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Los generales de Villa. Primera Parte
Por: Dr. Ricardo Damián García Santillán l héroe de la revolución Pancho Villa fue contradictorio en varios aspectos, incluso en la selección de sus hombres de confianza, Villa tuvo 2 generales leales, eficientes y diametralmente opuestos: Felipe Ángeles y Rodolfo Fierro
Felipe Ángeles nació el 13 de junio de 1868 en Zacualtipán, Hidalgo. Fue disciplinado, metódico y estudioso; el militar perfecto.
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Él era el cerebro tras la atractiva personalidad de Villa. Ángeles planeaba, medía los alcances de la batalla, seleccionaba la ubicación de los cañones, utilizaba con precisión el armamento, controlaba a la tropa y evitaba desmanes tras los combates, es decir, cumplía con su deber. Era un hombre de palabra que hizo su mejor esfuerzo por ser fiel a sus códigos.
En 1914 se incorporó a las fuerzas de Francisco Villa como comandante de la artillería de la División del Norte. Participó en las batallas de Torreón en abril de 1914, en las que consiguió derrotar a las tropas del general José Refugio Velasco; San Pedro de las Colonias, Paredón y Zacatecas (donde unieron fuerzas con
LOS GENERALES DE VILLA CONOCE A FELIPE ÁNGELES
Pánfilo Natera derrotando al gobernador
Luis Medina Barrón). Fue allí cuando Ángeles empezó a mostrar su gran talento de estratega militar. Como hombre de confianza de Francisco Villa lo representó en la Convención de Aguascalientes, de la que él mismo fue promotor e ideólogo.
El 31 de octubre votó por el retiro de Venustiano Carranza. Formó parte de la comisión de guerra de la convención, donde logró la participación zapatista. El 2 de diciembre entró a la Ciudad de México al frente de la vanguardia villista. Ante el fracaso del gobierno de la Convención, se dirigió al noroeste, al frente de las fuerzas convencionistas. Ocupó por unos días la gobernatura de Coahuila y de Nuevo León, del 15 de enero al 21 de febrero de 1915. Felipe Ángeles abandonó a Francisco Villa después de su fracaso en el Bajío, cuando desoyó sus consejos, aunque también influyó mucho la derrota de Ángeles en el noroeste del país.
Al triunfo de Venustiano Carranza, cuya catadura moral le repugnaba, se refugió en Estados Unidos en El Paso, Texas, con la ayuda de José María Maytorena. Fue muy activo en la política entre los exiliados: en Nueva York formó parte del comité ejecutivo de la Alianza Liberal Mexicana. También se dedicó a escribir artículos en diversos periódicos, en los cuales expresó sin rodeos su convicción socialista y se declaró partidario del marxismo, juzgando al liberalismo como cosa del pasado. Expuso su desacuerdo con la Constitución de 1917 y le opuso la Constitución de 1857 —producto de la Guerra de Reforma—, a la que juzgaba más adecuada para la situación del país. Regresó al país hasta diciembre de 1918, con el propósito de atacar a Venustiano Carranza, antes de lo cual lanzó una proclama que se conoce como Plan de Río Florido. Fracasó en sus intentos de unificar a los rebeldes y de disciplinar a los villistas, por lo que, vencido y aislado, fue denunciado y aprehendido.
Se le formó consejo de guerra por haberse sumado a las fuerzas de Pancho Villa que todavía operaban en el norte. El Consejo estuvo integrado por los Generales Gabriel Gavira Castro, Miguel M. Acosta Guajardo, Fernando Peraldí Carranza y José Gonzalo Escobar. En su defensa ante el tribunal, Ángeles persistió en declararse partidario y amigo de Francisco I. Madero. Años más tarde el mismo general Gavira anotaba en sus memorias
que, cuando el golpe de febrero de 1913, mientras todos los altos mandos federales conspiraban contra el presidente Madero, el general Ángeles se había mantenido leal a este y había sido el único que cañoneaba efectivamente La Ciudadela, desde la calzada de la Reforma. Fue sentenciado a la pena capital, a pesar del clamor de la concurrencia que en la sesión pidió su perdón. Murió fusilado en Chihuahua el 26 de noviembre de 1919.
Como testamento político dijo durante su juicio: “Mi muerte hará más bien a la causa democrática que todas las gestiones de mi vida. La sangre de los mártires fecundiza las buenas causas”. El 15 de noviembre de 1941, al cumplirse el XXII aniversario de su muerte, fue nombrado en su tierra natal “Hijo del Estado de Hidalgo”. Se recuerda su frase más célebre “¿Por qué temerle a la muerte, si no le temo a la vida?”.