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Martín Andrade
UN GRANDE DE MéXICO
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Por: Dr. en Arq. J. Martín Andrade Muñoz
in lugar a dudas el más respetado arquitecto mexicano de finales del siglo XX fue Teodoro González de León (1926-2016), este longevo personaje nació y murió en la Ciudad de México a los noventa años de edad. Su historia arquitectónica comienza con un arranque excepcional desde su etapa de estudiante.
Resulta que en 1946 cuando se convocó a reconocidos profesionales para el concurso del diseño del Conjunto de la Ciudad Universitaria, Teodoro y dos compañeros estudiantes del último año de carrera, presentaron por su cuenta una propuesta que resultó ser semejante al proyecto final. De ahí se desprendieron varios mitos que el tiempo ha convertido en verdades. Se decía que el mismísimo Mario Pani había basado su propuesta ganadora para la Ciudad Universitaria, en el proyecto de los estudiantes aludidos y que, dadas las protestas de Teodoro sobre la autoría del mismo, le ofrecieron una beca a Francia misma que aprovechó para trabajar en el taller de Le Corbusier, entonces el más afamado arquitecto del mundo. Verdad o mentira lo cierto es que Teodoro sí laboró en el taller del afamado maestro a lo largo de 18 meses, apoyado por una beca del gobierno francés. Le Corbusier en ese tiempo desarrollaba la famosa Unidad de habitación de Marsella en la que González de León afirmaba haber trabajado. Al regresar a México inició sus primeros encargos. Entre 1956 y 1958 desarrolló el conjunto de Barra de Navidad del cual se publicó un libro, mismo que envió a su mentor francés. Cuatro años después recibió la respuesta de Le Corbusier felicitándolo y elogiando su trabajo.
González de León comenzó con proyectos habitacionales tanto individuales como colectivas para algunas ciudades del país. A partir de 1963 se asoció con su condiscípulo Abraham Zabludovsky, aumentando cada vez más su éxito profesional; comenzaron con el desarrollo Urbano de Posa Rica en Veracruz y poco a poco sumaron más encargos oficiales y privados, individualmente o asociados. Algunos de ellos conseguidos seguramente por fama del hermano de Abraham, el famoso e influyente periodista Jacobo Zabludovsky, pero desde luego sin menospreciar el mérito real de ambos, cosechados como arquitectos independientes consolidando su propio prestigio. Especial mención merecen sus trabajos pioneros como socios, como casa del pintor José Luis Cuevas (1968), un ejemplo de clara influencia de Mies van der Rohe.
Por aquel entonces apenas se gestaba la manera de hacer arquitectura
que los distinguiría posteriormente basada claramente en la obra “brutalista” de Le Corbusier. Entre 1968 y 1971 desarrollaron el conjunto habitacional Torres de Mixcoac, conjunto novedoso en el que participó el escultor Mathias Goeritz; mi maestro en aquel momento, y por él, desde el inicio de la carrera yo sabía y tenía claro quiénes eran Teodoro y Abraham. Justamente a partir de 1971 a la par de mi educación, arrancó el ascenso de éstos prolíficos arquitectos, convirtiéndose en una temprana fuente de inspiración a lo largo de mi carrera. La fuerza de su obra se fue afirmando poco a poco, y lo masivo de sus formas consolidando hasta alcanzar su inconfundible imagen. Espacialmente las de Teodoro a través de sus propios encargos, las interesantes y complejas formas arquitectónicas sufrieron un cambio sustancial al integrar la riqueza del espacio interno-externo que las caracteriza. Quizás del primer edificio que muestra esta premisa sea la Delegación Cuauhtémoc (19721973) conformada por dos cuerpos, generando un espacio central con pérgolas de 40 metros de claro y abiertas al exterior logrando un patio semi cubierto con circulaciones verticales. Sin lugar a dudas este edifico influiría más tarde en la solución del Palacio de Justicia de Aguascalientes. La riqueza espacial generada en el edificio fue punto de partida de muchísimas soluciones que ambos arquitectos utilizarían posteriormente. Luego vinieron múltiples encargos, tanto públicos como privados, destacando la Embajada de México en Brasilia (1972-1976), inteligente solución para lograr confinar un edificio en un espacio urbano casi plano, a través de dos taludes unidos por un enorme pórtico. Los trabajos oficiales de ambos arquitectos se multiplicaron exponencialmente. Para CONASUPO (1973) diseñaron un prototipo de bodegas repetido en muchos lugares del país, Aguascalientes no fue la excepción ya que contó con uno de ellos en la Ciudad Industrial. Otro edifico paradigmático fue la sede del INFONAVIT (1974-1975) concluida al terminar mi carrera en la UNAM. Audaces y masivas formas consolidaron su lenguaje, por cierto, en aquel entonces conocí el proyecto de un Centro de ferias y exposiciones para la Ciudad de México (1976) influyendo claramente en mi tesis profesional.
Luego siguieron los conocidos Colegio de México (1974-1976) con sus diseños característicos usando diagonales en rectángulos regulares, generado interesantes formas y atractivos espacios. Posteriormente desarrollaron la Universidad Pedagógica Nacional (1979-1982) y sobre todo el famoso Museo Tamayo (1981) ampliamente aclamado por la crítica arquitectónica, cabe mencionar que ya en esa época sus edificios mostraban su característico acabado de concretó martelinado exponiendo con el agregado mármol.
A partir de los años 80´s Teodoro incursionó en la arquitectura posmoderna y de alguna manera legitimó ese estilo en México dado por el prestigio que gozaba. Y siguió asociándose con otros arquitectos, especialmente con Francisco Serrano con quien desarrolló el edificio de NAFINSA y otras instituciones públicas, particularmente el Parque Garrido Canabal (1983-1986), el Centro Administrativo de Gobierno (1984-1987) y la Biblioteca Pino Suárez (1985-1987) en Tabasco. Sin embargo, Teodoro y Abraham continuaban trabajando juntos en diversos proyectos como la ampliación de BANAMEX (1986-1989) en el centro histórico, aunque en sus respectivos despachos desarrollaban trabajos individuales. También con Abraham, Serrano y otros arquitectos siguió trabajando intensamente en numerosos proyectos; entre otros el Palacio de Justicia Federal (19871992) con un patio pergolado de imponente altura que recuerda la enorme columnata del palacio de Karnac en Egipto o el gran pórtico del Auditorio Nacional (1989-1991).
Teodoro continuó individualmente su propio desarrollo como lo muestran diversos proyectos de autoría unipersonal, como la Torre del Fondo de Cultura Económica (1990-1992) o modestos proyectos como la Plaza Rufino Tamayo (19901991). Le siguieron los imponentes edificios Arcos Bosques I y II en Santa Fe (1990-2009) de 33 y 34 pisos respectivamente y 161 mts. de alto cada uno, el primero conocido coloquialmente como “los
pantalones” asociado nuevamente con Francisco Serrano. La novedosa solución de la Escuela superior de Música del CNA (1993-1994), o su casa particular en la calle Ámsterdam (1996-1997) fueron realizadas mientras diseñaba las embajadas de Guatemala (1994-2003) y Berlín (19972000), como también en el ámbito de la cultura merece mención especial el Museo de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM de 2008.
A partir del siglo XXI Teodoro adquirió su más alto prestigio convirtiéndose en el más respetado de los arquitectos mexicanos y a pesar de su avanzada edad, González de León consiguió importantes encargos, especialmente los grandes rascacielos de Reforma 222 con las tres Torres (2008) de 93 a 125 mts. de 19 a 31 pisos; o el audaz trapecio invertido de la Torre Virreyes (2014) de 24 niveles y 121 mts. de altura; y finalmente la Torre Manacar (2017) de 29 niveles y concluida después de su muerte y que son su más claro legado. Además, el arquitecto también fue un importante artista plástico, disciplina atendida especialmente en sus últimos años de vida.
Teodoro González de León cosechó importantes galardones por su trayectoria, tales como el Premio Nacional de Artes (1982) Doctor Honoris Causa por la UNAM (2001) y la Medalla de Oro de la UIA (Unión Internacional de Arquitectos) (2008) entro otras muchas distinciones.
Para concluir debo mencionar que mi relación con Teodoro fue más platónica profesionalmente hablando, que real; no obstante que conozco su obra a detalle desde inicios de mi carrera hasta los últimos años de su producción. He visitado muchísimos de sus edificios, sobre todo los más importantes, inclusive en la Embajada de Berlín y gracias a la invitación del embajador Jorge Navarrete tuve la oportunidad de conocer todos los rincones del edificio y hasta brindar en la terraza del mismo.
Por otra parte, mis encuentros con el arquitecto fueron ocasionales, y mi trato con él fue solo en cuatro
o cinco ocasiones, algunas veces comimos juntos y aunque siempre se mostró especialmente amable conmigo, debo señalar, que no se generó ninguna amistad en particular. Teodoro González de León a diferencia de otras estrellas del firmamento arquitectónico de México, fue un tanto distante con las escuelas de arquitectura, debido a la enorme cantidad de trabajo que tuvo a lo largo de toda su vida profesional. Ojalá México tuviera más arquitectos con ese talento.