P R E C I O S DE S U S C R I P C I Ó N En Madrid O pesetas trimestre. — En Provincias españolas, l O . —Eepúblicas americanas, en la capital 3 pesos trimestre.— Estados, Provincias ó Departamentos, 4 , 5 0 trimestre.— Número suelto, 1 peseta.
ANO X I X .
Eírector: Francisco ie Paula Flaper.
CONDICIONES
ÍIEDACCIÓÍÍ Y ADMINISTRACIÓN O a l l e <lc S a n . 3 X a r o o s , 3 , b a j o .
Esta ilustración se publica los días 7, 14, 22 y SO, dándc se también figurines. — Suscripción adelantada.
NUM. 6 .
MADRID 14 DE FEBSERO DE 1901.
8. A. R. LA PRINCESA DE ASTURIAS
EL INFAKTE DON CARLOS DE BORBÓN y BORRÓN
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E L ÁLBUM IBERO-AMERICANO S X J JVC-A. E , I
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T v x l o : Crónica tspañola y americana, por F r a n c i s c o de P . F l a quer. — Visiones de Carnaval, por Carlos Ortiz. — Los sueños de la Epifanía (contintiación), p o r E u g e n i o Selles. — Enlaces regios, p o r E. G,—Máscara y mascarada, por E. Roclriguez Solís, —Xa Mujer (continuación), por B . de la H u e r t a Posada. —C««níos breves: La madre, p o r Bialet—Bromíín.?, p o r A. Sánchez Pírez.— Uno que se retira, por Manuel del Palacio. — Habla, Lilia, por S a l v a d o r Diaz Mirón.— Variedades. — Xuesiros grabados, por l a Redacción. G r a b a d o s : 5'. A. R. la Princtsa de Asturias. — El Infante Doñearlos de Boi bón y Barbón. — Palacio Real de Madrid, donde se verificará el casamiento de la Princesa de Asturias. — Al bai'e de máscaras.— Bromazo Sin careta. —Traje persa.
CRÓNICA ESPAlOLH Y AMEBICANÁ Carnaval. — Fiestas reoles. — Bailes de mdscaras. — Colombia y Brasil. — Miseria en Puerto Rico. — Las noches del Real.
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AS distintas comparsas que por las uoches recorren las calles al son de guitarras y panderetas, anuncian que estamos en época de Carnaval, una de las épocas del año más alegres para la h u manidad. La muchedumbre aguarda con impaciencia la llegada de esos días para entregarse en brazos de la diosa locura y dejarse arrastrar por la corriente de la algazara. ¿Qué es el Carnaval? Una serie de actos insensatos, que sólo pueden cometerse á favor de la careta. Las lejes de la cortesía prohiben al hombre ciertos actos que en estos días se cometen, escudándose con el disfraz, lo que d e muestra poca educación ó poca delicadeza. Bueno es divertirse, pero sin menoscabo de nuestros semejantes. * * * Con motivo del matrimonio de la Princesa de Asturias, que hoy debe verificarse, se están celebrando las fiestas acordadas para solemnizar tan fausto suceso. La función de gala del Real, la recepción en el Ayuntamiento y el baile en Palacio han sido actos suntuosos, por haberse desplegado gran lujo, asistiendo á todos estas funciones numerosa y escogida concurrencia. La corte de España tiene fama de fastuosa, y la nobleza de poseer alhajas de gran valor. En estos días hemos podido admirar esa riqueza y fastuosidad. S. M. la Reina Regente y S. A. la Infanta Isabel han hecho los honores á los convidados con la amabilidad que las caracteriza. * Verifícanse actualmente varios bailes de máscaras, pero los más importantes serán los de la Asociación de la Prensa y Circulo de Bellas Artes. Ambos han de verificarse en nuestro real coliseo, y se dice que concurrirán á ellos las principales damas de la sociedad madrileña. El baile que dio la Sociedad de escritores y artistas fue muy escogido, produciendo buenos resultados pecuniarios, tan indispensables á una corpofación que protege á los artistas desvalidos. * » *
Las noticias de Colombia nos dicen que han quedado libres de insurrectos los puertos de Barranquilla y Cartagena, pudiéndose hacer el tráfico, que tanto tiempo ha estado
paralizado; pero no dan aún por terminada la revolución. También en el Brasil han ocurrido recientes trastornos, habiendo habido un encuentro entre las fuerzas del Gobierno y los sublevados, resultando muchas víctimas. Esos síntomas revolucionarios han sido causa de que algunos Bancos hayan hecho suspensión de pagos. * * * El doctor "Williams, módico militar, que acaba de regresar de Puerto Rico, dice lo siguiente en su informe presentado al G o bierno de los Estados Unidos: «En las Marías no hay médico. Un maestro de escuela americano, Mr. Toncuand. á quien interrogué sobre la causa de tantas enfermedades como allí había, me dijo: Falta de alimentación. E n Adjuntas la situación es espantosa. Hombres, mujeres y niños están hinchados, entumecidos, demacrados y desfallecidos por el hambre. Interrogado el médico del pueblo acerca de las causas de la mortalidad de la semana precedente—54 defunciones, mientras que los nacimientos sólo fueron cuatro—respondió: «La mortalidad es poco más ó menos la misma todas las sema ñas. Causa primordial, inanición crónica.» Estas desconsoladoras noticias demuestran lo que hemos dicho acerca de la funesta do minación yanqui. * * * E l teatro Real, no sólo en este último día de gala, sino en otros de abono, presenta el aspecto de sus mejores tiempos. La empresa del Sr. París se esfuerza en variar el espectáculo, dando á conocer lo más bueno y lo más nuevo del repertorio. Además, como dicho empresario es un gran director de escena, presenta las óperas con un lujo y propiedad que supera á muchos de los primeros teatros extranjeros. Conocedor Luis París de la historia, dispone las representaciones sin cometer anacronismos. FBANCISCO DE P .
FIÍAQUER.
VISlOIsMíS DE CARNAVAL if|41|iUiÉN eres t ú que te atreves á sonar tus 4\VW// '^^s'^^beles en medio de las lágrimas de K ^ ^ la humanidad y pasas profanando el dolor de las almas enfermas, llenando con tu carcajada olímpica el mundo entero? — Soy un rayo de luz en las lobregueces de la tierra. ¡Reíd, gozad, cantad! Soy la blanca emperatriz Locura;' no la que hace la noche en las almas, sino la que las deja iluminadas con la luz de los placeres. Mi imperio dura lo que la vida de un lirio. ¡Reid, gozad!.... Mi carcajada se dilata como una poderosa vibración, y hace revivir las almas marchitas y desarrugar las frentes pálidas. Soy un destello de juventud en la decrepitud del mundo. Soy un gran Galeoto, intermediario de los amores y de los besos, Al compás alegre de mis cascabeles suena mi carcajada, que destierra la tristeza ¡Reid, gozad!.... Mi imperio dura lo que la vida de una rosa en el sonó de una virgen. —Blanca emperatriz de diadema de cascabeles y rostro de careta, no basta tu inmensa
carcajadapara sofocar en sus sonoras vibraciones los lamentos de los que sufren. Más alta que t u gran algarabía oigo la voz siniestra de las víctimas; más poderosas que tu alegre y pasajero bullicio, escucho furiosas blasfemias que rugen en los vientos, oigo el estertor de los moribundos, los gritos de dolor de los vencidos; entre la música de los besos y el susurro de las serpentinas llegan á mí voces de espanto; horribles clamores de los que luchan con la desesperación en el alma; imprecaciones de odio; rugidos de rabia; voces lúgubres del crimen y sollozos del remordimiento; lastimeros gemidos y atroces maldiciones. No bastan tus disfraces para disfrazar las miserias del hombre. ¡Pasa! que tras el velo rosado de t u alegría veo—¡visión terrible! — la humanidad con todas sus abyecciones y tristezas.
Pasa Pierrot con su blanco traje cubierto de manchas rojas. Diríase el alma blanca de una virgen manchada de rojos besos. Pierrette, la alegre Pierrette, le sigue, y pasan entre las comparsas y mascaradas des granando en el aire las notas de sus risas, como un trémolo que se dilata, y se dilata eu armoniosas ondulaciones. La brillante mirada de Pierrette se clava de vez en cuando en los picarescos ojos de Pierrot, y él siente que su alma se llena de flores rojas. Son los deseos que florecen como rojas amapolas ante las pupilas ardientes de Pierrette. ¡Oh! Pierrette conoce el secreto de las miradas y la armonía de los besos. Y Pierrot, que ha amado la luna, conor'e la sugestión de las claridades astrales. Cruzan radiantes entre el bullicio del Corso. Dirianse dos blancas tórtolas que van á buscar un nido para sus amores. De pronto Pierrot se detiene: ¿qué es aquello que está allí á dos pasos tan sólo de Pierrette? —Un muerto. ¡Ved! su rostro es más blanco que el traje de Pierrot. Las serpentinas que alfombran el suelo están manchadas de sangre, roja como los labios de Pierrette. Un ramo de jazmines, desviado en su curso de un carruaje á otro, ha caído sobre la frente pálida del cadáver. La flor ha dado un beso misterioso al muerto. —¿Un muerto?—¡Bah!—Apenas alcanza á interrumpir por un momento ese loco desfile de la alegría, que pronto vuelve á tomar su marcha, más animado cada vez; las flores atraviesan el aire, fugitivas, buscando un seno donde posarse, ó unos labios donde estampar el beso encomendado á sus pétalos; y sobre el cadáver, huésped de la eterna noche, se amontonan las serpentinas como un flotante sudario multicolor. —¿Un cadáver?—¡Reid! ¡Gozad! Es el imperio de la Locura. Y Pierrot y Pierrette se alejan alegres entre las filas del Corso, poblando el aire con los trémolos de sus risas.
Con tenues rumores de suspiros y besos, cruzan en todas direcciones las serpentinas, describiendo brillantes parábolas de mil colores. Parece como si un arco iris se deshiciera
E L ÁLBUM I B E R O - A M E R I C A N O poco á poco, enredando sus rayos entre los bucles de las cabecitas gentiles. Esas alegres cintas de papel, que hieren como las flechas de Eros, y que al desarrollarse con un susurro misterioso cuentan secretas historias de amor, forman puentes ondulantes; frágiles puentes en el espacio de dos carruajes, puentes de hierro en el abismo de dos almas. ¿Por qué Arlequín, que luce en el Corso sus abigarrados colores, y cuya alegría contagiaba, ya no ríe?—¿Por qué ahora el rumor de las serpentinas, como si se agitaran muchas alas de seda, parece que le canta el salmo de los dolores? Es que ha visto á Colombina, Colombina, que ama los versos, arrojarle una serpentina roja, tal vez teñida con todo el faego de un beso, al poeta, que ha oído levantarse un murmullo de ritmos y armonías ante los ojos radiantes de Colombina. Bajo la mirada de esos ojos negros y profundos, como un abismo del infinito donde naufraga un astro,.siente el poeta que en las lobregueces de su alma, que era un caos, se hace como una claridad de aurora, y oye un himno inmenso, como si despertara un mundo, Y enjambres de ilusiones se levantan, y mariposas de oro, y mariposas rosadas, y mariposas verdes tienden sus alas. Las mariposas de la Fortuna, del Amor y de la Esperanza. Y Colombina sonríe, y pasa su sonrisa como un estremecimiento de corolas besadas por la brisa. Y Colombina sonríe y al entreahrii'se sus labios parece que se abrieran los pétalos de una rosa para enseñar su seno lleno de jazmines. Y Colombina sonríe al poeta, y él ve un gran astro alumbrando el mundo misterioso de su alma, y un ángel blanco deshojando rosas, rosas y besos. Y Arlequín siente crecer la noche, una noche poblada de tinieblas; una noche de ruinas, donde hay sollozos, y lamentos, y blasfemias. Y siente hacerse en su alma la soledad, por donde sólo pasan las aves negras del dolor. Ve á Colombina alejarse bajo una lluvia de flores, y queda inmóvil, mordiéndose los puños, como el Maldito después de haber sido arrojado del cielo. ¡Oh! tal vez él también se sentía arrojado del cielo de los amores por el Ángel blanco, que on el alma del poeta deshojaba rosas, rosas y besos. ¡Reid! ¡Gozad!.... Y semejante á un arco iris que se deshiciera poco á poco, enredando sus rayos entre los bucles de las cabecitas gentiles, cruzan las serpentinas en todas direcciones, contando con un susurro misterioso secretas historias de amor.
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PALACIO l i E A L D E MADRID, DONDE SE VERIFICARÁ E L CASAMIENTO DE LA PRINCESA D E ASTURIAS
do, perdida la confianza en la virtud de su amada, la creía capaz de todo. E l recuerdo del beso, que no le abandonaba un punto, lVavfa,oi<5ii pa,ra. l a s s o l a d o r a s . le hacía pensar que Esperanza era materia corruptible y dispuesta para todo y para (Continuación.) todos ¡para todos, menos para él! VII Una noche, Esperanza salió á la calle á hora desacostumbrada. No iba con su madre, EL DESPERTAR sino con una amiga. Ricardo espiaba desde ICARDO no podía expulsar de su cerebro el portal frontero, como lo hacía siempre en ^M la imagen viva de aquel beso, confe- aquellas horas que él juzgaba de mayor pesado con intención incendiaria por Es- ligro, y lo eran ciertamente, porque en ellas peranza. el Sr. Carvajal dejaba su casa para asistir á Reconociendo todo su egoísmo y falsedad, su círculo de café y D.* Rita solía dormirse pretendía olvidarla; pero como su pasión su- en el comedor ó acostarse del todo, libre ya peraba á su voluntad, ni la olvidaba ni la de la tertulia enojosa del Marqués. Esperandesdeñaba, como él quisiera y ella merecía. za, entonces, quedaba sola en la casa y seA la par de este sentimiento de amor i n - ñora de sus puertas. Soledad y sazón oporvoluntario, vivía en Ricardo otro sentimiento tunas para un amante osado y una niña extraño en su corazón sano y noble: el del complaciente. odio mortal al Marqués. Ricardo procuró coEsperanza se había adornado con su traje nocerlo; tarea fácil, porque el Marqués era de y atavíos mejores. Ricardo la siguió, y ella esas personas siempre expuestas en teatros, y su amiga y él dieron en el Teatro Real, paseos, toros, carreras de caballos y demás donde ambas acuparon sendas butacas. escaparates públicos de la sociedad. Ricardo quedó sorprendido, porque EspeCuando le hubo conocido de vista, se dio ranza no iba á espectáculos caros sino cuaná seguir sus pasos con tenacidad, tenacidad do algún amigo le proporcionaba billetes de que tenía mucho de esa atracción invencible favor ó alguna amiga la llevaba por necesidad con que nos llama, lo mismo que lo amado, de compañía. lo aborrecido. Y como Ricardo andaba desRicardo tomó otra butaca de las últimas y ocupado de sus obligaciones judiciales, la más escondidas filas, tanto para no ser visto ocupación de sus celos llegó á ser la exclusiva de Esperanza, cuanto para ocultar de los de de aquellos días. más la modestia de su traje, impropio de Es de ver un celoso en actividad. Presa de aquella exposición de elegantes maniquíes. Cinco minutos después de comenzado el la hidra negra, espía perpetuo de su amada, rebuscador de sus propias desgracias cuando primer acto, el Marqués entró en el teatro son ciertas, inventor de ellas cuando son Ricai'do se puso en pie sin saberlo, y paliimaginadas, loco, en fin, dedicado á agran- deció tanto, que un caballero que estaba á su lado se creyó en el deber de preguntarle si dar sus propios tormentos. Ricardo seguía al Marqués y vigilaba á se sentía malo. Efectivamente, parecía enfermo ó loco, á juzgar por el extravío de su Esperanza sin descanso. mirada. ¡Qué angustia si en ocasiones perdía su ¡Pasa, blanca emperatriz Locura; pasa, que —No, no es nada—respondió sentándose.— tras el velo rosado de tu alegría veo—¡visión pista, figurándoselos ya juntos en escondites Lo debí suponer — añadió mentalmente.— terrible!....—la humanidad con todas sus mi- inaccesibles! Una cita, una cita segura. Se entienden; la ¡Qué suspiros de desahogo cuando sabía serias y tristezas! amiga es una tercera. por un sirviente sobornado que el Marqués CARLOS OUTIZ. Continuaba la representación de la ópera. había pasado en la mesa de juego de algún Buenos Aires. Ricardo ni sabía cuál era, ni la oía. Sorbiclub aquellas noches que él suponía pasadas en los brazos de Esperanza! E n los brazos, do por sus celos, se hallaba como solo en nada menos que en los brazos; porque Ricar- medio de aquella esplendorosa concurrencia
los sueños k la Epifanía.
64 y como sordo en medio de aquella catarata de sonoridades musicales. Para él no había nada alrededor, nada enfrente, fuera de E s peranza y el Marqués. La armonía de la orquesta, las notas de los cantantes, el estallido frecuente de los aplausos, le sonaban como un rumor lejano, insuficiente para perturbar su aislamiento. E n cambio creía percibir el cuchicheo de Esperanza y de su amiga, por virtud de ese poder de atención con que el maestro músico distingue la desafinación de un instrumento entre los centenares de voces de la orquesta. P a r a él no había más ruido perceptible que la nota infernal de aquel beso que sonaba perpetuamente en su oído, y que el concierto de aquellas dos bocas que se j u n t a r o n un día como se juntaban al presente las dos miradas para fundirse en un éxtasis. La sala llena, el hormigueo del público, la hermosura de las mujeres, la fosforescencia de las pedrerías, la animación del espectáculo, presentaban á su vista, recogida en un solo punto, el efecto confuso de un cuadro borroso. E n cambio veía claramente cómo la mirada de Esperanza, al dirigirse al escenario, se posaba largos espacios en el Marqués. Y veía también cómo la mirada de éste, al dirigirse atrás, se encontraba con la de Esperanza y se paraba en ella, compenetrándose ambas y enviándose una salutación más íntima, más honda, más habladora que el saludo de la mano, de la sonrisa y de la palabra. Acabado el acto, el Marqués clavó sus ojos en Esperanza, y en compañía de amigos suyos salió de la sala. Esperanza, con pretexto de acomodarse en su asiento, volvió el cuerpo atrás dirigiendo una mirada como de despedida al Marqués. — ¡Ingrata! ¡desalmada! ¡No tienes consideración para mí, ni vergüenza de él, ni decoro en ti! Ricardo salió también de la sala: no podía respirar en ella. Sentía ahogo en el alma y opresión en el pecho. Vio en el vestíbulo al Marqués, el cual se mofaba de la candidez de Margarita, enamorada de un señor desconocido que lleva en su compañía al diablo cargado de oro. Representábase el Fausto, de Gounod. La irrespetuosidad con que aquel hombre corrido y aquellos barbilindos seductores de oficio hablaban de objetos sagrados para Ricardo, encendió su corazón, donde aún se ^lantenían en pie los altares de la vieja caballerosidad española. Su amor exaltaba doblemente esa hidalguía respecto de Esperanza, que en aquellas burlas infamantes era aludida entre otras mujeres. Ricardo se habría apartado con asco del corro, si no le sujetaran su curiosidad y sus celos hambrientos de noticias. Pero no pudo oir más: la bandada de buitres .'e dispersó por varios palcos, tal vez para cubrir de flores las mismas caras que acababan de despellejar. Ricardo volvió á su asiento, y allí continuó sin darse cuenta de lo que pasaba á su alrededor. Sus miradas eran de esas miradas muertas que miran sin ver, que caen sobre todos los objetos y no tocan en ninguno; excepto en
E L ÁLBUM I B E R O - A M E R I C A N O Esperanza y en el Marqués, á quienes absorbía con tal potencia, que los veía sin mirarlos y sin poder apartarse de ellos, como si los llevara clavados dentro de la retina. Por esto no se le escapó la sonrisa ligera que cruzaron una vez. Aquellos labios llenos de improperios días atrás, los labios que maldecían y juraban venganza, se entreabrían de nuevo, movidos quizá por la palpitación del riltimo beso, y se entreabrían acaso para enviarse á distancia otro beso mental. Ricardo, loco ó febril, con la demencia de los celos ó la calentura de la excitación nerviosa, que ambas producen delirios, se figuraba ya ver cómo el espacio se acortaba entre ambos amantes; cómo sus cabezas se iban acercando, y cómo, al fin, sus bocas se dormían una sobre otra en lúbrica conjunción. Y entonces, en lo más vivo de esta visión, resonó claramente en la sala el chasquido de un fuerte beso. Ricardo se estremeció, creyendo haberse vuelto loco. Aquello no era fantasía suya: era indudablemente beso verdadero, corpóreo, que sonaba como el estallido de carne que se abrasa. Miró instintivamente á la escena. Fausto y Margarita sellaban su perdición con el primer beso de amor, en aquella poética ventana blanqueada por la luz de la luna. El grito de felicidad consumada que Fausto profiere después, p e netró en el oído de Ricardo como chorro de fuego. Trajo á su imaginación la felicidad que el Marqués habría sentido en caso semejante. Sus celos, sus rencores, sus envidias se revolvieron como serpientes en su corazón. E l Marqués salió al vestíbulo sonriendo al pasar frente de Esperanza. Ricardo salió detrás y se situó j u n t o al corro de maldicientes. Las burlas se renovaron pronto. —¿Parece que hemos vuelto á las andadas. Marqués? —¡Bah! querido: ve usted visiones. —Las que hemos visto son sonrisitas. —Y es raro—observó un tercero,—porque el Marqués es de los que no vuelven por el camino andado. Se referían infaliblemente á Esperanza. E l Marqués callaba, autorizando con su silencio aquellas suposiciones que lisonjeaban su vanidad tanto como herían la honra ajena. — H a y que confesar que el camino merece billete de ida y vuelta. —Es hermoso. —¿Y llano?—preguntó otro. Los interlocutores bajaron la voz y se acercaron mucho al Marqués. Este narraba, no sólo lo sucedido con Esperanza, pero también lo que él quisiera que hubiese sucedido. Lo contaba con ese tono hipócrita de secreto, y con esos embustes propios de los tenorios de profesión que no se creen honrados sino cuando deshonran. Ricardo se metió bruscamente en el corro, y sin cortesías ni rodeos dijo: —Todo eso es una mentira villana. —Señor mío, eso de mentira —contestó el Marqués. —Pues si no es mentira, es algo peor. No deben referirse los favores de mujer, si son mentira; si son verdad, deben callarse. Conque, lo dicho: embustero ó canalla. E l Marqués, abrumado y aun avergonzado
públicamente por aquella argumentación vigorosa en fondo y forma, no supo replicar. Los amigos intervinieron, procurando apartarlo de allí, y se hubiera apartado si R i cardo no estuviese resuelto á aprovechar la ocasión buscada para dar salida honrosa á su odio. •— Basta — dijo un amigo conciliador. — Este caballero retira sus palabras, y nosotros nos retiramos de aquí. —Ni retiro una letra, ni ese señor se retira sin llevar marcado su castigo. Y diciendo y haciendo, abofeteó al Marqués para cortarle de este modo toda retirada, llevando la cuestión á punto irreconciliable. Ricardo salió del teatro, entregando a n tes su tarjeta á un amigo del Marques. EUGENIO SELLES. (Concluirft.)
ENLACES REGIOS 1N 1701, cuando el Rey Felipe V con3i.: taba 17 años de edad, contrajo matrimonio con la Princesa María Luisa de Saboya, que apenas había cumplido 13. Es este el primer casamiento de la casa de Borbón reinante en España. Un escritor de la época de la de la joven Reina, dice que era de corta estatura, con mucho despejo, naturalidad, gracia, viveza, garbo y rostro agraciado. F u é á pedir la mano, en nombre del nieto de Luis X I V , el Marqués de Castel-Rodrigo, que concertó las capitulaciones matrimoniales y fué recibido con gran ostentación. Hizo el 8 de Septiembre su entrada pública en Turín. Abrían la marcha 12 pajes vestidos de terciopelo carmesí, bordado de oro y plata; seguían cinco carrozas del Embajador con tiros de ocho caballos, servidas por 15 lacayos vestidos de escarlata, con galones de oro, que ocupabanpersonajes milaneses y napolitanos, y 12 Gentileshombres con bordados y vistosos uniformes; iban en pos otras carrozas de varios señores, y en último término la del Duque de Saboya conduciendo al Marqués de Castel-Rodrigo, al Marqués de la Piedra, de la Orden de la Anunciatta, y al Introductor de Embajadores, Conde Rubí. Daban la escolta cuatro compañías de dragones y guardias suizas. Por la noche fué solemnemente recibido por la Daquesa Gabriela de Saboya y su madre la Duquesa Ana, yendo en la carroza de S. A. R., escoltada por otras, con 30 Gentileshombres con hachas encendidas. El desposorio se verificó el 11 de Noviembre en la iglesia del Santo Sudario, de Turín, representando en tan solemne acto á Felipe V su tío el Principe de Carignan. Por la tarde recibió besamanos la Princesa María Luisa, ya como Reina de España. Al siguiente día salió para Niza con su camarera mayor la Princesa de los Ursinos y toda su servidumbre italiana, á fin de embarcarse en la Capitana, galera de Ñapóles, que con otras, hasta 20, la esperaban, napolitanas, francesas, sicilianas y genovesas, todas al mando del Conde de Lemus.
E L ÁLBUM IBERO-AMERICANO Regaló el Duque de Saboya á la Reina de España un collar de perlas guarnecido de diamantes y esmeraldas, y su egregia abuela un retrato de Felipe V con cerco de brillantes. E n Niza se verificó la entrega solemne de la Reina al Embajador español por el Marqués de Dronero, y allí mismo el Cardenal Arcliinto entregó á la augusta Señora, en nom-' bre de Clemente X I , la Rosa de Oro y algunas reliquias. Llegó la Reina María Luisa á Marsella el 14 de Octubre y desembarcó, con el propósito de seguir por tierra el viaje á España, á fin de evitarse la incomodidad de la navegación, que le resultó muy molesta. Francia la acogió en triunfo. Mientras María Luisa de Saboya caminaba por mar y por tierra hacia su nueva patria, el Rey Felipe V marchaba á su encuentro. Salió de Madrid para Barcelona el 6 de Septiembre con el Conde de Santisteban; el Marqués de Ribas; los Embajadores de Francia y Saboya; el Duque de Medina-Sidonia, su Caballerizo maj^or; los Mayordomos de semana. Marqués de la Alameda y Conde de Priego; el Conde-Duque de Benavente, Sumiller de Corps; y los Marqueses de Moutealegre y de Valero, el Duque de Sessa y el de Osuna, Geutileshonbres de cámara. Tres días después partió hacia Cataluña la servidumbre destinada á la Reina E n ella figuraban: como Damas de honor, Doña Beatriz de Córdoba, la Marquesa de Loreuzana y Doña Juana de Azores; y como Damas meninas, Doña Josefa de Figueroa, hija del Conde de los Arco-.; Doña Catalina Pimentel, hija de los Marqueses de Povar; Doña Manuela de la Cueva, hija de los Duques de Alburquerque; Doña Isabel Ana de Velasco, hija de lo.s Condes de Fuensalida; y Doña Laura y Doña Rosa Castelví, hija del Marqués de Villatorcas.
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lla costumbre que en lo antiguo permitía á los esclavos en ciertos días del año jugar á los señores y tomarse con éstos todo género de libertades y licencias. «En la Venecia de los tenebrosos Consejo^ de los PZowos y áel puente de los Suspiros—escribe un ilustrado literato;— en la Roma de los Borgias; en cualquier parte donde el pueblo ha vivido sujeto por una mano de hierro á un poder más ó menos tiránico, se comprendía esta periódica explosión de libertad y de locura.» Además de esto, la rigidez de las costumbres, el aislamiento del hogar, propios de la Edad Media, trajeron necesariamente esos días de alegría que entraña el Carnaval, esa máscara que al igual sirvió al amor que á la política, que urdió tramas novelescas y realizó dramas sangrientos. Díoese que de Italia, cuyos pueblos la recibieron de los árabes, pasó la máscara á FranE . G. cia, y que las altas damas, para preservar su rostro de las injurias del aire, ó tal vez con otro objeto, adoptaron la máscara de terciopelo negro adornada con tafetán blanco. ¿No pudo ocurrir que fuera España el primer pueblo que recibió la máscara de los árabes? El manto que trajeron las huríes moras, y (APUNTES HISTQEICOS) que, colocado de cierta forma, tan sólo las ÁSCAEA. dejaba libre uno de los ojos, para ver sin ser fíy|H|. Máscara quiere decir lo mismo vistas, ¿no tenía algo de máscara y disfraz? Recuérdense las tapadas de medio ojo, con^ i ^ ^ que careta ó, lo que es igual, distra las cuales tanto se legisló. fraz con que se cubre la cara. Por una ú otra causa, es lo cierto que la E l primer uso de la careta preséntase en las momias egipcias, que aparecen cubierto máscara adquirió bien pronto en España el rostro por una máscara generalmente de carta de naturaleza, y no tan sólo se llevó cartón, formado con lienzo ó papiro, con es- para el baile, sino para la calle. Don Carlos y Doña Juana, en Valladolid y tuco, dorada y pintada, cuando no consen el año 1523, prohibieron el uso de la mástruida por una lámina de oro verdadero. Los fenicios la tomaron de los egipcios; cara bajo la pena de cien azotes, dados púlos actores en Grecia y en Roma la usaban blicamente si era persona baja, y si noble ú de cartón, formado con tela modelada y ba- honrada, destierro de la ciudad, villa ó lugar por seis meses, doblándose la pena al que la ñada. El ininus ó actor que iba en los cortejos hubiere llevado de noche. Cree el ilustre Jovellauos que esta ley no so fúnebres imitando las maneras del difunto y encaminó á prohibir los inocentes disfraces de haciendo su oración fúnebre, llevaba puesta personas reunidas para divertirse en lugares una careta que le representaba. También aparece en los antiguos pueblos cerrados, señalados por el magistrado público de América. El viajei'O Acosta habla del tea- y protegidos y velados por él, sino contra los tro de Cholula (México), y en nuestro Museo enmascarados que vagaban libremente día y noche por calles y plazas, cosa que podía proArqueológico se admiran varias caretas ame ricanas, pintadas de vivos colores: una repre- vocar á delito encubriendo á sus autores.
Se colocó al estribo, dándose á conocer como un personaje francés de la regia servidumbre; se despidió, volvió á Figueras, cambió de traje y salió al zaguán de Palacio á recibir solemnemente á la Reina. María Luisa intentó arrodillarse ante su esposo, mas éste no lo consintió, tendiéndole sus brazos al cuello. La Reina conoció en Felipe V al caballero francés que la había cumplimentado en el camino. E n el Palacio de Figueras hubo aquel día besamanos. La ratificación del matrimonio se hizo en la iglesia parroquial, oficiando el Patriarca de las Indias. Después de darles la bendición se cantó el Te Deum. Pasaron el invierno en Cataluña, y luego el Rey marchó á la campaña de Italia.
MASCAEA Y MASCARADA
Gobernaba la casa de la Reina el Conde de Montellano, y en la comitiva figuraban los Marqueses de la Rosa y Añavet, Mayordomo el uno y Caballerizo el otro. La carroza destinada á María Luisa de Saboya era tallada, con decorados, guarnecida por dentro de tela encarnada con bordados de oro y plata, y por fuera de terciopelo carmesí con galones de oro y plata. Para que el lector se forme idea de lo que eran estos viajes de la corte, conviene decir Con todo, grandes escándalos debieron proque las dos comitivas componían un total senta la cara de un tuerto, con el ojo derecho de 682 personas, 3B carruajes y 402 cabezas cerrado, y orejas postizas, movibles y de gran ducir las máscaras cuando el P. Valdivia de ganado. tamaño; otra, tallada en madera de palma, (1683) predicó contra ellas un sermón, del que A su paso por Zaragoza juró el Rey en la muy ligera, adornada con asuntos de orna- vamos á copiar algunos párrafos: «¿Habéis visto los abominables pecados que iglesia del Pilar las leyes, fueros 3' costum- mentación geométrica perfectamente tallahacen por esas calles los enmascarados? bres aragonesas, y en Piera destacó al Mar- dos, y con las mejillas ahuecadas. »¿Cómo llevan cosas deshonestas? E n un documento del año 1019 aparece qués de Montenegro para que en su nombre 2¿Cómo representan actos deshonestos? mencionada la careta en Italia con el nombre fuese á cumplimentar á la Reina. »Arbol que tal fruto lleva, ¿qué tal será? E l 2 de Octubre llegó Felipe V á Barce- de luppa. «¿Pueden hacer los diablos más que esto? E l Carnaval veneciano contribuyó podelona, permaneciendo allí hasta fia de mes; Y lo ven vuestras mujeres, vuestras hijas y abandonó la ciudad el día 31, pernoctó en rosamente á poner en moda los disfraces y vuestras hermanas. San Sadurní, y partió para Gerona, donde la careta, así para aquella fiesta como para »¿Qué pensamiento sentirán? supo que María Luisa de Saboya llegaba á guardar el incóguito. »¿Quó soñarán aquella noche? Perpigiian. Con la careta de hierro cubrían muchos »¿Con qué consideraciones se acostarán y El día de los Santos llegó el Rey á Figue- caballeros su rostro para los torneos. También los inquisidores ocultaban la cara se levantarán?» ras, y allí recibió carta de la Reina anunciánEste sermón prueba que las máscaras concon un paño provisto de dos agujeros, como dole su llegada á Junquera. tinuaban y que la ley que dejamos transcrita Felipe V, á caballo, de incógnito, con al- hoy los hermanos de ciertas Cofradías reli110 se cumplía, corroborándolo ciertos trozos ^ guna servidumbre; se adelantó á conocerla. giosas. Al hablar del Carnaval en Italia, ocurre- de algunas comedias de nuestros clásicos, que ' Halló á la Reina en el camino en un cocho, senos la duda de si tendría por origen aque- vamos á insertar: acompañada de la Princesa de los Ursinos.
AL BAILE DE MÁSCARAS
BROMAZO SIN CARETA
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E L ÁLBUM IBEEO-AMEEIOANO — Juanete, saber procara, siguiéndole hasta después, ese máscara quién es. CALDZRÓH.—El pinlor de su deshonra. —Venir los galanes, á tlegir las damas, que en Carnestolendas amor se disfraza. MoHETO.—El desdén con el desdé».
Barcelona fué una de las ciudades de E s paña donde las fiestas de máscaras alcanzaron mayor esplendidez. Oigamos á D. Pedro Calderón en una de sus mejores comedias: DON ÁLVAHO.
Aquef-la la puerta es de Palacio, á quien la fama de catalán nombre llama la plaza de Clos; y pues • es aquí donde á parar todas las máscaras \ienen, donde los muficos tienen tablado para danzar, aquí es donde esperaré ver aquella disfrazada que de Flora acompañada
Según D. Víctor Balaguer, en Barcelona se organizaron por primera vez bailes de máscaras en jardines iluminados por faroles de colores, á imitación de lo que se hacía en Yenecia; costumbre que parece introdujo un Embajador de aquella Eepública, llamado Navagiero, que estuvo en dicha ciudad á mediados del siglo XVI. E n 171G Felipe V prohibió los bailes con máscaras ó sin ellas en cualquier tiempo del año, bajo la multa de mil ducados al contraventor, además de otras penas muy graves, conforme á la calidad de la persona. Esta prohibición la reprodujo al siguiente año. Como quiera que las leyes parecen haberse dictado en España para no ser cumplidas, en el Diccionario de Autoridades, al definir la palabra Piñata, dice así: «Llámase así el baile de máscaras que suele darse el primer domingo de Cuaresma ó en algún día inmediato á ésta, en que se rompe la olla llamada piñata.» Aunque trae su etimología del italiano 2nynnita, era una voz ya muy usada en castellano. Esto se escribía en 172G, y, por lo tanto, ó la prohibición no existía, ó la ley había caído en desuso. Jovellanos escribe: '«Han cesado las máscara.?; se han prohibido las luchas de toros, etc.» y D. Ramón de la Cruz nos presenta, en uno de sus chistosos saínetes, el titulado Cafó de Máscaras, un baile con disfraces y máscaras. Por último, un decreto de 1815, firmado por Fernando VII, reproduce la prohibición. Resultando de todo ello un verdadero caos.
varios historiadores encontrar uno de los orígeijes de las mascaradas, con aquellos bufones que se ponían caretas y disfraces representando animales espantosos. La mascarada fué también un festejo de nobles á caballo, con invención de vestidos y libreas, que solía ejecutarse de noche. E n Francia empezaron en los últimos tiempos de la Edad Media, para solemnizar ciertos faustos sucesos relacionados con los monarcas y la nobleza. E l gusto mitológico que se despertó en la época del Renacimiento produjo alegóricas y bellísimas mascaradas en" la culta Florencia, la histórica Roma y la poética Venecia. Carrozas simbólicas, antiguos y clásicos disfraces, emblemáticos triunfos cruzaban las calles de las principales ciudades de Italia. Cada mascarada iba recitando canciones compuestas por los más eminentes poetas. Alemanni, Pietri, Cimatore, Maquiavelo, Volterra y otros muchos ponían su elevada inspiración al servicio del bullicio y del placer, no faltando tampoco á ocupar su puesto el magnifico signore Lorenzo de Médicis. Las mascaradas de Italia pueden reputarse por las primeras. Vengamos á España. Entre las más célebres organizadas en nuestra patria, puede citarse la del 15 de Febrero de 1G37, con motivo de la elección del Rey de Hungría, cuñado del monarca español, por Rey de romanos. Se alzó para ella en el Retiro de Madrid, á su entrada por la Carrera de San Jerónimo, una plaza de Madera con 438 ventanas ricamente adornadas, que alumbraban 7.000 luces. Estas funciones, en que figuraron el Rey y toda la corte á caballo, fueron de noche, durando nueve días. Al repetirse en los tres de Carnaval, varias compañías de farsantes, conducidas en carros fantásticos, representaron mojigangas alusivas. Prohibióse entrar en el retiro con armas y sin careta. E n la mascarada de 1G90, con motivo de la venida de Mariana de Newurg para casarse' con el Rey Carlos II, figuraron vistosas comparsas de hombres disfrazados de leones, t i gres y salvajes, que se repitieron en 1G91 y 93. Tales son los datos que sobre máscaras y mascaradas hemos podido recoger, y que ofrecemos á la benévola consideración de nuestros ilustrados lectores. E.
RODRÍGUEZ SOLÍS.
LA MUJER IX
Mascaradas. E n la Fiesta de los locos, que se celebraba en las iglesias con ocasión de las festividades de Navidad y la Epifanía, y que era un remedo burlesco de ciertas ceremonias sagradas, fiesta tolerada por los antiguos obispos para facilitar, según algunos autores, el cambio de la religión pagana á la cristiana, creen
CContinuación.)
L A VÍCTIMA DE SU MÉMTO (Angélica de liosa), nacida, en Ñapóles, el año 1G13, hija de J u a n , celebrado por el insigne pintor y grabador español José de Ribera, conocido, en Italia, por 11 Spagnoletto, y discípula de Máximo Stanzioni, el cual dirigió, con paternal solicitud, las facultades artísticas de
esta joven, que incansable en el estudio y entusiasta por el arte, al que prestaba fervoroso culto, llegó pronto á imprimir, en sus obras, gran frescura y corrección de dibujo. Tenia el maestro tan aventajada idea de la discípula, que muchas veces la hacia dar color á sus propios dibujos, y con frecuencia vendía, por suyos, cuadros, en que ella había colaborado. Más tarde, cuando Angélica, Weno el ánimo de esperanzas, llegaba al término de su educación artística, eran solicitadas sus pinturas, y no pocos, entre sus émulos, creían imposible t a n t a precocidad y que sus obras eran obras del maestro. Entre ellas, en El Naciiinento y en La Muerte de la Virgen, las figuras superan al natural, y el atrevimiento en el dibujo, los efectos de claroscuro y la verdad de los paños, arrancaron entusiastas elogios al célebre y fecundo pintor napolitano Lucas Giordano, llamado,en España, Lucas Jordán, quien aseguraba que podía la autora dar lecciones á muchos artistas y que su nombre era honra y gloria de la patria. Casó con Agustín Beltrano, á quien había conocido en el estudio del maestro, y que consagraba también sus talentos al estudio de la pintura, y durante diezy seis años fueron extremadamente felices y llegaron á conquistar la reputación de excelentes artistas. Ella sobresalía en la pintura, él en la decorativa, y en varias ocasiones les encargaron cuadros, con la condición de que ambos habían de tomar parte en su ejecución. Pero la serpiente se introdujo en aque paraíso de amor, bajo la forma de una criada, joven y hermosa, que ciegamente enamorada de Beltrano, no podía obtener de él ni una sonrisa, ni un pensamiento, ni una caricia, y llena de ira por tanto desvío, sembró en el matrimonio la desconfianza primero, y después infiltró, gota á gota, con satánica perfidia, el veneno de los celos en el corazón de su amo. Un día presentaba la infeliz esposa al que había abierto, ante sus ojas, los horizontes del arte, el cuadro de Za Sacra Familia, que acababa de pintar y que le dedicaba, como prueba de su profundo reconocimiento. La obra — escribe un crítico — era magnífica, y Stanzioni, prodigándole todo linaje de alabanzas, en un transporte de afecto, no manchado por la más ligera sombra de impureza, la abrazó con paternal cariño. La infame sirviente, que acechaba los pasos de su ama, llamó apresuradamente á un criado para que pudiera dar testimonio del hecho, y corriendo en busca del malaventurado esposo: — Ahora tengo pruebas, y os las daré en presencia de vuestra mujer.— Acusóla de h a ber abrazado á Stanzioni, y para dar fuerza á su acusación, llamó al criado, testigo, como ella, de la conmovedora é inocente escena entre el maestro y la discípula. Esta no quiso defenderse ¡tan innoble le parecía la acusación! y muda, inmóvil y transida de dolor, semejaba á la estatua de la inocencia acusada. Su marido, loco, fuera de sí, sacó la espada, que llevaba siempre pendiente del cinto, y la hundió en el pecho de su esposa. Así terminó, en lGá9, la vida noble y honrada de Angélica, á quien parecían reservados gloriosísimos triunfos, y contra quien la
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E L ÁLBUM IBEEO-AMERIOANO infamia había desencadenado todas sus iniquidades. L A CAPUCHINA (Lucía Breña), espejo, en el mundo, de doncellas cristianas, que admiraron su abnegación sin ejemplo y su caridad sin tasa, y en el claustro, modelo de virtudes heroicas, que maravillaron á sus compañeras en religión, fundó, en G-ranada, el primer convento de monjas capuchinas, donde atormentó su cuerpo con ásperas penitencias, enriqueció su espíritu con la oración y el estudio, fué uno de los más bellos ornamentos de la orden, y falleció antes de 1614. E L ESPEJO DE LAS MADRES (Susana de la Porte), dama de clarísimo talento y vasta erudición, supo, merced á su constancia y aun á sus desvelos, pues estudiaba, todas las noches, las lecciones que al siguiente día le explicaba, formar la poderosa inteligencia de su hijo Armando Julio du Plessis, diputado en los Estados generales de 1614; primer capellán, en 1615, de María de Mediéis, esposa de Enrique IV de Francia; cardenal y duque de Richelieu en 1623; primer ministro de Luis X I I I en 1624, y á quien sus paisanos conceden el mérito de haber contribuido, más que ningún otro, á la grandeza de su patria.
(Inés Mendoza), cantante y arpista de principios del siglo xvii, natural de Toledo, mereció la honra de ser celebrada por Lope de Vega, y compitió con Huete, el mejor tañedor de arpa en aquella época. E L KUISEÑOK ARPADO
L A VISIONARIA (Aníonieta de Bourignon), vino al mundo, en Lila (Francia), el año 1616, tan deforme, que sus padres pensaron ahogarla, deformidad que desapareció con el transcurso del tiempo. Hija de un rico comerciante, fingióse requerida, por revelación especial, para restablecer el espíritu del Evangelio, y renunció al matrimonio, con el objeto—según decía— de consagrarse exclusivamente á la misión divina, y cuando sus padres se disponían á unirla á un joven, por ellos escogido, huyó de casa, para ponerse bajo la protección del clero. Perseguida por sus extravagantes ideas, entre las cuales sobresalían la de que la Biblia no era fuente de fe ni de religión, por lo cual debía ser reemplazada por la inspiración con que Dios favorece á sus elegidos, y la de que Adán había sido hermnfrodüa (ser humano á quien se atribuyen los órganos generadores del hombre y de la mujer) y po • dido perpetuarse, recorrió el Bravante (Alemania), Flandes (Países Bajos) y Holstein (Dinamarca), de cuyos países la fueron expulsando sucesivamente, en vista de los muchos prosélitos que hacía. Aunque era de una fealdad extraordinaria, supo inspirar, con su talento y verbosidad, muchas y fuertes pasiones amorosas, que más do una vez endulzaron los azarosos días de su existencia, terminados en Franequer (Holanda), el 1680. Dejó escritos veintiún volúmenes de T r a tados místicos, siendo los principales Tratado de la ceguedad de los hombres y Tratado del nuevo cielo y del reinado del Antecristo.
T R A J E PERSA
L A CAÍDA Y LEVANTADA (Mdría de Hautefortj, nacida, en Périgord ( F r a n c i a ) , el año 1616, hija de Carlos, marqués de Hautefort, fué llevada á París é introducida en la corte, no transcurriendo mucho tiempo sin que pasara, si no como amante, como amiga predilecta de Luis X I I I y la persona de más confianza de la reina Ana de Austria, quien, creyendo en su virtud, le confiaba las penas que le atormentaban, con lo cual sacaba gran partido en sus secretas entrevistas con el monarca. El primer ministro du Plessis, celoso del ascendiente que la favorita había sabido adquirirse sobre los esposos, trabajó para hacerla perder el afecto del soberano y que fuera expulsada de Palacio, cosas ambas, qu3 consiguió, merced á la belleza, talento y dulzura de carácter de la rival que le opuso, en 1636, Luisa Motier de la Fayette, la cual, para ponerse al abrigo do las públicas exigencias de su soberano, se retiró á un convento de religiosas de la Visitación, Por exigencias de su abuela, Mme. La Flotte, camarera de la reina, volvió la nieta á ingresar en Palacio, y desplegando entonces todos SUS hechizos y todos sus recursos, consiguió ser de nuevo la amiga y confidente de Luis XIII; pero á los cuatros años, la misma causa, que ocasionara la primera ruptura, produjo la segunda, que fué definitiva.
Retirada á una de sus posesiones, perdió la influencia que había disfrutado, y aunque regresó á París, llamada por la Regente, después de la muerte de su marido en 1643, no encontró en aquélla el favor é intimidad que esperaba, y al siguiente año recibió la orden para que abandonase la corte y no volviera jamás á ella. Casada, en 1616, con el duque de Schomberg-Hulluin, quedó viuda en 1656, y murió, en 1691, en una casa que había mandado construir cerca de un convento de la Magdalena, á cuyas monjas visitaba diariamente y socorría en sus necesidades. (Mussasa Dongi), hija del jefe de una de las tribus del Congo (África), que sucedió á su padre á principios del siglo xvxi, vistió siempre de hombre y dio evidentes pruebas de su intrepidez, y de su carácter cruel y sanguinario para el enemigo, siendo, en la guerra, la primera en acometer y la última en las retiradas, así que sus soldados la obedecían ciegamente, y la seguían con gusto en las empresas más peligrosas y temerarias. L A TEMIBLE
L A ANTIGUA (Alaria), nacida, en Cazalla de la Sierra (Sevilla), religiosa, sucesivamente, de Santo Domingo, San Francisco y Nuestra Señora de las Mercedes, aunque había recibido una educación muy imperfecta, supo
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E L ÁLBUM IBEEO-AMERICANO
abrillantarla, por sí misma, con la constancia en el estudio y en la meditación. Escribió con gran facilidad y pureza de estilo, habiendo dejado, al morir, en 1617, buen número de Tratados, la mayor parte místicos, que merecieron ser traducidos á varios idiomas. L A MUJER DEL INSPIRADO (Beatriz
de
Ca-
brera Sotomayor), ocupa un lugar en la bibliografía del siglo XVII, por haberse unido en matrimonio al iumortal sevillano Bartolomé Esteban Murülo, fundador de una escuela, que produjo famosos artistas, el cual no solamente dio á sus cuadros hermosura y naturalidad en el colorido, sino que atendió también á la anatomía del cuerpo humano, practicó todas las reglas de la contraposición, de la perspectiva y de la óptica, rodeando las figuras de un ambiente fantástico, celestial, retratando en los semblantes los reflejos de las pasiones y de las virtudes, y siendo el pintor más idealista, es el más popular de España y acaso del mundo entero, pues resucitando á la Virgen María, á Jesús y á los Ángeles, enriqueció á la humanidad con la creación más portentosa de la conciencia, del vaticinio y de la fe, habiendo hecho con el lienzo lo que Santa Teresa con sus visiones y Calderón de la Barca con sus autos sacramentales. L A POETISA GALANTE (Enriqueta CoUgniJ, nacida en 1618, hija de Gaspar, mariscal de Francia, esposa, en primeras nupcias, del escocés Tomás Hamilton, y en segundas, del conde de La Suce (de la ilustre casa de los condes de Champaña), con quien fué muy desgraciada, hasta que él consiguió, á fuerza de dinero, que el Parlamento anulase su matrimonio en 1653. Abjuró del protestantismo, en que había sido educada, abrazando, con entusiasmo, la religión católica, y consiguió reunir en su casa (que era una sucursal del Palacio de Carlos Angenues, marqués de Rambouillet, cuyas reuniones adquirieron tanta celebridad) á los hombres más distinguidos en artes, en ciencias, en letras y en política. Sus poesías acreditan el calificativo de ga lante, con que se la conoció después de su muerte, ocurrida, en París, el año 1673. R. DE LA HUERTA POSADA. (Continuará.)
CUENTOS BREVES LA M A D R E ^ A casa de ]\Iartínez presentaba el aspecto de las grandes solemnidades. Las visitas se sucedían unas á otras con rapidez tan vertiginosa, que no parecía sino que el timbre do la puerta de la escalera se había vuelto loco, según continuamente repicaba. La cosa no era para menos. Martíuez, á los 36 años, había logrado ser
nombrado Ingeniero jefe de una compañía «loompañado de toda su familia, que, llena de belga que iba á establecer toda una red de alegría, había ido á despedirle. ferrooariles en la China. Llegó el día del embarque. La mujer de Empresa colosal; obra de un sindicato de Martínez derramó á última hora unas lagricapitalistas qué contaban el dinero por cien- mitas de ceremonia, el padre despidió á su tos de millones. hijo con entereza varonil; la madre con la Martínez llevaba señalado un sueldo de risa en los labios. ciento cincuenta mil francos y una parte en Esta había exigido que lo despidieran en Jas ganancias. Es decir, la fortuna hecha en el hotel, pues verle embarcar era impresión muy pocos años, la realización de lo que es el demasiado fuerte. sueño de todo joven con talento é ilustración. Zarpó el trasatlántico; Martínez sobre cu¡Que suerte la de Martínez! bierta miraba con el llanto en los ojos cómo Así eran tantos y tan cordiales los apreto- se apartaba de él la costa española y pennes de manos y los abrazos que todos sus ami- saba. gos y conocidos le daban. —No me quieren, no me quiere nadie; el Habíase casado Martínez hacía año y me- amor de la familia es mentira. dio con una mujer que era una alhaja. E n esto sintió que una mano se ponía en Bonita, lista, enamorada de su marido, y tan su hombro; se volvió y se encontró allí con religiosa y esclava de sus deberes que antes su madre. seguramente hubiera dado la vida que come—¿Tú, tú aquí? ter una acción que sombra siquiera de vicio —Sí, tomé mi pasaje é hice traer mi munó de pecado pareciese. do esta mañana. Me voy contigo, quiero viAl casarse no quiso Martínez separarse de vir y morir á tu lado. sus padres, y asi con é.stos vivía rodeado de Martínez no se cansaba de abrazar y besar una atmósfera de omor y de atenciones. á aquella pobre vieja, y al hacerlo pensaba: E r a un hombr e feliz. —Efectivamente: todos los amores son El caso es que á la China marchaba solo. mentira, no hay más que uno que sea verdar: Que no era cosa de someter á su mujer, y me- el amor de las madres. nos á sus padres, á las molestias y peligros BIALET. de un tan largo viaje; pero ¿quién pensaba en las tristezas de una separación cuando de hacer una tan gran fortuna se trataba? BROMITAS DE CARNAVAL La mujer de Martínez estaba rebosante de alegría, y toda la familia recibía llena de sa—Más que ningún artillero tisfacción los parabienes que propios y extra • tiene el traductor Ardiezas. ños le dirigían. —¿Pues qué tiene? E n un momento en que el objeto de tantas Ochenta piezas felicitaciones pudo quedarse solo, me cogió tormdis al extranjero. del brazo, me llevó á su despacho, y allí, con Fué Fulánei, concejal, señales del mayor abatimiento, me dijo: vestido de Rata á un baile, — Estoy desesperado; soy el hombre más y al verlo, exclamaron todos desgraciado que existe en el mundo. á una voz: «Ese es Fiilánez». — ¿Tú?— pregunté con el mayor asomCon disfraz de hombre de bien bro.—¿Pues no estás en el pináculo de la fortornó luego al mismo baile; tuna? ¿No has realizado tus sueños de oro? }• no llevaba careta, ¿Qué es lo que te falta? y... no lo conoció nadie. —Me falta—me respondió casi llorando— el cariño de los míos, el cariño de mi familia. Cualquier obra es necia y fría •—Pero si tu mujer te adora; si tus padres para el critico Buendía, no viven más que para ti; si tus amigos paquien sólo hallara de perlas rece que en tu obsequio han hecho un parénlas comedias que él haría... tesis á las envidias y miserias humanas. dado que supiese hacerla?. •—Eso creía yo hasta ahora, pero mira el A. SÁNCHEZ PÉREZ. espectáculo que tienes á la vista. Todos locos Madrid. de alegría porque he conseguido un gran sueldo; porque he asegurado mi porvenir, sin pensar que me voy, que nos separamos. Ni UNO QUE SE RETIRA mis padres ni mi mujer han dicho una vez siquiera: «Quédate, vale más tu presencia que Me preguntas, Juana, todas las fortunas del mundo.» que si voy al baile... —Esas son exageraciones; lo que deseas no no voy, mas si insistes sería cariño, sería una locura. en que te acompañe!, iré hasta la puerta, —Si yo no lo haría, pero quisiera que ellos y allí busca un paje. me lo dijeran. Ya para dar bromas La voz de la mujer de Martínez nos inteme siento cobarde, rrumpió gritando: Pepe, que está el general y para sufrirlas con su señora á darte la enhorabuena, ven me falta el aguante. corriendo. De máscaras huyo, A los pocos días Martínez estaba en Cádiz
LA M U J E R INTELECTUAL
Hállase en prensa esta nueva obra de la Sra. D.^ Concepción Gimcno de Flaquer, que formará un tomo en octavo francés de más de 200 páginas, adornado con 20 grabados, rico papel y esmerada impresión.
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EL ÁLBUM ItíEKO-AMERICANO pequeñas y grandes, pues he visto tantas y de tantas clases mudar de fortuna de nombres y trajes, resultando á veces domingos los martes, las abuelas tías, ií'.iis'-f M'/ii y '''^ hijas madres, ~ que habiendo caretas (y las hay á pares en plazas, teatros, Congresos y calles), que no se me acerquen, que no me empalaguen, ni chillen, ni empujen, ni suban, ni bajen, pues andan mis ojos muy torpes de alcance, y por el olfato no conozco á nadie. MANUEL DEL PALACIO.
testado Mayor, en el que tiene el grado de Comandante. Palacio Real de Madrid donde se verificará, el casamiento de la Princesa de Asturias. — Esto suntuoso edificio es uno de los mejores palacios do Europa. Hállase situado en la plaza de Oriente, al Norte de la ciudad.
¿Por qué tu pecho, en que el candor anida, tiembla con ansia cual batiendo el vuelo palpita el ala de la garza herida, que pugna en vano por alzarse al cielo? Vamos, ¡ya está! que cese tu quebranto ¡Alza tu bella cabeeita rubia, quiero ver tu sonrisa entre tu llanto como un rayo de sol entre la lluvia!
Al baile de m á s c a r a s . — Alegre marcha al baile la pareja de nuestro cuadro, decidida á divertirse. Los días de Carnaval forman la delicia de la gente bulliciosa. Bromazo sin c a r e t a . — Pesada broma es la que le está dando á la bella muchacha el vejete con su declaración amorosa. ¡Paciencia necesita la joven para escucharle! Traje persa.—La fastuosidad oriental manifléstase liEsta en sus trajes, recamados de oro y piedras preciosas. El tipo que presentamos es el de un procer de Persia.
La paloma vuelve su cogollo espeso á aspirar aire con gentil donaire, y ebria de amor en el festín del beso estalla en flores, perfumando el aire. ¡Imita al árbol del desierto! Sacia tu afán de dicha, y que tu canto vibre: ave, Ma-ía, en plenitud de gracia, ¡joven, hennor-a, idolatrada y libre! SALVADOR DÍAZ MIRÓN. M/xico.
LA
UEDACCIÓN.
VARIEDADES
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Una viuda llora sin cesar la muerte de su marido. —No comprendo tu dolor—le dice una amiga— ¿No decías que tu marido era un animal? —Sí, lo era en realidad; pero le tenía muy bien domesticado.
( L a ! E3q.-a.ita<ti-^a)
Madrid.
HABLA, LILIA ¡Clava en mí tu pupila centelleante en donde el toque de la luz impresa tirilla como una chispa de diamante engastada en una húmeda turquesa! ¡Deja que ruede libre tu cabello como la linfa que desborda el cauce, para que caiga eu torno de tu cuello como el follaje alrededor del sauce! ¡Para que flote resplandor de aurora sobre su rostro que el sonrojo empaña, como esas tintas con que el sol colora la nieve que circunda la montaña! ¡Para que el soplo de mi aliento vuele y tu ígneo labio, cuya esencia adoro, ría á través, cual la amapola suele roja y vivaz en el trigal de oro! ¡Habla! ¡Mas sólo de placer! ¡Exhala el arrullo nupcial de la paloma! ¡Fuera el temor! ¡La rosa de Bengala no tiene espinas, más tampoco aroma! ¡Tu acento de sirena rae embelesa tu palabra es miel híblea derramada, tu boca, que cerrada es una fresa, se abre como se parte una granada! Pero guardas silencio y te estremeces; ¿por qué te aflige la mundana insidia? Consuélate pensando que los jueces que nos condenen, n-s tendrán envidia. ¿No me oyes? ¿Cuál ha sido nuestra falta? ¿Es culpable la sed que apura el vaso? ¿Comete un crimen el raudal que salta cuando halla un dique que le corta el paso? ¿Por qué triste y glacial como la muda estatua del dolor bajas la vista, mientras tu mano anuda y desanuda las puntas del pañuelo de batista? ¿Por qué esa gota en que expiró un reproche corre por tu mejilla ruborosa como un hilo de aljófar de la noche por un tímido pétalo de rosa?
La Compañia
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de
vida.
Á un individuo que ti^ne relaciones con una bailarina, de la que ya- no hace caso, decíale un amigo: — Pero ¿por qué no rompes de una vez con esa criatura? —Porque se moriría de pena si la abandonase. Ayer mismo me lo decía. — Las mujeres dicen siempre lo mismo. —Me ha amenazado con firrojarse... — ¿En brazos de otro?
NUESTROS GRABADOS S. A. R. la P r i n c e s a de Asturias.—Pocas Princesas realizan el ideal de sus amorosos seitimientos: á la encantadora Princesa María de las Mercedes le ha cabido tal suelte. ¡Bien lo merecen sus virtudes! El Infante Don Carlos de Borbón y Borbón. — Nació en Gries, cerca de Uotzer', el 10 de Noviembre de 1870. Es hijo do Alfonso, Conde de Caserta, y de Autonieta, Princesa de Borbón-Sicilia, y sobrino del destronado Rey de Ñapóles, Francisco II. Hállase emparentado con la familia Real española por FU abuelo Fernando II de las Dos Sicilias, que fué hermano de la Reina María Cristina, bisabuela do la actual Princesa de Asturias. El Infante Don Carlos de Borbón ha seguido la carrera militar en España, siendo alumno de la Academia de Artillería y pasando después al Cuerpo de
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EL ÁLBUM
IBERO'AMERICANO
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SERVICIOS
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DE LA
COMPAÑÍA TRASATLÁNTICA
AUTORA
foncepciÓD GimcDO de Flaper, £.
Este libro es una historia abreviada de la mujer, jj ñ
determinando el papel que ha representado en to- jj n dos los pueblos y épocas. Contiene todos los deta- íí n lies de la moderna evolución feminista, dedicando ^ u importantes capítulos á la América del Sur y á u México.
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D e s d e el mes d e N o v i e m b r e de 1899 q u e d a r o n o r g a n i z a d o s en la s i g u i e n t e f o r m a : D o s e x p e d i c i o n e s m e n s u a l e s á C u b a y Méjico, u n a del N o r t e y o t r a del M e d i t e r r á n e o . U n a expedición m e n s u a l á C e n t r o A m é r i c a . U n a expedición m e n s u a l al R í o de la P l a t a . U n a expedición mensual al Brasil con prolongación al P a cifico. Trece expediciones anuales á Filipinas. U n a expedición mensual á Canarias. Seis expediciones a n u a l e s á F e r n a n d o P ó o . 156 expediciones a n u a l e s e n t r e Cádiz y T á n g e r c o n p r o longación á Algeciras y Gibraltar.
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L a s fechas y escalas se a n u n c i a r á n o p o r t u n a m e n t e .
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P a r a m á s informes, a c ú d a s e á los A g e n t e s de la C o m p a ñ í a .
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