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Escuela de Comunicaciรณn Social y Periodismo
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ESCUELA DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y PERIODISMO FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS Edición Especial Página DUVÁN EMILIO RAMÍREZ OSPINA Rector RICHARD MILLÁN TORRES Director de programa DIEGO OCAMPO LOAIZA Decano de Ciencias Sociales y Humanas CARLOS URREGO ZULUAGA Docente Editor ALEJANDRO JÍMÉNEZ SALGADO Docente Diseño y edición gráfica Editorial La Patria S.A. 2020
Los textos publicados en la edición especial de Página no comprometen el pensamiento de la Universidad de Manizales ni de la Escuela de Comunicación Social y Periodismo.
Universidad de Manizales
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Descubra estas y otras historias en nuestra plataforma digital UMcentral CAROLINA MEDINA Guardiana de las familias vulnerables Por: Andrea Valentina Arias Hidalgo y Mariana Corredor Lucuara
NÉSTOR SALAZAR OSORIO Un pequeño museo Por: Alejandra Mejía Gil y Paula Villegas Ceballos
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Contenido CARLOS URREZO ZULUAGA Alma, historias y nosotros.....................................................6 LEONEL OROZCO BOTERO Un libro abierto.......................................................................9 VERร NICA DUQUE La tinta y los likes.................................................................21 BIBIANA RICCIARDI Ideas en movimiento............................................................33 ALEJANDRO LADINO Un cuerpo sin etiquetas.......................................................45 LUIS FELIPE MOLINA El periodista del tiempo, mรกs allรก de un pronรณstico.......57 MARIANA MESA El matchpoint de Mariana Mesa........................................67
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ALMA, HISTORIAS Y NOSOTROS El éxito en el periodismo, como alguna vez lo dijo Ryszard Kapuscinski, depende de situaciones que están afuera de nuestro control, casi casi de “accidentes”. Pero la incertidumbre del qué encontraremos, qué pasará, cuáles serán los caminos que siguen es lo que hace de este oficio un sentimiento profundo, inquebrantable e imborrable. Una profesión plagada de sacrificios, de sobresaltos, de impresiones, de historias, de vidas. En medio de malas noticias, y, en nuestro caso más reciente, de una pandemia, vale la pena recordar que el alma de los seres humanos está plagada de matices, de grises, de esperanzas, miedos y aprendizajes que, en muchas ocasiones, se quedan silenciados. Aprendizajes que, no tengo duda, nos podrían enseñar a tomar más y mejores decisiones, a vernos reflejados en los otros, a comprender que a pesar de nuestras diferencias somos muy parecidos. Nuestro paso tangencial, apresurado y en ocasiones superfluo por este planeta debería convertirse en un pasaje para viajar al mundo de los otros y, con sus experiencias, asegurarnos de construir nuestros propios recorridos. De dejar huellas en los corazones. Este esfuerzo editorial y académico es una realidad única y exclusivamente por la pasión que demuestran los periodistas en formación quienes, a pesar de contar no solo con las dificultades que nos ha traído la pandemia, sino por todas las consecuencias que un largo aislamiento puede producir, encontraron en la historia de otros el motor para narrar apartes de nuestro mundo que dejamos en el rincón de San Alejo. Leila Guerrero comentó en una entrevista hace algunos años que “nuestra vida no le importa a nadie, salvo a nosotros: que importamos en tanto seamos buenos vehículos para
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contar la vida de los otros”. Un resumen exacto de nuestro oficio. La historia de una extenista, las vivencias de un librero, las luchas de una escritora, las excentricidades de un técnico óptico, los dolores de una trabajadora social, los demonios de un periodista y los secretos de una tatuadora: eso encontrará en esta edición especial de los estudiantes del Taller II de Prensa del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. No importó si estaban a miles de kilómetros de distancia y el único medio de comunicación era una sesión de Google Meet o si al adentrarse en la vida de otros, nuestros sentimientos se revolvían. La búsqueda por desentrañar el alma de nuestros personajes y con eso mostrar los resquicios de la vida de personas que seguramente nos hemos cruzado fue más grande que las dificultades de estos convulsos tiempos. Como docente y editor de este número especial es gratificante ver cómo intentar entender los porqués de la vida de otros y eso qué dice de nosotros mismos sigue siendo un fuego que no se extingue en las nuevas generaciones. Sin más preámbulo, y no sin antes agradecer el incansable esfuerzo de nuestro profesor de fotografía Alejandro Jiménez, esperamos que disfruten estas historias tanto como fue para los periodistas escribirlas y para mí editarlas. La esperanza, como la llama que mueve a la sociedad, se basa en los pequeños triunfos y en los logros silenciados que, en esta ocasión, intentamos iluminar.
Carlos Urrego Comunicador social y periodista Magister en Estudios Políticos Docente Investigador Universidad de Manizales
LEONEL OROZCO BOTERO Un libro abierto
Por: Mariana Hoyos Botero Dahiana Julio Castellanos
Fotografías por: Mariana Hoyos y Dahiana Julio
La Asociación Caldense de Administradores de Empresas le otorgó el Premio a la Excelencia Empresarial por el crecimiento de la librería. Luego de esto, las editoriales del país lo eligieron en 1999 para ser el panelista en representación de Colombia en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Leonel Orozco Botero
Desde que tiene memoria se ha ganado la vida a pulso. Es un adicto al trabajo. No asistió al colegio, no tuvo amigos y nunca jugó. Se identifica con Benjamin Button porque su infancia la vivió como un adulto trabajando de sol a sol. Pero ahora, a sus 61 años, disfruta del tiempo libre y los pequeños detalles como un niño. Llegó al mundo de los libros por accidente y hoy ya perdió la cuenta de cuantos ha leído. A los 14 años se mudó a la ciudad donde trabajó como mensajero en El Nuevo Libro de Pereira. Conoció a Gustavo Urrego Alzate, su jefe por muchos años, mentor y padrino de vida quien le brindó la librería como su hogar. Sus noches transcurrían en medio de estantes llenos de libros, lo que le dio la oportunidad de acercarse al mundo de las letras, enamorarse de la literatura y ser fundador de una de las librerías más reconocidas de Manizales. “Es
un emprendedor.
Una
persona que va para adelante.
pre está pendiente de sus amigos.
Es
de que formó su hogar se dedicó al bienestar de su
Leo
SiemDesfamilia.
generoso y servicial.
es un buen ser humano, yo sé que decir esto ha perdido su
significado, pero en el caso de él es la verdad”, dice su amigo más
cercano,
Octavio Escobar Giraldo,
escritor
colombiano.
Nació en el corregimiento La Marina, Valle del Cauca en 1959. Heredó el nombre de su padre al igual que su limitada estatura. Es el segundo de los tres hijos de la relación que tuvieron José Leonel Orozco y Ligia Botero. Desde los tres años vivió con su papá, eran solo Leonel y Leonel, trabajando en el campo por todo el país, luego de que su madre los abandonara llevándose a sus dos hermanas, Daisy y Aracely. Vivió en el Tolima, Norte del Valle, Quindío, Cesar y La Guajira, donde trabajó recolectando café y algodón, picando caña, pescando y arreando ganado. Al terminarse la época de cosecha hacía de mesero en las cantinas que abría su padre. Presenció de cerca la violencia, prostitución y drogadicción que le arrebataron su inocencia haciéndole madurar a temprana edad y tener la convicción de no querer pertenecer allí.
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Un libro abierto
LA VIDA EN EL MAR La costa marcó su vida. Recuerda ir a las playas junto a su padre y hermanas luego de finalizar las largas jornadas de trabajo y así curarse las heridas que habían dejado las garrapatas de los cultivos de algodón con el agua del mar. Ese era su único momento de diversión y el que se convertiría en el momento más feliz de su infancia. Pero en esa misma costa sucedió el hecho que aún le causa más dolor, el asesinato de su padre. “Él
fue duro y castigador, pero siempre estuvo ahí.
A
pesar de
todo era mi papá con sus defectos, errores e incoherencias como todo ser humano”, asegura
Orozco. Su
padre era un hombre de
carácter fuerte, peleón y nunca se la dejaba montar de nadie.
A
donde llegaba entretenía a la gente con sus historias, no leía, sin embargo, tenía una amplia tradición oral. clavitos de él”.
Leo,
cansado de trabajar, a sus
“Éramos 14 años
los es-
decidió
irse del lado de su padre a probar suerte en el interior del país.
Después de cuatro años sin tener contacto con él, se reconciliaron el 9 de diciembre de 1977 cuando José L. Orozco fue a Manizales a visitarlo. Le dio su primer tiquete de avión para pasar la navidad en La Guajira. El vuelo estaba programado para el 18 de ese mes, pero para el momento en el que sería el encuentro no obtuvo permiso laboral. Días después, cuando llegó al anhelado encuentro, se enteró de la terrible noticia, el día que iba a viajar mataron a su padre.
NACE UN LIBRERO A los 17 años, Leo, un joven de pelo rizado rubio que usaba ropa de segunda de su jefe, fue trasladado a Manizales para ser el vendedor de libros en una caseta de la Universidad Nacional. Ahí conoció a una trabajadora social que lo convenció de validar sus estudios, pues sola contaba con tercero de primaria. Empezó en la Escuela Juan XXIII, donde terminó la primaria, después entró a cursar el bachillerato al Liceo Universitario de Caldas y lo finalizó en el Colegio San Luis
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Leonel Orozco Botero
Gonzaga gracias a un convenio. Era entregado al estudio. Debía trabajar en las mañanas como administrador de la librería El Nuevo Libro sede Manizales. En las noches asistía al colegio, para después llegar a su hogar de paso a practicar matemáticas, la materia que más duro le daba. A pesar de que los números no eran su fuerte, decidió entrar a Administración de Empresas en la Universidad Nacional junto a su novia y actual esposa, Marta Patricia Benavides, a quien conoció cuando ella iba a la librería como cliente. Llevan 36 años de casados, a pesar de ser como el agua y el aceite. Marta es de pocas palabras, Leo es dicharachero; ella es tímida y no se le conocen amigos, mientras él es sociable. Sin embargo, en el amor no todo fue color de rosa porque siempre tuvo el mismo obstáculo: era huérfano y las personas pensaban que no era un buen pretendiente. “Era un lío conseguir novia. Tuve dos relaciones donde los papás me sacaron de sus casas por no tener familia. Me decían: ¿dónde están sus papás? Era un completo desconocido”, dijo entre carcajadas, sentado en el medio de su librería mientras su secretaria le mostraba cajas repletas de Fouché, el genio tenebroso de Stefan Zweig. Leo Libros, su librería, tiene el aspecto de la casa de Bilbo Bolsón, el personaje del Señor de los Anillos. Es pequeña, pero acogedora. Sus paredes están revestidas de estantes de madera en los que los libros, uno encima de otro, colman el lugar. Al caminar los pies se chocan con pilas de ejemplares infantiles, novelescos e históricos. El olor a papel recién impreso y el aroma a café fresco inundan el espacio. Cuando transita por la calle se escuchan voces desde carros y locales que gritan “qué hubo, Leo, qué alegría verlo”. Dice que no es sociable, pero por donde quiera que pasa siempre hay alguien que lo conoce.
MADRE NATURAL La historia de su madre es tan difícil como leer poesía para
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Un libro abierto
él. Después de que ella se fuera con sus dos hermanas y padre e hijo quedaron solos, ella desapareció por completo de sus vidas, tanto así que familiares llegaron con la noticia de su muerte. Para su sorpresa, 20 años después apareció. “Esa historia es simpática. Una tía de parte materna fue a una peluquería en Bogotá y un día la persona que la arreglaba se enfermó, entonces la atendió otra niña. Para ganarse su confianza, la peluquera empezó a interrogarla, mi tía se molestó y le dijo ‘niña por qué tanta preguntadera’, ella le dijo ‘señora ¿usted tiene una hermana que se llama Ligia Botero Giraldo?’ y le dijo ‘sí, pero murió hace mucho tiempo’ y la muchacha respondió ‘no, ella no está muerta, es mi mamá”, eso quería decir que la peluquera que atendió a la tía era media hermana de Leo. Leonel siempre sonríe, pero cuando habla de su mamá su expresión cambia. Se refiere a ella como su “madre natural”, no la conoció hasta hace diez años, el tema no es grato para él, es una persona extraña con la que nunca ha tenido una relación. Su madre formó otra familia donde tuvo ocho hijos con los que Leo trató de tener un acercamiento, pero el vínculo nunca se consolidó por sus diferencias. Actualmente no está en contacto con Ligia ni con sus hermanos medios. El no tener familia creó en él la ilusión de comenzar una. Es padre de tres hijos: Felipe, Cristian y Valentina. Los dos primeros nacieron cuando estudiaba con Marta en la universidad. El haber tenido un papá que imponía castigos drásticos hizo de Leo un hombre calmado y comprensivo.
UN NUEVO CAPÍTULO En 1989, luego de trabajar por nueve años y medio en la Librería Académica, su jefe Germán Velázquez Ángel lo despidió, a pesar de que Leo le rogó que no lo dejara sin trabajo, pues ya tenía una familia a la cual sostener. Una amiga, al verlo sin empleo, le regaló libros de segunda de Pablo Neruda. A partir de ahí empezó a trabajar de manera independiente con una maleta recorriendo las calles, universidades y empresas
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Leonel Orozco Botero
de Manizales. Ese fue el comienzo de la idea de negocio para su tesis de grado que años después se convirtió en su mundo. “Al principio fue muy duro empezar porque las editoriales no me querían dar créditos. Decían que no tenían referencias mías”, recordó con nostalgia. Hablar en público le acelera el corazón, sus mejillas se tiñen de rojo y saca su lado tímido de cuando era un niño campesino, por eso cuando su profesor de finanzas de la universidad le propuso ser el distribuidor de los libros de clase se avergonzó al exponer frente a sus compañeros. Decidió invertir 130 mil pesos que le habían quedado de su trabajo anterior para el primer pedido. Tuvo que pagarlos de contado sin abono de los estudiantes. Cuando fue a entregar el pedido le dijeron que ya los habían conseguido con descuento en la librería Palabras, negocio de su anterior jefe. No obstante, Diego Navarro y José Fernando Echeverry, dos de los profesores que más lo motivaron, hicieron que dejara el miedo y continuara creciendo. “Hubo
un momento en el que el negocio de libros creció y ha-
blando con
Leo
pensamos que era necesario un lugar para te-
ner un punto de venta fijo.
Supe de un local en la Avenida SanEra pequeño, bien localizado y no era arriendo”, confesó su confidente, Octavio Escobar.
tander y se lo recomendé. costoso el
No tiene un pelo de tonto, evita hablar con tecnicismos y ha vivido miles de vidas a través de la lectura. No se lamenta por lo que ha pasado porque tiene claro que su historia de vida no es de lástima sino de aprendizaje. Ser acelerado puede ser su mejor virtud o su peor defecto, vive con la energía de un niño que no descansa y el futuro no le quita el sueño. Cuando recuerda la peor crisis de la librería cierra los ojos, se lleva las manos al rostro y encoge su menudo y bronceado cuerpo. En 2007, el lanzamiento de la Kindle, lector portátil de libros electrónicos, tuvo un impacto mundial en la industria que casi lo lleva a cerrar la tienda en busca de nuevas oportunidades. Alcanzó a realizar un curso de docencia uni-
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Un libro abierto
versitaria, pensó en montar una cafetería, manejar un taxi y hasta volver a recolectar café. Quedarse sin empleo no era una opción y se arriesgó a continuar con el negocio y reinventarse. Tras 29 años de trabajar en su proyecto de vida ha determinado dejar Leo Libros en manos de su hijo Cristian. “La pensión es una cosa simbólica, yo podía retirarme antes, pero es parte coincidir con que la niña (Valentina) terminara su carrera y dedicar espacio para mí. Si voy a la librería que sea una cosa más relajada, que no tenga que pensar en que tengo que producir para poder mantener el negocio”, manifestó. “Donde mi papá deje la librería se muere. Esa es la idea de él, pero todos los que lo conocemos sabemos que no es capaz de retirarse porque esa es su vida.
Mi intención es que cuando esté pensionado la librería sea Mi papá puede decir que me va a entregar la librería, pero eso nunca va a ser mío, eso es de él. Lo único que estoy haciendo es proteger todo lo que ha logrado”, aseguró Cristián Orozco Benavides. un hobby.
Cristian trabaja junto a su padre desde los 16 años. Empezó haciendo los domicilios, luego hizo parte de atención al cliente y finalmente manejó la contabilidad. “No conozco a alguien que haya entrado a una librería y no se haya enamorado. Mi papá dice que es mejor saber poco de muchas cosas, que saber mucho de una sola cosa”. Ahora desea disfrutar del tiempo libre que nunca tuvo. Salir en las mañanas, hacer largas rutas en su bicicleta, gozar de nuevos espacios y pasar horas debajo del agua, practicando uno de sus deportes favoritos: la natación. Son muchas las personas que han escuchado su historia de vida. Sin embargo, dice que todavía faltan anécdotas por contar. Por los comentarios de personas cercanas y el tiempo libre durante la cuarentena se animó a hacer un ejercicio personal, empezar a escribir una autobiografía a modo de catarsis, pero que las letras de Leonel, más conocido como Leo Libros, aún no han sido escritas. Todavía es un proyecto con páginas en blanco.
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Fotografías por: Mariana Hoyos y Dahiana Julio
A sus 15 años viajaba por los pueblos del Eje Cafetero vendiendo revistas de tinte político importadas de China. “Me ganaba un peso por cada revista. En un fin de semana llegaba a vender hasta 150 ejemplares”.
“En un futuro quisiera una tierrita para volver a mis raíces y recordar mi época en el campo”, revela el dueño de Leo Libros.
FotografĂas por: Mariana Hoyos y Dahiana Julio
Verónica Duque La tinta y los likes
Por: Luisa María Parra Cadavid Mariana Sánchez Giraldo
Fotografías por: Luisa María Parra y Mariana Sanchez
Los medios que más utiliza Verónica para expresarse son los videos y las fotos que sube a sus redes sociales.
Verónica Duque
Desde los pies hasta la cabeza predomina el color negro, sus brazos y cuello tatuados combinan perfectamente con su estilo. Un mechón de cabello verde fosforescente y un tapabocas de cerdito, irrumpen completamente en su oscura apariencia. Es delgada pero se ve fuerte, ruda, imponente. Su rostro refleja ironía, la mayoría del tiempo tiene el ceño fruncido o una de sus cejas levantadas, sobre las cuales se posan un par de murciélagos y la palabra orgullo. Los ojos son café oscuro, transmiten misterio y pareciera que oculta algo, es indescifrable. Se encuentra sentada en el mostrador de su estudio de tatuajes, Tattoo Karma. Mientras mira su celular, espera a que llegue el cliente del día o que algún curioso entre por la puerta a cotizar un diseño. Cuando alguien se acerca a ella, ese muro de oscuridad, de rudeza y misterio se rompe, es una persona totalmente diferente. Sale a la luz lo que es en realidad: una mujer relajada, amable y con buen sentido del humor. Desde que era pequeña, Verónica Duque Quintero, se rayaba las manos y los brazos, simulando los tatuajes que tiempo después iba a tener. “En mi adolescencia fue complicado ese tema porque era algo muy nuevo, mis papás me llegaron a decir que si me tatuaba me iba de la casa”; sin embargo, a sus 18 años se hizo su primera marca en la piel. “Yo me quería hacer un tatuaje pero no sabía qué, esto es una gran lección para futuras generaciones y es: si no saben qué tatuarse, no se tatúen. Me quería hacer algo relacionado con mi abuela materna y a mi abuela le gustaba putear a la gente y rezar, pues no me podía grabar un putazo, entonces me puse a mirar y a ella le gustaba mucho la virgen”.
La virgen de Guadalupe se encuentra en un costado de su espalda, pero ella la llama la virgen de Hulk, pues su tatuador era un novato y se le fue la mano con el verde. Conforme pasó el tiempo, la piel de sus brazos, manos y cuello se fue atiborrando de tinta.
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La tinta y los likes
LA PRIMERAS RECARGAS DE TINTA En una familia de tres hijas, esta tatuadora manizaleña es la mayor. Su padre, Jorge Eduardo, fue su primer referente artístico en cuanto al dibujo y su madre, Cristina, la llevó a explorar el mundo de la literatura. Comenzó a dibujar de manera empírica y con el paso del tiempo se volvió experta en retratar diferentes objetos, personas y lugares. Cristina y Jorge Eduardo siempre han sido apasionados del conocimiento, por esto, los primeros juguetes de Verónica fueron libros, y la mayor parte de su tiempo la pasaba viendo documentales. También comenzó a interesarse por el anime japonés y el manga, ya que la cultura oriental estuvo presente en su crianza, porque sus papás fueron judokas. Por otro lado, algo que ha marcado la vida de Verónica es la clase de afecto que le han profesado sus padres. Las expresiones de cariño no han sido románticas, un beso y un abrazo son escasos dentro de esta familia de cinco. Ellos se consideran independientes y sienten que ninguno lo necesita constantemente, pero el principal argumento de todos es el contagio de gérmenes por el contacto físico. “Cuando yo tenía 10 años, mi papá me mostró unos documentales para niños, de cómo funcionaba el cuerpo humano, y él me estaba enseñando el hábito de lavarme las manos; pero ese documental, yo lo recuerdo como una película de horror, era un niño que se enfermaba horrible por estarle dando la mano a los demás, mostraban al niño que le daba picos a los otros y se llenaba de gérmenes y bacterias, y el niño se murió”.
MAMARRACHOS SIN SENTIDO Para una familia con creencias poco usuales en esa época, estudiar en el colegio la Divina Providencia fue un constante conflicto con las monjas y los profesores. Verónica no tenía inculcada ninguna religión, puesto que su papá, al ser neurocientífico, no cree en la existencia de Dios. El bullying que le hacían sus compañeras se sumó a los
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Verónica Duque
problemas que ya tenía en la institución. “Yo en mi adolescencia era un nerd de una película gringa, literal, solo me faltaban las gafas y los aparatos dentales. Era miedosa, una come libros que no hablaba con nadie”. No fue sino hasta décimo que, gracias a sus primeras amigas, con quienes comparte los mismos gustos y hasta el día de hoy siguen juntas, que empezó a salir del cascarón, a defenderse. Gracias a ellas dejó de ser la persona tímida e introvertida que era. “A mí me tocó salir de mí misma a las patadas, porque si yo permitía que me siguieran haciendo este tipo de acoso en el colegio, todo el mundo me iba a pasar por encima, entonces ahí, como dicen vulgarmente, empecé a sacar las garras”. En la parte académica era una estudiante dedicada, pero era problemática porque sus pensamientos eran diferentes a la ideología del colegio. El cantante Marilyn Manson, que en esa época era su ídolo, también influyó en esto, a parte de escuchar sus canciones, quería ser tan controvertida como él. En su graduación reafirmó esta irreverencia pintándose el cabello de azul para la ceremonia, porque quería parecerse a un personaje de anime. En su último año de bachillerato conoció a un amigo que también dibujaba, y él se encargó de enseñarle bases de dibujo. Al graduarse, intentó estudiar diseño industrial, ya que le interesaba el diseño y la creación de juguetes, pero no se sentía cómoda allí. “Me presenté a artes en la de Caldas, y artes plásticas es: o un sanatorio o un circo, eso está lleno de gente rarísima y fue mi lugar feliz, fue muy chévere, allá sí hice muchos amigos y empecé a beber”.
EL TATUAJE ENCUENTRA SU CAMINO En medio de su paso por la universidad, se fue a hacer un intercambio a Taiwán, donde tenía que enseñarle inglés a niños. Mientras vivía esta experiencia que solo iba a durar seis meses y terminó siendo de dos años, se sumergió en el mun-
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La tinta y los likes
do del tatuaje, el cual ya había explorado en Colombia, donde el primer contacto con la máquina y las tintas fue un fracaso. Se disponía a acercarse a la piel de su conejillo de indias y un mal cálculo hizo que su herramienta le cogiera ventaja y terminó haciendo una raya en toda la espalda de su amigo. Sin embargo, esta técnica la perfeccionó en suelos asiáticos. Regresó a Manizales para terminar su carrera. Decidió alquilar un sitio para convertirlo en un estudio de pintura y poder terminar su tesis de grado, ya que sentía que en su casa sus papás se metían y opinaban sobre esta, lo cual le generaba mucha presión. Sus amigos tatuadores comenzaron a contactarla para que les rentara un espacio para trabajar dentro del local. En el 2014 nació Tattoo Karma. Ella nunca pensó tener un estudio de tatuaje, porque nunca fue su sueño, pero por los consejos de su mamá y por los amigos que llegaron al local, se decidió y se fueron dando las cosas. “La vida profesional de Vero se divide en dos, en la parte artística que es el tatuaje, si uno no le dice, ella no para de trabajar, podría decir que es adicta al trabajo. El otro lado es desde las redes sociales, ella ha conseguido inspirar a mucha gente, que la admira, que la quieren de cierta forma, porque dice lo que piensa y muestra sus puntos de vista con respecto a la sociedad”, expresa su hermana menor Manuela.
A sus 32 años, Verónica Duque Quintero tiene dos usuarios de Instagram, esta es la red social que más utiliza y entre sus dos cuentas tiene aproximadamente 90 mil seguidores. Además tiene un canal de YouTube y un perfil en Twitter. “En redes sociales yo lo único que hago es dar lora, realmente yo nunca he tenido un interés puntual por monetizar. Gracias a mi movimiento en redes, mi trabajo se ve beneficiado por precisamente ese cierto tipo de influencia, pero nunca he querido trabajar como influencer, o sea, en algún momento trabajé con un par de campañas, pero me parece ridículo hablar de un producto del que te hablaron hace 15 días apenas y que tienes que venderlo como algo que has consumido toda la vida”.
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Verónica Duque
En Instagram realiza varias dinámicas en sus historias que tienen que ver con humor, ella les llama Confesiones, ahí las personas cuentan las situaciones más bizarras que les han pasado en la vida, como los osos que han hecho por WhatsApp, los apodos vergonzosos de las exparejas, las experiencias religiosas más extrañas que han vivido, entre otras. En una de estas sesiones, también preguntó sobre los accidentes bobos que han tenido sus seguidores y ellos respondieron: “Una vez me luxé la muñeca y mostrando cómo, me luxé la otra”, “quemadura de segundo grado por comerme una papa criolla”, y “se me trepó una cucaracha en la cara mientras dormía, me tiré de la cama y me abrí la cabeza”. A parte de esta sección humorística de las confesiones, Verónica dispone otro espacio dentro de sus historias donde aconseja a las personas para superar los problemas que se les presentan en la cotidianidad. “A mí me gusta tomarme todas las cosas con humor, siento que ese ha sido como el mecanismo más seguro para enfrentar el contexto en el que vivimos”. El duelo se hizo presente en su vida a finales del 2018 cuando su pareja se quitó la vida. Un proceso difícil y lento, en el cual la terapia fue fundamental para su recuperación. Tuvo meses en que la comida no le sabía a nada, dejó de lado las actividades que le daban sentido a su diario vivir. En sus redes sociales publicó una serie de fotos en las que mostraba parte de sus sentires y todo esto también le ayudó a que ahora tome esta experiencia con gracia. “Cuando para uno deja de ser doloroso, uno dice: bueno, saquémosle el lado cómico a la situación, tampoco es que haya pasado por el Holocausto Nazi y hay gente que hace chistes de eso”. Un año después de esta pérdida, Verónica se encontraba en un bar con sus amigos. La estrategia para fidelizar a los clientes de este sitio consistía en conversar activamente con ellos en la barra. Mateo Clavijo Rincón tenía turno como bartender ese día, encontró interesante el tema de la charla y tuvo una gran conexión con la tatuadora. Ella no tenía la intención de salir con alguien en ese momento por lo que había
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La tinta y los likes
vivido con su expareja, pero a él no le importó y dejó que las cosas fluyeran. “La
Karma Verónica le
gloria que tuvo
la pandemia, a
está a punto de terminar.
A
causa de
cambió la perspectiva de su vida y se
dio cuenta que su destino es volver al lugar donde inició su historia como tatuadora.
Taiwán
será el país que la verá enveje-
cer y cumplir las metas que se ha propuesto” comenta
Mateo.
Su acutual pareja, cuenta que va a terminar su carrera, “vamos a vender lo de la tienda y nos iremos juntos, a estar allá, aprender el idioma y trabajar muy duro. Todos los planes a futuro son juntos, ella, los gatos y yo”.
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Fotografías por: Luisa María Parra y Mariana Sanchez
Véronica realiza diferentes líneas de separación para tener un pequeño margen al momento de tatuar.
FotografĂas por: Luisa MarĂa Parra y Mariana Sanchez
En su estaciĂłn de trabajo, recorta el stencil que se pone en la piel del cliente para proceder al tatuaje.
Prepara el stencil de su cliente para fijarlo y tener las medidas exactas.
Fotografías por: Luisa María Parra y Mariana Sanchez
Fotografías por: Luisa María Parra y Mariana Sanchez
Bibiana Ricciardi Ideas en movimiento
Por: Mariana Echeverry Velazco Santiago Arbelรกez Escobar
Fotografías por: Mariana Echeverry y Santiago Arbeláez
Bibiana Ricciardi es actualmente docente de la Universidad Nacional de Mar de Plata. Esta mujer, sonriente la mayoría del tiempo, tiene la capacidad de escribir varios textos en diferentes formatos. Escribe novelas, audiolibros para Storytel y también podcasts para Podimo, su más reciente proyecto.
Bibiana Ricciardi
Periodista, guionista, dramaturga, cronista y conductora de televisión. Creció como lectora compulsiva. Un quebranto de salud, que finalmente logró superar, le demostró que, aunque era afortunada con lo que hacía, concentrarse en la literatura saciaría su deseo de ser escritora. Es corredora, no solo por salud física sino también mental, allí le surgen las mejores ideas a Bibiana Ricciardi.
“Soy una militante del arte. Para mí el arte es lo que para otros es la religión o la ideología. Hay quienes tienen una ideología política, pero la mía es el arte. Soy completamente agnóstica, tampoco creo en ninguna ideología política partidista que hasta ahora haya podido equilibrar la cosa. Ni de derecha, ni de izquierda, ni de centro. Pero… sí creo en el arte, sí creo que el arte es una herramienta posible de transformación social, de superación, de crecimiento, de placer y de justificación de la vida. Es igualatoria también, ya que todos podemos tanto disfrutarla como ejercerla”. 10 de la mañana en Colombia. 12 del mediodía en Argentina. Una sala en Google Meet. A pesar de la frivolidad de la pantalla y los 6.984,6 kilómetros de distancia que nos separan, Bibiana atiende la videollamada con una sonrisa alineada y brillante que propicia un ambiente acogedor para empezar la charla. Sus ojos verdes esmeralda, enmarcados con cejas pobladas, dejan ver lo desenvuelta que es para hablar de ella misma. Nació en noviembre de 1966 en Buenos Aires, Argentina. Creció en una familia de cinco hermanos y sus padres, con una biblioteca muy surtida, como lo define ella misma, fomentaron su gusto por la lectura. “Yo me crié entre libros. Cuando era chiquita tenía prohibido leer en mi casa porque leía tanto que mi mamá sostenía que no estaba desarrollando mi vida social, pero los contrastes: ahora le ponen horarios para estar en la computadora a los chicos. A mí me ponían horarios para leer. Me encerraba entonces en la noche y no dormía. Tenía una linterna y leía a escondidas debajo de la frazada (colcha)”, narra Ricciardi llena de orgullo y de picardía.
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Ideas en movimiento
Bibiana relata que cuando tenía 10 años estaba totalmente obsesionada con la mitología griega, pues, en ese tiempo, estaba leyendo La Ilíada, La Odisea y La Eneida entre otros clásicos, y por esa razón, convenció a sus compañeras de jugar a ser diosas durante los recreos en la escuela. Con todo enérgico y entre risas dice: “Por supuesto yo era Palas Atenea, que había sido la diosa que siempre había admirado”. Se describe como una mujer ecléctica que escribe de todo y que le gusta autodesafiarse. Al igual que su escritura, Bibiana da la impresión de que se va por las ramas. Es una mujer sin tapujos al describirse a sí misma y, en medio de la charla, se va abriendo y abriendo camino sobre las preguntas, pero en algún momento vuelve al punto de partida y finalmente, logra sintetizar todo lo que quiere expresar. Corre una hora diaria. Más que un ejercicio físico es un espacio de creación. Con mucha delicadeza, la escritora que actualmente está escribiendo para Podimo, una plataforma de podcasts, describe su espacio de trabajo más frecuente: es un escritorio blanco y sencillo que contrasta con una ventana que deja filtrar los rayos del sol, una silla blanca sin espaldar, un silloncito rojo en el que se pone cómoda, piensa de sus ideas y algunos de sus libros favoritos. Así es ella, tan sutil para describir cada detalle de su vida profesional y tan relajada que se adapta a cualquier espacio para trabajar: un avión, una sala de espera de un aeropuerto, una playa o su departamento. No se detiene ni se limita a la hora de escribir, dice ella misma que puede hacerlo en varios formatos a la misma vez “de pronto aparece un director de un diario que me convoca para que escriba sobre determinado tema, o alguien me llama para escribir el prólogo de un libro. Empiezan a aparecer mucha superposición de textos y nunca estás solo con uno”.
POR SORPRESA, LA TELEVISIÓN Conquistó la industria audiovisual. Gozó de fama y festejó varios premios gracias a su participación en la fundación y
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Bibiana Ricciardi
la conducción de Canal (á), un formato dedicado al arte, la cultura y el espectáculo en su país natal. Pensó en conducir el canal solo un año, quería hacer su maestría en dramaturgia, pero, finalmente, lo dirigió de 2006 a 2010 y aleatoriamente pudo terminar sus estudios. Mientras trabajaba en el medio audiovisual, Bibiana escribía la que se convertiría en la novela que transitó de la ficción a la realidad. Una mujer corre, está inspirada en una mujer que se entera de un diagnóstico terminal de cáncer y decide transitar su última etapa de la vida buscando su identidad en algunos temas que no tenía resueltos. Toma elementos de la realidad porque estaba acompañando a su mejor amiga, Marité, en el proceso de su enfermedad, sin embargo, la escritura no se asemeja a su vida. Para sorpresa de la misma Bibiana, ella también fue diagnosticada con cáncer a finales de 2013, así como su personaje de ficción y su amiga, quien falleció en 2014. Ricciardi, quien atiende la videollamada en una habitación de paredes blancas, decorada con un espejo de marco negro, una lámpara en forma de perchero muy bohemia y un vaso lleno de lápices que se ven al fondo, cuenta que tras el fallecimiento de su mejor amiga, Marité, sintió la necesidad de escribir su segunda novela titulada Algunas cosas que estuvieron pasando desde que te fuiste. La protagonista de la novela está enojada y no quiere hacer el duelo por el fallecimiento de su mejor amiga por lo que decide enviarle mensajes vía WhatsApp, haciendo de cuenta que no está muerta y que en cualquier momento va a recibir una respuesta. “Allí le voy contando cómo es el mundo sin ella. Me vi obligada a volver a la escritura para reflexionar acerca del dolor”, explica la escritora sobre su segunda novela y, a su vez, hace la aclaración que hasta el día de hoy se pregunta: ¿qué pensaría Marité de todo lo que estamos viviendo? “Cuando hay
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“Si no hubiera tenido cáncer, no lo hubiera decidido nunca, porque yo me sentía muy cómoda escribiendo para la tv, me iba bien, era reconocida en el medio, mis amigos me decían: ‘mira, cualquiera quiere estar ahí y vos te vas’. Y no, ¿sabes?, ¡estuvo buenísimo estar, pero ya está, ya cumplí el tiempo y me voy! Es renacer, de alguna manera, darse la oportunidad de vivir varias vidas en una misma. Cuando uno se da cuenta que tiene dos minutos de vida, hay que aprovecharlos. Ahí decido empezar a escribir”, explica Bibiana sobre el momento en el que tomó la decisión de dejar atrás jornadas extensas de grabación y la planeación y dirección de nuevos documentales televisivos. ¿Qué es de la vida de Bibiana, alguien sabe por qué desapareció? Esa fue la sensación de la gente, al menos por un tiempo, según cuenta ella, cuando decidió hacer esa transición. No fue un cambio abrupto en su vida, fue un proceso que venía postergando desde hace mucho tiempo. En realidad, fue sutil pero significativo porque después de todo, pudo dedicarse de lleno a lo que ella más ama: escribir. La enfermedad de Bibiana desató muchos cambios en su vida, que, al contrario de lo que la gente creería, fueron positivos. Pasó por un proceso de transformación en el que dejó muchas comodidades atrás, pero, después de los 40, se animó a tomar las decisiones que había postergado. Terminó el matrimonio con su exmarido y padre de sus hijos, se animó a escribir y por esa razón, sus comodidades económicas se redujeron. Pero al mismo tiempo, esto no significó algo negativo para ella ni para su familia. Ahora vive en un departamento pequeño, pero propio; no tiene auto, pero se mueve fácilmente en bus por la ciudad. Es una mujer sola que elige estar con alguien. Juan Pablo Gulin es la pareja actual de Bibiana. Han estado juntos tres veces a lo largo de su vida: en la infancia, en la universidad y desde hace seis años que volvieron a contactarse.
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Bibiana Ricciardi
—Pero,¿quién es Bibiana Ricciardi para usted? —Con justicia tengo que decir, que, Bibiana es el amor de mi vida. Desde siempre, desde chico. Fue mi primer amor y lo fue, digamos, por siempre. Aunque no nos hayamos visto algunas veces por décadas. —¿Cómo fue reencontrarse con Bibiana después de 25 años? —No fue un reencontrarse de dos extraños como “hola, cómo te va, tanto tiempo, qué ha sido de tu vida”. En realidad fue que nos sentamos a charlar, como si nos hubiéramos visto una semana atrás y en realidad, habían pasado 25 años. Fue retomar esa familiaridad. Era la Bibiana de siempre, la de toda la vida.
Ambos formaron un hogar, cada uno por su cuenta a 400 kilómetros de distancia. Él es médico reumatólogo en su ciudad, Mar de Plata, y ella una escritora que empaca su computadora en la mochila y materializa sus ideas desde cualquier parte del mundo.
UN LIBRO ANTES DE LA PANDEMIA Antes de la pandemia, su vida era entre dos ciudades: Buenos Aires y Mar de Plata. Había viajado mucho y estaba escribiendo un libro titulado Amor distante. Una reflexión sobre el amor a distancia. Es una crónica en primera persona en la que quiere contar cómo es una relación de lejos. La escribía en sus viajes. Empezó cuando estaba en Playa del Carmen, y así, cada vez que viajaba, iba creciendo. “En ese contexto sucedió que empezó la cuarentena, o sea, yo estaba escribiendo eso, cuando de golpe: ¡confinamiento, no se puede viajar más! Y eso—lo dice en medio de risas— fue absolutamente impresionante. Tenía que tomar la decisión de qué hacía con mi crónica, que, por cierto, no está publicada. Lo que decidí fue que terminaría en ese momento, entonces Amor distante, termina el día que comienza el confinamiento en mi país, el 20 de marzo”, narra la autora argentina sobre su última creación. Ricciardi, en medio de las diferentes sesiones por Google
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Ideas en movimiento
Meet, siempre mira fijamente la cámara de su computador para que desde el otro lado se sienta más confianza. Ella es una exhibicionista verbal, que no le teme a hablar de su vida personal y de sus anécdotas. Sabe reírse de sí misma y reconoce sus falencias. De sus anécdotas favoritas recuerda principalmente, con mucha gracia, el momento en el fue convocada a fundar Canal (á) por su experticia en el periodismo cultural. “Fui criada completamente alejada de las pantallas, pero lo primero que hice cuando estaba más grande fue conseguir un trabajo en televisión, ¿qué cosas, no? —se ríe—. Por eso, inicié realizando notas y hasta saliendo como presentadora en un noticiero llamado América TV ”, cuenta Bibiana con encanto y recordando la fecha precisa de la primera transmisión de este canal, 1 de mayo de 1996. “Por el poco presupuesto, además de ser la productora, me tocaba ser todos los roles, junto con mi compañera, Karina Castellano, pero lo disfrutamos. Siempre he sido pionera en muchos proyectos y es un placer, como un juego”. Siempre en movimiento, de cuerpo y de ideas. Una libreta en la mano donde escribe todo lo que se le ocurre. Organizada, puntual y muy exigente consigo misma. Parca en las conversaciones a través de sus redes sociales, pero muy dispuesta a conversar cuando hay un contacto, por lo menos, visual. Afortunada, un término con el que se refiere a ella misma constantemente. Disfruta de su trabajo, pero vive en un reto constante de relajarse un poco más, ya que siempre está muy estresada buscando nuevos desafíos. Se la pasa corriendo, no solo como deportista, sino como profesional. Va al grano. Escribe frases cortas y carga un pasado que ha dejado añoranzas, aprendizajes y una Bibiana que, después de todo, envejece con mucha felicidad.
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Fotografías por: Mariana Echeverry y Santiago Arbeláez
150x350. El proyecto o entrenamiento, como lo llama Bibiana, para fortalecer su escritura mientras se dedicaba a los medios audiovisuales. Se trataba de escribir durante 365 días un cuento a diario de 150 palabras exactas. “La inspiración estaba en la crónica diaria. Yo era periodista y lo que estaba haciendo era una transición de periodismo a literatura”.
“En general, elijo lugares que tengan buena vista. Me gusta mucho mirar lejos y tener buena luz. No siempre necesito encerrarme, a veces necesito sentir ruidos cerca para poder trabajarâ€?, comenta Bibiana Ricciardi sobre cĂłmo son los sitios en los que frecuentemente trabaja, donde nacen las ideas para sus escritos.
FotografĂas por: Mariana Echeverry y Santiago ArbelĂĄez
Alejandro Ladino Un cuerpo sin etiquetas
Por: Laura Michel Giraldo Aristizábal María Paulina Patiño Castaño
Fotografías por: Laura Michelle Giraldo y María Paulina Patiño
“Como andrógino siempre he pensado en la igualdad, y la igualdad empieza desde el respeto por el otro, por quién es y cómo es”: así es el lema de Ladino.
Alejandro Ladino
Cuando Alejandro camina por la calle hace que los ojos de las personas salten de sus órbitas. Se vuelve el centro de atención, casi como si las aceras y las avenidas fueran una pasarela de modas, donde el público admira los gestos y los pasos entaconados de quienes caminan. Exactamente así es andar por la Avenida Santander para él, pues los transeúntes son sus críticos y la calle su pasarela. Alejandro Salazar Ladino es modelo andrógino revelación en Manizales, un título sin precedentes en la ciudad; obtuvo tal reconocimiento el 29 de febrero del 2020. Es una persona sin etiquetas, define la belleza humana desde un punto central, no es un hombre fortachón, ni con barba perfectamente afeitada, como lo son los modelos fisicoculturistas, mucho menos es una mujer con medidas 90’, 60’, 90’ lo que es común en un desfile de belleza. “Es normal que cuando me ven por ahí, parece que les da un colapso mental porque no entienden si soy un él o si soy una ella; simplemente la gente no sabe que soy andrógino”. Según la RAE, la androginia es un conjunto de características que comprenden diferentes rasgos físicos que no corresponden directamente a un tipo de sexo (femenino o masculino), sino que es la combinación de ambos. Alejo posee una cara fina con ojos verdes, que parecen dos lunas llenas entre sus pupilas, las cuales están dibujadas con un sobrio delineado. Sus cejas, en forma de arco, hacen que su mirada se convierta en un arma secreta ante los reflectores. Su quijada es imponente dentro de las facciones, hace que su cara tome armonía. Sus delicados labios carmesí, tan brillantes como un rubí, embellecen su rostro. Lo más importante es el cabello, su característica más camaleónica; si lo lleva suelto puede ser uno, pero si está recogido puede ser otra; el costado derecho está rapado, lo hace parecer rudo, pero su cabello lacio y de color oscuro lo puede hacer ver un poco más delicado. Ladino nació y creció en Manizales. Desde que era niño sabía que era diferente, le gustaba jugar a las barbies con sus
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primas. Se divertía en aquel patio de su casa, ese lugar frío y con ropa mojada extendida en un largo alambre. Desde allí veía cómo otros niños jugaban al fútbol. Alejandro prefería quedarse adentro y colocarse los zapatos altos de su tía, pintarse sus labios con aquel labial rojo de su madre y usar broches en su cabellera; imaginaba que estaba desfilando para la televisión y se sentía como una diosa. Recordando aquellos días, afirma que desde que tiene memoria se ha sentido diferente. “Toda mi vida ha estado enfocada en el arte, siempre he amado hacer teatro musical y bailar; eso me hacía sentir distinto al resto de los niños”. Creció en medio de cosméticos, vestidos y tacones altos. Su entorno siempre ha estado constituido mayoritariamente por mujeres, las mismas que han aceptado a Ladino como él quiera ser.
Maria Magdalena Ladino, madre de Alejandro, jamás olvidará aquellos días en los que llegaba a su casa luego de trabajar y lo encontraba con el largo vestido color negro, el que ella mantenía guardado en su closet, y con sus mejillas remarcadas por el rubor rojo que tomaba del tocador. Entre risas, menciona lo que pasaba casi a diario cuando él era un niño: “Salía de estudiar y me seguía a trabajar en la panadería de Estambul, ¡a veces se me pegaba unas embolatadas!; se iba para donde sus amigas a maquillarse, y cuando aparecía llegaba embadurnado con base, polvo y sombras de ojos; desde ahí comencé a notar que él era diferente”. Su padre permanece en las sombras de sus vagos recuerdos, pues Alejo solo rememora aquellos días que iba al colegio de su mano, usando una mochila amarilla y la sudadera verde de educación física. Cuando cumplió los 10 años, su papá jamás volvió a aparecer y nunca supo nada de él. Cuando inició la escuela, comenzó a experimentar más sobre quién quería ser, incluso afirma que desde muy pequeño se sintió gay, solo que lo reprimía por los adultos que estaban a su alrededor y pensaba que podría estar mal. Solía mirarse al espejo y notaba en sí mismo que a veces parecía más chica
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Alejandro Ladino
que chico. En el 2007, cuando estaba en primero de primaria, en un salón de paredes blancas con imágenes de animales y letras coloridas, a su lado estaba sentado un niño de cabellera rubia, ese era el guapo por el que Alejandro se distraía en clase. “Recuerdo que una profesora me preguntó si yo era gay; yo le dije nervioso que no, que eso no se hacía. De igual manera tampoco ocultaba lo que sentía; nunca dejé de jugar con ese niño, me encantaba pasar mucho tiempo con él”.
TRAS LA SOMBRA DEL HERMANO PERFECTO No todo fue color de rosa en su vida, pues a veces se sentía menos que su hermano mayor, Sebastián Ladino. Sebastián es un hombre de baja estatura pero acuerpado, casi como un luchador de boxeo. Desde pequeño ha sido imponente con su mirada, sus dos cejas pobladas le dan carácter, hasta puede ser intimidante. A diferencia de Alejandro, no viste a la moda y suele usar lo primero que ve, sin necesidad de combinar nada. Alejo pensaba que las diferencias físicas y emocionales que tenían los dos, reflejaban una relación con su madre un poco dispareja, pues a su sentir, su hermano sí le correspondía bien, mientras que él quedaba en la oscuridad por ser distinto. “La gente hacía comentarios malos sobre mí, a mi mamá. Le llegaron a decir como ‘¡ay, tu hijo es una loca!’, entonces por eso pensaba que Sebas era mejor, porque era normal… Yo imaginaba que únicamente las mamás estarían orgullosas de sus hijos por ser normales y que tal vez mi mamá no lo iba a estar de mí”. Tal problema hizo que las noches de Alejandro, cuando apenas tenía 14 años, se tornaran oscuras y frías, tan tristes que hasta dormir era un suplicio por los eternos pensamientos que rondaban en su cabeza por no ser como Sebastián. Eran noches de angustioso silencio y desvelo; lloraba mientras hablaba con el ángel que afirma tener, el mis-
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mo que le dio fuerzas para salir adelante.
LA BARBIE Y LA ADOLESCENCIA En el Instituto Universitario de Caldas, lugar donde estudió, vivió experiencias que lo marcaron como persona, que marcaron su futuro. Cuando habla de las anécdotas de rechazo en esa época, se echa a reír y comenta un momento que le ayudó a formar su carácter. Cuando cursaba octavo grado de bachillerato, le pasó algo inusual cuando iba a su casa. “Mientras bajaba hacia la Avenida Paralela, un taxista me gritó ‘¡uy!, recoja todas las pinzas que se le cayeron al suelo. ¡Loca!’, yo no sé de dónde saqué el valor, pero ¡ja!, le grité refeo y le dije con una voz súper profunda ‘venga recójamelas usted, desgraciado’. Literal el man subió la ventana y se fue. Creo que no esperaba que le respondiera así”.
Barbie, así le decían en el colegio. Cuando abría los ojos, corría a ducharse para tener tiempo de hacerse un buen maquillaje. “Amaba estar bien peinado, no se me movía ni un solo pelo, porque yo me echaba crema de peinar y gel. Me encantaba verme bien pulidito. Yo me sentía muy regia, hasta los profesores comenzaron a decirme la Barbie, no me molestaba porque literalmente lo parecía por como caminaba, por mi cara y mi cabello”. En cuanto logró graduarse, inició sus estudios en diseño de modas en la Universidad Autónoma de Manizales. En aquellas aulas, el olor a telas es fuerte y el desorden entre hilos, agujas y tijeras es abrumador, allí es donde sus sueños salen a volar. En 2019 conoció la oportunidad de crecer en el modelaje con una agencia de modelos, Big Model. Cada día, de manera empírica, se calzaba sus tacones altos y miraba videos en Youtube para aprender a caminar, qué cara poner y qué postura funcionaba mejor. Quería caminar las pasarelas del mundo, tener los reflectores en su rostro y ver su cuerpo en portadas de revistas. No pasaría mucho tiempo para que se
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convirtiera en modelo andrógino. Gilberto Vasquez Rodas, dueño de la corporación GVR, fue quien le dio el nombramiento directamente a Alejandro. “Nosotros como agencia lo conocimos luego de verlo destacarse en diferentes actividades en las Ferias de Manizales a principios del 2020, le comenzamos a hacer un seguimiento y nos interesamos en él, por eso creamos este título únicamente para él”. Gilberto afirma que los modelos andróginos son muy nuevos y que no equivale a más del 1% dentro de la industria en Colombia, por esto quiso otorgarle este título a Alejandro, lo que lo convirtió en el único modelo andrógino del Eje Cafetero. La noche de su nombramiento fue en una discoteca de El Cable, donde se escuchaba la emoción de la gente. Alejandro salió a la pasarela con unos tacones de 15 centímetros de largo, pisó fuerte mientras lucía un elegante traje negro con un abrigo de piel. Tras él, un hombre le entregó una banda brillante, la misma que lo coronó como Modelo de Revelación Andrógino. Había ganado la oportunidad de participar en diferentes eventos de Manizales y ser profesor de pasarela de Big Model. En aquella academia, un lugar amplio en piso de madera, paredes con espejos por todos lados, y donde la música electrónica retumba entre cada esquina de la sala, es donde comenzó a enseñar a niñas pequeñas a cómo moverse en público, hacer un buen giro y ser encantadoras. Allí también conoció a Kelly Pérez, su mejor amiga. Ella llegó a la academia luego de ser nombrada Rostro más lindo de Manizales. En medio de la Feria de Manizales, Alejandro madrugaba para ir a arreglarla a su casa, siempre llevaba consigo el maletín negro lleno de maquillaje. La ciudad era un solo festejo y ellos debían ser el centro de atención. Participaron, entre otras, del Desfile de las Naciones. “Alejo es de las mejores personas que he conocido, es un soñador de la vida. Siempre lo veo concentrado en su Instagram mien-
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tras mira las últimas tendencias, hasta me ha comentado que sueña con algún día estar en la semana de la moda de Nueva York o París”. Él vive la vida al límite, es un cuerpo sin etiquetas, no le importa el qué dirán. Siempre andará en sus tacones altos, con la cabeza arriba, con un abrigo de piel y con movimientos de cadera que hagan sentir entre la gente su presencia. La vida es su pasarela.
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Fotografías por: Laura Michel Giraldo y María Paulina Patiño
“Tengo una atracción por lo positivo. Me concentro muchísimo en lo que quiero lograr, soy persistente”.
Fotografías por: Laura Michelle Giraldo y María Paulina Patiño
“Mi primera inmersión en el mundo del modelaje andrógino fue cuando confeccioné mi primer vestuario, era futurista, tenía hombreras y un color vibrante”.
Fotografías por: Laura Michelle Giraldo y María Paulina Patiño
Fotografías por: Laura Michelle Giraldo y María Paulina Patiño
Los inicios de Alejandro en el maquillaje comenzaron en su pubertad. El acné llegó y por eso quiso tapar dichas imperfecciones.
Luis Felipe Molina El periodista del tiempo, más allá de un pronóstico
Por: Diana Maritza Garzón Collazos Isabella Castaño Guzmán
Fotografías por: Diana MAritza Garzón e Isabella Castaño
El equipo de fútbol americano, Vikingos de Minnesota, fue fundado el 28 de enerode 1960 y su estadio es el U.S Bank Stadium, en Minneapolis, Minnesota.
Luis Felipe Molina
El 11 de septiembre del 2001 - mientras la mayoría de niños colombianos dormían, jugaban o veían Dragon Ball Z - un jovencito manizaleño de ocho años observaba atónito en su televisor la caída de las Torres Gemelas en Nueva York, Estados Unidos. Ese es uno de los momentos que cautivaron a Luis Felipe Molina Ramírez, periodista y productor general de La Patria Radio, quien, fascinado por informar y sintetizar muchos hechos en uno solo, soñaba con ser presentador. “Yo no escogí la profesión, ella me escogió a mí”. Luis Felipe Molina Ramírez tiene 27 años, es de tez blanca, cabello castaño oscuro, rostro redondo, ojos marrón con forma de almendra, cejas pobladas, nariz perfilada, labios delgados y una gran sonrisa blanca que acompaña sus comentarios sarcásticos. Mide 1,78 metros de altura y se podría decir que es robusto. Aunque aún no ha llegado a los 30 años, le gusta vestir con pinta de “abuelito”. Camisa por dentro del pantalón, mocasines oscuros, correa negra y, si el clima lo permite, una chaqueta. En su mano derecha es infaltable un reloj Samsung Watch, aunque en ocasiones cambia su estilo por el uniforme azul de los Vikingos de Minnesota, su equipo favorito de fútbol americano, una de sus pasiones. Reconoce que es un “noño empedernido”, aunque sonríe cada vez que escucha la palabra aguardiente. Para él es un trago espiritual. “Más que el sabor, es el poder y la fuerza que tiene la bebida para sacarlo a uno de en sí. Su olor, la textura y la dureza con la que pasa”.
DEPRESIÓN, METEOROLOGÍA Y RADIO Su familia está conformada por Patricia Ramírez, su madre; Juan Molina, su padre y por su hermano, Juan Camilo Molina Ramírez. A los 2 años desarrolló una particular conexión con ella, ya que “el gordo” - como le dicen en su casa - se comunicaba a través de señas ya que no hablaba debido a múltiples traumas por violencia intrafamiliar. En su infancia solía ver las noticias y le aburrían los muñecos animados, a excepción de Ricky Ricón y El Laboratorio de Dexter.
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Inició sus estudios en el Seminario Menor de la Arquidiócesis de Manizales, donde se ganó una beca para irse por un año - y graduarse - en la Cathedral High School, una escuela secundaria parroquial católica ubicada en Saint Cloud, Minnesota, Estados Unidos. En esa época vivió las dos primeras depresiones de su vida. “La primera fue dejar a mi familia y la segunda fue para devolverme, porque ya no me quería regresar”. Un dolor constante, un sentimiento inamovible lo acompañaron durante esta época y, aunque ha aprendido a manejarlos, algunas veces regresan esos antiguos e inesperados sentimientos. Con el dinero de la beca compró su primera computadora para enviarle correos a su madre y de paso aprender de todo lo que pudiera: leyes, gastronomía, periodismo, psicología, meteorología, diseño 3D, además perteneció al periódico de la misma escuela. En esa época adquirió conocimientos que difícilmente en Colombia hubiera logrado. Allí también forjó lo que es hoy en día. Sam Burt, un amigo de la Cathedral High School, resalta la habilidad para hablar inglés y añade que extrañan su agilidad para crear chistes de forma sarcástica y su amor por el deporte norte americano.
Cuando los Vikingos de Minnesota van a jugar, Luis Felipe saca
de su cuarto el uniforme del equipo (gorra, camiseta, buso y medias moradas con amarillo.
A los 14 años comenzó a escribir para La Patria, a través del programa Prensa Escuela diseñado por el mismo periódico. Cuando se graduó del colegio decidió “prepararse para la guerra”, así que estudió Comunicación Social y Periodismo en la Universidad de Manizales. Realizó la práctica en la página web de ese mismo medio, donde impulsó el número de seguidores del periódico digital: 150 mil en Facebook y más de 200 mil en Twitter. Al graduarse lo contrataron y desde eso todos los días se levanta a las 5:00 a.m., motivado por el misterio de no saber qué puede pasar, pues siente que es un piloto que cada día sale a un destino distinto. “Mi trabajo es
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tan rutinario que quiero que mi tiempo libre no lo sea. Que pase lo que tenga que pasar”. Aunque comenzó siendo un “periodistonto”, como dice, en el 2015 creó la emisora de La Patria o como le llama “su hijo”. Un día su jefe, Nicolás Restrepo, le delegó la tarea de crear la emisora del periódico. Finalmente, sacó adelante el proyecto, aunque con gran esfuerzo, porque hacían falta los equipos y Luis no sabía manejar la consola. “Aprendí a las malas, porque me pagaron como dos clases con un señor costeño y a ese señor no se le entendía nada y como a los tres años me vine a dar cuenta de un botón que me hubiera ahorrado mucho trabajo”. Después de haber participado en innumerables cubrimientos de desastres naturales, denuncias, Festival Internacional de Teatro y crónicas taurinas, se convirtió en un oráculo del clima. A diferencia de muchos otros, Luis ha logrado demostrar, a través de su cuenta en Twitter, que sí se puede predecir, en una ciudad como Manizales, si es mejor salir con paraguas o bloqueador solar. Fue certificado por Harvard en The Science of Weather. Además, creó su blog personal donde expresa “por qué no entiendo el mundo y por qué la gente es tan estúpida”.
DOBLE PERSONALIDAD En su trabajo es profesional, exigente, preciso y justo. Considera que así logra ser transparente; aunque no le gusta la prudencia, pues siente que se pierde mucho tiempo con ella. Cree en la equidad, la ecuanimidad y el equilibrio. “Ama la lingüística, la persuasión y la forma en que combinan con el periodismo”, dice Natalia Barreto, una de las amigas más cercanas de Luis y a quien él saluda con un “hola belleza”. Expresa que es un adulto feliz, que se preocupa por su familia y el bienestar de sus amigos. Manifiesta que lo caracteriza la frase “debemos ser personas auténticas, no perfectas”. Ama la salsa y se considera buen bailarín. Le encanta la comida rápida, como la arepa cochina, pero prefiere el salmón de Bre-
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ttón, porque allí puede sentarse a hablar durante tres horas. No tiene pelos en la lengua y, aunque en una profesión como el periodismo en la que fácilmente se puede ganar enemigos, ha logrado sortear con algo de irreverencia e ironía las críticas. Nunca ha utilizado una alarma, ya que su madre lo despierta todo los días. Después del almuerzo ella entra a su cuarto y lo cobija dándole un beso en la frente. En las mañanas lo levanta con un “buenos días amorcito” y le da la bendición. “Me gusta porque son momentos que no van a estar toda la vida, entonces uno tiene que vivirlos”, expresa Luis. Cuando la periodista Margaret Alejandra Sánchez Tovar lo vio por primera vez en las instalaciones del periódico pensó que era antipático. Con el tiempo, y después de sus salidas a rumbear en la discoteca Milagros, se dio cuenta que era diferente. Dice que es cariñoso, obstinado, inteligente, sagaz, y muy directo. Se podría decir que hay varios Luis, uno al aire: un hombre ecuánime, serio, incluso algo play. Otro cuando sale con sus amigos a rumbear, allí baja hasta el piso y ríe todo el tiempo y uno más cuando llega la depresión, un hombre cabizbajo y que lucha por regresar, ese es el más difícil pero el que más le ha enseñado. A raíz de su trastorno afectivo bipolar tipo 1, creció su interés por conocer más sobre la salud mental. Aceptó su condición con amor y creó un programa - con la ayuda de su terapeuta - llamado Radio con Sentido, donde le enseña a las personas a estar en equilibrio y tener una mente sana. Siente que si no hay salud mental, tampoco hay física. Desconfía de las personas que van a los gimnasios, pues cree que pierden su intención inicial y se vuelven adictos a la vanidad, descuidando la mente por un motivo más físico.
UN FUTURO NO PLANEADO A sus 27 años, dice que no le gusta planear su futuro, como lo hacía en la Universidad. Sin embargo, espera alcanzar sus
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ideales: el primero, hacer una maestría en la Universidad de Londres, pero solo “si a la Reina de Inglaterra le da la gana”. El segundo, crear nuevas narrativas para hacer periodismo en medios digitales. Y el tercero, cumplir su sueño de infancia, que es trabajar en el canal de noticias CNN. Ahora el programa de radio en el que trabaja tiene más de un millón de oyentes trimestrales y está haciendo un curso avanzado de Psicología en la Universidad de British Columbia en Canadá. Quiere ir a un país con comunicaciones desarrolladas, como Canadá, Estados Unidos y cualquiera de la Unión Europea Occidental (UEO). No iría a China, Corea o Japón. “De allá solo me gusta el arroz chino”. Antes
de dormir, apaga todas las luces, menos las dos lámparas
20 o 30 minutos para Pasión de Gavilanes, fútbol americano y lee un fragmento del libro El psicoanalista. “Las cartas a Antonia, es lo próximo que voy a leer. Es de mi querido amigo Alfredo Molano”. ubicadas al costado de su cama y dispone hacer
“nada”:
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De acuerdo con su hermano, Luis, aunque ya no se puede tomar los “guarilaques” porque últimamente se le borra el casete y por los medicamentos que le envió la psiquiatra, aprovecha la pandemia para pasar tiempo con su familia: hace tortas de zanahoria y es un éxito con el parqués. Mientras se va a hacer su maestría, continúa con las predicciones metereológicas y contando las noticias más importantes, mientras busca cómo, en medio de la pandemia, sigue siendo un hombre feliz.
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Fotografías por: Diana MAritza Garzón e Isabella Castaño
El anemómetro verde en la mano es un aparato meteorológico que es utilizado para medir la velocidad del viento y ayudar con las predicciones del tiempo a través de los datos que arroja.
Los long play fueron utilizados entre 1950 y 1980 como la principal forma de publicar música grabada.
Fotografías por: Diana MAritza Garzón e Isabella Castaño
Fotografías por: Diana MAritza Garzón e Isabella Castaño
Mariana Mesa El matchpoint de Mariana Mesa
Por: Santiago Carmona Caraballo Santiago Zapata Zapata
Fotografías por: Santiago Carmona y Santiago Zapata
Nació el 1 de abril del 80 en Pereira. 166 centímetros de altura, diestra, de juego agresivo. Siete títulos de la ITF en dobles, su modalidad preferida, y cuatro en sencillos.
Mariana Mesa
Cuando llegó a El Dorado a finales de 1998, luego de una gira europea, fue sorprendida con un recibimiento estrafalario: Jaime Garzón aguardaba por la joven tenista pereirana en una limusina colmada de rosas que llevaba también a los miembros de CM&. “Como soy supertímida, en ese momento casi lo pico en pedacitos. Apenas me subí al carro, le pegué un puño que nunca voy a olvidar, comencé a regañarlo y le grité: ‘¡A usted cómo se le ocurre hacerme esto!’. Me quería morir de pena por ese show”. Después de esto, se dirigieron al set de CM& y Jaime, en su personaje de Heriberto de la Calle, conocido por invitar a su programa a figuras relevantes en el contexto nacional de la época, la entrevistó. En la actualidad, Mariana Mesa Pineda, veinte años después de haber sido una de las tenistas más importantes de Colombia, continúa ligada al deporte y es la subdirectora de los Juegos Deportivos Nacionales y Paranacionales de 2023. A los once años, en 1991, la hija menor del hogar conformado por Juan Carlos Mesa Echeverri y Nidia Lucía Pineda Valencia, partió de su casa en Pereira hacia Bogotá, en búsqueda de una preparación más especializada en el tenis. Comenzó a practicarlo a los siete años por casualidad: mientras entrenaba voleibol, golf y natación con unas amigas en el Club Campestre de Pereira, decidió darle una oportunidad al deporte blanco y quedó fascinada. Desde entonces, cambió el parquet, el césped y la piscina por la tierra batida. “En el Campestre aprendí a amar este deporte y crecí mucho como jugadora, pero como no me podían entrenar de manera focalizada, yo misma tomé la decisión de irme a vivir a Bogotá para ingresar a la Academia Colombiana de Tenis, en la que, por lo que conocía, iba a tener muchas más oportunidades. Mi familia no fue una limitación, nunca fui muy apegada a ella”. Sus tres años en la capital le sirvieron para emigrar y unirse al circuito europeo. La separación de su país la llevó a establecerse en Düsseldorf, en la recién reunificada Alemania.
Su llegada a torneos más importantes en la disciplina le permitió gozar de los viajes, una de sus grandes pasiones, ya que pudo conocer varias capitales del Viejo Continente; no
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obstante, esta etapa estuvo llena de soledad. “Yo prefería el voleibol, porque era un deporte de equipo y tenía más contacto con mis compañeras. Sin embargo, me incliné por el tenis porque, aunque era solitario, me daba la posibilidad de viajar mucho”. A pesar de que no sabía una sola palabra de alemán, por su carácter curioso e inquieto, a los 14 años emprendió rumbo sin compañía en un tren desde Düsseldorf a Colonia, para caminar por la ciudad. Hoy, entre enérgicas risas y con brillo en sus ojos color turquesa, afirma desconocer cómo no se perdió en la que es la cuarta ciudad más grande de Alemania. Tras el año de evolución que vivió en el extranjero, regresó a su tierra para dar el salto a la profesionalidad. Tuvo un debut ideal: ganó su primer torneo, el International Tennis Federation (ITF) World Tour de Manizales, en 1995. Con indiferencia, recuerda su primer partido como uno más, al que no le dio importancia, porque no le representó un reto. Aunque tenía una buena relación con sus padres y ellos la apoyaron incondicionalmente, le irritaba que la acompañaran en sus partidos. “Siempre he sido superindependiente. Nunca me ha gustado que me jodan, me molestaba que me fueran a ver porque me ponía nerviosa. A veces, ellos iban a escondidas para que yo no me pusiera furiosa. Como no me gustaba, nunca se metieron en nada. Siempre fui libre para tomar mis decisiones al respecto. Era solo un tema con mis papás, con nadie más me molestaba”, manifiesta sin titubear, rasgo tan característico en ella como su sonrisa, que sobresale entre su clara y tersa piel. Disciplinada: entrenaba a diario antes y después de su jornada escolar. A pesar de esto, Mariana nunca descuidó sus estudios, aún cuando en el Liceo Francés de Pereira, su primer colegio, no le iba bien con las ciencias ni los números (siempre se inclinó por las humanidades) y vivió los que considera sus peores recuerdos: “Tuve muchas malas experiencias con mis profesores; me trataban bastante mal y eran groseros conmigo. También tenía grandes dificultades con
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mis compañeras. Por eso, cuando volví de Europa entré a La Enseñanza, donde sí me sentía cómoda y conocí a mis amigas de la vida”. Andrea Nieto Marulanda, la compañera más cercana a Mariana desde la época escolar, asegura que es una mujer noble y humilde: “Después del terremoto que hubo en Pereira en 1995, fue a mi casa, me llevó ropa y comida y luego nos fuimos a repartir eso a la gente damnificada”. También menciona que ambas son hermanas por elección, porque ella es leal tanto a la amistad como a su trabajo y la describe como una persona cabal en ambos aspectos, aunque reconoce que en ocasiones es obstinada y no tolera que cuestionen sus acciones. La película Las Horas, que representa la vida y obra de Virginia Woolf,
combina los dos pasatiempos preferidos de la extenista: el cine y la poesía. Siempre se ha considerado una amante de lo que denomina “el ritual del cine”: cada vez que puede, dedica parte de su tiempo libre a asistir a los teatros. Se entretiene y se siente identificada con diversas composiciones de sus autores preferidos:
Fernando Pessoa, Raúl Gómez Jattin, Cristina Peri Rossi y la escritora inglesa ya mencionada.
JUEGOS OLÍMPICOS A LOS 20 AÑOS Estaba tan centrada en desarrollar sus habilidades, en ganar experiencia y en hacerse más competitiva, que ni siquiera se acuerda de sus rivales o sus encuentros más importantes. Lo que no olvida son sus entrenadores, los que la construyeron como tenista: Hernán Valencia, Ricardo Gómez, Felipe Verón y Belus Prajoux. “Ellos me fortalecieron para ejecutar un juego agresivo de buen revés y volea, con recursos variados como los drops, slides y globos. Siempre me encantó jugar en polvo de ladrillo, se me facilitaba más”, cuenta con gratitud. En pocas palabras, atacaba por todos lados. En su tiempo libre disfrutaba de las presentaciones en Grand Slam de la argentina Gabriela Sabatini y el estadounidense Andre Agassi, dos de sus máximos referentes en esa época. De ellos quería emular la fortaleza mental y el saque,
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pero su poca experiencia y sus 166 centímetros de estatura jugaban en su contra. La convocatoria por la Selección nacional no se hizo esperar. Las seis horas diarias de entrenamiento combinadas con su talento natural dieron fruto y, poco tiempo después de comenzar su trayectoria, se consolidó entre las cuatro mejores raquetas de Colombia. “Claro que me emocioné la primera vez que me citaron, pero no fue una sorpresa”. Tras cinco años de desarrollo permanente, su carrera llegó a la cumbre, alcanzó lo que ella define como el mayor orgullo que puede sentir cualquier deportista: participar en unos Juegos Olímpicos. Justo tras lograr su mejor clasificación en el ranking mundial de la ITF en dobles y sencillos (161 y 251, respectivamente), llegaron las justas de Sídney en el 2000. Mariana hizo dupla con otra de las mejores tenistas de la época, Fabiola Zuluaga Amado. Para la risaraldense, ambas son muy diferentes; dice que Fabiola, por ser de Cúcuta, es bastante seca y retraída, mientras que ella es extrovertida y más expresiva. “Nosotras llegamos casi de últimas a la concentración colombiana. Estábamos muy emocionadas y nerviosas, pero amablemente todos los deportistas nos ofrecieron un cuarto, que aceptamos ya que nos sentimos bien acogidas. El asunto fue que, cuando nos levantamos al otro día, vimos un charco de agua impresionante, había una filtración. Por eso ninguno estaba utilizando ese cuarto y nos inauguraron con ese recibimiento en una supersuit. Terminamos mojadas casi hasta la cabeza”, evoca Fabiola. Juntas ya habían vivido apuros desde sus comienzos en los torneos junior. En 1991 viajaron solas a Brasil para una competición, pero no conocían el valor de los reales ni el portugués. Jocosamente, Mariana cuenta que con el dinero se decían: “Este verde para usted y este verde para mí, este rojo para usted y este rojo para mí”. En aquella competencia tenían prohibido abandonar el hotel para actividades desligadas de los encuentros, debido a que estaban a la deriva, por
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su cuenta: no tenían traductor ni guía. Ese trabajo conjunto las llevó hasta los Juegos Olímpicos. El partido más esperado de las representantes colombianas en la ciudad esmeralda australiana las enfrentó con las tailandesas Tamarine Tanasugarn y Benjamas Sangaram. Fue un encuentro apretadísimo, como lo describe Zuluaga. Su tensión las llevó a competir al más alto nivel, pero no fue suficiente. Tal vez, el factor de la cancha pudo influir: estaban acostumbradas a la tierra batida, pero jugaron en pista dura. Perdieron en primera ronda, pero aún hoy se enorgullecen de haber representado al país en la competencia más importante y de forzar el partido hasta el último set. El fugaz paso por el certamen estelar no representó un golpe a la moral de Mariana: “El tenis es de perdedores. Generalmente, se pierde más de lo que se gana”. No obstante, este corto viaje por Australia marcó el inicio del ocaso de su carrera, que, aunque para ella terminó tras su regreso del país oceánico, finalizó oficialmente en 2002 con participaciones discretas: su último título llegó el 8 de octubre del 2000 en el ITF World Tour de dobles de Ciudad de México. Dice que se retiró por rebeldía. Su objetivo era jugar dobles, pero la compañía Colsanitas, su patrocinadora, le prohibió dedicarse a esa rama por motivos de imagen, ya que en esa época no eran tan reconocidos como los singles. Para ella, no jugar dobles significaba no ser feliz, entonces optó por dar un paso al costado y dedicarse a sus estudios. “Fui muy radical en mi decisión. Cuando me dijeron que tenía que jugar solo sencillos, simplemente dije que no seguía y ya. Ni siquiera me pusieron problemas para que me quedara”. Así, tras una carrera de siete años, tuvo un retiro que pasó casi desapercibido.
LA ACADEMIA Y SU FAMILIA Su retiro solo la alejó del protagonismo en las canchas, pero sus siguientes proyectos siempre tuvieron en
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cuenta su pasado en el tenis. Decidió estudiar Comunicación Social en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, para adentrarse en el periodismo deportivo, pero decidió cambiarse a Ciencias Políticas —aunque nunca le ha gustado opinar sobre el poder—, debido a que tenía una gran afinidad por la sociología y la historia. “Mi meta desde el principio fue unir mi profesión al deporte porque creo que en el país hace falta que quienes hemos sido parte de este mundo nos involucremos más con nuestras disciplinas una vez nos retiremos, en la gerencia de estas”. Su sueño siempre fue mejorar las oportunidades de estas actividades desde la administración, con el fin de que las personas que han sido parte de las competiciones de alto nivel se involucren más con las ramas que practicaron. Justo en el mismo año en el que obtuvo su título como politóloga, en 2008, se casó con Juan José Gaviria Mira, con quien mantuvo una relación por cuatro años, hasta que decidieron separarse. De esta relación, en 2010, nació Salomón, un niño enérgico y conversador, que no se apena con facilidad; el hijo que tanto había anhelado Mariana y que se convirtió en su compañero preferido para cada momento. “Toda la vida quise tener un hijo, siempre, siempre, siempre”. En su perspectiva de madre, dice que es divino, un personaje mitológico; totalmente contrario a ella. Cuando no está junto a Salomón, está siguiendo la actualidad y los logros del tenis colombiano, en el rol de comentarista del canal Win Sports, trabajo que comenzó en 2014 y le fascina, porque le encanta conversar sobre su pasión. Recuerda efusivamente que su partido más emocionante en los micrófonos fue la victoria de Colombia sobre Argentina en la serie por Copa Davis, en marzo de 2020. “Era la primera vez que el país le ganaba a Argentina en la historia, entonces fue una locura. De la emoción, yo casi me tiro a la cancha a celebrar”. Aunque estuvo apartada del foco público por más de una década, seguía siendo considerada una celebridad en el país, razón por la que recibió la invitación para participar en la pri-
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mera edición de MasterChef Celebrity Colombia, durante 2018. En aquel momento declinó, debido a su trabajo como directora del área de tenis del Country Club de Bogotá. Su reacción cambió cuando el mismo programa tocó a su puerta al año siguiente: “En aquella ocasión dije que me importaba un culo el trabajo y renuncié para participar”. MasterChef representó un punto de inflexión en su vida; se aventuró a probar su valía fuera del polvo de ladrillo y las cabinas, para arriesgarse y permitirse ser vulnerable. Antes del programa de televisión, su uso de redes sociales era ocasional, pero con ayuda de la cantante Adriana Lucía, su mejor amiga en el reality y quien la superó en la final de este, desarrolló el gusto y la habilidad para compartir su vida mediante fotografías y videos. “Yo era cero de redes, siempre había sido muy de bajo perfil. Pero en MasterChef ella me dijo: ‘Mari, tienes que aprender a tomar fotos. Ven, yo te enseño’. Fue un ejercicio interesante y de mucho crecimiento para mí”. Tras esto, aunque se autodenomina tímida en su faceta más personal, en redes cobra vida su álter ego más extrovertido. Con los años ha fortalecido su perfil profesional. Cuenta con una licenciatura en el Programa Integral de Dirección de la Universidad de la Sabana, un diplomado en Organización de Eventos Corporativos de la Universidad Javeriana y se encuentra finalizando una maestría en Marketing Deportivo y Patrocinio en la Sports Management School de Barcelona.
Gracias a su extensa hoja de vida, desde 2018 está vinculada al Ministerio del Deporte. Tras dos años en este proceso, comenzó un nuevo reto que orienta la próxima meta que se plantea, los Juegos Nacionales: “A principios de mayo de 2020, el ministro Ernesto Lucena se contactó conmigo para decirme que quería postularme para la Subdirección de los Juegos Nacionales y Paranacionales de 2023. Nunca me imaginé que eso llegara a ser una realidad”. Como subdirectora, quiere organizar una competición que deje huella en la histo-
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ria de Colombia, con el plus de tener la oportunidad de hacer brillar al Eje Cafetero, su región y sede de las justas. Una parte de su labor es ser la representante de los deportistas y pensar por ellos, hacer que se sientan en su casa. Así mismo, en conjunto con el director, su coterráneo John Jairo Velásquez Cárdenas, se encarga de las mejoras infraestructurales, de la organización de las competencias y de la logística del evento en general. Su agenda de trabajo es bastante ocupada, pero su ímpetu es el mismo que cuando estaba en las canchas. Sigue subiendo contenido a las redes, pero ya no para ejecutar sus voleas esquinadas en los partidos, sino en una exhibición de su carisma. La deuda que tiene consigo misma y con Salomón es disfrutar juntos de un período de descanso laboral. “Yo no me acuerdo de la última vez que tuve vacaciones. Si las tuviera, me iría con Salo para Aruba, porque a él le gusta mucho la playa y el mar de allá es espectacular”. Con su hijo, con sus vacaciones y con los Juegos Nacionales quiere hacer el matchpoint más importante de su vida.
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Fotografías por: Santiago Carmona y Santiago Zapata
Mariana Mesa representó a Colombia en los Juegos Olímpicos de Sídney en el 2000, haciendo dupla junto a Fabiola Zuluaga. También participó en torneos sudamericanos, europeos y mundiales.
Su retiro del tenis fragmentรณ su vida en dos. Su hijo ahora es su motor. Ahora estรก dedicada a realizar los Juegos Nacionales y Paranacionales de 2023 en el Eje Cafetero.
FotografĂas por: Santiago Carmona y Santiago Zapata
La influencia del entorno, como hemos visto repetidas veces, se hace instrumental en la construcción de un discurso fotográfico, pues afecta la definición y descripción de su imaginario. «La cabeza piensa donde los pies pisan». (Castellote, 2003, p. 28.). La apuesta por la imagen ratifica una nueva voz en las dinámicas de los discursos periodísticos, en la que las historias se cuentan desde otros lenguajes e invitan al espectador a adentrarse en estos otros relatos.
Alejandro Jiménez Maestro en Artes Plásticas Magíster en Artes Docente Investigador Universidad de Manizales
Escuela de Comunicaciรณn Social y Periodismo
Universidad de Manizales
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