


¡Es lindo observar las nubes en el cielo! Ellas pueden aparecer en distintas variaciones y son esenciales para nuestra vida. Durante el día nos protegen del calor del sol y por la noche nos abrigan como si fuesen una manta. Además, nos señalan muchos cambios meteorológicos y generan precipitaciones.
“El Señor camina en el huracán y en la tormenta; las nubes son el polvo de sus pies” (Nahúm 1:3, Nueva Versión Internacional, en adelante, NVI).
El arcoíris se forma cuando los rayos atraviesan en un ángulo específico el aire húmedo que está lleno de gotitas de lluvia. ¡Verlo nos recuerda el cuidado que Dios tiene con nosotros!
“He colocado mi arco iris en las nubes, el cual servirá como señal de mi pacto con la tierra”
(Génesis 9:13, NVI).
Los rayos y los fulgurantes relámpagos son una potente descarga eléctrica que se produce cuando una nube se carga de abundante agua y cada gotita recoge la electricidad del aire. Su potencia nos recuerda el gran poder de Dios.
“Levanta las nubes desde los confines de la tierra; envía relámpagos con la lluvia y saca de sus depósitos a los vientos” (Salmo 135:7, NVI).
¡Luces brillantes en el espacio! Son cuerpos celestes compuestos de hidrógeno y helio. Su luminosidad puede variar dependiendo de cuánta energía despiden y sus colores pueden ser distintos de acuerdo a su temperatura. Ellas alumbran las noches oscuras.
“Él determina el número de las estrellas y a todas ellas les pone nombre”
(Salmo 147:4, NVI).
Las constelaciones son grupos de estrellas que, al conectarlas con una línea imaginaria, pueden dar la idea de un animal o de algún objeto. Observarlas en el cielo ayudó a muchos navegantes a guiarse en las oscuras noches para llegar a su destino. Tú, ¿ya las conoces?
“El que hizo las Pléyades y el Orión, convierte en aurora las densas tinieblas y oscurece el día hasta convertirlo en noche. […] ¡Su nombre es el Señor! (Amós 5:8, NVI).
Un satélite natural es aquel cuerpo celeste que orbita alrededor de un planeta debido a la atracción gravitacional y lo acompaña en su movimiento de traslación. La Luna es el satélite de la Tierra. Dios la colocó como una de nuestras lumbreras.
“Tú hiciste la luna, que marca las estaciones, y el sol, que sabe cuando ocultarse”
(Salmo 104:19, NVI).
¡Siempre
Orbitan alrededor del Sol con su hermosa cola luminosa. No es muy común su aparición, pueden pasar muchos años, pero verlos con un buen telescopio es impresionante debido a que son refulgentes.
“Alábenlo, sol y luna, alábenlo, estrellas luminosas”
(Salmo 148:3, NVI).
Son nubes gigantes, bastante opacas, conformadas por polvo y gases que pueden tapar las estrellas que están detrás. Algunas son muy hermosas y adornan el vasto universo que nos habla de la grandeza de Dios.
“Yo soy el Señor, que ha hecho todas las cosas, yo solo desplegué los cielos y expandí la tierra”
(Isaías 44:24, NVI).
Están formadas por gas, polvo y millones de estrellas con sus sistemas solares que se agrupan gracias a la gravedad.
¡Imagínate! Y hay millones de ellas en el universo.
“No hay nadie como el Dios de Jesurún, que para ayudarte cabalga en los cielos, entre las nubes, con toda su majestad”
(Deuteronomio 33:26, NVI).
“Tú, Señor, me llenas de alegría con tus maravillas”
(Salmo 92:4, NVI)