Compartamos nuestra lectura de cada día Por Mirza Mendoza PERÚ Leer suele ser una actividad solitaria. Convergen en el acto el lector y la obra como en un romance apasionado donde muchas veces no se admiten terceros. Existe una conexión intrínseca entre el libro y su leyente. Existimos todo tipo de lectores: los que necesitamos un lugar especial, cómodo y agradable. Sobre todo, vivir el momento de la lectura sin interrupciones. Y al otro extremo de la escala, los que podemos leer en el bus, con brillo solar o día nublado, mientras el vehículo marcha zigzagueando por la carretera. Están también los que no pueden conciliar el sueño si no han leído el capítulo completo o no terminaron su lectura en una página par o impar del libro. No nos olvidemos de los lectores que prefieren leer libros físicos a libros virtuales y viceversa. Estamos también los que somos un poco de todo, de los ejemplos anteriores. Hay un sinfín de modelos de lectores como libros existen sobre la faz de la tierra. Ahora ¿Qué pasa cuando un libro nos llega a emocionar tanto que no podemos quedarnos callados? Necesitamos compartir esa vivencia de habernos sentido dentro de la historia, compartir el escalofrío que recorrió nuestra columna vertebral al enterarnos quien fue el culpable de la muerte del personaje principal, compartir ese suspiro dado cuando los protagonistas por fin se besaron. Recitar un poema en voz baja o enviar un mensaje de whatsapp leyéndoselo al amigo íntimo que comprende y comparte nuestro sentir.
36