Entrevista a Yehude Simon

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12 I GENTE I Febrero de 2012

Entrevista exclusiva

Por: Winston Orrillo Fotos: Marco Tapia

E

l territorio del Congreso de la República es como un mercado persa: la gente entra, sale: uno mira por acá, otro por acullá. Te piden credenciales. Usan la mar de teléfonos y los de Seguridad tienen cada cara que para qué te cuento. Pero ésa es la verdad. Acá tuvimos que acudir cuando, en GENTE, decidimos que debíamos darle la palabra a Yehude Simon, titular de la Segunda Vicepresidencia del Parlamento Nacional: en esta casa lo apreciamos de sobremanera desde que, seguros de su inocencia, fuimos los únicos que levantamos la voz –columna de por medio de quien esto escribe- cuando purgaba aquella injusta reclusión que, en lugar de mellarlo, le sirviera como condecoración para su carrera política que, a partir de su libertad, creció exponencialmente, mas sin alterar –un ápice- a ese hombre sencillo y cordial y abierto que es el dinámico parlamentario lambayecano. Quien esto escribe tiene una amistad indeleble con Yehude desde que, casi un niño, ingresara a la Universidad Nacional de Lambayeque –hoy “Pedro Ruiz Gallo”- donde yo diera cátedra, con poco más de 20 años, en 1965: 47 años pues, si las matemáticas no engañan. Él venía de un colegio religioso y, el ingreso al Centro Superior de Estudios, junto con su hermana Nancy, significaba el arribar a un mundo distinto que –él mismo recuerda- implicaba asomarse a una temática social, a un mundo radicalmente diferente del de su apacible formación hasta ese entonces. Y, en nuestra charla de hoy, Yehude reconoce que mucho de su rumbo social, le debe a nuestras lecciones de introducción a las lecturas del autor de “Poemas Humanos”, de los “7 Ensayos”, de “El mundo es ancho y ajeno” o de “Los ríos profundos”.

El mundo de la justicia y el ganarse enemigos En fin, recuerdo que nos honra, al situar, el actual titular de la Segunda Vicepresidencia de nuestro Congreso, en aquellos años aurorales, su ingreso a lo que sería, mutatis mutandis, su vida en el ámbito de las luchas integérrimas por la justicia, que no es otro que el de la verdad de cada cual: mundo complicado, pues. Y entonces, cuando le preguntamos ¿cuál es la justicia en la que cree?, no vacila en respondernos. “La justicia para mí es la que proviene de Dios, que es el creador de todo: de la democracia, de la verdad, de la sensatez, de la igualdad ante la ley, de las mejores oportunidades que debe tener la gente emprendedora, para

contribuir a mejorar la condición de vida de la población, etc.” Obviamente, esto le gana a uno enemigos. Su opinión al respecto es la siguiente: “Claro, Jesucristo fue condenado sin un juicio justo. Ël fue, a pesar del testimonio de sus muchos milagros, de la conversión del agua en vino, de la curación de muchos enfermos –ciegos, cojos-; de la resurrección de Lázaro, de la recuperación de prostitutas, etc. Fue, en fin, vituperado, a pesar de todos lo que la gente y los propios líderes del Sanedrín y de los fariseos, veían. Y fue condenado a una muerte cruenta y vitanda. “Se ganó, pues, enemigos…y cuando uno trata de ser justo uno también se gana enemigos, porque se choca con intereses poíticos, económicos y de toda índole.”


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