El imperio de lo entreabierto por Sergio Inostroza

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sergio inostroza

el imperio de lo entreabierto

aire libro

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La poesía es una expedición a la verdad Franz Ka�a

Editores: Mónica Castro, Cristian Vázquez Imagen de portada: Juan Águila http://airelibro.blogspot.com airelibro@gmail.com



Poetas malditos

Protestando con una computadora en los besos, Miraba desde el infierno la calle de un poema, Los trajes nuevos, los bolsillos con sangre pegados a la lluvia, Todo el paraíso de la sílaba en un solo suburbio, Y un bar en cuyas piernas baila la bailarina muerta del poeta. Todo para la vaca del pensamiento, los fuegos enfermos. ¡Malditos de mi corazón!, De mi corazón que no hay Porque como el vuestro es un rato En las calles viejas del amor. Y en la cama los disfraces en llamas Pecado, la ternura de los miércoles, el agua vieja En los libros del amante, en el cigarro, la noche, la tos, Los barcos de las sábanas, Agrupando labios como alas El cadáver de un soneto por las veredas del muslo. Y la poesía perdida en el mundo. Y Dios detrás de la fiesta.

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Los poemas de Kars (Turquía) I Los lunares se dejan como muebles del amor, Que tu corazón es como una cueva de Altamira, Y tus vellos bien cuidados, tu poesía crediticia de volátiles, Un kiosco ilustrado. II Como la muerte escupiendo dioses Eras el hotel de la palabra Entre violencia de faltas de rima, O las tijeras para cortar el humo de tus cigarros, Y un dedo estacionado. III Como acostarse con una poesía cualquiera Y un par de bocetos de casado, Vi al poeta descalzo en la nieve Con su prisa de primer te quiero, Saliendo hasta la tristeza, de su pequeño poema abierto. Esta es la inopia de algo escrito por miedo a recordar Los sustantivos inhumados en el polvo atrás de la tele, La infancia de un garabato, La humanidad y sus dioses nocturnos.

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Amiga comunista

Bienvenida a las religiones de segunda mano, A la amapola de cadáveres del comunismo. Bienvenida a los consultorios marítimos. Esta es la vida; carne aliñada a besos. Cuando los araucanos de tu bolsillo piden la cabeza de Cristo, Tú los callas como cómplices Y los sometes como a amantes. Porque luchaste contra las nubes de la recetas, Porque correctamente estaban las flores de la lluvia Los besos a la deriva Cuando tu pequeño corazón retrocedía como una fruta. Y La lluvia en Santiago es un oprobio Y tu cuerpo, un labio del otoño. ¿Qué tiene la lluvia que no tengan tus besos? ¿Qué tiene la muerte que no tengan tus dioses? Y en los cielos terrestres duermes como un nenúfar Asomando la nieve tibia de tus pechos.

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Rayas en la mesa de un bar El futuro de otros Cristos irá en los autos de la lluvia A elevar las velas de los barcos fantasmas del amor. Y el náufrago a orillas del neón, A decidirse por los cuchillos del calendario. Buscando la patria de los objetos alados Se cierra la vida hasta que se abren los besos, Con labios brotando de los pobres olimpos, En sueños y vencidos. Y no sabré decir tu cuerpo, acomodar mi beso sobre el mutis Con el sol famélico de los olvidos. Al final todos los fuegos son un inventario de lluvias. ¡Salud!

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A un poeta que murió antes de ayer Porque los dioses son inicuos, son enamorados satisfechos Son asesinos en cinta, Mas el poeta sabe el día exacto de su muerte Como brujo enamorado y seres débiles por necesarios. Para incubar flores a orillas del infierno de la inteligencia, Se va letárgico en los ataúdes de la oficina De ahí las preguntas a la bohemia herida, al aceite del soneto, El silencio es la Sodoma del poeta. Que lo entierren en su propio corazón Con sus calcetines más marinos, Con sus calzoncillos más vegetales Así verán qué es la ternura de escribir para no mostrar, La poesía es una mujer que muere después que uno.

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A los caídos Por una puerta blanco triste Vi un par de corazones que se escupían como hermanos, Y al placer amargo de la soledad dos hombres juntos como cisnes Alrededor de una mesa pequeña, como un lunar blanco. Los miedos sin signar acostumbrados al naufragio Rosados y etéreos como los demonios que amo. Asustados y bellos, y con los mismos olvidos tan tibios Tan helados. Y un suspiro de frío Y los libros de los labios abiertos, encendidos. Y estoy aquí, más triste y tú tal vez más desnuda. Y un niño mirando en la cortina. Y las cuatro esquinas de la luna.

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Clase impura La habitación arrendada al nefasto suburbio De los futuros pasados, Entre mi cuerpo de departamento plutoniano Con más romances parecidos, Pero de otros materiales. Ese olor a poeta resfriado que tienen todas las putas, Las casas como cuerpo de mujer esperando la lluvia. La ternura bélica de los dioses Y la máquina que hace pensamientos: Grita a mitad del metro. De las heridas de los pobres salen edificios rojos, Para empezar a poblar los poemas de la clase impura. Y la naturaleza espera en los espacios pequeños de una casa, Llega el amor borracho, inefable, y la golpea y la ama. Y nos limpiamos el sudor Con un santo doblado al revés.

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Como una República Como países de cuerpo semejante, haré nacer letras Lunfardos, hasta aherrojarme el sentimiento. Construcción y beso. El hombre y la mujer recostados de lado como al borde Como un tren mal hecho. Labios dejados hasta la mitad, los ojos en el beso. Dioses pequeños dando la espalda como velamen deformado Músculos de la tierra, Y bencinas subiendo junto al curtido Cristo de la ciencia. El abdomen de la República, Las piernas de las casa siguen dobladas. El subcielo torcido de los jóvenes hoteles Son el cabestro de mis veredas hinchadas como venas. Y bastardillas municipales abriendo la boca. Letreritos aburridos en los cuerpos, Ingenieros de la barba Bauticemos la noche con nombres maternos, O con semidioses ya jubilados, Y a sembrar muertos para que salgan las primeras hojas De una nación de novias cortas y esposos solos E hijos largos.

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Octavo día Cuando los hombres tocaron el cuerpo dormido de una palabra En el cielo se planeaba la forma de su espalda y un aguacero, Sus miradas de tren pasando, La lluvia en el lunar, los ojos largos Junto a los demonios de los que se aman. Compartamos las rejas de un amor Y el olvido uniforme Como un batallón de neón. Y de entre las bengalas del orgasmo Sorprendió la boca pequeña, más pequeña aun que una palabra Dando vueltas como un sol mojado. Y se inventó la electricidad: en un beso.

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La noche y sus perros Los cuerpos análogos besaron sin particulares, Latitudes cónicas al abrazo, un golpe de ala. Inventario de músculos amando Como piernas al final de la guerra Solo cadáveres de cigarro. El inodoro de dios. La felicidad es un juego solo, Cargo en mi soledad mejores hambres. ¿Dónde los urbanos degüellan monstruos? Y se hacen monstruos Y se inventó el cielo Y de ahí vienen los monstruos.

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Barrio dos Me gané un barco Con primaveras pequeñas y músculos quijotes, La cama eternizada como otra calle, Como otros remos las venas Y oradores limitándose a los espejos Y ojos cerrados como doblados poetas. Los vidrios de sus vellos Son ojos quebrados, Perros helados permitidos como un nido de violines Y los poros como hombres graves Y la tristeza constelada de los cojines. Niños golpeados a la luz de la luna Suben y bajan como palabras y heladas uñas, Y amanece Sin querer.

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Lilith Y de tu dios primitivo. Y de tu cintura. Y del suburbio ordenado en la ciudad de tus piernas, Y las autopsias a la luna. Coronando de una vez el silencio púbico Y el material de tus mejillas en crepúsculo Y tu adicción de arremangarte el cerebro, Y el árbol del patio adoptando la forma de tu cuerpo. Con tu pelo de domingo, trabajando como el beso Desde un te amo administrativo. Como curvas de barrio desprendiéndose; Del imperio de lo entreabierto, Porque en tu ojos esta el agua de todas las lluvias Y las máquinas de todos los cielos.

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Lenguaje básico El fuego que más nos quemó Era solo agua Que goteaba en el techo de tus ojos cerrados, Preposiciones de mi lenguaje básico. Tu cintura, como siempre Está que se quiebra, Tu pelo enredado en mis venas. Porque aunque así mis ojos Fueran tus ojos volando, Cuando los poetas mueren de dolor Ya no hay corazón Sino números. ¿Aún tienes esa luna de miel en el refrigerador? ¿Aún te gustan las botas que viste en el centro? Amor, si hubiese vida después de esta Estaríamos muertos.

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Bar materno El vértigo del que sufren tus pezones, La biblia mía de tus piernas. Las orillas de tus lunares pariendo soles Tus dedos flacos empezando la costura de mis venas. Le voy a quedar debiendo cuerpo a mi cara de zutano. Volveré a recordar el futuro de nombrar las cosas por su hambre. Mis paseos al supermercado a ordenar muertos Padeciendo de celibato político y de dios ajeno. Cortar en dos el estropajo, inocular dioses ahora con cara, Acumular humanos para enfermar a la noche; Desde tu cuerpo pequeño, doblar para afuera tu respiración. Con tu tos, tus pedacitos de cintura, tus labios como escritos. Tócame, Tenemos que aprovechar la lluvia.

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María Te vi haciendo castillos con la tierra del patio Como enamorada de algo, Como si supieras de cosas cosidas al cielo. Era el cadáver de una flor que te usaba, Era la cárcel crepuscular del vidrio mamario Con la brevedad inteligente de tus hombros, Expuestos al sol, por hombres calvamente enamorados. No olvides las mayúsculas, que tu profe se puede enojar. Con la primavera de tus cajones llenos, Donde el labelo magro prohibía tu ausencia de palta sexual Que crece al sol de un teléfono. Fernanda, en los éxodos pasa algo grave, Se caen los huesos, El corazón deja de ser pancito mojado Y se vuelve carne de animal enamorado. Aunque la gente no merezca tanta gente El pasto de las plazas sufre Como colas de cigarro, como tus tentáculos celestes. A veces, para no extrañar el beso tuyo, Sólo hay que mantener pequeño luto por los garabatos que aprendiste.

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Los pies dorados Los dos planetas se movían en la pesadilla de un te amo. Los nervios de las alas iban impregnando de pasado La boca. El gato que invento para la habitación o el cigarro No conoce más mares que se vean desde sus piernas. Y los orgasmos en respectiva pirotecnia, Y la casa vieja, y las leches de la luna. Los minerales de un te quiero Y el fin del mundo. Los que pueden contra el patrimonio de un lunar. Los puertos de su cama pequeña Y un cabello ignoto poniendo la pausa. Se miran, y olvidan, y se enojan, y atrasan los hijos.

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La noche de Colón Los ojos a mitad de recetas tristes, Cabellos enteros arrojados al ruido de las arterias Inculcando peinados de altruismo primero, Guardando carabela lineal frente a los ángeles de la arena. Animales en los dedos de las plantas Y una iglesia rayada. Muertos de ropa difícil, como objetos parecidos al amor. Las ostras de las caderas, eran la forma a un costado de un número. Su suspiro dolía, como duelen las cruces en la ternura, Notaste por error que el sol salía por su boca A morir bajo los labios de un beso, Al final de la lluvia. La presea sangre y la latitud negra. Empresa de las flores, Las raíces de la muerte tuvieron ojos en tus testículos Para que murieran quienes más te amaron. Del cuello salían carabelas A tu lleno país lunar.

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Oro en blanco y negro En un crepúsculo como un escorpión Comía humanos en blanco y negro el faraón de las cosas. Tan bebido en sus olvidos circulares Mecía sus pupilas subterráneas, diagnósticos, las alas de la miel Una discusión con cada fantasma En alguna pirámide cuadrada, mojada de Nueva York. Los libros de las estrellas, en la meseta de un lunar con espacios Que se acaban por la saliva de los oros pálidos Por el indigente dedo que descubre el fuego, Los jeroglíficos de una muralla como venas de un pueblo. Como ejercicios de matemáticas son los amores. Un faraón fumando, un dios en blanco y negro. Cualquier recurso aéreo es preciso para este hombre Mitad silencio de lunares, mitad viejos escolares Y aún no hay mejores muertes que en el amor. Cantando a los muslos de hembra, Unos ojos de pagano anclan en el árbol de un silencio. Es desierto, alacrán, Una micro marítima en el infierno.

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El último perro La desnudez, las noches, los muertos de la iglesia Y el rol importante de la sangre en la felicidad, La nieve y su velocidad de niño amando. Todos vamos a la piel de la facturas, a las nubes del cuello Dispuestos a examinar los cerebros en una lluvia, A comprarnos con los grandes músculos de la ternura Los pequeños imperios fosforescentes de la tristeza humana. Si dios no contesta es porque los jefes se van primero. Los éxtasis del viejo, las curvas de la enamorada. Porque ese es el amor, el de las tablas y negocios de esquina, El cine difícil y abuelos con comunistas en el corazón. Peinados el neón Los bares de las grandes repúblicas, Más allá del made in Y de los vals que repiten los dioses, en el matadero de la soledad.

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Viaje nocturno Y la aurora golpeando los vidrios, Y la tele poniendo el corazón en su lugar. Tomo el ancla y la hago pedazos Las sirenas, los otros barcos, el mar también entran en mi boca. Y dentro de mí empieza el viaje. Con trozos de veranos incrustados en las venas, Como un tren del ocaso Tomo tus manos, Entierro los huesos al fondo del amor. Y un Venus húmedo, y una materia solar Pegados, navegados Y yo que todo lo vuelo, Que todo lo ardo Te busco por las ventanas como después de siglos Después de besos. Midiendo las cosas con tu respiración Seguiré el viaje aun cuando todos los soles vayan en mi boca. Seguiré aun si los veleros se empiezan a hundir, a dormir Entre un recuerdo y el otro De fuego a fuego, de loco a loco.

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La negra sin besos La verbena de labio tardío, partido, Sus ojos de reloj y la piel sacada de un bolero, Está echada en las plantas de sus piernas Como quien no quiere sacar su alma de la tierra. Cerrando la boca para hablar con la flores Con su corazón de óvulo, mira la negra sin besos. Mira la ropa sin cuerpo de una pasión de árbol, De un garabato osculario del sur Donde la lluvia busca fieles y se limpia lo que escucha. ¿Dónde empieza la historia? De copiar libertades de bípeda Pestañeando con la primera noche, De resistir supuestos licores, De curvas partidas en dos por el beso. Es perfecta la línea de sus ojos a la orilla del amor Notaria de tu triste te quiero, tejiendo frentes lunares La bufanda de un perro, cutícula infinita de los amantes. Los puertos de pastillas, el agua y el dolor. La fiesta, el cuerpo de junio; varado en los objetos Pálidos, de sus piernas parecidos a un sustantivo. Los incendios en el baño, la uñas como torpes espadas El remedio cobarde de los crepúsculos azules, Sus senos hechos de música para sordos.

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Almacén de escila y la cuarta Alquilan mesiánicos al principio de una abarrotería, Pasteles, agujeros, sales de la fama, Se cambiaron por muertos en el amor, ¿será un baile? Con una mujer dando a luz imanes Y un leve tipo existencial Esperando en el metro orinado de alguna universidad. Cambiemos el número, el ojo de la lluvia En este almacén de pequeños lunares, Para que fiar madre breves osos de harina Mesalinas polares, domingos miserables! Si el dolor es oro de maritales. Si en este vaticinio de polillas eléctricas se avanza Y en la crema de la compañía será sed, otra felicidad. De la fragilidad de tauro, está la máquina de los elementos La parranda de unos laicos en neones anoréxicos Y tragos negros, y los continentes del planeta cuerpo. Tenemos cientos de hambres, con bellezas diferentes. Kilos de volcanes y escudos de cinturas Que huelen a ojos juntos A música abierta En dos cuerpos.

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Día uno Y desperté en un hospital. El imperio al final de la cama, la carne de la luna, La tele escupiendo fantasmas, cada uno con calles en los labios, Unos ojos sin enterrar, El virus severo de vomitar humo y parir palabras El reloj y sus pestañas, El alcohol galeno y sus objetivos son testigos Del cenicero quejándose. Los árboles gordos y flacos haciendo cárcel, Y mi cuerpo sólo un cuaderno rayado. Y anuncios de arriendos en mis cajones. Y la soledad de piernas abiertas en mi cama, Me despierta a cada rato en la noche Sólo para que yo la abrace.

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Nación de los besos Como el fósil del mejor beso, está ahí la luna Enterrada, civilizando poetas con los que se puede adivinar los dioses Que van a penetrar la estación donde se arrepienten las putas. Yo he visto botas con flores en la punta Y hombres de aspecto oficinesco y cigarro en el pelo, Y la melancolía de la planta a punto de ser orinada por un gato. Ascensores con forma de sentimiento Que hacen lo que tienen que hacer al primer tango. Es pelear con mujeres de cincuenta, el olor de un te amo Es volver y volver a los kioscos de esta nación sin labios. La enseñanza de los platos sucios me valió beso, Que al final no mordía el ruido tuyo mi ser frecuente Aunque perdamos hoy la muerte Que nace en nuestros cuerpos.

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Martes 02 Quería saltar de un edificio a otro Limpiar con mis ojos el azufre bonito de las calles abajo. Detenerme ahí y masticar mi anacrónico reflejo En la ventana más grande del mundo. Ver gente fumando en los balcones y fumar después de cada comida. Cheques ovulados por la piel dura de hombres divorciados, Que se mueren de frío, que ven las noticias y lloran. Micros metiendo ruido, niños sentados sobres las flores de un cemento rojo, Pan de jefes obligados, por un atávico te quiero. Secretarias que se les cae el pelo dentro de una notaría, Viejas gordas que te miran con hambre y letras en el cuello. Y Viracochas saliendo del metro. Olas de autos, cafés baratos. Despierto toda la noche Como otro computador más, en esta gran oficina de dios.

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Ayer Era mirar el pálido cuerpo de un error lunar, Sus dedos de metáfora hasta la mitad descendían De alguna parte de mi triste pasión escolar Limitado al amor infinito de tres o cuatro días. Tus pecho como arrebol al revés Como hacia adentro, El Jesús extraño de tus brazos abiertos Y el niño pueblo violado por el reloj. ¿Cuántas veces escuchaste a tus padres hacer el amor? Mientras te acostumbrabas al orden sálico de tus brazos flacos Amasijada por el mismo sol de mis ojos cerrados Como ganado lunar de un bar en flor. Tenía la eficiencia de los besos que quedan hasta la mitad Y en la espalda la iglesia materna, dividida en ignorancias iguales Y en el costado débil lo que no pasamos. Y el pasado.

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Secuestro en la soledad de un beso Me creerías que aún no termino ese beso Con humo de cigarro y pétalo de vago Y alcoholes de un grado humano, de un calor de ciego. Tus arrullos de fuegos matrimoniales Y mi barba aún infinitamente débil rompiendo aguas. Seguirás llorando en ese barquito de tierra perfecta En la que solías poner tus pies de brevedad única, O las costras de tus recuerdos volviendo a las fiestas. Y en las alas del neón Desnuda en un verso, incapaz de música y almohada. Quisiera recordar las cosas como las recuerda el viajero No sé, cosas como tus uñas pintadas, náufragas La noche y el día intentando la guerra en mis labios. Mi corazón que es un triste obrero de casas uterinas, un malcriado. Mi cuerpo un garabato en el suburbio de otro cuerpo Desde dónde se ven los juegos artificiales De un te amo muerto.

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A golpes con el cielo A intersticios destruidos a besos A los pétalos del cuello, Atraco sobre el muelle de muslos alados Y toco el avioncito de tus labios, Acercando tus piernas a la fogata de nuestras aguas Con la fuerza de las cosas usadas de los dormidos. Así quise esquivar los veleros ambarinos De tu respiración apuñalando mi cama. El aroma glacial de tu hombro destapado Convierte mis ojos en instrumentos de un beso. El cuerpo hecho de ocasos explota de repente Las flores a flote de tu vientre, barco de mi boca. Focalizando al sur de tus dedos Como un dios creándose, como un guerrero. Hay espacios en escapularios de leche Hay lunas al final de la cama, Y el centro de un castillo de celestes y remedios.

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Destino Para los arqueólogos seremos unos labios extraños, infinitos El socorro menos dos científicos. Dos cuerpos; La luz Atrapados en la evolución innecesaria de un beso. Se apagarán como ombligos y ciegos magnéticos oscularios de ámbar. En la jerga de las deidades se omite la palabra amor por breve El cielo será rojo hembra, la noche un accidente. Los bombazos del sexo revelarán la elegancia Donde los fantasmas ocupados de la nación Tendrán hijos y deberes, guerras y besos. Será aprobación la saliva de las rosas tristes En la conjunción de los verbos De la guitarra semblante de los detenidos Por pequeños policías que le temen a los honestos. Alimento republicano y el plomo en la sangre Y la exposición de tu pelo. Será la fonética de una cama usada Antes que nos secuestren viejos En el pasado.

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Y estarás sola Calendarios de carne se abren y salen lunas Y en el llanto de neón, alguien imita a alguien. La mesera bonita, el mesón donde su breve vientre Calcula el miedo como una niña frente a la boca Y en la bohemia, tu lágrima terrestre de novia. Los naufragios del humo de tu mejilla La naturaleza de tu espalda en el ámbar que no se me nota Odian como odian los números a la poesía Como el hombre afirmándose a máquinas locas, Como antorchas delirantes hechas de tu frente. Que el sol sacuda tu cabeza después de la noche Y botes de ahí un beso, un recuerdo confuso De estrellas domésticas, de farmacias rotas, De embarazos de lluvia, de poetas sin ojos. De llamas y flores y dolores nuevos, Porque como una pregunta harás el amor Sin descuidar tus brazos Como orillas de playa y lunares y solos.

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Solo Me gusta aprovechar los cuerpos volando que emplea el crespúsculo El espacio lunar entre el amante y el náufrago Estando en medio de los tiroteos de la soledad. Tantos materiales en este barrio de flores pegadas al techo Cuando los poetas intentan números con un seminal Inmolando los que les duele. Apuesto a tus piernas en guerra, equilibrando otra boca. A tus objetos que crecen con la lluvia. O los ángeles acuosos, que empujamos afuera de nuestros ojos cerrados, Mi espalda abstraída de besos apostados al amanecer. Después del compendio, en la irisación de un bar con vivos, En el litigio obvio del amor a la vida, del amor a las cosas, En mi inopia sentimental Afuera de los grandes castillos que inventé para ella.

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Las alas de la sangre En secreto, naves rebotando La piel y sus violines Donde carabelas de fuego tocan tierra Para que baje la vida. Cuán desmedidos nos hace el amor, Los pies de la amada abandonan el camino Para pararse sobre el agua de todas las cosas. Los muebles nuevos ayudan a orquestar el gemido último, Las agonías de los ojos hacen besos Y quien vivirá primero? Si yo, en otra alma Si tú, en otro cuerpo. Y como si la soledad fuese evitable Donde el corazón de los labios es niebla, En un cigarro nebuloso hallo el faro Y la enfermedad vuelve al poema.

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Sin olvidar Sol maduro de un derrotero Y lunas disponibles Y las frazadas esperando el equilibrio. Sus leves labios en cinta y un pensamiento en los ojos. Construyendo la noche con las uñas del estro Fue como salir del espejo con dos flores atravesándome las manos. Todo pasó con muertos en mi cama. Todos los materiales gritaban en mi boca. Yo, que la ame, mordía el acíbar como un niño de invierno. Y Ella besó mi herida. Y Ella me amó sin respeto.

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Poema en contra de mis poemas Yo inventé a mis padres, A mis profesores, A mi mujer y su sonrisa de luna verbal trabajando para mi cuerpo, Abducido por su cintura de mar, golpeando Los tres o cuatro muebles de mi vanidad. Yo inventé mi barrio y mi olvido fardo, Yo inventé a mis hermanos, sin desmerecer el día nublado. Los ojos de la micro, El domingo y sus lunares. Esta extensión misma de sillas aurorales, De vasos que calculan mi muerte con la muerte de la mujer, Yo inventé mi trabajo, Mi perro, Los edificios del perdón, La desnudez en el baño del herido, Todo el espacio que abarca mi rostro. Yo inventé las tramitaciones de la mariposa. Yo inventé esta mentira. Yo inventé mi boca.

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Creencias El tabaco gritando Periódicos doblados como poblaciones. Aeropuertos son los lunares Tan triste como un niño en su primer día de clases. Tan de noche, tan a la deriva y desnudos. Para ir reparando lluvia Empecemos por la sangre de los arcoíris, Las matronas de la religión, un escudo hecho de números. Las mariposas negras que rodean a los políticos Y la leche vieja de los estados La necesaria ignorancia y la magia poderosa de esta. Heridas, como marineros que gritan para asustar la muerte En el espanto de la vida Antes de reclutar criaturas para el amor.

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Agua helada Con su cuna de calandrias de humo Miró nerviosa esa parte del corazón que aún le quedaba afuera Para dormir tranquila, con los ojos abiertos. De noche, la golondrina vinosa raspa la leche De su cuello célibe, cazado. Y de las pestañas una lágrima se le hacía pedazos. Y la sombra de su cama carga su cuerpo, derrotado. En el sol plúmbeo de un martes de gusanos Y en la venas tornasoladas un poco de cocina. Y en la mar onírica de un barco uterino Lleva algo dentro del pecho. Cuidando el vestigio de cintura que aún le queda en el abecedario Quedará como herencia el futuro empleado Que lleva en el vientre, que lleva en el beso.

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En el nombre de sustantivo De colores está hecha la edad, De ferrocarriles de sangre según el latido del ladrón Y la ausencia de cerrar los ojos Para llorar en las noches Como quien huye de los sueños. A beso limpio blanco lunar, Ha llegado mi barco al metal mojado de tu cuerpo Como rocío del infierno necesario Soñado por escrito. En el interior de tu pecho navegando La distancia de un lunar a otro Y la curva matemática del olvido.

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Despertar Como un dios por amor destruido Cualquiera de las cicatrices que en mí elijas Abriría para tu cuerpo detenido. Porque se ve tierra al otro lado de los olvidos Los gorriones lunares de tus lunares alados Bailaron en tu sueño sin sacarte el corazón Sin hacerlo a un lado. En la piel y sus escombros Alguien fumó por primera vez, Y el peso osculario sirvió para las sombras. En los consumos rápidos de los crepúsculos de la semana. Siguen por siempre los labios definitivos como poderes, Porque todos los cosmos son como una cama desordenada.

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Manual de navegación De mares crónicos y nocturnos Venían sus muslos Hipnotizada por el hombre y sus venas navegables. En su endriago de labios oscilaba, en las palpitaciones del pensamiento y el juego, Sobre el puente destrozado de dos cuerpos sobre la imagen De la ola negra del beso, del que hace de amado. Soles que se arrepienten dentro de la voz Se movía en la tormenta su corazón inhabitable Con novias volando para siempre al fondo del barco Sin dragones ni castillos, ni palomas a pedazos Donde proclamar nuestra amnesia. Se prendían los pájaros y huían los fantasmas a su brújula Y los cuerpos seguían como espejos Y la muerte siguió siendo fuego roto. Y se iba la melodía selenita en los veleros Y era el amor, la vieja inteligencia.

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Breve de un empresario Yo miro el cielo enfermo de un pequeño otoño Desde los dientes helados de mi calculadora. Yo veo los cables con plumas La fa�ga tex�l de un beso en los breves colegiales. Veo esto desde la carne individual de mi ventana Donde flotan mis ojos como dos muertos animales. Yo veo con roman�cismo la fauna al fondo de los impuestos Donde mi lengua nupcial de soltero ordena como letras laborales Mis lunares livianos al frente de la tele Y los tendones caros de los muebles abrazan con ternura Mi palidez de cheque. Y veo los ojos de las tarjetas donde marcan mis trabajadores Y noto sus venas atrasadas, Y veo el tabaco pegado a las paredes de sus almas. Y me canso. Y escribo esto en un libro diario: Quiltro de oro, celeste pellejo La �bia bencina, el Mercurio oscuro que leo, Sólo veo y dibujo firmas en mi encierro.

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Carta de renuncia De mi indignación: Señores aunque les importe poco y antes de todo; Les presento mis huesos de poco mar Bajo esta ropa de poco vacío, que les agradece la distancia. Así les presento mi cara de noche, mi olor a lluvia, mi versito bajando Disculpándome por invisible Y por no dejar entrar el sol, por entre mis arrugas de cigarro. Les juro me respaldé en algún decreto Que me dijo una mujer al oído. Y para qué mo�vos, si no hubo besos. Así que ahora levantaré mis labios para que se abra la puerta Y vean al cuervo repe�do, al �gre con zapatos Para que vean la lunas que tengo debajo de las boletas Para que vean mi reloj �ritando. Para que vean al perro comiendo cóndores y huemules Cada vez que la sopaipilla en flor se desprende Y las pezuñas de los bueyes, se escuchan en la oficina. Porque como miembro de la corbata y voz tamaño carta (Aunque digno almirante de locales donde la nieve de lo moderno Congeló los penúl�mos besos que fueron a láser) Les reclamo los pucheros, las campanas, los zapatos Que he notado en los laboratorios de las sonrisas suyas Y que además de ser abogadas de primavera, compran los trenes de la edad Mientras los metros y las micros pasan dentro de mi pecho. Y yo que no soy más que el jinete de un calce�n barato; El peso de mis ojos, la corona de moscas. El cisne que llevamos en la sombra Les hablaré desde las dietas al alma, el objeto de pétalo El cas�llo que defienden lanzando al enemigo S.A.; nuestros pedazos. El capuchino, la autorización, las naves volando dentro de nuestros cuerpos. El poco de olor a lluvia de nuestros nombres archivados. Es incómodo mostrarles mis ojos flacos Mis dientes en invierno, mi frente tardía Mi cuello de cordero, con el que he amado. El escritorio ciego, el cuadro caro El ángel descuar�zado en la pizarra de corcho. 45


El verbo no mirar, y el diploma como un esqueleto de oro. Llorar sobre sus ejes, sus firmas con hielo Y una plaga maligna de papel. Y así sin más; señores me despido Prome�endo extrañarles los fines de mes.

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La poesía sucede. Y como una suerte de abracadabra citadino, Inostroza mueve los hilos, entreteje las palabras, desarrolla su travesía intui�va en la búsqueda obsesiva de bau�zar lo innominable, de manejar con extremo cuidado ese material altamente inestable de transcribir en versos la realidad inasible del ser humano moderno. En “El Imperio de lo entreabierto” el autor marnos personales, los deglute con la impronta del alquimista rebelde perseguido por un don, exaltando en un hilo de voz sus estallidos paradisíacos de iluminación repen�na e inesperada que repercuten en las entrañas ardientes del solitario deseoso de narrar su verdad, dosificando el ímpetu de puzle caó�co, revuelto, hermé�co, repleto de fichas por mostrar. Un puzle ín�mo que pugna por salir a la superficie transmutado en imágenes nuevas, insospechadas, nunca antes previstas, en esa carrera desmesurada y por momentos inverosímil que suele arrastrar a los verdaderos poetas: pergeñar el aura que nos absorbe a todos, el común denominador que nos reduce a uno. Es muy probable que el autor ignore los alcances de su obra, y está bien que así sea, ensimismado en su vigilia silenciosa, humilde y estoica, siempre en pos de la captura del instante preciso, del resplandor idóneo, del nanosegundo irrepe�ble, acechando con ojos entornados la perfección del verso elucubrado mágicamente en el abismo de las verdades absolutas, rodilla en �erra, como un súbdito ante un magnánimo emperador. O como un lector venturoso abriendo las páginas poderosas de “El Imperio de lo entreabierto”.

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