La colaboración entre alumnos alternativa al bullying escolar

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La colaboración entre alumnos una alternativa al Bullying Escolar. Sugerencias que ayudan en la escuela La colaboración y el apoyo entre alumnos que son compañeros escolares ha dado muy buenos resultados como medida de prevención y corrección de conductas antisociales y agresivas entre el alumnado que luego dan origen a altos niveles de violencia como lo es el bullying. En este reporte se analizan tres tipos de apoyo: la ayuda, la resolución de conflictos a través de la mediación y la asesoría. También se ofrecen algunas técnicas para desarrollarlas en el ámbito escolar. Aunque la mayoría de los niños y adolescentes manifieste un auténtico disgusto por la conducta antisocial que causa malestar entre los compañeros, son muy pocos los que verdaderamente intervienen para evitarla una vez que se presenta. ¿A qué se debe esta actitud contraria a sus principios? Lo más seguro es que se deba a las presiones del grupo de compañeros sobre los espectadores, incluyendo a los que sienten simpatía por la víctima, para que adopten la postura segura de la no intervención. De acuerdo a lo anterior, estará usted de acuerdo conmigo, en que el carácter de la escuela constituye un factor fundamental en el proceso de oposición a la conducta antisocial además de tener una importante función en la creación de ambientes en los que los maestros y maestras estimulan de forma consistente los valores prosociales y quienes se encargan de aplicar las respectivas sanciones claras contra la conducta agresiva hacia los compañeros. Un aspecto de este proceso, que se pasa por alto con frecuencia, es el papel que debe desempeñar el grupo de compañeros, en especial los espectadores. ¿Alguna vez se preguntado usted el potencial que pueden aportar los alumnos que contemplan las agresiones? ¡Sí! Me refiero a los espectadores que ven lo que ocurre. Pudiéramos pensar que este grupo de alumnos espectadores, durante la observación de la agresión, puedan no estar muy seguros de su propia respuesta emocional ante la conducta agresiva y, no conozcan, y por lo tanto no hayan aprendido las destrezas necesarias para una 1


intervención social responsable y adecuada. Por su edad, porque no es un hábito, por la cultura, etc. Sin embargo, pensemos un poco, el sólo hecho de que los alumnos PERMITAN que a un compañero le propinen dura golpiza, esa actitud pasiva demostrada ante un compañero en peligro tiene importantes consecuencias. En primer lugar, los niños se desensibilizan cada vez más ante el sufrimiento de otros a medida que contemplan situaciones en las que no se interviene. En segundo lugar, aunque se reduce la ansiedad ante el temor por parte del espectador de sufrir una agresión o quedar en ridículo, o de causar más daño a la víctima (en caso de represalias, por ejemplo), existe la posibilidad de que quien contempla la escena violenta de forma pasiva pueda llegar a sentir una sensación de indefensión semejante a la experimentada por la víctima. Además, la pérdida de autoestima de esta última dentro del grupo de iguales resulta evidente tanto para los agresores como para quienes desempeñan un papel menos activo.

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Tipos de apoyo Sin duda, toda la planta docente de una escuela puede participar directa e indirectamente promoviendo y reforzando los valores cooperativos durante las actividades cotidianas de clase. Esto puede hacerse en los diferentes niveles educativos desde la educación preescolar, hasta la enseñanza secundaria, pasando por la primaria. Se trata de establecer sistemas de apoyo entre compañeros como medio para promover los valores prosociales y contrarrestar la conducta agresiva y antisocial dentro del grupo. Y con ello buscar minimizar el bullying. Se requiere establecer un método de trabajo cooperativo, por ejemplo, en clases en las que el trabajo en grupo constituye una característica habitual de la actividad que se desarrolla en el aula y en las que se insiste en los valores de coparticipación, confianza y reciprocidad. En concreto ser requiere organizar tres tipos de apoyos entre compañeros: la ayuda, la solución de conflictos y la asesoría. Estos tres apoyos requieren de las siguientes acciones: - Empleo de compañeros para prestar ayuda. - Enseñanza de las técnicas básicas de escucha activa, empatía, resolución de problemas y disposición a ofrecer apoyo. - Promoción del conocimiento personal de quienes ayudan. - Preocupación por el desarrollo de un clima emocional positivo en la escuela. - Creación de una vía de enlace entre el grupo de compañeros y los servicios de asesoría y de consejo personalizado. A continuación, revisaremos cada uno de estos tipos por separado.

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La ayuda La práctica de la ayuda, aunque pueda adoptar diversas formas, suele centrarse en la capacitación de los alumnos para que apliquen unas determinadas técnicas en las interacciones cotidianas con sus compañeros. Los esquemas de ayuda, dado que son tan semejantes a las actividades espontáneas de amistad que se producen de forma natural, pueden adaptarse a la mayoría de los grupos de edad, desde la enseñanza primaria hasta el bachillerato. Los compañeros que prestan la ayuda, participan en actividades prácticas, tales como clubes que funcionan después del horario escolar o ayudando a los alumnos vulnerables en el patio de recreo. También pueden ser ubicados en una clase, en momentos concretos, para actuar en apoyo del maestro (por ejemplo, como amigos del libro para ayudar a los alumnos con dificultades de lectura). Una función importante puede ser también la de asistir a las reuniones de los padres para promover los servicios que ofrecen y darles publicidad. Con independencia de la forma concreta que adopten los programas de ayuda, el objetivo de los niños y jóvenes participantes consiste en ofrecer apoyo emocional y amistad a los compañeros que estén en situación de riesgo. El equipo de ayuda puede seleccionarse por sus características personales y su disposición a ayudar a los demás. Dependiendo de la naturaleza del plan que se adopte en la escuela, pueden tener la misma edad que sus compañeros o ser algo mayores. Por regla general, un buen plan debe centrarse en la creación de equipos entre los participantes y en proporcionar al equipo de ayuda los conocimientos adicionales sobre el carácter de este tipo de relación. Un buen plan puede iniciar con un período de orientación en el que los alumnos aprenden los fundamentos, los valores y los fines de la postura de ayuda.

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La formaciĂłn complementaria puede llevarse a cabo durante el tiempo de clase (por ejemplo, en el perĂ­odo de un curso), dĂĄndoles a menudo oportunidad de celebrar sesiones de plenarias en las que los participantes dialogan sobre su progreso, estudian los problemas descubiertos y se apoyan mutuamente.

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Resolución de conflictos La mediación de compañeros es algo más estructurado que un buen equipo de ayuda, aunque, como ellos, puede adaptarse a gran cantidad de ambientes escolares. Los alumnos pueden aprender sus técnicas desde los 9 años hasta el final de la adolescencia. Este tipo de apoyo es una evolución desde la postura de no culpar hasta una de las formas más eficaces de resolver los conflictos, que consiste en crear un resultado de ganar-ganar. Uno de los problemas que plantea un conflicto es que, con excesiva frecuencia, el resultado consiste en que uno gana y otro pierde. Los choques interpersonales e inter grupales, agresiones, apelativos racistas, peleas y riñas pueden adquirir mayores proporciones si no se resuelven, mientras que el castigo a quienes no se comporten bien puede suscitar resentimientos, enquistándose aún más su conducta. En cambio, la mediación de los compañeros ofrece una solución no punitiva. Por regla general, dos mediadores formados trabajan en equipo para estimular la resolución de los problemas surgidos entre personas que están en desacuerdo. Los mediadores se reúnen con los interesados, de manera que cada uno cuente su historia y sus sentimientos en relación con el incidente; los primeros escuchan sin emitir juicios y preguntan a los segundos qué les gustaría que ocurriese a continuación; por último, se ocupan de estudiar lo que puede hacerse para asegurar que cada uno de los implicados en la disputa salga de la mediación con un sentimiento positivo de ganar-ganar y con la sensación de que el resultado es justo para ambas partes. El proceso de mediación puede llevarse a cabo cuando se produce la disputa o el conflicto, que muy a menudo ocurre en el patio de recreo, aunque a cómo están las cosas ya ocurren hasta dentro del aula. Los alumnos reciben un programa de preparación muy estructurado que les proporciona técnicas concretas para mediar en las discusiones: escucha activa, expresión de sentimientos, clarificación del significado mediante términos claros y carentes de ambigüedad, sensibilidad adecuada con respecto al significado de la comunicación no verbal, y diferentes formas de hacer preguntas. Un aspecto clave es el de aprender a dar mensajes en primera persona (por ejemplo: «En este momento, estoy muy enfadado» o «Cuando

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dijiste eso, heriste mis sentimientos») en vez de generalizaciones vagas como «todo el mundo sabe que es muy agresivo» o «¿qué puedes sentir cuando alguien te insulta?». La escenificación o dramatización puede ser de gran ayuda para practicar las técnicas aprendidas, por ejemplo: cómo intervenir en el patio en una pelea que se haya descontrolado o mediar entre un niño que agrede y otro que padece la agresión, etc.

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Asesoría Los enfoques basados en la asesoría constituyen la forma más compleja de preparación y de puesta en práctica y, en realidad, sólo son viables con alumnos de enseñanza secundaria en adelante. Los enfoques basados en la asesoría son los siguientes: apoyo de persona a persona, reuniones de grupo y asesoramiento telefónico, utilizando el modelo de los Samaritans. Como en los enfoques de mediación, la formación está muy estructurada pero, además, se hace mayor hincapié en el estudio del mundo interior de la experiencia personal para que se aprenda a confiar en los compañeros de apoyo mediante un proceso de comunicación recíproca. Con este fin quienes prestan apoyo reciben una preparación, basada en la experiencia, en la que aprenden técnicas de asesoramiento probadas: escucha activa, expresión retroactiva al interesado de los sentimientos revelados en sus palabras, paráfrasis de lo dicho por el interesado con tacto y sensibilidad, manifestación de empatía con respecto a los sentimientos de otra persona, y desarrollo de un vocabulario relativo a los estados emocionales. Los compañeros de apoyo formados de este modo pueden brindar ayuda en muy diversas situaciones; por ejemplo, poniéndose en contacto con los profesores, relacionándose con los otros chicos, haciendo frente a las agresiones, promoviendo la autoestima, facilitando los cambios de grupo o de centro, y solucionando problemas como la soledad o el rechazo. Parece que la formación más eficaz consiste en dar a los alumnos que se preparan como compañeros de apoyo la oportunidad de poner en común sus experiencias y de relacionarlas con las ideas sobre las que se dialogue. De este modo, los compañeros de apoyo adquieren sus propias ideas acerca de los modelos basados en la asesoría que descubren en el transcurso de su formación. Un buen plan que adopte este enfoque acentuaría que sus participantes sintonicen con los sentimientos de los demás. Los responsables de la formación establecerían un sistema de supervisión periódica cuando el servicio de los compañeros de apoyo comienza a garantizar la seguridad de quien ayuda y del ayudado para reforzar la importancia de la confidencialidad y un sentido adecuado de los límites.

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Evaluación Las evaluaciones de este tipo de intervenciones deben ser consideradas en el mediano plazo. Cada caso debe ser estudiado individualmente y serán estos los que arrojen las evidencias necesarias. Deben tomarse en cuenta el tipo de incidencias y el grado de los malos tratos infligidos por unos alumnos a otros, por lo tanto se habrán de modificar con el tiempo los métodos de aplicación del apoyo entre compañeros a medida que alumnos y adultos adaptan la intervención para ajustarse a sus especiales necesidades. En todo caso, el apoyo entre compañeros habrá de conseguir, con el tiempo, mejorar el clima social de la escuela, proporcionando a los niños y adolescentes las estrategias y técnicas necesarias para oponerse a las agresiones infligidas por sus iguales, que rechaza la mayoría. De estos sistemas se derivan también beneficios tanto para quienes ayudan como para quienes necesitan ayuda, pues los niños y adolescentes que, en caso contrario, se limitarían a ser espectadores aprenden a emprender acciones responsables para ayudar a los compañeros que tienen dificultades. En general, los alumnos que prestan ayuda suelen afirmar que la participación en estos planes les proporciona grandes beneficios personales. Las ventajas que se mencionan con mayor frecuencia son una mayor confianza en sí mismos, la sensación de pertenencia a un equipo, un acrecentado sentido de la responsabilidad, y la convicción de que están contribuyendo positivamente a la vida de la comunidad escolar. Algunos sostienen que estos beneficios se derivan directamente de las técnicas interpersonales y del trabajo en equipo desarrollados durante la formación, de las perspectivas adquiridas al ayudar a los compañeros en apuros o de la supervisión de grupo en la que tienen oportunidad de reflexionar sobre su trabajo. Otros dicen que la experiencia de organizar, administrar y hacer publicidad de su servicio les da confianza en sí mismos y una sensación de valía personal. Los profesores y formadores también confirman estos beneficios. La evaluación de la función de las intervenciones de ayuda de los compañeros en la reducción del malestar en todos los

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ambientes escolares tiene una importancia fundamental, sobre todo en aquellas escuelas en las que el problema es grave. Los datos derivados algunas investigaciones que han puesto a prueba esta función en circunstancias adversas tienden a centrarse en un conjunto reducido de conductas. Sin embargo, han constatado que un plan de intervención de resolución de conflictos dirigido por alumnos en una escuela con elevados niveles de agresiones conduce a una reducción significativa de la incidencia de conductas agresivas en el patio de recreo y en otros escenarios en un período de entre uno y dos años. Personalmente, recomiendo cierta precaución donde el problema de los malos tratos infligidos por compañeros sea especialmente grave. En tales circunstancias, los planes de intervención pueden producir modificaciones a corto plazo; pero, a menos que se refuercen durante un período de tiempo más largo, esos cambios no se mantendrán. No obstante, en general, podemos concluir que el apoyo de los compañeros constituye una intervención útil, con un gran potencial como modelo para proporcionar a los jóvenes las técnicas que necesitan si desean poner en práctica sus preocupaciones altruistas por los demás. Estos sistemas de apoyo pueden desempeñar una función muy provechosa en el desarrollo de los valores democráticos en el contexto escolar y vislumbrar los primeros pasos por realizar un verdadero esfuerzo desde la escuela hacia la erradicación de lo que ahora llamamos bullying escolar.

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