El Axioma/ 5to número/ Octubre 2020
MALDITO Recuerdo haber escuchado arena cayendo, un fuerte golpe y luego el silencio.
P or Silvia Alejandra Fernandez A RGENTINA
Comprendo que de algún modo absurdo he quedado encerrado dentro de la tumba del faraón. Tanteo en la oscuridad y voy gateando hasta una cámara secundaria. Gemidos y llantos me guían en medio de las penumbras. Los gritos desgarradores de dos esclavas y una doncella retumban en la oscura catacumba. Enciendo una de las más de mil lámparas de aceite que rodean al rey muerto y las mujeres se espantan al verme. Puedo ver sus rostros desencajados, gritando su dolor por la muerte del joven rey. Mi cabeza bulle intentando recordar alguna salida de esta tumba que aún no hubiese sido sellada. Yo no debería morir allí, en medio de los tesoros del rey Tutankamón. Camino unos metros y mis manos tocan las pinturas que cubren cada milímetro de las paredes. Reconozco cada trazo, cada símbolo. Yo mismo he diseñado toda la decoración interior de este sepulcro. «Thabit, quiero que cuentes toda mi historia, que los colores de las pinturas sean los más exquisitos. El azul sigue siendo mi favorito. Recuerda todo, amigo mío», resuenan en mi cabeza las palabras del faraón, mientras se aseguraba que yo conociese todos los detalles de su vida. Me acerco al féretro donde yace el rey; su máscara mortuoria refleja la luz de mi lámpara y parece brillar en la oscuridad. Manjares de todo tipo rodean al joven Tut; lo acompañarán en su viaje al inframundo.
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