Primera colección de poemas y cuentos "Experiencia de vivir" - Agonía Diciente

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Experiencia de vivir

AGONÍA DICIENTE C O L E C C I Ó N

D E

P O E M A S

1° Edición 2020

Y

C U E N T O S


Experiencia de vivir

C O L E C C I Ó N

D E

P O E M A S

Y

Autorxs: Ácido Gástrico Amok

C U E N T O S


Primera Edición 2020. Experiencia de vivir es una colección de poemas y cuentos derivados del proyecto Agonía Diciente. Esta categoría es una dedicatoria a la angustia de lo que significa vivir en el inimaginable universo del consumismo, la imprudencia y la deshumanización.

Hecho en Colombia Tunja, Boyacá Agosto- 2020 Autorxs Amok Ácido Gástrico

Para la reproducción total o parcial de esta obra comunicarse con los autores.

Ilustración de Sally Mandl


Contenido Cajita feliz (cuento) Deseo primitivo (soliloquio) Juego de Satán (poesía) Deses-perro (cuento) Lucianita (cuento) Una realidad (poesía)

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LĂŠanos un ratico...


Cajita feliz La paciencia de una madre puede tener un umbral realmente alto, hablo por la mía, porque no tengo más. Mi madre estaba diseñada para tener un control hacia la frustración de nivel celestial; recuerdo esa primera vez en la que su cara se tiñó de toda la escala de rojo cuando yo a los 10 años pedía con desesperación mi cajita feliz, pataleé, lloré, la unté de mocos, de puños y de amenazas dirigidas a negarle mi amor o advertirle seriamente que moriría de hambre. Nunca, en 15 años que pasaron volví a ver esa cara roja, pero tengo una imagen que su rostro reproducirá continuamente cuando a los 25 años me encontró en posición fetal en un rincón de la habitación sin conocimiento del tiempo, del espacio, ni del Dios que me creó. Nunca olvidaré esa imagen de su rostro empapado de lágrimas, con los ojos caídos, los labios retorcidos y partidos, las mejillas coloradas, la tristeza inmensa configurando esa bonita cara que me despertó cada mañana con sus besos en mi frente para ir a la escuela.

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Cajita feliz Ya no habían más cajitas felices. Las lágrimas, los mocos, los puños, ahora venían de ella por los reproches que le hacía de mi adicción, el robarle por la desesperación de comprar la heroína que me inyectaba volviéndose la rutina del hogar y por las cuentas que se inflaban con los pagos de los inútiles centros de rehabilitación; sin pensarlo, la advertencia de muerte que le hice a los 10 años se estaba materializando en forma de un líquido amarillo al que era vulnerable. Cuando una madre ama a su hijo es capaz de cuidar de él aunque la vida se le vaya en eso. No quería que mi madre fuese una de ellas, que pensara que era su deber cuidarme y poder salvarme. De ser su niña amada me convertí en una carga para su cuerpo que no la dejaba conciliar el sueño sin que mi presencia estuviera en ellos, yo quería liberarla de ese martirio y solo costó 25 mil pesos, más dos, tres y hasta diez pinchazos que me regalaron al fin uno de sus besos en mi frente, al despedirse de mi cadáver en la sala del hospital, después de una reanimación fallida.

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Cajita feliz Adiós mamita, te dejo libre.

Autor: Ácido Gástrico Edición: Amok y Ácido Gástrico

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Deseo primitivo ¿Quién impuso la banal creencia de que el sexo es la única forma de llegar a un orgasmo? o ¿qué la masturbación era una iniciación? El erotismo se basa comúnmente en un par de tetas, un pene erecto y un sin fin de pensamientos perversos; un montón de basura (reacciones físicas) ¿Qué porquería es esa? ¿Por qué no me excita? Después del breve acto imaginario y compartido solo se siente desprecio y se es consciente de la mentira, solo se finge placer convertido en náuseas. Autor: Amok

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Juego de Satán

El juego de Satán es sencillo: Vive, peca y ama. Encuentra el mal en ti, para saber que bien te falta.

Autor: Ácido Gástrico 10


Deses-perro Escucho a mi pobre Celine lamentarse a veces, su estómago se contrae, su respiración se agita, sus ojos empiezan a competir para abrirse o cerrarse (¿quién gana al final… quién se rinde primero?). Una que otra vez empieza a babear, con suerte sale un pequeño aullido que deja entrever sus amarillentos dientes, luego, como a un niño hay que despertarla, acariciarla, llamarla con un susurro -“Celine, Celine”- para que se restablezca y regrese a su conciencia perruna. De a pocos la bestia respira profundo, acomoda su torso, cabeza y patas a una posición más cómoda alejándose del calor de la otra bestia (yo). Luego, vuelve a quedarse dormida en segundos sin miedo de que le pase de nuevo, solo con ganas de dormir, sin tiempo que perder o tiempo que medir, sin pensar a quién contárselo, sin necesidad de recordarlo y encontrarle explicación.

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Deses-perro

Mientras yo, me quedo absorta ante la tranquilidad con la que duerme, claro, sin dejar de lado la costumbre humana de preguntarse: ¿estaré en sus sueños? ¿me soñará como una sombra amorfa? ¿volverá al preciso momento en el que fue separada de su madre? o ¿se soñara una y otra vez corriendo el campo marchito al que la llevo para que defeque? Que feliz se ve Celine. Fue observar a Celine, lo que me llevó a desear querer ser un perro, para no volver a explicar, no volver hablar, no volver a mentir, abandonar por completo las leyes humanas, la derrota del día a día, el hastío de tener que deconstruirse y luego, construirse otra vez, ¿qué pasa si quiero estar desbaratada? Dejar el discurso desgastado de la moral, las excusas de por qué no le escribo seguido a mis amigos o por qué no le digo “te quiero” a mis familiares.

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Deses-perro Quiero ser una perra negra, con pelaje largo y estómago de calle. Quiero solo una cama, escarbar en la basura, que me regañen levemente para que después me alimenten, no tener que pedir perdón por otros, no vestirme, andar desnuda sin que se me señale, quiero ladrar, ladrar, ladrar tanto hasta dejar sordos a los humanos. Autor: Ácido Gástrico Editores: Amok y Ácido Gástrico

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Lucianita

La pequeña Luciana que ya tiene treinta, viste de negro en el funeral, pero no está consciente, solo se recuerda a sí misma, tan pequeña y madura a la tierna edad de siete. Recuerda la calle y como iba tomada de la mano de su madre, como entraban por el portón marrón y como caminaban sobre la baldosa color verde que estaba sucia. No recuerda palabras, solo acciones mudas. Recuerda que tuvo que salir a las malas con el de los ojos verdes al patio, que tuvieron que caminar a oscuras hasta llegar a una cochera vieja en donde él prendió una bombilla amarilla cubierta de moho que había dentro. Ella atravesó la puerta de madera gastada y sucia, adentro olía a tierra por los bultos de papa recién comprada de la plaza.

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Lucianita Todo fue rápido pero ella lo recuerda lento: cayó sobre los bultos, la empujaron, encima de ella estaba un pelaito de dieciséis que la manoseaba, ella empezó a empujarlo, pero con una pierna él paralizó sus pequeñas piernecitas, con una de sus manos juntó y apretó los pequeños brazos que se defendían y con la pierna libre buscó equilibrar su peso para empezar a desapuntarse el pantalón. Empezó a tocarla por las piernas, luego metió la mano debajo de la camiseta de la pobre niña y fue bajando por un costado bajándole el pantalón. La Lucianita recuerda que intentó defenderse pero él la presionaba más contra los bultos, recuerda cada caricia brusca y lo que sintió mientras le pegaba a ese, el de los ojos verdes con su rodillita entre las piernas dejándolo con las ganas y tocándose las bolas por el dolor. Eso recuerda Luciana que vio cuando volteó a ver mientras corría. Y el recuerdo vuelve a tener sonido cuando de nuevo está en la calle con su madre, recuerda las palabras: “no invente bobas, ni se le ocurra decirle a su papá y ya cállese”.

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Lucianita Y Luciana de treinta, con un metro setenta, sola está frente a un ataúd mirando un cuerpo inerte, uno que desconoce pero que era el cuerpo del único ser que conocía aquel secreto.

Autor: Amok

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Una realidad

Sabía que la soledad existía, pero no pensé que yo la sentía. vivo sola y fría en un mundo sin salida acorralada en una prisión de muda agonía. Me creé un mundo de fantasías, con base a lo que yo suponía y me doy cuenta hoy en día de la tontería que es mi vida. Ojalá no tuviera que esconder mi dolor y pudiera demostrarlo sin ningún temor, demostrar como mi sangre purga mi maldita mente y corazón. Autor: Amok

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