GENTE ACTUALIDAD
“FUJIMORI ES EL PRIMER PRESIDENTE CONDENADO EN LA HISTORIA DEL PERÚ,” rezaba el titular principal de “El Comercio” el 12 de Diciembre del 2007. El martes 7 de Abril del 2009, más de 400 días después, muchas actividades regulares del país se paralizaron para escuchar la sentencia que debía recibir el ex Presidente Fujimori. Habían pocos autos en las calles limeñas, como si fuera un día feriado, y terminaba así la decisiva primera instancia del juicio más importante de nuestra historia republicana, transmitida a nivel nacional por cuatro canales de televisión y varias radios.
POR: UNIDAD DE INVESTIGACIÓN
En el Perú:
“LA JUSTICIA EN MACO ¿Qué han hecho, señores Días antes de la sentencia, Alberto Fujimori, en alegato histórico, levantó uno a uno los cargos que se le imputaban, con una capacidad de síntesis realmente admirable. En unas cuantas horas hizo un balance de la década pasada que sirvió para sopesar el valor de ésta como base para la estabilidad, seguridad y prosperidad que vivimos hoy los peruanos, pero también para demostrar, no al tribunal de la sala, sino al de la historia y el pueblo, la paradoja que significa sentar en el banquillo de los acusados al defensor del Perú frente a las criminales y las asesinas hordas terroristas. El que quiso, comprendió que en el Tribunal de Macondo, donde se juzga a Fujimori, se da cita lo político-maravilloso. Si un gobernante libera a su pueblo de azotes como Sendero Luminoso y el MRTA, es castigado. Si en cambio gobierna conviviendo con los males, haciéndose cómplice por inacción, es saludado como demócrata y bienhechor de la patria. 12
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La razón de la sin razón. Verdaderamente de Ripley. De nada valió la lógica del alegato, y la verdad que fue desnudada. Un tribunal que será recordado por la sospechosa, casi inaudita celeridad con que dicta sentencias de esta trascendencia, lo condenó a 25 años de prisión. ¡El mundo al revés! Si la vara con la que se está midiendo a Fujimori es la justa y correcta, igual responsabilidad tendría que recaer en los gobiernos que enfrentaron la subversión desde 1963, es decir desde el primer Belaundato. Los últimos 40 años en el Perú han sido de una grave y creciente convulsión social, y de una sostenida represión del estado de grupos guerrilleros y terroristas. Hitos remotos de esta represión, y que están directamente relacionados con violación de derechos humanos, son los asesinatos del muy joven y brillante poeta Javier Heraud en
el río Madre de Dios, y de Guillermo Lobatón, presuntamente lanzado desde un helicóptero durante el primer gobierno de Fernando Belaunde. ¿Lo ordenó él? ¡IMPOSIBLE! Durante esa misma administración, y en el contexto del combate contra las guerrillas de 1965, se produjo la desaparición y matanza de alrededor de ocho mil campesinos. Versiones dignas de todo crédito afirman que entonces se calcinaron a pobladores de 96 caseríos, con NAPALM elaborado en Puerto Maldonado, supuestamente con apoyo de la International Petroleum Company, la famosa IPC. El tristemente célebre NAPALM, mortífera arma usada en Vietnam, se habría lanzado desde tres aviones modelos C-130. Detrás de esta operación, se comentó en ese entonces, habría estado nada menos que Javier Alva Orlandini, ministro en el primer Belaundato, y tres décadas más tarde Presidente del Tribunal Constitucional y “esclarecido demócrata.” Esta operación ge-
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muertos), durante la primera administración de Alan García. Es por ello que el Presidente García señalaba en el 2005 que “En una acción de cinco años, con miles de patrullas en todo el país, es natural que se hayan producido violaciones y en algunos casos lamentables excesos.” Ni Fujimori ni ningún jefe del Estado, en circunstancias similares, puede evitar esto, ni en el Perú ni en la conchinchina. ¿Qué hace, pues, singular y pasible de condena por violación de derechos humanos a Fujimori? Esta es una pregunta que un importante sector de la prensa no puede responder con un mínimo de objetividad. Estos periodistas, que no son ignorantes ni incultos, jamás han mostrado sorpresa por la increíble conclusión de la llamada Comisión de la Verdad y la Reconciliación, respecto de
muerte), propiciaron una respuesta terrible de Abimael Guzmán; una de cuyas más macabras expresiones fue el atentado de Tarata. O sea, según esta afiebrada versión, Fujimori termina siendo culpable del bombazo de Tarata y de muchos otros atentados en nuestra Capital y en todo el Perú. Esta especulación disparatada no puede sino ser engendrada por un encono patológico en un momento muy inoportuno. La sentencia de 25 años contra Fujimori por supuesta violación de derechos humanos, desgraciadamente sentará un precedente totalmente negativo para el futuro del Perú. Gravemente quedará afectada la moral de nuestros gobernantes venideros y de los futuros combatientes de cualquier otra amenaza terrorista. En cambio, nuevamente se robustece al terrorismo y a sus aliados, que habrán no
la responsabilidad política para los democráticos presidentes Belaúnde y García, y la penal para Fujimori. Como si entre 1980 y 1990 no se hubieran cometido –según la Defensoría del Pueblo- el 60% de los casos de violación de derechos humanos; como si Fujimori, a principios de los 90, no hubiera acabado con las violaciones masivas de derechos humanos; y lo irónico es que siguen enfilando sus baterías exclusivamente contra el Chino, lo cual ha logrado dividir por completo a los peruanos y que justamente estos días le ha dado dos contundentes éxitos a los narco-terroristas con la muerte de catorce militares. Los más encarnizados y delirantes enemigos de Fujimori han llegado al extremo de lanzar la absurda teoría de que la acción del Estado para combatir el terrorismo durante los primeros años del Fujimorato (se refieren específicamente a la supuesta guerra de baja intensidad a cargo de escuadrones de la
sólo vencido a quien los derrotó una vez y de manera contundente, sino que habrán encontrado la forma perfecta de neutralizar todas las defensas del Estado y del sistema democrático contra la subversión totalitaria, apoyándose en organismos supranacionales controlados por la extrema izquierda, y en jueces sin el suficiente valor para luchar por el Perú. ¿Qué Jefe del Estado, ministro, general, oficial o simple soldado querrá combatir al terror, si mañana más tarde, existe la posibilidad de ser acusado de violador de derechos humanos, y purgar por ello largos años de prisión? Hay que abrir los ojos y ver cuántos de estos grupos que se dicen de derechos, protestan al menos por el asesinato reciente de militares, a quienes los terroristas masacraron cruelmente y les robaron la ropa y todas sus pertenencias, y lógicamente todo el armamento.
ONDO” s jueces? nocida con NAPALM se realizó a pesar de las recomendaciones del Ejército del Perú, como lo revelara en su oportunidad el teniente Jorge Fernández Maldonado, futuro ministro del dictador Juan Velasco Alvarado. También estuvieron la masacre de 100 campesinos en 1969 en Huanta, de 100 policías en 1975 durante el férreo Velascato, y de numerosas desapariciones de nacionales y extranjeros durante la segunda fase del gobierno militar, presuntamente como consecuencia de la aplicación del famoso Plan Cóndor. Hitos en nuestra historia son los casos de violación de derechos humanos de 138 personas, víctimas de secuestros, torturas y asesinatos cometidos en Los Cabitos y La Casa Rosada, en la provincia de Huamanga, entre 1983 y 1984, es decir durante el segundo gobierno del arquitecto Belaúnde. Similares son los casos de Accomarca, Cayara, los penales Lurigancho, el Frontón y Santa Bárbara (que sumaron centenares de
¿EL MUSEO DE LA VERDAD?
En mayo de 1980, cuando la asesina ENTE 13
GENTE ACTUALIDAD banda terrorista Sendero Luminoso declara la guerra al Estado peruano, el país queda dividido en dos. Por un lado, los millones de ciudadanos agredidos y amenazados desde entonces por la violencia y la muerte que trajo esta cruel guerra, y por otro, los terroristas y quienes nunca los condenaron, o se demoraron en hacerlo. Esto último no hay que olvidarlo, ahora que se habla de no olvidar. Entre 1980 y 1990 hubo también excesos condenables por parte de elementos de las fuerzas del orden, las mismas que, como en la década de los 60s, fueron lanzadas a pelear contra un inesperado enemigo interno. Pero las FF.AA. y la Policía Nacional, con errores y excesos que constituyen casos aislados, estaban del lado del Estado, de la democracia, y sobre todo del Perú. En cambio esas extremas izquierdas o “posiciones progresistas,” estaban con sus justificaciones teóricas y sus silencios, del lado del terror. Allí están, en los periódicos y revistas (como GENTE), grabaciones de radio y televisión, opiniones y debates acerca del carácter revolucionario de los crueles terroristas de Sendero Luminoso y el MRTA. Es fácil identificar a quienes, en la década de los 80s, mostraron cobarde y cómplice ambivalencia frente al terrorismo, y que en los 90s se constituyeron como sus abogados defensores y luego perseguidores implacables de quien presidió el régimen que derrotó a Sendero Luminoso y al MRTA. Estos grupos y personas, que no se deslindaron en su momento con del terrorismo, además de los organismos de fachada del terror, se aliaron oportunistamente en el 2000, y desde entonces han trabajado, no por los derechos humanos como pretenden hacer creer al país, sino por su odio político contra Fujimori y las FF.AA. La principal y casi exclusiva acusación que se hacía al ex presidente Fujimori, era haber robado dinero del Estado. Por cuatro largos años, sus implacables perseguidores tuvieron todos los resortes del poder, el apoyo incondicional y entusiasta de los organismos de fachada del terrorismo, y desde luego la gran caja de resonancia de una importante parte de la prensa para hundirlo. Pero tras cuatro años de paciente y muy intensa investigación en todo el mundo, no se encontraron cuentas ilegales ni pruebas de enriquecimiento ilícito. El informe Kroll, del que ya nadie se acuerda, y que costó una fortuna, por obra del azar de la vida, se había convertido en el informe de la inocencia de Fujimori. Hay que ser decente, justo y realista para admitirlo. Fue entonces cuando con la mayor astucia, falta de moral y desparpajo, se reorientó la persecución. Se dijo entonces: “como no se ha podido probar que el Chino es un ladrón, 14
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Cuando entre 1980 y 1990 el Perú se desangraba horriblemente y morían a diario campesinos, militares, subversivos, empresarios , ¿dónde estaban esos acusadores? ¿Qué hicieron ellos para detener el oscuro río de sangre que recorría el Perú?
y puede que gane las próximas elecciones, vamos a concentrarnos en probar que es el autor intelectual de ejecuciones extrajudiciales; un asesino.” Calculaban con la mayor frialdad, que debían ganar todo el tiempo perdido. Cuando entre 1980 y 1990 el Perú se desangraba horriblemente y morían a diario campesinos, militares, subversivos, y empresarios, ¿dónde estaban esos acusadores? ¿Qué hicieron ellos para detener el oscuro río de sangre que recorría el Perú? Y repetimos y preguntamos: ¿Han protestado por la cruel masacre de los militares la semana pasada? Ojo que la guerra de este año ya ha matado a 44 militares, y siguen con juicios 204 militares. Si no les interesaron los miles de muer-
tos, ¿por qué tendrían que interesarles estas víctimas? Lo que siempre han visto en ellas, con inocultable codicia política, es la forma ruin de utilizar estas violaciones de DD.HH. para deshacerse de un adversario político que había logrado un amplio respaldo popular. La campaña de odio (¿y venganza?) se reforzó cuando la encuestadora más seria y creíble preguntó a nivel nacional quién ha sido el mejor presidente del Perú, y el 66% votó por Fujimori.
LAS POSICIONES DELIRANTES DEL ODIO
Lamentablemente algunos intelectuales “caviares” han querido escribir una nueva
GENTE ACTUALIDAD tenido con empeño digno de mejores causas las falacias contra Fujimori para convertirlo en jefe del Grupo Colina, no escaparán al juicio de la historia. Hoy pueden sentirse satisfechos de su labor, ó hasta exhibir pecho de pavo por elogios de cierta prensa. Pero la verdadera justicia, el juicio verdadero, es el de la historia y será implacable. Ya ven lo que hicieron con Leguía. Leguía ha pasado a la historia, a pesar de sus indudables errores. Y pronto Odría será revalorado. ¿Quién se acuerda de los acusadores de ambos? Nadie. No basta con colgarse del saco de los grandes hombres para pasar a la posteridad. Despojados totalmente de todo apasionamiento, y sin la carga de sentimientos tan negativos y esclavizantes como la envidia o el afán de venganza, quienes analicen la historia de la última década del siglo XX, valorarán en su exacta dimensión lo que significó luchar, en la forma en que se hizo, contra una fuerza de la naturaleza que fue el cruel asesino que caracterizó al terrorismo polpotiano, llamado Sendero. Y esos historiadores podrán examinar con frialdad científica el complicado tejido de intereses de los grupos de poder, y podrán constatar cómo se retrasan las sociedades por la estrechez de miras y la sordidez de lo político. Cómo la cultura de lo inauténtico puede copar el poder y desfigurar la realidad.
historia del Perú; una historia a su manera, y que no guarda ninguna relación con la verdad histórica. Para ellos, la pacificación de Fujimori no fue la lucha del Estado contra el más fiero terrorismo de Occidente, o el triunfo de ese Estado sobre la barbarie polpotiana, sino la represión de Fujimori y sus comandos de aniquilamiento contra el pueblo desarmado. Si hoy existe una generación en el Perú que ha nacido en un país sin violencia extrema cotidiana, es porque hubo un gobierno que derrotó al terrorismo con muchos sacrificios. Esto no puede retornar. Ese gobierno no fue asesinando por las calles y campos, con escuadrones de aniquilamiento, ni fue dirigido por un dictador senil o enfermo mental. ¿A quién no esté envenenado por el odio más cerril, que no necesite el auxilio de un psiquiatra, se le ocurre comparar a Fujimori con Hitler o Milosevic, o aún con Videla? En su alegato, el ex presidente dijo una verdad del tamaño de una catedral: que en las experiencias de guerra sucia no se toma vivos
a los cabecillas, ni se les juzga; se les elimina. En el Perú el 95% de la cúpula terrorista fue juzgada y sufre condena. Si el Gobierno de Fujimori hubiera actuado como una dictadura sangrienta, no habrían 3,000 acusados por terrorismo hoy en las calles. Esos 3,000 que liberaron el señor Paniagua y el señor Toledo están vivos y coleando. Y a lo mejor planeando un futuro que esperamos no se parezca al cruel pasado que nos tocó vivir y sufrir. No debemos olvidar este asado, pues sería peligrosísimo. En el Perú nos hemos acostumbrado en los últimos años a la desmesura verbal, a la imputación delirante contra nuestros enemigos. ¿Qué nos pasa? Más allá de las discrepancias, hay que dejar de lado odios y cargamontones, y empezar a ser un país realmente civilizado. Al menos ese es nuestro deseo para poder salir adelante. ¿Podemos? ¡Ojalá! EL OTRO TRIBUNAL Los procuradores y fiscales que han sos-
CUIDADO CON FUJIMORI Ya el doctor Javier Valle Riestra, de cuya docta experiencia nadie duda, tomó distancia de este histórico despropósito, aún a costa del ataque furibundo de los recalcitrantes enemigos de Fujimori. Otros juristas prefieren callar porque el silencio en el Perú es a veces la forma más común que adopta el disimulo o la cobardía. Lo cierto es que no hay pruebas reales contra Fujimori, y si el juicio no hubiera ocurrido en Macondo, guste o no guste, el ex presidente habría sido absuelto. El mismo Valle Riestra, con la aguda inteligencia que lo caracteriza, está advirtiendo desde hace buen rato a los obcecados enemigos del Chino, que su odio visceral terminará siendo una alfombra persa para que el Fujimorismo retorne al poder. Cuidado. Cuidado con Keiko Fujimori que se beneficiará sin duda de la victimización inaudita de su padre. Y más cuidado todavía, como también señala el ilustre aprista, que el propio Fujimori puede dar una sorpresa. Hasta ahora, y desgraciadamente, tal como lo hemos consignado en un par de ediciones anteriores, la “rarísima” actitud chilena de extraditar a un ex presidente al Perú, logró su fin de dividir al Perú. En momentos como los actuales, debíamos unirnos en las cosas fundamentales y evitar tener que estar repitiendo que no hay peor enemigo para un peruano que otro peruano. ¿Sí o sí? ENTE 15