Nivel 2 | AĂąo 4 | NĂşmero 1
Darwin y su tiempo
Darwin y su tiempo Historia de la Vida Darwin y su tiempo Michelson Borges Título del original: História de Vida. Darwin e seu tempo, Casa Publicadora Brasileira, Tatuí, São Paulo, Brasil 2017. Dirección: Stella M. Romero Traducción: Gisell Erfurth de Juez Diseño del interior: CPB Diseño de tapa: Bruna Ribeiro Ilustración del interior: Thiago Lobo, Rogério Chimello, Fotolia, Michelson Borges Ilustración de tapa: Thiago Lobo Libro de edición argentina IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina Primera edición MMXVII – 39,9M Es propiedad. © 2017 Casa Publicadora Brasileira. © 2017 ACES. Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. ISBN 978-987-701-667-3 (Obra completa) ISBN 978-987-701-668-0 (Fascículo 1) Borges, Michelson Historia de la Vida : Darwin y su tiempo / Michelson Borges / Dirigido por Stella M. Romero /Ilustrado por Thiago Lobo / Rogerio Chimello / Michelson Borges. – 1ª ed. – Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2017. v. 1, 8 p. ; il. ; 22 x 15 cm. Traducción de: Gisell Erfurth de Juez. ISBN 978-987-701-668-0 1. Cristianismo. 2. Creencias religiosas. I. Romero, Stella M., dir. II. Lobo, Thiago, ilus. III. Chimello, Rogerio, ilus. IV. Borges, Michelson, ilus. V. Erfurth de Juez, Gisell, trad. VI. Título. CDD 230
El antropólogo y paleontólogo Richard Leakey (1944- ) afirmó que la moderna Teoría de la Evolución se originó con Charles Darwin (1809-1882) por dos motivos: (1) el naturalista inglés evaluó cuidadosamente todos los tipos de evidencias acerca del asunto y (2) propuso un mecanismo para explicar la modificación de las especies: la selección natural. Fue en el viaje que hizo a bordo del H. M. S. Beagle (1831-1836) cuando Darwin mejoró sus habilidades de naturalista, observador y coleccionador. De hecho, él vio muchas cosas en ese viaje de cinco años, pero también dejó de ver detalles muy importantes en la naturaleza que ponen en jaque muchos aspectos de su teoría. Dejó de verlos porque no existían las condiciones para esto en aquella época, o simplemente porque sus opiniones evolucionistas ya suficientemente cristalizadas le impidieron ver. Esta serie, “Lo que Darwin no vio en Galápagos”, preparada por David Bernardes, Doris Lima, Everton Alves, Michelson Borges y Rérison Vasques, trata justamente acerca de algunos de esos detalles que Darwin pasó por alto. ¡Viaja con nosotros a esta expedición!
Se terminó de imprimir el 2 de agosto de 2017 en talleres propios (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires). Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor. -109919-
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Historia de la Vida│Año 4 - Número 1
Darwin, su época y las primeras influencias
Ilustraciones: Thiago Lobo
Cualquier persona siempre será, en gran medida, fruto de la época y del lugar en que vive. En la década de 1840, Charles Darwin vivía en una Inglaterra agitada. Las personas querían cambios en una sociedad sin futuro, con muchos privilegios para los líderes religiosos y explotación salarial. En esa época, nuevas ideas eran bienvenidas, incluso en el campo de las Ciencias Naturales y aun de la Teología. En ese momento histórico, un ambicioso caballero de treinta años dio inicio a un cuaderno secreto de anotaciones, y sugirió que los moluscos y los simios eran los ancestros de la humanidad. Hijo de un gran propietario de tierras, educado en Cambridge, había sido inicialmente destinado al sacerdocio, pero abandonó esa carrera. Darwin terminaría registrando lo siguiente en la introducción de su libro El origen de las especies: “Después de cinco años de trabajo, me permití especular acerca del asunto y redacté algunas notas breves; desarrollé esas notas en 1844 hasta convertirlas en un bosquejo de las conclusiones, que entonces me parecían probables”. Este libro tuvo que esperar algunos años antes de ser publicado.
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En su infancia, Charles recibió la influencia de sus abuelos: Erasmus Darwin –para quien la razón era divina y el progreso era su profeta– y Josiah Wedgwood –un cristiano unitario lleno de dudas–. Los dos abuelos estaban de acuerdo en muchas cosas, pero en términos de religión se alejaban, dando como legado, así, a los nietos, una mezcla de librepensamiento y cristianismo radical. Erasmus llegó a descartar la Biblia y afirmaba que ninguna providencia particular sería necesaria para hacer que la Tierra girara alrededor del Sol. La esposa de Erasmus murió embriagada, dejando al marido con cinco niños, uno de los cuales se llamaba Robert, que llegó a ser el padre de Charles. Robert era un librepensador y médico prestigioso. Quería que el hijo siguiera también la carrera médica y lo inscribió en una facultad de Edimburgo. Charles no se adaptó al curso y desistió de él, pero recibió otras influencias mientras estuvo allí. Fue el caso del
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Ilustraciones: Rogério Chimello
grupo conocido como Plinianos, que pretendía reformar la sociedad dominada por la iglesia, y de William Greg, estudiante que defendía la idea de que los animales inferiores poseerían todas las propensiones de la mente humana. Según los biógrafos Desmond y Moore, “las doctrinas de la iglesia establecida estaban siendo impugnadas, y las ciencias disidentes, defendidas. Eso debió de haber afectado al impresionable muchacho de 17 años”. Posteriormente, Darwin terminó siendo elegido para el consejo de los Plinianos. De todos los mentores de Darwin en Edimburgo, uno se destacó: Robert Edmont Grant, especialista en esponjas y convencido evolucionista. Nada era sagrado para Grant. Como librepensador, no veía ningún poder espiritual comandando la naturaleza. Tenía un humor mordaz que no perdonaba nada, ni siquiera a las Escrituras. Según Desmond y Moore, “lo que [Darwin] aprendió de Grant en esos meses configuraría su propio abordaje inicial de la evolución, diez años después”. Si hubo un libro que tuvo gran impacto sobre el joven Darwin fue Principios de geología, de Charles Leyll. El primer volumen fue publicado en 1830, poco antes de que Darwin dejara Inglaterra. El segundo volumen llegó a sus manos cuando ya se encontraba en Sudamérica. En su libro, Leyll defiende la idea de que los fenómenos geológicos se procesaron a lo largo de vastos períodos de tiempo, algo que serviría “como anillo al dedo” para la teoría de Darwin.
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El viaje a Galápagos
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El archipiélago de Galápagos es un conjunto de 58 islas a poco menos de 1.000 km de la costa del Ecuador. En el año 1831, con 22 años y recién graduado en Teología, Charles Darwin zarpó con el barco Beagle en un viaje que duraría cinco años. El 15 de septiembre de 1835, llegaron a Galápagos, y él pudo visitar cuatro islas del archipiélago: San Cristóbal, Floreana, Isabela y Santiago. Allí, investigó la fauna y la flora del lugar, durante 35 días. Y fue allí también donde comenzó a pensar en las ideas que llevarían, años después, a la publicación del libro El origen de las especies. Particularmente, las observaciones relacionadas con la variación percibida en aves y tortugas, de isla a isla, fueron determinantes para el concepto de selección natural. De regreso a Inglaterra, Darwin vaciló un buen tiempo antes de finalmente publicar su libro más importante, en 1859. Después de eso, el mundo nunca más fue el mismo. Las ideas tienen consecuencias, y las de Darwin repercutieron e influenciaron grandemente, especialmente en la civilización occidental. El periodista e historiador Paul Johnson menciona algunos ejemplos al respecto: “Las ideas desarrollan sus propias trayectorias muchas veces destructivas y autosustentables en la historia. La emoción incontrolable que surgió en la cabeza de Darwin al ver a los habitantes de Tierra del Fuego, al observar los picos de los pájaros en Galápagos y al leer a Malthus –emoción que permeó casi todas las páginas del Origen– se transformó, para algunos, en un vicioso veneno. Su predilección por la palabra lucha –término que empleó decenas de veces– fue particularmente desafortunada. Hitler la adoptó y tomó presta-
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Darwin y su tiempo
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Fotos: Michelson Borg
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da como título para su libro, que era tanto autobiográfico como un programa político, Mi lucha. La batalla era sana, era el camino encontrado por la naturaleza. Y, bajo su manto, sobre las sombras de la guerra, fue fácil renacer otra palabra muy usada por Darwin: exterminio. “Una vez en el poder, Hitler comenzó un proceso que llevó a la disgenesia, o malformación, su conclusión lógica. Entre 1933 y 1939, más de 400.000 personas con problemas mentales fueron esterilizadas en la Alemania nazi. Cuando estalló la guerra, setenta mil de esos desafortunados, ya incapaces de reproducirse, fueron ‘exterminados’. Esos programas de exterminio en masa fueron el modelo para la eliminación de razas enteras de gitanos y judíos, y, si la guerra hubiera durado más tiempo, llegaría a los eslavos. Es importante destacar que Hitler no fue una figura solitaria en su particular visión del darwinismo. En su ascensión al poder siempre estuvo rodeado de profesores y alumnos de universidades, y después se rodeó del electorado alemán en general. Todos los biólogos alemanes con cierto estatus académico estaban unánimemente involucrados en el programa de la eugenesia, y más del 50% de ellos eran miembros del Partido Nazi, el mayor porcentaje entre cualquier grupo profesional. Tanto Himmler, jefe de la SS, como Goebbels, jefe de propaganda, estudiaban a Darwin”.
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Charles, ¿por qué escribiste que pensar en el ojo te hacía “enfriar”? ¿Tenías escalofríos?
Mmmm... mira, Isaac. El ojo está constituido por muchas partes importantes que son inútiles separadamente, y solo funcionan juntas. Es difícil explicar la evolución gradual de órganos de este tipo.
Y eso que en tu tiempo no se conocía la bioquímica ultracompleja de la visión...
¡Conque me quieres congelar... eh!
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Texto e ilustración: Michelson Borges
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“En la primera mitad del siglo XX, la idea de la lucha como algo natural y esencial para la mejoría de la humanidad era una creencia que acompañaba al espectro político. La devoción que Marx y Engels demostraron con relación al Origen aun en la semana de su publicación fue seguida por un interés continuo entre importantes comunistas, de Lenin a Trotsky, de Stalin a Mao Tse-Tung, y todos se asían de la teoría de la selección natural para justificar la lucha de las clases. Era esencial para la autoestima de los comunistas creer que su ideología era científica, y Darwin ofrecía una base concreta para las leyes y la dialéctica que creaban al tomar y retener el poder. Stalin tenía la ‘lucha’ y la ‘supervivencia del mejor adaptado’ de Darwin en mente al lidiar con los gulags y al redistribuir las minorías de la gran Rusia: el exterminio de grupos debería ser un evento natural si el partido, redefinido como la élite de los ‘más bien adaptados’ políticamente, quisiera sobrevivir. Mao Tse-Tung, con su visión personal de Darwin, observó la ‘lucha’ en los términos de su Revolución Cultural, haciendo que una personificación de la cultura comunista subsistiera a otra menos adaptada y estuviera de moda. Pol Pot, que fue presentado por su profesor Jean-Paul Sartre a la idea de la evolución a formas más desarrolladas, llevó la teoría a Camboya, en una lucha urbano-rural que mató a un cuarto de la población [70 millones de personas]. En el siglo XX, todo indica que más de 100 millones de personas perdieron sus vidas o murieron de hambre como resultado de los regímenes totalitarios infectados por múltiples variantes del darwinismo social” (pp. 116, 117). ¿Podría Darwin imaginarse cuánto repercutirían sus ideas en el mundo? ¿Será por eso que dudó veinte años hasta publicar El origen? Y ¿qué decir de esas ideas? ¿Son correctas? ¿Están equivocadas? No te pierdas la próxima edición de Historia de la Vida.