TIPOS DE INMUNIDAD ADQUIRIDA
Para iniciar el desarrollo de este contenido es fundamental que se entienda qué es y qué implica la inmunidad. El organismo humano, así como otros seres vivos, convive rodeado de agentes y muchos de ellos pueden provocar afecciones o desencadenar reacciones en sus tejidos. Frente a los patógenos o a las sustancias tóxicas o extrañas que ellos elaboran o están presentes en algún ambiente, es que cada cuerpo está dotado de la capacidad de ofrecer cierta resistencia. El vocablo inmune refiere al ser vivo que está libre o exento de algo.
La inmunidad puede ser activa o pasiva, de adquisición natural o artificial. Si el estado de resistencia se logra luego de atravesar una enfermedad que moviliza al sistema inmunitario de tal manera que este puede reconocer sitios específicos de los antígenos (determinantes antigénicos) y producir defensas poderosas como las células T o anticuerpos, entonces estamos en presencia de una inmunidad activa pues requiere que el cuerpo trabaje reconociendo elementos extraños y defendiéndose. Por otra parte, este tipo de inmunidad logrado donde se requiere haber atravesado un estado de salud debilitada, es del tipo natural, pues surge de procesos que suceden habitualmente en la vida de los seres vivos.
A modo de brindar una idea de lo maravilloso que es este mecanismo corporal, se hipotetiza que el cuerpo humano tiene la capacidad específica de iniciar una respuesta inmunitaria frente a aproximadamente 10 millones de determinantes antigénicos. Además, en nuestras propias células hay determinantes antigénicos, sin embargo, nuestras defensas no los atacan porque de alguna manera logran reconocerlas como propias y no extrañas. ¿No te asombra saber que hemos sido diseñados con esta habilidad?
En los países que desarrollan buenas políticas sanitarias, la inmunización activa o vacunación supone introducir en el cuerpo de las personas, determinantes antigénicos (antígenos) o patógenos vivos y atenuados. Este mecanismo pone a trabajar a los tejidos de modo que se generan células de memoria sin que la persona llegue a desarrollar la enfermedad. Este arsenal de “centinelas celulares” formados son los que reconocen y elaboran linfocitos y anticuerpos para derrotar a los agentes o toxinas que detectaron. En esta situación estamos en presencia de inmunidad activa pero adquirida de manera artificial por la inoculación o ingestión de vacunas.
En ocasiones, se recurre a la administración intravenosa de los anticuerpos que también son conocidos como inmunoglobulinas y se desarrolla una inmunidad pasiva (pues el cuerpo no elabora sus defensas) por medio de un mecanismo de adquisición artificial
La mujer gestante está conectada a su bebé por medio del cordón umbilical a un órgano llamado placenta. A través de este órgano, le transfiere anticuerpos a su hijo. Una vez que se produce el nacimiento, la madre continúa enviando anticuerpos por medio de la leche durante el amamantamiento, se trata de una inmunidad pasiva de adquisición natural.
Es asombroso saber que, todo lo que pueda dañarnos, es enfrentado por un mecanismo perfectamente diseñado para proteger nuestro estado de bienestar y que Dios nos dotó de estos mecanismos como también de la capacidad de crear sueros y vacunas para proteger nuestra salud. Podemos entonces decir junto al salmista David (Salmo 139:13-14, versión Reina-Valera 1995):
“Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.”