químicos conocidos [de este proceso] y queríamos encontrar estos inductores ‘pro-


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fágicos’, o lo que hace que el ADN del fago se desprenda y se replique”, refiere Boling. Para ello, los investigadores eligieron alimentos con efectos antimicrobianos conocidos y percibidos, y seleccionaron bacterias representativas de la microbiota intestinal (Bacteroidetes y Firmicutes), incluidas cepas de bacterias beneficiosas y dañinas. De los 117 alimentos candidatos, quedaron 28 finalistas a probar sus propiedades antimicrobianas (capacidad para producir fagos). “Este enfoque reductivo es similar a arrancar las malas hierbas de un jardín para que las plantas más deseables tengan espacio para crecer”, justifica el autor. Pero también puede suceder al contrario: que un consumo excesivo de alimentos antimicrobianos de amplio espectro conduzca a estados metabólicos similares a la baja diversidad de especies bacterianas intestinales que se produce cuando se toman antibióticos. Por tanto, comprender y utilizar de forma adecuada los alimentos podría ayudar en el tratamiento o la prevención de afecciones asociadas con los desequilibrios intestinales y promover la salud en general. Rohwer manifiesta que “probablemente, hay miles de compuestos que serían útiles para eliminar las bacterias no deseadas”. De momento, Aganzo apunta a la presencia de calcio, aminoácidos o magnesio en los alimentos como favorecedores de la unión entre el fago y la bacteria, o compuestos como fibras o polifenoles que pueden degradar el ADN bacteriano y afectar a su crecimiento

El fármaco es la dieta

Los autores del estudio de Gut Microbes recomiendan explorar más a fondo esos alimentos con efectos antimicrobianos, porque quedan muchos aspectos desconocidos sobre qué hace que las bacterias produzcan fagos. En esta línea, el nutricionista español confirma que es prematuro asegurar que una ingesta normal de los alimentos citados (stevia, miel, uvas ursi, etcétera) permita obtener un efecto antibiótico natural, pero tampoco lo descarta. “En mi opinión, podría entenderse la dieta como parte de un tratamiento, porque influyen demasiados factores difícilmente controlables, pero al menos sí como una aproximación”, puntualiza. Miguel Aganzo confirma que la alimentación puede modificar la microbiota a largo plazo, aunque reitera que existen otros muchos factores que la afectan, como la edad, fármacos o la práctica de ejercicio. Y acerca de si los cambios en la microbiota pueden afectar a la eficacia de los antibióticos que tomamos normalmente, recuerda que las bacterias se adaptan a los antibióticos para perpetuar su especie, aunque los bacteriófagos, como tratamiento, son más efectivos y, a largo plazo, más efectivos que los medicamentos. “Si se consiguiera maximizar su eficacia, los cambios en la dieta para promover bacteriófagos como terapéutica haría que el empleo de fármacos antibióticos no fuera necesario (salvo casos muy graves), y si sucediera la infección, el empleo de medicamentos sería más eficiente”, defiende el español. En su opinión, “mejorar la dieta para promover el control de bacteriófagos y esculpir la microbiota actuaría para prevenir enfermedades y reduciría la necesidad de recurrir a fármacos”. Alimente/EC

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Conocer los componentes de muchos de los alimentos de uso cotidiano forma parte, no solo de la búsqueda de soluciones terapéuticas específicas, sino de un mayor equilibrio en las dietas tradicionales para mitigar el uso de fármacos y terapias invasivas.

Escondidas en el universo ilimitado de la flora están muchas de las respuestas que los científicos tratan afanosamente de encontrar, en beneficio de la salud individual y la del planeta.


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Ventanas

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Comer menos, vivir más Científicos del Instituto Salk de California (EE. UU.), han descubierto en ratas cómo la restricción calórica previene los efectos negativos del envejecimiento en las

Concepción Rodríguez Esteban y Juan Carlos Izpisúa Belmonte.

Sinc* i desea reducir los niveles de inflamación en todo el cuerpo, retrasar la aparición de enfermedades relacionadas con la edad y vivir más tiempo, coma menos cantidad de alimen-

tos. Es la conclusión de un nuevo estudio realizado en ratas por científicos de EE. UU. y China. Liderado por el español Juan Carlos Izpisúa Belmonte y publicado en la revista Cell, se trata del informe más detallado hasta la fecha de los efectos celulares de una dieta restringida en calorías. Si bien los beneficios de la limitación calórica se

Insectos comestibles

En condiciones in vitro, extractos obtenidos a partir de insectos comestibles –como el gusano de la harina (Tenebrio molitor) o el grillo doméstico (Acheta domesticus)– son fuentes novedosas de compuestos bioactivos. Así lo comprueba un trabajo realizado en el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). En concreto, el trabajo muestra cómo a partir de dichos insectos es posible obtener extractos concentrados en compuestos de naturaleza química muy diversa, tanto antioxidantes como inhibidores de la enzima responsable de la digestión de las grasas. “La actividad antioxidante de los insectos ya había comenzado a evidenciarse en los últimos años para distintas especies de insectos comesti-

bles, la cual ha sido principalmente atribuida a la fracción proteica de la harina obtenida a partir de estos insectos”, detalla Diana Martin, directora del trabajo. “Sin embargo, este estudio muestra por primera vez esta actividad antioxidante para extractos no proteicos, obtenidos por metodologías avanzadas de extracción y ambientalmente limpias”, añade la investigadora del Grupo de Ingredientes Alimentarios Funcionales de la UAM. Por su parte, Joaquín Navarro del Hierro, coautor del estudio, aclara que una mejora del estado oxidativo de los tejidos “está altamente relacionado con una mejora del estado de salud y la prevención en el desarrollo de determinadas patologías. De ahí el interés en hallar nuevas fuentes comestibles ricas en compuestos antioxidantes”.

conocen desde hace tiempo, los nuevos resultados muestran cómo esta restricción puede proteger contra el envejecimiento celular. “La limitación calórica aumenta la duración de la vida, pero ahora hemos demostrado todos los cambios que ocurren en una sola célula para que se produzca esto”, explica Izpisúa Bel-

Uno de los resultados más importantes de este trabajo, publicado en Food Chemistry, es la evidencia de la capacidad inhibitoria de la digestión de los lípidos de la dieta, algo que no se había descrito hasta ahora para los insectos comestibles. “Esta actividad inhibitoria contribuiría a una reducción en la absorción de los lípidos de la dieta, lo cual es de interés frente a problemas de salud como niveles elevados de triglicéridos o colesterol en sangre, así como sobrepeso u obesidad”, explica Martín. Los autores se encuentran ahora explorando otras especies de insectos y evaluando otras actividades biológicas, así como distintas formas de obtención de extractos para el desarrollo de ingredientes bioactivos de alta eficacia a partir de insectos. (Sinc)


Viernes

Guatemala, viernes 13 de marzo de 2020

monte, profesor del Laboratorio de Expresión Genética del Instituto Salk de California. “Esto nos da los objetivos sobre los que podremos actuar con diferentes medicamentos para tratar el envejecimiento en los humanos”. El envejecimiento es el factor de riesgo más alto para muchas enfermedades humanas, como cáncer, demencia, diabetes y síndrome metabólico. La restricción calórica ha demostrado en modelos animales ser una de las intervenciones más eficaces contra estas patologías relacionadas con la edad. Aunque los expertos eran conscientes de que las células experimentan muchos cambios a medida que un organismo envejece, hasta ahora no han sabido cómo la restricción calórica podría influir en estas modificaciones. En el nuevo artículo, se compararon ratas que comían un 30 % menos de calorías con ratas con dietas normales. Las comidas fueron controladas desde los 18 hasta los 27 meses (en los humanos, esto sería equivalente a que alguien siguiera una dieta con restricción de calorías desde los 50 hasta los 70 años). El equipo de Izpisúa Belmonte analizó un total de 168 mil 703 células de 40 tipos en 56 ratas. Las células procedían de tejidos grasos, hígado, riñón, aorta, piel, médula ósea, cerebro y músculo. En cada célula, los investigadores usaron tecnología de secuencia genética unicelular para medir la actividad de los genes. Los autores observaron la composición general de los tipos de células dentro de un tejido determinado y, luego, compararon ratones viejos y jóvenes en cada dieta.

Más jóvenes con menos comida

Muchos de los cambios que se produjeron al envejecer las ratas de la dieta normal, no se produjeron en aquellas con una dieta restringida; incluso en la vejez, muchos de los tejidos y células de los roedores con dieta restringida se parecían mucho a los de los más jóvenes. En general, el 57 % de los cambios relacionados con la edad en la composición de las células observadas de las ratas que seguían una dieta normal no estaban presentes en aquellas que

seguían una dieta restringida en calorías. “Este enfoque no solo indica el efecto de la restricción calórica en estos tipos celulares, sino lo que sucede en una sola célula durante el envejecimiento”, afirma Guang-Hui Liu, profesor de la Academia China de Ciencias. Algunas de las células y genes más afectados por la dieta se relacionan con la inmunidad, la inflamación y el metabolismo de los lípidos. El número de células inmunitarias en casi todos los tejidos estudiados no se vio afectado por la edad en las ratas con calorías restringidas, pero sí aumentó drásticamente en las otras. En el tejido adiposo marrón, una dieta con restricción calórica revirtió los niveles de expresión de muchos genes antiinflamatorios a los observados en las ratas jóvenes.

Nuevas estrategias

“El principal descubrimiento es que el aumento de la respuesta inflamatoria durante el envejecimiento podría ser sistemáticamente reprimida por la restricción calórica”, subraya Jing Qu, también profesor de la Academia

China de Ciencias. Cuando los investigadores se centraron en los factores de transcripción — interruptores que pueden alterar ampliamente la actividad de muchos otros genes— que fueron alterados por la restricción calórica, uno destacó. Los niveles del factor de transcripción Ybx1 fueron alterados por la dieta en 23 tipos de células diferentes. Por ello, los científicos creen que Ybx1 puede ser un factor de transcripción relacionado con la edad y están planeando más estudios sobre sus efectos. “Cuando la gente dice ‘eres lo que comes’, es cierto en alguna medida”, sostiene Concepción Rodríguez Esteban, otra de las autoras e investigadora del Salk. “El estado de tus células conforme envejeces depende claramente de tus interacciones con tu entorno, lo que incluye qué y cuánto comes”. De cara al futuro, el equipo trata de utilizar los nuevos conocimientos para descubrir las dianas de los fármacos contra el envejecimiento, y aplicar estrategias para aumentar la vida y la salud de las personas.

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Formas en que la restricción calórica afecta a diversos aspectos de la función celular, reduciendo la inflamación y la actividad de muchos genes relacionados con el envejecimiento.

*Sistema de información ynoticias científicas

Supervivencia vegetal La supervivencia de las plantas en la naturaleza requiere su adaptación a diferentes tipos de estrés ambiental. A diferencia de los animales, estas no tienen posibilidad de escapar cuando se enfrentan a una agresión externa, como la mordedura de un insecto. Por dicho motivo, han desarrollado mecanismos de señalización interna y respuesta mediante hormonas como el ácido jasmónico (hormona vegetal que está relacionada con señales químicas —jasmonatos— que inducen defensas en las plantas como respuesta al ataque de insectos). Sin embargo, la respuesta desencadenada por esta hormona frena el crecimiento de la planta para centrar los recursos en la defensa. Así, un exceso de acción de esta hormona puede afectar al desarrollo vegetal, por lo que su

señalización debe estar regulada de una manera muy precisa en tiempo e intensidad. Ahora, investigadores del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), en colaboración con las universidades de Estrasburgo y Navarra, han identificado un nuevo mecanismo molecular que modula los pulsos de activación de la hormona. El trabajo, que se publica en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), da respuesta a cómo se regula la activación de defensas, hasta alcanzar un equilibrio entre crecimiento y respuesta a estrés. La ruta de señalización del ácido jasmónico se activa a través de una familia de factores de transcripción llamados MYC (MYC2, 3 y 4), que inducen genes de defensa para paliar la situación de estrés.

El grupo de Roberto Solano del CNB ha identificado una nueva familia de proteínas llamadas BPM que actúan sobre las MYC, produciendo su degradación intracelular, y apagando así la señalización del jasmónico en la célula. “Utilizando plantas con niveles bajos de proteínas BPM como modelo, hemos podido definir su papel clave como interruptores moleculares en esta ruta celular”,explica José Manuel Chico, primer autor del trabajo y también del CNB. La falta de BMPs aumenta la sensibilidad de las plantas al ácido jasmónico y se traduce en un menor crecimiento de las mismas. “Este nuevo nivel molecular de regulación permite un ajuste directo en la intensidad y duración de la acción hormonal y, en consecuencia, de la respuesta de defensa”, concluye Chico. (Sinc)



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