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Cosas que pasan
LA CENICIENTA DE LA IGLESIA
Un antiguo cuento nos brinda una clave para nuestra vida espiritual.
Seguramente conocerás la famosa historia de Cenicienta. Según este clásico de la literatura, su papá decide casarse en segundas nupcias con una mujer que ya tenía dos hijas. En el cuento se describe a esta señora como soberbia y arrogante, con hijas antipáticas.
Desde un primer momento, tanto las hermanas como la madrasta de Cenicienta no tuvieron una buena relación con ella. Y, para colmo de males, estas diferencias se acentuaron cuando el padre de Cenicienta falleció.
Desde entonces, ella se convirtió en la hija despreciada y abandonada de la familia, encerrada en la cocina y dedicada a las tareas más esforzadas que nadie quiere realizar en el hogar.
Leonard Ravenhill, en su libro ¿Por qué no llega el avivamiento, declaró lo siguiente: “La cenicienta de la iglesia es la oración. Esta criada del Señor es despreciada y desechada porque no se adorna con las joyas del intelectualismo, ni las brillantes sedas de la filosofía, ni con la impresionante tiara de la psicología. Lleva los delantales de honesta sinceridad y humildad. No teme arrodillarse”.
Aunque no es el propósito de este artículo mostrar una estadística de cuántos minutos al día en promedio ora un cristiano, no hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que no es una práctica que se realice con la intensidad que se necesita. Aunque sabemos que necesitamos orar, enseñamos a orar y hemos escuchado muchos sermones sobre el tema, la oración se ha convertido, paradójicamente, en una “cenicienta”; es decir, una actividad despreciada por los cristianos.
En relación con este tema, Elena de White afirma:
“¡Qué extraño que oremos tan poco! Dios está pronto y dispuesto a oír la oración sincera del más humilde de sus hijos y, sin embargo, hay de nuestra parte mucha cavilación para presentar nuestras necesidades delante de Dios. ¿Qué pueden pensar los ángeles del cielo de los pobres y desvalidos seres humanos, que están sujetos a la tentación, cuando el gran Dios lleno de infinito amor se compadece de ellos y está pronto para darles más de lo que pueden pedir o pensar y que, sin embargo, oran tan poco y tienen tan poca fe?” (El camino a Cristo, pp. 80, 81).
FALTA DE TIEMPO VERSUS PRIORIDADES
La falta de tiempo es una realidad que nos afecta a todos y sin duda es uno de los grandes enemigos de la oración. Cada vez tenemos más requerimientos, y esto nos obliga a entrar en un ritmo frenético que usualmente nos lleva a descuidar la oración privada.
Sin embargo, vemos que Jesús –aunque vivió en una época con otros ritmos– mantenía una intensa y profunda vida de oración (¡y nadie puede animarse a decir que está más ocupado que Jesús!).
La Biblia dice que Jesús no tenía dónde reposar su cabeza, la gente lo procuraba constantemente en busca de un milagro o simplemente porque querían escuchar su palabra. Eso lo obligaba a tener que ocupar las horas de la noche o bien temprano en la mañana para poder estar en comunión con su Padre. Por lo tanto, el problema no radica tanto en la falta de tiempo sino en las prioridades de nuestra vida.
Melody Mason, en su libro Atrévete a pedir más, declara: “Los grandes hombres de la Tierra hoy en día son los que oran. Y no me refiero a aquellos que hablan acerca de la oración [...] me refiero a aquellos que realmente dedican tiempo a orar. Ellos no tienen tiempo. Deben tomarlo de alguna otra actividad. Esa otra actividad es importante, muy importante y demandante, pero aun así es menos importante y demandante que la oración. Hay personas que se ponen la oración en primer lugar y agrupan todos los otros asuntos de su agenda en torno a la oración y después de esta. Tales personas son las que más están haciendo por Dios hoy en cuanto a la ganancia de almas, resolución de problemas y reavivamiento de las iglesias”.
Para Jesús, la oración era la ocupación clave de su vida. ¿Significa lo mismo para ti? ¿Es la oración el asunto más importante de tu vida? ¿Armas tu agenda diaria en función de ella?
En la iglesia siempre hablamos sobre reavivamiento y reforma, pero déjame decirte algo: No existe reavivamiento sin oración. Por eso, si sientes que tu cristianismo es chato y sin sentido, si verdaderamente desea vivir un reavivamiento, ten en cuenta que solo a través de la oración constante, profunda y sincera podrás experimentarlo.
Recuerda que el único secreto de la oración es orar en secreto.
Fernando Iriarte, Lic. en Teología y pastor de jóvenes en la Iglesia Adventista de Florida, Bs. As.