Primera colección de poemas y cuentos "Para comerse las uñas" - Agonía Diciente

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Para Comerse Las Uñas

AGONÍA DICIENTE C O L E C C I Ó N

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P O E M A S

1° Edición 2020

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C U E N T O S


Para Comerse Las Uñas

C O L E C C I Ó N

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P O E M A S

Autorxs: Ácido Gástrico Amok


Primera Edición 2020. Para Comerse Las Uñas es una colección de poemas y cuentos derivados del proyecto Agonía Diciente. Esta categoría contempla la maravilla de la repulsión con poca censura.

Hecho en Colombia. Tunja, Boyacá Agosto- 2020

Autorxs: Amok Ácido Gástrico Para la reproducción total o parcial de esta obra comunicarse con los autores.

Ilustración de Alessandro Ripane


Contenido Sombras (cuento) Monstruo de cama (cuento) Memoria enferma (cuento) Por mi bebé (cuento) Abre la puerta (poesía) Pasajero (poesía)

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LĂŠanos un ratico...


Sombras Parado junto al interruptor de luz que prendía una y otra vez estaba Manuel, la luz de la bombilla producía en él un efecto pálido haciendo lucir su piel con tonos de amarillo muerto. Dos metros al frente de Manuel un espejo oxidado estaba colgado, las manchas que le salieron por el pasar de las décadas y la humedad formaban figuras de rostros que eran su única compañía, Manuel observaba el reflejo de un cuerpo en él, un cuerpo que se encontraba en un cuarto de baño de un pequeño apartamento con baldosas cristalinas rotas, otras despegadas o manchadas por fluidos que aún mantenían su olor a humanidad. En el espejo el reflejo casi opaco de una figura humana que llegaba al metro setenta, resaltan las costillas y toda su columna vertebral por la piel, con brazos largos y delgados, que sostenían un rostro con pómulos salidos que lo remarcaban, su mirada café con expresión de angustia volvía a toda esa figura combinada con la luz de la roseta prendida un hermoso pero doloroso cuadro de Van Gogh. El encontrar el reflejo de su cuerpo, de su vida le servía de analgésico a Manuel para calmar las ansias que invadía su cuerpo, pero el miedo regresaba cuando la bombilla se apagaba, se

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Sombras le revolvía la úlcera produciendo un movimiento en sus tripas dejando salir por su boca reseca un olor a fresas reposadas, no era miedo a la oscuridad, era el miedo de volver a la luz y ver al otro, a ese que sus dedos la sangre seca los pintaba, a ese que hurgaba en los estómagos de inocentes que por desgracia se sentaban junto a él en la silla de un bus con destino al sur o para ellos con destino al mundo de un paranoico. -Santafé no va ha pasar a los cuartos de finalesle dijo en voz pasiva a su última víctima sentado junto a él: un hombre de sombrero oscuro, baja estatura, vestido con un chal verde que sostenía un periódico abierto en la sección de deportes. -No, y mejor, perderíamos el tiempo viendo ese partido- respondió su acompañante Así, la charla de Manuel con su nuevo amigo continúo rodeada de mofas hacia un equipo deportivo. De la forma que lo hacía Manuel seducía a su víctima, hasta dejarla convencida de que sus comentarios inteligentes eran parte de la esencia de un cuarentón indefenso y divertido, en su

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Sombras lenguaje logró conducir a su nuevo amigo a la cantina más cercana y luego a su apartamento. La noche para Manuel era desaparecer y un regalo para la sombra que vivía en él. Lo mató con sus manos, siendo su herramienta principal como un médico con sus instrumentos, abrió a su víctima en la zona más blanda del estómago, sacó su hígado con buena apariencia, el vaso, el estómago y todas las tripas, luego las cocinó, las sofrió y las sirvió a la carta como restaurante cinco estrellas o al menos un restaurante decente, digirió al hombre como manjar, su olor , su apariencia al comer humanidad lo hacían sentir más humano al caníbal que sentía que esa misma humanidad la había perdido. Horas después Manuel volvía hacer él, se encontró con un escenario desconocido: un cuerpo de un hombre en el piso abierto de la cabeza a los pies, totalmente vacío solo quedaba la capa de piel superficial, su cocina emanando olor a carne tostada, platos de comida con restos de vísceras, siguiente acto, vomita como siempre, trastornado toca su cara untándose de sangre por sus manos llenas de esta, su respiración se agita, y el sudor lo empapa.

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Sombras Va al baño y se para junto al interruptor de luz apagándola una y otra vez, lo hace para alejar a la bestia, al caníbal que vive en él, y que las autoridades por más de 10 años buscan por cometer los actos más atroces en la pequeña localidad de la Esperanza.

Autor: Ácido Gástrico

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Monstruo de cama De niño, al dormir, un monstruo aguardaba bajo la cama esperando a que diera la medianoche para atormentar el sueño al que no quería llegar. Golpeaba las tablas cuando me escuchaba rezar, empezaba a rasgar la madera para llegar a mi espalda. Imaginaba que era un monstruo gordo por alimentarse de todo ese miedo que sudaba cada noche. Su mejor jugada fue hacerle creer a mis padres que su presencia era solo un “juego de niños”, ellos se enfurecían, no podían creer que a los 14 años siguiera con historias de amigos imaginarios y con el miedo del monstruo debajo de la cama, las reprimendas y castigos físicos que obtenía por su culpa, era su aperitivo favorito. Después de dos años, la preocupación de mis padres se hizo mayor por mi extrema delgadez y la imposibilidad de articular palabra alguna, estaba todo el día en la cama, mi cuerpo se rehusaba a moverse más de cinco grados manteniendo la postura rígida de cuando se tiene un palo clavado en la espalda. Ellos empezaron a dudar de que ya no se tratara de un “juegos de niños” o que fuera “la

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Monstruo de cama etapa de rebeldía del nuevo adolescente”, también podían sentir que el miedo del que les hablaba su niño era cierto.

Pero yo ya no tenía miedo, para ese entonces compartía la cama con el monstruo. A él no le gustaba arroparse pues decía que la calidez de las cobijas le recordaban el lugar de donde venía y al que no podía volver, así que pensé que ese era un lugar en el que yo por fin lograría descansar y estar lejos de él; ahora podíamos intercambiar hogares, mis padres se quedarían con el monstruo, un nuevo hijo al que amar, del que no se podrían avergonzar, él sería el hijo que jamás pude ser.

Tal vez, aquel cálido lugar necesitaba una persona como yo, alguien que admirase el calor que brindaban y del que nunca se cansan sus habitantes. Le hice una propuesta al monstruo: “tu te quedas, yo me voy”, él accedió rápidamente aceptando como condición el tener que cuidar y enorgullecer a mis padres, finalmente selló el trato entrelazando su garra negra con mi dedo meñique.

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Monstruo de cama La despedida la hicimos en un edificio alto, desde el cual se podía ver el lugar del que me había hablado, sin dudarlo salté y aquí estoy, tomando el sol en este lugar rojo y cálido.

Autor: Ácido Gástrico Editores: Amok y Ácido Gástrico

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Memoria enferma El dulce arrullo de la lluvia que golpea la ventana es más calmante que los sedantes que me recetó el doctor. Me pregunto en qué momento la noche atravesó la ventana de barrotes oxidados, por ahora bailo con mis ojos alrededor del techo siguiendo el vaivén de mis recuerdos. Recuerdo que a los 7, papá bebía, mamá trabajaba y yo, después de terminar las tareas con ojos vendados lamía algo salado. A los 8, papá bebía, mamá trabajaba y yo, después de terminar las tareas, tenía que ponerme de espaldas. A los 9, papá bebía, mamá trabajaba y yo, al final de día tenía que dormir acompañada. A los 11, papá bebía, mamá trabajaba y yo, quedé embarazada. Gracias a biología supe que me había pasado, me ilusioné con la idea de jugar con un bebé, le conté a papá y me hice la prueba con él, salió positiva, pero él con poca ternura me golpeó el vientre. A los pocos días algo raro salió de mi entrepierna, era mi bebé, yo no lo quería dejar ir, así que me lo comí. A los 12, papá trabajaba, mamá trabajaba y yo, al

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Memoria enferma terminar los quehaceres de la casa me encerraba en el cuarto. A los 13, papá trabajaba, mamá trabajaba y yo, me acostaba con mis compañeros de clase. A los 14, papá bebía, mamá trabajaba y yo, me acostaba con mis amigos, algunos profesores, vecinos y mi padre. A la edad de 17 ya no me daba tanto asco y ni me dolía, por eso me encantaba que me tocaran con fuerza, lamerles la entrepierna y que me dieran por atrás. Papá lo hacía mejor que los demás, ya no me veía como niña sino como mujer, yo ya no le tenía miedo y entre los dos le pegamos a mamá cuando nos encontró. Pobre mujer, le debió doler, lo mató y luego me encerró, yo al igual que mis bebés no lo quería dejar ir y me lo comí.

Autor: Amok

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Por mi bebé “Cómo saber cuándo hago algo mal si al parecer el mundo está en mi contra” eso pensaba José Luis, cuando sepultaba a su séptima víctima, pero la víctima era él, no ellos, aquellos seres despiadados que drogados y borrachos acabaron con su razón de ser. Al parecer el pobre José Luis no puede olvidar lo que le hicieron a su bebé, bebé que terminó con su vida a los 13. Se fue sin decir mucho, solo dejó una carta, una carta en la que confesaba lo que le había pasado en la fiesta de 15 de Paula, la violaron. No dijo quién o cómo fue, solo se supo por la carta y también, en la autopsia que le hicieron cuando encontraron su cuerpecito colgado, encontraron que estaba embarazada. La policía no hizo mucho y cerraron el caso antes de comenzarlo. El pobre José Luis no supo qué hacer ante la injusticia, le arrebataron su niña y sin escuchar a su esposa, juró a media noche en la tumba de su hija hacer justicia. Y así fue cómo empezó, cogió a 32 hombres que estuvieron en la fiesta, incluyendo al papá de Paula, a todos se los llevó y encerró en el sótano de la finca abandonada que tenía en el campo, los ató de manos y pies, en la boca les colocó trapos y uno a uno los fue sacando desde el sótano hasta la cochera y

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Por mi bebé allí sin previo aviso ni mucho qué decir les quitó su miembro y luego los acuchilló. Utilizó las habilidades adquiridas de cuando trabajó en el matadero y como reses los amontonó en el camión. Inició con su trabajo el viernes a las 6:00 p.m. y terminó el sábado a las 4:00 a.m., limpió el desastre que dejó y se fue para su casa en la ciudad, se quedó todo el día con su esposa, fue a misa, hicieron mercado y almorzaron pollo en la plaza. En la noche salió sin dar explicación y se fue en el carro, duró una semana fuera, llegó hasta el domingo, lleno de tierra y con un olor horrible, discutió con su esposa, se bañó, en la cena le dijo que no se enojara que al fin su niñita descansaría tranquila, en la noche hicieron el amor, y en la mañana durante el desayuno llegó la policía, se llevaron a don José Luis, su sentencia fue homicidio en primer grado agravado.

Autor: Amok

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Abre la puerta Dio varios pasos hasta que su pie descalzo tocó la línea que expedía una luz rojiza que salía de la puerta entreabierta.

La puerta entreabierta con su madera golpeada, el picaporte manteniendo la esencia de diez décadas y los adornos de flores astillados.

En frente de la puerta se sentía como un pequeño girasol intentando defenderse de ese gran roble que eclipsaba su presencia.

Por la grieta de la puerta, se lograban escapar los gritos que venían de ese otro lugar, aquel que la puerta custodiaba.

La luz roja tan solo fue el fondo que permitía presenciar un teatro de sombras: dos cabezas, cuatro manos, cuatro pies, un solo corazón latiendo. 17


Abre la puerta Las sombras se movían rápidamente para dar paso a la siguiente escena: la puerta, la luz, la madera, los gritos, el miedo, la angustia. Él.

Cuando la dueña de la puerta emitía el último sonido de ahogo de la noche, Joaquín despertaba. ¡Ayuda!

Empapado en su propio sudor, con la cara llena de lágrimas, volvía a otra realidad que le dolía más.

Una realidad en la que comprobaba que la sombra de su madre ya no existía más al otro lado de la puerta.

Autor: Ácido Gástrico

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Pasajero Había una vez un hermoso monstruo al que la gente confundía con un ángel. Aparecía en las noches, y a las 3 a.m., desaparecía. Su ruta era larga pero parecía corta. Primero el cementerio, luego el riachuelo y de vuelta al cementerio. Los muertos eran sus amigos, los vivos sus enemigos y los que estaban en el limbo unos desconocidos. Para algunos era celestial, para otros normal y para unos pocos un demoníaco ser.

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Pasajero “Pero, ¿qué era en realidad?” era una pregunta difícil de responder, incluso para él. Incapaz de verse al espejo, lo atormentaba su apariencia, al parecer su magia no siempre funcionaba. A veces parecía una hermosa mujer, y otras un bestia cruel, eran pocos los que le podían ver, solo aquellos inhibidos de la lógica de su ser. Como aquella vez, en la que le hizo la parada a un camionero ebrio, él la recogió deslumbrado por la belleza de su rostro pero se privó con el pelaje de su torso. O aquella otra, en que su sensualidad cautivó a los borrachos del bar, con quienes jugó billar y encegueció con las chispas de los grilletes que arrastraban sus zarpas.

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Pasajero O esta vez, en la que, con su silencio, te acompaĂąa.

Autor: Amok

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