30 de noviembre de 2011 I GENTE I 7
columnista Por: Antero Flores-Aráoz E. Destacado abogado y político estudio@flores-araoz.com
Vivienda y demagogia venezolana
E
n Venezuela se ha aprobado la “Ley para la Regularización y Control de los Arrendamientos de Vivienda”. Como norma controlista y no promotora, en lugar de paliar el déficit habitacional y que más familias tengan morada, conseguirá todo lo contrario por no sacar enseñanza de la nefasta experiencia peruana del tiempo del Velascato. En el Perú durante la dictadura de Juan Velasco Alvarado, rodeado de la caviarada que lo acompañó en su desgobierno, se expidió el Decreto Ley Nº 21938 para regular y limitar los arrendamientos de viviendas, con el deseo que las personas carentes de vivienda pudieran acceder a un techo por lo menos arrendado y con renta limitada. El resultado es conocido, se dejó de invertir en viviendas para arrendar, y como los alquileres se congelaron muchos propietarios prefirieron mantener sus predios desocupados. En lugar de haber más viviendas para cubrir carencias, lo que hubo es más personas con carencias. Con el sesgo ideológico de la Venezuela chavista y con el léxico demagógico que usan los rojos de café y salón, se señaló como objetivo de su aludida ley, “enfrentar la crisis de vivienda… consecuencia del modelo capitalista explotador y excluyente,...contrarrestando la mercantilización y la especulación económica con la vivienda, que la convierte en un medio de explotación y opresión del ser humano…” Palabras engañosas que no pueden esconder la realidad, hay más demanda que oferta y no crecerá la primera si es que no hay estímulo y respeto a la propiedad privada. Evidentemente no alcanzarán el objetivo, ello está probado en todos los países que jugaron con la ilusión de sus ciudadanos y diseñaron modelos para quitar a unos y darles a otros, en lugar de generar el ambiente necesario para que todos prosperen y que la actividad privada ayude al Estado en la ejecución de proyectos habitacionales sociales, pero rentables para sus gestores. Olvidaron que hay personas que invierten en viviendas para arrendar para tener ingresos para su vejez.
En Venezuela se ha ido más lejos que el modelo del Velascato, pues encima de ser ineficiente e irreal, ha creado organismos burocráticos que dilapidarán recursos públicos como la “Superintendencia Nacional de Arrendamiento de Vivienda” y el “Registro Nacional de Arrendamiento de Viviendas”. Peor aún, se les encomienda fijar el canon o la renta por el arrendamiento de las viviendas, en una banda entre el 3 y el 5% anual del valor del inmueble, que también lo fijan dichos entes gubernamentales –dependientes del Ministerio del Poder Popular- como les da la gana, con índices de depreciación por antigüedad pero sin revalorización adecuada. La renta anual fijada por el Estado se divide entre doce meses y ésa es la renta o canon mensual que debe pagar el inquilino, y que es inferior a la mitad de lo que en cualquier país debe fructificar la propiedad inmueble. La renta tiene justificadamente que pagar impuestos, pero también cubrir los gastos de mantenimiento ordinarios como extraordinarios, así como pagar los servicios comunes del sistema de la propiedad horizontal e igualmente las reparaciones. Al propietario no le queda ni para su caribeño ron. Las causales de desalojo son poquísimas, lo que convierte la propiedad inmobiliaria en cautiva, lo que se agrava al establecer que la renovación de los contratos de arrendamiento depende sólo del inquilino. Este último tiene derecho de preferencia en caso que el propietario desee vender la vivienda, y de haberla vendido a terceros, podrá sustituirse a ellos. El precio no es de oferta y demanda, y tiene que ser menor que el fijado por el Estado, con el agravante que se reducirá de acuerdo al número de años que el inquilino habitó el predio. Cualquier infracción a la Ley se sanciona con altísimas multas adicionales a las resultas de procedimientos judiciales civiles y penales. Como vemos Chávez hace lo que le da la gana, no respeta a nadie, y con leyes como la de inquilinato, a la larga quebrará a su país, y ni el petróleo podrá salvarlo. Ése ejemplo fuera de nuestros ojos. l