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GENTE SEMBLANZA

Guillermo Thorndike es un periodista cuyo recuerdo no morirá entre sus familiares, colegas y amigos que lo conocimos. Por eso escribimos “es un periodista” como si estuviera vivo y no “fue un periodista”, como correspondería a su grave situación de fallecido. GENTE ha visto por conveniente rendirle homenaje en estas páginas aprovechando el mencionar a sus familiares más cercanos, que lógicamente, son los que más lo extrañan. Guillermo fue un notable hombre de prensa, pero también un hombre de letras. Nadie como él, se animó a historiar la vida de hechos y personajes más salientes que pertenecen a la historia del Perú. Sus obras sobre la vida del Contralmirante don Miguel Grau son prototípicas de su acucioso sentido de la investigación del pasado y de los valores humanos. Consignamos en estas páginas el blog que

La madre, Charito; la hija,Maritwell; el padre Guillermo,, un trio inolvidable.

GUILLERMO THORNDIK

escribió el periodista Manuel Jesús Orbegozo el mismo día de su muerte y damos una primicia: el poema de su hija Maritwel con esta anécdota contada por ella misma que publicamos en estas páginas. Mejor hubiera sido que Maritwell nunca escribiera ese poema o mejor sí, para tener un recuerdo que no podrá ser borrado jamás. Carito fue siempre su eterna esposa y amante y, Augusto, su hijo tan periodista y honorable como su padre. GENTE considera un honor publicar estas páginas para enaltecer a uno de los periodistas más importantes de las generaciones del medio siglo pasado y de estos días. 24

ENTE

A las .630 de la mañana escuché la noticia de que Guillermo Thorndike había muerto. La primera impresión que tuve fue de incredulidad. Hacía menos de 8 días que nos encontramos, nos abrazamos, nos hicimos bromas y como siempre nos dijimos, chau, ya nos vemos. Conocí al Gordo o al “colorao” Thorndike a finales de la década del 50 y desde entonces mantuvimos una amistad que nunca tuvo un tropiezo ni un resquemor. Siempre fuimos sinceros yo, uno de sus primero admiradores. Admiraba su inagotable inquietud periodística y sus dotes intelectuales de escritor inagotable. Nunca estuvo quieto, siempre estuvo escribiendo, cuando le fallaba el periodismo se metía a hurgar la historia, como ninguno de nosotros, según mi criterio. Nadie puede mostrar una hoja de servicios al Perú sobre esa disciplina como él. Los libros escritos por Thorn-

El hombre y la mujer inseparables


E, ADIOS dike son cien por ciento periodísticos y de un altísimo nivel literario. En los años 60 nos quedamos sin trabajo y entonces, él consiguió una Sociedad que nos auspició la publicación de una revista sobre el agro. En un segundo piso de la primera calle del jirón de la Unión nos veíamos todos los días para hacer la revista hasta que cuando preparábamos el tercer número nos dijeron que mejor esperáramos. Entonces, con su esposa Charito formó una compañía de publicaciones. Al regresar de Vietnam, me buscó para que le escribiera la historia de esa guerra. Cuando la terminé, aprobó su publicación, pero ya le faltaba plata, ya no pudo publicar nada. Su empresa ya no dio más. Me quedé sin ver publicado mi reportaje a la Guerra del Vietnam. La vida de Thorndike está llena de anécdotas y de peripecias de toda índole, políticas, etc., pero por sobre todo humanas. Todo lo humano le era cono-

Guillermo era un cheff innato.

cido, si mentía no lo hacía por ofender a nadie sino como estamos acostumbrados a mentir todos en el mundo. Solía venir a mi casa a cocinar exquisitos almuerzos principalmente de pescados frescos, venía con toda su familia y con amigos a quienes yo aprovechaba para entrevistar como, sucedió una vez con con Antonio Cisneros, cuando éste era todavía un muchachito imberbe. Una vez me llamó el gobierno del presidente Velasco para ser director de La Crónica, pero en esos días me iba por

primera vez a China. Les dije a los generales que yo aceptaba, pero que me permitieran ir a China a donde viajaba invitado por primera vez. Los generales me dijeron que no, mañana o nunca. Entonces, lo pusieron como director al colorao Thorndike. Armó o fundó diarios como cancha y a todos les dio lustre es decir no dejó que decayeran nunca. Si no había noticias las inventaba de la mejor manera poisble. Una vez, en tiempos del presidente ENTE25


Belaunde, el de “El Pueblo lo hizo”, cayó un huayco por acá cerca de las estribaciones de Lima andina. Dos muertos. El gordo Thorndike escogió un par de redactores y fotógrafo y se fueron al lugar a donde llegaron cuando ya no había nada, ni señas. Entonces, ellos armaron su huaico: cuidadosamente le echaron tierra a uno de los redactores y le dejaron una mano afuera para que el fotógrafo adecuara una imagen que rebelara el drama de la muerte por huayco. Regresaron con su cargamento. Thorndike escogió la mejor foto y la colocó en primera página. Cuando el presidente Belaunde vio la fotografía se sintió muy conmovido de ver cómo el pueblo moría por mejorar su vida. Entonces, ordenó que a esa mano le hicieran un monumento, en el lugar. Y ahí está el monumento según me

Mi papi a veces me contaba unas historias increíbles, cotidianas pero increíbles, que yo repetía y después, al salir de mi boca, me daba cuenta que no podían ser verdaderas. Él cuando contaba, contaba las cosas como debieron ser, no siempre como fueron. Como papá. Como historiador contaba exacto. Como periodista, no lo sé. No lo conocí en esa faceta, sólo conozco lo que me cuentan los demás al respecto. Yo he visto a mi papi investigar y escribir toda la saga de Grau; era como un niño con juguetes nuevos. Salía de la casa con un cuadernito y un lapicero a meterse a la Biblioteca, y regresaba silbando, lleno de novedades y alegrías. Le encantaba investigar, se podía sentar horas a contarme sus descubrimientos, y a mi se me hacía como una clase de historia eterna, llena de buques y nombres que me mareaban. Pero él era feliz. Nos preparaba un pisco sour, conversábamos sobre sus encuentros y sobre los míos, también, y se le sentía un hombre realmente pleno, tocado por Dios. Pocas veces he conocido esa satisfacción que tenía mi padre con la vida. La aceptaba tal cual. Y ante eso, ante la presencia que fue mi padre, me siento completamente bendecida. Unas semanas antes de su muerte, escribí un poema que le entregué. Él se fastidió, porque me dijo que era demasiado mórbido para alguien de mi edad. Ninguno de los dos sabíamos que estaba leyendo su velorio. Te adjunto el poema, y las fotos que me pides. Un abrazo, Meritxell

Las flores ya no ríen en este campo de batalla. Esta llanura larga de rezagados días siempre iguales. Ni las flores pueden reír, teñidas de amargura. Depuran, con su verde, el silencio incoloro. Imbuido de nada Carente de todo. Infierno de ciclos eternos De espejos vacantes, de esperanzas negadas. Sus nietos gozaron de su amor inefable.

contaba el mismo Thorndike como una demostración dramática de la divisa de Belaúnde: “El pueblo lo hizo”. No sé que más escribir sobre Thorndike, fuimos muy amigos, muy amigos; tengo todos sus libros, menos el último, todos firmados, y cuando muere un amigo como el, media vida se nos va en ese viaje. Con todos sus defectos, con todas sus gorduras, con todas sus debilidades, yo sigo siendo su amigo. Aprendí que cuando alguien te dice “yo ya no soy tu amigo”, nunca fue tu amigo. Yo sigo siendo tu amigo, gordo, gringo Guillermo Thorndike, ya nos veremos; considero que nos vamos a encontrar no muy tarde. (MJO) 26

ENTE

Y tibia en el plato, Aguarda la cena Y recién tendida Invita la cama. Y la vida, aunque ausente Provoca nostalgia. Imperfecta, humana: Pide amor, auxilio. Dice necesidad, compañía. Grita piedad. Y luego, Acaba. Suspendidas flores marchitas en la abulia de este mundo. En las fechas que se van, sin remedio. Cargando sus adioses caminan encorvadas.

Charito sonríe ante su hijo Augusto, recién nacido.

Ofende el calor extinguido de un cuerpo pasado, de una voz que fue padre de los ojos consternados. Porque hace frío en el alma y no hay chompa que abrigue ni abrazo que calme la nada. Solo la muerte, siempre sola, siempre Nos aguarda. Ahora, que el frío desgasta y las flores no quieren reír, la incesante partida agota las ancas cansadas. En rala procesión, de cadencia larga y rendida, Transitamos futuros difuntos, Los que vamos quedando. Fúnebre marcha, la vida humanidad de batallas perdidas. Desde abismo frutal con pétalo suave y marchito Adornando el adiós perpetuo, la renuncia final: Las flores perdieron su risa.


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