Revista comunista internacional nº 2 (tc)

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Artículo del Consejo Editorial para la Revista Comunista Internacional El segundo número de la revista Comunista Internacional se publica en un momento especialmente álgido de crisis económica capitalista profunda, en que se da una intensificación de la ofensiva burguesa contra los derechos de los trabajadores y una profunda agudización de la competencia entre los monopolios y de las contradicciones interiimperialistas. En esta situación el debate que desarrollamos en estas páginas sobre el Socialismo adquiere un significado especial. La época histórica de la transición del capitalismo al socialismo que fue marcada por la gran Revolución de Octubre de 1917 no terminó con la derrota temporal en la URSS y los demás antiguos estados socialistas. La Revolución Socialista de Octubre que fue realizada por la clase obrera rusa, bajo la dirección del Partido Bolchevique y encabezada por V.I.Lenin, fue el acontecimiento más importante del S. XX, que marcó el inicio de la misma. A pesar de la enorme riqueza concentrada en manos de una exigua minoría, el capitalismo, en su fase imperialista, no puede resolver ninguno de los grandes problemas que padece la Humanidad. La necesidad del socialismo surge de las propias contradicciones irresolubles del capitalismo como producto del desarrollo histórico. Este tránsito revolucionario, necesario para la abolición de la explotación capitalista, jamás se dará a través de una serie de reformas sino con el derrocamiento revolucionario del poder del capital y con la conquista del poder por la clase obrera aliada con otros sectores populares. Se alcanzará mediante la socialización de los medios de producción monopolistas, es decir con la abolición de la propiedad privada en los medios de producción concentrados y con la perspectiva de la desaparición absoluta de toda forma de propiedad privada en los medios de producción, consiguiendo así, superar los límites que el capitalismo impone al desarrollo de las fuerzas productivas. De esta manera se crearán las condiciones para un desarrollo social que satisfaga los intereses de la mayoría social trabajadora, poniendo los avances científico-técnicos al servicio de la mayoría popular. La construcción de la nueva sociedad se basará en la movilización de las masas populares a través de los órganos del poder popular y las varias formas de su organización. En esta dirección contribuirá la acción de vanguardia del Partido Comunista. Este proceso histórico abrirá el camino para la abolición total de las clases con la abolición total de la explotación del hombre por el hombre y la eliminación de toda forma de desigualdad y contradicción social (p.ej. contradicción entre trabajo manual o intelectual, entre ciudad y campo) en la sociedad comunista desarrollada. La Gran Revolución de Octubre y la construcción socialista inspiraron la creación y el desarrollo del Movimiento Comunista Internacional, al acelerar la fundación de Partidos Comunistas en muchos países y crear la III Internacional Comunista. Constituyéndose en la fuerza que inspiró y apoyó las luchas de los pueblos por un futuro de libertad y justicia social sin explotación. Gracias a la Revolución socialista de Octubre se crearon las condiciones previas para que los trabajadores y trabajadoras lograran en esos países derechos populares sin precedentes como el trabajo pleno y estable, la educación, la salud y la seguridad social. Además de tener un impacto positivo en las luchas de la clase obrera


en el mundo capitalista. Cabe señalar la contribución fundamental de la URSS y de los bolcheviques en la victoria contra el nazi-fascismo, su contribución inestimable a la emancipación de la mujer y al derrumbe del colonialismo. Bajo la influencia ejercida por la Revolución de Octubre se fortaleció la lucha por la Paz y se forjó la solidaridad internacionalista. La contrarrevolución (1989-1991) no invalida la importancia histórica de la Revolución de Octubre, la contribución de la URSS, del Socialismo y del Movimiento Comunista Internacional. La crítica rigurosa, que no intenta idealizar el desarrollo del Socialismo en el siglo XX, nada tiene que ver con la descalificación política e ideológica de todo este periodo histórico realizado por el enemigo de clase para tratar de escribir de nuevo la Historia. El análisis y el reconocimiento de las percepciones revisionistas y de las desviaciones oportunistas durante la construcción socialista en la URSS, no sólo es una necesidad para la evaluación correcta y científica de las causas de la contrarrevolución, sino que además, es fundamental para el fortalecimiento de la lucha política e ideológica contra el revisionismo y el oportunismo que, en las condiciones actuales, se oculta tras la consigna de la humanización del capitalismo hablando de socialismo con democracia o socialismo del s XXI. En la crisis capitalista y el miedo de la burguesía al ascenso de la lucha de clases y del movimiento revolucionario, está el origen de la causa de la intensificación de la campaña anticomunista contra las ideas y todo lo que significó la experiencia histórica iniciada en Octubre. A pesar de la gran regresión del MCI, a causa de la victoria no prevista de la contrarrevolución y de la restauración capitalista en Europa Central y Oriental y en la antigua URSS, en poco tiempo quedaron desautorizadas las artificiales ideas del “fin de la Historia y del Movimiento Comunista” y de las capacidades inagotables del capitalismo. Hoy recuperan nuevas fuerzas las ideas socialistas porque en la práctica se ha constatado el empobrecimiento material, intelectual y moral de los pueblos de los antiguos países socialistas; y porque se van conociendo las causas del mismo proceso de la contrarrevolución. El Socialismo se está convirtiendo de nuevo en punto de referencia en la organización de las luchas por la emancipación de la clase obrera mundial de la dominación capitalista y de su expresión más violenta, la guerra imperialista. El contenido de este número se elaboró teniendo como criterio que hoy en día adquiere gran importancia el intercambio de opiniones y el debate teórico sobre la cuestión de la revolución y la construcción socialista, así como la continuación del estudio de las causas que llevaron a la derrota temporal. Al mismo tiempo, basándonos en estudios de los acontecimientos de los últimos años encontramos nuevas oportunidades de promover los valores e ideales del movimiento obrero y revolucionario, especialmente en la juventud, para hacer frente a los planes del anticomunismo de falsificar la verdad histórica. En este segundo número se da un esfuerzo de defender el socialismo tanto a través de la continuación del estudio de la experiencia histórica, como mediante la confrontación de aspectos de la ofensiva anticomunista. Consideramos que esto puede fortalecer significativamente el rearme político e ideológico de los partidos comunistas para el enfrentamiento con las posiciones burguesas y oportunistas.


La contribución de la Revolución de Octubre y de la Unión Soviética al movimiento obrero en Europa Occidental y más particularmente en Bélgica Herwig Lerouge

La Revolución de Octubre y la creación de la Unión Soviética han sido por mucho los eventos más importantes del siglo 20. Y no solamente para el pueblo soviético, que pasó en 40 años de la servidumbre, de una economía atrasada, de la miseria más negra, del analfabetismo, de la opresión colonial de minorías nacionales a un estado moderno, la segunda economía del mundo, el país con el mayor número de ingenieros y científicos, el primer país en poner un satélite en órbita, un país donde conviven 66 nacionalidades, un país que por si sólo fue capaz de detener la máquina de guerra nazi mientras que los países capitalistas en Europa Occidental continental capitularon apenas después de unas cuantas semanas. La Revolución de Octubre y la creación de la Unión Soviética son por mucho los eventos más importantes del siglo 20 para las naciones colonizadas y explotadas por las grandes potencias imperialistas. Pero también es difícil estimar la contribución de la Revolución de Octubre y de la Unión Soviética al movimiento obrero en Europa. La caída de la burguesía rusa en 1917 causó que la burguesía del mundo entero tomara conciencia de que la clase obrera estaba efectivamente en capacidad de vencerla, de derrocar al capitalismo y de instaurar un nuevo orden social. En octubre de 1917, por primera vez en la historia de la humanidad, la clase obrera les quitó a los grandes propietarios territoriales y a los capitalistas las tierras, las fábricas, los medios de transporte, las redes de distribución, y los transformó en propiedad social. Por primera vez en la historia de la humanidad, la clase obrera se convirtió en clase dominante. Opuso ante el parlamentarismo burgués el poder socialista de los Soviets de obreros y de campesinos. La Revolución de Octubre mostró la eficacia de la vía revolucionaria y el carácter ilusorio del tránsito pacífico al socialismo mediante las elecciones, promovidas por la socialdemócrata. En ningún otro lado, posteriormente, la social-demócrata ha podido probar lo contrario. Tan sólo hay que recordar el Chile de Allende.

Una reacción contradictoria Muy pronto, el miedo al contagio revolucionario se apoderó de la burguesía europea. Su


reacción fue contradictoria, dice el historiador comunista Kurt Gossweller1. Por un lado, el miedo a la revolución suscita en ella la voluntad, no sólo de contener al movimiento obrero dentro de ciertos límites, sino también de erradicar y liquidar al movimiento obrero revolucionario y al Estado que lo apoya, la Unión Soviética. Esta evolución lleva, entre otros, a la intervención armada contra la Rusia soviética y a un “enriquecimiento” del espectro político en ciertos países capitalistas, sobre todo en los vencidos en la Primera Guerra Mundial, por la creación de organizaciones y partidos cuyo objetivo principal era la erradicación del comunismo e incluso del movimiento obrero, esencialmente por medios violentos y terroristas: el fascismo. Por otro lado, en 1917, la burguesía aprende sobre todo a apreciar, como defensa contra la revolución, al reformismo social-demócrata considerado hasta ese momento incapaz de gobernar, y la integra en su aparato de dominio y opresión. Los partidos social-demócratas ganaron de esta manera su derecho de participación en el esfuerzo de guerra de sus respectivas burguesías. Dentro de las grandes potencias de Europa Occidental que salieron vencedoras después de la guerra, encabezadas por Francia y Gran Bretaña, las destrucciones y el costo de la guerra representaban para sus pueblos una gran carga. Hacer pagar a sus trabajadores habría conducido a un agravamiento extremo de los antagonismos de clase. Pero la burguesía de esos países podía hacer pagar una parte al rival alemán vencido y a sus colonias. Almacenaba en sus colonias ganancias mucho mayores a las que se podían obtener de la extorsión a los obreros en las metrópolis. Era posible retener de esta bonita suma una fracción para distribuirla generosamente a los dirigentes obreros con el propósito de corromperlos de una u otra forma. La burguesía prefirió esto por encima del riesgo de tratar de eliminar por la violencia un movimiento obrero bien organizado, revolucionario y vuelto más combativo siguiendo el ejemplo de la Revolución de Octubre y decidido a defender sus logros sociales.

Todo se vuelve posible Desde 1918, la burguesía belga debió conceder reformas sociales que había furiosamente rechazado hasta ese momento. Al día siguiente del armisticio del 11 de noviembre de 1918, el Rey de los belgas, Alberto I, convocó al Partido Liberal, al Partido Católico y al Partido Obrero Belga (POB), el ancestro del Partido Socialista, en el pueblo de Loppem (cerca de la ciudad belga de Gante), donde se encontraba entonces, para discutir las medidas a tomar para asegurar el orden una vez los soldados hubieran regresado. El pánico entre la burguesía era grande y se había incrementado después de la creación de consejos revolucionarios de soldados alemanes en Bruselas, a la imagen de los que se habían creado un poco por toda Alemania. La reunión de Loppem decidió hacer entrar a ministros socialistas al gobierno e instalar el sufragio universal para los hombres sin una revisión previa a la Constitución. El gran promotor de esta operación fue el mayor banquero de Bélgica, Émile Francqui, director de la poderosa Sociedad General y gran amigo de Emile Vandervelde, dirigente del POB y de la segunda internacional socialista. Hicieron falta 3 huelgas generales en 1893, 1902 y 1913, pero sobre todo la Revolución de Octubre para que los trabajadores, todavía no las trabajadoras, obtuvieran en 1919 por fin el pleno derecho a votar. Esa fue la primera


manifestación concreta de ayuda que pudo aportar un Estado socialista, incluso aún no estable, al combate social de la clase obrera en los países capitalistas. Tuvo que haber una nueva huelga general en 1919, pero sobre todo tuvo que darse la Revolución de Octubre y el miedo al contagio revolucionario, para que en 1921 fueran introducidas en Bélgica jornadas de 8 horas y la semana de 48 horas. Decenas de obreros, entre ellos los de Chicago, durante ese famoso 1 de mayo de 1886, ya habían caído a causa de las balas de la policía por esta reivindicación. Incluso los libros de historia burgueses lo admitieron: en 1918, en Bélgica, la actitud de la burguesía estuvo determinada en una gran medida por el “miedo de ver al proletariado seguir de una forma o de otra el ejemplo ruso”. En unas cuantas decenas de años, la revolución soviética garantizó el derecho al trabajo, a la enseñanza y a los cuidados a la salud gratuitos, el acceso al alquiler barato. Desde 1956 la jornada de 7 horas y la semana de 5 días fueron introducidos en la URSS. Allá se construyeron casas de reposo, de relajación y de vacaciones, así como una gran red de teatros y cines, de organizaciones artísticas y deportivas, de bibliotecas hasta en los pueblos más pequeños y recónditos. El estado proveía los medios de educación artística de los niños. Todos los ciudadanos soviéticos se beneficiaban de una pensión, los hombres a los 60 años y las mujeres a los 55. Los trabajadores no conocían la amenaza del desempleo. El poder socialista sentó las bases de la igualdad de los hombres y las mujeres. Liberó a las mujeres de numerosas responsabilidades en la vida familiar. Más de tres cuartas partes de la población obtenía al menos un diploma de la enseñanza secundaria. Aún en 1917 dos tercios de la población era analfabeta. Organizó la eclosión de las ciencias físicas, de las matemáticas, el primer vuelo del hombre al espacio. Los logros de la cultura socialista beneficiaban a grandes estratos de la población. A pesar de la deformación de la propaganda anticomunista, estos éxitos fueron rápidamente conocidos en Europa Occidental, incluidos los medios sindicales. En el muy anti-comunista órgano oficial de la Comisión sindical del Partido Obrero Belga, “El movimiento sindical belga”, Berthe Labille, esposa de un ministro socialista, publicó un artículo sobre “La vida del obrero en la URSS”. “La mayor parte de los obreros toman su comida en la fábrica. Por todos lados han sido instalados comedores, donde se sirven comidas completas por una suma mínima. La fábrica interviene en caso de enfermedad, asegurando el tratamiento en una clínica y la convalecencia hasta la recuperación completa, en una casa de descanso. (...) La Unión Soviética cuenta actualmente con 8 millones de trabajadores, es decir, un tercio de la mano de obra total. En los koljoses, se estiman en 25 millones el número de mujeres ocupadas en los trabajos de campo. En este país, donde el desempleo no existe, (...) todas los oficios y profesiones son abiertos sin la menor reserva. La mitad de los médicos son mujeres (...) Uno se encuentra con mujeres a la cabeza de las comisarías de Gobierno; dirigen fábricas, instituciones oficiales, museos, etc”. La Unión Soviética es el único país del mundo que otorga a la mujer una gran libertad de acción y que la coloca en un pie de igualdad absoluta con el hombre, en todos los dominios. Un trabajo igual da dercho a un salario igual


Numerosas medidas fueron tomadas para ofrecer a las trabajadoras embarazadas condiciones especiales de trabajo y una gran protección. Acudir a las consultas prenatales es obligatorio. Las futuras mamás reciben ahí cuidados y consejos y son examinadas a domicilio durante el periodo de embarazo. En la fábrica, si la salud de la obrera lo exige, se le da licencia hasta el momento de dar a luz, sin pérdida de salario. Cuando el momento de dar a luz llega, la mujer es enviada a un salón de maternidad, con el costo a cargo del Estado. La Ley sobre el seguro social ha instituido para las obreras un descanso de 2 meses antes del alumbramiento y 2 meses después; para las empleadas, 6 semanas antes y 6 semanas después. Durante todo este periodo, se paga el salario completo, con un incremento por la indemnización por el alumbramiento. Cuando la madre retoma su trabajo, se acuerdan todas las facilidades para que repose y para que atienda a su hijo. Éste es cuidado en la guardería de la fábrica en condiciones muy ventajosas. La participación de la madre en la manuntención es mínima. Esta manuntención es apoyada casi totalmente por el arca para obras sociales de la fábrica. La presencia de estas obras, agregada a los sanatorios, a las policlínicas, a los clubs, a los centros de cultura, libera a la trabajadora soviética de preocupaciones materiales. No tiene que resolver, con el salario que gana, los numerosos problemas de la enfermedad, de la invalidez, de la vejez, de la educación de los niños, porque esos servicios son gratuitos. No conocen todas esas preocupaciones que envenenan la existencia de sus hermanas en los países capitalistas. (...) Los trabajadores en la URSS tienen una actividad doméstica fuertemente reducida. La mayor parte toman su comida en la fábrica. Por otro lado, los “gastrónomos” proveen con comida completamente preparada, barata. Sólo hace falta calentarla. En ciertos bloques de habitaciones, se ha instalado una cocina central donde los locatarios pueden obtener todo lo que desean para su comida. No se puede dudar de esto: que en las circunstancias presentes, el bienestar del trabajador, de la trabajadora, no ha sido jamás perdido de vista. El mismo periódico se regocijó de la entrada de la URSS a la Conferencia Internacional del Trabajo en 1934. Se escribió que “para llevar a buen término el voto de una convención que tiende a introducir en todos los países la semana de trabajo de 40 horas, Rusia puede constituir un factor muy favorable”. Toda la legislación social, su concepto mismo, ha sido influida a nivel internacional por la presencia de la URSS y la legislación social de ese país. Los otros países la han tenido que tomar en cuenta, haya sido de manera torcida o deformada. Que uno fantasee a la declaración universal de los derechos del hombre de las Naciones Unidas que ha debido ir más allá de la declaración emanada de la Revolución francesa y ha debido tomar en cuenta los derechos sociales y sindicales.

El miedo al socialismo condujo a la seguridad social La seguridad social, que vio la luz del día en 1945, fue el punto final de una larga lucha por hacer pagar a los patrones los riesgos inherentes a su sistema. Para el trabajador, la vida bajo el capitalismo es incierta. Desde el nacimiento del capitalismo, los obreros han


luchado por conservar un ingreso hasta que no pueden trabajar más, siendo víctimas del desempleo, de la enfermedad o de la edad. El capitalista no paga por el valor completo de lo que produce el trabajador, sino que el salario está determinado por lo que el trabajador necesite para sobrevivir y para entretenerse a él y a su familia. Los ahorros que pueda constituir son de este modo mínimos o inexistentes. La seguridad social nació de la autodefensa vital de los trabajadores. Después de la Segunda Guerra Mundial, en Bélgica, con la Ley decretada el 28 de diciembre de 1944, la seguridad social actual vio la luz del día. La novedad, era la obligación para el patrón de pagar una cotización fija, de manera de garantizar un seguro universal en materia de retiros, de seguro de enfermedad y de invalidez, de subsidio del desempleo, subsidios familiares y vacaciones para todos los asalariados. Hasta ese momento, los patrones no pagaban mas que por sus propios trabajadores. Una reivindicación anticipada en 1890 y durante la huelga general de 1936 encontró así su realización. Los dirigentes social-demócratas belgas gustan de hacer creer que fue su partido y su dirigente Achille Van Acker quienes, en 1944, “arrancaron” la seguridad social. La verdad es que es de nuevo el miedo al contagio del socialismo que empujó a la patronal a acordar esta reforma. En 1944, la simpatía por el Partido Comunista de Bélgica (PCB) y la URSS era inmenso. El PCB era el único partido anterior a la guerra, no amarrado al nuevo orden, que se presentó como tal a la población. Los partidos católicos y liberales habían desaparecido como partidos. El dirigente socialista De Man había entrado al servicio del ocupante y había disuelto el POB desde 1940. En los primeros meses de ocupación, los comunistas organizaron huelgas. En mayo de 1941, el Partido llamó a constituir el frente de la Independencia, gran movimiento unitario y popular de resistencia al enemigo. Dos mil comunistas dieron su vida en resistencia al fascismo. Al fin de la guerra, la simpatía por el Partido y por la URSS era entonces inmenso. En Bélgica, el número de miembros del Partido Comunista pasó de los 12 mil miembros al momento de la liberación (en septiembre de 1944) a 103 mil en agosto de 1945. La burguesía tenía prisa por tomar medidas para cortar la hierba bajo el pie de un levantamiento popular de inspiración comunista. Robert Vandeputte era durante la Segunda Guerra Mundial presidente del Banco de Emisión (que trabajaba para los alemanes) y se volvería algunas décadas más tarde Ministro de Finanzas. De sus palabras “en 1944, los dirigentes empresariales estaban inquietos ante las tendencias revolucionarias. El comunismo se beneficiaba de un prestigio considerable. Temían, no sin razón, por las expropiaciones y las nacionalizaciones (...)”. Para mantener al capitalismo en este momento crítico, la patronal tenía necesidad de personalidades socialistas que montaran la almena para ayudar a la reconstrucción. El dirigente social-demócrata Van Acker, antiguo sindicalista, que se había involucrado demasiado en la colaboración con el ocupante al lado del Presidente del Partido Obrero Belga, Henri De Man, piloteó la patronal belga a través de los años más difíciles de su


historia. Para la patronal, que en gran parte había trabajado para el ocupante, estaban en juego enormes intereses. Debía hacer consesiones pues tenía “el cuchillo sobre la garganta”. Había que evitar “lo peor”, es decir, un movimiento de masas revolucionario, apoyado por los partisanos e inspirado por la progresión del socialismo en Europa del Este. Ya desde la guerra la burguesía había preparado un plan militar para este momento. Georges de Lovinfosse, agente enlace del gobierno en exilio en Londres y la Bélgica ocupada escribió: “La resistencia armada sobre la que queríamos mantener el control corría el riesgo de escapársenos... un levantamiento generalizado habría puesto a Bélgica bajo fuego y sangre... mi misión era... mantener en todo momento el control de la insurrección...” “El problema crucial era el siguiente: ¿Quién debe entre la Liberación y el retorno de las autoridades belgas asumir el poder civil y militar?” Pero se había elaborado también una estrategia de concesiones sociales en negociaciones clandestinas durante la guerra. A partir de 1942, una veintena de cuadros del sindicato cristiano belga CSC se reunieron a intervalos regulares bajo la dirección de su presidente August Cool. Para Cool, “Los días que seguirán a la Liberación serán capitales. Es entonces que uno decidirá si quiere vivir un nuevo periodo de agitación, de lucha de clases, de desconfianza entre trabajadores y empleadores, de división al interior de las fábricas y las empresas, o si uno prefiere la cooperación (...) Nosotros deseamos esta colaboración, debemos entonces echar a andar todo lo que está en nuestro poder para evitar los problemas, las huelgas, los conflictos”. En discusiones secretas, los patrones se habían asegurado la lealtad de negociadores socialistas y demócratas cristianos. El profesor Deleeck, antiguo senador demócrata cristiano escribió a propósito de este periodo: “En Bélgica, el desarrollo institucional de la economía de concertación y de la seguridad social fue elaborada durante la guerra durante entrevistas clandestinas entre empleadores y dirigentes de los trabajadores de todas las tendencias ideológicas (...) Los trabajadores se comprometieron a aceptar la autoridad propia de los patrones en la empresa (es decir, a renunciar al principio de la nacionalización de las empresas) y a colaborar lealmente a la intensificación de la producción nacional”. En el Pacto social de 1944, de común acuerdo, insertaron la frase crucial: “Los trabajadores respetan la autoridad legal de los jefes de las empresas y empeñan su honor para ejecutar su trabajo, fieles a su deber”. Un comentario parecido en un periódico bursátil confirma: “Este pasaje ilustra perfectamente a dónde querían llegar los padres de este pacto: crear una estructura que pudiera erigir una muralla contra la nacionalización, promovida por el comunismo creciente”. El miedo de la burguesía era entonces muy real pero en parte no bien fundamentado. En su alianza, justa, con la burguesía patriótica durante la guerra, el PCB había al mismo tiempo abandonado su programa autónomo. Se había limitado al respeto del programa del Frente de la Independencia (FI) donde la burguesía había hecho inscribir “el respeto de las libertades constitucionales” (punto 6 del programa), es decir, de mantener al Estado burgués, al orden burgués. No buscó elevar las aspiraciones de los miembros de la resistencia más allá del objetivo de “cazar al ocupante”. Sin embargo, el pueblo no se batía


solamente para botar al ocupante sino también para que se estableciera, después de esos años de horror, una sociedad justa y fraternal. El PCB no tenía otra perspectiva para después de la guerra que la de cosechar las migajas del poder por la participación en el gobierno. Al siguiente día de la Liberación, el Frente de la independencia llamó a la restructuración del Estado, de sus instituciones, de sus “libertades constitucionales”. Llamó a la dirección del país al gobierno belga anterior a la guerra, refugiado en Londres, ese mismo gobierno que estuvo tan preocupado por proteger a los fascistas belgas y por aprisionar a los comunistas. El programa del F.I. aprobado por el PCB, preveía incluso la liquidación de la Resistencia mediante su incorporación en la armada legal belga bajo pretexto de que aunque la guerra no había terminado, todo mundo sabía que su fin era próximo e inevitable. Por eso, había que desarmar a la Resistencia. El miedo a la URSS, el poder de los partidos comunistas en ciertos países europeos, su influencia directa e indirecta sobre el sindicalismo, atenuaron las resistencias de las burguesías de Europa Occidental al progreso social. Se puede juzgar comparando las tasas de retención obligatorias (con respecto al PIB) de los países europeos respecto a las de Estados Unidos o las de Japón. Las nacionalizaciones estaban igualmente al oden del día. A la Liberación en Francia, por ejemplo, De Gaulle nacionalizó en masa: las minas del Norte-Paso de Calais, Renault, Air France, el sector energético, la navegación, 4 grandes bancos, cajas de ahorros y 34 compañías aseguradoras. Eso produjo, en los países capitalistas, una alza de gastos públicos respecto al total de gastos nacionales. Parte del gasto público en el producto nacional bruto de los Estados Unidos (en %) 1913 1929 1940 1950

7.1 8.1 12.4 24.6

1955 1960 1965 1970

27.8 28.1 30.0 33.2

Parte del gasto público (comprendido el seguro social) en el producto social neto de Alemania, a saber, la República Federal Alemana (en %) 1913 1928 1950

15.7 27.6 37.5

1959 1961 1969

39.5 40.0 42.5

Hasta los años 80´s,los dirigentes sindicales alemanes del oeste, entre ellos el casi mítico presidente de la IG-Metall, Otto Brenner, tenían la percepción de que “durante las negociaciones con la patronal, un socio invisible pero sensible estaba siempre presente en la mesa, la RDA (República Democrática Alemana, Alemania Oriental Socialista)”. Un sindicalista alemán escribió “yo no era ciertamente un seguidor de la RDA. Pero había en esa época, durante las negociaciones con la patronal una cierta presión. Había en la época algunos logros en la RDA: pago del salario en caso de enfermedad de los niños, ampliación de días de asueto pagados, la jornada mensual libre y pagada para las mujeres,


las reglas en materia de protección de las madres y los niños, la protección total contra el licenciamiento, el pago de horas suplementarias, todo eso tenía un efecto indirecto durante las negociaciones colectivas en la República Federal”.

La prueba por la negativa La Revolución de Octubre y la creación de la Unión Soviética, y no la participación de los partidos socialistas en el poder, han sido los eventos más importantes del siglo 20 para los trabajadores de toda Europa. Esto se demuestra también por la negativa. Ahora que la presión política del socialismo ha desaparecido, se ha vuelto casi imposible para el movimiento sindical obtener más progresos. En los Países Bajos, en la ocasión de la adopción de una ley sobre las enfermedades y la invalidez mucho más restrictiva que la de los años 90´s, el periódico NRC-Handelsblad, publicó este título revelador: “Si Stalin viviera aún, o eventualmente Brejnev, nuestra nueva legislación no habría pasado”. El filósofo y profesor gantés Fernand Vandamme va en el mismo sentido: “Debemos instaurar un gran sistema de seguridad social pues sin ésta, podríamos tal vez convertirnos en comunistas. Ahora que esa presión cayó, podría parecer atractivo para algunos el introducir por todos lados un sistema a la americana”. La competencia de nuevo entre socialismo y capitalismo, que empuja los logros sociales hacia el alza, ha cedido su lugar a una espiral sin fin hacia la baja. 54 países son actualmente más pobres que en 1990. De entre éstos, 17 se encuentran en Europa del Este y en la antigua Unión Soviética. Después de la destrucción de una gran parte de la industria, toda Europa del Este se ha convertido en una reserva de mano de obra bien formada y barata, puesta en competencia con los trabajadores de Europa Occidental. Desde la desaparición de la URSS, el movimiento obrero en Europa no ha tenido más que retrocesos, y eso a pesar e incluso a causa de la participación prácticamente ininterrumpida de los partidos social-demócratas en el poder. Desde 1989, el famoso modelo Rhenan dice “la economía del mercado social” no ha producido ninguna ventaja social. Nuestros niños serán la primera generación desde los años 90´s cuya protección social será menor que la de sus padres. La jornada de 8 horas, la semana de 5 días y el empleo estable no son más que recuerdos. La mitad de los jóvenes en Bélgica comienzan su desempeño profesional con empleos a tiempo parcial. Los empleos de interinatos, precarios, crecen como hongos venenosos. En ciertos países incluso ricos como Alemania, hay que trabajar actualmente hasta los 67 años para tener derecho a una pensión de retiro completa. Entre tanto, millones de jóvenes no encuentran trabajo decente y no pueden instalarse y formar una familia. Muy pronto será imposible sobrevivir sin pensión privada complementaria, de ir a curarse al hospital sin un seguro privado complementario.. Pero estas pensiones y seguros privados son un lujo inaccesible para una gran parte de los trabajadores. Los dirigentes europeos desean, a través de su agenda de Lisboa 2020, reforzar la famosa flexi-seguridad. Sus planes preven el desmantelamiento de una gran parte de las conquistas sociales en materia de contrato de trabajo, del derecho al pre-aviso.


Los servicios públicos de la energía, del transporte, del correo, de la distribución del agua, están siendo desmantelados y quedando liberados a las multinacionales. En lugar de asegurar los servicios básicos para la población, no aseguran más que dividendos indecentes a los accionarios de Suez, de Veolia y otros. Al mismo tiempo los pobres, incluso con un empleo, deben mendigar cheques de energía para poder alumbrarse y calentarse. Desde la desaparicion de la URSS, 10% del producto nacional bruto de Bélgica, 10% de todas las riquezas utilizadas previamente para la seguridad social y los servicios públicos, han pasado de los fondos colectivos de la seguridad a los cofres de los detentores del capital. Y después de 10 años, el mundo capitalista se ha hundido en una nueva crisis, la más grave desde los años 1930´s. La riqueza mundial ha disminuido. El desempleo, en la mayor parte de los países, ha aumentado en más de la mitad. Para la Unión Europea, ha habido 5 millones más de desempleados. En su polémica con la oposición troskista, Stalin decía durante el 7o Pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista: “¿Qué pasaría si el capitalismo llegara a aplastar la República de los soviets? Eso instauraría una era de reacción extrema en todos los países capitalistas y coloniales. La clase obrera y los pueblos oprimidos serían tomados del pescuezo, las posiciones del comunismo internacional se habrían perdido”. Estas palabras se verifican actualmente. Después de la desaparición de la URSS, a la cual contribuyeron fuertemente, los socialistas europeos no se ha vuelto a obtener un centímetro de progreso social. Todo esto reduce a un estado de fábula el argumento de que los logros sociales del siglo 20 son de su haber. Si su política hubiera prevalecido,no habría habido jamás una Unión Soviética, y la burguesía habría podido dormir sobre sus laureles durante más tiempo aún. Desde el comienzo de la Revolución de Octubre los dirigentes social-demócratas, y entre ellos los dirigentes del Partido Obrero Belga, estuvieron a la vanguardia del combate contra el nuevo estado socialista. En mayo y junio de 1917, en plena revolución democrática rusa, los jefes del POB Vandervelde, De Brouckére y De Man fueron al frente ruso para incitar a los obreros y campesinos rusos a continuar la guerra contra los alemanes al lado de los franceses, ingleses y belgas. De Brouckére y su colega De Man incluso aconsejaron a los responsables rusos para lanzar la ametralladora sobre soldados del séptimo cuerpo siberiano que se amotinaban. Cuando en diciembre de 1917, una coalición internacional dirigida por Francia e Inglaterra invadieron Rusia y provocaron una guerra civil sangrienta al lado de los contrarevolucionarios dirigidos por los antiguos oficiales zaristas, los dirigentes del POB se encontraban del lado de la contra-revolución. Durante toda la guerra civil, el periódico del POB, El Pueblo, condujo una campaña violenta contra la Revolución de Octubre y las otras revoluciones en Europa. En diciembre de 1918, escribió que “un éxito de los espartaquistas en Alemania necesitaba una intervención de las tropas anglo-francesas”. En mayo de 1919, apoyó la intervención extranjera contra el poder soviético.

Los nuevos socialistas


Pero he ahí que aparecen “nuevos socialistas” que rescatan esta fábula de la basura de la historia. Defienden el reformismo de los “antiguos socialistas” contra los neoliberales de la social-democracia del tipo Schröder, Blair. En Alemania, Gregor Gysi, el dirigente del Partido “Die Linke” es uno de éstos. En agosto de 1999, publicó “12 tesis por una política del socialismo moderno”. Ahí habla de “la era social-demócrata” y su grandes conquistas: “el desarrollo de la productividad, la innovación y la elevación cultural de grandes estratos de la población en el curso de los últimos 50 años obtenidos, entre otros, gracias a la gran influencia de la social-demócrata” (Tesis 2). En una crítica mordaz de estas tesis, el historiador comunista alemán Kurt Gossweller revira: “El aumento de la productividad y la innovación no tienen nada que ver con la social-democracia. A lo largo de esta era llamada social-demócrata, los Estados Unidos estaban al frente de estas evoluciones”. “De hecho, si se toma como criterio la segunda mitad del siglo 20, la SPD (social-demócratas) estuvo en el gobierno sólo 16 años y dirigió el gobierno por 13 años. Durante 37 años, fue la CDU (cristiano-demócratas) quienes dirigieron el barco. La situación en los los otros países de Europa Occidental fue similar”. Gysi describe este periodo como “una larga fase de prosperidad, de empleo total, del desarrollo del poder de compra ligado al aumento de la productividad, de prestaciones sociales ligadas al desarrollo de ingresos del empleo, sin poder vencer, sin embargo, totalmente la pobreza. La participación de la población avanzaba: co-gestión en las empresas. Se crearon instituciones que defendían los intereses de los trabajadores y reemplazaban en parte el principio del capital por el de la participación social. Todo ellos gracias, primero, a los sindicatos, después a la social-democracia y a los movimientos socialistas, y finalmente, a la competencia con el socialismo del Estado”. Gossweller se sorprende de que Gysi mencione la presión de los países socialistas al final. “Es extraño: todas las instituciones a las que Gysi atribuye los progresos sociales existen aún. Lo que es más, la social-democracia dirigió el gobierno en los primeros años del siglo 21, no con la derecha, ¡sino con los verdes! Pero después de la fecha exacta del fin de la “competencia con el socialismo de Estado”, estas instituciones no han logrado realizar nada en beneficio de los trabajadores. No han podido incluso evitar el movimiento en un sentido contrario a aquel de la época de la competencia. No vemos más que un retroceso y esto se agravó bajo Schröder. No hablo incluso de la última conquista de la social-democracia: el regreso de Alemania como potencia que participa en guerras”. Y uno se sorprende con Gossweller del hecho de que Gysi, que admira tanto los logros de la antigua social-democracia, “no cante más alabanzas a reformas tales como la reforma agraria que dio la tierra de la RDA a aquellos que la trabajaban, o la colectivización de medios de producción por la expropiación de grandes bancos e industrias, el logro de la igualdad de derechos de las mujeres, la generalización de la enseñanza, de los cuidados a la salud gratuitos, del derecho al trabajo. Estos son logros que ningún partido socialdemócrata realizó. Existían en la República Democrática Alemana (RDA). Para los nuevos socialistas a la Gysi, únicamente la social-democracia tiene derecho al respeto. En cuanto a los logros realmente históricos de la RDA, hay que, según las palabras de Gysi en el Congreso de Berlín del PDS en enero de 1999 ”poner al día sin miramientos y de forma


crítica los rendimientos que han existido en la RDA.” ¿Qué podemos concluir? Los nuevos socialistas no aprecian ni defienden más que las reformas que no tocan al capitalismo. Aquellas que ejecutan los fundamentos del capitalismo no son dignos más que de críticas “sin miramientos””.

El legado de la Revolución de Octubre No, la liquidación de los Estados socialistas no fue un “avance a la libertad”, ¡fue un proceso contra-revolucionario que se dió en razón de los logros sociales y humanos de los pueblos del Este! Actualmente. El debate entre los que se reivindican en la herencia de la Revolución de Octubre y los seguidores de una nueva variante de la social-democracia es el orden del día. En la clase obrera, la social-democracia tradicional es cada vez más discreta. Algunos quieren tomar su lugar al hablar de un “socialismo moderno”, donde no será necesario socializar los medios de producción. Prometen, sin querer tocar las bases económicas del sistema, “una alternativa progresista”, “la paz”, “la justicia social”, “un desarrollo durable” que todos nosotros deseamos de nuestros votos. La crisis múltiple en la cual se encuentra el capitalismo ofrece sin embargo oportunidades y posibilidades para poner de nuevo al socialismo en el centro del debate político. Es lo que debe admitir Joseph Stiglitz quien renunció, en su tiempo, de su puesto de economista en jefe del Banco Mundial: “El combate por las ideas para saber qué sistema económico es el mejor para la gente es una herencia de la crisis actual. En ninguna parte, este combate es más acalorado que en el tercer mundo, en Asia, América Latina y África, donde vive el 80% de la humanidad. Ahí, la lucha de ideas entre el capitalismo y el socialismo causa furia. (...) Después de la caída del muro, los países comunistas de Europa del Este reemplazaron a Karl Marx por Milton Friedman. La nueva religión no les ha aportado ninguna salvación. Muchos países pueden llegar a la conclusión de que no solamente el capitalismo de libertad a la americana se ha liquidado por un fracaso, sino también que el concepto mismo de la economía de mercado no funciona”. Siendo los tiempos de la crisis más feroz de los últimos 70 años, hay que decirlo claramente: la economía de mercado, el capitalismo, no funciona. No se puede crear una versión sin crisis, sin desempleo, sin guerras. Sólo se puede reemplazar a través de una revolución socialista, el socialismo de los grandes medios de producción, el poder político de los trabajadores, la democracia para la gran mayoría. El siglo 20 habrá sido el siglo de la repetición general de la revolución socialista mundial. La experiencia tanto positiva como negativa permite a todas las fuerzas anticapitalistas tener una mejor compresión de la justicia histórica a principios de la Revolución de Octubre. En efecto, en el transcurso de la primera mitad del siglo 20, la fidelidad a los principios marxistas-leninistas ha aportado victorias a las fuerzas revolucionarias en el mundo entero; en el curso de la segunda mitad de ese siglo, su liquidación progresiva por el revisionismo ha provocado desafíos azotadores a nivel mundial.

Herwig Lerouge, redactor en jefe de Estudios Marxistas y miembro del Consejo Nacional del Partido de Trabajo de Bélgica.


Études marxistes no 67-68, Kurt Gossweiler, Hitler : L’irrésistible ascension ? chapitre 5, « Origines et variantes du fascisme », Ediciones Aden, Bruxelles, 2006. 2 J. Bartier, La politique intérieure belge (1914-1940), Bruxelles, 1953, t. 4, p. 47. Citado en Claude Renard, Octobre 1917 et le mouvement ouvrier belge, 1967, Ediciones de la Fondation Jacquemotte, Bruxelles, p. 63. 3 Le mouvement syndical belge, no 5 del 25 mayo 1936. 4 Idem, no 10 del 20 octubre 1934. 5 Trends, 14 octubre 1993, p. 172. 6 Georges de Lovinfosse, Au service de Leurs Majestés : Histoire secrète des Belges à Londres, Byblos, 1974, p. 186-187 et 196. 7 30.

Peter Franssen et Ludo Martens, L’argent du PSC-CVP, Ediciones EPO, p. 29-

8 Herman Deleeck, De architectuur van de welvaartstaat, ACCO, 2001, p. 2. Citado en Carl Cauwenbergh, « La sécurité sociale n’est pas une conquête de la socialdémocratie », Études marxistes no 27, 1995, p. 15. 9

Projet de convention de solidarité sociale, 28 abril 1944.

10 Financieel Economische Tijd, 19 octobre 1993. 11 US Department of Commerce, Long Term Economic Growth, Statistical Abstract of the United States 1971. Elemente einer materialistischen Staatstheorie, Frankfurt 1973. 12 http://www.prignitzer.de/nachrichten/mecklenburgvorpommern/artikeldetail/article/111/der-anfang-vom-ende-der-ddr.html. 13

http://www.wer-weiss-was.de/theme75/article3238793.html.

14 De Morgen, 4 septembre 1993. Citado en Carl Cauwenbergh, « La sécurité sociale n’est pas une conquête de la social-démocratie », Études marxistes no 27, 1995, p. 17. 15 Datos de las ediciones 2003 y 2006 de los Reportes de Desarrollo Humano de Naciones Unidas . 16 J. V. Staline, Intervención en el 7e Pleno aumentado del Comité ejecutivo de la Internacional comunista, otoño de 1926. 17 Émile Vandervelde, La Belgique envahie et le socialisme international, BergerLevrault, Paris 1917. 18

http://www.glasnost.de/pol/gysiblair.html, août 1999.


19 Kurt Gossweiler, « Der “Moderne Sozialismus” — Gedanken zu 12 Thesen Gysis und Seiner Denkwerkstatt », http://www.kurt-gossweiler.de/artikel/gysi12t.pdf. 20 http://www.ihavenet.com/economy/Stiglitz-Will-Capitalism-Survive-The-WallStreet-Apocalypse.html, cité dans « La crise, les restrictions et les germes du changement », Resolución del Consejo Nacional del PTB, 15 marzo 2010, http://www.ptb.be/fileadmin/users/nationaal/download/2010/03/crise.pdf.

La contribution de la révolution d’Octobre et de l’Union soviétique au mouvement ouvrier en Europe occidentale et plus particulièrement en Belgique Herwig Lerouge

La révolution d’Octobre et la création de l’Union soviétique ont été de loin les événements les plus importants du 20e siècle. Le peuple soviétique est passé en quarante ans du servage, d’une économie arriérée, de la misère la plus noire, de l’analphabétisme, de l’oppression coloniale des minorités nationales, à un État moderne, la deuxième économie du monde, le pays avec le plus grand nombre d’ingénieurs et de scientifiques, le premier pays à mettre un satellite sur orbite, un pays où vivaient ensemble soixante-six nationalités, un pays qui seul a été capable d’arrêter la machine de guerre nazie alors que les pays capitalistes en Europe occidentale continentale ont capitulé après quelques semaines à peine. Mais ces événements n’ont pas été importants que pour le peuple soviétique. La révolution d’Octobre et la création de l’Union soviétique ont été de loin les événements les plus importants du 20e siècle pour les nations colonisées et exploitées par les grandes puissances impérialistes. Il est difficile aussi de surestimer la contribution de la révolution d’Octobre et de l’Union soviétique au mouvement ouvrier en Europe. Le renversement de la bourgeoisie russe en 1917 a fait prendre conscience à la bourgeoisie du monde entier que la classe ouvrière était effectivement en mesure de la vaincre, de renverser le capitalisme et d’instaurer un nouvel ordre social. En octobre 1917, pour la première fois dans l’histoire de l’humanité, la classe ouvrière a enlevé aux grands propriétaires fonciers et aux capitalistes les terres, les usines, les moyens de transport, les réseaux de distribution et elle les a transformés en propriété sociale. Pour la première fois dans l’histoire de l’humanité, la classe ouvrière est devenue classe dominante. Elle a opposé au parlementarisme bourgeois le pouvoir socialiste des Soviets d’ouvriers et de paysans.


La révolution d’Octobre a montré l’efficacité de la voie révolutionnaire et le caractère illusoire du passage pacifique au socialisme par les élections, prôné par la socialdémocratie. Nulle part ailleurs, depuis, la social-démocratie n’a pu prouver le contraire. Qu’il suffise de se rappeler le Chili d’Allende.

Une réaction contradictoire Tout de suite, la peur de la contagion révolutionnaire a gagné la bourgeoisie européenne. Sa réaction a été contradictoire, dit l’historien communiste allemand Kurt Gossweiler[i]. D’une part, la crainte de la révolution a suscité chez elle la volonté, non seulement de contenir le mouvement ouvrier à l’intérieur de certaines limites, mais aussi d’éradiquer et de liquider le mouvement ouvrier révolutionnaire et l’État qui le soutenait, l’Union soviétique. Cette évolution a mené, entre autres, à l’intervention armée contre la Russie soviétique et à un « enrichissement » du spectre politique dans certains pays capitalistes, surtout chez les vaincus de la Première Guerre mondiale, par la création d’organisations et de partis dont le but principal était l’éradication du communisme et même du mouvement ouvrier, essentiellement par des moyens violents et terroristes : le fascisme. D’autre part, en 1917, elle a appris surtout à apprécier, comme rempart contre la révolution, le réformisme social-démocrate considéré jusque-là comme inapte à gouverner et elle l’a intégré dans son appareil de domination et d’oppression. Les partis sociaux-démocrates avaient gagné leurs galons dans la participation à l’effort de guerre de leurs bourgeoisies respectives. Dans les grandes puissances d’Europe occidentale sorties vainqueurs de la guerre, avec à leur tête la Grande-Bretagne et la France, les destructions et le coût de la guerre représentaient pour les peuples une lourde charge. La faire porter à ses travailleurs aurait conduit à une aggravation extrême des antagonismes de classe. Mais la bourgeoisie de ces pays pouvait en faire porter une partie par le rival allemand vaincu et par ses colonies. Elle engrangeait dans ces colonies des profits bien supérieurs à ceux qu’elle pouvait tirer de la spoliation des ouvriers dans les métropoles. Il était possible de prélever sur cette jolie somme une fraction pour la distribuer généreusement aux dirigeants ouvriers dans le but de les corrompre de l’une ou de l’autre façon. La bourgeoisie a choisi cela plutôt que de se risquer à tenter d’éliminer par la violence un mouvement ouvrier bien organisé, révolutionnarisé et rendu plus combatif par l’exemple de la révolution d’Octobre et décidé à défendre ses acquis sociaux.

Tout devient possible Dès 1918, la bourgeoisie belge a dû concéder des réformes sociales qu’elle avait farouchement refusées jusque-là. Le lendemain de l’armistice du 11 novembre 1918, le roi des Belges, Albert Ier, a convoqué le Parti libéral, le Parti catholique et le Parti ouvrier belge (POB), l’ancêtre du Parti socialiste, au village de Loppem (près de la ville belge de Gand) où il se trouvait alors, pour discuter des mesures à prendre en vue d’assurer l’ordre une fois les soldats démobilisés. La panique parmi les bourgeois était grande et elle s’était encore accrue suite à la création de conseils révolutionnaires de soldats allemands à Bruxelles, à l’image de ceux qui se créaient un peu partout en Allemagne.


À la réunion de Loppem, on a décidé de faire entrer deux ministres socialistes au gouvernement et d’instaurer le suffrage universel pour les hommes sans révision préalable de la Constitution. Le promoteur de cette opération était le plus grand banquier de Belgique, Émile Francqui, le directeur de la toute puissante Société Générale et grand ami d’Émile Vandervelde, dirigeant du POB et de la 2e Internationale socialiste. Il a fallu trois grèves générales en 1893, 1902 et 1913, mais surtout la révolution d’Octobre pour que les travailleurs — pas encore les travailleuses — obtiennent en 1919 enfin le plein droit de voter. Cela a été la première manifestation concrète de l’aide que pouvait apporter un État socialiste, même pas encore stable, au combat social de la classe ouvrière dans les pays capitalistes. Il a fallu une nouvelle grève générale en 1919, mais surtout la révolution d’Octobre et la peur de la contagion révolutionnaire pour qu’en 1921 soient introduites en Belgique la journée des 8 heures et la semaine des 48 heures. Des dizaines d’ouvriers, dont ceux de Chicago, lors de ce fameux 1er mai de 1886, étaient déjà tombés sous les balles de la police pour cette revendication. Même les livres d’histoire bourgeois l’admettent : en 1918, en Belgique, l’attitude de la bourgeoisie était déterminée dans une large mesure par la « crainte de voir le prolétariat suivre d’une façon ou d’une autre l’exemple russe[ii]. » En quelques dizaines d’années, la révolution soviétique a garanti le droit au travail, à l’enseignement et aux soins de santé gratuits, l’accès au logement bon marché. Dès 1956, la journée de 7 heures et la semaine de cinq jours ont été introduites en U.R.S.S. On y a construit des maisons de repos, de détente et de vacances ainsi qu’un large réseau de théâtres et cinémas, d’organisations artistiques et sportives, de bibliothèques jusque dans le plus petit village reculé. L’État fournissait les moyens de l’éducation artistique dès l’enfance. Tous les citoyens soviétiques bénéficiaient d’une retraite, les hommes à 60 ans et les femmes à 55. Les travailleurs ne connaissaient pas la menace du chômage. Le pouvoir socialiste a jeté les bases de l’égalité des hommes et de femmes. Il a libéré les femmes de nombreuses responsabilités dans la vie familiale. Plus de trois quarts de la population obtenaient au moins un diplôme de l’enseignement secondaire. Encore en 1917, deux tiers de la population étaient analphabètes. Il a organisé l’éclosion des sciences physiques, des mathématiques, le premier vol de l’homme dans l’espace. Les acquis de la culture socialiste profitaient à de très larges couches de la population. Malgré la déformation par la propagande anticommuniste, ces réalisations ont été rapidement connues en Europe occidentale, y compris dans les milieux syndicaux. Dans le très anticommuniste organe officiel de la Commission syndicale du Parti ouvrier belge, Le mouvement syndical belge, Berthe Labille, l’épouse d’un ministre socialiste, publie un article sur « La vie de l’ouvrière en U.R.S.S. » « La plupart des ouvriers prennent leurs repas à l’usine. Partout, des réfectoires ont été installés, où sont servis des repas complets pour une somme minime. L’usine intervient en cas de maladie, assurant le traitement dans une clinique et la convalescence jusqu’à guérison complète, dans une maison de repos. […] L’Union soviétique compte actuellement 8 millions de travailleuses, soit 1/3 de la main-d’œuvre totale. Dans les kolkhozes, on estime à 25 millions le nombre des femmes occupées aux travaux des champs. Dans ce pays, où le chômage n’existe pas, […] toutes les carrières leur sont ouvertes sans la moindre réserve. La moitié des médecins sont des femmes. […] On rencontre les femmes à la tête des commissariats du gouvernement ; elles dirigent des usines, des institutions officielles, des musées, etc.


L’Union soviétique est le seul pays au monde qui laisse à la femme une aussi grande liberté d’action et qui la place sur un pied d’égalité absolue avec l’homme, dans tous les domaines. Un travail égal donne droit à un salaire égal. De nombreuses mesures ont été prises pour offrir aux travailleuses enceintes des conditions spéciales de travail et une protection très large. La fréquentation des consultations prénatales est obligatoire. Les futures mères y reçoivent des soins et des conseils et sont surveillées à domicile pendant toute la durée de la grossesse. À l’usine, si la santé de l’ouvrière l’exige, celle-ci est déplacée jusqu’au moment de son accouchement, sans perte de salaire. Quand le moment des couches est arrivé, la femme est envoyée dans une maternité, aux frais de l’État. La loi sur les assurances sociales a institué pour les ouvrières, un repos de 2 mois avant l’accouchement et de 2 mois après ; pour les employées, 6 semaines avant et 6 semaines après. Pendant toute cette période, le salaire plein est payé avec par surcroît une indemnité de naissance. Dès que la mère reprend son travail, toutes les facilités lui sont accordées pour se reposer et pour allaiter son enfant. Celui-ci est gardé à la crèche de l’usine dans des conditions très avantageuses. La participation de la mère aux frais est minime. Ces frais sont supportés presque totalement par la caisse des œuvres sociales de l’usine. La présence de ces œuvres, ajoutées aux sanatoriums, aux polycliniques, aux clubs, aux centres de culture, enlève à la travailleuse soviétique bien des soucis matériels. Elle n’a pas à résoudre, avec le salaire qu’elle gagne, les nombreux problèmes de la maladie, de l’invalidité, de la vieillesse, de l’éducation des enfants, puisque ces services sont gratuits. Elle ne connaît pas tous ces tracas qui empoisonnent l’existence de ses sœurs dans les pays capitalistes. […] Les travailleuses en U. R. S. S. ont une activité ménagère fort réduite. La plupart prennent leurs repas à l’usine. Par ailleurs, les gastronoms fournissent des repas tout préparés, à bon compte. Il suffit alors de les réchauffer. Dans certains blocs d’habitations, on a installé une cuisine centrale où les locataires peuvent obtenir tout ce qu’ils désirent pour leurs repas. On ne peut douter de ceci : que dans les circonstances présentes, le bienêtre du travailleur — de la travailleuse — n’a jamais été perdu de vue[iii]. » Le même journal s’est réjoui de l’entrée de l’U.R.S.S. à la Conférence internationale du Travail en 1934. Il pense que « pour aboutir au vote d’une convention tendant à introduire dans tous les pays la semaine de travail de quarante heures, la Russie pourrait constituer un facteur très favorable[iv]. » Toute la législation sociale, son concept même, a été influencée au niveau international par la présence de l’U.R.S.S. et la législation sociale de ce pays. Les autres pays ont dû en tenir compte, ne serait-ce que de manière biaisée ou déformée. Que l’on songe à la Déclaration universelle des droits de l’homme des Nations Unies qui a dû aller au-delà de la déclaration issue de la Révolution française et a dû tenir compte des droits sociaux et syndicaux.

La peur du socialisme conduit à la sécurité sociale La sécurité sociale, telle qu’elle a vu le jour en 1945 a été le point final d’une longue lutte pour faire payer aux patrons les risques inhérents à leur système. Pour le travailleur, la vie sous le capitalisme est incertaine. Dès la naissance du capitalisme, des ouvriers ont donc lutté pour conserver un revenu lorsqu’ils ne pouvaient plus travailler, étaient victimes du


chômage, de la maladie ou de l’âge. Le capitaliste ne paie pas la valeur complète de ce que produit le travailleur, mais le salaire est déterminé par ce dont le travailleur a besoin pour survivre et s’entretenir lui-même et sa famille. Les réserves qu’il peut constituer sont de ce fait minimes ou inexistantes. La sécurité sociale est née de l’autodéfense vitale des travailleurs. Après la Seconde Guerre mondiale, en Belgique, avec la loi-décret du 28 décembre 1944, la sécurité sociale actuelle a vu le jour. La nouveauté, c’était l’obligation pour le patronat de payer une cotisation fixe, de manière à garantir une assurance universelle en matière de retraites, d’assurance maladie et invalidité, d’allocations de chômage, d’allocations familiales et de vacances pour tous les salariés. Jusque-là, les patrons ne payaient que pour leurs propres travailleurs. Une revendication avancée en 1890 et lors de la grève générale de 1936 trouvait ainsi sa réalisation. Les dirigeants sociaux-démocrates belges aiment faire croire que c’est leur parti et son dirigeant Achille Van Acker qui, en 1944, ont « arraché » la sécurité sociale. La vérité est que c’est encore la crainte de la contagion du socialisme qui a poussé le patronat à accorder cette réforme. En 1944, la sympathie pour le Parti communiste de Belgique (PCB) et l’U.R.S.S. était immense. Le PCB avait été le seul parti d’avant-guerre, non rallié à l’ordre nouveau, à se présenter comme tel à la population. Les partis catholique et libéral avaient disparu en tant que partis. Le dirigeant socialiste De Man s’était mis au service de l’occupant et avait dissous le POB en 1940.. Dès les premiers mois de l’Occupation, les communistes organisent des grèves. En mai 1941, le Parti appelle à constituer le Front de l’Indépendance, large mouvement unitaire et populaire de résistance à l’ennemi. Deux mille communistes ont donné leur vie en résistant au fascisme. À la fin de la guerre, la sympathie pour le Parti et pour l’U.R.S.S. était donc immense. En Belgique, le nombre de membres du Parti communiste était passé de 12 000 membres à la Libération (en septembre 1944) à 103 000 en août 1945. La bourgeoisie avait hâte de prendre des mesures pour couper l’herbe sous le pied d’un soulèvement populaire d’inspiration communiste. Robert Vandeputte était pendant la Deuxième Guerre mondiale président de la Banque d’émission (qui travaillait pour les Allemands) et deviendra quelques décennies plus tard ministre des Finances. Pour lui « en 1944, les dirigeants d’entreprise étaient inquiets face aux tendances révolutionnaires. Le communisme bénéficiait d’un prestige considérable. Ils craignaient, non sans raison, des expropriations et des nationalisations. […][v] » Pour maintenir le capitalisme en ce moment critique, le patronat avait besoin de personnalités socialistes qui monteraient au créneau pour plaider la reconstruction. Le dirigeant social-démocrate Van Acker, ancien syndicaliste, qui s’était engagé très loin dans la collaboration avec l’occupant aux côtés du président du Parti ouvrier belge, Henri De Man, a piloté le patronat belge à travers les années les plus difficiles de son histoire. Pour le patronat qui, en grande partie, avait travaillé pour l’occupant, d’énormes intérêts étaient en jeu. Il devait faire des concessions, car il avait « le couteau sur la gorge ». Il fallait éviter « le pire », c’est-à-dire un mouvement de masse révolutionnaire, soutenu par les partisans armés et inspiré par la progression du socialisme en Europe de l’Est.


Déjà pendant la guerre la bourgeoisie avait préparé ce moment au plan militaire. Georges de Lovinfosse, agent de liaison du gouvernement en exil à Londres avec la Belgique occupée écrit : « La résistance armée dont nous voulions garder le contrôle risquait de nous échapper […] un soulèvement généralisé aurait mis la Belgique à feu et à sang […] ma mission était […] de garder à tout moment le contrôle de l’insurrection […] » « Le problème crucial était le suivant : Qui doit entre la Libération et le retour des autorités belges assumer le pouvoir civil et militaire[vi] ? » Mais on avait aussi élaboré une stratégie de concessions sociales lors de négociations clandestines pendant la guerre. À partir de 1942, une vingtaine de cadres du syndicat chrétien belge CSC se sont réunis à intervalles réguliers sous la direction de leur président Auguste Cool. Pour Cool, « Les jours qui suivront la Libération seront capitaux. C’est alors qu’on décidera si on veut connaître une nouvelle période d’agitation, de lutte des classes, de méfiance entre travailleurs et employeurs, de division à l’intérieur des usines et des entreprises ou si on préfère la coopération. […] Nous souhaitons cette collaboration ; nous devons donc mettre en œuvre tout ce qui est en notre pouvoir pour éviter les troubles, les grèves, les conflits[vii]. » Dans des discussions secrètes, les patrons s’étaient assuré la loyauté des négociateurs socialistes et démocrates-chrétiens. Le professeur Deleeck, ancien sénateur démocrate chrétien écrit à propos de cette période : « En Belgique, le développement institutionnel de l’économie de concertation et de la sécurité sociale a été élaboré pendant la guerre lors d’entretiens clandestins entre employeurs et dirigeants des travailleurs de toutes tendances idéologiques. […] Les travailleurs s’engageaient à accepter l’autorité propre des patrons dans l’entreprise (c’est-àdire à renoncer au principe de la nationalisation d’entreprises) et à collaborer loyalement à l’intensification de la production nationale[viii]. » Dans le Pacte social de 1944, d’un commun accord, les partenaires ont inséré la phrase cruciale : « Les travailleurs respectent l’autorité légale des chefs d’entreprise et mettent leur honneur à exécuter leur travail, fidèles à leur devoir[ix]. » Un commentaire paru dans un journal boursier confirme : « Ce passage illustre parfaitement où voulaient en venir les pères de ce pacte : créer une structure qui pourrait dresser un rempart contre l’étatisation, promue par le communisme montant[x]. » La peur de la bourgeoisie était donc bien réelle, mais en partie non fondée. En s’alliant — très justement — avec la bourgeoisie patriotique pendant la guerre, le PCB avait en même temps abandonné son programme autonome. Il s’est cantonné dans le respect du programme du Front de l’Indépendance (F.I.) où la bourgeoisie avait fait inscrire « le respect des libertés constitutionnelles » (point 6 du programme) c’est-à-dire du maintien de l’État bourgeois, de l’ordre bourgeois. Il n’a pas cherché à élever les aspirations des Résistants au-delà du but de « chasser l’occupant ». Pourtant, le peuple ne se battait pas seulement pour bouter dehors l’occupant, mais aussi pour que soit établie — après ces années d’horreur — une société juste et fraternelle. Le PCB n’avait pas d’autre perspective pour l’après-guerre que de ramasser des miettes du pouvoir par la participation au gouvernement. Au lendemain de la Libération, le Front de l’Indépendance appelle à la restauration de l’État, de ses institutions, de ses « libertés constitutionnelles ». Il appelle à la direction du pays le gouvernement belge d’avant-guerre, réfugié à Londres, ce même gouvernement qui a été si soucieux de protéger les fascistes belges et d’emprisonner les communistes. Le programme du F.I., approuvé par le PCB, prévoyait même la liquidation de la Résistance par son incorporation dans l’armée légale belge sous prétexte que la guerre n’était pas finie, alors que chacun savait sa fin proche et inévitable. Pour cela, il fallait


désarmer la Résistance. La crainte de l’U.R.S.S., la puissance des partis communistes dans certains pays européens, leur influence directe et indirecte sur le syndicalisme ont atténué les résistances des bourgeoisies d’Europe occidentale au progrès social. On peut en juger en comparant le taux (par rapport au PIB) des prélèvements obligatoires des pays européens à ceux des ÉtatsUnis ou du Japon. Les nationalisations étaient également à l’ordre du jour. À la Libération en France, par exemple, de Gaulle avait nationalisé en masse : les mines du Nord-Pas-deCalais, Renault, Air France, le secteur de l’énergie, la navigation, quatre grandes banques, des caisses d’épargne et 34 compagnies d’assurance. Cela a entraîné, dans les pays capitalistes, une hausse des dépenses publiques par rapport au total des dépenses nationales.

Part des dépenses publiques dans le produit national brut des États-Unis (en %) 1913 1929 1940 1950

7,1 8,1 12,4 24,6

1955 1960 1965 1970

27,8 28,1 30,0 33,2

Part des dépenses publiques (y compris l’assurance sociale) dans le produit social net de l’Allemagne, puis de la République fédérale allemande (en %)[xi] 1913 1928 1950

15,7 27,6 37,5

1959 1961 1969

39,5 40,0 42,5

Jusque dans les années 80, les dirigeants syndicaux ouest-allemands, dont le presque mythique président de l’IG-Metall, Otto Brenner, avaient l’expérience que « lors des négociations avec les patrons, un partenaire invisible mais sensible était toujours présent à la table, la RDA socialiste [la République démocratique allemande ou Allemagne de l’Est][xii]. » Un syndicaliste allemand écrit : « Je n’étais certainement pas un partisan de la RDA. Mais il y avait à l’époque, lors de négociations avec le patronat, une certaine pression. Il y avait, à l’époque, des acquis en RDA : paiement du salaire en cas de maladie des enfants, l’allongement des congés payés, la journée mensuelle libre et payée pour les femmes, les règles en matière de protection des mères et des enfants, la protection totale contre le licenciement, le paiement des heures supplémentaires ; tout cela avait des effets indirects lors des négociations collectives en République fédérale[xiii]. »

La preuve par la négative La révolution d’Octobre et la création de l’Union soviétique, et non la participation de partis socialistes au pouvoir, ont été les événements les plus importants du 20e siècle pour


les travailleurs de toute l’Europe. Cela se démontre aussi par la négative. Maintenant que la pression politique du socialisme a disparu, il est devenu presque impossible pour le mouvement syndical d’obtenir encore des progrès. Aux Pays-Bas, à l’occasion de l’adoption dans les années 90 d’une loi sur la maladie et l’invalidité beaucoup plus restrictive, le journal NRC Handelsblad, publiait ce titre révélateur : « Si Staline vivait encore, ou même seulement Brejnev, notre nouvelle législation ne serait pas passée. » Le philosophe et professeur gantois Fernand Vandamme va dans le même sens : « Nous devions instaurer un large système de sécurité sociale parce que sans cela, nous serions peut-être devenus communistes. Maintenant que cette pression est tombée, il peut sembler attirant pour certains d’introduire partout un même système à l’américaine[xiv]. » La concurrence d’autrefois entre socialisme et capitalisme, qui poussait les acquis sociaux vers le haut a fait place à une spirale sans fin vers le bas. 54 pays sont aujourd’hui plus pauvres qu’en 1990. 17 d’entre eux se trouvent en Europe de l’Est et dans l’ancienne Union soviétique[xv]. Après la destruction d’une grande partie de l’industrie, toute l’Europe de l’Est est devenue un réservoir de main-d'œuvre bien formée et bon marché, mise en concurrence avec les travailleurs d’Europe occidentale. Depuis la disparition de l’U.R.S.S., le mouvement ouvrier en Europe n’a connu que des reculs, et ce, malgré et même à cause de la participation pratiquement ininterrompue des partis sociaux-démocrates au pouvoir. Depuis 1989, le fameux modèle rhénan dit « d’économie de marché sociale » n’a produit aucune avancée sociale. Nos enfants seront la première génération depuis 90 ans dont la protection sociale sera moins bonne que celle de leurs parents. La journée des huit heures, la semaine de cinq jours et l’emploi stable ne sont plus que des souvenirs. La moitié des jeunes en Belgique démarrent leur carrière avec des emplois à temps partiel. Les emplois intérimaires, précaires poussent comme des champignons vénéneux. Dans certains pays pourtant riches comme l’Allemagne, il faut travailler aujourd’hui jusqu’à 67 ans pour avoir droit à une pension de retraite complète. Entre-temps, des millions de jeunes ne trouvent pas de travail décent et ne peuvent s’installer ou fonder une famille. Bientôt, il sera impossible de survivre sans pension privée complémentaire, de se faire soigner à l’hôpital sans assurance privée complémentaire. Mais ces assurances privées sont un luxe inaccessible à une grande partie des travailleurs. Les dirigeants européens veulent, à travers leur stratégie Lisbonne 2020, renforcer la fameuse flexicurité. Leurs plans prévoient la remise en cause d’une grande partie des conquêtes sociales en matière de contrat de travail, de droit au préavis. Les services publics de l’énergie, des transports, de la poste, de la distribution d’eau sont démantelés et livrés à des multinationales. Au lieu d’assurer des services de base à la population, elles n’assurent plus que des dividendes indécents aux actionnaires de Suez, de Veolia et autres. En même temps, des pauvres, même avec un emploi, doivent aller quémander des chèques énergie pour pouvoir s’éclairer et se chauffer. Depuis la disparition de l’U.R.S.S., 10 % du produit national brut de la Belgique, 10 % de toutes les richesses utilisées auparavant pour la sécurité sociale et les services publics, sont passés des fonds collectifs de la sécurité sociale dans les coffres des détenteurs de capitaux. Depuis deux ans, le monde capitaliste a sombré dans une nouvelle crise, la plus grave depuis les années 1930. La richesse mondiale a baissé. Dans la plupart des pays, le


chômage a augmenté de moitié. Pour l’Union européenne, il y a eu 5 millions de chômeurs en plus. Dans sa polémique avec l’opposition trotskiste, Staline disait lors du 7e Plénum élargi du Comité exécutif de l’Internationale communiste : « Qu’arriverait-il si le capitalisme parvenait à écraser la république des Soviets ? Cela instaurerait une ère de réaction extrême dans tous les pays capitalistes et coloniaux. La classe ouvrière et les peuples opprimés seraient saisis à la gorge, les positions du communisme international seraient perdues[xvi]. » Ces paroles se vérifient aujourd’hui. Depuis la disparition de l’U.R.S.S., à laquelle ils ont fortement contribué, les socialistes européens n’ont plus obtenu un centimètre de progrès social. Tout ceci réduit au statut de fable l’argument que les acquis sociaux du 20e siècle sont à mettre à leur actif. Si leur politique avait prévalu, il n’y aurait jamais eu d’Union soviétique et la bourgeoisie aurait pu dormir sur ses deux oreilles pendant longtemps encore. Dès le début de la révolution d’Octobre, les dirigeants sociaux-démocrates, et parmi eux les dirigeants du Parti ouvrier belge, ont été à l’avant-garde du combat contre le nouvel État socialiste. En mai et juin 1917, en pleine révolution démocratique russe, les chefs du POB Vandervelde, De Brouckère et De Man sont allés sur le front russe pour inciter les ouvriers et paysans russes à continuer la guerre contre les Allemands aux côtés des Français, des Anglais et des Belges. De Brouckère et son collègue De Man ont même conseillé à des responsables russes de tirer à la mitrailleuse sur des soldats du septième corps sibérien qui se mutinaient. Quand, en décembre 1917, une coalition internationale dirigée par la France et l’Angleterre a envahi la Russie et provoqué une guerre civile sanglante aux côtés des contre-révolutionnaires dirigés par les anciens officiers tsaristes, les dirigeants du POB se sont rangés du côté de la contre-révolution. Durant toute la guerre civile, le journal du POB, Le Peuple, a mené une campagne violente contre la révolution d’Octobre et les autres révolutions en Europe. En décembre 1918, il écrivait qu’ « un succès des spartakistes en Allemagne nécessiterait une intervention des troupes anglo-françaises ». En mai 1919, il soutenait l’intervention étrangère contre le pouvoir soviétique[xvii].

Les nouveaux socialistes Mais voilà qu’apparaissent de « nouveaux socialistes » qui ressortent cette fable de la poubelle de l’histoire. Ils défendent le réformisme des « anciens socialistes » contre les néolibéraux de la social-démocratie genre Schröder, Blair. En Allemagne, Gregor Gysi, le dirigeant du parti Die Linke est de ceux-là. En août 1999, il a publié « Douze thèses pour une politique du socialisme moderne[xviii]. » Il y parle de « l’ère sociale-démocrate » et de ses grandes conquêtes : « le développement de la productivité, l’innovation et l’élévation culturelle de larges couches de la population au cours des 50 dernières années obtenues entre autres grâce à la grande influence de la social-démocratie » (thèse 2). Dans une critique cinglante de ces thèses[xix], l’historien communiste allemand Kurt Gossweiler rétorque : « L’augmentation de la productivité et l’innovation n’ont rien à voir avec la social-démocratie. Au cours de cette ère dite sociale-démocrate, les États-Unis étaient à la tête de ces évolutions. D’ailleurs, si on prend comme critère la deuxième moitié du 20e siècle, le SPD (sociaux-démocrates) n’a été au gouvernement que pendant 16 années et n’a dirigé le gouvernement que pendant 13 ans. Pendant 37 ans, c’était la CDU (chrétiens-démocrates) qui dirigeait la barque. La situation dans les autres pays d’Europe


occidentale était similaire. » Gysi décrit cette période comme « une longue phase de prospérité, plein emploi, développement du pouvoir d’achat lié à l’augmentation de la productivité, prestations sociales liées au développement des revenus du travail, sans toutefois pouvoir vaincre totalement la pauvreté. La participation de la population avançait : cogestion dans les entreprises. On a créé des institutions qui défendaient les intérêts des travailleurs et remplaçaient en partie le principe du capital par celui de la participation sociale. Tout cela grâce d’abord aux syndicats, ensuite à la social-démocratie et aux mouvements socialistes et enfin, à la concurrence avec le socialisme d’État. » Gossweiler s’étonne que Gysi mette la pression des pays socialistes en dernier. « C’est étrange : toutes les institutions auxquelles Gysi attribue les progrès sociaux existent toujours. Qui plus est, la social-démocratie dirige le gouvernement dans les premières années du 21e siècle, non pas avec la droite, mais avec les Verts ! Mais depuis la date exacte de la fin de la “concurrence avec le socialisme d’État”, ces institutions n’ont plus rien réalisé au profit des travailleurs. Elles n’ont même pas pu empêcher le mouvement dans un sens contraire à celui de l’époque de la concurrence. Nous ne voyons plus que recul et cela s’est aggravé sous Schröder. Je ne parle même pas de la dernière conquête de la social-démocratie : le retour de l’Allemagne comme puissance qui participe à des guerres. » Et on s’étonne avec Gossweiler du fait que Gysi qui admire tant les réalisations de l’ancienne social-démocratie « ne chante pas plus les louanges de réformes telles que la réforme agraire qui a donné la terre de la RDA à ceux qui la travaillent, ou la collectivisation des moyens de production par l’expropriation des grosses banques et industries, la réalisation de l’égalité de droits des femmes, la généralisation de l’enseignement, des soins de santé gratuits, du droit au travail. Ce sont des acquis qu’aucun parti social-démocrate n’a réalisés. Ils existaient dans la République démocratique allemande. Pour les nouveaux socialistes à la Gysi, seule la social-démocratie a droit au respect. Quant aux acquis réellement historiques de la RDA, il faut selon les paroles de Gysi au Congrès de Berlin du PDS en janvier 1999 “mettre à jour sans ménagement et de façon critique les rapports qui ont existé en RDA”. Que pouvons-nous en conclure ? Les “nouveaux socialistes” n’apprécient et ne défendent que les réformes qui ne touchent pas au capitalisme. Celles qui enlèvent au capitalisme ses fondements ne sont dignes que de critiques “sans ménagement”. »

L’héritage révolutionnaire d’Octobre Non, la liquidation des États socialistes n’a pas été une « avancée de la liberté », c’est un processus contre-révolutionnaire qui a eu raison des acquis sociaux et humains des peuples de l’Est ! Aujourd’hui, le débat entre ceux qui se revendiquent de l’héritage révolutionnaire d’Octobre et les partisans d’une nouvelle variante de la social-démocratie est à l’ordre du jour. Dans la classe ouvrière, la social-démocratie traditionnelle est de plus en plus discréditée. Certains veulent prendre sa place en parlant d’un « socialisme moderne », où il ne serait pas nécessaire de socialiser les moyens de production. Ils promettent, sans vouloir toucher aux bases économiques du système, « une alternative progressiste », « la paix », « la justice sociale », « un développement durable » que tous nous souhaitons de nos vœux.


La crise multiple dans laquelle se trouve le capitalisme offre pourtant des possibilités de remettre à nouveau le socialisme au centre du débat politique. C’est ce que doit admettre Joseph Stiglitz qui a démissionné, en son temps, de son poste d’économiste en chef de la Banque mondiale : « Le combat des idées pour savoir quel système économique est le meilleur pour le peuple est un héritage de la crise actuelle. Nulle part, ce combat n’est mené avec plus d’acharnement que dans le tiers monde, en Asie, en Amérique latine et en Afrique, où vivent 80 pour cent de l’humanité. Là-bas, la lutte des idées entre le capitalisme et le socialisme fait rage. […] Après la chute du Mur, les pays communistes de l’Europe de l’Est ont remplacé Karl Marx par Milton Friedman. La nouvelle religion ne leur a apporté aucun salut. Beaucoup de pays peuvent tirer la conclusion que non seulement le capitalisme de liberté à l’américaine s’est soldé par un échec, mais aussi que le concept même de l’économie de marché ne fonctionne pas[xx]. » À l’heure de la crise la plus féroce depuis 70 ans, il faut le dire clairement : l’économie de marché, le capitalisme, ne fonctionne pas. On ne peut pas en créer une version sans crises, sans chômage, sans guerres. On peut seulement la remplacer à travers une révolution socialiste, la socialisation des grands moyens de production, le pouvoir politique des travailleurs, la démocratie pour le plus grand nombre. Le vingtième siècle aura été le siècle de la répétition générale de la révolution socialiste mondiale. L’expérience tant positive que négative permet à toutes les forces anticapitalistes d’avoir une meilleure compréhension de la justesse historique des principes de la révolution d’Octobre. En effet, au cours de la première moitié du vingtième siècle, la fidélité aux principes marxistes-léninistes a apporté des victoires aux forces révolutionnaires dans le monde entier ; au cours de la seconde moitié de ce siècle, leur liquidation progressive par le révisionnisme a provoqué des défaites cinglantes au niveau mondial.

Herwig Lerouge est rédacteur en chef d’Études marxistes et membre du Conseil national du Parti du Travail de Belgique.

[i] Études marxistes no 67-68, Kurt Gossweiler, Hitler : L’irrésistible ascension ? chapitre 5, « Origines et variantes du fascisme », Éditions Aden, Bruxelles, 2006. [ii] J. Bartier, La politique intérieure belge (1914-1940), Bruxelles, 1953, t. 4, p. 47. Cité dans Claude Renard, Octobre 1917 et le mouvement ouvrier belge, 1967, Éditions de la Fondation Jacquemotte, Bruxelles, p. 63. [iii] Le mouvement syndical belge, no 5 du 25 mai 1936. [iv] Idem, no 10 du 20 octobre 1934. [v] Trends, 14 octobre 1993, p. 172.


[vi] Georges de Lovinfosse, Au service de Leurs Majestés : Histoire secrète des Belges à Londres, Byblos, 1974, p. 186-187 et 196. [vii] Peter Franssen et Ludo Martens, L’argent du PSC-CVP, Éditions EPO, p. 29-30. [viii] Herman Deleeck, De architectuur van de welvaartstaat, ACCO, 2001, p. 2. Cité dans Carl Cauwenbergh, « La sécurité sociale n’est pas une conquête de la social-démocratie », Études marxistes no 27, 1995, p. 15. [ix] Projet de convention de solidarité sociale, 28 avril 1944. [x] Financieel Economische Tijd, 19 octobre 1993. [xi] US Department of Commerce, Long Term Economic Growth, Statistical Abstract of the United States 1971. Elemente einer materialistischen Staatstheorie, Frankfurt 1973. [xii] http://www.prignitzer.de/nachrichten/mecklenburgvorpommern/artikeldetail/article/111/der-anfang-vom-ende-der-ddr.html. [xiii] http://www.wer-weiss-was.de/theme75/article3238793.html. [xiv] De Morgen, 4 septembre 1993. Cité dans Carl Cauwenbergh, « La sécurité sociale n’est pas une conquête de la social-démocratie », Études marxistes no 27, 1995, p. 17. [xv] Données des éditions 2003 et 2006 des UN Human Development Reports. [xvi] J. V. Staline, Propos tenus lors du 7e Plénum élargi du Comité exécutif de l’Internationale communiste, automne 1926. [xvii] Émile Vandervelde, La Belgique envahie et le socialisme international, BergerLevrault, Paris 1917. [xviii] http://www.glasnost.de/pol/gysiblair.html, août 1999. [xix] Kurt Gossweiler, « Der “Moderne Sozialismus” — Gedanken zu 12 Thesen Gysis und Seiner Denkwerkstatt », http://www.kurt-gossweiler.de/artikel/gysi12t.pdf. [xx] http://www.ihavenet.com/economy/Stiglitz-Will-Capitalism-Survive-The-Wall-StreetApocalypse.html, cité dans « La crise, les restrictions et les germes du changement », Résolution du Conseil national du PTB, 15 mars 2010 http://www.ptb.be/fileadmin/users/nationaal/download/2010/03/crise.pdf.

La importancia del estudio crítico de la construcción del socialismo en el siglo XX para el fortalecimiento del movimiento


obrero, para el contraataque eficaz Aleka Papariga

Cuando dimos a la publicidad el tema del 18º Congreso, en que aparte del informe previsto se discutió un asunto especial sobre las conclusiones de la construcción socialista, algunos amigos del partido se preguntaron si fue apropiado, en las condiciones actuales con la apariencia de los primeros signos de la crisis económica capitalista, que el partido tratase un asunto tan importante que quizás, según su opinión, no hubiese la primera línea de la actualidad. No es necesario recordarles la reacción de la prensa burguesa, los comentarios irónicos y cáusticos de periodistas conocidos que les molestó el hecho que nos ocupáramos de este asunto, aunque sabían de antemano porque tomamos esta decisión. La reacción de su parte era totalmente justificada. Tienen un instinto fuerte y perciben cualquier cosa que puede dar fuerza y dinámica al movimiento revolucionario. Nosotros, desde el primer momento que nos dimos cuenta que el famoso rumbo de la perestroika no fue más que el inicio de la contrarrevolución y la derrota temporal del sistema socialista, entendimos que deberíamos ocuparnos de la gran tarea de dar respuestas a las preguntas razonables que surgieron tanto a nosotros como a todas las personas progresistas sobre lo sucedido, puesto que no estábamos preparados para este acontecimiento trágico. No lo habíamos previsto y desgraciadamente no teníamos los reflejos necesarios para reaccionar ni siquiera poco antes de que se arriara la bandera roja del Kremlin. Dado que nuestro partido no estaba en poder, no teníamos ninguna responsabilidad directa en la construcción socialista. Pero fue cierto considerarnos como parte del problema. Sin embargo, la tormenta de la contrarrevolución impactó todos los partidos comunistas, creó una crisis interna, llevó algunos a la escisión o a la mutación total, y a otros les provocó confusiones o incluso cuestiones existenciales. El KKE desde el primer período que se iba determinando el futuro del socialismo en la Unión Soviética, es decir desde 1989 hasta 1991, entró en una profunda crisis ideológica, política y organizativa que dio lugar a la escisión con el abandono de una parte significativa de los miembros del Comité Central dirigidos por el entonces Secretario General del CC. De hecho, ellos estaban promoviendo la condena del movimiento revolucionario y del curso de la construcción socialista, intentaban transformar el Partido en un partido izquierdista oportunista difundido en una alianza de izquierdas que apoyara ciertas reformas limitadas en la gestión del sistema. La crisis reveló la existencia de una fuerte corriente oportunista de derecha en la dirección del partido que fue aprobada por el sistema político burgués. La crisis de la que sufrió el KKE no era solamente importada. Nunca la atribuimos únicamente al triunfo de la contrarrevolución y a su impacto interno. Los acontecimientos internacionales la revelaron antes, pero lo más importante es que definieron la magnitud de las pérdidas en el sentido de que la amargura del retroceso repentino dificultó a miles de comunistas de ver desde el primer momento el carácter de la crisis del partido que la llevaba a mucha gente a la


desmovilización. Nosotros, los miembros del CC que participamos en la confrontación de la crisis o que nos dimos cuenta más tarde, no debemos olvidar que hicimos nuestro deber en la base de nuestros estatutos que establecen el centralismo democrático que garantiza objetivamente los términos de la democracia dentro del partido para que se desarrolle el diálogo y el debate, para que todos traten de ello creando así una verdadera mayoría. Cuando las deficiencias en la dirección del partido abarcan asuntos de estrategia, literalmente de existencia del Partido, en aquel momento el órgano de dirección no puede ofrecer soluciones, se esconde detrás del problema mientras ello existe y es realmente una dinamita. La escisión es inevitable en tales circunstancias. No es en generalmente y abstractamente un acontecimiento trágico. Finalmente dirige a la expulsión del partido revolucionario de las fuerzas y de los cuadros que han elegido la vía del consenso, que han elegido tomar acción conforme con las reglas del sistema político burgués. En tales casos la escisión da lugar a la consolidación cuando todas las opciones posibles se han agotado y no existe otro camino. Si hubiéramos actuado así pronto, si no existiera el injustificado (subrayamos que nos referimos a las condiciones concretas internacionales e internas) temor de escisión entonces seguramente bastantes miembros y algunos cuadros del partido no perderían su camino en un período tan crucial para el movimiento popular en general. Una vez más el oportunismo de derechas aparece como fuerza de contrarrevolución en condiciones de socialismo, como fuerza de división del movimiento comunista revolucionario. Si no te lo haces frente a tiempo, si lo desprecias tiene la fuerza de infligir un golpe devastador y hacer retroceder al movimiento comunista décadas atrás. Los años 1989-1991 fue uno de los períodos más duros que sufrió nuestro partido incluso en comparación con el período de ilegalidad o de derrota en la guerra civil de 1946-1949. Entonces hubo el ascendiente movimiento comunista, se había formado el sistema socialista en Europa, se había mejorado a nivel global la correlación de fuerzas internacional. Por lo tanto, la dificultad, la derrota en un país, no fueron suficientes para causar confusión y decepción profunda. En fin, el KKE encontró su camino a tiempo, mutatis mutandis, consiguió superar la crisis, ponerse a pie y mantener, incluso en aquel período, su prestigio e influencia al pueblo en un momento en que todos los “signos” estaban en contra de nosotros. El enemigo de clase empleando varias formas y mecanismos acogió a los cuadros del partido que lo habían abandonado, les asistió sistemáticamente y al mismo tiempo lanzó abiertamente su anticomunismo contra el KKE con todos los medios que disponía, ideológicos, políticos y con viles calumnias. El curso que siguieron los partidos comunistas hermanos que no trataron abiertamente el problema de la crisis, no les salvó de aventuras en el futuro. Algunos de ellos prefirieron dejar al lado el problema de la victoria de la contrarrevolución bajo el temor de una posible o cierta escisión, y promovieron la lucha diaria para los problemas inmediatos y vitales, sin renovación del programa después de los grandes cambios negativos que se habían producido. Independientemente de su voluntad, independientemente de intenciones (es cierto que en algunos casos las intenciones no han sido nada inocentes) tenían y siguen teniendo dificultades ya que están expuestos a contradicciones serias e insuperables. Sin


un curso orientado hacia el socialismo no es posible que los partidos comunistas hagan frente a los asuntos inmediatos y mucho menos a los asuntos a medio plazo. Será un viaje sin perspectiva que, en última instancia, llevará a la integración y a la dificultad de tratar los problemas cotidianos. Hoy en día, 20 años después de la escisión, en condiciones de derrota mundial del movimiento revolucionario (temporal pero profunda con consecuencias a largo plazo) el KKE se ha consolidado a nivel ideológico, político y organizativo. Su influencia política va aumentando, desempeña un papel importante en la lucha de clases en nuestro país, mientras hace esfuerzos de reagrupar el movimiento comunista internacional. Al contrario, la organización política del oportunismo, a pesar del apoyo que tenía, no consiguió aumentar su influencia política. Está experimentando conflictos internos sobre la táctica y está constantemente en busca de la “revitalización”. Se dirige sobre todo a sectores de funcionarios estatales de salarios altos y a intelectuales sobornados. No lo menospreciamos. Nuestra lucha incluye un frente ideológico y político permanente contra los puntos de vista oportunistas que en condiciones de imperialismo es posible que fortalezcan y envenenen el radicalismo emergente que muestra una tendencia dinámica en condiciones de crisis económica capitalista. El oportunismo, incluso sin tener forma organizativa, debido a su relación con la socialdemocracia, como rama de la ideología burguesa es siempre peligroso y corrosivo, y en tiempos de retroceso del movimiento y en períodos de contraataque. Es por eso que aun cuando las organizaciones criticadas por los partidos liberales y socialdemócratas, especialmente en períodos que se buscan aliados abiertos no encubiertos, sus posiciones son favorables entre ellos. Cuando frente a ellos existe un partido comunista revolucionario necesitan estos aliados para sus posiciones y como simpatizantes del partido, para crear obstáculos. Los oportunistas son siempre necesarios para el sistema. La antigua y reciente historia del movimiento en Grecia ofrecen abundantes ejemplos. Desde el primer momento de la restauración de la unidad ideológica y política en el KKE a finales de 1991, nos dimos cuenta que el fortalecimiento del partido y su impacto en los acontecimientos sociopolíticos sería imposible si no definiéramos las causas objetivas y sujetivas de la victoria de la contrarrevolución, si no sacáramos conclusiones. Hay que responder sobre todo a la clase obrera de nuestro país si fue correcto defender el socialismo, la Revolución de Octubre, la URSS. No olvidamos a los miles comunistas griegos que han sido asesinados y ejecutados porque no quisieron salvarse la vida firmando una declaración de condena del PCUS, de la URSS o contra Stalin. Por lo tanto, nos vimos obligados a asumir nuestra responsabilidad y responder a miles de preguntas de miembros del partido y de la KNE, amigos y simpatizantes, y gente bien intencionada. Siempre sentimos que somos parte integrante del movimiento comunista internacional y asumimos la parte de la responsabilidad que nos corresponde en cuanto a los aspectos positivos y negativos. Sabíamos lo difícil y esencial que es dar respuestas sobre un asunto de importancia mundial y mientras inicialmente no existía posibilidad de cooperación con los partidos comunistas de los antiguos países socialistas puesto que se habían autodisuelto o mutado. Así que hemos creado relaciones con nuevos partidos comunistas que se fundaron en esos países y con científicos marxistas. Hemos conseguido reunir una parte importante del material de los debates realizados en el Partido y en las instituciones científicas, de las diferentes opiniones sobre el curso de la construcción socialista, especialmente después de la II Guerra Mundial. Al mismo tiempo hemos relacionado este tema con las condiciones


internacionales, la correlación de fuerzas internacional y con la situación que existía en el movimiento comunista internacional. Hoy, viendo las cosas con distancia temporal desde 1991 se entiende lo beneficioso y significativo que fue nuestra decisión. Desde el primer momento y después de nuestro congreso en que concretamos que no se trataba de derrumbe sino de victoria de la contrarrevolución que se realizó a través de la perestroika, y enfocando nuestro estudio no en el fin sino en el inicio de la victoria de la Revolución de Octubre. Fue realmente una decisión audaz puesto que se trataba de una grandísima tarea. Así que deberíamos investigar científicamente, no de manera superficial o emocional, todo el período de la construcción socialista y especialmente a nivel de relaciones de producción socialistas, a nivel de economía y no exclusivamente a nivel de superestructura política tal como hicieron varios partidos. Entendíamos que deberíamos examinar los acontecimientos a lo largo de la construcción socialista, dado que los fundadores del socialismo científico, del comunismo, no podían prever la trayectoria entera de la construcción y los nuevos asuntos que surgirían. La decisión de empezar a estudiar las fuentes, el conocimiento que la contrarrevolución no se provocó exclusivamente por razones exteriores sino que tenía raíces dentro de los países socialistas, fueron los elementos que nos impidieron rechazar el socialismo que conocimos. Desde el primer momento destacamos su superioridad, su grande, valiosa e insustituible contribución en los acontecimientos internacionales, en la lucha mundial de la clase obrera y de los pueblos. La investigación que realizamos confirmó y aumentó la contribución del socialismo y sobre todo en el país donde por primera vez se construyó, es decir la URSS. En 1995, después de haber tomado la opinión y las observaciones de los partidos comunistas con los que teníamos relaciones a nivel internacional, se realizó la Conferencia Panhelénica del Partido (antes se había realizado un debate entre todos los miembros del partido) en la que fue discutido y aprobado el documento con las primeras conclusiones acerca de las causas objetivas y subjetivas del triunfo de la contrarrevolución. Este documento dejaba incompletos asuntos de la economía socialista y de la superestructura. Sin embargo nos proporcionó con un material básico que nos permitió defender dinámicamente la teoría marxista-leninista, la teoría del socialismo científico. Destacamos críticamente los errores que se cometieron, el terreno en que se desarrollaron, el hecho que evaluaciones y decisiones incorrectas allanaron el camino para el desvío oportunista. El documento se basó sobre todo en el material de la construcción del socialismo en la Unión Soviética. Esto no significa que el estudio no abarca los demás países socialistas, sin embargo era prácticamente más fácil estudiar el primer país que tuvo experiencia de la construcción. La resolución de 1995 nos proporcionó con la tesis que el socialismo se construyó contra la opinión que en la Unión Soviética existía capitalismo de estado y burocracia obrera. Nos proporcionó con la tesis que la contrarrevolución empezó por los propios partidos en poder. Nos enteramos de que el XX Congreso, que revisó el Marxismo-Leninismo, y a continuación las reformas económicas posteriores de 1965, señalaron el giro hacia el fortalecimiento de las fuerzas de la contrarrevolución. Después de 1995 abrimos una nueva página en el estudio más profundo de la construcción


socialista utilizando una bibliografía aún más amplia, con mayor cooperación con científicos comunistas de los países que habían construido el socialismo y con partidos comunistas, así como realizando seminarios y viajes organizados especiales y utilizando un material amplio que traducimos con la ayuda de científicos marxistas. El CC durante un relativamente largo período de tiempo elaboró un nuevo documento, más integrado que se ocupó de las relaciones socialistas de producción, el ámbito de la economía socialista, y en 2008 se utilizó como base de debate y fue discutido dos veces en las organizaciones del partido y de la KNE. Recogimos observaciones, preguntas así como diferentes reflexiones y en fin este texto fue el documento precongresal y un tema separado en el XVIII Congreso de nuestro partido que se realizó en febrero de 2009. El texto de las tesis había sido enviado a todos los partidos comunistas con los que tenemos relaciones, solicitándoles contribuir con sus observaciones y reflexiones. Fuimos conscientes de que un asunto tan importante que determina el carácter y la estrategia del partido no debería ser simplemente un documento aprobado por el CC sino por el Congreso. El diálogo que se realizó dentro del partido y la KNE abrió una nueva página en nuestra acción. Cambió en gran medida el ambiente dentro del partido y la KNE y ejerció influencia también a los jóvenes que se acercan al partido en condiciones de propaganda anticomunista fuerte. Los jóvenes, la gente que nació poco antes de perestroika o después del derrocamiento son los más vulnerables a la propaganda negra y anticientífica. El debate precongresal creó un ambiente de verdadera confianza en que el KKE está en posición de estudiar con decisión y determinación los grandes problemas, hacer su autocrítica y crítica más allá del nihilismo y de la persistente referencia a los errores, sin dejar al enemigo de clase, al oportunismo, que aproveche de esta crítica a expensas del movimiento. En los documentos del XVIII Congreso de nuestro partido se menciona que la polémica burguesa en contra del movimiento comunista que a menudo se realiza a través del elitismo intelectual, enfoca su ataque en el núcleo revolucionario del movimiento obrero, es decir, se opone a la necesidad de la revolución y de su producto político, la dictadura del proletariado que es el poder obrero revolucionario. En particular, se opone al producto de la primera victoriosa revolución, la Revolución de Octubre en Rusia luchando ferozmente cada fase en que la Revolución ponía de manifiesto y refutaba la acción contrarrevolucionaria, los obstáculos que ponía el oportunismo que, en última instancia, de manera directa o indirecta debilitaban la Revolución a nivel nacional y político. Actualmente, en los países capitalistas modernos, en las sociedades del capitalismo monopolista las condiciones materiales están en gran medida maduras para el socialismocomunismo, es decir existe concentración de la producción y de la clase obrera. Es cierto que la desigualdad es un elemento importante para concretar las tareas estratégicas como p.ej. cuestiones de alianzas, predicción del eslabón que puede acelerar la agudización de las contradicciones. Sin embargo, la desigualdad no justifica un objetivo estratégico diferente, es decir un poder diferente del poder obrero, no justifica un poder intermedio entre el poder capitalista y el poder obrero. Es dado el carácter clasista del poder obrero por lo que lucha el Partido Comunista. Sin embargo va a seguir una política de alianzas y


va a hacer maniobras para la concentración y preparación de fuerzas. El KKE expresa esta posición a través de su línea para la formación del Frente Antiimperialista, Antimonopolista, Democrático, la alianza de la clase obrera con los pequeños y medianos campesinos y los autónomos. Sin embargo, es importante que el propio Partido Comunista no confunda la línea de concentración de fuerzas con su objetivo estratégico, que no elimine su posición ideológica-política y estratégica, su entidad organizativa independiente a causa de su participación en formas de organización de la alianza. El KKE ha hecho ese tipo de errores en el pasado. Hemos traído conclusiones de manera colectiva que según nuestra opinión tienen importancia internacional. Desarrollo desigual significa desarrollo político y social desigual, significa que algún país o grupo de países, que bajo condiciones concretas puede que constituyan “el eslabón débil” en el sistema imperialista, que aparezcan precondiciones para la manifestación de situación revolucionaria relativamente más temprano. Esto es particularmente importante hoy en condiciones que se llevan a cabo procesos y reorganizaciones en el sistema imperialista y se están agudizando las contradicciones tanto dentro de los países como en el sistema imperialista internacional. Así, consideramos como deber nacional de cada Partido Comunista y de la clase obrera de cada país su contribución en la lucha de clases internacional, utilizando la crisis a escala nacional para la desestabilización-derrocamiento del poder burgués y la conquista del poder para la construcción socialista. En el Programa de nuestro partido que elaboramos en el 15º Congreso planteamos la posición que la inminente revolución en Grecia va a ser socialista. Independientemente del tamaño de un país, de la posición que ocupa en el sistema imperialista internacional, en qué continente está etc., consideramos que existen características comunes de la nueva sociedad, de las relaciones socialistas que forma el poder obrero revolucionario. No estamos de acuerdo con la percepción que existen “diferentes modelos” de socialismo y “especificidad nacional” que refuta las leyes que rigen el socialismo. La realidad de cada sociedad p.ej. el tamaño de la población campesina, el nivel de los medios de producción etc. no anulan las tendencias y los principios generales. Otro punto crítico es adquirir una percepción común en una cuestión fundamental. Si las nuevas relaciones socialistas pueden ser producto de reformas sin el conflicto profundo y el derrocamiento del poder burgués y de sus instituciones. Aunque este tema ha sido abordado tanto a nivel teórico como a nivel práctico, surge de nuevo y ejerce presión a Partidos Comunistas que a menudo declaran su fe en el Marxismo-Leninismo. Es un asunto fundamental de la estrategia del Movimiento Comunista. Consideramos que la acción de las masas trabajadoras y populares en el proceso revolucionario implica el conflicto con todas las instituciones del poder burgués hasta su derribo y la creación de los nuevos órganos revolucionarios del poder obrero. Esta es la única manera para quitar el poder político, el dominio de la burguesía, y aplastar la resistencia de la burguesía dado que nunca va a ceder el poder voluntariamente. El


concepto de la revolución socialista no se limita solamente en el derrocamiento del poder burgués sino abarca todo el proceso de consolidación de las relaciones comunistas hasta la eliminación absoluta de las clases. Una de las conclusiones más importantes que sacamos es el reconocimiento del carácter de la sociedad socialista como forma incompleta de la sociedad comunista, como su primera fase. Nos enteramos de que aunque Marx, Engels y Lenin tuvieron una vista teórica del carácter del socialismo en la práctica se interpretó y sobre todo se identificó como una sociedad integrada independiente que su desarrollo llevaría al comunismo. Esta división arbitraria de la sociedad comunista, en socialista y comunista, independientemente de la intención fue la base para el fortalecimiento de percepciones oportunistas tanto a nivel de las relaciones socialistas de producción como a la superestructura. Socavó el carácter de la dictadura del proletariado y de la programación a nivel nacional. Socavó el carácter del Partido Comunista como la vanguardia ideológica y política revolucionaria de la clase obrera incluso durante la consolidación y el desarrollo de la nueva sociedad. Socavó el carácter de la planificación central y, en última instancia, condujo al debilitamiento de las relaciones socialistas de producción en vez de fortalecerlas. De ahí en adelante se explica el fortalecimiento de las fuerzas contrarrevolucionarias en la superestructura política también. Nosotros como partido, teniendo como base la teoría de Marxismo-Leninismo, consideramos que el socialismo es el comunismo inmaduro, la fase inferior de la sociedad comunista. Es el comunismo que nace de las entrañas del capitalismo y se ve obligado a utilizar la base económica que ha heredado. Sin embargo en el socialismo existen las leyes fundamentales que rigen la sociedad comunista: la socialización de los medios básicos de producción, la reproducción ampliada para la satisfacción de las necesidades sociales, la planificación central, el control obrero, incluso cierta distribución según las necesidades (p.ej. educación, salud etc.). Sin embargo, debido precisamente al carácter inmaduro del socialismo una parte del producto social (lo que tiene que se dirige al consumo individual) se distribuye en la base del principio a cada cual según su trabajo. Tomamos en cuenta el debate teorético que se realizó en la Unión Soviética y seguiremos estudiando este tema. Nosotros, como partido, consideramos que se trata de violación de las relacione socialistas la percepción y la política en la base de la ley de valor para la distribución del producto social. Es otra cosa la práctica temporal de ofrecer de manera selectiva un sueldo más alto para el trabajo cualificado y ejecutivo. La medida del trabajo en el socialismo es solamente el tiempo de trabajo que representa la contribución individual planificada para la producción del producto social total. Desde luego destacamos la necesidad de profundizar el estudio sobre los asuntos acerca de la política salarial seguida en la Unión Soviética y en los demás países de Europa Este y Central.

El punto de partida para la construcción socialista es la socialización inmediata de los medios básicos de producción. Teniendo en cuenta las dimensiones actuales de la economía capitalista hablamos de los sectores estratégicos que el propio capitalismo ha concentrado en grandes sociedades por acciones y en grupos monopolistas. Hoy en día, hay gente que se refiere a la Nueva Política Económica (NEP) para justificar las amplias


concesiones en cuanto a las relaciones capitalistas, tal como ocurrió en China donde ya han prevalecido, y como había ocurrido en la URSS en los últimos años de la década de 1980. Consideramos que la NEP constituía una especificidad particular para la Rusia Soviética después de la guerra civil y la intervención extranjera. Lenin no consideraba que la NEP tendría un carácter de medio plazo, sino que fue una necesidad para la transición del comunismo de guerra debido a la intervención imperialista y la guerra civil. La perspectiva de la abolición de la NEP en el futuro cercano fue clara para Lenin. Lo esencias es que de todo modo el poder revolucionario obrero tiene que planear y accionar en la dirección de la abolición de la relación de explotación entre el trabajo asalariado y el capital. Por lo tanto, consideramos que la coexistencia de relaciones comunistas y capitalistas durante mucho tiempo en el marco de la construcción socialista. La experiencia de la URSS demuestra que a corto plazo se planteó la cuestión quien a quien. La producción comunista – incluso en su etapa inmadura – es directamente producción social: la división del trabajo no se somete al intercambio, no se efectúa a través del mercado, y los productos del trabajo que se consumen individualmente no son mercancía. Las relaciones mercancía-dinero dejan de existir cuando ya no existen los elementos de la vieja sociedad que las reproducen. Esto no se puede realizar de manera espontánea sino conscientemente, a través de la política del poder obrero. Es decir, la dictadura del proletariado debe tener una política para la erradicación de los elementos de la vieja sociedad, una política de integración de todo trabajo individual en el trabajo directamente social. Reconocemos la existencia de relaciones mercancía-dinero en el intercambio entre productos de la producción socialista y productos de la cooperativa. Sin embargo, la dirección de la construcción socialista debe ser la erradicación de las relaciones mercancía-dinero y debe acompañarse por una política correspondiente. Es decir, debe ser acompañada por medidas que aceleren el proceso de la fusión de formas bajas de cooperativa en superiores, para el desarrollo y la madurez de las formas de cooperativa superiores–desde el punto de vista de condiciones previas materiales- para que pasen a la producción social directa. Se entiende que en países como Grecia donde siguen existiendo relativamente más amplios sectores de pequeños productores (p.ej en la producción agrícola) se plantea el asunto de consolidar una alianza con estos sectores en el proceso de la construcción socialista a través de cooperativas de producción subordinadas a la planificación central como forma de transición que pretende crear las condiciones previas materiales y subjetivas para la integración esencial de los autónomos en la producción social directa, para la plena socialización de los medios de producción. Defendemos el principio de la planificación central de la economía, de la producción, de la distribución de la mano de obra y del producto social y consideramos que hoy se debe estudiar en qué manera el Partido Comunista asegura en cada fase la utilización plena y a tiempo de los logros científicos-técnicos en la planificación central, para que exprese como producto del factor subjetivo las leyes socialistas y así funcionar efectivamente para las metas de la producción y distribución ampliada socialista.


Desde este punto de vista consideramos que la decisión política que predominó después del XX Congreso del PCUS y especialmente después de 1965 para la utilización de los mecanismos y de las leyes del mercado supuestamente para corregir los errores y las deficiencias de la planificación central (p.ej. ganancias de empresas, introducción de autogestión de las empresas etc.) fue incorrecta y constituía una desviación reformista y oportunista. Consideramos que en el socialismo, al nivel del poder, corresponde la dictadura revolucionaria de la clase obrera que es una condición previa para la transformación de las relaciones sociales y, ante todo, de las relaciones de producción y de la superestructura. La dictadura del proletariado, a pesar de las calumnias de la propaganda burguesa y pequeñoburguesa, es el tipo de estado que saca de la marginalidad a las grandes masas proletarias en contradicción con el parlamentarismo burgués. Por supuesto tiene que ver con la capacidad del partido de afirmar en la práctica su papel de dirección revolucionaria para atraer masas obreras en los órganos del poder estatal que se consolidan en base productiva, en cada servicio social etc. En estos órganos, con la ayuda de las correspondientes organizaciones del partido, la clase obrera aprende a ejercer las tres funciones del poder: decidir, ejecutar y controlar. Un asunto especial del poder obrero revolucionario es lo de atraer a los sectores populares no proletarios o semi-proletarios a la perspectiva del socialismo. Esto significa que se planea la consolidación de órganos correspondientes p.ej. de los campesinos cooperativistas, los autónomos. Con la resolución del XVIII Congreso de nuestro partido sobre el socialismo pasamos a una fase de contraataque ideológico y político. El estudio de la construcción socialista enriqueció nuestra percepción del socialismo que habíamos elaborado en 1996 en el XV Congreso de nuestro partido. La resolución sobre el socialismo no nos permite solamente responder al oponente. Este es un lado, una de las metas. Teniendo más claro en la conciencia colectiva del partido qué es la construcción socialista, el modo de resolver los problemas de la socialización, de la estratificación, de la lucha de clases que se va agudizando, qué ocurre con las relaciones entre la mercancía y el dinero, con la planificación y la programación y con el control obrero, tenemos hoy la capacidad de conectar mejor la táctica con la estrategia, promocionar al pueblo nuestra alternativa relacionada con el problema del poder. Destacamos los logros del socialismo que, a pesar de los errores, las deficiencias y los obstáculos objetivos a causa de la correlación internacional, eran sin precedentes y no se podían comparar con los derechos de los trabajadores en el capitalismo. Así, no solamente refutamos la calumnia, pero también demostramos que existen posibilidades de resolver los problemas del pueblo y de los trabajadores, que existe solución y perspectiva. Damos un contenido esencial en la confrontación con la ideología burguesa, con el revisionismo, el reformismo y el oportunismo. El oportunismo internacional se ha reagrupado basándose en el triunfo de la contrarrevolución, en la desilusión y la confusión que se provocó. Incluso en Europa se ha formado el Partido de la Izquierda Europea mientras en otros continentes como en América hace esfuerzos para promover la percepción socialdemócrata sobre el socialismo


y manipular los partidos y movimientos que comienzan a despertar. Creemos que en esta dirección funciona el esfuerzo para la formación de la llamada “Quinta Internacional” como centro de reproducción y difusión de percepciones utópicas y oportunistas como la del “Socialismo del siglo XXI”. Constituirá un instrumento de presión para que se abandone la identidad comunista. Sobre todo porque en ella las fuerzas que desempeñan un papel dirigente son fuerzas gubernamentales, fuerzas que han trabajado para la disolución de partidos comunistas, así como fuerzas socialdemócratas y trotskistas. Nosotros, los comunistas griegos, con grandes experiencias de 92 años de lucha incesante no olvidamos que la clase burguesa apoyó y sigue apoyando todo desvío ideológico y político de los principios y leyes que rigen el movimiento revolucionario, la teoría del socialismo científico. Su ataque está enfocado en asuntos de “democracia socialista” y se convierte en enemigo intolerante del período que se consolidó la base socialista de la Unión Soviética, cuando se determinó la victoria del socialismo. La resolución del XVIII Congreso indica que “examinamos los acontecimientos de forma crítica y autocrítica, para hacer el KKE, como parte del movimiento comunista internacional, más fuerte en la lucha por el derrocamiento del capitalismo, por la construcción del socialismo. Estudiamos y juzgamos el rumbo de la construcción socialista de manera autocrítica, es decir, con plena conciencia de que nuestras debilidades, deficiencias teóricas y análisis erróneos también constituían parte del problema. Continuamos realizando análisis y conclusiones adicionales para el enriquecimiento de nuestra percepción programática del socialismo armados con un espíritu colectivo, siendo conscientes de las dificultades y deficiencias y con determinación clasista. Somos conscientes de que los futuros estudios históricos realizados por nuestro partido y por el movimiento comunista a nivel internacional, sin duda iluminarán aún más los temas relativos a la experiencia de la Unión Soviética y del resto de países socialistas. Está más allá de toda duda que aparecerán asuntos que exijan una mejora y profundización de algunas de nuestras afirmaciones. Sin embargo, el desarrollo de la teoría del socialismocomunismo es una necesidad, un proceso vivo, un desafío para nuestro partido y para el movimiento comunista internacional, hoy y en el futuro.”


«Por la verdad histórica y reflexión verdadera de acontecimientos de la época» 1. 1. Sobre la lucha de los comunistas de Letonia contra la dictadura fascista de K. Ulmanis.

En la historia de la Letonia burguesa de los años anteriores a la guerra, pueden destacarse dos períodos notablemente diferentes: el período de la república burguesa parlamentaria y los siguentes años de la dictadura fascista. Estos períodos se separan por una fecha que, hasta el momento, no ha sido valorada uniformemente por la sociedad letona – el 15 de mayo de 1934. Sin embargo, permanece el hecho histórico de la noche del 15 al 16 de mayo de 1934, cuando, del scenario de la vida política de la Letonia burguesa, desaparecieron el parlamento (Saeima), las entidades elegidas del poder local y todos los partidos políticos, y la política del interior y exterior del estado pasó a ser eterminada unipersonalmente por el “caudillo” y “dueño de la tierra”, como lo habían denominadao con lisonja en su círculo cercano, el “ministro presidente” y ministro de asuntos exteriores de la República de Letonia, Kārlis Ulmanis. Pero este no había mantenido por largo tiempo solamente el título de jefe de gobierno. El 12 de marzo de 1936, basándose sobre una resolución absolutamente inconstitucional del gabinete de ministros adoptada posterior al término de los poderes del presidente del estado, Alberts Kviesis, Ulmanis también usurpó dicha posición. El gobierno de Kārlis Ulmanis comenzó su actividad con detenciones en masa de los comunistas que habían advertido reiteradamente sobre la posibilidad de un golpe fascista. En el llamado ilegal editado por el Partido Comunista, en abril de 1934, dedicado a la celebración del 1ro de Mayo, se afirmaba: “En Letonia, se ha creado el gobierno de Ulmanis. Es un gobierno del fascismo, de la guerra y traición del pueblo. La burguesía ha echado a este personaje, en la balanza de las pesas, para que el mismo salve a los fabricantes y grandes propietarios, maltratando a los obreros, campesinos trabajadores y desempleados de Letonia”. De todos los partidos prohibidos después del golpe fascista, tan solo una parte de los militantes del partido social demócrata, al comprender la necesidad de rechazar la ideología reformista, continuó la actividad política, al fundar el Partido ilegal Socialista Obrero Campesino de Letonia. En noviembre de 1934, el Partido Comunista concluyó con dicho partido un acuerdo de creación del frente unido antifascista, y, en 1936, consiguió unir la unión de jóvenes comunistas y la juventud socialista, en la Unión de la juventud trabajadora de Letonia. De esta manera, se superó considerablemente la división de la clase obrera de Letonia. Las fuerzas antifascistas se consolidaban, el


frente popular antifascista se formaba alrededor de los comunistas. La represión y el terror de la dictadura fascista, el decaimiento económico que aumentaba bruscamente con el comienzo de la segunda guerra mundial, los cierres de empresas y el crecimiento del paro, el desplazamiento forzado de habitantes de pueblos y ciudades para trabajar en el campo avivaron las llamas de la lucha revolucionaria. A finales de la primavera del año 1940, en Letonia, la situación revolucionaria se había madurado por completo, y el Partido Comunista hacía todo lo posible para transformarla en una revolución socialista. 2. Sobre los acontecimientos de los años 1939 – 1940, antecedentes de la incorporación de Letonia en la URSS. La victoria del poder Soviético, en Letonia, en verano de 1940, fue un resumen legítimo que terminó la lucha revolucionaria del proletariado letón que venía desarrollándose por casi medio siglo. Con la revolución socialista de 1940, en la historia de Letonia, concluyó el período de lucha revolucionaria y comenzó la construcción socialista que tuvo lugar en una familia de hermanos pueblos Soviéticos. Es con el año 1940 que comparamos los logros económicos, sociales y culturales de la Letonia Soviética. Sin embargo, los acontecimientos del año 1940 han sido, desde hace ya 70 años, objeto de una aguda lucha ideológica. Las fuerzas imperialistas siguen avivando la llamada “Cuestión del Báltico”, insisten en tratar de poner en duda la legalidad del restablecimiento del poder Soviético, los acontecimientos del verano de 1940 se presentan como una “ocupación de Letonia” y una “inclusión” forzada de la misma en la Unión Soviética. Los historiadores de Letonia del período Soviético ya habían realizado un gran trabajo de estudio de dichos acontecimientos para recobrar la verdad histórica. Sin embargo, la insistencia y el carácter sofisticado de la propaganda enemiga hacen necesario que estos esfuerzos continúen. Hablando sobre los acontecimientos de 1940, en Letonia, es justo recordar las palabras de V. Lenin pronunciadas en el año 1918, durante la Conferencia Provincial de Comités de fábricas de Moscú: “Las revoluciones no se hacen por encargo, no se adjudican a un momento u otro, sino se maduran en el proceso de desarrollo histórico y se estallan en el momento determinado por el conjunto de toda una serie de causas internas y externas” (V. Lenin. Obras Completas, t.36, p.531). La situación revolucionaria, en Letonia, surgió en septiembre de 1939 junto con el comienzo de la Segunda guerra mundial que creó fenómenos completamente nuevos, en la vida económica de Letonia. La economía se encontraba en una total dependencia de las grandes potencias capitalistas de Europa. El intercambio comercial tan solo con Inglaterra y Alemania (que resultaron estar en un estado de guerra entre ambas) era un 70% del total general. También hay que notar que el 90% del comercio exterior de Letonia se realizaba por la vía marítima. La crisis de las navieras causó una crisis de materia prima y carburantes, las cuales, a su vez, asestaron un golpe demoledor a la industria de Letonia. En junio de 1940, ya cada quinto obrero de Letonia no tenía


trabajo. A finales de 1939 – comienzos de 1940, el régimen de Ulmanis también sufría una profunda crisis interna. Por fuera, ello se revelaba en forma de una lucha por restablecer la constitución, o sea por regresar al régimen parlamentario. Ulmanis no quería ni oír de eso. Pero no menos importante que la situación interna del país fueron los factores de política exterior y la situación internacional, en vísperas de la revolución socialista en Letonia. Los mismos influyeron considerablemente en la vida interna de Letonia, las inclinaciones de los habitantes etc.. Letonia tuvo que contar con la posibilidad de una invasión hitleriana. Únicamente el Pacto Soviético-Letón de ayuda mutua firmado en Moscú el 5 de octubre de 1939 eliminó esta tensión. Según el pacto, Letonia ofrecía a la Unión Soviética el derecho a crear bases navales, en Liepāja y Ventspils, así como varios aeródromos, en Kurzeme. Las bases militares Soviéticas estaban orientadas contra la Alemania de Hitler y defendían la seguridad, tanto la de la URSS, como la de Letonia. Ambas partes del acuerdo se obligaban no incorporarse en ningún tipo de uniones, ni participar en coaliciones dirigidas contra una de las partes. El 18 de octubre de 1939, se firmó el Convenio comercial Soviético-Letón, que se proponía triplicar el intercambio comercial entre ambos estados. Pero, al concluir el convenio con la URSS y verbalmente apoyándolo en todo momento, la panda fascista de Ulmanis, a partir de los primeros días posteriores a la firma del convenio, comenzó a sabotearlo y a preparar el país y el ejército ...para una guerra contra la URSS. El gobierno de Ulmanis, a espaldas de la URSS, intensificó los contactos militares con Estonia y Lituania, efectuaba una reforzada ideologización del ejército, policía etc.. La jefatura del ejército de Letonia elaboró el plan de guerra contra la Unión Soviética (la llamada “proposición de movilización No.5”). Estos planes fueron revelados parcialmente por el mismo Ulmanis, hablando por la radio el 10 de febrero de 1940. Los traslados y lugares de paradas de las unidades militares Soviéticas, los aeródromos, los buques de guerra, a partir del momento de aparición en Letonia, se encontraban bajo una minuciosa observación. Cerca de las guarniciones Soviéticas, en Liepāja y Ventspils, se desarrollaron actividades intensas de los servicios de inteligencia ingleses, alemanes y japoneses. El gobierno de la URSS fue bien informado sobre estos planes antisoviéticos. El 16 de junio de 1940, el gobierno Soviético entregó al embajador de Letonia en Moscú, Fricis Kociņš, una nota, en la cual se señalaban las infracciones del pacto de ayuda mutua cometidas, y se presentaba una demanda de establecer un gobierno que cumpliera honestamente las condiciones del pacto. El gobierno de Letonia, el 16 de junio de 1940, decidió aceptar la nota soviética. Al final de la reunión, 6 ministros (los demás se encontraban en Daugavpils, en la fiesta de la canción de Latgale) presentaron su dimisión. Al día siguiente, el 17 de junio de 1940, el gobierno de Ulmanis dimitió en su totalidad. El 17 de junio de 1940, unidades del Ejército Rojo, desde el sur (del lado de Lituania) y el este entraron en el territorio de Letonia. Entraron como un factor de paz y seguridad, sin un tiro disparado, y ningún brazo se levantó en contra los combatientes del Ejército


Rojo. El Ejército Rojo no se entrometía en los asuntos internos, no obstante su presencia sin duda tuvo influencia en los acontecimientos ulteriores. La burguesía de Letonia no se atrevía a desplegar el terror sangriento en contra del movimiento obrero de Letonia, a aplastar las fuerzas revolucionarias. Los días 17 – 20 de junio de 1940, fueron días de agonía del régimen de Ulmanis, cuando la clase obrera de Letonia se levantó para derrocar la dictadura fascista. Las manifestaciones organizadas por los comunistas de Letonia tuvieron lugar en muchos sitios, el régimen de Ulmanis comenzó a derrumbarse. En estas circunstancias, Ulmanis, el 20 de junio, declaró que estaba creado un nuevo gobierno dirigido por Аugusts Kirhenšteins. En su composición, no habían comunistas de Letonia. La mayoría de los mismos estaba en las cárceles. Al concluir acuerdos y convenios con las autoridades de Letonia, la parte Soviética no exigía liberar activistas del Partido Comunista ni su participación obligatoria en el nuevo gobierno. Al mismo tiempo, la dirección política del gobierno se realizaba por el Partido Comunista de Letonia. Las demandas del PCL, transmitidas al nuevo gobierno de Letonia, durante la manifestación del 21 de junio de 1940, fueron el programa de acción del gobierno. En las condiciones específicas del verano de 1940, el Gobierno Popular de Letonia materializó las tareas de la dictadura del proletariado. La revolución socialista del año 1940, en Letonia, siendo parte inseparable del proceso revolucionario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, tenía también sus particularidades. En primer lugar, fue una revolución socialista pacífica, que venció sin una guerra civil, sin resistencia activa por parte de la burguesía. En la historia de Europa, es un fenómeno extremadamente raro, hasta único. En segundo lugar, dicha revolución, teniendo un carácter socialista, simultáneamente fue también una revolución antifascista, ya que resultó derrocando una dictadura fascista y se tomaron muchas medidas para liquidar los institutos del régimen anterior y destruir el viejo aparato estatal. Es por eso que en las primeras etapas de la revolución se realizaron actividades de carácter democrático. Como uno de los acontecimientos centrales de la revolución de 1940 deben considerarse las elecciones de la Saeima Popular de Letonia, ocurridas los 14 y 15 de julio de 1940. En las elecciones, participaron 1 181 323 electores, desde la edad de 21 años (94,8%), y por los candidatos del Bloque del Pueblo Trabajador de Letonia se entregaron 1 155 807 votos, o 97,8%. 25 516 votaron en contra. ¿Fueron libres estas elecciones? A esto hay que contestar afirmativamente, ya que nadie obligaba a los electores a acudir a las urnas de sufragio, más aún que no había semejante aparato que pudiera hacerlo. No habían listados de los electores, se podía votar en cualquier colegio electoral y en cualquier distrito electoral, imprimiendo una nota de participación en las elecciones, en el pasaporte. ¿Son verídicos los resultados de las elecciones? Sí, se lo puede comprobar en la


documentación de todos los colegios y subcolegios electorales que se conservan en los archivos. Sin embargo, la pura documentación no es capaz de reflejar los resultados verdaderos. En los colegios y subcolegios electorales, los votos fueron calculados no solamente por los comunistas y personas simpatizantes, pero también lo hicieron funcionarios del antiguo aparto estatal y representantes de los círculos burgueses. Y se calcularon por centenares. ¿Dónde están las revelaciones de la “falsificación de las elecciones” que podrían hacer estas personas? No existen. En los años 1940 – 1941, en la RSS de Letonia, se realizaron cambios socioeconómicos profundos en todos los ámbitos de la vida, comenzó la época de la construcción socialista. Este proceso pacífico fue interrumpido por el ataque de la Alemania hitleriana a nuestro país, el 22 de junio de 1941.

3. Маniobras de agentes hitlerianos en Letonia antes del año 1940. Sobre el régimen de ocupación, en el territorio de Letonia, y el apoyo del mismo por los colaboracionistas locales. Ya en el período de preparación para la guerra contra la Unión Soviética, la inteligencia de la Alemania fascista ampliamente utilizó a nacionalistas burgueses letones con fines de espionaje. Se crearon especialmente propicias condiciones para ello, por más sorprendente que sea, debido al carácter rápido y sin derramamientos de sangre de la revolución socialista en Letonia. El poder Soviético demostró ser magnánimo en su actitud con el enemigo derrotado. Por ello, no habían detenciones de los dueños del poder, ni tampoco juicios de tribunales contra ellos. Por más que muchos obreros en reiteradas ocasiones manifestaron su descontento por semejante perdón general, una especie de amnistía general para los dirigentes de la dictadura fascista y sus secuaces. Solamente cuando la burguesía comenzó a crear su propia clandestinidad, uniendo fuerzas para una lucha armada, el Poder Soviético no tuvo otra opción que no sea hacer responder a los contrarrevolucionarios. Casi todos los grupos clandestinos nacionalistas burgueses, que habían comenzado a surgir en el invierno del año 1940/41 reuniendo en sus filas principalmente a antiguos aizsargi, policías, parte de la oficialidad del ejército burgués, campesinos ricos y antiguos funcionarios del aparato estatal de Ulmanis, estaban relacionados con los órganos de inteligencia hitlerianos directa o indirectamente. La clandestinidad antisoviética de Letonia desesperadamente buscó (y encontró) lazos con los servicios de inteligencia del “Tercer Reich”, recolectando datos secretos para ellos. De esta manera, agrupaciones extremistas de la burguesía letona poco a poco comenzaron a transformarse en un aparato auxiliar de los servicios especiales de la Alemania hitleriana, en su “Quinta Columna”. Y eso era ya un peligro extraordinario para el Estado Soviético, para la seguridad de sus fronteras. En estas circunstancias ninguna autoridad no estuviera sentada con los brazos cruzados. Tampoco el Poder Soviético se mantuvo en el papel de un observador pasivo. En total, antes del comienzo de la guerra, se logró eliminar cuatro centros residentes de la inteligencia alemana estrechamente ligados con organizaciones y grupos anticomunistas


locales. En estas extraordinarias circunstancias, el Gobierno Soviético se decidió a emprender medidas extraordinarias. El 14 de junio de 1941, a regiones alejadas de la URSS fueron trasladadas 5520 familias de los ciudadanos de la RSS de Letonia – en total, 9926 personas. Simultáneamente fueron detenidas 455 personas. En total general, esta acción asimismo tocó a 14 476 personas. Fue una medida forzada, provocada antes que todo por la necesidad de garantizar la capacidad defensiva de Letonia y de toda la URSS, medida que no es exclusiva en la práctica internacional. Más tarde, en los años de ocupación, también los servicios especiales de la Alemania hitleriana tuvieron que reconocerlo. Así, en el resumen de la policía de seguridad y SD de Letonia, compuesto en diciembre de 1942, se señala que el aislamiento (detención y traslado) de alrededor de 5000 personas relacionadas con los agentes alemanes, causó grandes estragos a la clandestinidad nacionalista burguesa. La guerra llegó al territorio de Letonia a las 4 de la mañana del 22 de junio de 1941, cuando el grupo de ejércitos “Nord” y los buques de la marina de guerra alemana asestaron los golpes en tierra y desde el aire. El primer golpe fue dirigido contra Liepāja – base de la Flota de la Bandera Roja del Báltico. Por la mañana del 29 de junio, comenzaron los combates por Riga. No obstante le heroica resistencia a la ofensiva masiva de los hitlerianos, a la vista del peligro real de un cerco los defensores de la ciudad se vieron obligados a abandonar la capital de Letonia. El gobierno de la república y el CC del PC(b)L, al evacuarse el 27 de junio de Riga, renovaron su trabajo en Valka. Pero, ya en la noche del 4 al 5 de julio, de acuerdo con la orden de la jefatura del Frente Noroeste, las tropas Soviéticas, así como los órganos dirigentes de la RSS de Letonia abandonaron Valka. El territorio de la república se encontraba en el poder de los ocupantes fascistas alemanes. Para apoyar el régimen de ocupación, en Letonia, la jefatura alemana creó los órganos especiales del poder local. En su composición, se incorporaron antiguos funcionarios estatales, una serie de personalidades sociales que expresaban los intereses de la burguesía nacional. Los partidarios del régimen de ocupación, junto con los fascistas, activamente participaron en la represión masiva contra los habitantes pacíficos. Durante los años de ocupación hitleriana, en general, en el territorio de Letonia, fueron asesinados cerca de 150 mil de habitantes pacíficos, incluyendo a más de 75 mil judíos. Alrededor de 50 mil personas fueron apresados en los cárceles y campos de concentración, más de 280 mil – fueron trasladados a los trabajos forzados en Alemania o emigraron. En total, durante los años de la guerra, la población de Letonia disminuyó por casi 450 mil personas. En febrero de 1943, Hitler expidió la orden para formar la Legión de voluntarios Letones en el marco de la formación de tropas Alemanas Waffen SS. Las subunidades de dicha Legión no solo participaron en los combates contra el Ejército Rojo, sino también lo hicieron en las expediciones punitivas contra la población pacífica, en los territorios ocupados por las tropas fascistas.


La guerra demostró que la sociedad de Letonia todavía no había logrado la unidad de opiniones acerca de la perspectiva de desarrollo de la república, que había todavía partidarios del regreso al pasado burgués, incluyendo los partidarios de la resistencia armada que continuó hasta la mitad de los años 50. Al mismo tiempo, la práctica de la vida real comprobaba que la mayoría de la población de Letonia había hecho una elección a favor del socialismo.

4. Sobre el movimiento partisano en Letonia y acciones de combate de las unidades letonas del Ejército Rojo, en el curso de la liberación de la república.

La lucha clandestina de los soviéticos, en la retaguardia de los invasores fascistas alemanes es una viva página del archivo histórico de la Gran Guerra Patria. La iluminación de la historia del movimiento clandestino antifascista en el territorio temporalmente ocupado de la RSS de Letonia, la cual, solamente un año antes del comienzo de la guerra, iniciaba el camino del desarrollo socialista en composición de la URSS, tiene un significado importante porque el movimiento partisano en Letonia, por las condiciones sociopolíticas específicas se hizo masivo solamente al final de 1943 – comienzo de 1944. Durante los primeros dos años y medio de la ocupación hitleriana, o sea a partir de julio de 1941 y hasta el comienzo de 1944, los ánimos de la masa básica de los trabajadores de Letonia (antes de la llegada de los invasores, solamente 2 – 2,5% de los habitantes de la RSS de Letonia habían logrado desplazarse hacia el interior de la Unión Soviética) se expresaban en la lucha clandestina antifascista. Evaluando el papel de este movimiento en la lucha común del pueblo letón, en la retaguardia del enemigo, no hay que olvidar que, durante los dos primeros años de la ocupación, en Letonia, no se había logrado crear Comités clandestinos del Partido Comunista (tan solo en Riga, en otoño de 1942, existía una organización clandestina del partido). Los comités clandestinos regionales y distritales del PC(b) de Letonia que operaban en los años 1943 – 1944 realizaban dirección solamente de organizaciones básicas del Partido en brigadas y destacamentos de los partisanos. Una de las causas de esta situación consistía en el hecho de que, en la joven república Soviética, posterior al período de veinte años de la dictadura de la burguesía, la organización del Partido era todavía relativamente poco numerosa. En las filas del Partido Comunista de Letonia (sin contar a los comunistas que estaban en las unidades militares del territorio de la RSS de Letonia) para el 1 de junio de 1941 se encontraban tan solo 5057 personas (3059 militantes del Partido y 1998 candidatos a militantes del Partido). (Cantidad de habitantes en 1940 – 1 886 000 personas). En el territorio de Letonia ocupado por el enemigo se quedaban 400 comunistas, pero, ya en las primeras semanas de la ocupación, la aplastante mayoría de los mismos fueron detenidos y fusilados. En las condiciones creadas, el CC del PC(b) de Letonia, así como su Grupo Operativo y comités clandestinos del Partido, en sus actividades sobre el territorio temporalmente ocupado de la república, pudieron apoyarse principalmente en las organizaciones y los grupos clandestinos que eran antifascistas en forma y comunistas en contenido, en su orientación de clase. Exactamente por ello es que los historiadores reaccionarios y emigrante burgueses letones en el Oeste intentan falsificar la historia de la lucha antifascista, emprendida por el pueblo letón y en especial, su vanguardia – la clase


obrera – dirigido por el Partido Comunista de Letonia contra los ocupantes hitlerianos y sus secuaces – los nacionalistas burgueses letones. Los mentirosos burgueses de la historia literalmente se saltan del pellejo, tratando de persuadir al mundo de que, en Letonia, la lucha contra los ocupantes hitlerianos no tuvo nada que ver con la lucha por el poder Soviético.. El 1 de marzo de 1942, el Buró del CC del PC(b)L tomó la decisión de preparar y enviar al territorio de la Letonia ocupada a dirigentes del movimiento partisano y de la clandestinidad del Partido. Apoyados por el CC del PC(b)U y el Gobierno Soviético se entrenaron, se armaron y trasladaron a través de la línea del frente alrededor de 700 voluntarios integrados en varios destacamentos y grupos. En 1944, el movimiento partisano se extendió casi en toda la Letonia. Se crearon 24 destacamentos partisanos, 33 subdestacamentos, numerosos pelotones y grupos independientes. En total, cerca de 20 mil personas participaron en el movimiento partisano de Letonia. Los hitlerianos enviaron contra las bases guerrilleras más de 100 expediciones punitivas, sometieron a la represión a miles de simpatizantes de los partisanos, no obstante fueron incapaces de detener el movimiento partisano que iba en aumento. La liberación del territorio de Letonia de las tropas de los ocupantes hitlerianos duró 10 meses, desde julio de 1944 y hasta mayo de 1945. En estos combates, en diferente tiempo, participaron 19 ejércitos, en cuyas filas combatieron guerreros de diferentes nacionalidades étnicas. Cerca de 150 mil combatientes Soviéticos perecieron en combates, en la tierra de Letonia, 320 combatientes recibieron el título de Héroe de la Unión Soviética. En la liberación de la RSS de Letonia, también participaron formaciones militares letonas – 130mo Cuerpo de Fusileros Letones, 1er Destacamento de Aviación Letón, destacamentos partisanos de Letonia. El 18 de julio de 1944, subunidades de la 43ra División de la Guardia pasaron la frontera de la RSS de Letonia y ocuparon el primer poblado del territorio de la república – Šķaune. Después, el Cuerpo Letón participó activamente en las operaciones de Rēzekne-Daugavpils, Krustpils, Madona y Riga. El 16 de octubre de 1944, unidades del 130mo Cuerpo de Fusileros Letones entraron en Riga liberada, saludados cálidamente por los habitantes. El 9 de mayo de 1945, en el sitio de Plani (al lado del río Imula) unidades de la 43ra División de los Fusileros Letones de la Guardia aceptaron la capitulación de las tropas fascistas (24a División de Infantería y parte de subunidades de la 19a División de la Legión Letona SS). En los años de la guerra, la cantidad de la población de la RSS de Letonia disminuyó por 450 mil personas (casi en 24%), de ellos hasta 280 mil letones aparecieron en el extranjero. En la lucha contra los invasores alemanes fascistas, perecieron hasta 100 mil habitantes pacíficos de Letonia. La economía nacional tuvo enormes pérdidas. La historia de la Gran Guerra Patria demuestra obviamente que el pueblo letón no


hubiera podido liberarse del yugo hitleriano, superar la máquina militar gigante de la Alemania fascista solamente con sus propias fuerzas. La victoria en la guerra enseña: la fuerza inquebrantable del pueblo letón está en su dedicación a la comunidad de los pueblos Soviéticos, con los cuales el mismo defendió la libertad, la cultura nacional, la posibilidad de desarrollo multifacético de economía y cultura. Es en especial deplorable ahora, en el 65to aniversario de la Victoria del pueblo Soviético en la Gran Guerra Patria, observar una insistente tendencia de las fuerzas políticas que están en el poder en Letonia, aunque sea con duras penas, “lavar” y justificar el fascismo y su ideología misantrópica. El permiso dado a las manifestaciones pro fascistas en Riga y otras ciudades de la república, destinación de recursos del presupuesto nacional para el mantenimiento de las tumbas de matachines de la legión fascista de “Waffen-SS” y ausencia absoluta de financiamiento destinado a renovar y cuidar los lugares de sepelio masivo de los combatientes del Ejército Rojo; la miserable existencia de los veteranos de la Gran Guerra Patria-antifascistas y constante aumento de las pensiones y ventajas para los llamados partisanos nacionales – participantes de formaciones de bandidos de posguerra que lucharon contra el legítimo poder soviético aun después de la guerra – es también testimonio del apoyo prestado a los antiguos fascistas a nivel del estado de Letonia. Detrás de todo esto, no es difícil descubrir el deseo de las fuerzas nacionalistas de la república para dar una nueva evaluación a la historia de la Segunda guerra mundial, diferente de la ya formulada y formada en el mundo. Todo esto ocurre en las condiciones actuales, cuando el mundo entero, encabezado por Rusia y los países de la coalición anti hitleriana acaban de celebrar el 65to aniversario de la Victoria sobre la Alemania fascista. El Partido Socialista de Letonia ha categóricamente condenado y condena todo intento, bajo cualquier pretexto, de blanquear y justificar el fascismo, rebajar la hazaña de los vencedores de la Gran Guerra Patria. Como un desafío más por parte de los revanchistas, al cual se debe dignamente responder, percibimos la sentencia de la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, hecha pública el 17 de mayo, en el caso del partisano rojo Vasíliy Macárovich Kónonov. La lucha continúa.


Luxemburgo y la Revolución de octubre La existencia del socialismo real forzó al capital en Luxemburgo a realizar concesiones Cuando la Gran Revolución Socialista de Octubre sacudió el mundo en 1917, Luxemburgo se mantuvo en calma por un cierto tiempo, porque el país estaba ilegalmente ocupado por el Imperio alemán desde 1914. Una huelga de 10.000 trabajadores siderúrgicos contra el hambre y la miseria, que comenzó el 31de Mayo de 1917, fue saldada con medios militares por las fuerzas de ocupación. La infantería y los húsares alemanes invadieron la fundición, los líderes de los trabajadores en huelga ("Rädelsführer") fueron detenidos, muchos trabajadores fueron castigados o aún despedidos, y la prensa del sindicato fue prohibida por tres meses. Pero el descontento se acrecentaba entre el pueblo, y el "Volksstimme" (Voz del pueblo), el periódico del "Sindicato de Mineros y trabajadores siderúrgicos” (Berg –und Hüttenarbeiter-Verband) se fundó en 1916, impreso ya a principios de 1918 cada vez más y más artículos eran firmados por "un Bolchevique", criticando la situación política, económica y social en Luxemburgo. Los artículos también llamaban a seguir el ejemplo de los revolucionarios rusos y a "organizar y unir a los trabajadores y a los campesinos contra el gran capital que oprime a los pueblos". El estallido de la Revolución en Alemania en noviembre de 1918 fue la señal para el comienzo de un movimiento revolucionario en Luxemburgo, que duró dos meses, hasta que las nuevas fuerzas de ocupación francesas lo pararon por medios militares. Pero el resultado más importante de ese movimiento fue la introducción de la jornada laboral de ocho horas, que fue proclamado por el gobierno el 14 de Diciembre de 1918, porque tenía miedo de que las demandas del "Consejo de trabajadores y campesinos" sobre la nacionalización de los ferrocarriles, bancos, siderúrgicas y minas prendieran entre el pueblo. La jornada laboral de ocho horas ya había sido introducida desde antes por los sindicatos en minas, siderúrgicas y los talleres del ferrocarril – en contra de la resistencia de los propietarios. Otro resultado importante del movimiento revolucionario de 1918 fue la introducción del derecho al sufragio universal, válido para hombres y mujeres de 21 años o más. Pero todas estas concesiones no podrían prevenir el crecimiento del número de militantes del Partido Socialista de Luxemburgo que simpatizaba con la Revolución en Rusia y que también buscaba cambios radicales en la estructura de propiedad en Luxemburgo. En el verano de 1919 se fundó un "Comité de propaganda para el ingreso a la Tercera Internacional", que con motivo del segundo aniversario de la Revolución de Octubre distribuyó folletos que llamaban a mítines de protesta contra la intervención militar de los países capitalistas contra la Rusia Soviética. El llamado estaba firmado por "Un grupo de trabajadores y socialistas de Luxemburgo". En aquel momento la defensa de Rusia Soviética era todavía una causa común de todos los socialistas. Pero ya en 1921 el proceso de separación había comenzado, cuando la derrota del movimiento revolucionario en Europa Occidental fue evidente, el capitalismo se había consolidado y llegó a ser cada vez más claro que la Rusia Soviética


por un tiempo sería el único país en construir el socialismo. Los socialistas con orientación marxista fundaron el 2 de enero de 1921 el Partido comunista de Luxemburgo (KPL), después de que la mayoría de delegados al Congreso del Partido Socialista votó en contra de unirse a la Tercera Internacional. Insistieron en su demanda de abolir al capitalismo y la construcción de una República de Concejos en su propio país, y estaban convencidos de que la defensa del primer país que había comenzado la construcción del socialismo debía ser el primer deber de todo revolucionario. Por otro lado, los restantes socialistas abandonaron su programa anticapitalista, se subordinaron a sí mismos al capitalismo y además se unieron a cuanta campaña antisoviética. Con el objetivo de crear un contrapeso – Aunque fuera uno modesto – a la distorsión anticomunista que era propagada diariamente por la prensa burguesa y socialdemócrata, el KPL decidió en octubre de 1932 crear la asociación de "Amigos luxemburgueses de la Unión Soviética" (la Sowjet-Unión der Luxemburger Freunde). Su principal tarea fue la de atraer trabajadores y a intelectuales, que no fueron miembros del KPL, a la causa de la Unión Soviética, para combatir los prejuicios antisoviéticos y así también reducir los prejuicios contra el KPL. La asociación informaba sobre los desarrollos políticos, económicos, sociales, culturales y científicos y acerca de la vida en la Unión Soviética y explicaba el efecto positivo que tenía la construcción del socialismo para las condiciones laborales y sociales de los trabajadores. Los comunistas permanentemente criticaban la sociedad capitalista existente con sus desarrollos sociales preñados de crisis, llevando al abatimiento de sueldos y al despido de miles de trabajadores. Al mismo tiempo el KPL hizo todos los esfuerzos de publicar en su periódico semanal información sobre la construcción del socialismo en la Unión Soviética, sobre el rápido desarrollo de la economía en la U.R.S.S., que estaba estrechamente conectado con las mejoras en la situación social, consagrado en la legislación socialista. Todo esto fue presentado por el KPL como una alternativa a la situación existente en Luxemburgo. No hay duda de que el desarrollo exitoso de la Unión Soviética, y en particular los logros sociales del pueblo soviético tuvieron una gran influencia en la actitud de partes de la clase obrera de Luxemburgo. Está también fuera de duda que la clase dominante capitalista fue forzada a tomar esto en cuenta y a sentirse movida a hacer varias concesiones sociales, ya que los capitalistas querían mantener a los trabajadores "fuera de problemas", para evitar que los trabajadores entendieran a los logros sociales en la Unión Soviética como ejemplos deseables y que los comunistas llegaran a ser más fuertes. Pero esto es válido tanto en lo bueno como en lo malo. Aunque el PCUS había llegado a la conclusión que las clases de los explotadores habían desaparecido y el trotskismo como corriente política ya no tenía ninguna importancia ni ideológica ni políticamente, hubo bajo Stalin entre 1934 y 1938 masivas represiones cuyas víctimas fueron comunistas y ciudadanos de la Unión Soviética. La propaganda burguesa y socialdemócrata exageraba mucho estas represiones, pero el mero hecho de que existieron hizo daño a los ideales de la Revolución de Octubre y al movimiento comunista en su conjunto durante décadas; tuvo un efecto muy negativo sobre la imagen


de la Unión Soviética en la clase obrera de Luxemburgo y para el trabajo del KPL. La Unión Soviética ganó un fuerte reconocimiento en el pueblo de Luxemburgo y en particular en su clase obrera debido a su contribución decisiva a la lucha contra la Alemania fascista y a la liberación de los pueblos de Europa del fascismo. Cuando el Ejército soviético derrotó a las tropas fascistas alemanas en Stalingrado, gran parte de la población de Luxemburgo extrajo nueva esperanza de esta victoria, y el movimiento organizado de resistencia, que había sido debilitado debido al terror fascista, pudo reforzar sus actividades. Muchas personas de Luxemburgo tenían una postura hostil contra los ocupantes alemanes, y cuando las fuerzas alemanas de ocupación organizaron un referéndum en la pregunta sobre una anexión de Luxemburgo al “Reich” Alemán, la inmensa mayoría del pueblo votó con un No. Que el KPL, después de la victoria sobre el Fascismo y la liberación del país, creció considerablemente en influencia, se debió tanto al gran prestigio que la Unión Soviética tenía hasta en círculos burgueses, así como al papel de los comunistas en la resistencia. Como único partido político, el KPL se negó después de la ocupación del país a disolver el partido, había pasado a la clandestinidad y había pagado la lucha contra los ocupantes fascistas con la sangre de muchos camaradas. En un momento en que muchos cuadros comunistas del período previo a la guerra y de la resistencia aún no habían regresado de las cárceles nazis y los campos de concentración, se multiplicó por diez el número de miembros del partido en pocas semanas, en 1940 hubo unos 400 afiliados. El partido tuvo grandes dificultades para adaptarse organizativamente a esta nueva situación; no tenía los cuadros ni los medios financieros, y tampoco la suficiente libertad de movimiento para propagar un cambio democrático radical en el país ocupado por el Ejército de Estados Unidos. En las primeras elecciones parlamentarias del 21 de octubre 1945 ganó el KPL cinco de los 51 diputados y tuvo un ministro en el Gobierno de Unión Nacional: Charles Marx fue ministro de salud, bienestar y deporte, pero la influencia del partido seguía siendo limitada a parte de los obreros de la siderurgia y minería. En los años posteriores a la victoria sobre el fascismo la contradicción entre capitalismo y socialismo empezó a destacar otra vez. Con el objetivo de reducir la influencia del Partido comunista y para evitar que partes más grandes de la clase obrera de Luxemburgo siguieran las consignas por la nacionalización de los medios de la producción y por reformas anticapitalistas, la clase dominante hizo varias concesiones en el campo de la situación social: el seguro social en el campo de la asistencia médica y pensiones fue mejorado considerablemente, la revalorización regular de sueldos al desarrollo de los precios fue consagrado en la legislación y los suplementos familiares de ingresos llegaron a ser armonizados. Al mismo tiempo los líderes de los sindicatos social-demócratas de los tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial, que habían sido famosos por sus posiciones anticomunistas, fueron reactivados y favorecidos para prevenir la construcción de un sindicato unido bajo influencia comunista fuerte. Los medios aún financieros para este fin de sindicatos de los EUA habían sido generados, y se canalizaron a través de la CIA. Con la ayuda del Plan Marshall de los EUA, que fue adoptado por el Parlamento


luxemburgués por diputados de todos los partidos a excepción de los comunistas, y en el curso de la Guerra Fría, que fue provocada por los EUA, llegó a ser posible limitar la influencia de la Unión Soviética otra vez. Al mismo tiempo, el Partido comunista de Luxemburgo, que se mantuvo firme y sin reservas en la defensa del socialismo y la URSS, fue debilitado y su influencia entre la clase obrera llegó a ser reducida. Esta tendencia fue cambiada otra vez, cuando la URSS – después de superar la destrucción de la guerra – empezó un desarrollo a saltos gigantescos de cada vez más logros nuevos presentados en el campo de la economía y las ciencias. En el período entre 1958 y 1970, el tiempo de prosperidad económica, el KPL pudo ampliar su influencia en particular entre los trabajadores siderúrgicos y aumentó su presencia en el parlamento nacional. Todo el tiempo los comunistas de Luxemburgo continuaron propagando los logros sociales en los campos del sistema de la educación, asistencia médica, el cuidado diurno para niños, en la legislación laboral de la Unión Soviética y en los otros países socialistas, en particular en la República Democrática Alemana. Fue por una buena razón que el KPL siempre expresó su solidaridad con los países socialistas. Pero al mismo tiempo el partido falló en tratar con contradicciones objetivamente existentes entre los objetivos declarados y la realidad en los diferentes países socialistas y para expresar la crítica con respecto al desarrollo insuficiente de las fuerzas productivas así como con respecto al déficit existente en el control democrático por la clase obrera de las empresas y el estado socialistas. La razón para esta conducta fue principalmente la aprensión que abrir la crítica serviría al enemigo de clase y dañaría nuestra causa común. Pero esta posición tuvo en última instancia un impacto negativo en las discusiones dentro del partido y en la política de información de la prensa comunista, así el periódico muy a menudo publicaba artículos que mostraban imágenes idealizadas, que no guardaban concordancia con la verdadera situación del país de la Revolución de Octubre y en los otros países socialistas, que habían comenzado una vía socialista de desarrollo bajo condiciones políticas y económicas muy complicadas. Además la ofensiva ideológica del capital así como las concesiones sociales, que el capital se vio forzado a realizar durante el período de conflicto internacional de los diferentes sistemas sociales, contribuyó a que la fuerza de atracción del socialismo fuera reducida dentro de la clase obrera en Luxemburgo. Los logros sociales, ganados a base de duras luchas por los trabajadores de Luxemburgo, fueron subsumidos para hacer una comparación mecánica con el desarrollo del nivel de vida de la clase obrera en los países socialistas. Adicionalmente los socialdemócratas lograron presentar esos logros en Luxemburgo como si fueran solo el resultado de las actividades del partido socialdemócrata. Debido a grandes cambios sociológicos en la población, pero también debido a debilidades en el trabajo organizativo, político e ideológico del KPL, y por otro lado debido a la disminución de la atracción material e ideológica del socialismo el Partido Comunista de Luxemburgo perdió influencia política y fue forzado a posiciones defensivas. Uno de los muchos ejemplos fue la campaña de larga duración con relación a los llamados "disidentes" en la Unión Soviética que fue utilizada exitosamente por los ideólogos del capital contra los comunistas. Desafortunadamente la mayor parte de los trabajadores siguieron esta campaña – en vez de cuestionar la explotación capitalista y


la limitación de la democracia burguesa en su propio país. Además de esto, los comunistas de Luxemburgo no tuvieron éxito para repeler los ataques contra los países socialistas a causa de las supuestas violaciones a los derechos humanos y para denunciar en lugar de eso la permanente infracción de los derechos humanos en los países capitalistas. Bajo la influencia del Partido Luxemburgués Socialista de los Trabajadores (LSAP) y de los sindicatos también la tesis de "la cooperación social" entre los trabajadores y empresarios tuvo un efecto muy perjudicial dentro de la clase obrera. Es, por supuesto, imposible cuantificar todos los efectos de la existencia del socialismo real para los éxitos y las derrotas de la clase obrera en Europa Occidental y en Luxemburgo de la misma manera que carecería de toda base científica tratar de usar teorías de conspiración revisionista cuando queremos explicar las razones en extremo complejas que habían llevado a la derrota del socialismo real en el la Unión Soviética y a la victoria de la contrarrevolución. Lo que nosotros necesitamos es una investigación profunda y a fondo con el objetivo de revelar las razones de por qué la Unión Soviética y los otros países socialistas – y en particular los partidos comunistas de estos países – en el 70’s y 80’s no han estado en posición de transferir la teoría del comunismo científico a la práctica. Debemos averiguar por qué no fue posible realizar lo que se conocía sobre la revolución científico-técnica en la producción socialista, por qué las fuerzas productivas no han sido desarrolladas a un nivel apreciablemente más alto que en los países capitalistas y por qué el socialismo no fue hecho suficientemente atractivo, para que la clase obrera dentro y fuera de los países socialistas lo defendieran en última instancia. Pero los desarrollos posteriores a la desaparición del sistema socialista mundial muestran claramente que justo la existencia de un sistema que competía tuvo el efecto de que el capitalismo se vio forzado a respetar y tomar nota de las demandas de la clase obrera y hacer compromisos políticos y sociales, por lo menos temporales. Esto fue necesario porque la clase capitalista dominante quiso evitar que crecientes partes de la clase obrera preguntaran sobre la situación existente de explotación y se esforzaran por cambios revolucionarios. La dramática derrota del socialismo fue al mismo tiempo una derrota para la clase obrera en Luxemburgo, porque a partir de ese momento ya no había un sistema que compitiera que tan solo con su existencia imponía presión al capitalismo. Así el capital comenzó a cancelar paso a paso todos los compromisos de los 40 años previos, para poner bajo cuestionamiento todos los adelantos sociales que habían sido logrados a consecuencia de la lucha de la clase obrera. Cada vez más cambios legislativos llegaron a ser introducidos por el estado burgués, que fue decretado o decidido por la Unión Europea, el gobierno de Luxemburgo o la mayoría burguesa en el parlamento nacional, leyes que tuvieron la tarea de alejar el anterior logro social y cambiar la situación a favor de las fuerzas dominantes. La semana laboral de 40 horas existe sólo teóricamente, el pago de tiempo extraordinario de trabajo fue reducido drásticamente, hay una reducción sistemática de contratos de trabajo indefinido, el empleo a medio tiempo y subcontratado – bajo condiciones precarias – fueron introducidos por ley. La adaptación automática de sueldos y salarios al nivel de inflación, que había sido uno de los logros más


importantes de la clase obrera de Luxemburgo después de la Segunda Guerra Mundial, llegó a ser gravemente manipulado y limitado. En un número creciente de empresas los salarios para principiantes han sido reducidos. Los requisitos legales para personas incapacitadas han sido degradados. La autofinanciación de pacientes para tratamientos médicos y para medicinas ha sido aumentada extensamente, mientras que el estado capitalista reduce su financiación para el gasto de asistencia médica. Al mismo tiempo, como podemos ver también en otros países de la UE, los servicios públicos en el área de energía, correos y transporte han llegado a ser liberalizados y empresas públicas han sido parcialmente privatizadas. Esto tiene un impacto negativo grave en las condiciones de trabajo, los lugares de trabajo y también para la calidad de los servicios. La crisis financiera y económica capitalista crisis agrava la tendencia de redistribución de abajo a arriba que empezó dos décadas antes. Los trabajadores, que son desde el principio de esta crisis cada vez más afectados por el desempleo y el trabajo de horario reducido, llegan a ser una vez más víctimas de las crisis capitalistas. En Luxemburgo, el conservador Partido Social-Cristiano del Pueblo (CSV) y el social-demócrata Partido Socialista luxemburgués de los trabajadores (LSAP), que han formado una coalición de gobierno desde hace seis años, aumentan los impuestos y cortan el gasto social para mantener la deuda de estado dentro de límites. Pero el déficit es un resultado de las redistribuciones anteriores a favor del gran capital, financiero e industrial, cuando el estado tomó las deudas de los bancos. Y al mismo tiempo en el gasto militar en Luxemburgo que es más alto que en los peores tiempos de la Guerra Fría. La resistencia contra los recortes sociales se desarrolló muy lentamente durante los últimos años. Los sindicatos en Luxemburgo, que están bajo fuerte influencia, socialdemócrata y anticomunista y se consideraron a sí mismo en 1990 que estaban en el lado de los ganadores del conflicto de sistemas, si creen en la teoría de "la cooperación social" y mantienen en la tesis del "Modelo de Luxemburgo". Ellos todavía no se dan cuenta de que después de la desaparición del conflicto de sistemas, el movimiento organizado de la clase obrera fue debilitado gravemente, que las posibilidades financieras del estado han sido reducidas y así la base para el anterior éxito del "Modelo de Luxemburgo" está en gran medida destruida. Por otro lado, la ofensiva del capital y del estado burgués contra los logros sociales de los trabajadores forzará los sindicatos a volver a considerar su línea política de actividades y confrontar más claramente que hasta ahora al capital. De otro modo arriesgarían que todos los logros en la ley laboral y en los servicios sociales serían abolidos a consecuencia de la lucha de clase desde arriba, practicada por el capital y por los cómplices políticos del capital en el gobierno. La situación llega a ser aún más complicada, desde que los sindicatos consideran los logros sociales un resultado de su propio poder y no consideran los factores internacionales como la existencia de los países socialistas. Será la tarea de los comunistas en este contexto el tener presente los intereses generales de la clase obrera y aclarar que es urgentemente necesario defender de una manera común y unificada los intereses de los trabajadores. Además tenemos que propagar con paciencia revolucionaria la percepción de que la sociedad capitalista, en que la ganancia


es la última referencia, es el verdadero problema. Si queremos resolver los problemas de hoy en día de tal manera que al mismo tiempo sea encontrada una solución de los problemas de la clase obrera y de todos los trabajadores, no será suficiente demandar una "redistribución más justa del plus valor agregado, como es practica de la socialdemocracia o por partidos de "nueva izquierda“. En este caso nosotros tenemos que levantar la cuestión acerca del sistema, y la lucha por un cambio radical en la correlación de propiedad de los medios más importantes de la producción así como por la nacionalización de empresas y bancos grandes. Esta lección del "Manifiesto del Partido comunista", escrito en 1848 y puesto en la práctica por primera vez por la Gran Revolución Socialista de Octubre en 1917, es válida también hoy. Es confirmada por el análisis detallado de la situación social en Luxemburgo.

Ali Ruckert, presidente del Partido Comunista de Luxemburgo (KPL)


MIKHAIL V. POPOV Catedrático de economía y derecho, Presidente de la Fundación de la Academia Obrera, representante de la revista del Partido Comunista Obrero Ruso “Sovietsky Soyuz”

CAMBIO DE CARÁCTER DE LA PRODUCCIÓN DURANTE EL PROCESO DE FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL SOCIALISMO Como es sabido, la producción es un proceso de apropiación de los objetos de naturaleza dentro del marco de una forma determinada de la sociedad y mediante ella. La teoría e historia reconocen los siguientes modos de producción sucesivos: comunismo primitivo, esclavitud, producción feudal, capitalista y comunista. La producción mercantil surge ya con la descomposición del comunismo primitivo, pero sólo el capitalismo puede ser caracterizado como economía general mercantil, como economía mercantil en la etapa de su desarrollo cuando la misma mano de obra se convierte en una mercancía. Capitalismo es una economía que por su propio carácter es mercantil. Cualquier producción tiene como su condición las necesidades y de su resultado final – el consumo. Pero el objetivo directo de la producción mercantil no es el precio al consumo, sino el valor ya que cualquier mercancía es un producto fabricado para ser cambiado. El objetivo directo de la producción capitalista mercantil es la plusvalía. El hecho de que la producción capitalista tenga un carácter público desarrollado genera una contradicción entre el carácter público de producción y la apropiación privada capitalista. Las relaciones de intercambio contradicen al carácter público de producción y como resultado de una revolución socialista en el transrumbo de un período de transición del capitalismo al comunismo se mueren y se sustituyen directamente con las relaciones públicas. La labor en la producción comunista no interviene mediante intercambio sino directamente como labor pública, y la misma producción comunista se caracteriza como directamente pública y lo es tanto en su fase superior como en la inferior – durante el socialismo. Una visión dialéctica de la experiencia histórica de la Revolución socialista en Rusia, construcción y desarrollo del socialismo en la URSS permite observar como se cambia el carácter de producción durante la transición al comunismo y se reproduce en el


proceso de desarrollo del socialismo como la primera fase del comunismo. La toma del poder por la clase obrera y constitución de la dictadura del proletariado por sí misma no cambian aún el carácter de producción. Sólo después de una nacionalización se crea el régimen económico socialista, dentro de cuyo marco la producción lleva un carácter directamente público, y este régimen en el transrumbo del período de transición coexiste con otros regímenes. En Rusia tales regímenes económicos eran el capitalista estatal, capitalista privado, de pequeña producción mercantil y patriarcal. La producción patriarcal es una producción para consumo propio y tiene carácter natural. La pequeña producción mercantil es una producción para intercambio y tiene carácter mercantil. La producción capitalista privada siendo, por supuesto, producción de valor (plusvalía) también tiene que ser caracterizada como mercantil por su carácter. Merece una mención especial el capitalismo estatal que se utilizó durante el período de la nueva política económica en Rusia. Es que durante un determinado período después de la nacionalización se logra dirigir de una manera planificada a la satisfacción directa de necesidades de la sociedad sólo una parte de empresas nacionalizadas. Y precisamente esta parte, y solamente ésta, forma el régimen económico socialista. Todas las demás empresas nacionalizadas, aunque forman propiedad del Estado, siguen siendo dirigidas no por una planificación, sino por la principal ley de cualquier economía de mercado, y por lo tanto de economía capitalista, - ley de valor . Es por eso la producción dentro del marco del régimen capitalista estatal tiene carácter de mercado. En el transrumbo del período de transición el régimen económico socialista, desarrollándose, sustituye paulatinamente los otros regímenes. La producción socialista, directamente pública y planificada, de un régimen se convierte en una forma dominante y, luego, en la única forma de producción. En la URSS sucedió lo que había previsto Vladímir Lenin en su intervención en el Pleno del Soviet (Consejo) de Moscú del 20 de noviembre de 1922, diciendo que “de la Rusia de la nueva política económica saldrá la Rusia socialista” Vladímir Lenin. Obra completa, vol.45, p.309). El proceso de suplantación de regímenes económicos no socialistas que tiene lugar durante el período de transición puede ser descrito con una sola frase: “¡Más socialismo!”. No obstante esta frase no puede ser empleada hablando del socialismo como primera fase del comunismo, ya que convertida la producción socialista no solamente en dominante sino en la única producción, no puede haber más socialismo, sino el propio socialismo puede ser más o menos desarrollado. El desarrollo no es sólo un aumento o una disminución, sino pasa por una lucha de contrarios. Lo mismo se refiere al desarrollo de la producción socialista a través de la lucha de su carácter directamente público contra las relaciones mercantiles como su rasgo negativo por haber aparecido dentro del capitalismo. Esta lucha dentro de una economía planificada depende directamente de las posiciones teóricas e ideas políticas del Estado y del partido gobernante.


El análisis de las lecciones de formación, desarrollo y derrota provisional del socialismo demuestra que las principales causas de debilitamiento del socialismo y de una pérdida provisional de sus logros han sido las siguientes. La mayoría dentro del partido gobernante, al igual que la mayoría dentro de la clase obrera no estaban conscientes del principio soviético de organización del poder obrero como poder formado dentro de los colectivos laborales, no fue entendido que los Soviets son una forma organizativa de la dictadura del proletariado. El carácter soviético del poder fue establecido de modo jurídico, pero era solamente una fórmula sin naturaleza. La palabra “Sóviets” figuraba en la Constitución de la República Federal Socialista Soviética de Rusia de 1918, al igual que en la Constitución de la URSS de 1924, sin embargo, la elección de los diputados a través de los colectivos laborales, lo que realmente convierte los organismos elegidos en unos Sóviets, no fue establecida en estos documentos principales. La organización del poder no estaba relacionada con la organización de la vida económica de la sociedad de tal modo que desarrollándose la economía de socialismo se fortaleciera una base material para poder participar los productores directos en la formación y realización de su poder. Cuando fue aprobada la Constitución de la URSS de 1936 el principio de elección y revocación de diputados por los colectivos laborales que funcionaba antes fue sustituido con un principio territorial que no era propio de los Soviets. Sólo se mantuvo la proposición de candidatos a diputados por colectivos laborales. Después de los XX y XXII Congresos del Partido Comunista de la URSS, que fueron puntos de retorno asegurando el dominio de una línea oportunista y revisionista en la política y economía de la URSS, con la reforma económica de 1965 el principio de trabajo para la sociedad y para la satisfacción de las necesidades de todos los miembros de la sociedad fue sustituido por el principio de maximizar los beneficios de determinadas unidades productivas. Por lo tanto empezó a debilitarse y destruirse la base económica del socialismo. Esto explica en gran medida una falta de despliegue de resistencia activa a la liquidación del poder obrero. El socialismo ha sido destruido finalmente debido a que fue tomado y seguido continuamente el llamado rumbo hacia el mercado y privatización. Este rumbo, antisoviético y antipartidista por su naturaleza, fue aprobado por el Pleno del comité Central del PCUS de abril de 1991 y llevó a la liquidación del Partido Comunista de la URSS y de la propia URSS. Para el honor de la ciencia economista soviética hay que mencionar que este rumbo perjudicial para el país no fue aprobado por ninguna conferencia científica de economistas. Además, se escuchaban bien alto y claro las voces de aquellos economistas que defendían el carácter directamente público de la producción socialista y prevenían que todos los intentos de construir el socialismo sobre una base de mercado eran equivalentes a su destrucción. Esto se ve claramente en los trabajos de N.V.Hessin, A.M.Yeremin, N.A.Tsagolov, N.A.Moiseyenko, A.K.Pokrytan, A.A.Sergueyev, V.Y.Elmeyev, V.G.Dolgov, R.I.Kosolapov y otros. Por eso los dirigentes traidores del partido de Gorbachev-Yakovlev podían buscar apoyo solamente en algunos aventureros


de ciencia economista para poder obligar al partido y al país aceptar este rumbo destructivo además de conseguir, por lo menos por fuera, su justificación científica. El hecho de haber aceptado el XXVIII Congreso del PCUS el rumbo hacia el mercado hizo surgir una tremenda contradicción con su naturaleza comunista y significó de hecho su suicidio. Por eso la suspensión ilegal de las actividades del Partido Comunista de la URSS por un decreto presidencial fue una especie de final de transformación del partido. Sobre todo, teniendo en cuenta que el decreto fue firmado por un funcionario del partido crecido en las entrañas del aparato burocrático comunista, ex primer secretario primeramente del Comité regional de Sverdlovsk, y luego del comite urbano de Moscú, candidato suplente del Buró Político del Comité Central del PCUS. La amarga experiencia de destrucción del país y de empobrecimiento de su pueblo ahora hace bastante comprensible lo erróneo de aquellas consideraciones ampliamente divulgadas, según las cuales se pudiera construir una sociedad socialista sobre una base de producción de mercado y de ley de valor s. Y el propio Carl Marx explicó reiteradamente la idea de que a base de valor s y dinero era imposible controlar por parte de individuos unidos su propia producción, que se debía tratar de una producción completamente contraria a la de mercado. Friedrich Engels ridiculizó los intentos de During de construir un socialismo sobre una base de intercambio “justo” de mercancías y de valor constituido. Vladimir I. Lenin en sus comentarios sobre el libro de Bukharin “Economía del período de transición” (XI Recopilación de obras de Lenin) no en vano subrayaba que el producto durante el socialismo llega al consumo no a través del mercado. En sus “Instrucciones del STO (Consejo de Trabajo y Defensa) para las instituciones soviéticas locales” explicaba que el producto estatal, producto de fábricas socialistas, al ser cambiado por el producto campesino, ya no es una mercancía en su sentido políticoeconómico, de todos modos no es solamente una mercancía, ya no lo es, deja de ser una mercancía. Una vez llevada a cabo la colectivización no obtuvimos dos propiedades, sino dos formas de la misma propiedad, propiedad pública, dos formas de subordinación de la producción a los itereses públicos únicos, y el movimiento del producto público entre la ciudad y el campo ya no correspondía, estrictamente hablando, a la categoría de intercambio de mercancías que es una enajenación mutua de producto de trabajo u otros objetos de propiedad a base de un contrato o acuerdo libre. La naturaleza de la propucción se convirtió en la contraria a la mercantil. Se hizo directamente pública, e independientemente de las formas en las que intervenía y que fueron heredadas en gran parte del pasado de mercado y por lo tanto tenían ciertos rasgos y momentos de naturaleza de mercado, la producción en general ya no podía ser caracterizada de otra manera sino una producción directamente pública, cuyos trabajo y producto no através del intercambio sino directamente, desde el principio intervienen como públicos y lo son. Iosif Stalin en general apoyaba estas posiciones marxistas-leninistas. Las desarrolló en su obra “Problemas económicos del socialismo en la URSS”. No obstante en este libro fue algo inconsecuente. Así, subrayando que los medios de producción no son


mercancía, declaraba mercancía los artículos de consumo. Pero entonces resultaba que la naturaleza de la producción socialista es dual, no mercantil y mercantil. Si suponemos que que los artículos de consumo son mercancías, esto significa que no se producen para satisfacer las necesidades sino para intercambio. El trabajador a cambio de mercancías destinadas para su consumo puede ofrecer solo su mano de obra. Entonces su mano de obra también resulta ser una mercancía, y la producción que acepta a la mano de obra como mercancía se llama capitalismo. Por eso el concepto de que los artículos de consumo durante el socialismo son mercancía nos lleva lógicamente al capitalismo. También es errónea la afirmación de que durante el socialismo funciona de ley de valores. La ley y la naturaleza son categorías del mismo orden. Por eso la afirmación de que durante el socialismo funciona la ley de valores es equivalente a la afirmación de la naturaleza mercantil de la producción socialista. No es casual que tales promotores de la producción de mercado como Kronrod, Liberman, Rakitski, Petrakov, Abalkin y otros se agarraran a estas digresiones de la estricta teoría marxista cometidas por Stalin, las elevaran a un principio básico y mediante los debates económicos de orientación mercantil estuvieran preparando la liquidación del socialismo. Los acontecimientos contrarrevolucionarios en la URSS han confirmado que ora tenemos el socialismo como una producción directamente pública – producción de valores al consumo, regulada con la ley de valor de uso, ora tenemos una producción de valores, es decir, producción mercantil, cuyo desarrollo lógico es una producción mercantil capitalista. Claro que podemos decir que durante el socialismo existe también una producción mercantil en forma de una producción individual para el mercado koljosiano. Es así. Pero los precios del mercado koljosiano no son regulados por la famosa ley de valores sino por los precios de productos de empresas estatales. Los precios de productos de empresas estatales a su vez son definidos de una manera planificada sobre la base de valor s de trabajo de producción considerando valor de uso de los productos directamente públicos. La producción socialista es una producción directamente pública, producción de valor de uso y no de valor . El carácter mercantil que contiene es solamente su punto negativo. Es una verdad científica. Los intentos de construir una economía socialista de mercado, es decir volver a la producción de valores, conlleva inevitablemente una destrucción del socialismo. Actualmente es un hecho que no tiene solamente una justificación científica, sino que ha sido comprobado, desgraciadamente, con una experiencia histórica. Por consiguiente, el socialismo es una economía directamente pública. No es una producción de mercancías, valores, sino una producción de productos dirctamente públicos, valores de uso. Por lo tanto el mecanismo regulador de la producción socialista no es la ley de valores sino la ley de valor de uso. ¿Qué significa esto hablando del socialismo como primera fase de la formación comunista? Esto significa que, siendo el objetivo de la producción socialista una completa satisfacción del bienestar y desarrollo multifacético de todos los miembros de la sociedad, el desarrollo de los trabajadores como miembros de la sociedad es supeditado al objetivo de producción. Si la producción mercantil capitalista como producción de plusvalías exige quitar a los trabajadores su tiempo libre y otras condiciones de su desarrollo libre, la producción directamente pública socialista exige convertir el ahorro de horas de trabajo conseguido gracias al progreso técnico no


solamente en bienes materiales adicionales para los trabajadores, sino también en tiempo libre adicional para su desarrollo multifacético, incluido su desarrollo como participantes en la vida estatal y en la gestión del Estado. Desafortunadamente, esto precisamente no tuvo lugar en los últimos decenios de existencia de la URSS. El propósito de socialismo no consiste solamente en proclamar el poder del pueblo trabajador, sino en dar al pueblo trabajador una posibilidad real y práctica de efectuar este poder. Si un trabajador pasa ocho horas delante de su máquina y puede participar en la gestión del Estado sólo terminada su jornada laboral, cuando ya se cierran las puertas de los Soviets y de Comités ejecutivos, comités de Partido distritales y municipales, en este caso el poder popular es sólo un término proclamado y nos queda sólo esperar que el aparato de funcionarios públicos contratados no actúen (por alguna razón) en sus propios intereses específicos, sino precisamente en los intereses de la clase trabajadora y de la sociedad en general. Sin embargo, siendo incontrolado, el aparato administrativo queda tan afectado con la enfermedad de burocratismo que inevitablemente se degenera y de un instrumento de gestión en intereses de trabajadores se convierte en algo contrario. Lo que podemos ver tomando como ejemplo los acontecimientos tristes y trágicos en nuestro país. Pensando ahora en las vías para el renacimiento del Poder soviético, no podemos pensar sólo en reconstruir los Soviets y restablecer el poder soviético. Podemos plantear esta cuestión de otra manera - ¿vale la pena restablecerlo si luego se degenera en el poder de la “nomenclatura” y el pueblo, después de vivir algún tiempo de una manera humana, volverá a ser sometido a las penurias y pobreza por algunos nuevos “Gorbachev” y “Yakovlev”. Si tenemos que restablecer el Poder soviético, hay que hacerlo sobre una base económica que consolide el Poder soviético, contribuya a consolidar el Estado soviético y con ello, ampliándose la participación de trabajadores en la gestión del Estado y desapareciendo cualquier Estado en general, a pasar a la autoadministración pública comunista. La cuestión de participación de trabajadores en el proceso de su poder, Poder soviético, tenemos que plantearla y solucionarla no desde el punto de vista idealista sino materialista. Lo importante no es solamente convocar a los trabajadores a participar en la gestión del Estado, sino que primeramente tengan tiempo para ello, y no después de su jornada laboral, y este tiempo tiene que ser pagado con un salario medio. Esta fórmula es la expresión de la idea de que los trabajadores no son empleados contratados por el Estado que está encima de ellos, sino propietarios que tienen pleno derecho a los medios de producción públicos. La historia de revolución y contrarrevolución en Rusia demuestra que el progreso en el desarrollo de fuerzas productivas, en el crecimiento de productividad tiene que ir acompañado no de una disminución del número de productores directos y crecimiento del número de trabajadores de sector no productivo, sino de aumento de tiempo libre de obreros y campesinos, incluido tiempo libre para poder participar en la administración del Estado. El número de obreros y campesinos no tiene por qué disminuir hasta el momento de una liquidación completa de clases sociales, hasta la llegada del comunismo. Lo único importante es que con el desarrollo de la producción no sólo crezca la riqueza material de la sociedad, sino aumente el tiempo libre de todos los trabajadores como tiempo para su desarrollo libre. En cuanto el tiempo libre supere el tiempo de trabajo, lo determinante para una persona no será lo que hace en sus horas


de trabajo, sino lo que hace en su tiempo libre. Esto significará una liquidación completa de clases, es decir, de división de personas en grupos en relación con su situación dentro de la producción. De este modo, para el desarrollo del socialismo y consolidación del Poder soviético no es necesaria una producción que devore tiempo libre de los trabajadores y produzca valor s, sino una producción que produzca valor de uso y en su desarrollo garantice un ahorro de horas de trabajo y suponga una conversión de estas horas ahorradas en tiempo libre de productores directos. El propósito de tal producción es proporcionar un completo bienestar y desarrollo multifacético libre, incluyendo un desarrollo político, de todos los miembros de la sociedad. No es casual que este propósito fuera formulado en el primero y en el segundo Programa del partido bolchevique de Lenin. La determinación leninista del propósito de la producción socialista desapareció al ser redactado el tercer programa del partido, un programa revisionista de Jruschev, que fue aprobado por el XXII congreso del PCUS en 1961. En el escenario salió una nueva clase gestada dentro del partido, clase de propietarios de “nomenclatura” En la economía directamente pública hay diferencias significativas entre la producción de artículos de consumo y la de medios de producción. Los dos productos, tanto artículos de consumo como medios de producción, no son mercancías, sino productos directamente públicos, pero su papel social es diferente – la producción de artículos de consumo crea condiciones materiales para un desarrollo cada vez más completo de los miembros de sociedad y para disminuir la desigualdad social entre ellos, y la producción de medios de producción sirve directamente para ahorrar las horas de trabajo y puede considerarse como una producción de tiempo libre para un desarrollo libre de todos los miembros de la sociedad. Respecto a los artículos de consumo una reducción de gastos de trabajo para su producción interviene como resultado de una implantación de técnica que ahorra trabajo, y este ahorro de trabajo se transmite a los consumidores mediante reducción de precios. Desde el punto de vista económico se puede decir que la técnica no sirve más que para ahorrar las horas laborales o, en otras palabras, cualquier ahorro que proporciona es ahorro de tiempo de trabajo. Los medios de producción en la economía directamente pública socialista no se fabrican para ser vendidos y recibir valor s, sino para ahorrar el trabajo de los que van a usar esta técnica, es decir ahorrar el trabajo de sus consumidores. El valor de uso de esta técnica es ahorro de trabajo de los que trabajan con ella, los que han sustituido con esta técnica otros ejemplares menos eficaces en cuanto al ahorro de trabajo. El ahorro de trabajo permite a los consumidores de esta técnica disponer de este ahorro de dos maneras – no solamente fabricar más unidades de artículos de consumo, sino también reducir horas laborales y aumentar tiempo libre. No se excluye la situación cuando los valor s directos de trabajo para la fabricación de técnica aumenten. Pero según el criterio de valor de uso puede considerarse una técnica nueva y progresista sólo aquella que da al consumidor un ahorro de trabajo mayor que los valor s crecidos de su fabricación. En otras palabras, el ahorro final, resultante, neto de sustitución de técnica, es decir el ahorro bruto menos los valor s de trabajo para su fabricación y explotación, tiene que ser positivo.


Se puede decir que esta vía de producción de valor de uso la sigue hoy día la producción capitalista mercantil que es directamente una producción de plusvalía. Pero el hecho consiste en que esto no corresponde sino contradice a su naturaleza mercantil, de valor s. El capitalista directamente aspira aumentar el valor del producto fabricado para poder aumentar la plusvalía, y siendo la producción capitalista una producción de plusvalía absoluta siempre procura absorber todo el tiempo de los productores directos. Como producción de plusvalía relativa la producción capitalista intenta mover el límite entre el trabajo necesario y el adicional de tal modo que aumente la plusvalía, y lo hace mediante el desarrollo de medios productivos a base de progreso técnico. Pero este ahorro de trabajo el capitalismo procura utilizar no para aumentar tiempo libre de todos los miembros de la sociedad, sino para aumentar la riqueza de valor s y tiempo libre de los propietarios de medios productivos, capitalistas. Los trabajadores tienen que conseguir una redución de sus horas de trabajo y aumento de sus horas libres mediante huelgas. Ahora el orden del día en Europa incluye una jornada de 35 horas semanales, que ha sido convertida por algunos sindicatos en su exigencia. Se puede decir que la cuestión de reducción de horas de trabajo sin que sea reducido el salario es, por su naturaleza, cuestión de conflicto entre el movimiento sindicalista de la clase obrera y las fuerzas del capital. También es la cuestión de lucha de los comunistas contra social-demócratas y oportunismo. Una ampliación de monopolios significa que van creciendo las islas donde no funciona el principio de valor s y domina el principio de valor s al consumo. Por supuesto, no son islas de socialismo, ya que se trata de una planificación dentro de los marcos de monopolios y de imponer precios de transferencia internos de monopolios. Sin embargo, la producción capitalista mercantil a la medida de su desarrollo va entrando paulatinamente en el otro mundo, un mundo de valor s al consumo, aunque en general continúa en el mundo donde domina el valor . El progreso de medios productivos dentro del marco del capitalismo, un trabajo oculto de ahorro de trabajo público crean condiciones objetivas para que la clase trabajadora junto con sus aliados recupere para sí bastante tiempo libre para organizar una lucha revolucionaria, luego tom el poder y lo utilice para un golpe económico – para hacer públicos los medios de producción concentrados por los monopolios, para pasar de una producción de valor s a una producción de valor s al consumo y para consolidar una orientación de producción hacia valor s al consumo. El criterio de actividades de una empresa estatal durante el socialismo no tiene que ser un beneficio, sino un índice contrario – ahorro de trabajo. El índice de evaluación de funcionamiento de empresas dedicadas a la fabricación de artículos de consumo, tiene que ser una suma de reducción de precios de los productos fabricados, lo que permite a los consumidores trabajar menos para obtener la misma cantidad de bienes. Las empresas que fabrican medios productivos tienen que ser evaluados según el ahorro de trabajo que consiguen los consumidores de la técnica fabricada por dichas empresas. De tal modo los productores de artículos de consumo serán estimulados de forma material por la reducción de precios de sus productos y por el aumento de su cantidad, y cualquier nuevo artículo de consumo que satisfaga mejor dichas necesidades o que satisfaga nuevas necesidades, en cuanto su fabricación sea organizada y puesta en marcha, también entrará en el sector de reducción de precios y de aumento de cantidad


de artículos producidos. Los fabricantes de medios productivos serán estimulados en relación directa con el ahorro que reciban los consumidores de su producto en el proceso de su explotación. Y que enriquezcan los productores, pero mediante el enriquecimiento de la sociedad, de todos sus miembros. Si crece la riqueza de la sociedad y aumenta tiempo libre de sus miembros se hará más sólida la base para formar y efectuar el Poder soviético. La misma economía va a contribuir al fortalecimiento y solidificación del Poder soviético. De este modo, la base económica del poder soviético en desarrollo y fortalecimiento es una producción directamente pública – producción de valor de uso. Los acontecimientos contrarrevolucionarios en Rusia y la pérdida provisional de poder por los trabajadores obligan a plantear la cuestión de restauración del poder popular de otra forma algo distinta. Hoy día esta cuestión se plantea de la manera siguiente - ¿cómo debe ser el poder de trabajadores para que sea difícil debilitarlo y destruirlo. Aún más, ¿cómo debe ser para que sea imposible destruirlo no solamente en los primeros años después de su constitución, sino también dentro de muchos decenios, para que no se repita una vez más un golpe contrarrevolucionario en un momento cuando, como parece, la misma posibilidad de dicho golpe se ha perdido en un lejano pasado. El poder socialista debe ser por su naturaleza una dictadura de proletariado. Es una respuesta de carácter general a la cuestión planteada. Y esta respuesta los clásicos del marxismo-leninismo la consideraban un mérito especial suyo. Esta cuestión es una frontera bien definida entre marxistas y revisionistas. Y una negativa de aceptar la dictadura de la clase obrera es equivalente a un rechazo al marxismo y socialismo. La historia ha comprobado claramente esta tesis, incluida la historia de la Unión Soviética. Un golpe revisionista tuvo lugar en el XXII Congreso del Partido Comunista, cuando del Programa del partido fue retirada la idea radical del marxismo – sobre la dictadura del proletariado. Pero tenemos que aprender de la conclusión que nos ha costado tanto de que sin una forma soviética de organización de la dictadura de la clase obrera es muy difícil sostenerla. Se puede decir que actualmente, después de un período de contaminación revisionista generalizada, cuyo catalizador fue la política de Jruschev, en todo el mundo se lleva a cabo con éxito un proceso de formación de nuevos partidos comunistas y obreros que han aprendido la lección de los intentos de rechazar a lo principal en el marxismo y han puesto la doctrina de la dictadura del proletariado en la base de sus programas y de toda su actividad política, tanto teórica como práctica. Sin embargo, como se dice, aún no es tiempo para alegrarse. El reconocimiento por si mismo de la dictadura del proletariado no es suficiente. Hay que reconocer también la forma organizativa que le corresponde y gracias a la cual la dictadura del proletariado no se destruye, sino se hace más fuerte y desarrolla en una autoadministración pública comunista, asegurando una liquidación de separación de la sociedad en clases, y al mismo tiempo la muerte del Estado como una presión organizada de una parte de la sociedad sobre la otra. La historia ha demostrado que la forma organizativa del poder estatal que corresponde a la dictadura de la clase obrera no es un poder elegido según el principio territorial sino


un poder que se forma dentro de los colectivos laborales. Cuando en Francia en 1871 por la primera vez en la historia fue establecida una dictadura del proletariado, aún no se reveló una forma de poder adecuada a la dictadura del proletariado. La naturaleza de la dictadura del proletariado como poder de la clase de obreros industriales, de fábricas, de ciudades apareció en París en 1871 por primera vez y, sin haber podido consolidarse en una forma correspondiente, desapareció del escenario histórico como un prólogo de la otra revolución, la Gran revolución socialista de Octubre en Rusia en el año 1917, que estableció la dictadura de la clase obrera en forma del Poder soviético (de los Soviets). La Revolución rusa fue un ejemplo digno de repetir de un largo trabajo histórico de la clase obrera y de su partido que se llevaba a cabo dentro del antiguo régimen para crear un nuevo poder. Primeramente, en 1905 como resultado de una lucha de huelgas de tejedores de Ivanovo-Voznesensk fueron descubiertos los Soviets. No eran solamente organismos de gestión de huelagas, sino organismos de poder popular que por su naturaleza es una dictadura de la clase obrera. Si la clase obrera de Rusia no hubiera hecho este descubrimiento histórico de valor mundial, la revolución socialista, creación y desarrollo del socialismo habrían sido algo muy inseguro. Lo primordial es que la única base material de socialismo es una gran industria de máquinas, y si el poder popular no está relacionado con ella, no está basado en ella, no tiene en ella su fuente de fuerzas para hacerse más sólido y desarrollarse, tarde o temprano será liquidado por las fuerzas de clase enemiga que lo superan. Y, al contrario, si está basado fuertemente en las fábricas y plantas, si crece y fortalece con el desarrollo de la economía, la causa del Poder soviético, la causa de la dictadura de la clase obrera, la causa del socialismo se convierte en una causa que históricamente es invencible. La dictadura de la clase obrera, por lo tanto, es contraria a la dictadura de la burguesía no sólo por su naturaleza, sino también por la forma de su organización. La burguesía organiza su poder que tiene pinta de un poder popular, efectúa una elección de diputados al parlamento a base de un sufragio universal, pero según circunscripciones electorales donde manda el poder del dinero. Y aunque es posible con esta forma del poder conseguir una elección de algunos representantes de trabajadores al parlamento es imposible lograr el poder de trabajadores dentro de este sistema de organización de elecciones. Cabe parar en la parte filosófica de esta cuestión. El materialismo histórico nos enseña que la vida pública determina la conciencia pública. Esto significa que el régimen económico de una sociedad define su sobreestructura ideológica. Al dominio de burguesía en el sector económico corresponde el dominio de ideología burguesa en la conciencia pública. Vienen a votar las personas que están dirigidas por su conciencia, así que con un sufragio universal y una votación general la mayoría de las voces será para los candidatos de burguesía. La experiencia lo confirma prácticamente sin excepciones. Y la misma experiencia dice que si, de repente, la máquina electoral falla se aplicarán otros medios, incluidos los de fuerza, ya que estos medios están en las manos de la clase gobernante que no va a dejarlos, por supuesto, a otra clase sin una lucha violenta.


¿Qué hacer en esta situación? ¿Significa esto que tenemos que rechzar a participar en campañas electorales y en la lucha electoral? No, no lo significa. Otra cosa es que hay que considerar la participación en las elecciones a los organismos representativos y en sus actividades uno de los medios de organización de trabajadores, dirigir el proceso hacia la creación de los Soviets, basados en fábricas y plantas, hacia un apoyo de sus actividades no solamente mediante sindicatos profesionales y partido de la clase obrera, sino también con una ayuda de diputados que tienen derecho y posibilidades de trabajar n colectivos laborales. No obstante una actividad electoral y parlamentaria no puede ser el núcleo de actividad política de un partido verdaderamente revolucionario. El núcleo de su trabajo tiene que ser una organización de movimiento sindicalista de la clase obrera, lucha de la clase obrera no sólo por interéses a corto plazo, sino por los intereses radicales, a largo plazo, lucha orientada a crear en una perspectiva los Soviets como futuros organismos de un nuevo poder, poder socialista, y al mismo tiempo como organismos de autogestión colectiva de los trabajadores, organismos de su lucha por los intereses más actuales. A estos propósitos también tiene que ser supeditada la organización de lucha parlamentaria. Sólo cuando en condiciones de una situación revolucionaria en las fábricas más grandes empiecen a funcionar los comités de huelga u otros organismos de autogestión obrera que tengan autoridad y sean formados de los representantes de los colectivos, cuando estos organismos sean unidos entre sí en los marcos de las ciudades y regiones mediante los Soviets municipales y regionales, y dentro del marco del país mediante un Soviet o Comité de trabajadores que reunirá a representantes de organizaciones obreras, cuando creen sus propias instituciones para mantener el orden y combatir la violencia – “druzhinas” (milicias) obreras, sólo entonces la cuestión del paso del poder a los Soviets, cualquier nombre que tengan, podrá ser planteada a nivel práctico. Sin conseguir todo ello todas las discusiones sobre el cambio del carácter del poder son vanas habladurías. Es considerable que en Rusia en 1917 hubiera dos procesos electorales al mismo tiempo – eran elegidos los miembros de la Asamblea Constituyente (“Uchreditelnoye sobranie”) y de los Soviets. Las elecciones a la Asamblea Constituyente dieron la mayoría a los representantes de pequeña burguesía – mencheviques y socialistasrevolucionarios, y las elecciones a los Soviets – a los bolcheviques, partido de la clase obrera. Los bolcheviques tuvieron razón de no haber rechazado la posibilidad de participar en las elecciones al parlamento burgués y de haber aprovechado las oportunidades de la campaña electoral para su propaganda, pero, en primer término, hacían propaganda de la creación de los Soviets y luego del paso de todo el poder a estos Soviets. La experiencia de nuestra revolución enseña que a una revolución socialista le precede un período de doble poder cuando existen al mismo tiempo un organismo de dominio burgués – parlamento burgués, y organismos del futuro nuevo poder – Soviets cuyo congreso, reunión o comité de representantes, tienen el objetivo de stablecer un nuevo poder. Existiendo los Soviets como organismos del futuro poder dispuestos a ejecutar las funciones del nuevo aparato administrativo, se crea una situación que facilita el paso del poder de la burguesía al poder de la clase obrera, del parlamento burgués al poder de los Soviets. Si no existen los Soviets apoyados por las milicias obreras y en el transrumbo


de las huelgas se plantea una dimisión del gobierno, presidente o de ambos, incluso si esta dimisión tiene lugar, esto no podrá cambiar la situación. Porque un cambio de personas no significa cambio de la clase que tiene el poder. Marx, Engels y Lenin explicaban minuciosamente, masticándolo como si fuera para los niños pequeños, que no se podía tomar la antigua máquina estatal y ponerla en marcha con nuevos objetivos. Hay que romperla, destrozarla y construir un nuevo aparato estatal capaz de llevar a cabo los intereses de la clase obrera. Los Soviets elegidos en colectivos laborales, que puedan llamarse de distintas formas en distintos países, presentan este nuevo aparato estatal que viene para sustituir el aparato viejo de burguesía. Sin embargo estas realidades entran en las cabezas con mucha dificultad, y muchas personas siguen creyendo en los cuentos de hadas sobre la elección de un nuevo presidente bueno y sobre el nombramiento de un nuevo gobierno bueno. En cuanto a los propios parlamentarios su enfermedad más divulgada es el cretinismo parlamentario que se expresa en una fé ingenua de que se pueda solucionar entre paredes de parlamento todas las cuestiones radicales de la vida del pueblo. La realidad es otra: las cuestiones radicales de la vida del pueblo siempre se solucionaban fuera de los parlamentos, mediante una violenta lucha de clases e incluso mediante una guerra civil. Y cuanto menos ilusiones parlamentarias tengan los obreros y campesinos que crean sus Soviets, cuanto mejor estén organizados y preparados para romper una inevitable resistencia de la burguesía, tanto menos existe la posibilidad de una guerra civil. Al contrario, si se ocupa de desarmar a los obreros y adormecerles con unos cuentos sobre burgueses honestos y bondadosos, será inevitable el azote más cruel del pueblo. Esto fue confirmado con los acontecimientos en Chile y Rusia. De este modo, la dictadura del proletariado tiene en calidad de su forma organizativa el poder de los Soviets eligidos dentro de los colectivos laborales. Esto se revela no solamente durante el período de constitución y consolidación del nuevo poder, sino es cierto aplicado a todo el período de socialismo hasta una liquidación total de clases sociales y la muerte del Estado. En el Programa redactado por Lenin y aprobado por el VIII Congreso del RCP(b) (Partido comunista ruso de bolcheviques) fue escrito: “la unidad electoral y la principal célula del Estado no es una circunscripción territorial, sino una unidad productiva (planta, fábrica)”. ¿Cómo organizarlo en práctica? Por ejemplo, así. En los colectivos laborales de las empresas según sus departamentos estructurales se eligen los Soviets de estos colectivos con dercho a revocar y sustituir a sus miembros en cualquier momento por iniciativa del colectivo estructural que les ha elegido. De los representantes de Soviets de empresas se forman unos Soviets municipales y regionales también con derecho a revocar y sustituir en cualquier momento a los representantes de los Soviets de empresas por iniciativa del Soviet que les ha delegado. El Congreso de los Soviets o el Comité de representantes de los Soviets municipales y rgionales forman el organismo supremo legislativo que nombra el gobierno y determina la política interior y exterior del país. El tiempo de participación de los obreros en la organización de los Soviets, de control sobre sus actividades y el tiempo que necesitan los diputados para cumplir con sus obligaciones es pagado de acuerdo con un salario medio. ¿Cómo garantizar en este caso una representación equivalente? El número de trabajadores de las principales empresas puede ser tomado como escala para determinar una norma de representación unificada para la ciudad. Digamos que si de 1 mil


trabajadores se envía al Soviet municipal 1 persona, de un colectivo de 5 mil personas se eligen 5 diputados. Y al contrario, si el número de trabajadores es menor a un mil personas, este colectivo laboral se junta con otros colectivos pequeños hasta formar una cincunscripción productiva de 1 mil trabajadores. Para los que trabajan en pequeñas oficinas la norma de representación puede ser definida a partir de un número determinado de miembros de sindicatos. Los ciudadanos que no trabajan en este caso pueden bien incluirse en alguna circunscripción productiva (por ejemplo, donde han trabajado antes o en las más cercanas), bien enviar a sus representantes de los comités de ciudadanos no empleados siguiendo la norma unificada de representación, así 1 diputado representará a 1 mil ciudadanos no empleados. De esta manera es garantizado el sufragio universal. En este caso, si el Soviet de la célula principal de la construcción estatal, planta o fábrica, revoca a su representante de un Soviet municipal, este representante automáticamente pierde su mandato correspondiente y, con ello, su derecho a representar el Soviet municipal en el organismo superior del poder estatal, si antes tenía este derecho. El procedimiento práctico y la facilidad de revocar a un diputado elegido por un colectivo laboral permite llevar una lucha eficaz con burocratismo y arribismo y paulatinamente, no sólo a base de promesas y programas, sino sobre todo a base de una experiencia práctica, seleccionar a los miembros de organismos representativos del poder estatal que más correspondan a los intereses de la clase obrera. Admás sería preferible que los diputados tuvieran media jornada laboral. Si un obrero de los cinco días laborales va a dedicar tres días a la semana a efectuar sus funciones de diputado, ya no será obrero, se separará del colectivo, pero no se convertirá en un intelecual, profesional, un objeto a manipular por parte de los políticos de turno. Si un obrero diputado no tiene días libres para efectuar sus funciones se convertirá en un “general de bodas” – diputado a quien le sientan a la mesa presidencial los días de fiesta para simbolizar la unión del poder con el pueblo. Lo más correcto será que el diputado continuando su trabajo profesional tenga tiempo suficiente para adquirir conocimientos y habilidades profesionales en la gestión del Estado. Digamos que, si un obrero tres días a la semana está frente a su máquina en su puesto de trabajo y dos días los dedica como diputado del Soviet a organizar a trabajadores, no se separará del colectivo y aprenderá poco a poco las ciencias del trabajo administrativo, incluido el uso del ordenador y tecnologías modernas de comunicación. Por supuesto, estos dos días que el obrero no cumple su trabajo de producción material tienen que serle pagados. A propósito, ya en la práctica del capitalismo moderno existen unas condiciones para ello. La ley “Sobre el régimen jurídico de la empresa” de la República Federal de Alemania preve que en cada empresa que tenga al menos cinco trabajadores se elige un Consejo de producción, las actividades de este Consejo se llevan en las horas laborales y se pagan en términos medios. La burguesía avanzada comprende que hoy día, cuando los adelantos del progreso científico-técnico determinan el desarrollo de la economía, sin participación interesada de los productores directos en este proceso el progreso científico-técnico, y por consiguiente, la economía en general se frenará. Otra cosa es que en Alemania las competencias de los Consejos de producción son muy limitadas con las cuestiones de producción, y dichos Consejos no tienen contacto con los consejos de las otras empresas, ni con un organismo coordinador único y no tienen derecho a llevar un trabajo político. Para la burguesía es un instrumento más de divulgar entre los


trabajadores las ideas del “consenso público”, “ser socios sociales”, “paz laboral”, “colaboración de clases” y paliar la lucha de clases. La base de valor de uso de la producción asegura y supone proporcionar a los diputados de los colectivos laborales tiempo necesario para llevar sus funciones administrativas. Pero si sólo los diputados disponen de este tiempo de cualquier modo se separan de sus colectivos y los colectivos no pueden jugar un papel determinante. Tienen que controlar a sus diputados, darles mandatos y revocar a tiempo a los que no cumplen la voluntad del colectivos que les ha elegido. Todo esto supone tiempo que es un tiempo laboral pagado en términos medios. Tal tiempo tiene que ser proporcionado a cada trabajador como mínimo para poder participar en una reunión mensual del colectivo convocada con el fin de conocer el informe del diputado. Sólo cuando sea organizado un control de los diputados elegidos por parte de sus electores y los productores directos puedan participar en las actividades de organismos estatales, el Poder soviético a pleno derecho podrá llamarse un poder de obreros y campesinos. Si las actividades de los propios obreros, campesinos, intelectuales son sustituidas con la actividad de personas contratadas – profesionales, a los que, por supuesto, no podemos evitar en ningún caso, entonces podemos volver a obtener una situación cuando el poder real no pertenece a los organismos legislativos, sino a los ejecutivos, y los Soviets son una especie de pantalla que cubre a los que detrás de ellos o en nombre de ellos hace sus negocios. Entonces es posible otra recidiva de reconstrucción de orden de propiedad privada del cual sufre tanto ahora el pueblo nuestro. De aquí podemos hacer una conclusión de que las posibilidades de crear condiciones materiales cada vez más favorables para una participación de todos los miembros de la sociedad en la gestión del Estado, que crecen debido al desarrollo de la producción de valor s al consumo, tienen que ser utilizadas con eficacia, y esto, a su vez, contribuirá al desarrollo de la producción de valor s al consumo. La riqueza principal de la sociedad – tiempo libre – va a crecer todo el tiempo y va a ser distribuida con justicia, sin ser usurpada por una élite administrativa o intelectual. Entonces se pondrá en marcha el proceso de liquidación paulatina de las clases sociales y de acercamiento a un estado cuando todos los miembros de la sociedad sean trabajadores, cada uno con su carácter único que no será determinado con lo que hace en sus horas de trabajo sino con lo que ha hecho y hace en su tiempo libre que es tiempo para su libre desarrollo. Esto será un salto verdadero del reino de necesidad al reino de libertad. Es bien conocida la idea de que hay tres tipos de esclavos. Uno de los esclavos es un simple esclavo que lleva su vida desgraciada obedeciendo a una voluntad superior. Otro esclavo está tan acostumbrado de serlo que empieza a babear pensando qué amo tan bueno tiene, qué gobernador tan bueno. No es simplemente un esclavo, es un lacayo, un bruto. Y hay tercer tipo de esclavo – el que se ha levantado para luchar contra todo el sistema de servidumbre, y aunque ésta no está todavía liquidada, ya no es un esclavo, es un revolucionario. Hasta ahora hemos hablado de las condiciones materiales y bases para poder participar los trabajadores en la gestión y autoadministración, de la estructura del Poder soviético, pero, como es lógico, nadie nos traerá liberación del viejo poder de burguesía, no será dios, ni un zar y ni un héroe. La liberación de los trabajadores es una tarea de los trabajadores mismos. En su lucha justa les ayudarán la lógica general del progreso histórico y los hombres más ilustrados de ciencia y cultura.


No obstante, sin una lucha consciente y activa, decisiva e insistente de la clase obrera por sus intereses no se puede crear el Poder soviético, ni sostenerlo, sin una lucha así es imposible crear, ni desarrollar la economía del socialismo. Y esta lucha se lleva, se llevará en el futuro y llegará a su final triunfal si los partidos comunistas van a asegurar una correcta dirección de esta lucha.


DEL "EUROCOMUNISMO" AL OPORTUNISMO DE NUESTROS DÍAS A MODO DE INTRODUCCIÓN La reorganización teórica e ideológica del movimiento comunista internacional, sobre una base marxista – leninista sólida, exige continuar profundizando en el estudio de la construcción socialista durante el siglo XX y analizar científicamente las causas del triunfo de la contrarrevolución capitalista en la URSS y en el resto de países socialistas europeos. La restauración capitalista tuvo causas internas y externas. Sin embargo, a la hora de abordar éstas últimas, los análisis suelen centrarse en el estudio de las diversas líneas de ataque al socialismo puestas en marcha por las potencias imperialistas en el campo político, militar, económico, ideológico y psicológico. Los factores externos fueron determinantes y confirmaron que el enfrentamiento entre el campo imperialista y el campo socialista era la expresión genuina de la lucha de clases a escala internacional1. Sin embargo, se debe profundizar en el estudio de tendencias como la eurocomunista que contribuyeron a debilitar el poder socialista, actuando en el seno del movimiento obrero y del movimiento comunista internacional, e interactuaron muchas veces con las políticas oportunistas de partidos comunistas y obreros que se hallaban en el poder. Los centros ideológicos imperialistas prestaron asistencia y difundieron ampliamente las posiciones eurocomunistas, frente a la línea que denominaban despectivamente <<ortodoxa>> o <<prosoviética>>. El eurocomunismo, representado principalmente por los partidos de Italia, Francia y España, debe su nombre a las agencias de prensa capitalistas que, con tal denominación, hacían referencia a las organizaciones que compartían la defensa de una serie de puntos de vista: 

La oposición a la existencia de un movimiento comunista internacional organizado, defendiendo la tesis del llamado <<policentrismo>> frente a la experiencia de la Internacional Comunista (Komintern) y de la Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros (Kominform).

La negación de la dictadura del proletariado, frente a la que defendían la <<pluralidad de vías hacia el socialismo>> y, especialmente, la vía parlamentaria, en colaboración con las fuerzas socialdemócratas y cristianas, asumiendo el pluripartidismo y el marco democrático - burgués.

La sustitución del internacionalismo proletario, que identificaban con la defensa incondicional de la Unión Soviética y de la línea política del PCUS, por la de <<solidaridad internacionalista>> o <<nuevo internacionalismo>>.

La aceptación del marco de la por entonces Comunidad Económica Europea, bajo el llamamiento a defender en su seno los derechos sociales y la participación de los trabajadores en su diseño.


La crítica constante y abierta a la URSS y a los países socialistas, desde el ángulo de los derechos humanos y las libertades individuales en su concepción burguesa.

La revisión y destrucción del <<partido de nuevo tipo>> acuñado por Lenin, pues al negar en uno u otro grado las tareas revolucionarias de todo partido comunista fueron negados igualmente los principios revolucionarios en lo relativo a su organización y funcionamiento.

El eurocomunismo afectó a partidos de diferentes latitudes, alguno de ellos en el poder, y al igual que otras corrientes oportunistas a lo largo de la historia tuvo una clara vocación internacional, a pesar de tener como tesis de cabecera el ser un fenómeno que atendía a las particularidades y condiciones nacionales. Al respecto, Enrico Berlinguer, Secretario General del PCI, decía: “Nosotros no somos evidentemente quienes hemos forjado este término, pero el hecho mismo de que circule tan ampliamente muestra hasta qué punto los países de la Europa occidental aspiran profundamente a ver afirmarse y progresar soluciones de nuevo tipo en la transformación de la sociedad en un sentido socialista”. Y el Secretario General del PCE, Santiago Carrillo, añadía: “… no existe el eurocomunismo, puesto que algunos partidos comunistas no europeos, como el Partido Comunista Japonés, no pueden ser incluidos bajo esta etiqueta”2. A pesar de las incoherencias y falsificaciones que han caracterizado la vida de Carrillo, que meses después de negar la existencia del <<eurocomunismo>> publicaba su libro “Eurocomunismo y Estado”, en una cosa llevaba razón: el fenómeno no se limitaba a la Europa occidental.

LOS ANTECEDENTES DEL <<EUROCOMUNISMO>> Y EL XX CONGRESO DEL PCUS. Las bases para en nacimiento de esta corriente revisionista se habían sentado mucho antes de que el eurocomunismo fuese presentado en sociedad por Carrillo, Berlinguer y Marchais. Tras la Segunda Guerra Mundial se abre para el movimiento revolucionario mundial una difícil etapa. A la destrucción causada por la invasión alemana de la URSS, y los posteriores esfuerzos para su reconstrucción, se sumó en lo político la pérdida de centenares de miles de cuadros comunistas que habían caído en combate contra el nazi – fascismo, lo que afectó de manera decisiva al PCUS y a otros partidos comunistas europeos. Las potencias capitalistas, capitaneadas por unos Estados Unidos que no sufrieron la guerra en su suelo y se convertían en la potencia del campo imperialista, desataron de inmediato la llamada <<Guerra Fría>> y la carrera armamentista, poniendo en práctica toda una batería de medidas orientadas a socavar el poder socialista.


La contrarrevolución interna no renunció a derrocar el poder obrero en ningún momento. Con la asistencia imperialista se organizaron acciones contrarrevolucionarias en la República Federal de Yugoslavia (1.947 – 48), en la República Democrática Alemana (1.953), en Polonia y Hungría (otoño de 1.956). La lucha de clases persistía y se profundizaba bajo nuevas condiciones, el sistema imperialista daba muestras de fortaleza y demostraba su capacidad de recomposición, creando organizaciones internacionales para tratar de atenuar sus contradicciones e incrementar la presión sobre el campo socialista (OTAN, FMI, Banco Mundial, etc.). En el seno del PCUS se iniciaban importantes debates sobre la edificación del socialismo en las condiciones de postguerra, particularmente sobre las leyes económicas en el socialismo y su carácter. La dirección del Partido participa activamente de los debates y Stalin combate abiertamente las posiciones oportunistas en la polémica surgida respecto al proyecto de Manual de Economía Política3. Tras su muerte, el 5 de marzo de 1.953, la lucha continúa en el seno del PCUS y se incrementa tanto en la preparación como en los debates del XX Congreso del PCUS, celebrado en febrero de 1.956. El bloque oportunista liderado por N. S. Jruchov abrió las puertas a la tesis de la <<pluralidad de formas de transición al socialismo>>, revisando la teoría marxista acerca del carácter clasista del Estado y la teoría leninista de la revolución. En el Informe del Comité Central del PCUS ante el XX Congreso, presentado por Jruchov, se afirmaba: “…surge la cuestión de la posibilidad de aprovechar también el camino parlamentario para la transición al socialismo.” “…la clase obrera, uniendo en torno suyo a los campesinos trabajadores, a los intelectuales, a todas las fuerzas patrióticas… puede derrotar a las fuerzas reaccionarias, antipopulares, conquistar una sólida mayoría en el parlamento y transformarlo, de órgano de la democracia burguesa, en instrumento de la verdadera voluntad popular. En tal caso, esta institución, tradicional para muchos países capitalistas altamente desarrollados, puede convertirse en el órgano de la auténtica democracia, de la democracia para los trabajadores.4” En el discurso de M.A. Suslov, pronunciado el 16 de febrero, se decía: “En los propios países capitalistas… la clase obrera y sus partidarios políticos tienen plena posibilidad de agrupar en torno suyo sobre una plataforma democrática única a la mayoría abrumadora de la nación –a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los intelectuales e incluso a capas patrióticas de la burguesía-, lo que facilitará indudablemente la victoria de la clase obrera.5”. Los tránsitos pacíficos al socialismo por la vía parlamentaria no se conocieron en país alguno. Sin embargo, el subjetivismo de esta tesis y sus efectos en la estrategia de algunos partidos comunistas se hicieron presentes de inmediato. En su discurso al XX Congreso, A.I. Mikolai percibe con claridad que la tesis sobre el


tránsito pacífico y gradual al socialismo se acerca peligrosamente a las posturas de la socialdemocracia, y al respecto aporta la siguiente justificación: “Es notorio que, en algunas ocasiones, ciertos partidos socialistas consiguieron la mayoría parlamentaria y que en una serie de países han existido y existen incluso gobiernos socialistas. Pero también en estos casos el asunto se limita a hacer pequeñas concesiones a los obreros sin construir socialismo alguno. Hace falta que la dirección estatal pase a manos de la clase obrera, que la clase obrera esté preparada no sólo desde el punto de vista de la organización, sino también política y teóricamente para luchar por el socialismo, que no se conforme con unas migajas de la mesa capitalista, sino que, objetivamente la mayoría, tome el poder y liquide la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción.6”. El marxismo – leninismo y sus diferencias con la socialdemocracia quedan así reducidas a una mera cuestión de voluntad: los socialistas no quieren caminar de reforma en reforma hacia el socialismo, nosotros sí queremos. El marxismo fue pulverizado, se enterró la teoría leninista del estado y ocupó su lugar el reformismo más vulgar y la completa falsificación del marxismo. Estas posiciones fueron acompañadas por planteamientos oportunistas en materia económica, de organización del estado y en materia exterior. El giro oportunista se completó con el conocido <<Informe Secreto de Jruchov>>, presentado sorpresivamente al Congreso vulnerando los principios de dirección colectiva que se decía querer restablecer. Tras el XX Congreso, y una vez difundido el <<Informe Secreto>>, se inicia de inmediato el proceso conocido como <<desestalinización>>, acogida con alivio y sin rechistar por varios partidos de Europa occidental. Los días 8 a 14 de diciembre de 1.956, diez meses después del XX Congreso del PCUS, sesiona en Roma el VIII Congreso del PCI en el que se aprueba a propuesta de Palmiro Togliatti la <<vía italiana al socialismo>>, que había sido precedida por la conocida como <<vía británica al socialismo>> adoptada en el Congreso del Partido Comunista de Gran Bretaña celebrado en 1.951, contraponiendo la lógica de las <<vías nacionales>> a la probada teoría marxista – leninista de la revolución. Se insiste en profundizar las libertades para alcanzar la democracia económica y social. Surge así la concepción de <<democracia avanzada>> o <<democracia antimonopolista>> que en la culminación de su desarrollo permitiría abordar seguidamente la transición al socialismo. Togliatti, poniéndose a la cabeza de los dirigentes europeos denominados <<renovadores>>, llega a afirmar en su obra conocida como <<Memorial de Yalta>> que: “En conjunto, nosotros partimos, y estamos siempre convencidos de que debe partirse, en la elaboración de nuestra política, de las posiciones del XX Congreso7. Pero también esas posiciones tienen necesidad hoy, de ser ahondadas y desarrolladas. Por ejemplo, una reflexión más profunda sobre el tema de la posibilidad de una vía pacífica de acceso al socialismo nos lleva a precisar qué es lo que nosotros entendemos por


democracia en un Estado burgués, cómo se pueden ensanchar los límites de la libertad y de las instituciones democráticas y cuáles son las formas más eficaces de participación de las masas obreras y trabajadoras en la vida económica y política. Surge así la cuestión de la posibilidad de conquistar posiciones de poder, por parte de las clases trabajadoras, en el ámbito de un Estado que no ha cambiado su naturaleza de Estado burgués y, por lo tanto, la de si es posible la lucha por una progresiva transformación, desde el interior de esa naturaleza.8”. Al tiempo que diferentes partidos comienzan a asumir tales posiciones arrecian los ataques contra los países socialistas, especialmente contra la Unión Soviética. La primera gran fisura hecha pública en el movimiento comunista europeo tiene lugar tras la intervención internacionalista proletaria de los países del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia, en agosto de 1.968. El Partido Comunista Italiano, el Partido Comunista de España y el Partido Comunista Rumano condenan públicamente la intervención. El antisovietismo pasa a integrarse en la línea política de los partidos que abrazan el <<eurocomunismo>> y a convertirse en una de sus principales señas de identidad. Cualquier pretexto es bueno con tal de diferenciarse de la URSS, con tal de presentarse ante la opinión pública como opción diferenciada del principal bastión de la clase obrera internacional, aunque las críticas antisoviéticas coincidan abiertamente con la propaganda imperialista y contribuyan objetivamente a debilitar al campo socialista. La vía italiana adquiere un nuevo estadio con la concepción del <<compromiso histórico>> elaborada por Enrico Berlinguer. El camino al socialismo se concibe sobre la base de una amplia alianza pluripartidista, lo que en la práctica supone para los PPCC el abandono de su función dirigente, de su papel de destacamento de vanguardia. El llamado <<socialismo democrático>> o <<socialismo en libertad>> va adoptando su forma definitiva en abierto antagonismo con la dictadura del proletariado. Los partidos eurocomunistas asumen las denominadas <<libertades formales>> burguesas como posiciones propias y defienden la posibilidad de profundizar la democracia burguesa –a la que dejan de calificar como tal- para alcanzar el socialismo, renunciando a la revolución social y al poder revolucionario de la clase obrera.

La conferencia de berlín este y el revisionismo eurocomunista En esa perspectiva, en 1.975 el Partido Comunista Italiano y el Partido Comunista de España hacen una declaración conjunta sobre su modelo de tránsito al socialismo en <<paz y libertad>>. Son los prolegómenos de la Conferencia de Partidos Comunistas y Obreros de Europa celebrara en Berlín Este los días 29 y 30 de junio de 1.976, cuyos resultados tuvieron una amplia resonancia mundial. Los partidos de Italia, Francia y España, apoyados en mayor o menor medida por la intervención de algunos partidos en el poder –como el yugoslavo-, presentan en un frente común la plataforma eurocomunista. El Partido Comunista Italiano defendía abiertamente la desarticulación del movimiento comunista internacional, diciendo respecto a la Conferencia de Berlín9: “…en ésta han sido reafirmados con fuerzas los principios de autonomía que hoy


regulan las relaciones de colaboración entre los partidos comunistas… El éxito de esa política de paz y coexistencia en Europa es una condición del avance democrático y pacífico del pueblo italiano hacia profundas transformaciones de tipo socialista”. Enrico Berlinguer declaraba: “… nuestra Conferencia no es la de un organismo comunista internacional, que no existe ni puede existir en forma alguna, ni a escala internacional, ni a escala europea...” Por parte del Partido Comunista Francés10 se insistía en la llamada vía democrática y en las particularidades nacionales: “…nuestro partido ha expuesto ante la Conferencia las ideas centrales de su XXII Congreso y, en particular, la vía democrática hacia el socialismo, que tiene en cuenta las particularidades nacionales de Francia a la que invita a los trabajadores, a nuestro pueblo.” Tras el pleno del Comité Central celebrado en Roma los días 28 y 29 de julio de 1.976, el Partido Comunista de España hacía en una conferencia de presa la más acabada exposición de las pretendidamente nuevas posiciones revisionistas11: “Las condiciones en que viven los distintos partidos comunistas, sus características, la misma historia de cada uno y de sus pueblos, son lo suficientemente diferentes para que la diversidad sea la nota decisiva que marque las relaciones mutuas… Esta diversidad de situaciones limita los temas en que cabe una unidad de criterio, como se ha ido constatando a lo largo de estos dos años de preparación. Pero hay algo más profundo. Esta diversidad de situaciones origina lógicamente una profunda diversidad de concepciones sobre todo en un conjunto de temas esenciales: sobre la concepción del socialismo, sobre múltiples problemas contemporáneos, sobre numerosas cuestiones ideológicas, sobre la democracia política… Igualmente ha quedado claro en Berlín que existe en Europa un grupo de partidos comunistas cuya línea política, cuyos análisis, cuya concepción del socialismo coinciden en gran medida... Estos partidos luchan por la vía democrática al socialismo, y por un socialismo en la democracia, con el pleno ejercicio de los derechos de la persona, con pluralidad de partidos políticos, con el respeto a la alternancia en el poder según exprese su voluntad el pueblo a través del sufragio universal. El conjunto de esos partidos se pronuncia por un socialismo en el que exista el respeto más escrupuloso a la libertad de conciencia y a las prácticas religiosas, a la libertad de expresión, de reunión, a la libertad científica, literaria y artística, al derecho a la huelga; por un socialismo en que el Estado no tenga ideología oficial”. El <<eurocomunismo>> se manifestaba plenamente como corriente revisionista de


derecha, asumiendo los postulados del liberalismo en torno a los más variados aspectos políticos: democracia, libertades, religión, etc. Bajo la defensa de las libertades políticas y de la democracia burguesa, especialmente del pluripartidismo y del sufragio electoral, enterraron la lucha de clases y negaron el papel de instrumento de dominación de clase del Estado. Practicaron una constante y creciente política de agresión a los países socialistas y trataron de dinamitar por todos los medios a su alcance la coordinación y el avance del movimiento comunista internacional, convirtiéndose en nombre de las particularidades nacionales y del socialismo democrático en funcionales a la estrategia anticomunista de las potencias imperialistas. En su lucha contra el marxismo – leninismo, revivieron la tesis de Kautsky de que “la oposición de las dos corrientes socialistas” (es decir, los bolcheviques y los no bolcheviques) es “la oposición de dos métodos radicalmente distintos: el democrático y el dictatorial”12, y como él trataron de convertir de nuevo a Marx en un adocenado liberal. Atacaron con rabia la premisa leninista de que marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado y de que el problema de la dictadura del proletariado es el problema de la actitud del Estado proletario frente al Estado burgués, de la democracia proletaria frente a la democracia burguesa. Como corriente revisionista, el <<eurocomunismo>> se manifestó como continuación de la lucha ideológica de la burguesía contra las ideas revolucionarias y sobre la base del reconocimiento formal del marxismo, al igual que hicieron con Kautsky respecto a la teoría del Estado, llamaron a combatir a sus filas al mismo Bernstein izando de nuevo la bandera de que “el objetivo final no es nada; el movimiento lo es todo”, o lo que es lo mismo, “la revolución socialista no es nada; las reformas son todo”. Así, frenaron toda tentativa revolucionaria en aras de una amplia alianza con socialdemócratas y cristianos llamada a conquistar una mayoría parlamentaria que, de reforma en reforma, algún día, alcanzaría el socialismo empleando como arma la maquinaria estatal burguesa, incluso en alianza con la propia burguesía nacional sumada a un frente antimonopolista. Y, como no podía ser de otra manera, atendiendo al nexo orgánico que en palabras de Lenin existe entre las cuestiones de organización y las concepciones programáticas revisionistas, su política y su táctica, se lanzaron a destruir el carácter leninista de sus respectivos partidos y de la militancia comunista13.

EL <<EUROCOMUNISMO>> EN ESPAÑA Y LA DESTRUCCIÓN DEL PCE Tras la derrota sufrida en la guerra nacional revolucionaria contra el fascismo (1.936 39), la dirección política del PCE no realizó un análisis riguroso de las causas de la derrota ni del papel del Partido en la fase final de la guerra. La dirección, con el camarada José Díaz14 gravemente enfermo y dispersa por diferentes países, no logró articular una estrategia que permitiese proseguir la lucha antifascista hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. No existía un plan de repliegue y, mucho menos, una previsión que permitiese continuar organizadamente la lucha en la clandestinidad. Desde 1.932 hasta 1.954 no se celebra ningún Congreso del PCE 15, lo que permitió un constante y progresivo debilitamiento de los principios leninistas de dirección colectiva


y un escenario idóneo para todo tipo de maniobras realizadas de espaldas a la organicidad y de la base combatiente del partido, con un Buró Político cuyos miembros vivían a varios miles de kilómetros de distancia entre sí y sin presencia articulada y efectiva de una dirección política en el interior del país. En paralelo a la formulación de la <<vía italiana al socialismo>>, el PCE adopta en España la conocida como <<política de reconciliación nacional>>, al tiempo que emprendía un desastroso repliegue de la lucha guerrillera. Con tales precedentes, comienza a librarse una dura batalla en la dirección del PCE. Bajo el mando de Carrillo, nombrado Secretario General en el VI Congreso, celebrado en Praga de diciembre de 1.959 a enero de 1.960, la dirección prepara la conocida como <<salida democrática>>, diseña la llamada <<alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura>> e impone progresivamente una línea antisoviética y revisionista, eliminando a destacados dirigentes, apartando a los cuadros que en la dirección del partido permanecían fieles al marxismo – leninismo y expulsando a miles de comunistas honestos que luchaban heroicamente en el interior del país. La fracción eurocomunista se apoyó en todo momento en los resultados del XX Congreso del PCUS, especialmente en la tesis que afirmaba la pluralidad de formas en el tránsito al socialismo y en las críticas a Stalin contenidas en el Informe Secreto, que sirvieron de pretexto para difamar a la URSS y apartarse de las enseñanzas de la Revolución de Octubre en la transición revolucionaria y en la edificación del socialismo. Se apoyaron también en los sucesos contrarrevolucionarios de octubre – noviembre en la República Popular de Hungría y especialmente en la intervención internacionalista del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia, tratando de debilitar la confianza de la militancia y de la clase obrera en el socialismo y de mermar en inmenso prestigio de la URSS. El oportunismo de la dirección eurocomunista del PCE no conoció límites. En 1.970 Santiago Carrillo declara al diario francés Le Monde: “Concebimos justamente una España socialista, donde el Jefe del Gobierno sería un católico y donde el PC sería minoritario… el socialismo español marchará con la hoz y el martillo en una mano y la cruz en la otra.”16 Desde entonces, la formulación del denominado <<pacto para la libertad>> pasa en el PCE a un primer plano. Como sucede en el PCI con el <<compromiso histórico>>, el citado pacto, expresión máxima del triunfo del interclasismo en el PCE, no se concibe como una alianza de clases u organizaciones políticas para superar la dictadura, sino que, en su aplicación eurocomunista, se convierte en la búsqueda desesperada del reconocimiento por parte de las clases dominantes, especialmente del sector oligárquico que, opuestos sus intereses a la tendencia autocrática del franquismo, pujaba en el interior del régimen por la integración española en la Comunidad Económica Europea, lo que en el plano político exigía un cambio en la forma de dominación, un tránsito tutelado de la dictadura franquista a la monarquía parlamentaria. Y en ese tránsito se comprometió el PCE revisionista. Primero aceptando los <<Pactos de la Moncloa>>, que sometían los intereses de la clase obrera y de los sectores populares a los intereses económicos de la oligarquía en plena crisis económica,


jugando un papel de contención de la lucha obrera. Después aceptando el marco monárquico y enterrando la historia de lucha antifascista de la clase obrera y del pueblo español, renunciando al restablecimiento de la legalidad republicana y apoyando la Constitución de 1.978, que consagraba el cambio de una forma a otra en el ejercicio de la dictadura del capital. En paralelo, desde el Pleno del Comité Central celebrado en Roma en 1.976, fue atacada la concepción leninista de Partido, su papel en la sociedad, sus funciones, tareas esenciales y principios organizativos. En un partido con miles de depurados, se abrieron de par en par las puertas a miles de nuevos ingresos sin ningún tipo de control o vigilancia revolucionaria. Todas las condiciones estaban sentadas para, llegado el IX Congreso, celebrado en Madrid en 1.978, aprobar formalmente el abandono del marxismo – leninismo y consagrar la política revisionista impuesta en un largo proceso a los comunistas españoles. El Partido de la guerra nacional revolucionaria, de la lucha guerrillera, cuyos militantes formaron en la resistencia contra el nazi – fascismo en todos los países europeos y lucharon sin cuartel al lado del pueblo soviético en las Batallas de Leningrado y Stalingrado, había sido liquidado. El PCE había mutado en una organización irreconocible que, hasta el día de hoy, se manifiesta en contra de la necesidad histórica de la revolución socialista y del poder revolucionario de la clase obrera -la dictadura del proletariado- en el periodo de transición y de construcción del socialismo; se pronuncia en contra de los principios leninistas de organización, especialmente del centralismo democrático; renuncia a la experiencia y a las enseñanzas de la construcción socialista en el siglo XX, a las que califica como una suerte de <<capitalismo de estado>>, rechazando especialmente el periodo conocido como <<ataque o asalto socialista contra el capitalismo>> en el que la Unión Soviética, con Stalin al frente del PCUS, demostró la superioridad del socialismo sobre el capitalismo y cosechó principalmente éxitos; acepta el marco imperialista de la Unión Europea, reivindicando una versión social y democrática de la misma bajo los postulados oportunistas del Partido de la Izquierda Europea; y rechaza toda forma de recomposición de un movimiento comunista internacional estructurado sobre firmes bases ideológicas. En la Península Ibérica, el hermano Partido Comunista Portugués soportó todo tipo de presiones que poniendo entre otros el ejemplo español buscaban destruir la línea marxista – leninista. El camarada Álvaro Cunhal, Secretario General del PCP, respondió en todo momento con firmeza y contundencia: “Esta campaña aparece muchas veces con tono paternalista. Lamentan lo que llaman <<rigidez>>, el <<dogmatismo>>, el <<sectarismo>>, el <<stalinismo>> del PCP y hacen votos para que el PCP se convierta en un partido <<moderno>>, de <<modelo occidental>>… Y ¿cuáles son las modificaciones que el PCP habría de hacer para <<probar su independencia>>? Las condiciones son apuntadas provocadoramente. Todas ellas giran alrededor de seis grandes puntos: dejar de ser un partido marxista – leninista; romper sus relaciones de


amistad con el Partido Comunista de la Unión Soviética; criticar a la URSS y a los países socialistas; romper con el internacionalismo proletario; desistir en Portugal de las reformas estructurales de carácter socialista; y adoptar un funcionamiento interno que permita tendencias y divisiones y la ruptura de la unidad del Partido.17” En el movimiento comunista español, a diferencia del portugués, se hicieron hegemónicas las posiciones revisionistas impulsadas por la dirección del PCE, y a lo largo de este proceso se escindió en dos fuerzas principales: aquellas que resistieron la ofensiva eurocomunista y defendieron el marxismo – leninismo agrupándose en 1.984 en el Partido Comunista de los Pueblos de España y aquellos otros que persistieron, y aún persisten, en chapotear en el pantano revisionista, sin haber realizado una autocrítica seria y rigurosa, un mero análisis, que vaya más allá de las meras lamentaciones sobre lo que pudo haber sido y no fue la denominada <<transición española>> y que continúan defendiendo en la práctica la vía del parlamentarismo burgués envuelta, en estos momentos, en la misma bandera republicana que en su momento traicionaron. Y para muestra un botón. En el órgano de expresión del PCE de abril de 2.010, bajo el título <<Ofensiva política hacia la Conferencia Republicana del PCE>>, desde la Secretaría de Movimiento Republicano del PCE se afirma entre otras lindezas: “Desde el PCE entendemos que el proyecto republicano no debe ser encasillado en función de la terminología referida a espacios en el espectro político. Tenemos que darle a la palabra República una entidad de propuesta que la haga más accesible y llamativa; La República es la reforma económica, social, política, ideológica y de nuevos valores a la situación real.” A continuación el Director de Mundo Obrero en su artículo titulado <<Construyendo República>> nos da muestras, aún más claras, de la completa confusión que reina en el seno del reformismo: “No vamos contra la Constitución de la que pedimos su reforma de modo trascendente, tenemos claro que el objetivo es contra una monarquía arcaica, obsoleta y garante de los valores del neoliberalismo. No queremos cualquier república sino una federal y democrática y con los valores de la I y la II Repúblicas aplicados a la situación actual… La futura Constitución republicana debe pivotar en torno a los contenidos de la solemne Declaración de DDHH de la ONU de 10 de Diciembre de 1948, además debe hacer suyos los tres Pactos que firmados en 1966 y aceptados por España desarrollan esos contenidos… La Democracia como convenio permanente entre seres libres e iguales para seguir permanentemente conviniendo es de un alcance y de una profundidad que hace posible a la ciudadanía la accesibilidad a la toma de todo tipo de decisiones...”. El viejo contenido revisionista, que adoptó en España y otros países la forma <<eurocomunista>>, se adapta así a los nuevos tiempos. Nuevo lenguaje para viejos planteamientos y ni asomo de marxismo. En las Tesis del XVIII Congreso del PCE se afirma:


“En este XVII Congreso, el PCE se reafirma en la defensa del socialismo como desarrollo coherente y aplicación plena de la democracia. Comprende, por tanto, el reconocimiento del valor de las libertades personales y de su garantía, los principios de laicidad del Estado y de su articulación democrática, de la pluralidad de partidos, de la autonomía de los sindicatos, de la libertad religiosa y de culto practicado en el ámbito privado, así como la total libertad de investigación, y de las actividades artísticas y culturales”. Exactamente lo mismo que el PCE eurocomunista afirmaba tras el pleno del Comité Central celebrado en Roma en 1.976, cuya cita se ha reproducido anteriormente. El denominado Socialismo del Siglo XXI, es la nueva bandera de nuestros republicanos de hoy y eurocomunistas ayer18. Una propuesta cuyas versiones más elaboradas parten de las tesis mismas revisionistas que han atravesado los debates centrales del movimiento obrero desde que éste entró en la historia, de Bernstein al eurocomunismo, oponiendo al socialismo científico un ejercicio de eclecticismo trufado de posiciones liberal – burguesas. No es de extrañar, por tanto, que partidos herederos del eurocomunismo hayan saludado calurosamente la propuesta de V Internacional19, donde sus planteamientos revisionistas pueden convivir con naturalidad con fuerzas que han renunciado plenamente a la lucha de clases, con todo tipo de socialdemócratas, trotskistas y toda variedad moderna de oportunismo, tanto de derecha como de izquierda; tal y como ya hacen a escala regional en el Partido de la Izquierda Europea.

A MODO DE CONCLUSIÓN 

El eurocomunismo fue una corriente revisionista de derecha opuesta al socialismo científico y enemiga del marxismo - leninismo que, como en otros momentos a lo largo de la historia de la lucha de clases, sirvió de vehículo a la penetración de la ideología burguesa en las filas de la clase obrera y del movimiento comunista. El eurocomunismo interactuó con las políticas oportunistas que, especialmente tras el XX Congreso del PCUS, fueron imponiéndose en varios partidos comunistas en el poder. El eurocomunismo basó su actuación en las fisuras abiertas por esas posiciones oportunistas y, al mismo tiempo, traicionó los principios internacionalistas proletarios practicando un grosero antisovietismo que contribuyó a mermar la confianza de la clase obrera en el socialismo. Las posiciones oportunistas, tanto en los partidos comunistas en el poder como en los que no lo estaban, no fueron suficientemente combatidas desde el marxismo – leninismo. A diferencia de lo sucedido en tiempos de Lenin y Stalin, no se abrió un debate ideológico riguroso en el seno del movimiento comunista internacional, en el que primó la <<diplomacia>> frente al apoyo consecuente a las posiciones revolucionarias que se enfrentaban al revisionismo. Los hechos no han confirmado ninguna de las afirmaciones eurocomunistas. El eurocomunismo condujo a la clase obrera de sus respectivos países al callejón sin salida del interclasismo, debilitó en extremo las posiciones revolucionarias y


condujo a la liquidación de los partidos comunistas que lo adoptaron como destacamentos revolucionarios. Los partidos comunistas que abrazaron el eurocomunismo, y que no han sido completamente liquidados, no realizaron una autocrítica rigurosa basada en categorías científicas de sus posiciones pasadas. En la actualidad tratan de adaptar las mismas posiciones revisionistas a los nuevos tiempos, agrupándose en Europa en torno al Partido de la Izquierda Europea. El desarrollo de la lucha de clases a escala internacional, con el avance de la clase obrera, del campesinado y de posiciones antiimperialistas en distintos países, especialmente latinoamericanos, ha hecho entrar en escena una nueva variedad de oportunismo. El denominado Socialismo del Siglo XXI, basado en el eclecticismo y en la negación de las categorías y principios del socialismo científico, está llamado a ocupar la misma posición que en la segunda mitad del siglo XX ocupó en Europa y otros lugares el denominado <<eurocomunismo>>. Las fuerzas marxistas – leninistas deben implicarse activamente en la lucha ideológica que hoy se libra en el movimiento revolucionario y antiimperialista mundial, contribuyendo de manera decisiva a la urgente reorganización de un movimiento comunista internacional que garantice el éxito de las revoluciones sociales que están por venir.

Raúl Martínez Turrero. Miembro del CE del PCPE. Propuesta Comunista.

1 Declaración del Comité Central del PCPE ante el 90 Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre. VII Pleno del CC, 6 y 7 de octubre de 2.007. 2 Véase DOCUMENTATION FRANÇAISE: <<Problèmes Politiques et Sociaux>>, núm. 293. Paris, 1976, páginas 25 y 27. 3 Problemas económicos del socialismo en la URSS. Noviembre de 1.951. Ediciones Vanguardia Obrera en 1.984, Tomo XV Obras J. Stalin. 4 XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Editado en castellano por el Partido Comunista Francés. Páginas 40 a 43. 5 O.C. página 243. 6 O.C. página 279. 7 Se refiere al XX Congreso del PCUS.


8 El <<Memorial de Yalta>>, publicado tras el fallecimiento de Togliatti, fue elaborado para sostener una serie de conversaciones con los dirigentes soviéticos. En el mismo se desarrolla la idea del <<policentrismo>> en el movimiento comunista internacional. 9 L ´Unitá, 4 de julio de 1.976. Órgano de expresión del Partido Comunista Italiano. 10L´Humanité, 8 de julio de 1.976. Órgano de expresión del Partido Comunista Francés. 11 Europa y los comunistas. Editorial Progreso 1.977. Páginas 294 a 297. 12 Citado por Lenin en LA REVOLUCIÓN PROLETARIA Y EL RENEGADO KAUTSKY. Obras Escogidas en tres tomos, Moscú 1.961. Edición en castellano página 65. 13 En el caso del PCE, el Pleno del CC celebrado en Roma en 1.976 modificó la estructura del Partido y sustituyó las células por agrupaciones territoriales, al modo socialdemócrata, en preparación de las elecciones que estaban por venir. 14 Secretario General del PCE desde el IV Congreso, celebrado en Sevilla en 1.932. 15 El V Congreso del PCE se celebra en Checoslovaquia en abril de 1.954. Dolores Ibárruri, La Pasionaria, sucede en la Secretaría General a José Díaz, fallecido en 1.942. En el VI Congreso, celebrado en 1.960, Santiago Carrillo, Secretario General de la Juventud Socialista, unificada con la Juventud Comunista en la JSU, desplaza a Dolores Ibárruri de la Secretaría General, nombrándola Presidente del Partido, cargo inexistente hasta la fecha. En el mismo Congreso el Buró Político pasa a denominarse Comité Ejecutivo. 16 Declaraciones de Santiago Carrillo a Le Monde publicadas por el diario francés el 4 de noviembre de 1.970. 17 Álvaro Cunhal. UN PARTIDO CON PAREDES DE VIDRIO. Editorial Avante, 1.985. 18 En las Tesis aprobadas por el XVIII Congreso del PCE, celebrado en noviembre de 2.009, se adopta las posiciones del denominado Socialismo del Siglo XXI. 19 En el Informe aprobado por unanimidad en el Comité Federal del PCE de 18 de diciembre de 2.009, se declara respecto a la propuesta de V Internacional: “En este marco internacional surge la iniciativa lanzada en Venezuela de avanzar hacia una nueva internacional socialista. Para empezar tenemos que señalar que desde el PCE se viene reclamando desde hace muchos años la necesidad de ampliar a todo el planeta lo que es el Foro de Sao Paulo, en el que participan de pleno derecho solamente los partidos latinoamericanos, el resto somos invitados, ya que la necesidad de coordinar, complementar actuaciones e intercambiar opiniones es cada vez más necesaria frente a un capital que está plenamente organizado, la clave ahora es ver como damos forma a esta iniciativa en la que el PCE debe mostrar hoy su voluntad de participar”.


El PCV y la construcción del socialismo en Venezuela Departamento de Política Internacional. Partido Comunista de Venezuela (PCV)

Vivimos en la Venezuela bolivariana de hoy, un intenso debate sobre la teoría y la práctica del “socialismo”, que el Partido Comunista de Venezuela celebra con satisfacción y al que intenta contribuir. A lo largo del siglo XX, la oligarquía en el poder y sus amos verdaderos, los monopolios estadounidenses, se esforzaron en vano por desviar a nuestro pueblo del camino socialista. El 5 de marzo del año 1931, en la ciudad de Caracas, se funda la primera célula comunista en el país, hecho que marca el nacimiento del Partido Comunista de Venezuela; este acontecimiento tiene lugar en medio de una de las más férreas dictaduras que ha conocido América Latina, la de Juan Vicente Gómez (1908 – 1935). Para entonces, ser comunista según la Constitución Nacional era considerado traición a la Patria, y era castigado con 20 años de cárcel el delito de “comunismo”. No hay ninguna duda del arrojo, convicción y compromiso con la revolución que tuvieron aquellos camaradas que se decidieron a fundar el PCV. El PCV se ha esforzado durante 80 años de dura lucha en los que su militancia sufrió injustos encarcelamientos, salas de tortura, clandestinidad, ilegalidad, en aplicar las enseñanzas del Marxismo-Leninismo a nuestra realidad nacional con el propósito de transformarla para conformar una sociedad de plena libertad y derechos para el pueblo trabajador oprimido y explotado. En la construcción colectiva acerca de las ideas socialistas los siguientes elementos ideológicos han tenido y tienen importancia en la sociedad venezolana:

1.- El concepto de liberación nacional Lenin muestra que en la época del imperialismo son típicas “las formas variadas de países dependientes que desde un punto de vista formal, político, gozan de independencia, pero que, en realidad, se hallan envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática”[1]. Lenin señala asimismo que el imperialismo es en lo político una “tendencia a la anexión…, a la violencia y a la reacción”[2]. Y es el líder del proletariado mundial quien advierte que el encarnizamiento en la búsqueda de fuentes de materias primas y la exportación de capitales lleva al capitalismo a la “conquista de colonias”. El pueblo venezolano ha sufrido directamente la opresión imperialista, el saqueo de sus recursos y la imposición de regímenes tiránicos que estaban al servicio de los


monopolios extranjeros. En los años 1930 y 1940, miles de obreros contratados por la Lago Petroleum Company (LPC) de los Rockefeller y la Venezuelan Oil Concession (VOC) de los Morgan y los Mellon, sufrían hacinados, muriendo de paludismo y en accidentes de trabajo, torturados por la policía gomecista, mal pagados, humillados y despedidos; los indígenas expropiados de sus tierras; miles de mujeres sometidas a la prostitución en los campos petroleros; plantaciones agrícolas destruidas por la imposición de la economía petrolera con miles de campesinos en la miseria; el lago de Maracaibo ecológicamente destruido por esa industria extranjera y otras desgracias. Como explicó el profesor comunista venezolano Federico Brito Figueroa, el enriquecimiento fabuloso de los monopolios imperialistas incrementaba “el pauperismo general en el país y la opulencia de la oligarquía financiera norteamericana”[3]. El imperialismo petrolero impuso en el siglo XX tres regímenes reaccionarios: la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935), la de Pérez Jiménez (1948-1958) y la falsa democracia neocolonial (1959-1999). Nada tiene de extraño, por lo tanto, que el PCV haya asumido las resoluciones de la Internacional Comunista (IC) y de los clásicos del Marxismo-leninismo en favor de los derechos a la autodeterminación y de la plena soberanía nacional de los pueblos. «A fines de 1936 se reúne en Caracas el Primer Congreso de Trabajadores de Venezuela, con 219 delegados de todo el país, muchos de ellos comunistas, con gran colaboración de los camaradas veteranos en la organización del Congreso y en la elaboración de sus tesis. Este Congreso terminó con la creación de la Confederación Venezolana del Trabajo CTV», señala el camarada Key Sánchez. El PCV organizó la primera huelga de obreros petroleros de diciembre de 1936 a enero de 1937 que fue fundamentalmente una lucha antiimperialista. «El balance final de ese primer año de actividad política y social en lo que va de siglo resultó altamente positivo –señalaba Jesús Faria, quien fuera Secretario General del Partido Comunista de Venezuela, - aunque sólo hubiera sido por el número de hombres y mujeres que se incorporaron a las luchas de clases». Y agrega, «más allá de los resultados obtenidos, uno de los aspectos importantes de esta huelga, el acontecimiento más importante de la lucha antiimperialista que registra la historia hasta el momento, lo constituyó la poderosa actividad unitaria de la clase obrera con todos los otros sectores democráticos y patrióticos de la Venezuela antigomecista». El 8 de agosto de 1937, siete meses de terminada la huelga petrolera, se realizó la Primera Conferencia del Partido Comunista de Venezuela en donde decidió «Dar la Cara» y constituirse en el Partido de la Clase Obrera, independiente y de profundos principios internacionalistas. A partir de allí, el activismo del PCV se desarrollará junto a las y los trabajadores en la perspectiva de la Venezuela Socialista durante la transición democrática que culminó en 1952, cuando se produce un nuevo golpe de Estado militar. El 23 de enero de 1958, el PCV dirigió el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, con apoyo de la clase obrera y del movimiento democrático popular. Sin embargo, EEUU logró, a través de la represión del movimiento sindical y de la ilegalización de los partidos de la izquierda, entre ellos el PCV, restaurar el sistema democrático representativo burgués que se mantendrá en el poder hasta 1999.


En 1958, el PCV impulsó una combativa concentración clasista y popular para rechazar al ex presidente Nixon que estuvo a punto de provocar una intervención de los marines desde sus bases en Puerto Rico en su rescate. Para ampliar las diferentes formas de lucha de clases, el PCV con otros estamentos antiimperialistas creó las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) para enfrentar el régimen concebido por el gobierno estadounidense. Por tanto, la exigencia de liberación nacional es la aplicación creativa del Marxismo leninismo a la situación venezolana, el eje medular del programa político desde 1935 y la lucha central de decenas de miles de comunistas y antiimperialistas venezolanos desde 1931. Es la continuación de la lucha por la independencia y la libertad de los pueblos indígenas contra los conquistadores españoles desde el siglo XVI, de los esclavos y de todo nuestro pueblo bajo la dirección de El Libertador Simón Bolívar en el siglo XIX.

2.- El dominio del imperialismo La contradicción fundamental sigue existiendo entre el capital y el trabajo, pero hoy se introduce como la principal de la época la contradicción entre la sobrevivencia de la Humanidad y el Imperialismo que es el último estadio del capitalismo, como lo definió brillantemente Lenin en 1916. Esta constatación nos lleva a impulsar la conformación de un amplio Frente Antiimperialista en el ámbito nacional, continental e internacional que agrupe a todas las clases sociales y sectores democráticos para derrotar el imperialismo que, en medio de su profunda crisis financiera, se torna mucho más peligroso, reaccionario y agresivo que nunca. El dirigente del PCV Pedro Eusse el 23 de noviembre de 2009, explicó algunas características de este Frente: “Va más allá, mucho más allá que los partidos marxistas… tenemos conciencia de que la lucha contra el imperialismo no sólo es tarea de los partidos marxistas-leninistas, sino del vasto movimiento político y social de carácter democrático, popular, progresista, y que necesita tener una mayor fuerza en la lucha contra la dominación imperialista”[4]. La amenaza de agresión que sufre hoy en día el país y los gobiernos progresistas del Continente, con las siete bases militares instaladas en Colombia, por un régimen fascista dirigido desde el Pentágono; la activación de la IVª Flota desplegada en el Océano Atlántico y el resto de las bases militares en el Caribe y Suramérica, demuestra que el Marxismo- leninismo es el principal instrumento teórico para entender y enfrentar el imperialismo.“La resolución definitiva de la contradicción principal del momento, entre la revolución bolivariana y el imperialismo estadounidense, demanda la más amplia unidad nacional, continental y mundial, de fuerzas populares y gobiernos progresistas”[5].

3.- Las fases en la construcción socialista Las y los comunistas venezolanos hemos aprendido que no podemos quemar etapas e


instaurar de manera inmediata el Socialismo, régimen social que requiere del cumplimiento de algunas características básicas: un Estado de nuevo tipo que nuestro VI Congreso llamó “Estado democrático y popular”; una economía próspera y fundamentalmente pública, una clase obrera dirigente bien organizada, una dirección política cohesionada y una alta conciencia revolucionaria de la sociedad. El mejor ejemplo de ello es la Cuba de hoy. Federico Engels advirtió en el Anti-Dühring que la toma de posesión de todos los medios de producción por la sociedad sólo puede convertirse en realidad “una vez que se produzcan las condiciones materiales para su realización”. Venezuela impulsa un proceso de transición que hemos caracterizado en el XII Congreso como “revolución de liberación nacional, de claro carácter antiimperialista, antimonopólico, democrático y popular, que abre perspectivas hacia el socialismo, en la medida en que la lucha de clases se resuelva a favor de las fuerzas ideológica y políticamente más consecuentes de la Revolución”[6].

El Taller Nacional Ideológico “Contribución al debate sobre el socialismo en Venezuela” que realizamos en el 2008 estableció que “en Venezuela, el período de transición hacia el socialismo apenas está comenzando”[7]. Para que esta transición se oriente efectivamente hacia el socialismo el PCV entiende que se deben cumplir algunas condiciones previas:

1.- Desarrollo de la vanguardia política de la clase obrera, 2.- Conquista del poder político del Estado, 3.- Desarrollo de las fuerzas productivas, 4.- Fortalecimiento de la propiedad estatal con control obrero, 5.- Debilitamiento y posterior supresión de los mecanismos de dominación imperialista, 6.- Instauración de la planificación económica, 7.- Desarrollo de la educación del pueblo y otras[8].

El Comité Central del PCV ha analizado que el proceso de liberación nacional bolivariano está avanzando en el rescate de la soberanía “pero aún no hay las condiciones, ni subjetivas de conciencia y organización social, ni de transformación de la base productiva y relaciones de producción, es decir, no tenemos un plan estratégico para la construcción de la base económico-social de una sociedad socialista”[9]. Uno de los más graves problemas que enfrentan las fuerzas revolucionarias es el Estado


burgués que no ha sido desmontado y que lo obstaculiza de manera permanente. En torno al Estado actual, nuestro Taller ideológico analizaba que “la dirección del Estado se encuentran en manos de la pequeña burguesía, y ésta por si sola, como se ha demostrado históricamente, no esta interesada en desarrollar las tareas propias del periodo de transición” [10]. 4.- Los motores sociales del proceso bolivariano Lenin advirtió que las superganancias de los monopolios permitían “corromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera”[11]. La tarea, que los monopolios norteamericanos encargaron a sus lacayos de los gobiernos de AD y COPEI entre 1958 y 1998, fue la de dividir a la clase obrera venezolana corrompiendo a sus dirigentes y a un sector obrero privilegiado. Lo consiguieron hasta el punto que la Central de los Trabajadores de Venezuela (CTV), que fue uno de los actores del golpe fascista de 2002 contra el presidente Hugo Chávez. El PCV reconoce a cabalidad que es la clase obrera la más interesada y la más capaz de llevar hasta el final el proceso revolucionario venezolano y en hacer realidad el socialismo. Es por eso que siempre se ha esforzado en organizar los sindicatos de los obreros petroleros, de los jornaleros agrícolas, obreros industriales, marinos y portuarios, empleados, profesionales y otros sectores. El imperialismo consiguió parcialmente el objetivo de destruir a la organización de la clase obrera como principal sujeto revolucionario y es por eso que la tarea emancipadora fue encabezada por militares patriotas y otros sectores liderados por el Comandante Chávez. Esto no tiene nada de nuevo ni de excepcional. Un científico soviético ya destacó que la intelectualidad democrática ejerce un “papel considerable y a veces dirigente - en la revolución nacional-liberadora” en países “donde la clase obrera no se ha constituido como fuerza independiente, mientras que la burguesía nacional es débil o proimperialista”[12]. La tarea prioritaria es la de reforzar la Corriente Clasista de Trabajadores “Cruz Villegas”, apoyar la toma de conciencia obrera, organizar los Consejos Socialistas de Trabajadores y Trabajadoras, impulsar la Ley Orgánica del Trabajo, impulsar la unidad de las fuerzas sindicales clasistas y revolucionarias y aislar a los sindicalistas traidores y corrompidos que todavía ejercen algún tipo de influencia. Defendemos una “amplia alianza de fuerzas democráticas, nacionalistas y antiimperialistas”[13] en que la clase obrera consciente se alíe estrechamente con todas “las fuerzas motrices de la revolución en su fase actual de transición”: “amplios sectores de trabajadoras y trabajadores, campesinado, capas medias e intelectualidad progresista, amplia franja de la pequeña y mediana burguesía así como de la burguesía no asociada al capital transnacional”[14]. En el caso venezolano no existen sectores patriotas en la burguesía monopólica, que se ha negado a convertirse en burguesía nacional y desde hace décadas es compradora y agente del imperialismo estadounidense.

5.- El internacionalismo proletario El Partido Comunista de Venezuela es hijo directo del esfuerzo internacional de la clase


obrera dirigida por la primera revolución socialista triunfante, la soviética, por derrocar al capitalismo y construir una civilización superior. Tanto el pueblo venezolano como el PCV han resistido y vencido en muchas batallas contra el enemigo de clase gracias a la amplia solidaridad internacionalista que hemos recibido. Desde el apoyo generoso que nos dio el Buró del Caribe de la Internacional Comunista (I.C.), a la ayuda fraterna del Partido Comunista de Colombia para poner a salvo a camaradas perseguidos, a la campaña internacional por la libertad del presidente del PCV camarada Gustavo Machado en 1968, al apoyo que ha recibido nuestro pueblo desde todos los rincones del planeta en la derrota del criminal golpe fascista del 2002. Por eso, el PCV ondea con la misma fuerza las dos banderas de la liberación nacional y del internacionalismo proletario al que hemos procurado contribuir. Gustavo Machado fundó en 1925 con Julio Antonio Mella la Liga Anti-imperialista de las Américas que sirvió de base para la creación del Partido Comunista de Cuba, luchó con Sandino en Nicaragua en 1928 y ayudó a Fidel Castro en los 50 a preparar su expedición en el Granma. Camaradas venezolanos cayeron mártires en la expedición de 1959 para derrocar a la dictadura dominicana de Trujillo y un destacamento de combate de la Juventud Comunista en 1964 arrestó al coronel norteamericano Michael Smolen para exigir a los imperialistas la liberación inmediata del patriota vietnamita Van Troi (acción que ha sellado la amistad inquebrantable entre los pueblos de Venezuela y Vietnam). El PCV apoya la posición solidaria del Presidente Chávez con la lucha de los pueblos palestino y libanés, con los pueblos de Abjasia y Osetia del Sur cuya independencia ha reconocido diplomáticamente, con el pueblo hondureño que resiste al régimen reaccionario y otras expresiones solidarias que corresponden a nuestra línea histórica.

6. El PCV y la Revolución bolivariana Decimos que el programa que adelanta el gobierno del Presidente Chávez es básicamente el programa propuesto por el VI Congreso del PCV en 1980. Reconocemos y apoyamos el liderazgo del presidente Hugo Chávez en la lucha antiimperialista, por la liberación nacional, la unidad continental y el socialismo[15]. Reconocemos que su liderazgo no es únicamente nacional sino continental y mundial y que es “referente de pueblos y gobernantes”[16]. Señalamos que el amplio Frente Antiimperialista que la patria necesita “precisa para su desarrollo” del liderazgo del Comandante Chávez[17]. Apoyamos la candidatura presidencial de Chávez en 1998 y hemos apoyado activamente el rumbo antiimperialista de su gobierno y la gran mayoría de las propuestas progresistas y revolucionarias realizadas por el presidente. En estos momentos el PCV participa con el partido aliado, el PSUV y otros movimientos sociales y políticos en la construcción de una Alianza Patriótica política y electoral. Apoyamos e impulsamos la Revolución bolivariana “de modo natural” ya que la consideramos “continuidad” de nuestra propia historia[18]. El PCV ejerce en el proceso de nuestra Patria autonomía para plantear nuestra propia política que tiene algunos puntos característicos: ü

Llamada a la conformación de una dirección colectiva incluyendo al Presidente


Chávez. Nuestro C.C. señaló en enero de 2010 que “aún no se toma la decisión de avanzar a la creación de una Dirección Colectiva del proceso revolucionario”[19]. ü

Lucha por construir el rol político de vanguardia de la clase obrera.

ü Crítica constructiva a los errores que comete el gobierno y autocrítica con respecto a nuestros propios errores. ü Lucha por “desmontar el viejo estado burgués, burocrático, corrupto y corruptor”[20]. Hemos denunciado cómo al calor del viejo estado nace una nueva burguesía que acumula privilegios y que realiza prácticas anti obreras y corruptas[21] ü Firme decisión no sólo de mantener sino de fortalecer al máximo nuestro partido no para defender “intereses personales” ni como “capricho” como nos acusan algunos adversarios, sino para no dilapidar un patrimonio de lucha de 80 años y defender los intereses estratégicos de la clase obrera. ü Firme política de internacionalismo proletario que apoya la política exterior del gobierno pero que es autónoma para apoyar las causas y luchas que lo merecen sin sometimiento a la “razón de Estado”, que es, a veces, razón del Estado burgués. ü Fundamentación de nuestra política en el Marxismo-Leninismo y en el legado de Bolívar. ü Frente a criticas desconsideradas y anticomunistas reivindicamos la “enorme importancia que tuvo para la humanidad la existencia del “socialismo real””[22].

7. El PCV y el llamado “socialismo del siglo XXI”. El proceso bolivariano ha transitado desde 1999 por sucesivas definiciones ideológicas. En primer lugar fue la definición “antineoliberal”, después la propuesta de la “Tercera Vía” inspirada por el laborismo británico de derechas del señor Blair, después la firme afirmación bolivariana, después el “desarrollo endógeno”. En un momento, el escritor Heinz Dieterich Steffan tuvo éxito en proponer la definición nunca bien clara del “socialismo del siglo XXI”. Se trataba de algo supuestamente “nuevo” y contrapuesto por un lado a la construcción socialista del siglo XX que prosigue en el XXI en varios países (Cuba, China, Corea, Vietnam y Laos) y al socialismo científico que los pequeño burgueses tomaban como “dogmatismo”. Carlos Marx denunció en 1848 varios falsos socialismos como el socialismo feudal, el pequeñoburgués, el alemán o “verdadero” y el burgués o conservador[23]. Varias corrientes pequeño burguesas se intentaron apropiar de este concepto para vaciar de contenido al socialismo verdadero. Frente a esto, el PCV ha sido claro: nuestro congreso extraordinario de 2007 acordó el desarrollo de la conciencia marxista leninista. El Secretario General Oscar Figuera afirmó tajantemente ante la Asamblea Nacional el 19 de junio de 2009 que “el único socialismo que existe es el Socialismo científico”[24]. En el Taller Ideológico Nacional ofrecimos una definición completa del socialismo que


empezaba de esta manera: “El socialismo es una formación económico-social, en la que predomina la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción de bienes y servicios”[25] Celebramos que, al calor de la lucha de clases, el Presidente Hugo Chávez Chávez y el PSUV se orienten con cada vez más decisión a favor del socialismo científico. El Congreso extraordinario del PSUV ha definido entre sus principios el socialismo científico y el antiimperialismo[26], lo que equivale al entierro oficial del “socialismo del siglo XXI”. Esto corresponde a una maduración creciente de las fuerzas populares y obreras comprometidas con el proceso antiimperialista y a una marginación creciente de los grupos pequeño burgueses y burgueses que, así lo hemos señalado a comienzos del 2010, “hoy de alguna manera ejercen la dirección del proceso sin el objetivo socialista”.

8. Sobre la V Internacional El Partido Comunista de Venezuela fijó posición sobre el llamado hecho por el Presidente Hugo Chávez a conformar la “V Internacional Socialista”, expresando que lo que el mundo precisa es unir a los partidos políticos progresistas, revolucionarios y de izquierda, junto a los movimientos y organizaciones sociales en un amplio frente internacional que articule los esfuerzos y coordine la lucha antiimperialista. Para los comunistas venezolanos, el avance a instancias orgánicas como fueron la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) o Primera Internacional, fundada en Londres en 1864; la Internacional Socialdemócrata o Segunda Internacional de 1889 y la Internacional Comunista, fundada en 1919 por iniciativa de Lenin y el Partido Comunista de Rusia (Bolchevique), que agrupaba a los Partidos Comunistas de los distintos países y conocida como Tercera Internacional, obedeció a un proceso de construcción política, de unidad ideológica y objetivos comunes. “Resaltamos que nuestra propuesta hecha en el Encuentro Internacional de Partidos de Izquierda, en 2009, es unir al mayor número de partidos políticos, progresistas, de izquierda y revolucionarios, junto a la gran gama de movimientos sociales, sindicales, indígenas, trabajadores de la cultura que están o no por el socialismo, pero que su accionar y objetivo comunes es avanzar en la lucha contra el enemigo principal de los pueblos, que es el imperialismo mundial, no sólo el estadounidense” [27], expresó Pedro Eusse, miembro del Buró Político del PCV. En el marco del movimiento comunista internacional, donde el PCV es parte activa, se viene trabajando desde hace varios años en la construcción de espacios de articulación antiimperialista que unan los esfuerzos de los partidos comunistas y obreros en la lucha contra un enemigo común, como los Seminarios Comunistas Internacionales que organiza el Partido del Trabajo de Bélgica desde 1992, o los Encuentros Internacionales de Partidos Comunistas y Obreros iniciados hace más de una década por el Partido comunista de Grecia. “Es allí donde hemos hecho presente nuestra propuesta de trabajar por una Amplio Frente Antiimperialista de nivel mundial, continental y nacional que una la lucha de


todos quienes objetivamente están afectados por el dominio imperialista” [28]. En septiembre 2009, se reunieron los partidos comunistas y obreros en Damasco, cuyo debate principal fue unir la lucha antiimperialista y recientemente ocurrió lo mismo en la India, donde los partidos comunistas y obreros tienen un denominador común que es la ideología marxista-leninista, cuyo espacio debe mantenerse y profundizarse, “... pero el Frente Antiimperialista que estamos proponiendo, va más allá, mucho más allá que los partidos marxistas” [29]. El PCV sostiene que “tenemos conciencia de que la lucha contra el imperialismo no sólo es tarea de los partidos marxistas-leninistas, sino del vasto movimiento político y social de carácter democrático, popular, progresista, y que necesita tener una mayor fuerza en la lucha contra la dominación imperialista” [30]. El PCV propone que se constituya un grupo de trabajo de carácter colectivo de debate, de elaboración conjunta, evaluando las distintas propuestas y cuyo objetivo sea avanzar a una instancia amplia de coordinación en la lucha común de los partidos políticos y movimientos sociales que concurran en su formación, ”Esto no puede ser parte de una imposición donde repitamos errores ya cometidos como los centros de dirección, que perjudicaron la lucha de este tipo de organizaciones internacionales ya mencionadas, así como también debe asimilarse y respetarse el desarrollo, maduración y autonomía que han adquirido los partidos políticos a lo largo de más de cien años” [31].

Bibliografía. Brito Figueroa (Federico), Venezuela siglo XX, La Habana, 1967. Quintero (Rodolfo), Clase obrera y Revolución, Caracas, 1970. Faría (Jesús), Mi línea no cambia. Es hasta la muerte. Caracas. 2007. Gallegos Mancera (Eduardo), Las cualidades del dirigente, Caracas, 1988. Instituto de estudios políticos y sociales Bolívar Marx, Contribución al debate sobre el socialismo en Venezuela. Caracas. 2008. Ortega Díaz (Pedro), El congreso de Panamá y la unidad latinoamericana.


[1] Lenin, “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, Obras Escogidas, Tomo I, Progreso, Moscú, 1979, p. 751. [2] Ídem, p. 756. [3] Federico Brito Figueroa, Venezuela contemporánea ¿País colonial? Caracas, 1972, p 35. [4] Tribuna Popular 23 de noviembre, venezuela.org/index.php?option=com_content&id=6045&itemid=1

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[5] Tesis numero tres aprobada por el XIII Congreso extraordinario en marzo de 2007. [6] Punto 103 de la tesis programática aprobada por el XII Congreso Nacional del PCV, Caracas, 21 al 24 de julio 2006. [7] Taller Nacional Ideológico del PCV, Contribución al debate sobre el socialismo en Venezuela, Instituto Bolívar Marx, Caracas, 2008, p. 33. [8] Punto 117 de la tesis citada en la nota anterior. [9] Tribuna Popular nº 173, febrero 2010, resoluciones del 32 Pleno del C.C. realizado en enero de 2010. [10] Taller Nacional Ideológico del PCV, Contribución al debate sobre el socialismo en Venezuela, Instituto Bolívar Marx, Caracas, 2008, p. 33. [11] El imperialismo…, obra citada, p. 687. [12] V.Afanasiev, Fundamentos del comunismo científico, Progreso, Moscú, 1977, p. 103. [13] Punto 107 de la tesis citada. [14] Punto segundo de la resolución política del XIII Congreso (extraordinario) realizado en 2007. [15] Ídem. [16] Tesis 19 aprobada por nuestro XIII congreso extraordinario de 2007. [17] Resolución política del XIII congreso extraordinario de 2007 [18] Punto 102 de la tesis citada.


[19] Informe político del 32 Pleno del CC, 16 y 17 de enero 2010. [20] Sexta tesis adoptada por nuestro XIII Congreso extraordinario realizado en 2007. [21] Declaración del 30 Pleno de nuestro C.C. del 6 y 7 de junio de 2009. [22] Punto 114 de la tesis aprobada por nuestro XII Congreso de 2006. [23] Carlos Marx y Federico Engels, El Manifiesto Comunista, Universidad Bolivariana de Venezuela, Caracas, 2006. [24] Tribuna Popular numero 151, 17 al 30 de julio 2009, pag.5. [25] Taller Nacional Ideológico, p. 9. [26] Ver nota en http://www.psuv.org.ve/?q=node/7758 [27] Tribuna Popular 23 de noviembre, venezuela.org/index.php?option=com_content&id=6045&itemid=1 [28] Tribuna Popular 23 de noviembre, Ídem [29] Tribuna Popular 23 de noviembre, Ídem [30] Tribuna Popular 23 de noviembre, Ídem [31] Tribuna Popular 23 de noviembre, Ídem

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