GENTE cultural El circo invisible
Estela y Fernando, conscientes de la calidad que desean para sus espectáculos y sabiendo que estos dependen de la calidad de sus artistas, crearon el Circo Invisible con el objetivo de desarrollar y potenciar las habilidades de los jóvenes. Así, en 1993 la pareja compró el viejo teatro Colina, una casona antigua de principios de siglo y la convirtió en una escuela circense que ahora recibe más de 500 alumnos por año. La Tarumba buscaba personas con el don de dirigir, entonces buscaron líderes jóvenes de las zonas ur-
bano marginales de Lima. Tiempo después, crean la primera Escuela de Formación Profesional de Circo en el Perú, donde se vive “El Mundo Tarumba”, la cual tiene como principal pilar el trabajo en equipo, compromiso que es asumido por todos; desde los niños más pequeños hasta el mayor de los instructores. En el 2009 este espectacular show festejó sus “Bodas de Plata” y este año soplará 26 velitas educando y entreteniendo con lo mejor de sus extraordinarios espectáculos que prometen envolver al público en un mundo de sueños, música y arte.
Integrantes del espectacular elenco.
Logros Tarumba En 1994, recibió una Condecoración de la Municipalidad de Miraflores por su destacada labor teatral. En 1998, el Instituto Peruano de Marketing considera a La Tarumba entre las 50 experiencias más exitosas del país. En el 2001, su Proyecto “Circo Invisible” ganó el Primer Puesto del Concurso Nacional de Proyectos Innovadores realizado por convocado por el Banco Mundial. En el 2003, el Ministerio de Educación y la Asociación Peruana de Teatro para Niños y Jóvenes le otorgaron un reconocimiento por su importante aporte al desarrollo cultural del Perú. En el 2004, La tarumba ganó un premio por su “Creatividad Empresarial” en la categoría de Cultura y un Premio especial a “La Creatividad de la Pequeña y Micro Empresa”. En el 2006, Indecopi le otorgó el Premio PYME 2006 por su eficiente gestión en el manejo de la propiedad intelectual.
Escribe: Eddie Álvarez Periodista miconciencia6@hotmail.com
La verdad y mi conciencia
El tiempo de Los maduros Me encanto haber leído este mensaje de Mario de Andrade (Poeta y novelista brasilero), es por ello que se los transcribo, ya que a mí me atañe y con ello vivo. “Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora... Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente. Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada. Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido. Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades. No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados. No tolero a maniobreros y ventajeros. Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros. Detesto, si soy testigo, los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo. O cuando las personas no discuten contenidos, apenas los títulos. Mi tiempo es esca-
so como para discutir títulos. Quiero la esencia; mi alma tiene prisa...Sin muchas golosinas en el paquete...Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana. Que sepa reír de sus errores. Que no se envanezca con sus triunfos. Que no se considere electa antes de hora. Que no huya de sus responsabilidades. Que defienda la dignidad humana. Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez. Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena. Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas. Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma”. En lo que a mí respecta, mis pensamientos son similares, sin embargo, los golpes recibidos, los tengo enclaustrados en mí propia conciencia, sin ningún resentimiento contra aquellos que me hicieron daño. Sí. Tengo prisa por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar. Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan. Estoy seguro que serán más exquisitas que las que hasta ahora he comido. Mi meta es llegar al final satisfecho, y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia. Espero que la vuestra sea la misma, porque de cualquier manera llegarán...” 51