Todos juntos hacia un mismo sinfín

Page 1


Todos juntos hacia un mismo sinfĂ­n



Todos juntos hacia un mismo sinfín TALLER DE NARRATIVA DE LA UNIDAD ACADÉMICA PREPARATORIA DE LA UAZ


Todos juntos hacia un mismo sinfín Primera edición 2014 C

Javier Báez Zacarías, coordinador C Instituto

Zacatecano de Cultur “Ramón LópezVelarde” Lomas del Calvario 105 colonia Díaz Ordaz, c.p. 98020 Zacatecas, Zacatecas.

Coordinación editorial Yolanda Alonso Diseño de cubierta e interiores Juan Pablo Escalante Composición digital (ePub) Karlo Salas ISBN: 978-607-9092-28-3


Taller de Narrativa de la Unidad Académica Preparatoria de la UAZ Javier Báez Zacarías

7

Entre ellos Eduardo Lara Ruiz

8

Juego de princesas Alba Monserrat Hernández Cervantes

9

Placer Jazmín Aguilar Ríos

10

El sacrilegio Eduardo Santiago Rocha Orozco

ÍNDICE

11

Fin de semana Óscar Edgar López

12

Deliberadamente Isaac Zepeda

13

No si siente cuando no si ve Ma. Rita Díaz López

14

Navidad y cloroformo Rubi Kassandra Hernández González

16

Silenciosa Juana Lucía Oliva Bernal

18

Párrafos estridentes para un amor elemental Violeta del Rocío Robles Espinoza

20

Séptima tumba Alan Damir Méndez Cardona

22

La muñeca y el cigarro Cinthia Ovalle

24


Prófugo de la cordura Jesús Gibrán Alvarado Torres

25

Tiempo perdido Juan Manuel Gómez Mendoza

26

Escondidas Cristina Maribel Guerrero Jaramillo

27

Una mujer moderna Ana Valeria Badillo Reyes

29

Reina de octubre Princesa Miriam Angélica Camacho Martínez

33

El hombre del crestón Rocío Yasmín Bermúdez Longoria

35

Ángel Emiliano Soto Gámez

37

Lector versus Tiempo Ezequiel Carlos Campos

39

La rata José Chávez Rivera

41

Amor de media noche José Antonio Flores Gálvez

43

Oruga melancólica Rafael Aragón Dueñas

45

Deseo Ivonne Reyes Espinosa

47


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Taller de Narrativa de la Unidad Académica Preparatoria de la UAZ Javier Báez Zacarías

E

n el año 2000, un estudiante de preparatoria se acercó a mí y me dijo: Hagamos un taller literario en la escuela. No era una simple propuesta, ingenua, efímera; era el golpe que abría el camino. Le pedí: Reúne un grupo. Contestó sin titubear, como si tuviera preparada la respuesta: Ya lo tengo. Desde entonces —bajo mi coordinación—, el Taller de Narrativa de la Unidad Académica Preparatoria de la UAZ, no ha dejado de trabajar ningún mes, ninguna semana; la sus amigos, ha reunido a varias generaciones. Al principio tuvimos como única sede el Plantel II de la UAPUAZ a donde asistían alumnos de diferentes preparatorias de la Universidad; con el tiempo, y viendo el interés de los participantes, abrimos —en el 2008— otro grupo de taller, ahora en el Plantel IV, coordinado por Rocío Yasmín Bermúdez Longoria. Ese mismo año sacamos el primer número de nuestra revista: Abrapalabra, con material realizado en ambos talleres. Aprendimos, del tiempo, la constancia; de la constancia, la corrección; de la corrección, el placer del producto terminado. Los textos que aquí presentamos, son muestra del trabajo que hemos estado realizando y que da como resultado el libro Todos juntos hacia un mismo sinfín. La mayoría de los cuentos aparecieron en los primeros cinco números de Abrapalabra. Y vamos por más. 7


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Entre ellos Eduardo Lara Ruiz

Siempre hemos creído que los seres de otros mundos tienen una inteligencia más

desarrollada, por tanto que son superiores, pero no es así; las entidades que habitan el planeta donde me encuentro tienen características físicas que les permiten poseer una la vida y la relación que tiene con el medio donde se desarrolla, es por eso que investigo a esta especie. Observé que los vehículos donde se transportan son muy parecidos a los que alguna vez utilizamos nosotros; sus construcciones son frágiles y extrañas; me resulta imposible describir los maravillosos paisajes que he visto, debido a que los colores y las No me les he mostrado, sé que causaría un gran impacto, seguro afectaría las bases de su sociedad; para una civilización primitiva como ésta, la verdad podría ser devastadora. Así, permaneciendo oculto, he realizado, durante ya bastante tiempo, mis trabajos de reconocimiento. Fue precisamente haciendo mis labores que uno de estos alienígenas me descubrió, luego de aterrarse, con asombro pintado en su asqueroso rostro, me atacó. Su fuerza superior le permitió dominarme desde el comienzo de la riña, como me tomó por sorpresa, no pude preparar mis armas para defenderme. Estoy prisionero desde entonces, no puedo alimentarme debido a que los minerasirve como fuente de nutrientes, la única solución es que traigan mis cosas para buscar los alimentos que viajaron conmigo, pero ellos saben que eso sería un grave error. Mando este mensaje a ustedes para que vengan en misión de rescate, y me lleven a nuestro hogar, no quiero morir entre ellos, necesito escapar de la Tierra.

8


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Juego de princesas Alba Monserrat Hernández Cervantes

Necesito olvidarla, liberarme de ella, jamás sentí tanta presión hacia mi sueño, la

existencia es el único motivo que queda ya para ponerme en pie. Darme cuenta que aún soy joven me destroza. Mi rostro se ve lívido y enfermizo, lo mal que me ha tratado la vida y la falta que cometí por pensar que la salida fácil era la que me mostraban, la que ella me regaló y de la cual soy sólo una víctima. Los remordimientos me consumen más que todas esas recetas médicas en el buró y aquellas revistas apiladas con contenidos que se convirtieron en mi modelo. Camino por ese pasillo blanco, siento miradas de lástima que me persiguen. Apresuro el paso, trato de contener las lágrimas y la desesperación de salir corriendo; casi llego a la puerta. Es un día más, otra cita que me devuelve las esperanzas de sentirme bien, con ese amor que pensaba había perdido; un día normal donde aquella seguridad se ahogará en lo oscuro de mis noches, cuando la necesidad de consumir me atrape. Lo confuso dentro de mi cabeza se hace más grande, puedo asegurar la causa: ¡ella! No soy capaz de hablar cuando me recuesto en aquel sofá observando la sonrisa del hombre, gesto que desaparece cuando empieza a interrogarme y tras varios cipal. Esta vez es diferente, creo que avanzo, quizás esta noche logre demostrarle al audaz destino que saldré adelante. Deslizando la puerta del closet encuentro los vestidos que no estrené, el cierre nunca llegó a subir, pero he perdido peso, escojo uno y me emociono al tener en mis manos ese verde brilloso que compré el verano pasado, rápidamente me lo pruebo, volteo a echarme un vistazo en el espejo. Observo mi rostro, mi cuerpo, ese abdomen que me causa pesadillas y náuseas. Ella regresó, odio esta sensación, sé que me equivoqué, la belleza cuesta, pero no tanto como mis dedos en la garganta y esas ansias de vómito, es inútil resistirme, nadie entiende lo difícil que es obtener una talla, a veces ni siquiera yo.

9


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Placer Jazmín Aguilar Ríos

Deambulaba en las calles de la frontera norte, bajo el sol sofocante del verano, soli-

taria, levantó la mirada e inmediatamente un calor subió por su espalda, bajó las cejas, torció la boca que, al mismo tiempo, se enrojeció, odiaba a todos los hombres, esta vez sería distinto, sintió el corazón y la sien palpitar. Caminaba distraído del mundo, sobre el asfalto hirviente de Ciudad Juárez, fumaba un cigarrillo que le causaba náuseas, algo llamó su atención, sus ojos se posaron sobre una mujer, la primera después de todo ese tiempo en el CERESO, la primera; vio cómo ella lo miraba y sus labios rojos exaltaban su libido, experimentó un profundo placer. Nunca nadie la miró con tanta pasión, se creyó deseada, de alguna forma agredida, ambos puños comenzaron a temblar, llevó las manos a su cintura y bajaron un poco más, dentro de su pantalón. Un resplandor en sus caderas, esas pronunciadas caderas que brillaban como un ángel, no, como una diosa, miró su excitación, ella temblaba, quiso tenerla, corrió subió por debajo de su ombligo, un líquido escurrió por su camisa y pantalón, la pudo contemplar; respiración agitada, ojos entreabiertos, sonrisa placentera, dientes blancos apenas visibles… cerró los ojos. Miró sus manos, manchadas con el vino tinto que corre en nuestras venas… lo dejó caer con una navaja en el vientre.

10


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

El sacrilegio Eduardo Santiago Rocha Orozco

Tengo miedo, no puedo dor-

mir, mi madre me pregunta por qué lloro esta noche y no sé qué decirle. Todo lo que me angustia inició en la niñez, mamá es una mujer muy religiosa, a tierna edad ya me hablaba de un hombre que todo ve y sabe; si me portaba mal, una condena marcaría mi destino. Ese día supe que estaba expuesta a un cruel justiciero omnipresente; el miedo que sentía se alivió al saber que nadie es libre del Señor, y que las ofensas se absuelven con la constante oración. El enclaustramiento del hogar creó en mí un gran vacío, el único esparcimiento que tenía era salir a misa los domingos; la soledad siempre ha sido tormentosa, pero tocarme la entrepierna era confortante, cubierta por la media noche olvidaba que aquel Señor me veía. Eso jamás se lo habré de confesar a un padre, por vergüenza desde luego. Antes de ayer, no temía las represalias del Señor, pues no le hacía daño a nadie y siempre rezaba para redimirme. Pero una noche entró un voluptuoso delirio, los dedos de mis manos no bastaron, y en la oscuridad agarré lo primero en mi camino. ¡Qué tonta fui!, ahora el Señor nunca me perdonará, deshonré a la Santa Cruz.

11


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Fin de semana Óscar Edgar López

Este es el hotel más cómodo de la ciudad, tiene alberca y un agradable mini bar que

por la noche trasmite viejas películas de comedia en un televisor de los que lo adornan, estoy seguro de pasarla muy bien aquí, sobre todo porque se rumora que las recamareras aceptan moderadas propinas por proporcionar un masaje al cliente. Ayer en la mañana, mientras esperaba el desayuno, llamaron a mi puerta, se trataba de la criada que traía mis alimentos, al verla todo mi cuerpo quiso explotar de excitación, era atrozmente hermosa, con su cabello hasta los hombros, verde y enredado como las praderas, con sus senos torneados y las caderas angostísimas, todo eso y su voz me orillaron a invitarla a pasar, no se negó ni un poco, al contrario, entró hasta la sala de la suite y acomodó su hermoso trasero en el sillón más pequeño, antes de ir con ella me dirigí al estéreo y coloqué una cinta de danzones para intentar ponerla a tono; enseguida me senté a su lado y destapé el plato de mi desayuno: huevos, jugo y pan tostado. Lo único que se me antojó fue el pan tostado con mermelada, lo tomé con la mano derecha y me serví del pecho de la sirvienta como mantel, derramé la mermelada en su escote y la lamí toda a lengüetazo limpio. En sus ojos nunca vi una seña de felicidad, no pude contenerme y así, con su frialdad y todo, le hice el amor; lo hice una, dos, tres veces hasta que me cansé de no ver en su rostro una expresión satisfactoria; entonces recordé Un chien andalou con una actriz a la que se le corta un ojo por la mitad, al recordar aquella escena quise hacer lo mismo, tomé a la recamarera, la recosté en el sofá y le hice tragar cuatro cajas de sedantes, luego, con un cuchillo, comencé a perforar alrededor de sus ojos para sacarlos de sus cavidades, y en los agujeros coloqué dos velas de cumpleaños, anchas y en forma de caramelos navideños. Pero esto no tenía por qué acabar ahí, así que tomé un cuchillo, abrí transversalmente del cuello a la vagina y de la vagina a los pies. Todo hasta ahora había sido sencillo, pero siempre hay algo difícil en cualquier situación; no era posible dejarla aquí, porque tarde o temprano el gerente se daría cuenta y me vería envuelto en serios problemas; pero, por otro lado, si me llevaba el cuerpo, nunca nadie sabría de mi obra, y mi intención era que todo el mundo la admirara; por eso, preferí retocarla un poco más, le corté los senos y los cosí en sus mejillas; después puse un letrero en su bolsillo: BUEN SERVICIO, VOLVERÉ PRONTO…

12


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Deliberadamente Isaac Zepeda

Aquí estoy, sentado, esperando sin separarme de este sillón al que mi cuerpo se ha

unido por falta de ánimos e intención y, al recordar, experimento otra vez dentro de mí hambre, cansancio y locura. Espero lo que habrá de suceder. Observo el sol ocultándose mientras se lleva ma azul que parpadea queriendo apagarse como para dejar de ser partícipe de esta escena, dejándome solo, sin nada más que pensamientos, ganas y ausencia. Me levanto, hay intención, camino queriendo esquivar objetos invisibles. Stop al sentir el calor acariciar mi cara, saco un cigarrillo y lo acerco al fuego, por debajo del recipiente, trato de imaginar lo que hay dentro, ¿se habrá teñido ya de color o

a ella ni a él volveré a ver, ese niño que estaba aquí desde antes de mi llegada. Por motivos y medios diferentes se me adelantó en la marcha aunque el destino no fuera el mismo. Creo que era su hijo, así lo trataba, queriéndole mucho, deseaba comérselo, no lo hacía sólo porque no podría vivir sin él. Esta vez se sentará sola a comer. Ojalá la oscuridad sea mi aliada y cuando llegue, si es que llega, no se distingan ya los colores. Al no vernos pensará que salimos cansados de esperarla. Cuando pruebe la sopa puede que le resulte un sabor extraño, aunque por otro lado un tanto familiar, que pasará inadvertido gracias al cansancio. La mano fue lo único que dejé, pues Margarita siempre la deseó, recuerdo las suaves caricias que se daban para goce de los dos, y no de los tres. A eso en un principio no le di ninguna importancia, era algo natural. Pero hubo un cambio, las caricias se tornaron cada vez más molestas, parecía que se les hubiera olvidado la principal razón, demostrar cariño, y sólo lo hicieran para que yo los observara. Fue queciera. Lo logró. No sé por qué la dejé en ese sitio, después de haberme desecho del resto que puse en el recipiente sobre el fuego. Bajo las escaleras, salgo del lugar. Tomo el camino que he de seguir, mientras

13


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

No si siente cuando no si ve Ma. Rita Díaz López

Din don din don, siscucha la campanilla; ista siñora cómo da lata si ya miando acos-

tando, la nochi siso pa discansar y a illa iso nolimporta, ta bien qui soy su gata piro qui no di tanta lata, pinsará qui soy di palo, qui no mi canso yo, pos bien qui mi canso, pos ista, quiiducada y quiiducada si no tini iducacion, cantas vices la icachao isculcando mis senaguas in mi cuarto, y cuando voy a comir, qui mi da un postri di guayabas, a luigo luigo mi dice qui mi richinan los dientes como a los burros, qui no abra tan grande cómo como, patroncita discarada, pos qui no li alcanzará su cabeza a pinsar qui haci mal. Din don din don, otra viz la campanilla, miaré quistoy dormida pano atenderla, miardin los pies diabajo, no aguanto los ardores, mistoy quimando di cansancio. Isa campanilla ya mi tiene mariada, qui nisté pensando qui voy a ir, si el trabajo es di dia no di nochi, siliace poquito lo qui miaicho, mi gritó burra india piojenta pata rajada; mi dijo algunas virdadis, porqui sí soy india y a mis patas lis pongo yerbajos paqui si mi quite lo rajao y lo apistoso, piro burra, burra no soy, si bien qui intiendo todo, y piojos yo ni los conozco, ya mi tiene jarta con sus maltratos di boca grandi qui nomas illa sabe tiner. Din don din don, qui suenisueni todo lo qui quiera hasta qui silinchi su mano a mi patroncita guacatuda, no iré porqui noigo nada; in il nombre dil padre dil lijo y dil ispiritu santo, ai mañana será otro dia. Mmmmgrgrgrrrr, ¡liiiaaaayy! Patroncita mándime aste… Qui susteote mi diste picón, pinse quiera mi patrona, ya qui di ripente mincaja zancudos, is lo único qui tengo pami compañía y lo qui mi ricuirda mi tierra. Aaapiro cómo mi incomoda isti cuarto di tilichis como lo llama mi patroncita, si apinas quipo in mi cama, in un dia distos sacudiré mis istes, con lo cansada qui mi siento qui no alcanzo nia rizollar y yo sin podir quijarme con mi tata, cómo si no puidi ni caminar, pos pobricito, tanta lastima qui mi da, ansina nomas, ispirando il dia inqui si muira, dice quiis un castigo di dios piro yo qui liplaticao todo a mi patroncita iguacatuda illa mia dicho qui is virdá lo qui los dotores di alli cercas dicen, qui no tiene rimedio, poriso no puedi movir las plantas di las patas y no nomas mi tata, ai muchos más di allí mesmo y también intoxicaos, quisa palabra no si mi olvida ni si mi olvidará nunca, hasta qui mi muera; mientras qui iso pasa al gobierno no limporta, pos como liba importar si tiene la panza llena, dice mi patroncita qui México is democrático di justicia piro anqui 14


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

ansina sia pa illa, pa mi son perititas mintiras, yo no licreo nada qui si lo cuinti a otra tonta. Si liaprindido cosas nuivas qui yo no conocía, piro algunas no la crio anqui mi di dicapones. Avicis quisiera rigrisarmi con mi tata, piro no puido, pos paquí, pa morirme como todos los qui sian muirto sin rimedio, yo todavía no intiendo, piro iso sí quita la vida y la quita pa siempre, y anqui nomas mi quida mi tata y mi irmano, yo lo quiero muncho y ai diaca yo lis mando sus cintavitos, poriso li aguanto todo a mi patroncita iguacatuda porqui illa in todo miayuda, ya faltan poquitos dillitas paqui mi patroncita mandi volar los cintavitos a mi tierra chula qui cómo istraño todo, mis gordas di comal y mi atoli di masa, porqui pos lechi diondi sistaba prohibida pa nosotros, no nos alcanzaba mas qui pa la pura masa, y al qui istraño tanto tanto a mis amores, tiodimiro quista in la sopa lo miro, ansina mi dicia mi tata, piro no ispiro casorio, siguro si consiguiotra, piro qui puido hacir, no lo voy a vir ni a la icharmi una guelta, por qui no si cuándo, si no mialcanza, ya quisiera tiner todos los cintavos pala medecina di mi tata, il dice qui soy su única ispiranza.

15


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Navidad y cloroformo Rubi Kassandra Hernández González

Pronto sería la cena de navidad.

Miriam compraba los regalos de sus hijos. El padre, Arturo, atendía a sus últimos pacientes en su consultorio médico. Los niños esperaban en casa, el pequeño Mitchell, de cinco años de edad, y Jacob de siete, jugaban a la pelota en la sala.

Llegaron sus padres. Miriam subió los obsequios a su cuarto para más tarde envolverlos. Jacob se acercó a su padre.

El banquete estaba listo, la familia se sentó en silencio y tras una breve bendición de los alimentos comenzaron a cenar. De postre hubo galletas. Cuando acabaron, Miriam llevó a Mitchell a su cuarto y lo arropó con una pijama caliente, mientras Jacob la sala y se sentó a esperar a que todos se durmieran. Faltaban veinte minutos para las doce. Jacob se dirigió a donde su padre guardaba instrumentos para su profesión, así como libros de medicina. Entró al estudio, del escritorio tomó una jeringa. Caminó hacia enfrente, había una mesa con frascos de diferentes tamaños, pero quería uno en especial: cloroformo. Llenó la jeringa y se fue a la cocina para vaciarlo en una galleta. De la alacena sacó un hasta la mitad y derramó en él los últimos mililitros de la sustancia. Volvió a la sala y puso su pequeño detalle en la mesa, a un lado del sillón. por la chimenea y distinguió un cuerpo. Cuando Santa terminó de bajar, saludó al pequeño. Jacob le dio la galleta y el vaso con leche. El señor Claus aceptó con gusto. Después de un momento Santa comenzó a sentirse adormecido. El niño, sonriendo de oreja a oreja, se dirigió a la cocina a buscar el cuchillo más 16


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

ló, apuñaló y apuñaló, desquitando rencor acumulado hasta que le dolió el brazo. Luego, contempló cómo se desangraba. Subió a su habitación, sin haberse lavado ni de arte, no sólo a la mañana siguiente, sino, por el resto de sus días. Había cobrado la venganza perfecta. Se sintió satisfecho. Entró en un sueño profundo mientras pensaba: Éste es tu merecido querido Santa Claus, por no complacer mis caprichos… Eran las siete, la madre había mandado llamar a la policía cuando vio el cuerpo apuñalado en su sala, y a un psicólogo al ver que Jacob no contestaba a ninguna pregunta que le hacía. Él entró al cuarto y tomó asiento frente a Jacob. Emprendió la conversación que tenía planeada para el pequeño, pero no funcionaba, no mostraba interés por la charla, sólo miraba sus manos llenas de sangre seca. Luego soltó una risotada. brado. se daría cuenta de su error al conocer la respuesta.

17


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Silenciosa Juana Lucía Oliva Bernal

Una vez más aquí, varada en la calidez de este día, posando semidesnuda, cubierta de

pánico por las miradas vacilantes, observo la desértica calle que pronto estará abatida por la destrucción del silencio. Puedo imaginar qué hay más allá del horizonte, desde que llegué a este lugar la belleza de mi cuerpo es visible, rara vez detesto cómo luzco, poseo vanidad al igual que todas las mujeres y un lejano sentimiento de desdicha. Mis compañeras parecen no tener vida, calladas, inertes entre la seducción; con el correr de las horas el ajetreo de la ciudad se acelera; ahí está él, sus ojos se posan sobre mí, una mueca de disgusto se dibuja en su rostro, no comprendo, siempre le había parecido agradable, nunca en todo este tiempo su mirada me lastimó tan profundo. No puedo conciliar el sueño, esa expresión; acaso habrá dejado de adorarme, de ser yo la inspirante modelo para sus pinturas; no, Carlos no es de esos hombres que se olvidan de una tan fácil, es febril, ama el arte; debo ser yo la que ha fallado. Despierto. El ocaso es más hermoso que nunca, espero verlo hoy, ¡pero qué tonta, este color se ve horrible!, odio el amarillo y ella lo sabe, seguro lo hace por fastidiarme; estoy tan alterada, pobre Laura, tiene demasiado trabajo como para recordar que esto es mi pesadilla; las cosas no podrían estar peor, él está a punto de olvidarme; tan cerca y tan lejos de volver realidad una fantasía. El cristal me separa de Carlos, podría penetrar para llegar a tocarme, mas el anhelo por permanecer ausente es su prioridad, observa la frialdad perfecta: mi su silueta se vuelve lejana desapareciendo tras la distancia. Ahora la luna gobierna el cielo, Laura me ha mirado de forma extraña, luego de un largo suspiro ha dicho: —Dulce Sasha, el tiempo no perdona los años, deberías descansar. Permanecí muda; tras cerrar las puertas apagó la luz y se fue a dormir. El sol sedujo a las tinieblas y amaneció, ella despertó con ese rostro de preocupación de la noche anterior, hemos estado largo tiempo juntas y no es capaz de decirme una sola palabra. No entendí el porqué de esa frase «deberías descansar», no estoy exhausta, me conservo en buena forma, los hombres aún se acercan ¡estúpido misterio!, ¿qué sucede? Laura salió de casa, imagino que volverá pronto con una sonrisa, eso espero.

18


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Este día parece interminable, Carlos observa a las aves buscar alimento, toma un lápiz y comienza a delinearlas, es indiferente conmigo, no se dio cuenta que llevo puesto su color favorito, que trato de sonreír sólo por él. bres cargando un bulto en una gruesa tela que parece ser algo pesado, después de dejarlo junto a una de las ventanas salen sin hacer ruido alguno. Me encuentro preocupada, siento no tener motivo para continuar, la soledad me aterra y creo que él ha dejado de amarme. La luna contempla mi silueta y me pregunto si conoce el sufrimiento, ese, al borde del suicidio. Por primera ocasión en un largo tiempo Laura se ha acercado, tomándome entre sus brazos nos dirigimos al viejo almacén donde sin ninguna explicación me encerró y salió de prisa. Un rayo de sol rozó mi rostro, frente al espejo vi mi cuerpo demacrado por el tiempo, observé, tras una hendidura, a la mala amiga descubrir el bulto misterioso y colocarlo tras el cristal, a Carlos acercarse con esa mirada sutil para

19


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Párrafos estridentes para un amor elemental Violeta del Rocío Robles Espinoza

¡Rayos!, maldito clima, un día nieva, al otro el sol es tan intenso que me quema. Es una pena que ya no estés para acariciar mi nariz y controlar mi cólera. Me veo tan abtermino de olvidar mis viejos hábitos educando a mi piel para no extrañar tu tacto, lo lamento, nunca he sido buena olvidando y lo entiendes. perdí uno a uno, por los otros consecutivos intentos de ganar más. Me dio igual, no me interesaba el dinero. Lo que pedía con estruendosos gritos de silencio era derrochar el tiempo, congelarme en él, sintiéndome una simple espectadora de la vida, no quería ser yo, o mejor dicho, no quería ser una yo, sin un tú. Y es que, si supieras lo vacío que se siente el espacio sin ti, lo insípido de cada palpitar de mi corazón. No sé si esté demás decirlo, pero es cierto, te extraño, te echo de menos; tanto que he preferido no dormir en mi habitación, que se percibe tan desierta a partir de que fue privada de tu presencia. Desde ese día no encuentro mi sitio, soy de todas partes y de ninguna, deambulo por la ciudad, con el cuerpo sobre las baldosas y mi alma intentando mezclarse con las otras. El hastío de las masas ha perforado la belleza de los días. ¿Acaso te llevaste la sublime esencia de la cotidianidad durante tu Nadie es como tú, mis amigos son sólo mofas de seres parlantes, proveedores de chistes malos, no me miran como lo hacías, no me escuchan con esa sabiduría queda que irradiabas; y es que nunca me diste consejos estúpidos, o mejor dicho, jamás me diste ninguno; no hicieron falta, pues me veías y las respuestas llegaban por sí solas. Nuestro lenguaje era especial, existente, puro, del cual los únicos nativos éramos nosotros dos. Después de haberte conocido, nadie me parece un ser real, con mirada dulce y valor inquebrantable. Ya pasaron noventa y tres días con veintidós horas desde tu partida, aún me duele tanto. Mi mamá está empecinada en que deje el pasado y que analice la posibilidad de probar nuevas compañías. ¡Qué locura!, a veces pienso que no tiene corazón, me parece un monstruo. Ella estuvo allí cuando aquel negligente conductor te arrolló. Hizo crujir tus costillas contra el pavimento, haciéndote sangrar desenfrenadamente. ¡Escuchó tu quejido de dolor y sólo me estrechó fuerte contra su pecho, impidiéndome correr hacia ti! Nadie hizo nada, la maldita multitud sólo volteaba a verte por morbo, yo les gri-

20


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

taba, les pedía ayuda y hube parecido invisible puesto que nadie me escuchó. Tú lanzaste el último suspiro. —Se acabó —dijo mi madre mientras me soltaba. La odié, la odié tanto durante tanto tiempo, pero no más de lo que me pude reprochar, por no haber hecho nada para salvarte o siquiera intentar menguar tu agonizante dolor, mi querido perrito Firulais.

21


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Séptima tumba Alan Damir Méndez Cardona

Saltando de lápida en lápida, corriendo por los andurriales del cementerio, giro la

cabeza y me veo divirtiendo en el camposanto. Brinco a brinco sobre las piedritas que me dan sustento, paso a paso bajo nubes gris desvanecido, cúmulos negro intenso, estratos cum cum, violeta. Una fosa abierta, el sepelio de mi amiga, el adiós de mi amada; sí, a nadie quise más que a ella. Hay mucha gente hoy, a todos los conozco, demasiado bien si se me permite decirlo; decido espiar de lejos, junto a las chicas, las que de verdad la queríamos: Lamis, la frialdad de su mirada. Cejas pobladas, expresivas, más que expresivas, enciclopédicas, llenas de madurez, sobriedad, justo sobre sus ojotes marrón, que casi no le caben en la cabeza. Ojona... ¡qué ojona!, cuando la ves de costado, son como quince gotitas de café latte mirando hacia arriba, tristes y buscando algo, muchos intentaron pescar las fugaces azules que sólo ella puede ver pero, sólo ella puede ver. Ojooona... siempre ojona, si la ves de tres cuartos parecen vacíos, ofuscándose perdidos, la seguridad se esfuma; te necesita, lo sabes, te rechaza, lo sientes. ¡Ojona!... más que ojona, de frente no quiero verla porque le temo, de frambuesa no quiero probarla mausoleo contiguo. Machi, el dolor de su semblante. Boca pequeñita, cuando sonríe saca los dientes de arriba y cubre los de abajo con su labio inferior, es una tierna podadora viviente. Ay preciosa no te enojes, me cansé de suspirar, y nunca pude dejarte de adorar. Sus comisuras la delatan, devanean hacia abajo, la tristeza le saca pucheros estando sola, completamente sola, nunca lo demuestra para los demás; no lo hagas demasiado por favor, me arde el cogollo temer que lloras, me quita la respiración pensarte así, me arranca la sonrisa que la podadora termine fallando. Machi saborea sus labios pastel tras una columna dórica. Kakemu, la terquedad de su carácter. Adoro sus orejitas, les cuelga cuanto zarprimorosas son receptoras de una radio que no trasmite. Si le hablas te mira y no responde, le cuentas un chiste y no ríe, sólo dice: qué gracioso; sólo cavila: qué baboso. Antes emitía pulsaciones sónicas llamadas palabras por su boca, después se limitó a usar sus antenitas. Los estruendos de la gente, parloteos sin sentido, vocablos de único trayecto que no te permiten comprenderla. Kakemu escucha al reverendo agazapada 22


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

en los escalones. Ryo, el vigor de su movimiento. Me pregunto si puede oler con semejante naricita, es como un cohete espacial bebé, muy bebé, casi feto. Como esculpida por tingues humana, y no un vuducito pequeñín, guiñol pelusón, monito cabezón, solita en un aparador, solita llama mi atención. Hueles delicioso, no perfume ni fragancia, olor natural, siempre limpiecita, te bañas por las noches estando cansada, preferirías irte a dormir, debes consentir a tu nariz. Ryo percibe la tierra húmeda con la que sepultan a nuestra íntima desde la barda circundante. Hera, la virtud de su conciencia. Piel casi blanca, como lo que hay dentro de su cabeza. No se pone roja cuando su mamá habla de niñeces vergonzosas, ni cuando le canto, tampoco diciéndole que la quiero. Se pone colorada al enojarse, acusándola de fresa, sólo hiriendo sensibilidades, sólo si menosprecias la increíble percepción; es fácil verla carmesí, grititos de rubí. Luz la recorre... no, ella la mana, es como un sempiterno, o eso digo siendo poco objetiva, lo obvio no se pregunta. Hera siente la brisa de la tarde, casi noche, desde una repisa del panteón. Yo manto de constelación cada vez que voy a la estética. Como el mar y su espumoso llegaba a media espalda, todos lo chuleaban, después lo corté y luego más, me arrepentí de regalárselo al piso, lo envidio, porque se quedó con mi cabello y ahora con mi amiga, a la que quisiera abrazar, y acariciar, y nunca dejarla ir. Después de que todos han partido peregrinamos las seis, volviéndonos una otra vez. Mamá, papá, hermano... no estén tristes, entierren en la séptima tumba mi cuerpo, porque la frialdad, el dolor, la terquedad, el vigor, la virtud y mis sueños, seguiremos por aquí saltando sobre las lápidas, corriendo por los andurriales del que me llevan al cielo, vuelo a vuelo sobre nubes naranja desvanecido, cúmulos alazán intenso, estratos cum cum, violeta.

23


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

La muñeca y el cigarro Cinthia Ovalle

Roxana está sentada en la cama mirando el suelo, cansada, sus ojos

quedaron secos de tanto llorar; después de aquello, siente desfallecer. Da un gran suspiro para agarrar fuerzas de alguna parte y ponerse respira, cierra los ojos y piensa —calma, recuerda que ya no sientes nada—, dice una y otra vez —calma, ya no sientas nada, olvida ya todo, hasta tu nombre, tu pasado y a los que han andado sobre ti. Eres hoy muñeca—. Y comienza a convertirse en un ser sin vida, sin sentimientos. Sus pies se van metiendo en los tacones rojos, las medias negras tienen hoyos en los dedos, va subiendo lentamente el cierre de la falda, la más corta de la esquina Morelos, se pone el brassier negro, ese que siempre engaña a los hombres haciéndoles ver lo que no hay, busca la blusa roja, se da cuenta que el agujero que le hizo el último hombre se ha hecho más grande, no importa, es la única limpia. Saca las pinturas del cajón, las pestañas postizas, los pupilentes de color verde, sabe que a ellos les gusta más así, su cara ya está maquillada, las uñas pintadas, los tacones listos. Ve el espejo y encuentra lo que nunca quiso, por placer, mezclando miedo y engaño, la calle es su escenario —calma, calma, terminará pronto—. Toma la cajetilla de cigarros, el encendedor no, ése será hoy el pretexto. Cierra la puerta; sale a trabajar.

24


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Prófugo de la cordura Jesús Gibrán Alvarado Torres

No logro comprender por qué me encuentro aquí, en esta alcoba de tres por tres,

entre siete barrotes fabricados con acero, una vidriera, aquí sólo puedo oír el cantar de los pájaros, además ver una cordillera blanca y pensar, la última vez, dónde actué había preparado para la ocasión un aperitivo, era una de tantas recetas que guardaba con secreto. Bellos momentos. Quizás algo sucedió, fue la copa de vino añejo o abusé del manjar concedido pués de lo acontecido aún no entiendo las agudas palabras del guardián:

25


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Tiempo perdido Juan Manuel Gómez Mendoza

Nunca me le he declarado a alguien. Y si mal interpreté su mirada, no podría soportar

perderla, tengo que pensarlo bien, por eso estoy aquí, este lugar es tan tranquilo que puedo meditar, completamente solo, sin que alguien me interrumpa, pensando sólo en ella. Sin Jacqueline me siento desplazado de todo el mundo, de la realidad, como si el tiempo y el espacio se detuvieran, creo que esto va a ser así hasta decírselo. Nos conocemos hace mucho, nos llevamos muy bien, podría jurar que ayer tuvimos un magnísonrojó y dijo: Tengo que irme. Traté de detenerla pero no lo conseguí. No dejo de pensarlo, debo decírselo, pero cómo. Me voy a armar de valor y por primera vez en mi vida estoy dispuesto a hacerlo. al llegar toqué la puerta, me abrió quien creí que era su abuelita, pregunté si se encontraba Jacqueline, la señora me dijo: Soy yo. Nadie más vivía ahí. No lo podía creer, pero en el fondo sabía que era cierto, mi ya cansado corazón lo sentía.

26


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Escondidas Cristina Maribel Guerrero Jaramillo

Parece que el lago se quiere comer al sol, lo muerde y tiñe sus aguas con sangre; un

pato avanza con lentitud, te mira y continúa su camino. Con tranquilidad contemplas el espectáculo descansando sobre la hierba. No llueve, mas una pequeña brisa ronda por los alrededores; es la mano del lago que roza tu mejilla, son los labios del lago que besan los tuyos. Recuerdas su rostro, aún se puede percibir su aroma en el viento, la extrañas; quieres sumergirte y volver a ver sus ojos, pero una promesa es una promesa y no la puedes romper. No recuerdas cómo la conociste. Evocas su habitación, esos lugares son los cios de la cortina ensombrecían el lugar; había una delgada capa de polvo en todo, incluso en ella. Jamás experimentaste el dolor ajeno, ella te hizo conocerlo. No comprendías por qué una pequeña sufría tanto y aún así sonreía al ver dibujada tu silueta en la puerta. Nunca salía, por esta razón siempre llevabas a su casa colores, hojas de papel, pinturas, recortes, y muchas curiosidades para pasar el rato. Con los diversos materiales que tenías, tratabas de ilustrar el mundo desconocido por ella, oía con atención qué aventuras ocurrieron en ese paisaje de extraña estructura. Tal vez te agradaba su interés en tus regalos, se deleitaba al ver la pequeña rana que saltaba de tus manos hasta llegar a sus piernas; nunca mostró repugnancia por los bichos que vivían en tus bolsillos y deambulaban por su habitación. El tiempo se detenía en ese lugar, ya no existe otra cosa, no importan los frascos ocres con esas amargas sustancias, ni el permanente aroma etéreo de la habitación; sólo son sus ojos dulces y profundos y tus labios que no cesan de sonreír. Pero todo pedía que te retiraras y llevaba una jeringa bajo el brazo amenazando su felicidad. Determinaste hacer realidad su sueño de volar, amaba las alas, quería ir más allá; aunque sólo conseguiste los picotazos del gallo y los regaños de tu abuela por El lago ha terminado su trabajo, una vez más acabó con el sol y el pato grazna felicitando el resultado obtenido. De nada importaron tus ruegos, no podías quedarte; sentado en el asiento trasero, con el ceño fruncido, mueca en la boca y brazos cruzados, tuviste que ir al paseo familiar. Por una parte era lo mejor, pues su mamá no te recibiría con gusto 27


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

cuando, ayer por la tarde, tiraste al médico por las escaleras para evitar que tomara muestras de sangre. Sientes algo en el corazón, desconoces lo que es, sólo sientes que oprime tu pecho, no te deja hablar. Corres sin control y la ves, como jamás la viste, camina hacia ti, su sonrisa ilumina el lugar, aunque su rostro está pálido; no lo mencionas porque sabes que puede ser la única vez que disfrute la luz del sol. Te invita a jugar. Se incorporan a un grupo de niños, todos deciden el juego: escondidas. Ella y tú corren de la mano y cuando nadie los logra ver dice: —Nunca debes revelar mi escondite, si lo dices ya no te quiero como amigo. Al terminar esa frase besa tu mejilla. Salta, y se sumerge en el lago. Observas que pequeñas burbujas turban el agua, pero el espectáculo termina pronto. Te encontraron pero a ella no, ¡será la ganadora si no la encuentran! Los días pasan, sus padres lloran, toda la ciudad conoce su rostro y ahora todos están dentro del juego, todo el mundo la busca, pero nadie la encontrará y tú nunca revelarás su escondite.

28


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Una mujer moderna Ana Valeria Badillo Reyes

Nunca había escuchado la historia de aquellos árboles que únicamente se rozan

una temporada cada año, como si dos amantes acordaran encontrarse sólo en ese tiempo y dejaran de verse el resto. Me había fascinado ese relato, era muy tonto, pero tan romántico, que me resultaba imposible no pensar en aquel hombre que me encantaba, tenía que verlo antes de que se nos secara el amor. No llevábamos saliendo ni un mes, pero sentía que era la persona indicada con la cual pasar el resto de la vida. Además mi edad rebasaba los veintisiete; no pensaba quedarme sola con más de diez gatos. Ya sé que era una idea loca pedirle matrimonio tan pronto, sobre todo ¡yo!, una mujer. Qué más daba, estamos en pleno siglo XXI y creo que era tiempo de romper con el típico protocolo. esos árboles. Así fue, llegó puntual como siempre, con esos lentes, el pelo alborotado; su expresión dejaba ver que no tenía la más mínima idea de por qué estaba ahí. Entonces me armé de valor, tomé su rostro y le pedí matrimonio. Tal vez nunca debí decírselo, su semblante palideció por un momento, para después reponerse con una sonrisa amable, un abrazo tierno y dándome como respuesta un rotundo «¡No!» Increíble era para mí aquello, comenzó todo un monólogo al cual no le presté atención, estaba demasiado sumergida en mis pensamientos, lo único que llegué a escuchar fue «Te quiero, pero no te amo. Estás loca, sigue tu vida y no mires hacia atrás». Continué inmóvil. Mi subconsciente lo había adorado y lo recordaría por siempre. —¡Ojalá te mueras! —alcancé a gritar mientras cruzaba la calle y un camión urbano le pasaba por encima, acabando en un instante con su existencia. Fue algo así como venganza divina o castigo del más allá. Permanecí quieta en lo que llegaba la ambulancia que había llamado minutos después de lo sucedido. La calle estaba desierta, así que, armándome de valor, me acerqué, metí la mano en el bolsillo de su pantalón, encontré la cartera. Sonreí recordando lo que él había dicho, me levanté aplicando su consejo, seguí con mi vida sin mirar atrás y, sobre todo, mil pesos más rica.

29


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Reina de octubre

Aún puedo recordarlo, fue un primero de octubre, comenzaba el viento fresco de la

ciudad y yo no podía conciliar el sueño, encendí la lámpara del buró y, sentado a la orilla de la cama, me hice acompañar de un libro. En aquella ocasión el silencio inundaba la casa que tú y yo conseguimos con esfuerzo, los vecinos bulliciosos se habían mudado del barrio, pero mi cuerpo resistíase a descansar. Después de un rato interrumpí lo que hacía porque leves sonidos turbaron la quietud del entorno, venían de alguna recámara contigua a la mía. Salí de la cama y me adentré al pasillo, mis pies descalzos impidieron que se provocara ruido alguno, no quería despertarte, pegué la oreja a cada una de las puertas que sellaban su soledad y los secretos de sus habitaciones, llegué a la tuya, no escuché más, pronto se quejó mi cuerpo del frío y regresé para envolverme entre las cobijas. El reloj marcaba los resultados del desvelo, en el comedor esperabas impaciente y con un rostro pálido, salimos de prisa para cumplir cada cual con las labores del Cayó la noche con su reina de queso, debía dormir temprano, mas el sueño, por segunda vez, se mostraba rebelde; abrí las cortinas de la ventana, me arrellané en el sofá y los ojos tomaron el rumbo del paisaje. La tenue luz comenzó a arrullarme, pero en instantes me incorporé porque sentí tu llegada, quería encontrarte para conversar, sin darte cuenta de mi presencia dirigiste el paso con rapidez a tu dormitorio, hallé la puerta cerrada, creíste que estabas solo. Pensativo quedé largo rato, después se oyó un breve sollozo, eras tú, pero no dije nada. El trabajo nos castigó absorbiendo el tiempo y ánimo que solíamos emplear para el disfrute de nuestra juventud, haciéndola fugaz. Ya no me enteré a conciencia de lo tuyo, sólo de aquel intrigante sonido que todas las noches, desde tu habitación, perturbaba el sueño. inquietud, rogué a mi jefe que convirtiera la jornada en medio turno, aunque eso proCon el nuevo horario de trabajo ahora llegaba antes que tú a la casa, adopté algunas precauciones y un día me dispuse a echar un vistazo al lugar en el que nunca había estado por advertencia tuya. Así pues, entré a tu dormitorio, las sábanas estaban revueltas en la cama, las cobijas con curiosos dobleces tendidas sobre el suelo en un rincón; el costado derecho 30


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

del armario se veía cubierto por negras hojas de papel, entre los resquicios de sus uniones se distinguían letras escritas con una especie de tinta roja, al pie de ellas colores, un frasco con gel de alcohol, algodones y… no pude seguir, en ese momento se escucharon tus pasos. Al siguiente día volví a penetrar en tu privacidad, decidido a llegar más lejos conseguí una cámara de video, la coloqué de tal forma que no pudiera descubrirse, estaba seguro de que esto proporcionaría abundante información. Pasó un día y regresé por los resultados del espionaje, el miedo e instinto hizo arrojar mi escasa estatura bajo la cama cuando advertí la proximidad de tus suspiros, no tuve otro remedio más que resignarme a pasar la noche escondido y muy cerca de ti. Esa vez sollozaste con intensidad, además sentí cómo lanzabas golpes contra un cuerpo, era el tuyo, quizá tu pecho. No llegaste a llorar, supuse que temías alterar el ambiente con un ruido mayor, pobre de ti, no imaginabas lo que ya había descubierto. trario, falté y corrí hacia el sitio más apartado de la casa con la video en las manos. Por un momento negué lo que mis ojos captaban, no entendía, pero tuve que aceptarlo. redondeadas gotas de sangre. Con la cabeza agachada, tus ojos grises expulsaron una fuerza suprema que te impulsaba a ello. Sobre el buró se distinguía una cajita larga que contenía un par de jeringas, usaste la más pequeña para extraer sangre de tu brazo y con lentitud la bebió tu Echaste abajo los papeles que cubrían parte del armario, luego te vi obtener, de tu muñeca izquierda, la sangre que caía llenaba un frasquito de vidrio, esa era la tinta que utilizabas para escribir con plumas de ave en el costado del mueble. Luego de la acostumbrada rutina, según se veía, tomaste el gel y el algodón para detener la sangre que se te salía a pequeños chisguetes, extendiste tu lánguido cuerpo sobre las cobijas que estaban en el recoveco, con la mirada hacia arriba, cruzaste los brazos como se hace con los cadáveres. Ahora comprendía el blanco de tu rostro y esa debilidad que evadía por igual. Salí a la calle desconcertado, quedé absorto durante horas, qué debía hacer, eras mi única compañía y lo que hacías era un total desvarío. Resolví renunciar al trabajo, los años que llevaba ahí me recompensarían con un buen dinero. Así contraté los servicios de un especialista, ambos tomaríamos parte, con absoluta reserva, de tu 31


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

cruda fantasía. El nuevo huésped comenzó con su cometido. No hubo pasado ni una semana cuando me dijo que éste era un caso insólito y que no alcanzaba a comprenderlo; de inmediato intuí en sus palabras, el pánico que ahora le producía la tarea encomendada. La sugerencia que hizo fue la de llevarte a una estancia adecuada o irrumpir en tu que ya no había tiempo para investigaciones y que si te dejábamos continuar, morirías exangüe. Minutos antes de la medianoche, aguardaba a la entrada de tu habitación, dispuesto a llevar a cabo la propuesta de aquel temeroso que huyó; el anémico estado en el que te encontrabas permitió intervenir sin problemas; te abracé, coloqué tus manos entre las mías para brindarte calor, el frío cada vez era más fuerte. Así estábamos cuando sonó el reloj, de pronto no te sentí, abrí los ojos para buscarte, mas la luminosidad momentánea me ofuscó, cuando logré recuperarme encontré una nota que decía: ahora sigues tú. Y al punto se presentó la vanidosa luna, diciéndome que enalteciera su nombre ese perfecto atributo, que bebiera la esencia que a través de mí la mantendría bella, pues la luna de octubre debía ser la mejor de todas.

32


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Princesa Miriam Angélica Camacho Martínez

Con estos ojos de vidrio veo gente pasar, en la tienda entran personas de edad madura, pocos niños alegres inundan el sitio, estamos en lo más alto del estante para que no nos toquen, somos incapaces de concebir el calor humano, ¡cómo desearía que me acariciaran! Sólo un trapo nos limpia, una mano de la vendedora agarra con fuerza nuestras cabezas, su rostro forman arrugas de enojo, no le agrada estar aquí, a mí tampoco, quiero salir a ver el mundo que hay tras esa puerta de madera, escasa luz observo, del sol nos protegen para permanecer bonitas. Lo que más me gusta es mi vestido negro, está hecho de seda, encaje blanco

compuesto, me hicieron con dedicación, tengo que ser perfecta para atraer a los compradores, quienes deben enamorarse de tan elegante y hermosa niña. El cabello es oscuro, rizado, se acomoda de manera tierna e inocente, sin ningún adorno, simple, producto del ideal de algún diseñador; blanca, ojos azul turquesa, maquillada, labios pintados con un tono rojizo, medio metro es la estatura, piernas regordetas envueltas en botas blancas de lazos negros. Me sostengo en ambas piernas, los brazos al costado viendo hacia el frente, las mujeres contemplan asombradas, mis amigas son atractivas de trajes exquisitos, todas distintas, los adultos las van comprando, no sé cuánto tiempo ha pasado desde que estoy aquí, antes vivía en una caja, ahora en un estante donde el polvo llega a molestarme, nadie me compra. Llega el día en que una niña observa mi presencia, surge la ambición de poseerme, su madre de mirada dulce me señala, la trabajadora me carga, me entrega, recibe dinero a cambio, aquella infante aprieta su pecho contra el mío, si pudiera sentir absorbería la pasión que emana de ella, con felicidad soy llevada afuera, no me han encerrado en una bolsa como hicieron a las demás, el exterior está lleno de sol, viento, polvo, agua y lindos paisajes, ¡qué cosas tan preciosas hay en este lugar! ¿Cómo es posible haber estado oculta a semejante cariñosamente, los ojos verdes admiran esta imagen, soy aquél sueño hecho mamá al ver su trato brusco, que ni siquiera yo había notado, me aleja de sus manitas, coloca este cuerpo en un juguetero, dice es sólo para verla, no para 33


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

jugar. Qué cruel fue aquello, sus palabras me sentenciaron al olvido. La señora lo coloca enfrente mío, así estoy a su alcance, se sube, me toma con fuerza, su deseo estar con ella, un ruido se escucha, el banco se rompe, cae conmigo, yo, frágil, me deslizo fuera de su amor, toco el piso primero, ¿cómo será la muerte me adentro a su cuerpecito, sangre brota y empapa mis restos, lamento no haber traído alegría a esta familia, la Princesa se ha roto en mil pedazos; he llevado a esta niña al mundo de la ilusión.

34


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

El hombre del crestón Rocío Yasmín Bermúdez Longoria

Al amanecer aquel hombre se sentía atrapado en esa madeja enredada, raída, he-

dionda, pestilente, ya vieja, agrietada por el tiempo de estarla padeciendo. Armando tenía un sabor amargo en la boca, como si tuviera una moneda en ella; arroja un escupitajo tratando de sacar toda su podredumbre sin conseguirlo siquiera un poco. Ahí, sentado alrededor de todos y de ninguno, seguía transcurriendo el tiempo cada vez más lento para el pobre imbécil de Armando Pérez. No podía separar la imagen de Abigail y esa mirada de perro triste, lastimera; ojos desorbitados a punto de extirparse entre el mar que provenía de ellos, ojos de súplica interrumpida por los sollozos y los suspiros, ojos agónicos. Era mejor para el hombre estar solo en ese lugar, no soportaba tanto reproche silencioso, prefería le dijera toda la miseria que representaba la vida a su lado hasta ese momento. Allí podía quizá gritar hasta la locura, gritar hasta desquiciarse, gritar hasta ensordecerse. Hacía mucho tiempo no salían. Viene a su mente el último paseo, también el año que se enamoraron, el día que se casaron y trajeron a Citlallin. No era fácil resignarse a estar sin ella. Era una mujer perfecta, excelente amante, buena cocinera, ni qué decir cómo profesaba su trabajo de calculista en la compañía en que trabajaba. Armando era ganador al tener una mujer así, con la razón lo sabía, sin embargo jamás, hasta ese momento, había podido aceptarse sin necesidad de perder el sentido de la realidad, como le decía ella, le resultaba muy difícil dejar el vicio de las drogas y el alcohol. Empezó cuando tenía catorce años. La psicoterapeuta trató de hurgar en su pasado confrontando el presente, tratando de ayudar al hombre a encontrarse a sí mismo, pero él dio por terminadas las sesiones, creyó que no ayudaban en nada, eran un fastidio para Armando, al igual que los consejos de doña Martha, su madre, además de los de Abigail. Llevaban quince años juntos, la canción de Rocío Dúrcal le parecía perfecta: No cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor. En las pláticas con sus amigos el hombre no dejaba de reconocer ante ellos todas las cualidades de su pareja aun sabiendo que le había advertido no continuar más en esa situación. teón» —le había dicho Abigail en tono desesperado—. ¡No tienes límite! —pero ella tampoco tenía ya reparo en decir lo que guardaba, no quería seguir callando, había roto la tranquilidad, no sabía cómo detener todo aquello.

35


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

Quince días llevaba sin gota de alcohol ni de droga, mismos que no había ido a los primeros meses para no entrar a la recaída. Vino a su mente la pequeña Citlallin, los unía algo más que el afecto, cuando la veía la culpa se le hacía presente, no la ayudó cuando se atoró entre los barrotes de la reja de su casa y, en consecuencia, perdió la pata izquierda, ese día, como muchos otros, él vivía fuera de lo que ocurría a su alrededor. El destino vengó a la perra, cuando el hombre ya no pudo controlar con medicinas los coágulos que se formaron también en su pierna izquierda y la amputaron. Desde hacía dos días y sus noches permanecía sentado en el Crestón; bajaría, essu mujer, tal vez la invitaría al cine o a cenar. Empieza a descender del cerro, da un paso por primera vez convencido de lo que muchos metros hasta que su cuerpo se detiene, inerte.

36


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Ángel Emiliano Soto Gámez

Se hablaba bastante sobre el doctor Augusto, decían que estaba loco, también se rumoraba que desde hacía más de medio siglo entablaba duelo contra un ser inexis-

como tal. Para el mundo, era un querubín con arco, sin embargo, para su mente retorcida —si es que le podemos llamar así a la única percepción que se atrevió a creer otra cosa—, era una criatura abominable, salida de las fauces irracionales de una explicación mortal. Durante sesenta y dos años, investigó, exploró posibilidades y dedujo métodos. Veintitrés veces consecutivas enfrentó al monstruo saliendo ileso, se comprendió, así, como el único capaz para terminar con él. Esperó el día, en la segunda semana del segundo mes, en una noche nublada que guarecía a la luna hasta desaparecerla, escondido en su casona, limpiando su revólver de forma minuciosa, excitando las llamaradas incandescentes de su fogata con cartas sentimentales de antaño que ardían al instante, quizá por la pasión oculta guardada en cada línea. Con sumo sosiego siguió arrojándolas a la lumbre, como si el tiempo estuviese de sobra, estancado. —Pues hoy yo creo que sí, estuve preparando la carnada todo el año —masculló. Entonces tocaron el timbre. Se trataba de Regina, una joven a la que casi le triplicaba la edad. Había precavido durante doce meses consecutivos, de amistad, pero siempre cavilando el momento propicio en que ambos podrían cruzarla, es decir, durante el año, no proporcionó exceso de afecto que acelerara el plan, sino, de una forma frívola, calculó que en un solo día terminaría por enamorarla, no cualquier día, sino ése. Levantándose, caminó hasta su puerta con júbilo, la dejó entrar, luego miró los alrededores de forma furtiva, como presagiando un torrente de muerte. Así fue. En seguida de que Regina entrara por el vino prometido, un viento pomposo invadió su casona, y el silencio, exuberante, cayó en reposo. —Ha llegado —susurró para sí con un hilo de voz. Le dijo a su invitada que tomara asiento frente a la chimenea y lo esperara mientras iba por el vino. Augusto, calmado, apagó la luz del corredor estrecho, luego cruzó por el umbral, aluzándose con una vela. —Pobrecilla —dijo mientras cargaba el arma, ocultándola. Regresó con la botella y dos copas. Brindaron, charlaron, el doctor la acarició, y con elocuencia terminó porque Regina soltara un te amo precoz pero sincero.

37


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

En el umbral, un híbrido, casi hombre pero escamoso, de ojos amarillos, cuyo brillo siniestro esbozaba tortura, de uñas corroídas, además con cara de niño, quizá lo único real que se le podía atribuir a las personas que le dieron la forma de un querubín; entre las grietas de sus labios asomaban mariposas trituradas. Ese era Cupido, suspendido rascaba la garganta con respiraciones que profundizaban en su exaltación y frenesí. listo para vincular dos vidas en una maldición enmascarada como el pináculo de los sentimientos. Augusto, que había esperado durante más de medio siglo atraparlo en su propia casona, fue contra los deslices de la edad, y con una agilidad no propia de sí, desenvainó el revólver apretando el gatillo, con la ilusión de que su desgastada vista fuese guiada por el objetivo de toda su vida.

38


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Lector versus tiempo Ezequiel Carlos Campos

Ha empezado a leer una nueva novela —al jefe García Márquez— dice él. Co-

mienza poniendo una cara de asombro, cierra los ojos para tratar de entender las imágenes que se van representando, saborea las hojas. Queda inmóvil en su sillón, no se quiere levantar, sólo leer, nada más. La primavera está en su apogeo. Pasa el tiempo, él sigue en lo suyo. Su familia espera conversar un momento con él. Después de dos días termina el libro, se levanta, busca en su biblioteca y encuentra a Cortázar —otro jefe—. Sentándose observa el ejemplar, lo limpia y empieza... Pasa el tiempo demasiado rápido, noche y día, día y noche. Por segunda ocasión la familia reprocha la actitud del lector, lo ven, se extrañan, piensan que se vuelve loco —pobre papi, ya es el Quijote— dice entre sollozos su hija. Sentado, termina, empezando de inmediato otro; realiza la misma fórmula: va a su biblioteca, el primero que ve es el que toma —Fuentes, hace mucho que no lo leo–, carga a su pequeño y único compañero de diario, hace a la novela su propia realidad: piensa, imagina, vive. Así sucesivamente, toma uno, otro, otro y otro, Se dirige a su habitación (sin soltar el libro), observa que la casa está sola, ya no hay ropa, sólo su máquina de escribir; va a la cocina, nada; al patio, tampoco; sentándose vuelve a lo suyo. Pasa el tiempo, tiempo, más tiempo, no puede parar, ha perdido el control de su cuerpo, se ha olvidado de todo. Llega invierno —lo más rico—, lee, lee y lee. Termina el último, ya no hay más, — — Corre por la casa en busca de cualquier texto, lo hace hasta el último rincón, encontrando una nota en la mesa del comedor: Querido, perdón por decirte todo en esta nota, pero tu vida está metida en tus libros, no nos haces caso, somos tu familia; has olvidado nuestro aniversario, el cumpleaños del pequeño, no es justo; pero bueno, ya que no sabrás dónde estaremos, te pido que cuando vuelvas a tu sano juicio nos busques en casa de mis padres, para que regreses con nosotros, confío que lo harás, pero esto es por si en verdad nos sigues amando, adiós. Te queremos. Tu esposa e hijos. Verano de 20.. Va camino al reloj–calendario: 31 de diciembre de 20..; reacciona de inmediato, recuerda cuándo fue la última vez que vio a su familia —¡no puede ser, qué he he39


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

cho!—. Todo pasa tan rápido, se ha olvidado de su existencia, como de su mundo, por ser un lector que ha perdido contra el tiempo.

40


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

La rata José Chávez Rivera

Me pareció cosa de no creerse la manera en que amanecía ese lunes de invierno;

horas antes el cielo se caía a pedazos y el viento rabioso hacía sonar las hojas de los árboles, las láminas, lonas, todo lo que pudiera moverse. Ahora el sol acariciaba la ciudad, que antes era campo, todo parecía animarse otra vez en las colonias, que antes eran ranchos. Acomodé una caja para sentarme, mirando bajo la visera de mi gorra el paisaje del barrio. Había muchos charcos. No dejaba de pensar en el Fili, iban a matarlo si no lo habían matado todavía. Nunca fui valiente, ni honesto, se me puede llamar inmoral. Comparado con un animal yo sería una rata, por eso el apodo me vino; siempre a la pesca de refín, haciendo mis agujeros pa andar, uno en la vida anda y no para. Mi felicidad era un rincón de cama, la tele prendida y el mundo rodando afuera. Además no debía ni una vida. Y esa mañana me sentía menos que rata. En la escuela no me enseñaban nada y nunca faltó quien dijera cosas que del futuro y la responsabilidad. Pura política. La realidad es más corta, tomas cerveza, suena el acordeón, un taco de lo que sea con frijoles, polvo de ladrillo en los ojos, baño de sudor. La realidad es que vales si tienes dinero o trabajas. Mi jefe por ejemplo, echándose a cuestas años de cargador, de machetero, de tractorista. Hombre de piedra con corazón amargo, pies y manos a la orden de quien pague. Cuando iba yo a vender trabajo, no tan barato. Me metí en malos pasos porque me quedaron los malos zapatos. Me cerraron todas las puertas, tenía que buscar mi salida. El patrón siempre cuida lo suyo, nadie es amigo si no le conviene ser, además yo no mataba. Si dije lo del Fili fue en mi defensa. Le puse la soga al cuello pa quitármela del mío. Me levanté, estiré los brazos y me sentí mejor, taba bonito el cielo. Luego vi la fábrica, allá lejos y las mezquiteras por donde se iba a la ciénaga. Tantos años de andar hombro a hombro. Volví a sentir la cabeza pesada, porque Filiberto fue conmigo lo que muchos no son con sus hermanos. Ya cuando caló el sol me bajé, me fui a las gorditas, sin hambre. A veces uno encuentra los pensamientos en la comida. Yo no hallaba qué pensar. 41


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

berían. Ni modo que no le echara la culpa, ni modo que dejara que la agarraran contra mí. Yo no soy buen mentiroso pero esta mentira me salió bien. En eso pensaba cuando se estacionó la ford del Fili y lo vi bajándose, ¡puta madre! dije bajito, mis ojos rebotaron de un lado a otro, no sabía dónde ponerlos. Me agaché y sentí su mirada en la cabeza, empecé a imaginar que le habían rajado, que le dijeron que quería, ya nomás alcancé a ver al otro que se le arrimó, sin decirle nada; no era de los matones de Román pero sacó tremenda escuadrota. Nunca me ha gustado mover merca caliente, ni los otros trabajitos que me tocan pero a nadie le gustan, por eso la paga es buena. La mentira bien usada vale más que dos tres verdades. Si no pregúntenme a mí que vi los tiros que me tocaban.

42


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Amor de media noche José Antonio Flores Gálvez

Después del éxtasis de tocar su guitarra frente a ella, entraron a la casa. Ella preen silencio por un rato. Ella no retiraba la mirada de su rostro; él veía el cielo y le su mano, entraron a la habitación en donde, en el sofá, hicieron el amor con gran erotismo. vocado, lo que crees que amas son mis pechos, mi trasero, en pocas palabras mi cuerpo, el deseo de hacerlo tuyo». no me amas, sólo fue sexo, coger, follar, como quieras llamarlo!» Hubo silencio cermuy detallista, quise hacer algo lindo por ti. No es que no te ame o no te quiera, sólo que en este momento estás confundido por lo que acaba de pasar». Él le preguntó, —Lucio. —Lucio, creo que necesitas ayuda profesional. —No creo ocupar ayuda de ningún tipo. —¡Debes dejar de espiar a tus vecinos! —No. —Ándale sólo tienes que escuchar. —No quiero ser tu cómplice. —Ándale, ándale, ¡ándale! —Ya cállate, no me jodas más, te escucharé, pero jamás me vuelvas a contar nada de tu voyerismo. quedarte con la condición de que, de ahora en adelante, me lleves de compras cada vez que quiera». creo que me voy antes de enamorarme más de ti». Subió a su carro y se fue. Ella lo llamó, le suplicó y le rogó para hacerlo regresar. Conversaron durante 43


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

un largo rato, ella colgó y cinco minutos después él volvió. Supongo que hicieron el amor porque no me dejaron dormir. Amor, cuídate y recuerda que lo que hice fue sólo para comprobar si en verdad me amas o lo decías por la emoción de perder tu virginidad». Él subió a su carro y se fue. —Interesante historia, pero hablo en serio cuando digo que deberías de dejar de espiar a tus vecinos, eso te puede causar muchos problemas.

44


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Oruga Melancólica Rafael Aragón Dueñas

N

me atormenta, todas las noches viene a mí, no lo puedo sacar de la cabeza, es tan doloroso recordarlo una y otra vez. La nostalgia es un sentimiento de anhelo por una situación del pasado. Dicen que la niñez es una etapa de la vida tan nostálgica, pendejadas, pero la mía no tiene perdón de nadie. El odio me invade y a la vez se convierte en miedo al divagar por mi infancia. Veinte años atrás, un día caluroso de marzo, en casa de los abuelos, me encontraba en una habitación jugando con mi hermano de tres años. Con el revólver en mano, apunté a su cara y disparé, la pared se manchó de líquido carmesí, los sesos esparcidos por todo el piso y yo salpicado de sangre. Dos días antes, mi hermano y yo estábamos viendo la televisión, el programa muestra imágenes violentas, manejo de armas de fuego, consumo de sustancias tóxicas y desnudez explícita. Me fascinaban los programas violentos y sobre todo las armas. Mi madre llegó apagándonos el televisor. — ¡Niños! No vean esas porquerías, mejor vean algo educativo, es más, váyanse a jugar al jardín. Por orden de nuestra madre, nos fuimos al jardín a distraernos. Solíamos jugar a policías y ladrones utilizando pistolas de juguete, él es el ladrón y yo el policía. —¡Bang, bang! Estás muerto —mi hermano cae al suelo, cierra los ojos, de inmediato se levanta y dispara—. Oh, ya me diste, me rindo. Qué bellos recuerdos. Un día después, mamá nos dice que mañana iremos con los abuelos, harán la reliquia a un santo cuyo nombre no recuerdo. Al día siguiente, estamos en casa de los abuelos. Mi madre nos lleva agarrados de la mano a una habitación, para que juguemos allí y no interrumpamos la labor. Cierro puertas, la escucho bajando los escalones. Mi hermano, inmóvil, está observándome mientras esculco los cajones del buró. Veo un objeto metálico y resplandeciente, ¡no puede ser!, es un revólver; lo agarro y estoy feliz porque jugaré a policías y ladrones. Quince segundos transcurridos. ¡Bang! El sonido del disparo se escucha por toda la casa, el arma no es de juguete, es real. Seis minutos después, los abuelos me abofetean muy fuerte, mi madre solloza mientras abraza el cuerpo de su hijo. De nada sirvió que lo hayan llevado al hospital, murió en el momento que apreté el ga45


Unidad Académica Preparatoria de la UAZ

tillo. Ahora son veinte años de lo ocurrido, me quitaría la vida para tener paz absoluta, pero no puedo. Esta camisa me aprieta el torso, el cuarto está acolchonado, mis piernas amarradas, no puedo moverme y tengo un bozal, parezco una oruga que recuerda.

46


“Todos juntos hacia un mismo sinfín”

Deseo Ivonne Reyes Espinosa

Abril es misteriosa. Siempre sentada frente al monitor de la computadora, buscando nuevos amigos. Lo único que saben sus vecinos es que vive sola, no tiene a nadie que la visite y en ocasiones vuelve a casa con una bolsa negra. Ha conocido por internet a Jorge. Se quedaron de ver a las 5:00 p.m., en el parque que está cerca de su departamento. Llega la hora, se ven por primera vez.

—Sí. Pasearon tomados de la mano, platicando de las cosas que tienen en común. Jorge le compró un algodón de azúcar. Comenzaba a oscurecer, hacía frío; él se quitó la chaqueta para abrigarla. Era tarde, tenían que irse; la llevó hasta la puerta de su departamento y se despidió con un beso en la mejilla. Al día siguiente él le habló por teléfono para invitarla a cenar y ella aceptó. Hizo una reservación en un restaurante elegante. Al llegar le pidió que lo aceptara El tiempo transcurría, seguían enamorados, tanto que, sin dudarlo, la tercera semana de noviazgo se entregaron; pasaron los días y continuaron fornicando, no lo hacían por amor sino por placer. Siempre se dirigían a un motel. Iban ya a cumplir un mes de noviazgo, Abril le tenía un enorme regalo, consistía en llevarlo a un lugar diferente. Llegó el día de la sorpresa. Se quedaron de ver en el bosque que está fuera de la ciudad, ella pide que sea puntual; lo espera con una exquisita comida que había preparado. Al terminar, Jorge se lanza como un animal salvaje, empieza a besarla, a desnudarla, a tocar aquellos redondos y perfectos pechos; Abril se excita, acaricia el pene de su amado y le propone practicar el sexo oral. Oscurece. Ella le pregunta si lo puede sujetar de dos árboles para practicar aquel acto. Acepta muy contento, se deja amarrar. Lo toca, lo besa desde el pecho hasta el órgano viril, ahí se detiene, lo va metiendo a la boca. Emocionado por las sensaciones que experimenta, brama con una felicidad que jamás había sentido. Abril aprovecha y muerde el falo. Lo arranca con lentitud feroz, sin piedad alguna, lo coloca en su bolsa, coge un cuchillo, le abre el abdomen, toma algunos órganos, los mete con cuidado en la bolsa y abandona a Jorge en el bosque. 47


Unidad AcadĂŠmica Preparatoria de la UAZ

Al llegar a su departamento abre la bolsa y lo primero que saca es el pene, lo lava con cautela, lo preparara con harina, pimienta negra, aceite de oliva y un poco de romero para una deliciosa cena. Prende la computadora dispuesta a conocer amigos.

48



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.