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Laepopeya CANTAR DE ROLD

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CRITICA

CRITICA

“El rey Carlos, nuestro emperador magno ha estado siete años enteros en España; conquistó la tierra alta hasta el mar, no hubo castillo que se le resistiera, ni muro ni ciudad que no haya destruido, salvo Zaragoza que está en una montaña. La tiene en su poder el rey Marsil, que no ama a Dios pues sirve a Mahoma e invoca a Apolín; pero no puede evitar que no le alcance algún mal El rey Marsil está en Zaragoza; se encamina hacia un jardín umbroso y se recuesta sobre una grada de mármol azulado; tiene a su alrededor a más de veinte mil hombres Se dirige así a sus duques y a sus condes:

-Oíd señores qué desgracia nos abruma: Carlos, el emperador de la dulce Francia, ha venido a este país para destruirnos No tengo ejército que le dé batalla, ni tengo tal gente que derrote a la suya

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Aconsejadme como mis hombres sabios y salvadme de muerte y deshonor

Ni uno sólo de los presentes le responde una palabra, excepto Blancandrín del Castillo de Valfonda. Blancandrín era uno de los paganos más prudentes; un caballero muy valiente y de gran lealtad para ayudar a su señor Le dijo al rey:

-No desfallezcáis, enviad al orgulloso y altivo Carlos muestras de fiel servicio y de gran amistad Le llevaréis osos, leones y perros, setecientos camellos y mil azores mudados, cuatrocientos mulos cargados de oro y de plata, con lo que llenará cincuenta carros: bien podrá así pagar a sus soldados. En esta tierra ya ha guerreado mucho: debe regresar a Francia, a Aix Vos le seguiréis para la fiesta de San Miguel, recibiréis la ley de los cristianos y seréis su vasallo para honor y para bien. Si quiere rehenes le enviáis diez o veinte para que confíe; le enviaremos a los hijos de nuestras mujeres y aún con riesgo de muerte le enviaré al mío Es mejor que pierdan ellos sus cabezas a que nosotros perdamos nuestros honores y posesiones, lo que nos llevaría a mendigar”

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