Los eremitorios de La Rioja Alta
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Los eremitorios de La Rioja Alta 2017
San Asensio La Rioja
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Edita: ADRA. Asociación para el Desarrollo de La Rioja Alta. Textos e imágenes: Julio Grande y Maribel García. San Asensio 2017
Los textos e imágenes pueden reproducirse citando la fuente.
Esta publicación se ha realizado dentro de las acciones que ADRA desarrolla dentro del Programa Leader y ha contado con la financiación de la Unión Europea, el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y la Consejería de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Gobierno de La Rioja.
Presentación
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El territorio rural riojano esconde un rico y variado patrimonio cultural y natural. Un patrimonio que es sin duda uno de sus principales activos. La importancia de este patrimonio tenemos que entenderla desde diferentes ámbitos. Sin duda uno es el turismo, fuente de riqueza y elemento clave en la diversificación de las economías locales que encuentran en el patrimonio histórico artístico, en las costumbres y tradiciones y en la riqueza natural abundantes recursos para captar la atención de un cada vez mayor número de visitantes. Pero además, el patrimonio se nos presenta como un elemento fundamental de nuestra identidad. Identidad que, necesariamente, tenemos que entender como un aspecto clave para avanzar en la consolidación de nuestro medio rural. Estos dos aspectos le otorgan un importante papel en la estrategia de desarrollo rural. Es por ello que los diferentes programas Leader que se han ido desarrollando en nuestro territorio han prestado desde siempre una especial atención al estudio, divulgación y puesta en valor de nuestro patrimonio cultural. Falta sin duda mucho por hacer. Aunque pueda parecer extraño, son todavía muchos los recursos escasamente conocidos por buena parte de la población local. Es preciso pues continuar trabajando en conocer y difundir nuestro patrimonio como uno de los elementos claves para su conservación. Es esta línea se encuadra este trabajo desarrollado por la Asociación para el Desarrollo de La Rioja Alta dentro de las acciones que realiza en el marco del programa Leader. Una nueva aportación que nos descubre un patrimonio poco conocido, pero, sin duda, de una gran interés para poder entender mejor nuestro pasado. Un paso más para salvaguardar nuestra cultura rural. Daniel del Rio de Pablo Director General de Desarrollo Rural Gobierno de La Rioja
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a Rioja Alta atesora un rico patrimonio cultural que, en muchas ocasiones, continúa siendo desconocido por buena parte de la población. La larga ocupación de este territorio ha dado como resultado que sean numerosos los testimonios de diferentes épocas que, repartidos por nuestro paisaje, nos permiten leer el pasado y poder conocer mejor nuestra historia. En los últimos años se está realizando un importante esfuerzo por conocer, difundir y poner en valor este patrimonio a partir del esfuerzo de diferentes instituciones. ADRA, como agente territorial, se ha incorporado también a este proceso desarrollando distintos proyectos e iniciativas tendentes a mejorar el conocimiento y la divulgación de este patrimonio. Las cuevas excavadas diseminadas por nuestro territorio son sin duda uno de estos elementos singulares muy desconocidos todavía tanto por los habitantes de nuestro territorio como por los visitantes que, cada vez en mayor número, se acercan a conocer la Rioja Ata. El estudio de esta arquitectura subterránea es complejo. El tema ha sido abordado por numerosos especialistas en diferentes puntos del territorio nacional, incluida La Rioja, aunque en general las referencias a La Rioja Alta (salvo algunos trabajos concretos) no es especialmente abundante. Quizá influya en ello la dispersión de muchas de estas cuevas, a diferencia de lo que ocurre en otros puntos. Los usos de estas cuevas son diversos: eremitorios, ermitas rupestres, refugios o guardaviñas excavados,… y no es siempre sencillo determinar el uso, origen y cronología; por lo que la arqueología es sin duda necesaria en muchos de ellos para poder avanzar en su conocimiento. El disponer de una información detallada sobre los mismos con la identificación de su localización precisa, su descripción, la recopilación de la bibliografía específica cuando existe y otros datos de interés será una ayuda para avanzar. Pero además nos permitirán divulgar la importancia de este patrimonio y contribuir a su difusión y protección. Con toda seguridad el inventario que aquí presentamos no estará completo. Es más que probable que con el tiempo nuevos elementos se puedan ir incorporando a este fichero. Pero disponer de un material inicial permitirá sistematizar la agregación y, esperamos, ayudará a incentivar el interés por este patrimonio. Esta información servirá también para poder generar nuevos puntos de interés para nuestros visitantes que podrán de esta manera acceder y entender mejor la evolución de nuestro territorio. Seguiremos trabajando por conocer mejor la Rioja Alta y su patrimonio. Estamos convencidos que trabajar en este campo es clave para el futuro de nuestra comarca. Queda un largo camino por delante en el que todos, administraciones, población y agentes sociales, deberemos colaborar. Nosotros continuaremos empeñados en esta tarea. Javier Fernández Mendoza Presidente de ADRA
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Introducción
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l objetivo de esta publicación es dar a conocer algunas cuevas artificiales del territorio de la Rioja Alta y aportar algunos datos sobre la cuestión de los eremitorios con una clara vocación divulgativa.
Para proteger el patrimonio en primer lugar hay que conocerlo. Descubrirlo materialmente, pero también intelectualmente, divulgando algunas cuestiones referentes al mismo que permitan aproximarse a la realidad cultural de los diferentes elementos patrimoniales. El problema de las cuevas excavadas y del eremitismo tardo antiguo y medieval es complejo, por eso nos ha parecido interesante aportar algunos datos generales a modo de introducción, que permitan aproximare a este complejo proceso a todos los habitantes de nuestro territorio. Se incluye además una relación de los diferentes eremitorios que se han podido localizar e inspeccionar en la zona de Rioja Alta. Un amplio repertorio de cuevas artificiales que se conservan en nuestro territorio y que, aunque muchas veces olvidado, constituyen un valioso legado que es necesario estudiar y difundir. Para ello se ha procedido a realizar una revisión bibliográfica sobre las diferentes referencias a los eremitorios de la zona. Se ha desarrollado también un amplio trabajo de campo para la localización exacta de los eremitorios, entrevistas para localizar posibles emplazamientos, revisión del estado de conservación levantamiento de croquis y, en muchos casos, realización de fotogrametría. Toda la información ha quedado reflejada en una ficha y su geolocalización se ha incorporado a un GIS. Al final de este trabajo se aporta también una selección de bibliografía que pudiera ser de interés para todos aquellos que estén interesados en conocer más sobre este tema. Somos conscientes de la necesidad de trabajar en la protección, divulgación y puesta en valor de nuestro patrimonio cultural. Descubrirlo, valorarlo y quererlo es el primer paso.
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Las cuevas
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as cuevas, tanto naturales como artificiales, han sido utilizadas por el hombre a lo largo de la historia desde los tiempos más remotos. Los usos a los que se han destinado estos espacios han sido diversos: habitación, enterramiento (la muerte como la vuelta a la tierra), espacios religiosos o de culto, almacén, bodega, etcétera. Son muchos los lugares en todo el planeta donde podemos encontrar testimonio de la utilización o excavación de cuevas. Una universalidad que nos indica la importancia que las mismas han tenido y, en muchas ocasiones, todavía conservan. La cueva tiene además un profundo carácter simbólico y son numerosas las referencias que la cultura popular conserva sobre ellas:
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pasajes de lugares misteriosos o mágicos, depositarias de tesoros o seres fantásticos, ritos de fertilidad y una larga lista de otros significados que nos hablan de una “concepción ancestral y probablemente prehistórica de la cueva como lugar de regeneración, como imagen de la matriz cósmica de la tierra” (Molina, 2006, p. 861). Desde el punto de vista arquitectónico las cuevas nos ofrecen algunos rasgos muy diferentes a la arquitectura tradicional. Estamos ante un proceso constructivo basado en la extracción de materiales y no de adición de los mismos. Esto trae consigo algunas diferencias a tener en cuenta, como por ejemplo, que en muchas ocasiones algunos de los elementos que aparecen tallados en la roca y que en la arquitectura exterior son fundamentales para la estructura del
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edificio aquí carecen de función constructiva (Monreal, 1997, pp. 236- 237). La resistencia del material donde se excava es otro de los condicionantes para su construcción. Dentro de los usos de las cuevas hay que destacar su papel como albergue de anacoretas y eremitas y como espacio de cenobios y monasterios en la TardoAntigüedad y en la Edad Media. Su propio carácter simbólico, la posibilidad de encontrarse en lugares remotos y aislados y su integración en la naturaleza hace de estos espacios un lugar idóneo para la vida ascética. Son muchas las cuevas que quedan aunque, desgraciadamente, abundantes son también las que han desaparecido. Una desaparición atribuible en muchos casos a procesos
naturales (erosión, derrumbes,…) pero en otros muchos motivados por la actividad humana y por “la inadvertencia de estos lugares y el desconocimiento secular que ha existido y existe hacia ellos” (Jimeno, 2015, p. 7). No ha sido hasta épocas relativamente recientes cuando los científicos han centrado su atención en el estudio en profundidad de estas cuevas. Muchas pueden ser las causas que han generado esta atención tardía sobre un proceso a todas luces de una importancia notable. Entre ellas podemos indicar el interés de la mayor parte de los arqueólogos hasta el último tercio del siglo XX por otras épocas de nuestro pasado. También, como indica González Blanco, “porque siendo tan habitual la vida en cuevas a nadie se le ocurría pensar que ello tuviera que tener una explicación. Ha sido el cambio de nuestra vida
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y las noticias abundantes que los numerosos viajes de nuestros días nos han aportado lo que ha permitido que le tema salte a primer plano de la actualidad científica” (1993, p. 16). Sin embargo en las últimas décadas la investigación sobre las cuevas tardoantiguas y medievales en nuestro país ha experimentado un avance muy notable y la bibliografía es ya muy abundante. Existe una tendencia a considerar que estas cuevas han sido en un alto porcentaje eremitorios, pero es necesario recalcar que las causas que motivaron su aparición fueron muy diversas. Desde el siglo IV se desarrolla en la Península un importante movimiento eremítico que utiliza las cuevas como lugar de vida y de oración; muchos de estos lugares darían origen a monasterios que pervivirían más o menos en el tiempo; otros fueron transformados y destinados a diferentes usos entre los que podemos destacar los funerarios; y con toda seguridad muchos desaparecieron y cayeron en el olvido. Existen igualmente numerosas iglesias rupestres vinculadas o no a los centros eremíticos que también han sufrido diferente suerte a lo largo del tiempo. Pero es probable también que muchos de estos conjuntos excavados tuvieran un origen civil que precedería al uso religioso (aunque no en un periodo muy anterior), siendo el monacato el que da pervivencia a este hecho (González, Espinosa, Sáez, 1979). Parece quizá exagerado considerar que todas estas cuevas fueron ocupadas exclusivamente por eremitas incluso aunque en el interior se encuentren algunos graffitti con motivos cristianos; ni todas las iglesias tienen que
estar relacionadas con eremitorios, ni todos ellos tienen que tener en sus inmediaciones una iglesia (Jimeno, 2015, p. 15). Otros autores por el contrario plantean, aun aceptando que esta posibilidad de origen civil sea razonable, que es muy posible que el proceso fuera a la inversa y una población civil hiciera uso de las cuevas eremíticas a partir del siglo VII, cuando el eremitismo hispano estaba ya en muchas zonas en regresión, como consecuencia de un estado de inseguridad que obligará a muchos de los habitantes a establecerse en zonas más seguras (Azcárate, 1991, p.152). Todas estas hipótesis complican más si cabe el estudio de estas cuevas. Y por último hay que considerar la posibilidad de que algunas cuevas que hoy podemos contemplar pudieran haberse construido en épocas más recientes para otros fines, por ejemplo como guardaviñas excavados o simples refugios para los agricultores.
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Los eremitorios Antes de entrar a describir los eremitorios de La Rioja Alta conviene que comentemos algunos aspectos sobre el eremitismo que nos permitan poder hacernos una idea más precisa del fenómeno que estamos abordando. Entendemos por eremitorios “los espacios que en un momento de la historia sirvieron tanto para el alojamiento, permanente o temporal, como para otras funciones desarrolladas por personas que se retiraron a la soledad persiguiendo unos ideales de orden espiritual” (Monreal, 1989, p.18). Estas personas recibían el nombre de eremitas o anacoretas. Etimológicamente anacoreta
proviene de anachoretes, el que vive aparte. Ermitaño procede de eremitae, el que vive en el desierto. Casiano, en su obra Las Colaciones (escritas en el primer tercio del siglo V) utiliza también la palabra monje en referencia a las personas que viven en soledad, y el término cenobita para aquellos que viven en comunidad. En estos primeros momentos el término monasterio no se usaba tal y como lo entendemos en la actualidad, como comunidad de monjes; para definir a estos se utilizaba la palabra cenobio. Monasterio hacía referencia a puntos eremíticos. Los anacoretas serían cenobitas que, tras su
San Pablo el Simple, menologio de Basilio II (Fuente: Lecarriere. El hombre de Dios; citado por Molina, 2006)
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paso por una comunidad opta por la vida en soledad; los eremitas serían aquellos que optan por la vida en soledad pero sin una experiencia previa de vida en comunidad que les permitiera asumir una cierta disciplina y un aprendizaje. Estos segundos no estarían bien vistos por la jerarquía eclesiástica al tener un grado de independencia que siempre preocupó a la ortodoxia o, dicho de otra manera, por considerarlos como heterodoxos en potencia. (Martínez, 2006, p.62- 66). A partir del siglo VIII se generalizará el uso del término monasterium en detrimento de coenobium que van cayendo en desuso, para
referirse a las comunidades cambiando así su sentido. No es sencillo poder determinar a ciencia cierta si un habitáculo excavado ha sido o no un eremitorio. Monreal Jimeno (1989, pp. 233235) nos habla de algunas características específicas
del
emplazamiento
de
los
eremitorios como son: •Soledad, con una preferencia por los valles retirados y discretos. •La proximidad de agua (fuente o rio). •Posibilidades de subsistencia, tanto de clima como de espacios apropiados para
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el cultivo. •Roquedos adecuados para la excavación, de una relativa facilidad para poder trabajarlos y de una resistencia que garantice la estabilidad y conservación de la obra. •Preferencia por vertientes soleadas, aunque en muchas ocasiones es la orientación de la roca la que condiciona la posición de la cueva. A estos aspectos podemos añadir el de facilidad de defensa y protección por su ubicación en algún altozano o pared de difícil acceso o por la proximidad a un castillo que pudiera servir de refugio (Jimeno, 2015, p.70). Estos requisitos son excesivamente generales. Cualquier espacio habitacional busca cumplir con estas condiciones que son imprescindibles para poder asentar a una población en un territorio. Por tanto que una cueva cumpla con estos requisitos nos puede indicar su ocupación pero no el tipo de la misma. A lo dicho anteriormente podemos añadir otro rasgo: el situarse en espacios de frontera ya que estos territorios “invitaba a disidentes a refugiarse allá donde el largo brazo de la ortodoxia no alcanzaba a moverse con comodidad” (Azcarate, 1991, p. 166), teniendo en cuenta como ya hemos indicado, que el eremitismo en ocasiones no contó con la aceptación de la jerarquía eclesiástica que apostaba más por la vida en comunidad que por la penitencia individual. Para que podamos determinar que una cueva fue un eremitorio o un oratorio rupestre
tenemos que encontrar pruebas que nos den alguna pista sobre este uso. Entre ellas podemos destacar: •Existencia de fuentes documentales (por desgracia no excesivamente abundantes). •La presencia de graffiti o epigrafía que pudiera dar una idea sobre el uso y/u origen de las cuevas, aún con las limitaciones expuestas anteriormente. •Hallazgos aportados por la arqueología. •Presencia de altares. •La presencia de sepulturas. •Otros detalles arquitectónicos. •La toponimia. • Tradiciones y leyendas. •Presencia próxima de ermitas. En todo caso todas estas referencias presentan problemas: ¿podemos localizar sobre el terreno fehacientemente todas las referencias documentales? ¿son las sepulturas posteriores al uso eremítico de la cueva? ¿ha cambiado la cueva de uso lo que ha determinado el cambio de estructura? ¿existen hallazgos arqueológicos determinantes? A los problemas que encontramos para determinar si una cueva es o no un eremitorio, tenemos que añadir las dificultades para su precisa datación. Una tarea nada sencilla. A diferencia de lo que sucede cuando analizamos la arquitectura convencional, no disponemos de unas referencias tipológicas claras y con una cronología suficientemente precisa que nos puedan ayudar en esta tarea.
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La investigación sobre los eremitorios
Las primeras referencias a la existencia de cuevas eremíticas empiezan a aparecer en el siglo XVII. En el siglo XVIII aparece la España Sagrada obra enciclopédica que aportará diferentes datos sobre algunas cuevas relacionadas con la vida eremítica aportando algunas descripciones. Merece la pena destacar la obra de Fray Mateo Anguiano sobre La Rioja (Jimeno, 2016, pp. 39-40). Durante el siglo XIX se empiezan las investigaciones sobre estas cuevas, con dos tendencias a la hora de situar la cronología de las mismas. Por un lado los investigadores que consideraban estas cuevas de origen prehistórico. Conviene recordar que es a finales de este siglo cuando se despierta un notable interés por las cuevas prehistóricas y el arte rupestre que generaron una importante línea investigadora que se
prolongaría durante las primeras décadas del siglo XX. Otros investigadores apostarán por atribuir a estos espacios excavados una cronología medieval, criterio que se terminaría imponiendo (Jimeno, 2016, pp. 4348). Es a mediados del siglo XX cuando se empiezan a desarrollar estudios más centrados en la estructura arquitectónica y a los diferentes elementos que la configuran. Hay que destacar en este sentido el trabajo de Iñiguez Almech que plantea ya que estas cuevas tienen su origen en colonias eremíticas altomedievales. Su obra Algunos problemas de las viejas iglesias españolas (1955) abre un nuevo periodo en el modo de abordar el problema de estas cuevas, “hoy en día, esta obra sigue siendo uno de los estudios de referencia más importantes ya
Portadas de algunas de las publicaciones de referencia en la investigación sobre eremitorios en nuestro pais.
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que, en algunos aspectos, todavía no ha sido superada” (Jimeno 2015, p. 50). A partir de este momento los investigadores empiezan a presentar una mayor atención a este patrimonio y empiezan a aparecer trabajos ambiciosos sobre el tema en toda la geografía española. Podemos destacar
entre ellos los de Azcárate sobre el País Vasco, Monreal Jimeno en referencia a los eremitorios del Alto Valle del Ebro, los desarrollados por el riojano González Blanco o la investigación sobre los eremitorios de León de Jimeno Guerra, entre otros muchos.
Cronología La datación de estas cuevas excavadas no es, como se ha apuntado, tarea sencilla. Son diferentes los elementos que se pueden valorar para poder ajustar la cronología, pero no siempre son suficientes ni fáciles de interpretar. En ocasiones se han buscado comparativas entre tipologías de determinadas construcciones rupestres o de sustracción, en especial las iglesias, y las tipologías de la arquitectura de adición o convencional. Este planteamiento presenta no obstante dos problemas importantes. Por un lado que muchas iglesias y edificios convencionales anteriores al románico son también muy difíciles de fechar; por otro que en caso de que estas influencias fueran ciertas no es posible determinar a día de hoy si las coincidencias se produjeron en el mismo momento o transcurrido un tiempo significativo (Monreal, 1997, p. 237). Dificulta también la datación la comentada reutilización de las cuevas para otros fines, situación relativamente frecuente. Estos cambios de uso han propiciado modificaciones de la estructura, así como la
pérdida de restos que hubieran contribuido a aportar luz a este problema. A esto tenemos que añadir los frecuentes derrumbes provocados por causas naturales las más de las veces, pero también por la poca atención y cuidado que a lo largo de los siglos se ha prestado a este patrimonio. Hay que tener en cuenta también que disponemos todavía de escasos datos arqueológicos ya que, dado el estado de conservación y las características de muchas de ellas, el registro suele ser muy limitado. Por otro lado, no han sido hasta el momento muy abundantes los trabajos en este sentido, aunque como ya hemos indicado la situación ha cambiado. En todo caso el incremento de intervenciones arqueológicas podrá aportar nuevas luces a este periodo y este patrimonio. Igualmente la recogida sistemática de los epígrafes y graffiti que aparecen en estas cuevas y su posterior estudio permitirán avanzar en este terreno (Monreal, 1997, p. 238). Existe una tendencia a situar estas cuevas eremíticas e iglesias en época visigoda aunque los datos “son con frecuencia excesivamente
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endebles: … la recopilación de tradiciones hagiográficas de origen popular, el consabido recurso a la presencia de «arcos visigóticos» -expresión ésta carente de contenido pero que sigue apareciendo en la bibliografía incluso más reciente-, la presencia de ábsides de planta ultrapasada o de herradura que se considera ingenuamente como característica de aquél período, la constatación de frecuentes «cruces visigóticas» insculpidas en las grutas rupestres y, por qué no decirlo, un cierto visigotismo apriorístico que ha alentado muchos estudios locales y regionales” (Azcárate, 1991, p. 152).
Esto no quiere decir que muchos de ellos no puedan corresponder a esta época; en algunos casos la adscripción a este periodo parece clara, pero en otras ocasiones esta situación no es tan evidente. Podemos establecer como marco temporal el comprendido entre el siglo V y el siglo X. Este amplio margen obliga a tener que plantear en cada caso concreto un estudio detallado que permita una mayor precisión.
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¿Cómo vivían los eremitas? Es difícil poder imaginarnos como sería la vida de aquellos eremitas que decidían aislarse del mundo para llevar una vida de soledad y oración. A nuestra imaginación viene un personaje “vestido de manera paupérrima, escasamente alimentado, poco aseado y acostumbrado a los castigos físicos” (Martínez, 2006, p.61). Tenemos testimonios escritos que nos permiten poder acercarnos a conocer la vida de algunos de estos solitarios. Sin duda un documento de excepcional valor en este sentido en la biografía que de San Millán de la Cogolla nos ofrece San Braulio en su obra Vita Beati Emiliani. Una biografía que
tiene el interés de haber sido escrita poco después del fallecimiento del Santo y que contó con las aportaciones de varios de sus seguidores (Citonato, Sofronio, Frominiano, Geroncio y Potamia); y que nos va a permitir aproximarnos a la forma de vida eremítica. Nació San Millán probablemente en Berceo hacia el año 473. Durante sus primeros años se dedica a ser pastor de ovejas; hasta que decide dedicarse a la vida religiosa y “trató de consagrase a la vida celestial, y dejando los campos, caminó para el yermo”. Es de interés esta expresión que utiliza San Braulio para indicarnos ya una vocación hacia la vida eremítica. Tomada la decisión se encamina a
Anacoretas en sus cuevas, Menologio de Basilio II (Fuente: Lecarriere. El hombre de Dios; citado por Molina, 2006)
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Bilibio para convertirse en discípulo de San Felices, eremita que había alcanzado una gran reputación popular por su vida santa. Allí se sometería a la disciplina y el aprendizaje. San Braulio apostilla que ninguno sin maestro puede caminar rectamente a la vida bienaventurada; esto se encuadra en el gusto de la jerarquía de la iglesia porque los que optaban por una vida de recogimiento alejados del mundo debían tener una experiencia cenobítica que les sirviera de aprendizaje. E insiste en que cuando San Millán decide regresar al valle el Najerilla iba Planta general y cuevas bajas de San Millán de la Cogolla. Fuente Monreal, 1989
bien instruido y “copiosamente rico de reglas y tesoros de salvación”. Regresa Millán y se instala en el sitio donde ahora está su cuerpo, entendemos que en el lugar donde ahora se ubica el monasterio de Suso. Su fama hace que mucha gente acuda a él, por lo que decide buscar otro lugar de mayor soledad y recogimiento. Así que decide abandonar este el lugar e irse al “yermo”: “Caminó al sitio más elevado, dirigiendo alegre sus pasos por terrenos escabrosos… y cuando llegó a lo más apartado
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y escondido del monte Distercio, y estuvo tan próximo a la cumbre cuanto lo permitían la temperatura y los bosques, hecho huésped de los collados, privado de la compañía de los hombres…” se instaló en una pequeña gruta donde permaneció durante cuarenta años. Destacar las limitaciones en la búsqueda del espacio relacionadas con la supervivencia y las referencias a las adversidades de la climatología (fío, lluvia y viento) como los elementos claves de su sacrificio. Su fama de santidad se va difundiendo y llega a Dídimo, a la sazón obispo de Tarazona.
Quien le hace sacerdote. Nos cuenta San Braulio que Millán acata más por obediencia que por convencimiento y ocupa la plaza de cura de Berceo. Continúa llevando una vida marcada por la penitencia y el ayuno. Pero hay un hecho significativo que demuestra la convicción del santo, cuestión que quizá pueda ser extrapolada a una parte del movimiento eremítico, y es el convencimiento de que la iglesia debe ser escasa en riquezas materiales ya que la santidad y la virtud son de alguna manera incompatibles con la riqueza. Por
Secciones y cuevas altas de San Millán de la Cogolla. Fuente Monreal, 1989
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esta razón reparte los bienes eclesiásticos entre los pobres. Esto le valió la acusación de que “infería daños a la hacienda” de la iglesia y que su gestión en la iglesia “era un verdadero perjuicio” y la pérdida del cargo en Berceo tras lo que regresa y se instala ya definitivamente en Suso. Hemos comentado anteriormente que la iglesia oficial vio con ciertas reticencias a los eremitas por su condición de estar fuera de norma, su independencia y una cierta heterodoxia. No podemos descartar que, dentro de esta heterodoxia estuviera la reivindicación de la pobreza como camino de santidad y la crítica a una iglesia oficial opulenta. San Felices
Probablemente a partir de ese momento, en Suso se crea un cenobio donde se van incorporando diferentes seguidores del Santo que compartirían una vida en comunidad, en un monasterio mixto: “es cierto que el Santo, dado hasta en su senectud a obras de abstinencia y de caridad, habitaba con las sagradas vírgenes; y siendo de ochenta y más años, apretado de dolor y trabajo, aceptaba cariñoso, como podía hacerlo un padre, el que le cuidasen las siervas de Dios.”. Esta situación de no era excepcional; los monasterios dúplices debían ser una situación relativamente frecuente. La vida de los eremitas debía ser muy sencilla; nos cuenta San Braulio que en Cuaresma
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“recogíase a su celdita y no acostumbraba a ver a nadie, sino a uno de los suyos, que le llevaba un pobre y muy escaso alimento con que sustentar la vida”. Llama la atención la expresión “a uno de los suyos”, lo que indica la existencia de alguna comunidad estable. En otros momentos recibía a peregrinos y gente de diferentes condición que acudían a él con la esperanza de recibir alguna gracia: “todos los días concurrían a él multitudes de personas que iban a verlo”. Son muchos los milagros que se le atribuyen (tanto en vida como después de muerto). Entre los beneficiarios de estos milagros se incluyen habitantes de la zona, aristócratas, religiosos, gente acaudalada, criados, nobles,… que le visitaban en su retiro aunque en ocasiones es el santo el que se desplaza como en su viaje a Parpalinas (en el valle de Ocón), lo que nos indica la universalidad de su fama o, al menos, de la voluntad del autor de que este espíritu de no hacer distinciones, quede patente. Tras su muerte, su cuerpo llevado “con mucho acompañamiento de religiosos, fue depositado en su oratorio, donde está”. Costumbre la de depositar los restos de estos eremitas en su celda o en su oratorio, que debió ser frecuente. Hoy encontramos en muchos de ellos sepulturas, aunque es difícil poder determinar si son sepulturas de los ocupantes de celdas y oratorios o estos
espacios fueron utilizados posteriormente como espacios funerarios como ya hemos comentado. Otros eremitas alcanzaron también gran popularidad. Así por ejemplo San Fructuoso que un siglo después habitaría en El Bierzo: “Su principal actividad -ya desde niñocomprendía varias etapas: buscar un yermo, construir en él un oratorium y recluirse en una pequeña celda junto a él o bien dentro de él” (Martínez, 2006, p. 73). San Frutos y sus hermanos Valentín y Engracia, son otro ejemplo. Hijos de una familia acomodada de Segovia, deciden dejar la vida cómoda y las riquezas y marchar a un lugar apartado, las hoces del Duratón donde se retiran en lugares separados. Nace San Frutos en el año 642 y la invasión musulmana le encuentra ya dedicado a la vida eremítica; durante los momentos posteriores a la invasión, San Frutos ayudaría a grupos de cristiano huidos y trataría se evangelizar a los invasores hasta su fallecimiento en el año 715. Conservamos referencias de otros anacoretas que optaron por esta vida, con una cronología que, como hemos visto en estos escasos ejemplos, se extiende en el tiempo y con una fórmula de vida similar: retirada a lugares escondidos e inhóspitos, vida solitaria, penitencia y una cierta fama que lleva a otros a congregarse en su entorno.
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Los eremitorios de La Rioja Alta
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n el caso de la Rioja Alta, la mayor parte de las cuevas que conocemos aparecen aisladas y, en general, son de pequeño tamaño. No conocemos en la zona conjuntos como los próximos de Treviño o, ya en nuestra región, los que podemos encontrar en Nájera, Albelda, Leza del Río Leza o el valle del Cidacos, solo por citar algunos ejemplos. Existe una mayor concentración (muy evidente) en la margen izquierda del río Ebro, en las localidades de Ábalos y, fundamentalmente, Briñas y San Vicente de la Sonsierra, mientras que en la margen derecha el número es mucho más reducido. No obstante hay que pensar que nuevos trabajos puedan todavía encontrar nuevas cuevas en esta zona.
Algunas de ellas fueron utilizadas como iglesias, mientras que otras pudieran haber sido empleadas como lugares de cobijo de eremitas. El número de las incluidas en este inventario es en cualquier caso significativo. Buena parte de ellas ya habían sido citadas y/o estudiadas por diferentes autores, aunque la información se encontraba muy dispersa y, por lo que respecta a las localizaciones no siempre se disponía de datos muy exactos. Algunas otras se han localizado a partir de los trabajos de campo realizados. No nos cabe duda que futuros trabajos podrán aportar nuevas fichas a este inventario. Y que futuras investigaciones en los emplazamientos incluidos nos podrán aportar nueva luz a un mejor conocimiento de este patrimonio.
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Iglesias rupestres y cuevas en ermitas
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omo ya hemos comentado son diferentes los autores que han atribuido a algunas de estas cuevas la función de iglesia. Entre estas podemos destacar: Paceta en Haro, San Martín en Castilseco, Artajona, La Llana y Peña Hueca en San Vicente de la Sonsierra. A estas quizá pudiéramos añadir la de Casalarreina y los escasos restos conservados en las inmediaciones de las necrópolis de Las Sepulturas y San Andrés, ambas en San Vicente de la Sonsierra. En otros casos las cuevas se encuentran ubicadas en iglesias edificadas como es el caso de Fonsagrada, la Virgen de la Peña y la Esclavitud (aunque la ermita original de este lugar ha desaparecido conservándose una de nueva planta) o el caso de San Bartolomé en Briones donde una amplia cueva excavada forma parte de la propia ermita. La
iglesia
de
Vista del acceso a la iglesia rupestre de Paceta (Haro). Puede verse el estado actual de obra que presenta el conjunto en la actualidad.
Paceta
es
una
cueva
excavada situada en las proximidades del aparcamiento de la ermita de San Felices, donde se celebra la conocida batalla del vino de Haro, en los Riscos de Bilibio. Se trata de una cueva excavada en piedra arenisca que nos presenta un espacio amplio dividido en dos partes separadas por un muro de piedra natural también excavado. El acceso actual está formado por un muro de sillería, probablemente posterior al momento de la construcción original. La primera sala tienen unas dimensiones aproximadas de 5 metros de largo por metro y medio de ancho. El muro de separación presenta una puerta tallada y una ventana. A los lados de la puerta podemos encontrar unas basas picadas en la roca, la de la derecha muy desgastada. A la izquierda de la puerta se sitúa una ventana de 90 centímetros de diámetro y cuya función probablemente fuera la de dar luz a la sala interior.
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Planta de la iglesia rupestre de Paceta (Haro). Fotogrametría.
En la segunda sala encontramos una zarcera, hueco vertical que comunica con el exterior con forma de pirámide truncada,construida con hiladas de piedra. En la pared sur fueron tallados tres nichos y en la pared este existe un cuarto hueco que pude corresponderse con un altar de nicho. Según
Pascual
Mayoral
(2006)
esta
iglesia/ eremitorio puede situarse “en el contexto hispano- visigodo riojano” (p. 736) y sus diferentes fases constructivas se prolongarían hasta el siglo XIV. Sin duda es uno de los testimonios más importantes del territorio. La pequeña iglesia de Castilseco se encuentra en el cerro de San Martín a corta distancia
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Sección de la iglesia rupestre de Paceta (Haro). Fotogrametría.
Acceso a la Iglesia de San Martín. (Castilseco)
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Planta de San Martín. Fotogrametría. (Castilseco)
de la localidad. Se trata de una cavidad de pequeñas dimensiones (poco menos de 6 metros de longitud mientras que la anchura va ampliándose hacia el fondo pasando de 1,6 metros a 2,5 metros en la parte más ancha) y forma rectangular. El acceso se realiza por una puerta rectangular en cuya base y a ambos lados presenta una ampliación. Sobre la misma encontramos una incisión profunda marcada que García y López (2006) suponen que imita un frontón. Sobre este podemos ver una marca horizontal profunda en la roca y más arriba los que quizá pudo ser un vierteaguas. La techumbre es plana, mientras que las paredes ofrecen una ligera curvatura. El interior es muy sencillo. Los citados autores refieren la existencia de una cara grabada que se apoya en las manos y apuntan la posibilidad de que existiera un respiradero en el fondo de la estancia. Sitúan la cronología de la iglesia entre los siglos IV y VI (p. 717).
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Malla de la vista lateral de la iglesia de Artajona. En la página anterior, vista frontal
Bajo la necrópolis de Artajona y excavada en la misma piedra que soporta a ésta, encontramos una pequeña cueva utilizada como iglesia (de las Heras & Tojal, 1995, pp 198-201). Se accede a la misma por una puerta con un arco con ligera forma de herradura de 92 cm de anchura por 1,72 de altura. El interior es una pequeña estancia con planta
en forma de herradura de 1,70 de fondo, con techo abovedado. En el suelo podemos encontrar un hueco excavado circular de 38 cm de diámetro que bien pudo servir para encajar un pie de un altar de mesa. Presenta dos hornacinas, una a cada lado del eremitorio, dispuestas simétricamente.
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En el yacimiento de Peña Hueca podemos descubrir dos cuevas excavadas muy próximas. La primera de ellas albergó, como en los casos anteriores, una iglesia. Se trata de una cavidad con dos espacios claramente definidos. En su interior se realizaron diferentes trabajos arqueológicos en 1998 por un equipo de arqueólogos bajo la dirección de Gil Zubillaga. (Gil Zubillaga, 1999, pp. 7279). Fruto de estos trabajos se determinó que la cavidad era “una iglesia de planta basilical y ábside único” (p. 78). La nave es rectangular, con techo a dos aguas, presentando un nicho en la pared sur. La pared norte presenta un pasillo de acceso, abovedado, y que debió contar con puerta. El ábside es igualmente rectangular, con techo formando una bóveda de cañón. En la pared este, la del fondo, presenta varios graffiti en forma de cruz “mientras en las paredes Planta y sección de Peña Hueca 1 (San Vicente de la Sonsierra). y fotografía del exterior
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Eremitorio de La Llana (San Vicente de la Sonsierra)
sur y este de la nave presentan sendas inscripciones epigráficas” (p.78). Podemos encontrar varias perforaciones circulares repartidas por la cueva. En las catas arqueológicas realizadas en el ábside se encontró un hueco rectangular donde presumiblemente encajaría el pie de un altar de mesa. En el término de La Llana en la misma jurisdicción, encontramos la curiosa iglesia de La Llana que de las Heras y Tojal (1995) vinculan con el Monasterio de San Román mientras que Velilla (2006) se inclina por denominar al lugar La Llana de San Juan y vincularlo con el monasterio de San Juan de
Peña. Este eremitorio/ iglesia es diferente a todos los existentes en la zona ya que no se trata propiamente de una cueva. La nave se encuentra excavada pero la cubierta está formada por grandes losas de piedra que asientan pequeños muros de sillarejo que recrecen ligeramente los muros para calzarlas adecuadamente. Sin duda el esfuerzo para la realización de esta obra fue notable tanto para el tallado de las losas de la cubierta (de las que en la actualidad falta al menos una) como para proceder a su correcta colocación. Al fondo se conservan dos grandes piedras que pudieran corresponderse con un altar de
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bloque. A ambos lados podemos encontrar hornacinas, una enfrente a la otra, que bien pudieran haber servido para colocar reliquias o como credencias. En el exterior existe un nicho a la derecha. Las muestras de las jambas de la puerta nos indican que probablemente dispuso de puerta. Bajo la necrópolis de San Andrés, en la zona sur de la laja que soporta las sepulturas, encontramos un pequeño abrigo de piedra tallado en la roca y la presencia de unos mechinales: “Hoy solo se conserva su lado norte, tallado a pico. Por el análisis del mismo podemos deducir que la nave, separada de la cabecera mediante un potente arco fajón, estuvo cubierta de una pseudobóveda de cañón, bóveda que, tras su ruina, debió sustituirse por un entramado de madera. El templo, de notoria antigüedad, contó a sus pies, con unas dependencias también cubiertas por madera según atestiguan los mechinales en que iban encajadas las
cabezas de sus vigas” (de las Heras & Tojal, 1995, p. 185). En Las Sepulturas encontramos una situación parecida. Al sur de la necrópolis y, como en el caso anterior, sobre la misma roca, podemos encontrar hoy unos restos muy desdibujados de lo que pudo ser la iglesia del poblado. En 1972 Armando Llanos la describía del siguiente modo: “Es interesante notar como en la zona sur de la necrópolis, parece observarse la situación y trazado de una pequeña iglesia semirrupestre. En el suelo quedan huellas del encaje el ara, restos de un pequeño altar de nicho, etc. (Citado por de las Heras & Tojal, 1995, p. 230). En la zona contamos también con cuevas que hoy se encuentran vinculadas con iglesias o ermitas que todavía conservan restos de importancia. Es el caso de la Fonsagrada y la Virgen de la Peña en San Vicente de la Sonsierra.
Restos que podrían corresponder con la iglesia de Las Sepulturas (San Vicente de la Sonsierra)
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Eremitorio y ermita de la Virgen de la Peña (San Vicente de la Sonsierra).
La situación del eremitorio de la Virgen de la Peña, muy cercano a la localidad sobre el río Ebro; hace más sencillo el acceso desde arriba bajando por una especie de escalera tallada en la roca o desde el interior de la ermita a través del pasillo que comunica con la misma. El acceso original presenta un arco de medio punto. El eremitorio y la ermita se encuentran orientadas al sur. En el eremitorio, de unas dimensiones notables, podemos encontrar dos tumbas y una hornacina en su muro norte. Este muro se encuentra reforzado con otro muro de piedra. En la parte superior, sobre el techo del eremitorio existe una excavación en la roca que bien pudiera corresponder a un
lagar rupestre (Velilla, 2006, p.777). La ermita, barroca, tiene la particularidad de estar construida en una trinchera que rebajó el suelo hasta llegar a la cota del eremitorio; así los muros se encuentran contra el terreno, lo que ha facilitado la conservación de parte de los mismos. En su lado oriental y probablemente en esta época (de las Heras & Tojal, 1995, p.108) se construyó el pasillo abovedado que une ermita y eremitorio. El 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz, se realizaba una romería a la ermita, tradición que se conservó hasta 1839 (de las Heras & Tojal, 1995, p. 108).
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Malla de la vista lateral de la Fonsagrada y fotogrametrĂa frontal. Fonsagrada (San Vicente de la Sonsierra)
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Interior de la cueva. Fonsagrada (San Vicente de la Sonsierra)
En la Fonsagrada descubrimos los restos de una ermita que están siendo en la actualidad motivo de una intervención de consolidación. De las Heras y Tojal vinculan este emplazamiento con el poblado de Mutilluri y con la ermita de San Martín de los Monjes (1995, pp. 138- 146). Velilla por el contrario mantiene que el poblado de Motilluri y la ermita de San Martín se localizaba al sur de Labastida, en la parte occidental del término de Mendigurna. Sustenta esta afirmación en la existencia en la documentación de numerosas referencias al vado de Motilluri en el rio Ebro, cuya ubicación se sitúa muy cerca de este lugar. Este lugar aparece en el inventario Artístico de Logroño y su provincia
con el nombre de Quiñones (Moya, 2017, p.138). En el lugar encontramos los restos de la ermita, una necrópolis y una cueva. En los años 90 del pasado siglo los restos que quedaban eran muy escasos. En la actualidad se están realizando una serie de trabajos para consolidar los restos que se conservan. Fruto de estos trabajos ha aparecido una cueva debajo de la ermita a la que se accede descendiendo por unas escaleras, cueva que no refieren ninguno de los autores consultados. Tras el acceso encontramos un pequeño pasillo y, a nuestra izquierda una pequeña cámara. Continuamos a una sala de mayores dimensiones, ya debajo de la ermita
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Restos del eremitorio de San Martín de los Monjes (San Vicente de la Sonsierra).
cuyo techo se encuentra en la actualidad derrumbado y con comunicación con el interior de la ermita. Al fondo encontramos otra habitación de unas dimensiones amplias aunque se encuentra en la actualidad muy colmatada por derrumbes de tierra. Con
seguridad, el avance en los trabajos que se están realizando nos ofrecerá importante información sobre esta cueva. Muy próximo a este lugar, a unos metros barranco arriba, se encontraba un eremitorio de interés (San Martín de los Monjes) que,
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desgraciadamente, se ha desplomado en los últimos años quedando solo testimonio del hueco que ocupaba (y que podemos observar desde el cerro situado enfrente) y los restos de unas marcas en la roca de lo que pudo ser una rudimentaria escalera de acceso, ya que este eremitorio se encuentra casi a tres metros sobre el suelo. El eremitorio se encontraba en buenas condiciones en los años 90 del pasado siglo, gracias a los que podemos disponer de una descripción del mismo (de las Heras & Tojal, 1995, p. 105). La altura de este eremitorio era de 1,82 m y su profundidad rondaba los tres metros con una planta en forma ovalada. Es sin duda una lástima que este eremitorio La Esclavitud (Cihuri)
haya desaparecido; sería recomendable que aprendiéramos la lección y, aquellas cuevas que presenten un gran interés y a pesar de los evidentes problemas que plantea su conservación, pudiéramos intervenir antes de que, como ha sucedido en este caso, las consecuencias sean irreversibles. En el término de Cihuri encontramos el paraje de la Esclavitud. Se trata de un pequeño cerro en el que en la actualidad existe una ermita de nueva fábrica y una tejavana que protege un altar. Debajo del mismo podemos encontrar la cueva a la accedemos por una pequeña escalinata. Cuenta la leyenda que aquí apareció una imagen de la Virgen que, desde entonces, se la conoce con el nombre
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de la Virgen de la Esclavitud. El día de San Isidro (15 de mayo) se celebra una romería con las imágenes del santo del día y de la Virgen de la Esclavitud. Al llegar al lugar se celebra una misa de campaña y una comida campestre. La cueva se encuentra en un estado de conservación regular, con numerosos derrumbes que recomendarían algún saneamiento y el desarrollo habitual de algunas tareas de limpieza. No es la única Virgen que la tradición cuenta que fue encontrada en una cueva en la zona; recordemos por ejemplo la Virgen de la Peña de la Rosa de Ábalos. En el lugar del hallazgo, San Bartolomé (Briones). Fotogrametría.
en un bello paraje, se conservan los restos de la ermita del mismo nombre aunque aquí no hemos podido encontrar ninguna cueva. En Briones encontramos una ermita semirupestre de grandes dimensiones: la ermita de San Bartolomé, situada en el cerro del Calvario de esta localidad. El acceso desde el pueblo es sencillo y se encuentra señalizado. Las vistas desde el alto de este cerro son verdaderamente fantásticas. La ermita cuenta con una parte excavada en la roca donde se sitúa la cabecera y un edificio situado en la parte delantera que amplía la nave y que presenta dos construcciones adosadas, una a cada lado
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del espacio central. Las cubiertas tanto de este espacio como de los edificios anexos han desaparecido. Se trata de la cueva completamente artificial más grande de las que se han localizado hasta ahora. El inventario de Patrimonio Artístico de Logroño y su provincia describe así la ermita: “Situada a unos dos kilómetros del pueblo al noroeste, en un alto. Es un rectángulo de unos catorce por seis metros, excavado en su mayor parte en la roca viva y con cubierta de medio cañón y techumbre a dos vertientes de estilo y cronología indeterminados. Está completamente abandonada y sin puertas. En el interior había (1968) dos ángeles con cortinones, clasicistas del estilo de San Bartolomé (Briones). Interior de la cueva..
Bazcardo de la primera mitad del siglo XVII, que actualmente se hayan en la parroquial” (Moya, 1975, p.223). En la actualidad en el interior de la cueva podemos encontrar los restos del altar de bloque y dos bancos corridos de piedra a los lados de la parte excavada a modo de bancos; sobre uno de ellos descansa una larga viga de madera. Encima de la parte excavada existe un muro. El interior de la parte excavada estuvo pintado imitando sillería, pintura de la que todavía quedan algunas muestras. Dentro de este apartado queremos hacer también referencia a una cueva de considerables dimensiones existente en
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Cara grabada. Cueva de la Gitana (Casalarreina).
Cruz grabada. Cueva de la Gitana (Casalarreina).
Malla de la vista frontal. Cueva de la Gitana o de la Santa Cruz (Casalarreina).
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Vista del acceso. Cueva de la Gitana o de la Santa Cruz (Casalarreina).
Detalle parte superior. Cueva de la Gitana o de la Santa Cruz (Casalarreina).
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Cruz grabada. Cueva de la Gitana (Casalarreina).
Figura humana. Cueva de la Gitana (Casalarreina).
Casalarreina conocida en el lugar como cueva de los Moros, cueva de la Gitana o Santa Cruz como se conoce el paraje donde se encuentra.
dos rostros grabados en la piedra. En la
Se encuentra en un bloque de piedra aislado que da muestras de haber sido trabajado también exteriormente. En la parte superior encontramos lo que parece ser parte de una tumba, un canal muy marcado y otras marcas.
descubrir una figura humana y varias cruces
El interior tiene 4,50 metros de largo por 2,80 de ancho con una altura de 2,52 metros, unas dimensiones muy considerables para este tipo de construcciones. La puerta tiene una altura de 1,73 y una anchura de 1,10 metros. Presenta también una pequeña ventana en la esquina sureste.
las norte y sur presentan un banco corrido
En las jambas de las puertas podemos ver
ninguna importancia.
cavidad encontramos numerosos graffiti de diferentes épocas. Las pintadas recientes tapan algunos de ellos. Entre estos podemos repartidas por las paredes. La pared norte presenta dos pequeñas hornacinas y en la pared este un nicho de mayores dimensiones muy esquinado. La pared oeste y parte de también tallado en la roca. El espacio ha debido ser utilizado como corral y es un lugar donde antiguamente los niños y jóvenes de la localidad organizaban meriendas y juegos. Aunque es conocido en la localidad, nadie le había otorgado nunca
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Otras cuevas Junto con estas cuevas a las que se les atribuye una función de iglesia, encontramos otras repartidas por el territorio, muchas de ellas tienen indicios suficientes para poder ser consideradas como eremitorios; otras sin embargo pueden haber tenido otro origen. Su concentración es claramente superior en la margen izquierda del Ebro, aunque existen ejemplos también en la margen derecha. En Ábalos encontramos el eremitorio de San Félix. Se encuentra próximo a la ermita del mismo nombre, alrededor de la cual podemos descubrir entre la maleza los restos de una necrópolis. Descendiendo por la ladera este (dando vista a Samaniego) encontraremos ,entre el pinar de repoblación que la cubre, un gran bloque de piedra donde se ha excavado la gruta. Dada la proximidad a la ermita y el fácil acceso a esta sería recomendable poder indicar y acondicionar un poco el acceso que en la actualidad resulta complicado. Su acceso mira al este y tiene unas dimensiones de 1,80 metros de ancha por 1,40 de alto, siendo más ancha en la parte superior quizá como consecuencia de la fractura que se ha producido en la roca y que la parte en dos. El interior mide 2,40 metros de profundidad por 2,30 metros de anchura. La altura alcanza los 1,8 metros en la parte más elevada y tiene forma de horno. La fractura ha provocado el desplazamiento de la roca lo que ha dado origen a una abertura longitudinal en todo el techo de la cueva que en algunos lugares alcanza más de 70 cm. A la izquierda de la puerta encontramos una hornacina ya desgastada. Y sobre el dintel interior podemos ver cruces grabadas; existen otras también en algunas paredes.
Eremitorio de San Félix (Ábalos). Vista superior, malla y fotografía del acceso.
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Parece que la entrada contó con puerta. Unos tres metros hacia el norte y en la misma roca podemos vislumbrar, muy tapado por la vegetación un hueco que quizá pudiera corresponder con una tumba pero sería necesario realizar un desbroce para poder descubrir el espacio y poder sacar alguna conclusión. La tradición cuenta que en esta cueva vivió el bandido Machitrampa aunque no hemos podido obtener más información sobre esta leyenda.
Eremitorio de San Félix (Ábalos). Detalle del interior y cruces grabadas en el dintel.
En la misma localidad encontramos también dos posibles eremitorios en el paraje conocido como Peñas del Señor, entorno en el que podemos encontrar también un lagar rupestre bien conservado. Están muy desgastados por la erosión y resultan en la actualidad escasamente visibles.
Peñas del Señor (Ábalos).
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Briñas conserva un elevado número de cuevas excavadas. En el término del Corral del Barrio encontramos cuatro. Este paraje se encuentra en la zona alta del pueblo, en la muga con Salinillas de Buradón y se puede acceder por un camino muy bien conservado que arranca de la rotonda de acceso de la carretera N-232a a la N-124. Tres son de muy pequeñas dimensiones y uno un poco mayor pero bastante deteriorado. Los hemos denominado como Corral del Barrio A,B,C y D, respetando en los dos primeros la denominación que aplicó Velilla (2006) en los que él describe, criterio que hemos utilizado siempre cuando existían descripciones anteriores. El A, B y C son de forma semicircular con un diámetro en los tres casos que ronda el metro. Dos de ellos presentan bancos corridos pegados al muro, aunque en ambos casos muy desgastados. El Corral del Barrio A presenta una cruz grabada en el dintel. En el B podemos encontrar dos hornacinas y el D presenta restos de una construcción justo delante del mismo. Dos ellos tienen muros en la boca delimitando el cierre de los eremitorios. Bajo éstos, en el paraje llamado de la Ballesta encontramos otro eremitorio, este de dimensiones mayores, con 2,70 metros de profundidad y algo más de 3 de anchura. Próximo a este, en el mismo valle y también bajo los anteriores localizamos el de La Teresa, nombre del pago donde se encuentra. Dispone de un banco adosado al muro. Es un espacio bien conservado en un entorno muy agradable que bien merece la visita.
Corral del Barrio A, B, C y D (Briñas).
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Eremitorio de la Ballesta (Briñas).
Eremitorio de la Teresa (Briñas).
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Eremitorio de la Ballesta (Briñas). Planta y sección.
Eremitorio de la Teresa (Briñas). Planta y sección.
Encontramos otro grupo de eremitorios próximos a la muga con Labastida, identificados con los nombres de Mondiate A, B y C. Son, como los del Corral del Barrio, de pequeño tamaño aunque algo mayores que los primeros. Dos de ellos presentan una protección exterior de muros.
conservan), pero se localizá ya en terreno de la localidad alavesa.
Si continuamos por la divisoria de estas dos localidades encontraremos un nuevo eremitorio a pie de monte y visible desde bastante distancia. Se encuentra a escasos metros del límite del término de Briñas (fácil de seguir por los mojones que todavía se
Siguiendo la muga monte arriba encontraremos Cova Assuri. Esta cueva aparece citada en el Cartulario de San Millán. En una disputa jurisdiccional entre Briñas y Labastida se refieren a la cueva de Azurigona, una mala transcripción de Azuri- goba (el término goba significa cueva) por lo tendría sentido entender que pudiera tratarse de la misma Cova Assuri. Las referencias de esta disputa jurisdiccional apuntan a que esta es la cueva comentada (Velilla, 2006, p. 762).
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Eremitorio de Mondiate C (Briñas).
Aprovecha un entrante de roca caliza y tiene unas considerables dimensiones. Próximo a la localidad de Briñas, saliendo por el camino que junto al Ebro nos conduce al puente, en el término conocido como Mondiate o La Plantilla encontramos un eremitorio de grandes dimensiones. Se encuentra elevado sobre el suelo a una altura de unos tres metros, de manera similar a lo que sucedía con el desaparecido de San Martín de los Monjes de San Vicente. Desgraciadamente los zarzales impiden poder acceder al mismo en la actualidad. A los lados presenta dos nichos de notables dimensiones y sobre la boca de acceso varios mechinales de un tamaño significativo. Sin duda sería de gran interés proceder a la
limpieza del mismo para poder acceder a su interior y tener una idea más precisa de las características de este eremitorio. En Briones hemos localizado una cueva excavada, junto a la carretera, que podría ser un eremitorio en el paraje de Costundeme Tiene forma de herradura y quizá tuviera banco, extremo que no podemos confirmar de manera fehaciente porque se encuentra parcialmente colmatada. Presenta en su fachada un vierteaguas tallado en la roca. En Foncea, casi en el límite con Burgos y a media ladera de la sierra encontramos una cueva natural con trazas de haber sido trabajada. Es la cueva de Corralvalle. Se trata de una cavidad de amplias dimensiones y que ha sido utilizada como refugio hasta
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Eremitorio de La Plantilla (Briñas). Eremitorio de Costundeme (Briones).
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Corralvalle (Foncea).
Eremitorio de Bendigorna (Haro).Malla vista frontal.
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Bendigorna (Haro).
Eremitorio de Bendigorna (Haro).Fotogrametría, sección.
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Eremitorio de Gobate 1 (San Vicente de la Sonsierra) FotogrametrĂa, vista cenital.
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época muy reciente. Presenta abundantes derrumbes. En Haro, muy próximo a la N-124 y visible desde ella encontramos el ermitorio de Bendigornia (Pascual, 2006, p. 726) o Arriarán (Velilla, 2006, p. 762). En el catastro encontramos el topónimo de Riarán. Este eremitorio presenta puerta y una amplia ventana; en el interior tiene una pequeña hornacina y se pueden observar también algunas cruces grabadas. Adosado al muro y recorriendo toda la pared encontramos un banco corrido también tallado. Presenta un correguas que circunvala completamente la puerta, no habiendo podido comprobar que existiera en la ventana.
Eremitorio de Gobate 2 (San Vicene de la Sonsierra) Fotogrametría, vista frontal.
En Sajazarra encontramos una cueva de Santa Coloma, en medio de un pinar de repoblación en el paraje denominado Hontana, de muy difícil localización. Se trata de una cueva que en la actualidad se encuentra prácticamente colmatada y a la que solo se puede acceder reptando, aunque no puede avanzarse en la actualidad más de un escaso metro. Según cuentan los vecinos hace unos años la cueva se encontraba menos colmatada. Es posible que tuviera dos habitaciones, pero en el estado actual es imposible poder hacer ninguna afirmación. San Vicente de la Sonsierra conserva un elevado número de eremitorios. Sin duda unos de los más conocidos por la población local son los dos de Gobate. El primero de ellos,
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el mayor,es un eremitorio verdaderamente impresionante por el conjunto de elementos diferentes que podemos descubrir. Se trata de una cueva excavada en un gran bloque rocoso. La parte delantera no está cubierta ya que el techo no cubre completamente todo el espacio, ni dispone de pared oeste propiamente dicha. En su lugar presenta un murete tallado en la roca de escasa altura en el que se ha abierto la entrada que, con mucha probabilidad, contó con puerta. En el interior podemos encontramos seis sepulturas excavadas, cinco en el suelo y otra en la pared este, de forma ovoidea en unos casos y trapezoidal en otros. En algunas son
Eremitorio de Gobate 2 (San Vicene de la Sonsierra) Interior.
claramente visibles las marcas para encajar las tapas. El exterior también ofrece elementos de gran interés. Sobre el techo encontramos un lagar muy bien conservado. A la derecha del eremitorio encontramos otros dos lagares. Estos lagares podían servir en época de lluvias de aljibes para almacenar agua (de las Heras & Tojal, 1995, p.98; Velilla, 2006, p. 770). Muy próximo a este encontramos otra cueva, esta sí completamente cerrada, a la que se accede por un vano rematado con un arco de medio punto y presenta unas dimensiones de 1,30 x 0,70 metros. Contó con puerta a la vista de los huecos tallados existentes para gozne y tranco. En su interior podemos encontrar
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Peña Hueca 2 (San Vicente de la Sonsierra).
Las Sepulturas (San Vicente de la Sonsierra).
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tres sepulturas (una de ellas está tallada sobre una especie de banco corrido). Una presenta una clara morfología antropomorfa, mientras que las otras dos son de contorno más ovalado. En dos de ellas podemos ver rebajes en el borde para el encaje de la tapa. No podemos saber si las sepulturas existentes en ambos eremitorios se corresponden cronológicamente con el momento de ocupación habitacional, existiendo un periodo de uso mixto, o si son posteriores, aprovechamiento el espacio como necrópolis una vez abandonado el eremitorio. Cerca de la iglesia de Peña Hueca, a escasos 10 metros, podemos encontrar un nuevo eremitorio de forma ovoidea y parcialmente cubierta de tierra. El techo presenta forma de abovedada. En la fachada aparecen algunos agujeros sobre la puerta. Ya hemos comentado que en el entorno de La Sepulturas (Doroño) se encuentran los restos de lo que pudo ser una antigua iglesia. Pero además a escasos metros de distancia y muy visible desde el yacimiento, podemos encontrar también una cueva natural que fue trabajada para construir un espacio habitacional. La boca es amplia y se encuentra defendida por muros a los lados. El interior es de forma ovalada, presenta algunos derrumbes y parece que dispuso de un banco perimetral. En Fuente Cano, paraje que podemos encontrar a la izquierda del camino de San Vicente a Santa María de la Piscina, un poco antes de salir a la carretera a Peciña, encontramos un reducido eremitorio, con techo abovedado a la que se accede por
Eremitorio Fuente Cano (San Vicente de la Sonsierra) Fotogrametría.
un vano de 62 cm de anchura y 110 cm de altura protegido por un vierteaguas y que probablemente contó con puerta. El eremitorio se encuentra elevado sobre el suelo aproximadamente 1,70 metros. El interior tiene un fondo de aproximadamente 1,10 metros. En el cerro de enfrente, Llano de la Madera, podremos ver, a media ladera, una cueva. Se trata de un eremitorio que hemos
Eremitorio de La Canoca (San Vicente de la Sonsierra) .
denominado Canoca, nombre del arroyo que pasa por el fondo del valle. El ascenso hasta el eremitorio presenta alguna dificultad. La
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roca se ha partido y desplazado ligeramente por lo que en el techo aparece una grieta longitudinal. Dentro podemos encontrar un banco corrido y varias cruces grabadas, una en la jamba de la puerta, dos en el banco y una cuarta muy desdibujada en el exterior. También en el exterior presenta los que pudo ser una hornacina, muy desgastada. Cerca de la localidad se encuentra el eremitorio de San Polite, junto a la carretera hacia Labastida, vial que ha partido en su nuevo trazado el conjunto formado por un lagar, algunas sepulturas (que ahora quedan al otro lado de la carretera) y el propio eremitorio. En la actualidad el acceso es muy complicado por las abundantes zarzas en la marcada pendiente. Eremitorio de Ormendi (San Vicene de la Sonsierra) Fotogrametría, vista frontal.
En el límite con Labastida y muy próximos a la carretera que desde Ribas de Tereso nos conduce a esta localidad encontramos dos nuevos eremitorios en el término conocido como Ormendi. El primero de ellos es de reducidas dimensiones y presenta un banco corrido en su interior. Se encuentra un poco elevado sobre el suelo actual. Pueden verse lo que pudo ser un vierteaguas muy desgastado. El segundo es también de reducidas dimensiones, aunque mayor que el anterior y presenta muros a los lados del acceso. En el fondo se ha tallado un espacio rectangular muy claro. El techo del conjunto es plano. En la jurisdicción de San Asensio, mirando hacia el río Najerilla en el término de
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Eremitorio de Matarruchos (San Asensio) Acceso.
Eremitorio de Matarruchos (San Asensio) FotogrametrĂa. Malla.
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Eremitorio de Matarruchos (San Asensio) Fotogrametría. Malla.
Matarruchos encontramos una interesante cueva con tres habitaciones. La puerta, que en la parte inferior derecha ha sufrido bastante desgaste, nos conduce a la cámara central, la más grande con forma ligeramente trapezoidal y techo plano. A la izquierda (pared oeste) una escalera nos conduce a la segunda cámara, mucho más reducida. En el aterrizaje de la escalera se ha subido el techo para facilitar la llegada. Presenta un nicho en su pared sur, de pequeñas dimensiones. A la derecha de la puerta una pequeña rampa nos conduce a la tercera habitación que presenta una ventana cuadrangular que facilita su iluminación. En la pared sur y en parte de la este presenta un banco adosado al muro. En la cueva podemos encontrar
graffiti la mayor parte modernos. El acceso a este eremitorio es más sencillo hacerlo desde Torremontalbo, tomando el camino que sale a la entrada del pueblo junto a los viñedos de la bodega. A poco más de kilómetro y medio descubriremos el eremitorio perfectamente visible desde el camino, en un pequeño cortado a nuestra derecha. En el cerro de San Pelayo debió existir un poblado del que hoy no se conserva nada. El cerro se encuentra próximo a la localidad y quizá tuvo una iglesia rupestre o semirupestre (de las Heras & Tojal, 1995, p.233) de la que el único resto conservado en la actualidad quizá sea una pared tallada en la roca de unos 12 metros de longitud que en sus extremos presenta algunos restos.
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Eremitorio de Matarruchos (San Asensio) Vista del interor.. San Blas (Zarratรณn).
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Tenemos además otras cuevas que han tenido o todavía conservan algún uso y que quizá en tuvieran un origen diferente al actual. Así por ejemplo en Zarratón, dentro de las instalaciones del cementerio, encontramos lo que hoy tiene una traza de bodega, con calado incluido, pero que sin embargo por tradición se la sigue conociendo como la ermita de San Blas. En su interior vivió una temporada un refugiado tras la finalización de la Guerra Civil. En Cuzcurritilla, término municipal de Rodezno, podemos encontrar dos cuevas una de más de 10 metros de fondo y otra de de forma rectangular muy cuadrada. La mayor de ellas tiene una puerta de acceso de 1,20 metros y la altura actual es de 1,40 metros, aunque es posible que fuera mayor. El interior es muy amplio con techos de gran altura y San Martín (Cuzcurritilla)
no presenta ningún hueco de iluminación ni de ventilación. El segundo es una cueva con una boca de 3,5 metros aunque parte de ella está en la actualidad cerrada por un muro de ladrillo que soporta una carpintería con un puerta y la estructura de un gran ventanal. En el muro existe la salida de una chimenea. La forma de las dos es perfectamente regular. El topónimo del lugar es San Martín. En San Vicente de la Sonsierra encontramos una pequeña cueva también perfectamente regular muy cerca del pueblo enfrente del antiguo matadero. De 3,30 metros de fondo por 3,74 de ancho. Se utiliza en la actualidad como almacén. Existen también numerosos abrigos trabajados en diferentes puntos que aprovechan un resalte en una piedra y suelen presentar muros de piedra a los
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Matadero (San Vicente de la Sonsierra).
lados. Refugios de este tipo son abundantes aunque no se han incluido en este inventario ya que en general la parte excavada cuando
existe es muy pequeĂąa y la obra parece ser relativamente actual, aunque se han dejado documentados.
El BullĂłn (San Vicente de la Sonsierra).
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A modo de epílogo
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Las cuevas nos han llamado siempre la atención desde antiguo. Son un lugar mágico y un lugar de religión. Y fue este el hábitat elegido por los eremitas, personas que buscaron en la soledad y la penitencia su camino espiritual. Hoy mudos testigos de aquellos lejanos años conservamos todavía algunos de los lugares donde decidieron asentarse. Con toda probabilidad muchas de estas cuevas no han llegado hasta nosotros. Y seguro igualmente que son todavía algunas las que nos quedan por descubrir. Pero son muchos los que aquí, como en otros puntos de nuestra geografía, todavía conservamos. Y los que tenemos que intentar que continúen contándonos su historia a nosotros y a nuestros sucesores. Conocerlos es el primer paso, pero no podemos quedarnos aquí. Es necesario también trabajar para su conservación. En ocasiones esto será muy complejo ya que el inexorable paso del tiempo tiene un efecto implacable. Pero en otras ocasiones, con pequeñas actuaciones podemos contribuir a prolongar su presencia. Y entre estos cuidados tenemos que destacar la limpieza, una cuestión que entre todos y sin ningún gran esfuerzo podemos contribuir a mejorar. Desgraciadamente a día de hoy, en muchos encontramos restos que en ningún caso deberían encontrarse aquí. También es posible informar sobre posibles problemas detectados intentar poner remedio antes de que las cosas empeoren. Los eremitorios son un elemento más de nuestra historia y, aunque en ocasiones modestos, merecen un tratamiento adecuado al que todos tenemos que contribuir. Conocerlos en una publicación es interesante, pero más lo es el acercarse a conocerlos en el campo. Buscarlos e imaginar cómo sería la vida de aquellas gentes, disfrutar con el paisaje que les rodea y leer el pasado de La Rioja Alta en los numerosos testimonios que todavía conservamos. La invitación está lanzada.
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Cartografía
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Bibliografía
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Incluimos a continuación una bibliografía sobre el tema de los eremitorios e iglesias rupestres tanto específica sobre la zona como estudios de carácter más general o que abordan otras zonas del a geografía española. También se han incluido algunas referencias sobre algunos aspectos relacionados con la Antigüedad Tardía y la Edad relacionados con este tema. La bibliografía actual sobre la materia es muy amplia y, dado el carácter divulgativo de este trabajo, se ha pretendido elaborar una bibliografía que creemos aporta una información suficiente para aquellos que quieran profundizar más en este tema. La mayor parte de la misma es además fácilmente localizable y consultable en repositorios digitales a través de internet. Abad León, F. (1999). Expansión de la vida eremítica y monástica en La Rioja. Antigüedad y Cristianismo, (16), 285-312. Alonso Avila, A. (1985). Visigodos y romanos de la provincia de La Rioja. Berceo, (108), 7-32. Alonso Martínez, I. (2009). Las cuevas de Herrera y su entorno. Antigüedad y Cristianismo: Monografías Históricas Sobre La Antigüedad Tardía, 26, 23-152. Alonso Martínez, I., Olarte, J. B., López de Silanes Valgañón, José Ignacio, & García Cubillas, J. L. (2006). Las cuevas de Herrera/ San Felices. Antigüedad y Cristianismo, (23), 685-712. Azcárate Garay-Olaun, A. (1988). In Diputación Foral de Álava (Ed.), Arqueología cristiana de la Antigüedad Tardía en Álava, Guipuzcoa y Vizcaya. Vitoria.
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