No amos, sino
siervos Ejerciendo el liderazgo en la iglesia local
William Girao
Originalmente publicado en las Filipinas en 1995 con el título Servants not Masters. Traducido al español por David A. Gomero Borges y Yaíma Gutiérrez Valdés, Traducciones NAKAR
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN ¿CÓMO LIDERAR TU IGLESIA? 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Aplica siempre la Biblia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Depende de Dios en oración . . . . . . . . . . . . . . . . . . Guía con tu ejemplo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ten claras tus prioridades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Otorga liderazgo espiritual a los espirituales . . . . Sé extremadamente cuidadoso con el dinero . . . . Nutre la iglesia como a una familia . . . . . . . . . . . .
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ASPECTOS PRÁCTICOS DEL LIDERAZGO DE LA IGLESIA 8. Cómo organizar la iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9. El pastor de la iglesia: títulos, descripción del ministerio, apoyo financiero . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10. ¿Cómo hacer visitas para la iglesia? . . . . . . . . . . . 11. Haciendo que los visitantes se sientan en tu iglesia como en su casa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12. Preparando y dirigiendo el culto . . . . . . . . . . . . . 13. Qué enseñar a la iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14. Cómo dirigir una reunión administrativa . . . . . . . 15. Ejerciendo la disciplina en la iglesia . . . . . . . . . . . APÉNDICES Planilla de membresía Pacto de membresía Compromiso de la directiva Compromiso de servicio
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INTRODUCCION El concepto que se tiene de un líder es que es alguien que manda. Sin embargo, Cristo nos dice: “El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo” (Mt. 23:11). Nosotros, los que somos líderes, somos siervos y no amos. Ser líder es servir; servir es ser líder. Este libro está diseñado para ayudarle a ejercer el liderazgo en su iglesia. Las sugerencias que aquí se ofrecen no se escribieron con el lujo del estudio apacible, sino que fueron aprendidas a partir del verdadero liderazgo ejercido diariamente en la iglesia local. La primera parte describe los siete principios básicos que caracterizan al liderazgo. El liderazgo espiritual genuino siempre se fundamenta en la oración y en la aplicación de la Palabra. Sólo puede ser ejercido por aquellos que son espirituales. El liderazgo eficaz necesita tener sus prioridades definidas y cuidado extremo al manejar el dinero. Finalmente, el liderazgo espiritual nutre a la iglesia, y es nutrido a cambio por el carácter familiar de la iglesia. La segunda parte son consejos prácticos para ayudarte a servir a la iglesia de una manera más eficaz. Por supuesto que no todo lo que se refiera al liderazgo puede ser abarcado en un volumen como este. Sin embargo, lo que aquí se trata recoge los aspectos más fundamentales en donde se requiere un liderazgo sensato. Los apéndices muestran ejemplos de cuatro de los documentos más fundamentales que se usan en la iglesia local. Durante una conferencia para pastores constaté la necesidad de relacionarse con estos documentos. Estando allí un compañero pastor me comentó: “Escuché que su iglesia tiene una planilla de membresía; la nuestra todavía no tiene la suya. ¿Me podría dar una copia?” La iglesia que él pastoreaba en esos momentos era bastante numerosa y ya tenía muchos años de existencia.
La planilla de membresía debe ser llenada por aquellos que soliciten la membresía a la iglesia local. El pacto de membresía se puede hacer de forma oral o firmarse al entrar a la membresía de la iglesia. El compromiso debe renovarse anualmente, más convenientemente en la celebración del aniversario de la iglesia. Al tomar posesión de los cargos, el pastor, los ancianos, los diáconos y diaconisas, y todos los que trabajen en la iglesia deben hacer el compromiso de la directiva. El compromiso de servicio es para aquellos que van a comenzar el trabajo a tiempo completo proclamando el Evangelio. Que este libro pueda ayudarle a ejercer un verdadero liderazgo espiritual en su iglesia. Y que Dios use esta obra como un ladrillo más en la edificación de Su reino.
CAPÍTULO UNO
APLICA SIEMPRE LA BIBLIA De vez en cuando a algunos miembros de nuestra iglesia les preguntan: “¿Qué es ese grupo al que vas? ¿A qué tipo de iglesia vas?” Como pastor de ellos les exhortaría a que dijesen que somos una iglesia comprometida a enseñar lo que la Biblia enseña y a obedecer lo que ordena la Palabra de Dios. Las Escrituras son nuestra autoridad suprema en todo lo que hacemos y creemos (II Tim. 3:16-17). Todo lo que hacemos y creemos tiene que estar basado en lo que la Biblia enseña. Los líderes espirituales no tienen la libertad de enfatizar aquello que la Biblia no enfatiza, ni de pasar por alto lo que sí enfatiza. Lo que la Biblia no exige no lo podemos exigir nosotros. Y lo que ella exige no lo podemos ignorar. Ninguna enseñanza o práctica de la iglesia debe elevarse a dogma, o convertirse en un requisito universal, a menos que tenga un basamento claro que provenga directamente de la enseñanza bíblica. Donde la Biblia es clara, se exige obediencia, pero en aquello que no lo es, las personas pueden decidir según lo prefieran guiados por su conciencia. En lo que la Biblia guarda silencio, debe haber libertad. Donde la Biblia es ambigua, nadie debe criticar, condenar o ridiculizar a aquellos que difieren de él. En temas donde la Biblia no es clara debe haber tolerancia mutua. La cultura, lo que se considere en el lugar, la preferencia personal, el temperamento individual y la tradición del grupo son determinantes en aquello que la Biblia no menciona. Este principio se podría aplicar, por ejemplo, a cuestiones tales como el código de vestir para los cristianos, el liderazgo de las mujeres o la forma de adoración en la iglesia. Los líderes espirituales deben basarse siempre en la Biblia y ser cristocéntricos (I Corintios 10:31). Como líder 6
espiritual, todo lo que hagas debe ser obedeciendo la Palabra de Dios y siéndole fiel a Cristo. No bases tu decisión en lo que vaya a tener más aceptación popular. No busques aplausos de hombres; busca solo hacer lo que Dios pide en Su Palabra y lo que te exija tu conciencia. Lo que vayas a hacer, hazlo por lealtad a Cristo y obediencia a Su Palabra. Solo haciéndolo así podrás protegerte de la trampa del engreimiento que proviene de la adulación de hombres y de la trampa de la desilusión que proviene de la ingratitud de ellos. Asegúrate siempre de que la enseñanza que sigas sea bíblica, en contenido y en importancia. Cuando te sientas “incómodo” o “inquieto” o tengas la sensación de que “algo anda mal pero no sé qué es”, puede que esa inquietud sea un aviso del Espíritu Santo. Donde en verdad se enseña la Palabra de forma fiel, el Espíritu Santo que mora en nosotros nos la confirma. Donde se proclama la Palabra de Dios de forma fiel, el Espíritu habla a nuestros corazones diciendo: “Esta es Palabra de Dios; es verdadera, ¡obedécela!” Cuando no exista una confirmación interna del Espíritu, escudriña las Escrituras una vez más para ver si la enseñanza dada proviene en verdad de la Palabra de Dios. No accedas de inmediato a lo que alguien te pida que creas o hagas, no importa cuáles sean los títulos de esa persona. Sé cauteloso con cada enseñanza – sea esta material publicado, que se predique en un sermón o que se trate en una conversación – hasta que la hayas verificado a la luz de las Escrituras. Que cada maestro sea probado en cuanto a la fidelidad hacia las Escrituras, sin importar cuáles sean sus calificaciones. Como líder de la iglesia, cerciórate de que los invitados a predicar sean bíblicos en lo que enseñan. Las credenciales académicas excelentes no son una garantía de que se sea bíblico. El estar asociado o incluso ser miembro
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de un grupo evangélico no da seguridad de que un individuo vaya a enseñar fielmente lo que dice la Biblia. Cuando un predicador invitado trate algo que no sea bíblico, se debe hacer cualquier esfuerzo para corregir la enseñanza errada. Que la iglesia sea bíblica en lo que cante. El pueblo de Dios, cuando cante, debe cantar el mensaje del himno y no solo la melodía. Canta con tu mente y no solo con tus emociones (1 Cor. 14:15). Cuando cantes algo, pregúntate: “¿Esto que canto tiene un mensaje y un énfasis bíblico? ¿Qué basamento bíblico tiene?” No es suficiente con que “te guste” o “te inspire”. Cada canción que la iglesia eleve en adoración, sea un coro o un himno, debe estar firmemente basado en la enseñanza bíblica. Nuestra obligación es hacer lo que las Escrituras enseñan, pero esto no significa necesariamente que estemos cerrados al cambio. Debemos estar abiertos al cambio. No te aferres a algo porque “esa siempre haya sido la forma en la que se ha hecho”. No te resistas al cambio porque simplemente te sientas bien con lo que ya conoces, te sea conveniente o no te ofrezca amenazas. Mantente dispuesto a correr el riesgo. El que no se arriesga, no triunfa. De los cobardes no se ha escrito nada. Estate dispuesto a sacrificarte. Prepárate para ceder tus privilegios por causa de los demás. Sin embargo, no busques un cambio por el simple hecho que hay que cambiar. No propicies el cambio solo por la emoción de lo nuevo. No todo lo nuevo es bueno. El peso de la prueba está en la necesidad del cambio y no en dejar las cosas como están. El cambio tiene que estar justificado. “No arregles lo que no esté roto”. No se debe experimentar con lo que ya está funcionando. “Más vale un pájaro en mano que cientos volando”. No cedas tu fuerte para remediar tu debilidad. Si, por ejemplo, tu iglesia es fuerte en la enseñanza, pero débil en el
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evangelismo, no abandones la enseñanza para hacer más obra evangelística. Antes, continúa enseñando fielmente mientras haces lo que puedes para mejorar en el área de evangelismo. No cambies por el solo hecho de cambiar. Rehúsa lanzarte al cambio ante frases como esta: “Todo el mundo lo está haciendo”, o “esto le llama la atención a las personas”, o “esto trae resultados”. Nuestra obligación es el ser bíblicos y no pragmáticos. Como líder espiritual es tu deber mantener a la iglesia siempre a la luz de la Biblia. Lo que la Biblia exige no debe ser ignorado. Lo que enfatiza no debe ser tomado a la ligera. No debemos hacernos especialistas en aquello que la Biblia no recalca. Está mal poner a un lado lo que la Biblia claramente exige. Igualmente, está mal exigir lo que la Biblia no nos manda (Ap. 22:18-19).
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CAPÍTULO DOS
DEPENDE DE DIOS EN ORACIÓN Los líderes espirituales deben ser hombres y mujeres de oración (Stg. 5:16-18). No es de Dios el que contemos con nuestras propias fuerzas para poder lograr las cosas. La verdadera espiritualidad está en la constante dependencia de Dios para todo, desde lo más simple hasta lo más trascendental (Filipenses 4: 6-7). Cuando se enfrenta una crisis o una decisión crucial, el primer impulso del líder espiritual sería elevar a Dios una oración; luego pasar un tiempo de oración más extenso, así como también hacer un llamado a otros a que se le unan en oración. El que al enfrentar una crisis, su primer impulso es convocar a una reunión para analizar la situació, actúa de forma carnal. La dependencia en nosotros mismos puede traer consigo resultados. Tales resultados, sin embargo, son a corto plazo y carecerán de valor eterno. Los resultados que se logran sin que haya habido la oración debida traerán reconocimiento al líder mismo y no la gloria a Dios. Solamente los resultados como consecuencia de una búsqueda en oración tendrán un significado eterno. Lo que se lleva a cabo bajo oración acentúa el poder soberano de Dios y le da a Él la gloria. No somos de los que nos reunimos, discutimos y consideramos el problema resuelto. Resistimos la tendencia de hablar de forma extendida de un problema con todos sus detalles, y entonces, después de dos o tres horas de discusión, pedirle a alguien que “por favor ponga el asunto en manos del Señor”. Para el tiempo en que esa oración tenga lugar, todos ya se encontrarán demasiado cansados o apurados para irse. Verdaderamente nadie se unirá de corazón a esa solitaria oración final.
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Las reuniones de la iglesia deben comenzar y concluir con tiempos de oración. Este tiempo va mucho más allá que el superficial: “Señor, guíanos en todo lo que hablaremos aquí. Amén”. Al final de cada sesión administrativa debe haber otro tiempo de oración. Las decisiones tomadas en la reunión deben ser puestas en las manos del Señor. Este tiempo debe significar más que tan solo “la oración para terminar”. No podemos decir que las decisiones fueron tomadas bajo la dirección de Dios sin que se haya tenido el tiempo de oración debido, al comenzar y concluir las reuniones de la iglesia. Si es Dios quien en Su soberanía hace todas las cosas, y si solo somos instrumentos suyos, entonces todo lo que hagamos debe estar precedido, acompañado y seguido por tiempos de oración. Cuando estamos de rodillas se logran más resultados de trascendencia eterna que estando de pie. Cada actividad de envergadura y cada paso significativo en la vida de la iglesia y el ministerio deben estar precedidos, acompañados y seguidos por tiempos de oración. Las reuniones de planificación, por ejemplo, deben ser tiempos de oración, y no solo de planificación. Aquellos que presiden deben percatarse de que cuando nos acerquemos a orar sea realmente un tiempo para orar. Lamentablemente, la mayoría de los cultos de oración están menos de un tercio en el verdadero tiempo de oración. Los cultos de oración de una hora y media pasan menos de 30 minutos en lo que a oración de verdad se refiere. El tiempo de testimonios, de estudio bíblico, de enseñanza, y los debates minuciosos son necesarios y útiles; pero cuando se hace un culto de oración, las otras actividades no deben consumir el tiempo separado para la oración. El pastor del pueblo de Dios debe velar para que tales encuentros no se conviertan en ocasión para los chismes y
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las críticas. Estas vienen disfrazadas de “peticiones de oración” o como un componente de la oración misma. Mencionar algo negativo o condenatorio acerca de alguien en una oración o en un motivo de oración, y no estar dispuesto a tratar el asunto directamente con la persona en un ambiente de amor es caer en la crítica injusta. Los cultos de oración no deben de convertirse en “tiempos de aflicción”. Si alguien tiene algo en contra de otro, debe seguir las instrucciones que dio el Señor y que se encuentran en Mateo 18:15-17. Evítese hablar demasiado respecto a una petición específica. Que se mencione solo aquello necesario para que los oyentes se una en una oración con sentido al respecto. Resiste la tentación de recalcar el concepto que tienes de ti mismo al mostrar, cuando ores, cuánto sabes de asuntos confidenciales. No caigas en el delicioso placer de propagar “una noticia exclusiva” en medio de una oración. Por ejemplo, puedes exhibir cuanto sabes de los asuntos personales de otros cuando oras diciendo: “Gracias Señor, porque Mario y Liza están pensando casarse el mes que viene”. Recuerda que la oración es hablar con Dios y no exhibir tu conocimiento íntimo acerca de los otros. Ora por los miembros de tu iglesia mencionando sus nombres. Esfuérzate por conocer a las personas. Busca hablar con aquellos que todavía no conoces bien. Puedes orar con conocimiento por alguien solo si lo conoces personalmente. Crea un sistema que te ayude a orar por cada miembro de tu iglesia por lo menos una vez al mes. Usa el tiempo que pasas en las colas o en los autobuses como oportunidades para orar. Los tiempos de enfermedad son ideales para llevar a otros a Dios en oración. Cuando te cueste trabajo dormir, ora para que te puedas dormir. Acuérdate de los nombres de las personas y ora por ellas. Cuando no puedas dormir, no cuentes ovejitas; mas bien ora por las ovejas de Dios.
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Dedícate a la oración por tu pueblo y por tu patria. Decir que amas a tu pueblo y no dedicar tiempo para orar por él es ser insincero. La mejor evidencia de nacionalismo son las lágrimas que derramamos en oración a favor de nuestra tierra, no las condenaciones estridentes del entrometimiento extranjero en nuestros asuntos nacionales. No solo se debe orar por la nación cuando estemos en tiempos de crisis nacional; mas bien esto debe ser parte de nuestro compromiso con nuestro pueblo. Las metas de la iglesia, la visión, el desarrollo misionero, los intereses sociales y el alcance de la comunidad deben ser nutridos de nuestra vida de oración. Empezamos a ver a las personas y las cosas como Dios las ve cuando dedicamos tiempo a la oración. Es por medio de la disciplina de la oración que empezamos a sentir de la compasión Dios por los perdidos y los que sufren (Hechos 20:9-20).
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CAPÍTULO TRES
GUÍA CON TU EJEMPLO Puedes guiar a otros en la misma medida en que estés obedeciendo a Cristo (1 Cor. 11:1). Solo puedes tener resultados cuando has hecho o estás dispuesto a hacer lo que les estás pidiendo que hagan. El liderazgo espiritual es sinónimo de servicio (1 P. 5:1-5). Cristo está del lado de los que se levantan para servir, no de los que se sientan a esperar que les sirvan (Mat. 20:25-28; Lc. 22:27). El liderazgo a la imagen de Cristo no es estar por encima de los demás (Mc. 10:42-45); es guiar con el ejemplo. Sé ejemplo controlando tu lengua (Prov. 21:23). Di siempre la verdad, pero no seas brutalmente franco. Di lo que debe ser dicho, pero retén aquello que no vaya a ayudar. Sé completamente confiable con lo que lo que te revelen. Aprende a saber cuándo hablar y cuándo permanecer callado. Nunca traiciones al que te reveló un secreto. Aprende la disciplina de no decir más de lo necesario. A los que presidimos se nos informan más cosas en comparación con otros. Resiste la tentación de mostrar cuánto sabes de los demás. Los que no saben guardar secretos debe estar alejados del liderazgo espiritual. Sé ejemplo al cumplir las promesas. Da honor siempre a tu palabra (Mt. 5:37). Honrar tu palabra incluye que cumplas cuidadosamente con el tiempo. Siempre empieza a tiempo y termina a tiempo. Si anunciaste que una actividad comenzaba a las 7:00 AM, comiénzala a esa hora aun cuando aquellos que se suponía que viniesen no hayan llegado todavía. El llegar tarde, mayormente si eres el líder, indica falta de consideración por los otros. Lo más probable sea que las personas hayan tenido que hacer sacrificios para poder llegar a tiempo. Otros puede que hayan dejado de desayunar, no hayan dormido lo suficiente, hayan 14
cancelado alguna otra actividad o se hayan visto obligados a dejar de hacer algo importante para poder venir a tiempo. Cuando se llega tarde, se está mostrando falta de consideración por los sacrificios de otros. Cuando terminas tarde, estás siendo desconsiderado con los otros al imposibilitarles hacer lo que tenían planificado después de la reunión. Ser informal con tu palabra es un rasgo dañino, particularmente en un líder espiritual. Si otros no pueden confiar en ti para las cosas sencillas, ¿cómo podrán hacerlo cuando les hables de lo eterno, la moral y las realidades celestiales? Sé ejemplo de formalidad. Continúa con la reunión planificada aunque no estén todos presentes. No pospongas la reunión porque alguien haya faltado. Si insistes en que haya el 100 % de asistencia antes de comenzar la reunión, estarás perdiendo buena parte del tiempo, o ¡quizás nunca comience! Si alguien se pone de acuerdo para una actividad y después hace otro compromiso que entra en conflicto con lo ya acordado, tal persona estará dando a entender cuáles son sus prioridades. Te estará diciendo que lo que tratan de hacer juntos no es su prioridad, que otra cosa sí lo es. Deja que se quede atrasada, no esperes por ella. Lleva a cabo lo que tengas que hacer incluso si otros no pueden cumplir con su palabra. Esta decisión de continuar a pesar de la informalidad de los otros es necesaria en el liderazgo espiritual. Este tipo de compromiso se necesita al presidir grupos de ayuda, el coro, las reuniones de oración a mediados de semana, las reuniones de la iglesia o de cualquier otro grupo dentro de la iglesia. Habrá momentos en que no se pueda cumplir con los compromisos debido a una fuerza mayor – como lo son accidentes o enfermedades. Sin embargo, nuestras imposibilidades de cumplir con los compromisos deben ser pocas y alejadas – que sean la excepción y no la regla. 15
Sé un ejemplo de fidelidad. Preséntate allí hasta mucho después que los demás se hayan rendido. Ve, incluso si supieses que otros no cumplirán con su palabra y que no vendrán. Si diste tu palabra de que vendrías, ¡ve, truene, llueve, venga huracán, o relampaguee! Si has prometido asistir, hazlo a pesar del cansancio de tu cuerpo y la presión de otros deberes. Sé estricto contigo mismo pero amable con los demás; que nunca sea al revés. Sé firme pero no legalista. Sé ejemplo pero no midas a los demás acorde al patrón que has trazado para ti. Haz las cosas porque son agradables ante el Señor, y no porque quieras avergonzar a otros. Lo que hagas, hazlo porque crees en su valor, y no para probar que pudiste hacer algo a pesar de que estabas muy ocupado; entonces otros serán capaces de hacer lo mismo. Sé ejemplo, pero no obligues a los demás a ser como tú. Sé intransigente pero compasivo, paciente e indulgente con aquellos que fallan. Reprende, pero solo hazlo en el contexto de un amor concreto y tangible. Solamente por medio de un liderazgo firme pero a la vez compasivo puedes infundir disciplina sin que tengas que convertirte en un dictador. Solamente por medio de un liderazgo fuerte pero a la vez apacible podrás inspirar éxito ¡sin tener que ser un capataz! Cuídate del profesionalismo espiritual. Es fácil ejecutar de forma mecánica funciones espirituales. Puede que seas “profesional” a la hora de dirigir la adoración, la predicación, la enseñanza de la Palabra de Dios o inclusive al dirigir en oración. Cuídate del orgullo de la confianza en ti mismo. No es malo tener confianza en uno mismo si está basada en las promesas de la Palabra de Dios, la obra completada por Cristo y la capacitación del Espíritu Santo. Sin embargo, la confianza en uno mismo se convierte en un engreimiento intolerable y en una arrogancia abominable cuando está basada en nuestra supuesta inteligencia, experiencia superior, entrenamiento
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intenso o capacidades innatas. El orgullo hace que el líder espiritual se convierta en una abominación a Dios. El líder espiritual debe ser alguien de una fe y una confianza serena en Dios. Es fácil empezar a criticar, luego a ser cínico, y luego a desalentarse cuando miramos las debilidades de otros y las fallas de nuestros colegas en el liderazgo. Es fácil desesperarnos al ver la ineficacia y la corrupción de nuestra sociedad. Sin embargo, nosotros, los que dirigimos, debemos ser heraldos de esperanza y no simples profetas de condenación. Por supuesto, no debemos cerrar los ojos a las tragedias de nuestro tiempo, pero en medio de un mundo de quejas de que toda anda mal, la nuestra debe ser la voz de la fe. La nuestra debe ser la voz, que aunque solitaria, afirme que Dios tiene el control soberano de los asuntos de los hombres, y llame la atención hacia los buenos, gloriosos y finales propósitos de Dios. Guía por lo que eres. Dondequiera que estés, que tu presencia sea un rayo de luz refrescante y una brisa suave. No debes ser otra nube oscura más, que se suma a la penumbra desbordante de nuestra tierra atormentada y que sufre. “Hacer algo bien vale más que probar que miles de cosas están mal”. Es fácil quejarse y criticar; es mucho más difícil hacer algo concreto y positivo. Como líderes espirituales, nuestro compromiso es con lo segundo. La autoridad del líder es moral y espiritual, no meramente organizacional. Otros te escucharán y te seguirán en la misma medida que vean tu ejemplo moral y tu fidelidad a la Palabra de Dios. Si te desvías de la enseñanza de la Palabra de Dios, aquellos que son verdaderamente espirituales rechazarán tu liderazgo. La eficacia de nuestra autoridad espiritual está directamente relacionada con tu ejemplo moral y tu fidelidad a la Palabra de Dios.
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CAPÍTULO CUA TRO CUATRO
TEN CLARAS TUS PRIORIDADES Intentar hacerlo todo es sinónimo de no lograr nada. Como líder espiritual, determina junto a tus ancianos, diáconos, y otros líderes cuál es el llamado que tiene la iglesia. Entonces enfoca toda la atención de la iglesia a la misión que ha sido percibida. Entrégate a la tarea haciendo uso total de los dones espirituales y los recursos que Dios le ha dado a tu congregación. Tu responsabilidad es hacer lo razonable según tu capacidad y dejar lo que está más allá de tus recursos. No hay límite por lo que se pueda orar. Ora, por lo tanto, hasta por aquellas cosas para las que no estés equipado y no podrías hacer. Pero solo haz lo que puedas, y deja de preocuparte por las cosas que no puedas hacer. “Si puedes mover una piedra, muévela. Si no puedes moverla, déjala donde está”. Este es un buen consejo. Intentar hacer algo que esté más allá de tus recursos es invitar a la frustración. No malgastes tu tiempo y energías intentando hacer lo que no puedes; si lo intentas, no te quedarán fuerzas para hacer lo que pudieras haber hecho con facilidad. Solamente haz aquello para lo cual estás equipado. Por supuesto, hay que tener fe y sacrificarse. William Carey nos desafiaba así: “Intenta grandes cosas para Dios y espera grandes cosas de Dios”. Sin embargo, no te debes cargar innecesariamente de metas y expectativas irreales. Trabajar para lograr metas inalcanzables hará que solamente se disipen tus fuerzas en intentos fútiles. Ten claras tus prioridades. “No peleen todas las batallas”, solía recordarnos uno de mis profesores del seminario. “Mas bien escoge las batallas cruciales en las que tengas que levantarte ¡y pelear!” Si peleamos cada 18
batalla, no nos quedará energía para hacer todas las cosas positivas que esperan por nuestra atención. No te impongas la tarea imposible de intentar resolver, por ti mismo, todos los problemas de tu pueblo y de tu tierra. Escoge un ministerio en particular que más se adapte a tus dones espirituales. Concéntrate entonces en ese ministerio; dale prioridad. Otros ministerios serán atendidos sobre la base de lo que puedas hacer. No te comprometas a tres o cuatro responsabilidades y las trates a las cuatro como las prioridades supremas. Esa es la fórmula para la frustración. Cuando intentes hacerlo todo, terminarás logrando nada. Ten claras tus prioridades y sujétate a ellas: 1) La prioridad principal del pastor es la enseñanza y la predicación de la Palabra (Ef. 4:11). El pastor también debe estar vinculado a la oración y a la consejería personal. Todo lo demás es secundario. 2) Los ancianos deben ser los responsables de preservar la pureza de la vida y la enseñanza de la iglesia, por medio de sus ejemplos, oraciones, enseñanza de la Palabra y del ejercicio de la disciplina de la iglesia. Lo demás les será secundario. 3) Para los diáconos y diaconizas el servicio es lo primero (Hch. 6:2-4). Son ellos los que coordinan, organizan, administran y laboran en los diferentes ministerios de la iglesia. El servicio práctico es su primera prioridad. Enseña las prioridades correctas. Formula un Compromiso de Membresía donde se plasme de forma clara los deberes de la membresía de la iglesia. Esto ayudará a los miembros a ver cuáles son sus prioridades. Crea un Compromiso de la Directiva, el cual firmarás junto a los ancianos, los diáconos y diaconizas, y otros líderes de la iglesia. El Compromiso de la Directiva deberá
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servir de guía a los líderes espirituales en cuanto a sus prioridades. Cumple diligentemente con los compromisos de membresía y de la directiva. Debes comprender que no existe sustituto alguno para la asistencia y la participación en los cultos dominicales de adoración de la iglesia. Un directivo de la iglesia no puede ausentarse de forma regular de los cultos de adoración y aun así seguir siendo un líder espiritual confiable. Mantén las prioridades correctas. No existe sustituto para el tiempo diario devocional de oración y meditación en la Palabra de Dios. Un líder espiritual que no pasa tiempo con Dios todos los días, meditando en Su Palabra y pasando tiempo en oración no tendrá éxito. Te seguirán cuando sientan que provienes de la presencia de Dios. Los que te rodean podrán decir de inmediato cuándo te has convertido en un extraño para Dios. La intimidad con Dios nunca podrá ser falsificada. Ten cuidado con el uso de tu tiempo. La televisión es un pasatiempo y te podría robar mucho tiempo valioso. Disciplínate a pasar, por lo menos, la misma cantidad de tiempo entre la tele y la lectura de buenos libros cristianos. Si tienes tiempo para la tele, entonces no tienes excusa de no tener tiempo para leer. Proponte leer por lo menos un buen libro cada dos meses. Ten las prioridades adecuadas. No debe programarse nada en la iglesia que pueda entrar en conflicto o tome el lugar de los cultos de adoración en los domingos o de los cultos regulares de oración. Lleva a cabo estas dos actividades cruciales de la iglesia, cualesquiera que sean las circunstancias. No suspendas los cultos de los domingos y los cultos regulares de oración de la semana incluso cuando tengas actividades especiales tales como campamentos o conferencias de misiones. Si cancelas una actividad
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dominical a favor de otra, estarás diciendo con tu acción que existen otras cosas más importantes que la adoración de la iglesia reunida. Esto no debe ser. Vela por tus prioridades. El culto de oración no debe ser cancelado aunque coincida con un día festivo. Los días festivos deberían asistir más miembros al culto de oración, pues nadie tiene que trabajar ese día. Los cultos oficiales de oración no deben cancelarse cuando coincidan con el día de Navidad, el día de Año nuevo o con cualquier otro día especial. Esas ocasiones especiales serían una razón más para pasar tiempo en oración ya que la oración puede centrarse en el significado especial de ese día. Por supuesto, es muy importante estar junto a nuestras familias en días especiales como Navidad. Sin embargo, con mucho cuidado se podrían hacer arreglos apropiados que nos permitirían cumplir nuestros deberes familiares sin abandonar nuestro compromiso de adorar y orar con la iglesia de Dios. Las personas son más importantes que los programas, y los individuos son más importante que la multitud. Cuando alguien que esté en una verdadera necesidad se te acerque pidiéndote ayuda, abandona lo que estés haciendo y acude a él. No importa cuán ocupado estés, nunca estés demasiado ocupado como para no dedicarle tiempo a las personas. Confía tus otras obligaciones en las manos de Dios y presta atención a la persona en necesidad, pero ten discernimiento. Cuando sientas que la persona ya no esté necesitando ayuda, culmina, con mucho tacto, tu tiempo con él. Los líderes espirituales deben estar siempre disponibles para aquellos que están en necesidad espiritual. Pero no permitas que nadie consuma tu tiempo innecesariamente. Formula tus prioridades. Los líderes deben tener una visión de lo que podría y debería ser su iglesia. Sin visión, simplemente “mantendrás las cosas como van”. Sin visión
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simplemente estarás manteniendo el status quo. Una visión de lo que el Señor quiere hacer con tu iglesia solo puede tenerse en un ambiente de tiempo con Dios y estudio de Su Palabra. La visión no cae del aire, sino que viene de la meditación y la reflexión serias, así como interactuando con otros que estén también involucrados en la edificación del reino de Dios. La visión viene cuando lees, y de forma sensible, escuchas lo que está sucediendo en nuestra tierra, nuestro pueblo y en nuestro mundo. Los líderes son los responsables de formular las metas precisas para la iglesia. La manera más segura de no dar en el blanco es no apuntándole. Las metas precisas son necesarias, pues crean un sentido de dirección – pero no necesariamente para medir nuestro éxito. Las metas explícitas son necesarias para indicar las prioridades – aunque se conviertan en una fuente de frustración cuando no sean alcanzadas. Los líderes guían por su visión. Por lo tanto, tú debes ver de forma más clara que nadie lo que pudiera hacerse, lo que necesita hacerse, y lo que no debe hacerse en tu iglesia. Sin visión caminarás en círculos. Para darle a la iglesia un sentido de dirección, necesitas formular metas precisas y acordar con otros líderes las mejores estrategias para alcanzarlas. Los líderes deben planificar y tener disciplina para adherirse al plan. Por supuesto, hay lugar para lo espontáneo, para lo que sucede en el momento, de lo contrario las cosas resultarían terriblemente aburridas. Pero el liderazgo en su generalidad necesita planificación meticulosa, esmerada y anticipada. El liderazgo exige la auto disciplina para el seguimiento determinado, fiel y vigoroso de los planes. Sin los planes las cosas se tornan caóticas y se ve dañada la obra de Dios. Sin una acción bien pensada, tu liderazgo podría degenerar en el correr desenfrenado de una gallina a la que le acaban de cortar la cabeza.
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Está errada la actitud: “Ya planificamos. No hay que orar”. Igualmente errado está decir: “Ya oramos. No hay que planificar”. Mas bien deberíamos decir: “Planificamos mientras tanto oramos”, y “oramos mientras tanto planificamos”. Planificar sin orar es depender de nosotros mismos; y orar sin planificar es ser irresponsables. Orar sin planificar es malgastar nuestros recursos. Planificar sin actuar es hacer vanas promesas. Planificar en grande es visión. El no poder darle seguimiento a ese plan es soñar despierto. Ten las prioridades adecuadas. Tu vida familiar es crucial. El fracaso en el hogar es descalificación directa del liderazgo espiritual (1 Tim. 3:4-5). El liderazgo no debe hacer de ti un cabeza de familia irresponsable o un miembro ausente de la familia. El ministerio fuera del hogar no debe causarte que abandones la significante y responsable vida familiar. A pesar de las exigencias del liderazgo espiritual, no se deben ignorar los sucesos importantes como los cumpleaños, los aniversarios de boda, las graduaciones y las partidas o llegadas de viajes prolongados. Comparte tu hogar con otros, pero protege la privacidad de tu familia. Extiende el amor de tu familia a aquellos que nunca han conocido el gozo del calor hogareño. Hay más hogares quebrantados de lo que creemos, pero ten cuidado de que tu esposa o esposo y tus hijos no piensen que el bienestar de otros te es más importante que el de ellos.
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CAPÍTULO CINCO
OTORGA EL LIDERAZGO ESPIRITUAL A LOS QUE SON ESPIRITUALES La cultura filipina exige la pakikisama. La familia filipina requiere que se compartan con los miembros de su propia familia los beneficios sociales y económicos. Esto incluye la familia extendida de kamag-anak (parientes), kaibigan (amigos), kapitbahay (vecinos), y kababayan (los de la misma provincia). Sin embargo en la iglesia, la lealtad familiar va más allá por nuestra lealtad a Cristo y nuestro amor por los otros creyentes. Los cargos de líderes en la iglesia no son para que se distribuyan entre amigos, parientes y miembros de la familia. El liderazgo espiritual es solo para aquellos que califican moral y espiritualmete (1 Tim. 3:1-13; Tito 1:5-9). Se necesita ser probado fiel en las cosas pequeñas antes que se nos otorgue responsabilidad sobre cosas mayores (1 Tim. 3:10). La informalidad en deberes pequeños nos descalifica para ocuparnos en mayores responsabilidades. Decir: “Démosle un cargo de líder para que se vea obligado a ser más responsable” es no seguir la instrucción bíblica. El dar cargos de liderazgo a los irresponsables es una fórmula segura para el fracaso y el desastre en la iglesia (Mt. 25:26-29; Lc. 16:10). Cuanto te encuentres en duda de si una persona se encuentra lista para el liderazgo, no hagas experimentos. El liderazgo es algo demasiado crucial para ser puesto en manos de alguien que resulte estar descalificado. Cuando no haya nadie que parezca adecuado para un cargo, es mejor dejar la plaza vacante. Una vez que la persona inapropiada esté en el cargo, será muy difícil quitarlo. Por otra parte, un cargo de liderazgo vacante puede ser fácilmente ocupado una vez que aparezca la persona adecuada. 24
Mantén lejos de los cargos de líderes a aquellos que son informales, carnales y consentidos. La informalidad descalifica a la persona para el liderazgo espiritual, no importa cuán dotada pueda ser. Por ejemplo, si una persona se malhumora por la más mínima provocación que se imagine y desaparece de la iglesia por nimiedades, tal persona es informal. Mantén el liderazgo lejos de ella. Cuando una persona está perennemente fallando en cumplir sus promesas, sean grandes o pequeñas, es informal. Alguien que pida libros prestados u algo de la iglesia y no lo regresa hasta que se lo tengan que decir, o lo que es peor, promete devolverlos, pero falla una y otra vez, es informal. Se convertirá en un gran problema una vez que esté en un puesto de liderazgo espiritual. Cuando una persona hace lo que prometió sin que haya habido que estarle recordando o presionando, es candidata a ser un buen líder. Cuando una persona cumple su palabra, que incluso el hacerlo supiera que le pudiera resultar inconveniente o caro, ella será de gran valor para el liderazgo espiritual. Aleja el liderazgo de personas que tiendan a mangonear a las personas. Cuando una persona considere a los individuos como medios para llegar a un fin, como piezas de un tablero para ser movidas de aquí para allá o como bienes económicos para lograr el éxito, esa persona es carnal, no es espiritual. Aleja de ella el cargo de líder. En contraste, el líder espiritual verdadero es aquel que ve a los individuos como vidas preciosas que están bajo su cuidado – como ovejas que deben ser protegidas, nutridas, cuidadas, servidas, amadas e incluso por las que se pudiera morir si fuera necesario. El que dirige la iglesia como si fuera una corporación de negocios, o actúa como el jefe o el dueño, o trata a los obreros de la iglesia como si fueran nada, tan solo empleados, es un líder mundano. No le ofrezcan liderazgo
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alguno. Por el contrario, el líder genuino es aquel que guía con humildad y el ejemplo – que solicita en vez de ordenar, que pide en vez de amenazar, y que alienta en vez de exigir. El líder espiritual se ve a sí mismo como una parte del todo. Siempre está consciente de ser un miembro del Cuerpo (Ro. 12:4-5), consciente de ser un pequeño pastor bajo la autoridad del Pastor Principal (1 P. 5:4). No le des el liderazgo al carnal que está solamente para “mostrar lo que puede hacer”. El liderazgo espiritual no es para aquel que con orgullo se siente seguro de “poder cambiar el mundo si se lo permiten”. Es solo para aquellos que, no obstante, conscientes de sus carencias o condición indigna, con temor aceptan la responsabilidad del liderazgo como un asunto de obediencia al Señor. El hombre espiritual sabe que por sus propios medios no es nada y no puede lograr nada; pero acepta el llamado a guiar, sabiendo que si Dios llama, también Dios proveerá. Otorga el liderazgo espiritual solo a aquellos que son de pensamiento espiritual. El hombre espiritual es dadivoso y no egoísta. El espiritual sabe que el liderazgo requiere sacrificios y no auto gratificación. Aquel que está en busca de los privilegios y ventajas – que quiere y exige lo mejor, lo más grande y lo más conveniente para él – no está apto para el liderazgo espiritual. El de mente espiritual no exigirá privilegios, ni se levantará y luchará por sus derechos si éstos fueren pisoteados. Por el contrario, el líder espiritual cederá presto, por el bien de los demás, aquello que por derecho es suyo. El líder espiritual se identifica con aquellos que menos tienen en la vida tanto económica como socialmente. Es agradecido ante el beneficio material que se le ha provisto, pero no se queja cuando carece provisión material o sufre inconveniencias. El hombre espiritual es capaz de regocijarse en el Señor, no importa cuáles sean las circunstancias (Flp. 4:11). A hombres y mujeres como estos, dale el liderazgo.
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Los líderes espirituales ven su posición como un llamado divino. Nadie debe ser obligado a aceptar la responsabilidad de liderazgo. Las candidaturas para estos cargos deben ser elaboradas con mucho cuidado y bajo oración. El que acepte el cargo debe hacerlo con disposición. Al que se le pide que sea líder debe tener la convicción de que la petición es un llamado de Dios para el servicio. Se puede lograr mucho más con uno que se compromete y se sacrifica, que con diez de poco entusiasmo y que sirvan por conveniencia.
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CAPÍTULO SEIS
SE EXTREMADAMENTE CUIDADOSO CON EL DINERO El dinero que se le da a la iglesia es dinero que se le ha dado a Dios. El dinero de la iglesia es el dinero del Señor. Por lo tanto, los fondos de la iglesia deben ser manejados con extremo cuidado y la mayor honestidad (Hechos 20:33-35). En cierta forma se hace más fácil serle fiel al Señor cuando hay escasez de dinero que cuando hay mucho. Hace falta una dosis alta de madurez espiritual para manejar correctamente grandes sumas que para manejar las pequeñas. No es suficiente el ser honesto a la hora de manipular el dinero de la iglesia, sino que se debe tener mucho discernimiento al usar el dinero que le fue ofrecido a Dios. La mayoría de nosotros prestamos cuidado al usar nuestro dinero, pero cuando se trata del dinero que no es nuestro, algunos nos descuidamos y lo despilfarramos. Esto nunca debería ser así con los recursos de la iglesia. Al usar el dinero de la iglesia, no nos preguntamos tan solo: “¿Tenemos los fondos?, sino más bien : “¿Será esta la mejor manera de usar el dinero del Señor?” No se pregunte simplemente: “¿Cuánto tenemos disponible?”, antes bien debemos preguntarnos: “¿Verdaderamente necesitamos gastar esta cantidad para esta actividad teniendo en cuenta nuestro compromiso con las misiones, los salarios inadecuados de la mayoría los pastores, las necesidades de aquellos que son víctimas de calamidades y el ingreso promedio de las familias de nuestro país?” Nuestro propósito es ahorrar tanto como se pueda para dar más generosamente a los que están más necesitados que nosotros. Nuestros gastos deben estar basados en el contexto de la iglesia nacional y no en el de nuestra iglesia local. 28
Gasta sabiamente. Busca el equilibrio entre los diferentes intereses y ministerios de la iglesia. No lo arriesgues todo en una sola empresa. No está bien colocar todos tus recursos en los proyectos de interés social y descuidar al pastor y a la vez a su familia. No es sabio gastar una inmensa cantidad para financiar un campamento de la iglesia y en cambio dar a duras penas para las misiones. El dinero de la iglesia debe ser repartido entre las misiones, el alcance evangelístico, los intereses sociales, el pastor y su familia, los gastos operativos de la iglesia y las actividades ocasionales como son los campamentos. Se pierde la perspectiva y el equilibrio cuando se emplean todos o la mayor parte de los recursos en un solo aspecto. Saca el presupuesto adecuado. Planifica según los recursos con que cuente la iglesia y no cuentes con lo que te puedan traer los amigos estadounidenses. Los gastos operativos, incluyendo el salario del pastor y su familia, debe ser responsabilidad directa de los miembros de la iglesia. Es más aconsejable que las donaciones que provengan fuera de la membresía de la iglesia se usen para las misiones, intereses sociales y algunos proyectos especiales. No es sabio depender de los fondos externos para los gastos operativos. Desarrolla un amplio interés. Da para las misiones por lo menos un diezmo del ingreso mensual de tu iglesia. Entonces incrementa tu ofrenda para las misiones como seas capaz. Las ofrendas para las misiones debe ser parte del compromiso normal de la iglesia, y no algo que se haga cuando tu iglesia tenga dinero para gastar. Cuando recibas donaciones, sigue las especificaciones del donante. Si no estás de acuerdo con él, conversen al respecto. Si todavía no llegan a un acuerdo, devuélvele el regalo, no importa cuán grande sea la suma. Nunca emplees en otros asuntos los fondos que hayan sido dados para un propósito específico, no importa cuán aguda sea la necesidad de éstos. No tomes prestado de los 29
fondos designados para los gastos operativos. Si pareciera extremadamente necesario emplear una donación que haya sido dirigida para un propósito específico, el asunto debería consultársele al donante. Es más, la trasferencia de fondos con propósitos específicos, debería ser una alternativa remota incluso cuando existiera la posibilidad de hablarlo con el donante. Cuando emplees dinero, piensa siempre en que más tarde o más temprano tendrás que rendir cuenta a la congregación. Aún cuando no tengas que hacerlo, tendrás que justificar, de todos modos, cada gasto a tu conciencia y al Señor en el día del juicio final. No hagas un gasto a menos que puedas justificarlo con la conciencia limpia.
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CAPÍTULO SIETE
NUTRE A LA IGLESIA COMO A UNA FAMILIA La iglesia es “la familia de Dios” (1 Tim. 3:15; Ef. 2:19; Ga. 6:10). La congregación de los creyentes de un lugar es una familia y debe ser guiada como tal (1 Tim. 5: 1-2). “En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”, eso nos manda la Palabra de Dios (Ro. 12:10). El pueblo de Dios, así como la familia filipina, debe caracterizarse por el respeto mutuo. En la familia usamos títulos de respeto tales como Kuya, Ate, Manong o Manang. En la iglesia, al igual que en la familia, no usamos los títulos oficiales que usa la gente. Entre los cristianos no nos llamamos “Sr.” o “Sra.”, o “Dr.” o “Licenciado”, como tampoco lo hacemos entre los del hogar. Más bien, nos dirigimos los unos a los otros con nombres de cariño o los diminutivos de nuestros nombres. La iglesia es una familia que se caracteriza por el amor y el respeto mutuos. La iglesia es una familia; por lo tanto, cuídate de las inmoralidades sexuales. Evita el exceso de confianza con el sexo opuesto, aunque nos tengamos amor mutuo. Se confía en los líderes espirituales sin ningún tipo de reservas. La necesidad de guardar la compostura es, en primer lugar, una responsabilidad del líder y no de los seguidores. Los líderes espirituales deben estar libres de inmoralidades sexuales y deben evitar que se desconfíe en lo más mínimo de su moral. La política del “no me toques” hacia el sexo opuesto es muy filipina, pero a la vez es sabia y prudente. Cuídate de las indiscreciones “inocentes”. Cuando vayas a dar consejería a alguien del sexo opuesto, hazlo en un lugar abierto donde los puedan ver. Si van a usar una oficina de la iglesia, hazlo con la puerta abierta. Nunca 31
des consejería a nadie del sexo opuesto estando en un lugar cerrado, especialmente en un cuarto donde se encuentren solos. Si eres mujer, evita dar consejería a un hombre casado que esté atravesando por problemas con su esposa. Remítela a alguien de su mismo sexo. Si eres tú la que tienes que hacerlo, trata de que su esposa o tu esposo esté presente. Si no te has casado, prepara un equipo de consejería cuando se trate de brindar ayuda a alguien casado o del sexo opuesto. Nutre la iglesia como a una familia. Cultiva relaciones personales con aquellas personas de quienes eres líder. Apréndete el nombre de las personas (inclusive su pronunciación y forma de escribirse). No hay nada que suene más discordante que escuchar tu nombre mal pronunciado. Usa el nombre de cariño o diminutivo de la persona cuando la saludes o te dirijas a ella. Escucha más y habla menos. Cuando varias personas necesiten tu atención, préstasela a cada una de forma ininterrumpida y por separado. Escucha a una sola persona a la vez y no a todos al mismo tiempo. Es mejor escuchar en cinco minutos a cinco personas de forma sucesiva, dándole a cada una un minuto de tu total atención; que tratar de escuchar a cinco personas a la vez en los cinco minutos. Incluso, cuando estés en un lugar lleno de personas y con mucho ruido, bríndale a cada persona que se te acerque un minuto de tu completa atención. Luego dices: “Por favor, discúlpeme. Creo que (nombre de la otra persona) necesita hablar conmigo”. Entonces vuélvete hacia la otra persona y concéntrate en lo que sucede en ese otro minuto. Cultiva relaciones significativas con las personas. Recuerda los cumpleaños, los aniversarios de bodas u otras ocasiones que resulten especiales para las personas. Visita, llama, envía una tarjeta o un regalo si puedes costearlo. Invita a otros a para que compartan tu alegría y gratitud en tus días especiales. Si no tienes los recursos
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para invitar a todos, podrías invitar a diferentes personas en diferentes ocasiones. Es decir, invitar a un grupo de personas a tu fiesta de cumpleaños, y a otro a la celebración de aniversario de boda, en vez de invitar al mismo grupo cada vez. No hagas esto como algo para atraer a los demás, o como un medio para congraciarte con otras personas. Hazlo como una expresión tangible de tu amor y cuidado hacia los que Dios te ha puesto como líder. La prueba de tu sinceridad al relacionarte con otros se muestra en tu actitud hacia ellos después que dejas de ser su líder. Si tu amabilidad hacia los que diriges depende de tu posición de líder, entonces dicha amabilidad es hipocresía. Lo que hagas para los demás, debe ser por un compromiso personal de afecto, y no como cumplimiento con tu trabajo. Busca estar disponible cuando otros te necesiten. Deja de hacer todo lo que estés haciendo para que puedas atender al que esté necesitando verdadera ayuda. Acude y preséntate tan pronto alguien es hospitalizado, da a luz, está en crisis, tuvo un accidente o necesita tomar una decisión crucial. Dedica tiempo a quienes incluso te necesitan solo para decirte algo emocionante o tan solo necesitan sentirse tranquilos con tu presencia. Trata con la gente sobre la base del diálogo personal. Los anuncios en grupo resultan ineficaces normalmente. Los anuncios como mejor sirven es como recordatorios. No son buenos para hacer que las personas tomen decisiones importantes. Debes hablar con ellas personalmente si quieres que lleguen a ser capaces de hacer algo relevante. Haz llamadas personales; escríbeles notas. Invítalos personalmente a actividades importantes. Interactúa con ellos. El roce con las personas es útil para lograr que se unan al coro, asistan a los cultos de oración, vayan a los campamentos o se involucren en alguna que otra función.
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No permitas que los malentendidos cobren fuerza. Busca explicaciones concisas. No dejes que los resentimientos se acumulen o que las heridas se profundicen sin que antes los hayas enfrentado. El malhumor es contraproducente. Si tienes algo contra alguien, dirígete a la persona y trata de que juntos aclaren el asunto. Evita el chisme. Si quieres corregir a alguien, díselo a esa persona y no a nadie más. Pero trata de tener discernimiento y de ser amable; podrías destruirlo siendo demasiado franco. Nuestro propósito es edificarnos unos a otros, no destruirnos. Sin embargo, hay verdades que deben ser dichas aunque duelan, no importa cuán amables y suaves podamos decirlas. La iglesia es una familia. Edifíquense unos a otros. No estén prestos para criticar a nadie. Si tienen algo en contra de alguien, habla con dicha persona en privado. Si el tema es difícil o delicado, busquen a alguien en quien los dos confíen y respeten para que esté presente cuando se trate el asunto. Sean fieles los unos a los otros. Si se habla mal de algún miembro, defiéndanlo y no lo hundan más. Defiendan a los líderes de la iglesia en vez de desanimarlos siendo desleales. Trata los malentendidos como lo harías dentro de tu familia. Mantén abiertas las líneas de comunicación. Asegúrate que en el conflicto, ambas partes sean escuchadas lo suficiente. Brinda el respeto debido a los más ancianos. Incluso, cuando alguien mayor de edad esté equivocado, debe ser tratado con respeto. Sean sensible a las necesidades de otros. Mantente listo para ayudar aunque te cueste un precio alto. Pero no des lugar a la dependencia. Nadie debe convertirse en un gorrero. Pero por otra parte, no debe haber nadie en la iglesia que no tenga nada que llevarse a la boca cuando hay otros que tienen suficiente o más que suficiente.
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Nadie reniega de la familia, no importa cuán triste pueda ser el malentendido. Aun cuando una de las partes dentro del conflicto escoja separase de la membresía y pasarse para otra iglesia, debe seguir el amor, el cuidado, el respeto y el interés mutuo de los unos para con los otros. No hay nada que sea más deshonroso para el nombre de Cristo. Puesto que la iglesia es una familia, se prefiere el consenso a la hora de tomar una decisión. Las decisiones tomadas según el voto de la mayoría deben ser algo de última instancia, y no la forma usual de tomar decisiones. A todos deben dársele la oportunidad de ser oídos. Respétese a la minoría. Nadie debe ser obligado a hacer lo que no quiere. Haz todo esfuerzo para convencer a todos de lo que es correcto en cuanto a un asunto. Por otra parte las personas no deben ser testarudas ni egoístas. Siempre existe la necesidad del intercambio mutuo, el sacrificio, la disponibilidad de ceder derechos o ventajas personales por el bien de los que pertenecen a la familia. Evita la tiranía de la mayoría insensible. Pero tampoco permitas que la iglesia quede paralizada por el alboroto de una minoría discordante. La iglesia es una familia. Esta metáfora es tan solo una de muchas que hay en las Escrituras. La congregación de los creyentes también es un rebaño (1 P. 5:2). Los ancianos son los pastores y la congregación son las ovejas. Los pastores guían al rebaño cuando van delante de las ovejas, es decir, guían con el ejemplo, no con la fuerza. Los líderes espirituales alimentan, cuidan y protegen el rebaño que Dios les ha confiado bajo su cuidado (Jn. 21:15-17; Hch. 20:28). La iglesia también es un cuerpo, donde son cruciales la unidad y la ayuda mutuas. En el cuerpo, el dolor de uno es el dolor de todos. La felicidad de uno es el placer del resto (1 Co. 12:12-17; Ro. 12:4-5). En un cuerpo ninguna parte sobrevive por sí sola. No son solo los débiles los que
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necesitan a los fuertes; también los fuertes necesitan a los débiles. Porque ni siquiera los fuertes son capaces de hacerlo todo por sí solos. Entonces, ¿cómo debes dirigir la iglesia? Al ejercitar el liderazgo espiritual, siempre debes hacer que la iglesia siga las enseñanzas bíblicas y que se comporte según ellas. Depende completamente de Dios por medio de la oración. Guía con una moral ejemplar. Otorga el liderazgo espiritual a los que son espirituales. Mantén claras tu prioridades y nutre a la iglesia como se nutre a una familia. Bajo estos principios he buscado – nunca con perfección pero sí con determinación – guiar al pueblo de Dios. Que te sean útiles estos principios al ejercer el liderazgo espiritual en tu iglesia.
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CAPÍTULO OCHO
CÓMO ORGANIZAR LA IGLESIA Una iglesia en crecimiento más tarde o más temprano necesitará organizarse. Durante su primera etapa, el pequeño grupo de estudio bíblico que se reúne en una casa puede ser dirigido por un solo individuo o por la propia familia de la casa en donde se reúnen. Sin embargo, a medida que el grupo crece, se va convirtiendo en una congregación de adoradores. A mayor número de personas, mayor se va haciendo la necesidad de organización. Entonces, ¿cómo organizar una iglesia que se encuentre en pleno surgimiento? He aquí algunas pautas: 1.
Organiza tu iglesia para que cumpla más eficazmente su misión fundamental.
La iglesia es primeramente una comunidad de adoración (Hch. 2: 42, 46, 47) y de testimonio (Mt. 28: 18-20; Hch. 1:8). La iglesia está hecha para hacer buenas obras (Ef. 2:10; Mt. 5:16), y para proveer aliento y enseñanza mutuos, entre los creyentes (He. 10:24-25; Hch. 4:32, 34). Es el ejército de Dios que combate activamente contra Satanás y sus fuerzas (Ef. 6:10-18). El propósito de la iglesia es adorar a Dios, predicar a los incrédulos, hacer buenas obras en el mundo, proveer la calidez de la comunión entre los creyentes y pelear contra Satanás y su maldad. La iglesia existe para adorar, testificar, hacer buenas obras, dar abrigo y batallar. Al organizar una iglesia, la meta debe ser hacer que la iglesia sea más eficaz al cumplir su misión. La misión de la iglesia es una, y es inseparable aunque tenga diferentes
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partes. Concentrarse en un aspecto y olvidarse del resto es fracasar al llevar a cabo la misión de la iglesia. Por ejemplo, si nos concentramos en la adoración y descuidamos el evangelismo, haríamos que la iglesia se estanque en su crecimiento. Por otra parte, si nos concentramos en las buenas obras sin vivir una vida de adoración seríamos humanitarios o filantrópicos, pero no necesariamente cristianos. Batallar contra Satanás sin llevar una vida de oración en comunión con otros creyentes es aproximarse al derrumbe espiritual. La misión de la iglesia no debe cumplirse por partes. O la llevamos a cabo toda, o no hacemos nada. Organiza la iglesia de forma tal que se le preste la debida atención a cada aspecto de su misión. Esto significa que en la iglesia local debería haber un departamento o una persona específica a cargo de las siguientes áreas: Adoración y Oración, Evangelismo y Misiones, Discipulado, Asuntos Sociales y Administración y finanzas. Otros aspectos podrían insertarse dentro de estos departamentos. 2.
Organiza la iglesia en lo necesario.
La organización no es un fin en sí misma si no un medio para lograr mayor efectividad en la misión de la iglesia. La desorganización hace que la iglesia sea ineficaz e incapaz de cumplir su misión. Por otra parte, el ser demasiado organizado hace que la iglesia sea inflexible y por ende, incapaz de cumplir su misión. El exceso de departamentos conduce inevitablemente a que se aglomeren las funciones. El que haya demasiados cargos, o demasiados directores o presidentes, conlleva a los celos mutuos “cuando se cuida su propio terreno”. A partir de ahí surgen problemas y conflictos innecesarios. La aglomeración de cargos y comisiones inoperantes son más bien una carga y un obstáculo para el ministerio de la iglesia. Desafortunadamente existen iglesias locales que tienen la tendencia de hacer que cada uno tenga un cargo 38
en la iglesia “para hacer que todos estén incluidos”. Tal esquema es contraproducente y frena el desarrollo de la iglesia. Cuando una iglesia se encuentra en la primera etapa, el que la ha comenzado, evangelista o misionero, quizás tenga que hacerlo todo – desde dirigir el estudio bíblico hasta hacer las visitas, arreglar las sillas o bancos para el culto o forrar los himnarios. Luego, cuando 20 o más asistan de forma regular, el líder puede ver que se hace necesario señalar a algunos para que se dediquen a funciones específicas. Alguno tendrá que enseñar en la escuela dominical, otro preparará el lugar del culto y habrá hasta quienes sean los encargados de preparar las meriendas. Para las congregaciones pequeñas, una sola persona que sea responsable puede lograr más que una comisión que se encuentre obstaculizada por falta del número de personas necesarias para tomar decisiones. Es cierto que a veces la mejor manera de asegurar que algo no se llegue a hacer es el llevar el asunto a un comité más amplio para “su posterior estudio”. Comienza con un mínimo de organización. A medida que la congregación crezca, añade los departamentos que sean necesarios según surjan las necesidades. No tengas una idea preconcebida de organización. Desarróllala a medida que avances. Sé sensible a las necesidades de los miembros y a los desafíos y las oportunidades que te presente la iglesia. Organiza tan solo cuando exista la necesidad o para hacer uso de una oportunidad de una manera más eficaz. Por ejemplo, cuando se expanda tu programa de becas para los pobres, escoge a alguien que se haga cargo del programa. A medida que crezca, forma un departamento de ministerio estudiantil.
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La organización trae consigo crecimiento en vez de que sea el crecimiento el que traiga consigo la organización. Por ejemplo: constituye un departamento para el ministerio estudiantil solamente para dirigir de forma más eficaz el trabajo de crecimiento estudiantil, y no lo organices para comenzar a alcanzar a los estudiantes y luego, subsecuentemente, presionar a cada uno para que pertenezcan a esta ¡nueva área del liderazgo de la iglesia! La organización es un siervo muy útil, pero un amo muy difícil. Haz de la organización una herramienta para que el ministerio tenga mayor efecto. No lo conviertas en un amo exigente que solo pude ser aplacado con resultados inmediatos y estadísticas impresionantes. 3. Organiza la iglesia de acuerdo a los dones espirituales que se evidencien en la congregación. Observa e identifica los dones espirituales de los miembros de tu iglesia. Entonces preséntales las oportunidades en las que puedan ejercer y desarrollar sus dones espirituales – sea el don de mayordomía, el don de hacer misericordia, de evangelismo, de la enseñanza, predicación, consejería o algún otro don. La dirección del ministerio de tu iglesia debe depender, hasta cierto grado, de los dones espirituales de sus miembros. Si por ejemplo, la iglesia ha sido dotada de cantantes, es hora de formar un coro. Si no existen personas que puedan cantar, entonces no sería sabio emplear tiempo y energías en tratar de formar y entrenar un coro. ¿Hay alguien en tu iglesia que tenga el don de compenetrarse con los niños y que tenga la habilidad de explicarles de forma fácil las verdades bíblicas de forma que las entiendan y les emocionen? Entonces ya es hora de establecer una Escuela Dominical para niños. Los dones espirituales de las personas deben ajustarse a las exigencias del ministerio en el cual se encuentran o al
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que hayan sido elegidos en la iglesia. Organiza la iglesia de acuerdo a los dones espirituales que se encuentren presentes en la congregación. 4. Organiza la iglesia de forma que pueda haber liderazgo colegiado y compromiso mutuo. En la iglesia primitiva, el liderazgo se encontraba en las manos de los ancianos. Y cuando Pablo se refería o mencionaba a los ancianos en cualquier iglesia, usaba la forma plural (Flp. 1:1; Hch. 20:17; Tit. 1:5). Esto indicaba que el liderazgo en la iglesia primitiva era colegiado. Ninguna persona dirigía a la iglesia por sí sola. Aún cuando habían ancianos de más experiencia, tenían compromiso mutuo en el liderazgo de la iglesia local (1 P 5:1-4). La organización de la iglesia debe permitir el liderazgo colegiado y el compromiso mutuo. Un solo líder, sin tener a nadie a quien responder, mas tarde o más temprano comete un error serio. A veces lo único que hace falta para afectar o destruir una congregación es una mala decisión tomada por el líder. Un líder que no tenga a quién responder puede descuidarse fácilmente. Puede ir a los extremos o caer en tentación. Puede también gastar los fondos de la iglesia de forma irresponsable o llegar a ser deshonesto. Sin responsabilidad, el líder podría descuidar sus relaciones con el sexo opuesto y caer en inmoralidades sexuales. Puede desviarse de sus enseñanzas, introducir prácticas cuestionables dentro de la iglesia, y hasta podría llegar a convertirse en orgulloso e incorregible. En algún momento la iglesia tendrá que constituir un consejo de iglesia o un consejo de administración. Es entonces cuando el pastor se compromete con el consejo y el consejo, a cambio, se responsabiliza con la congregación, la cual, por otra parte, acepta la autoridad
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espiritual del pastor. Todos son regidos por lo que dice la Palabra, y a la larga todos se responsabilizan con Dios. La organización de la iglesia debe dejar claro el orden de autoridad. ¿Quién responde por quién? ¿A quién? ¿Por qué? Debería haber una descripción del ministerio escrita para cada obrero y líder de la iglesia. La descripción del ministerio deberá definir con términos claros el contenido de trabajo de cada cargo. La organización de la iglesia debe indicar quién decide sobre qué. Por ejemplo, ¿quién toma la decisión cuando se trata de disciplinar a algún miembro en desobediencia? Se debería delimitar bien hasta dónde podría decidir por su cuenta un líder de la iglesia, o que podría hacer una comisión o departamento de la iglesia por su propia cuenta. Es aquí cuando se hace necesario un manual para la iglesia. Un manual es extremadamente valioso cuando se prepara con sabiduría y mucho cuidado. El manual debe expresar las pautas precisas en cuanto a los intereses fundamentales de la iglesia. 5. La iglesia debe cumplir con todos los requisitos legales de una institución si se encuentra registrada ante el Estado. 6. Si tu iglesia local es parte de una denominación con prácticas de gobierno eclesiástico establecidas, sigue el sistema y cumple fielmente con sus deberes y disfruta tus privilegios. 7. Organiza tu iglesia de manera que permita al pastor ejercer libremente su ministerio espiritual. Hoy en día se hace énfasis en el pastor como un eficiente administrador-gerente de la iglesia. El Nuevo Testamento, sin embargo, señala su papel como pastormaestro (Ef. 4:11; Jn. 21:15-17). El pastor, a su vez, funciona como un ejemplo moral para la congregación (1
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P. 5:3). El ministerio primario del pastor es predicar y enseñar la Palabra. Como pastor-maestro también debe dar prioridad a la consejería y a la intercesión por su congregación. Por encima de su ministerio público, debe ser un ejemplo en su vida familiar, de dominio propio y de disposición para hacer sacrificios personales. Debe demostrar las cualidades morales y espirituales señaladas por Pablo en sus cartas a Tito y Timoteo (Tito 1:6-9, 1 Tim. 3:2-7). La organización de la iglesia deberá permitirle al pastor concentrarse en la predicación y enseñanza de la Palabra, la consejería, la oración y a tener tiempo suficiente para él y su familia. Los ancianos, diáconos, diaconizas y otros líderes pueden ayudar ejerciendo los otros ministerios que el pastor no pueda hacer.
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CAPÍTULO NUEVE
EL PASTOR DE LA IGLESIA Calificaciones, descripción del ministerio, apoyo financiero La elección de un pastor es crucial para el crecimiento, e incluso para la supervivencia de una iglesia. Cuando se busque un pastor, escojan a uno que: 1. 2. 3.
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Muestre las cualidades que dice la Escritura debe tener un líder espiritual (Josué 1:7-9; 1 Tim. 3:1-7; Tito 1:7-9). Muestre grandes posibilidades de cumplir eficazmente la descripción del ministerio que se haya formulado para tu pastor. Tenga los dones espirituales y la preparación para que pueda comunicar eficazmente la Palabra de Dios, es decir, que en particular tenga el don de la enseñanza y la predicación (Ef. 4:11). Preferentemente tenga esposa e hijos que concuerden con los requisitos de la Palabra en cuanto a cómo debe ser la familia de un líder espiritual (1 Tim. 3:2-5; Tito 1:6). Crea y acepte de corazón y sin reservas la Declaración de Fe de la iglesia y su Declaración de Propósito; y que esté preparado y dispuesto a enseñarlo e implementarlo fielmente. Muestre evidencias de tener el corazón de un buen pastor, y que a su vez tenga las cualidades de un jugador de equipo. Deberá ser alguien que esté dispuesto a compartir su liderazgo con los ancianos y con otras personas de la iglesia que estén dotadas espiritualmente, y no alguien cuya inseguridad lo haga ejercer el cargo despóticamente (Jn. 21:15-17; 1 P. 5:1-4). Esté preparado para entregarse al ministerio pastoral por el resto de su vida, o por lo menos tres 44
años, pero que a su vez esté dispuesto a renunciar si no cumpliera con algunos de los requisitos anteriormente expuestos. DESCRIPCIÓN DEL MINISTERIO DEL PASTOR El pastor tiene que llevar a cabo un ministerio, y no un oficio. Es bueno para la iglesia y para el pastor llegar a un muto acuerdo respecto a una descripción específica del ministerio del pastor, preferiblemente antes que este último comience a servir. Usted puede adoptar la siguiente descripción del ministerio. El listado indica el orden descendiente de las prioridades. La primera prioridad del pastor es predicar y enseñar la Palabra, y la última es representar a la iglesia en reuniones entre iglesias o nacionales. La última puede ser fácilmente delegada, pero la primera no. A.- Predicar y enseñar 1.
Predicar y enseñar la Palabra en los cultos dominicales. 2. Encargarse de que un predicador-maestro preparado lo sustituya los domingos que no pueda estar predicando. 3. Organizar e implementar un programa de Escuela Dominical o Educación Cristiana y ser parte de los maestros. B.- Consejería y preparación 1.
Estar dispuesto, dentro de lo razonable, a aconsejar, interactuar y orar con miembros de la iglesia que estén necesitando ayuda y la estén buscando. 2. Aprovechar las oportunidades y esforzarse por relacionarse con cada persona, y estar familiarizado con sus circunstancias. 3. Sensibilizarse con las necesidades materiales, morales, y espirituales de la membresía de forma 45
general e individual, y enfrentarlas según como sea posible. 4. Preparar constantemente un grupo – particularmente ancianos de la iglesia, diáconos y diaconizas – para el liderazgo espiritual de forma organizada o no formal, quizás ambas, privada o pública, individual o colectiva. C.- Administración 1. Controlar la labor de la iglesia y dirigir debidamente su personal. 2. Asegurarse de que se está respondiendo adecuadamente por los fondos y propiedades de la iglesia, y que estén siendo usados y cuidados correctamente. 3. Ayudar a preparar, reevaluar y actualizar las pautas que rigen la vida de la iglesia. 4. Encargarse de delegar de forma eficaz y debida las responsabilidades de liderazgo. 5. Encargarse de que todos los requisitos legales relacionados con la iglesia estén siendo cumplidos al pie de la letra. D.- Otros deberes 1. Cuidar y guiar su familia de forma adecuada, tal y como lo exige la Biblia para los hogares de los líderes espirituales (1 Tim. 3:2-5; Tito 1:6). 2. Animar y elevar la vida de oración de la iglesia por medio de su ejemplo, tanto en lo individual como en lo colectivo. 3. Animar con la enseñanza y el ejemplo la vinculación de los miembros en el evangelismo, asuntos sociales y las misiones. 4. Guiar a la membresía a que se interese y ore de forma sana y seria, y a la vez se involucre de forma positiva con la comunidad local y los asuntos nacionales. 5. Ayudar a promover, formular, y cumplir las metas a corto y a largo tiempo de la iglesia. 46
6. Ejercer el ministerio espiritual – por medio de cartas o artículos en el boletín de la iglesia – para antiguos miembros y otros amigos que ahora pueden estar esparcidos en diferentes partes del país o en tierras lejanas. 7. Contribuir, si hay la oportunidad y según sus dones espirituales, al crecimiento de toda la Iglesia en en el país o de todo el mundo, ya sea por medio de escritos cristianos, dando conferencias o en la membresía de la comisión entre iglesias. 8. Representar o encargarse de que la iglesia esté representada en reuniones entre iglesias o a nivel nacional. APOYO FINANCIERO AL PASTOR He aquí algunas pautas para ayudar a la iglesia a determinar cuánto se debe proveer para el pastor y su familia: 1. Principio de ayuda y no de pago: La ayuda material y financiera de Israel para los levitas era con la intención de permitirles cumplir su tarea en el templo y no de pagarles por sus servicios (Nm. 18:21-24). El salario que la iglesia le dé al pastor es para permitirle que pueda cumplir con su servicio espiritual y no para pagarle por sus servicios. Los servicios espirituales no se pagan, pero a los que sirven espiritualmente se les debe proveer para sus necesidades financieras y las de su familia. 2. Principio del diezmo: Si las otras once tribus hubiesen dado fielmente sus diezmos como Dios ordenó, los levitas hubiesen tenido un nivel de vida un poco por encima del promedio de los otros israelitas (Nm. 18:24). El pastor debe recibir aproximadamente el equivalente al salario promedio de aquellos a quienes ministra. Si está sirviendo en un
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área de depresión económica, debería recibir por lo menos el salario mínimo. 3. Principio del compañerismo cristiano: El compañerismo cristiano requiere que aquellos que tienen más ayuden a los que tienen menos o no tienen nada (Stg. 2:15, 16; Hch. 2:44, 45). Los marxistas están en lo cierto, por lo menos en teoría, en que la distribución de los recursos económicos deba ser según la necesidad y no según el cargo, las calificaciones o lo que haga. El principio del dar entre los cristianos es, por ejemplo, que el pastor con once hijos necesitará más que el que tiene solo tres. 4. Principio de identificación con aquellos a quienes servimos: El pastor debe identificarse con aquellos a quienes sirve (2 Co. 8:9; Mt. 20:28). Si el pastor recibe un ingreso mayor que aquellos a quienes sirve, deja de tener la base y la moral para decirle a los suyos que confíen en que Dios les suplirá sus necesidades. Su congregación no podrá identificarse con él. También pierde el derecho a hablar o alentar a pastores y obreros cristianos que puedan estar lidiando con una mensualidad muy baja con cinco, siete y ¡hasta once hijos! El pastor con un salario alto carece del privilegio de compartir con la familia común el sufrimiento causado por la pobreza. 5. Principio de la dignidad del liderazgo espiritual: El pastor es un vocero de Dios y el representante de la iglesia ante la sociedad inconversa (Mt. 10:40; Lc. 10:16). Debe conducirse con dignidad ante los inconversos, lo cual puede hallar difícil si se encuentra limitado financieramente. Si un pastor recibe significantemente menos que aquellos a quienes sirve, se le imposibilitará participar en lo que los suyos normalmente hacen, como puede ser salir a comer en un restaurante respetable. Si otros a menudo le ofrecen pagar por él, tal situación no es propicia para la dignidad del oficio del líder espiritual.
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6. Principio de justicia: Es justo no tener que pagar por hacer tu trabajo (1 Co.9:7-11). Por ejemplo, el maestro no tiene que pagar para enseñar; más bien, le pagan para que enseñe. El pastor tiene que participar en diferentes actividades para cumplir con su labor, por lo que incurre en gastos cuando lo hace. Los campamentos, las salidas de la iglesia, la planificación de retiros y la comidas formales siempre requieren gastos extras que al pastor y su familia se les puede hacer difícil pagar. Algunas organizaciones esperan que sus obreros solo gasten el equivalente a lo que normalmente gastarían si estuvieran en casa y no estuvieran asistiendo a una conferencia o algo similar a nombre de la organización. La organización paga o reembolsa el balance de los honorarios de la conferencia, más el viaje y otros gastos imprevistos. Esto también debería ser así para los pastores. 7. Principio de sujeción al gobierno: El gobierno tiene requisitos específicos con respecto al salario mínimo, las vacaciones, etc. Como parte de la sujeción a las autoridades y su testimonio a la comunidad, la iglesia debe cumplir con todos los requisitos del gobierno en cuanto a los beneficios para sus obreros, incluyendo a su pastor (Ro. 13:1-7). Siempre existe la necesidad de equilibrio. El apoyo financiero para el pastor y los demás obreros de la iglesia debería seguir el patrón bíblico de Israel para con los levitas y el modelo de diezmo del Antiguo Testamento. Además, el apoyo financiero para el pastor y los obreros de la iglesia debería cumplir con las exigencias del compañerismo cristiano, promover la identificación concreta con el sufrimiento de nuestro pueblo sin perder la dignidad especial del oficio espiritual. En la iglesia se debe buscar y mantener, de alguna forma, el difícil equilibrio entre el liderazgo como persona y la dignidad de ser vocero y representante de Dios. Esto es especialmente importante para el apoyo financiero del pastor y de otros obreros de la iglesia. 49
CAPÍTULO DIEZ
¿CÓMO HACER VISITAS? Aquí presentamos algunos consejos para ayudarte a que las visitas que hagas a los nuevos contactos sean efectivas para tu iglesia: 1. Cuando visites a nuevos contactos, sería mejor que no fueses solo, particularmente cuando la persona que visites sea del sexo opuesto. Si eres casado, es mejor que vayas con tu cónyuge. Puedes visitar por pareja en caso que sean del mismo sexo, o en tríos en caso que sean de sexos opuestos. Más de tres personas visitando podrían infundir temor al nuevo contacto. Por otra parte, si un hombre y una mujer visitan juntos podrían ser objeto de chisme. Sin embargo, dos hombres que visitan un hogar podrían intimidar a los residentes de las grandes ciudades, que suelen ser desconfiados. Parece que suele ser mejor visitar en grupos de tres con por lo menos una dama en el equipo. Haz lo que puedas, sea por teléfono o por nota, para que la persona que van a visitar sepa con antelación que ustedes van a ir. 2. Trata de reducir al mínimo las diferencias de forma de vida entre tú y la persona que vas a visitar. Si vas a visitar a alguien que vive en un barrio de gente pobre, deja tu auto en casa. Usa un medio modesto como el autobús o algo así. Por otra parte, si vas a visitar a un profesor universitario, no vayas con ropa informal, como lo es una camiseta, pantalones rotos o botas sucias. Usa ropas formales de trabajo. Visites al rico o al pobre, no uses ropa llamativa. Viste de manera digna, que se adecue a tu oficio como vocero de Dios. No lleves tu Biblia lujosa de estuche negro, carátula de cuero, bordes dorados, y con letras en rojo, sino más bien usa una de carátula tosca o dura, que parezca algo ordinaria y con lenguaje moderno. Esta es menos 50
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intimidante para los nuevos. Tu propósito no es impresionar, sino comenzar una amistad. Ten claro en tu mente el propósito de tu visita. Si estás visitando por primera vez a un invitado que vino al culto del domingo, tu propósito es simplemente conocer a la persona. Si, por otra parte, estás visitando a un miembro o alguien que asiste a la iglesia con regularidad, tu propósito será conocer aun más a la persona, particularmente en el contexto de su hogar o casa de huéspedes. Antes de salir a visitar, ten un tiempo de oración. Pide discernimiento para saber qué vas ha decir, cómo manejar las situaciones inesperadas y cómo actuar de forma tal que des la gloria a Cristo. Si vas a visitar acompañado, asegúrate de que se puedan reunir con antelación. No hagan visitas largas. Normalmente para la primera visita con 20 a 30 minutos es suficiente. Bajo ninguna circunstancia la primera visita debe excederse de una hora. Esto es de suma importancia en los casos en que la visita no se ha anunciado con anterioridad. Aun cuando haya un gran interés por parte de la persona en los asuntos espirituales, necesidad de consejería, o unja conversación animada respecto a un asunto importante, ten la disciplina de no prolongar indebidamente la visita. Hacer lo contrario es imponértele a tu anfitrión. Lo más probable que suceda es que la persona evada tu próxima visita. Después de media hora, termina la conversación con mucho tacto y pregúntale si le gustaría que le visitaran en otra ocasión. Ponte de acuerdo en el día y la hora, el asunto del que hablarán, el tiempo aproximado que durará la visita y si vas a traer a otro u otros contigo. Cumple con todas las cortesías sociales que te vas a encontrar. Cuando te inviten a pasar, no te sientes hasta que no te lo digan. Habla despacio, en tono bajo, especialmente si hay un bebé durmiendo. Escucha más a tu anfitrión y habla menos. No caigas en discusiones; nunca hagas comentarios adversos respecto al hogar, a
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sus alrededores o del barrio donde se encuentra; por ejemplo: Ang lubak pala ng daan dito! (¡qué malo está este camino!) No le susurres nada a tu acompañante ni se rían bajito entre ustedes, mucho menos cuando la persona no esté mirando; pensará que se están burlando de él o de su casa. Hablen con la persona y no entre ustedes. Cuando vayan a usar algo como el teléfono o alguna comodidad del lugar, háganlo pidiendo permiso con cortesía. Si es posible, absténganse de pedir o usar algo, en particular algún tipo de comodidad. Puede que le causes vergüenza si el lugar no está preparado o está sucio como para recibir visitas. Limítate a la sala. Evita introducirte en la cocina y mucho menos en los cuartos. No te sirvas comida si la hay en la mesa, a menos que te hayan invitado, y aun cuando lo hayan hecho, sé discreto. No comas hasta llenarte, ¡puede que te estés comiendo la comida de toda la familia sin darte cuenta! 7. Di el propósito de tu visita y preséntense. Di algo en agradecimiento al que visitan, tal como su agradecimiento por haberlos visitado el culto pasado o por dejarlo entrar a su casa. Da elogios sinceros tal como: “!Qué interesante su librero!”, pero no adules diciendo: “Usted debe ser una persona muy culta, con todos esos libros que tiene”. 8. Haga preguntas amables, como por ejemplo: “¿De qué lugar proviene usted?” No lo pongas en una situación difícil preguntándole cosas como: “¿Qué le pareció el sermón del domingo pasado en nuestra iglesia?” Sé sensible y escucha con atención. Participa de la conversación, pero con interés. Pídele al Espíritu Santo que te guíe en ella. Percátate de la presencia de otros miembros de la familia. Podrías preguntar: “¿Te gustaría presentarnos a otros miembros de tu familia?” Nunca te ofrezcas a adivinar la identidad de otros en el hogar al preguntar: “¿Ella es tu madre?” Porque la persona a la que te estés refiriendo puede resultar ser ¡la esposa del
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anfitrión! Puede que entonces la hagas alejarse a causa de tu ingenuidad o falta de tacto. 9. Come o bebe de lo que te ofrezcan ¡a menos que sea una bebida fuerte! Por supuesto, si la comida que te ofrecieron te fue prohibida por el médico, puedes rehusarte. Si lo llegas a hacer, explica el por qué. Hacer lo contrario es una muestra de falta de cortesía kahit busog ka pa (aunque hayas acabado de comer) o kahit masyadong maasinm o matabang ‘yong juice (aunque la bebida sepa horrible), o incluso si la comida no fue preparada con la limpieza apropiada. 10. Si crees que la persona se encuentra lista y está interesada, pídele permiso para leer un pasaje apropiado de las Escrituras o elevar una oración. Hazlo parecido a esto: “Cuando hablábamos de esto, cierto pasaje de las Escrituras vino a mi mente. ¿Le gustaría que se lo leyese antes de que partamos?”, o diga: “Hemos estado hablando de su situación. ¿Le molestaría si ponemos este asunto en las manos de Dios?” La lectura debe ser corta y relevante para lo que se ha conversado. Que tu oración sea sencilla y específica. No uses términos evangélicos o la conjugación del “vosotros”, ni pasajes profusos de las Escrituras. Menciona una o dos cosas respecto a las circunstancias de la persona en la oración que eleves. Pero si notas que no está preparado para asuntos espirituales, omite esta parte de la visita. Con la presencia tuya en su casa ya se ha logrado bastante, incluso cuando no se haya hablado nada de lo espiritual en forma directa. 11. Después de 30 minutos aproximadamente, pon fin a la conversación con mucho tacto, y con mucha cortesía pídele permiso para marcharte. Di algo semejante a esto: “Agradecemos muchísimo que nos haya regalado de su tiempo, pero es hora de marcharnos”. Sé cuidadoso con el tiempo. Puede que la persona esté ocupada y haya dejado de hacer algo para atenderte, por lo tanto no prolongue su visita. Pero por otra parte tampoco des la impresión de que estás apurado. Evita
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mirar continuamente al reloj, pues podría parecer que estás apurado por terminar la visita. Si ves interés, haz los arreglos específicos para volver en otra visita. Entonces despídete y márchate. Ya en la puerta no des pie para otra conversación que pueda extenderse. Puede que tu anfitrión no quiera ser visto abiertamente con los “¡nacidos de nuevo!” 12. Haz una evaluación posterior de la visita con tu acompañante y tengan un tiempo de oración. Identifiquen las cosas que hicieron, las no debieron hacer y las que no hicieron pero que sí debieron hacer. Aprendan para que la experiencia les sirva para futuras visitas. Denle gracias a Dios por permitirles entrar a la vida de otra persona. Oren por la persona que visitaron haciendo mención de sus dificultades, su actitud hacia Cristo y por el hecho de que se pueda abrir a la Palabra de Dios.
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CAPÍTULO ONCE
HACIENDO QUE LOS VISITANTES SE SIENTAN EN TU IGLESIA COMO EN SU PROPIA CASA He aquí algo que le puede ayudar para que sus visitantes se sientan bienvenidos a la iglesia: Ora. Pide al Señor que te use para hacer que se sientan bienvenidos a la iglesia. Diariamente pasa tiempo con Dios en oración y meditación en su Palabra. Solo podrás impartir el amor de Dios si pasas tiempo con él. Asiste temprano a la iglesia. Llega por lo menos 15 minutos antes que comience el culto. Mira alrededor para ver si hay visitantes. Saluda a cada uno y preséntate. Averigua por lo menos algo respecto a cada persona. Por ejemplo: Puede que un visitante se encuentre en la ciudad para hacer un examen. Con su permiso, menciona esto cuando lo estés presentando en el tiempo de saludos a los visitantes. Si los visitantes son padres o parientes de algún miembro de la iglesia, díganle cuánto se le aprecia a esa persona en la iglesia si ese es el caso. No se marche inmediatamente después que se termine el culto. Interactúa con por lo menos un visitante antes de irte a casa. Hazle saber cuánto tú y la iglesia, aprecian el que los haya visitado, e invítale a que vuelva otra vez. Sensibilízate con la necesidad de los visitantes. Si llegó tarde y no hay asientos, bríndale el tuyo y ve por más asientos adicionales. Si no alcanzó himnario o no tiene Biblia, préstales los tuyos o infórmale a los encargados acerca de la situación. Cuando veas un visitante con dificultades para encontrar un pasaje, sin formar mucho revuelo encuéntraselo tú. Si notas que está desorientado cuando se esté pasando el platillo de las ofrendas, explícale muy suavemente cuál es el procedimiento. Recuerda de no hacer esto de forma tal que distraiga a los demás. 55
Saluda personalmente a tantos visitantes como sea posible. Si conoces el dialecto o idioma de los visitantes, háblale usando el suyo. Hablar en el idioma de una persona usualmente abre las puertas para la amistad. Si hay alguien alrededor que no entiende el idioma, vuelve a usar el tuyo. Solamente el saber que tú conoces su idioma ya rompe algunas barreras para la amistad. Evita planificar, asistir a reuniones o salir apresuradamente para algún otro lugar inmediatamente después del culto. Una parte importante de la adoración cristiana es la confraternización. La confraternización requiere de pasar tiempo los unos con los otros después del culto. Para muchos este encuentro cercano es la única forma de compañerismo cristiano que tengan en toda la semana. Algunos regresarán a hogares inconversos o a un trabajo donde no hay más cristianos. Haz todo lo posible para que puedas recordar los nombres y los rostros y los puedas asociar a ambos. Las personas esperan que podamos recordar sus nombres y se sienten decepcionadas cuando no podemos hacerlo. Escribe el nombre del visitante o pídele que lo escriba él. Asegúrate de que lo hayas escrito bien y léelo en voz alta para que confirmes si lo has pronunciado bien. Escribe también cómo se pronuncia si es necesario, pues cuando constantemente no pronunciamos bien los nombres, la gente se desanima. Tampoco se te olvide tomar su dirección postal o residencial. Preséntate correctamente. Te gustaría que el visitante se presentara, por eso hazlo tú mismo. Comenta algo respecto a tu persona para que des lugar a una conversación y a que el visitante también te diga algo respecto a él. Trata de descubrir algo que ambos tengan en común. Por ejemplo puede ser el lugar de origen, la amistad que tengan en común con alguna persona, etc. No des una respuesta cursi o gastada, no importa lo que esté diciendo la otra persona. Si no te crees capaz de hacer comentarios acerca del tema, por lo menos escucha con atención. Más tarde preséntale a alguien con quien pueda interactuar mejor. Éste podría ser un miembro que domine
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la misma rama de estudio o hable el mismo idioma que el visitante. Si el visitante no quiere presentarse públicamente, no lo obligues a hacerlo. Principalmente los que dirigen el culto no han de olvidar esto. Si estás dirigiendo el culto, en el tiempo de las bienvenidas basta con decir: “Nos gustaría darle la bienvenida a las personas que nos visitan, si es la primera vez que viene, ¿podría presentarse, por favor?” Nunca diga: “Estoy seguro que la señora de verde de la cuarta hilera del lado izquierdo, se encuentra aquí por primera vez, ¿le podríamos pedir señora que se presente, por favor?” Las personas tienen sus razones para no querer presentarse en público. Puede que la persona sea alguien muy conocido y que haya venido a tu iglesia a adorar sin sentirse presionado. O quizás quiera permanecer incógnita. Otro quizás considere que presentarse forzadamente es una violación a su privacidad, o puede que simplemente la persona sea tímida. El obligarlos a presentarse ante toda la congregación será una forma de asegurar que nunca regresarán. Por lo tanto, ten tacto, permite que lleguen las oportunidades razonables para que las personas se presentes por sí solas, pero nunca las obligues. Ora en silencio por los visitantes durante el culto, para que Dios le hable por medio de la predicación de Su Palabra, el canto coral, y el gozo y la reverencia de los creyentes adorando. Ora por ellos (con sus nombres) durante la semana siguiente para que el Señor siga obrando en sus corazones, para que vuelvan a la iglesia, para que aprendan más de la Palabra de Dios. Ofrécete a hacer algo por ellos. Puede ser un aventón (si tienes carro) o invitarle a comer algo en un establecimiento cercano (si tienes dinero), o presentarle a alguien de la iglesia que le pueda ayudar (si tiene una necesidad específica). Puedes invitarlo a comer algo en tu casa si has arreglado previamente con tu esposa (si tienes) la posible llegada de un visitante.
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Haz un seguimiento de la persona en la semana siguiente a su visita a la iglesia. Si es posible, hazle una visita personal o llámale por teléfono y dile cuán bueno fue que visitara la iglesia. Escríbele una carta para decirle el tema del sermón y otros aspectos interesantes que serán tratados en el próximo culto e invítale a asistir. LO QUE HAY QUE HACER PARA TRAER UN AMIGO A LA IGLESIA Ora por el amigo que invites. Ora para que el Señor prepare su corazón para que escuche Su Palabra y valore la amistad del pueblo de Dios. Ve con tu amigo desde su dormitorio o su casa hasta la iglesia. Si no pudieras buscarle, pónganse de acuerdo para encontrarse en un lugar. Es importante estar acompañado de un amigo. Es por eso que tu presencia minimiza el trauma de tener que pasar por lo que para él es una experiencia nueva y extraña. No hay nada más desconcertante para la persona a quien a hayas invitado que cuando llegue a la iglesia descubras que no estás. Si has invitado a alguien, es muy importante que vayas con él o que lo esperes para recibirlo. Orienta a tu amigo respecto a la iglesia. Dile lo que va a suceder y lo que se debe hacer durante el culto. Háblale de los que va a conocer y de cómo disfrutará estar con ellos. Presenta a tu amigo a otros miembros de la iglesia. Normalmente, tu amigo preferirá que seas tú quien lo presentes y no que él se presente durante el tiempo de la bienvenida a lo visitantes. Al presentarle a la congregación, haz de hacerlo en forma clara, despacio, y audible ; diciendo su nombre, cómo le llaman afectuosamente y la provincia o país de origen. Puedes referirte a su rama de estudio, a qué se dedica tu amigo y los idiomas que habla. Menciona algo que pueda resultar de interés común para algunos miembros de la iglesia. Siéntate con él durante el culto. Anticipa sus necesidades. Préstale tu Biblia e himnario. Explícale lo fundamental pero de forma tal que no distraigas a los demás. Busca por él pasaje que esté siendo expuesto y el 58
himno que se va a cantar. Indícale cuándo pararse o cuándo sentarse. Identifícale quiénes son los que están dirigiendo el culto o los que se paren al frente. Permanece con él después que se acabe el culto. Nunca lo dejes solo para hablar con otros amigos de la iglesia. Inclúyelo en tu interacción con otros. Sería muy descortés de tu parte dejar solo a tu invitado esperando y sin hacer nada mientras asistes a una reunión después de terminado el culto. Acompáñalo hasta su casa o hasta donde se hospeda, o por lo menos hasta la parada del autobús. Exprésale cuánto aprecias su visita e invítale a regresar el domingo próximo. Asegúrate de que tenga dinero suficiente para el autobús o el transporte que lo lleva a casa. Visítale la semana siguiente a su visita a la iglesia. Conversa con él respecto a qué le pareció el culto. Explícale por qué ciertas cosas sucedieron de tal modo. Interactúa con él respecto al sermón. Si no lo recuerda o no lo entendió, explícale de forma breve de qué trató. No se lo prediques de nuevo, con un resumen corto de tres o cuatro oraciones será suficiente. Llévalo a un grupo pequeño de la iglesia o a uno que no sea de la misma iglesia, pero adecuado para que se le pueda brindar más ayuda espiritual para su crecimiento. Si es estudiante, trata de que se una a algún grupo universitario. Y si está en un dormitorio, preséntalo a algún grupo de estudio bíblico. Ora por él. Pídele al Señor que la Palabra que oyó, el compañerismo que vio y la adoración que experimentó en la iglesia le produzca un hambre por las cosas espirituales y que puedas traerlo de nuevo a la iglesia. Si tu amigo no es todavía miembro de alguna iglesia local, anímale para que solicite su membresía en tu iglesia. Sin embargo, ten en cuenta que podrás hacer todas estas cosas si la persona es de tu propio sexo. De lo contrario, el hacer todo esto con las personas del sexo opuesto podría traerte complicaciones que no desees y probablemente desagradables. Ten discernimiento.
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CAPÍTULO DOCE
PREPARANDO Y DIRIGIENDO EL CULTO El que dirige el culto tiene tres tareas principales: 1. Llama a todos a la presencia de Dios. Es como si fuera un recepcionista o un secretario que conduce a los visitantes a la oficina del jefe. El que dirige el culto prepara a los adoradores para entrar a la presencia de Dios. Al comenzar lo hace con expresiones referentes al amor y la misericordia de Dios, así como a su santidad y su majestad. 2. Promueve a un ambiente de adoración. El ambiente que nos traslada a la adoración es ese equilibrio entre la reverencia y el gozo, el orden y la espontaneidad, el temor a Dios y la libertad en Cristo. El pueblo de Dios se regocija en Su presencia (Salmo 149:2-3), pero también se estremece ante un Dios tan grande y santo (Salmo 2:11; 5:7). La adoración no solo debe ser reverente, sino también alegre. Sin embargo, la adoración alegre no debe llevar a que se olvide que se está en la presencia de Dios. Demasiado énfasis en el patrón de una liturgia ahoga la libertad y la flexibilidad, pero la espontaneidad no debe ser a costa del orden y el decoro adecuado. 3. Anima a la participación congregacional, pero a la vez cuida del orden. Toda la congregación debe participar activamente en cada aspecto de la adoración, ya sea en los cantos, la oración congregacional, el aprender de la Palabra de Dios, dar la ofrendas y diezmos y el tiempo de compartir
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testimonios. El que dirige el culto debe percatarse de que en todos estos la adoración es ordenada, decente y reverente. PREPARACIÓN PERSONAL Con frecuencia la congregación estará como esté el que dirige. Si es reverente, la congregación permanecerá reverente. Si por el contrario, el líder toma a la ligera la presencia de Dios, la congregación lo hará igualmente, no le dará valor a la presencia de Dios. Pasa tiempo con el Señor. Si se va a conducir a la congregación a la presencia de Dios, la persona que lo haga debe, en primer lugar, haber estado en Su presencia. El que dirige el culto no “crea” exactamente el ambiente para la adoración; sino que de cierta forma lleva esa atmósfera consigo. Para ser más precisos, el Espíritu Santo obra por medio del líder para crear ese ambiente de adoración. El Espíritu Santo nos prepara para dirigir el culto cuando pasamos tiempo en oración. Como parte de tu preparación, confiésale a Dios todos los pecados de tu vida que te sean conocidos. La semana antes que te corresponda dirigir el culto, ora por la iglesia, el pastor y los otros líderes de la iglesia. Ora por tus hermanos (con sus nombres), ora por el coro y por los otros que tendrán participación. Pídele a Dios que se glorifique en el culto. Pasa tiempo con Él. El rostro de Moisés resplandecía después de pasar tiempo con Dios (Éx. 34:29). La congregación sabrá si has pasado tiempo con Dios o no. Sabrá si estás hablando con el corazón o simplemente de tus notas. El estudio te puede hacer hablar desde tu mente; pero hablarás desde tu corazón solo si pasas tiempo con Dios en oración y en meditación de Su Palabra. Absorbe el tema del culto. Con varios días de antelación, pregúntale al pastor o al que va a predicar el título o tema de su sermón y el texto bíblico que será expuesto. Lee el
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texto varias veces, en diferentes versiones si es posible. Usa el pasaje para tu meditación personal. Selecciona los cantos con días de antelación al culto. Lee y trata de memorizar la letra de los himnos. Durante la semana canta los himnos a solas. Trata de investigar las circunstancias que llevaron a escribir estos himnos. Lee y estudia los pasajes que mencionan o a los que hace alusión. Prepara notas con cuidado. Escribe los pasos del devocional. Si no tienes mucha experiencia, escribe lo que vas a decir en la introducción y hasta incluso la oración de invocación. De hecho, puedes escribir todo lo que dirás si es la primera vez que diriges el devocional. Las notas escritas te obligan a pensar con más claridad y son indispensables para que no te bloquees mentalmente o te distraigas. PREPARANDO EL ORDEN DEL CULTO Aquí tienes algunas cosas que tienes que hacer o recordar a la hora de preparar y dirigir el culto. Lo siguiente es tan solo un ejemplo. Puedes modificarlo de acuerdo a tu iglesia. 1. PRELUDIO MUSICAL Aquí se debe usar la guitarra, el piano o el órgano. También se le puede pedir al coro que comience la adoración con un canto. 2. INTRODUCCIÓN En dos o tres oraciones breves recuérdales a la congregación el significado de la adoración y lo grandioso de entrar a la presencia de Dios. Lee el Salmo 100 o un pasaje similar de las Escrituras o una lectura apropiada que pueda ayudar a la congregación a enfocar sus mentes y sus corazones en Dios y Su presencia.
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3. ORACIÓN DE INVOCACIÓN Esta oración debe ser principalmente de alabanza y acción de gracias. Sin embargo, también puede ser de confesión de pecados. 4. HIMNO DE ALABANZA Selecciona un himno que testifique quién es Dios y cómo es. Presenta el himno con un breve comentario de su significado y mensaje. Para acentuar el mensaje del himno, puedes leer el primer verso antes que se comience a cantar. También puedes conducir la congregación a la adoración por medio de coros apropiados. 5. ORACIÓN PASTORAL En esta parte del culto, el pastor intercede ante Dios a favor de la congregación. El pastor orará no solo por su rebaño espiritual, sino también por toda la nación y aquellos asuntos referentes al reino de Dios en otras partes del mundo. Si el pastor no se encontrara, entonces un anciano, un diácono o tú mismo que estás dirigiendo el culto podrías tener esta oración de intercesión. Esta oración puede hacerse congregacional cuando en ocasiones los adoradores se dividen en grupos de oración o en pequeños grupos para orar juntos por cinco o diez minutos. El pastor guiará el tiempo de oración, dándole a la congregación una descripción breve de los motivos de oración. Cuando concluya el tiempo designado a orar en grupos, el pastor puede concluir con una oración final. 6. EL TIEMPO DE LOS DIEZMOS Y OFRENDAS En tan solo una o dos oraciones recuérdales a los creyentes por qué los creyentes ofrendan y diezman. Puedes leer Deuteronomio 8:11-14 o 2da Corintios 9:6-7 o algún pasaje similar de las Escrituras. Recibe de forma apropiada lo que ha sido ofrendado y eleva una oración dedicándolo a Dios para la edificación de su Reino y la extensión de Su obra. No recojas la ofrenda mientras el coro canta. La congregación prestará más atención a una de estas dos si
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ambas se hacen de forma simultanea. Al tiempo de las ofrendas se le hace más conveniente si se le acompaña con el piano, o la lectura de pasajes relevantes, o simplemente con la meditación en silencio. 7. EL CORO DE LA IGLESIA El coro puede cantar antes o después del sermón. De hecho el coro puede cantar en cualquier parte del culto en dependencia del mensaje del himno que cantarán. El himno que el coro cante debe estar en el tiempo del culto donde su letra esté más acorde – puede ser próximo al sermón, a las ofrendas e inclusive a la bendición pastoral. El himno del coro se entenderá mejor si se da una breve introducción antes de ser cantado. Da una breve introducción del himno y describe el significado de su mensaje. Algunos pasajes claves del himno pueden leerse antes que empiecen a cantarlo. 8. LECTURA BÍBLICA La lectura bíblica puede ser leída por el que está dirigiendo el devocional, en forma alternada o al unísono. A veces se puede hacer de forma dramatizada. Si la lectura va ser alternada o al unísono, prepara suficientes copias con una misma versión, a menos que la iglesia tenga suficientes copias con una misma versión durante el culto. No leas de prisa las Escrituras, hazlo con el corazón y no mecánicamente, hazlo con reverencia. Si vas a asignar a alguien para que tenga la lectura bíblica, díselo con días de antelación y no lo hagas unos minutos antes de que comience el culto. El que vaya a leer las Escrituras, debe primero interiorizar la verdad de la Palabra de Dios antes de leérsela a la congregación. 9. HIMNO DE ADORACIÓN Escoja un himno que esté directamente relacionado con el tema del sermón. Explica brevemente por qué escogiste ese himno.
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10. INTRODUCCIÓN AL SERMÓN Si tienes un predicador invitado, percátate de presentarlo debidamente antes que le llames para el sermón. No es suficiente decir que el que va a predicar es “un pecador salvado por la gracia”, o “alguien que todos conocemos” o “un líder respetado”. Di su nombre completo y asegúrate de pronunciarlo bien. No tienes que dar una biografía del predicador; sin embargo, toma tiempo para describir algún antecedente o las responsabilidades actuales que lo hacen apto para predicar del tema de ese día. 11. SERMÓN Al estar dirigiendo el devocional, debes seguir siendo un buen ejemplo para la congregación. Presta toda tu atención a la predicación de la Palabra de Dios. Escucha con atención las enseñanzas. No te distraigas escribiendo lo que dirás o harás en el resto del culto mientras se predica la Palabra. Si tú, que hacías un llamado a todos a escuchar la Palabra, te distraes y no escuchas, entonces serás un hipócrita o parecerás serlo. 12. HIMNO DE RESPUESTA Selecciona un himno relacionado directamente con el sermón. Explica brevemente la conexión entre éste y la enseñanza que la congregación acaba de escuchar. Resiste la tentación de añadir a lo dicho por el predicador. Escoge un himno que exprese la respuesta de la congregación a la Palabra que ha sido predicada. 13. SEGUNDA LECTURA BÍBLICA Lee un pasaje de las Escrituras que esté directamente relacionado con el sermón que acaba de ser predicado. Para que exista un equilibrio, usa un pasaje del Antiguo Testamento si el predicador usó uno del Nuevo, o viceversa. Selecciona tu pasaje con antelación, y no con apuro después de haber escuchado el sermón. Sin embargo, habrá momentos en que después de escuchar el sermón, el pasaje que tienes no se aviene bien con él, y
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entonces otro pasaje te parecerá más apropiado. Eres libre de hacer los cambios necesarios. En algunas iglesias se acostumbra a leer los Diez Mandamientos en esta parte del culto (o Éx. 20:1-17). Otras iglesias tratan de leer siempre un pasaje de los evangelios en ese momento. 14. HIMNO DE CLAUSURA Para el himno de clausura, selecciona uno que exprese el gozo del creyente en Cristo, confianza en Dios, o entrega a obedecer la Palabra de Dios. 15. ORACIÓN FINAL Y BENDICIÓN Normalmente, la oración final y la bendición son dadas por el pastor. Si tu iglesia está sin pastor, puedes usar Números 6:24-26; Hebreos 13:20-21; Judas 24-25 o Efesios 3:20-21 para la bendición. 16. BIENVENIDA A LOS INVITADOS Y VISITANTES Da la bienvenida a todos los visitantes e invitados a nombre de toda la iglesia. Pídeles que se presenten diciendo sus nombres y dos o tres datos de su persona que puedan ser de interés a los demás. Si alguien se muestra vacilante no le insistas. Respeta la privacidad y el deseo del visitante de permanecer anónimo. La bienvenida a los visitantes también puede ser al principio del culto. 17. TIEMPO DE TESTIMONIOS Y ANUNCIOS Se les está permitido a los miembros de la iglesia a dar sus testimonios de forma individual respecto a lo que Dios ha hecho por Su gracia en sus vidas durante la semana. Sin embargo, el líder debe monitorear el tiempo y terminar el culto a su hora. Ten cuidado con los anuncios. No todos pueden anunciar algo a la congregación. Solo se pueden anunciar aquellas actividades que concuerden con los propósitos de la iglesia. Han de evitarse los anuncios de productos o servicios de alquiler. La iglesia es casa de oración, dijo el Señor, y no un mercado. El pastor y los ancianos deben
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revisar todo lo que vaya a ser anunciado en público a la congregación. El culto debe funcionar como un todo; debe tener un tema dominante, y todo lo que se haga debe girar en torno a ese tema. Elimina aquellas cosas que resulten estar sueltas, sin lugar y sin relación alguna con el culto. DIRIGIENDO EL CULTO He aquí algunos consejos para la dirección del culto: Sé visible pero a la vez invisible. El que dirige debe ser “visto”, pero al mismo tiempo debe parecer “como si no estuviera”. La congregación debe ser guiada; los que adoran deben ver, literalmente, al que dirige el culto. Si hay alguna plataforma, úsala. Párate en algo elevado si es posible. La congregación debe saber lo que tú quieres que hagan. Habla alto y con claridad; los adoradores han de verte y escuchar tu voz para asirse de tu entusiasmo, alegría y reverencia al presentarte ante Dios. Por otra parte, la congregación debe ver al Señor, no al que está dirigiendo. Tu presencia no debe distraer a los adoradores de la santa presencia de Dios. El que dirige debe ser como el director de una orquesta. El esfuerzo y la conducción del director son grandemente responsables en hacer que la música sea hermosa y armoniosa. Sin embargo, el buen director pasa inadvertido, completamente olvidado en la belleza de la composición. Eres un buen director de culto cuando la congregación casi ni se percata de ti y se sume en Dios. Sé natural. No imites la voz de nadie, ni sus gestos, ni sus acentos, ni su forma de mirar. El que dirige el devocional debe evitar cualquier cosa que resulte artificiosa. Los gestos han de ser naturales, no planeados ni diseñados. Por lo general se logra que la congregación se concentre mejor cuando se hace un uso moderado de los gestos. Cualquier cosa que hagas, hazla con sinceridad y espontaneidad. Y recuerda: todo debe encaminarse a
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crear un ambiente propicio para la adoración, y cualquier cosa que no contribuya a esto debe ser eliminada. Habla para que todos te puedan escuchar. Habla alto y claro. Estás guiando con tus palabras; por lo tanto, hazlas audibles y que se entiendan. Cuando hables, cerciórate de que las personas que se encuentran al final te puedan escuchar con claridad. Articula las palabras. Habla un poco más despacio que en una conversación normal y diferencia una palabra de la otra. No dejes de pronunciar la última sílaba de la última palabra en cada oración. Cuando te sientas inseguro de la palabra que vas a decir a continuación, y estés en medio del discurso, detente y piensa en silencio, pues los zumbidos con la boca y los demasiados “eh” les causan molestia a los oyentes. Cuando anuncies el himno que se va a cantar, hazlo diciendo el título y el número del himno. Primero dices el número completo y luego lo repites dígito por dígito. Más o menos así: “Cantemos el himno ‘Fiel Señor Jesús’. Himno número cuarenta y tres – cuatro tres. Es el himno ‘Fiel Señor Jesús’, Himno cuarenta y tres” Nunca preguntes: “¿Ya podemos cantar el himno ‘Fiel Señor Jesús’?” En cambio, di a la congregación: “Cantemos todos...” Tú estás dirigiendo el culto, pues dirige. Mantén el contacto visual. Guías con tus palabras y también con tu vista. Con la vista comunicas tu entusiasmo, alegría y espíritu de reverencia. Mira hacia la congregación y no hacia el piso. No mires hacia una sola persona o hacia una parte de la congregación; mira hacia toda la congregación, una parte a la vez. Si el coro está sentado a tu espalda, de vez en cuando vuélvete hacia ellos. Tampoco te olvides de mirar hacia los que están en la galería en caso de que haya alguna. Si mirar a los ojos te hace perder la concentración de lo que vas a decir, entonces trata de mirar por encima de las cabezas de la
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congregación y enfoca tu mirada en algún objeto que se encuentre al final; puede ser una pizarra, una planta o alguna otra cosa que no te distraiga. Pero no te quedes mirándolo todo el tiempo, pues la congregación es tu barómetro y debes ser capaz de distinguir sus señales de respuesta positiva o negativa, sean éstas de entusiasmo o aburrimiento. De vez en cuando necesitarás mirar a tus notas, pero no lo hagas todo el tiempo; trata de siempre mantener el contacto visual con la congregación. Controla la distribución. Asegúrate de que todos los que tengan participación en el culto sepan cuándo les corresponde. Antes de que comience el culto, ponte de acuerdo con los acomodadores, el pianista, el director del coro, cuáles señales usarás para indicar su entrada o tiempo de recoger las ofrendas, tocar la música de fondo, comienzo del coro, etc... Maneja las contingencias. Toma control eficaz en medio de apagones, cuando alguien interrumpe en el culto, o cuando un bebé comienza a llorar en la parte más solemne. Toma control del tiempo de testimonios. Comienza a tiempo y termina en tiempo. Sin embargo, sé sensible y flexible. El orden del culto no tiene que ser inalterable. Habrá momentos en que sentiremos que en vez de terminar el culto, el Espíritu Santo nos guiará a tener un tiempo más de oración. A veces sentiremos que el amor sincero nos guiará a un tiempo extra de testimonios. A veces el himno que escogimos no nos parece relevante y entonces se nos ocurre otro más apropiado. Siéntete libre de hacer los ajustes necesarios. Sin embargo, recuerda que Dios es un Dios de orden y no de caos. Si el tiempo se extendiese, cerciórate de que sea en obediencia a los impulsos del Espíritu y no a la falta de disciplina en el uso del tiempo, o a una mala planificación.
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OTRAS CONSIDERACIONES Vístete adecuadamente. La ropa del que dirige el culto no debe distraer a los adoradores, ya sea por lujoso o gastado. La ropa debe estar limpia y nítida, y no tiene que ser necesariamente algo caro. Las ropas llamativas no son necesarias, pero tampoco la ropa informal. Sé sensible a la cultura en cuanto a la forma de vestir de la congregación en la que estás. Mira y aprende qué es lo más adecuado para la próxima ocasión. Al adorar venimos a la presencia del Rey de reyes y Señor de señores; por lo tanto, viste apropiadamente. Sé extremadamente cuidadoso con tus comentarios. Ten cuidado con las improvisaciones. Tus improvisaciones no deben traer la atención hacia ti, tu ingenio, humor, instrucción o intelecto. Todo lo que se haga en el culto debe contribuir a crear un atmósfera de adoración, reverencia y gozo. Mantén las improvisaciones al mínimo. Los comentarios improvistos suelen ser inapropiados. Tus comentarios no deben poner a nadie en apuros, ni crear una mala imagen. No hagas comentarios del sermón que se acaba de predicar. Simplemente agradécele al pastor o predicador por el sermón – si fue bueno y útil. Si no te pareció bueno, no hagas comentario alguno. No le añadas a lo que el predicador dijo. Si fueras a decir algo útil, parecerá que se está expresando la insuficiencia del predicador, lo cual sería de muy mal gusto. Si dijeses algo insignificante o fuera de lugar, echarías a perder el ambiente de adoración y distraerías a la congregación de la Palabra de Dios. Sé moderado con las bromas. Los chistes deben ser naturales, no artificiosos. Sé espontáneo; no planifiques tus chistes. Estos se ajustan mejor al principio del culto. Evítalos después del sermón; este un momento en que las personas se encuentran meditando en el mensaje escuchado. Después de la predicación, el Espíritu Santo estará hablando a los corazones de los que escucharon; una broma fuera de lugar podría silenciar la voz de Dios. La congregación está reunida para adorar, no para entretenerse. 70
Ayuda a preparar el lugar. Cuando te corresponda dirigir el culto, acude por lo menos 15 minutos antes de que comience. Nunca llegues tarde. Si entras apurado, sudando, despeinado y sofocado, seguramente no podrás crear un ambiente propicio para la adoración. Llega temprano para que puedas revisar el lugar. Organiza las sillas y observa si los himnarios han sido distribuidos uniformemente. Prueba el sistema de audio. Pídele a alguien que se coloque al final del pasillo para comprobar si la proyección de tu voz es clara y audible. Determina la mejor distancia entre tú y el micrófono. Hablar muy cerca del micrófono distorsiona tu voz. Antes de comenzar el culto, ten un momento de oración con el pastor, el coro y los demás que tienen participación. Si el predicador es algún invitado, infórmale dónde se va a sentar, cuándo le corresponde predicar y desde dónde expondrá su sermón. Averigua, y si es posible provee, lo que necesita el predicador, quizás un vaso de agua, tiza y pizarra, etc. Para que lo puedas presentar adecuadamente ante la congregación, hazle preguntas relevantes y obtén información precisa respecto a su persona. Mantente sobrio y fresco. Evita las actividades que acaben tarde en la noche del día antes del culto que vas a dirigir . El ambiente del domingo por la mañana principalmente se ve afectado por lo sucedido en la noche del sábado. Una buena noche de descanso resulta de gran ayuda en la preparación de la dirección del culto. Trata de no conversar mucho antes del culto. Las conversaciones extendidas antes del culto no resultan buenas para la preparación del devocional. El chisme y las conversaciones irresponsables contribuyen a la ineficacia del que dirige. Limítate a hablar antes del culto, solamente lo que sea sobrio y agradable. Evita los gestos que pueden causar distracción. El estar parado al frente puede causarte hacer cosas inconscientemente, debido a que estés nervioso. Sin
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percatarte de ello, puede que estés haciendo gestos repetidos tales como rascarte la cabeza, meter y sacar las manos de los bolsillos, ajustarte el reloj, los espejuelos, o jugar con los papeles donde tienes las notas. Puede que inconscientemente sacudas la cabeza cuando afirmes algo, cierres los ojos la mayor parte del tiempo, pestañees seguido o camines hacia delante y hacia atrás a causa de los nervios. Encuentra a alguien que con honestidad te pueda decir tus gestos que causen distracción. Obsérvate y trata de eliminarlos para la próxima vez que dirijas. Busca a alguien que te evalúe. Encuentra a alguien maduro, responsable y afín que te pueda evaluar. Si eres casado, normalmente tu esposa es la más adecuada para hacerlo. Después de haber dirigido el culto, puede que te sientas mal y desalentado, pensando que lo echaste todo a perder. Necesitarás entonces el apoyo y la oración de amigos comprensivos. En otras ocasiones pensarás que estuviste “grandioso”. Entonces necesitarás a alguien que te recuerde tu total dependencia de Dios. Sigue adelante y dirige. Sigue adelante y dirige el culto lo mejor que puedas, incluso cuando no puedas ser todo lo que debieras para dirigir. No esperes dirigir a la perfección antes de aceptar dirigir un culto, pues nunca dirigirás uno. Esta experiencia te hace crecer espiritualmente. Es un proceso de aprendizaje. Confiar en que Dios te capacita para esta tarea es una aventura emocionante. Dios mira al corazón, no la apariencia externa. Si tu corazón está bien con Dios, entonces estás listo. Un corazón que anhele a Dios y se regocije en Su presencia es la mejor calificación para dirigir un culto.
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CAPÍTULO TRECE
QUÉ ENSEÑAR EN LA IGLESIA Si eres pastor, ¿qué predicarás y enseñarás cada domingo? ¿Qué le predicarás a la misma congregación por todo un año durante diez años o más? Muchos de los que comienzan la labor pastoral se preocupan de que no les quedará nada acerca de qué predicar y enseñar después de un año, cuando se les hayan agotado todas las notas que tomaron en el seminario. Para hacer las siguientes sugerencias más concretas, describiré lo que yo mismo he hecho. Podrás encontrar lo siguiente como algo útil a la hora de programar y planificar lo que le vas a enseñar a la congregación. QUÉ PREDICAR LA PREDICACIÓN TEMÁTICA. Al principio de mi ministerio pastoral, decidí predicar acerca de “todo el consejo de Dios”. Mi meta era predicar acerca de cada tema en cada uno de los libros de la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Fue uno de los momentos en que más me sentí realizado en mi ministerio espiritual, cuando finalmente prediqué el tema del último libro de la Biblia, del cual todavía no había predicado.
No prediqué de forma consecutiva comenzando con Génesis y terminando con Apocalipsis. Lo que hice fue predicar de forma alternada de un libro del Antiguo Testamento y luego del Nuevo Testamento. Comencé predicando de 2 Timoteo y terminé refiriéndome a todos los temas de los libros de la Biblia predicando de 1 Timoteo. Me mantuve sensible a la dirección del Espíritu Santo en cuanto al libro del cual predicaría en el mes – escuchando y discerniendo las necesidades de nuestra congregación y las necesidades del país en general. Mantuve un registro de todos mis sermones, marcando en el índice de mi Biblia el libro del cual ya había predicado. 73
ASUNTOS DE ACTUALIDAD. No prediqué solamente de los tema de los diferentes libros de las Escritura, sino que apartaba un domingo de cada mes para predicar basado en asuntos de actualidad. Escudriñaba la Palabra de Dios en busca de pasajes significativos que me ayudaran a guiar a la congregación a responder con sensibilidad ante el golpe de estado de 1998, la devastación inmensa ocasionada por el terremoto de 1990, la erupción del Monte Pinatubo y otros acontecimientos nacionales como el asesinato de Ninoy Aquino en 1983, la subsecuente revolución EDSA de 1986 y la partida en 1992 de las fuerzas militares estadounidenses de Subic y Clark después de casi un siglo en territorio filipino. OCASIONES ESPECIALES.
La Navidad, el año nuevo, la Semana Santa, el día de la Independencia de Filipinas o la última semana de exámenes de los estudiantes siempre los traté en mis sermones. También trataba el desafío de las sectas o corrientes populares, pero erradas. Durante Navidad y el domingo de resurrección, los sermones estaban directamente basados en el tema de la cantata de Navidad o de Semana Santa. PREDICACIÓN DE TEMAS.
Se apartaba un domingo de cada mes para predicar sobre algún tema específico. Cada doctrina bíblica fundamental: la Trinidad, la creación, la salvación, la persona y dones del Espíritu Santo, la deidad y la humanidad de Cristo, la Biblia como Palabra de Dios, la soberanía de Dios y la libertad del hombre, se impartía en una serie de dos o tres sermones. Otra serie de dos o tres sermones se dedicaban a temas fundamentales de la vida cristiana tales como saber cuál es la voluntad de Dios, el testimonio del hogar cristiano, el cristiano y el estado, la oración, la meditación diaria en la Palabra de Dios, cómo vencer la tentación, por qué ir a la iglesia, o cuánto debe aportar el cristiano para la obra. PREDICADORES INVITADOS. Cada primer domingo de cada mes estaba reservado para predicadores invitados o
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cualquiera de los ancianos, diáconos, o algún miembro con experiencia. El propósito de que el pastor no predicase todo el tiempo era para variar y a la vez entrenar a los ancianos, diáconos y otros en la predicación. Por supuesto, el pastor también necesitaba de descansos regulares y de la oportunidad de recibir en vez de estar dando todo el tiempo. Los predicadores invitados escogían el tema o el pasaje bíblico del cual predicarían. Si un mes traía cinco domingos, entonces el quinto se usaba para dar un culto evangelístico, es decir, el sermón estaría dirigido especialmente a los amigos y vecinos no creyentes que los miembros invitaban a la iglesia. PREDICACIÓN EXPOSITIVA. La predicación temática se intercalaba con predicaciones expositivas. En las conclusiones de nuestros estudios temáticos se le dedicaba más tiempo a una serie variada de sermones expositivos. Se escogían libros representativos de cada género de la literatura bíblica para su exposición. Nuestra iglesia está teniendo en estos momentos una serie variada de sermones expositivos basados en Marcos, representando los evangelios; Romanos, las epístolas; Apocalipsis, la literatura apocalíptica; Génesis, la historia del Antiguo Testamento; Deuteronomio, la Ley; Isaías, los profetas y Salmos y Proverbios, la literatura sapiencial.
En uno o dos domingos al mes se efectuaban sermones expositivos de libros del Antiguo Testamento. Los del mes a continuación serían de libros del Nuevo Testamento. Se cumplía consistentemente con este patrón alterno de predicación, primero del Antiguo Testamento y luego del Nuevo Testamento. Se hacían no más de dos exposiciones consecutivas de cualquier libro. Después de hablar una o dos veces de todos los ochos libros representativos, entonces se regresaba a donde se había dejado el primero. Y así seguían adelante las diferentes series de exposición. La razón por la que se hacía una serie variada de exposiciones de ocho libros diferentes a la vez era para 75
variar. Los que asisten a la iglesia por períodos cortos, lo cual es común en iglesias de ciudad, necesitan ser introducidos a varios libros de la Biblia antes que regresen a sus provincias o partan a otros lugares. No es sabio hacer una serie de exposiciones de un solo libro de las Escrituras por 10 ó 20 domingos consecutivos o más. Una serie demasiado larga de exposiciones haría que se obviasen otras parte de igual o mayor importancia en la Palabra de Dios. Esto produce aburrimiento en la congregación, y monotonía y pereza en el predicador. PROGRAMA DE PREDICACIÓN. El programa de predicación de nuestra iglesia en cualquier mes luciría así:
Primer domingo: Sermón por un predicador invitado o por un anciano, diácono, o miembro de experiencia. Segundo domingo: Un sermón que trata el tema acerca de un suceso especial como lo es Navidad o asuntos actuales como una tragedia nacional, una doctrina bíblica básica o de la vida cristiana. Tercer domingo: Un estudio temático de un libro de la Biblia o un sermón expositivo. Cuarto domingo: una continuación de lo que se estaba empezando durante el domingo anterior. Quinto domingo (si existiese alguno): Un sermón evangelístico para aquellos que no han confiado en Cristo como su Salvador. ¿CUÁL ES LA REACCIÓN DE LA CONGREGACIÓN? Es muy importante que el pastor sepa la reacción ante su predicación. Yo separo tiempo para preparar con mucho cuidado el programa con tres o cuatro meses de antelación. Es entonces cuando los ancianos se reúnen conmigo e interactuamos acerca de los temas propuestos 76
para predicación. Después la Junta de la Iglesia revisa el programa y luego da sus sugerencias. Esta forma sabia de intercambio ayuda al pastor a tratar las verdaderas preocupaciones que la congregación esté enfrentando. En ocasiones, cuando algún predicador invitado lamentablemente introducía alguna enseñanza errónea, los ancianos y yo como pastor la corregíamos rápidamente. Esto no se hacía en su presencia, ni inmediatamente después del predicador por su propia causa. Más bien, las falsas enseñanzas se trataban y corregían en sermones siguientes, así como también el énfasis en las enseñanzas bíblicas. Mientras más rápido mejor. QUÉ ENSEÑAR COMO EDUCACIÓN CRISTIANA El sermón que tiene lugar en los cultos es solamente un medio, aunque muy vital, de enseñar la Palabra de Dios a su pueblo. Los líderes espirituales pueden usar otros medios para enseñarla. Los líderes deben organizar y desarrollar un potente programa de enseñanza por medio de la Escuela Dominical, los seminarios de educación cristiana o las actividades de los grupos especiales dentro de la iglesia, como son los profesionales solteros, el grupo de los estudiantes o el de los matrimonios. El liderazgo cristiano necesita responder rápidamente a los sucesos nacionales o locales y a las enseñanzas que se hacen populares, pero que están erradas. Por ejemplo, cuando en 1993 cientos y miles de personas empezaron a marchar en masa hacia Agoo, La Unión, para poder ver las llamadas apariciones marianas, nuestros seminarios trataron la cuestión de si todos los sucesos sobrenaturales provenían y eran de Dios. Para este estudio se invitó a un psiquiatra calificado para que se refiriera a los elementos psicológicos de lo que estaba sucediendo en ese momento. Por mi parte como pastor lo traté desde el punto de vista bíblico. 77
Los estudios de Educación Cristiana deben ser cuidadosos y responder a las necesidades que siente y expresa la congregación. Cuando apareció en los periódicos el asunto acerca de la práctica propagada y secreta del aborto, nuestro seminario de Educación Cristiana trató la cuestión de si el feto dentro del vientre de la madre es ya un ser humano. Otros estudios de los cuales nos habíamos percatados que eran necesarios en nuestros seminarios de Educación Cristiana incluían asuntos prácticos tales como: “¿Cómo lidiar con el estrés?”, “El amor, el noviazgo y el matrimonio” y “¿Cómo saber lo que es bueno o lo que es malo en aquello que la Biblia no menciona o no deja claro?” Además de estos sermones, durante los cultos también discutimos en los seminarios fundamentos de la Vida Cristiana. Tratamos asuntos como: “¿Qué hacer cuando tienes demasiado que hacer?”, “¿Es pecado desaprobar en los exámenes? y “¿Cómo rompes tu compromiso con un novio o novia inconverso(a)?” Nuestros seminarios también trataron doctrinas bíblicas básicas. Preparamos de cuatro a cinco sesiones cada uno en temas como: Cristología, soteriología, escatología, teología, Las Escritura como revelación divina y otras enseñanzas básicas de la Biblia. También se trató el tema sobre habilidades básicas del ministerio. Se llegó a dar de dos, tres y hasta diez sesiones para estudiar y aplicar las habilidades ministeriales. Tuvimos temas tales como: cómo interpretar la Biblia, cómo evangelizar, cómo predicar, cómo aconsejar, cómo responder a preguntas que los inconversos hacen, entre otras habilidades espirituales necesarias. Nuestros seminarios de Educación Cristiana (EC) han asumido los siguientes temas para ser debatidos y estudiados. Los temas son solo una muestra de los tantos que han sido debatidos.
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Temas para el seminario de Educación Cristiana Asuntos nacionales y actuales de importancia– “¿Qué podemos hacer para ayudar a preservar nuestra naturaleza?” Vida cristiana- “¿Qué hacer cuando tienes demasiado que hacer?” Doctrinas básicas de la Biblia– “¿Qué enseña la Biblia de las buenas obras?” Habilidades básicas del ministerio– “¿Cómo aconsejar a los que están atravesando crisis? Las Escuelas Dominicales para niños y adolescentes tenían sus propios intereses. Por ejemplo, nuestros maestros de Escuela Dominical les han enseñado a nuestros niños la responsabilidad que tienen de cuidar el medio ambiente. Han resultado muy útiles las lecciones para niños de diferentes edades preparadas por Publicaciones de Educación Cristiana de Filipinas. Los profesionales solteros de nuestra iglesia se han hecho una especie de unión y han invitado a personas preparadas para referirse a temas tales como: INTERESES DE LOS ‘PROFESIONALES UNIDOS: -Cómo formar y dirigir grupos de estudio bíblico en tu oficina o centro de trabajo. –Cómo evitar el desgaste (agotamiento). – ANM: Amor, noviazgo y matrimonio. Todos los casados pertenecen ya sea a un “grupo de atención” o a un “grupo de célula de matrimonio”. El principal propósito de los grupos de atención es el cuidado mutuo de los unos por los otros. Éstos se reúnen una vez al mes para orar, hacer estudios bíblicos y
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debates, y fortalecer los lazos de unidad– éste último se hace muchas veces por medio de comidas que comparten unidos. Dentro de los intereses que tienen los grupos de células de matrimonios están los siguientes: INTERESES DE LOS GRUPOS DE CÉLULAS MATRIMONIALES – ¿Cómo resolver un malentendido entre marido y mujer? – ¿Cómo decir “Te quiero” en el matrimonio? – ¿Cómo mantenerte fiel a tu cónyuge? – ¿Cómo mantener vivo el matrimonio? – ¿Qué función tiene cada cual en el hogar? – ¿Cómo manejar los gastos de la familia? – ¿Cómo lograr unidad a la hora de tomar decisiones? – ¿Cómo disciplinar a los hijos? – ¿Cómo evangelizar a tu familia? ¿QUÉ ENSEÑAS A LA IGLESIA CUANDO SE TE TERMINA EL MATERIAL QUE TIENES PREPARADO? Debido a la inescrutable riqueza de enseñanza que tiene la Biblia y la constante necesidad de los creyentes de prepararse espiritualmente, el problema radica más bien en ¿de dónde saco tiempo suficiente para enseñarle a la iglesia todo lo que debe saber? El pastor que se alimenta diariamente de la Palabra de Dios, pasa tiempo en comunión con Dios y con Su pueblo al compartir sus preocupaciones, cargas y alegrías; por lo tanto no necesita preocuparse si se va a quedar sin qué enseñar. Por el contrario, el que pasa tiempo con Dios y con Su pueblo, siempre sentirá cierta frustración por el tiempo tan limitado que tiene y tanto, tanto, tanto que hay por enseñar de la Palabra de Dios. Cuando estemos en el cielo, me parece que ni aun la eternidad será suficiente para conocer completamente todo lo referente a nuestro Creador, Salvador, y Rey.
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CAPÍTULO CA TORCE CATORCE
CÓMO DIRIGIR UNA REUNIÓN ADMINISTRATIVA La frase reunión administrativa es un nombre provisional. Una reunión administrativa es un grupo que se une con el propósito de tomar decisiones juntos. Para ser más exactos, este capítulo trata de cómo dirigir una reunión en la iglesia en la cual se van a tomar decisiones. Los grupos que toman decisiones productivas y razonables no se forman automáticamente. Los grupos que toman decisiones sabias son solo el resultado de una preparación completa, un liderazgo sensible y consagración en oración. Cuando un líder llega a una reunión de este tipo, y no se encuentra suficientemente preparado, hará que todos los presentes se encuentren perdiendo el tiempo. La falta de preparación, de una interacción bien conducida, y la falta de oración traen como resultado horas desperdiciadas y decisiones mal tomadas. Aquí le presentamos algunos puntos que te pueden ayudar a conducir de forma más productiva las reuniones de la iglesia. Estos puntos te pueden servir para dirigir diferentes tipos de reuniones sean congregacionales, departamentales, etc. 1.- Planifica con tiempo de antelación los puntos a tratar en la reunión. Revisa las actas de reuniones anteriores para ver los asuntos que quedaron pendientes o en espera de una decisión. Consulta a tu pastor antes de tratar asuntos importantes y que requieren ser mencionados. Sé sensible a las necesidades del grupo. Desarrolla una visión de lo
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que el Señor puede hacer con el grupo. Lleva papel y bolígrafo para que a dondequiera que vayas y te venga una idea que tiene que ver con una necesidad del grupo, la anotes. Aparta por lo menos una hora para pensar sin apuro, hacer una lista de los puntos a tratar y planificar lo que vas a hacer. Una semana antes, o por lo menos un día antes de la reunión, provéele a cada miembro una copia de los puntos que has preparado para ser tratados en la reunión. Esto le ayudará a todos a tener suficiente tiempo para pensar en sugerencias, soluciones y alternativas respecto a los intereses del grupo antes que comience la reunión. Titula los puntos: Puntos propuestos para nuestra reunión (#) de (año) de (nombre del grupo y fecha de la reunión). Asegúrate de llevar copias extras de los puntos a tratar, incluso cuando las hayas repartido con anterioridad. Son excepcionales los casos que traen consigo sus copias. Muchos habrán dejado sus copias “en casa con el apuro de venir para acá”. Otros simplemente no la encontraron, o simplemente ni se percataron de que le habían entregado una copia. 2.- Haz consultas antes de la reunión Cuando vayas a tratar un tema que sea potencialmente divisivo, discútelo primero con el pastor y con dos o tres líderes principales de la iglesia. Lleguen una posición común entre ustedes, aunque sea tan solo una acción provisional. El asunto debe ser debatido individual y cuidadosamente con líderes claves de la iglesia antes de llevarse a la reunión formal. Consúltalo con personas claves antes de reunirte con el grupo. Escucha cuidadosamente sus objeciones, explicaciones y alternativas. Explica tu punto de vista, pero trata de haber escuchado a los demás con mucha atención, principalmente a aquellos que no estén de acuerdo contigo. 82
3.- Controla con cuidado el uso del tiempo. Haz lo que esté a tu alcance para comenzar y terminar en tiempo. El tiempo es precioso; una vez gastado es irremplazable. Los líderes son personas ocupadas, por lo tanto, usa el tiempo sabiamente. En la citación para la reunión, indica, además de la hora de comienzo, la hora de terminación. Esto le permite a las personas muy ocupadas poder planificar otras actividades después de la reunión. Cumple tu palabra. Termina en el tiempo indicado aunque no se haya comenzado a tiempo. Cumplir con el tiempo es cumplir con tu palabra, lo cual te hará ganar la confianza de aquellos a quienes diriges. Comienza la reunión tan pronto como tengas el grupo necesario, aunque incluso no hayan llegado todos los que esperes. Esto, por supuesto, supone que tú como líder del grupo hayas llegado temprano. No hay nada más desalentador para el grupo que ver a su líder siempre llegar tarde. No esperes que esté el 100% de asistencia para comenzar la reunión. Perderás mucho tiempo si lo haces. Si llegó la hora de comenzar la reunión y no tienes la cantidad de personas necesarias, comienza de todos modos. Empieza con asuntos que no necesariamente requieren de la presencia de todos. Mientras esperas por ellos, puedes ir leyendo las actas de reuniones anteriores, escuchando informes, o leyendo cartas y saludos de amigos y antiguos miembros de la iglesia. Puedes también tener tu tiempo de oración. Si no se acordó previamente de cuánto tiempo duraría la reunión, comienza preguntando a todos de cuánto tiempo disponen para la reunión. Entonces, usa tu tiempo de forma tal que se adapte, según como sea posible, al tiempo que los miembros asistentes te pudieron dar.
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Si el tiempo es limitado, propón al grupo una secuencia de discusión dándole prioridad a los puntos más importantes de la reunión y dejando los menos importantes para el final. De esta forma tratas las decisiones más importantes mientras todos están presentes; y dejas para el final los asuntos secundarios, cuando quizás los que estén escasos de tiempo ya no estén. Esto te permite referirte a los asuntos más importantes cuando todavía las mentes están frescas. Prepárate para terminar la reunión en el tiempo acordado, incluso si no se han tratado todos los puntos de la reunión. 4.- Comienza la reunión con un ambiente propicio. Comienza tu reunión con una nota positiva. Expresa tu agradecimiento sincero para aquellos que tomaron de su precioso tiempo para asistir a la reunión. Reconoce y agradece la distancia que alguien tuvo que recorrer y los sacrificios que tuvo que hacer para poder estar presente. Si hay alguien presente por primera vez, preséntalo y dale la bienvenida de forma oficial. Si el grupo no es demasiado grande, dale la oportunidad para que cada uno se presente si es que no están familiarizados los unos con los otros. Menciona y reconoce las cosas agradables y los sucesos alegres que le han sucedido a algunas personas desde la última reunión hasta ahora. Alguien quizás haya celebrado su cumpleaños, aprobado un examen crucial o fue promovido en su trabajo. Si se encuentran reunidos en una casa, expresa tu sincero agradecimiento al anfitrión, y si se les ha brindado algo de comer, dale las gracias. Si hubo algo que en la reunión anterior les causó dificultad, y en esta ocasión ha sido resuelto, entonces comiencen su reunión con un reconocimiento de la bondad de Dios. Eleven una oración de acción de gracias al Señor.
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5.- Siempre busca el consenso y la unanimidad. Si la decisión que el grupo va a tomar es crucial para la iglesia, entonces busca que haya unanimidad. Si la decisión es muy importante, no prosigas aunque tengas la mayoría de los votos. En casos así no es sabio recurrir de inmediato a la decisión de la mayoría, a menos que el tiempo sea de extrema importancia. Por ejemplo, es muy sabio buscar el apoyo total cuando se trate de decidir a quién será el futuro pastor de la iglesia. Cuando no exista unanimidad en cuanto un asunto importante, es recomendable mantener el estatus quo. Por ejemplo, si se está decidiendo cambiar la hora del culto del domingo, aquellos que están en contra (aunque sea la minoría) posiblemente no asistan si los obligas al cambio. Si mantienes el estatus quo, todos seguirán viniendo. Cuando exista una significativa minoría que discrepe, no ejecutes todavía la decisión de la mayoría. Programa otra reunión. Entre esta reunión y la próxima trata de hablar con los que discrepan respecto a la decisión de la mayoría. Escucha con atención y con tanta comprensión como sea posible las razones de su discrepancia. Explica más detalladamente las razones que hicieron tomar a la mayoría tal decisión. Luego, habla con algunos de aquellos que se encuentran en la mayoría y explícales mejor las razones de la minoría. Trata de encontrar un compromiso entre las partes en conflicto. Cuando esto no sea posible, habla nuevamente con la minoría. Trata de salir con la seguridad de que estarán dispuestos a respetar la decisión de la mayoría si ésta se impusiese. Sin embargo, cuando la minoría permanece intransigente, tú como líder debes tantear la situación tan comprensivamente como sea posible. Tienes que decidirte si te acomodas a la minoría o impones lo que decide la mayoría. Debes tomar esta difícil decisión y atenerte a las consecuencias. Las decisiones difíciles y las
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consecuencias difíciles de tales decisiones son parte de la carga que se lleva en el liderazgo. Para esto se necesita coraje, sabiduría y fe. Sin embargo, a veces las entrevistas personales producen una posición intermedia o un cambio significativo de posición. A medida que las emociones tomen su lugar, se vence la atmósfera de confrontación y se dedica más tiempo a la oración y meditación. Cuando esto suceda, tu próxima reunión será más fructífera. 6.- Dirige la reunión activamente Hay reuniones donde el líder ejerce el mínimo liderazgo, permitiéndole a todos los que quieran a hablar tan tendidos como a ellos deseen, y a presentar otros temas. En estos casos el líder no hace esfuerzo alguno para retornar el debate al punto que se estaba tratando. Cuando algo así sucede, es como si el grupo fuera un barco en medio del océano con todos sus motores apagados, su capitán rendido de sueño y las olas llevándolo a no se sabe dónde. Por otra parte, existe el líder que viene a la reunión con la decisión tomada en todos sus puntos. Antes que el grupo pueda analizar el asunto, ya el líder lo da por sentado como un acuerdo y se traslada al otro punto que viene a continuación. No le da suficiente tiempo al grupo para pensar e interactuar. En una situación como esta, el grupo viene a ser como un montón de soldados rasos en un campo de entrenamiento militar donde cada uno hace exactamente todo lo que le digan. ¡En este caso es mejor ni convocar a una reunión! Lo que necesitan las reuniones en las que se toman decisiones de la iglesia es un equilibrio saludable entre el liderazgo liberal y el liderazgo despótico. El que dirige no debe permitir que la reunión cambie su rumbo al azar. Por otro lado, debe permitir que exista el debate libre. Debería
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haber suficiente tiempo para la reflexión y una mente abierta a las ideas nuevas y las alternativas. El líder debe conducir el grupo sin apagar su espontaneidad y libertad. CIERTAS COSAS QUE NECESITAS HACER CUANDO VAS A DIRIGIR UNA REUNIÓN PARA TOMAR DECISIONES: I. Expresa tan claro como sea posible en una o dos oraciones el propósito de la reunión. Por ejemplo, di al grupo: “El propósito de nuestra reunión en esta mañana es para recibir, debatir, y modificar o aprobar el presupuesto para este año en la iglesia. Si el tiempo lo permite, trataremos dos o tres asuntos referentes a nuestra iglesia”. II. Reparte copias de los puntos que van a ser tratados y asegúrate de que cada uno tenga la suya. Trata los puntos uno a uno, explicando de forma breve en una o dos oraciones de qué trata cada uno. Expresa la importancia que tiene el tomar decisiones en algunos aspectos en particular. No permitas que en ese momento haya ningún tipo de interacción. Detente solo a responder preguntas aclaratorias, y no expreses tu opinión en ningún punto para no predisponer al grupo a tu favor y se tome así una decisión prematura. III. Pregunta al grupo si se encuentran preparados para aprobar que estos sean los puntos a tratar o si alguien quiere quitar o añadir algo y por qué. Exprésalo como esto: “¿Están de acuerdo que tratemos los puntos propuestos? ¿Hay algo que se quiera añadir o quitar? Por favor explique el porqué”. Después de un breve tiempo para el diálogo, pregunte si desean aprobar los puntos que se van a discutir en la reunión.
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IV. Tenga un tiempo de oración teniendo en cuenta cada uno de los puntos y pidiéndole a Dios su dirección en las decisiones que se han de tomar. Esta no es la oración de apertura, sino un tiempo en el que todos tienen la oportunidad de orar. V. Casi siempre se lee primero un informe de secretaría en el que constan las actas de la reunión anterior. Este informe sirve para refrescarle la memoria al grupo. Cuando lo encuentres conveniente, guía al grupo en una oración de acción de gracias después que se lea el informe de secretaría, agradeciéndole al Señor por aquellos asuntos que trajeron dificultad, pero que ya han sido resueltos. Toma nota de los asuntos que están por resolverse. VI. Procede con los puntos que fueron aprobados. Hazlo de uno en uno. Explica cada uno según le corresponda. Explica nuevamente la importancia que tienen las decisiones que se han de tomar respecto al asunto. Permite el diálogo en el grupo. Si permanecen en silencio o no se sienten preparados para hacerlo, entonces presenta lo que tú consideras como la mejor alternativa respecto al asunto en cuestión. Propón dos o tres formas válidas para tratar el asunto. Se supone que para poder hacer esto hayas dedicado tiempo a pensar y meditar en ello. Como líder se espera que hagas eso. Exprésalo de esta forma: “Pienso que lo que necesitamos hacer respecto a este problema es, en primer lugar ___________; en segundo______________; y finalmente ____________. Tenemos las opciones siguientes ________________. Las ventajas y desventajas de la primera opción son: _____________.”
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VII. Da tiempo al diálogo. Escucha atentamente y resume lo que cada uno diga en una o dos oraciones, no importa cuán amplia sea la explicación. Di algo parecido a esto: “Según entendí, usted dice que (resumen de lo que se dijo), ¿es así?” No deje que nadie domine el debate. Más bien di: “Nos gustaría escuchar la opinión de otra persona. Eddy (nombre de la persona que quieres escuchar), ¿cuál es tu opinión al respecto?” Como moderador, cohíbete de expresar tu opinión (positiva o negativa) acerca de lo que alguien diga. En vez de eso, pregunta al grupo si está de acuerdo o no con lo dicho y por qué. Después que dos o tres hayan hablado, resume lo dicho en una o dos oraciones breves, así: “Lo que hemos dicho hasta ahora es en primer lugar, _________; en segundo,___________.” VIII. Si se ofrece una propuesta específica válida, vuélvela a enunciar en forma de resumen y en lenguaje sencillo. Si aparece alguna que se contrapone, resúmela y enúnciala también. Expresa al grupo la diferencia entre ambas propuestas. Invite una vez más al debate en el grupo. Menciona siempre la esencia del asunto que se está tratando cada vez que dos o tres hayan hablado. Si ve que se está llegando a un consenso, diga: “Entonces, ¿estamos diciendo todos que (menciona el consenso en forma breve)?” Si el grupo reafirma que está de acuerdo, entonces diga: “Como (junta/iglesia/ departamento /etc...), hemos decidido que (exprese el consenso en forma de resumen). IX. Comprueba si la secretaría ha recogido con exactitud la decisión tomada. Pídale que lea para el grupo lo registrado. Si el grupo acepta la decisión como se ha recogido, entonces procede con el otro asunto que le sigue.
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X. Termina la reunión con otro tiempo de oración. Esta no es la oración final. Al orar, ten en cuenta los puntos de la reunión (mencionando cada uno) agradeciéndole al Señor por Su dirección. Pon en sus manos lo que se ha decidido y pídele al Señor la capacidad para llevar a cabo las decisiones tomadas. XI. Concluye la reunión con otra expresión de agradecimiento por el aporte de todos y por su presencia. Cuando sea conveniente, comparte algunas palabras de exhortación de las Escrituras. Sin embargo, no te extiendas por más de cinco minutos, pues ya a esa altura todos se encuentran agotados y apurados para marcharse a casa o a continuar con alguna otra actividad. XII. Lleguen a un acuerdo acerca de la fecha, la hora y el lugar en que se hará la próxima reunión. Si la reunión terminara tarde en la noche, es tu responsabilidad como líder de que cada uno llegue bien a su casa. 7.- Finalmente haz un seguimiento de la reunión. Pídele a la secretaría que te transcriba las actas de la reunión. Revísalas para ver su precisión antes de que sean reproducidas. Provee con una copia de las actas a cada miembro antes que se efectúe la próxima reunión para que de esta forma las puedan leer más detenidamente y vengan preparados para el debate. No obstante, trata de que la secretaría traiga copias suficientes para los que asistirán a la próxima reunión. Las personas afectadas por la decisión del grupo, principalmente las que lo son de forma desfavorable, tendrán a alguien que se los dirá. Llégate a ellos primero para explicarles la decisión tomada, antes que se les informe de forma extraoficial. Designa tan solo un vocero,
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especialmente para decisiones controversiales, y llámale antes que todos quieran explicar su versión de la decisión. Informa oficialmente su responsabilidad a los que el grupo ha pedido ejecute alguna tarea en específico. Hazlo saber tan pronto como puedas, ya sea por vía telefónica, una nota o de forma directa. Muchas veces no se hace lo acordado porque a las personas no se les ha informado lo que les corresponde hacer.
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CAPÍTULO QUINCE
EL EJERCICIO DE LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA Los líderes son los encargados de proteger y preservar la pureza de la vida y la enseñanza de la iglesia. La disciplina en la iglesia se ha de llevar a cabo aunque ésta vaya en contra de las relaciones interpersonales normales. Cuando se haga algo mal en la iglesia, los líderes espirituales deben aplicar medidas disciplinarias al que haya cometido la falta. Razones de la disciplina Un deber doloroso. La disciplina no es una posición santurrona e hipócrita de la iglesia o sus líderes. No existe la iglesia perfecta ni los líderes perfectos. Más bien la disciplina es una tarea difícil para aquellos que están conscientes de su propia imperfección. Necesidad. La iglesia ejerce la disciplina por necesidad. Como en una familia, el padre debe disciplinar o se da lugar al caos (Hebreos 12: 7-8; Proverbios 13:24). Mandamiento. La disciplina es obediencia a los mandamientos de las Escrituras (1 Cor. 5:1, 2, 7; Mt. 18:17). Negarse o rechazar la disciplina de la iglesia es desobedecer las Escrituras. Propósitos de la disciplina El pecado siempre causa divisiones, destruye la vitalidad espiritual y hace que el testimonio de la iglesia sea ineficaz. La disciplina es necesaria para mantener la unidad, crecimiento y vitalidad espiritual de la iglesia (Ef. 4:25-32).
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El primer llamado de la iglesia es glorificar a Dios. La iglesia ejercitar la disciplina para honrar el nombre del Señor entre su membresía y en su comunidad en general (Ro. 2: 23, 24). La disciplina no tiene el propósito de destruir al que hizo mal. Más bien es para alentar, animar y proveer una oportunidad para la persona de que se arrepienta (Ap. 2:5). Procedimiento de la disciplina La iglesia debe tratar de cumplir siempre lo que se enseña en Mateo 18:15-17. El proceso de disciplina lleva cuatro pasos: Primero. La parte afectada (el individuo o, si es toda la iglesia, uno de los ancianos) confronta al que afectó en privado. Si éste se arrepiente, entonces el problema está resuelto. Segundo. Si el que cometió el error no se arrepiente, la parte afectada solicita ayuda a una persona de mayor madurez espiritual, o dos o tres personas. Si la iglesia completa es la afectada, entonces todos los ancianos deben estar presentes. Si la persona que hizo mal se arrepiente, entonces el problema está solucionado. Tercero. Si la persona no quiere arrepentirse, se trae el asunto a toda la iglesia, que pueden ser la junta de la iglesia o toda la membresía, depende lo que haya hecho. Si se arrepiente, entonces el problema está solucionado. Finalmente. Si esa persona se niega a escuchar a la junta o a la congregación, se le separa de la membresía de la iglesia. Autoridad responsable La congregación completa aplica la disciplina necesaria (1 Cor. 5:4). Sin embargo, en los casos en que la congregación
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es relativamente numerosa y debidamente organizada, los ancianos o la Junta de la iglesia impondrán la disciplina a nombre de la congregación. En los casos donde sea un anciano el que requiera disciplina, serán el pastor y los otros ancianos los que la impongan (1 Tim. 5:19, 20). Tipos de faltas La disciplina de la iglesia no abarca las actitudes erradas de odio, prejuicio o los deseos de la carne. Esto no significa que tales actitudes no sean pecado, o que éstas sean menos pecaminosas que las obras malvadas. Así como lo mal hecho que se ve es abominación a Dios, así la son las malas actitudes, y ambas le desagradan mucho. Sin embargo, hay actitudes pecaminosas ocultas que por su naturaleza solamente son conocidas por el que las posee, y deben ser tratadas por el propio individuo con Dios en privado (1 Juan 1:9). Lo mal hecho que no se hace en público debe ser enfrentado por las personas involucradas sin tener que recurrir a toda la congregación y a su liderazgo (Mt. 5:23, 24). Las faltas privadas son aquellas que involucran tan solo a un ofensor y a un solo ofendido. Tales faltas no afectan a nadie más ni a la comunidad en general. Entre estas tenemos los malentendidos con un compañero o compañera de cuarto, disputas entre esposo y esposa, o una deuda sin pagar. Sin embargo, las partes en una falta privada pueden buscar consejo o arbitraje de los ancianos u otros líderes maduros de la iglesia. Las faltas contra una persona que se cometen en presencia o con el conocimiento inmediato de otros son considerados faltas públicas. Un insulto personal que fue dicho en presencia de otros se convierte en una falta pública. La iglesia no impondrá disciplina por actitudes erradas, y dejará, tanto como sea posible, que la falta privada se
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resuelva entre las dos partes involucradas. Sin embargo, la iglesia sí disciplinará a los que incurran en una falta pública. Las faltas públicas son actos cometidos en contra de la comunidad en general, incluyendo actos cometidos contra inconversos. Entre estos se incluyen: cometer fraude en los exámenes, malversación de fondos de la iglesia o de una compañía y la inmoralidad sexual – específicamente fornicación, adulterio, y prácticas homosexuales (1 Cor. 5:1-2). La falta pública es disciplinada por la iglesia. Si la falta que cometió una persona fue pública, es decir, conocida por la comunidad en general, la iglesia necesita declarar su desaprobación por medio de la disciplina. La iglesia debe defenderse de los ataques en contra de su unidad e integridad. Se enfrentarán las ofensas cometidas en contra de la comunión de los creyentes. Entre las que se cometen en contra de esta comunión se encuentran el chisme, los ataques en contra de la integridad de los líderes y rehusarse a dejar de enseñar doctrinas o prácticas falsas (Hebreos 13:17; Gálatas 1:9). Tipos de disciplina Las siguientes medidas disciplinarias están expuestas en orden creciente según su grado de severidad. Las medidas que le siguen presuponen que las que le preceden ya han sido tomadas. No se impone ninguna medida severa sin antes haber recurrido a métodos menos severos. Instrucción. La instrucción no es una medida disciplinaria; más bien es la acción preventiva necesaria contra la falta. Sin embargo, en medio de la corrección de la falta, la iglesia siempre instruirá (explicará, definirá, interpretará y aplicará la verdad bíblica) (2 Tim. 3:16, 17). Amonestación. La amonestación le hace un llamado fuerte y positivo al malhechor para que abandone sus caminos y se vuelva a Dios en arrepentimiento. La
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amonestación tiene el propósito de despertar la conciencia de la persona y confirmar la voz del Espíritu Santo que ya está hablando al creyente en desobediencia (Tito 3:14). Reprensión. Reprender es repudiar, rechazar y condenar una falta de forma clara e inequívoca. Es para dejarle claro al que la cometió que la membresía de la iglesia y la comunidad en general no apoyan, permiten ni se comprometen con sus acciones (1 Tim. 5:20; Tito 1:13). Pérdida del cargo. El que comete la falta es retirado de los cargos de liderazgo que tenga. El mismo puede participar plenamente de todas las actividades de la iglesia, pero no se le permite ejercer el liderazgo. No puede ser nombrado ni elegido como representante de la iglesia, dirigir un culto, predicar, enseñar en la Escuela Dominical, ni dirigir un estudio bíblico. Expulsión de la membresía. En este caso la persona puede seguir participando en las actividades como los cultos, pero no puede votar en las elecciones de la iglesia, ni participar de sus reuniones. Se le suspende la membresía (2 Tesalonicenses 3:11-15). Expulsión de la comunión. Esta es la más severa en la disciplina de la iglesia. A la persona se le trata como un incrédulo. La iglesia y sus líderes pueden mantener contacto con la persona, pero solo será a nivel de funciones sociales. La iglesia no se unirá en oración con él, aunque siga orando por él. Otros miembros no evangelizarán con esa persona ni le llamarán “hermano” (1 Cor. 5:1, 2, 3; Mt. 18:17). Anuncio público. La instrucción y la amonestación pueden ser hechas en privado o en público. La reprensión debe ser pública para enseñar a otros a alejarse de tales acciones. La expulsión del liderazgo y de la membresía deben ser hechas en público; puede ser en un culto donde todos vean que la iglesia no pasa por alto lo mal hecho (1 Tim. 5:20). 96
Severidad de la disciplina La severidad de la disciplina depende de lo siguiente: El tipo de ofensa. Se tratarán severamente las faltas que causen grandes daños a la comunión de creyentes o a la comunidad. Por ejemplo, el adulterio es un ataque al matrimonio, a la familia, y daña muchísimo a la iglesia y a la comunidad. Por lo tanto, el adulterio se disciplina más severamente que, por ejemplo, cometer fraude en los exámenes. Número de faltas. Una persona puede cometer una falta o un montón de ellas. En una sola falta se pueden malversar fondos, mentir o chismear. Un grupo de ofensas es algo más serio que una sola. Persistencia en la falta. La persona puede cometer la misma falta durante un período de tiempo. Un momento de pecado es menos grave que persistir constantemente en el mismo pecado. Un momento de fornicación es menos severo que vivir en concubinato. Posición de líder. Mientras más conocimiento se tiene, más responsable se debe ser. Los líderes tienen conocimiento o deben tener mejor conocimiento. Cuando un miembro comete una falta, él y algunos más sufren malas consecuencias. Cuando un líder cae en pecado, toda la iglesia sufre las consecuencias. Un líder que comete una falta merece sanciones más severas que el miembro que la cometa. Falta de arrepentimiento. El que no se arrepiente de la falta obtendrá la sanción más severa. Fin de la disciplina Perdón. Cuando la persona se arrepiente, la iglesia debe perdonar. Pero, ¿qué pasa con el que no se quiere arrepentir? ¿Podemos perdonar al que no se quiera arrepentir? Sí, de hecho deberíamos (Mt. 6:14-15). 97
Sin embargo, hay una diferencia entre el perdón personal y el judicial. El perdón personal es una transacción entre nosotros y Dios, no entre nosotros y el culpable. El perdón personal tiene que ver con la actitud de nuestro corazón, no con el fin de la disciplina. Sin el arrepentimiento del que hizo mal, pudiera haber perdón, pero no judicial. Sin arrepentimiento no puede haber una restauración de la comunión, ni el fin de la disciplina. Pero cuando hay verdadero arrepentimiento se debe retirar la disciplina y restaurársele la comunión (Lc. 17:3-4; 2 Cor. 2:6-7). Las disciplinas son medidas temporales. La disciplina siempre busca el arrepentimiento del culpable. Frutos de arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento no se muestra con palabras vanas sino con la actitud del corazón. El verdadero arrepentimiento siempre va acompañado del cambio visible y tangible. El arrepentimiento genuino no es aquel que dice: “Lo siento”, sino el que aprende a odiar el pecado. El arrepentimiento no es poner la cara llorona, sino aceptar la responsabilidad personal por lo mal hecho. No es tratar de culpar a otro o hacer racionalizaciones. Es el reconocimiento humilde de haber fallado. No es insistir en que somos inocentes, sino un interés profundo por la gloria de Dios y el bienestar de los demás. El arrepentimiento no es autoconmiseración ni pintarse como la víctima de las circunstancias. El arrepentimiento es la aceptación total por el mal cometido (Salmo 51:1-4). El arrepentimiento verdadero siempre produce sus frutos (Mt. 3:8). Entre los frutos de arrepentimiento se encuentran el pagar lo que se tomó sin pedirse, enfrentar de forma responsable las consecuencias del daño y reparar el mal que puede ser reparado. Debido a que el arrepentimiento toma lugar en el corazón y solo lo conoce Dios, la iglesia tiene que depender de los frutos de arrepentimiento visibles antes de darle el perdón judicial. La confesión. En el verdadero arrepentimiento se encuentra la confesión de pecados. Esto significa la 98
confesión a Dios por ser el primer ofendido en todo lo que se hace mal. Todo pecado infringe la ley de Dios. También la confesión debe hacérsele al individuo o grupo que fue afectado. Cuando la falta es privada, solo basta con confesar la culpa a quien se ha ofendido. Sin embargo, la falta cometida contra la comunión de los hermanos debe confesarse ante la junta de ancianos, la junta de la iglesia o toda la membresía en dependencia de la severidad o la naturaleza de la ofensa. Cuando la parte ofendida es toda la comunidad, la confesión debe ser hecha en público, es decir, durante el culto normal de la iglesia. Compartiendo las cargas los unos con los otros (Gálatas 6:1,2). El perdón del ofensor requiere ayudarle a enfrentar las consecuencias del pecado que pueden ser ayudarle con un hijo(a) ilegítimo. Sin embargo, compartir las cargas no significa proteger al ofensor arrepentido de los dolorosos resultados de sus hechos, como pueden ser pagarle cada centavo que malversó o la multa. La iglesia debe ayudar al ofensor arrepentido, pero debe permitirle experimentar la pena y el dolor de las consecuencias de su falta. De esta forma aprenderá a rechazar lo malo más intensamente (2 Samuel 12:13-14). Restauración del liderazgo. La iglesia debe cuidarse de no exponer a la persona que ha estado bajo disciplina y que está arrepentida a la misma tentación que lo llevó a su caída. Esto significa, por ejemplo, que si alguien malversó fondos de la iglesia, entonces no debe ser de nuevo tesorero, por lo menos no de inmediato. La persona arrepentida puede ser restaurada al liderazgo; sin embargo, restaurar al líder no debe ser algo apresurado. El líder arrepentido debe comenzar como si fuera alguien nuevo en la congregación. El perdón no significa que las cosas vuelvan a estar como estaban antes como si nada hubiese pasado. El perdón es más bien darle la oportunidad a la persona arrepentida de tener un nuevo comienzo.
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EPÍLOGO El liderazgo espiritual es costoso y exigente. Se necesita que guiemos con el ejemplo. El desafío del liderazgo espiritual está dado en lo que debemos ser, más que en lo que debemos hacer. A diferencia de otros líderes, los líderes espirituales dirigen con la pureza de su carácter y no con el poder de su carisma. El liderazgo espiritual nos exige que amemos y atesoremos a aquellos sobre los cuales tenemos autoridad. No se puede dirigir satisfactoriamente a las personas si no las amas. El líder espiritual es básicamente un pastor del pueblo de Dios. Cada uno de los que dirigimos somos preciosos a los ojos de Dios. Por lo tanto cada uno debe ser tratado con el mayor respeto y la mayor dignidad, y no como si fueran un medio de trabajo o un recurso económico que se usa para lograr ciertas metas y objetivos. Las personas a las que servimos solamente responderán con grata obediencia y cooperación cuando les amemos y las consideremos valiosas. El liderazgo espiritual es ejercer la autoridad de la Palabra de Dios. Tendremos más autoridad cuando enseñemos fielmente las Escrituras. Podemos exigir obediencia cuando seamos completamente bíblicos en nuestra enseñanza y en la práctica. Por el contrario, cuando nos desviemos de la ley escrita de Dios, lograremos menos lealtad por parte de los que dirigimos. Finalmente, nuestro liderazgo espiritual eficaz está basado en nuestro caminar íntimo con Dios. Habrá muchas cosas que se puedan fingir, pero la intimidad con Dios no es una de ellas. Si eres ajeno a Dios y a la intimidad con Él, tus seguidores lo notarán. El momento en que más preparado estás para guiar al pueblo de Dios es cuando te levantas de tus rodillas. Nosotros, los que guiamos el pueblo de Dios, debemos ser hombres y
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mujeres de oración y de la Palabra; porque para guiar al pueblo de Dios primero debemos entrar en las cosas de Dios, y solo entonces podremos hablar según piensa Dios. ¿Quieres ser un líder espiritual con éxito? Sé entonces un digno ejemplo de moral; ama y da valor a los que te siguen; enseña fielmente las Escrituras y camina en intimidad con Dios. Vigila tu carácter. Trata con respeto y dignidad a los que diriges. Crece en el estudio y entendimiento constantes de la Palabra, y vive una vida de oración.
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APÉNDICE UNO: PLANILLA DE MEMBRESÍA
PLANILLA DE MEMBRESÍA
Nombre: _____________________________________________ Nombre(s)
Apellidos
Fecha de nacimiento: ______________ Lugar de nacimiento: ______________ Nacionalidad: ___________ Dirección actual:_________________________________________ _____________________________Teléfono:__________________
Si estudia: Carrera y año que cursa: __________________________________ Escuela: _______________________________________________
Si trabaja: Trabajo y /o cargo que ocupa:_______________________________ Nombre de la empresa / compañía:__________________________ _____________________________Teléfono: _________________
Si es graduado: Títulos y/ o estudios cursados (Por favor indique el nombre de la universidad o institución) __________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________
Si es casado: Nombre de su cónyuge: ___________________________________ Fecha de casamiento: _____________________________________
Hijos: _______ Nombre
Edad
Fecha de nacimiento
__________________________
____
_____________
__________________________
____
_____________
__________________________
____
_____________
Padres: Nombre
Padre:
Trabajo / Cargo Religión
________________ _________ ________________
Madre: ________________ _________ ________________
¿Cuántos hermanos tiene? _____________ ¿Cuántos son cristianos? ______________ ¿Qué posición cronológica tienes en tu familia?________________ ______________________________________________________
En caso de emergencia, nombre una persona que deba ser contactada:_________________________ Relación: ____________ Dirección: ______________________________________________ ______________________________ Teléfono: ________________
Por favor, enumere los cargos o experiencia de liderazgo / trabajo / profesional que haya tenido anteriormente. __________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________ Honores o premios académicos / profesionales que haya recibido: ____________________________________________________________________________________________________________ Pasatiempo/Deporte: _____________________________________
¿Cuáles eran tu antecedentes religiosos antes de conocer a Cristo? ____________________________________________________________________________________________________________ _________________________________________________________ ¿Cómo te acercaste a (nombre de la iglesia local)? _____________ ______________________________________________________ Aparte de (nombre de la iglesia local), ¿qué otra fuente de apoyo espiritual tienes (grupos fuera de la iglesia de los cuales eres miembro)?______________________________________________ ______________________________________________________ ¿Eres bautizado? ______ Fecha: _________ Lugar: _________________________________________________ Iglesia: ________________________________________________ Ministro que ofició: ______________________________________ ¿Qué talentos / dones espirituales tienes? _____________________ ______________________________________________________ ______________________________________________________ Si se te diera la oportunidad, ¿de qué forma te gustaría servir al Señor en (nombre de la iglesia local)? _______________________ ______________________________________________________ ______________________________________________________ ¿Cuál es tu mayor aspiración / oración al unirte a (nombre de la iglesia local)? __________________________________________ ______________________________________________________ ______________________________________________________ En una hoja por separado escribe tu testimonio de cómo viniste a Cristo (¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo?)
Firma: __________________ Fecha: __________________
APÉNDICE DOS: PACTO DE MEMBRESÍA
PACTO DE MEMBRESÍA Habiéndome convertido en miembro del cuerpo espiritual de Cristo por medio del arrepentimiento y la fe, y habiendo confesado públicamente a Cristo por medio del bautismo en agua, yo, (nombre impreso), deseo unirme a (nombre de la iglesia local) como miembro regular. Al unirme a (nombre de la iglesia local), profeso: Mi fe en el Señor Jesucristo como el Hijo de Dios, que confío en el como mi Salvador y me someto a Él como mi Señor; Mi dependencia del Espíritu Santo para que me guíe y capacite y así vivir una vida cristiana consistente, alejado del pecado, honrando a Dios en todas las áreas de mi vida y proclamando el nombre de Cristo a otros; y Mi suscripción sin reservas a la declaración doctrinal de (nombre de la iglesia local). Como miembro de (nombre de la iglesia local), prometo: Asistir de forma regular a los cultos de adoración y de comunión; Servir activamente al Señor, en cuanto exista la oportunidad, en y a través de la iglesia, según los dones que Dios me ha dado; Dar sacrificadamente para el apoyo de la iglesia y su ministerio; Cumplir fielmente con un tiempo designado para el estudio personal y la meditación de las Escrituras, y para orar por mí, la iglesia, y sus lídres; y Estar dispuesto a reconocer la autoridad de los líderes de la iglesia y de ser necesario, aceptar la disciplina según las Escrituras. Nombre impreso: _________________________ Firma: _________________________ Fecha: _________________________
APÉNDICE TRES: COMPROMISO DE LA DIRECTIVA
COMPROMISO DE LA DIRECTIVA (Ancianos, diáconos, líderes de departamentos y miembros de la junta de la iglesia) 1.Siguiendo el ejemplo de nuestro Señor, me esforzaré de tal manera que mi vida pública y privada sea un modelo digno de imitar por mis hermanos (1 P. 2:21; Jn. 13:15; 1 Tim. 4:12; 1 Co.11:1); 2.Buscaré ser un siervo que ministre con humildad las necesidades de los creyentes por individual y de toda la iglesia, que se preocupe con compasión por el rebaño de Dios (1 P. 5:1-3; Lc. 22:27; Mt. 9:36);
3.Reconociendo que el crecimiento espiritual de los creyentes solamente ocurre cuando se nutren de la Palabra de Dios, tomaré cada oportunidad para ayudar a enseñar la Palabra en público, privado, a tiempo o fuera de tiempo (2 Tim. 4:2); y 4.De la manera fiel que el Señor oró por Sus discípulos, me esforzaré para orar con diligencia por cada miembro de la iglesia por su nombre y por toda la congregación en general (Jn. 17:1-26; Ef. 1:15-16).
Nombre impreso:______________________ Firma:______________________ Fecha: ______________________
APÉNDICE CUATRO: COMPROMISO DE SERVICIO
COMPROMISO DE SERVICIO Habiendo sido llamado por Dios, según pienso, al ministerio de proclamación del Evangelio a tiempo completo, me comprometo ante Dios y esta congregación a que: 1. Enseñaré y proclamaré el evangelio según las Santas Escrituras; que no enseñaré nada que sea contrario a lo que enseña claramente la Palabra de Dios; que me limitaré a enfatizar las enseñanzas que las Escrituras no enfatizan o guardan silencio; 2. Me conduciré de tal manera que mi vida personal será siempre un modelo de lo que enseño con la boca; me esforzaré para ser ejemplo en palabra, fe y conducta para aquellos que me tengan como líder; 3. Buscaré darle siempre la gloria a Dios en mi ministerio, esforzándome siempre porque los hombres y mujeres pongan sus ojos en Cristo y nunca buscando seguidores propios para que de esta manera Cristo crezca y yo mengüe.
Nombre impreso: ___________________ Firma: ___________________ Fecha: ___________________