Para John Cage, la palabra experimental es apta siempre que se entienda no como la descripción de un acto que luego será juzgada en términos de éxito o fracaso, sino simplemente como un acto cuyo resultado es desconocido.
Al hablar de arquitectura experimental donde no se tiene control sobre el resultado, nos enfrentamos a una contradicción ontológica del hecho arquitectónico que se basa en la planificación y proyección en tiempo y espacio determinando.
Al menos que entendamos esa proyección como un soporte de condiciones dadas por el entorno convirtiéndose en signo de infinitas mutaciones, siempre en constante proceso de cambio su realización trae consigo lo imprevisible, abierto a futuras mutaciones.