LA GRANJA, - MI BARRIO Juan Carlos Duarte Ab贸s
A Mari, a mi familia, a mis amigos y a todos aquellos que haya podido nombrar ya que, indirectamente, tambiĂŠn forman parte de ĂŠl.
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PRÓLOGO
Ante todo quiero decir que este es un libro de recuerdos y de vivencias desde mi infancia hasta mi madurez, en el que voy a contar todo lo que recuerdo de esa época, más de una década de momentos alegres, divertidos, tristes, etc. pero, al fin y al cabo, recuerdos y los voy a contar con el fin de poder rememorarlos leyendo este ejemplar en años próximos. A mis amigos les voy a dedicar una copia a cada uno de ellos, ya que también son protagonistas principales del mismo, y es con ellos con los que he vivido la mayoría de las cosas que aquí cuento. También aprovecho para darle las gracias a todos ellos por esos maravillosos e inolvidables momentos que vivimos juntos y que seguimos y seguiremos viviendo. Espero que disfrutéis de esta vuelta al pasado.
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ÍNDICE
I.
Llegada al barrio y primeros años
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II.
Mi calle y los juegos de moda
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III.
Mis principios con la guitarra
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IV.
Gamberradas 39
V.
El fútbol
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VI.
La Salle
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VII. La música
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VIII. El piso y el chalet
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IX.
Mis primeros trabajos
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X.
El grupo de amigos
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JUAN CARLOS DUARTE ABÓS
CAPÍTULO I Llegada al barrio y primeros años
Corría el final del verano del año 1974, a unos meses de cumplir cuatro añitos cuando nos empezamos a trasladar de Monzón a Tarragona. A mi padre junto a unos cuantos trabajadores de Aiscondel, les trasladaban a la fábrica de Vila-Seca; empezábamos una nueva vida todos, menos Kike, que se quedaba en Monzón con Pili y mi sobrino Kikín. Como el traslado real era en noviembre y el colegio empezaba en septiembre, para que mis hermanos no empezaran tarde el colegio, mi hermana Reyes, Fernando, María José y Gema se vinieron los primeros al barrio de La Granja, a nuestro nuevo piso. Eso sí, sin muebles ni televisión, pero como me cuenta Reyes, no había tiempo para aburrirse si no todo lo contrario. Fueron dos meses duros sobre todo para ella, ya que con tan solo quince años tuvo la responsabilidad de cuidar a tres de sus cuatro hermanos pequeños y darles de desayunar, comer, cenar y todo lo demás, pero con paciencia y cariño lo hizo de maravilla. Dos meses más tarde llegábamos los demás y ahí sí empezaba de verdad la nueva vida de la familia Duarte en La 11
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Granja… Eran los últimos años del franquismo y quiero decir que si queréis saber como era mi casa, pues solo tenéis que ver la casa de la serie Cuéntame, que cada vez que la veo me recuerda a nuestro piso. Lo recuerdo todo muy parecido: el papel de las paredes, los adornos, el mantel, los platos y los cubiertos, la televisión,... Y en la calle, los coches, los bares, todo era igual que en la serie. Íbamos todos los hermanos al colegio en el mismo barrio, al colegio Nuestra Señora de los Ángeles aunque antes de hacer el nuevo edificio (el mismo que hay hoy en día) todos estábamos en sitios diferentes que eran por ejemplo los locales de lo que hoy es el Dofí, lo que era el Shadows, los bajos de la panadería y La Caixa de mi calle, y yo, en frente de la Auto Escuela Paco. Un par de años mas tarde, construyeron el edificio nuevo del colegio que hoy en día sigue funcionando. Ahí coincidí con varios de mis amigos: Juanito, José Luis, Negro, Leo y Oso, a parte de con mis hermanos Fernando, María José y Gema. De esos primeros años poco puedo contar porque a esa edad uno tiene pocos recuerdos y lo que sé es porque me lo han contado. Cosas como que hice dos cursos de parvulitos porque no había manera de que fuera a la guardería (me quedaba llorando todo el día) y tuvieron que meterme en parvulitos un año antes, con lo que era el más enano de la clase ya que todos tenían un año más… 12
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A partir de los años 1980 y 81 es cuando ya empiezo a recordar cosas. Era el principio de crear ese impresionante ambiente de barriada con el epicentro en la calle Baleares, en La Granja, donde empezamos a conocernos todos los de mi edad o hasta un par de años más y a juntarnos con los grandes. Éramos todos una piña. Nos juntábamos yo creo que hasta veinticinco o incluso a veces, más, y puedo y quiero recordar los nombres: Juan Expósito y su hermano Paco; Bartolomé; Cristóbal; Andrés; los hermanos Toni, Juanma, Paquito y Chiqui; Miguel; Antonio Perea; Velasco; Paco Castro; Luce; Luis; Jose el Negro; Jose Carrasco; Luisito; Alfredo; Jaraba; Robert; Maxi; Juanjo; José Luis; Juanito… Y mención especial para Ángel Zumel que ya no está entre nosotros. Seguro que me dejo alguno, pero, bueno, que me perdonen. Lo primero que recuerdo que hicimos fue crear el equipo de fútbol para lo cual necesitábamos nuestro propio campo de futbol, entonces una vez revisado los alrededores de nuestras calles se decidió que sería el campo de hierba, situado entonces en lo que hoy en día es el instituto de Torreforta. Era un campo de hierbas hasta la cintura, decidimos limpiarlo para convertirlo en campo de fútbol y quedó bastante bien. Una vez lo tuvimos listo, el siguiente paso fue diseñar nuestra camiseta, que iba a ser como la del Rayo Vallecano. Lo que hicimos fue coger cada uno una camiseta típica blanca de algodón y fuimos a la mercería Mercè de Torreforta a comprar cinta roja para coserla a la camiseta, y así creamos el equipaje del equipo del barrio. 13
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Primero hacíamos partidos entre nosotros mismos ya que éramos suficientes para ello y después ya empezamos a buscar partidos contra los de la plaza de Torreforta, el barrio del Leo, el barrio del Pájaro, etc. A parte de los primeros piques con partidos de fútbol, seguirían los de béisbol y, sobre todo, con las hogueras de San Juan. ¡Qué gran fiesta era para nosotros y qué paliza de trabajar! Os cuento el tema de las hogueras. Nuestro barrio era, sin duda, uno de los dos mejores. También hay que decir que éramos más gente que en cualquiera de los demás barrios de La Granja, pero solo teníamos un rival, la Plaza de Torreforta. Esos incluso eran más del doble que nosotros, pero aun así, ganamos varios años. Cuando se acercaba San Juan era un espectáculo ver como nos organizábamos. Juan Expósito, el jefe, daba las órdenes y todos cumplíamos nuestro cometido: unos hacían el hoyo para el mástil, otros seleccionaban la madera que iba llegando separándola por tipos; y los demás, iban por todos los barrios y por las casas buscando cualquier cosa para quemar (muebles, papel, cartón). Otros, a por lo más importante: buscar un mástil, el más alto posible, poste de luz preferiblemente. Una vez conseguido, se escondía bien para evitar el robo y la madera se vigilaba prácticamente todo el día, unas 18 horas al día, por turnos, por un par de nosotros que estábamos siempre en la zona de la hoguera con lo que se quedaba sin vigilar más o menos desde las dos de la madrugada a las ocho de la mañana solamente. La mañana del día 23 de junio traíamos el mástil que 14
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teníamos escondido y lo plantábamos, se hacia un buen agujero de dos palmos aproximadamente y lo rellenábamos de cemento para que quedase fuerte y a partir de ahí, se montaba la estructura de la hoguera durante la mañana. Una vez acabada volvía a quedar vigilada por turnos otra vez y los demás nos íbamos a recorrer los barrios (Torreforta, La Floresta, Riu Clar, El Pilar, ...) a ver cuál era la más grande ese año, que vuelvo a repetir, siempre era la de la Plaza de Torreforta o la nuestra. Esa noche, una vez quemada, lo celebrábamos a lo grande. Siempre fue la fiesta más chula de todas y para mí, especial porque ya sabéis que San Juan es mi santo y siempre lo he celebrado y además, por el tema de los petardos que a los críos siempre nos han gustado. Debe ser porque cuanto más peligrosos son las juegos, más nos llaman la atención.
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Mi bloque
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Calle Islas Baleares
Colegio Nuestra Señora de Los Ángeles 17
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Actual instituto sobre lo que fue nuestro campo de fテコtbol
Patio del Colegio Los テ]geles 18
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CAPÍTULO II Mi calle y los juegos de moda
Durante el resto del año, este barrio se caracterizó por las modas de juegos. Cada cierto tiempo, sacábamos una y nos dedicábamos en pleno a ella. Os voy a nombrar unas cuantas de las que me acuerdo aunque alguna me dejaré, seguro. Empezamos por la de los paracaídas. Se trataba de comprar cada uno un paracaídas de aquellos de juguete, un muñeco de plástico y el paracaídas tipo bolsa de asas cortada en redondo y con unas cuerdas para colgar el muñeco. ¿Os acordáis, verdad? Antes de lanzarlo por primera vez, reforzábamos las zonas donde las cuerdas cogían el paracaídas porque sabíamos que iban a sufrir muchos lanzamientos: así duraban mas. Doblábamos el plástico del paracaídas para lanzarlo, pero para que cogiera más altura ya que el juego era a ver cuál estaba mas tiempo en el aire, le metíamos una piedra en medio. Pasábamos horas al día lanzándolo, hasta que ya no podías mover el brazo de puro cansancio. En principio, parece una chorrada de juego porque tú lo lanzas y cae en seguida, pero no era así: los días de aire lo lanzabas y el paracaídas se iba volando, 19
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tanto que lo teníamos que seguir corriendo incluso mas allá de la zona de juegos. La zona de juegos era el espacio que hay justo detrás de mi bloque hasta el bloque del Dofí, esa zona que ahora está llena de arboles; antes no había ni uno. Me acuerdo de un día que, con Chiqui y Andrés Royo, estuvimos siguiendo a uno de ellos que primero se enganchó en un árbol litonero (los que dan litones, esas bolitas negras que tanto nos gustaban y que los huesos nos servían de munición para los canutos). Ese litonero estaba a la entrada del campo de hierba y, una vez se descolgó, se fue hacia los bloques de la Alena hasta donde lo seguimos pero ya allí nos paramos cansados de correr y él siguió volando… Cualquiera sabe hasta dónde llegaría. Vamos, que en días de viento, era un juego de moda bastante entretenido. Otra moda era la de las peonzas. ¡Qué guay, cómo molaba! Lo primero era comprarla y, antes de nada, tunearla, como se diría ahora. Se trataba de clavarle chinchetas de colores, pintarle rayas con rotuladores de colores, etc. Cada cual se las ingeniaba para decorarlas a su gusto y al rodar se veían muy chulas. A parte de ver qué peonza aguantaba más tiempo rodando, también era a ver quién hacia la acrobacia más difícil. Primero se lanzaba (había varias formas para ello: de arriba hacia abajo, a ras de suelo, etc.) y después se hacían las acrobacias, que eran un poco peligrosas todo hay que decirlo. Se las rodeaba con la cuerda mientras giraban y se estiraba esa cuerda elevando la peonza al aire; tenía que caer y seguir rodando. Otra era 20
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coger la peonza con la palma de la mano y que siguiese rodando en tu mano, etc. Era un juguete con el que pasábamos horas y horas y que lo llevabas siempre contigo, como hoy los críos llevan la Nintendo… ¡Qué diferencia, jeje! Incluso la llevabas al colegio para competir en el recreo con los compañeros de clase. Eso sí, para que rodaran bien necesitábamos un sitio liso y limpio de cemento por ejemplo, y esas cualidades las reunía el “puente” (ya hablaré más delante de él): era un espectáculo ver en él a veinte o treinta críos con las peonzas rodando. Bonita moda. Otro juego de temporada era los dardos, un pelín peligrosos pero bueno, nunca pasó nada que no se curase con mercromina y una tirita, aunque hoy en día, por eso, te llevan al hospital. Se trataba de comprarnos cada uno un juego de tres dardos e inventar juegos pintando rayas, cuadrados, lo que fuese, en una tabla y crear nuestras propias dianas personalizadas, y luego, hacer campeonatos con fases eliminatorias y demás. Y, como en todas las modas, en esta también se decoraban un poco los dardos para lucirlos: algunos los tenían con la cola desmontable, tipo plumas como los de las dianas de hoy en día en los bares y pubs; otros, todo de plástico que eran los mas baratitos, etc. También nos gustaba mucho esa moda, ya sabéis que cuando somos pequeños todo lo que entraña un poco de peligro nos llama la atención… Hablemos ahora del tirachinas, esa famosa arma peligro21
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sa en manos de críos que, todo hay que decirlo, lo era. El tirachinas tiene varias partes y cada una de ellas, tenía su particularidad: cuerpo, goma y donde apoyabas la munición. Había dos tipos de tirachinas, el original, hecho de ramas de árbol trabajadas con la navaja y el de alambre, ese que en un somier de aquellos años había quinientos por lo menos: el día que veías uno tirado en la basura te frotabas las manos porque ibas a tener mercancía para cambiar por cromos, canicas y, algunas veces, hasta por dinero para comprar flashes o chucherías, porque de crío ya empiezas a negociar si se te presenta la ocasión. Además del cuerpo del tirachinas, estaban las gomas para estirar, gomas de atar los pollos. Se trataba de empalmar tres y cuatro gomas para que estirara mucho; cuanto más estiraba, más alejabas. Esas gomas nos las proporcionaban las pollerías, por eso, nos recorríamos todas las pollerías de La Granja, Torreforta, etc., cada día, mientras duraba la moda, para tener de recambio porque del uso se iban rompiendo. Cuando entrabas en la pollería tu mirada iba directa a las tijeras gigantes que tenían fijas al mármol que era donde las ponían y, si estaba vacía la tijera, es que se te habían adelantado. Lo último, el cuero para coger la munición, que casi siempre era de escay en vez de cuero porque era más fácil encontrarlo. Del tirachinas siempre se ha dicho que lo llevabas o lo hacías para cazar pájaros. Mentira. No he visto en mi vida matar un pájaro con un tirachinas, ¡pero si ya te costaba matarlos con la escopeta de balines!, ¡qué vamos a contar que era para matar pájaros! Lo usábamos para todo menos para eso. Tirábamos a la gente estando escondidos, 22
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a las farolas a ver quien rompía mas bombillas, a coches. Me acuerdo de tirar a la gente escondidos desde mi balcón del quinto piso que todos conocéis y también me acuerdo de una guerrilla que hicimos creo que contra el barrio de Paquillo, unos en el autoescuela Paco y otros, en frente, escondidos en esa especie de muro que hay en los dos sitios igual. La munición eran unas bolitas que daban unos árboles que había prácticamente en todo el barrio que eran del tamaño de una canica y eran bastante duritas. Vamos que si te daban, te hacían un buen morado. En fin que de la frase “vamos a hacernos unos tirachinas para ir a cazar”, nada de nada. También tuvimos la época de la escopetas de madera para cazar pájaros, otro peligroso artefacto, pero con este te sentías verdaderamente armado. Se fabricaba de la siguiente manera. Cogías una madera de unos 40-50 cm de largo por unos 7 u 8 cm de ancha y 2 o 3 cm de alta. En una punta de la madera clavabas 2 o 3 pinzas de madera; desmontabas la pinza, clavabas una parte y luego la montabas. En la otra punta de la madera clavabas la misma cantidad de clavos que de pinzas pero clavos sin cabeza y entonces fabricabas los proyectiles, que eran muelles de pinzas con dos o tres gomas de pollería, entonces pasabas la goma alrededor del clavo sin cabeza y estirabas el muelle de pinza a lo largo de toda la madera hasta llegar a la pinza que la presionabas para coger el muelle y soltabas. Entonces estaba preparada para disparar, volviendo a presionar la pinza. No sé si me habréis entendido pero si alguien tiene 23
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dudas que me lo diga y se lo explico... Eso salía disparado con una potencia increíble, vamos, para vaciarte un ojo tranquilamente. Luego ya estaba el típico que buscaba la tabla ancha, de 10 cm o más, para poner cinco pinzas... Vamos que también se competía a ver quién hacia el escopeta más cañera… Y de la misma manera que con el tirachinas, que era un peligro, las madres sufrían cuando llegaba esta moda. Imaginaos el discurso cada día, antes de salir a la calle con el aparato en la mano… Pero que yo sepa, tampoco pasó nada grave nunca y, por supuesto, tampoco conozco a ninguno que matara un pájaro, jajaja... Una de las modas bonitas e imaginativas era la de la imitación de las máquinas de bolas. Cogías una tabla de, más o menos, 60 por 40 cm y de 1 o 2 cm de grosor y sobre ella, fabricabas el pinball: con puntas (clavos) marcabas el recorrido de la bola, en este caso canica; de clavo a clavo ponías gomas de pollería; los mandos eran dos pinzas y hasta clavabas también chapas de botellas que imitaban a las redondas aquellas que hacían salir disparada la bola y que te daban muchos puntos. Era un juguete en que había que utilizar toda la imaginación posible para que quedara chulo y que todo el mundo quisiera jugar en tu máquina, que eso era un orgullo. La verdad es que algunas quedaban cojonudas… Luego había una moda chula que era la de carreras de chapas, pero que más que hacerla cuando nos apetecía, la hacíamos cuando tocaba, que era cuando había una obra 24
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por allí cerca. Entonces, donde descargaban las montañas de arena aprovechábamos para hacer los circuitos para las chapas, pero circuitos que no veas: con saltos, curvas cerradas, curvas abiertas e incluso algún túnel, y aprovechábamos esos días hasta que se llevaban la arena... Estos son, más o menos, los juegos de temporada más chulos que sacábamos. Después había juegos fijos, aunque, en algunas épocas, te daba por jugar más o menos, pero generalmente eran fijos todo el año como las canicas, el béisbol, policías y ladrones, escondite, etc. Estos últimos suenan como a tontería, porque al escondite juega cualquiera, pero era diferente porque aquí jugábamos treinta tíos y te escondías por todo el barrio y la verdad que era una pasada. Como a policías y ladrones, que no es que jugásemos en nuestra calle o en La Granja, si no que se jugaba por todos los barrios y el juego duraba toda una mañana por ejemplo… También me acuerdo un juego que imagino también conocéis y que también lo hacíamos por varios barrios. El juego se llamaba Lo que hace la madre, lo hace el padre y se trataba de que íbamos todos en hilera, ocho, diez o quince tíos y lo que hacia el primero que era la “madre”, lo teníamos que repetir todos. Salías de La Granja, ibas a Torreforta, luego al Pilar, etc., a ratos andando, después corriendo, y siempre, haciendo todos lo que hacia el primero. Estaréis pensando ¿pero qué hacía la “madre”? Pues a lo mejor ir corriendo y saltar una valla, y todo lo demás, detrás; luego 25
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pasabas por encima de un banco, luego llamas a un timbre, etc. Un poco buscando obstáculos complicados para ver quién no lo hacía. En fin, críos… También estaban los juegos bestias. ¿Quién de vosotros no ha jugado a churro, media manga, mangontero, adivina lo que tengo en el puchero? ¿Todos, verdad? Pero claro, una cosa es jugar normal y la otra, a lo bestia, ya sabéis lo que digo, o sea, al saltar dejarte caer a plomo, o al apoyarte en el que está agachado, clavarle las uñas en la espalda... A lo bestia. No era nada extraño que cada día se fuera alguien con dolores a casa… Y para bestia, (yo creo que jugar a esto era de gilipollas, y perdonad la expresión que esto es un libro) aunque, ¡qué coño!, es mi libro y puedo hablar como quiera, jeja. Bueno, bromas aparte, para bestia, el juego de la taba, que lo hacíamos con una pinza. Este juego era la hostia para hacernos daño todos mutuamente. Os explico. En una base se ponía cuatro pinzas con cuatro palabras, rey, correa, hoyo, y en la cuarta, no me acuerdo exactamente la palabra pero era que te salvabas. Entonces se tiraba por turnos hasta que alguien sacaba rey y otro correa y entonces, al que le salía hoyo, se le castigaba: el rey mandaba el castigo y el correa ejecutaba. Por ejemplo, el rey mandaba diez correas suaves o cinco correazos fuertes, etc., pero claro, se seguía tirando, luego sacabas tú “rey” y te vengabas… En fin, que nos íbamos todos para casa calentitos, ya ves tú, si era un juego de tontos… 26
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Y entre modas y juegos bestias, también hacíamos lo que los chicos normales y jugábamos a lo típico: fútbol, básquet, béisbol, etc. Al principio, llegamos a jugar con el equipo de la calle contra las otras calles o barrios, el del Leo, el del Chorro, el del Paquillo, etc. Luego eso se fue perdiendo un poco y entonces lo que hacíamos era jugar en el famoso puente, el espacio que separa los bloques de Jose Negro y de Chiqui o Andrés Royo para que me entendáis, aunque ya lo sabéis bien porque habéis jugado casi todos vosotros. El juego famoso era un portero y todos rematando los balones que centraba uno desde la acera entre mujer y mujer que pasaban con la compra. Y así pasábamos las horas hasta que se hartaba Jacobo, un vecino del primer piso del portal del Negro (el padre de las trillizas) y bajaba y nos quitaba la pelota. También jugábamos partidillos dentro del puente, entre dos equipos. Los emocionantes de verdad eran en el otro puente, al lado de la panadería, que era mucho más estrecho. Allí hacíamos campeonatos de parejas pero con pelota de tenis. En eso, Juanjo era un verdadero crack: ¡qué eléctrico era el tío...! Todas estas modas o juegos de temporada eran los que ocupaban parte de nuestro tiempo en las vacaciones de Semana Santa, verano y Navidad y los fines de semana de todo el año. Los días de diario nos veíamos por grupos, dependiendo del cole al que íbamos cada uno. Además, también salíamos menos, pues había que hacer deberes cada día y, bueno, ya sabéis que en época de colegio, todo cambia un poco. 27
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Zona de juegos
Zona de juegos
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El famoso puente
El puente viejo
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CAPÍTULO III Mis principios con la guitarra
A parte de todas estas modas, ya en 1983 Chiqui, Andrés y yo, los tres amigos inseparables, decidimos que queríamos hacer un grupo de música. Resulta que yo ya llevaba desde prácticamente los siete años tocando la guitarra, y no es raro porque en casa la tocábamos habitualmente Gema, Fernando y yo, Javi en su día también lo hizo, igual que Luis, que tocó el bajo en un grupo de Monzón; es decir que venía de familia. Era la edad en que te empiezas a decantar por un estilo de música y nosotros elegimos el rock como ya imagináis todos. En esa época escuchábamos a Leño, Tequila, Miguel Ríos, Barón Rojo, Obús (estos dos heavys, pero los escuchábamos). En casa, con mi hermano Fernando, he escuchado mucha clase de música y un ochenta por ciento los Rolling: Fernando era fanático como pudisteis comprobar prácticamente todos vosotros viendo los posters de los mismos en mi habitación, que acompañaban a los del Real Madrid y las fotos de Kevin Schwantz. Pero a parte de haber escuchado la discografía entera de los Rolling mil veces, escuché muchísimos otros grupos como The Police, Talking Heads, Led Zeppelín, Deep Purple, La Polla Records, Kortatu, por citar algunos, y cantautores 31
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como Luis Eduardo Aute, Sabina, etc. Muchos. La verdad es que, en casa, entre los vinilos que compró Fernando y los que dejó Javi del pub, había una discografía de la ostia, a la vez que mucho tipo de música… Pero lo nuestro era el rock y queríamos hacer el grupo. Lo primero era saber qué instrumento íbamos a tocar cada uno y quedamos en: Andrés, guitarra rítmica; Chiqui, batería; y yo, el bajo. Yo quería tocar el bajo, pues a pesar de que, en ese momento, era el que más sabía tocar la guitarra, (Andrés empezaba) me llamaba la atención el bajo y así quedamos, viendo a Leño, ya nos cuadraba ser tres. Al poco tiempo, conocimos a Miguel Piñero que también tocaba la guitarra y después de comentárselo y pensárselo unos tres segundos, ya teníamos el guitarra solista del grupo. Entonces fue cuando empezamos a quedar casi cada tarde para ensayar. Al principio nos juntábamos justo detrás de mi bloque, nos sentábamos en un escalón que había y allí pasábamos las tardes enteras tocando y ensayando temazos del momento como Las chicas son guerreras, Satisfaction, Smoke on the water, etc. Como ahí Chiqui no podía ensayar decidimos buscar una solución y decidimos que haríamos una batería casera y ensayaríamos dentro de la balsa vacía que había donde hoy está el ambulatorio, más o menos. Nos pusimos manos a la obra y con tambores de detergente de lavadora, alguna cazuela y alguna tapa de olla nos hicimos una batería de la ostia. Lástima que no haya fotos. Allí ensayamos unos días hasta que un día nos robaron la batería y ya dejamos un poco el tema del grupo. 32
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En esa época, empecé a juntarme bastante con Piñero. Estábamos todo el día juntos en su casa o en la mía, y estuvimos tocando juntos bastante tiempo. También en esa época empezamos a salir con chicas. Habían dos gemelas de La Floresta que iban también a nuestro colegio. El hermano pequeño de Miguel Piñero, Juan Carlos, salía con una, con Rosarito, y yo empecé con la otra, con Rosa Mari, una chica muy guapa de las que llamaban la atención en el colegio. Se puede decir que fue mi primera novia de críos. Como su madre tenía una tienda de ropa en el barrio, detrás del bloque de José Luis, los Piñeros y yo estábamos allí, al lado de la tienda, todas las tardes y los fines de semana, y muchas veces nos llevábamos las guitarra allí también para estar con ellas. En esa época conocimos a los Tao, (después Tako, y después, Números Rojos) y como Miguel Piñero tenía contacto con ellos (no recuerdo con quién en concreto), y Fede era amigo también de mi hermano Fernando, teníamos enchufe y nos pasábamos las tardes que ensayaban, metidos en el local viéndolos y flipando, cómo no. Éramos de los principales fans que tenían: nos sabíamos todas las canciones, (luego intentábamos sacarlas con nuestras guitarras). Íbamos a todos los conciertos que hacían, vamos, que teníamos chollo con ellos… Pasamos grandiosos momentos con Teo, Fede, Berni, Paco y Elvis, el cantante de aquel entonces… Ver tocar a Teo o Berni era lo máximo: por encima de ellos, solo existía Rosendo o los hermanos De Castro de Barón Rojo… 33
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En esos años, mi obsesión era poder tocar un bajo o una guitarra eléctrica. Estaba obsesionado y pronto pude cumplir ese deseo. En Los Ángeles, Rafi, Paco (hermano del Chiqui), Pepe Sáez y Luis Leal hicieron un grupo con su profesor, que era también el profesor de José Luis. Se llamaba Luis y era el guitarra del grupo de música celta Dulcinea Folk, que actuaron de teloneros de Celtas Cortos en la plaza de toros de Tarragona. El grupo de Los Ángeles estuvo ensayando durante el curso en una clase del cole, fuera de horarios lectivos, para el festival de fin de curso y Paquito me invitó a que fuese a verlos ensayar y así me lo dejaría tocar. Y así fue. Era un bajo pequeño rojo, con el salva púas en blanco, muy chulo. Era propiedad de Luis, el profesor, y aluciné tocando por primera vez un bajo eléctrico. Me creí Toni Urbano por unos momentos (el bajista de Leño), mi ídolo en esos tiempos y que, por desgracia, nos dejó hace poco como sabéis. Un tiempo después también empezamos a ir a ver ensayar a otro grupo de la Granja, que hicieron Miguel, Vega, Rafi y alguno más. Ensayaban en Torreforta en la misma calle que Tao. Me acuerdo que enchufaban las guitarras a un radiocasete y sonaban bastante amplificadas: la sensación era buena si no tenías para más. Como todos me conocían también me dejaban tocar y empecé a acostumbrarme a tocar la eléctrica. Miguel y Rafi siempre me decían que no lo dejara, que tenía un gran futuro tocando la guitarra, que aprendía muy fácil y que se notaba que disfrutaba con ello, a parte de que tenía bastante facilidad para aprender, 34
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a pesar de lo jovencito que era. Pero, nada, aquí estoy sin haber actuado nunca con ningún grupo. De lo único de lo que puedo presumir es de los bajos que creé para las canciones del único grupo en el que he tocado en serio. Fue con una gente de Tarragona. Nos ficharon a mi cuñado Luis y a mí. Creé todos los bajos de nuestras canciones, puesto que era todo canciones escritas por los dos guitarras, que eran primos. He de decir que eran unos máquinas, unos obsesionados de la guitarra y la verdad que tocaban para flipar, habían hecho hasta cursos en U.S.A. Cuando dejé el grupo, enseñaron esos bajos a un amigo suyo que, en principio, nunca había tocado un bajo ni una guitarra ni nada. Aprendió lo justo y tocaron en público en las primeras 12 horas de Rock en la Plaza Corsini de Tarragona y yo, viéndolo, me sentí orgulloso que algo que había inventado yo, horas mías de faena y de correcciones y de ensayo, hubieran servido para que alguien lo ofreciera en público… Quien no se consuela es porque no quiere… Si os digo la verdad, llevaba un rebote que te cagas y sentí una envidia de la ostia... En fin. Os cuento cómo fue lo del grupo. Ellos pusieron un anuncio porque buscaban cantante y bajista. Mi cuñado Luis lo leyó y llamó; le dijeron que si queríamos hacer una prueba y allí que fuimos. Ensayaban en una masía de Vila-Seca y quedamos allí un sábado por la mañana. Nos oyeron y nos cogieron. A nosotros nos gustaba su música: era una especie de heavy light, entre rock y heavy; no es35
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taba mal y yo me divertía con el bajo. El único problema era que querían cantar en inglés y Luis, como cantante, se tenía que aprender las letras de memoria porque no habla inglés y era un poco rollo. Por más que intentamos convencerles de cantar en español, no querían. Eran buena gente, pero muy fanáticos de la música. Por ejemplo yo tocaba un bajo que me compró Luis y como teníamos un amplificador muy pequeño y ellos, uno pequeño de chivato de voces, me lo dejaban y enchufaba el bajo a los dos a la vez y así sonaba bastante bien, pero me iban diciendo que me tenía que comprar un amplificador bueno (con la pasta que valía) y yo lo que tenía en mente primero era comprarme un coche, que era mas necesario. Ellos no veían bien eso. De hecho, tenían unos equipazos de mucha pasta, amplificadores Marshall y guitarras Fender Stratocaster, pero ninguno tenía coche hasta el punto que cuando nos cambiamos de local, nosotros hicimos la mudanza y también teníamos que ir a buscarlos a veces a Tarragona para venir a ensayar a Bonavista, porque iban siempre cargados con el equipo. Ensayábamos en un local de una tía de mi cuñado Luis Mora al lado de donde tenía la tienda de fotos. Llegamos a tener cuatro o cinco canciones acabadas y otras a medias, pero poco a poco entre unas cosas y otras, al final dejamos el grupo…. El tiempo que duró lo pasamos muy bien, incluso llegamos a grabar una maqueta de tres canciones que lamento haber perdido. Y quitando eso, ya no he vuelto a tocar en ningún grupo.
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Donde estรกn estas motos tocรกbamos la guitarra
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En el local de ensayo
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CAPÍTULO IV Gamberradas
Llegaba la edad del pavo o mejor dicho, de volverte gilipollas y ahí fue cuando dejé un poco de lado la guitarra, cosa de la que me arrepentiré toda la vida porque habiendo empezado tan pequeño, podría haber llegado a tocar muy bien y no es el caso claro. Bueno, es lo que hay. Yo sigo tocando en mi casa para mí, con mi guitarra eléctrica o con la acústica que me acaba de regalar Mari por mi santo y soy feliz. Eran los tiempos de cambio en la edad. Nos hacíamos mayorcetes y venían tiempos de gamberradas, de empezar a probar el tabaco a escondidas, de querer salir por las noches y ese tipo de cosas. En clase en 7º de EGB empezamos a hacer la pandillita y nos juntamos José Carrasco, del barrio, con Ángel Carrasco de Torreforta, Agustín y José el Mono. Hicimos una banda un poco conflictiva, ya que Ángel Carrasco, que era un pieza, ¡jajaja! y estaba un poco colgado, era nuestro líder. A parte de que nadie nos podía decir nada, incluyendo a los de 8º aun siendo mayores, porque nadie se atrevía 39
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con él, íbamos tan chulitos por el cole que, claro, teníamos que demostrar que éramos los reyes. ¿Cómo? Pues haciéndonos notar y haciendo la peor gamberrada que he llegado a hacer, sobre todo por lo que podía haber pasado. Habían sido las fiestas de Torreforta y las casetas de la feria siempre se quedaban unos días más… Nos propusieron robar una y, como gilipollas, dijimos que sí, o sea que lo planeamos todo y venga, a robar. Cogimos un día a las 12.00, después de clase y fuimos para allí; entramos forzándola por detrás y empezamos a llevarnos tabaco, sacos de caramelos, bebidas alcohólicas y hasta una escopeta de perdigones. Una vez tuvimos el botín, como no podíamos llevarlo para casa, ¿qué pensamos? Pues repartirlo con toda la gente del cole y quedar como héroes. Así que entramos al cole y a todos y todas que veíamos, les regalábamos tabaco, caramelos, muñecos, etc. Pero antes de entrar a clase, Agustín, José el Mono y yo retamos a los Carrascos a beberse una botella de ron, de ese de feria, que era un puto aguardiente de no sé cuántos grados. Y venga la frasecita de ¿a qué no hay huevos? Todavía no sé cómo no me piqué yo… Pues eso, que se metieron una botella de esas, además, sin haber comido porque no fuimos a casa y, claro, la broma pasó a algo serio: pillaron un pedal hasta llegar a quedarse casi inconscientes y fue cuando dimos la voz de alarma. Llegaron los profesores; intentaron darles agua con sal, ducharlos en el vestuario de gimnasia, y demás, y como no funcionaba nada tuvieron que llamar a la ambulancia. Total, un coma etílico pero de los graves, muy 40
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cerca de morir. A todo esto, las chicas de mi clase llorando y nosotros habíamos pasado de héroes a villanos en media hora: todo el mundo nos miraba mal. Y llegó lo peor: la directora y los profesores al ver la mercancía llamaron a la guardia urbana y estos a su vez, a nuestros padres, con lo cual no solo se enteraron de todo, si no que tuvieron que pagar todo lo robado... Debido a esa historia al año siguiente, cuando empecé 8º de EGB, decidieron por primera vez que, en lugar de seguir con las clases A, B y C de siempre, crear un A y un B de mucha más gente, y una clase de 20/22 chavales, con toda la chusma, para tenerlos mas controlados. En esa clase, debido al tema del robo y a pesar de que siempre había sacado buenas notas, estaba yo. Con todo y con ello, fui uno de los que, a pesar de todo, no tuve problemas por sacar buenas notas. De hecho, saqué el Graduado Escolar con notable. Fue una época en la que, bueno, era un poco jovenzuelo de barrio y gamberro. Eran unos años en los que la edad te puede traicionar y cuando más necesitas que entre tus padres y hermanos te enderecen y te corrijan si ven que te desvías un poco, para no llegar a pasar de las gamberradas propias de la edad a la delincuencia. Yo reconozco que hacíamos cosas que se podían catalogar como delincuencia, de hecho lo que antes he contado del robo, lo es, pero gracias a mi familia y amigos mayores, no llegué nunca a pasar de ahí. Sí que hacíamos cosas que se podrían cata41
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logar como tales. Por ejemplo, recuerdo la época en que yo siempre llevaba un juego de ganzúas que me habían conseguido amigos que estudiaban mecánica en La Salle y no las quería más que para abrir coches. Yo creo que lo que queríamos era el placer de decir ¿ves? ¡toma! ¡abierto! y pegarte la vacilada de que los abrías, porque realmente no me acuerdo de haber cogido nada nunca del interior de alguno de los coches abiertos, pero, vamos, que no era normal ir abriendo coches por el barrio. Era una época en la que, también debido a la influencia de malas compañías, nos daba por mangar (también llamado robar, pero queda muy fuerte, mejor mangar como decíamos entonces). Recuerdo que uno de los objetivos era siempre la farmacia de La Granja. Entrábamos dos o tres y mientras alguno entretenía a la mujer, el otro se llenaba la cazadora de bolsas de gominolas o de caramelos hasta que sospechaban y nos íbamos a otras. También íbamos a los supermercados y mangábamos comida, sobre todo en el de al lado de mi portal que todos conocéis. Allí era muy fácil porque como me conocían todas las chicas, ya que mi madre bajaba a comprar mucho, (era muy famosa allí la Maña), entonces nadie me controlaba y yo abusaba de eso: cada tarde durante un tiempo entré a sacar merienda para los que estuviésemos. También me acuerdo de ir al Carrefour. Íbamos a una tienda de deporte que había a la entrada, en el pasillo antes de entrar al súper. Allí fuimos varias veces a coger pantalones cortos y ropa de deporte en general para jugar a fútbol o para ponerte en verano, ropa 42
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de marca que era cara de comprar. Como decía, no dejan de ser gamberradas un poco graves pero no más, aunque lo que les preocupaba a nuestras familias era que algún día fuera a más. Yo, la verdad, tenía claro que nunca pasaría de ahí. Sigo pensando que todo eso lo hacíamos por diversión. Lo cierto es que la preocupación de nuestras familias era normal porque eran unos años donde la delincuencia juvenil estaba un poco de moda. Recuerdo que había gente muy joven y muy chunga como el tal Boba de Torreforta que siendo el más joven, era el jefecillo de una banda de delincuentes importantes. Hablo a nivel de robo de coches, de venta de drogas, y demás. Me acuerdo que un día, viniendo unos cuantos de la piscina de Porta del Mar (La Pineda), al llegar al camping que había en el cruce con la carretera para ir al autovía de Salou, llega un coche, se para a nuestro lado, se asoma el conductor y me pregunta algo; creo que me pidió un cigarro, no lo sé seguro. El caso es que ese tío era el Boba y en cuanto llegué a La Granja le dije a todo el mundo que había estado hablando con él. Cómo flipamos… Fijaos en quién era ese tío entonces: era un Vaquilla o un Torete de la época, que poco después se hicieron famosos. Unos pocos en el barrio sabíamos que su futuro no era muy prometedor: ahí estaba Sebas, por ejemplo, que todos conocíais. Y alguno más: me acuerdo del Calero, otro chungo de Torreforta que acabó en la cárcel. Recuerdo de estar con los Carrascos en la cabaña que 43
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tenía Sebas en lo que ahora es el ambulatorio de la Granja. Nos invitó a ir porque él y Ángel Carrasco se hicieron muy amigos. Una vez allí, nos ofreció darle a la cola. Para los que no lo sepan, darle a la cola era poner un tipo de cola o pegamento industrial muy fuerte en una bolsa de plástico, meter la cabeza dentro y aspirar fuerte hasta que te colocabas. Yo tenía muy claro que eso era droga y, nunca, ni esa vez ni posteriores accedí a probarlo, no sé si porque sabía que eso era malo o por si se enteraban mis hermanos Fernando, Gema o María José, que eran los que estaban en casa, o por las dos a la vez, pero nunca pasé la raya. Solo llegamos a fumar porros y la verdad es que yo no podía con ellos, me dejaban KO, cosa que me alegro. No llegaron a gustarme nunca; solo fumaba cuando íbamos de acampada en Semana Santa o algún fin de semana para ir a la discoteca, pero poca cosa porque en seguida vomitaba. En fin, que en los barrios siempre suele estar lo peor, pero yo, por suerte, me catalogo como que fui muy “gamberro” y ya está. Cierto es que algo tuvo que ver el respeto que les tenía (y tengo) a mis hermanos mayores, y, en esa época, sobre todo a Fernando porque era el que vivía conmigo y sé que me controlaba por mi bien; nunca me atreví a hacer cosas que yo sabía que eran jodidas, por ejemplo.
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Monumento a Félix Rodríguez de la Fuente
El parque 45
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Calle Tenerife
Calle Gran Canaria 46
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CAPÍTULO V El fútbol
Y llegó la hora de empezar a jugar a fútbol y me apunté a jugar. ¿Dónde? Donde va a ser, en La Granja. Ahí llegamos muchos del barrio y otros de otros barrios, ya que en el Torreforta y en L’Ancora no había alevines y entonces había que repartirse entre La Granja y La Salle. De nosotros, estábamos juntos Juanito, Leo y yo. ¡Qué equipazo! Aún me lo sé: Jorge, portero; Kiko, Juanito, Leo, y J. M. Carreño atrás; Paquillo, David Ortega y Emilio, en el medio; y Churruca, Roger y yo, delante. Fuimos subcampeones. Ya os hemos contado alguna vez la historia de esa liga. Después de una lucha constante con el Nàstic (en el que jugaba Ramis, llegó a jugar en el Real Madrid con Michel, Butragueño, y demás), llegó la hora del partido de vuelta, faltando solo tres jornadas creo, para el final de la liga, es decir, el que saliera líder de allí, era campeón prácticamente. A nosotros nos quedaban uno de los últimos, y La Salle, que también eran muy inferiores. Ese día, el míster, Escudier, nos concentró unas tres horas antes para ir hasta Bonavista andando, relajarnos y contarnos la táctica del partido, pues era de vital importancia. Salimos tan menta47
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lizados al campo que ganamos el partido 1-0, y ¿cual fue nuestro error? Celebrar el título. Eso hizo que nuestros vecinos de La Salle sacasen todo su orgullo y que nos dijeran que, por chulos, nos iban a hacer perder la liga, y en efecto, así fue. Llego el día D y salimos tan nerviosos y con tantas prisas por ganar, que todo eran fallos, falta de concentración, etc., hasta el punto que quedando ya poco para el final del partido, en una de esas jugadas en que Leo se sumaba al ataque, le cayó una pelota con la portería vacía delante que, de la rabia con la que chutó, el balón se fue al larguero y eso que estaba a dos o tres metros de la portería, o sea, que era más difícil eso que meterla, pero allí se fue el balón. Poco después el arbitro pitaría el final del partido y ahí nos quedamos todos llorando, habiendo perdido la liga a favor del Nàstic, que no se lo podían creer y, nuestros vecinos de La Salle, los Xifre, Millón y compañía, riéndose y con razón, por chulos. Pero bueno, de todo se aprende en la vida. De ese equipazo lo bueno que sacamos fue que Leo fue al Barça a probar, ya que el jugaba otra liga aparte. Tendríais que haberlo visto: yo no sé si lo hacia cuando le daba la gana, cuando se aburría o cuando se le cruzaba; solo sé que, a veces, cogía la pelota en la defensa (jugaba de libero), por detrás de Juanito y se iba para adelante regateándose a todo el que le salía por medio, hasta que llegaba a la portería contraria y … gol. Lo hizo cinco o seis veces en esa liga. La gente flipaba; todo el mundo hablaba de él, y, bueno, como ya sabéis todos, unos meses después estaba 48
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jugando en el Barça al lado de un chaval que se llamaba… No sé si lo conocéis: Pep Guardiola. Fue un gran año de todas formas. Fue un año en que nos creíamos jugadores de Primera División. Después de entrenar dos o tres veces a la semana, estábamos deseando que llegara el viernes para ver la lista de convocados en el Bar Centro Social y ver tu nombre escrito, y a partir de ahí a concentrarte. El sábado a las 12.30 o 13.00, a comer para estar bien a la hora del partido, que normalmente era a las 16.00. Yo casi siempre comía lo mismo ese día puesto que comía antes que mi familia: fabada Asturias Litoral en lata que me encantaba y me sigue gustando mucho. Después de los partidos siempre teníamos alguna invitación de alguien: muchas veces, el padre de Juanito, que compraba un jamón y nos poníamos ciegos todo el equipo; otras veces, Arsenio, el padre de Kiko y tío de Leo; otras, Escudier el entrenador. Por eso y debido a que casi siempre ganábamos, ese año nos pusimos las botas y disfrutamos muchísimo jugando a futbol… Al año siguiente ya éramos infantiles y entonces era al revés. Como La Granja no tenía equipo para esa categoría, tuvimos dividirnos entre el L’Ancora, el Torreforta y La Salle. Juanito y yo fuimos a La Salle donde ya estaban Raúl, Edu, Negro, José Luis y Oso: Edu y yo, en el infantil “B”; Juanito , Raúl, Negro y Oso en el infantil “A” y José Luis, en el juvenil “B”; Vasco, en el alevín y Chorro, en baloncesto. 49
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¡Qué buenos tiempos esos años! Ahí empezamos con nuestra relación. A parte del futbol, Raúl, Chorro, Juanito, Oso y yo coincidimos en la misma clase, 1er curso de 1er grado de F.P en la rama de electricidad. Ahí es nada. Ahí empezamos a conocernos. Por ejemplo a Chorro ya lo conocía porque era hermano, y lo es todavía, evidentemente, de Toñi, amiga de mi hermana María José y habíamos estado juntos algún día; a Oso porque había hecho la E.G.B con nosotros en la clase de Leo; a Raúl, por la clase y el fútbol y Edu, por el fútbol. Poco a poco fuimos haciendo el grupo, no sé cómo exactamente, pero se hizo. Esos dos cursos tienen mil historias que contar, bueno que ya se han contado y varias veces… Desde las “x” que nos ponía el cabrón del Oso a Raúl y a mí cuando no estaba el profe y él vigilaba la clase porque era el delegado, hasta los castigos que les escribía yo a los compañeros, por ejemplo, de escribir 500 veces “No hablaré ni molestaré en clase”, que escribía con hasta tres bolígrafos encintados para escribir triple porque se me daba muy bien escribir muy rápido; o cuando el profe de taller Mendive me cogió de la nariz y se quedó con mis mocos en sus dedos (yo estaba muy refriado); o hasta la famosa expulsión de Raúl y de mi mismo, de 15 días, por su culpa. Como no lo dijimos en casa, ya nos ves cada día saliendo de casa a la hora del cole para que no se enteraran: nos juntábamos a primera hora y a vagabundear por el barrio o por los barrios, mejor dicho; a la hora del patio, íbamos a La Salle para verlos a todos, pero a través de la valla como si estuviésemos en la 50
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cárcel. Allí pasábamos los quince minutitos entretenidos y después, otra vez a dar vueltas… Jejeje, con qué pieza me junté… Pero fue divertido, luego hablamos más de eso...
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Equipo infantil de La Salle
Equipo alevín de La Granja
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Bar Centro Social
Campo de fútbol de La Granja
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En el equipo alevín de La Granja
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CAPÍTULO VI La Salle
Y ya que estamos en la época de La Salle vamos a contar todo un poco desde el principio… Estaba claro que iban a ser dos años de espera para poder tener la edad de trabajar que era lo que yo quería. El día que se lo dije a mi madre me dijo que porqué no lo pensaba mejor y cambiaba de opinión, ya que lo del trabajo no era fácil y se suponía que con estudios tendría muchas mas oportunidades, y no le faltaba razón, pero a mí no me gustaba estudiar y lo tenia decidido. Eso sí, le prometí que no iba a tener reparos en trabajar de lo que fuese y que nunca me faltaría trabajo, y gracias a Dios así ha sido: desde que empecé en noviembre de 1986 a repartir Páginas Amarillas hasta hoy en día nunca me ha faltado trabajo… (Espero sea siempre así). Llegábamos a La Salle en 1985 para hacer Formación Profesional después de haber acabado EGB en Los Ángeles. Juanito, el Oso y yo elegimos Electricidad, rama que también habían elegido Raúl y Chorro, que habían hecho el EGB en la misma Salle, así que allí nos juntamos 55
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los cinco en la misma clase, base del comienzo de nuestra amistad. Allí empezó a forjarse. Eran tiempos de cambio: te separabas de aquellos amigos que habías tenido durante varios años seguidos en la misma clase, porque sí que están los amigos del barrio, pero ya sabemos que con los del colegio pasabas ocho horas, de lunes a viernes, con lo cual a la fuerza nace una gran amistad: acabas reconociéndolos hasta por la manera de andar después de tantas semanas, meses y años juntos, como yo con los Carrascos, Agustín o José “el Mono” (lo de mono es siempre desde el respeto y el cariño). Al decidir cada uno un destino distinto es como que se rompe ese vinculo. Yo seguía viendo a todos más o menos: a José Carrasco porque era del barrio y vecino; a José el Mono porque tenía un bar al que iba a veces con mi madre a tomarme una horchata: era ese pequeño bar al lado de la Ferretería Dyma, al principio del antiguo callejón que había para ir a la Iqua, y porque también vivía delante del bloque en el que yo vivía, detrás del bloque de José Luis y Juanjo, para que os situéis; a Agustín, por el tema futbol; y a Ángel Carrasco empecé a verlo muy poco, pero como era de Torreforta, por uno o por otro, siempre sabía si estaba bien o cómo le iba la vida.. En La Salle se vivieron muchas anécdotas y aventuras. Intentaré recordar algunas, pero vivimos muchísimas. Yo llegué a La Salle con las ideas bastante claras de que estaría dos años, dejaría los estudios y me pondría a trabajar. Lo tenía bastante claro, a pesar de que todos mis her56
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manos me animaban a estudiar diciéndome que si quería y le ponía ganas podría sacarme toda la F.P, 1er y 2º grado, y me imagino que así hubiese sido, pero ¿qué pasa? Que yo sabía que en mi casa, a pesar de que no me iba a faltar de nada de lo fundamental y hasta de pequeños caprichos, yo tenía ganas de algo más. Porque no sé cómo lo hacían mis padres pero imagino que con cariño y esfuerzo, casi siempre nos dieron lo que pedimos. En este caso hablo por mí: por ejemplo, si no pude tener una bicicleta BH nueva, mi madre compró a Jesús Encuentra la suya de segunda mano y luego me compró la bicicrós, también de segunda mano; si quería una bambas Niké y ese mes no podía, pues me esperaba dos meses pero, al final, me las compraba. En fin, que no me podía quejar, pero yo a esa edad ya soñaba con las motos y sabía que si quería tener una pronto, tendría que pagarla yo, con lo cual tenía decidido que a los dieciséis me pondría a trabajar. Os cuento todo esto para que imaginéis que cuando uno va con esa mentalidad al colegio, pues como que no es lo mismo. Estáis de acuerdo, ¿verdad? Es decir, no pasaba de todo, pero no le pones el mismo interés y entonces, normal, eres más propenso a desobedecer, a hacer campana, a liarla en clase, puesto que al aprobar no le das tanta importancia como el que quiere seguir estudiando. Vamos que fui travieso en clase, no digo que no, pero siempre sin mala intención… Bueno, pues ahí empezamos en septiembre de 1984. Los profesores eran el Bigotazo, el de Francés, el hermano Abel, el Rana, y las dos señoritas. La verdad es que a los profes les 57
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teníamos mas respeto, sobre todo al de Francés y al Bigotazo, pero claro a las seños… pues como que nos pasábamos un poco, aunque nada comparable a lo de hoy en día. Eran travesuras de aquellos tiempos: jamás vi levantar la mano a ningún alumno para pegarle a un profesor, cosa que hoy en día sí ocurre por desgracia. Recuerdo que cuando teníamos clase a primera hora con las señoritas, nos esperábamos a que tocara la sirena que avisaba que empezaba la clase y subíamos las escaleras corriendo para hacer ver que llegábamos con interés a la clase y cuando abríamos la puerta un minuto después, la seño nos decía que lo sentía y que no podíamos entrar con la clase empezada, (que ese era el objetivo) y entonces, con cara de pena y después de rogar, “seño, por favor, déjeme entrar”, “¡Fuera! La clase ha empezado, lo siento”, decía ella. Cerrábamos la puerta y nos empezábamos a reír y nos saltábamos esa clase. Era como una campana legal: no ibas a clase y no tenías que traer la agenda firmada por tus padres como que no habías ido a clase. Era la mejor forma de saltártelas. Luego estaba el tema de los castigos a copiar x veces una frase. En otro capítulo os he comentado ya algo. Al profe Bigotazo le encantaba ese castigo así que como casi siempre nos mandaban las mismas frases tipo no hablaré ni molestare en clase o, no hablaré cuando lo haga el profesor o no molestaré a mis compañeros, etc., cuando no me interesaba una clase, yo me pasaba el tiempo escribiendo en hojas esas frases con hasta tres bolígrafos encintados para escribir tres frases a la vez. Más de una vez pasó que le pidieron 58
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a alguno que escribiera x veces una frase, por ejemplo, 500 veces y yo se las daba ya escritas: el castigado esperaba un rato haciendo ver que las escribía y después le entregaba al profe lo que yo había escrito. Para mí era una forma de pasar el tiempo… Fue una bonita época esa de La Salle. Y el primer cambio importante en mi vida. Acabar la EGB es cerrar el ciclo a la primera parte de la misma y pasar a un tiempo en el que debes empezar a pensar sobre tu futuro, qué es lo que te gustaría ser de mayor, o al menos, intentar serlo y en el que debes decidir si crees que estás preparado para afrontar lo que hace falta para poder a llegar a eso que quieres ser. O, por el contrario, aceptar con mucha pena que ese sueño que tienes sabes que va a ser muy difícil o no te ves capaz y debes elegir otro sueño. Yo, por ejemplo, tenía varios como ser piloto de aviones o cámara de tv; eran las cosas que me gustaban si decidía seguir estudiando, pero, por otro lado, era realista y sabía que no me apetecía estar estudiando los años que hacían falta para intentar sacar adelante esas carreras y, la verdad, tenía otros objetivos más inmediatos en la cabeza. Más que objetivos era obsesión, por ejemplo, comprarme una moto. Por eso decidí que iba a hacer los dos años de FP1 y después, me iba a poner a trabajar. Y así fue. Tenia claro que me pondría a trabajar pero, por otro lado y por consejo de familia y amigos, también quería sacarme esa FP1 para tener algo, por si acaso, en un futuro. Por 59
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eso, aunque sin las verdaderas ganas que hacen falta, yo me puse con la idea de estar por los estudios, pero como he explicado anteriormente, se hace difícil estudiar cuando sabes que tu futuro va a ir por otro lado y también por lo que son los quince y los dieciséis años en tu vida. Como os habrá pasado a todos, es una edad tonta, por no decir gilipollas; nos volvemos un poco tontitos, idiotas, etc. Lo reconozco. Empiezas a afeitarte tanto si tienes barba para quitártela como si no la tienes, para provocar que te salga y que las niñas vean que te afeitas; empiezas a ver a las chicas de otra forma, un poco más serio: si en EGB las mirabas de una manera, sin importarte como vestías tu o como vestían ellas, por ejemplo. A esa edad ya empezabas a fijarte en si estaban buenas, si tenían buen pecho, cómo vestían, qué música les gustaba, si les gustaba el fútbol, etc. Tú empiezas a ser presumido, preguntas a tus hermanas y colegas si te quedan bien los pantalones, si es guay el jersey, el corte de pelo, etc.; empiezas a querer elegir el sitio dónde comprar ropa y, sobre todo, ir tu a elegirla: ya no te vale que te lo traiga tu madre o que lo elija tu hermana, quieres ir tú in situ, probarte la ropa, mirarte un rato en el espejo y entonces dar el ok. Aunque en esa época mucho problema tampoco teníamos porque siempre vestíamos igual: las zapatillas John Smith, los pantalones elásticos Samblancat o los Cimarron con cremallera en el pitillo (comprados en el Ortiz de Bonavista. Luego saldrían los pantalones bombachos marca Rock, pero muuuy estrechos abajo. De hecho, yo le pedía a mi madre que me los estrechase to60
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dos), el jersey de punto inglés de cualquier color (teníamos de todos los colores) o la sudadera tipo chándal, el pañuelo negro en el cuello y el pelo largo rockero, que no heavy): ese era nuestro look. Hubo unos añitos así donde no teníamos que buscar ropa, simplemente ir a la tienda y coger tu talla y ya está… Es una época de adolescencia, vulgarmente llamada la edad del pavo, en la que creo que disfrutas muchísimo de ella por muchos motivos. Es una edad en la que estamos fuertes mentalmente y físicamente, con ganas de comernos ese mundo que empieza a partir de ahí. Los problemas que tienes son insignificantes si los comparamos con los problemas que te surgen a lo largo de la vida de adulto, aunque tú, en esos momentos, los veas como que se acaba el mundo: ¿cómo puede ser que porque tu madre no te traiga las zapatillas Adidas nuevas de Tarragona el sábado por la mañana, que tú pensabas que ibas a estrenar esa tarde en la fiesta del instituto, se te caiga el mundo encima? “Y ahora, ¿qué hago? ¿cómo voy a ir con estas que están sucias? ¡Qué verguenzaaaa!” En fin. Quitando esos grandiosos problemas es una edad que te comes el mundo, tienes una vitalidad que nada puede contigo, vas al cole, sales al recreo y juegas un partidillo de fútbol, vuelves a clase, sales a las 12.00 y juegas un partidillo de mini básquet, vas a casa a comer en quince minutos, te vas al cole media hora antes para jugar otra pachanguita de mini o de futbito, vas a clase, sales a la 18.00 y te vas 61
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por ahí, hasta la hora de cenar, llegas a casa, ducha, cenas y película de video club, porque no hacen nada ni en la 1 ni en la 2, (no hubo más cadenas hasta dos años después)… Es un tiempo en el que vives intensamente las 24 horas del día, no descansas un minuto, pero es que no te hace falta. Pues esas ganas de disfrutar de todo, junto a saber qué has elegido para tu futuro, es lo que te hace ir regular en los estudios y que, en mi caso, me pasara las clases hablando, distraído, dibujando en las que no me interesaban y que solo me preocupara de las asignaturas de Lenguaje, Francés, Matemáticas y Tecnología, y, por supuesto, gimnasia. Lo demás a mí no me interesaba. Y esas eran las clases en las que solíamos hacer campana y en las que hacíamos como si llegábamos tarde para que no nos dejaran entrar en clase y gracias a las cuales, hemos llegado a ser muy buenos jugadores de futbolín, por ejemplo. Todo tiene su parte positiva… Los de La Salle fueron dos años con recuerdos inolvidables. Teníamos grandes profesores con los teníamos muy buen rollo. Tuvimos dos hermanos o curas como queráis, que eran los que menos nos gustaban, simplemente por su seriedad y tal no por ¡nada más!; las dos señoritas, que era con las que mejor nos lo pasábamos porque eran las menos autoritarias con nosotros; y luego estaba el Hermano Jesús, ese gran hombre al que todos, absolutamente todos, admirábamos muchísimo y que era el culpable de que muchos hubiésemos elegido ese colegio. Se encargó y logró 62
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que el colegio tuviese una buena fama en Tarragona por el deporte y el que se ocupó de que los equipos de fútbol, por ejemplo, tuviesen todas sus categorías (alevín, infantil A y B, y juvenil A y B), de que hubiese equipos de futbito de críos de varias edades y que fuesen entrenados por nosotros, los mayores, y que compitieran en toda la zona de Tarragona, etc. Era (y es, porque me consta que está muy bien) una grandísima persona a la que podías acudir para lo que te hiciese falta: problemas en el colegio, personales, familiares, lo que fuese. Él siempre te iba a intentar ayudar y, por supuesto, también te pegaba la bronca cuando hacia falta, y buenas broncas. Yo no olvidaré una que me pegó en el vestuario de fútbol, después de un partido contra el Gremcesa de L’Arbóç jugando con el Infantil B, porque era un partido en el que había mucha gente viéndonos y yo me piqué con el lateral que me defendía y, espoleado por el público, amigos y compañeros, empecé a pegarle codazos y pataditas hasta que el chaval, amargado y llorando, lo cambiaron de posición y me pusieron a otro e hice lo mismo, aún más espoleado por el público. También acabó llorando. Al final me pusieron al capitán, un chaval alto y fuerte, para que yo parase. El Hermano Jesús, que lo vio todo, cuando acabo el partido, me pilló en el vestuario y me metió tal bronca que entonces el que acabó llorando fui yo. No lo olvidaré, pero tenía toda la razón: me dijo que teníamos que ser un ejemplo y demostrar que el fútbol es un deporte de rivalidad pero también de formación, y 63
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que así no iba a llegar a ningún sitio. En fin, que creo que me sirvió, aunque fuese para un par de años solo. Jajajaja. Era una persona que hizo grande a La Salle de Torreforta, juntamente con otros como el Coordinador o el Hermano José Luis, otra gran persona. En esos años hubo momentos muy chulo. Uno de los que no olvidaré fue el día que España ganó 12-1 a Malta y nos clasificamos para la Eurocopa de Francia… Me acuerdo que, llegando al cole, cuando iba por el portal del Chorro (para los que no sabéis es 100 mts antes de llegar al cole), ya se oía gritar a la gente que estaba ya en las clases: ¡Sí, sí, sí, nos vamos a París! Pero se oía fuerte y claro a la vez que todos golpeaban las mesas mientras cantaban. Fue un momento precioso. Al empezar 1º de FP en un nuevo colegio, había mucha gente nueva para nosotros. A a parte de Raúl, Oso, Chorro y Juanito, conocía a nueve o diez. Algunos porque venían también de Los Ángeles; a otros, de vista. Uno de los que no conocí fue Valero. Me tocó de compañero de mesa y era un chaval bajito, con pelo largo y rizado y gafas, tímido el, del barrio de Icomar, una gran persona. Fue un gran compañero y nunca más he sabido de él pero la verdad es que congeniamos desde el primer día y nos hicimos muy amigos durante ese primer curso. La única pequeña diferencia era que él era más estudioso que yo y sé que, aunque no me dijera nada, algún día debió acabar hasta los cojones de mí por mis nervios, mis chillidos, mis peleas con los demás ti64
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rándonos cosas, etc. Pero, bueno, a veces vi que también se reía mucho y se lo pasaba bien. Recuerdo que le gustaba el heavy y el rock y nos intercambiamos algún disco que otro. Estábamos en la primera fila de la clase, la mesa de la derecha. Al cabo de un tiempo logré que me pasaran atrás del todo con Raúl, Chorro y Juanito. Entonces fue ya cuando se lió la gorda, todos juntos y con Raúl, pintaba mal. Entonces fue cuando empezaron los castigos, las expulsiones momentáneas de clase, las broncas de los profesores, etc., por culpa de Raúl, por supuesto. Jajaja. Nos expulsaron muchas veces de clase pero hubo una vez que, no sé si fue una de las profesoras, nos mandaron ir a ver al Hermano Jesús y como justamente el Hermano tenía clase en el aula de administración donde eran todo chicas y solo tres chicos, pues allí que nos llevó: nos tuvo toda la clase al lado de la pizarra de cara a las chicas. Así contado parece una tontería, pero, claro, en aquel momento pasamos bastante vergüenza la verdad... Tiempo después llegó la famosa expulsión que os he comentado antes: llegó el día en que los profesores, hartos y cansados de algunos de nosotros, decidieron expulsar a cuatro o cinco durante quince días. En ese momento me puse nervioso pensando si yo podía ser uno de ellos, por lo de qué iba a decir yo en casa a mi madre, que la pobre se llevaría una decepción, pero preguntándole a Chorro si él creía que yo sería uno de ellos, me insistió con muchísima seguridad de que antes que echarme a mi, tendrían que echar a muchos incluido él, y yo, la verdad, al oírlo me quedé muy tranquilo; me 65
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convencí de que yo no era uno de esos. Pero empiezan a decir nombres y como conmigo no iba la cosa, yo tranquilito: “El Sr. Ferre, el Sr Raúl Fernández, Sr tal, Sr tal, y Sr Carlos Duarte, están expulsados durante 15 días”… ¡Me cago en la puta! Me quedé helado porque cuando ya piensas que tú no vas a estar en esa lista por muchos motivos, te autoconvences y de repente oyes tu nombre, se te caen los huevos al suelo. Chorro no sé si se quería esconder, si se quería reír, no sé, pero vaya tela, así que, nada, cogimos los bártulos y para casa. Fue en ese momento donde planeamos con Raúl no decir nada en casa y comportarnos como si fuésemos a clase, es decir levantarnos a las 8.00 irnos a la calle, pasar la mañana, ir a comer a la hora, etc. Vamos, el mismo horario pero en vez de estar en clase, pues vagabundeando por ahí… Me acuerdo que nos encontramos una bicicleta en la balsa que había en el campo de delante de la casa del Chorro y, montados los dos, nos íbamos a dar vueltas por ahí y, como he contado antes, a la hora del recreo íbamos al cole para estar distraídos un rato con los colegas. A partir de ahí el comportamiento en clase lo mejoramos un poco, jajaja. Claro que también las liábamos buenas… Recuerdo una vez que nos metimos en el otro edificio donde estaban dando clase de EGB y para hacer el capullo, como había ventanales un poco altos, el juego era tocar el ventanal y salir corriendo. En una de esas, fui yo el que dio los golpes al ventanal pero tan fuerte que rompí el cristal y les cayó a los alumnos que estaban dando clase… Otra vez nos pilla66
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ron y tuvimos que dar explicaciones, a parte de la monumental bronca que nos metieron…y de esas hubo varias , no recuerdo detalles como para explicarlas pero las hubo. En fin, un desastre. En otra ocasión, la movida fue con el Oso. Como era delegado, le dieron todas las agendas con notas para los padres para que se las entregara al Hermano Jesús; nos lo cruzamos y le dijimos que dónde iba y nos dijo que a entregárselas al Hermano. “Sí, hombre”, le dijimos; se las quitamos y empezamos a darles patadas jugando a fútbol con ellas para que no se las llevara. ¡Las rompimos todas! Jajaja, éramos la ostia. Imagino que otra vez más pillaríamos cacho, pero ya no lo recuerdo, total lo de las broncas era como un bucle, ¡jajaja! La verdad es que si le hubiese llevado la agenda a mi madre con las notas que nos ponían los profes, hubiese flipado y con cariño me hubiese sentado para hablar conmigo porque mi madre nunca pegaba broncas fuertes. Por supuesto, jamás pegaba: era más de sentarme y hablar conmigo, y eso en todos los ámbitos. Era una cosa que siempre admiré de ella y, además, creo que era de ser muy lista porque a mí me llegaba muchísimo más unas palabras suyas con todo el cariño haciéndote entender lo que estaba mal y lo que estaba bien, que si lo me dijese gritando o echándome una gran bronca. Lo que pasa es que para que no lo pasara mal con las notas que me ponían para firmar 67
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y no se preocupase, las firmaba yo: clavaba su firma, era muy facilona, jeje. Pero como he dicho antes, eso fue una gran cualidad de mi madre, el hablar y el no prohibir. Por ejemplo, cuando empezamos a salir por las noches a Salou y demá, igual me preguntaban, “¿a qué hora has de volver?” y yo decía “no tengo hora pero a las 3.00 quiero estar en casa”, y me contestaban”¡joder si no tienes hora!”, pero es que mi madre no me decía hora, me decía: “cariño ven cuando quieras, pero hasta que no llegues yo no me acostaré. Tú tranquilo, que te espero”. Yo le decía que se acostase, pero ni caso, cosa que era normal porque empezamos a ir a Salou de noche con dieciséis años, por lo que era normal que, por muy espabilados que estuviésemos, se preocupara… Yo, que sabía que me esperaba despierta, quería llegar más o menos pronto, y siempre me la encontraba en el sofá durmiendo con la tv encendida y un cigarro apagado en la mano; eso era una de las cosas que más miedo nos daba a mis hermanos y a mí, que se quedase dormida con el cigarro encendido: pensábamos que un día se iba a incendiar el sofá o lo que fuese porque le pasaba a menudo. Estando en FP, a parte de jugar a futbol con La Salle en liga regular como jugábamos todos, también estaba la liguilla de colegios que era muy emocionante. Ahí es donde vivimos una de las mas bonitas experiencias que tuvimos a parte de algo que no olvidaré nunca. Era una liguilla para ver quién era el mejor equipo de Tarragona y luego los ganadores de cada provincia se juntaban en una ciudad X para ver quién era el campeón de Cataluña. Ese año co68
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menzamos a ganar y ganar y hubo un partido que tampoco olvidaré. Me parece que nos jugábamos llegar a la final y jugábamos contra el Ramón Barbat de Vila-Seca, yo en el banquillo porque en ese equipo era muy difícil jugar titular. Pues recuerdo que ganamos 5-3 con 3 goles míos y con todo el campo lleno de gente apoyándonos. Salí desde el banquillo y me salió un partidazo: el primero fue de cabeza en un córner, el segundo me metieron un pase en profundidad y al salir el portero le hice una vaselina, muy bonito, y el tercero desde casi medio campo: ellos estaban muy adelantados buscando el empate, me llegó el balón y al ver al portero adelantado le metí un pelotazo que entró a gol (hay que decir que el campo de La Salle era muy pequeño…) y resulta que llegamos a la final de Tarragona, final que se jugaba en Gandesa. Fuimos a jugarla y sabíamos que, ganándola, íbamos al campeonato de Cataluña que ese año se celebraba en Cambrils… Creo recordar que el partido iba 1-1 y, faltando poco para acabar entré yo desde el banquillo y, en un pase en profundidad por la banda izquierda, me fui solo, me vino el lateral muy rápido, le recorté hacia la derecha y se quedó sentado y a la salida del portero se la crucé, logrando el gol de la victoria, el gol que nos hacía campeones de Tarragona y que nos llevaba a Cambrils con los otros tres mejores equipos de Cataluña. Eso fue el éxtasis, no me lo podía creer… Ese viaje en bus celebrando la victoria fue la hostia. Después de eso, llegó la final de Cataluña. Ese momento fue increíble: concentración el fin de semana en un hotel, 69
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el Centurión de Cambrils; todos vestidos iguales como si fuésemos un equipo de Primera División … Alucinamos, la verdad. Allí nos juntamos los cuatro equipos que íbamos a jugar el cuadrangular. Nosotros llegamos el viernes por la tarde, más o menos a las 18.00h. Como el hotel se llenó a tope, nos tocó dormir en unos apartamentos anexos al hotel, pero hubo una habitación, la habitación número 30, iba a hacerse famosa aquel fin de semana1. Parece que como lo de ser de barrio se lleva en la sangre, mientras los otros equipos (“pijos” para nosotros) se comportaban como Dios manda, nosotros sacamos aquello que llevamos dentro y la liamos. Llegamos a la habitación y como había cosas que no nos gustaban, empezamos a mover muebles, camas, a tirar ceniceros y adornos por el balcón, etc. Vino gente de otras habitaciones para estar con nosotros hasta que a las 20:00h de la noche los entrenadores nos llamaron porque el director del hotel les había dicho que había quejas de vecinos y de gente del mismo hotel que se estaban quejando de la que estábamos liando… Otra bronca que nos llevamos. Al final se calmó un poco la cosa y no nos echaron, pero a puntito estuvieron. Repito que éramos unos balas. Lo normal hubiese sido descansar y concentrarnos esa noche para el importante partido de semifinal del sábado, que además era en el campo de césped de Cambrils, y estar a tope para luchar por Y de ella se estuvo hablando cada vez que salía el tema de ese campeonato, durante años.
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la final. Pues nada de eso. Unos cuantos se fueron a Salou de fiesta, llegando a las tantas bastante tocados; otros la liaron hasta las tantas bebiendo en el apartamento… En fin, un caos. Y, claro, llegó la mañana y salimos a jugar y allí nadie podía con su cuerpo. Total, nos golearon… Una oportunidad única perdida, pero así éramos nosotros…. Esa siguiente noche sí que nos portamos bien y al día siguiente pudimos jugar el partido por el tercer y cuarto puesto en condiciones, partido en el que por suerte volví a marcar un golito. Al final, nos fuimos con la desilusión de no haber ganado el campeonato, pero con la satisfacción de haber disputado una final de Cataluña. El año anterior a Raúl, Negro y Gerardo los cogieron para la pre-selección de la Selección Catalana y Raúl y Gerardo consiguieron quedarse e ir a jugar el Campeonato de España. Jugando en el infantil coincidí con Edu, que era el portero del equipo. Ahí es donde empezamos a juntarnos y fue donde empezamos con nuestra amistad. Coincidía que Edu y Raúl ya se conocían del barrio (Edu vivía en los Naranjos y Raúl en el Pilar). Entre unas cosas y otras fuimos viéndonos a menudo fuera del futbol y así fue naciendo el grupito: entre los recreos, las tardes y los entrenos fuimos quedando cada vez más a menudo. Íbamos juntos Raúl, Juanito, Chorro, Oso y yo a clase; luego nos juntábamos 71
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con Edu, y luego ya también conocimos al Vasco, que iba un par de cursos por debajo nuestro y que jugaba en el alevín. El Negro también empezó a tratar a Raúl, Edu y Vasco en el fútbol (no los conocía puesto que no eran del barrio) puesto que también juagaba en el infantil A con Oso, Raúl y Juanito. José Luis también los conoció en ese momento ya que José Luis jugó en el Juvenil B de esa época (es el más mayor de todos). Chorro era el único que en vez de jugar a fútbol jugaba a baloncesto. También en esa época era de la pandilla el Pájaro, un buen tío que nos caía bien a todos. Jugaba también en el infantil A (gran Madridista por cierto), pero que poco a poco fue alejándose de nosotros por algún que otro mal entendido y al final se distanció del todo. El futbol nos unió bastante a todos (entrenos, partidos, desplazamientos, etc.). Alguna vez entrenábamos juntos y hacíamos algún partido que otro entre Infantil A y B, con el Juvenil, etc. Yo cada vez que no coincidíamos y podía iba a ver al Infantil A o al Juvenil B. También íbamos todos a ver siempre al Juvenil A que solía jugar los domingos y eran un equipazo, etc. Me acuerdo de las tardes de entreno cuando con Seangel (hermano de Fernando, un amigo de todos, un chico con un retraso, pero una persona excelente y que hacía de masajista en los equipos), nos íbamos a la panadería/pastelería Prieto en la calle San Benildo a comprar croissants de 72
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mucho chocolate. Los llamábamos así porque había croissants de poco y de mucho y estos eran de esos que le dabas un bocado y salía chocolate por todos lados. ¡Bueníiiismos! Era una pasada. Nos poníamos ciegos de comer croissants, pero lo bueno de esa época es que por mucho que comiéramos no engordábamos, no como ahora, jejeje. Esa panadería/pastelería era nuestra favorita. Cada mañana Juanito y yo (Juan me pasaba a buscar cada día para ir al cole), parábamos a comprar la pasta para desayunar, una palmera o una trenza blanca por delante y con chocolate por detrás, buenísimas. Valían 30 pesetas, para flipar. Era la misma panadería donde durante el verano íbamos hasta tres veces al día a comprar flash, de aquellos de 5 pesetas que eran de los gordos, y también polos cuando llevábamos más dinero. Y en invierno, chucherías. Por supuesto, en La Salle es donde empezaron a gustarnos las primeras chicas, chicas que, a su vez, tenía su propio grupito de amigas. Los sábados y los domingos por las mañanas era cuando nos pegábamos grandes paseos por La Granja y por Torreforta a ver si veíamos algún grupo de algunas de las que nos interesaba, y cuando lo veíamos, era como un juego a ver cuántas veces nos cruzábamos y si se decidían ellas a hablar y decirnos algo o éramos nosotros los que decíamos algo. Jajaja, vaya tela. Al poco tiempo Raúl empezó a salir con Loli, Juanito tonteó con Pili Roig y el Oso con Lauri. A mí me gustaba Ana, una compañera de clase pero nada, yo venía de tener una pequeña historia 73
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con Lauri Corbacho, pero no estuve con nadie en FP. Los demás creo que tampoco tuvieron nada esa época. Solo tuvimos todos pequeños rollos de una tarde o unos días y ya. Los sábados por la mañana era un ritual ir al mercado de Torreforta, eso era obligatorio. Después, al bar del Arsenio a jugar al futbolín o a La Salle a jugar a ping-pong. Era una pasada porque había tres o cuatro mesas y allí nos juntábamos tranquilamente más de 20 persona. Entonces lo que hacíamos era jugar a bollo, que en vez de jugar a 11 o a 21 puntos, era a 5, pero si no tocabas la bola también perdías directamente. Así era mucho mas rápido y no se te hacía interminable la espera. También jugábamos por parejas para jugar más a menudo. Los domingos si jugaba el Torreforta en casa, pues comprábamos chucherías y a ver el futbol, y si no jugaba, pues muchas veces subíamos andando al mercadillo de Bonavista y luego a dar vueltas por el barrio, a ver qué grupo de chicas veíamos. ¡Jajaja! Eso era básicamente las mañanas; el sábado por la tarde normalmente íbamos a jugar a futbol y por la tarde noche, al Franger, al Amistad a comer patatas bravas o a algún otro bar por ahí a tomar algo. Una anécdota también divertida fue cuando al final de curso, en segundo creo, teníamos que hacer una obra de teatro y cuando ya estaba todo ensayado, tuve un percance… En esa época habíamos empezado ya a ir a la discoteca y uno de esos sábados por la tarde fuimos a Pacha a la fiesta de la espuma y, claro, era mi primera fiesta de la espuma en mi vida. Yo no sé porqué pensé que en la espuma se flotaba 74
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así que en una de esas, estaba yo subido como en un mini pódium, me tiré como de cabeza o algo así al suelo y me di con un escalón en el ojo. Se me puso morado e hinchado y justo teníamos la obra a la vuelta de la esquina. Cuando me vio el profe que llevaba la obra me encontró un papel gracioso que era que después de una escena se ponían todos en dos hileras, se iban abriendo y entonces aparecía yo diciendo ¡¡¡Repetiiiiimos!!! Y, claro, verme aparecer así de golpe, de detrás de todos y con ese ojo hinchado y morado, pues te meabas de risa. En fin, una anécdota mas. Luego también me acuerdo que era un capullo porque en los exámenes que ya sabia que suspendería de calle, en lugar de no presentarme, iba allí todo serio, repartían los exámenes y al momento de decir el o la profe: tiempo, pues yo decía: ya he acabado y claro las risas allí…o empezaba a mirar descaradamente el examen de los compañeros para que me echaran, en fin un capullo. También me acuerdo que era un capullo porque en los exámenes que ya sabía que suspendería de calle, en lugar de no presentarme, iba allí todo serio. Repartían los exámenes y en el momento de decir el o la profe “tiempo”, yo decía “ya he acabado” y claro, las risas allí… O empezaba a mirar descaradamente el examen de los compañeros para que me echaran. En fin, un capullo. Llegó el final de curso donde hablando nos dimos cuenta de que tres de clase tocábamos guitarra y bajo: Rafa 75
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Colmenar tocaba el bajo2, Francisco Mejías, la guitarra, (uno de los creadores del grupo Cabina 4 que tanto me gustaba), y yo, la guitarra. Nos juntamos y hablamos de proponer a los profes que si hacíamos un grupito y ensayábamos cuatro o cinco temas si nos dejaban actuar en el festival de fin de curso. Nos dijeron que sí y comentamos que necesitábamos un batería y que como no había ninguno en el cole, si podía venir uno de fuera y también nos dijeron que sí, con lo que vino el hermano de Rafa, que era batería. Nos dejaron un aula para ensayar fuera de horario y allí estuvimos unas semanas ensayando. No olvidaré una canción que era nuestra, bueno era de Mejías, me refiero que no era de ningún grupo. Aún me acuerdo exactamente de los acordes después de treinta años, el título era Teléfono y el estribillo era:
“Teléfono, urbano, interurbano, internacional, Teléfono, urbano, interurbano, internacional”
¡Jajaja! la letra era la hostia. Hablaba de drogas y demás, típico de la época… También teníamos ensayados algunos temas más, esos sí, temas conocidos. Recuerdo que cuando nos poníamos a ensayar, venía un montón de gente a vernos, con lo que pensábamos que iba a ser la hostia… Os preguntaréis que con que guitarra tocaba yo si no tenia 2
Por cierto, hoy en día es el bajista de Maneras de vivir. 76
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eléctrica. Pues se la pedí prestada a Jesús Encuentra, un vecino del barrio. Además, toda su familia era de Monzón como nosotros (nuestros padres trabajaban juntos en Aiscondel), y muy amablemente me la dejó. Fue un grandísimo favor que me hizo. Al final y la verdad que no sé porqué, no lo recuerdo (y muchas veces me lo he preguntado), pero no llegamos a actuar en el festival, no tengo ni idea de porqué. Igual se suspendió por algo que pasó, no sé, la verdad que os mentiría, pero fue una pena porque creo que hubiese sido una gran actuación, sonábamos bien. De hecho Mejías y Rafa han demostrado hasta hoy en día que eran buenos músicos… Y así, más o menos, pasamos estos dos años de FP en La Salle. Como habréis visto de aburridos nada.
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Antigua panadería - pastelería Prieto
Colegio La Salle
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CAPÍTULO VII La música
Fue en esos años cuando también empezamos con la música. En realidad, yo ya llevaba unos años como he explicado antes, pero fue en esa época cuando empezaron a conocerse grupos de rock como Barricada y Los Suaves quienes ya habían sacado sus dos primeros discos (Una noche de rock and roll y Barrio Conflictivo, de Barricada; y Esta vida me va a matar y Frankestein, de Los Suaves). Fue escucharlos y flipar, pero flipar de verdad, es decir, “esto es lo más”. Ya Leño y Tequila se habían separado y estábamos un poco huérfanos de grupos; los que había no llegaban a gustarme demasiado o me gustaban pero no eran auténtico rock urbano y, como digo, fue oír a estos y decir ¡increíbles! Desde ese momento íbamos a ser fanáticos de ellos. Recuerdo que la primera cinta de Los Suaves me la dejo Juanma Villanueva, un compañero de colegio y amiguete de todos nosotros. Nos habíamos conocido hacia unos meses; de hecho, estuvo viniendo con nosotros durante algún tiempo y hablábamos mucho de música, sobre todo de rock. Un buen día vino con la cinta Esta vida me va a matar de Los Suaves y me dijo: “Carlitos, escucha a esta 79
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gente”. La escuché y aquello me llegó hasta el fondo y mas allá. Un tiempo antes pensaba para mí que nunca mas habría nadie que me hiciese flipar como Leño, y en cambio lo estaba haciendo: estaba escuchando rock and roll en su máxima expresión, con unas letras guapísimas y con una caña guitarrera que se te metía dentro del cuerpo y te hacia disfrutar de la ostia. Lo primero que hice, por supuesto, fue grabármelo e ir a conseguir el disco Frankenstein (que creo también lo tenia Juanma). Y desde ese año 1985 hasta hoy, llevo 30 años escuchando y viendo en directo a este grandioso grupo, igual que a Barricada, solo que Barricada ya ha desaparecido y Los Suaves aun están. No sé quién me dio para escuchar la primera vez a Barricada, pero tres cuartos de lo mismo: desde el minuto uno me parecieron increíbles y, al igual, que de Los Suaves, conseguí los dos discos que tenían. A partir de ahí, a esperar cada disco siguiente de los dos grupos para ver cómo nos seguían sorprendiendo… Eran igual de cañeros si hablamos de guitarras, pero diferentes en las letras. Los Suaves tenían y tienen unas letras que cuentan más historias, algunas de ellas verídicas, que le han pasado a Yosi, que es el autor de todas las letras; historias su vida, porque él siempre ha escrito según su estado de ánimo y el momento por el que pasaba su vida, y eso se veía reflejado en las canciones. Hay una de ellas, No puedo dejar el Rock que para los que somos rockeros, no se puede explicar mejor lo que sentimos por el rock and roll. Me parece tan in80
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creíble que el estribillo lo llevo tatuado en mi brazo. Aquí os dejo la letra de la que para mí es una de las mejores de la historia del rock en castellano, si no la mejor… NO PUEDO DEJAR EL ROCK
Puede la arena ir hacia arriba en el reloj. Puedes hacer que nunca salga el sol. Puede la suerte llegar a tu rincón. El Paraiso... hace tiempo que cerró. Puedes atrapar el viento, llevar a casa el mar, evitar que pase el tiempo, pero no puedes, no puedes dejar No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock. Puede la lluvia de ayer mojarte hoy. Y las estrellas entrar en tu habitación. Puedes de noche llegar a ver el sol.
El Paraiso... hace tiempo que cerró Puedes atrapar el viento, llevar a casa el mar, evitar que pase el tiempo, pero no puedes, no puedes dejar No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock. Puedes atrapar el viento, llevar a casa el mar, evitar que pase el tiempo, pero no puedes, no puedes dejar No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock. No, no puedes dejar el rock.
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Barricada, en cambio, tenía unas letras más reivindicativas, de protesta y de lucha a través de sus canciones, pero también espectaculares. Tanto Yosi como Drogas son verdaderos escritores y tanto unos como otros han creado a lo largo de su carrera lo que podemos llamar himnos para nosotros como puede ser el Dolores se llama Lola, de Suaves o el Blanco y Negro, de Barricada, que es escucharlos y subirte la adrenalina hasta arriba, a parte de otras como Pardao o No hay tregua. Después del jefe Rosendo, creíamos que ya no habría nadie más y, en un par de años, conocimos a Yosi y al Drogas. Eso fue genial. Desde ese momento empezamos, por supuesto, a ir a todos los conciertos que hubo cerca de Tarragona; unos años después, cuando tuvimos coche, los seguimosos por la provincia y más allá como Barcelona, Huesca, Lérida, etc. Descubrirlos también me dio alas para empezar a cambiar el repertorio con la guitarra. Llevaba cuatro o cinco años tocando lo mismo; Leño y Tequila principalmente, y también Barón Rojo, Miguel Ríos, etc. Al conocer estos nuevos grupos empecé a sacar canciones sus canciones a intentar imitarlos, pero con guitarra española (aún no tenía guitarra eléctrica) o con la acústica negra preciosa de mi hermano Fernando, que la compró nueva y sonaba increíble. Eso sí: cada vez que me ponía a tocar la acústica, necesitaba un día de reposo por los dedos, ya que tenía cuerdas metálicas de guitarra eléctrica y se me quedaban 82
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los dedos muertos al no estar acostumbrado, aunque poco a poco me fui haciendo a ella. Una de las cosas que más me gustaba hacer era seguir a los grupos de los barrios. Como ya he comentado antes al hablar de Números Rojos, fue una época en la que salían grupos por todos lados y, la verdad, muy pocos eran malos o no me gustaban, muy poco. Nacieron grupos de rock (a parte de los reyes, Números Rojos) como por ejemplo FMJ4, de Torreforta, donde tocaba Justo, el cuñado de Ángel Zumel que en paz descanse, y amigo de mi cuñado Luis Mora y lo hacían muy bien, los vi varias veces en directo y me gustaban; estaba Ácido, de la Floresta, donde cantaba Toni Caballo, quien, posteriormente, cantó en Cabina 4; estaba Viuda Negra, aunque eran heavies. También estaba Alexis, el grupo de mi cuñado Luis, que eran muy buenos: Luis, Manolo Olmo, Pablo y Emilio. Tocaban temas propios y versiones sobre todo de Tequila y, como mi cuñado era un fanático, la verdad que los bordaban. Luego Luis se fue al grupo Distorsion, que ya no era tanto rock, si no un grupo para actuar en fiestas, pero que también eran buenos. Hablando de fiestas el grupo mítico de la época era la Orquesta Relieve. ¡Cómo llegamos a disfrutar con ese grupo! Era el típico grupo de fiestas de barrio pero tocaban los temas de rock del momento. Me acuerdo que, allá por el año 86 u 87, tocaron en las fiestas de La Granja el No hay tregua de Barricada y otros temas cañeros… Eran una 83
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pasada. ¡Qué buenos recuerdos! Estuvieron bastantes años de moda recorriendo todos los barrios. Otro grupo que yo también seguía a todas partes era Reforma: también era un grupo mixto para fiestas, pero eran buenísimos, sobre todo porque individualmente eran muy buenos cada uno de ellos: primero fueron Estela, Javi (batería), Nito (guitarra), Ramón (guitarra), Lolo (bajo), y Granadero, el que todos conocéis, teclados. También a estos los seguía yo a todos lados… Recuerdo que, como yo entonces quería ser bajista, pasaba todos los conciertos mirando a Lolo tocar. De hecho, me dejaban estar en el backstage y me quedaba allí las actuaciones al lado de LoLo flipando cómo tocaba. Un poco más tarde empezaron los Deprestao, de Vila-Seca, otro grupazo. Ahí tocó Pedrito Mesa, un compañero de cole muy heavy metal, que había estado tocando en el grupo de los Piñero. Tengo sus canciones: las conseguí en Youtube, y, después de 25 años, tal como las empecé a escuchar, las canté porque me acuerdo aún de las letras perfectamente. También estaban los No lo sé, que eran tres, un tal Miguel que yo conocía era el guitarra, un bajista que no recuerdo quién era y en la batería, Falin, vecino del barrio. Esta gente se hicieron un poco famosos a nivel nacional porque sacaron una canción dedicada a la bomba que puso ETA en el pantalán de Repsol, al lado de la Universidad Laboral, e hicieron un video clip chulo que estuvieron poniendo en TVE durante un tiempo. A raíz de eso tuvieron un montón de bolos por Tarragona y fuera de la provincia también. 84
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Estaban también los 4 perras, que eran los hermanos Quiñones (Andrés guitarra, y José, batería), Jaime (entonces, compañero de trabajo del Oso) al bajo y, otro guitarra al que no lo conocía. Como José Quiñones era amiguete (era el novio de Leo, una compañera de trabajo en el Schlecker) y salíamos en moto juntos porque también era motero, fui a verles ensayar un par de veces al local en el polígono de Constantí y empecé a seguirlos en los conciertos. Llegaron a sacar una maqueta que compré y eran puro rock, muy guays. El último concierto que les vi, poco antes de deshacerse, fue en el Tojo de Salou. Por cierto, los hermanos Quiñones y Rafa Colmenar, del que he hablado antes en el grupito de La Salle son tres de los cuatro componentes a día de hoy de Maneras de Vivir. El grupo más famoso de Tarragona en ese tiempo, a nivel nacional, era Gatos Locos. En realidad, eran de Tarragona y de Barcelona, pero como el alma del grupo era Fernando Lavado y él era de Cambrils, pues para mí eran de Tarragona, jejeje. Imagino que este grupo si que os suena. Era un grupo rockabilly que llegaron a sacar cuatro discos y el más famoso fue Cruce de caminos y estoy seguro de que la canción que lleva el mismo nombre os hinchastéis a escucharla estando de fiesta. Era la época en que Loquillo pegó mas fuerte. De hecho, Fernando y el Loco son muy amigos. Todo esto lo sé porque Fernando es amiguete mío: era uno de los colegas con los que me juntaba en los veranos que trabajé en el Camping Joan de Cambrils. Eran un grupo de quince o veinte amiguetes al que, con mi jefe Salva, 85
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bautizamos como Los Porretas, y ellos a mí como Carlitros. Fernando era uno de ellos y venía a menudo, cuando le dejaban sus compromisos discográficos y tal. Nos regaló los dos primeros discos y yo los ponía todas las noches en el bar del camping. Había más grupitos aunque ya la memoria no me da para recordar sus nombres porque a lo mejor solo los vi un par de veces (sí que recuerdo uno de Bonavista, alguno de Tarragona, etc.). Luego ya salieron grupos de rock catalán que sí se hicieron muy famosos, al menos en Cataluña, como Els Pets, de Constantí, quienes, casualmente, empezaron haciendo de teloneros de Números Rojos en varios conciertos. Otros fueron los Wiskin’s de Reus; Lax´n’busto, de Vendrell, etc. Esos momentos coinciden con lo que ya os he contado antes en el capítulo de mis principios con la guitarra y del grupo en el que estuvimos con mi cuñado Luis, que, vuelvo a repetir, fue una bonita experiencia y donde disfrute mucho, aunque al final no llegásemos a entendernos. Ojalá pudiese haber guardado bien aquella maqueta: pagaría por escucharla ahora. Después de ese grupo hubo un intento de grupo con Falin, el batería del grupo No lo sé, que triunfó con la canción de la bomba de ETA. Se había disuelto su grupo, quedamos para ensayar en ese mismo local para ver si hacíamos algo juntos, pero pronto nos dimos cuenta que ese tío nos venía grande, estaba cinco escalones por encima nuestro y no íbamos a llegar a nada, 86
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pero disfruté mucho tocando con él en esos ensayos. Siempre da gusto tocar con gente mucho mejor que tú y, por supuesto, siempre se aprenden cosas. En ese momento me di cuenta, por ejemplo, de la diferencia de un buen batería a otro que empieza, como era el chavalito que tocaba conmigo. Aunque no lo hacía nada mal, empezaba igual que yo, pero cuando tienes delante un experto a ti te sale todo mejor porque es el que te lleva y el que te hace ir mejor; hablo en este caso de los bajistas… Después de eso, al cabo de un tiempo, como tenía ganas de tocar con alguien, empecé a mirar anuncios y, de repente, vi uno en el que buscaban bajista para grupo de rock. Llamé y quedé con el chaval que lo había puesto para hacer una prueba, en su casa en las 500 viviendas de Constantí. Allí me fui con mi amplificador y mi bajo: estuve tocando un rato y el chaval me dijo que sí que le había gustado, que si quería formar parte del grupo, nos íbamos para su local a conocer a los otros integrantes del grupo, pero resulta que en el anuncio ponía grupo de rock y resulta que era grupo de heavy metal, y aun no me veía yo tocando en un grupo heavy, al menos de heavy duro como eran ellos. Si hubiese sido algo más suave, igual me lo hubiese planteado, pero no era el caso, con lo que le di las gracias y ahí lo dejamos. A partir de ahí, dejé un poco el bajo y la guitarra de lado, y aquí sigo tocando en casa cuando me apetece. La cuestión es que, si no tocando, lo que sí empezaba en ese momento fue el recorrido inacabable de conciertos. 87
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Como empezaba a trabajar y ya tenía dinerillo, y como teníamos las motos para desplazarnos y poco después, el coche, empecé a acudir a concierto tras concierto: a partir de entonces y hasta hoy, no he parado de ir a conciertos de todo tipo, ya que es una de las cosas con las que más disfruto. Empezamos con los de Barricada, Los Suaves y Rosendo: los vimos en muchísimos sitios como Tarragona, Reus, Montblanc, La Selva del Camp, Vilanova, Binéfar, Tamarite, Monzón, etc., etc. En muchísimos sitios. No nos importaba meternos cinco tíos en el coche o dividirnos en dos coches si éramos más y desplazarnos por donde fuese. Era la ostia porque si íbamos a un concierto de Barricada, nos pasábamos el viaje escuchándolos y cantando canción por canción, todos sus trabajos; si era de Suaves, pues lo mismo: volumen al diez y los cinco tíos fumando que no se veía y chillando más que cantando los temazos. Era para vernos. Como he comentado, iba a todo tipo de conciertos: Mecano, Celtas Cortos, Duncan Dhu, Loquillo, El Último de la Fila, Alaska, Héroes del Silencio, La Frontera, Radio Futura, Medina Azahara, Revolver, Hombres G, ... Me gustaba (y me gusta) ir a todos porque a parte del rock que, por supuesto, es una de mis pasiones, me gusta toda clase de música. Muy poca gente entiende que fuese a un concierto de Suaves y luego a un concierto de Julio iglesias, pero así es, me encanta Julito, jejeje. Es lo que hay. O que fuese a un concierto de Barricada y luego a una discoteca maquinera, pues también. Total, que desde que empezó 88
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en esa época hasta hoy, no me quita nadie mis seis, siete conciertos al año. Hay anécdotas, como siempre, que las recuerdo y me río hasta solo… Fuimos al concierto de Los Suaves, Chorro y yo solos (a La Selva del Camp creo recordar, en el pabellón deportivo). Como estábamos solos estábamos mas tranquilitos que si estábamos todos; empezó el concierto y empezamos con nuestras cervecitas, una, otra, otra y otra, y cogimos un cieguete muy guapo. Cuando llegaba el final, como estábamos ya animados, nos fuimos para delante porque sabíamos que Yosi haría de las suyas y se tiraría al público y allí nos situamos, con nuestro cieguete, en medio del barullo. Tocaron Dolores se llamaba Lola y, en ese punto, se lió una de las buenas con la gente bailando rollo ska, y nosotros, en medio, muertos de risa; en un momento dado, tiraron una bandera gigante, la cogimos y, junto a otros diez o doce tíos, empezamos a zarandearla, agarrados sin soltarla de lado a lado, muriéndonos de risa. Fue uno de los conciertos en los que mejor me lo he pasado: ¡quién iba a decirnos que acabaríamos así, con lo tranquilitos que empezamos, allí detrás como el que no quiere la cosa! Un grupo que te hacía disfrutar de los conciertos era Celtas Cortos. Eran muy divertidos porque el público formaba parte del espectáculo: te hacían agachar, sentarte, moverte para un lado, todos a la vez en fin, interactuar con ellos, y era muy divertido.
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Os tengo que contar que cuando sabíamos que íbamos a ir a ver a Barricada, Suaves, etc., esa semana yo la pasaba nervioso perdido… ¡Es hoy en día y también tengo esa cosilla, con que imaginaros entonces! Para mí no había nada mejor que esas dos horas, nada donde pudiese disfrutar más que en esos ratos. Bueno, nada a mi alcance, porque sí lo era ir al Bernabeu, jejeje, pero, claro, en esa época no podía aún. Aquellos eran conciertos donde los dábamos todo, todo: empezabas a cantar la primera canción, ya pegando botes, y no parabas de saltar y de cantar hasta la última. Como sigo haciendo, a mitad de concierto, me daba un respiro de dos o tres canciones, momento en el que me iba lo más cerca posible del escenario, y me quedaba embobado mirando a los guitarras y al bajista cómo tocaban. Y después, otra vez a dar botes y a esperar el final, cuando tocaban las tres o cuatro mejores. Entonces era el éxtasis: la verdad es que eran Dioses para nosotros, nada deseaba yo más que poder hacerme una foto o tomar una cerveza con mis ídolos, cosa que, un par de años después, conseguí: la foto y las cervezas. Las dos cosas. Os explico. A parte de mi trabajo normal del que luego hablaremos, los fines de semana trabajaba con mi cuñado Luis haciendo BBC (bodas, bautizos y comuniones). Luis y mi hermana tenían una tienda de fotografía en Bonavista y me propuso enseñarme a filmar y así poder echarle una mano los fines de semana. Y así lo hicimos: me enseñó y me puse a trabajar con él los sábados y los domingos que tenía contratada alguna boda o comunión; él hacía las fotos y yo, el 90
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vídeo. Era guay y lo pasamos muy bien. Mientras íbamos, por ejemplo, a Montbrió al Parque Sama, que era donde se hacían las fotos de boda, en el coche escuchábamos Tequila u Hombres. Luego, en el convite, éramos dos invitados más y nos poníamos de comer bien cada fin de semana; en algunas, si era de alguien conocido, acabábamos hasta bailando. Chorro vino a más de una boda a ayudarme con la antorcha de luz, que es un lámpara para dar luz en las zonas que tenía que filmar si no había luz suficiente. Resulta que hubo entonces un concierto de Los Suaves en la plaza de toros de Tarragona, y de teloneros estaban los Números Rojos, que presentaban su primer disco. Como conocían a Luis, le comentaron si podía filmar todo el concierto en directo y hacer un montaje guapo y, claro, dijo que por supuesto que sí. Llegado el día, cogimos un equipo mezclador de imagen para trabajar con dos cámaras a la vez e ir eligiendo una u otra según interesaba (cogió a otro chaval para que fuésemos dos); montó la mesa y el equipo en un lateral y, una vez todo montado y preparado, me dije “voy a darme una vuelta por la plaza”. Solo estábamos los técnicos y montadores de los dos grupos y nosotros, y me acerco a los vestuarios y ¡pam! allí me encuentro al Sr José Manuel Domínguez Álvarez, más conocido como Yosi. ¡No me lo podía creer! Tanto tiempo esperándolo… Me puse a hablar con él y me temblaban hasta las piernas. Fue una sensación increíble. Me hice una foto con él y enseguida se pusieron a hacer las pruebas de sonido. Y yo allí, como uno más del equipo. Es otra historia que no olvidaré… Cuando acabó la prueba, llamé a José Luis y fui a buscarlo: se puso como 91
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un flan también. Llegó la hora de empezar a grabar el concierto de Números Rojos. Nos pusimos uno en cada lado del escenario filmando continuamente, uno en gran angular y otro, primeros planos. Y ahí vino lo mejor: el manager de Suaves se puso detrás de la mesa de mezclas donde estaba mi cuñado y vio cómo lo hacía, cómo mezclaba y tal. Total que cuando acaba la actuación de los Números Rojos va y le pregunta a Luis que cuánto le cobraría por filmar y montar dos canciones de los Suaves para una historia que necesitaba y creo recordar que le dijo 50.000 pts. La sorpresa es que le contestó que de acuerdo, que adelante, pero eso sí, que filmásemos solo dos canciones, porque si no, si seguíamos los cámaras encima del escenario, los de seguridad nos quitarían del medio sin titubear con equipo y todo. Fue un poquito de amenaza, pero le dijimos que tranquilo, que después de la segunda canción nos bajaríamos rápido, y así lo hicimos. Acabamos la grabación y empezamos a recoger, y en eso que los Números Rojos nos invitaron a ir al Gralle, (para los que no lo sabéis era un bar-pub rockero en Torreforta, de Fede, precisamente el batería de Números Rojos) a tomar algo y ver allí el vídeo que habíamos hecho (Luis iba montándolo directamente, aunque luego lo retocaría por aquello de mejorarlo y quitar errores, pero vamos que ya se podía ver). Por supuesto aceptamos y cual fue la sorpresa que tuvimos cuando, al llegar allí, nos encontramos con que habían invitado a Los Suaves, también. Buff… José Luis y yo no dábamos crédito, no podía ser 92
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verdad. Llegamos al parquing delante del Gralle y nos encontramos un autobús de los grandes, de sesenta plazas, allí en medio, y bajándose de él, todos los componentes de Los Suaves. Entraron para adentro y el pub se cerró, o sea, allí dentro estábamos Los Suaves, Números Rojos y amigos, y nosotros. Ya os podéis imaginar, flipando no, lo siguiente: allí estábamos mirándolos, escuchándolos, como si no fuera real. Hay otra pequeña anécdota. José Luis y yo queríamos una foto con Yosi y fuimos para él y le preguntamos: “¿Yosi, nos podemos hacer una foto juntos?” Se nos quedó mirando y nos dijo con su cerrado acento gallego: “sí, pero si me dais un cigarro”. ¡Jajaja! Fue la ostia. Alberto Cereijo se sentó en la barra todo cortadito como es él, se puso unas gafas de ver y parecía un estudiante que estaba allí como nosotros, viendo el panorama, como si con él no fuese la historia… Estaban Hello, Moncho, … Todos por ahí, como si fuésemos un grupo de colegas… En fin, algo espectacular e inolvidable para nosotros. No recuerdo si esa noche dormí porquen no necesitaba soñar, ya se había cumplido uno de mis sueños: conocer a Yosi en persona. Por cierto, el vídeo quedó cojonudo. Aun lo tengo en mi casa en VHS. Unos años más tarde conocí a Toni Urbano, de Leño. También me hizo muchísima ilusión. Toni Urbano vivía y trabajaba en Arbós, y José Luis y yo trabajábamos en la 93
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Cooperativa del mismo Arbós. Lo encontrábamos muchos viernes en el Cosme, bar donde íbamos a tomar quintos a medio día; otras veces en el Mordisco, otro bar; la ultima vez que lo vi fue el año pasado unos meses antes de morir: comí al lado de él en el Hotel Restaurante Pelayo. Una pena que se fuera tan pronto… Y hasta aquí un poco el tema de la música en mi vida adolescente.
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Jose Luis y yo con Yosi, de Los Suaves
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CAPÍTULO VIII El piso y el chalet
Mas o menos en 1979, mis padres compraron un terreno en la urbanización La Dorada (Cambrils), con la idea de construir un chalet, pero para empezar a disfrutar el sitio antes de empezar a edificar, ya que era todo mucho gasto de golpe, decidieron hacer un pequeño cobertizo donde pasaríamos noches de verano. Entre mis hermanos y mis tíos de Ripollet que venían mucho a Tarragona para estar con nosotros, construimos ese cobertizo. La estructura se hizo de madera y las paredes de caña, rebozadas con yeso, y más tarde cemento. Los encargados de ir a por las cañas éramos los críos, mi sobrino Kike, mis primos Alberto y Jose, y yo. Para motivarnos nos pagaban dos pesetas por cada caña que trajésemos y, ¡jajaja ¡vamos que si trajimos cañas! Las íbamos a buscar muy cerquita, al lado de la vía del tren: en aquellos años, allí había cañas para construir un pueblo entero. Una vez acabado pasamos fines de semana y días de verano durante algún tiempo allí, mientras se empezaba a construir chalet. Eso sí, cuando se cerraron las paredes y tejado del mismo, dejamos el cobertizo y organizamos en el interior del edificio una pequeña cocina, el lavabo, etc., lo más esencial. 97
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Fueron unos años inolvidables. Cuando empezaba el buen tiempo, a partir de Semana Santa y luego ya todo el verano, allí que íbamos. Mis tíos venían muchísimo, igual que mi hermano Kike, que venía desde Monzón casi todos los fines de semana, y, bueno, los hermanos que estábamos aquí Luis, Fernando, M. José, Gema y yo. En esa época, Javi estaba viajaba bastante y Reyes vivía en Barcelona, así que veíamos menos. El verano lo disfrutábamos a tope, mejor imposible. Todos los días nos levantábamos temprano, desayunábamos, y ¡a ponernos los bañadores para bajar a la playa! Eso sí, íbamos con todos los aparejos de pescar porque a mi tío Luis y a mis primos les encantaba la pesca. Íbamos siempre al mismo sitio: tal como bajas a la playa, a la izquierda, como si fuésemos a Cambrils, donde hoy en día hay un magnifico paseo; entonces era arena de playa. Pasábamos por delante del camping L’Ardiaca y en la calita, que así la llamábamos puesto que como había rompe olas en forma de “T”, pues se formaba es parte curva como si fuese una cala, dejábamos las toallas, las colchonetas y la barca, y nos íbamos a las rocas a tirar las cañas de pescar. Pasábamos un ratito pescando y luego cogíamos la barca y las colchonetas, y ¡al agua! Cuando estábamos muertos de hambre, recogíamos todo y para arriba, al chalet (de la playa al chalet hay unos 500 metros, no más). Allí ya nos tenían preparada la comida que normalmente cocinaba mi tía, que es una buenísima cocinera: lo mismo había ensaladilla
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rusa casera, una paellita o caracoles3 con patatas asadas y ajoaceite, que es alioli, si estaba Kike porque Pili traía muchas veces, nuestras coca colas y fantas en botella de litro, de cristal, gaseosa La Casera con el aquel tapón de hierro, vino Monteviejo que era el que le gustaba a mi padre, y ahí nos poníamos como el quico de comer. Y para postre, sandia y melón eran sagrados… Por las tardes normalmente bajábamos otro ratito a la playa y si no, pues nos quedábamos a jugar en el terreno o nos íbamos por la urbanización a inspeccionar con las bicis o con los monopatines. Llegada la tarde noche, siempre bajábamos con los padres al Camping Joan, que está en la urbanización. Es un camping de segunda categoría y está situado en la parte derecha de la urbanización, mirando a la playa y ocupando desde la mitad de la urbanización, más o menos, hasta la playa. Al otro lado de la urbanización, en la parte izquierda, estaba el camping L´Ardiaca, de tercera categoría. Pues desde que en 1979 más o menos mis padres comprasen el terreno, yo he estuve yendo a esos dos campings, al bar a jugar a las máquinas, a jugar a ping pong, a las verbenas, etc. Como decía, bajábamos a uno de los bares de los campings y nos tomábamos algo. Bueno, los mayores se tomaban algo y nosotros comíamos helados y jugábamos a las maquinas de marcianitos o a ping pong, futbolín, etc. Los 3
Si estaba Kike porque Pili traía muchas veces. 99
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fines de semana del verano siempre había verbenas en los dos campings, normalmente uno el viernes y otro el sábado. Por supuesto que no nos perdíamos ni una. Recuerdo que mi cuñado Luis actuó en el Camping Joan, con el grupo “Distorsion” del que os he hablado antes. Las verbenas eran una pasada porque tocaban las típicas canciones de verbena de toda la vida y los guiris se lo pasaban en grande: era muy divertido ver a los alemanes o ingleses hartos de cervezas o de cubatas, rojos como gambas de haberse quemado en la playa, bailando los pasodobles, muy divertido. También nos hacíamos amiguetes de los críos extranjeros ya que nos veíamos casi cada día por las tardes y al final pues te hacías amigo. Una mañana de esas de verano iba a llevarme un sorpresón: mi cuñado Luis me había comprado una moto, una Derbi paleta 49cc de 3 marchas. Fue la primera moto de marchas que llevé y con la que aprendí a conducir con marchas, pero pronto se estropeó ya que era muy viejecilla. Luego compró una Honda roja, un ciclomotor muy antiguo, de gas, pero también duró muy poquito. Y al poco tiempo, ya empecé a trabajar y pude comprar mi Montesa Enduro de la que os hablare en el capítulo de las motos. En la misma urbanización, compraron terrenos varios vecinos de mi bloque de La Granja así que junto a mi tío José Maria Baile (que en paz descanse) y nosotros, mis vecinos Colodrero y Bafaluy, también compraron uno. Mi tío Baile y Colodrero lo compraron en mi misma calle, dos 100
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números más abajo del mío Colodrero, y en la manzana siguiente bajando a la playa, mi tío Baile. Compartí muchísimos momentos con mis tíos Baile y Matilde, y con mis primos Javi y Merche, y Rosi y José Manuel. En invierno estábamos solos normalmente y cuando iba los fines de semana, tanto sábados como domingos, era raro el día que no iba un rato a su casa. Me gustaba ir sobre la 13.00h, porque mi tío siempre se tomaba unos vinitos a esa hora: me he pasado horas y horas hablando con él, los dos mano a mano con el vinito y con los pinchos que mi tía iba sacándonos, ¡pero horas! Me llegó a contar decenas de historias de cuando él estaba en Argentina trabajando de taxista, anécdotas de otros trabajos, etc., y como él era muy del Barça, pues nos pasamos horas también hablando del Madrid y del Barça, y de fútbol y de baloncesto en general, que también le gustaba. Eso sí, jamás nos enfadamos. Ojalá pudiese hablar de fútbol así con todo el mundo. Al haber estado años en Argentina, era un especialista en hacer asados, nada que ver a los que hacemos nosotros. Igual os parece una tontería pero ya os aseguro que no, y eso os lo puede confirmar cualquier hermano mío que también los probó. Para empezar, lo preparaba con tiempo: tenía la carne el día antes o no lo hacía, porque la tenía que salar la noche antes o si no, nada. Lo que quiero decir es que no podías llamar el mismo día y decirle “tío, he comprado asado para que lo hagas y comamos juntos”, no. Tenías que comprarlo el día de antes y llevárselo, entonces ningún problema, pero otra cosa, tampoco lo podías llevar 101
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con el corte al que estamos acostumbrados a comer nosotros aquí en casa o en los restaurantes, la típica pieza de un dedo de grosor y los tres o cuatro huesos, no. El corte es al revés, un solo hueso y de siete u ocho cm de grosor, como lo comen en la hermana patria, por eso necesitaba un par de horas para cocinarlo a fuego muy lento. Luego lo servía en tabla de madera. ¡Era increíble cómo estaba de bueno! Lo recuerdo y se me hace la boca agua. También se hicieron famosas las fiestas que hacíamos en su chalet: tenía un buen terreno con su césped y mesas exteriores y tal, y cada verano hacíamos una fiesta. Allí nos juntábamos allí veinticinco o treinta personas y poníamos un buen equipo de música y bailábamos hasta la madrugada. Alguna vez acabamos en la playa a las tres o las cuatro de la mañana. Creo que a una de ellas vinieron Juanito y José Luis. Con mi primo Javi y mi primo José Manuel, marido de mi prima Rosi, también pasamos muchas horas juntos, sobre todo jugando a ping-pong, ya que tenían una mesa en el chalet de mi tío. Con ellos aprendí mucho puesto que, sobre todo José Manuel era un auténtico máquina jugando. También hacíamos partidos de básquet en la calle con una canasta que tenían. Mi primo Javi también es del Barça y también hemos discutido mucho de futbol y básquet y lo seguimos haciendo hoy en día: él es más fanático que mi tío, bueno es como yo, ¡jajaja! Con mi tía veía la televisión. Muchísimas veces en verano después de comer, me iba su casa y mientras mi tío se 102
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echaba la siesta, que era sagrada, mi tía se quedaba viendo la televisión que es lo que más le gustaba y le gusta hacer y yo me iba allí con ella y veíamos la serie de turno, ya fuese Verano azul, El gran héroe americano, El coche fantástico o la que tocase. Eso es algo que también lo hice muchísimas veces. Cuando nacieron las hijas mayores de mis primos, Rebeca, de Javi, y Ainoa, de Rosi, me pasaba tardes jugando con ellas, mientras mi tía les preparaba la merienda. En esos años, mi primo Javi de Sabadell también vino mucho: se pasaba el verano allí. Hablo del año 83. Era un fanático de las cartas; le encantaba el cinquillo como a mí, y como en mi casa hemos jugado toda la vida a las cartas y al bingo, pues él aprovechaba para jugar e intentar ganar dinerillo para gastárselo en el camping. Estaba muy a gusto con nosotros. Mi tía Rosario, su madre, llamaba a veces para ver si estaba bien porque él pasaba de todo, se olvidaba de todo estando en La Dorada con nosotros. Con él empecé yo a salir por las noches: había hecho amigos en el Camping L’ Ardiaca en lugar del Joan y cada día bajábamos mañana, tarde y noche. Era un camping que organizaba muchas actividades deportivas entre clientes de diferentes países y recuerdo un cuadrangular de fútbol en la playa, (no me acuerdo seguro de los equipos pero serían España, Italia, Francia e imagino que Alemania o Inglaterra), con trofeos para el ganador. También hicieron torneos de ping-pong, futbolín, petanca, etc. La verdad era un camping en el que no te 103
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aburrías. Hubo un año que, para las verbenas, en lugar de traer cada viernes a un grupo, contrataron a y a mi cuñado Luis y a Manolo Olmo, amigo suyo, que toca los teclados a parte de la guitarra y allí estuvieron tocando todos los sábados de ese verano. No olvidaré la final olímpica de baloncesto entre España y USA, en el verano del 84 con Michael Jordan y Pat Ewing, entre otros, a las 4.00 de la madrugada hora española. La vimos allí en directo. Estuvimos haciendo tiempo con un montón de gente hasta que llegase la hora para verlo todos juntos. ¡Muy emocionante! Pasado el tiempo, una vez dejé de trabajar en el camping, al chalet iba prácticamente todos los fines de semana, al menos un día, y fueron varias veces las que hicimos barbacoas con los amigos y calçotadas, etc. Era muy curioso que cuando planeábamos montar algo allí mis amigos me preguntaban si estarían mis padres; si les decía que no, porque se iban a Monzón y por eso decía de hacerlo entonces, y me decían que no: “pues lo hacemos otro día que estén ellos mejor”. O sea, preferían que estuviesen mis ellos para hacerlo, y, claro, yo me sentía orgulloso de mis padres. No era normal que tus amigos prefiriesen hacer una barbacoa con ellos, a hacerla solos. Eso no quiere decir que no hiciéramos varias también estando solos para desmadrarnos y beber hasta reventar, jejeje. También tenemos alguna anécdota de los fines de sema104
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na allí, sobre todo una que os cuento ahora, que fue uno de los sustos más grandes que me he llevado en mi vida, y José Luis y Juanito también, que eran los que estaban allí conmigo. Nos fuimos los tres a pasar el fin de semana allí, estando mis padres, y se nos ocurrió, como otras muchas veces con mis primos, jugar a tenis en medio de la calle, ya que no era muy transitada: poníamos una cuerda de la farola a la valla del vecino de en frente para que hiciera de red y cada vez que venía un coche o una moto, la desatábamos de un lado la dejábamos caer al suelo y pasaba, todo normal y controlado. Ese día, como no encontrábamos una cuerda, pusimos alambre que tenía mi padre, y, nada, jugamos un buen rato; cuando nos cansamos recogimos, perfecto. Al día siguiente quisimos volver a jugar y como no encontrábamos el alambre, no sé si lo utilizó mi padre o lo que fuese, tuvimos que buscar una cuerda, que al final encontramos, pusimos la red y lo mismo: jugábamos y cuando se acercaba un coche, levantábamos la mano, paraban, y cuerda al suelo. Hasta que pasó lo peor: venía una moto con una chica, que era la hermana de la Sra Martínez, la gestora de la urbanización, y, como siempre, levantamos la mano y le hicimos el típico gesto que bajara la velocidad y parase. Cuando vimos que, de repente, se ponía a acelerar, no nos lo podíamos creer, le seguimos diciendo con mucha más insistencia que parase ya señalando la cuerda, y ella, directa para la cuerda, pues, ¿que pasó? Lo peor: llegó a la cuerda y ella como iba en un ciclomotor, la cuerda le quedaba justo a la altura del cuello, pues se quedó enganchada (como si fuese una película, en serio), y 105
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la moto siguió sola unos metros hasta que cayó al suelo… Si nos veis la cara a los tres, blancos, inmóviles… Si nos pinchan no nos sacan sangre… ¿Qué pensamos en ese momento? Sinceramente: que se había matado, que se había cortado el cuello. Cuando reaccionamos fuimos corriendo para ella y tenía la marca del cuerda en el cuello, se veía perfectamente. Además, ella igual que la hermana hacían rayos uva y estaban negras todo el año y eso aún hacía que se viese mucho más la raya blanca de la cuerda. Le preguntamos cómo estaba y al principio le costaba hablar; poco a poco fue recuperándose y le dijimos que cómo es que no había parado y nos dijo que creía que le decíamos que pasara rápido, cosa que nunca entendí. Bueno, que no nos denunció ni nada cuando podría haberlo hecho, y todo quedó ahí, en un susto increíble. A todo esto con el ruido de la moto y tal, empezaron a salir vecinos y mis padres a ver qué había pasado. Siempre me acuerdo que solo hubo uno que dijo “ya sabía yo que algún día pasaría algo así”, el cabrón de él; llevábamos años haciéndolo y jamás dijo nada. Era el típico cabroncete que hay en todo vecindario. Después del susto, nos metimos los tres en la habitación en la litera de abajo, empezamos a darle vueltas al tema, porque no entendíamos cómo no había parado la chica y nos acordamos que el día antes habíamos puesto alambre, buff, lo que son las cosas: si llegamos a poner el alambre ese día también, nos encontramos la cabeza en el suelo, pero segurísimo. Menos mal del destino: algo hizo que no lo encontrásemos ese día.
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Y bueno anécdotas malas solo recuerdo esa y el accidente de moto de Raúl que contaré después. Por lo demás, todo era pasárnoslo bien cada vez que íbamos al chalet de mis padres. En esa urbanización, con el tiempo llegaron a tener casa hasta tres hermanos: M. José, Reyes y Javi. Mi hermana M. José y Luis, mi cuñado, decidieron irse a vivir allí y dejar el nuestro barrio donde también vivían. Compraron un chalet precioso justo antes de llegar al camping L’ Ardiaca. Para que os situéis: la urbanización tiene cinco calles perpendiculares a la playa, por otras cinco que las cruzan paralela; ellos estaban a la izquierda, mis padres en la central, y mi hermana Reyes y mi hermano Javi, que compraron en la derecha, al lado de la valla del Camping Joan. Reyes y Javi compraron un chalet pero que eran dos viviendas, una en la planta baja y la otra en la planta superior a la que se accedía por escaleras exteriores, es decir eran independientes excepto el terreno que era compartido. M. José la compró para vivir todo el año igual que mis padres, aunque ellos empezaron a vivir todo el año sobre 1994 más o menos; en cambio Reyes y Javi lo compraron como segunda vivienda, pues ellos vivían y siguen viviendo en Monzón. La disfrutaban más que nada los fines de semana y la vacaciones de verano; en invierno venían muy poquito pero como mi padre estaba allí, les cuidaba el jardín y daba vuelta por la casa. En casa de M. José yo pasaba muchísimas horas, igual que ya lo hacía en su piso de la Granja. Si venía a cenar y dormir a casa de mi madre, en cuanto 107
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cenaba con ellos si estaban solos, ya me bajaba a su casa a ver una peli o a hablar a lo que fuese y, si mis padres no estaban solos, muchas veces me bajaba a cenar con ellos. Así pasamos años, bueno hasta hace no muchos. Hoy en día ya no hay nadie allí. Una vez murieron mis padres ya no era lo mismo y los tres hermanos vendieron. Eso sí, mientras estuvieron pasamos grandes fines de semana, porque cuando coincidíamos todos, es decir, los que tenían casa más los que íbamos, lo pasamos genial. Nos juntábamos en casa de alguno de ellos y nos estábamos hasta las tantas hablando con jarritas de gin-tonic, que ahora estará de moda, pero hace ya veinte años que con mis hermanos nos bebíamos jarras y jarras de Beefeater con tónica y mucho limón: hacíamos un litro de gin-tonic y nos íbamos echando, era guay. También en casa de M. José hicimos muchas fiestas en fechas señaladas como por ejemplo para San Juan: como Luis siempre ha tenido aparatos de música, guitarras, etc., en alguna fiesta la hemos liado buena. Incluso gente que pasaba por la calle se pensaba que había una verbena o algo y se acercaban por la zona hasta que se daban cuenta que era una fiesta particular. Me acuerdo de una ocasión en la que un grupito de chavales jóvenes se asomaron y les hicimos entrar, les pusimos unos cubatas y fliparon; se lo pasaron de puta madre el rato que estuvieron. Como tenían un buen terreno y barbacoa exterior con mesa grande para muchas personas, también hicimos muchas comidas y cenas, sobre todo paellas. Hubo una temporada que se picaron mi cuñado Luis, mi cuñado 108
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Gorgonio y mi hermano Javi a ver a quien le salía mejor la paella, y nosotros de jurado... En el chalet de mis padres también hemos llegado a hacer muuuchas comidas y cenas, sobre todo en verano. Nos hemos llegado a juntar muchísima gente, tanta que no cabíamos, que hacíamos turnos entre mayores y críos porque no se cabía. La mesa de obra que había hecho mi padre se quedaba corta siempre. No os he contado como era el chalet. La fachada estaba al borde de la acera de la calle aunque a mis padres y a mí nos gustaba primero el terreno y después el chalet, pero curiosamente en la urbanización no se podía construir como tú quisieses: había una norma que obligaba a que los edificios de la derecha de la calle tenía que tener primero el terreno y luego el chalet, y los de la izquierda tenían que construir al revés, primero el chalet al borde de la calle y detrás el terreno, todo por estética, así que ahí tuvimos mala suerte y tuvo que hacerse así. En esa misma fachada estaba la puerta de entrada y, a la derecha, una puerta como si fuera la puerta del garaje, pero que no daba al garaje si no a un pasillo al aire libre por donde se entraba al terreno trasero. Allí mis padres tenían una mesa con un techo de parras que daban una sombra magnifica y era donde pasábamos las tardes hablando, jugando a las cartas, e incluso comiendo y cenando cuando estábamos solos. Detrás había, a la derecha, un jardín con rosales y cuatro o cinco árboles frutales: un níspero que plantamos mi sobrino Kike y yo con unos huesos de un níspero que nos comimos y que llegó a hacerse tan grande que nos su109
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bíamos en él; un limonero que era el favorito de mi padre; un árbol de palo santos o caquis que no sé cómo se llama; y dos melocotoneros, uno de ellos de melocotones abridores, esos que cuando los comes se queda el hueso limpio. Hubo un tiempo en el que mi padre tuvo un pequeño huerto allí. A la izquierda había un poco de terreno, una zona donde se guardaba toda la leña para la chimenea, una olivera y en el sitio donde estaba el cobertizo del que os he hablado antes, había un pequeño trastero con cobertizo, que se usaba para guardar herramientas, conservas, lo de pescar, todo lo de la playa, etc., y la mesa de obra con la barbacoa al lado, justo detrás del cobertizo. Como os decía, ahí hemos hecho cientos de comidas familiares, y también hemos hecho muchísimas partidas de cartas y sobre todo de bingo, porque a mi familia siempre nos ha gustado mucho el bingo (mis padres cuando podían iban al bingo de verdad, como le llamaba yo de crío). Esas macro partidas eran, sobre todo, cuando venían mis tíos y primos de Ripollet que también les encantaba. A veces venían con unos amigos que eran ya amigos de la familia, el Balta, de Montcada, que venía con la mujer y dos críos. Nos juntábamos en nada quince o dieciséis personas jugando. Mi tía Matilde y mis primos también venían a veces. Yo creo que algún día hemos sido igual veinticinco personas jugando, un pasada, y no jugábamos a 5 pts. como hacía la gente por ahí, aquí era a 25 pts. el cartón, es decir que cuando yo cantaba un bingo, me sacaba pasta para irme de fiesta tranquilamente, jajaja.
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Cambrils era un poco el punto de reunión, donde más nos veíamos todos, sobre todo los de Monzón con los de aquí. Bueno, yo siempre he visto a todos porque me encanta ir a verlos a todos ellos; de hecho, lo sigo haciendo hoy en día. En esa primera época, cuando mis padres se fueron a vivir definitivamente a Cambrils, en el barrio nos quedamos a vivir solos Fernando, Gema y yo. Desde que se había jubilado mi padre, pasaban más tiempo allí que en casa así que finalmente, se instalaron allí, pero, claro, a mi madre también le sabia mal dejarnos solos. Al final la convencimos de que no se preocupara que no nos íbamos a morir de hambre ni íbamos a tener problemas con poner la lavadora, limpiar, y demás, y se fueron. Aun con eso, mi madre venía en autobús una vez a la semana más o menos a dar vuelta por nosotros y por el piso. No teníamos ningún problema en casa, eso sí, íbamos un poco independientes en el tema comidas y cenas, porque no coincidíamos por horarios casi nunca: Gema estudiaba, yo trabajaba en el Schlecker, y Fernando en Aiscondel a turnos, así que cada uno comía y cenaba a su aire, aunque que si estábamos en casa si lo hacíamos juntos. Yo con Gema, por ejemplo, coincidía mucho en las cenas y a Fernando le gustaba comer y cenar en la cocina, se ponía la radio, porque él ha sido toda la vida más de radio que de televisión y comía allí. Nosotros siempre en el comedor con la televisión. Antes de eso, mientras mis padres vivían en La Granja, siempre comíamos y cenábamos todos juntos. Normalmente era sobre las14.30 aproximadamente. En casa, 111
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siempre se ha comido y cenado tarde, tanto si mi padre trabajaba de noche, o de mañanas o si estaba de fiesta larga; lo único era cuando iba de tardes, que comía solo antes pues el autobús que lo recogía y llevaba a la fábrica, pasaba a recogerlo a las 13.30 para entrar a las 14.00 en Vila-Seca. Comer significaba coincidir normalmente seis: mis padres y los cuatro pequeños Fernando, María José, Gema y yo. Eso era lo más normal, aunque alguna vez apareciese Javi o Luis, pero ellos en seguida se independizaron al llegar nosotros al barrio, así que eso era lo normal. En la mesa nos sentábamos siempre igual: mi padre en un extremo, presidiendo; a su derecha, yo; a mi derecha, Gema; en el otro extremo, Fernando; a su derecha, María José; y, a su derecha, mi madre (a la izquierda de mi padre). Mi madre, la verdad, no era una excelente cocinera, en primer lugar porque no le gustaba. También imagino que criar ocho hijos no debe permitirte muchos lujos en la cocina: ya veo a la hora de comer la presión de siete hijos mirándote todos con cara de hambre… No creo que se pudiera permitir florituras, pero no ser una excelente cocinera no quiere decir que no comiésemos muy bien. Me refiero a que no le daba por experimentar con platos nuevos, que era más lineal, que se repetían los platos más a menudo, pero también he de decir que tenía cuatro o cinco platos que nadie podría superar para mí. Su consomé (me volvía loco), sus lentejas, su brazo de patata, sus patatas en salsa de almendras y sus patatas rellenas son platos que nadie podrá hacerlos como los hacía ella. ¡Y mira que son platos que tienen faena! En cambio, no le pidieses un huevo frito a mi madre. ¡Jajaja¡ 112
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Nos reíamos mucho con ella: no le salía bien ni de casualidad; tenía un gafe con los huevos fritos. De hecho, cuando había que hacerlos, por ejemplo, para el arroz a la cubana (yo me echaba tres) le decía: “mamá, los huevos me los hago yo…”. Hoy pagaría dinero por volver a tomar aquel consomé. Solo pensarlo, se me hace la boca agua. A la hora de ver la televisión aun siendo seis no recuerdo que tuviésemos muchos problemas. Mi padre lo único que quería ver siempre eran los telediarios (eso era sagrado) y los deportes, con lo cual a mí ya me estaba bien. Al trabajar a turnos no se preocupó mucho de la televisión y, con mis hermanos, tampoco hubo muchas discusiones. Cuando empezaron los videoclubs, veíamos muchas pelis. Siempre nos ha gustado el cine español, sobre todo a mi madre. Alquilamos todas las películas de Fernando Esteso y Andrés Pajares, como Los Bingueros, Los Liantes, El Hijo del Cura, y todas esas, para que las viera. En 1990, en cuanto salió el Canal +, mi hermano Fernando en 1990 lo contrató: fui yo a por el aparato a Comercial Confort a primera hora de la mañana. Entonces nos hinchábamos a ver películas: veíamos el estreno de cada día de las 22.00h, y también las grabábamos, llegamos a tener más de 200. Una cosa que hacíamos todos los domingos que jugaba el Torreforta en casa, era verlo desde el comedor, pues nuestro piso era un quinto y daba al campo de fútbol. Era como si vas al Bernabeu al tercer anfiteatro, pues igual: se veía estupendamente. Mi tío José María Baile venía muchas veces y veíamos el partido haciendo el vermut. 113
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El piso estaba en el número 1 de la calle Baleares. Era 90 metros cuadrados y tenía un comedor grande, cocina, lavabo y tres habitaciones, dos de ellas de matrimonio. Al entrar, había un recibidor; lo pasabas y había un pasillo largo, con las tres habitaciones a la derecha y el lavabo a la izquierda. La primera era mi habitación, la de los chicos, y había tres camas: la de Fernando, la mía y otra en la que dormían Luis o Javi si venían alguna vez. Después estaba la de mis padres y a continuación, la de las chicas. Esta era más pequeña y al principio había dos literas y una cama pequeña; cuando María José se casó y se fue a su piso, Gema cambió las literas por una cama sola, bueno pusimos un mueble que se llamaban nido. La habitación de las chicas y la de mis padres tenían un balcón conjunto, la nuestra tenía ventana. En frente de esa habitación estaba la pared de final del pasillo y el comedor a la derecha, contiguo a la habitación de las chicas. La cocina estaba a la izquierda, frente al comedor. La cocina tenía una galería para la lavadora, etc… En esos tiempos casi nadie tenía calefacción de radiadores y todas las mañanas de invierno mi madre ponía la estufa de butano en el pasillo, entre la cocina y el comedor, y alli íbamos a vestirnos para no pasar frío: eso sí, por turnos. Igual que para el lavabo que, por cierto, era lo peor: vivir seis personas y tener un solo lavabo era lo peor. ¡Cuántas veces he tenido necesidades y estaba ocupado! Día si, día no. En eso sí que nos peleábamos, gritando “sal yaaaaa que no aguantoooo”. Eso se oía muchas veces en mi casa, ¡jajaja! ¡Qué diferencia con hoy en día que tenemos dos o tres lavabos en las casas! 114
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En casa la música estaba siempre puesta. En mi habitación estaba el tocadiscos de mi hermano Fernando, con unos altavoces muy cañeros, muy grandes y potentes. Siempre que estaba él en casa estaba puesto y el 70% de las veces eran los Rolling, como he dicho antes, su grupo favorito. Algunas veces nos dejaba poner nuestra música pero la ponía él no se fuese a romper la aguja como él decía, pero cuando él se iba de casa o trabajaba lo poníamos Gema y yo a escondidas, jejeje. Más adelante ya empecé a negociar con él: o me lo dejaba o no le hacía los favores de ir a comprarle cosas. Os explico. Mi hermano no se sacó el carnet de conducir hasta muy tarde, entonces como yo me lo saque en el 89 y tenía coche, un 600 sobre el que ya os hablaré, pues me pedía siempre favorcillos como que le fuera a comprar cervezas Bud al Carrefour que era el único sitio que las vendían, que le fuese a por agujas para el tocadiscos a la plaza de la Font de Tarragona, etc…Entonces, a cambio, yo podía tocar el tocadiscos. Con Juanito y José Luis hemos pasado horas escuchando música en mi habitación: ya he comentado en otro capítulo que en casa había una gran colección de vinilos puesto que Javi y Luis tuvieron un pub y trajeron los discos a casa al traspasarlo, y, a parte, porque Fernando compraba muchísimos... Yo también me compré algunos de Leño, Barón Rojo, Tequila, etc. En mi portal había seis pisos con cuatro puertas cada uno, es decir, 24 pisos. Pues más de la mitad era de gente de Monzón porque en la fábrica Aiscondel de Monzón 115
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trasladó a bastantes de sus trabajadores a una planta en Vila-Seca, entre ellos a mi padre. La empresa les ayudó a buscar pisos con buenas condiciones y por eso coincidimos muchos en el barrio. En mi portal éramos unas doce familias de Monzón. Era una buena escalera de vecinos porque al conocerse todos y ser del mismo pueblo había un buen feeling entre todos los vecinos y entre los hijos. Recuerdo que, durante algunos años, para Nochevieja, nos juntamos varios vecinos, los de más confianza y celebramos fiestas con música hasta la madrugada, todos los mayores bailando y tal, y los críos por el edificio jugando, eso sí, sin salir a la calle, pero lo pasamos genial. En mi rellano, los cuatro vecinos nos llevábamos muy bien y rara era la vez que no había una vecina en mi casa o mi madre estaba en la de alguna de ellas. En el quinto vivíamos Mari y Tomás, Antonio y María y Javi Portella y Lucía. Mari y Tomás tenían dos críos; ellos eran de aquí, catalanes, de Bellmunt del Priorat, y estaban frente a nosotros; a su lado, Antonio y María (la Maña, como mi madre), también maños, tenían dos hijos, Maruja y Santi4. Y al lado, puerta con puerta, vivían Javi Portella y Lucía. Con estos pasé muchos ratos en su casa porque Javi, a parte de trabajar en Aiscondel con mi padre y con mis hermanos, era radioaficionado, Santi Mina fue jugador de fútbol de Primera División. Jugó en el Barça B con Lobo Carrasco y luego en el Celta en Primera varios años, donde ya se quedó a vivir una vez retirado. Cuando venía al barrio siempre me llamaba para saludarme y yo alucinaba con él. Por cierto, su hijo se llama igual, Santi Mina, y hoy en día juega en el Valencia, después de ficharlo este año al Celta donde se dio a conocer.
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por un lado y, por otro, tenía como hobby de construir aviones teledirigidos que eran una pasada. Para la radio, montó una antena en la terraza comunitaria espectacularmente grande, que se hizo famosa en el barrio. Esa antena le permitía hablar con cualquier parte del mundo, cuando lo normal era hablar como mucho con Europa: allí me pasaba yo ratos viéndole hablar por radio. Y el tema de los aviones, me encantaba ver cómo los construía poco a poco; competía y llegó a ser campeón de Europa en Inglaterra: recuerdo que salió por la televisión a mediodía en un programa que se llamaba Miramar... Él entrenaba en el Coll de Lilla. Eran aviones sin ruedas que se lanzan desde una cortada de montaña y allí en el Coll había una donde iban estos aficionados. Me llevó varias veces con él e incluso me enseñó a manejarlos. Era un manitas: con la tecnología del año 1981 compró un vídeo 2000 que era el primero que yo vi en mi vida, consiguió no sé de dónde la película ET en pirata y nos llamó a varios vecinos para verla. Nos juntamos allí al menos quince personas, como si fuera un cine, para verla todos juntos… También fue la casa donde más veces nos juntamos para fin de año, pues tenía el mejor equipo de música del bloque junto con el de mi hermano. Resumiendo, había una muy buena relación entre vecinos y, al ser del mismo pueblo, cada mes había alguno que iba a Monzón a ver a sus familiares, etc. y lo que hacíamos era aprovechar para enviar algo o para ir alguno con ellos si cabíamos en el coche, etc.
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Continuando con el tema de cuando nos quedamos solos a vivir, como he comentado antes, nos apañamos super bien, sin problemas. En el tema de la ropa, por ejemplo, el que necesitaba algo urgente pues ponía la lavadora con todo lo que hubiese de los tres y la tendía; cada uno fregaba la vajilla que utilizaba y los cacharros que había utilizado si había cocinado; si alguno veía que hacía falta algo pues bajaba al supermercado de debajo de casa y lo compraba, a parte de la compra que hacía mi madre cuando venía, pues siempre iban faltando cositas, etc. También podíamos contar con mi vecina Mari o a mi vecina Manola que era las de confianza, si alguna vez nos faltaba algo, incluso si teníamos algún problema no sé, pues cocinando algo o alguna duda o lo que fuese, pues pasaban a casa y lo solucionaban, eran y son majísimas vecinas, bueno Manola era casi un poco de la familia. La limpieza la hacíamos entre todos. Bueno, vamos a dejarlo entre Gema y yo … Fernando, por horarios y por escaqueo, más bien poco…Yo barría todos los días prácticamente pues en aquel entonces era igual de maniático que ahora; el polvo del comedor también me gustaba quitarlo en cuanto veía que había, vaciar los ceniceros lo hacía cada día porque también me daba manía, y hacerme la cama y la de mi hermano todos los días, porque no me gustaba subir con amigos y que estuviese la habitación sin hacer, entonces hacía cada día la mía y la de Fernando. Y así, más o menos, entre los tres el piso se mantenía decente, mi madre estaba contenta. Con mis amigos disfruté bastante del piso, puesto que, a 118
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lo mejor, coincidía que un fin de semana mi hermano iba de noche y Gema se iba a casa de una amiga o a Cambrils, íbamos y cenábamos allí y veíamos pelis o escuchábamos música. También lo que hacíamos muchas veces, si mi hermano iba de mañanas y nosotros veníamos de fiesta a las 6.00 de la mañana, como siempre veníamos con mucho hambre, íbamos a casa y nos hacíamos unas pizzas o algo congelado como croquetas, empanadillas o lo que fuese. También hubo un tiempo que nos dio por jugar a las cartas con compañeros de trabajo, al Julepe. Nos juntábamos seis o siete, comprábamos bebida y tabaco, íbamos a casa de alguno y hacíamos partidas con dinero. Era para vernos: entrabas en el comedor y había un ambiente de juego que no veas, todos serios concentrados, con los cubatas, una humareda de la ostia… Al final tuvimos que parar porque empezabas a perder, seguías jugando para recuperar y lo que hacías era perder más y como vimos que empezaban a ser cantidades importantes (a ver importantes, como si hoy fuesen 40 o 50 euros, pero claro una cosa es perder 10 euritos y otra 50, que ganábamos poco dinero todos en aquel entonces y no molaba ya eso), dejamos de jugar, pero la verdad es que nos lo llegamos a pasar muy bien… Hablando de juego, igual que he comentado antes en el chalet, aquí en el piso hacíamos macro partidas de bingo, los sábados o domingo tarde nos poníamos a jugar y éramos a lo mejor, mis padres, María José y mi cuñado Luis, Gema, mis vecinos Manola, Pedro y su hija Erika, la familia de mi cuñado, sus padres y hermanos, algún vecino 119
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más, etc., y yo claro. Podíamos juntarnos trece o catorce tranquilamente y nos pegábamos lo mejor cuatro horas jugando, era muy divertido y, con suerte, te ganabas un dinerillo porque como he dicho antes, de mariconadas nada: el cartón a 25 pesetas.
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El chalet
En la playa 121
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CAPÍTULO IX Mis primeros trabajos
Llegó la hora de empezar a trabajar. Una vez acabada la FP y recién cumplidos los 16 años, ya estábamos con ganas de empezar y en eso que, sin tardar, nos salió el primer trabajo: en noviembre nos enteramos que una empresa derivada de Telefónica buscaba gente para repartir las guías telefónicas y allí que fuimos Chorro, Raúl y yo (los demás seguían estudiando), el día que nos dijeron. Quedamos los tres para ir a la calle León de Tarragona donde tenía el almacén la empresa Transportes Ugaldetxo del País Vasco, donde nos esperaban para firmar el contrato. Raúl, haciendo alarde de su fama, llegó tarde, es decir, solo estábamos Chorro y yo: él llegó después, justo para empezar a trabajar, con lo que el firmaría el contrato en otro momento. Llegamos con los nervios normales del primer trabajo de tu vida y ahí metí yo una cagada de la que estos cabrones todavía se están riendo y que cuentan cada vez que hay una oportunidad, ya sea en comidas, cenas o barbacoas. Resulta que el Sr. Tomás, jefe de la empresa, después de explicarnos en qué consistía el trabajo y las condiciones y tal, y habiéndolas aceptado nosotros, me pone el contrato 123
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delante y me dice “firma tres veces”, y, claro, yo le hice caso: firmé tres veces, pero una al lado de la otra, cuando resulta que era una en cada una de la tres copias que había… Para qué haría yo eso… No sé hasta cuando estuvieron riéndose. De hecho, al Sr. Tomás que era un hombre con un semblante serio de esos que te causa respeto solo por cómo te mira, en ese momento le salió una sonrisa de lado a lado, vamos, que no se pudo aguantar. Una vez pasada la anécdota y el ridículo por mi parte, nos explicaron detalladamente cómo íbamos a repartirnos y cual iba ser nuestro grupo de trabajo. Se trataba de repartir las Páginas Amarillas por toda la provincia de Tarragona; éramos tres o cuatro furgonetas y cada una hacia una zona. Por ejemplo, íbamos a Torreforta y te daban los boletines que tenías que repartir durante el día (unos papeles como si fuesen recibos más o menos, con la dirección y el teléfono de cada abonado), que tú ordenabas por calles, edificios y pisos y, entonces, si tenías que repartir 200 copias de Páginas Amarillas, te las dejaban en un bar, por ejemplo, o en un portal si no había bares, en la zona mas céntrica posible, en paquetes de 25 y tú ibas cogiendo según necesitabas. Lo que hacíamos era subir al piso más alto de un edificio e ibas bajando llamando puerta por puerta a cada uno de los abonados, les dabas la copia y les pedías la vieja. Se trataba de recuperar cuantas mas guías viejas mejor por aquello del reciclaje y porque también nos las pagaban, mucho menos pero también. Fue un trabajo que me gustó, y se ganaba bastante dinero. De hecho, ganaba casi el doble de lo que ganaría después, por ejemplo en Casbor, pero, claro, 124
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era un trabajo de un par de meses como mucho. De hecho, volvería a repetir hasta en cuatro ocasiones en los siguientes años. Al final, el Sr. Tomás, antes de venir, me llamaba para que reclutara yo a la gente y la verdad es que metí a varios. Con el tiempo, también llamábamos a gente para cargar los camiones de guías viejas que íbamos acumulando en el almacén día a día, y era un trabajillo de cuatro o cinco horas en sábado que estaba muy bien pagado como un sobresueldo para aquellos que trabajaban entre semana o un dinerillo para los que estudiaban. Después de este trabajo, el siguiente que me salió fue con el Oso en Salou, en una tienda de souvenirs que había en la esquina del paseo, justo delante de la fuente luminosa. Fue un trabajo asquerosillo para mí porque era estar ocho horas controlando que no robaran, ahí quieto, y claro con lo nervioso que soy yo, eso costaba, a parte de que el jefe era uno de esos típicos explotadores, que pagaban miserias por un montón de horas. Aquel trabajo no me gustaba nada, pero era guay porque era turno seguido y podíamos ir a la playa o donde quisieses, aunque a mí se me hacían eternas las horas. A Salou íbamos con la moto del Oso, con la FDS. Por cierto, que era un cabrón y un suicida porque por las noches veníamos por la carretera nacional y luego cruzábamos Bonavista. Para los que no la conocéis, Bonavista es cuadriculada, como el Eixample de Barcelona, por ejemplo, y las calles son una en tu sentido, otra dirección contraria y así. Pues este cabrón me decía al empezar el barrio, “cierra los ojos”, aceleraba y las cruzaba todas sin 125
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parar… Sí que eran la 1.00 o las 2.00 de la madrugada con muy poquito tráfico pero yo le decía “Oso, ¿y si sale un coche y no nos ve porque tiene preferencia, qué?” Y me decía: “Pues mala suerte”. Y seguía acelerando. No me lo podía creer, pero fue así tal y como lo cuento… Después me salió el trabajo del Camping Joan y dejé el trabajo de Salou para irme allí, un trabajo que me gustaba muchísimo más, pues sabía que ser camarero a mí me iba a encantar. Como ya he explicado en otro momento, al camping íbamos muchísimo. Cuando estábamos mis padres y yo solos entre semana, también bajábamos casi todos los días al mediodía: mi madre compraba en el súper y luego tomábamos un vermut. Mi padre siempre tomaba una clarita o dos de cerveza con gaseosa, y mi madre, horchata, por supuesto. Fue ahí cuando empezó la amistad con Ana y Salvador que en aquel entonces regentaban el bar del camping. Uno de esos días, hablando de todo un poco, salió el tema de que yo había dejado los estudios y de que había empezado a trabajar en Salou y que, aunque no me gustaba mucho el tipo de trabajo, al menos tenía y podía empezar a ganar dinero y fue cuando, sin pensarlo un momento, Salvador me dijo que porqué no iba a trabajar con ellos, que les encantaría que lo hiciese, y yo, sin ni si quiera saber las condiciones, les dije que sí al momento. Primero porque era un trabajo que me llamaba la atención (todos sabéis que siempre me ha gustado estar detrás de una barra); segundo, porque Ana y Salva eran y son majísimas personas; y tercero porque estaba a lado de mi segunda 126
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casa y podía ir andando, ya que está a unos 400 metros del chalet de mis padres. Vamos, que todo era perfecto. Lo único malo es que, por primera vez, iba a pasar un verano sin ver casi a mis amigos, a no ser que vinieran a verme como así hicieron cuando pudieron, pero al decidir trabajar ya sabíamos que podía pasar eso. Por el contrario, sabía que cuando cobrase el primer mes iba a poder cumplir el sueño de comprarme mi primera moto. Empecé a trabajar a finales de junio del 87 y aquello fue como me esperaba: me encantó. Empezaba por la mañana sobre las 9.00 y estaba hasta las 16.30 o 17.00 según la faena; luego me iba a descansar y volvía sobre las 19.00/19.30h y ya, hasta el cierre, que era sobre las 1.30 o 2.00 h aproximadamente, según les daba al grupo que llamábamos los porretas, (porque los extranjeros se acuestan pronto). Había días que no venían o venían un ratito y ese día cerrábamos a la 1.00, pero había días que se quedaban ahí en la esquina de la terraza y se llegaban a juntar 20/25 tíos a cerveza o cubata por persona y cada media horita… Imagina el dinero que se dejaban ahí, con lo cual, claro, nosotros allí aguantando lo que hiciera falta: eran una mina de oro para nosotros. Y digo nosotros porque para mí aquel bar era como si fuese mío, de hecho así me lo hacían sentir Ana y Salva. Al principio cada vez que bebía algo, una coca cola o un cacaolat o lo que fuese, se lo decía a Salva y se enfadaba y me decía que no le dijese lo que tomaba que eso era mi casa, que si no se enfadaba todavía más. Y así lo hice, y por eso, gestionaba el bar como si fuese mi propio negocio. La verdad que eran muchas horas y a un ritmo de trabajo infernal 127
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porque al ser un camping lleno de guiris, ¿qué pasaba?, pues que a las 12.00 empezaban a venir a comer los franceses e ingleses; a las 16.00, los últimos españoles de la playa, también a comer, con lo cual acababan a las 17.30. A las 19.00 empezaban las cenas: volvían ya a cenar los franceses e ingleses, y a las 23.00, los últimos españoles, con lo cual, estabas todo el día prácticamente sirviendo mesas. Y era una terraza grande en la que cabían unas 14 o 15 mesas (se llenaba casi siempre), más el comedor de dentro que también entraba gente cuando estaba la terraza llena, y estábamos solo Salva y yo para todo: terraza y barra. En cocina estaba Ana con una ayudante (al año siguiente, esa ayudante fue mi hermana Gema). Se organizaban verbenas y era una locura porque venía gente de todos lados: tanta, que la familia de Ana (sus padres, un hermano y dos hermanas) venían a echarnos una mano porque no dábamos abasto. Esos días sí que eran una locura. ¡Yo no sé la de sangrías, cervezas de litro y cubatas que podíamos vender en una noche! La verdad es que eran fiestas geniales. Personalmente conocí a muchísima gente porque al ser el único camarero a parte del jefe, prácticamente atendía yo a toda la gente joven y la verdad que me hice amigo de varios grupos. Había días que incluso me ponían en compromiso porque, por ejemplo, estaban los Porretas que siempre me decían “Carlitros, venga va, que te esperamos y te vienes a tomar algo por ahí”, pero a lo mejor por la tarde había venido un grupo de franceses y me habían invitado a una fiesta en la playa, o venía gente de la urbanización a decirme que iban al Cataluña (un disco–pub que había allí, en 128
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la misma en la urbanización). Vamos, que siempre tenía varias opciones para cuando cerrara, pero, claro, te sabía mal decirles a los otros que no podía y fui compaginándolo como pude. Fue la época que más sueño he pasado en mi vida porque plegaba sobre la 1.30, me iba a la playa a una fiesta con hoguera y demás, y me daban las 4.00 en un momento, sin darte cuenta, cuando yo me levantaba a las 8.30/9.00. Y dormir un día 4 o 5 horas no pasa nada, pero eso, día tras día como hacía yo… A lo mejor un día me levantaba tan cansado que me decía “esta noche me vengo a dormir sí o sí, no puedo más”, pero por la noche, de eso, ya no te acuerdas y, entre las ganas que te entran porque te encuentras bien y la insistencia de los grupitos de gente, pues acababa saliendo siempre. Claro, los grupos de extranjeros cambiaban de 15 en 15 días, con lo cual siempre había o una fiesta de bienvenida porque muchos de ellos ya se conocían de veranear ahí cada año, o una fiesta de despedida porque ya se iban. Ni que decir tiene que alguna vez llegue bastante tocado a casa, y algunas incluso no llegué. Fueron contadas pero siempre me acordaré de un grupo de cuatro chavales franceses majísimos, que vinieron a decirme que se iban al día siguiente y que me esperaban para que me fuese con ellos: estuvieron desde las 22.00 en el camping hasta que plegué; nos fuimos al Cataluña Nit, el disco pub que os he dicho antes, (por cierto, mi primo Javi era el que pinchaba), y estuvimos ahí bebiendo hasta el cierre. Después nos fuimos a la playa, con bebida. Ellos bebían Pastis y yo me llevé una botella de pacharán Zoco: durante la noche me la bebí enterita prácticamente 129
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y pillé un ciego de esos espectaculares. Como no podía llegar a casa, ¿qué hice? pues buscar solución: en el bar del camping, en la terraza (que se quedaba toda abierta solo se cerraba lo que es la barra de bar), había una mesa de pingpong de esas de cemento que son fijas y allí que me tumbe después de vomitar todo hasta que a las 8.00 de la mañana aproximadamente, que era cuando se levantaba Salva, me vio allí durmiendo y me despertó, entre el dolor de cabeza, el cuerpo hecho polvo de dormir en una plancha de cemento y tal, estaba que no podía moverme, y Salva me mandó a casa a que durmiese un rato. Aprendí porque eso ya no lo volví a repetir, el resto de las salidas serían suaves, bueno, que al menos podía llegar a casa, jajaja. En ese tiempo, tuve una amiga francesa que llevaba varios años en el camping con la que nos hicimos inseparables, muy amigos. Se pasaba horas en el bar hablando conmigo. Se llamaba Silvinoue y era muy simpática. Después de los dos años de trabajar en el camping, aún la seguí viendo algún verano más, y después, estuvimos unos años escribiéndonos cartas (era de Bayonne, Francia). Ella era la encargada de presentarme a todos los franceses que iban llegando y de ahí que hiciese amistad con ellos. Siempre digo que, como venía de estudiar francés cinco años entre el cole y FP, lo tenía reciente y, además, no se me daba mal, pues, entre eso y el salir casi todas las noches con grupos de franceses, llegó un momento, sobre todo, el segundo verano, que llegué a hablar francés muy, muy bien. De hecho, ellos hablaban conmigo en francés porque yo se lo 130
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pedía y llegué a entenderme sin ningún problema. Creo que aprendí más en esos 4 o 5 meses de verano que en los 5 años de colegio. En esos veranos estuve tonteando con varias chicas como es normal, es lo que tiene ser camarero en verano, pero un poco más serio estuve con una chica alemana de Frankfurt el primer año, y con una chica de Terrassa el segundo, Gema, que incluso continuamos un tiempo después. Llegué a ir a verla a Terrassa, pero éramos unos críos aún y eso no podía funcionar, así que, por muchas cartas de amor que nos escribíamos entonces, lo dejamos correr… En cambio, con la chica que todo el mundo se pensaba que tenía algo y que, además, todos me animaban para que así fuese porque vuelvo a decir que era un encanto, era Silvi, la francesa, tanto mis padres como sus abuelos que eran con quien ella veraneaba, lo estaban deseando. En cambio, yo creo que hubiésemos roto esa amistad tan bonita que teníamos de haberlo hecho. También tuve varios grupos de españoles con los que me juntaba e hicimos buena amistad, como para seguir carteándonos después. Recuerdo a dos chicas de Donosti, algo mayores que yo, que les gustaba mucho el rock, y compartimos cintas. Me grabaron una con Leize, Eskorbuto y varios grupos del norte que no había oído nunca, una caña de cinta, la guardé muchos años. También, recuerdo un grupo de Pamplona, tres hermanos (dos chicas y un chico) y otra chica amiga de ellos. Con ellos también com131
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partimos muchas horas: cuando plegaba me invitaban a ir a sus tiendas, a estar allí con ellos y escuchar música. Una de las chicas, cada día que bajaba a desayunar lo primero que me decía era que por favor le pusiera Still loving you de Scorpions: por supuesto que le dije que para mí era la mejor canción que se ha hecho nunca y que ya no hacía falta ni que me la pidiese, que se la ponía yo directamente… También estaba Nacho, de Barberà del Vallés, que tenía una Honda NSR 74cc y que también nos hicimos muy amiguetes, continuando la relación hasta un tiempo después. Estuve en su casa en Barberà alguna vez y salimos por allí: muy majos tanto él como su hermana y sus padres, una gente muy educada y cariñosa. No puedo dejarme a Olga. Éramos muy amigos. Nos conocíamos desde muy críos: ella era la hija de los que llevaban el supermercado y estaba de cajera, con lo cual cuando yo empecé a trabajar en el bar éramos casi compañeros de trabajo. El súper estaba tocando el bar, pared con pared, entonces cuando estaba algún momento tranquilo sobre todo a primera hora de la mañana, pasaba a verla o cuando estaba tranquila ella, pues pasaba a verme. Sus padres eran amigos de mis padres porque llevaban también años con el súper, hasta que unos años después lo dejaron para montar el Restaurante Cataluña y el disco-pub Cataluña Nit del que os he hablado antes, que estaban en la urbanización de al lado, una calle detrás del camping. 132
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Y muchos amiguetes más de los cuales ya no me acuerdo ni de los nombres porque cada semana conocía a 5 o 6 y hacíamos hogueras en la playa cada día con un grupo diferente, etc., y vamos que es imposible acordarme de todos, en cambio a mi me conocían todos, porque claro era el camarero. También era el que les guardaba el tabaco a muchos, porque empezaban a fumar a escondidas y para no llevarlo a sus tiendas o bungalows, lo que hacían era comprar el tabaco por la tarde y al acabar noche me lo daban a mi para que se lo guardara en el bar, eso lo hacían varios. Algunos también me daban botellas que compraban para el botellón de por la noche, y bueno, pues yo les hacia ese favor, la verdad que me sentía muy querido porque cuando salía por las noches e íbamos al Cataluña o al Camping L’Ardiaca si había verbena o donde fuese, todo el mundo que me veía me quería invitar y yo tenía que decirles que no a casi todos porque es que si no hubiese llegado borracho todos los días, y se enfadaban hasta que se lo hacía entender. Eran muy generosos todos conmigo, aunque yo también les trataba muy bien en el bar. Suerte la mía también porque, a parte de tener un buen sueldo, Salva me dijo que las propinas eran para mí solo y cuando me las dio el primer mes, no me lo creía: había casi medio sueldo en propinas, una pasada. En aquellos tiempos la gente era super generosa. Los había que imagino que no sabían que las propinas eran para mí, y por si acaso, a lo mejor tenía la bandeja llena y les estaba sirviendo y me metían billetes en el bolsillo de 100, de 500 y hasta de 1000 pts.
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Muchas tardes lo que hacíamos también hartos de playa, era ir a la piscina, bueno a colarnos claro. Unas veces subíamos a la del Motel La Dorada de la carretera y otra veces íbamos a El Dorado, bueno casi siempre ahí porque la piscina era espectacular. Alguna vez también fuimos a Cambrils a dar una vuelta lo que pasa que yo tenía poco tiempo de descanso y era muy justo, pero también íbamos. Yo desayunaba, comía y cenaba en el bar, y famosa se hizo la anécdota de que durante los 70 días aproximadamente que trabajaba, o bien para comer o bien para cenar, comía pollo a l’ast todos los días. Es una comida que me encanta y para mí no era un problema, al revés era un placer. Salva cada día me repetía lo mismo, que me hacía lo que quisiese, que había mil cosas en la cocina, que si quería algo que no hubiese me lo compraba pero yo le decía que disfrutaba comiendo el pollo, y que no me cansaba, así que pasé todos los días de verano comiendo pollo a l’ast. No se lo podían creer; me decían que lo aborrecería, pero no lo aborrecí ni el primer ni el segundo año, y de hecho, hoy en día me sigue encantando. Y llegó el final del verano, cosa que estaba deseando, no por dejar de trabajar sino porque con el dinero ganado iba a comprar mi moto. Estuve buscando anuncios, en principio, para comprar una 49cc, cuando de repente vi uno de la que iba a ser mi moto: un chaval de Tarragona anunciaba una Montesa Enduro 74cc por 50.000 pesetas. Pensé en el tema del carnet y tal, pero al final me dije voy a verla, a ver qué tal y decido. Pero cuando fui a la playa de La 134
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Rabassada y me la enseñó, me la dejó probar y encima me dijo que estaba pasada a 125 cc, buff, ni carnet ni nada, me daba igual. Me la quedé sin dudar. Era una pasada. Sabía que iba a disfrutar la hostia con ese pedazo moto, como así fue, y esa fue la compra de mi primera moto. También hice otra compra aprovechando que tenía dinero y que era un regalo de precio, mi primer coche. Resulta que mi hermana Gema tenía una amiga, Meri, de hecho conocíamos a toda la familia porque eran del Centro Aragonés de Tarragona igual que mis padres y mi hermana. Meri tenía un Seat 600 y como ella era muy pijita, vestía muy bien de marca y tal y le gustaba mucho el muñeco Snoopy, le puso al coche como cuatro o cinco adhesivos del perrito y no pequeños, repartidos por el coche y uno gigante con una margarita en la mano en el capó, de 40 cm al menos. Se cambiaba el coche y no sabía qué hacer con el 600 y le dije que me lo vendiese. Pensé que si no era muy caro me lo quedaba y por suerte me dijo si era para mí me lo daba por 10.000 pesetas, así que le dije que me lo quedaba en ese mismo momento. Y así lo hice: me lo quedé y lo dejé detrás de mi casa aparcado, pero claro en cuanto se dio cuenta la guardia urbana que no se movía, me pusieron el adhesivo avisando de que o lo quitaba de ahí o lo catalogaban de abandono y se lo llevaban al depósito. ¿Qué hice? Cogimos el coche y lo llevamos a Monzón y lo dejé aparcado en la estación de tren porque allí no pasaba nada y allí se quedó hasta que cumplí los 18 años.
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Por ese entonces empezamos todos a tener motos. La verdad es que la época de las motos fue muy guay: esa independencia que teníamos para ir a los sitios sin esperar el autobús molaba mucho. El Oso ya se había comprado antes una Derbi FDS 49cc roja y negra nueva, chulísima; a Raúl le regalaron una Mobilette 49cc naranja antigua; Chorro se compró una Puch Condor 49cc amarilla; Edu, una Yamaha TDT 80cc negra, y yo me compre la Montesa Enduro H6 74cc, pasada a 125cc amarilla, una bestia. Como veis teníamos menos motos que gente éramos pero ese no fue problema: aparte de ir dos en la moto, si hacia falta hacíamos dos viajes para ir a los sitios y como es normal también tenemos varias anécdotas con las motos. A Edu le pasaba como a mí que no tenía el carnet y el lo que hacía era taparse entero cuando la sacaba. Iba con una chaqueta y casco negro a juego con la moto y creo recordar que con la pantalla negra también. Era imposible reconocerle. Parecía el halcón callejero. Mi moto hacía ruido como la madre que la parió. Llevaba un escape artesanal casero y cada mes tenía que abrirlo y volverlo a llenar de fibra de vidrio porque la quemaba y cada vez hacía más ruido. El motor tenía una compresión que, si dándole a la palanca para arrancarla, se te escapaba como me pasó a mi varias veces, te daba una hostia en la pierna, que veías las estrellas de la fuerza con que retornaba. Era una moto alta como todas las Montesas Enduro y yo era un mierdecilla como ya sabéis (era el más bajito de 136
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todos entonces), pues no se me veía encima de la moto. Hubo gente que me decía que veían pasar una moto que te cagas, con un ruido de la hostia y con un punto verde encima que casi no se veía, pues ese era yo5, jajaja. Me lo dijeron más de una vez. Lo cierto es que me venía grande pero yo disfrutaba como un camello encima de aquella moto. Eso sí, cada mes me tenía que comprar zapatillas y pantalones vaqueros nuevos porque la cabrona perdía aceite por el motor y te ponías perdido. La llevé a Mecamoto en Tarragona para cambiar retenes pero ni aun así: había piezas desgastadas y ni con retenes nuevos dejaba de escupir aceite, pero bueno no era problema para mí. Esa moto la tuve en Cambrils en verano mientras trabajaba en el camping por segundo año y los medios días, en el tiempo de descanso, en vez de ir a tumbarme que era lo suyo ya que trabajaba como 14h, lo que hacía era irme por la rieras de Montbrió, Montroig y Cambrils a practicar Enduro, es decir a comer polvo y llevarme pedradas haciendo el loco, pero en ese momento era más feliz que nadie. Mi moto y yo derrapando por los caminos de tierra era lo más. Luego yo creo que por muchas duchas que me diera creo que el olor a gasolina y aceite lo llevaba incorporado permanentemente. Por supuesto, esa moto la llevaba sin carnet porque si te lo sacabas tenías que sacarte la teórica de coche y con el examen de moto solo te daban para llevar hasta 74cc; al cumplir 18 años volvías a hacer el mismo examen con la Yo iba a trabajar con ella a Casbor (después Schlecker) con el mono verde tipo mecánico de la empresa.
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Vespa y entonces te daban para llevar todas las motos. Yo, igual que mucha gente, estaba en contra de hacer dos veces el mismo examen solo por el tema de la edad, con lo que decidí esperarme y llevar la moto sin carnet dos años. Tuve mucha suerte porque solo me pararon una vez que yo recuerde: fue en la puerta del Gralle un día que me disponía a coger la autovía para bajar a Tarragona. Me pidieron los papeles y se los di junto a la licencia de ciclomotor; seguro no porque no tenía ya que no me lo hacían sin tener carnet y sorprendentemente no me dijeron nada de que esa moto no era un ciclomotor, ni me nombraron lo del seguro, ni del ruido escandaloso que metía; me dijeron podía seguir, arranqué la moto y me fui. Acabado el verano, una de las veces que nos íbamos a pasar el fin de semana en el chalet de mis padres con amigos, hubo un fin de semana que se vino Juanito para que me acompañase y poder traer la moto a La Granja y dejarla allí. Salimos de Cambrils por la costa, tranquilamente, y pasamos Vilafortuny, Salou, y, en la plaza de Europa, en el semáforo para girar a la derecha y coger ya la autovía a Tarragona, nos paramos porque estaba rojo, justo delante de un bar que hoy en día aún existe. Allí había unos guiris allí bebiendo y tal en la terraza, y no sé por qué estaba yo despistado mirándoles, y en eso que se puso el semáforo verde. Juanito que me avisó, me giré y, al estar despistado, se me escapó el embrague. Como esa moto tenía unos cojones que no veas, hizo un caballito y nos tiró al suelo. Pues los putos guiris, en lugar de venir a ver si nos había138
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mos hecho daño o qué, se pusieron a reír, así que con toda la rabia cogimos la moto, la levantamos y nos cagamos en la madre que los parió a todos y arranqué a saco, y ya, como me puse de los nervios, la puse a fondo, cosa que no podía hacer ya que al estar pasada a 125cc no se podía llevar a tope de vueltas. Pero en ese momento me daba igual, yo a fondo 120-130 km/h. Claro, cuando acabamos de pasar el cruce de la Pineda, paaaaam, clavada de motor y clavada de la rueda trasera: empezó a dar bandazos de un lado a otro hasta que se paró. Menos mal que la pude controlar y no nos caímos. Total, motor roto, y como no tenía seguro para llamar a la grúa, pues nada, ya nos ves a los dos desde la locomotora del cruce de La Pineda hasta Tarragona y con el calor que hacía (aún era septiembre creo, de hecho íbamos en manga corta y pantalón corto). Para no olvidarlo tampoco. Una vez arreglada la moto, la misma semana me jodieron bien porque, como siempre, los amigos me la pedían. Amigos que no eran de nuestro grupo me refiero, amiguetes del barrio6, y yo se la dejaba. Me acuerdo que llegué esa semana con la moto recién reparada y habiendo pagado una pasta, al bar del Arsenio donde quedábamos muchas veces para jugar al futbolín y allí había tres o cuatro y les dejé una vueltecilla a cada uno por el barrio. Entre ellos, Curro me dijo que le tenía que hacer un favor, que le deAmigos que no eran de nuestro grupo me refiero, amiguetes del barrio.
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jase la moto para ir un momento a Tarragona, (para los que leéis el libro y no lo sabéis, desde el barrio a Tarragona hay unos 4-5 km) y como yo no sabía decir que no, le dije que vale, que se la dejaba pero que, por favor, no le diese caña porque estaba en rodaje ya que la acababa de sacar del taller. Le insistí tantas veces que ya le sentaba hasta mal y le avisé de que no se lo decía más porque creí que lo había entendido y que me haría caso y ahí que se fue. Al cabo de una hora, al ver que no venía empecé a preocuparme y a pensar mal, es decir, empecé a a pensar en si se había podido caer o algo, y esperando, porque acordaos que no habían teléfonos móviles, al cabo de un buen rato llegó al bar andando y venía del autobús… Me dijo que la moto se había parado y no arrancaba, bufff, me temí lo peor. Le pregunté si le había dado caña a la moto, que se lo había repetido varias veces y que le había pedido por favor que no lo hiciera. Me contestó: “que no, que no ¡joder!, que he ido tranquilo, hombre, ¡cómo le voy a dar caña! Así que nos fuimos a Tarragona a por la moto, la llevé al taller, y lo que me temía, se había vuelto a clavar el motor, buf, no me lo podía creer, con el dinero que me había gastado. En ese momento no tenía dinero para volver a arreglarla. Me llevé un disgusto de los buenos. Entonces, cuando lo conté en casa, mi cuñado Luis me dijo que no me preocupara, que se la íbamos a llevar a unos chavales de Bonavista para que la arreglaran, que eran unas máquinas con las motos y lo hacían en su casa, y que nos saldría mucho más barato. Además que la arreglarían bien de todo, es decir, arreglar lo de la pérdida de aceite y el grifo del depósito de gasolina 140
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que también perdía y que, de paso, la pintaran para que quedara nueva. Resulta que esos chavales eran el Huevo y el Carlitos, dos hermanos de Bonavista que conocíamos porque uno de ellos trabajaba con el Oso. Al cabo de unas tres semanas, llamaron a mi cuñado para decir que ya estaba y cuando fuimos a buscarla “flipé”: había quedado preciosa, pintada de blanco, el motor sonaba mucho mejor porque anteriormente cuando acelerabas vibraba todo, el cambio iba mejor, en fin, parecía una moto nueva, y bueno a partir de ahí ya no tuve más averías importantes… Disfrutábamos mucho con las motos dando vueltas por ahí hasta que nos llegó el primer disgusto. Un viernes por la tarde, como todos los viernes, fuimos a la discoteca Track7 de Tarragona, en la avenida Andorra y ese día aparcamos las motos en la misma puerta de la discoteca, nada, a 5 metros de los de seguridad de la puerta. Una de las veces que salimos fuera, sorpresa, la moto del Oso no estaba. Menudo disgusto. No nos lo podíamos creer, sobre todo porque estaban al lado de los de la puerta. Les preguntamos y no sabían nada de nada. Nos la habían robado. También lo intentaron con la mía, pero menos mal que la mía tenía truco para arrancarla y si no lo sabías, no había cojones: por eso no pudieron llevársela. Nos fuimos a buscarla por Era una discoteca de pijos, pero que también íbamos nosotros. Para entrar teníamos que escondernos el pelo porque si no nos dejaban… Raúl, Juanito, Oso y Edu que eran de los que lo tenían más largo se hacían coleta y se levantaban el cuello de la chaqueta para taparlo, porque con pelo largo no nos dejaban entrar.
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todos lados: las 500 viviendas de Constantí, Campo Claro, Bonavista, la zona de la catedral de Tarragona y nada, no la volvimos a ver jamás. Siempre pensamos que la desmontarían para piezas. Lo único que volvimos a ver fue el escape artesanal que el padre del Oso le había hecho en la fábrica: lo vimos en una moto mucho tiempo después, con lo que dedujimos que esa moto la habrían vendido a piezas. También tuvimos alguna caída como es normal. Montamos una fiesta un fin de semana, creo que para la Castañada, en el chalet de mis padres y como no teníamos suficientes motos para ir todos de un viaje, pues había que hacer dos. Ya habíamos hecho el primero, yo me quedé organizando un poco el tema de la casa y Raúl y alguno más volvieron a hacer el segundo. Entre la urbanización y Cambrils, en un tramo de arcén que la verdad se estrecha bastante, Raúl se cayó con la moto y se abrió la barbilla, y claro, dieron media vuelta y volvieron al chalet, que estaba solo a 1.5 km. Cuando le vimos con la mano en la barbilla y todo lleno de sangre, nos asustamos mucho, pero una vez que vimos que no era nada grave aunque no podía casi hablar, que hablaba pero que no se le entendía, nos empezamos a reír, que no podíamos parar, y él, claro, se mosqueó y aun hablaba más, y más nos hacía reír. Fue le anécdota del fin de semana, suerte que no fue nada, pero la verdad podía haber sido peor. Un tiempo después a Raúl le dio porque quería comprarse una Vespa que vendía precisamente un vecino mío, 142
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Mario Clavera, compañero de mi padre en Aiscondel y también de Monzón. Fue a hablar con él y la compró. Resulta que no era una Vespa, sino una Lambretta de aquellas con el culo grande y alargado, no sé si de 125cc o más grande. El caso es que la compró, era la primera que teníamos y nos hacía gracia lo del cambio de marchas en la mano. Estuvimos unos días con ella con mucho cuidado porque tampoco teníamos el carnet para conducirla. Recuerdo que se rompió el cable del acelerador y, qué coño, en vez de arreglarla, la cogíamos igual: nos liábamos el cable en la muñeca derecha y a estirar para acelerar, ¡jajaja! Era para vernos con el acelerador enrollado en el brazo… Pero así nos dimos unas cuantas vueltas. Para nosotros no era un problema eso. Un día tuvimos, bueno, el Oso mejor dicho, tuvo una predicción que por desgracia se hizo realidad. Estábamos sentados con las motos a lado de La Salle y en eso que vemos a Filo8 pasar con una Yamaha FZR 600, su primera moto (creo que era de familia de dinero y no tuvo problemas en tener esa moto que entonces valía un dinero pues era una moto cara). Era la primera revolución importante en las motos y como sabíamos que era un chaval un poco alocado y tal, el Oso, al verlo pasar comentó que “el Filo Un conocido por todos por el colegio y creo que también del Pilar, el barrio de Raúl. También lo conocíamos porque con Manu de la Floresta y Juanjo de la IQA, eran un trío que con las bicis, las famosas California, eran unos máquinas, de esos que hacían todo tipo de piruetas y tal.
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en tres días se mata con esa moto”. Pues dicho y hecho. No sé si tardó una semana: bajando de Bonavista, se comió la única curva que había, de lo rápido que iba y allí se quedó en el acto. Eso nos hizo, al menos durante algún tiempo, ir un poco más tranquilos. Fue una pena, pero fue el típico caso de coger una moto de gran cilindrada sin ninguna experiencia. Y bueno, cambiando de tema, una vez acabado el primer verano me fui otra vez al barrio y cuando me disponía a buscar trabajo, me llamó el Sr Tomás de la empresa Ugaldetxo para decirme que ese invierno tenían previsto repartir tanto las Páginas Amarillas como las guías telefónicas, que si estaba dispuesto a trabajar otra vez con ellos y como no tenía otra cosa todavía por supuesto que le dije que sí. Y allí que volvimos. Estuvimos haciendo bastante provincia de Tarragona, llegando hasta Torredembarra y Reus. Entonces ya vino algún amigo más con nosotros y también cogieron a la primera chica pues hasta ese momento todo éramos chicos: esa chica era Raquel, la que años más tarde fue mi mujer. Ahí fue donde curiosamente la conocí, repartiendo guías de teléfono. Al jefe no le gustaba tener chicas porque la verdad era un trabajo durillo, al menos a la hora de cargar y moverte con los paquetes, pero como el jefe junto con el equipo que venían de San Sebastián, comían y cenaban en el Transit (el restaurante de la madre de Raquel), ésta les pidió si le podían dar trabajo a su hija, y entonces la cogieron. Estuve unos cinco meses trabajando con algún mes en medio entre Páginas Amarillas y guías 144
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telefónicas, pero vamos que cuando acabamos ya faltaba poco para verano y como quería volver a trabajar en el camping pues ya no busqué nada esos meses. Lo cierto es que entre las guías y el camping, en esos seis meses ganaba más que en cualquier otro trabajo todo el año, y así lo hice. El segundo verano fue más o menos como el primero: mucho trabajo, mucha fiesta, mucho sueño, etc. En este segundo año fue cuando, todos los días, en los descansos de por la tarde, en lugar de piscina y de playa, me iba con la moto por las rieras como os he contado antes, a llenarme de polvo y aceite, pero a descargar muchísima adrenalina. También había tardes que como todos me pedían montarse conmigo, me dedicaba a darle vueltas a la gente que les encantaba, españoles y españolas, extranjeros y extranjeras, etc., porque todo el mundo iba con motos 49cc y con ésta, solo con el ruido, ya alucinaban. La verdad es que era un ruido de esos molestos de cojones; la gente me controlaba a un km de distancia, lo reconocían de lejos: decían “Carlos ha bajado a la playa” o “subía para la carretera hace cinco minutos”… ¡Vaya tela! Por lo demás, todo igual: disfrutando las noches, trabajando de día. Fue aun más bonito ese segundo año porque la gente ya me conocía: lo primero que hacían muchos después de montar las tiendas o dejar las cosas en el bungalow, era venir a saludarnos a mis jefes y a mí. Me encantaba. También luego yo lo pasaba muy mal cuando se iban, me daba mucha pena, sobre todos aquellos que te decían que no sabían si iban a volver a venir, porque muchos eran fijos pero otros eran de esos que van conociendo países y te decían que difícilmente nos 145
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veríamos al año siguiente. Era muy triste pero, bueno, te quedabas con el haberlos conocido. Hubo un grupo del que no os he hablado, que vino el primer año, y con el que yo alucinaba. Era un grupo de italianos (unos cuatro el primer año y seis o siete, el segundo), que venían en moto: tres con Yamaha Tenere 600cc, con las matriculas seguidas, y uno, con una Yamaha FZ 750cc. Éste último era policía. Yo, claro, estaba loco con ellos. A parte de porque flipaba con las motos, porque eran super simpáticos y nos llevábamos super bien. Bueno, yo era un crío para ellos, claro. Venían al bar y me contaban historias y nos reíamos muchísimo. Eran los típicos italianos ligones que venían a destrozar Salou ¡jajaja!: se levantaban tarde, comían y se bajaban a la playa, luego venían bien vestiditos, cenaban y se iban para Salou. La vuelta la iban haciendo a diferentes horas, según de dónde venía cada uno porque los tíos ligaban todos los días prácticamente: eran los típicos guaperas, estaban fuertes, eran jóvenes, y con el pedazo de motos que llevaban iban llamando la atención, además de ese hablar italiano que tanto gusta a las chicas. Vamos, que los tíos triunfaban de la hostia. Había clientes que se hacían famosos para nosotros: sabíamos qué servirles de beber nada más verles, qué comían, etc. Había un alemán al que un día serví ¡siete! jarras de medio litro (ese día estaba alguno de mis amigos allí). Después de meterse 3.5 litros de cerveza se levantaba como 146
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si nada y me decía ¡adiós Carlos! con ese acento alemán… y se iba tan tranquilo. Yo alucinaba. También teníamos una clienta alemana, fija de cada año en el camping, que era alcohólica y el marido nos pedía que no le sirviésemos; entonces lo que hacía era ir al supermercado, comprar coca cola y alcohol 96 grados y fabricarse los cubatas así. Una pena, la pobre, porque la verdad es que era muy educada y muy simpática, y nos sabía mal decirle que no podíamos servirle, pero ella lo entendía porque sabía de su problema. También tenía unos clientes que desayunaban una jarra de 500cc de las de cerveza, llena de leche con grosella. Me lo hicieron probar y la verdad es que sabe a batido de fresa. También había clientes que me hacían meterle dentro de la jarra de cerveza un chupito con lima y una chica inglesa, guapísima, que igual que yo comía siempre pollo a l’ast, ella comía todos los días calamares a la romana, siempre. Y bueno, cosas así, las que quisieras y más... Y lo que no me acuerdo, pero estando detrás de una barra te das cuenta de que hay gente para todo... Ese año Ana, mi jefa, estaba embarazada y era muy bueno porque como la barra era muy estrecha cada vez que tenía que entrar nos teníamos que salir para que entrase ella. Estuvimos todo el verano metiéndonos con ella Salva y yo. Como os he dicho antes, ese año necesitaba más ayuda y le dijeron a mi hermana Gema si quería trabajar, aceptó y también estuvo muy a gusto. Por cierto, la cría que llevaba dentro Ana, hoy en día tiene 27 años y es tan maja como 147
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sus padres. Una última anécdota mala fue que Chorro vino un día a verme, un martes concretamente9, vino con la moto, su Puch Condor amarilla, y a la hora de mi descanso decidimos ir a Cambrils a dar una vuelta con las motos. Pues yendo hacia allí por el camino de la playa, tuvo un pequeño incidente: se despistó y se pegó con la mano en una valla que había, y bueno, como fue un golpe fuerte decidimos darnos media vuelta y volver a mi casa. De momento, en caliente, pudo conducir pero ya en casa una vez que se le enfrió, no podía ni apretar el embrague. Como yo tenía que trabajar decidió irse como pudiese, y ¿qué hicimos?: como no podía apretar el embrague para meter primera, me subí detrás de el, le metí la marcha y salimos, y antes de que cogiese velocidad la moto, yo salté y así el ya podía seguir cambiando las marchas sin embrague… Era un riesgo por el tema semáforos y porque había 18 km, que no son pocos para ir así, pero bueno por lo visto consiguió llegar al barrio…
Él estaba trabajando en los Autocares Planas y libraba todos los martes.
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CAPÍTULO X El grupo de amigos
Las vacaciones de Semana Santa, verano y Navidad las pasábamos en el barrio, principalmente sentados en el puente o, si éramos pocos, en el banco de delante del portal de mi casa, al lado de la caseta de la ONCE. En el puente, cuando estábamos con la gente del barrio, había veces que podíamos llegar a juntarnos sentados quince tíos tranquilamente. O varios sentados y cuatro o cinco de pie para poder estar hablando todos juntos. Nos pasaban las horas como si nada, no te dabas cuenta. Han sido años haciendo lo mismo, pero si volviese a nacer me gustaría repetirlo exactamente igual, ya que para mi fue una infancia increíble. También nos dábamos nuestros paseos… Íbamos hasta al Carrefour (luego Pryca, y ahora, otra vez Carrefour) a dar vueltas; íbamos a la panadería Prieto a comprar flashes y polos; íbamos a la panadería Nuri, en mi calle, a comprar la pasta para desayunar (coca de azúcar, chucho de crema, etc.); íbamos a La Salle a jugar partidos de futbito o de mini básquet: eran una pasada. En La Salle o en Los Ángeles, hacíamos partidos de futbito contra otros barrios; 151
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también en el campo de La Granja que tenía una pista de futbito o en el campo del Torreforta que había otra. Muchas tardes y noches, nos daba por jugar a las cartas y nos daba la una la mañana jugando hasta que alguna madre nos bajaba a buscar a alguno y ya nos íbamos todos. Era una pasada cómo vivíamos sin móviles, todo con gritos desde el balcón. A la hora del bocadillo escuchaba “Carloooooos”, rollo los Morancos llamando al Yosua, pero no era mi madre sola… Eso lo hacían todas las madres. Cuando la oía, iba detrás del bloque y, desde el balcón del quinto piso, me tiraba el bocadillo de Nocilla. Digo de Nocilla porque yo no comía otra cosa que no fuese eso: todos los días de la semana, todos los días del mes y todos los días del año. Un vaso de Nocilla de los de entonces me podía durar cinco bocadillos porque, como me decía siempre Juanjo, en mi casa parecíamos albañiles preparando el bocadillo de Nocilla: cogíamos el cuchillo, rebañábamos bien como cuando un paleta coge cemento y ¡zas! lo echábamos a un lado y a otro del bocata, que más bien parecía Nocilla con un poco de pan. Igual que me llamaba por el balcón para el bocadillo de la merienda, mi madre también me llamaba a la hora de comer y a la hora de cenar. En vacaciones, nuestro lo normal era estar en la calle de 9.00 de la mañana a 1.00 de la madrugada: subías a casa a comer 30 minutos y a cenar, 30 minutos y, si acaso, a cambiarme de ropa un par de veces al día, al menos la camiseta, porque nos poníamos perdidos de manchas o de sudor si hacíamos partidillos. 152
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Hubo un tiempo, como pasa siempre, que nos dio por hacer gamberradas estúpidas. Una de ellas (que yo repetí a menudo) era, en el puente, esperar a que se acercase un coche y, cuando estaba muy cerca, pasar corriendo delante de él para que pegase un frenazo (en alguna ocasión llego a tocarnos…), se parase y bajase el conductor y ver que todos nos reíamos y, entonces, salir corriendo ya que se veía que lo habíamos hecho a propósito. Decidme vosotros si no es de gilipollas hacer eso, pero bueno como lo hacíamos, lo tengo que contar. Hay que tener en cuenta que al no tener, móviles, consolas y demás, solo las canicas y el tirachinas en el bolsillo, pues dándole al coco pensando en qué poder hacer, se te ocurrían estas estupideces. A eso hay que añadir que, particularmente, hubo un tiempo en que me cogía manías “temporales”: por ejemplo, me daba por ir andando tranquilamente y cada ciertos pasos pegar dos vueltas como si hiciese lanzamiento de disco en atletismo, así que el que me veía debía pensar “este chaval no está bien”… Otra, la de pegar saltitos hacia delante, y otra que recuerdo (y ésta era bastante peligrosa), era que cada vez que veía una piedra un poco levantada, metía por debajo la punta del pie y la elevaba todo lo que podía… Hasta que un día me cargué el cristal de una casa en el parque que hay después del bloque de José Luis, yendo al cole de Los Ángeles… En fin, menos mal que no duraban mucho, pero vaya tela. En 1985 o 1986, al principio, éramos dos grupos que hacíamos un poco las cosas independientes. Por un lado, 153
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estábamos Juanito, Raúl, Oso, Chorro, Vasco, Edu, Leo y yo, y un poco por edad o por lo que fuese, en el otro grupo estaban José Luis, Negro, Alfredo, Juanjo y Curro. Los primeros estábamos más tiempo juntos por el colegio, por el fútbol, etc., y ellos, pues lo mismo. Lo que no quiere decir que, cuando nos veíamos, nos juntábamos todos en La Salle o en el puente de mi calle. Hacíamos muchas cosas juntos, pero otras veces era por separado, hasta que poco después, José Luis y Negro ya se quedaron con nosotros, (aunque ellos y yo, igual que con Juanito, ya teníamos amistad del barrio). Por otro lado, Curro, que era de Torreforta, dejó de venir por el barrio; Alfredo y Juanjo se hicieron otro grupito con Luis, Pingui y demás, y cada uno a sus historias. Pero repito que, en cuanto nos veíamos, nos juntábamos como si fuésemos todos un gran grupo. Por ejemplo, muchos viernes por la tarde nos juntábamos todos en el Franger o en el bar del Arsenio y entonces decidíamos ir juntos al Track o al Trull, que era un bar al lado del Tótem, donde los jueves y los viernes por la tarde se juntaban los estudiantes y los que no lo eran, había de todo, para beber cervezas y escuchar música. Había un ambientazo de la ostia: estaba el Trull, al lado el Carioca y justo tocando al Tótem, el Brasilia. Allí pasábamos las tardes. Más adelante abriría el Mito en la misma calle Estanislau Figueras, pero un poco más abajo, casi llegando a la plaza Imperial Tarraco: en el Mito llegaríamos a ser clientes vips. Pronto Juanito y yo nos volvimos inseparables porque los dos éramos del barrio, pero también por los estudios. 154
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Durante la EGB íbamos al mismo curso pero a clases distintas (mientras yo iba a la A, él iba a la C) por lo que se juntaba más con otra gente, hasta que empezamos a jugar a fútbol juntos en La Granja y entonces ya nos hicimos inseparables. Después del fútbol, los dos fuimos a La Salle a estudiar la FP y ahí sí que nos tocó la misma clase, y como Juanito vivía en el bloque de detrás del mío, todos los días íbamos y veníamos a clase juntos y fuera de ella y los fines de semana también: a todas horas estábamos juntos: en la calle, en su casa, en la mía, a comprar ropa, siempre. Por eso la gente nos llegó a preguntar si éramos hermanos. Pronto salieron los videos y los videoclubs y fueron muchas las películas que alquilábamos para ver juntos, normalmente en casa de José Luis, en la de Juanito o en la mía, ya que éramos los que vivíamos en el barrio y que, por circunstancias, estábamos más veces solos en casa. El Negro, por ejemplo, tenía tres hermanos más pequeños y era más difícil. Alguna historieta de esas películas también tenemos… Como cuando vimos The Warriors en casa de Juanito, que salimos tan entusiasmados y tan alucinados que nada más bajar por el ascensor, Raúl abrió la puerta de una patada que no la arrancó de milagro, jajaja, y a partir de ahí, hasta quisimos hacer una banda: queríamos comprar bates de beisbol en el Pryca y pensamos hasta en nombres como los Baby Fruits. ¡Vaya tela! Es que lo piensas ahora y te tienes que reír. La verdad es que la película nos llegó mucho: la tengo en casa grabada y el año pasado cuando fui a Nueva York, fui a ver varias zonas de rodaje de la pe155
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lícula como el parque del principio donde se reúnen todas las bandas para escuchar al líder o el exterior de un par de estaciones de metro que salen en la peli…También me acuerdo de ver la película Posesión Infernal con la que nos cagamos todos de miedo. Era de las primeras que veíamos y fue una pasada. Luego fueron las míticas pelis de universidades como La revancha de los novatos, Porkys, etc. Esas, las veíamos todas. Luego nos hicimos polvo (cómo no…) con Rambo y Rocky. Eso fue lo máximo. Y entre pelis, futbol, básquet, futbolín, ping pong y demás, pasábamos los fines de semana. Leo y el fútbol A Leo, como se fue a jugar al Barça, lo veíamos muy poco, solo en vacaciones o si tenía alguna lesión (o alguna expulsión también, jejeje). Era la ostia porque como tardábamos en verle cuando venía siempre tenía historias que contar, historias y anécdotas de esas que tantas tienen los futbolistas al estar tanto tiempo fuera de casa. Era un cabrón, siempre se quedaba con nosotros; hoy en día continua igual. A mí me metió dos que las recordamos muchas veces y aún nos reímos. Son tonterías pero en el momento te meabas… Íbamos a Barcelona a que firmara por el Español B y como tenia el brazo izquierdo roto, lo llevé yo. En un rotonda me dice “Carlos, pita, pita, que el de ese coche es un colega. ¡Pita, pita!” Empiezo a pitar y el tío no se giraba. Y Leo: “pita, pita, corre pita, pita más” y yo 156
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pitando como un descosido y cuando, por fin, se gira el tío y me mira, Leo se queda mirando fijamente para el frente, todo serio, que eso no se cómo pero tiene facilidad para hacerlo y con el brazo izquierdo roto y el derecho cogido al agarradero del coche, y el tío del coche mirándome a mí me decía que qué pasaba; y yo mirando a Leo, diciéndole “Leo que te está mirando” y cuando ya le vi la sonrisilla que se le escapaba, me quise morir… El tío, por supuesto, me mandó a la mierda. Para matarlo… Otra que nos metió, fue yendo a Reus a no sé a qué pero íbamos tres coches y, en el autovía, él iba con su coche el último; nos adelanta haciendo señas, acelera y se para a la derecha en el arcén; espera que lleguemos los otros dos coches y cuando ya bajamos todos para ir a ver qué pasaba puesto que ni se había bajado del coche, va y arranca el cabrón. ¡Lo mato!… Y así, cada dos por tres, pero lo pasábamos genial. Teníamos ganas de que viniese siempre, a parte de para verlo, para ver qué nos contaba. Me gustó seguir la carrera de Leo. Creo que llegué a verlo jugar con todos los equipos, quizá me faltó verle con el Manlleu. Fichó por el Barça en 1984 y allí fui a verle a La Masia: conocí a Fradera, Pedraza, Nayim, que estaban por allí aunque eran más mayores; y a Guardiola que jugaba con Leo. Fui dos veces a verle jugar al antiguo campo de Fabra y Puig: Leo y Guardiola eran las figuras de ese equipo y, por cierto, jugadores de la Selección Catalana, incluso hubo una vez que Leo fue seleccionado y Guardiola, no. También fui varias veces a ver partidos al Camp 157
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Nou. Recuerdo ver al Real Madrid, al Atlético de Madrid, al Athletic Club Bilbao, etc. Resulta que Leo me dejaba su pase para entrar al estadio pero primero yo me tenía que colar para entrar al recinto puesto que el Camp Nou tiene una valla exterior y como no nos parecíamos en nada pues nos hubiesen pillado. En cambio una vez dentro, entrábamos por una puerta en la que había un portero que conocían y no decía nada. Pues para superar la primera valla me llegué a colar de varias maneras: una entrando agachado al lado de una bandera desplegada de esas gigantes que entraban los Boixos Nois; otra, por debajo de la valla en la zona ajardinada y de árboles que hay en la carretera esa tan poco transitada que va de La Masia hasta la calle Travessera de les Corts, aunque ahí fue al segundo intento puesto que la primera vez nos pillaron los policías a caballo que hacían la ronda; otra, por una puerta que sabíamos que tampoco decía nada el portero, aunque teníamos que esperar a que empezase el partido y llevase diez minutos jugados. Era hasta divertido el tener que pensar cómo nos íbamos a colar cada partido. Como os decía, Leo estuvo en el Barça cinco años si mal no recuerdo. Una vez hicieron un reportaje de La Masia en TV3, chulísimo, en el que Leo, Guardiola, Sánchez Jara, Tito Vilanova y otro eran los protagonistas principales. Todavía lo tengo guardado aunque con malísima calidad debido a la humedad que cogió la cinta VHS. Una vez en juveniles, se fue del Barça; jugó en Torreforta el año de la mili; en el Andorra; el Manlleu; otra vez en el Andorra, 158
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con el que ganaron la Copa de Cataluña al Español de Camacho (Camacho, después de eso, pidió su fichaje); el Sabadell; el Español B; el Palamós; el Nàstic; y el Lorca. Con 38 años hizo de entrenador-jugador en el Puerto Lumbreras, en Tercera División. También tengo que decir que llegó a debutar con la Selección Española de Futbol sub-16 en Cádiz. Acabó su carrera en el Lorca y una Navidad, a mitad de temporada, les ofrecieron a él y a Unai Emery (actual entrenador del Sevilla) hacerse cargo del equipo ya que eran jugadores con carnet de entrenador. Aceptaron y lo hicieron espectacularmente bien, subiendo el equipo a Segunda A, y quedándose a las puertas de subir a Primera División si no llega a ser por los trapicheos que hizo el Levante. En esas temporadas yo les echaba una mano grabándoles cada sábado en el canal 33 el partido que dieran y se lo enviaba a Leo para que pudiesen estudiar a los rivales, me hacia ilusión. Luego, ya sabéis la trayectoria de Emery: firmó por el Almería, el Valencia, el Spartak de Moscú y el Sevilla… Leo se quedó en Lorca y sigue entrenando a equipos de la zona. Tengo que decir que siempre he visto injusto lo que pasó con Leo puesto que en el Lorca eran entrenadores al 50% cada uno de ellos y el mérito se lo llevó solo Emery, pero bueno, el futbol es así. Las discotecas Llegó la hora de empezar salir de fiesta y de discotecas. Una de las primeras discotecas que fuimos fue el Estudio 81 en Cala Romana (Tarragona), una discoteca muy pequeñita famosa porque era donde celebraban los estu159
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diantes de la universidad sus fiestas. De hecho, en una de esas fiestas, algunos se pusieron muy borrachos y no se les ocurrió otra cosa que ir al cementerio y profanar dos o tres tumbas. Fue un hecho que salió en la prensa de toda España; llegaron a poner en duda si tenían que dejar seguir haciendo este tipo de fiestas universitarias que eran como una especie de botellón gigante. Como os decía, fue nuestra primera discoteca. Fuimos como ocho o nueve tíos un sábado por la tarde y resulta que cuando llegamos les dejaron entrar a todos menos a mí, porque como era muy bajito me pidieron el carnet y al no tener los 16 no me dejaron entrar, pero yo les dije que entraran ellos y que me quedaba en un bar de al lado y que fueran saliendo a turnos para no estar fuera solo toda la tarde y así lo hicimos: iban saliendo y me iban contando cómo estaba el ambiente, qué música ponían, etc., aunque la música la oía todo el rato desde fuera. Como la discoteca estaba muy bien repetimos y fue una de esas veces cuando algunos cogieron una borrachera de esas que se cuentan a lo largo de los años: yo lo cuento como me lo han contado a mí, que ese día yo no estaba (estaba en Cambrils). Habían ido Raúl, Juanito, Oso, Chorro, Leo, Edu y el Pájaro que aún venía con nosotros y como siempre pasaba, unos bebieron más que otros y ese día les tocó a Leo y a Chorro; iban tan borrachos que decidieron ir hasta Tarragona andando, siguiendo la línea blanca del arcén, pero cuando llegaron a la altura de La Rabassada cogieron el autobús porque estaban muy tocados. Subieron y al momento se pusieron a vomitar, el chófer paró el autobús y los hizo bajar a todos 160
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así que continuaron andando y llegaron a la Rambla. Allí, en un despiste, vieron a Leo con la cabeza metida dentro de una fuente; lo sacaron y siguieron andando hasta la siguiente parada de autobús. Al llegar al barrio los llevaron a casa pero a Chorro lo subieron hasta arriba porque estaba muy jodido y cuentan que vino su padre para quitarle la ropa y acostarle y mientras se la intentaba quitar él le mordía las manos ¡jajaja! ¡Es que cada vez que lo cuentan nos meamos de risa! Ya le dije a Chorro que esto tenía que ir en el libro… Bueno, no pasó nada malo que es lo único preocupante en una borrachera… Unos días después nos enteramos que para ir a la discoteca Arqus, de Roda de Barà, que estaba muy de moda entonces y era espectacular (me da mucha pena hoy en día cuando paso por delante cada vez que bajo a Tarragona y la veo: está llena de ocupas y fatal) salía un autobús cada sábado y domingo tarde desde la calle Prat de la Riba, de Tarragona y te cobraban la entrada en el mismo autobús. Entonces pensamos que si conseguíamos entrar en el autobús pagando la entrada, una vez en Roda no podrían decirme nada y así lo hicimos: cogimos un sábado y nos subimos al autobús, el chófer no estaba por la labor de ir pidiendo carnets, así que sin ningún problema. Ya tenía mi entrada en la mano y para allí que fuimos. Efectivamente, en la puerta me miraron como dudando de mi edad pero al llevar la entrada no me dijeron nada. Recuerdo que uno de los de seguridad de la puerta era Sixto, un culturista bajito pero muy, muy cuadrado, que era dueño del gimnasio de 161
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La Granja. Como eso funcionó lo repetimos varias veces. Otra discoteca que estaba también muy de moda y que con la entrada te daban dos consumiciones fue el Long Play de Torredembarra. Sabíamos que estaba muy bien porque allí iban todos los del equipo de fútbol de los juveniles de La Salle (Tito, Pichi, Fernando, Paco Mora, etc.) de los que éramos todos amiguetes y nos habían dicho que fuésemos, que nos gustaría, así para allí que fuimos a ver qué tal. Como había tren, ya que para Barcelona salía uno cada media hora y la discoteca estaba al lado de la estación de Torredembarra lo que nos venía muy bien para ir, decidimos ir en él en vez de autobús que era más rollo. De la primera vez que fuimos tengo una anécdota que también hemos contado a veces y fue que al llegar a la puerta se me quedó mirando el portero y me dijo “¿tú qué edad tienes? y yo todo chulito le dije “pues, quince”, y me dice “¿quince?” y yo, “¡no, no, dieciséis, dieciséis!” Jajaja, me traicionó el subconsciente; el mismo portero se echó a reír y me dijo “anda pasa, pasa”. Vaya cagada. A esa discoteca estuvimos yendo un tiempo porque estaba súper bien y con lo de las dos consumiciones, mejor. Recuerdo que nos dio a todos por pedir lugumbas, (Cacaolat con cognac) y San Franciscos. Era la época de Alaska y los Pegamoides, Pet Shop Boys, Duran Duran, Spandau Ballet, Depeche Mode, etc.…y aunque nosotros éramos rockeros en las discos le dábamos a todo: en cuanto nos bebíamos los cubatas lo bailábamos todo, eso sí, todo igual, daba igual el tipo de música: lo bailábamos todo igual. Era curioso vernos, al 162
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entrar en la discoteca, todos sentados uno al lado del otro, tranquilitos; nos tomábamos el primer cubata y salíamos al bar de fuera a tomar dos cervezas; luego otro cubata y, a partir de ahí, cuando teníamos el puntillo, a bailar sin parar. Eso lo hacíamos todos menos Raúl, que él no ha bebido nunca alcohol pero es que no le ha hecho falta nunca: nada más llegar a una disco o a un pub lo primero que hace es pedir su coca cola y ponerse a bailar, no tenía (ni tiene) vergüenza para nada, es más, es un sinvergüenza, jeje. Después de esas discotecas, empezamos a ir los viernes al Track de Tarragona, los sábados tardes al Oh Salou y los domingos tardes, al Bye Bye de Salou. Y muchas, tenemos muchas historias que contar. Al Track solíamos ir los viernes. Era una discoteca muy pijita para niños bien de Tarragona y como he contado antes, no te dejaban entrar con según qué pintas y cómo llevases el pelo así que para ir nos poníamos los pantalones bombachos de la época en lugar de los elásticos; los que tenían el pelo mas largo se hacían una coleta y se la intentaban tapar con la chaqueta, etc. y así conseguíamos entrar casi siempre. Allí iba mucha gente conocida del barrio y la música estaba muy bien, y, sobre todo, era guay que tardábamos quince minutos en llegar desde el barrio con el autobús. Al lado de la puerta de entrada había un pub de los mismos dueños y también podías hacer tus cervezas antes de entrar, estaba muy bien. Salou Más adelante, empezamos a ir a Salou los sábados y do163
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mingos, que para mí siempre será el mejor sitio para salir de fiesta: tienes de todo tipo de música que quieras y todo tipo de ambiente, según prefieras. Las primeras veces empezamos a ir en tren, en el típico tren borreguero que llamaban, el que bajaba hasta Cádiz, con lo cual siempre iba lleno; era ese que tenía un pasillo estrechito a un lado y los camarotes al otro lado. Para ir a Salou, en Tarragona nos subíamos más de cincuenta personas cada vez y, por supuesto, todos sin billete. Entonces la mayoría de veces no pasaba el revisor pero cuando alguien daba la voz de que venía, podías ver a los cincuenta tíos y tías que habíamos subido corriendo por el tren hacia el vagón contrario por donde venía el revisor, y cuando alguna vez llegaba hasta nosotros, solo había que verle la cara como diciendo mira, paso y que os den a todos. Era imposible hacernos pagar la multa cuando empezaban todos vacilarle que si enróllate, que si no tenemos un duro, la gente cantando, etc. Y como la siguiente parada era Salou, aunque nos obligara a bajar, ya estábamos en nuestro destino. Eso lo repetimos muchas veces. Primero porque no teníamos motos y después, aun teniéndolas, porque no teníamos motos para ir todos, además de que para mí ir a sin carnet Salou era más arriesgado, etc. Una tarde de sábado normal hacíamos lo siguiente. Después de haber pasado la mañana como he contado antes, paseando por el mercadillo, jugando a ping-pong o al futbolín, etc., comíamos, nos cambiábamos, y nos íbamos a beber unas cervezas. Normalmente comprábamos cervezas de litro y las 164
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bebíamos hasta coger el puntito ese tonto, porque, claro, en la disco valían una pasta. Después cogíamos el autobús a Tarragona y luego el tren que os acabo de contar; de la estación de tren en Salou nos íbamos caminando hasta la discoteca Oh, que estaba en el autovía de Vila-Seca, un poco más arriba de donde hoy está la Flash Back. La discoteca Ok había sido antes la discoteca Parchís y antes, la sala de fiesta Galas, una famosa sala de la Costa Dorada en la que se llegó a celebrar un Miss España televisado en directo por Telecinco. Llegábamos a la discoteca y entrábamos directos a la barra: siempre íbamos a la barra que había a la derecha y que la llevaba una camarera que se llamaba Sara; allí todos en fila, uno al lado de otro, con el codo en la barra y la cerveza en la otra mano, controlando el ambiente. Al ratito, cuando nos acabábamos la primera cerveza y aun no estaba la disco en su mejor ambiente, salíamos y nos íbamos al Pub Kalea, que ya estaba en aquellos años y aún sigue hoy en día: es uno de los más famosos de rock, ya no de Salou si no de Tarragona: ha sido fiel a la misma música durante más de treinta años. Allí he escuchado yo desde La Polla Records y Kortatu, hasta Barricada, Suaves, Reincidentes, etc. De hecho, es uno de los sitios donde suelen ir los grupos después de actuar si el concierto ha sido cerca (Tarragona, Reus, Cambrils). Desde la disco al Pub Kalea debe haber un km aproximadamente, así que nos paseábamos un poco y nos tomábamos unas jarras de cerveza de litro, y otra vez para la disco. Entonces, como ya llevábamos nuestro puntillo, pues, a esperar que pusieran las canciones cañeras, más o menos, a media tarde. En ese momento, 165
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entrábamos todos a la pista a bailar como si fuera la última vez en nuestra vida: lo dábamos todo. ¡Cómo me gustaría ver un vídeo de eso! ¡Lástima que no existieran los móviles entonces! Cuando luego ponían las canciones lentas, volvíamos a nuestra posición natural en la barra y a ver quién tenía suerte de bailar con alguna chica. Por ese entonces era la época new wave y era la música que más sonaba en las discos, sobre todo en La Cage de Medrano de Salou, era la mítica. Allí ibas y te encontrabas a toda la gente vestida de negro con sus abrigos negros largos, pelo crispado, las chicas con los labios pintado de morado o negros, etc. Después empezó a ponerse de moda lo que fue un poco los prolegómenos de la música máquina que iba a llegar a España en 1990, el acid house, y si La Cage fue la madre de las discotecas en la época new wave, el OH, fue, sin duda, la pionera en Salou en poner ese tipo de música. Después de pegarnos la sudada padre bailando y se acercaba el cierre que era sobre las 22.00 o así, nos íbamos paseando hasta la estación para volver a casa. En esos principios, no solíamos salir por la noche por no tener buena combinación y era cuando quedábamos en casa de alguien a ver una peli o en el barrio en algún bar, etc. El domingo hacíamos lo mismo pero esta vez íbamos al Bye Bye. Salíamos un poco más prontito porque al ser domingo abrían y cerraban antes; nada más comer ya nos íbamos y como el Bye Bye estaba en el puerto deportivo de Salou, al final del 166
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paseo y donde estaba la feria, pues primero dábamos una vuelta por allí, echábamos unas partidillas y cuando abrían pues entrabamos. Allí lo mismo que en la OH!: teníamos nuestro sitio al final a la derecha, allí estábamos siempre. Cada media horita aproximadamente dábamos una vuelta por la disco a ver el ambiente y otra vez a nuestro sitio, con nuestros cubatas y a controlar todo lo que se movía. En la Bye Bye también había un rato que ponían música mas cañerilla, pero no tanto como la de la OH! Lo pasábamos muy bien, la verdad. Tengo que contar algo que hicimos Chorro y yo una tarde en Salou en la puerta del Bye Bye, aunque, todo hay que decirlo, después de hacerlo nos arrepentimos mucho, pero es lo que tiene el beber… Estábamos en los Slamers, famosa zona de pubs donde lo se servía esa bebida a porrillo. El slamer10 fue la moda de los 80 y principios de los 90 en Salou. Pues según me han comentado mis fuentes, estábamos Juanito, Vasco, Pajarillo y yo, y nos pusimos bien… Una vez con ese punto alegre nos dio por ir hasta la Bye Bye a la otra punta del paseo a ver si nos dejaban entrar, cosa que iba a ser difícil, pero lo intentamos. Al llegar a la disco, como era de suponer, no nos dejaron entrar. Mientras estábamos allí en el parking, a Chorro y a mi nos dio por hacer el tonto e intentar arrancar motos, Es una bebida hecha con un culo de tequila con limonada y una tapa de plástico para tapar el vaso. Antes de beberla, se le da un golpe sobre la mesa para que haga una especie de espuma y entra muuuy suave… Al rato te mete una hostia que no veas.
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ya que en esos tiempos algunas no llevaban llave, en eso que intentándolo va Chorro y arranca una Puch Maxi de color rosa, que además no tenía candado. Nos miramos y dijimos “¿nos vamos en moto al barrio?” y sin pensarlo dos veces, cogimos la moto prestada (que no robada) y con la borrachera, sin casco y de noche (o sea, una irresponsabilidad muy grande) nos fuimos para casa, con la idea de dejar la moto en la Guardia Urbana de Torreforta para que la pudiera encontrar su dueña (decimos dueña por el color de la moto). Cuando estábamos llegando pensamos que era un riesgo dejarla allí, por si nos pillaban, entonces lo que hicimos fue ir al bar de la madre de Raúl en Bonavista y contárselo a él, y lo que decidimos fue dejarla allí para que la encantarara la Guardia Urbana cuando la buscasen. Por cierto, en ese bar estuve trabajando yo los domingos por la mañana, que es cuando Bonavista se pone a reventar por el famoso mercadillo. Lo pasé muy bien trabajando allí. Al día siguiente lo contamos a los colegas y, uno de ellos, Alex, que estaba muy colgadillo, se fue a cogerla para dar unas vueltas con ella y resulta que luego se la robaron a él, según nos dijo, aunque lo que pudo pasar fue que la recuperara la policía. Esta anécdota no fue algo de lo que no nos sentimos orgullosos ninguno de los dos, pero así pasó y así lo cuento. Por supuesto que fue la primera y la última vez que hicimos algo así. Después le dimos muchas vueltas a la cabeza, yo personalmente y me acuerdo que me decía a mí mismo “¡si me aseguran que ya la tiene la chica, ya estoy 168
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contento!”, pero, claro, teníamos la incertidumbre de si ya la tendría o no y lo pasé mal unos días comiéndome la cabeza y pensando que si la estaría pagando, que vaya disgusto al no ver la moto al salir de la disco, de qué le dirían sus padres… Espero que la recuperase pronto. La marcha de Edu En esos principios, concretamente en febrero de 1987, íbamos a tener la primera gran desilusión dentro del grupo: Edu nos comunicaba que a su padre lo destinaban a Cartagena a la refinería Repsol de allí, que era de donde había venido unos años antes a trabajar a la de La Pobla de Mafumet. Fue un palo muy duro que nos dejó a todos hechos polvo, incluido él mismo. No nos lo podíamos creer. Le preguntamos si había alguna posibilidad de quedarse, pero no la había así que estuvimos disfrutando juntos todo lo que pudimos antes de que llegase ese día. Cuando llegó la hora, lo acompañamos casi todos a la plaza Poniente de Tarragona que era de donde salían todos los autobuses, (entonces no existía la estación actual) y cuando se fue nos quedamos como si se nos hubiese muerto un familiar porque sabíamos que era un viaje solo de ida. Además, sí que sabíamos que nos veríamos a menudo en cuanto fuésemos un poco más mayores y tuviésemos coche, pero de momento pasarían dos o tres años sin verle, y fue muy jodido. Recuerdo que estuvimos toda la tarde por el barrio y por Torreforta dándole vueltas a la cabeza porque no lo asimilábamos. Eso sí, fue llegar a Cartagena y escribirnos Edu para darnos su dirección: no dejamos de cartearnos en nin169
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gún momento. Yo tuve guardadas sus cartas hasta no hace mucho junto a todas las de los amigos del camping, las tenía todas en una caja. En esas cartas Edu me iba contando todo tal como le iba pasando, sus rolletes con las chicas o sus peleas con algún gilipollas envidioso del instituto, porque Edu era un ligoncete, llegó nuevo y con moto y tenía a las niñas locas allí, y a ellos, los de allí, mosqueados ¡Jajaja! Me contaba también como le iba en el fútbol (porque siguió jugando allí) y le iba muy bien (coincidió en el Cartagena con Juanmi, el que después llego a ser portero del Real Madrid). En fin, me contaba todo cuánto le iba pasando y yo, pues le contaba cómo estábamos nosotros, qué hacíamos, cómo nos iba en los trabajos, etc. Primeras salidas nocturnas Y aquí nosotros, pues igual, éramos uno menos pero ya nos mentalizamos. Cuando ya nos cansamos de salir solo por las tardes quisimos empezar a salir de noche. La gente nos hablaba de los pubs de Salou, del Victoria, Cubalitros o Pato Loco, como ambiente español, y de Snoopy, Tramps, Crocs o Caballo Blanco, como ambiente guiri, y quisimos conocerlo todo. Normalmente íbamos por la tarde para aprovechar que había tren y para volver o nos esperábamos a las seis de la mañana más o menos, que salía el primero. o volvíamos con algún amigo que tenía coche, o incluso alguna vez volvimos en taxi, pero solo alguna vez. También recuerdo de una vez que volvimos andando, para flipar…
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Cuando íbamos por las tardes lo que hacíamos era tomar unas cervezas en sitios como el Pato Loco que estaba muy guay, en algunos de los pubs ingleses como eran los de antes de llegar a la fuente luminosa, a la derecha viniendo de la Plaza Europa, o en los mismos slamers, en el Rockys, que era el que más nos gustaba, pues siempre tenían videos en la televisión de las películas de Rocky. También había veces que íbamos a los pubs del final de la calle Zaragoza donde está Kalea o Zepelin. Allí íbamos porque era la zona de rock. Otras veces íbamos a echar unas partidillas al futbolín para hacer tiempo o a la sala que abrieron en frente de los slamers, donde jugábamos a un juego de guerra en el que se hacían dos equipos y te daban un fusil que disparaba como rayos infrarojos; tenías X vidas y te eliminaban si las perdías todas. El sitio estaba oscuro y había obstáculos para poder esconderte; era muy guapo ese juego, muy militar; te tirabas al suelo, te escondías, muy chulo. Otras veces simplemente paseábamos por las tiendas: la verdad es había un ambientazo siempre que daba gusto… Si nos íbamos a quedar de marcha, cenábamos algo por ahí, para luego ir a los garitos de moda como por ejemplo el Cubalitros o el Chupitos. No hace falta que os diga el porqué del nombre de cada uno, ¿no? Efectivamente, en el Cubalitros la moda era pedirse litros: nos pedíamos uno para cada tres, y uno detrás de otro. Era un garito que se ponía hasta reventar. Además, ponían música española que era lo que más nos gustaba y como tenía terraza se estaba genial en verano. También hubo una época en la que íbamos al Victoria, también de música española; este era 171
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cerrado, quizás íbamos más en invierno. La música que se escuchaba entonces era, por ejemplo, Loquillo, Rebeldes, Seguridad Social, Duncan Dhu, Gabinete Caligari, Dinamita para los pollos, Alaska, Los Romeos, Los Inhumanos, Héroes del Silencio, Hombres G o Celtas Cortos. Aún sonaba también Tequila, Radio Futura, La Unión, El Último de la Fila, etc. Hubo otra época en la que nos dio por ir a Chupitos y fue cuando se puso de moda ese tipo de bebida, aunque más que tipo, medida de bebida. Fue guay ese descubrimiento: era algo nuevo y nos llamaba mucho la atención, dado que estábamos en una edad en la que solo pensábamos en beber como si no hubiera un mañana. Se puso de moda en todos los sitios y normalmente había de los sabores típicos, pero, en ese local, Chupitos, tenía de todo lo que te podías imaginar; no sé de cuantos sabores podía tener… Igual que hoy en día esas heladerías que cuando vas a por un cucurucho la gente que espera te mira mal porque te pegas diez minutos leyendo los sabores que hay, pues lo mismo pero en chupito. De hecho, fue el primer sitio donde vi el medio y el metro de chupitos que consistía en una madera de esas medidas, con el hueco para los vasitos y, en vez de pedir tres, cuatro o cinco chupitos pues pedías medio metro o un metro, y hacía gracia, la verdad. Ese local duró unos años, hizo mucho dinero. Luego, como todo, se pasó de moda. Además, tenía el inconveniente de que no estaba en la zona de marcha, sino que estaba apartado y tenías que coger el coche. 172
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A esa edad también era normal tener tus peleas por el motivo más tonto: porque alguien estaba mirando a la chica que tú estabas mirando; porque te han empujado; porque salía de un coche con la pegatina del Barça (jajaja, en esas el culpable era yo); por lo que fuese. Éramos todos gallitos y saltábamos en seguida. Al decir todos, hablo en general de los jóvenes, no de nosotros. Bueno, alguna pelea de estas pudo acabar muy mal. Recuerdo una con unos skins de Salou, que empezaban a estar de moda por desgracia. Iba yo con unos compañeros de clase, salíamos de la discoteca Caballo Blanco y, al cruzarnos con ellos, uno de los que iba conmigo no sé porqué se encaró con uno de ellos, los separamos, y en eso que el skin le dijo que si teníamos cojones “a las 20.00 en Pato Loco”, y el colega le dijo que vale. Estábamos en la disco y al llegar la hora dijo “vamos al Pato” y nosotros le dijimos que se dejase de tonterías y “tengamos la fiesta en paz” y él, cabezón, “que no, que no, que no voy a quedar como un cagao, que yo voy para allí y como se pongan tontos les damos dos ostias”. Al final fuimos, esperando que no estuviesen y al llegar al Pato Loco, no había menos de treinta skins: los cabrones habían estado esas dos horas o el tiempo que pasó, no lo recuerdo exactamente, buscando a todos los skins de Salou para nosotros tres. Dije: “no puede ser. Vámonos antes de que nos vean”, y éste “que no, que no, que quiero hablar con ellos y no sé qué”. Total, que nada más llegar y nos vieron, vinieron los de por la tarde, se engancharon y nos pusimos a separarlos pero caímos por unas escaleras y me dije “ya está, de aquí no salimos”, y menos mal que, entre los 173
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cabecillas de los skins había unos que yo conocía porque eran colegas de Los Porretas de Cambrils amigos míos y cuando me vieron, pararon todo y aún se mosquearon con los suyos porque no era normal haberlos hecho ir a todos para pelearse con tres tíos como éramos nosotros, y así que todo quedó en nada, pero no se me olvidará el momento cuando vi a treinta pelaos esperándonos en la puerta y lo que se me pasó por la cabeza. Pero, bueno, una historia más para contar, si no, cómo iba yo a escribir este libro si no es con historias como esta. Con el grupo también tuvimos pelas típicas de la edad y de la bebida, pero ninguna fue excesivamente grave. Bueno, hubo una en Torredembarra que sí podía haber llegado a pasar algo serio ya que hubo hasta cadenas, pero al final, no pasó nada grave. Y como lo de las peleas no es agradable, las dejamos a parte y vamos a contar otras historias. Después de conocer todos los pubs de Salou, al menos los de nombre conocido, empezamos a conocer las discotecas. Al principio fuimos a Liberty, una de las discotecas que estaba fuera de la zona de marcha, en la calle Barcelona de Salou. Era una disco que estaba muy bien, la típica discoteca de entonces, con muchos sillones y mesas bajitas por todos lados. Normalmente, cada sábado hacían un concurso de algo, de Miss Camiseta Mojada, concurso de a ver quien bebía más en menos tiempo, y bueno, esa clase de concursos. Estuvimos un tiempo yendo allí; luego conocimos La Cage, a la que fuimos alguna tarde pero no 174
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nos convencía el ambiente, ni la música, (siempre ha sido una discoteca muy radical), y después conocimos la Flash back, que llegamos a ir tanto de tarde como de noche. Esa sí que estaba muy bien; aún hoy en día sigue funcionando perfectamente después de más de 35 años. Es una disco con dos ambientes: música disco en la pista grande, y pachanga y españolas, en la pista pequeña. Allí suelen acabar las bodas. También tiene una terraza con jardín exterior en el que en verano se está de lujo. Después fuimos a Pacha. También era genial. Quizá era la que tenía el ambiente más joven, además, menos guiris porque también estaba un poco apartada de la zona de marcha donde se mueven ellos. Hubo un tiempo en el que hacían muchos espectáculos: me acuerdo de ver, cuando empezaban, a Locomía. Flipamos pensando de dónde habían salido esos tíos… También fue de las primeras discos donde celebramos fin de año; creo que la segunda: primero fue en Tótem de Tarragona, el fin de año del 86, cuando ya teníamos dieciséis años y sabíamos que podíamos entrar; y en Pacha, igual fue el del 8811.
Con las fechas igual hay errores, pero es que es imposible poder acordarme con exactitud de tantas y tantas fechas. Lo digo porque alguno ya lo habrá pensado en algún momento al leer el libro (“eso no fue ese año fue al siguiente o fue el anterior”...). Pues es lo que hay. En serio, es muy difícil, pero tampoco creáis que habrá tantos fallos porque cuando dudo, pregunto o investigo o hago cálculos con otras historias. De hecho, a medida que voy contando historias voy repasando y voy corrigiendo algunos datos.
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Acampadas Desde el primer año prácticamente empezamos a hacer acampadas. Las primeras las hicimos en La Riba y las posteriores, en Siurana y Capafons y por esa zona. Ir de acampada era algo que esperábamos con ansia, prácticamente, nada más pasar las Navidades pues eran para Semana Santa. Cuando llegaba la hora lo primero era ir al Carrefour o al Pryca a hacer la compra. El carro era para verlo: si nos gastábamos, no sé, 10.000 pts. por ejemplo, 8.000 eran de bebida y 2.000, de comida. Allí había bebida como si nos fuésemos para quince días en vez de cuatro. Luego, de comida, lo justo para subsistir. La gente miraba el carro y ponían caras, imagino que pensando que la comida la llevábamos en otro carro, pero no, estaba toda ahí. Las primeras acampadas, al no tener coches, las hacíamos de mochileros, en tren, como la mayoría de los jóvenes: autobús a Tarragona, tren hasta La Riba y desde la estación, andando hasta la acampada. Las posteriores ya las hicimos en nuestros coches, aunque también hubo algún año que alguno de nuestros padres nos llevó. El llevar semejante cantidad de bebida tenia sus lógicas consecuencias, ya desde un principio. Era llegar el primer día y alguno caía ya esa misma noche. Empezábamos a beber sin conocimiento, a fumar algún porrete que era la única vez en al año que fumábamos, (así nos sentaba porque realmente era algo que no nos gustaba), y acabábamos que aún no era la hora de cenar y alguno ya dormía caliente después de haber echado los demonios por la boca. De esas borracheras hay anécdotas como la de Edu en medio del río borracho 176
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comiendo chucherías; en Capafons, todos con botellas en la cabeza a ver quien aguantaba más y tonterías así. Al día siguiente ya volvíamos a la normalidad: de día estábamos por allí tumbados haciendo el indio; nos íbamos a andar; a subir por la montaña como lo hacen las cabras, por los sitios mas difíciles; a buscar leña para las hogueras nocturnas, que realmente estaban prohibidas pero era lo que más nos gustaba12; jugábamos a futbol; nos íbamos a recorrer la zona de acampada porque siempre había alguien conocido; en alguna acampada incluso llegamos a bañarnos en el río... Así pasábamos el día esperando la tarde noche que era lo que más nos gustaba: en cuanto llegaba la hora, preparábamos la cena y encendíamos el fuego para asar patatas, porque lo de las patatas asadas era sagrado. Después de cenar, nos poníamos los cubatas y muchas veces o casi siempre me llevaba la guitarra, y ahí pasábamos la noche cantando, sobre todo una canción de mi cuñado Luis que escribió para mi hermana, que es muy bonita y que a estos les encantaba y me la hacían tocar una y otra vez. Después, cuando nos entraba el hambre de madrugada, volvíamos a asar patatas. La verdad es que el tema de la hoguera era muy bonito; lástima que hoy en día, aunque lo entiendo, no se pueda hacer fuego porque nunca será lo mismo una acampada sin hoguera. Es como lo de las hogueras en la playa que he explicado antes en las noches de Cambrils, una manera de juntarse y conocerse mucha gente alredeDe hecho, una de las veces vino la policía a echarnos por haber hecho fuego, aunque al final dejaron que nos quedáramos.
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dor de una hoguera. Hoy en día es diferente… También hemos hecho alguna capullada como lo que hice yo en Capafons. Resulta que llegamos a un sitio que nos gustaba para acampar pero era privado y justo pasaba el dueño por allí y le preguntamos si le importaba que acampásemos allí, que se lo dejaríamos todo limpio y el hombre, que se le veía una buenísima persona, nos dijo que sí y se fue. Justo cuando empezamos a montar las tiendas, había un arbolito que nos molestaba para ponerla todas juntas y, ¿qué hice yo? Pues cortarlo sin pensar en lo que estaba haciendo. Al día siguiente, vino el señor a ver cómo nos iba, lo vio y se puso a llorar: se ve que tenía mucho valor sentimental o le tenía mucho cariño por algo especial y la verdad que nos dolió mucho. Le pedimos perdón y el pobre hombre no dijo nada, pero son esas cosas que después de hacerlas te llamas gilipollas, pero bueno… Los coches Después de tres o cuatro años buscándonos la vida para ir a Salou o donde fuese por no tener motos para todos o no haber autobuses ni trenes nocturnos, por fin empezamos a tener coche. Cumplimos los dieciocho y uno tras otro nos fuimos sacando el carnet. Yo previamente me traje el coche (el 600 que os he contado antes) para casa. Un día cogimos y fuimos a buscarlo a Monzón; después de casi dos años, allí seguía en el mismo sitio, delante de la estación de tren. Mi hermano Kike que vivía al lado me lo iba controlando. Fuimos a arrancarlo y, claro, la batería estaba 178
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muerta, pero cogimos y lo tiramos por la calle que va hasta la carretera que hace un poco bajadita y, coño, arrancó a la primera. No me lo podía creer: dos años allí abandonadete el pobre, sufriendo tormentas y hasta alguna nevada y arrancó sin problemas, así que lo trajimos y lo dejé detrás de mi casa otra vez, pero como yo ya había aprendido a conducir, lo iba moviendo de un lado a otro. Es más, en aquel entonces había empezado a trabajar en Casbor (lo que luego fue Schlecker) y si alguna vez me dormía como me pasaba muchas veces por apurar cinco minutitos más13 lo cogía y me iba a trabajar con él sin carnet14. La verdad es lo hice solo algunas veces y lo hacia porque tenia mucho mono de conducir coche y la verdad tuve suerte y nunca me pararon. Los primeros en tener coche fueron Oso y Raúl. Éste se compró un Ford Fiesta verde de segunda mano y Oso, el Ford Fiesta Xr2, negro, nuevo, muy guapo. Con esos coches y el de José Luis empezamos a salir y a movernos puesto que ellos se sacaron el carnet antes ya que cumplían los dieciocho en marzo y abril, y José Luis ya tenía el carnet de antes pues es dos años mayor que nosotros. José Luis tenía un Ford Fiesta rojo de segunda mano también. Eso que hacemos casi todos… Siempre iba con la hora pegada al culo ya que fui de los de levantarme con el tiempo justo para lavarme la cara, vestirme, tomar un vaso de leche y salir corriendo.
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Entonces lo que hacia si mi hermano Fernando iba de mañanas y no estaba en casa porque él no me dejaba cogerlo, pero, claro, no me dejaba por mi bien como es normal por si pasaba algo.
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Luego nos lo sacamos Chorro y yo y él tenía de sus padres, un Simca 1200, granate, matrícula de San Sebastián: con la pinta que llevábamos entonces, había que verle, parecía un etarra. Impresionante, jajaja. El Vasco también llevaba un Simca 1200 de sus padres. Juanito, Leo, Edu y el Negro no tuvieron hasta más tarde. Con esos vehículos empezamos salir de fiesta y a desplazarnos a conciertos. En el otro grupo, Juanjo (con el que como he dicho antes, también nos juntábamos mucho), se compró un Seat 850 azul, y Alfredo, un Seat 600 como el mío. Yo empecé a conducir con el coche de Raúl, a parte de con el 600, porque para hacer menos horas de prácticas me iba con Raúl y me lo dejaba y así practicaba. Eso se nota a la hora de empezar a conducir en el auto escuela. Ya con el carnet, probamos muchos coches deportivos con Raúl porque a su cuñado le encantaban y los cambiaba muy a menudo; cada vez que tenía uno nuevo, se lo cogía y lo primero que hacía era venir a buscarme para ir a probarlo, y es que nos encantaban los coches deportivos y con potencia. Y nos siguen encantando claro. Llegamos a probar un Toyota Supra, un Nissan 300, un Renault 5 Copa Turbo (que era mi coche favorito) y un Fiat Uno Turbo. Disfrutábamos como camellos porque los probábamos pero no dar una vueltecita, no: los estrujábamos a tope, subiéndolos de vueltas en todas las marchas. Vamos, que les sacábamos todos los caballos a pasear. Con Oso también salíamos mucho a dar vueltas con el coche, normalmente sábados y domingos después de comer: venía a buscarnos a mí y a Juanito con 180
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el Xr2 y nos íbamos a la montaña (Prades, Siurana, Capafons, por toda esa a zona) a hacer curvas y, por supuesto, lo hacíamos con Barricada a toda ostia o incluso con los Chunguitos y Chiquetete que nos gustaban mucho y era la época en la que estaban de moda. Una vez nos quitábamos la adrenalina en las curvas, volvíamos a casa a cambiarnos, y a la disco. Al principio solíamos ir con los coches del Oso y de José Luis y las peleas eran para ver quién se sentaba de copiloto. Era la novedad y como que eras más chulito si te sentabas delante, pues te gustaba llegar al parking de la disco con la ventanilla bajada y con las gafas de sol puestas, aunque no hiciera sol… ¡qué payasos! Pero así era.. Con el 600 viví muchas anécdotas que os voy a recordar y a contar para los que no las sabéis. La primera fue que, una tarde cualquiera, estábamos Raúl, Juanito y yo, y tenía ganas de coger el coche y aunque no tenía seguro, lo cogimos. Dimos una vuelta por ahí y les dije que me apetecía hacer unos trombos. Fuimos donde hoy en día está el ambulatorio de La Granja que era todo tierra. Miramos si había gente y solo vimos un señor en un balcón; pues allá que fui. Aceleré e hice el trombo, pero al acabar de hacerlo, el coche se quedó en un desnivel, la mitad sobre plano y la mitad en el aire, dudando entre si volcar o no, y al final volcó. ¡Mira! Nosotros tres dentro muertos de risa no podíamos ni salir porque con la risa no teníamos fuerzas, hasta que al final nos decidimos, abrimos la puerta que, por 181
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cierto, era de las los primeros 600, que se abría al revés, y cuando estuvimos fuera, lo empujamos para ponerlo bien. Lo arranqué y nos fuimos. El hombre del balcón no daba crédito: se quedó inmóvil mirándonos … Claro, el tío vio que llegaba un coche despacio, se iba, volvía muy rápido, hacia un trompo, volcaba, salían los tíos, lo ponían bien, arrancaban y se iban… Fue un poco surrealista, la verdad. Pero ahí no acabó la cosa. Teníamos que ir a no sé donde y se puso a conducir Raúl, y delante del campo de futbol del Torreforta, va y se nos cruza un señor mayor: le dimos con el retrovisor y… al suelo. Y el coche sin seguro. Nos bajamos corriendo, le preguntamos si estaba bien y sí, pero le dolía el golpe con lo cual había que llevarle al médico. ¿Qué hicimos? Le dije a Raúl que fuese corriendo a buscar su coche que lo tenía aparcado en el barrio, mientras yo me iba a esconder el 600. Todo esto, claro, con unos nervios de la hostia por si alguien nos había visto o por si venía la policía, pero vamos, que lo hicimos muy rápido y no se enteró nadie, ni el propio señor supo con qué coche le habíamos atropellado. Al final no fue nada, pero podía haber sido gorda. Días después al coche se le estropeó el motor de arranque, y, claro, esos días y hasta que encontré un motor, lo cogimos igualmente. ¿Qué hacíamos? Pues me montaba yo en el coche y éstos me empujaban, pero claro, no dejaba de ser gracioso: llegar a la gasolinera, como recuerdo en la calle Francolí de Torreforta antes de ir al concierto de Barricada en Bonavista, bajarnos todos, echar 500 pts. de 182
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gasolina y empujar todos para arrancarlo. En la gasolinera flipaban…No menos curioso fue llegar a la plaza de toros de estas portátiles que habían puesto en Bonavista para el concierto, en un 600 blanco lleno de adhesivos de Snoopy y bajar del coche cuatro o cinco chavales con pantalones elásticos, pelo largo y bambas John Smith. La peña flipaba, pero se reía. A los pocos días, ya arreglado el motor de arranque, el coche iba perfecto hasta que lo cojo un día y veo que no me entra la primera marcha; meto segunda, acelero bastante y salgo, pensando que se habría estropeado la primera solamente. Lo subo de vueltas y al querer poner tercera, coño, tampoco entraba. Nada, apuré la segunda hasta que el motor parecía que iba a reventar y entonces metí la cuarta y, bueno, de momento todo bien, pero al reducir, aquellos coches no eran como los de hoy en día, para que te entrase la marcha al reducir tenías que ir bajo de vueltas si no entraba, al ir en cuarta, tenías que frenar un montón hasta que pudiese meter la segunda, sin pasar por la tercera. Así tuve que ir todo el día. Era la ostia porque en los semáforos salía acelerando un montón y al pasar a cuarta se venía abajo y sin ningún reprise y le costaba coger velocidad, con lo cual en carretera liaba un poquito de cola, pero a mí me daba igual: yo era feliz con mi 600 con solo dos velocidades. Pensando que seria el cambio, empecé a buscar por los desguaces y no encontré, pero a los días lo llevé al mecánico a ver qué opinaba. Levantó el guardapolvo de la palanca del cambio, puso un destornillador 183
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en la parte delantera, le dio un golpe con un martillo con cuidado y me dijo: “prueba ahora”. Coño, ya entraba la primera y la tercera: lo había arreglado en menos de dos minutos. De hecho, ni me cobró. Resulta que la palanca iba en medio de una especie de cuadrado de hierro que era lo que desplazaba la propia palanca; se había echado un poco hacia atrás y, claro, al meter las velocidades no lo acababa de echar hacia delante y no entraban. Vamos, que era una tontería y por no ir al mecánico a que me lo mirara me pasé un tiempo con el coche a dos velocidades solo, pero de todo se aprende. Entonces no tenía mucha idea de mecánica de coche, (y ahora tampoco) pero algo más me suena. Me saqué el carnet el 28 de febrero de 1989 y en mayo entrábamos en el Servicio Militar. Pues la mili la hice con el 600. Al estar destinado en Tarragona y tener el pase pernocta15, con el 600 íbamos para arriba y para abajo. De hecho, era de los pocos compañeros que tenían coche y lo que hacía cuando nos daban libre el fin de semana era hacer rutilla dejar a varios compañeros en sus casas: pasaba por San Salvador, Constantí, Torreforta, etc. También hubo mucho cachondeo cuando veían a cuatro o cinco militares en el 600 con los adhesivos de Snoopy y con la música de Los Suaves o Barricada a todo volumen, pero la verdad es que el cochecito me fue genial toda la mili.
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Para los que no lo sepan es el poder dormir en casa. 184
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También tuvimos varios sustos que recordamos a menudo… El primero de ellos fue yendo a la discoteca OH de Salou de la que os he hablado antes. Bajábamos por el autovía de Vila-seca a Salou cinco tíos en el coche y, como es bajada, lo puse a tope como siempre16 para ver qué velocidad alcanzaba y se puso la aguja a casi 140 km/h y todos flipando. Cuando ya empezaba a verse Salou al fondo, Chorro empezó “frena Carlos”… Fui a frenar y el freno, a esa velocidad y con tanto peso, no hacía nada, prácticamente nada, perdía velocidad pero no frenaba. Dije “que no frena” y se pensaban que era broma; Chorro, otra vez, “Carlos, no hagas el gilipollas y frena ya”, y yo, “jodeeer, ¡que no es broma! ¡no frena nada! Ya nos estábamos acercando a la Plaza Europa al semáforo que justo estaba en rojo con una fila de cuatro o cinco coches… Al llegar, para no empotrarnos contra los coches, di un volantazo y me subí en la mediana que había y hay hoy con arbolitos y plantas y fuimos adelantando a los coches parados hasta ponernos los primeros… Claro, la gente de los coches flipaba, pero es que justo ponernos los primeros había una pareja en moto y la chica era conocida nuestra, Noelia. Se quedaron asustados del ruido y de cómo aparecimos allí y al vernos, me acuerdo que nos dijo toda sorprendida: - Noelia: Carlitos, ¿qué hacéis? - Carlitos: Pues nada, ya ves, que nos hemos quedado sin Porque, entre nosotros, no sé quién fue el cabrón que nos dijo que si los coches no los llevabas a fondo era multa, jajaja.
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frenos. En estas que se puso verde el semáforo, arrancamos, dimos la vuelta a la plaza Europa y para la discoteca, como si no hubiese pasado nada. También tuve una yo solo. Fue un fin de semana que teníamos libre pero que a mí me tocaba dormir en el cuartel el sábado noche porque tenía guardia o algo el domingo, así que por la tarde fuimos a la disco como cada sábado con la idea de yo volverme antes al cuartel. Me parece que tenía que estar a las 22.00, cambiado para pasar r retreta (que es como pasar lista en la mili, donde te dicen los servicios del día siguiente, menús, mandos de guardia, etc.). En la disco nos liamos bebiendo y, apurando, salí con el tiempo justísimo. Me fui a Tarragona a toda hostia porque no llegaba y, claro, me jugaba un arresto; iba todo lanzado y en la plaza Imperial Tarraco, se me pone el semáforo de la Vía Roma en rojo. Como venía tan rápido, me lo salté pero al querer girar en la plaza, el coche me hizo un giro de 360º y me quedé mirando en la misma dirección que iba pero con el coche parado. Lo arranqué todo asustado, metí primera y me fui para el cuartel. Llegué justo, pero llegué. Claro, conté a todos mi aventura y les decía que, menos mal que era de noche y no había policía ni nada que si no, me meten una multa que me cago… La sorpresa fue que, al cabo de unos días, me llega a casa una denuncia en que ponía:
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Vehículo Seat 600 color blanco y matricula B-573960 Denuncia por valor de 29.000 pts. por: Conducción temeraria, saltarse un semáforo rojo y giro de 360º sobre el propio eje. Visto por el jefe Provincial de Trafico de Tarragona.
Es decir, aquel cabrón estaría dando un paseo con su mujer, por decir algo, y lo vio todo en directo, me tomó la matrícula y ¡toma denuncia! Ahora es de risa, pero en el 89 era dinero porque yo cobraba en Casbor 54.000 pts., así que era más de medio sueldo. Estas las principales historias que me pasaron con el famoso 600, un coche que si llego a tener un lugar para dejarlo no lo hubiese llevado al desguace como hice, me lo hubiese quedado pero no teniendo sitio, lo tuve que llevar cuando me compré el Seat Ibiza Sxi. Luego el que sucedió un poco en historias al 600 fue el Panda que se compró Raúl cuando clavó el motor del Ford Fiesta. Lo llevaba siempre sin asientos traseros y eso iba cojonudo cuando teníamos que cargar, por ejemplo, en las acampadas. Con este, una de las capulladas más grande que hicimos fue que estábamos en Bonavista en la feria de Abril, creo que Juanito, Chorro, Raúl y yo, con unas compañeras del cole, con tres seguro. Cuando acabó la fiesta sobre las 3.00 de la mañana, decidimos irnos a Salou, pero las chicas se que187
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rían venir y solo teníamos un coche. Como no había asientos dijimos de ir todos detrás como fuese. Menos mal que no nos pararon porque íbamos siete u ocho; nos acordamos perfectamente Raúl y yo. Cogimos dirección a Salou y en la autovía, hicimos una de las nuestras. Yo iba sentado de copiloto y Juanito y Chorro con las chicas detrás; no sé cómo dijimos de cambiarnos de conductor, entonces Raúl levanto el culo y yo me puse debajo de él, sin soltar el acelerador en ningún momento; cuando estuve bien sentado, cogí el acelerador y le dije que ya se podía ir y se puso de copiloto, todo esto a 130 km/h mínimo. Lo más fuerte fue que no se enteró ninguno los de detrás: como iban de cachondeo y alegres de beber, fliparon al llegar a Salou y ver que yo me bajaba del asiento del conductor y Raúl, del asiento del copiloto. En fin, eso son cosas que se hacían a finales de los 80 principios de los 90, a parte de conducir siempre a altas velocidades, habiendo bebido, etc., éramos unos inconscientes todos los jóvenes. Después de la mili y al empezar a trabajar, me compré un coche, un Seat Ibiza Sxi de 100 cv, modelo que acababa de salir. Muy guapo, pero con mucha mala suerte. Os cuento. Yo me quería comprar un coche nuevo y tenía claro que lo primero que quería hacer era preguntar en la Ford a ver si quedaba algún Xr2 como el del Oso, ya que acababa de salir el nuevo, de inyección y habría buena oferta con las unidades restantes del modelo viejo, que era un coche que me encantaba. El Oso me lo había dejado alguna vez y, a parte de lo que andaba, era una lapa pegado al suelo, de 188
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lo mejor en esa época. Pero fui a la Ford, de Tarragona, (la que años después fue mi empresa) y no quedaba nada, ni en Tarragona ni en ninguno de sus otros concesionarios así que empecé a mirar otros coches como el Peugeot 205 Rally, el 205 1.9 Gti o el Golf pero o eran caros o no me convencían. Un día hablando con mi cuñado Luis me cuenta que en Bonavista habían puesto un negocio de compraventa de coches semi nuevos y que había alguno con menos de 5000 km y con unos precios espectaculares. Con esas noticias, allí que fui a ver qué tal. Llegamos a la tienda y había dos que me entraron por el ojo rápidamente: un Peugeot 1.9 Gti con 130 cv que estaba genial y un Ibiza Sxi 100cv, con menos de 5000 km pero que estaba nuevo, nuevo, estaba impecable. Preguntamos precio y creo recordar que costaba 1.200.000 pts., pero a lo mejor nuevo valía 1.600.000 (esto me lo invento porque no me acuerdo pero lo que sí que sé es que era un chollazo). Lo probamos y lo compré sin pensármelo. El coche andaba una pasada: recuerdo viajes que hacíamos a Madrid a ver el futbol que íbamos todo el viaje a fondo como si nos persiguiera alguien, 200km/h siempre. Bueno, tenemos fotos con el marcador a 220 km/h porque nos gustaba hacerle fotos al cuenta km para dejar constancia. La verdad es que siempre nos ha gustado mucho correr con todo17. Hasta ahí, todo bien, pero cuando el coche tenía un año aproximadamenA raíz de eso también tengo una extensa colección de fotos de radar, entre coches, motos y furgonetas de trabajo, he superado las quince tranquilamente, pero están todas pagadas, jiji. 17
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te, me llamaron a casa de la comisaria de la Policía Nacional de Tarragona para decirme que tenía que presentarme allí con el coche para hacer una comprobación. Como era normal, me asusté pero también pensé en un posible error o algo parecido. Al día siguiente allí estaba yo a la hora que me dijeron. Se pusieron a mirar el coche, a levantar el capó, rascando por allí con un destornillador, etc. Yo, de los nervios, imaginaos. Cuando acaban me dicen que ese coche era robado y que se tenía que quedar allí, o sea, no os imagináis lo que me pasó por el cuerpo. Les dije que me lo explicaran bien por favor, y me lo explicaron. Resulta que habían descubierto a una banda organizada que se dedicaba a robar coches, a falsificarles el número de chasis y a venderlos. Un desguace de coches de Barcelona recibía los coches siniestro total de accidentes y decía a los clientes que ellos se encargaban de darlos de baja y, en vez de darlos de baja, lo que hacían era aprovechar la documentación para pasársela a un coche que robaban, exactamente igual en modelo y color; le troquelaban el número de bastidor y le ponían las placas de matrícula del coche del accidente. Como tenían la documentación perfecta, pues a venderlo. Intentaban robar coches lo más nuevos posible para sacar más dinero. Así lo hicieron con más de setenta coches, la mayoría vendidos en Bonavista, donde yo compre el mío, ya que, aunque el desguace y los robos se hacían en Barcelona, la venta se hacía en Tarragona para más tranquilidad. Es decir, el de la tienda era uno de ellos. Una gran putada. Entonces entendimos el porqué de los precios tan baratos. Esa noticia salió a nivel nacional, hasta salió en los tele190
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diarios. Lo que nos aconsejaron e hicimos fue coger todos a un mismo abogado, los cincuenta y cuatro afectados de Tarragona, y que él nos llevase a todos porque así haríamos mas fuerza. El tema era que, en ese momento, los coches tenían dos propietarios, uno éramos nosotros y el otro, la persona a la que le habían robado el coche o en la mayoría de los casos, una compañía de seguros, porque como casi todo eran vehículos de gama media/alta, estaban asegurados a todo riesgo y los que no, al menos tenían robo. ¿Qué pasaba entonces con el vehículo? Pues que si lo dejábamos en el parking de la policía, al aire libre, se iba a deteriorar y saldríamos perdiendo todos, con lo cual, por lo que luchábamos era por que nos lo devolvieran y lo pudiésemos usar hasta el día que saliera el juicio. Hubo muchas reuniones entre nuestro abogado, los de las compañías, el jefe provincial de trafico de Tarragona, y todos estaban a favor de lo que proponíamos menos la Jueza del caso, que ella no quería: decía que hasta el juicio no se movían los coches, no lo quería entender. Llegó a intermediar en el caso el Defensor del Pueblo, que vino de Madrid a propósito para intentar convencer a la Jueza, y, por fin, después de nueve meses y de mucho presionarla, accedió y nos los devolvieron, en principio hasta el día del juicio, pero nuestro abogado nos aseguró que ese juicio no saldría nunca y así ha sido, con lo cual, dentro de lo malo aún podemos estar contentos. Eso sí, fueron nueve meses duros, porque casi todo el sueldo que cobraba era para pagar la letra del coche (entonces cobrábamos poquito) y como no di nada de entrada porque venía de la mili y no tenía dinero aho191
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rrado, tenía una letra alta. Pero bueno, ya pasó todo y al final, disfrute el coche hasta el final. Peor fue para algunos vendedores ambulantes que, los pobres, gastaron sus ahorros en comprar furgonetas y esos nueve meses no podían ni trabajar por no tener vehículo, que era su herramienta principal de trabajo. Menos mal que los pillaron y espero se pasaran un largo tiempo en la cárcel. El Real Madrid Alguno a estas alturas del libro se estará diciendo que qué raro que aún no haya nombrado al Real Madrid. Pues ahora vamos. Todos sabéis de mi afición y fanatismo por ese club. Os cuento cómo fue la primera vez que fui a Madrid ciudad y al estadio Santiago Bernabéu. Era fin de semana, el 29 y 30 de abril de 1989, un mes antes de entrar en el Servicio Militar. El Vasco iba con el instituto de fin de curso a Madrid y Sevilla y resulta que el autobús que los llevaba no iba lleno. Nos dijo que porqué no nos íbamos con ellos y nos volvíamos el domingo en el tren. Lo hablamos con Chorro y yo, que estaba como loco por conocer Madrid, no me lo me lo pensé mucho y automáticamente le dijimos que sí. Él se lo comentó a los profesores y dijeron que ningún problema. Salimos un viernes por la noche a última hora y viajamos toda la noche, unas 7 horitas con sus paradas y tal. Me acuerdo que estuvimos todo el principio del viaje de cachondeo porque conocíamos a muchos compañeros de clase del Vasco, pero al final nos quedamos dormidos. 192
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Entonces se creó una situación que la recordaré toda mi vida: me despertaron y me dijeron “Carlos, Madrid”, y yo, al ver la entrada a la ciudad por la Avenida América, me pasó algo por el cuerpo que no puedo describir: tenía obsesión por ir a la capital y me quedé verdaderamente alucinado, una sensación que no olvidaré. Puede parecer exagerado pero fue así. Para mí era algo muy especial, no sé porqué. Imagino que mucha culpa la tiene el fútbol, pero para mí esa ciudad es algo especial. Hoy puedo decir que habré ido más de cincuenta veces y cada vez que voy siento lo mismo. Por lo que hemos hablado, a José Luis le pasa como a mí: en su caso, el culpable es el Atleti. Llegamos al hotel, que estaba acerca de la Puerta del Sol, repartieron las habitaciones y fuimos a dar una vuelta por los alrededores y, después de comer, mientras se quedaban por el centro, Chorro también, yo solito me fui al Bernabéu. Me busqué la vida por ahí preguntando cómo podía llegar y, una vez me explicaron, cogí el autobús correspondiente y para allí que me fui. Iba de los nervios mirando a un lado y a otro pendiente de cuando aparecería el Santiago Bernabéu y fue pasar Nuevos Ministerios y empezar a verlo… Me entró un no sé qué por el cuerpo, peor aun que cuando por la mañana me despertaron y vi Madrid delante de mí… Esto aún fue más excitante: ¡por fin tenía el Estadio de mi equipo delante de mí! algo que había soñado muchas veces... Me fui a las taquillas en busca de una entrada, rezando para que hubiese y, efectivamente, tuve suerte, aun quedaba alguna: jugaba el Madrid contra el Logroñés, equipo en el que jugaba el argentino Ruggieri que ya había firmado 193
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por el Real Madrid para el año siguiente, con lo cual era la atracción del partido. Cuando entré en el estadio una hora antes, llegó la tercera y la más espectacular sensación del día: ver el Bernabéu por dentro por primera vez no tiene palabras, es algo que también se me ha quedado grabado para siempre. Una vez localizado mi asiento y hasta que el árbitro indicó el comienzo del partido estuve embobado, mirando para todos lados como si fuese el primer campo de futbol al que iba (ya he contado antes que había ido muchas veces al Nou Camp, y también había estado en La Romareda, de Zaragoza, etc.), pero esto era el Bernabéu y no quería perderme detalle alguno para luego contarlo. Ya llegada la hora comenzó el partido, la alineación fue: Buyo Chendo, Sanchís, Gallego, Esteban, Michel, Martin Vázquez, Schuster, Gordillo Butragueño y Hugo Sánchez Ganó el Madrid 1-0. No hubo goleada pero por fin había visto jugar al Real Madrid en el Bernabéu. Era la primera de las tantas y tantas veces que vendrían después. Una vez acabó el partido volví a preguntar cómo llegar hasta la Puerta del Sol y cuando llegué me junté con Vasco y Chorro y fuimos a tomar una cervezas por el centro. Al día siguiente por la mañana se iban a Sevilla a continuar con el viaje y nos propusieron irnos con ellos, nos miramos y nos lo llegamos a pensar, pero a los dos días, el dos de mayo, Chorro tenía examen de conducir, así que por la tarde co194
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gimos el tren para Tarragona, con otra anécdota de algo que me hizo el cabrón. Resulta que yo en esa época roncaba mucho (ahora ya no porque me opere las vegetaciones y las amígdalas) y del cansancio del fin de semana, me quedé dormido antes de salir de Madrid. Me desperté en Salou y vi que estaba solo en el asiento; me esperé a ver si es que Chorro había ido al lavabo o algo y, como no venía, me levanté para buscarlo y resulta que estaba durmiendo tan tranquilo en otro vagón. Le desperté y le pregunté qué pasaba y me dijo que yo roncaba tanto que estaba todo el vagón mirándome y que se moría de vergüenza, así que cogió y me dejó allí solo… ¡Ten amigos para esto! Jajaja18... Al cabo de 25 días, Chorro, Leo y yo entrabamos en el cuartel de Tarragona para prestar el Servicio Militar.
En el próximo libro, si todo va bien y lo escribo, os contaré todas las anécdotas que he vivido en estos años con el Real Madrid.
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La ONCE, lugar de encuentro
En una acampada
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En la Plaza Imperial Tárraco
El día de la despedida de Edu
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El dĂa de la despedida de Edu
Partida de Edu a Cartagena
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Un fin de año
En El Retiro
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Leo en el Barรงa
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El Oso
Edu
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Chorro
Jose Luis
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Leo
Juanito
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El Negro
El Vasco
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Raúl
Yo
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Continuará …
Tarragona, 30 de noviembre de 2015
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Agradecimientos a: Gema Duarte Abós y África Sanjuán Duarte por su ayuda en la corrección, maquetación y elaboración del libro.
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