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opinión GENTE los mejores del 2009

Sobre La Ocupacion Chilena ¡Lázaro levántate! Y se levantó este Correo Andino de su muerte prematura, antigua página para familiares y amigos que hoy frente a la prepotencia chilena quiero compartir con la lectoría de GENTE. Bueno, no sé cómo pasó, pero creo que fue la insistencia de Júnior unido al encierro en que estoy por orden del matasanos mayor. Usualmente trataba en estos correos un asunto del momento. El tema de hoy será nuestra vieja enemistad con Chile actualizada con la novedad del espionaje chileno que ocupa a todos los diarios y hace circular emails de todo tipo, algunos apocalípticos, otros chistosos (como ese del pobre infeliz que va descubriendo poco a poco todas sus horribles desgracias y al final la remata con “¡Horror: Y también soy un %$&//% chileno!”) Les contaré que cuando yo tenía cuatro o cinco años, mi abuelo don José Joaquín (J.J.) me hablaba de la ocupación chilena de Lima. Por supuesto yo no entendía nada pero me quedó en el subconsciente que ese viejo de levita negra, bastón y sombrero hongo, había sufrido, y las historias posteriores sobre él me dejaron las ganas de conocerlo mejor. Muchos años después, y de esto hace poco, investigué sobre J.J. en el Archivo Histórico Militar de Perú y del Arzobispado de Lima como del Obispado del Callao. Resultando que Pedro Pablo Arana Sobrevilla era su medio hermano mayor, hijo de una señora ayacuchana, a quien la madre de José Joaquín, mi bisabuela Doña Carolina Carmona de Arana, acogió como a un hijo en Lima. El padre de ambos fue el prominente Coronel Gregorio Arana Rojas, nacido en Ayacucho. Los padres de J.J., Gregorio Arana y Carolina Carmona, se casaron en la Iglesia del Sagrario de la Catedral de Lima. El 22 de agosto de 1852 nació J.J. y fue bautizado como hijo legítimo de ellos el 6 de Septiembre del mismo año en la Iglesia Matriz Catedral del Callao, (muchos años después siendo viceministro del antiguo portafolio de Fomento y Obras Publicas inicié la reconstrucción de esa Iglesia, pero esa es ya otra historia). J.J. se enlistó en el ejército siendo muy

joven el 8 de Enero de 1873. El 15 de Diciembre de 1880 a inicios de la guerra con Chile ascendió al grado de Teniente y cinco años después al de Capitán. En su Foja de Servicios en el Ejercito del Perú se da cuenta que participó en la batallas de San Juan y Miraflores en Enero de 1881, defendiendo el honor del Perú, junto a Cáceres, la heroica Reserva de Lima y los adolescentes hoy conocidos como los Cabitos. Posteriormente como Ayudante de Campo del General Andrés A. Cáceres hizo la campaña de la Breña, donde se resistió por años al invasor, en la sierra central del Perú con tan solo el patriotismo de peruanos dignos. J.J. fue un orgulloso militar que no requería favores (y menos de Pedro Pablo, a quien no frecuentaba por su adhesión a Piérola, el Dictador que llevó al Perú a la derrota). Volviendo a los cuentos que circulaban en la familia sobre los abuelos, la abuela, Manuela de Vidal Albornoz de Paredes merece un capítulo aparte. No la recuerdo bien, pero fue de armas tomar, quien fuera nieta de Francisco de Vidal La Hoz Presidente del Perú – 17 de octubre 1842 al 15 marzo 1843- , que al quedar viuda joven se hizo cargo del negocio de su esposo, Don Nicanor Paredes Benavides, manejando el transporte por trenes de mulas desde Lima al interior del país. Sus fotografías la muestran severamente vestida de negro por el luto que las damas de entonces llevaban por la ocupación chilena y mi padre la describía como una mujer formidable. Mi abuela, Dolores Reinoso Bocángel, la viuda de J.J.,

Escribe: Ernesto Paredes Arana Arquitecto, Presidente Emerito de la Sociedad Geográfica de Lima

era muy tranquila y me hablaba de su abuela, la “Luisa sin Par”, famosa belleza rubia del Cusco. No hablaba sobre J.J. ya fallecido, salvo en una ocasión cuando yo tenía unos 12 años, en que reaccionó como una fiera cuando la tía Rosa (casada con Víctor hijo del medio hermano de J.J.) de visita en la casa, con ligereza dijo que su esposo era descendiente del hijo legítimo y que J.J. no lo era. Mi padre Don Nicanor tuvo que calmar a su suegra Dolores, y ese fue el fin de las visitas de la tía Rosa. De Dolores tengo un retrato en el que viste un severo traje negro sin escote, adornos o joyas, parece un cura, decía burlonamente uno de mis hermanos, la verdad es que era el traje de rigor de luto de las damas limeñas por la presencia del invasor. Dolores y J.J. tuvieron dos hijos mi madre Carolina y mi tío José. Mis hermanos mayores creían que J.J. era un desocupado a quien su medio hermano Pedro Pablo ubicaba en puestos del gobierno (Pedro Pablo el influyente político, ministro de Piérola y senador); como nadie corrigió esa falsa versión, crecí en esa creencia hasta que me fui informando sobre la historia del Perú en los años aciagos de la guerra con Chile y la participación de J.J. en ella. Así descubrí que mi abuelo era un héroe no reconocido por sus descendientes, resultado de la división entre peruanos dejada por la ocupación chilena. División que se constata en el epistolario, recientemente publicado, de Don Manuel Candamo Iriarte Presidente del Perú entre 1903 y 1904, detenido y maltratado en su destierro en Chile en 1882. 7


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