Murmullos bautizados como versos

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Murmullos bautizados como versos Agnes Essonti 2013


Textos y fotografĂ­as de Agnes Essonti. cargocollective.com/agnesessonti facebook.com/agnesephotography


- Sí, Dorotea. Me mataron los murmullos. Aunque ya traía retrasado el miedo. Se me había venido juntando, hasta que ya no pude soportarlo. Y cuando me encontré con los murmullos se me reventaron las cuerdas. Llegué a la plaza, tienes tú razón. Me llevó hasta allí el bullicio de la gente y creí que de verdad la había. Yo ya no estaba muy en mis cabales; recuerdo que me vine apoyando en las paredes como si caminara con las manos. Y de las paredes parecían destilar los murmullos como si se filtraran de entre las grietas y las descarapeladuras. Yo los oía. Eran voces de gente; pero no voces claras, sino secretas, como si me murmuraran algo al pasar, o como si zumbaran contra mis oídos. Me aparté de las paredes y seguí por mitad de la calle; pero las oía igual, igual que si vinieran conmigo, delante o detrás de mí. No sentía calor, como te dije antes; antes por el contrario, sentía frío. Oí el alboroto mayor en la plaza y creí que allí entre la gente se me bajaría el miedo. Por eso es que ustedes me encontraron en la plaza. Bueno, pues llegué a la plaza. Me recargué en un pilar de los portales. Vi que no había nadie, aunque seguía oyendo el murmullo como de mucha gente en día de mercado. Un rumor parejo, sin ton ni son, parecido al que hace el viento contra las ramas de un árbol en la noche, cuando no se ven ni el árbol ni las ramas, pero se oye el murmurar. Así. Ya no di un paso más. Comencé a sentir que se me acercaba y daba vueltas a mi alrededor aquel bisbiseo apretado como un enjambre, hasta que alcancé a distinguir unas palabras vacías de ruido: «Ruega a Dios por nosotros». Eso oí que me decían. Entonces se me heló el alma. Por eso es que ustedes me encontraron muerto.

Juan Rulfo en Pedro Páramo


Extrañas siluetas, una brisa ensordecedora y movimientos a escondidas ¿cómo? Voces, murmullos y agitación. Este tren ya no para aquí. Mi corazón se desata, y se vuelve a atar. Ya sin vida y repetidamente. Le tiemblan los labios, también los pies, te susurra al oído: no te detengas. Has vuelto a perder el tren.


Nubes violetas impregnadas con tu olor, luces rojas y un aullido en mi interior, era él, queriendo escapar de la ridiculez que albergaba en sus zapatos. En tu cara esos gestos, como un niño y un elefante; fuego y la luna. En tu boca chicle de menta que se pierde en curvas asimétricas. Aún sin palabras puedo oír tu voz.


Rayos de Luna, disparos carmesí, y un temblor extraño te lleva al asfalto. El no escuchar el latir de tu corazón, él sí pero ellos jamás, se callarán. Las risas y los murmullos conducen a tu fin.


Me miraba y preguntaba, sin palabras ¿quieres? Hacia arriba y boquiabierta decía “oh” Volvía a mí, apagada y con una flor, violeta. “Eres tú”.


¿No te resulta terrible? ¿El qué? Yo y ellas o ellas, vaya, todos. Jamás lo pensé de una forma u otra pero siempre dije ¿quiénes son? Eso, quizá luego.

Parece tan real como que las gotas, caen por aquí.


Murmullos bautizados como versos FIN


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