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Plumas KS: Bernardo Hernández, la moda en tiempos

MODA A GOLPE LIKE Y SCROLL

Intro: La dictadura del pulgar arriba y la impaciencia se ha convertido en la medida de (casi) todas las cosas, ya sea una creación de alta costura o una simple camiseta destinada a perpetuar la obsolescencia.

Por Bernardo Hernández / balenciaga72@yahoo.com.mx

La política del totalitarismo digital se resume así: “rapidito y de buen modo”. La virtualidad no tiene el menor interés en descifrar lo que implicaría un compás de espera; al contrario, anhela que la teorización noventera de Paul Milgram y Fumio Kishino sobre los entornos reales, virtuales y el continuo de la realidad mixta se convierta en una App y asunto arreglado. Por desgracia o por fortuna –depende del cristal con que se mire– la situación es más compleja… y no muy alentadora.

I WANT IT NOW!

La paciencia está en peligro de extinción, al igual que la privacidad y otras virtudes que no cotizan al alza en el mercado de la virtualidad. ¿Aguardar seis meses para usar lo que se llevará la siguiente temporada? Imposible. Para eso están todas esas antologías que algunas lumbreras de la Gen Z auguraron desaparecerían: colecciones pre-fall, pre-spring, crucero, cápsula y colaboraciones especiales de toda índole.

No solo no se extinguieron a favor del movimiento slow fashion y la cuestionable sostenibilidad teóricamente implementada por la moda, sino que consolidaron su posición para acrecentar el objetivo número uno de la industria: vender. Y si hay que hacerlo desde la simulación de la pluralidad, la inclusión, la ética laboral y un rosario de buenas intenciones, pues así se hace, y se hace rápido para mantener la perpetuidad del bucle consumo-obsolescencia.

¿La moda es el único ámbito donde esto ocurre? No. En su artículo La era de la impaciencia (La Vanguardia), Antoni Gutiérrez-Rubí escanea el entorno político para dejar en claro que las cosas no van bien. “Todo. Ahora. Para todo el mundo. Esta es la tríada de la impaciencia que devora la política: queremos todas las soluciones y servicios, todas las respuestas; las queremos de manera urgente, inmediata, sin transiciones; sin límites y que lleguen a todas las personas, sin costes, sin esfuerzo”. ¿Te resulta familiar? La moda es el espejo de este panorama y se sintetiza en una frase: I Want It Now!

MENOS (YA NO) ES MÁS

Información 24/7, pálpitos streaming, conexión móvil-emocional y transmisiones en tiempo real integran el mosaico online de la costura contemporánea. El bombardeo de refe- rencias culturales, imágenes, apetencias estéticas, resonancias conceptuales y mercancía multitask ha hecho que lo progresivo, gradual y prioritario –otrora criterios reguladores del diseño– sean desestimados por una sociedad impaciente y caprichosa que reclama sin limitaciones: menos ya no es más, ¡más es mejor! Esta saturación, que termina por convertirlo todo en un gigantesco moodboard, incentiva el inmediatismo como una forma de complacer a audiencias hipercríticas, demandantes y mentalmente fatigadas.

Tenerlo todo a un click de distancia es una ilusión peligrosa que deforma la percepción, los alcances, procesos de producción y fundamentos de la moda, confirmando que el instinto de urgencia es uno de los peores distorsionadores de nuestra visión del mundo. Estamos inmersos en una vorágine de novedades y sucesos que no permite la calma, la decantación o la evaluación, generando “un sentimiento difuso de deso- rientación y malestar causado por la dificultad de comprender lo que está pasando (a nuestro alrededor y en el mundo) y que se acrecienta y facilita por un acceso instantáneo a todo tipo de información”, indica Gutiérrez-Rubí.

Si bien la cultura digital ha fomentado la democratización de la moda, haciendo que ésta llegue a más gente y se desacralicen ámbitos antes reservados a unos cuantos –como la exploración de la Haute Couture y los discursos de las marcas de lujo–, también es cierto que la democracia instantánea de la moda es lo contrario a lo que realmente necesitamos: equilibrio, consumo responsable, apreciación integral y alternativas ponderadas. Bob Woodward, el legendario periodista que en dos ocasiones ha obtenido el Premio Pulitzer, señala que los medios atraviesan un periodo en el que “la impaciencia, la velocidad y el resumen” lo dominan todo. Cierto. Hemos convertido a los lectores en consumidores de atención, no de conocimiento.

Con la moda sucede algo parecido: se compran cosas primorosamente envueltas con la etiqueta de “experiencias”, pero no se adquieren narrativas que validen algo más que la prisa por seguir consumiendo más objetos, más firmas, más estatus. La impaciencia también tiene consecuencias en esta pandemia: los gobiernos comunican una preocupante ansiedad por resolver todos los problemas empleando la siguiente ecuación: lo más rápido y lo menos costoso posible, fórmula que suena atractiva en los discursos, pero aplicada a una realidad muy palpable y nada virtual resulta poco plausible.

Acostumbrados como estamos a pisar a fondo el acelerador e ir siempre por más, la moda opera una oscura metamorfosis que la convierte en un espejismo que promete otorgarlo (casi) todo a golpe de click, like o scroll. Error. Reconsiderar parecería no solo la mejor de las opciones, sino la única, aunque ésta implique que el pulgar ya no apunte hacia arriba. KS

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