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Carta editorial de Anna Fusoni

En KS96 preguntamos a líderes de opinión sobre como habían transitado el 2020, “el año que sobrevivimos al peligro”, pensando ilusoriamente que, para este número de KS, ya estaríamos fuera del ciclo pandémico. Llega KS97 y aquí seguimos, atrapados entre el hastío del encierro, las salidas ocasionales y culposas, contagios, vacunas e incertidumbre y pues no parece haber “para cuando”.

Recurriendo al pensamiento filosófico, hay grandes pensadores que en este nuevo siglo consideran que el mundo y los seres humanos que lo habitamos cambiaremos, pero nadie parece estar muy seguro si será para bien o para no tan bien. El escritor español Javier Cercas dijo desde el año pasado: “Cuando pase la pandemia seguiremos siendo los mismos botarates”, mientras que otros como Noam Chomsky ven la posibilidad de recuperar la confianza en la humanidad. La moneda está en el aire. ¿No habremos aprendido nada?

Tocando temas más cercanos, como el de la moda, ésta se mantiene resiliente y con capacidad, quizá no de cambio, pero de adaptación a las nuevas circunstancias. Economía circular, up cycling, y todo lo relacionado con la sustentabilidad, conceptos que ya se venían manejando desde antes de la pandemia, ahora se posicionan con más fuerza que nunca.

Los pronosticadores de gran alcance afirman que la casualización en la moda que ya se venía dando con la conquista absoluta del tenis y el athleisure, llegó para quedarse. Globalmente, el decreciente número de visitas en tiempo real a centros comerciales y tiendas físicas, pone en duda la existencia de estos enormes espacios comerciales. Sin embargo, en países como México, en los cuales las viviendas son de metraje muy reducido y los parques escasos, los centros comerciales florecen como espacios de esparcimiento. En la ZMVM (Zona Metropolitana del Valle de México) a partir del momento en que hubo apertura, aunque fuera parcial y controlada, gel de por medio, la asistencia y las ventas se incrementaron.

A decir de los analistas de tendencias se suavizan las transiciones de temporada en temporada y los grandes productores de prenda de vestir tendrán que repensarse para atraer no sólo a la nueva generación de consumidores, sino esos que han ajustado sus valores consumo y están interviniendo su guardarropa existente como respuesta a su preocupación por la salud del planeta.

Hay tanto que pensar, las grandes empresas de confección tendrán que cambiar sus estrategias y/o métodos de producción y ganancia, y las marcas de diseño y nuevos emprendedores con un mejor entendimiento del consumidor, tendrán que pastorear su mercado. De igual manera, queda claro que boutiques y tiendas deberán transformarse para ofrecer experiencias, más allá de un aparador, la música y el perfume. Ahí está el gran reto para todos. KS

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