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La AMENAZA creciente La inseguridad ciudadana continúa en aumento en el país. Las amenaza delincuencial campea en las calles y nadie está seguro ni en sus propias casas. Las cifras de los asaltos a mano armada, los robos a viviendas y el incremento del pandillaje son alarmantes. Hay un déficit de policías, sobre todo, en Lima que sigue creciendo y ya supera los 9 millones de habitantes
Escribe: Elva Coila Pacompía
EL PANDILLAJE EN LIMA En Lima Metropolitana y el Callao, existen 410 pandillas que están integradas por más de 12 mil jóvenes Las edades de los pandillleros fluctúan entre los 12 y 24 años, pero la mayoría tiene más de 18. Más del 50 por ciento de los limeños ha sufrido algún tipo de robo.
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n Lima Metropolitana existen alrededor de 12 mil jóvenes pandilleros organizados en 410 grupos, la mayoría de los cuales cometen delitos contra el patrimonio, agresiones y venta de drogas. Al día se registran un total de 15 actos delictivos en la capital peruana. Según una encuesta de la Pontificia Universidad Católica (PUCP) realizada en agosto de este año, la inseguridad ciudadana y la delincuencia son consideradas para el 91% de los limeños como el mayor problema, siendo el pandillaje uno de los factores que agrava esta, cada vez, más peligrosa situación. La cifra es preocupante aunque todavía inferior a los índices que se registran actualmente en varios países de Centroamérica, como El Salvador, donde los llamados maras vienen sembrando el pánico entre los ciudadanos de este pequeño país donde 14 personas son asesinadas a diario. Esta cifra solo es superada por México. Precisamente, por ese motivo, el pandillaje en el Perú requiere atención inmediata para evitar que la amenaza siga creciendo y llegue a los niveles que ha alcanzado en varios países de centroamérica. En el Perú, las 410 pandillas están conformadas por adolescentes y jóvenes entre los 12 y 24 años. Sin embargo, un estudio realizado por el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (CONASEC) el año 2008, revela que más de la mitad de pandilleros en Lima superan los 18 años. Son principalmente adultos jóvenes que tienen como principal objetivo reclutar nuevos integrantes. Los distritos más afectados en Lima Metropolitana son Carabayllo, Independencias, Comas, San Martín de Porres, San Juan de Lurigancho, Villa El Salvador, San Juan de Miraflores y Ate Vitarte. Aunque el perfil del pandillero es básicamente masculino se puede observar que en los últimos tiempos ya existe una creciente presencia femenina. Las actividades delincuenciales que cometen con mayor frecuencia son las que atentan contra el patrimonio y las agre-
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siones que llegan al homicidio. También los hechos de pillaje y los casos de consumo y micro comercialización de drogas; señala el general Eduardo Pérez Rocha, secretario general de Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (CONASEC). Es innegable el incremento de la delincuencia y presencia de las pandillas en Lima Metropolitana. El último sondeo de la PUCP revela que al menos el 30% de limeños encuestados padecieron algún robo y el 50% habría sido víctima de arrebatos. Sin embargo, Pérez Rocha dice que los niveles de inseguridad son bajos y no pueden ser comparados a lo que ocurre en las ciudades mexicanas y el propio El Salvador. Existe un plan de seguridad ciudadana establecido por la CONASEC pero, al parecer, no es suficiente a la luz de los últimos estudios. Pérez Rocha señala que la norma no se aplica en toda su dimensión por la indiferencia de las autoridades municipales que incumplen el mandato de la ley N° 27933 que las obliga a rendir cuentas de las actividades para el fortalecimiento de la de seguridad ciudadana y la ley Nº 27972 que contempla la creación de juntas vecinales y reconoce al ciudadano la función de participar en la seguridad ciudadana. “Existe la ley pero no el compromiso por terminar con este problema de la sociedad”, señala. Otro factor que impide una lucha eficiente contra el pandillaje es la legislación peruana que no sanciona a los menores de edad que comenten delitos. Cuando alguno de ellos roba, asalta o agrede solo se le puede retener y luego se le pone a disposición de los padres o en el peor de los casos es enviado a un albergue. Sentimiento de pertenencia Según el sociólogo Federico Tong, destacado especialista en temas de violencia juvenil, el pandillaje comenzó con la violencia política de los 80. Dice que los pandilleros buscan satisfacer tres aspectos básicos: la necesidad de pertenencia, la necesidad de seguridad y la necesidad de reconocimiento social. Otras causas que empujan a los jóvenes al pandillaje son la crisis de valores familiares y la ausencia de diálogo. Según Tong, existen cinco tendencias en el desarrollo actual de las pandillas tanto en el país como en otro países de la región: el descenso paulatino de la edad de sus integrantes; la aceptación de mujeres en el grupo; el entrecruzamiento de escenarios complejos, es decir, pertenecer a más de una pandilla; el mayor nivel de peligrosidad debido al consumo de drogas, el uso de armas de fuego y los riesgos asociados a la delincuencia profesional y la prostitución. El sociólogo señala que “es posible que el pandillero se reintegre a la sociedad siempre y cuando tenga voluntad y que encuentre oportunidades para hacerlo. “Por tanto se tienen que establecer urgentes políticas de reinserción social para estos jóvenes”, agrega. Opina que la restricción de la libertad no puede ser tomada como única medida, pues resulta en muchos casos contraproducente.
Los maras se tatúan el cuerpo y el rostro. Se han vuelto un grave problema para la seguridad en varios países de centroamérica
Los maras
Mara es el sinónimo usado en El Salvador para referirse a las pandillas delictivas. Este problema social se originó con los emigrantes deportados por delincuencia desde México y Estados Unidos. La Mara Salvatrucha y la Mara 18 son los más grandes Su principal fuente de ingreso son las extorsiones a la población con altos niveles económicos. Se les denomina “maras” por contracción de marabuntas, hormigas que atacan en inmensos enjambres en la selva brasileña, y “salvatrucha” porque se originaron en El Salvador. Sus cabecillas se caracterizan por llevar tatuajes en el rostro y tórax. Se estima que en toda Centroamérica existen más de 100.000 miembros y tan sólo en El Salvador operan unos 11.000 mareros.
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