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Entrevista exclusiva
Por: Winston Orrillo Fotos: Marco Tapia
E
l territorio del Congreso de la República es como un mercado persa: la gente entra, sale: uno mira por acá, otro por acullá. Te piden credenciales. Usan la mar de teléfonos y los de Seguridad tienen cada cara que para qué te cuento. Pero ésa es la verdad. Acá tuvimos que acudir cuando, en GENTE, decidimos que debíamos darle la palabra a Yehude Simon, titular de la Segunda Vicepresidencia del Parlamento Nacional: en esta casa lo apreciamos de sobremanera desde que, seguros de su inocencia, fuimos los únicos que levantamos la voz –columna de por medio de quien esto escribe- cuando purgaba aquella injusta reclusión que, en lugar de mellarlo, le sirviera como condecoración para su carrera política que, a partir de su libertad, creció exponencialmente, mas sin alterar –un ápice- a ese hombre sencillo y cordial y abierto que es el dinámico parlamentario lambayecano. Quien esto escribe tiene una amistad indeleble con Yehude desde que, casi un niño, ingresara a la Universidad Nacional de Lambayeque –hoy “Pedro Ruiz Gallo”- donde yo diera cátedra, con poco más de 20 años, en 1965: 47 años pues, si las matemáticas no engañan. Él venía de un colegio religioso y, el ingreso al Centro Superior de Estudios, junto con su hermana Nancy, significaba el arribar a un mundo distinto que –él mismo recuerda- implicaba asomarse a una temática social, a un mundo radicalmente diferente del de su apacible formación hasta ese entonces. Y, en nuestra charla de hoy, Yehude reconoce que mucho de su rumbo social, le debe a nuestras lecciones de introducción a las lecturas del autor de “Poemas Humanos”, de los “7 Ensayos”, de “El mundo es ancho y ajeno” o de “Los ríos profundos”.
El mundo de la justicia y el ganarse enemigos En fin, recuerdo que nos honra, al situar, el actual titular de la Segunda Vicepresidencia de nuestro Congreso, en aquellos años aurorales, su ingreso a lo que sería, mutatis mutandis, su vida en el ámbito de las luchas integérrimas por la justicia, que no es otro que el de la verdad de cada cual: mundo complicado, pues. Y entonces, cuando le preguntamos ¿cuál es la justicia en la que cree?, no vacila en respondernos. “La justicia para mí es la que proviene de Dios, que es el creador de todo: de la democracia, de la verdad, de la sensatez, de la igualdad ante la ley, de las mejores oportunidades que debe tener la gente emprendedora, para
contribuir a mejorar la condición de vida de la población, etc.” Obviamente, esto le gana a uno enemigos. Su opinión al respecto es la siguiente: “Claro, Jesucristo fue condenado sin un juicio justo. Ël fue, a pesar del testimonio de sus muchos milagros, de la conversión del agua en vino, de la curación de muchos enfermos –ciegos, cojos-; de la resurrección de Lázaro, de la recuperación de prostitutas, etc. Fue, en fin, vituperado, a pesar de todos lo que la gente y los propios líderes del Sanedrín y de los fariseos, veían. Y fue condenado a una muerte cruenta y vitanda. “Se ganó, pues, enemigos…y cuando uno trata de ser justo uno también se gana enemigos, porque se choca con intereses poíticos, económicos y de toda índole.”
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Las verdades de
Yehude Simon El sentirse y saberse atacado La pregunta es, cuando se siente uno atacado ¿qué piensa? ¿Qué puede ser lo que se guarece detrás de la artería de algunos enemigos que uno va como recaudando en su transcurrir vital? “He sido, responde, y sigo siendo, atacado permanentemente. He sido atacado cuando fui diputado, cuando fui militante político, cuando fui metido preso por nueve años, cuando fui Presidente del Gobierno Regional de Lambayeque –por dos periodos consecutivos-, cuando fui Presidente del Consejo de Ministros, cuando fui candidato; ahora mismo al ser parlamentario, y en este momento que soy Segundo Vicepresidente del Congreso…Los ataques vienen de todos lados, de donde uno menos piensa, y en la mayoría de los casos por celos po-
líticos y por una prensa que hace mal uso de su poder mediático –diz que omnímodo- y cuyo carácter sensacionalista irresponsablemente tergiversa u oculta la verdad”. “Como si fuera la propia familia” Al preguntarle acerca de la raíz de la simpatía multánime que por doquier suscita –y que corre pareja con los ataques arteros de hogañola respuesta es muy simple y, a la vez, profunda: “Trato a los demás como si fueran mi propia familia. Trato a todos los jóvenes como si fueran mis hijos” Y aquí viene a la memoria la imagen de Yehude, su permanente sonrisa, su gesto de bonhomía, que no tiene nada que hacer con el estereotipo que algunos políticos y políticas han adoptado como máscara.
En efecto, aquí se halla su entrañable defensa de la familia a la que, en medio del fárrago y las vicisitudes del devenir político, él trata de no descuidar; y por eso su defensa del almuerzo y las cenas familiares, y del culto al domingo recoleto con los suyos, que fue –nos lo confiesalo que le permitió soportar el Gólgota de la injusta prisión por nueve larguísimos años. Antonio Machado, el inolvidable poeta español, tenía una expresión que rescatamos: “en el buen sentido de la palabra, bueno”. Eso se lo aplicamos a Yehude, con quien conversar es, al margen de las citas y las cámaras de TV y las visitas que se agolpan en la antesala, una suerte de remanso, un sentirse uno muy bien cuando él recuerda los libros –mis primeros poemarios- que le regalara a ese excelente alumno mío que fue. Y que él dice que, viejitos por el uso, pero que conserva, amén de un libro de esos que uno “presta” para no recuperar, y que él recordaba fue “Tener o no tener”, de un gran narrador norteamericano. La intolerancia no va conmigo En efecto, ésta es una de las frases que rescatamos en esta conversación a la antigua, sin grabadora, hecho que espanta a Rocío Cárdenas, su asesora de prensa, ante la mirada comprensiva de Marilú Rodríguez, de su secretaría (gran ayuda para este trabajo fueron los apuntes proporcionados por el muy eficiente Ing. Marco Cardoso, su Asesor Principal: entrevista, pues, tarea colectiva). Yehude se declara lejos de los fanatismos de izquierda y de derecha. Dice meditar cuando toma alguna decisión opinable y está dispuesto a rectificar cuando se da cuenta que se ha equivocado, así como quisiera que lo mismo hicieran sus oponentes en similares circunstancias. Reconoce tener capacidad y estar dispuesto a pedir disculpas, siempre que esté convencido que ha cometido un error.
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El Norte bienamado: Lambayeque querido En su lar nativo, el cálido pedazo de cielo que es Lambayeque, es donde reconoce que, entre los azucareros, obreros municipales y empleados públicos, nació su inquietud política, al ver, allí, por vez primera para sus asombrados ojos de recién salido de la niñez, la pobreza, el olvido del Estado, la indiferencia de las autoridades. Luego, vino 1983, en que el propio Alfonso Barrantes lo invitó a participar en política, y, desde allí, ya no paró más, hasta la presente circunstancia. “Lambayeque siempre está conmigo. Adonde vaya lo llevo. Estoy casi unimismado con esa tierra entrañable”. El mundo que dejamos a nuestros hijos. la herencia que queremos “Dejamos a nuestra descendencia un mundo complicado, porque a pesar del avance de la ciencia y la tecnología, estamos dejando más inmoralidad, menos valores, más familias destruidas, más inseguridad, más egoísmo…Tenemos que asumir, todos, el compromiso de trabajar en estos temas, de rescatar estos valores hoy preteridos. “El tema de la droga, verbigracia. En nuestra juventud apenas la hierba ésa, la marihuana. Y poquito. Hoy, las drogas duras que aniquilan la vida. Y que corrompen todo, hasta haber llegado a hablarse de narcoestados. “Anhelo una recuperación de los horizontes humanísticos que, antes brillaban en la educación. Hoy la necesaria tecnología intenta suplir los valores esenciales por la frialdad de la crematística. Otrora, y recuerdo tus clases en los entonces denominados “Estudios Generales” que pretendían, primero, educar al hombre, eso que tú decías, citando a no recuerdo quién: que la primera profesión del
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hombre era ser hombre. Luego vendría todo lo demás. “Eso siento que se ha perdido, pero no irremisiblemente” “Se trata de luchar por ello, y por más honestidad, hasta lograr un mundo más sano, con una mayor calidad de vida. Y una vuelta al respeto a la familia. Yo por ejemplo, solamente trabajo porque me debo a mi país y a mi familia. En la medida en que trabaje más y mejor en beneficio de mi Perú, mejor vivirá mi familia. Todo está conectado…es una cadena. La responsabilidad, pues, es de todos, y por ende, mía también”. América de pie, sin bajar la mirada Al preguntarle sobre Nuestra América, martiana y mariateguista, nos responde que vota por el pensamiento de Bolívar, que preconizaba una unión blindada de nuestras naciones, para formar una suerte de Estados Unidos Meridionales, lo que nos haría invencibles. En nuestro continente no tenemos por qué bajar la mirada ante nadie. Somos ricos y lo que debemos es saber administrar nuestras
riquezas. No se trata de atacar o enfrentarse, por ejemplo, a EE.UU. sino de mirarlo de frente, sin bajar la mirada, como igual hay que hacer con las naciones de otros continentes. El porvenir de América Latina lo veo muy interesante y creo que se está fortaleciendo cada vez más, en tanto en cuanto ella puede ser realmente dueña de sus ingentes riquezas y no dejarse expoliar como hasta hace poco. Debemos, en nuestro Continente, hablarle de tú a tú a cualesquiera de los otros”. Autoevaluación, ¿lo has intentado? “Me evalúo permanentemente. Siempre estoy mirándome hacia adentro, y creo que, como todos, voy corrigiendo mis rumbos como persona, como cabeza de mi hogar, como hombre, como padre de familia, como ciudadano, como parlamentario. Creo que estoy acentuando mi sentido de la solidaridad y deseo mantenerme cada vez más humilde, reconociendo la grandeza de todo lo que existe y las posibilidades infinitas que nos da la vida para seguir haciendo el bien en beneficio de todos los que lo requieran” l