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ARQUITECTURA
os panteones están lejos de ser atractivos turísticos en las ciudades, sin embargo, estos recintos cuentan historias a través de sus sepulcros y las características que estos tienen, principalmente aquellos que datan del siglo XIX y principios del XX.
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La Ciudad de México tiene ejemplos claros de ello como el Panteón Civil de Dolores, el Panteón del Tepeyac y el Panteón Francés de la Piedad. En provincia los camposantos de esas características son también vastos. Y es que la arquitectura funeraria es uno de los testigos más explícitos para narrar una historia. Incluso dos de las siete maravillas del mundo antiguo estuvieron relacionadas con el homenaje mortuorio: el Mausoleo de Halicarnaso y el Taj Mahal.
Los bellos mausoleos, lo mismo que las majestuosas tumbas, representan los mejores ejemplos de estos homenajes a la vida y a la ausencia, representando también estatus social y económico, donde destacan cúpulas, emplomados, fascinantes herrerías y mosaicos que incluso creadores europeos venían a realizar a México.
Existen también sepulcros que llaman la atención, coronados con sendas esculturas, la mayoría de ellas en mármol, que muestran ángeles, bustos, mujeres llorando, o algunos íconos religiosos como cruces de diferentes tipos y hornacinas. Debido a que los cementerios en los que se muestra este tipo de arquitectura corresponden al siglo XIX y principios del XX es posible ubicar en ellos predominantemente los estilos gótico y art noveau.
En la arquitectura funeraria existen muchos simbolismos importantes que pueden encontrarse y a veces pasan desapercibidos. Por ejemplo, es común visualizar flores, hojas o ejemplares vegetales que representan la efímero de la existencia. Las antorchas caídas que portan algunos ángeles representan una vida cegada, al igual que una comuna rota; el reloj de arena con alas encarna al tiempo que vuela, las coronas de laurel personifican el triunfo, los búhos la inteligencia, los perros la amistad, etc. Muchos de estos símbolos eran elegidos por su sentido en homenaje a las personalidades del fallecido, pero algunos otros solo por gusto o por imitación.
Este tipo de construcciones muestran desde un México “afrancesado” hasta uno de gran fervor religioso, ahí radica quizás, en el reflejo de la mexicanidad, la importancia de rescatar, preservar y difundir este patrimonio que en innumerables ocasiones resulta abandonado por los gobiernos, pero también por los familiares y propietarios de los espacios que son los principales responsables de mantenerlos en óptimas condiciones.
A este desinterés general se une también la problemática de la corrupción que ha permeado en el hecho de que muchas tumbas y mausoleos se destruyen para vender sus elementos por separado, las lápidas se regraban y el mismo personal de los cementerios daña los monumentos para su beneficio o por mera inconsciencia.
Algunos investigadores ya trabajan para lograr las declaratorias de patrimonio histórico para estos sitios y protegerlos de manera correcta, evitando así que desaparezcan y con ellos gran parte de nuestra identidad.