INTERVENIR DESDE LA COMUNIDAD La realidad siempre excederá el ordenamiento.
Cada proyecto público es inevitablemente un interés moldeado por quien lo proyecta. Por lo tanto, partiendo de un supuesto en el que como agentes externos a la esfera vivencial de una ciudad podemos obtener un mayor entendimiento y una mejor lectura de los problemas; reconocemos que las respuestas deberían siempre alimentarse de ese observador externo. Sin embargo, no es posible presuponer que nuestro quehacer arquitectónico represente la solución a los problemas y mucho menos que en si mismo simbolice el bien de la comunidad. La imposición de espacios y programas rígidos no solo es un fracaso en la práctica cuando el bien de la comunidad no encuentra cabida en lo producido por los autores de lo intervenido; sino que es un instrumento de dominio violento que, con el paso del tiempo, drena la ocupación que pudo llegar a tener, dejando así, cascarones arquitectónicos que actúan como tristes “íconos” de esa dinámica de dominación. Pero desde otro ángulo, consideramos que el tratar de involucrar completamente a la comunidad en todos los pasos del planteamiento de un proyecto, supondría una acción igualmente impuesta, al requerir nuevamente la intervención de los autores, en la elección (más o menos visible) de las visiones amplias y “desordenadas” de los participantes para poder así concretarlas en un esquema programático fijo. Las dos aproximaciones hasta ahora mencionadas, sin importar si se incluye a la comunidad en todo el proceso o no, representan un acto de imposición en espacios y programas, los cuales irremediablemente terminarán en un desenlace de poco provecho. Pero la participación comunitaria no es el inconveniente, sino la fijación de proveer espacios definidos ligados a un programa establecido; y la interrogante por resolver, no es si incluir o no la participación ciudadana, sino en qué momento y bajo que premisas. Razón por la cual, identificamos la necesidad de explotar en conjunto ambas visiones, y reconocer que nuestra libertad creativa existe siempre y cuando se alimente y se complemente con la libertad creativa de la comunidad. En primera instancia debemos valernos de la objetividad en el análisis que nos brinda ser los agentes externos y establecer ciertos lineamientos en configuraciones generales y flexibles, que sirvan de base para contribuir en la solución de las problemáticas identificadas; proponiendo espacios que ofrezcan la posibilidad de adaptarse en el tiempo; donde la comunidad se apropie de estos de acuerdo con las dinámicas establecidas por esta; disponiendo de un lugar que sea un todo y a la vez nada; un lugar que promueva: el encuentro, el intercambio, la integración, la contemplación, el aprendizaje, etc.. Estructuras que se relacionen con su contexto y de manera bilateral; pues de nada sirve un espacio bello, si no se relaciona clara y directamente con su contexto y su realidad. Intervenciones que rompan el supuesto de la estructura como espectador, que logren vincular y contener los intereses de la comunidad, promoviendo una verdadera apropiación de los espacios, una intersección de sueños de comunidad, habilitando una promesa de posibilidad.