Trinchera de ideas - Luis Bilbao

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Trinchera de ideas AmĂŠrica Latina y el mundo entre 2003 y 2012



Trinchera de ideas América Latina y el mundo entre 2003 y 2012

Luis Bilbao

Fuenap Fundación Enseñar para Aprender


© 2012, Luis Bilbao Derechos exclusivos de edición en castellano reservado para todo el mundo. Diseño de tapa: Ana María Pizarro Ruiz © 2012, Fuenap (Fundación Enseñar para Aprender) ISBN: 978-987-21235-3-6 Fecha de catalogación: 01/03/2012 Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en Argentina Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o fotocopia, sin permiso del editor.


Sumario Introducción Prólogo Reconocimientos

27 30 31

2003 Causas de la invasión a Irak (Democracia y paz ya no son banderas de Estados Unidos) N°1; abril de 2003

39

Lula, Fidel y Chávez (Las masas argentinas los saludaron como vencedores) N°2; julio de 2003

41

El lugar de la crisis (Deterioro económico estadounidense) N°3; septiembre de 2003

43

2004 El Sur busca respuestas propias frente a la crisis mundial (Reunión del G-15 en Caracas) N°4; abril de 2004

49

ESMA y deuda externa (Contradicciones y perspectivas en Argentina) N°4; abril de 2004

57

Argentina: desestabilización en marcha (Presiones del gran capital para recuperar espacio) N°5; junio de 2004

59

Diplomacia de la incoherencia (El papel de los países claves en Latinoamérica) N°5; junio de 2004

60

El coraje de decir NO 62 (Chávez gana el referendo y se lanza a profundizar la revolución) N°6; septiembre de 2004


Desplazamientos del poder mundial 68 (Suramérica comienza a cambiar las relaciones de fuerzas globales) N°6; septiembre de 2004 Estados Unidos en la pendiente (Signos de crisis económica y descomposición política) N°7; octubre de 2004

71

Nuevo mapa continental (Elecciones en Uruguay, Estados Unidos y Venezuela) N°8; noviembre de 2004

73

Ayacucho siglo XXI 77 (Los gobiernos suramericanos frente a la potencia colonial de hoy) N°8; noviembre de 2004 2005 Tropiezos de la unión suramericana (Cusco, Ayacucho y Ouro Preto: difícil marcha hacia la unión) N°9; enero de 2005

83

Bush vuelve a la carga 86 (Tras la derrota en el Alca, Washington prepara su contraofensiva) N°9; enero de 2005 Al socialismo siglo XXI 88 (Chávez define un rumbo para Venezuela, e impacta en el mundo) N°10; mayo de 2005 Momento de definiciones sin retorno (Washington pierde terreno; indefiniciones para ocuparlo) N°10; mayo de 2005

92

La parábola del PT (Demandas por corrupción e incógnitas sobre los pasos a dar) N°11; septiembre de 2005

94

Kirchner en pos de un plebiscito (Esfuerzo por tomar la iniciativa y ganar espacio propio) N°11; septiembre de 2005

98

8


Acorralado, Bush embiste en el Cono Sur 102 (Signos de rechazo a la guerra y esfuerzos por dividir Suramérica) N°11; septiembre de 2005 2006 Victoria estratégica para toda América Latina (Evo Morales, indégena, cocalero y socialista toma el poder) N°12; enero de 2006

107

Washington trastabilla 116 (Bolivia y Ecuador salen de la órbita imperial, Perú va en camino) N°12; enero de 2006 El silencio no será inocente (La Casa Blanca prepara una agresión militar a gran escala) N°13; abril de 2006

118

Un volcán político sacude el mapa suramericano 120 (Seis cumbres en dos semanas; colapso de la CAN; crisis del Mercosur) N°14; mayo de 2006 Reivindicación de la Política (Bolivia se incorpora al Alba) N°14; mayo de 2006

125

El Sur gana otra partida (Confrontación entre el Alca y el Alba) N°15; junio de 2006

127

Recado a Europa (El difícil arte de enhebrar un frente mundial antimperialist) N°15; junio de 2006

133

Formatear el Mercosur (Reuniones cimeras en un clima mundial enrarecido) N°16; julio de 2006

135

Mundial (Fútbol en Alemania y ensayo de anestesia global) N°16; julio de 2006

139

9


Dilemas estratégicos del Mercosur (Cordobazo suramericano: Chávez y Fidel en "La Docta") N°17; agosto de 2006

142

El Sur frente al sionismo y el belicismo imperialista (XIV Cumbre del Movimiento No Alieado) N°18; septiembre de 2006

147

El tercer golpe (Otra vez Bush busca voltear a Chávez) N°18; septiembre de 2006

151

Confusiones (Diferencia entre la salud de Fidel y la de la Revolución) N°19; octubre de 2006

153

Opciones 155 (Cinco comicios y entrelazamiento de Democracia y Revolución) N°20; noviembre de 2006 Unidad suramericana y partido socialista unido (Claves de la Revolución en Venezuela) N°21-22; diciembre de 2006 - enero de 2007

157

Desaparecido (Jorge López, víctima argentina de una estrategia regional) N°21-22; diciembre de 2006 - enero de 2007

162

2007 Partidos, a la retaguardia 167 (Encuentro del Foro de São Paulo, elección de Correa, cumbre Mercosur) N°23; febrero de 2007 Qué es el socialismo del siglo XXI (Desde Caracas se expande un debate de alcance mundial) N°24; marzo de 2007

169

Contrapunto (Bush en Uruguay, Chávez en Buenos Aires) N°24; marzo de 2007

177

10


Tomar partido (Chávez convoca a formar un partido revolucionario socialista) N°25; abril de 2007

179

Democracia y Revolución (Otro debate crucial) N°26; mayo de 2007

184

Conspiración (Nueva embestida de Washington contra Chávez) N°26; mayo de 2007

196

Qué elige Argentina (Avatares comiciales y definición de un rumbo) N°28; julio de 2007

199

Paréntesis (Victorias parciales de la escalada estadounidense) N°29; agosto de 2007

201

La proclama de Chávez (Ofensiva mediática contra la aceleración de la Revolución) N°30; septiembre de 2007

203

La guerra o la paz (Bogotá y Caracas y un imprevisto vuelco geopolítico) N°31; octubre de 2007

206

Salto al futuro (Reforma constitucional y Partido revolucionario de masas) N°32; noviembre de 2007

211

Amenaza (Ataques desorbitados de Washington contra Cuba e Irán) N°32; noviembre de 2007

216

Luces y sombras en América Latina (Balance de un año con claroscuros) N°33-34; diciembre de 2007 - enero de 2008

219

11


Un paso atrás (La abstención derrotó la Reforma Constitucional en Venezuela) N°33-34; diciembre de 2007 – enero de 2008

226

2008 Retroceder, detenerse o avanzar en pos del socialismo 233 (Congreso del Psuv y debate estratégico tras la derrota en el referendo) N°35; febrero de 2008 Para la transición al socialismo, un Partido de transición (Culmina el Congreso Fundacional del Psuv) N°36; marzo de 2008

239

Otra vez guerra o paz (Asesinato de Raúl Reyes, agresión a Ecuador) N°36; marzo de 2008

243

Un faro para América Latina (Nace un Partido democrático, antimperialista y anticapitalista) N°37; abril de 2008

245

Dos derrotas trascendentales para Estados Unidos (ExxonMobil y Colombia) N°37; abril de 2008

247

En Bolivia se juega el futuro (Estados Unidos pretende deflagrar una guerra interna) N°38; mayo de 2008

254

Escalada yanqui, respuesta suramericana 256 (Unasur ratificada y proyectada hacia diferentes destinos posibles) N°39; junio de 2008 Civilización (Europa vota deporta 8 millones inmigrantes) N°40; julio de 2008

263

Guerra en el Cáucaso (Estallido de un realineamiento mundial gestado en 20 años) N°41; septiembre de 2008

266

12


Respuestas del Sur frente a la crisis económica mundial (Ponencia al Congreso Internacional de Economía Política) N°42-43; octubre - noviembre de 2008

268

Dos caminos frente a la quiebra mundial del capitalismo (El Alba crea el Sucre) N°44-45; diciembre de 2008 - enero de 2009

281

2009 Cuba y el futuro de la humanidad (La Revolución cumple 50 años) N°46; febrero de 2009

289

Definición (Obama y la manipulación de la conciencia universal) N°46; febrero de 2009

291

Un país resuelto a marchar al socialismo 293 (Decimocuarta victoria electoral de la Revolución Bolivariana en 10 años) N°47; marzo de 2009 Dudas sobre el rumbo argentino (Signos ominosos en la tercera economía de América Latina) N°47; marzo de 2009

297

Panorama en las vísperas (Respuestas de América Latina a la crisis mundial) N°47; marzo de 2009

302

El gran duelo (En el G-20 y la V Cumbre de las Américas, batalla crucial) N°48; abril de 2009

307

La otra prensa (Caída de grandes medios capitalistas, exigencia para el Alba) N°48; abril de 2009

315

La nueva voz del socialismo (El Alba irrumpió en V Cumbre de las Américas) N°49; mayo de 2009

319

13


Adónde va Argentina (Dos caminos, en vísperas de la elección legislativa) N°50; junio de 2009

324

Severa derrota del gobierno (El oficialismo perdió en todos los distritos de peso) N°51; julio de 2009

328

Nuevos parámetros en América Latina (Golpe en Honduras y el Allba en acción) N°51; julio de 2009

331

Estados Unidos devela su estrategia (Con el golpe en Honduras, cae la máscara de Obama) N°52; agosto de 2009

333

El giro es hacia la izquierda (Pese a la embestida, Unasur vuelca a izquierda la balanza) N°53; septiembre de 2009

337

Comienza a delinearse un mundo pluripolar (Estrategia socialista del Alba, G-20 como palanca imperial) N°54; octubre de 2009

342

El Alba asume una respuesta histórica a la crisis mundial 348 (Moneda, organización, defensa y debates de alcance estratégico) N°55; noviembre de 2009 Hora de definiciones (Chávez llama a edificar una V Internacional) N°56-57; diciembre de 2009 - enero de 2010

354

2010 América Latina no gira a derecha 363 (Aun sin expresión política, el curso de las sociedades indica lo contrario) N°58; febrero de 2010 Dudas y certezas después de ocho años de gobierno Lula (Informe especial, desde el IV° Congreso del PT) N°59; marzo de 2010

14

367


Bicentenario en Revolución 373 (Estados Unidos en lugar de España, con igual fiereza e idéntico destino) N°60; abril de 2010 Dilemas de Unasur 378 (Desarrollo estratégico del Alba, recuperación circunstancial de Washington) N°61; mayo de 2010 Recaída capitalista (Colapso en Grecia y onda expansiva en las metrópolis) N°62; junio de 2010

383

G-20, ajuste, guerra y manipulación (Métodos y decisiones en la cumbre de Toronto) N°63; julio de 2010

389

En el umbral 391 (Obama y Uribe llevan al límite el riesgo de guerra en la región) N°64; agosto de 2010 Realineamientos (Estados Unidos anuncia el retiro de Irak) N°65; septiembre de 2010

394

Dilemas de una revolución pacífica (Parlamento y transición al socialismo) N°66; octubre de 2010

398

Cierra un capítulo en Argentina (La muerte de Néstor Kirchner) N°67; noviembre de 2010

403

Geoestrategia y revolución 405 (Crónica y balance de una gira por siete países y tres continentes) N°67; noviembre de 2010 El ocaso de Estados Unidos (Traducción política de la crisis capitalista) N°68-69; diciembre de 2010 - enero de 2011

410

15


Qué depara 2011 (Más crisis en Europa y Estados Unidos, grandes debates) N°68-69; diciembre de 2010 - enero de 2011

415

2011 Crisis, ideas y confusiones (España en la pendiente. Apuesta a los "emergentes") N°70; febrero de 2011 Washington apronta una operación militar regional con eje en Libia (Insurrección en el mundo árabe, respuesta imperialista) N°71; marzo de 2011

421

423

La verdad como ariete 425 (Ministros venezolanos rinden cuenta ante la Asamblea Nacional) N°71; abril de 2011 Dos horizontes (Obama en Brasil, Chávez en Buenos Aires) N°72; abril de 2011

431

Cuba y la teoría del valor (Cambios aprobados por el 6° Congreso del PCC) N°73; mayo de 2011

433

Nuevo capítulo en la lucha por la soberanía y el socialismo (Intentos por sabotear la cumbre de la Celac) N°74; junio de 2011

435

Aquí no se rinde nadie (Chávez anuncia que tiene cáncer) N°75; julio de 2011

438

Marxismo e idealismo en el combate contemporáneo (Polémica en torno a la deportación de un cuadro de las Farc) N°75; julio de 2011

442

Replanteo 450 (Signos de un cambio de calidad en el conjunto latinoamericano) N°76; agosto de 2011 16


Más grave que en 2008 (Reaparece, agudizada, la crisis supuestamente conjurada) N°77; septiembre de 2011

452

Un gigante en la tormenta (Brasil y los dilemas frente a la crisis mundial) N°78; octubre de 2011

457

Iniciativa (La guerra como eje para retomar el control) N°79; noviembre de 2011

466

América Latina y las relaciones de fuerza internacionales (En medio de la crisis, América Latina alumbra la Celac) N°80-81; diciembre de 2011 - enero de 2012

468

2012 Temor justificado 473 (Washington frente a la gira de Ahmadinejad por países del Alba) N° 82; febrero de 2012 Sucre y Malvinas 476 (Asunción de moneda única y soberanía común como única salida) N° 83; marzo de 2012

17


Índice temático Alba Un volcán político sacude el mapa suramericano N°14; mayo de 2006

120

Reivindicación de la Política N°14; mayo de 2006

125

Recado a Europa N°15; junio de 2006

133

El Sur gana otra partida N°15; junio de 2006

127

Dos caminos frente a la quiebra mundial del capitalismo N°44-45; diciembre de 2008 - enero de 2009

281

El gran duelo N°48; abril de 2009

307

La otra prensa N°48; abril de 2009

315

La nueva voz del socialismo N°49; mayo de 2009

319

Nuevos parámetros en América Latina N°51; julio de 2009

331

El Alba asume una respuesta histórica a la crisis mundial N°55; noviembre de 2009

348

Nuevo capítulo en la lucha por la soberanía y el socialismo N°74; junio de 2011

435

América Latina Lula, Fidel y Chávez N°2; julio de 2003

18

41


Diplomacia de la incoherencia N°5; junio de 2004

60

Desplazamientos del poder mundial N°6; septiembre de 2004

68

Nuevo mapa continental N°8; noviembre de 2004

73

Ayacucho siglo XXI N°8; noviembre de 2004

77

Tropiezos de la unión suramericana N°9; enero de 2005

83

Bush vuelve a la carga N°9; enero de 2005

86

Momento de definiciones sin retorno N°10; mayo de 2005

92

Formatear el Mercosur N°16; julio de 2006

135

Dilemas estratégicos del Mercosur N°17; agosto de 2006

142

Opciones N°20; noviembre de 2006

155

Partidos, a la retaguardia N°23; febrero de 2007

167

Contrapunto N°24; marzo de 2007

177

Paréntesis N°29; agosto de 2007

201

La guerra o la paz N°31; octubre de 2007

206

19


Luces y sombras en América Latina N°33-34; diciembre de 2007 - enero de 2008

219

Otra vez guerra o paz N°36; marzo de 2008

243

Escalada yanqui, respuesta suramericana N°39; junio de 2008

256

El giro es hacia la izquierda N°53; septiembre de 2009

337

América Latina no gira a derecha N°58; febrero de 2010

363

Dilemas de Unasur N°61; mayo de 2010

378

Replanteo N°76; agosto de 2011

450

América Latina y las relaciones de fuerza internacionales N°80-81; diciembre de 2011 - enero de 2012

468

Sucre y Malvina N° 83; marzo de 2012

476

Crisis capitalista Causas de la invasión a Irak N°1; abril de 2003

39

El lugar de la crisis N°3; septiembre de 2003

43

El Sur busca respuestas propias frente a la crisis mundial N°4; abril de 2004

49

Estados Unidos en la pendiente N°7; octubre de 2004

71

Acorralado, Bush embiste en el Cono Sur N°11; septiembre de 2005 20

102


Washington trastabilla N°12; enero de 2006

116

El silencio no será inocente N°13; abril de 2006

118

Dos derrotas trascendentales para Estados Unidos N°37; abril de 2008

247

Civilización N°40; julio de 2008

263

Definición N°46; febrero de 2009

291

Panorama en las vísperas N°47; marzo de 2009

302

Estados Unidos devela su estrategia N°52; agosto de 2009

333

Comienza a delinearse un mundo pluripolar N°54; octubre de 2009

342

Recaída capitalista N°62; junio de 2010

383

G-20, ajuste, guerra y manipulación N°63; julio de 2010

389

En el umbral N°64; agosto de 2010

391

El ocaso de Estados Unidos N°68-69; diciembre de 2010 - enero de 2011

410

Qué depara 2011 N°68-69; diciembre de 2010 - enero de 2011

415

Crisis, ideas y confusiones N°70; febrero de 2011

421

21


Washington apronta una operación militar regional con eje en Libia N°71; marzo de 2011

423

Dos horizontes N°72; abril de 2011

431

Más grave que en 2008 N°77; septiembre de 2011

452

Internacional Recado a Europa N°15; junio de 2006

133

Mundial N°16; julio de 2006

139

El Sur frente al sionismo y el belicismo imperialista N°18; septiembre de 2006

147

Amenaza N°32; noviembre de 2007

216

Guerra en el Cáucaso N°41; septiembre de 2008

266

Bicentenario en Revolución N°60; abril de 2010

373

Realineamientos N°65; septiembre de 2010

394

Iniciativa N°79; noviembre de 2011

466

Temor justificado Publicado en la edición N° 82, febrero de 2012

473

Debates, teoría y política Qué es el socialismo del siglo XXI N°24; marzo de 2007

22

169


Democracia y Revolución N°26; mayo de 2007

184

Respuestas del Sur frente a la crisis económica mundial N°42-43; octubre - noviembre de 2008

268

Hora de definiciones N°56-57; diciembre de 2009 - enero de 2010

354

Geoestrategia y revolución N°67; noviembre de 2010

405

Marxismo e idealismo en el combate contemporáneo N°75; julio de 2011

442

Argentina ESMA y deuda externa N°4; abril de 2004

57

Desestabilización en marcha N°5; junio de 2004

59

Kirchner en pos de un plebiscito N°11; septiembre de 2005

98

Desaparecido N°21-22; diciembre de 2006 - enero de 2007 Qué elige Argentina N°28; julio de 2007

199

Dudas sobre el rumbo argentino N°47; marzo de 2009

297

Adónde va Argentina N°50; junio de 2009

324

Severa derrota oficialista N°51; julio de 2009

328

Cierra un capítulo en Argentina N°67; noviembre de 2010

403

23


Bolivia Victoria estratégica para toda América Latina N°12; enero de 2006 En Bolivia se juega el futuro N°38; mayo de 2008 Brasil La parábola del PT N°11; septiembre de 2005

107 254

94

Dudas y certezas después de ocho años de gobierno Lula N°59; marzo de 2010

367

Un gigante en la tormenta N°78; octubre de 2011

457

Cuba Confusiones N°19; octubre de 2006

153

Cuba y el futuro de la humanidad N°46; febrero de 2009

289

Cuba y la teoría del valor N°73; mayo de 2011

433

Venezuela El coraje de decir NO N°6; septiembre de 2004 Al socialismo siglo XXI N°10; mayo de 2005

62 88

El tercer golpe N°18; septiembre de 2006

151

Claves de la Revolución en Venezuela N°21-22; diciembre de 2006 - enero de 2007

157

Tomar partido N°25; abril de 2007

179

24


Conspiración N°26; mayo de 2007

196

La proclama de Chávez N°30; septiembre de 2007

203

Salto al futuro N°32; noviembre de 2007

211

Un paso atrás N°33-34; diciembre de 2007 – enero de 2008

226

Retroceder, detenerse o avanzar en pos del socialismo N°35; febrero de 2008

233

Para la transición al socialismo, un Partido de transición N°36; marzo de 2008

239

Nace un Partido democrático, antimperialista y anticapitalista N°37; abril de 2008

245

Un país resuelto a marchar al socialismo 293 (Decimocuarta victoria electoral de la Revolución Bolivariana en 10 años) N°47; marzo de 2009 Dilemas de una revolución pacífica N°66; octubre de 2010

398

La verdad como ariete N°71; abril de 2011

425

Aquí no se rinde nadie N°75; julio de 2011

438

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Introducción «Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra» José Martí «El análisis es siempre aparentemente frío aun cuando la persona que a él se entrega lo haga bajo impulso de la emoción» Thomas Mann Dr. Faustus

Nueve años en la trinchera de ideas. En su mayor parte las páginas que siguen fueron escritas sobre el terreno y al calor de los acontecimientos. Constituyen, ante todo, un testimonio de la marcha política regional y mundial en la última década. Compilan textualmente, sin cambios, artículos de mi autoría publicados en América XXI desde su primera edición, el 3 de abril de 2003. Afirman en la práctica un concepto acerca del periodismo. Recorren la distancia entre la invisibilidad y la explosión devastadora de la crisis estructural del sistema capitalista mundial. Y concluyen con un alerta que irá desplegándose en futuras ediciones, ya por fuera de esta recopilación: «El capitalismo central ha emprendido una estrategia de saneamiento estructural a largo plazo. Así como abroquelan un frente único ante un caso aparentemente secundario como Malvinas, adoptan la misma conducta para implementar políticas brutales por su contenido económico-social. La ominosa ausencia de la clase trabajadora y las juventudes con un plan de revolución ante el colapso económico, habilita a la Unión Europea y a Estados Unidos para intentar la desesperada empresa de atacar las causas de fondo que hacen temblar al sistema capitalista» (pág. 476). Saneamiento implica destrucción de valor; violencia y degradación en todos los órdenes; marcha tendencial hacia la guerra, que la humanidad sabrá o no detener. *** En mayo de 2001, umbral de grandes conmociones sociales en Argentina, apareció el primer volumen de Periodismo y militancia. El subtítulo adelantaba una conclusión: 1994-2001: crónica y análisis de 27


siete años de oscuridad. En la certeza del cataclismo en gestación, la recopilación de textos diversos publicados en un mismo periódico alternativo, El Espejo, era un llamado a la reflexión y la acción. Invitaba a asumir la noción de revolución, la necesidad de una organización de masas, la amplitud ideológica, contrapuesta sin embargo a cualquier forma de ambigüedad o camuflaje horizontal. Proponía un periódico como vehículo para la recomposición insoslayable de conceptos y métodos. Un periodismo profesional, en un medio sin otra sujeción que la plataforma democráticamente definida por sus participantes, con afirmación práctica en torno a un plan político. Un Plan de operaciones, habría dicho Mariano Moreno. Otro fue el criterio tres años después, en septiembre de 2004, para dar a conocer el segundo volumen. Desde el título se anunciaba un clima diferente, además de un concepto inverso para componerlo: Revolución en Venezuela. Aquellas páginas reunieron exclusivamente artículos referidos al nacimiento y desarrollo de la Revolución Bolivariana, publicados en diferentes medios. Este tercer libro tiene en común con el primero el hecho de recoger textos publicados sólo en una revista: esta vez, América XXI. Con el segundo comparte el hecho de que ya el eje no está en la oscuridad, sino en los relámpagos que revoluciones e intentos revolucionarios hacen estallar en todo el orbe. Vale subrayar estos antecedentes y criterios para tomar distancia de súbitos -en más de un caso sospechosos- efluvios reclamados ahora como «periodismo militante». También para situar correctamente un deseable debate sobre la procedencia o no de aunar aquel substantivo con tal participio activo. *** Ése no es un punto en discusión para la revista de la cual se extraen los textos que siguen. Decía la presentación de la primera edición de América XXI: «Una cordillera más elevada que los Andes emerge en el hemisferio Sur de América. Era invisible hasta hace poco y aun ahora, cuando ya son excepción quienes ignoran su existencia, se la percibe oscura, difusa. En dos palabras, el propósito de estas páginas es recorrer, descubrir, echar luz, estudiar, debatir, difundir este fenómeno nuevo que, sea cual sea su devenir, cambiará por completo la geografía social y política de América Latina y el Caribe. 28


Hay más de una forma de periodismo válido. La nuestra pretende dar continuidad a la estirpe de aquel surgido en los años de las guerras de Independencia, que no sólo se contrapone al comercio de la palabra, sino que toma distancia de la supuesta imparcialidad del periodista. América XXI toma partido. No lo oculta ni lo disimula, aunque por cierto no comete la pueril conducta de ostentar lo obvio. «El tigre no proclama su tigritud; simplemente salta», dice un impar poeta africano. Los Andes del tercer milenio parten en dos la vida cotidiana de más de cuatrocientos millones de seres humanos. Estas páginas están del lado de las víctimas de 500 años de saqueo, hoy otra vez en marcha por su emancipación». Era abril de 2003. *** Hay más de una manera de leer los textos que siguen. Están ordenados con criterio cronológico y ésa es una forma útil para quien se deje ganar por la idea de revivir una década de grandes acontecimientos. Estos fueron observados y expuestos, naturalmente, desde la perspectiva del autor, pero con toda la información necesaria para que, sea experimentado o principiante quien recorra estas páginas, pueda formarse un juicio propio con base en los hechos. Otro modo, útil a fines más acotados, es seguir la línea temática organizada por países, regiones y bloques, de acuerdo con el índice ordenado según ese criterio.

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Prólogo

Periodismo y militancia Reproducción del texto publicado en Periodismo y militancia I y II

Como ocurre con cualquier otro fenómeno social, el periodismo no es una función idéntica a sí misma a través del tiempo y las circunstancias. No hay un periodismo abstracto y en consecuencia no hay un periodista ajeno al momento histórico y la realidad en que se desempeña. A comienzos del siglo XXI la singularidad de la profesión -y de quien la ejerce- se distingue menos por la transformación espectacular de las comunicaciones que por el desarrollo alcanzado por el sistema socioeconómico que rige el planeta: en un punto de altísima concentración de la riqueza y crisis estructural del capitalismo la función del periodismo no podría estar desconectada de las exigencias que esta conjunción plantea. Y es a partir de esta función que están determinados el lugar y el papel del periodista. Cuando trabaja como asalariado de un medio de comunicación comercial, desde un punto de vista socioeconómico inmediato el periodista no se diferencia de un obrero metalúrgico empleado en una acería: vende su fuerza de trabajo y produce a la vez una mercancía y un valor excedente del cual se apropia su empleador. Que ante los demás -y sobre todo ante sí mismo- el periodista aparezca en una categoría incomparable con la de un obrero no cambia en absoluto el lugar objetivo que ocupa en la sociedad. Hay, claro, diferencias por demás obvias. Pero éstas no necesariamente cuentan a su favor: en última instancia aquello que no se manifestará rebajándolo para la consideración de su medio, lo hará estrechando sus movimientos, obnubilando su mirada, agigantando su enajenación, reduciendo su condición humana. Y el torpor que en el cuerpo y la inteligencia producen los trabajos físicamente brutales, los ritmos de producción agobiantes, la paga miserable, no es necesariamente mayor que el producido en el físico y el intelecto de aquellos que pueden acaso gozar de un nivel social diferenciado, reconocimiento público y alto nivel de vida por su labor como periodistas. Pero la comparación del periodista con un obrero de, por caso, la construcción, no se agota en esta identidad esencial. Una diferencia igualmente significativa hace del periodista un trabajador singular, por completo diferente de cualquier otro si se lo considera desde el punto de vista del papel social que desempeña. Esa diferencia reside en la 30


materia prima con la cual trabaja y produce las mercancías con las cuales su empleador lucrará: la palabra. «Adónde van las palabras... si acaso se van» pregunta una muy bella canción de Silvio Rodríguez. Es menos poético e igualmente necesario aseverar que las palabras tienen, siempre, un destino. Parte al fin del mundo físico, rige también para ellas la primera ley de la termodinámica según la cual nada se pierde, todo se transforma. Y el punto está precisamente en aquello en que se transforma la palabra. Porque aquel producto lanzado a la circulación por el periodista (y hasta cierto punto esto vale también para un artista) produce a su vez opinión, nociones, valores o, para decirlo con una palabra equívoca, ideología. No importa en qué área se desempeñe, con su trabajo el periodista reproduce -la más de las veces sin siquiera imaginarlo- un cuerpo de nociones y valores sin los cuales una sociedad no se sostiene. De manera que el periodista genera una doble plusvalía: la mensurable en dinero, como cualquier otro trabajador productivo, y la que plasma en forma de opinión pública, ideología o, si se quiere, cultura. Esta dualidad hace del periodista un ciudadano de dos mundos. Dos mundos contrapuestos que desde el exterior introducen su contradicción en el sujeto y lo desgarran. Toda mercancía, transformada en fetiche, se vuelve contra quien la produce mediante la venta de su fuerza de trabajo. Pero ninguna lo hace de la manera y en la magnitud con que opera la reducción de la palabra a objeto de lucro. ¿Cómo resolver este choque en momentos en que la centralización de capitales en todo el mundo, en todos los planos, se expresa en la prensa con la posesión de la totalidad de los medios de difusión a escala masiva por parte de un puñado de grupos económicos? ¿Cómo resuelve un trabajador de prensa la necesidad de obtener un salario, realizarse profesionalmente, sin sumergirse y ahogarse en la triple trampa del periodismo comercial (el individualismo, el espejismo del éxito, la creación o sostenimiento de un mundo conceptual falso y opuesto a las necesidades humanas de quien obra como engranaje en el mecanismo)? ¿Qué puede hacer un periodista para evitar alimentar cada día, durante todo el día, al monstruo que lo aplasta? No hay respuestas fáciles para grandes dilemas. Tampoco existen fórmulas universalmente válidas. Hay sí, en cambio, criterios para cavar una trinchera, defenderla y defenderse. Ante todo, tomar conciencia del papel social del periodismo y, en consecuencia, del periodista. Asumir que la palabra es más poderosa que un arma de fuego (y que si se condena a un torturador, a un asesino, 31


no hay razón para absolver al periodista que calló el crimen, o al que esgrime su arma sin saber manejarla). Llevar hasta la última instancia estas certezas y entender que tras la palabra debe haber responsabilidad y que ésta presupone conocimiento. Que es inaceptable hablar o escribir sin conocer la realidad, la cual será inaprensible si no se la penetra mediante las herramientas provistas por las ciencias. Ciencia y verdad son dos maneras de decir lo mismo. Aunque toda verdad estará condicionada por el momento histórico en el que se la formule, el rigor metódico y la ausencia de prejuicio, la mirada límpida, son requisitos ineludibles para contribuir al curso positivo de la especie humana y, más específicamente, al bienestar y la armonía de la sociedad donde se vive: no hay modo de diferenciar un periodista de un estafador si aquél no está teóricamente preparado para su función. La ignorancia no puede ser un atenuante a la hora de hablarle al ciudadano: tergiversar la realidad por voluntad o desconocimiento es, en último análisis, lo mismo. Que los medios estén plagados de ignorancia y medianía y que a menudo la condición para el éxito sea la suma de superficialidad, incuria, chabacanería y falta de escrúpulos, es una necesidad con fuerza de ley histórica en la época de crisis mundial del sistema capitalista. Pero no es una ley que deba cumplir un trabajador consciente. La ley de hierro exige también vender la fuerza de trabajo para sobrevivir. Vivir, sin embargo, requiere mucho más. Requiere violar ambas leyes: negarse a la sumisión, a la complicidad de la ignorancia (enfrentar a un jefe de redacción con argumentos sólidos no necesariamente culmina en el despido, aunque el riesgo estará siempre presente); y buscar otros medios para decir la verdad sin cortapisas ni camuflajes, con el nivel conceptual y el estilo que ella demanda.

Prensa alternativa ¿Por qué el periodista de hoy debería ser un individuo pasteurizado o un mercenario? Para preservar el empleo, se dirá ¿Es que para estar en la categoría de periodista en nuestro tiempo habrá que ser un héroe o un revolucionario dispuesto a los mayores sacrificios? De ningún modo. Es verdad que, a medida que una crisis muy severa ataca todos los ángulos de la vida social, es más y más difícil ser una persona digna. Pero se trata sólo de eso: mantener la dignidad, la integridad individual frente a la exigencia de sumisión, acriticismo, chabacanería y falsedad de las grandes empresas periodísticas. La condición es mínima, aunque el costo varíe. Nada más lejos de la voluntad de quien esto escribe que desestimar 32


la condición de revolucionario. Esa fue la categoría de Espartaco, Robespierre, Marie Gouges, Bolívar, Juana Azurduy, San Martín... nombres que encarnan el avance de la especie humana hacia aquellos objetivos todavía incumplidos de Libertad, Igualdad, Fraternidad. Bajo el capitalismo, los símbolos de la emancipación son, entre tantos otros, Marx, Rosa, Lenin, el Che. Pero no es preciso referirse a ninguno de ellos para convocar a las filas de jóvenes periodistas (¡tan nutridas hoy!) a negarse de plano a la sumisión, la complicidad o la mentira esquinada del «periodismo de investigación» entendido como denuncia machacona, desde ningún lugar y sin propuesta alguna. No: ni ayer ni hoy, aunque los tiempos lo cambian todo, puede existir un periodismo sin militancia. Quien no lo asume explícitamente, lo hace por omisión. La diferencia en esta etapa histórica, sin embargo, estriba en la magnitud y el carácter de la militancia que ejecuta quien no asume la defensa explícita de los grandes objetivos desde siempre buscados por la humanidad. Hoy los imperios y sus virreyes han tomado el control de toda la prensa con alcance de masas. La diferencia en el ejercicio de la profesión respecto de su práctica hace 50, 100, 150 ó 200 años, consiste sólo en el estrechamiento del margen para tener y expresar opiniones, mantener la individualidad, la dignidad y los atributos elementales de un ser humano pleno. Hoy es más denigrante que nunca asumir la militancia que proponen los grandes medios de prensa comercial, sin excepción controlados total o parcialmente por capitales imperialistas y aunados contra los intereses de la población, en beneficio de ínfimas, infames minorías. Además de estudiar y erguirse sobre la inconmovible fortaleza que da el trabajo por conocer, cada trabajador o trabajadora de prensa está ante la exigencia objetiva, si quiere ser persona, de asumir la defensa íntegra de sus ideas. Del modo y por la vía que sea. Es probable que no pueda hacerlo en su trabajo remunerado (aunque no hay que minimizar el papel de quienes sin ostentaciones minan desde dentro el edificio de la mentira: son innumerables los y las periodistas que resisten simplemente haciendo su trabajo a conciencia y con rigor). De hecho, ese espacio se angosta cada día, al compás de un sistema que requiere más y más esclavos, ignorantes y alienados para sobrevivir. Pero ha de hallarse el modo. Contra toda opinión, es posible crear y sostener una prensa alternativa. Es posible contribuir a la educación de nuevas generaciones de periodistas en la práctica de un periodismo de resistencia. No hay razón alguna excepto la molicie, o la cobardía- para dejar de utilizar las fantásticas 33


conquistas de la ciencia y la técnica aplicadas a la prensa en la edificación de un mutimedios alternativo. En Venezuela esta afirmación tiene otro contexto al del resto de América Latina y el mundo. Pero aun así, incluso con los cambios cualitativos en la posibilidad de expresión democrática que implican la red de medios oficiales en este período, siguen y seguirán siendo necesarios los órganos de prensa alternativa en papel, en radio, en periódicos murales, en televisión, en páginas de internet y correo electrónico. La Revolución Bolivariana, descubierta, entendida y difundida fronteras afuera exclusivamente por la prensa alternativa, se ha transformado sobre todo después del 14 de abril de 2002 en una potente fuerza impulsora también en el plano de medios de comunicación no comerciales, ese otro periodismo, encarnado en mujeres y hombres que han asumido la transformación profunda de la sociedad. Dicho de otro modo: un periodismo militante -como cualquier otro- pero diferenciado en que se ubica al margen y en contra del lucro, al lado y a favor de la libertad, la igualdad y la fraternidad, en el ocaso brutal de una época.

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Reconocimientos Muchas personas participaron en el proceso que, tras difíciles opciones, culmina con esta edición. Debo agradecer en primer lugar a incontables participantes en el singular esfuerzo de producir una revista con ambición de excelencia, ningún recurso durante los primeros tres años de existencia y muchas penurias en los seis posteriores. A la fecha en que estas páginas van a imprenta, América XXI se imprime en cuatro capitales y su tirada mensual de 37 mil ejemplares se distribuye en siete países. Hay planes más ambiciosos. Este volumen pretende ser reivindicación y reconocimiento a esa generosa entrega colectiva, contribución militante a la Revolución Bolivariana de Venezuela y su proyección hemisférica. Vale subrayar que esa entrega en modo alguno se limita a quienes escriben. Un medio vive cuando llega a quienes está destinado. Son decenas y decenas de personas en cada país que contribuyen a sostener una distribución que invariablemente choca con intereses de diferente naturaleza empeñados en limitarla. Para ese ejército invisible, mi reconocimiento especial. Ya en el trabajo de selección para componer el libro fueron Inés Hayes y Carolina Ocampos quienes dieron los primeros pasos. Pilar Gutiérrez trabajó con empeño y eficiencia para recuperar el material. Maryena Presa Velázquez, comprometida desde Caracas en todos los pasos de la revista, aportó tiempo y esfuerzo también en esta empresa. Ana María Pizarro Ruiz tuvo la carga de traducir en diseño la idea del título. En esto, como en otros aspectos, el criterio de Américo Bilbao, mi hijo, fue decisivo a la hora de resolver incógnitas y hallar soluciones. Estoy en deuda también con Adrián Fernández e Ignacio Díaz, quienes en los dos últimos años trabajan parejo para que el primer jueves de cada mes América XXI salga a rendir el difícil examen de hacer un periodismo diferente. Cristina Camusso revisó originales que, en su mayoría, había leído y evaluado en el momento de su impresión original. No es mero ritual advertir que las opiniones aquí emitidas son de mi exclusiva responsabilidad y no involucran a otra persona que el autor. 35



Luis Bilbao

2003 Causas de la invasi贸n a Irak Lula, Fidel y Ch谩vez El lugar de la crisis

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2003, en la trinchera de ideas

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Luis Bilbao

Causas de la invasión a Irak Publicado en la edición N° 1; abril de 2003

En Irak caen las bombas sobre ciudades, poblados y sembradíos, mientras tropas terrestres con equipamiento propio de una novela de ciencia ficción inician la verdadera guerra y avanzan hacia Bagdad a un costo de miles, decenas de miles, de vidas humanas y daños al ecosistema de incalculable proyección: Washington vuelve a emplear, esta vez a escala masiva, uranio empobrecido en sus armas. En Ginebra, el gobierno de Estados Unidos Unidos acusa al de Cuba de violar los derechos humanos en la isla. La acusación no incluye condena por el campo de concentración en Guantánamo, territorio cubano ocupado desde hace un siglo, donde el presidente George W. Bush envió los prisioneros resultantes de su reciente invasión a Afganistán. Hay mucho más de lo puede verse a primera vista en este aparente absurdo. La tentación es atribuirlo a las características intelectuales y morales del presidente estadounidense, quien lee un discurso diario anunciando a los iraquíes que el momento de la libertad, la democracia y el bienestar se aproxima al compás de sus tropas. Por facilismo, interés y necesidad combinados, la prensa en general apela a ese recurso. Pero el hecho de que Estados Unidos no pueda sostener razonablemente la idea de libertad, democracia y mejoramiento económico no tiene punto de contacto alguno con el Sr. Bush y su familia, incluidas sus propiedades petrolíferas. Para decirlo de otro modo: Estados Unidos ha perdido la bandera de la democracia, la libertad, el desarrollo. La misma engañosa bandera con la que pudo conquistar una hegemonía ideológica planetaria tan rotunda como fugaz, a fines de los años 1980. Mucho trabajo será necesario para desmenuzar y proyectar esta ruptura histórica de alcance estratégico. Irak, el espanto de la destrucción sanguinaria, es hoy el espejo de esta fractura. Aunque bien valdría recordar que la reaparición sin máscaras de Estados Unidos como avanzada de la fuerzas más retrógradas quedó a las claras el 11 de abril de 2002, cuando Washington reconoció al aspirante a dictador en Venezuela y quedó a la luz el papel del Departamento de Estado estadounidense en el diseño, preparación y realización del golpe. En aquel momento Washington sufrió una derrota estratégica sin la cual no se entiende cabalmente su situación actual. El hecho es que tras esta conducta antidemocrática y belicista no se halla la voluntad de uno o un puñado de individuos, sino el imperativo 39


2003, en la trinchera de ideas

inapelable de una necesidad económica. La brutalidad desmesurada de los gobernantes estadounidenses no se explica por sus rasgos individuales, sino a la inversa: el Sr. Bush o su asesora Condoleeza Rice se explican por la necesidad de recurrir a la violencia extrema como ultima ratio. En otras palabras: es la crisis la que produce un Bush, y no un Bush quien produce la crisis.

Consecuencias ¿Pero en qué consiste la crisis? Tras la complejidad del entramado económico mundial, la respuesta es sencilla: el mecanismo productivo -el sistema capitalista- produce más de lo que puede vender. Hay de todo (no importa si se habla de heladeras, aviones o bicicletas), en cantidades superiores a lo que es posible colocar en el mercado. Y como en este mecanismo el motor es el lucro, el problema es grave: para vender hay que bajar el precio, con lo cual cae la tasa de ganancia, razón de ser de todo el conjunto. El otro efecto, inseparable, es la agudización de la competencia entre los productores para conquistar mercados. Reténgase por un instante esta afirmación, constatable a simple vista: el problema del mundo es que hay muchos bienes disponibles... y quienes los necesitan no los pueden comprar. Y a cada instante hay más productos o capacidad para crearlos, y menos personas en condiciones de adquirirlos. La irracionalidad, el absurdo inabarcable del hecho de que haya excedentes inutilizables de trigo o computadoras cuando el hambre y el analfabetismo crecen en flecha en todo el mundo, aparece bajo la forma de argumentación irracional y cinismo desmesurado en los gobernantes. Ahora bien, desde el punto de vista de los grandes productores de mercancías bajo estas reglas (Estados Unidos, la Unión Europea y Japón) la resolución del problema requiere bajar los costos (básicamente el precio de la mano de obra, de las materias primas y el transporte) y desplazar a los competidores de los mercados. He allí las causas de la invasión a Irak, que en realidad es el intento de ocupar la totalidad de la región arábigo-persa. Allí están las causas de la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Europea, lo cual plantea riesgos de extensión incontenible de las operaciones bélicas hacia los cuatro puntos cardinales. La confrontación no es de Bush con Saddam Hussein, sino de Estados Unidos con la Unión Europea. Y el choque, imprevisto para el común de los analistas, produjo una fragmentación múltiple: la Unión Europea está a su vez dividida y la fractura se ahonda incluso en la cúspide de las clases dominantes 40


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estadounidenses. Una institución clave desde 1945, las Naciones Unidas, ha estallado. Como contrapartida, una fuerza social multitudinaria sin precedentes se ha levantado contra la guerra en todo el mundo. Jamás se ha visto una oposición a la política estadounidense de tal magnitud y extensión. Esa fuerza poderosísima es un actor nuevo y potencialmente decisivo para el curso de esta tragedia. Entender y explicar las causas que la producen es el punto de partida para que esa voluntad de cientos de millones no sea manipulada. Asumir que las banderas de la democracia, la paz, la superación de la miseria que azota al planeta, ya no están ni estarán nunca más en manos del imperialismo estadounidense –factor de opresión, explotación, saqueo y degradación en todos los órdenesinvita a sacar conclusiones cargadas de optimismo y responsabilidad.

Lula, FFidel idel y Chávez Publicado en la edición N° 2; julio de 2003

Buenos Aires fue durante dos días de vértigo espejo reductor de la nueva realidad latinoamericana. El 25 de mayo, aniversario de la Revolución de 1810, el Palacio del Congreso donde Néstor Kirchner debía jurar su cargo como presidente crujió hasta los cimientos cuando ingresaron Luiz Inácio da Silva, Hugo Chávez y Fidel Castro. Ocurrió literalmente: tal fue el estrépito de aplausos y vítores en el que se aunaron visitantes apretujados en los palcos y legisladores de todas las bancadas. Pero también en un sentido figurado: ¿qué se estaba saludando con tamaño énfasis en el mismo ámbito donde se sancionó paso a paso el camino por el cual Argentina cayó al abismo? Es por demás fácil la argumentación que atribuye tal euforia a la frivolidad. Así como la hipocresía es el tributo que el vicio paga a la virtud, la inconsecuencia, la pusilanimidad, la falta de luces y coraje, se inclinan cuando resulta vencedor aquello a lo que se ha renunciado o incluso combatido. Ocurre sobre todo en días de fiesta. Pero ocurre. Y en este caso tiene una significación trascendental: es tal la fuerza subterránea encarnada en los presidentes de Brasil, Cuba y Venezuela, tan evidente y poderoso el vuelco de la masa social hacia esas figuras representativas de lo otro, lo alternativo a la realidad circundante, que se produce un fenómeno de atracción difícil de vencer. Sin contar que, incluso por mero reflejo de 41


2003, en la trinchera de ideas

supervivencia electoral, los parlamentarios argentinos debían celebrar con euforia estas presencias. En otras palabras: se ovacionó a los vencedores. Hay que sacar todas las consecuencias de este hecho. Y así lo hizo el Departamento de Estado estadounidense, cuyo representante sencillamente no existió en esta ceremonia. El contraste no podría ser más elocuente. Sobre todo si se tiene en cuenta que Washington envió un desconocido precisamente para que pasara inadvertido, por temor a la reacción que generaría cualquier representante reconocible de Estados Unidos. Es el vuelco durante los cuatro últimos años en las relaciones de fuerza en América Latina lo que plasma en este episodio; el hecho –repetido en estas páginas- de que Washington ha perdido la iniciativa política. No es por acaso que el Secretario de Estado Colin Powell viajara a Santiago de Chile dos semanas después para exponer, ante la plenaria de la Organización de Estados Americanos (OEA), el objetivo central visible de su gobierno en relación con América Latina: «acelerar la inevitable transición democrática en Cuba». Esto significa, claro, derrocar a Fidel Castro. Para lo cual hace falta invadir la isla. Obediente, el diario La Nación de Argentina publicó en primera plana al día siguiente el resumen político de la voluntad de Powell, en un artículo referido a la reunión de la OEA y la coyuntura latinoamericana, titulado «Estabilidad en riesgo». Se trata del mismo diario que, al resultar presidente Néstor Kirchner tras la renuncia de su contendor a la segunda ronda electoral, publicó también en primera plana un pliego de condiciones –todas al gusto de Washington- y la insólita amenaza de que el nuevo mandatario sería «presidente por un año». En Argentina –como ya se ha visto en Venezuela- ante la demolición de los partidos responsables del desastre nacional y la imposibilidad de apoyarse en las fuerzas armadas, son los medios de prensa quienes asumen la tarea golpista.

¿Qué estabilidad está en riesgo? Dice bien La Nación, aunque peca por omisión y timidez. La estabilidad que le preocupa es la del orden que usufructúa, la de una oligarquía depredadora asociada con amos inapelables. En rigor, el colapso de lo que se ha dado en llamar «neoliberalismo» la ha sepultado. Y ahora hasta socios de alto rango en aquella empresa de expoliación deben desplazarse, hacia inestables y riesgosos equilibrios, para impedir que la losa los ahogue. Pero el diario tradicional se refiere a otra cosa. 42


Luis Bilbao

Habla de la estabilidad institucional. Prolonga la voluntad de la Casa Blanca, que envía a Powell a explicitar la intención de invadir Cuba mientras en Montevideo programa una reestructuración de fuerzas militares y en Cuzco (todo ocurrió en 20 días) utiliza la reunión del Grupo Río para impulsar una operación militar conjunta para intervenir en Colombia y apuntar a Venezuela. Y advierte que todo eso no puede llevarse a cabo manteniendo, siquiera como hipócritas fachadas, mecanismos constitucionales donde haya espacio para derechos civiles y garantías democráticas. La prensa dictada desde Washington ya levanta de manera sistemática esta línea de acción. Y coincide incluso en una táctica ridícula por obvia, aunque con buenos resultados en ciertos ámbitos: separar a Lula de este bloque que ha roto definitivamente la estabilidad –el rigor mortisdel saqueo permanente. Mientras pone a sus columnistas a ensalzar a Lula por su supuesta capacidad para adecuarse a las exigencias de los centros imperiales, afila el arma con el cual, más temprano que tarde, tratará de decapitarlo: ahora resulta que en Río de Janeiro el narcotráfico es narcoguerrilla. Ya los medios tomaron la línea y difunden el original descubrimiento geopolítico: Río de Janeiro es Colombia. Y Colombia es «la guerra que viene».

El lugar de la crisis Publicado en la edición N° 3; septiembre de 2003

«No habrá retirada», declaró George W. Bush el 26 de agosto. Fue su respuesta a un informe difundido horas antes: las bajas estadounidenses en Irak desde el 1° de mayo -fecha en que Bush anunció al mundo el fin de la guerra- son superiores a las sufridas durante la invasión. Simultáneamente una encuesta realizada por el semanario Newsweek indicaba que el 70% de la población estadounidense teme que se prolongue la permanencia de los soldados en Irak, un 48% reclama el regreso inmediato y un 47% cree que deben quedarse todavía. La fractura al medio respecto de qué hacer en Irak no es sólo del conjunto social indiscriminado. Ocurre también, y principalmente, en los círculos dirigentes: «ahora que se desvanecieron las esperanzas de reclutar integrantes para las fuerzas de paz en otros países, llegó el momento de preparar la mejor estrategia de retirada posible», alertaba el 10 de agosto un análisis 43


2003, en la trinchera de ideas

publicado por el diario Los Angeles Times.Destilado -y para muchos admirable- pragmatismo imperialista: como para la tarea requerida no es posible usar carne de cañón extranjera, vayámonos ya. Con idéntica lógica, hay otra respuesta posible: el secretario de Defensa Donald Rumsfeld apronta la incorporación de 300 mil nuevos efectivos en las fuerzas armadas de su país. No es sólo para Irak. El Pentágono prevé conflictos bélicos simultáneos en diferentes puntos del planeta, según explicó The New York Times. Rumsfeld esgrime un imaginativo recurso para camuflar su operación: propone pasar las funciones administrativas y logísticas a manos privadas, para llevar esos 300 mil hombres y mujeres a tareas operativas.

Recesión, desocupación, guerra No le vendrá mal a la economía estadounidense agregar esos puestos a la demanda laboral: hoy trabajan 2 millones 100 mil personas menos que hace dos años. Pero será una gota en el mar. Sumado el crecimiento de la población, la ocupación cayó en más de 4 millones. Y la magnitud real del problema tiene otra escala: «Más de 74 millones 500 mil adultos no están trabajando (...) En otras palabras y simplemente, el panorama laboral es terrible», advierte Robert Reich, ex secretario de Trabajo de William Clinton.El diagnóstico es más alarmante si se observa la medicación utilizada durante casi tres años de recesión: estímulos monetarios y fiscales sin precedentes, cuyo reverso muestra un superávit del 1,4% del PBI en 2000 transformado en déficit del 4,6% este año y proyectado a la inasible cifra de 480 mil millones (o 495 mil, según los cálculos) de dólares para 2004 y de 3 billones 700 mil millones para la década 2004-2013 (6 billones 300 mil millones si se suman los fondos de seguridad social irresponsablemente utilizados ahora). Tamaño déficit determina una voraz demanda de capitales por parte del Tesoro estadounidense. Tarea complicada: para contrarrestar la recesión, las tasas de interés fueron rebajadas en trece oportunidades, pasando del 6,5 al 1%. Aunque lejos de ser novedoso, el fenómeno no deja de asombrar: masas siderales de dinero se transforman en mercancía excedente (como los autos o las heladeras que no hallan comprador y desatan una lucha feroz por los mercados), sin posibilidad de obtener colocación rentable. Las computadoras de Harvard, Massachusetts y Chicago, entre otras, no cesan de buscar la variable que permita romper el círculo vicioso. Mientras tanto, Bush descubre que también Irán tiene uranio enriquecido con el cual fabricar armas nucleares y, casualmente, en 44


Luis Bilbao

Gran Bretaña detienen a un ex embajador iraní acusado de volar nueve años atrás el edificio de la AMIA, una mutual judía en Buenos Aires.

¿Otra «Alianza para no Progresar»? Así como al agotamiento del keynesianismo se le opuso el «neo» liberalismo y al rápido ahogo de éste se le propone un «neo» keynesianismo, se esboza por estos días una respuesta a los efectos políticos de la crisis en América Latina mediante una reedición -«neo», por supuesto- de la Alianza para el Progreso diseñada por el Departamento de Estado en los años 1960 para contrarrestar la onda expansiva de la Revolución Cubana. Washington prepara una reunión de presidentes de toda América (excepto Cuba, claro; y habrá que ver qué decisión se toma con Venezuela), para «potenciar el espíritu de hermandad que preside la relación histórico-geográfica» entre Estados Unidos América Latina, y «superar o contrabalancear los escollos que surgen periódicamente de la imponente asimetría económico-social», según la opinión de un poético editorial del diario argentino La Nación. Esa nota fue publicada tres días antes de la llegada del presidente Hugo Chávez a Buenos Aires, en honor al sorpresivo viaje -luego demorado- del flamante subsecretario del Departamento de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Roger Noriega, quien por causas imaginables había programado su reunión con el presidente Néstor Kirchner el mismo día en que éste debía recibir a Chávez.Como sea, el caso es que Noriega esgrime una propuesta de reunión «para los próximos meses» (!), con el objetivo de tratar «la urgente cuestión de la pobreza y la exclusión, la preservación de la democracia, la integración mercantil, la erradicación de la corrupción institucionalizada, la colaboración militar, la lucha contra el narcotráfico y la defensa de los derechos esenciales». Perdido el estro poético, el editorialista desgrana crudo el programa de Washington: Alca, recomposición urgente de regímenes descompuestos, militarización, todo acompañado acaso por planes de beneficencia para contener la explosiva situación social. Y termina con una orden: «los gestos del nuevo subsecretario para América Latina deben ser bienvenidos sin reserva alguna».Hundidos en una ciénaga en Medio Oriente pero sobre todo atenazados por una crisis que les carcome las entrañas, los dueños de Estados Unidos ensayan desesperados y hasta el momento infructuosos intentos por recuperar la iniciativa perdida en Suramérica. En ese punto estamos.

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Luis Bilbao

2004 El Sur busca respuestas propias frente a la crisis mundial ESMA y deuda externa Argentina: desestabilizaci贸n en marcha Diplomacia de la incoherencia El coraje de decir NO Desplazamientos del poder mundial Estados Unidos en la pendiente Nuevo mapa continental Ayacucho siglo XXI

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2004, en la trinchera de ideas

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Luis Bilbao

Relanzamiento del Grupo de los 15 en Caracas

El Sur busca respuestas propias frente a la crisis mundial Publicado en la edición N° 4; abril de 2004

Desafío: Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner pudieron comprobar la magnitud de la responsabilidad que les cabe cuando se vieron, junto a otros 17 países del hemisferio Sur, ante la posibilidad de relanzar un bloque alternativo mundial. Vieron además con sus propios ojos la brutal respuesta estadounidense contra el presidente Hugo Chávez por impulsar esa línea de acción. El fracaso rotundo en el intento por llevar a cabo un tercer golpe de Estado mientras se realizaba la Cumbre del G-15 y el ambicioso programa acordado por éste para el próximo año, resumen rasgos nuevos de la situación internacional. Queda a la vista, igualmente, que en el concierto de países de Asia y África de enorme gravitación económica, política y militar, el papel de América Latina es clave y en ese ámbito le cabe una responsabilidad decisiva a tres países cuyo curso puede decidir el rumbo del conjunto: Brasil, Venezuela y Argentina. Un vuelco en las relaciones de fuerza internacionales tomó impulso en Caracas en los últimos días de febrero pasado, con el relanzamiento del Grupo de los 15. Cuando el embajador Rubens Ricupero, veterano director de la UNCTAD (sigla inglesa por Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo) y actuando como delegado personal del secretario general de las Naciones Unidas, terminó de leer el texto enviado por Kofi Annan a la inauguración de la XII° Cumbre del Grupo de los 15, quedaba firme la conclusión de que el mentado «mundo unipolar», si acaso alguna vez existió realmente como tal, era ya cosa del pasado. Si la consumación de un nuevo centro de poder efectivo con base en el hemisferio sur del planeta es todavía un proyecto en ciernes, impulsado enérgicamente por algunos países, desestimado por otros y combatido fieramente desde el polo opuesto, la sola realización de la reunión y el tenor de los discursos y sesiones de trabajo prueba la irremediable fragmentación del mundo económico actual y la voluntad 49


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de resistencia encarnada en países de porte mayor en todos los sentidos. Aplausos atronadores con el público de pie en el Teatro Teresa Carreño rubricaban frases de inesperado tono, dado el cargo del firmante de la carta. Con estilo sereno y sólido, sin estridencias, tan típicamente brasileño, Ricupero leyó un saludo en el que Kofi Annan señaló al presidente Hugo Chávez como digno representante contemporáneo del Libertador Simón Bolívar y vindicó a Venezuela por su actitud solidaria con Cuba en materia de abastecimiento energético. Ensimismado, al centro de una larga mesa con otros ocho presidentes y diez altos funcionarios representantes de los diecinueve países integrantes del G-15, Chávez parecía esforzarse por aprehender la magnitud del acontecimiento en curso, potencialmente trascendental sobre todo por el contexto en que ocurría: a pocas cuadras una exigua marcha opositora se disgregaba luego de que un grupo armado se adelantara para chocar con el cordón de uniformados que cerraban el paso hacia el Teatro donde se inauguraba el cónclave presidencial; a escasos kilómetros atravesando el Caribe, tropas estadounidenses desembarcaban en Haití y los gobiernos de Washington y París colaboraban para cargar por la fuerza al presidente Jean Bertrand Aristide a un avión que, contra su voluntad y en completo secreto, lo trasladaría a la República Centroafricana; Richard Clarke, ex asesor en contraterrorismo de tres presidentes estadounidenses, incluido George W. Bush, acusaba a este último de haber desoído días antes del 11 de septiembre de 2001 el aviso de que un atentado gravísimo estaba a punto ocurrir en territorio estadounidense; y como colofón, en el Partido Demócrata se imponía John Kerry y su figura subía de hora en hora en las encuestas, amenazando la continuidad de Bush en la Casa Blanca.

Opciones extremas Desde la perspectiva del Departamento de Estado estadounidense Caracas era, por esos días, el lugar menos apropiado para realizar la Cumbre de los 15. De hecho, la reunión en la que Venezuela pasaría la presidencia rotativa a Argelia, debía haberse realizado a comienzos de 2002. Los prolegómenos y el golpe de abril primero, el sabotaje petrolero y sus efectos devastadores luego, postergaron la gestión dos años. Ya era un dato elocuente que los restantes integrantes desestimaran el procedimiento de rigor en tales casos: realizar la Cumbre en otra Capital. Dado el involucramiento directo del gobierno estadounidense en los sucesivos intentos por derrocar a Chávez, ese simple gesto anunciaba 50


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una actitud predominante en los integrantes de mayor peso del grupo. Por otra parte, Washington venía de sufrir una sucesión imposible de sonoros reveses en el terreno internacional y específicamente hemisférico: el fracaso de la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Cancún, en septiembre de 2003; los resultados de la Cumbre Iberoamericana y el paralelo Encuentro Social Alternativo en noviembre en Santa Cruz de la Sierra y la imposibilidad de hacer despegar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) ese mismo mes en Miami. Como colofón, Bush sufrió un fiasco en Monterrey, en enero último, tanto más gravoso porque ocurrió en un escenario montado por propia decisión -la reunión ordinaria tendría lugar en Buenos Aires en 2005- y bajo su estricto control. La Cumbre Extraordinaria de las Américas debía sofocar la desobediencia generalizada en un ámbito hasta no hace mucho sumiso a las órdenes de Washington. Pero terminó con una polarización entre Bush y Chávez y, salvo los casos de Colombia, Chile y Uruguay, el rechazo o la toma de distancia de los restantes países. Para colmo, luego de reclamar un referendo continental para resolver si Cuba debía o no asistir a las cumbres de las Américas, en un acto de inusual determinación política Chávez voló de Monterrey a La Habana y completó a su modo la Cumbre con Fidel Castro. Todo había ocurrido en el lapso de tres meses. Con tales antecedentes una exitosa reunión de los 15 era más de lo que podía admitir la Casa Blanca. Por otra parte, en esos días el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano debía anunciar si la oposición había reunido o no las firmas suficientes para convocar a un referendo revocatorio contra Chávez. Numerosos datos, entre ellos la confesión de dos altos dirigentes de la Coordinadora Democrática, fundaban la certeza de que no habría referendo. El bloque opositor que tomó el poder por 36 horas en abril de 2002 y desde entonces no ha dejado de disgregarse y perder terreno, quedaba expuesto en su impotencia. Pero todo esto significaba el afianzamiento interno de Chávez y la convergencia de su línea de acción hacia el Sur del continente, pero también hacia países de enorme gravitación en Asia y África. Pálido, nervioso, solitario y taciturno el embajador estadounidense en Caracas, Charles Shapiro, hundido en una butaca sin siquiera ubicación destacada, era la representación cabal del aislamiento del presidente Bush en el mundo y el debilitamiento de sus bases de sustentación en Venezuela. 51


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Las apariencias, sin embargo, a menudo engañan. La oposición marchaba en esos momentos hacia el Teatro y los desplazamientos bélicos en Haití no ocurrían por acaso. Tampoco fue casual la medida tomada por Chávez el día anterior: su ministro de Defensa, el general Jorge García Carneiro, anunció por cadena de radio y televisión que para garantizar la seguridad de los altos dignatarios de los 18 países invitados y el normal desarrollo de la reunión, el gobierno había decidido montar un esquema de defensa terrestre, aérea y naval de la zona, además de ratificar que la marcha opositora no podría llegar al lugar del cónclave. La significación de estos datos, la magnitud de lo que estaba en juego, ciertamente no fue informada al mundo por los medios de difusión internacionales. Y en Venezuela, los canales comerciales estaban exclusivamente empeñados en convocar a la marcha del 27. Pero bastaba seguir las declaraciones de altos funcionarios estadounidenses desde comienzos de enero y la campaña mediática desplegada por las grandes cadenas de difusión mundial, para comprobar la escalada injerencista del gobierno estadounidense en Venezuela y la decisión de crear un clima en el cual una grave conmoción interna, sobre todo con la presencia de tantas delegaciones extranjeras de alto nivel, justificara la intervención de «fuerzas de paz» para garantizar el «orden» y la «democracia».

El tercer golpe El equipo dirigente de la Revolución Bolivariana tenía claro, desde comienzos de enero, que estaba ante un tercer intento de golpe de Estado. Y que la fecha elegida coincidiría con la reunión del Grupo de los 15. La contraescalada encabezada por Chávez, incluía su recurso mayor: la Cumbre culminaría el 28 y al día siguiente estaba convocada una concentración masiva, frontalmente anunciada como respuesta del pueblo venezolano a la injerencia estadounidense, bajo la consigna «Venezuela se respeta». Pocos, si acaso alguno, tenían conciencia de la magnitud de lo que estaba en juego en esos días. Esa incomprensión, abonada por el papel distorsivo hasta niveles repugnantes de la prensa internacional, desdibujó igualmente el saldo de la crucial jornada que va del 27 de febrero al 2 de marzo. El resumen es simple: despliegue de la Fuerza Armada Nacional a partir del 27; culminación exitosa de la cumbre el 28; al día siguiente la concentración inabarcable (6.5 kilómetros de autopista cubiertos por una muchedumbre abigarrada) y el discurso neto de Chávez; anuncio 52


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del CNE el lunes de que 800 mil firmas presentadas por la oposición debían someterse a revalidación por presentar vicios insanables; y agotamiento al día siguiente del farsesco montaje insurreccional protagonizado en los barrios elegantes de Caracas por grupos mercenarios armados y minúsculos grupos de opositores que se apartarían rápidamente al ver el curso de los acontecimientos. En suma: Estados Unidos había lanzado desde comienzos de enero una ofensiva total contra la Revolución Bolivariana, contra la consolidación de Chávez en Venezuela y la proyección hemisférica de una línea antimperialista. Y había fracasado.

El G-15, Brasil y Argentina Sería erróneo desestimar los acuerdos con los que culminó el G-15. La creación de un Banco del Sur podría significar un mazazo decisivo en el corazón desgastado y arrítmico del sistema financiero internacional; una Universidad del Sur sería la respuesta estratégica que el mundo reclama después de haber descubierto que la historia continúa y los académicos del Norte permanecen enmarañados en artificios banales a los que denominan «nuevos paradigmas»; un sistema multimediático del Sur, hecho a la altura de las necesidades y capaz de reunir los talentos desviados por la irracionalidad vendedora y falaz de los medios comerciales, sencillamente conquistaría en poco tiempo la atención de cientos y miles de millones de personas hartas de manipulación, mediocridad y decadencia enlatada; planes económicos tendientes a suturar la sangría de la deuda externa, promover el intercambio científico-tecnológico, buscar formas de intercambio complementario y de comercio Sur-Sur, permitiría ingresar a un nuevo período histórico. Para concretar estos planes el G-15 conformó un Triunvirato con los presidentes del país que entregó la presidencia (Venezuela), el que la recibió (Argelia) y el que la tomará el año próximo (Irán). Los mandatarios representados por sus cancilleres deberán preparar a contrarreloj la realización de los planes aprobados. Luego los presidentes integrantes del Triunvirato se reunirán en Argel hacia agosto, para verificar lo hecho y dar el impulso necesario, de modo que en la cumbre del año próximo, el proyecto esté en marcha. India propuso dividir por países el tratamiento de grandes problemas, por ejemplo el Sida en África y el tema de los medicamentos en el mundo, para lo cual dispuso un fondo de 100 millones de dólares. Chávez aplaudió la idea, propuso a Venezuela para asumir el tema Educación 53


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y sumó 20 millones al fondo común. Todo esto constituye un programa de acción que, llevado a la práctica, sacudiría al planeta. Pero la oposición a tales planes no está sólo en el Norte, sino dentro mismo del G-15. Los mandatarios de México y Chile no concurrieron. El presidente colombiano Álvaro Uribe, quien llegó tres horas después de instalada la reunión y estuvo apenas una horas, intervino sólo para hacer una reivindicación del neoliberalismo, propuso el ingreso de su país y Venezuela al Plan Pueblo-Panamá y dijo, probablemente traicionado por su subconsciente y confesando la raíz de tal propuesta, que se sentía allí «como un astronauta».

Otros países de peso La lista no termina allí, aunque no debe excluirse que, precisamente por la asunción de tales conductas, más de un gobierno de este subbloque cambie en el futuro cercano. Por el contrario, naciones como India, Indonesia e Irán, para poner a los integrantes más densamente poblados, movidos por poderosas razones objetivas y definida voluntad política tendrán sin duda un papel relevante en el curso y la suerte del relanzado G-15. El discurso de tono universalista, integrador, democrático y a la vez fuertemente antimperialista del iraní Mohammed Hatami, las intervenciones del canciller indio Sinha Yaswant, o las ponencias del zimbabweño Robert Mugabe y el jamaiquino Percival Patterson, así como la carta enviada por la presidenta de Indonesia Megawati Sukarnoputri, fueron otras tantas expresiones de alarma frente al cuadro económico internacional, el curso político de Estados Unidos y otras potencias metropolitanas y de reclamo por un efectivo centro de accionar común de los países de economías subordinadas. Sin embargo, el rumbo que finalmente decidan adoptar Brasil y Argentina más allá de las comunes demandas comerciales, tendrá necesariamente un peso vital sobre el curso de América Latina y, por esa vía, sobre este nucleamiento del Sur que ya ha proclamado su intención de sumar más países. Lula y Kirchner abandonaron Caracas antes del final de la Cumbre. Dejaron su firma en la Declaración final y alegaron causas incuestionables para su partida anticipada. Más aún, antes acudieron ambos al Palacio de Miraflores, donde se reunieron a solas con Chávez. Ellos mismos y sus portavoces ratificaron los ambiciosos objetivos del encuentro y adicionalmente anunciaron nuevas medidas de impulso a las relaciones 54


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energéticas entre Brasil y Venezuela, a través de Petrobras y Pdvsa, las petroleras estatales de ambos países. Pocas semanas después una comunicación telefónica entre los presidentes de Argentina y Venezuela extendió la colaboración en ese terreno a causa de la crisis energética acentuada en el país austral como palanca de presión de las empresas privatizadas sobre el gobierno de Kirchner (quedaría así como anécdota insignificante el hecho de que el presidente argentino recibiese a la cúpula golpista antes de subir al avión en Caracas). La decisión de que Venezuela y Ecuador se sumen al Mercado Común del Sur en el primer semestre de este año en una próxima reunión presidencial, así como los planes de extensión y profundización de los acuerdos a llevarse a cabo en junio próximo en San Pablo, en ocasión de la reunión de la UNCTAD, son otros tantos signos del compromiso de Brasilia y Buenos Aires con el fortalecimiento de una instancia Sur.

Dificultades y voluntad política La sinceridad y profundidad de estos acuerdos no alcanza a ocultar sin embargo la existencia de dificultades objetivas considerables y de interpretaciones y conductas diferentes para superarlas. Entre las primeras sobresalen conflictos de intereses sectoriales dentro mismo de cada bloque. Para poner sólo un ejemplo: las disputas comerciales entre Brasil y Argentina contrarrestan una y otra vez los esfuerzos por darle vigencia efectiva y a menudo provocan marcados retrocesos. El director de Comercio de la Comisión Europea, Karl Falkenberg, con marcada intención señaló recientemente que el bloque «a veces, parece más una visión que una realidad». En la raíz de estas dificultades, que se proyectan y amplifican cuando la escala se extiende al hemisferio Sur y con países de la envergadura económica de India, Irán o Indonesia, está el efecto anarquizante, disgregador, conflictivo y destructivo de la ley del valor, tema teórico complejo y desdeñado, sobre el cual ponen los ojos más y más funcionarios y técnicos a medida que observan perplejos cómo sus esfuerzos integradores son de pronto neutralizados en un segundo. El otro dilema remite a concepciones y voluntad políticas, sobre las cuales gravitan fuertemente relaciones de fuerzas internas e internacionales. Las desembozadas presiones del Fondo Monetario Internacional interviniendo directamente en las decisiones de política interna a través de la gestión de las deudas externas, así como las maniobras de la Unión Europea para sacar ventaja de los traspiés del Alca 55


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en Suramérica, son algunos entre muchos de tales factores. En la reciente reunión entre Kirchner y Lula en Río de Janeiro, por ejemplo, ambos mandatarios aceptaron como definitiva la necesidad de superávit fiscal primario (y de un nivel mínimo del 3%), y afirmaron que el pago de la deuda externa no compromete el desarrollo económico de ambos países. En otro orden puede señalarse una reunión de trabajo en Buenos Aires de la senadora Cristina Fernández de Kirchner y un grupo de técnicos y políticos chilenos. Estos hechos son elocuentes signos de ambos factores -concepciones y presiones de enorme potencia- ejerciendo impulsos invisibles y no necesariamente queridos por los propios protagonistas, que marchan sin embargo a contramano de un G-15 capaz de crear un Banco del Sur, un centro propio de comunicación de masas a escala planetaria y un replanteo profundo del comercio, el flujo de finanzas, los planes de intercambio, integración y desarrollo.

Relaciones de fuerza Como quiera que sea, después de un eclipse de tres lustros durante los cuales los tres grandes centros económicos internacionales Estados Unidos, la Unión Europea y Japón- impusieron la idea de que todo futuro imaginable comenzaba por aceptar la subordinación a sus conceptos y sus planes, aquello que antaño se denominaba Tercer Mundo reaparece con una nueva forma, nuevos componentes y, sobre todo, en un mapa político diferente al que le atribuía una tercera vía entre el imperialismo y el socialismo, por entonces identificado con la Unión Soviética. El doble fracaso de la Casa Blanca cuando lanzó al ataque a los restos descompuestos de la oposición venezolana con el objetivo explícito de impedir el éxito de la XII Cumbre del G-15, es indicativo de que el progresivo cambio en las relaciones de fuerzas internacionales está a punto de plasmar en un nuevo cuadro político planetario, en el que el saldo no deja lugar a dudas: Estados Unidos es el gran perdedor.

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ESMA y deuda externa Publicado en la edición N° 4; abril de 2004

Ocurrió en Argentina, pero las fuerzas que lo generaron provienen de toda América Latina y, presumiblemente, devolverán el impacto a escala regional: el pasado 24 de marzo la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) fue transformada en «Espacio de la memoria». Ese día se cumplía el 28° aniversario de la toma del poder por una junta integrada por los jefes de ejército, marina y aeronáutica.En la ESMA funcionó un centro clandestino de detenidos-desaparecidos entre 1976 y 1982. No era uno más de los muchos campos de concentración donde se torturó y asesinó durante ese período. Allí un ala supuestamente populista de la junta gobernante ensayó una operación de recuperación de militantes capturados para alimentar un proyecto que, en la enajenada imaginación del almirante Eduardo Massera, sería una fuerza política que uniera bajo su conducción a secuestradores y secuestrados, torturadores y torturados. Hay datos suficientes para probar que Massera no contaba para ese proyecto sólo con sus comandos de secuestradores; el delirio tenía puntos de apoyo al otro lado de la grieta de sangre que dividió al país. Ese es un hecho cuyo esclarecimiento pleno será tarea de la historia; ahora sólo cabe como factor a tener en cuenta para la comprensión global de las relaciones entre ideología y política, así como los desdoblamientos que esa relación puede producir en la conducta humana. Hoy, nada debería desdibujar el trascendental significado del acto donde, en presencia del presidente Néstor Kirchner, dos jóvenes nacidos durante el cautiverio de sus madres en ese lugar tenebroso, dos hijos de desaparecidos, hicieron la denuncia más desgarradora entre las innumerables que el país y el mundo conocieron desde 1983. Nada debería desdibujar tampoco el contenido potencial de algunos párrafos del discurso del propio Kirchner ni las derivaciones del hecho en sí: el comandante actual del ejército arrancando del Colegio Militar los cuadros de dos generales que ocuparon la presidencia durante la dictadura y la transmutación de la ESMA en «Museo de la Memoria».

Dos décadas cruciales Esto no comienza ahora. Bajo la presión de un poderoso movimiento ciudadano a favor de la democracia el presidente Raúl Alfonsín promovió en 1983 el juicio que enviaría a prisión a los comandantes que 57


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en tres sucesivas juntas gobernaron al país. Un hecho sin precedentes en la historia universal. En rigor el juicio a los comandantes tiene una dimensión histórica mayor que la conversión de la Esma (las derivaciones posteriores de aquella conducta remiten, también, a la aludida relación entre ideología y política). No obstante, hay razones reales y simbólicas que le dan a este 24 de marzo un relieve sin precedentes. Es un símbolo mayor que, mientras en 1983 ocupaban el centro del escenario teóricos, dirigentes y militantes provenientes de las luchas de la década de 1960 y 1970 pero ganados en los ´80 por el posibilismo, esta vez hablaron dos jóvenes. Sus palabras retumbarán en el futuro argentino. Entre ambos, cada uno con su estilo y desde experiencias personales diferentes, presentaron una plataforma inversa a la defendida por las voces predominantes en aquellos años de Alfonsín: el posibilismo... es una quimera. O un deliberado engaño, según quién lo sostenga.Por las voces de esos jóvenes habló la experiencia de los 20 años transcurridos. Y ocupó el palco la fuerza invisible que surca superficie y subsuelo desde el Bravo a la Patagonia. El mismo Kirchner actuó movido por esa fuerza. Dos semana antes había cedido ante la presión extrema del Fondo Monetario Internacional, accediendo a pagar intereses con reservas, en línea de continuidad con los acuerdos firmados el año pasado. Pero allí, ante 25 mil personas que lloraban de dolor y alegría y vociferaban desbordados una esperanza otra vez renacida, denunció el sistema político argentino. Y se sumó al reclamo por un país nuevo, diferente y mejor. Un eslabón de acero amarra esa esperanza al mecanismo de sujeción y saqueo resumible en la deuda externa de nuestros países y las imposiciones del Fondo Monetario Internacional para pagarla. En su momento Alfonsín no se decidió a cortarlo apelando a la única fuerza capaz de hacerlo: el accionar consciente y organizado de las víctimas. Luego vinieron sus patéticos sucesores, siempre con el posibilismo como bandera. Día a día Argentina se hundió más en la ciénaga de la degradación social y la corrupción y disolución políticas. Es la historia de cada país de la región, con apenas rasgos diferenciales. Y sería pueril atribuirla exclusivamente a un individuo o un partido. Tan pueril como desdeñar lo ocurrido con indiduos y partidos que no optaron por cortar de un tajo la dependencia respecto de los centros imperialistas. Condenar a los asesinos es imprescindible. Tanto como detener el mecanismo que los necesita para sobrevivir y volverá a crearlos una y 58


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otra vez. El palco del 24 de marzo en Buenos Aires indica que el punto de inflexión en esa historia ya quedo atrás en Argentina. A escala continental, el desafío está planteado.

Argentina

Desestabilización en marcha Publicado en la edición N° 5; junio de 2004

No existe hoy una conspiración golpista en Argentina. Se trata de algo diferente de los clásicos golpes de Estado, aunque en las condiciones actuales, tan grave como aquéllos. El presidente Néstor Kirchner lo ha definido correctamente: «no hablo de complot o conspiración, digo que algunos dentro de la democracia quieren volver a los privilegios de ayer». Dicho de otro modo: el capital financiero y la oligarquía terrateniente, con la Casa Blanca como numen inspirador y mano ejecutora tras bambalinas, pretenden cambiar las relaciones de fuerza dentro del actual régimen, para anular todo margen de maniobra al Presidente. Logrado ese objetivo, Kirchner vería agotarse la expectativa esperanzada que su gobierno despertó en la mayoría ciudadana, la protesta social -inexorable- se daría frontalmente contra él, se extinguiría su única fuente de poder y su fuerza política languidecería hasta desvanecerse. Más allá de las formas, entonces, Kirchner caería como pera madura, más o menos en el plazo fijado por el diario La Nación en nota de portada al día siguiente de que, tras la renuncia de Carlos Menem a disputar la segunda vuelta electoral, Kirchner fue consagrado Presidente: «un gobierno para dos años». Esta estrategia calza como un guante en la política estadounidense para la región: mantener todo lo posible la fachada democrática, pero colocar piezas propias en cada casillero. En ausencia de partidos, sindicatos u otras instituciones tradicionales para el ejercicio del poder y la presión (todo está devastado en Argentina, aunque la jerarquía eclesiástica ayuda con su muy menguado prestigio), el papel dirigente ha quedado, aquí también, en los medios de prensa. En febrero anunciaron un cataclismo inesperado, que paralizaría al país: la crisis energética. Salvado ese escollo -asistencia venezolana mediante- el eje de agitación pasó a ser la «inseguridad». Luego vinieron en cascada aumentos de precios en todos los rubros, especialmente combustibles. Mediante estos tres recursos sucesivos y combinados, le fue arrebatada 59


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al gobierno la iniciativa política. La creación de una empresa de Energía estatal fue una aceleración en sentido inverso. Pero los medios, manipulando con destreza ocultamientos y tergiversaciones, desdibujaron la medida. Mientras tanto la estampida de precios, las concesiones en la renegociación de la deuda externa y la decisión de enviar tropas a Haití, contribuyeron a buen ritmo con aquel plan de desgaste de la figura presidencial.

Diplomacia de la incoherencia Publicado en la edición N° 5; junio de 2004

¿Falta brújula o manos firmes sobre el timón? El interrogante se plantea al observar el papel de los países clave de Suramérica en la sucesión abrumadora de reuniones presidenciales que ha tenido lugar en los últimos ocho meses. La diplomacia de Brasil, Venezuela y Argentina tiene en el actual momento histórico una responsabilidad de enormes efectos inmediatos para Suramérica. Pero hay que decirlo sin rodeos: no la está cumpliendo. Brasil parece haber confundido estrategia política con agresivo marketing global; Venezuela no logra traducir las definiciones de su Presidente en línea de acción articulada y eficiente; Argentina zigzaguea como si no tuviese rumbo definido o careciera de la fuerza o habilidad para adoptarlo. El extremo es el acto suicida de Brasilia y Buenos Aires: enviar tropas a Haití para convalidar el injerencismo estadounidense. La reciente reunión en Guadalajara de presidentes de América Latina-Caribe y la Unión Europea resume este desconcierto: cuando ya ha quedado sepultado el intento avasallante del Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) originalmente impulsado por Estados Unidos, los gobiernos del hemisferio se embarcan en una discusión cuyo eje es crear un área de libre comercio con el otro centro hegemónico planetario. Como si la opción fuese someterse a Washington o a Bruselas. Aprovechar la durísima pugna entre ambas metrópolis imperialistas está en la base de cualquier estrategia consistente. La historia latinoamericana es rica en enseñanzas al respecto. Otra cosa es reducir la estrategia a un cambio de amo: también en este sentido es aleccionadora la gesta emancipadora del siglo XIX. Los presidentes que acuden a estas cumbres debieran definir sin subterfugios el objetivo: ¿llevan allí el reclamo perentorio de cientos de millones de personas a quienes todo 60


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les está negado, o representan las urgencias de grandes terratenientes y empresarios industriales que gimen por menores aranceles para productos sin demanda suficiente?

Adónde va el Mercosur De la respuesta a aquella definición, se desprende la tarea planteada: transformar presidentes en lobbystas, gestores de facilidades comerciales, o en estadistas resueltos a construir un mundo diferente. Resulta irónico, no obstante, que los hechos confirmen una y otra vez el cortísimo aliento de quienes apelando al remanido posibilismo, fracasan en sus gestiones y, acaso sin percibirlo, retroceden de sus propios cicateros pasos para quedar acorralados. El encuentro de Guadalajara a fin de mayo es por demás elocuente: la negativa de la mayoría de los representantes del hemisferio a poner en el centro del debate la conducta brutal, militarista y anexionista de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe; la insólita omisión respecto de Haití (¿quién le preguntó al presidente francés por qué había participado en el secuestro de Aristide?); el temor a imponer sin tapujos la condena al crimen de la invasión a Irak, no hizo que los caballeros europeos cedieran un céntimo en los porcentajes de aranceles y subsidios en los cuales se centró el debate. Del mismo modo, la reducción del Mercosur a cuestiones comerciales -lo que equivale a dejar su futuro en manos de quienes discuten cómo maximizan el lucro de sus empresas- ha producido en los últimos meses un deterioro y retroceso en las relaciones entre Brasil y Argentina sólo invisible para quien opta por la ceguera. El encuentro de presidentes del Mercosur que tendrá lugar en Foz de Iguazú a comienzos de julio es una nueva oportunidad. Está anunciada la participación de prácticamente todos los mandatarios de la región. Hasta vendrá Vicente Fox, presidente de Coca Cola y de México. Es oportuno reunirse en la Triple Frontera, lugar fijado por Washington como zona de actuación del terrorismo internacional, (alegación no del todo infundada, puesto que desde hace años fuerzas conjuntas comandadas por Estados Unidos realizan allí maniobras militares). Este encuentro tendrá lugar en un momento clave del intento estadounidense por lanzar un manotazo que le permita recuperar la iniciativa perdida en la región. La respuesta no puede ser un debate arancelario. Se trata de emprender o no el camino de una Confederación Latinoamericano-Caribeña sobre una plataforma de plena participación democrática y distribución equitativa de las inmensas riquezas por 61


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siglos robadas y malversadas.No se trata sólo -ni principalmente- de un reclamo a los presidentes. Hay que demandar también a dirigentes e intelectuales que, por incomprensión o cobardía, desconocen la encrucijada dramática del hemisferio y confunden elevados sentimientos humanitarios con falta de resolución y coraje para enfrentar y vencer el brutal desafío imperialista. (Por ese camino se llega a condenar a la Revolución Cubana por defenderse, e incluso al extremo de identificar agresor con agredido). En última instancia, como en todo momento crucial de la historia, sin la participación protagónica y consciente de decenas de millones de hombres y mujeres, no habrá resolución positiva.

El coraje de decir NO Publicado en la edición N° 6; septiembre de 2004

Vencedores y vencidos: murió la 4ª República en Venezuela el 15 de agosto. Y George W. Bush sufrió su tercera derrota en dos años de constante acoso contra el presidente Hugo Chávez. Con el antiguo régimen cayeron aparatos partidarios y gremiales ya vaciados, en la última oportunidad que tuvieron -y malversaron- de representar a una masa social contraria al gobierno, que ya no los reconoce como dirigentes. El fortalecimiento de Chávez abre el camino para la profundización de la Revolución Bolivariana y afirma un cambio en las relaciones de fuerza a escala continental, a favor de los países al sur del Río Bravo y en detrimento del imperialismo con sede en Washington. En cinco semanas las elecciones por gobernadores, alcaldes y algunos diputados, auguran una nueva victoria para Chávez. A las 5.30 de la madrugada del 16 de agosto culminaba una jornada trascendental para Venezuela: el presidente Hugo Chávez había ratificado con una ventaja de 20 puntos por sobre quienes pretendían sacarlo del gobierno mediante la figura constitucional del referendo revocatorio. La lluvia fría no aplacó el entusiasmo de la multitud exhausta, agolpada frente a un pequeño balcón del Palacio de Miraflores. Miles de hombres y mujeres acudían a celebrar una victoria de la que jamás dudaron, aunque hasta último momento temieron les fuera arrebatada por un nuevo fraude. Había fuego en sus miradas. El agotamiento de 27 horas de esfuerzo se esfumaba al calor de una energía que emanaba de cada 62


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uno, cobraba entidad propia y se derramaba sobre todos, produciendo un efecto excepcional: la individualidad se proyecta multiplicada por el ensamblaje espontáneo con otras muchas voluntades, extrae poderes desconocidos para rehacerse y recorrer otra vez el camino hacia todos, con todos. Esa multitud abigarrada y feliz, hermanada por el objetivo alcanzado, se repetía en las barriadas pobres y en las capitales de todo el país. Durante el largo día anterior había dado una rara prueba de maduración política. Se había mostrado tenaz, valiente, dueña de una sorprendente cultura política. Desde las 3 de la madrugada del día anterior, según la consigna lanzada por el propio Chávez, había salido rumbo a su centro de votación, dispuesta a largas colas hasta llegar al temible aparato donde registraría su primer voto electrónico, que más tarde viajaría por el inescrutable mundo cibernético hasta llegar al Consejo Nacional Electoral (CNE). Luego la inexperiencia en esta manera de votar, la irracional disposición de los centros de votación, la sucesión de medidas para evitar el fraude, la ausencia -por desidia o premeditación- de numerosos operadores de las máquinas de votación y el aluvión sin precedentes de votantes, produjeron una aglomeración traducida en kilómetros de colas y hasta 12 o más horas de espera para emitir el voto. En esas filas interminables, coloridas y prontas a explotar en algarabía, sonrisas y puños en alto al paso de una cámara de televisión o un grupo de periodistas, ocurrió el fenómeno acaso más significativo de la jornada: acérrimos partidarios del Sí e irreductibles defensores del No convivieron horas interminables en un clima de fraternidad y alegría. Conducta inexplicable ateniéndose sólo a lo que formalmente estaba en juego: cualquier observador al tanto del conflicto social que sacude a Venezuela recuerda qué ocurrió en abril de 2002, cuando la dirigencia opositora logró -aunque por escasas 47 horas- derrocar al presidente Chávez, abolir la Constitución, clausurar el Congreso, acallar el canal de televisión del Estado y encarcelar a cientos de dirigentes mientras el primer mandatario permanecía secuestrado. Sólo un incidente confirmó esta regla general: un joven de 21 años del Frente Francisco de Miranda fue asesinados de un balazo en la espalda en una cola de votación. Pero la conciencia y disciplina de este nuevo y acaso decisivo actor en el escenario político venezolano, redujo el crimen a un acto de provocación y evitó la confrontación que desde la cúpula opositora se estaba promoviendo. Imposible saber cuántos electores y electoras, después de muchas horas de espera, renunciaron a llegar a la misteriosa máquina de votar. 63


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En 2000 la abstención había alcanzado un 43%. Ese elevadísimo nivel cayó esta vez al 27%, en un universo electoral que pasó de 10 a 14 millones de ciudadanos. Son cifras indicativas del giro copernicano en la participación política de la sociedad. Ciertos cálculos suponen que, de no haberse producido el cuello de botella que frenó el flujo de votación, la abstención hubiese estado por debajo del 15%. Pero la irracionalidad del dispositivo comicial no es inocente: 7 millones y medio de ciudadanos -el 54% del total- vota en el 19% de los centros electorales. Esa aglomeración tiene, claro, líneas muy netas de división social: en los barrios elegantes, con centros electorales de 2 a 3 mil inscriptos, el trámite se completaba en pocos minutos. En el resto del país, a la hora de cierre de las urnas había miles de personas haciendo cola. El CNE extendió el horario hasta la medianoche. Llegada esa hora el panorama apenas si había cambiado y fue necesario extender nuevamente el plazo. El estoicismo de quienes soportaron 12 o más horas de espera avala la afirmación de un observador bien informado: «esos 6 millones por Chávez no son de votantes, sino de militantes: allí está la fuerza de la Revolución Bolivariana». Cabe agregar que buena parte de los 3 millones 800 mil votos contrarios a Chávez mostró igualmente un inusual fervor cívico, disposición al sacrificio y, fuera de los barrios exclusivos de las clases altas, una actitud mayoritaria no agresiva ni despectiva respecto de lo que, claramente y a simple vista cuando se recorre Venezuela, constituye la mayoría abrumadora del país. Sin embargo, a esa misma hora, la sede del comando opositor estaba desierta: el llamado de los dirigentes que negaban la victoria del No y alegaban fraude, no fue escuchado. Junto con la derrota, se consumaba el divorcio definitivo de la oposición a Chávez y la dirigencia de la llamada Coordinadora Democrática.

Detrás de los números América XXI fue testigo de horas dramáticas en el Palacio de Miraflores, durante la madrugada del lunes 16. Las cifras estaban claras desde la media tarde. Pero una bien tramada conspiración procuró hasta último momento oscurecer el resultado, alegar fraude y provocar el choque violento impedido antes y durante el referendo por obra de una eficiente labor de inteligencia disuasiva y la remarcable maduración política de la ciudadanía. Desde la media tarde, mientras una empresa encuestadora proveniente de Argentina comenzó a difundir de manera subrepticia a la prensa datos groseramente falsificados de los resultados que daban los sondeos en boca de urnas, la cúpula opositora de 64


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proclamó ganadora. Orgánicamente asociado durante largos años a la corriente política representada en Venezuela por Acción Democrática (el partido de Carlos Andrés Pérez, quien desde el exilio desestimó el referendo y llamó a «matar a Chávez como a un perro»), el conspicuo encuestador era apenas un engranaje del mecanismo destinado a desconocer el resultado del referendo, imponerle a Chávez una falsificación que lo mostrara con una diferencia favorable de apenas dos puntos o, en caso contrario, alegar fraude, obtener el respaldo de los observadores de la Organización de Estados Latinoamericanos (OEA) y el Centro Carter, y desatar la inexorable reacción violenta de la masa popular a favor del No que, movilizada en todo el territorio, esta vez no permitiría que se le arrebatara la victoria. Era el cuadro laboriosamente preparada por la Coordinadora Democrática (CD) a través de los medios de comunicación de masas en todo el mundo: Chávez no acepta la derrota, intenta un fraude, detonan choques sociales en todo el país y se hace necesario activar la Carta democrática de la OEA y enviar tropas de paz a Venezuela. La clave formal de esta escalada residía en la OEA y el Centro Cartier. La CD repitió una y otra vez que sólo reconocería los resultados del referendo si estaban avalados por estas instituciones extranjeras. Lo mismo hizo, oficialmente, el gobierno de Washington. A la una de la madrugada, en el solemne salón de reuniones del gabinete ministerial de Miraflores la algarabía apenas contenida de un puñado de hombres y mujeres exultantes por la victoria mudó de pronto en pesado silencio y gestos de honda preocupación: alguien informó que la CD persistía en su alegación de fraude y el titular de la OEA, César Gaviria, se alineaba con ella. Carter callaba. Mientras tanto, en las barriadas pobres de Caracas decenas de miles aguardaban su turno para votar. Y quienes ya lo habían hecho, se desparramaban por la ciudad. Un general de alta responsabilidad dijo a este corresponsal: «nuestra única garantía es que el pueblo se mantenga en la calle».

Prueba de fuego Es en estas circunstancias donde se ponen a prueba las estrategias políticas, la capacidad para medir una coyuntura y el temple para afrontarla. Agentes multiformes de un pasado que se resiste a morir calzan un anillo de hierro en torno a la voluntad popular y chantajean con la rendición o la guerra. Cuando Chávez se retiró del salón, nadie supuso que la opción sería resignar la victoria. Recién a las 4.30 de la madrugada cedió la tensión, cuando el 65


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presidente del CNE, Francisco Carrasquero, apareció en las pantallas de la televisión para anunciar un resultado ya irreversible, contabilizados el 94% de los votos emitidos por vía electrónica: No 58%m Sí 42%. De inmediato las televisoras privadas dieron paso a portavoces de la CD, que negaron el resultado, se proclamaron vencedores y convocaron a una concentración. De Carter y Gaviria no hubo noticias. Desde fuera del Palacio llegaba el eco de ovaciones, estruendos y canciones. Dentro, explotó la alegría y a medida que ministros, altos funcionarios civiles y militares, se dirigían al bello patio central de Miraflores, hombres y mujeres sumándose desde pasillos y oficinas como vertientes de un río que sale de cauce, reían y lloraban, se abrazan sin dejar de argumentar razones que nadie podía oír, hasta que como siguiendo un llamado inaudible, todos comenzaron a cantar el Himno, sin dejar de reír y llorar y con los puños en alto. Una hora faltaba todavía para que Hugo Chávez saliera a hablar desde el pequeño balcón colonial. La suerte estaba echada: vencía el No, lo aceptara quien lo aceptase. Una fuerza envolvente e irresistible conectó a la muchedumbre con el hombre solitario en el balcón. Estaba allí, concentrada y palpable, la energía desbordada que en el pasado reciente fue capaz de vencer un golpe de Estado y transformar un sabotaje petrolero sin precedentes en victoria igualmente inédita, pese a que por detrás de los golpistas y saboteadores estaban el poder inabarcable del gobierno estadounidense, los medios de comunicación y las instituciones de la república moribunda. La intensidad subía grado a grado mientras el presidente ratificado presentaba uno a uno, en silencio, a sus ministros y principales colaboradores en el Comando Maisanta, órgano directivo de la campaña por el No. También salió abrazado a sus hijos. Luego, con sus primeras palabras, comenzó la lluvia. Y así prosiguió durante más de una hora, con un hombre explicando su plan de gobierno y miles de personas concentradas en grado máximo en cada concepto: ha muerto la 4ª República; ahora debemos hacer la revolución dentro de la revolución; profundizaremos el proyecto estratégico; tendemos una mano a quienes nos adversan, para vivir en democracia y en paz…

Dueños de la victoria En el referendo que debía revocarlo, Chávez obtuvo 6 millones de votos; más del doble de los que en 2000 lo consagraron presidente. Ganó en 22 de los 24 Estados y en los dos restantes perdió por pocas décimas. Y esto a pesar de que, desde mediados de 2001, no tuvo un día de 66


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sosiego para gobernar. Pese a esto y a la suma de errores y debilidades de las políticas aplicadas en cinco años y medio, la afluencia de masas a favor de la Revolución Bolivariana no dejó de aumentar y consolidarse. El primero que se sumaría al conjunto popular inicial fue el proletariado industrial; luego, sectores significativos de las clases medias. Finalmente, franjas marginalizadas durante décadas y rescatadas del abismo por una consistente política de inclusión en todos los planos.

Otra democracia La clave para esta operación de masas estuvo en una fuerza nueva, vital y de ilimitada proyección futura: el Frente Francisco Miranda, integrado por miles de jóvenes reclutados con el programa y la mística de la Revolución Bolivariana, educados a las prisas en los rudimentos de la comprensión teórica y el accionar político y lanzados hacia los cuatro puntos cardinales al encuentro con las mayorías desposeídas. Adolescentes varones y mujeres, tras recibir muchos de esos cursos de trabajo social en Cuba, fueron los motores de una serie de operaciones clave: cedular (ciudadanizar) a 3 millones de habitantes que no tenían documentos de identidad; promover y llevar a cabo la campaña de alfabetización denominada Misión Robinson (que enseñó a leer y escribir a 1 millón 250 mil personas); difundir y respaldar la Misión Barrio Adentro, mediante la cual con el concurso de médicos cubanos se llegó a dar atención sanitaria personalizada y gratuita a 17 millones de personas hasta entonces carentes de este servicio. Fue esta fuerza juvenil la que inervó las Patrullas (equipos de un mínimo de 10 integrantes), que dirigidas por las UBEs (Unidad de Batalla Electoral), tejieron una densa trama política extendida a cada rincón del país. En los días finales de la campaña por el referendo existían 118 mil Patrullas. Se trata de la protoestructura política que la Revolución Bolivariana no logró estructurar hasta ahora. Chávez insistió en que esa organización no se desactivará: ahora encara la campaña para ganar gobernaciones, alcaldías y diputaciones, en las elecciones programadas para el 26 de septiembre próximo. Tan contundente, traslúcida y masiva, tan inobjetablemente democrática fue la jornada electoral del 15 de agosto, tan resuelta y potente la determinación de la mayoría de los venezolanos y de su gobierno, tan macizo el reconocimiento de dos centenares de personalidades de todo el mundo actuantes como observadores y testigos de la victoria del No, que el intento de desconocer los resultados no pudo ser avalado por James Carter; su pronunciamiento dejó sin opciones a Gaviria y el de ambos arrojó a la CD a un abismo en el que 67


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la derrota electoral es menos gravosa que el ridículo y el consecuente aislamiento dentro y fuera del país. Sin ese lastre, Chávez se apresta a acelerar la afirmación de la Quinta República. Encara la recomposición del sistema judicial (corrupto hasta la médula, al punto de votar que el 11 de abril no hubo golpe de Estado en Venezuela); dará curso a una ley de prensa que pondrá límites a la manipulación monopólica y golpista de la información pública; se propone acelerar los planes de desarrollo productivo y descentralización administrativa y poblacional; asegura su voluntad de avanzar a paso redoblado hacia la unidad política de Suramérica y propone ya discutir una nueva doctrina de seguridad estratégica para América Latina y el Caribe, con los pueblos como protagonistas e incorporados masivamente a la toma de decisiones políticas; alude al comienzo de una fase poscapitalista y a un activismo internacional basado en la proyección del Grupo de los 15 a partir de afirmación de un bloque suramericano que, con apoyo en un eje energético común, medios conjuntos de comunicación de masas e instituciones financieras comunes e independiente de los centros del Norte, consolide un nuevo centro de poder mundial, sobre la base de la soberanía, la igualdad y la paz. Desde sus primeras palabras en la madrugada del 16 de agosto, casi como si dejara atrás la victoria y pusiese todo su empeño en la nueva etapa, Chávez enfatizó una y otra vez la necesidad de profundizar la revolución y, como primer paso, combatir la corrupción «fuera, pero sobre todo dentro del Estado y el gobierno». «Quienes quieran hacer negocios, deben irse de nuestras filas», dijo con tono inequívoco. Estas palabras, aquel programa y la victoria electoral que las avala, retumban más allá de la frontera venezolana. El triunfo del No puede ser una lección ineludible y una fuerza arrolladora en toda la América del Sur.

Suramérica como nuevo factor geoestratégico

Desplazamientos del poder mundial

Publicado en la edición N° 6; septiembre de 2004

Días atrás los habitantes de poblaciones cercanas a un reactor nuclear israelí recibieron pastillas antirradiación. Fue una medida preventiva adoptada por el primer ministro Ariel Sharon, quien poco 68


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antes amenazó con atacar a Irán y recibió la presumible respuesta de Teherán: «si lo intentan, barreremos del mapa a Israel».Irán no tiene armas atómicas; y expertos en la materia sostienen que, en la mejor de las hipótesis, podría contar con ellas en tres años. Washington cree que el gobierno iraní apoya a la resistencia iraquí y ha resuelto alentar a Sharon contra Teherán. Por lo pronto, Israel ya ha desplegado misiles en posiciones capaces de alcanzar a Irán y calienta los motores de sus bombarderos F-15. Ante la explícita amenaza, el ministro de Defensa iraní Alí Shamkhani declaró el 18 de agosto a la televisión Al Yazira que algunos de sus comandantes consideran necesario golpear primero. Una hipótesis supone que esa táctica se llevaría a cabo mediante organizaciones islámicas como Hezbollah, operando desde Líbano. Este país quedaría en tal caso también como objetivo bélico para Israel, con el riesgo cierto de que la guerra se extendiera a Siria y arrastrara a Egipto. El escenario está montado. En breve o a mediano plazo, la inexorable lógica de la guerra que Estados Unidos no puede ganar en Irak, se expande a la región. Y reaparece sobre el planeta la amenaza del uso de armas atómicas.

Gigante herido de muerte No es George W. Bush quien empuja esta maquinaria diabólica. Es la crisis que atenaza el corazón del imperialismo. La guerra es una necesidad, un remedio que calma los síntomas, mientras acelera la enfermedad. Estados Unidos sufre hoy de un déficit gemelo de proporciones inconmensurables, que traba el funcionamiento del mecanismo capitalista y lleva a su destrucción. La sobreproducción de mercancías agudiza la competencia, acelera la caída de la tasa de ganancia y pone cada día en un escalón más alto la lucha por los mercados y el control geoestratégico. Estos son los motores de la creciente confrontación interimperialista. El país más poderoso del mundo muestra saldo negativo tanto en su balance fiscal como en la cuenta corriente. Esta última tiene un déficit de 600 mil millones de dólares, equivalente al 6% del Producto Bruto Interno. Esto ocurre en parte por el desbalance comercial, pero también por una novedad: por primera vez en Estados Unidos, salen más divisas de las que ingresan. Los millonarios árabes, pero también los europeos y hasta los propios estadounidenses, no ven atractivos para invertir su dinero en Estados Unidos y optan por otras plazas. La Reserva Federal se ve obligada a subir la tasa de interés, pero debe hacerlo en proporciones homeopáticas para no acelerar la recesión. El punto medio hallado hasta el momento por Alan 69


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Greenspan tiene el raro mérito de provocar los dos efectos no deseados: aceleración del drenaje de divisas y enfriamiento de la economía.

Otro escenario Para afrontar este descomunal déficit gemelo, Washington apela a un recurso de uso exclusivo: imprime moneda. Pero esto a su vez es un nuevo factor para empujar hacia abajo la moneda estadounidense: desde mayo pasado hasta hoy el dólar se devaluó un 5%. Y desde 2002 registra una caída del 23%. Si por un lado aquella caída augura a término nuevos terremotos bursátiles, por otro produce fuerzas centrífugas entre los tres centros del imperialismo, con énfasis en la fractura entre Europa y Estados Unidos. Henry Kissinger traza una línea estratégica frente a ese fenómeno: «el alejamiento estructural estadounidense de Europa se está produciendo en un momento en que el centro de gravedad de la política internacional está trasladándose a Asia, donde las relaciones han sido de mucha menor confrontación (...) Rusia, China, India y Japón han tenido relaciones mucho menos belicosas con Estados Unidos que algunos aliados europeos». Sin explicitarlo, el ex secretario de Estado estadounidense reconoce que en Irak Washington confronta estratégicamente con la Unión Europea y quiere creer que Rusia, China, India y Japón «tienen interés, como mínimo, en alejar la posibilidad de una derrota estadounidense en Irak», mientras la UE necesita lo contrario. Washington pretende, entonces, recomponer el cuadro político mundial colocando en su órbita a aquellos cuatro países, mediante una combinación de acuerdos y presiones extremas siempre basadas en su supremacía militar. Como alerta una y otra vez el comandante Fidel Castro, este curso de acción pone en peligro la subsistencia de la humanidad. Mientras tanto, en Suramérica se ha consumado en los últimos meses un bloque de gobiernos enfrentado con Estados Unidos. Gobiernos muy diferentes uno del otro en naturaleza y carácter, se ven compelidos a resistir de manera orgánica a escala continental; y al hacerlo cambian el cuadro de relaciones de fuerzas, no sólo latinoamericano y al interior de cada uno de los países de la región, sino a escala mundial: los acuerdos firmados en febrero último por la cumbre presidencial del Grupo de los 15, van exactamente a la inversa de las pretensiones estadounidenses. En otras palabras: frente al acelerado deterioro del sistema económico y político planetario, frente al belicismo estadounidense, hay una respuesta positiva desde América Latina. 70


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El fortalecimiento y la proyección de la revolución bolivariana tras el referendo que ratificó a Hugo Chávez coloca a Venezuela en la vanguardia política de esta respuesta a la crisis global. Y a Suramérica como una esperanza frente al curso desenfrenado del imperialismo.

Estados Unidos en la pendiente Publicado en la edición N° 7; octubre de 2004

Hay signos de cambio en el conjunto de instrumentos creados para sostener el ordenamiento mundial luego de la II Guerra. Podría decirse, con más propiedad, signos de descomposición. Cuando Estados Unidos tomó la decisión de invadir Irak al margen y en contra de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) estaba reconociendo que en ese organismo de equilibrio y control había cambiado la relación de fuerzas que hasta ese momento obraba en su favor. Las crecientes tensiones entre los componentes de la Otan (Organización del Tratado del Atlántico Norte), acompañadas por planes de retiro de tropas estadounidenses de territorio europeo y proyectos para la creación de una fuerza armada propia de la UE (Unión Europea), son igualmente indicativos de cambios en un área vital: la estructuración de los dispositivos bélicos de los poderes imperiales. No menos elocuente es el tambaleo del FMI (Fondo Monetario Internacional), día a día menos capaz de cumplir los objetivos para los cuales fue creado. Bretton Woods y Yalta son hoy referencias históricas sin relevancia actual. Como representación plástica de un viraje histórico, las sucesivas intervenciones durante las sesiones de la Asamblea General de la Naciones Unidas en la última semana de septiembre mostraron que Estados Unidos está en la pendiente. Sin llegar incluso al contenido de los discursos, bastaría la fotografía de los mandatarios de Alemania, Brasil e India -más exultantes de lo que el panorama mundial sugeriría- en un abrazo tripartito destinado a presentar ante la sociedad mundial un bloque enfrentado con Washington, para imponer como mínimo un nuevo miembro en el Consejo de Seguridad de la ONU. Tras exponer cifras y datos estremecedores del mundo actual, ésa fue la conclusión de la intervención de Luiz Inácio Lula da Silva: «la composición (del Consejo de Seguridad) debe reflejar la actualidad de hoy, no perpetuar la era de posguerra. Las propuestas 71


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de reformas que simplemente visten la actual estructura con nuevas ropas y no admiten el aumento en el número de miembros permanentes son manifiestamente insuficientes». Jesús Arnaldo Pérez, el canciller venezolano, sostuvo que su país es «ferviente partidario de la reforma de la Organización de las Naciones Unidas». El representante de Hugo Chávez fue explícito: «hemos dado nuestro apoyo a la candidatura de Brasil como miembro permanente de un Consejo ampliado». Por su parte el presidente argentino Néstor Kirchner comenzó por agradecer «el endoso del Grupo Latinoamericano y del Caribe para ocupar un asiento del Grupo Regional en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente para el período 2005/2006», atacó con crudeza al FMI y subrayó que «no existe sistema político ni plan económico que pueda tener sustentabilidad mientras subsistan los actuales niveles acuciantes de pobreza y de desigualdad». El canciller cubano Felipe Pérez Roque llevó el bisturí hasta el hueso: «Cada año cumplimos en Naciones Unidas el mismo ritual. Asistimos al debate general sabiendo de antemano que el clamor de justicia y paz de nuestros países subdesarrollados será otra vez ignorado». Y adelantó que «Cuba dirá ahora algunas verdades: Primera: No existe, después de la agresión a Irak, la Organización de Naciones Unidas (...) Vive el peor momento de sus ya próximos 60 años. Languidece. Jadea, aparenta, pero no funciona. Segunda: Las tropas norteamericanas tendrán que ser retiradas de Irak. Tercera: No habrá por el momento reforma válida, real y útil de las Naciones Unidas. Cuarta: Los poderosos conspiran para dividirnos». Como alternativa, el ministro de Fidel Castro propuso una estrategia: «Los más de 130 países subdesarrollados debemos construir un frente común para la defensa de los intereses sagrados de nuestros pueblos, de nuestro derecho al desarrollo y a la paz. Revitalicemos el Movimiento de Países No Alineados. Fortalezcamos el Grupo de los 77». Y apuntó al primer problema a resolver: «Los países acreedores y los organismos financieros internacionales no buscarán una solución justa y duradera a la deuda externa. Nos prefieren deudores, es decir, vulnerables. Por eso, aunque hemos pagado 4,1 millones de millones de dólares por servicios de la deuda en los últimos 13 años, nuestra deuda creció de 1,4 millones de millones a 2,6 millones de millones. Es decir, hemos pagado tres veces lo que debíamos y ahora nuestra deuda es el doble (...) Mientras en 2003 ellos nos dieron como Ayuda Oficial al Desarrollo 68 mil 400 millones de dólares, nosotros les entregamos como pago por la deuda 436 mil millones. ¿Quién ayuda a quién?». En la disputa por reformular el Consejo de Seguridad de la ONU 72


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plasma en realidad la puja de nuevos centros de poder en pos del espacio perdido por Estados Unidos. Alemania y Francia -movidas a la vez por razones comunes y diferentes- se aúnan a países como India y Brasil con el inocultable propósito de sumar a favor de la Unión Europea la fuerza del mundo subdesarrollado en su puja planetaria con el imperialismo estadounidense. En el Sur se presentan dos orientaciones: subir al tren de la UE o recomponer, en las condiciones del mundo actual, un bloque de países semicoloniales que afirme objetivos de independencia y soberanía, integración y complementación. En la maraña política del mundo contemporáneo el dilema estratégico a resolver es simple: quién se beneficiará de la declinación estadounidense y logrará impedir la guerra hoy amenazante en todos los puntos cardinales del planeta: el renaciente imperialismo europeo o el conjunto de países oprimidos del mundo.

Nuevo mapa continental

Cuatro elecciones Publicado en la edición N° 8; noviembre de 2004

Balance: una nueva relación de fuerzas hemisféricas se hará visible con los resultados comiciales en estos cuatro países. Pero existe de antes. Y su conformación circunstancial, resultante de votos y partidos gobernantes, no será definitoria para el curso de la evolución política fundamental de la región. Un bloque antiestadounidense de hecho, a partir de bases sociales, fuerzas políticas e individualidades dirigentes del más diverso carácter y contenido, está ya en acto como protagonista. El voto estadounidense definirá los pasos inmediatos del imperialismo y alertará sobre el sentido en que marcha la sociedad del Norte. Al finalizar la primera semana de noviembre, con los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos y Uruguay y para gobernadores y alcaldes en Brasil y Venezuela, quedará a la vista un nuevo mapa político continental. No es difícil, sin embargo, probar que esta nueva geografía hemisférica está delimitada antes de que la ciudadanía de esos cuatro países concurra a las urnas y puede ser marcada en su fundamentos: la hendidura profunda entre Estados Unidos y Suramérica se habrá ahondado; el gobierno de Washington deberá resolver -con prescindencia del nombre del Presidente- si retrocede 73


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de la catástrofe por él provocada en Irak o avanza en una guerra hacia toda la región. Pero sea cual sea la opción, y quien la aplique, agudizará la crisis interna estadounidense y empeorará a niveles sin precedentes el odio de los pueblos de todo el mundo hacia las autoridades de la Casa Blanca. Al otro extremo geográfico, los resultados numéricos de tres países hoy clave por razones diferentes en Suramérica, cambiarán el basamento social y las opciones estratégicas, pero también en cualquier hipótesis de resultado electoral se afirmará una perspectiva de, como mínimo, resistencia y confrontación con las políticas de devastación económica y agresión militar de Estados Unidos contra la región.

Tabaré Vázquez presidente Distribuida cuatro días antes de las elecciones en Uruguay, esta edición de América XXI asume que el domingo 31 de octubre habrá ganado el candidato del Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría. No es una expresión de deseos, a la hora obligada de enviar originales a la imprenta. Es el veredicto de todas las encuestas, la convicción de los analistas en cualquier punto del arco ideológico y, ante todo, la resultante lógica de la marcha sociopolítica de Suramérica como conjunto -y puntualmente de Uruguay- en los últimos años. Con ese resultado, Estados Unidos habrá perdido un bastión decisivo empleado como palanca en la región para impedir la convergencia del Cono Sur, clausurar la marcha hacia la unidad del resto de Suramérica y sostener el cadáver del Alca (Área de Libre Comercio de las Américas) como perspectiva posible para el hemisferio. En otras palabras: el imperialismo ya no sólo estará en situación de no contar con la iniciativa política en el continente -como le ocurre desde 1999-, sino que habrá perdido el control del Sur. Las legítimas dudas o certezas que en los más diversos ámbitos existen respecto del desempeño efectivo de un Presidente del bloque conformado por el Frente Amplio en Uruguay y la aplicación de un programa sostenido de transformaciones profundas, no contradicen, incluso en la peor de las hipótesis, esta afirmación. Ése es precisamente el signo distintivo y trascendental de una victoria de las izquierdas en el país del Plata.

La incógnita brasileña El primer turno electoral para gobernadores y alcaldes en Brasil dio como resultado un 17,15% para el gobernante Partido de los Trabajadores 74


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(PT), en tanto el Partido Social Demócrata de Brasil (Psdb, encabezado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso), alcanzó el 16,54%. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Pmdb), por su parte, estuvo apenas por debajo de esos porcentajes. En números redondos, el PT y el Psdb obtuvieron alrededor de nueve millones de votos y el Pmdb unos ocho millones. Estos guarismos indican que el gran objetivo de la dirección del PT de alcanzar una mayoría neta y transformarse en el partido hegemónico del país, no fue conseguido. Hay un modo sencillo de graficar ésto: según los resultados de la primera ronda y las encuestas para la segunda, el PT habrá ganado alrededor de 500 de los casi 5.700 municipios de Brasil. No es poco respecto de los 200 que el PT controlaba, pero es la mitad del objetivo trazado por la dirección del partido antes de las elecciones. Sin embargo hay otro modo de observar estas cifras. El PT ganó en seis capitales (Belo Horizonte, Recife, Aracaju, Macapá, Palmas y Río Branco). Como señala un análisis de Mário Maestri y Gilberto Calil, dos ex miembros del partido gobernante, «sólo Belo Horizonte y Recife, capitales de Minas Gerais y Pernambuco, con dos millones 300 mil y un millón 470 mil habitantes, poseen importancia electoral, social y económica. La población de las otras cuatro capitales, sumadas, alcanzan un millón 200 mil habitantes, menos que la población de Porto Alegre». En San Pablo, en cambio, corazón económico, político y poblacional del país, la candidata del PT Marta Suplicy salió segunda con el 33,4% contra el 40,6% de José Serra, del Psdb, ahora apuntado como victorioso en la segunda vuelta. Más significativo aún, el PT retrocedió en centros fundamentales del proletariado del cual nació y sobre el cual se proyectó como fuerza nacional, como Campinas, San José dos Campos y Piracicaba; para sufrir una difícil afrenta en el centro industrial donde fue fundado, San Bernardo: allí el candidato del PT y ex titular de la Central Única de Trabajadores, el metalúrgico Vicentinho, no logró siquiera disputar la segunda vuelta. Lo mismo ocurrió en los bastiones originales del PT: Santos y San Andrés. Tal como registran los autores citados, es en Río Grande do Sul y su capital Porto Alegre, donde la paradoja electoral del PT se verifica con mayor nitidez: «En 1996, Raúl Pont fue elegido (como alcalde de Porto Alegre) con el 52%. En 2000, Tarso Genro obtuvo el 48,7% en el primer turno. Ahora (...) Pont obtuvo (en primera vuelta) el 37%». En Río de Janeiro, el candidato petista quedó en el quinto lugar con el 6,3%. En Salvador, capital de Bahía, con dos millones 600 mil 75


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habitantes, el candidato del PT no llegó a la segunda vuelta. Otro dato de contundente significación para observar el curso político brasileño es el resultado del partido que enfrentó al PT desde posiciones ultraizquierdistas: el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (Pstu) obtuvo a nivel nacional el 0,19% de los votos. Una corriente recientemente desprendida de las filas del PT, el Partido Socialismo y Libertad (P-sol), no presentó candidaturas. Estos números muestran con claridad, sin probabilidad de cambio fundamental con los resultados de la segunda vuelta el 31 de octubre, que la política de resistencia y limitada oposición a la estrategia estadounidense -vigente ya desde el gobierno de Cardoso- no está apoyada ni definida con respaldo en los intereses de las masas campesinas y obreras y que el PT deberá gobernar sea haciendo mayores concesiones a los otros dos partidos con los que comparte igualitariamente el favor electoral, sea reasumiendo un programa y un accionar capaces de reconquistar el apoyo de sus bases originarias. Cualquier opción preanuncia un reacomodamiento de fuerzas que, a término, sacudirá al país de mayor gravitación en el continente.

Novena victoria electoral de Chávez En el último mes de campaña electoral en Venezuela el dato sobresaliente ha sido el desgajamiento de la oposición. Renuncia tras renuncia, la denominada Coordinadora Democrática ha dejado de existir. Algunos de sus principales exponentes, como el alcalde mayor de Caracas, desistió de presentarse a la contienda. Otros, como el gobernador de Zulia, denunciando fraude por adelantado, declara que no entregará su cargo. Si bien un sector del arco político venezolano pone un signo de interrogación sobre el resultado en algunos distritos de importancia -el estado Zulia entre ellos, pese a que las encuestas dan un 53% al candidato bolivariano y un 47% al actual gobernador Juan Rosales- el saldo previsible una semana antes de los comicios está fuera de duda: Chávez obtendrá su novena victoria electoral consecutiva. Habrá más votantes en todo el país y un mayor número de personas se identificará con la Revolución Bolivariana, todo lo cual redundará en un fortalecimiento del poder político del Presidente, que desde hace semanas parece haber cambiado de objetivo principal a batir, arremetiendo contra la burocracia, la ineficiencia y la corrupción en el aparato del Estado y las empresas públicas, mientras acelera -con creciente apoyo de otros mandatarios de la región- en dirección a la creación de una Unión Suramericana de Naciones. 76


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Fractura en la Casa Blanca El enfrentamiento Bush-Kerry es sólo la expresión nominal y visible de una creciente división en las filas de la clase dominante estadounidense. Quien quiera que ocupe el Salón Oval de la Casa Blanca deberá lidiar ante todo con eso. Una victoria de John Kerry demostraría a los protagonistas fracturados del poder que una fuerza social hoy inexistente como tal pero con inconmensurable poder potencial, habría dado un paso fundamental hacia su conformación y transmutación en bandera política. El triunfo de George W. Bush indicaría la preeminencia del apoliticismo de una mayoría, el chovinismo, el atraso y el miedo en buena parte de la minoría que acude a votar. El primer caso, sería un toque de atención que las clases dominantes imperialistas no dejarían de atender y al cual, para confundirlo, dividirlo y eventualmente captarlo, le harían grandes concesiones en diversos planos. Uno de ellos interesa directamente a América Latina: quedarían postergados los planes de invasión militar a países de la región. La segunda hipótesis, en cambio, alentaría el belicismo imperialista. Hay análisis detallados para intentar contrarrestar el saldo a la vista de las otras tres elecciones en el Sur, mediante el uso de la fuerza militar, presumiblemente con Cuba y Venezuela como primeros objetivos. Que se apliquen o no en el corto plazo depende en buena medida de la señal que envíe la ciudadanía estadounidense el 2 de noviembre. Por eso no es lo mismo una victoria de demócratas o republicanos, las dos alas del partido único del imperialismo estadounidense. Del mismo modo que no es desestimable que el actual bloque antiestadounidense de gobiernos suramericanos tenga una u otra base social, una u otra dirigencia política, una estrategia de mera cosmética o de transformación verdadera de la realidad social.

Ayacucho siglo XXI Publicado en la edición N° 8; noviembre de 2004

«Ayacucho es la desesperación de nuestros enemigos». La frase corresponde a Simón Bolívar, y refería a la batalla comandada por Antonio José de Sucre. Ocurrió el 9 de diciembre de 1824 y de inmediato el vencedor dio parte a su comandante: «los últimos restos del poder español en América han expirado en este campo afortunado». Los días 8 y 9 de diciembre próximo, 180 años después, diez 77


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presidentes suramericanos se reunirán en Perú. Aunque con matices que pueden derivar en proyectos encontrados, los gobiernos de Venezuela, Brasil y Argentina van allí con el acordado propósito de llegar al umbral de una entidad nueva que revolucionaría la geopolítica mundial: una Unión Suramericana de Naciones. A la semana siguiente, en la reunión de presidentes del Mercosur ampliado, en la bellísima Ouro Preto, aun incapaz de andar la criatura podría ser reconocida por sus padres. ¿Será otra vez Ayacucho «la desesperación de nuestros enemigos? Es lo que está en juego en estos días. Por el momento está a la vista la predominancia en Suramérica de una fuerza centrípeta que desconcierta a Estados Unidos y la Unión Europea, pero también a tradicionales aliados de esos centros de poder en cada uno de los países de la región. La licuación de partidos y otras instituciones sociales y políticas, aun en los casos en que mantienen, por inercia, la capacidad de receptar votos ciudadanos, indica perplejidad y disgregación en un momento histórico de cambio vertiginoso, paradojalmente perceptible como quietud. O como marcha en círculo. Por ejemplo, en las relaciones comerciales de dos protagonistas principales: «El ministro Palocci y yo tuvimos una conversación con el ministro Lavagna, por teléfono, y enfatizamos que, pasados 60 a 90 días de las actitudes del gobierno argentino, no podemos continuar tolerando barreras que perjudiquen a Brasil en beneficio de otros países», dijo días atrás el ministro de Desarrollo y Comercio Exterior brasileño, Luiz Fernando Furlan. Hay incluso expresiones que llevan a percibir el formidable salto histórico en ciernes como marcha hacia atrás: «los servicios de seguridad de Colombia han denunciado que las Farc estaban infiltrándose en algunos movimientos políticos y legales de Argentina. Yo no sé qué hay de eso, pero es un tema que debe preocuparnos y ocuparnos; (el objetivo de una convergencia de naciones suramericanas) tiene dos niveles: uno, es el tratamiento de la pobreza y la exclusión, que constituyen fuente de estos delitos contra las personas. El otro es el del terrorismo», declaró Eduardo Duhalde, activo titular del organismo ejecutivo del Mercosur. Son las turbulencias resultantes de una aceleración histórica en un trasfondo de pauperismo teórico, vaciamiento ideológico, desmantelamiento organizativo y repliegue sin precedentes de los trabajadores y las juventudes en el escenario político de países con gravitación mayor en la coyuntura. Como quiera que sea, el fenómeno está en movimiento. Y a la vez que tritura organizaciones e individuos 78


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imposibilitados de entenderlo, azuza «a nuestros enemigos», para decirlo con las palabras de Bolívar, aun en tiempos en que el lenguaje refleja a menudo menos lucidez, menos determinación y coraje. Esos enemigos, encabezados por quienes ordenan desde Washington, libran batalla en todos los terrenos. Se infiltran camuflados en todos los rincones. Pero no logran dejar de retroceder, ven desperdigadas sus fuerzas, sufren por estas horas derrotas como las de Uruguay y Venezuela y se ven a sí mismos como las autoridades españolas en 1824, con la diferencia de que tras las tropas que actuaron a su servicio durante el siglo XX, hoy en retirada, tienen reserva estratégica cuya forma y momento de poner sobre el terreno discuten mientras analizan los resultados electorales en el hemisferio. Resta saber cómo, cuándo, dónde y con qué banderas se librará la batalla de Ayacucho del siglo XXI.

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2005 Tropiezos de la uni贸n suramericana Bush vuelve a la carga Al socialismo siglo XXI Momento de definiciones sin retorno La par谩bola del PT Kirchner en pos de un plebiscito Acorralado, Bush embiste en el Cono Sur

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2005, en la trinchera de ideas

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Cusco, Ayacucho y Ouro Preto

Tropiezos de la unión suramericana Publicado en la edición N° 9; enero de 2005

Opciones: exigencias populares perentorias combinadas con intereses de las clases dominantes imponen una tendencia a la unidad. En tres escenarios diferentes, quedaron expuestas las propuestas frente a una coyuntura histórica excepcional. La proclamación de una Comunidad Suramericana de Naciones, pese a su objetiva confrontación con la voluntad imperialista, es insuficiente para responder a las urgencias de la hora. En el pequeño avión de ocho plazas que lo lleva de Cusco a Ayacucho para celebrar allí el 180° aniversario de la batalla final contra el imperio español, el presidente venezolano Hugo Chávez encuentra un modo singular de realizar el balance de la jornada anterior. Trece países habían firmado el 8 de diciembre en la antigua capital incaica el Acta Fundacional de la Comunidad Suramericana de Naciones. Con la posibilidad de constituir el tercer bloque más importante del mundo en dimensión geográfica, cantidad de población y volumen productivo, esta potencial nueva entidad en el escenario económico y político internacional choca con los planes estadounidenses de anexar la región mediante el Alca (Área de Libre Comercio de las Américas). A la vez, tal como la perfila su acta de nacimiento, reducida a un proyecto de integración comercial-exportador, es insuficiente para responder a las crecientes demandas sociales que en los últimos años han sacudido y transformado el mapa político regional. Quien había puesto la impronta de la ceremonia fundacional fue precisamente la figura que más expectativas había creado en el Cono Sur, el presidente brasileño Lula da Silva. Por eso su discurso de clausura provocó desazón incluso en su comitiva. En templo imponente construido por los jesuitas frente a la Plaza de Armas cusqueña en el siglo XVII Lula enumeró las obras de infraestructura destinadas a integrar la región, pidió ayuda al Fondo Monetario Internacional y se congratuló por el envío de tropas brasileñas a Haití. Pero eludió toda mención a las dramáticas urgencias de 222 millones de pobres (entre ellos 96 millones de indigentes), y obvió los dilemas económicos planteados por la dependencia, el endeudamiento y el creciente 83


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intervencionismo militar estadounidense. Chávez no hizo este balance. A cambio, tomó un grueso libro con cartas y documentos de Bolívar («lo publicó Velazco Alvarado -dijo- es una colección como de 15 volúmenes») y se puso a leer en voz alta los decretos y resoluciones adoptados por el Libertador inmediatamente después de la victoria de Ayacucho.

De guerrero a gobernante La voz del presidente venezolano se impone al rugido de las turbinas y sus acompañantes -ministros, altos jefes militares y, como invitado, el Director de América XXI- se ven empujados dos siglos atrás, en ese mismo escenario dominado como hoy por el atraso, la pobreza y el desamparo, pero ante un hombre que después de vencer al enemigo imperialista se redefine a sí mismo como «alfarero de Repúblicas». Y se aboca a la tarea de gobernante con la misma lucidez y coraje manifiestos en la guerra. La primera y más enérgica decisión de Bolívar fue la creación de cientos de escuelas, incluso escuelas exclusivas para niñas -»allí está Simón Rodríguez», acota Chávez. De las medidas de gobierno se pasa a la eclosión de las luchas internas y el papel de los entonces embajadores de Estados Unidos a la Gran Colombia. Chávez lee un documento que revela la frontal oposición de Washington a la figura del Libertador. El canciller Alí Rodríguez Araque hace un cáustico comentario de actualidad. Es posible por un instante preguntarse si el avión vuela en el siglo XXI. Tras el aterrizaje y un breve viaje en helicóptero, será el arribo a la Pampa de Quínua, el lugar de la batalla. La Historia está allí, silenciosa y elocuente, al pie del cerro Condorcunca. Sólo han concurrido los presidentes de Perú, Bolivia, Venezuela, Surinam y Panamá. Las autoridades peruanas excluyeron de la celebración a los descendientes de aquellos soldados cuyos gritos de coraje y de muerte tienen un eco en la mirada altiva y a la vez resignada, de insondable tristeza, de un aborigen que ha podido acercarse pero es rechazado por una funcionaria limeña. A lo lejos, varios centenares de campesinos que lograron aproximarse a pesar de todo, hacen oír su protesta cuando el presidente Alejandro Toledo inicia el acto con una ofrenda floral. Y vuelven a tronar sus voces, ahora expresando apoyo, cuando Chávez habla de ellos, de los excluidos y explotados de América Latina, y recuerda que tras Ayacucho vino la desunión y la frustración de los grandes objetivos de la emancipación. Y que aquella tarea inconclusa está planteada otra vez, dos siglos más tarde. 84


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Propuestas ante la crisis Una semana después se reunió en Ouro Preto, Brasil, la cumbre del Mercosur, para dar ingreso formal a Venezuela, Colombia y Ecuador, además de sumar a Guayana y Surinam. Esta vez estuvieron los presidentes Néstor Kirchner de Argentina, Nicanor Duarte de Paraguay y Jorge Batlle de Uruguay, ausentes en Cusco; los dos primeros por conflictos por el exceso de productos brasileños exportados a sus países y el último porque, en representación de la voluntad estadounidense en la región, se opone a la Comunidad Suramericana de Naciones. En una contradicción sólo aparente, cuando los doce países suramericanos (y otra vez Panamá sumado a este bloque) convergen en un mismo ámbito de mercado común, se agravan los conflictos entre los dos socios mayores: Argentina y Brasil. Los grandes empresarios brasileños impulsan a Lula hacia una política de unificación regional en su propio beneficio y a la vez traban esta dinámica al obrar frente las industrias de sus socios según el mismo mecanismo implantado por el imperialismo a través del llamado «neoliberalismo»: la ocupación hostil de áreas de mercado. Lula reiteró en Ouro Preto su discurso de Cusco, pero allí estuvo Kirchner para recordarle que nadie puede «ignorar las asimetrías existentes ni perjudicar a los sectores internos de nuestros países, pues ello afectaría la propia integración». El presidente argentino hizo igualmente una advertencia imposible de disimular con fotos donde ambos mandatarios se abrazaron sonrientes: «ninguno de nuestros países es por sí mismo ni tan grande ni tan fuerte como para prescindir del destino regional». Pero esa afirmación regionalista, sumada a la ausencia en Cusco, dejó la duda respecto del curso de Argentina en relación con el proyecto de bloque regional timoneado por Brasil. Ante una encrucijada obvia, eludida por todos con discursos tonantes como barril vacío, Chávez se tomó el tiempo que no tuvo en Cusco para exponer detallada y extensivamente su Agenda Bolivariana. Repitió su propuesta de un Fondo Latinoamericano conformado con las propias reservas de los países de la región, habló de la moneda única, puso a disposición cien millones de dólares para acometer de inmediato empresas de alfabetización y atención sanitaria masivas, reiteró su propuesta de Petroamérica, e insistió con una Televisión del Sur. Quedaron así planteadas tres posiciones frente a una coyuntura histórica excepcional, que repite en condiciones incomparablemente más favorables y en dimensión planetaria, los desafíos que América Latina afrontó en el siglo XIX. 85


2005, en la trinchera de ideas

El hecho es que en el actual contexto mundial, el neodesarrollismo keynesiano expansionista esgrimido por Lula no tiene base objetiva de sustentación. Los pronósticos más optimistas adelantan una caída de la economía mundial para los próximos años: del 4% (desigual y con porcentajes menores en los países centrales) de crecimiento promedio del PBI mundial en 2004, se pasará según estas previsiones al 3,1% en 2005 y al 3% en 2006. La caída del dólar provocada por el desmesurado déficit gemelo estadounidense y su impacto global, auguran cifras peores. Y alimentan el riesgo de un colapso financiero internacional, con indescifrables efectos sobre la economía y la política mundiales. Afirmar una estrategia con base en el aumento de las exportaciones garantiza el agravamiento de los dramas sociales sin ofrecer una mínima perspectiva de éxito en ese objetivo mercantilista. Por otra parte, huelga decir que estaría condenada al fracaso toda perspectiva que niegue o subordine la unidad de América Latina. Acaso por eso hubo un silencio tenso entre los presidentes reunidos en Ouro Preto cuando Chávez subrayó que venía de Cuba, donde acababa de firmar con Fidel Castro la Alternativa Bolivariana para las Américas.

Bush vuelve a la carga Publicado en la edición N° 9; enero de 2005

Pocos recuerdan que en el primer mes de este año -ahora mismodebía entrar en vigencia el Area de Libre Comercio de las Américas (Alca). A tal punto quedó relegado aquel proyecto clave de la estrategia estadounidense, que se desdibuja también el significado de su fracaso. Y las causas que lo provocaron. Como contrapartida, el 8 de diciembre trece países (Panamá se sumó a la América Austral) firmaron en Cusco el Acta Fundacional de una Comunidad Suramericana de Naciones. Por razones presumibles, los medios de incomunicación de masas olvidaron el Alca nonato tanto como desestimaron el simbólico inicio que tuvo lugar en la antigua capital del imperio Inca. Por motivos menos nítidos, también la intelectualidad y las izquierdas se desentendieron de ambos acontecimientos. Se trata de una omisión cargada de mensajes y consecuencias: el pensamiento político -incluso el más avanzado- no previó cómo y por qué una línea de acción decisiva para Estados Unidos se estrelló en la 86


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región donde sus clases dominantes se mostraron más proclives a adecuarse a la voluntad imperialista; no percibe cuáles son las fuerzas hoy predominantes en el complejo damero de América del Sur; y no está a la altura del desafío político planteado en esta etapa histórica. Los dos cataclismos que en los últimos 20 años cambiaron el rostro y el rumbo de la humanidad -el derrumbe de la Unión Soviética y el colapso de la contraofensiva capitalista denominada ‘neoliberalismo’- arrastraron también al pensamiento político y su recuperación es todavía una asignatura pendiente.

Contraofensiva No podía ser de otro modo: ante la derrota de un objetivo estratégico de la magnitud del Alca, Estados Unidos replantea sus fuerzas y lanza una violenta contraofensiva. El punto de partida podría situarse en la reunión de la Apec (Cooperación Económica Asia-Pacífico). O en el atentado terrorista que cobró la vida de Danilo Anderson. O, si se prefiere, en la designación de Condoleeza Rice como secretaria de Estado, de Porter Goss como nuevo director de la CIA, del General Bantz Craddock como jefe del Comando Sur; en las amenazas descaradas contra los gobiernos de Argentina y Brasil; en la aparatosa escala de George Bush en Colombia, de regreso de la Apec, para entrevistarse con el presidente Alvaro Uribe. Estos y otros muchos acontecimientos recientes configuran la segura respuesta del imperio malherido. Frustrada la vía del Alca, Washington avanza de todos modos por el camino de la militarización de América Latina, el empleo de mercenarios para operar con métodos terroristas en toda la región, el despliegue de fuerzas para propósitos jamás descartados: la invasión a Cuba y la detonación de una guerra entre Colombia y Venezuela. Basta errar un milímetro en la apreciación de este combate estratégico para anular la propia fuerza o, peor aun, ubicarse sin saberlo en el bando enemigo. Pero el acierto no resulta de la improvisación o la verbosidad. El Acta Fundacional de la Comunidad Suramericana de Naciones es fruto de un movimiento defensivo de capas más o menos poderosas de las clases dominantes suramericanas, con el gran capital brasileño al frente, armado de un programa híbrido de desarrollismo y keynesianismo. Levanta una barrera contra el imperialismo, pero excluye la batalla principal contra la miseria, el analfabetismo y el desamparo. Busca la solución en la competencia y no en la cooperación, aunque procura algún grado de complementación regional para mejor competir en el 87


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mercado mundial, lo cual augura una política inexorable destinada a reducir el salario real y aumentar la tasa de explotación de quienes tengan trabajo. Con todo, eso es insoportable para Estados Unidos e incluso para otros centros imperiales. De modo que, con diferentes recursos, está asegurado el aumento de la presión de Washington contra los tres centros mayores de esa hipotética comunidad del Sur: Brasil, Venezuela y Argentina. La nueva fase, por tanto, supone una tensión y confrontación de fuerzas sin precedentes en la historia suramericana: no es fácil asumir las exigencias de una victoria cuando el vencido cuenta con un poder desmesurado y los vencedores carecen del basamento teórico, la fuerza organizativa y la estrategia común capaz de sostener y proyectar sus triunfos iniciales. Mientras tanto, continúa inarticulado un bloque de fuerzas continentales capaz de respaldar a esa escala la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba) firmada por Hugo Chávez y Fidel Castro en La Habana. El presidente venezolano, que en diferentes escenarios lanzó en las últimas semanas la propuesta de «una Internacional democráticorevolucionaria», debería ser escuchado con mayor atención por quienes saben, o al menos intuyen, que este año será un momento crucial para la definición del rumbo de nuestros países.

Al socialismo siglo XXI Publicado en la edición N°10; mayo de 2005

Renacimiento: comenzó a recorrer el mundo un siglo y medio atrás. Fue sepultado para siempre en 1990. Reapareció apenas una década y media después: el fantasma que estremece a los señores de la guerra y la riqueza obscena encarnó otra vez, con irrefrenable vitalidad, cuando ante una multitud reunida el 1º de mayo en Caracas, Hugo Chávez anunció que Venezuela marcha al socialismo. Seis años de gobierno, un golpe de Estado con desenlace inédito, conspiración permanente, incontables encuentros con jefes políticos de todo el mundo para tratar problemas que no hallan respuesta, realizaciones inmensas en el terreno social y desafíos cada día mayores para sostener la marcha tras el objetivo de humanizar por fin al hombre, llevaron a Chávez a una conclusión que expuso con llaneza: «es imposible en el capitalismo lograr nuestras metas. Tampoco es posible 88


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buscar una vía intermedia. No; no hay duda: invito a Venezuela toda a que marchemos por la vía del socialismo del nuevo siglo, un nuevo socialismo para el siglo XXI, debemos construir un nuevo modelo social socialista, un nuevo modelo político socialista, una sociedad socialista.» Para sorpresa y alarma de muchos, el vértigo que vive Suramérica parecería llevar hacia atrás. Hace cuatro décadas Ernesto Guevara había formulado una conclusión rotunda: «revolución socialista o caricatura de revolución». Antes, otros nombres ahora denostados y sepultados afirmaron lo mismo, desde la teoría y la experiencia. Luego vino un período interminable para la vida individual, un suspiro en la Historia- durante el cual el brutal retroceso pudo ser mostrado como salto adelante: un fenómeno análogo al actual, pero a la inversa. Algo así como la restauración de la monarquía luego de la Revolución Francesa: se degradaba primero y caía después la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el capitalismo era consagrado como el estado natural del ser humano. Ahora la Historia retoma su marcha. Pisa la hojarasca pseudoteórica de académicos y propagandistas sin luces ni moral y afirma los talones en terreno firme: «es imposible en el capitalismo lograr nuestras metas».

Luz del alba en Suramérica Al amanecer del día siguiente, el 2 de mayo, nada había cambiado en Venezuela: las mismas pasiones, las mismas mezquindades, la misma rutina. ¡El «socialismo» no aparecía siquiera en los titulares de la prensa! Pero nada era igual. Y aunque no se perciba, nada es igual desde ese momento en América Latina y más allá. Ahora en el mundo hay un Faro nuevo y potente que indica el rumbo a miles de millones de navegantes extraviados. Venezuela no es socialista y no lo será por mucho tiempo. Pero va hacia allá. Y el mundo, otra vez, sabe adónde ir. Es difícil hoy medir el impacto estratégico, la significación histórica, de este acto de lucidez y valentía. Voces chillonas a uno y otro flanco no rozan la línea trazada. Dijo Chávez: «estamos en la transición, y esa transición tiene forma, el proyecto o el tiempo que vivimos ahora, desde 1998 para acá, es un tiempo de transición; y transición sabemos que es un estado intermedio, un camino hacia más allá. Pero la transición requiere ser comprendida. La transición para que tenga éxito requiere ser planificada con minuciosidad; la transición para ser exitosa requiere ser impulsada en colectivo, requiere de mucha participación colectiva, desde la misma planificación hasta la conducción de las acciones de cada día en el orden político. Estamos en plena transición, cuidemos mucho la transición.» 89


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Como que se trata de lo mismo, entrelazó estos conceptos con durísimos mandobles contra la corrupción, la burocracia y la mirada miope de quienes giran en ese universo del pasado que domina y ensombrece el presente. La corrupción está en la lógica de una sociedad basada en la búsqueda del lucro: es parte de la educación consciente e inconsciente de la sociedad y está y pugna por crecer en todas partes. Es el enemigo travestido a menudo con ropaje revolucionario, socialista, que se ubica al lado –e incluso dentro- de quienes luchan por la nueva sociedad. «Todo lo viejo reaparece en la nueva forma que crece», dijo una de aquellas voces sepultadas que ahora truena otra vez. Burocracia y miopía son igualmente rémoras de un pasado constantemente actualizado. No hay solución automática para esos males. Pero hay conceptos enraizados en la teoría y la experiencia histórica de las luchas revolucionarias en todo el mundo para guiar la acción de corto y largo plazo. Y fueron expuestos ante la masa el 1º de mayo: «el poder más importante es el poder del pueblo y el componente más importante del poder del pueblo es el conocimiento y dentro del pueblo hay un rayo, ese rayo se llama la clase obrera; es el rayo del pueblo la clase obrera». Esta afirmación de hondo contenido estratégico fue acompañada además por conceptos enterrados incluso por quienes se suponen representantes teóricos de los trabajadores y confunden la lucha de clases con la lucha salarial (aunque en el mismo acto Chávez anunció el aumento del salario mínimo a 405 mil Bolívares, unos 200 dólares): «el esfuerzo de construcción de una nueva economía, compañeros trabajadores, camaradas trabajadores, no puede ser enfocado, óigaseme bien y ese es uno de los desafíos que consigue sobre todo en sus inicios una revolución, el proceso de construcción de una nueva economía no puede ser impulsado por el ánimo mercantilista, sería perverso, no podemos pretender transformar la sociedad con las mismas desgastadas herramientas del capitalismo y la ortodoxia, no». Por estas afirmaciones, que no son sólo ni principalmente afirmaciones teóricas, nada será igual a partir de ahora en la vida política de cualquier país. No hay desmesura ni exitismo en esta certeza: la convulsiva crisis que sacude al planeta tiene ahora un factor nuevo. Desde hace demasiado tiempo el único punto de fuerza del capitalismo central y periférico ha sido la ausencia política de su contrincante social. Esto ocurre en Suramérica, con epicentro en Venezuela. Pero es un acontecimiento de alcance y proyección planetarios. Por eso viaja 90


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enfebrecida a capitales del sur la secretaria de Estados Unidos: dos días antes Chávez y Fidel Castro habían dado un impulso decisivo a la asociación económica entre ambos países, hecho que provocará una onda expansiva de efectos inmediatos en una región acosada y convulsionada por la crisis.

Inventamos o erramos La frase ahora rediviva de Simón Rodríguez no puede ya ser vía de escape para quien ignora o rechaza el saber acumulado: y cobra todo su extraordinario poder de combate contra el conservatismo, el burocratismo y la idiotez repetitiva. El socialismo es la meta. El tránsito arranca en un camino cenagoso, bajo fuego enemigo. La línea de acción del gobierno venezolano fue expuesta de este modo a los participantes del acto el 1º de mayo: «la democracia popular participativa es parte esencial de la transición, si alguien me pregunta ¿Chávez, vamos hacia el socialismo? Yo le diría: sí, socialismo que estamos inventando, un socialismo nuevo. ¿Cuál es el camino hacia el socialismo, cuál es el camino a través del cual vamos construyendo el nuevo socialismo? Yo diría: Ese camino se llama democracia revolucionaria. La que está en marcha en Venezuela, empujada por un pueblo en dinamización permanente, en movilización permanente, en estudio permanente, hay que estudiar todos los días, discutir en debate permanente, en trabajo permanente». Y agregó como colofón: «seguiremos en este camino. Este año es un año de esa visión de la transición de la democracia revolucionaria hacia el socialismo del nuevo siglo, de nuevo tipo, socialismo a la venezolana, socialismo producto de la creación nuestra y acoplado a los tiempos que vivimos, este año es muy importante desde todos los puntos de vista, este año y el próximo -o vengo diciendo desde el año pasado, recuerden aquel discurso donde hablé del salto adelante y los 10 lineamientos estratégicos- cada revolucionario, cada sindicato, cada obrero, cada obrera, cada trabajador, cada trabajadora debe discutir estas ideas, yo no pretendo para nada que esa sea la idea, no; es sólo un aporte que hago y que hacemos desde el gobierno con la ayuda de mucha gente». Es, en efecto, el comienzo de un inédito debate: el de millones, cientos de millones, de hombres y mujeres en América Latina y el mundo entero: frente al azote de la crisis económica mundial y el belicismo desenfrenado del imperialismo, Venezuela va al socialismo.

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Momento de definiciones sin retorno Publicado en la edición N° 10; mayo de 2005

Con cuatro meses en su cargo la secretaria de Estado Condolezza Rice ha acumulado en América Latina casi tantos reveses como su antecesor en cuatro años. Cuando a fines de marzo los presidentes de Colombia, Brasil y España se reunieron en ciudad Guayana invitados por Hugo Chávez, la conspiración destinada a provocar un enfrentamiento entre Bogotá y Caracas que pasara de la diplomacia al terreno militar, se transformó en lo opuesto. Luego vino la saga de la OEA, que en pocos días llevó a Rice de la soberbia al ridículo: el Departamento de Estado propuso como candidato a secretario general al salvadoreño Francisco Flores; Venezuela apoyó al chileno José Miguel Insulza. Un tercer candidato era el ministro mexicano Luis Ernesto Derbez. Para evitar la ineludible derrota, Rice hizo retirar a Flores, apoyó a Derbez y fue a la prueba de fuerza. Hubo cinco votaciones empatadas entre Derbez e Insulza. Rice pidió tiempo y voló a Brasilia. Pero fracasó en el intento de cambiar el voto de Lula. Y ante la inminencia de una humillante derrota optó por lo que consideró el mal menor: hizo renunciar al candidato mexicano. Difícil imaginar un precedente diplomático más grotesco. Sería injusto -y erróneo- cargar las tintas sobre Condoleezza Rice. El fracaso en la acción directa -el secuestro de un dirigente de las FARC colombianas en Caracas en noviembre último, para provocar el choque entre Venezuela y Colombia- y el desastre diplomático en la OEA, reflejan con exactitud el sentido en el que se desplazan las relaciones de fuerza en la actual coyuntura histórica. Estados Unidos retrocede. Y lo hace de manera desordenada, como que todavía no ha asumido que sus órdenes no son cumplidas. El viaje en zigzag de Rice -Brasilia, Bogotá, Santiago, San Salvador- dibuja el trastabilleo de un boxeador aturdido por los golpes.

Coyuntura crucial Otra cosa es quién ocupa el espacio que pierde Washington. Y otra más, de mayor gravedad inmediata, es la respuesta previsible de un imperialismo tambaleante, empujado a apelar a todos sus inmensos recursos y, sobre todo, a aquel donde se siente más fuerte: el de la guerra. 92


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En términos estratégicos, dos fuerzas principales se proyectan sobre el espacio ganado al imperialismo estadounidense. Una de ellas está en íntima asociación con el imperialismo europeo. La otra, quedó corporizada con el Alba entre Cuba y Venezuela, un proyecto de integración y desarrollo en beneficio de los pueblos y no de las multinacionales o de los grandes capitales locales. Una tercera vía puede situarse en fuerzas políticas y sociales identificadas con la socialdemocracia europea, que intentan trazar una bisectriz entre reformas urgentes en Suramérica y la dependencia del imperialismo europeo. Washington tiembla: las paces de Cuidad Guayana ocurrieron en presencia del presidente socialdemócrata del Estado español; el tironeo en la OEA terminó dándole la victoria a un ministro socialdemócrata del gobierno chileno: los días 28 y 29 de abril se reunieron en Montevideo altas autoridades de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, en una actividad promovida por la Fundación socialdemócrata Friedrich Ebert, para debatir la situación internacional y un proyecto de integración y cooperación suramericana: mientras tanto se daba un paso gigantesco en La Habana, reafirmado como estrategia por el presidente Chávez cuando el 1º de mayo proclamó en Caracas la necesidad de avanzar al socialismo. Es obvio que se trata de estrategias diferentes. Pero desde el punto de vista inmediato y en el actual cuadro de relaciones de fuerza a escala internacional, donde priva la competencia interimperialista, para Estados Unidos los avances de la Unión Europea constituyen una perspectiva temible. Éstos, sumados a la conflictividad social creciente en todo el hemisferio y ahora con Venezuela y Cuba asociados en términos jamás experimentados en América Latina, significan un alerta rojo.

Las armas de Estados Unidos Washington rearticuló con presteza sus armas más poderosas en la región: el Plan Colombia (rebautizado Plan Patriota), el Alca (rediseñado como»alquita») y, acaso en primer lugar, la división del bloque suramericano que gradual y sinuosamente en los últimos seis años le arrebató la iniciativa y el control político. Los viajes del secretario de Defensa Donald Rumsfeld y su colega Rice intentaron, con diversa fortuna, rearticular el componente militar de la contraofensiva, mediante las maniobras conjuntas, las medidas camufladas bajo la supuesta lucha contra el terrorismo, y el narcotráfico y la refinanciación del Plan Patriota. Sin resultados netos, la Casa Blanca recuperó en ese terreno espacios que se dirimirán en lo que resta del año. 93


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No menos ambiguo fue el saldo obtenido en los acuerdos bilaterales de libre comercio. En materia de cuñas incrustadas en el proceso de convergencia suramericana, sin embargo, el Departamento de Estado puede contar algunos éxitos. El caso argentino es el ejemplo más elocuente: el Congreso votó una ley antiterrorista exigida por Estados Unidos: para realizar una reunión de embajadores destinada a rediseñar la estrategia hemisférica de Argentina, el canciller Rafael Bielsa escogió la capital estadounidense, Washington DC; y al cabo de dos días de reunión, publicó en el principal diario argentino un artículo rescatando el Alca y simultáneamente descargó una andanada contra Brasil y las relaciones diplomáticas y económicas con el gobierno de Lula. Todo esto fue amplificado hasta lo inverosímil por los grandes medio de prensa comercial, ostensiblemente identificados con el objetivo balcanizador de Washington. Y hubo una reacción inmediata desde diferentes cancillerías y el propio gobierno argentino. En los próximos meses podrán evaluarse los resultados de estas cruciales batallas de transición.

Lula ante opciones de trascendencia continental

La parábola del PT

Publicado en la edición N° 11; septiembre de 2005

Bajo fuego: acosado por denuncias de corrupción, distanciado de sus bases y frente a una rebelión de su propio partido, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva corre el riesgo de un juicio político que lleve a su destitución. De baluarte moral en representación de los trabajadores, el PT en el gobierno pasó a ser punta de lanza de un programa de saneamiento capitalista y se hundió en un abismo de corrupción. Los tiempos se acortan para adoptar un rumbo que permita superar la crisis. «Contra lo que sugieren encuestadores y analistas, si Lula logra superar este trance y estabilizar su gobierno antes de fines de año, tiene más chance que nadie de ganar las elecciones presidenciales en octubre de 2006. Por eso en las próximas semanas recrudecerán las denuncias y maniobras, con el objetivo de unos de mellar su base electoral y para otros de precipitar su renuncia. Quedan pocos días para que Lula decida un curso de acción y neutralice o no esta operación que, sobre la base de una degeneración en todos los órdenes de la cúpula petista, combina 94


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en dosis diferentes y sin plan alguno, zarpazos de aspirantes al cargo de Presidente, desesperación de funcionarios de alto rango en todos los partidos, y aprovechamiento oportunista por parte de sectores de la burguesía aliados a la estrategia de la Casa Blanca, que movió las piezas iniciales para desencadenar esta tormenta procurando cambiar a su favor la coyuntura regional». Esta reflexión la hace para América XXI un fundador del Partido de los Trabajadores (PT), quien distanciado desde hace una década del equipo dirigente pide reserva de su nombre mientras vacila entre acompañar los esfuerzos de refundar el partido o lanzarse, como ya han hecho cientos de cuadros, a la organización de una nueva estructura política. Todo comenzó cuatro meses atrás, cuando Roberto Jefferson, presidente del Partido Laborista Brasileño (PTB), denunció que el PT pagaba sobornos mensuales a diputados propios y ajenos para garantizar el control del Parlamento. Naturalmente ese dinero sucio debía provenir de fuentes ocultas y circular por canales clandestinos. El hilo de la corrupción llevó a figuras impensables y las revelaciones en cascada produjeron desde entonces la renuncia forzada de 59 altos funcionarios, entre ellas, el 17 de junio, la de José Dirceu, jefe de Gabinete ministerial, principal dirigente del PT, hombre de máxima influencia sobre Lula. Una semana antes había caído José Genoino, presidente del PT y cara visible del giro a derecha que el partido experimentó desde mediados de los ´90, bajo el influjo ideológico de figuras que no han sido alcanzadas por la avalancha de denuncias. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva se mantuvo en silencio y al margen durante varias semanas, mientras expertos abogados en combinación con los funcionarios directamente involucrados diseñaron una táctica consistente en encuadrar el ilícito como «crimen electoral», argumentando que todo había sido un inocente mecanismo de préstamos tomados por miembros del PT a título personal u transferidos al partido. Guiado por sus asesores, Lula ensayó una defensa insólita por el contenido y el lugar en que la hizo pública: de visita en París con motivo del aniversario de la Revolución Francesa, declaró en conferencia de prensa el 15 de julio: «lo que el PT hizo desde el punto de vista electoral es lo que se hace en Brasil sistemáticamente». Pero dos días después la argucia fue invalidada por los datos llegados a la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI). El Presidente quedó expuesto y ante un riesgo inminente. Demoraría un mes sin embargo en hacer un mea culpa ante el país. 95


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Para entonces funcionaban tres CPIs en el Congreso, cada una con causas diferentes. Pero fue el pintoresco asesor de imagen de Lula, artífice de la campaña electoral que lo mostró acicalado y vestido con trajes importados, Duda Mendonça, quien asestó el mazazo decisivo cuando el 11 de agosto declaró que había cobrado más de 10 millones de reales (unos cuatro millones 300 mil dólares) por su trabajo para la campaña de 2002 con dinero ilegal proveniente de Bancos Extranjeros y a través de un paraíso fiscal en Bahamas. Mendonça agregó que el PT aún le debe 14 millones de reales. Pero faltaba algo todavía: Valdemar Costa Neto, presidente del Partido Liberal, al cual pertenece el vicepresidente de la nación, José Alentar, dijo a la prensa que el PT había comprado el apoyo de su partido y la inclusión del empresario Alentar en la fórmula por 4 millones 200 mil dólares. «El Presidente sabía lo que estábamos negociando. Lula sabía lo que Dirceu estaba haciendo. Lula fue (al lugar donde se negociaba) para dar el martillazo (…) Lula y Alentar se quedaron en la sala y fuimos para el cuarto Delubio (Soares, el Tesorero del PT), Dirceu y yo». Estas declaraciones inundaron el país y el mundo. Al día siguiente, el 12 de agosto, Lula habló por cadena de radio y televisión, pidió perdón y dijo: «fui traicionado».

Estadistas y populistas: claves de una debacle Tras la decapitación de buena parte de la dirección nacional del PT, ocupó la presidencia del partido el hasta entonces ministro Tarso Genro. Por esas ironías de la historia, dos años atrás Genro había publicado en el Jornal do Brasil un artículo titulado «Chávez y Lula». Allí, con fecha 17 de septiembre de 2003, el autor subraya que «el PBI de Venezuela cayó un 15% en los últimos años» y que Chávez estaba «cercado políticamente por un requerimiento firmado por 2,7 millones de personas». Al margen las incorrecciones –o la deliberada maledicenciael hecho es que Genro condenaba a quienes defendían a Chávez por «enfrentar al imperialismo», pese a que, según él, esto redundara en que «la vida de la amplia mayoría del pueblo haya empeorado y que el propio mandato del presidente esté amenazado por una Constitución Democrática que él mismo inspiró». Genro tenía todo muy claro: «El gran error de Chávez fue subestimar las instituciones y la sociedad formal, o sea, aquellos grupos orgánicos de la estructura social, por los cuales pasa la producción, la formación de opinión. Allí donde está el saber técnico, la vida de los partidos, los intereses de clase y de corporaciones –justos o injustos a través de los 96


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cuales la política se realiza (…) Aquí en Brasil el presidente Lula, al contrario de lo que ocurre con el presidente Chávez, constituyó un sistema de alianzas que es la llave de la gobernabilidad y de la convivencia armónica (…) Cambio con gobernabilidad y gobernabilidad para el cambio, he allí la visión realista y, al mismo tiempo, transformadora que da sustentación al gobierno del presidente Lula». Todo fluye. Ya entrada la noche del 11 de agosto pasado, Hugo Chávez arribó a la Granja do Torto (la residencia presidencial en Brasilia) para solidarizarse ante el mundo con Lula. Culminaba la jornada en que Mendonça y Consta Neto lanzaron sus misiles antigobernabilidad. Genro luchaba a brazo partido con Dirceu, quien implícitamente acusado de traidor y a punto de ser condenado por corrupción, se resiste a dejar el timón del PT. Más aún: presumiblemente para negociar con las fuerzas de oposición un acuerdo que evite el juicio político y la destitución de Lula a cambio de que éste asegure que no se presentará a elecciones el año próximo, Genro declaró el 23 de agosto: «No sé si hoy Lula tendría condiciones de ser reelecto (…) si eventualmente el Presidente no quisiera disputar, el PT tiene cuadros nacionales como el senador Aloizio Mercadante o el alcalde Marcelo Deda», completó Genro omitiendo con humildad su nombre. Luego cayó otra andanada de denuncias, ahora contra el ministro de Hacienda, Antonio Palocci, mano ejecutora del plan económico que está en la base del vaciamiento del PT y su crisis actual. En ese punto Lula reaccionó de inmediato: «si cae Palocci se termina mi gobierno», dijo, amenazando al empresariado que busca cortarle las alas pero no pretende derrocarlo por temor a los efectos económicos y políticos de semejante desenlace. Poco después Lula haría otra declaración pública con ribetes dramáticos: «no me suicidaré, no renunciaré, no permitiré que me saquen del gobierno», afirmó en un intento de frenar las especulaciones.

Atonía social La sociedad ha reaccionado con pasivo estupor ante esta inesperada catarata de revelaciones. Apenas una marcha de apoyo a Lula, promovida por la Central Unica de los Trabajadores y la Unión Nacional de Estudiantes, que reunió en Brasilia entre 20 y 30 mil personas, un número no sólo exiguo sino equivalente al que congregaron sectores de oposición de izquierda al día siguiente, en el mismo lugar. Lula y el PT no han convocado a los millones de ciudadanos que los votaron en octubre de 2002, tal vez porque hacerlo requiere un golpe de timón en el manejo de la economía y de las alianzas de clases y 97


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partidos para continuar gobernando. ¿Qué hará Lula? ¿Volverá a los orígenes de su partido, a las reivindicaciones que lo catapultaron al Palacio del Planalto, o continuará buscando la gobernabilidad como la entiende el actual presidente del PT? La verdadera cuestión, sin embargo, es qué harán los cientos de miles de cuadros y activistas que forjaron el PT y lograron que un obrero llegara a la presidencia. De ellos depende que el desvío de un puñado de hombres y mujeres encandilados por el capitalismo derive o no en una derrota política y el consecuente respiro que tal decurso daría a la estrategia estadounidense para la región. El Proceso de Elección Directa que culmina el 18 de septiembre instalando una nueva dirección del PT, será una instancia a partir de la cual comenzará a develarse la incógnita.

Argentina: eell peronismo fracturado ante las urnas

Kirchner en pos de un plebiscito Publicado en la edición N° 11; septiembre de 2005

Elegir: el 23 de octubre próximo se renovará el 50% de los diputados y senadores del Congreso Nacional, así como de las legislaturas provinciales y los Concejos Municipales. Dos rasgos principales caracterizan este proceso electoral: la escisión del gobernante Partido Justicialista (PJ), como resultado del enfrentamiento entre el ex presidente Eduardo Duhalde y el actual mandatario Néstor Kirchner; y la virtual ausencia de una fuerza opositora por fuera del peronismo, mientras en las izquierdas se acentuó la división. En medio de la apatía general comenzó el período legal de campaña para las elecciones del 23 de octubre, cuando se renovarán 126 de las 257 bancas en la Cámara de Diputados, y 24 sobre 72 escaños en la Cámara de Senadores. Los nuevos mandatos tendrán vigencia hasta 2009 en la primera, y hasta 2011 en la segunda. Los candidatos a diputados nacionales se votan en 24 provincias –total de distritos electorales en Argentina-, mientras que los postulantes a senadores se eligen en ocho provincias: Buenos Aires, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, San Juan, San Luis y Santa Cruz. Contrasta fuertemente el desinterés de la ciudadanía – particularmente marcado en la juventud- con el tono de los discursos y el calibre de las acusaciones lanzadas ya desde el inicio de la 98


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campaña, el 24 de agosto, por la candidata a senadora Cristina Fernández de Kirchner, quien denunció un «complot desestabilizador». Al día siguiente, fue el propio Presiente quien le puso nombres a los supuestos complotadores: «son Duhalde, Menem y Patti», dijo Kirchner en un acto público en la ciudad de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, distrito donde compite su esposa. Se trata de los ex presidentes Carlos Menem y Eduardo Duhalde (actual presidente del Mercosur), y del ex comisario de policía Luis Patti, acusado por torturas y asesinatos. Días antes, el dirigente de una organización de desocupados Luis D´Elía, ahora aliado del oficialismo, había denunciado que Duhalde conduce «un cártel de tráfico de drogas». Kirchner atribuye a esa troika la promoción y el financiamiento de una creciente oleada de conflictos por demandas de aumentos salariales combinadas con una reactivación de los conocidos «piquetes», que cortan rutas y calles céntricas sobre todo en la cuidad de Buenos Aires y a mediados de agosto acamparon durante una semana en Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno. Más allá del significado coyuntural de esta denuncia de complot, su verdadera importancia estriba en que coloca en términos irreversibles la fractura del peronismo y muestra a Duhalde y Kirchner frente a frente, en una lucha por el poder de imprevisibles derivaciones. El ex presidente Duhalde conduce el sector tradicionalmente más poderoso del Partido Justicialista (la provincia de Buenos Aires, con 17 millones de habitantes (sobre un total nacional de 36 millones), 14 de los cuales están concentrados en torno a la Capital Federal), cuenta con el respaldo de las cúpulas de los sindicatos industriales con mayor peso. Además tiene puntos de apoyo importantes en los sectores de la burguesía local y la iglesia católica que sostuvieron su gobierno de transición durante el convulsivo período entre el colapso que en diciembre de 2001 acabó con el gobierno de Fernando de la Rúa y la asunción de Néstor Kirchner, precisamente como delfín de Duhalde, en mayo de 2003. Por su lado Patti es, en efecto, aliado de Duhalde; pero Menem –reducido hoy a un espacio marginal en la política argentina- es probablemente su peor enemigo. Mientras que las fuerzas de izquierda que encabezan los reclamos sindicales difícilmente puedan tener siquiera un contacto de conveniencia puntual con las fuerzas tradicionales del PJ.

Fractura histórica La amalgama de la troika y la izquierda parece ser entonces un recurso extremo de Kirchner y su círculo íntimo, destinado a proyectar 99


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como fuerza política a la fracción peronista que lidera, el Frente para la Victoria (FpV). Pero ocurre que el mismo D´Elía que acusa a Duhalde como narcotraficante, días antes había denunciado que en el FpV «un 30 o un 40% de los intendentes del Gran Buenos Aires (provenientes de la estructura de Duhalde) son mafiosos». Esta nueva y presumiblemente irreparable fractura del peronismo es sin embargo el episodio truculento de un fenómeno mayor: el reacomodamiento de fuerzas políticas en un momento de transición histórica, a partir de una realidad de devastación económica, hecatombe social y completa desarticulación institucional legada por el llamado «neoliberalismo». El FpV vino a reemplazar a dos líneas de acción previas. La primera de denominó «transversalismo» y apuntaba a formar un «Tercer Movimiento Histórico» (objetivo intentado varias veces sin éxito en el pasado), con afluentes del peronismo, el radicalismo y sectores de la izquierda. Frustrado a poco andar ese intento, Kirchner optó por integrarse a la estructura tradicional del PJ. Sólo en el momento de confeccionar las listas de candidatos a diputados, en junio pasado, ante la evidencia de que continuaría con una mínima representación propia en el Congreso, resolvió apartarse del PJ y lanzar el FpV, apoyado en los sectores del antiguo tronco que dieron la espalda a Duhalde. Pero esta táctica, dejó por fuera a los sectores de izquierda sumados al oficialismo, entre otros a la única corriente con verdadera representación de base, encabezada por D´Elía. La disputa por el número suficiente de legisladores que le permita a Kirchner gobernar sin subordinación al antiguo PJ es para él determinante y se define en la provincia de Buenos Aires. Por esto el mandatario dio dos pasos arriesgados: se lanzó él mismo a la campaña electoral – adelantándose dos meses al inicio legar de la misma- e hizo que su esposa, Cristina Fernández, actual senadora por la provincia de Santa Cruz, renueve su cargo como candidata por Buenos Aires, donde deberá competir con la esposa de Duhalde, Hilda González. El choque es así frontal e inocultable. Y deja a Kirchner como único dueño de la eventual victoria… o como víctima exclusiva de una derrota e incluso de un resultado intermedio. La táctica tiene otras aristas punzantes: mientras Kirchner condenaba a Duhalde en su discurso en Bahía Blanca, el 25 de agosto, en el mismo momento éste, en su condición de titular del Mercosur, como representante argentino, estaba en una ceremonia oficial con el presidente uruguayo Tabaré Vázquez. Los hombres de Duhalde, fieles a la orden 100


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de no entrar en beligerancia directa con el Presidente, deslizan no obstante preguntas y desafíos problemáticos: ¿por qué el FpV lleva como candidato en la Capital Federal al actual canciller, Rafael Bielsa, que se pronuncia a favor del Alca (Área de Libre Comercio para las Américas), mientras Duhalde se presenta como abanderado de la Comunidad Suramericana de Naciones? ¿Por qué el Presidente no destituye a Duhalde de su cargo en el Mercosur?

Dispersión generalizada Pese a la virulencia oficial en el ataque al PJ, no hay una verdadera delimitación programática entre ambas fracciones. La bancada del PJ en el Congreso –largamente mayoritaria frente al bloque kirchneristaargumenta, sin mentir, que ha votado todos y cada uno de los pedidos del Ejecutivo al Parlamento. Y se burla de la idea de que los focos de tensión social deriven de un complot. Por otro lado, el oficialismo que enfrenta a la Unión Cívica Radical (UCR) en distritos importantes, va aliado a ella en otros. En la segunda provincia, más poblada, Santa Fe, el FpV parece condenado a perder frente al Partido Socialista (PS) respaldado por la UCR. Pero en Buenos Aires el PS va junto al Partido Comunista (PC) contra la UCR, el PJ y FpV. Mientras tanto, una alianza de una década entre el PC y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), denominada Izquierda Unida, se rompió en Buenos Aires, Capital Federal y otros distritos importantes, aunque se mantiene en otros. Y por si fuese poco fracasó a última hora una coalición capitalina entre un conjunto de organizaciones, personalidades y partidos (entre ellos el PC), dejando al corazón político del país sin siquiera una representación simbólica de un proyecto latinoamericano y revolucionario. Por último, el liberalismo conservador y la ultraderecha liberal más o menos camuflados carecen de todo punto de reagrupamiento y sólo pueden aspirar a gravitar –y acaso triunfar- en una versión híbrida encabezada por Elisa Carrió (ex UCR) y Enrique Olivera, un epígono del ex presidente Fernando de la Rúa en la Capital Federal. Como dato elocuente de una campaña donde no se discuten programas y por regla general parece haber desaparecido la memoria y el decoro, Carlos Menem se presentará como candidato a Senador por la provincia de La Rioja (y será electo), mientras que su compinche, el ex ministro de Economía Domingo Cavallo, tentará como diputado por la Capital Federal (a la fecha figura en las encuestas con el 0,3% de intención de voto). Las proyecciones de los datos al comienzo de la campaña no garantizan, en modo alguno, el plebiscito que pidió Kirchner meses 101


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atrás, cuando dio paso al FpV y se lanzó personalmente a la batalla electoral. Es presumible que el alto porcentaje de aceptación de que goza, trasladado sobre todo a su esposa como candidata, cambie el panorama en las próximas semanas. Una victoria contra el PJ que sin embargo no fuese suficientemente contundente como para darle mayoría en el Congreso podría plantear un escenario de complicaciones en la gobernabilidad de la segunda parte de su mandato, que culmina en 2007. Sea como sea, la disputa electoral está por completo al interior de las estructuras que componen el todavía denominado «movimiento peronista». Las izquierdas no han sabido posicionarse para receptar ese sentimiento predominante. Tal vez Kirchner lo logre.

Acorralado, Bush embiste en el Cono Sur Publicado en la edición N° 11; septiembre de 2005

Irak ya gravita con fuerza irresistible en la política interna estadounidense. El inicio de un movimiento antiguerra dibuja un cercano horizonte de tormenta para George Bush. La madre de un soldado muerto en Irak, acampada frente a la residencia de verano del Presidente, catalizó un sentimiento manifestado desde antes de la invasión. El complejo militar-industrial y su epítome, la gran prensa, lograron acallar hasta ahora aquel sentimiento mayoritario de la sociedad estadounidense. Ya no más. Dos extremos simbólicos irrumpieron simultáneamente planteando el retiro de tropas de Irak: Joan Baez, la tenue voz que en los años 1960 inervó millones de voluntades contra la guerra de Vietnam, y Henry Kissinger, el chacal del Departamento de Estado en aquel período (luego Premio Nobel de la Paz). Como para probar que la sutilidad y la ternura no están divorciadas de la firmeza inquebrantable, Joan volvió a pulsar su guitarra y su voz vibró otra vez contra la guerra. Por su lado, el estratega de la contrarrevolución mundial, a quien el odio visceral, el acúmulo de años y de crímenes no han menguado la lucidez, con apenas un matiz coincidió con ella: hay que retirarse… pero no es posible! En un artículo publicado en The Washington Post el 12 de agosto, 102


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Kissinger dibuja con precisión la trampa en la que se encuentra el gobierno del bloque guerrerista de la burguesía estadounidense, del cual es máximo exponente intelectual. «Por la envergadura del desafío islámico, el resultado de Irak tendrá una significación aún más profunda que el de Vietnam», advierte. Y su conclusión demuestra la gravedad de la encerrona: «es necesaria la cooperación (de los líderes del mundo occidental), no tanto en el plano militar como en la tarea política (…) un resultado catastrófico tendría graves consecuencias globales». Literalmente sitiado en su residencia de verano, Bush fue informado del deterioro de su imagen, que en realidad es la reversión de la victoria ideológica de los 1990: Estados Unidos, el capitalismo, ya no son el modelo aceptable y aceptado en el mundo; el imperialismo reaparece como enemigo de la humanidad; y la guerra comienza a cambiar las relaciones de fuerza en las entrañas del propio monstruo. Entre otras medidas, la secretaria Estado Condoleezza Rice puso en marcha una operación cosmética: una división especial incrustada en el Departamento de Estado, se encargará de un equipo de «respuestas rápidas» para contrarrestar la avalancha de condenas que, por las más diversas razones, se suman diariamente en el planeta contra Estados Unidos, con el rostro de Bush. Para desgracia de Rice, dos días después de anunciada la empresa, el pastor Pat Robertson utilizó programa de televisión para proponer el asesinato del presidente venezolano Hugo Chávez. «Tenemos la capacidad de eliminarlo y creo que ha llegado el momento de ejercer esa capacidad», dijo este buen cristiano, amigo íntimo de la familia Bush. Si la tarea de cambiar la imagen del presidente estadounidense parecía desde el inicio una misión imposible, luego de esta confesión y del impacto mundial que produjo, suena ridícula.

Divide y (con el dedo en el gatillo) reinarás Ante de esta comprobación innecesaria, la Casa Blanca instrumentó otros medios, los únicos confiables para sus ocupantes. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld viajó a Asunción y a Lima, a mediados de agosto. Allí convalidó la presencia de un batallón de marines haciendo maniobras a 200 kilómetros de Bolivia y sostuvo que Venezuela y Cuba desestabilizan a Bolivia, Perú y Ecuador. Simultáneamente un subsecretario del Tesoro se reunía en Buenos Aires con el canciller Rafael Bielsa, con el ministro de Economía Roberto Lavagna y con numerosas autoridades del Banco Central, para activar un plan supuestamente destinado a impedirle financiamiento, desde Argentina, al «terrorismo internacional». El punto de apoyo militar en el corazón del Cono Sur es un dato 103


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insoslayable de la política estadounidense para la región. Se trata de una nueva base en el hemisferio. El radio de operaciones incluye a Bolivia, Argentina, Uruguay y, naturalmente, Paraguay. Pero en conjunto con otras bases en la región configura un cerco militar contra Brasil, el escollo más poderoso para la estrategia anexionista denominada Área de Libre Comercio de las Américas (Alca). Es en este contexto en el que se inscribe la crisis del gobierno Lula (desde luego fundada en fenómenos de otra naturaleza) así como las renovadas presiones de Estados Unidos sobre los gobiernos de Uruguay y Argentina. Los estrategas del Departamento de Estados intentan frenar y revertir la dinámica que durante los últimos seis años le quitó a Washington la iniciativa política, instauró una línea de convergencia suramericana y le asestó sucesivas derrotas en todos los terrenos a la estrategia imperialista. Resta saber cuál será la respuesta desde Buenos Aires, Montevideo y Brasilia.

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2006 Victoria estratégica para toda América Latina Washington trastabilla El silencio no será inocente Un volcán político sacude el mapa suramericano Reivindicación de la Política El Sur gana otra partida Recado a Europa Formatear el Mercosur Mundial Dilemas estratégicos del Mercosur El Sur frente al sionismo y el belicismo imperialista El tercer golpe Confusiones Opciones Claves de la Revolución en Venezuela Desaparecido

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Indio, cocalero y socialista, toma el poder en un país clave

Victoria estratégica para toda América LLatina atina Publicado en la edición N° 12; enero de 2006

Otro MAS: los vencedores de las elecciones del 18 de diciembre en Bolivia tienen objetivos limitados pero claros: las riquezas naturales (petróleo y gas ante todo) serán nacionalizadas; habrá una Asamblea Constituyente que tendrá la función de rediseñar drásticamente la estructura sociopolítica del país; las multinacionales deberán someterse a los intereses bolivianos. Evo Morales dio señales antes de asumir: el viaje a Cuba y Venezuela, rubricado por acuerdos clave para acabar con el analfabetismo, garantizar atención sanitaria a las mayorías marginalizadas y acelerar los pasos para lograr la soberanía energética en todos los planos, son otros tantos signos de determinación estratégica, como lo son los dados en Madrid, París, Johannesburgo y Pekin. En cualquier interpretación, a partir del vertiginoso proceso inciado con la asunción de un indígena al poder en Bolivia, Estados Unidos es el gran perdedor. Y el gran peligro. «¡¡Causachun coca!! ¡¡Wañuchun yanquis!!». Era la medianoche del 18 de diciembre. Una inesperada avalancha de votos imponía al candidato presidencial del Movimiento al Socialismo (MAS). Anonadados, desinformados por sus propias encuestas, los partidos del statu quo y la embajada estadounidense perdían reflejos y quedaban limitados a reconocer su derrota. Habían preparado un aceitado mecanismo para arrebatar una vez más el poder en el Congreso: la diferencia entre los dos principales rivales sería ínfima y una coalición de los partidos del sistema se encargaría de designar al Presidente. Obreros, campesinos, desocupados, sectores activos de las clases medias, se aprontaban para evitar el manotazo. Pero los resultados fueron de tal manera abrumadores que la maniobra legal se hizo inviable. Imposible negar lo obvio sin detonar una confrontación social de inimaginables proporciones. En Cochabamba, frente a una asamblea espontánea, Evo Morales concluía un breve discurso de la victoria con aquella consigna en quechua: «¡¡Viva la coca!! Abajo los yanquis!!». Bolivia ingresaba así, con cuatro palabras, en otra era. 107


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Las cifras Contra todo pronóstico Evo Morales no sólo obtuvo la mayoría absoluta de los votos: produjo un terremoto político que desmoronó la totalidad del espectro partidario tradicional. El conteo final le dio a Morales un 53,7% contra el 28,6% de su principal contrincante, Jorge Quiroga, del Partido Podemos, una fabricación de emergencia en función de los intereses de la oligarquía local teledirigida desde Washington. Más lejos aún quedaron Unidad Nacional (UN), con el 7,8% y el histórico Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), con el 6,5%. Otros cuatro partidos perdieron la personería legal por no haber alcanzado el 3% de los votos: Movimiento Indigenista Pachakuti (MIP), Nueva Fuerza Republicana (NFR), Frente Patriótico Agropecuario de Bolivia (FREPAB), y Unión Social de los Trabajadores de Bolivia (USTB). Una formación con historia, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), eludió la pérdida de la personería jurídica mediante un recurso original: no se presentó a las elecciones. Felipe Quispe, quien desde posiciones indigenistas situó a Evo Morales como «el enemigo principal», además de perder la personería del MIP vio frustrada su elección como diputado. Además de la presidencia, el MAS ganó 12 de los 27 senadores, 72 de los 130 diputados y 3 de las nueve gobernaciones. Pero estos datos no dan todavía una visión ajustada de los resultados: en los Departamentos de La Paz, Oruro y Cochabamba, el MAS obtuvo 66,6%, 63% y 65% de los votos respectivamente. Y en Santa Cruz, supuesto bastión inexpugnable de la derecha el MAS alcanzó el 33%, contra el 42% de Podemos. Esto sin contar dos hechos que califican aún más tales resultados: 872.974 ciudadanos no pudieron votar por haber sido «depurados» de los padrones por la Corte Nacional Electoral; y en muchos distritos los antiguos aparatos electorales apelaron a su más conocido recurso para ganar alcaldías: el fraude. No fue suficiente. Evo Morales, indígena, cocalero y socialista, es presidente de Bolivia.

Clave del triunfo Tal como lo repitió la prensa en todo el mundo hubo una avalancha de votos, una victoria arrolladora, que llevó a Evo Morales al gobierno. Pero conviene no confundir el efecto con la causa. Hubo avalancha de votos porque, antes, tuvo lugar un fenómeno de naturaleza diferente: la unidad social y política de los explotados y oprimidos en Bolivia. 108


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Una victoria electoral puede ocurrir por factores en extremo aleatorios. Por ejemplo, cuando Gonzalo Sánchez de Losada, como candidato de un exhausto MNR y pese a su tonada gringa al hablar, ganó la presidencia en 1993, apelando a los viejos pergaminos de su partido, a los que sumó el imán de un vicepresidente indígena. En 2002 recuperó el cargo, pero esta vez había un signo claro de los cambios en curso: incluso admitiendo los resultados dados oficialmente, «el Goni» obtuvo un 22,46% de los votos contra el 21% de Evo Morales. Cuando Sánchez de Losada huyó del Palacio rumbo a Miami el 17 de octubre de 2003, la inconsistencia de aquellos triunfos quedó a la vista: no es lo mismo obtener el favor en los comicios que forjar la unidad social de un pueblo y darle a ésta una expresión política. Hay historia remota y presente tras la consagración de Evo Morales como presidente. El MAS suma a su nombre un complemento en el que habitualmente no se repara: «Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos» (IPSP). Ocurre que IPSP fue el nombre originario de la fuerza hoy victoriosa. Había adoptado esa denominación en un momento clave: el pasaje del movimiento reivindicativo-social, con predominancia de campesinos cultivadores de coca, a la acción política. En 1995 la Confederación de Campesinos de Bolivia, en su congreso, decidió crear el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos, formado sobre la base de organizaciones sindicales unidas. Antonio Peredo, hoy figura relevante del MAS, lo explica así: «Buscaban lo que llamaban ‘nuestro’ instrumento político. Constituyeron un brazo político, que intentó terciar en las elecciones. Sin embargo el IPSP no pudo cumplir con las obligaciones que imponía el código electoral. Entonces se tuvo que acudir a un partido pequeño que tenía su sigla legalizada ante la Corte Electoral para las elecciones de aquel año. En esas elecciones el instrumento político participó con el nombre de Movimiento al Socialismo. Logró elegir cuatro diputados, uno de ellos, Evo Morales. En este proceso, el MAS fue ‘recogido’ por las seis confederaciones del trópico cochabambino, organizaciones representativas de los productores de coca, quienes decidieron trabajar con mayor profundidad este instrumento». He aquí el origen de esta organización, hoy conocida como MAS. Resulta ilustrativo comparar su dinámica con la verificada en Argentina, donde desde bastante antes de 1995 convergían luchadores de diferentes vertientes empeñados en construir una «herramienta política» a la que jamás pudieron dar forma. Pero si en Argentina dirigentes sindicales y populares trastabillaron y cayeron una y otra vez ante la exigencia de 109


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ese paso decisivo, en Bolivia ocurrió lo contrario: «el MAS fue ‘recogido’ por las seis confederaciones del trópico cochabambino», para reiterarlo con las palabras de Antonio Peredo. Y la miríada de luchas reivindicativas urbanas y rurales en Bolivia tomó cuerpo en el combate político, en el derrocamiento de presidentes desde 1997 y en la imposición de uno propio ahora, en diciembre de 2005. Además de explicar la verdadera naturaleza del MAS esta «herramienta», o «instrumento», aparece como factor insoslayable al indagar las razones de su victoria; y, más aún, revela la huella por la cual se abre paso la lucha social en el actual contexto histórico de América Latina y el mundo: huérfanas de partidos en la concepción tradicional del término, es decir, formaciones homogéneas con programa de acción, estrategia de poder y cuadros para alcanzarlo, huérfanas igualmente de formas movimientistas de carácter nacionalista (ya entregadas sin tapujos al imperialismo), las víctimas de la crisis sistémica que multiplica la pobreza, la marginalidad y la explotación, necesitan, reclaman y eventualmente construyen una «herramienta política propia»: como ellas heterogénea ideológicamente, difusa y hasta contradictoria en términos programáticos, con cuadros seleccionados no por su formación teórica y su experiencia política, sino por el hecho simple e intransferible de ser dirigentes reales de movimientos reales. «El 80 por ciento de nuestros candidatos fueron elegidos por las organizaciones sociales. Algunos, cerca de un 40 por ciento, no pertenecían al MAS. Todo esto es un nudo de contradicciones, que hacen la riqueza y vitalidad del MAS», explica Peredo. Sorprende que quienes ahora saludan alborozados la victoria boliviana persistan en negar lo obvio: una etapa histórica de transición requiere, sin atenuantes, instancias organizativas de transición.

Historia y lucha de clases Pero no fue la potencia teórica de la vanguardia boliviana lo que permitió construir ese puente, sino la fuerza ancestral de la lucha de los de abajo. Hay que remontarse a fines del siglo XVIII, cuando Julián Apaza (Tupac Katari) sublevó a las comunidades aymaras en consonancia con el levantamiento quechua liderado por Tupac Amaru. En febrero de 1781 comenzó una rebelión que cercó a la ciudad de Chuquiago, actual La Paz. Durante siete meses más de 40 mil indígenas sostuvieron el cerco a la ciudadela imperialista. Tupac Katari y su esposa, Bartolina Sisa, ella también combatiente del ejército de liberación aymara, fueron capturados y asesinados: él por 110


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descuartizamiento y ella por ahorcamiento tras la tortura. La victoria española de entonces fue sólo el prólogo de su derrota final en 1825. Ya por entonces la reivindicación del ayllú, forma comunitaria de organización social indígena en toda la región, mostraba la capacidad de poner en pie de combate a bravos ejércitos de oprimidos. Es posible que la oligarquía boliviana no tuviera exacta noción de sus actos cuando en marzo de 2004 aceptó, como mero gesto concesivo, la declaración de héroe y heroína nacionales a Julián Apaza y Bartolina Sisa, otorgada por el Congreso a propuesta de un senador del MAS. Dos siglos después Bolivia vivió una genuina revolución contemporánea. El indio transmutado en obrero minero empuñó en 1952 su herramienta de trabajo -cartuchos de dinamita- y destruyó el andamiaje político de entonces. Empujado por esa fuerza organizada y politizada como ningún otro movimiento proletario en América Latina, el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario encabezado por Víctor Paz Estenssoro se vio arrastrado a nacionalizar las minas de estaño, reemplazar las fuerzas armadas por milicias populares e iniciar la reforma agraria. Por segunda vez las masas indígenas y populares habían logrado la unidad tras un objetivo político. Y, como inexorablemente ocurre en tales circunstancias, la sociedad sufrió un vuelco fundamental. La deriva de aquella formidable revolución es materia de otro análisis; pero en la Historia, como en el mundo físico, nada se pierde... todo se transforma.

País clave en la estrategia yanqui La voluntad rebelde reaparecería en la década de 1960, cuando Ernesto Guevara intentó desde Bolivia extender la llama de la revolución a todo el Cono Sur. En ese momento histórico no ocurrió, entre otros factores, la congregación social masiva que debía producir la guerrilla. Llegó primero el imperialismo y el proceso abortó. En Bolivia todo quedó en manos de los súbditos del Departamento de Estado durante mucho tiempo. Con el amparo de Washington se sucedieron incontables golpes de Estado, operaciones represivas y sistemático desmantelamiento de las conquistas logradas por la revolución de 1952, para dar paso a la entronización política de bandas narcotraficantes, condición para que la Casa Blanca pudiese invocar el fantasma de la droga y así adueñarse del país para transformarlo en uno de los puntos de apoyo de su estrategia contrarrevolucionaria continental. En coincidencia con una exitosa contraofensiva imperialista en América Latina -y en el mundo entero- Bolivia pasó a la categoría de país inviable. 111


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Todo fluye, sin embargo. En el primer año del siglo XXI la fuerza subterránea desestimada y olvidada, reapareció. Quien suscribe estas páginas redactó entonces una nota para Le Monde diplomatique Edición Cono Sur, titulada «Colapsa en Bolivia la estrategia de Washington». La magnitud que se le atribuía a la irrupción de este país en un escenario regional cualitativamente diferente al cuarto de siglo anterior era nada menos que ésa: chocar de frente con Estados Unidos y poner una barrera insuperable a su plan general para la región. Decía aquel reporte: «Una sublevación de masas sacude a Bolivia desde mediados de septiembre. La Paz, Cochabamba y Santa Cruz fueron sitiadas durante semanas por columnas indígenas que bloquearon todas las vías de acceso a estas ciudades, las tres principales del país, mientras se multiplicaban las movilizaciones de estudiantes, maestros, periodistas y hasta policías en huelga. Gobierno y partidos de oposición quedaron paralizados. Las fuerzas armadas postergaron una y otra vez la orden de ataque para despejar las rutas y romper el asedio. Mientras los líderes campesinos advertían que resistirían con las armas en la mano, grupos de empresarios comenzaron a organizar una fuerza armada civil». Con aquella confrontación neta, afirmaba el texto, «culmina un largo período de estabilidad basada en la pasividad y la sumisión, durante el cual Bolivia pareció haber dejado definitivamente en el pasado las grandes luchas sociales que, desde la rebelión de Tupac Katari dieron lugar a la revolución obrero-campesina de 1952 y las grandes huelgas mineras (...) El antecedente inmediato de esta sublevación está en las masivas movilizaciones de abril pasado en Cochabamba, conocidas como ‘la guerra del agua’. Aquella confrontación aunó a todas las clases sociales contra el consorcio Aguas del Tunari, registrado en las islas Caimán e integrado por grandes capitales de Estados Unidos (50%), Italia y España (25%) y cuatro grupos bolivianos (...) Ahora el detonante fue el éxito alcanzdo en la erradicación de las plantaciones de coca, que hace de Bolivia un simple eslabón en la cadena del Plan Colombia. El descontento se tradujo en explosión porque los partidos y estructuras gremiales, por completo subordinadas a los centros de poder económico, carecen de toda representatividad real y son incapaces de responder a los reclamos de las mayorías. Las instituciones se mostraron vacías, las fuerzas armadas divididas». Aquel artículo apuntaba otro factor de peso: «La fractura entre los indígenas aymaras del altiplano encabezados por Felipe Quispe y los cocaleros del trópico cochambambino conducidos por Evo Morales permitió a Banzer llegar a un acuerdo con el primero y terminar con el cerco a La Paz». Precisamente cuando estaba a punto de consumarse la victoria 112


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estadounidense, reapareció la fuerza subterránea y buscó recomponerse como unidad social y política. El obrero expulsado de las minas por la crisis del capitalismo es campesino y cocalero en el año 2000. Y siempre, como en 1781, es indígena. En el período posterior a la revolución de 1952 el MNR apeló en muchas oportunidades a la división objetiva entre obreros y campesinos (estos últimos beneficiados por la reforma agraria) para enfrentar la revolución mediante la fractura social. Pero en el siglo XXI es socialmente más sencillo comprender que obrero, campesino e indio tienen más en común que en discordancia. Comprender y responder a ese punto de unidad posible es la ciencia y el arte de la política. Virtudes individuales al margen, sin embargo, la cualidad estuvo en bregar por la unidad social y política. Ése fue el acierto del MAS. Tanto cuando se negó a negociar unilateralmente con el carnicero Hugo Banzer, en septiembre de 2000, como cuando en 2004, ante una embestida encabezada por el MIP y sectores importantes de El Alto, optó por continuar la búsqueda del poder político en el marco que entendió propio de la coyuntura: las elecciones. Por eso pudo el MAS congregar a la inmensa mayoría, incluso entre aquellos luchadores que habían tomado por otro camino. Es un tema que consumirá todavía muchas horas de reflexión y debate. Porque jamás un resultado político -menos un porcentaje electoral- tiene signo inequívoco. Pero la consumación de la unidad social y política de 6 de cada 10 bolivianos sí es un signo inequívoco. Y allí reside el futuro de Bolivia.

De aquí en MAS Sorprende el nivel del debate político en Bolivia. La historia toma cuerpo actual y provoca una mezcla de nostalgia y envidia en el observador extranjero. Basta comparar los comentarios en las calles de París respecto de la rebelión de los jóvenes de origen árabe (para no aludir a las reflexiones intelectuales), o las consideraciones al uso en Buenos Aires sobre el pago de la deuda con el FMI -para poner sólo dos ejemplos actuales- y el testigo queda obligado a un ejercicio de humildad. Hay alegría contenida y temores sólidamente argumentados en las calles de La Paz. ¿Qué hará Evo? ¿Cómo reaccionará Estados Unidos? Reflexiones serenas, profundas y de alguna extraña manera, sabias. Es que el indio, el obrero minero y el campesino cocalero se han fundido en una instancia político-social que hoy permite el accionar unitario y la recuperación militante de una larga historia de luchas. Ése es el papel del Movimiento al Socialismo, que no es un partido revolucionario 113


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clásico y, en rigor, no es un partido: es el instrumento político para la marcha conjunta hacia algunos objetivos precisos, todos centrados en la recuperación de la soberanía y, por ende, en la lucha antimperialista. Paradojalmente fueron estas características, que permitirían alcanzar la unidad social y política plasmada ahora en la victoria electoral, las mismas que en momentos cruciales de la lucha social dejaron al MAS sin capacidad de iniciativa, como pudo verse en varias oportunidadees en los últimos años. Esta contradicción volverá a manifestarse una y otra vez con el MAS en el gobierno. Ya se observan, en Bolivia tanto como en el extranjero, tendencias a encontrar virtudes maravillosas, permanentes e insuperables en esta forma original de organización de masas, para denostar otras en las que prevalece la homogeneidad ideológica y la capacidad de acción inmediata y efectiva ante circunstancias difíciles. Pero absolutizar y unilateralizar aquellos rasgos del MAS resultará tan dañino como negarse a ver sus virtudes. Porque ahora comienza una fase difícil de interpretar y más difícil aún de conducir: la situación revolucionaria que madura en Bolivia desde hace un lustro tenderá a resolverse. No será difícil confundir victoria electoral con revolución; así como resultará fácil creer que la victoria electoral exime de la revolución. La verdadera dificultad que afronta la dirigencia del MAS es encontrar el programa y el ritmo para aplicarlo en un tránsito sin escalas hacia la superación del capitalismo y la afirmación del socialismo del siglo XXI.

Bloque antimperialista continental Son tareas de magnitudes oceánicas; pero no cabe el temor ni, mucho menos, el pesimismo. Entre los hombres y mujeres que ocuparán los cargos principales del gobierno hay un puñado de objetivos claros y precisos. En el terreno directamente económico, nacionalizar el petróleo y el gas; recuperar las refinerías de manos privadas extranjeras; revitalizar YPFB; impulsar la reforma agraria; replantear y relanzar el aparato productivo del país. Simultáneamente, convocar una Asamblea Constituyente y echar nuevas bases para la organización política nacional. Y en el plano social, acometer de inmediato y con el máximo de energía la alfabetización del elevado porcentaje de la población hoy excluida de la educación, a la vez que se encara un plan de atención médica masiva y gratuita en todo el territorio nacional. Todo esto ha tomado cuerpo ya con los primeros pasos de Evo Morales antes de asumir el poder. Los viajes a Cuba y Venezuela son mucho más que un gesto, aunque como gesto valen más que cien 114


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programas. Fidel Castro y Hugo Chávez firmaron con Evo compromisos de asistencia técnico-financiera en materia de salud, educación y recuperación de la soberanía sobre las riquezas minerales de Bolivia. Con las dificultades propias de todo comienzo, a corto plazo esos planes económicos y sociales estarán a toda marcha y comenzarán a cambiar el rostro de Bolivia. Evo Morales y el MAS ganarán mayor espacio político y tendrán la oportunidad de avanzar en la organización de obreros, campesinos, estudiantes y clases medias. Por todo un período la oligarquía local y el imperialismo estadounidense estarán a la defensiva y con poco menos que ninguna capacidad de acción política. Desde luego eso no significa pasividad de la contrarrevolución, que ya articula nacional e internacionalmente una campaña mediática apuntada a atacar la figura de Evo Morales, mostrándolo como un indio bruto, instrumento de Chávez y Fidel Castro. En cuanto al imperialismo europeo, predominante en la materia más sensible hoy en Bolivia: los yacimientos petrolíferos y gasíferos, adelanta una posición negociadora, que presumiblemente incluirá la aceptación no beligerante de la nacionalización del petróleo, el gas y las refinerías. Las concesiones a que se verá empujado el nuevo gobierno para evitar un choque frontal con las petroleras europeas (Repsol de España y Total de Francia en primer lugar), traerá aparejados debates y conflictos dentro y fuera del gobierno. Ya los pasos dados respecto de los yacimientos mineros de El Mutún producen airadas polémicas. Pero todo indica que esa fase se cumplirá con un saldo neto a favor de la soberanía boliviana, la capacidad de absorción de riquezas que permitirá la realización de los planes sociales y la industrialización programados y el consecuente fortalecimiento del gobierno. Mientras tanto habrá tomado cuerpo una nueva y cualitativamente superior tríada antimperialista en el escenario mundial: Cuba, Venezuela y Bolivia son a partir de 2006 la avanzada de un combate destinado a lograr, más temprano que tarde, la emancipación de América Latina. Esta novedad modifica las relaciones de fuerzas -y no sólo a escala continental- siempre en detrimento del imperialismo en general y de Estados Unidos en particular. A su vez potenciará la convergencia suramericana sobre bases cada día más amplias de resistencia y confrontación con las multinacionales y el capital financiero internacional. La asunción en Bolivia de un gobierno basado en los obreros y campesinos es una victoria estratégica para toda América Latina. Hay buenas razones para comenzar el año con optimismo... 115


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Washington trastabilla Publicado en la edición N° 12; enero de 2006

A mediados del año pasado el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, vistó Asunción y Lima. Viaje inusual para un cargo de su jerarquía. Con el gesto altanero que lo caracteriza -alentado además por las sonrisas aprobadoras que lo rodeaban- advirtió que Cuba y Venezuela estaban desestabilizando a Bolivia, Perú y Ecuador. No todo era mentira y tergiversación en aquella advertencia. Algún asesor le había acercado un dato cierto a Rumsfeld: desde el punto de vista imperialista, Bolivia, Perú y Ecuador, ingresaban a un área de «desestabilización». O para decirlo en otras palabras: era previsible que los tres países salieran de la órbita de Washington. Seis meses después, la mitad de la profecía se ha cumplido. Bolivia giró 180°; Perú ya anuncia si no la certeza de una victoria antimperialista, sí el inexorable derrumbe del régimen actual; y Ecuador asegura que retomará de una u otra manera el camino truncado por la inconducta de su último presidente electo. En el período transcurrido, sin embargo, ocurrió mucho más: en Mar del Plata el arrogante jefe del imperio sufrió una humillación sin precedentes. Todavía no se han medido las consecuencias del saldo en la Cumbre de las Américas. No se ha medido ni proyectado la significación del centro gravitacional alternativo constituido por la Cumbre de los Pueblos y su colofón, el acto con más de 40 mil personas en el que Hugo Chávez describió los términos de la batalla en curso y concluyó que la alternativa histórica planteada es «socialismo o barbarie». Y tampoco el acontecimiento paralelo, inesperado para muchos y en primer lugar para George W. Bush, cuando ante la embestida imperial para imponer el Alca en la reunión de 34 presidentes, emergió un bloque integrado por Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y Venezuela, representado en el cónclave por los presidentes Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez, que le dirían sencillamente No al emperador desnudo. ¡Qué falta de energía, de reflejos -y de coraje- en las fuerzas políticas de la región que desde entonces siquiera se han propuesto asumir el desafío y darle carnadura y vida propia desde los pueblos a semejante desplante frente al imperialismo! ¿Cómo condenar a éste o aquél gobierno vacilante si no se pone el pecho en la primera línea de este combate histórico? 116


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Como quiera que sea -y en las páginas de esta edición están las pruebas- Washington trastabilla más aún que algunos de los gobernantes que, tras el desplante de Mar del Plata, sienten que el piso quema bajo sus pies y ensayan gestos de reconciliación. Luego de la fallida Cumbre vino la incorporación de Venezuela al Mercosur. Y Estados Unidos pudo medir cómo aquella sistemática pérdida de terreno en Suramérica adoptó forma institucional. La naturaleza dispar del bloque en gestación se manifiesta en uno y cien signos. Pero ninguno llega, hasta el momento, a negar la dinámica de convergencia. Allí está, por ejemplo, el pago de las deudas con el FMI por parte de Brasil y Argentina. Para quienes desde hace un cuarto de siglo denuncian el ilegítimo e ilegal endeudamiento externo como un instrumento de saqueo y sumisión (Lula estuvo en la vanguardia de esa batalla aún inconclusa), pagar de una vez y sumados 25 mil millones de dólares es un acto injustificable: ¿cuánto podría hacerse con esa riqueza invertida en trabajo, educación, salud, en un territorio con 200 millones de personas en extrema pobreza y exclusión? Ésa es, dicen en Brasilia y Buenos Aires, la manera que han hallado ambos gobiernos para quitarse el dogal del FMI. Bien, entonces ahora viene el resto: redireccionar drásticamente el sistema financiero de cada país, crear un fondo común suramericano, retirar hasta el último centavo de los bancos y centros financieros del Norte, avanzar hacia una moneda única regional, fortalecer un centro político que rompa la inercia de la Comunidad Suramericana de Naciones... Estas decisiones urgen. El imperialismo trastabilla, pero no cae y sigue ejerciendo su poder con inteligencia y brutalidad. He allí, entre mil datos, el resultado de la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Hong Kong, en diciembre pasado. La OMC es la mesa de negociaciones donde los tres centros imperialistas de la economía mundial disputan, negocian y compensan su cada día más aguda batalla campal por los mercados. Y donde las burguesías subordinadas buscan intersticios para respirar. En Hong Kong, con la promesa de terminar con los subsidios al agro en el año 2013, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón arrancaron mucho más que concesiones para liberalizar el intercambio mundial de servicios, obviamente en detrimento de los países subdesarrollados. Lo que en realidad obtuvieron fue un desplazamiento de países como Brasil e India del bloque que en el último período, con la formación del G-20, había puesto a la OMC al borde del estallido y la extinción. El verdadero sentido de ese desplazamiento es que atenta contra 117


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la consolidación de un área autónoma en Suramérica. Washington lo sabe y ataca también por ese flanco con anzuelos para burguesías ambiciosas. Pero no es a los gobiernos -ni a sus cancilleres- a quien cabe la advertencia. La gran empresa de la unidad americana no tendrá destino si no es asumida por las víctimas del mecanismo triturador hoy dominante.

El silencio no será inocente Publicado en la edición N° 13; abril de 2006

La Casa Blanca prepara una agresión militar a gran escala. No es sólo contra Irán; también Suramérica está en la mira. El Pentágono tiende líneas de inequívoca proyección bélica hacia el Sur del Río Bravo, mientras el Departamento de Estado opera sin tapujos tras propósitos tales como lograr la secesión de países clave, demoler instancias como la Comunidad Andina de Naciones y el Mercosur, exacerbar conflictos reales y ficticios entre los países del área. Son medidas complementarias apuntadas a contrarrestar el movimiento convergente plasmado en la última reunión cumbre de las Américas y, simultáneamente, a crear conflictos que eventualmente deriven en enfrentamientos armados. Estrategia desesperada, pero inteligente. Con total descaro Estados Unidos promueve la separación del Estado Zulia en Venezuela; y del departamento de Santa Cruz en Bolivia. Aunque el conflicto por la construcción de plantas de celulosa en Uruguay tiene entidad real, ha sido magnificado, tergiversado y puesto fuera de control. Al absurdo de una confrontación entre Argentina y Uruguay, además de la torpeza a uno y otro lado del Plata contribuyó pública y clandestinamente la diplomacia estadounidense, mediante la CIA, sus agentes en embajadas y gobiernos, sus inefables columnistas en los medios de difusión de masas. Lo mismo vale -con la intervención de Bancos y multinacionales sumadas a ese ejército en las sombras- para ahondar en la CAN y el Mercosur conflictos económicos fincados en la irremediable competencia capitalista por apropiarse de mercados y ganancias. La arremetida con los TLCs es una llave maestra de esa estrategia. No hay modo de eludir u ocultar la realidad: Washington promueve la fragmentación en América Latina y el Caribe; pretende que el bloque 118


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de fuerzas que lo derrotó en Mar del Plata se vuelva contra sí mismo, se desangre y además justifique la intervención militar de los portadores de la paz y la democracia. La guerra es su último recurso para recuperar la iniciativa política en la región; para detener el volcánico cambio en las relaciones de fuerzas en su perjuicio.

Trasfondo económico Tanto en la amenaza a Irán como en la escalada suramericana hay razones económicas de fondo que alimentan el mecanismo agresor. La reiterada suba de tasas de la Reserva Federal estadounidense traduce la presión del inconmensurable déficit gemelo, advierte sobre una recesión en el corazón de la economía mundial y anuncia malos tiempos para el capital en todas las latitudes. La rebelión juvenil en Francia no es fruto de la impericia de un funcionario. Es expresión de la lucha de clases congelada durante mucho tiempo y reavivada ahora por impulso de la crisis: en su doble combate contra la caída de la tasa de ganancia y la disputa por los mercados del mundo, la Unión Europea tiene como desventaja la rémora de conquistas sociales vigentes pese a la arrolladora ofensiva de las dos últimas décadas: un obrero francés trabaja como promedio 1431 horas anuales, contra 1822 de uno estadounidense. En el otro hemisferio las cosas son peores: Corea del Sur exprime a sus trabajadores durante 2390 horas anuales. En Francia trabaja sólo uno de cada seis habitantes de entre 60 y 64 años; en Estados Unidos uno de cada dos. Allí está la razón de la Ley de De Villepin: el capital francés necesita disciplinar a su clase obrera para extraerle más plusvalía absoluta y relativa; y comienza por los jóvenes, en el supuesto de que ofrecen menos resistencia. El error de cálculo acaso indique que la clase obrera europea comienza a salir de su prolongado letargo. La irrupción en el escenario de un millón de inmigrantes indocumentados en California -respaldados por franjas significativas de la burguesía estadounidense que necesita esa mano de obra rehén y barata- es igualmente un signo elocuente de los novedosos efectos políticos detonados por la fuerza subterránea de la crisis económica.

Detener la dinámica belicista Es allí donde radica la agresividad del capital en todo el mundo, los riesgos de ataque nuclear a Irán y el chantaje a Suramérica. Meses atrás el secretario de Defensa Donald Rumsfeld viajó a Paraguay y Perú para ajustar el mecanismo político-militar en la región. Ahora es el jefe del 119


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Comando Sur del ejército imperial quien toma la palabra: «vemos influencia de Venezuela en varias elecciones, como las de Perú y Nicaragua (…) estamos preocupados (…) seguimos sin estar convencidos de que la amplitud y profundidad de la acumulación (de armas) se origine en preocupaciones venezolanas por la defensa nacional», dijo el general Bantz Craddock, con la prensa mundial como altavoz. Son amenazas desembozadas de intervención armada contra el proceso en curso en Suramérica. Quien soslaye la necesidad de abroquelar fuerzas contra la demencia de los centros imperiales, sea gobernante, dirigente de izquierdas o protagonista social, no estará incurriendo en error u omisión. Será llanamente cómplice.

Seis cumbres en dos semanas

Un volcán político sacude el mapa suramericano Publicado en la edición N° 14; mayo de 2006

Aceleración: el 19 de abril en Asunción un insólito cónclave presidencial detonó un maratón de reuniones cimeras: Lula y Kirchner el 25 en San Pablo; ambos presidentes más Chávez al día siguiente, también en la capital paulista; Vázquez y Fox el 26 en México; Evo, Fidel y Chávez el 28 en La Habana. Y luego Vázquez y Bush el 4 de mayo en Washington. Mientras tanto estallaba la CAN y el Mercosur parecía incapaz de resistir a la eclosión de conflictos cruzados. Ritmo no apto para cardíacos ni para columnistas encolumnados, revela sin embargo una lógica consistente, inaugura un período de drástica recomposición en la geografía política hemisférica y deja a la vista un saldo provisional: en la batalla entre el Alca y el Alba, se desmoronan los cimientos del intento estadounidense mientras gana espacio y cobra fuerza la propuesta asumida ahora formalmente por Cuba, Venezuela y Bolivia. Llegó el momento. Fuerzas subterráneas, tan poderosas como difíciles de percibir e interpretar, salen a la superficie. Es sólo el comienzo, pero como en los primeros signos de la erupción de un volcán, cunde el pánico y el primer acto reflejo es huir. Hacia cualquier lugar. No deja de ser un espectáculo divertido observar el espanto en 120


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ciertas cancillerías del hemisferio. Y las reacciones espasmódicas de veteranos diplomáticos, como por ejemplo el embajador de Estados Unidos en Asunción, al día siguiente de una cumbre presidencial que, en sí misma, era un escándalo geopolítico: Bolivia, Paraguay, Uruguay y Venezuela con el canciller cubano como invitado. Escándalo no sólo por los participantes, sino en primer lugar por los ausentes: Evo Morales, Nicanor Duarte, Tabaré Vázquez, Hugo Chávez y Felipe Pérez Roque se reunían sin la presencia de los presidentes de Argentina y Brasil, Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva. Como era de esperar, el centro de atención recayó sobre Chávez y sus denuncias a Estados Unidos por la labor conspirativa para torpedear la unidad suramericana. Desconcertado, Mr. James Cason accionó todos los medios para hacer sentir que no se invade su domicilio sin consecuencias. El esfuerzo tuvo sus frutos y el embajador apareció en diarios, radios y televisoras denostando al presidente venezolano, mientras repetía «siempre apoyamos la integración en América Latina, como integración física y si es comercio mejor» y negaba cualquier intervención de su país para exacerbar las tensiones del Mercosur. En cuanto a la cumbre que acababa de realizarse, el representante de George W. Bush dijo «me informé ayer, leyendo los diarios». Hasta un embajador estadounidense puede ser sincero una vez en la vida; a su modo Cason revelaba el verdadero significado político de esa reunión de presidentes: en medio de una contraofensiva exitosa Washington había perdido otra vez la iniciativa.

Contraataque fallido Seis meses atrás, en Mar del Plata, el Mercosur ya integrado también por Venezuela sepultó el Área de Libre Comercio de las Américas (Alca) y humilló a Bush ante sus pares de todo el hemisferio. Inmediatamente después de ese trago amargo Estados Unidos lanzó una operación múltiple destinada a recuperar el terreno perdido. Y hasta la inesperada reunión de Asunción, venía lográndolo. La firma de TLCs (Tratado de Libre Comercio) con Colombia, Ecuador y Perú; exitosas operaciones encubiertas apuntadas a crear fricciones secesionistas en Venezuela y Bolivia; exacerbación de las disputas comerciales entre Brasil y Argentina; aumento del volumen en las críticas de Uruguay y Paraguay contra sus vecinos mayores y, sobre todo, la escalada fuera de control en el conflicto entre Argentina y Uruguay por la edificación de dos plantas productoras de celulosa, a la vez daban vida a un sucedáneo del Alca y desarticulaban al Mercosur, punto de apoyo de aquella convergencia de 121


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pesadilla para el Departamento de Estado. Parecía llegada la hora de la estocada final y el restablecimiento de la hegemonía sin disputa. Hubo ostensibles movimientos en el damero diplomático del extremo Sur sólo explicables por la presunción de que la suerte estaba echada y era preciso reacomodarse. No faltaron traductores de papeles del Departamento de Estado –más conocidos como columnistas de la gran prensa– que proclamaron la victoria de Washington. Fue en ese momento que Evo Morales anunció la heterodoxa junta presidencial que, para debatir el tendido de un gasoducto desde Bolivia a Paraguay y Uruguay, reunía a los socios relegados del Mercosur en un marco diferente, del que participaba Venezuela como punto de apoyo técnico y financiero. Extraña coincidencia: mientras ajenos a estos movimientos en el remoto Sur, el mercado mundial se estremecía por la suba de tasas del Tesoro estadounidense y el precio del oro se disparaba a las nubes, en Asunción ocurría un estallido geopolítico sin precedentes. El malestar de Uruguay y Paraguay con el Mercosur explotó en la capital guaraní. Y mostró una inequívoca dinámica de desintegración del bloque. Las intervenciones de los presidentes Vázquez y Duarte, los titulares rotundos de la prensa, las declaraciones de dirigentes políticos y sindicales de todo signo, no dejaron lugar a dudas. Por esas horas, además, trascendía el enojo de Brasilia y Buenos Aires por esta iniciativa que hacía trizas una tradición de dos siglos respecto del papel de ambos países en relación con sus vecinos subordinados. Simultáneamente estalló la Comunidad Andina de Naciones (CAN, integrada por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia). Chávez anunció desde la cumbre que su país se retiraba del bloque andino. Con la firma de TLCs por parte de tres de los cinco miembros, explicó Chávez, «la CAN está herida de muerte. La mataron. No existe (…) Lo lamentamos mucho pero eso ya no sirve, lo destruyó el imperio».

Desintegración o recomposición A la inversa de lo que interpretó la mayoría de los observadores, sin embargo, en Asunción no se asistía a la desintegración de Suramérica; y Venezuela no estaba cumpliendo un papel rupturista. Por el contrario, con el apoyo al gasoducto Bolivia-Paraguay-Uruguay, esa base material de integración establecía otra vez una dinámica de convergencia. Claro que sobre bases diferentes. Y el enojo inicial de la Casa Rosada y el Planalto (comidilla de la chismografía ataviada de periodismo) no tendría las consecuencias imaginadas con ligereza. Desde Asunción, 122


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Chávez promovió una reunión para el día siguiente, jueves 20, en la zona de la Triple Frontera, con Kirchner y Lula. No fue posible con tal inmediatez, pero ocurrió a la semana siguiente. Quienes alientan la interpretación del decurso político por los humores presidenciales, además de desinformar a la población, se impiden comprender los acontecimientos y prever su dinámica: Lula, Kirchner y Chávez ratificaron en San Pablo la decisión de construir el otro gasoducto proyectado, el que con un tendido de Norte a Sur desde Venezuela y ensamblado con el que va de Oeste a Este desde Bolivia deberá unir estructuralmente a Suramérica en torno al factor clave del mundo contemporáneo: la energía. La combinación de un sistema de integración energética y decisión política constituye una fuerza poderosa, que en medio del estallido de tendencias centrífugas restableció una dinámica de convergencia. La detonación de la crisis era inevitable, porque intereses económicos para muchos inapelables radicados en Brasil y Argentina chocan entre sí y a la vez ahogan a Uruguay y Paraguay. Ese Mercosur, creado por multinacionales para mejor succionar riquezas locales, aun cuando por exigencia de la crisis mundial se transformó en baluarte para la resistencia limitada frente a los centros imperialistas, está estructuralmente impedido de ser un eje de unidad suramericana. «Para que funcione – dijo Chávez con una feliz metáfora– debe ser formateado». En rigor, además de recuperar virgen la base de su valor originario –la convergencia de sus componentes– el Mercosur debería cambiar incluso el nombre. Porque el mercantilismo no es el motor adecuado para el proyecto de unión suramericana.

Nuevas bases para la unidad Como quiera que sea, lo cierto es que al compás del estallido de Asunción comenzó la recomposición de otro tipo de unidad. Aún en ciernes y con formidables obstáculos por delante, esta confluencia tiene otros vectores y diferentes relaciones de fuerzas internas. Si al cabo plasma, los países de menor envergadura geográfica y económica no serán mero territorio de disputa para beneficio de los más grandes. La comprensible reserva de Lula y Kirchner tras la reunión de San Pablo dio lugar a especulaciones e infundios; pero nadie se atrevió a sostener que el resultado era la reversión de la dinámica de convergencia entre los tres países de mayor peso en Suramérica, ni que el saldo era favorable a Estados Unidos. Rumbo hacia el Norte, Vázquez aprovechó su escala en México para aclarar que Uruguay no se va del Mercosur. 123


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Esta página cierra antes de la reunión del mandatario uruguayo con Bush; pero no hay duda sobre el resultado: Uruguay no será arrastrado al proyecto timoneado por Washington y si Estados Unidos redobla la presión para continuar utilizando a ese país en su papel tradicional de Estado tapón, lo que obtendrá será una inesperada radicalización de Uruguay en sentido contrario. Del mismo modo, es conjeturable que a partir de ahora las declaraciones de la presidenta chilena Michelle Bachelet –subrayadas en la edición anterior de América XXI– a favor de ingresar al Alca, pudieran morigerarse y aun girar en redondo: Chile tiene una perentoria necesidad energética que no puede resolverle el proyecto anexionista estadounidense. Fenómenos análogos se verán en Perú y Ecuador e incluso en Colombia. La guerra, claro, no ha terminado; pero Estados Unidos perdió otra batalla.

Clave en La Habana El volcán que sacudió el mapa geopolítico en la segunda quincena de abril tuvo su punto culminante en La Habana. En el primer aniversario de la fundación del Alba, hasta ahora conformado por Cuba y Venezuela, se sumó formalmente Bolivia. Es una instancia superior, diferenciada pero inseparable, en el proceso de convergencia suramericana. Los datos del primer año de vida de la antítesis del Alca son elocuentes. Como señaló Fidel en el acto público de clausura, el viernes 29, Cuba y Venezuela fueron las naciones latinoamericanas de más alto crecimiento en 2005, con el 11,8% y el 9,3% respectivamente. En diciembre de 2004 el acuerdo comenzó con 199 proyectos por un total de 874,6 millones de dólares, pero durante 2005 el intercambio bilateral de bienes y servicios llegó a los 2.400 millones de dólares. Contra todo lo dicho, en las exportaciones venezolanas prevalecieron las nopetroleras, con un crecimiento del 255%. Con la ayuda cubana Venezuela pudo ser declarada en noviembre último como territorio libre de analfabetismo. La Misión Milagro resultó en que 220.571 pacientes de bajos recursos de 25 países de la región, el mayor número de ellos venezolanos, recuperaran o mejoraran su visión sin gastar un centavo. Tres mil 328 jóvenes venezolanos estudian Medicina en Cuba y en 2006 esa cifra llegará a 10 mil. Aún antes de sumarse formalmente, Bolivia ya siente los efectos del Alba: hay allí 44 asesores cubanos y 18 venezolanos, para ayudar a organizar la campaña de alfabetización, además de asegurar sin costo dos mil paneles solares a instalar en parajes donde no llega la electricidad. Para afrontar el desastre provocado por recientes lluvias en aquel país, Cuba envió una brigada médica con 62 especialistas 124


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que han atendido a más de 410 mil pacientes y salvado la vida de 748 personas. Otros 105 médicos cubanos trabajan en Bolivia como parte de la Misión Milagro, en tres centros oftalmológicos abiertos con cooperación cubana y donde han sido atendidos 4.800 pacientes, enumeró Fidel, para explicar enseguida que hoy estudian en Cuba 4.512 bolivianos, pero pronto esa cifra crecerá también gracias a los recién firmados acuerdos del Alba. Se trata de algo cualitativamente diferente a las discusiones de los fabricantes de autos, zapatos y heladeras disputándose a dentelladas el mercado del Cono Sur. Evo Morales no fue sólo a sumarse a un acuerdo ya en marcha. Llevó a La Habana la propuesta de enfrentar los TLC con los TCP (Tratados de Comercio de los Pueblos). «Así como el Alba derrotó al Alca, el TCP tiene que derrotar al TLC», dijo. Y acaso para responder a vanas especulaciones que pretendieron enfrentarlo con Chávez por la salida de Venezuela de la CAN, el presidente boliviano propuso cambiarle el nombre a ese bloque, manteniendo la sigla: Comunidad Antimperista de Naciones. Y comprometió al presidente venezolano a regresar a esa CAN. Risas y aplausos pudieron dar lugar a una errónea interpretación: es en esa dirección que marcha Suramérica.

Reivindicación de la PPolítica olítica Publicado en la edición N° 14; mayo de 2006

Tres acontecimientos del último mes resumen la coyuntura: primeros pasos de un drástico realineamiento en Suramérica; incorporación de Bolivia al Alba y acuerdo firmado por Evo Morales, Hugo Chávez y Fidel Castro en La Habana, para llevar a cabo un plan de acción que rompe el molde capitalista de relación entre naciones; la orden dada por George W. Bush al director nacional de inteligencia, John Negroponte, para que con las 16 agencias de espionaje a su cargo y un presupuesto de 40 mil millones de dólares anuales, aumente el número de agentes de espionaje y operaciones encubiertas en América Latina. «Los ejes de preocupación (estadounidense) son varios: el presidente Hugo Chávez, la Triple Frontera, Cuba, los vínculos entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el narcotráfico, la porosidad de la frontera terrestre con México», explicó con inusual despliegue el diario La Nación, de Argentina. En honor a la verdad, la precisión y la síntesis, podría decirse de otro modo: las democracias tuteladas ya no 125


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le sirven a Washington, que cambia la estrategia y apela a la violencia como último recurso. En rigor, ese viraje estratégico lo dio el Departamento de Estados después de que la hipócrita bandera de la democracia cayó de sus manos con el fracaso del golpe contra la Revolución Bolivariana, en abril de 2002. El hecho es que ahora la Casa Blanca admite públicamente que multiplica los ejércitos de espías y provocadores que desde siempre actúan encubiertos en todos los ámbitos (prensa, partidos, sindicatos, asociaciones civiles, etc). No cuenta en ese presupuesto el costo de los ejercicios militares conjuntos realizados por la marina de guerra de Estados Unidos con efectivos de República Dominicana, ni la posterior gira de una escuadra encabezada por el portaaviones de propulsión nuclear George Washington, que incluyó al crucero Monterrey, el destructor Stout, la fragata porta-misiles Underwood y 6.500 soldados. Será «una ocasión para prestar atención a la zona», declaró el general de brigada Kenneth J. Glueck, jefe del estado mayor del Comando Sur. El citado despacho de La Nación precisó la idea: «Aviones, barcos, satélites y radares móviles fueron desplegados por el Caribe para monitorear, entre otras tareas, las rutas clandestinas que usan las avionetas que trasladan droga».

Política por otros medios Como en Irán, Washington prepara su escalada bélica planetaria. Está a la vista que el descontrolado déficit gemelo que corroe las entrañas de la economía estadounidense no impide este despilfarro demencial: 40 mil millones anuales para espionaje. Del mismo modo carece de fundamento la esperanza de que la Casa Blanca no abrirá otro frente de guerra porque se hunde día a día en Irak. Zbigniew Brzezinski dice en su último libro: «La capacidad para intervenir rápida y decisivamente es más importante para la seguridad estadounidense que la insistencia (un tanto teórica) de algunos planificadores militares en que Estados Unidos mantenga la capacidad suficiente para implicarse en dos guerras locales (de duración indeterminada) al mismo tiempo». El alter ego de James Carter aboga por la decisión rápida, es decir, el uso de armas atómicas. Ahora que un imprevisto Caballo de Troya sacude el entramado político doméstico, con la entrada en escena de millones de inmigrantes, los jefes imperialistas serán menos reflexivos ante lo que sientan como amenaza en cualquier parte del mundo. A la vez, acelerarán en una 126


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dirección ya adoptada: el estrechamiento de las libertades democráticas y los derechos civiles dentro de Estados Unidos. Es preciso mirar de frente esta realidad. Y entender en toda su dimensión la necesidad de pugnar por la convergencia suramericana, que a la vez que se profundiza en el sentido demostrado por Cuba, Venezuela y Bolivia con su trascendental acuerdo, asume banderas unificadoras de miles de millones de seres humanos en todo el planeta: paz y democracia. Basta ver el manifiesto de 1800 científicos contra la utilización de bombas atómicas para confirmar el enorme potencial educativo y aglutinante que tienen estas consignas. Pero tal estrategia requiere un rescate de la política. Convertida en sinónimo de trampa y latrocinio, reducida a variantes de la argucia y enaltecida con el calificativo de pragmática, desde hace más de un cuarto de siglo la política se transformó en mala palabra. Fue rechazada por las mayorías y puesta al margen por quien debiera ser su musa mayor: la juventud. No podría minimizarse la contribución que para semejante desenlace se hizo desde las izquierdas. Es hora de acabar con eso. El pensamiento político riguroso, la integridad moral, la audacia revolucionaria, con cimas como Bolívar, Martí, el Che, reaparecen en el nuevo escenario latinoamericano. Encarnados en nuevos líderes y en ideas que no tienen edad, esos valores deben ser enarbolados de manera intransigente. Porque la democracia y la paz, en este difícil momento de la Historia, sólo pueden ser alcanzados acorralando y venciendo al imperialismo. Y dando paso al socialismo del siglo XXI.

Confrontación entre el Alca y el Alba

El Sur gana otra partida Publicado en la edición N° 15; junio de 2006

Vértigo: inmediatamente después del ingreso de la Revolución Bolivariana al Mercosur, el encuentro de Hugo Chávez, Carlos Lage y Evo Morales en El Chapare y La Paz consolidó con rotundos acuerdos la integración de Cuba, Bolivia y Venezuela en el marco conceptual y programático del Alba. El proyecto de construcción de un sistema energético mediante dos gasoductos troncales: Norte-Sur y Este-Oeste; la propuesta de rápida incorporación de Bolivia al nuevo Mercosur; el acuerdo entre Bolivia y Venezuela para impulsar una Confederación Andina, eje motor de la 127


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todavía inane Comunidad Suramericana de Naciones, son otros tantos factores de un combate estratégico en el cual Estados Unidos no logra recuperar la iniciativa y en cada aparente victoria sufre una derrota mayor. Nadie como Homero en La Ilíada describió la cambiante suerte de la guerra y el significado relativo de presuntas victorias. Esa visión dialéctica del devenir histórico es apropiada para observar los últimos movimientos en el tablero hemisférico, donde se libra una sucesión de batallas entre el Alca y el Alba, es decir, entre el intento de anexión imperialista y el propósito de alcanzar la unión suramericana. El anteúltimo combate ocurrió en Buenos Aires, el 23 de mayo pasado en reunión de ministros de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, donde Venezuela fue reconocida como miembro pleno del Mercosur. Los mecanismos propios de esta gorma sui generis de convergencia regional prevén 180 días para ajustar la incorporación de un nuevo miembro, más 180 días adicionales para completar el proceso. De modo que el plazo en el que se concretó la formalización de ingreso del quinto componente es ya indicativo de que algo singular sucede en la región: 24 horas. En los días previos Estados Unidos había dispuesto sus fuerzas para impedirlo, esta vez en coincidencia sin fisuras con la Unión Europea. El vehículo más visible de la operación fue el diario argentino La Nación, que en su primera plana y con gran despliegue difundió cuatro días antes una diatriba del ex ministro de Economía Roberto Lavagna, quien en una disertación, ante 1300 asistentes, la mayoría empresarios, organizada por la universidad Austral del Opus Dei, presentó la posición común del gran capital internacional: «creo que la posible salida de Uruguay, de socio pleno a asociado, si ocurre, y el ingreso de Venezuela cambiarían la imagen de economía de mercado y de democrático que tiene el bloque. Es decir, el Mercosur va a ser menos democrático y va a tener menos economía de mercado con esos cambios». La Nación afirmaba en ese brulote del 19 de mayo que «la posibilidad del ingreso de Venezuela como miembro pleno del Mercosur llevará años, pero está en proceso de concretarse». No se trata de un error de apreciación: es una batalla perdida.

Vaivenes de la integración Las batallas de ganan con un plan de acción. Con una apreciación objetiva de las fuerzas en juego. Y con coraje. Los propios funcionarios de las cancillerías argentina y brasileña, 128


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atónitos ante lo que había ocurrido ante sus ojos con la incorporación plena de Venezuela al Mercosur en dos tensas jornadas, lo admitían con una sonrisa nerviosa: la Revolución Bolivariana tuvo esos atributos y supo qué hacer en ese recinto de negociación habitualmente burocrática. El ministro para la Integración y el Comercio Exterior de Venezuela, Gustavo Márquez, había llegado a Buenos Aires con instrucciones precisas y perentorias. Y cuando las trabas parecían insuperables, el propio Chávez intervino en la discusión mediante prolongadas charlas telefónicas. Es que allí plasmaba una confrontación que venía desarrollándose en todo el hemisferio. Y el costado mediático de esa prueba de fuerzas, gracias al concurso de la prensa comercial, parecía haberlo ganado ya la dinámica de disgregación regional alentada por Estados Unidos. Con eje en el artificial conflicto entre Argentina y Uruguay, más las noticias de una fuga del gobierno del Frente Amplio hacia la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos –equivalente a su salida del Mercosur– configuraban un cuadro que no pocos interpretaron como éxito de la abarcadora contraofensiva lanzada por Washington después de su estrepitosa derrota en Mar del Plata, cuando George Bush vio impotente cómo se hundía el Alca. Ocurrió lo contrario, sin embargo. El cónclave de ministros en Buenos Aires no sólo ratificó y amplió el Mercosur, sino que abrió la posibilidad de que en la próxima cumbre, el 21 de julio en Córdoba, Argentina, se replantee la estrategia general de este ente regional e incluso se sume un miembro más: Bolivia. Es esta misma dinámica la que asegura un esfuerzo adicional –que como se verá utiliza más de un recurso– del Departamento de Estado para intentar torcer otra vez la dinámica de los acontecimientos: en la primera quincena de junio las presiones se redoblarán sobre el gobierno de Tabaré Vázques para que Uruguay firme un TLC y pase, como indicaba, Lavagna cuando advertía sobre el peligro de que Venezuela ingresara al Mercosur, de miembro pleno a miembro asociado. No hay espacio aquí para someter a la prueba de los hechos la argumentación del ex ministro, ahora precadidato a presidente. Pero se puede entender mejor la dinámica general si se tiene en cuenta lo que está ocurriendo en el mismo momento en que se redactan estas líneas: Chávez arriba a Ecuador, invitado por el presidente Alfredo Palacio, quien luego de un fallido intento por firmar un TLC, tras una oleada de movilizaciones de masas, un conflicto con una empresa petrolera y el consecuente bofetazo del gobierno estadounidense que elevó sus exigencias para firmar el acuerdo, acudió a pedir ayuda a 129


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Venezuela para refinar petróleo por fuera del perverso mecanismo que le hacía exportar crudo para importar combustible. La empresa petrolera venezolana (Pdvsa) hará de ahora en más las cosas de manera diferente: refinará el petróleo ecuatoriano y lo devolverá a origen, cobrando sólo el costo del proceso.

Otra batalla Al mediodía del 26 de mayo el avión de la Presidencia de Venezuela aterrizaba en el aeropuerto de Chimoré, en El Chapare, corazón del trópico cochabambino en Bolivia. El dato no tendría relevancia si no fuese por un detalle: la pista de aterrizaje fue construida por Estados Unidos para operar desde allí sus fuerzas represivas disfrazadas tras la lucha por la erradicación de la coca. Antes habían llegado allí el presiente Evo Morales, el vicepresidente Alvaro García Linera y varios ministros. El alcalde de Chimoré y otros funcionarios tuvieron dificultad para ingresar a la pista de aterrizaje, rodeada por una multitud ansiosa por saludar a los dos mandatarios. Difícil describir en poco espacio el fervor, el universo de esperanzas pintado en las miradas de esa multitud que luego se prolongaría a la vera del camino en los doce kilómetros hasta Shinahota, donde se haría el acto público. Allí, ante decenas de miles de campesinos, obreros, jóvenes y niños con sus guardapolvos escolares, hablaron Chávez y Evo. Lo menos importante fue el anuncio de los acuerdos de integración que se firmarían horas después en el Palacio Quemado, en La Paz, o incluso la entrega simbólica de una de las 520 computadoras con conexión a internet que donó el gobierno venezolano a 52 escuelas de la zona. Lo que ocurrió en Shinahota podría dejar sin aliento a un académico de las ciencias políticas: en sendos y prolongados discursos, bajo un sol ardiente y con la multitud concentrada en los conceptos y los programas de acción que se les presentaba, Chávez y Evo describieron la situación mundial, explicaron en detalle el cuadro político suramericano, las bases conceptuales y programáticas del Alba, la convergencia estratégica de Cuba, Venezuela y Bolivia, el significado de la Asamblea Constituyente y la inminente amenaza golpista de Estados Unidos contra el gobierno del Movimiento al Socialismo. Chávez fue explícito: la embajada estadounidense está susurrando en los oídos de militares bolivianos. Acudió al acto con altos jefes militares venezolanos, como los generales Raúl Baduel, titular del Ejército, y Julio Quintero Vitoria, comandante de las Fuerzas de Reserva, proyecto de 130


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pueblo en armas. Chávez sostuvo que si ocurriera un golpe como en Venezuela en 2002, todo el pueblo boliviano debería salir a defender la institucionalidad. Y explicó con todo detalle por qué la Asamblea Constituyente debía ser plenipotenciaria y por qué era imprescindible una gran movilización nacional para que la fuerza encolumnada con Evo Morales ganara por abrumadora mayoría en las elecciones constituyentes del 2 de julio próximo. Apenas horas, después, en el bello salón de actos del Palacio Quemado y ante otra audiencia, el presidente venezolano fue todavía más explícito: hay una conspiración contra el gobierno. Si ocurriera un golpe, sangre venezolana correría otra vez, como hace doscientos años, en Bolivia. Evo fue más allá y explicó, desde la sede del gobierno nacional, que al bloque constituido por Cuba y Venezuela, ahora se sumaba Bolivia. Con el tono llano, firme y profundo de un líder indígena que asume la realidad del mundo contemporáneo y se mueve en ella con la seguridad de quien sabe adónde va, Evo Morales desplegó el plan de acción de su gobierno, explicó la significación estratégica de los 13 acuerdos que firmaban ambos mandatarios, hizo público que informes de inteligencia aseguraban la existencia de una conspiración golpista y adelantó la necesidad de tomar el poder mediante la Asamblea Constituyente. Antes, el vicepresidente cubano había resumido los fundamentos incuestionables de la crisis capitalista en el mundo y la región. No son los discursos habituales en otras capitales de la región. El posibilismo, probadamente imposible, ha dado paso a un nuevo liderazgo y un nuevo programa. Y por supuesto enfrente está el gendarme desplegando sus prácticas intervencionistas, antidemocráticas, apoyadas ya primordialmente en proyecciones belicistas. Para sorpresa de muchos, al día siguiente se supo que Chávez prolongaba su estado en Bolivia y el domingo 28 realizaría su habitual programa Aló Presidente desde Tiwanaku, la ciudad sagrada de la más remota civilización aborigen en América. Sólo en los altos círculos del gobierno se sabía por entonces que desde la embajada estadounidense y con respaldo de sectores oligárquicos bolivianos, se preparaba para ese fin de semana una sublevación policial en La Paz apuntada a prologarse con una rebelión en Santa Cruz. A la par de las denuncias públicas de Evo y Chávez, llegó a las manos apropiadas un listado con los nombres, cargo y ubicación de altos mandos policiales y militares involucrados en la intentona. La prueba de que estaban al descubierto disuadió a los conspiradores. Al menos en la fecha prevista, sábado 27 y domingo 28, no osaron dar el zarpazo. 131


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Para rematar, durante el Aló, Presidente el comandante general del Ejército Boliviano, general Freddy Bersatti, tomó la palabra e hizo un anuncio explosivo: el 6 de junio de2005, cuando estaba a punto de caer, el ex presiente Carlos Mesa formuló dos propuestas alternativas: entregar el gobierno a una junta militar, o disolver el Congreso y mantenerse en su cargo con respaldo de las fuerzas armadas. Bersatti aseguró que desde su puesto de jefe del Colegio Militar enfrentó al alto mando, que apoyaba la posición de Mesa (a su vez indicada por la embajada estadounidense). Y completó su intervención asegurando que su posición institucionalista y democrática seguiría siendo invariable. Luego y sin respiro, incorporado Evo al programa transmitido en Venezuela y Bolivia por los respectivos canales oficiales y repetido a todo el mundo por Telesur, llegó otro anuncio. Chávez leyó fragmentos del discurso de Simón Bolívar con el cual presentó su proyecto de Carta Magna a los constituyentes bolivianos en 1825. Allí Bolívar propuso una Confederación Andina, que uniera a Colombia (por entonces conformada por Panamá, Venezuela, Colombia y Ecuador), Perú y Bolivia. Como de rayo, Morales dijo que ése era el programa para hoy, que la nueva Constitución boliviana debía afirmarlo explícitamente y que mientras los pueblos se daban los gobiernos que asumieran tales objetivos, Venezuela y Bolivia podrían echar los cimientos de Confederación Andina que, además, revitalizara sobre bases sólidas los propósitos expuestos por la Comunidad Suramericana de Naciones. «No es otra cosa que realizar el Tawantisuyo en nuestro tiempo», concluyó Evo, aludiendo a un antecedente ineludible: el movimiento que hacia 1438 se expandió desde el corazón de la Cordillera de los Andes y con centro en el Cusco, plasmó un proceso de expansión cultural, económico y militar que abarcaría lo que hoy se conoce como Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Sin contener la emoción, un veterano luchador presente en ese acontecimiento singular confesó a América XXI: «no sólo hemos abortado el golpe; aquí está la columna fundante del futuro latinoamericano. Estamos tocando la Historia pasada y podemos sentirnos parte de la Historia futura». A pocos metros la Puerta del Sol registraba con su milenario rigor científico la caída de un día memorable.

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El difícil arte de enhebrar un frente mundial antimperialista

Recado a Europa Publicado en la edición N° 15; junio de 2006

Carlos Lage, Evo Morales y Hugo Chávez ocupan la tribuna ante un inmenso salón colmado. La mayoría de los asistentes son jóvenes, venidos desde diferentes países de la Unión Europea. El acto se desarrolla en Viena, la bella ahíta, bucólica, indiferente capital austríaca. Fuera del recinto, una multitud se acomoda ante pantallas que transmitirán las palabras del vicepresidente de Cuba y los presidentes de Bolivia y Venezuela, quienes rendirán cuenta de lo ocurrido el día anterior, 12 de mayo, en la Cumbre de la Unión Europea con América Latina-Caribe, presuntamente un encuentro de integración birregional. En el aire vibra una onda invisible que exalta los espíritus. Se percibía lo mismo en sendos actos donde concurrió Chávez en las dos noches anteriores, uno en la Universidad, para una abigarrada y expectante multitud de profesores e intelectuales; el otro en una vieja fábrica abandonada, recuperada por jóvenes contestatarios y transformada en centro cultural, que por una noche abandonan sus actividades habituales y, desbordando toda previsión, acuden a escuchar al presidente venezolano. Lage, Evo y Chávez repiten lo que se les escucha en sus intervenciones habituales. Pero la contundencia demoledora del vicepresidente cubano, la honda, simple e implacable verdad del indígena boliviano ahora líder de un pueblo, el fuego inspirado e inspirador del revolucionario venezolano, suenan de manera diferente en aquellos escenarios. Un mensaje a la vez esperado e imprevisto, cruza el Atlántico desde América Latina y llega a Europa sin maquillaje ni subterfugios: el sistema capitalista mundial está en crisis, no puede sostenerse, es preciso actuar para salvar la humanidad, puesta en peligro por la irracionalidad descontrolada de un mecanismo diabólico basado en la búsqueda del lucro y el consumismo enajenado; es preciso evitar la guerra y detener el saqueo. Y nada de esto puede ser alcanzado sin recuperar el significado profundo de una palabra olvidada en la vieja Europa: Revolución.

Dos mundos No se trata de un micromundo extrapolado para ocultar la realidad. Por el contrario: es la realidad que pugna por emerger e imponerse al 133


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pesado manto de hipocresía, cobardía y decadencia en todos los terrenos que domina el escenario político europeo, cuyo horizonte intelectual ha quedado limitado a la formación de gerentes capaces de manipular montañas de dinero, vender más teléfonos celulares, televisores, automóviles, o lo que sea que permita absorber trabajo ajeno y acumular riqueza. Frente a ese prototipo de ejecutivo al que el sistema le ha arrancado el alma, esos gerentes de marketing ahora calzando trajes de jefes de Estado, el nuevo liderazgo de América Latina, con su llamado a la Revolución, se abre paso en la conciencia y los corazones de las juventudes europeas. No es fácil enhebrar un frente de todos quienes, por razones a menudo opuestas, ven con aprensión el curso del planeta. Aparte los alineados sin disfraz con el sistema, abundan quienes aportan indicaciones de «sensatez», a la vez que otros se ven a sí mismos como profesores de la revolución cuya misión es influenciar a quienes han tomado la vanguardia. Pero entre todos sobresalen jóvenes visceralmente opuestos al mundo en que viven, a la búsqueda de una alternativa raigal. Había que verlos cuando en una magnífica noche de luna, en la antigua ciudad imperial, a orillas del Danubio y a pocos metros del lugar donde se apagaba la deslucida, infértil reunión de presidentes y jefes de Estado, tras resumir la situación del mundo y la respuesta que no había dado la cumbre, Chávez los invitaba a empuñar la antorcha de la conciencia y salir a incendiar la pradera. Y no fue un momento, un lugar: antes Chávez había estado en Roma y el Vaticano, y al día siguiente Evo estaría en París, mientras el presidente venezolano producía un terremoto político en Londres.

Cercar al imperialismo, impedir la guerra A diferencia de las innumerables reuniones que Chávez mantuvo en la gira que en diez días lo llevó de Roma a Viena, Londres, Argel y Trípoli, su encuentro con el papa Benedicto XVI fue a solas y hermético. Pero a nadie cupo dudas que el centro de la entrevista fue la amenaza de un inminente ataque estadounidense en Irán, programado con armas atómicas. Días después, durante su visita al campo de concentración de Auschwitz, el Papa exclamó, para sorpresa del mundo: «¿Por qué, Señor, has callado? ¿Por qué has podido tolerar todo esto?». Alguien bromeaba con seriedad comentando esa insólita expresión: «Chávez lo puso en crisis al Papa». Chanzas aparte, lo cierto es que el presidente venezolano atravesó Europa con un objetivo inequívoco: anudar el mayor arco de alianzas 134


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posible para detener la mano asesina de la Casa Blanca. Sólo que en el empeño, apareció con fuerza inusitada aquella realidad sepultada de Europa, plasmada no sólo en las juventudes del más amplio arco ideológico imaginable, sino en las propias estructuras políticas de la cuna del capitalismo, Gran Bretaña, adonde acudió invitado por el alcalde de Londres Ken Livingston y medio centenar de congresistas del Partido Laborista, en medio de un durísimo enfrentamiento con el primer ministro Anthony Blair. Hace bien la prensa comercial en ocultar lo ocurrido en el salón del Camden Town, al día siguiente en la Alcaldía de Londres y, horas después, en el mismísimo Westminster, bastión del parlamentarismo británico. La acogida fervorosa que ya no sólo las juventudes, sino líderes sindicales y cuadros políticos del añejo laborismo inglés le dieron a Chávez, sus gestos al escuchar conceptos claros y frontales respecto de la realidad mundial y el papel de los poderes centrales, son signos de un malestar profundo en la sociedad política europea, que busca un camino tras el desfalco moral llevado a cabo por quienes, con banderas supuestamente progresistas, asumieron en las dos últimas décadas el programa anticrisis del capitalismo. Cuba, Venezuela y Bolivia, tres revoluciones que están dando vuelta como un guante la realidad suramericana, llevaron su mensaje a Europa. Y éste cayó como lluvia fresca tras una sequía que pudo parecer eterna.

Cómo afrontar la nueva coyuntura internacional

Formatear el Mercosur Publicado en la edición N° 16; julio de 2006

Desafío: las dos reuniones cimeras del Mercosur durante el mes de julio tendrán lugar en un escenario internacional enrarecido: tiemblan otra vez las Bolsas en las metrópolis del capital, mientras recrudece la dinámica guerrerista de Estados Unidos. Ambos indicadores urgen definiciones al nuevo Mercosur: los tres grandes centros de la economía mundial están en el umbral de otra fase de recesión combinada. Los presidentes de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela afrontan la tarea de transformar el bloque en instancia de unidad política, planeamiento económico y mecanismo de autodefensa frente a la escalada imperial. En Caracas el 4 y 5 de julio, el 21 en Córdoba (Argentina), Suramérica afronta instancias decisivas para su futuro. La incorporación 135


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de Venezuela como miembro pleno del Mercosur habrá quedado sellada en la primera reunión. Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva, Nicanor Duarte, Tabaré Vázquez y Hugo Chávez rubrican una decisión indicativa de mucho más que la suma de un nuevo componente al bloque originario de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. El solo hecho de que el acto se realice en Caracas y en coincidencia con el aniversario de la Independencia de Venezuela, el 5 de julio, es indicativo del curso objetivo del nuevo Mercosur. Con certeza Washington tomará buen registro del gesto simbólico. Apenas días después y más allá de los símbolos, sin embargo, en Córdoba los cinco presidentes deberán dar cuenta de lo que están dispuestos a asumir para cumplir con la responsabilidad histórica que les cabe. Por lo tanto, ambas reuniones evidencian que la dinámica de convergencia se impuso a las fuerzas centrífugas predominantes durante los primeros meses del año. Una mirada ecuánime sobre los acontecimientos ocurridos desde entonces debe reconocer el papel de vanguardia política que le cupo al gobierno de la Revolución Bolivariana para contrarrestar una fragmentación impulsada por conflictos como el que enfrentó a Uruguay y Argentina, sumados a la táctica de la Casa Blanca de firmar Tratados de Libre Comercio (TLC) con varios países del área. Ese reconocimiento es, a la vez, una reivindicación de la política y la estrategia, frente a la tentación del pragmatismo con miras al rédito económico de coyuntura. Ahora bien, en esta nueva fase, una estrategia política para el nuevo Mercosur no podrá eludir los estridentes indicadores de que el panorama internacional no es ya el mismo que predominó en la superficie durante un largo período.

La Bolsa y la vida La fantasía recurrente ha terminado. El crecimiento de la economía mundial en lo que va del siglo, interpretado arbitrariamente como indicador de buena salud del sistema, dio los primeros pasos rumbo a presentar la factura de su costo oculto. La manifestación inicial se tradujo en abruptas caídas bursátiles. En esa primea fase de una nueva eclosión de la crisis estructural, en la que la economía real comienza a repercutir sobre los centros de manejo financiero internacional, las metrópolis lograron recuperar buena parte de lo perdido en algunas semanas durante las cuales cundió el pánico. El costo mayor recayó – vaya novedad- sobre los países dependientes, denominados de manera 136


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aviesa «mercados emergentes». La estrella de esta noción tramposa fue el paquete denominado BRICh (Brasil, Rusia, India y China). El diario inglés Financial Times registró la magnitud de lo ocurrido: «el índice MSCI (Metals Service Center Institute) de los mercados emergentes cayó un 14,8% en dólares desde el 9 de mayo, en Turquía la caída fue de un 30% y Brasil, Pakistán e India cerca de un 20%. Quienes habían comprado fiados en la tesis del BRIch han tenido ya ocasión de ver cuán fácilmente éste puede desplomarse». Aparte el impacto de esta caída sobre las economías de cada uno de tales países y el costo de quienes compraron «fiados en la tesis del BRICh», hay otro costado en el asunto: el crecimiento de China y más tarde India durante las dos últimas décadas es, en buena medida, el punto de apoyo de la recuperación de la economía en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón en el último sexenio y, en conjunto, factor del aumento en materias primas como petróleo, soya, cobre –entre otras- que permitirían la recuperación también a países dependientes de menor envergadura, sobre todo en América Latina. Más significativo para la comprensión del fenómeno global, es que las razones que explican en última instancia tanto el auge ficticio del último período, como la actual amenaza de colapso, están en el corazón del sistema económico mundial: Estados Unidos. Allí, tras el derrumbe bursátil de 1997 (el cual, dicho sea entre paréntesis, pulverizó la ficción de los «tigres del sudeste asiático», equivalente en los 90 del efímero BRICh del nuevo siglo), el gobierno estadounidense sostuvo el giro económico con un conjunto de artificios entre los cuales, aparte la inversión de cifras siderales en armamentismo, sobresalieron la baja en la tasa de interés de la Reserva Federal y el recorte brutal de impuestos para el gran capital. A corto plazo, esto derivaría en endeudamiento descontrolado y un déficit gemelo (fiscal y de balanza de pagos) de proporciones inauditas. El precio de evitar la recesión –que a su vez alimentaría el fuerte crecimiento chino- era nada menos que colocar una carga explosiva de inconmensurable potencia en los cimientos de la economía mundial. Cuando la Reserva Federal recurrió al aumento de las tasas de interés para intentar revertir esta dinámica, las Bolsas se desplomaron. Ante la inminencia del colapso, los brillantes economistas del imperio dieron un volantazo y frenaron el aumento de tasas. Los mercados se calmaron. Pero el dilema es de hierro: con tasas bajas, el saldo negativo de la balanza de pagos se dispara y acelera la marcha del abismo; con tasas altas, sobreviene inexorablemente la recesión con estación intermedia en un colapso bursátil. 137


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De manera que, en este cuadro general y aunque el Fondo Monetario Internacional (FMI) anuncia un crecimiento del 5% para 2006, los temblores durante mayo y parte de junio en los centros bursátiles están anunciando el fin de este ciclo. Y es altamente probable que ya se pueda dar por definitivamente concluida la novela de los BRICh, según la cual estos supuestos «mercados emergentes» eran la salvación definitiva para las fallas estructurales en el edificio del capitalismo mundial.

Respuesta política Si en la fase de crecimiento de los últimos años el efecto social de la crisis estructural dio como resultado el saqueo descontrolado de los países subordinados y el empobrecimiento sin precedentes de miles de millones de seres humanos, es fácil deducir cuáles serán los efectos de un nuevo ciclo recesivo a escala planetaria. No pueden caber dudas de que esta nueva coyuntura vendrá acompañada por profundas convulsiones sociales y políticas, en todo el mundo y muy particularmente en América Latina. Basta observar lo ocurrido en Chile en las últimas semanas, para advertir con qué rapidez se esfumarán las ilusiones de sostener la estabilidad con base en la superexplotación y la pasividad de la sociedad. En este cuadro, y bajo presión estadounidense, las clases dominantes de Colombia, Perú y hasta cierto punto Ecuador, han resuelto huir hacia delante firmando TLCs. El caso de Perú es paradigmático: el Congreso votó el acuerdo de sumisión minutos antes de dar paso a los diputados recientemente electos y con el respaldo del partido que deberá asumir la presidencia, el Apra. No hacen falta condiciones de augur para afirmar que Alan García no podrá gobernar. Y si bien su par colombiano ganó con buen margen la reelección, no es menos cierto que la abstención del 56% del electorado y el malestar en las propias bases sociales del oficialismo por el impacto de TLC, a lo cual debe sumarse un abrupto salto electoral de las izquierdas colombianas, asegura un segundo gobierno turbulento para Álvaro Uribe. Como quiera que sea, estos países constituyen un polo inequívocamente alineado con Estados Unidos para afrontar el próximo período histórico. Por otro lado, las corrientes socialdemócratas y socialcristianas que en diferentes carnaduras perviven dentro y fuera de los restantes gobiernos de la región, aun en los casos en que asumen una posición de resistencia a la voracidad estadounidense, lo hacen desde la perspectiva del statu quo y con el interesado respaldo de la Unión Europea. Pero la señalada crisis estructural, que acentúa la competencia 138


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interimperialista, a la vez excluye el margen para concesiones sociales, por lo cual aquellas políticas tendrán el mismo contenido antinacional que las impulsadas desde Washington. Un verdadero bloque con base en el Mercosur formateado, además de convocar sin dilaciones a la integración plena en Bolivia y otros países, deberá asumir y realizar el debate ideológico-político implícito en este panorama. De allí la importancia superlativa de que a la reunión de Córdoba asista Fidel Castro, quien junto con Hugo Chávez y Evo Morales representan la estrategia del Alba, ya vigente y actuante, en el concierto latinoamericano. Además de abrir sin mezquindades las puertas a otros países, el Mercosur formateado debe producir cambios radicales para estar en condiciones de enfrentar lo que viene. En primer lugar, dotar al cuerpo de un organismo estrictamente político: un parlamento común elegido en plazos perentorios por voto universal y directo en cada país. Para que esto no sea una formalidad burocrática más, los presidentes deberían acordar un programa de acción con objetivos muy simples: creación de un Banco del Sur, puesta en marcha de un plan gradual para adoptar una moneda única, definición de objetivos comunes tales como programas para acabar con el analfabetismo y garantizar salud gratuita a la población en cada uno de los países. Todo ello sobre la base de una planificación conjunta, democrática y con amplia participación social, destinada a resolver problemas estructurales inaplazables, como lo que hacen a la provisión de energía, la edificación de viviendas, la complementación de capacidades y necesidades de cada país para que no haya un solo niño en la calle, un solo excluido, un solo ser humano arrojado a la desocupación y el abandono. Por último –pero en primer orden- está planteada la necesidad de debatir y realizar una instancia defensiva común, una mancomunidad capaz de hacerle saber al imperio que América latina no admite agresiones militares y está preparada para impedir la guerra.

Mundial Publicado en la edición N° 16; julio de 2006

En 1978 ocurrió un Mundial de fútbol en Argentina. El equipo local obtuve la Copa. En moneda contante y sonante la Junta Militar entonces gobernante pagó por la victoria. 139


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Tan difícil como enumerar los cómplices de aquella operación es sostener hoy, 28 años y seis mundiales después, que la oleada de huelgas obreras de finales de 1977 había puesto en jaque a la dictadura. Tarea para historiadores dilucidar aquel momento clave de la Historia argentina. El hecho es que, desafiando y venciendo a la ferocidad represiva, una acerada urdimbre militante se extendía en la clandestinidad por todo el país. Hubo una prueba de fuerzas exitosa para los trabajadores. Tras ella, las filas de la resistencia buscaban recomponer sus cuadros dirigentes, abroquelar filas, ampliar su capacidad de movilización y acordar un plan de acción. Momento decisivo en la confrontación estratégica de clase contra clase que estaba definiendo el futuro argentino y, en buena medida, de la región. Era el punto de inflexión. Y ocurrió el mundial de fútbol. Innumerables campos de concentración clandestinos recluían a miles de detenidos-desaparecidos. Pero ya comenzaba a levantarse un clamor mundial. Con aquel respaldo y alentada por la sublevación obrera con centro en Córdoba y en el cordón industrial de Buenos Aires, la resistencia interna amarraba las manos de los militares asesinos y paralizaba la voluntad de los civiles autores de las órdenes de exterminio. El Mundial abrió el punto de fuga para que el grueso de la sociedad rompiera su cita con la realidad. Simpleza sería reducir el entresijo de contradicciones históricas, descargadas en avalancha sobre la resistencia argentina, al efecto de una Copa Mundial. No menos torpe es soslayar el papel de la conciencia colectiva: el paréntesis del Mundial primero, la victoria argentina después, definieron el resultado de la batalla. Deporte transformado en opio adormecedor de millones de conciencias; nueva industria, hija perversa del capitalismo tardío.

Oxígeno para la represión Entre los tantos, incontables, secuestrados en aquel último aliento de la dictadura, cayó, como símbolo, Ana María Piffaretti. Mujer revolucionaria, trabajadora de la salud, empleada en la multinacional Ford, donde dirigía una red de activistas clandestinos. Fue secuestrada el 28 de junio de 1978, mientras todavía resonaban en las calles de Buenos Aires ecos de la enajenada alegría por la supuesta victoria. Seis meses después, lejos de la euforia colectiva, sería arrojada al mar. El movimiento de masas antidictatiorial ya no existía. Golpeada con ferocidad mayor aún a la de los dos años anteriores, la resistencia 140


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quedaba reducida a un puñado de madres y familiares de desaparecidos. Los represores civiles y militares tenían otra vez, y por todo un período, las manos libres para actuar. Se consumó así un saqueo sin precedentes. En la Argentina de hoy pocos asocian su calvario con la euforia que les despertó la así entendida victoria futbolística de 1978. No son pocos, en cambio, quienes concluyeron que toda resistencia era absurda. Y que la victoria es imposible.

Hoy son Afganistán, Irak, Irán, Venezuela, Cuba, Bolivia y Palestina Aquel ensayo exitoso de manipulación masiva mediante la caricatura mercantilizada del deporte, hoy se ensaya a escala mundial. Salvando todas las distancias del caso, es posible trazar un paralelo entre la situación sin salida de la dictadura argentina en 1978 y el atolladero en el que está ahogándose hoy el imperialismo estadounidense. Y es en esta coyuntura histórica que se asiste a una maniobra distractiva de alcance global, esta vez mediante el Mundial de fútbol en Alemania. Bien es verdad que la agudización de la competencia entre los centros imperiales y sus multinacionales contribuyen a una utilización desorbitada de la publicidad, que aprovecha la Copa Mundial como instrumento para vender lo que sea. El sólo espectáculo de enajenación publicitaria bastaría para concluir que la enfermedad del mundo contemporáneo ha llegado a un punto de gravedad extrema. Pero ésa es la parte menos peligrosa de la alienación futbolística dominante en junio de 2006. Con el apoyo vergonzante de la Unión Europea, Estados Unidos prepara un devastador ataque militar a Irán, mientras continúa cometiendo atrocidades en Afganistán e Irak. Simultáneamente, Washington amenaza sin pausa y con cualquier patraña a Venezuela, Bolivia, Cuba y Palestina. Los estrategas de Departamento de Estado y del Pentágono necesitan sazonar la conciencia planetaria para las acciones que preparan. El ejemplo argentino puede ser punto de apoyo para impedir el engaño esta vez. Suman millones quienes han comprendido que, también para gozar del fútbol, del deporte verdadero, es necesaria la Revolución.

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Cordobazo suramericano

Dilemas estratégicos del Mercosur Publicado en la edición N° 17, agosto de 2006

No se equivocó Hugo Chávez cuando saludó la reunión de presidentes del Mercosur como «segundo Cordobazo», y resumió el símbolo de aquella insurrección obrero-estudiantil en la figura del dirigente sindical Agustín Tosco. Así como el 29 de mayo de 1969 puso un hito inconmovible en la historia argentina, el 21 de julio de 2006 será punto de referencia para el inicio de una nueva etapa en la historia suramericana. Tras la inclusión de Venezuela al Mercosur, y aun asumiendo la multiplicidad de conflictos entre sus componentes, todo indica para el futuro cercano la incorporación de nuevos países y el fortalecimiento de este bloque como centro de gravitación regional. En suma: una nueva derrota estratégica del imperialismo estadounidense. Pero la analogía de la cumbre presidencial con aquella sublevación social ilumina la reunión del Mercosur desde otro ángulo. El contradictorio devenir del mundo y la región durante los 37 años que separan ambos acontecimientos, queda a la vista en la naturaleza social y política de ambos Cordobazos: si aquel fue una insurrección con eje en la juventud y el proletariado, a partir de la cual se desataría la crisis más profunda en la historia argentina, éste se produce por una convergencia de gobiernos diferentes, compelidos por la necesidad común de resistir la voracidad descontrolada del imperialismo en crisis. Basta enunciarlo para situarse frente a la paradoja del desarrollo histórico: si en 1969 los métodos y el contenido social del Cordobazo lo mostraron como ensayo general revolucionario, muy próximo a los antecedentes más avanzados en la historia de la lucha social, en 2006 los protagonistas son predominantemente representantes directos o indirectos del capital, ubicados en una posición de resistencia frente al imperialismo e intentando sumas tras de sí a las restantes fuerzas sociales. Plasma de esta manera a la vez el retroceso de las fuerzas revolucionarias, el cambio de relaciones de fuerza entre las clases y el agravamiento de la crisis. El desplazamiento de franjas de la burguesía hacia posiciones de resistencia limitada, el eclipse político de las juventudes revolucionarias y las clases obreras, dan lugar a una confrontación con el imperialismo sobre bases programáticas en las que 142


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prevalecen nociones desarrollistas-keynesianas y una voluntad política mayoritaria resuelta a potenciar el papel del Estado, pero sin poner en tela de juicio los fundamentos socio-económicos del capitalismo. Por un cúmulo de razones que no es el caso analizar aquí, el ciclo iniciado por el Cordobazo culminó con un severo retroceso de las masas en todos los terrenos. La paradoja estriba en que el ciclo inaugurado el pasado 21 de julio, pese a iniciarse sobre la plataforma descripta, cuenta con suficientes factores objetivos y subjetivos para abonar una acelerada marcha en el sentido inverso. Ése es el significado del lugar excluyente ocupado por las figuras de Fidel Castro y Hugo Chávez en la cumbre del Mercosur, contradiciendo el contenido social, programático y estratégico predominante en el bloque. La inclusión de los presidentes de Cuba, Venezuela y Bolivia, cambia el signo estratégico del conjunto. Del mismo modo, el origen histórico-político de los gobiernos de Brasil y Uruguay suma su impronta específica que, oscilando en el centro, no resuelve las perentorias exigencias de la Casa Blanca. Por eso la cumbre del Mercosur realizada en Córdoba es una victoria neta frente al imperialismo y, a la vez, la inauguración de una pugna estratégica cuyo desenlace marcará, al fin y al cabo, la significación histórica de este acontecimiento: explícita e implícitamente en esa jornada quedó planteada una confrontación ideológica, cuyo desarrollo y perspectivas es hoy una incógnita a resolver.

Fidel Y Chávez en dos escenarios Todo y todos se eclipsaron ante la intervención de Fidel Castro en el recinto de la cumbre presidencial. Es pueril atribuir ese efecto al brillo del personaje. Fue la potencia de las ideas, del diagnóstico y las propuestas, lo que abrumó e impulsó a eludir el debate. En otras palabras: fue la irrupción de la Revolución Socialista Cubana en un ámbito en el que se buscan respuestas en un ámbito en el que se buscan respuestas desde otras perspectivas. La supremacía del discurso refleja la incontrastable superioridad de Cuba en comparación con lo ocurrido en el resto del continente. Fidel retomó las ideas centrales de la intervención de Chávez y desplegó los términos de una alternativa real ante la crisis mundial y regional, descripta con precisión y profusión de datos. Horas después, Fidel y Chávez hablaron ante padres e hijos del Cordobazo original. El presidente venezolano convocó al estudio y la conciencia de una realidad mundial que resumió en su ya habitual 143


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consigna: «socialismo o barbarie». El gesto de calificarse a sí mismo como simple «presentador» de Fidel, no debería ser reducido a humildad de un hombre generoso: Venezuela es la vanguardia política incuestionable del continente, con creciente proyección a escala mundial; pero esa vanguardia política tiene a su vez una vanguardia ideológica, encarnada en el principal dirigente de la Revolución Cubana. Como quiera que sea, el hecho es que ambos hablaron para las masas y a ellas se refirieron como matriz del futuro. Aquello que no estaba, o estaba insuficiente y desviadamente representado en la cumbre, lo buscaron a cielo abierto en una noche helada del invierno cordobés. Tal vez no lo pensaron y formularon de esta manera, pero ambos dirigentes de la revolución contemporánea estaban buscando la naturaleza social y el contenido político del Cordobazo, para convocar a irrumpir en el escenario dominante en la cumbre presidencial. Toda la fuerza y todos los flancos débiles del momento histórico quedaron plasmados en ese acto, en el campo deportivo de la Universidad de Córdoba. No es responsabilidad de nadie en particular que protagonistas y vástagos legítimos de aquella insurrección no estuvieran allí, o fueran relegados, o estuvieran con ropajes que los hacen irreconocibles. Se trata de la expresión anecdótica de una carencia estructural: a diferencia de 1969, los trabajadores no asumen aún una posición política propia y explícita; las fuerzas revolucionarias no están todavía a la altura del desafío. El hecho es que si se consideran las muchedumbres volcadas a las calles para saludar el paso de las caravanas de ambos presidentes, mientras atravesaban de punta a punta la capital cordobesa en el trayecto del Hotel a la Ciudad Universitaria, puede concluirse que la fuerza social y el contenido político del Cordobazo advirtió el 21 de julio que está allí.

La carta de Kirchner Es en este contexto que, sin aviso previo y a última hora, el gobierno argentino envió una carta a Fidel Castro, reclamando por los derechos humanos supuestamente restringidos de Hilda Molina, una médica cubana. A propósito de este hecho, convertido por la prensa venal en tema principal de un encuentro que partirá en dos la historia de Suramérica, el autor de esta columna se dirige al presidente de su país, Néstor Kirchner, para sostener dos afirmaciones que reclaman réplica: en Argentina no se respetan los derechos humanos; en Cuba, sí. Uno de cada tres habitantes de Argentina (la mayoría de ellos niños), está arrojado al abismo de la miseria y la exclusión. La mitad de los trabajadores está empleada ilegalmente y gana menos del salario mínimo, 144


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que a su vez es la tercera parte de lo necesario para cubrir la canasta familiar. Medio millón de niños de entre 5 y 13 años trabaja en jornadas de hasta 12 horas, de manera ilegal y sin protección de ningún género. Como esta revista demuestra desde su primera edición, el analfabetismo total y funcional llega a proporciones jamás conocidas en el país desde fines del siglo XIX; y aumenta vertiginosamente. Pese a lo que alguien pueda creer, no son sólo ni principalmente comunidades indígenas de remotas zonas fronterizas quienes carecen de agua, escuelas y hospitales: eso ocurre a millones de argentinos y argentinas, de todo origen étnico, hacinados alrededor de la Capital Federal. No cabe citar estadísticas: basta caminar por las calles de Buenos Aires. La Redacción de esta revista está a dos cuadras del Congreso de la Nación, es decir, en el corazón político del país. En un radio de un kilómetro, es posible hallar a cualquier hora del día a miles de seres humanos –y siempre la mayoría niños- sin techo, sin trabajo, sin otro recurso que la mendicidad y la degradación. Cuando cae el día, un ejército de hombres, mujeres y niños, invade la Capital desde los suburbios para revolver bolsas de basura, comer lo que encuentre y juntar desperdicios para venderlos a una mafia que, por si fuese poco, explota a esa gente desvalida sin que autoridad alguna intervenga para impedirlo. Hay que ver esos rostros de mirada enajenada, con la desesperanza marcada a fuego. Hay que detenerse un instante frente a los camiones donde, sobre los desperdicios, se apiñan estas personas transformadas en mercancía desechable. Una sensación de vértigo se apodera del observador impotente quien, a metros de distancia, pertenece a otro mundo. No hace falta conciencia política para comprender que una fuerza ciega arrastra hacia el abismo. Lo entienda o no, cada ciudadano es víctima de esta degradación colectiva. Porque es indeciblemente grave lo que ocurre a estos miserables del siglo XXI. Pero es peor el efecto en quienes participan de esta tragedia sin percibirla. Nada parecido puede encontrarse en Cuba. No hay observador honesto que pueda contradecir esta afirmación.

Causas de fondo No cabe atribuir a Kirchner responsabilidad directa por este cuadro dantesco de marginalidad y miseria en un país ubérrimo. Sería mezquino desconocer las medidas adoptadas por su gobierno y el anterior para paliar el desastre. Pero la realidad sigue allí. Y se agrava sin pausa. Mientras tanto, Argentina acaba de transferir 10 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional en pago de una deuda probadamente 145


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ilegítima e ilegal. Es el sistema capitalista: más cruel aún, si cabe, en su imparable declinación. El caso Hilda Molina se trata de una operación mundial de la CIA: requiere por tanto espacio suficiente y exclusivo para ser desmontada como corresponde. Pero aun si el punto en cuestión pudiera ser interpretado por personas honestas como violación a los derechos humanos en Cuba, no hay comparación imaginable entre la vigencia de estos derechos en la isla y la realidad argentina. Por otro lado, el presidente Kirchner no entregó una misiva pública semejante a George W. Bush en Mar del Plata, durante la cumbre de las Américas el año pasado, para exigir el fin de la tortura y la detención clandestina de prisioneros de guerra en la base estadounidense de Guantánamo. Tampoco hubo acusación pública contra Nicanor Duarte por la represión sufrida por campesinos paraguayos apenas horas antes del encuentro en Córdoba, para no hablar de casos aberrantes en caso todos los países representados en esta reunión presidencial. De modo que la carta de Kirchner a Fidel tiene un significado político profundo. Argentina ya conoció una corriente que, impedida de negar lo obvio pero buscando diferenciarse (aunque en aquel caso en sentido inverso al intentado por Kirchner), levantó en los años 1980 en el resto del mundo, corresponde informar que el partido que el partido que levantó esa consigna se suicidó; y algunos de los dirigentes que intentaron sostenerla se hundieron en la ignominia hasta desaparecer, después de haber representado una esperanza para un sector importante de la sociedad. Las medidas tomadas por el presidente Kirchner en defensa de los derechos humanos violados durante la última dictadura, que tanto reconocimiento político le han valido, no merecen un destino semejante. Y aquí está el punto: al condenar a Cuba, quien redactó la carta y la entregó al canciller cubano Felipe Pérez Roque, de hecho este momento para la Casa Blanca que desprestigiar y arrastrar al gobierno argentino hacia una posición contraria a la convergencia suramericana. La alusión al desprestigio no es una referencia menor: según una empresa insospechable de simpatías hacia la Revolución Cubana, a la pregunta sobre acuerdo o desacuerdo con la participación de Fidel Castro en la cumbre del Mercosur, la encuesta dio como resultado que 87, 5% de la ciudadanía argentina sumó su adhesión a la presencia del presidente cubano. Entiéndase bien: nueve de cada diez argentinos, bombardearon con una constante propaganda contra Fidel, se pusieron de su lado. En otro plano, pero no menos significativo, la misma estocada hiere a los sectores denominados «izquierda K», entre quienes cuentan 146


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genuinos luchadores: denunciar la maniobra los coloca en situación de ruptura con su gobierno; callar, equivale a asumir el ataque contra Cuba. Una pequeña revancha de conspiradores agazapados ante la abrumadora derrota sufrida por los estrategas del imperialismo. Nada de esto empalidece el saldo de la cumbre: en Córdoba se impuso la fuerza centrípeta que desde fines del siglo XX exige la creación de un bloque económico –político. Para sortear los múltiples conflictos que apenas dos meses atrás lo pusieron al borde del estallido, el Mercosur necesitaba sumar nuevos componentes y modificar drásticamente sus fundamentos originales. El papel sobresaliente de Fidel y Chávez en este encuentro, la perspectiva cierta de pronta incorporación de Bolivia, y sobre todo el empuje de la Cumbre de los Pueblos coronada por un acto de inequívoco contenido, indican que se emprendió ese camino. El punto de llegada no puede ser sino la fundación de una nueva entidad política continental, una República unificada de Nuestra América. Ese objetivo y las exigencias que implica en materia política, social, económica y militar, planeta los dilemas estratégicos frente a los cuales cada gobierno deberá tomar posición.

XIV Cumbre del Movimiento No Alineados

El Sur frente al sionismo y el belicismo imperialista Publicado en la edición N°18; septiembre de 2006

Guerra: Israel fue derrotado en términos militares en Líbano. Pero Estados Unidos, visto por el mundo entero como responsable de la agresión, sufrió una derrota política de enorme significación estratégica: el lugar de Washington como capital de la democracia y el futuro ha quedado definitivamente sepultado en la opinión internacional. Estos reveses no detienen la máquina bélica. Ya están en marcha agresiones contra Siria e Irán, siempre con el Estado sionista como punta de lanza. Reunido en La Habana del 11 al 16 de septiembre el Movimiento No Alineados (Mnoal) afronta la responsabilidad de impedir una guerra que plantea riesgos inverosímiles a la humanidad. «Siento una leve sacudida en el avión, cuando se sueltan las bombas. Un segundo; y es todo. Eso es lo que yo siento». Con este cinismo repugnante respondió el comandante de la fuerza aérea israelí, Dan 147


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Halutz, cuando un periodista inquirió sobre sus sentimientos luego de que un F-16 bombardeó, en la madrugada del 22 de julio, un edificio en Salah Shehadeh. La operación supuestamente destinada a destruir una base de Hamas, mató sin embargo a 15 civiles, 11 de ellos niños. Era sólo el comienzo de cinco semanas de bombardeos desde aire, mar y tierra sobre la población civil de Líbano. Un editorial de The New York Times –hipócrita pero no por ello menos elocuente- agregó un dato clave: en Palestina y Líbano, Israel utilizó bombas de fragmentación, fabricadas por Estados Unidos. Estas armas, dice el NYT, «son útiles contra tanques, fuerzas convencionales masivas y otros objetivos estrictamente militares. Pero nunca deberían ser usadas en áreas pobladas. Por naturaleza, matan indiscriminadamente. Porque algunas bombas no explotan al caer, las víctimas continúan aumentando mucho después de que cesa la lucha. Estos objetos aparentemente inofensivos, a menudo no más grande que una pila, explotan cuando se los toca o mueve. Los niños los confunden con juguetes, con trágicos resultados». Pese a todo, Dan Halutz tiene su costado sensible: horas antes de iniciar la invasión, en el mismo momento en que enviaba a sus propios soldados a la muerte, este alto jefe militar se ocupó de vender acciones en la Bolsa de Tel Aviv, para evitar la pérdida financiera que resultaría de la guerra. Halutz resume en la suya una degradación moral predominante en el alto mando israelí, que explica en buena medida el humillante fracaso de un ejército con reputación de invencible. Luego de un mes de salvajismo impar contra la población civil, Israel descubrió asombrada que la operación militar en sí misma había sido un descomunal desatino: «no teníamos agua. Olvidamos traer comida. Por varios días, sólo tuvimos una rodaja de pan. Fue la peor experiencia de mi vida», explicaba ante los medios de comunicación Alon Gelnik, un avezado soldado de infantería. No se trata de anécdotas. Estas conductas enajenadas expresan una realidad política y una ideología. Explican el carácter de la guerra desatada en Medio Oriente y el papel que Estados Unidos ha marcado para Israel en este capítulo que recién comienza. Con la sociedad partida al medio y bajo el doble impacto emocional de las atrocidades cometidas por sus fuerzas armadas y a imposibilidad de derrotar a Hezbolláh, Israel ya ha asumido un debate que urge. Las personas de origen o religión judía tienen ante sí una realidad que no admite subterfugios: el sionismo del siglo XXI es el nazismo. Por su brutalidad, ciertamente: por el desprecio absoluto frente al ser humano. Pero ante todo porque es la ideología con la que el imperialismo va a una guerra que plantea riesgos de catástrofe mundial. 148


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A la búsqueda de justificación Jamás se ha marchado a una guerra sin justificación ideológica. En el período más reciente el Departamento de Estado apeló a la defensa de la democracia y la paz mundiales, supuestamente amenazadas por «el terrorismo internacional», para invadir Afganistán e Irak. La exposición de las mentiras fabricadas por el goebbelsiano aparato de propaganda estadounidense, sumada a la situación sin salida para las tropas de ocupación en Irak, ha demolido en poco tiempo ese andamiaje: en un giro descontrolado de la situación, la red planetaria de intoxicación informativa montada por el imperialismo, mostró por televisión a miles de millones de personas, el verdadero papel de Estados Unidos en Irak, en Palestina, en Líbano: el bombardeo de ciudades, la muerte de nuños y civiles desarmados, la evacuación forzada de cientos de miles de personas. «La guerra en Irak le ha costado algo de popularidad a Estados Unidos» admitió en Alemania la secretaria de Estado Condoleezza Rice. Explicó que en el futuro se esforzará para que se entienda la política estadounidense, «Tenemos que hablar con la gente en Medio Oriente y no ofrecer monólogos. Necesitamos tener más contacto con la gente, en particular con los jóvenes» dijo con su rictus habitual. Pero no hay modo de justificar la demencia belicista de Estados Unidos; a nadie y mucho menos a los jóvenes, en Medio Oriente o donde sea. Es aquí donde viene a jugar su papel el sionismo: la supuesta defensa de un territorio para el pueblo judío es en el siglo XXI el instrumento imperialista para marchar a la guerra. Y si en el pasado hubo espacio para que personas de convicciones democráticas y progresistas confundiesen la defensa del Estado israelí con la causa del pueblo judío, de ahora en más la delimitación será tajante, porque como ha quedado claro en el último mes, los métodos empleados por las autoridades israelíes emulan las atrocidades nazis durante la segunda Guerra Mundial.

Fin de la etapa regresiva Con la caída de la Unión Soviética ganó espacio una regresión ideológica que venía de mucho antes y no dejó ninguna posición a salvo. En el umbral del siglo XXI el mundo parecía entrar a un segundo medioevo. Mientras sagaces vendedores de libros anunciaban el fin del imperialismo, el sinsentido de la lucha por el poder político, la caducidad de la acción política y por supuesto de los partidos, la victoria inapelable del capital sobre cualquier variante histórica, todo en nombre de la última modernidad, los «condenados de la tierra» crecían en número y 149


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recurrían a los instrumentos que en cada caso tuvieron a la mano para resistir. Reaparecieron formas de religiosidad extrema, presentadas como mero fanatismo por intelectuales asépticos, escépticos y, por supuesto, progresistas. La inviabilidad coyuntural de la revolución se manifestó en estridentes paradojas y contradicciones difíciles de desenmarañar. Ese período ha terminado, o por lo menos ha dado un salto cualitativo hacia delante. La sorpresa del mundo por la capacidad militar de Hezbollá, la perplejidad de la sociedad israelí ante la evidencia de un fiasco inesperado, el fenómeno de agregación que la guerra produjo en Líbano uniendo a musulmanes, cristianos y laicos-socialistas en un frente único victorioso, permite medir a la vez la magnitud de la incomprensión respecto de lo que ocurría en el mundo durante los últimos 25 años y la distancia recorrida en pos de una alternativa histórica. Aunque de manera apenas inteligible en la superficie embrollada de la realidad internacional, ya está en curso una dinámica de recomposición en todos los planos. Los términos lógicos están invertidos: delante suele ir una confrontación social sin organización, sin política, sin estrategia y por supuesto sin identidad ideológica. Lejos de condenar la racionalidad, sin embargo, este cuadro presenta la coherencia profunda de dos fuerzas en choque frontal a escala mundial, cada una procurando ejes teóricos y prácticos de recomposición para la acción. El motor que mueve a ambas es la crisis estructural del sistema capitalista mundial. En esta inédita coyuntura histórica, la reunión de 116 países miembros y 20 observadores del movimiento seis décadas atrás denominados «no alineados» constituye un formidable punto de apoyo para trazar los rumbos de una nueva etapa. La necesidad de impedir la guerra será un poderoso punto de unión en ese conjunto de extrema heterogeneidad. La reaparición de Mnoal, en un sentido anacrónica y en otro fundacional, es un hecho clave del futuro político mundial y los resultados que obtenga serán determinantes. Todavía no se sabe si Fidel Castro, el arquitecto de este encuentro, estará presente en las sesiones. Pero nadie duda que su ideología y su propuesta socialista están de nuevo en el horizonte de un mundo que busca respuestas.

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El tercer golpe Publicado en la edición N°18; septiembre de 2006

Bush tiene razón. O derrota a Hugo Chávez antes de que se inicie su segundo mandato, en febrero de 2007, o el imperialismo habrá sufrido una derrota más de muy graves derivaciones. Por eso prepara un tercer intento golpista. Lo inverso vale para Chávez, quien el 31 de agosto ante una multitud que lo recibió en Caracas al cabo de una larga y exitosa gira por el exterior, resumió en siete puntos el programa para la próxima etapa: 1. Nueva ética socialista; 2. Modelo productivo socialista, economía socialista; 3. Democracia protagónica revolucionaria. El poder del pueblo como máximo poder; 4. Suprema felicidad social; 5. Nueva geopolítica nacional (en las ciudades, en el campo, desarrollo ferrocarrilero, desarrollo interno); 6. Nueva geopolítica internacional, mundo pluripolar; 7. Venezuela potencia energética mundial. Es más cómodo y tranquilizador suponer que resta espacio para variantes intermedias. Pero no es verdad. Cabe en la coyuntura la sentencia del Che: «en una revolución, cuando es verdadera, se triunfa o se muere». Ya el Departamento de Estado tenía un análisis correcto de la perspectiva hemisférica cuando a partir de diciembre de 2001 resolvió acabar con la Revolución Bolivariana, con los resultados conocidos. Ahora está claro que las elecciones serán un nuevo y formidable revés para el imperialismo: tras un penoso preámbulo la oposición llegó a lo que denomina «candidato único», Manuel Rosales, gobernador de Zulia. Con ostensibles antecedentes golpistas Rosales no es en doble sentido el candidato único de la oposición: es uno entre los 28 inscriptos hasta fines de agosto; pero sobre todo, no es fruto del acuerdo sino del fracaso anticipado de Teodoro Petkoff y Julio Borges, quienes desistieron compelidos por Washington. Si en los próximos meses ocurriera el milagro de una convergencia opositora en torno al menos flaco de sus portavoces, las proyecciones de los propios cenáculos contrarrevolucionarios adelantan un resultado ominoso: por cada voto de Rosales, Chávez obtendría tres. Ése es un saldo inaceptable para la Casa Blanca. Y es allí donde cobran sentido acontecimientos recientes, ocurridos como eslabones de una misma cadena: fuga de cuatro golpistas de una prisión militar; contrabando enmascarado como valija diplomática desde Washington; viaje de Rosales a Estados Unidos; y recrudecimiento de una 151


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campaña mediática mundial contra Hugo Chávez. El eje de esa operación se entrevé en la «valija diplomática», que era en realidad un cargamento de 12 contenedores y 4 bultos. El caso está en manos de la fiscal Luisa Ortega Díaz, quien indicó que según admitió el sargento estadounidense Lesvik Joseph Argüeyo, en el cargamento había cartuchos, mechas, detonadores de explosivos y motor de cohete. «La Disip realiza una experticia al motor de cohete a fin de determinar el uso de este artefacto», explicó Ortega Díaz. Hay quienes aseguran que el cargamento incluía repuestos para aviones F-16. La fuerza aérea venezolana tiene varios de esos aviones, desactivados desde hace tiempo por la negativa estadounidense a suministrar piezas de recambio. Pasar de enviarle a la oposición millones de dólares a través de un tentáculo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) denominado Súmate, al contrabando descubierto en Maiquetía el 23 de agosto, más que el aumento en la beligerancia del Departamento de Estado indica la mengua de sus recursos locales. Y adelanta la táctica resuelta ante la coyuntura: disturbios y atentados terroristas, que en su mejor hipótesis desembocarían en un golpe de Estado y, en la variante menor, darían excusas a Rosales para retirarse de las elecciones y deslegitimar la victoria de Chávez, con lo cual se pasaría a una segunda fase, siempre con respaldo político, financiero y militar directo de Estados Unidos. Ya ha comenzado la campaña de prensa internacional destinada a encubrir esta operación. Después de haber vencido los intentos golpistas en 2002, la Revolución Bolivariana remontó la cuesta: una fantástica redistribución de ingresos tras el proyecto «socialismo del siglo XXI», sumó millones de voluntades. Luego tuvo otra victoria en un segundo terreno: el Alca fue sepultado, el Mercosur se replanteó el ingreso de Venezuela y se conformó el Alba sobre el eje La Habana, Caracas, La Paz. A esas dos victorias estratégicas se suma una tercera en los últimos meses. Está claro el lugar que ha ganado Chávez (es decir, la Revolución Bolivariana) en América Latina. Esta columna reseñó en números anteriores el testimonio directo de una acogida masiva al presidente Venezolano en Europa. Ahora, a fines de agosto, Chávez fue ovacionado por multitudes que salieron a las calles para recibirlo en su visita a Siria. Y esa recepción resumía un fenómeno que se extiende a buena parte del mundo árabe. Si no ocurre un viraje de última hora, tal respaldo internacional podría llevar a Venezuela al Consejo de Seguridad de la 152


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Organización de las Naciones Unidas. Quienes conocen sus planes saben que, si esa posibilidad se confirma, la Revolución Bolivariana le hablaría al mundo para explicar desde esa tribuna planetaria la necesidad del socialismo. Se comprende la pesadilla de Bush: ése es el tercer golpe; y no el que vanamente programa la CIA.

Confusiones Publicado en la edición N°19; octubre de 2006

Es mucho más que una anécdota jocosa, aunque nadie debería privarse de reír y gozar con ella. El ridículo protagonizado una vez más por quienes interpretaron la enfermedad de Fidel Castro como punto de partida para la rebelión del pueblo cubano y el derrumbe de la Revolución, es indicativo de la incapacidad de teóricos, políticos y panegiristas del imperialismo para comprender el momento histórico que atraviesa el planeta. La inconmensurable confusión que produjo en todos los terrenos el desenlace de la Revolución Rusa, por cierto dañó malamente a las fuerzas revolucionarias. Pero ahora está revelándose otro aspecto de aquel desgraciado accidente iniciado a fines de los años 1920 y concluido en 1991: las nuevas relaciones de fuerzas mundiales predominantes con la caída de la Urss, hicieron que la lógica inmanente del mecanismo imperialista promoviera nulidades a los máximos niveles del pensamiento académico, la política, los aparatos culturales y el periodismo. Todo se degradó a ritmo acelerado. En las universidades la economía se desentendió absolutamente de la política. Ese proceso, que en el siglo XIX llevó a la mayoría de los economistas de la ciencia a la apologética, ahora los arrastró de la apología al absurdo, al punto que por estos días creen realizar una hazaña quienes redescubren las ideas de Keynes. Simultáneamente la teoría política, desprendida de la economía, se transformó en prestidigitación; y el ejercicio del poder fue confiado a equilibristas, cuando no a bufones. La moral, incluso la que corresponde a la ideología del capital, fue en todos los casos puesta en manos de ladrones, estafadores y asesinos. Un lunar de la Historia tapó el sol de los tiempos. Los intelectuales del capital confundieron eclipse con noche y noche con oscuridad eterna. Se instalaron en un universo de ficción y adecuaron todo a 153


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aquello que imaginaron real e infinito. Es comprensible entonces que un instante después, cuando el eclipse acabó, estén enceguecidos e incapaces de reaccionar sino con ideas dictadas por la inercia.

Prueba de fuego Confundir la salud de Fidel Castro con la Revolución Cubana fue uno de los desatinos al uso. Hasta pocas semanas atrás no había periodista o analista inteligente que no preguntara o reflexionara con gesto de pensador profundo sobre el futuro de la isla después de la muerte de Fidel. Pues bien, ahora que las circunstancias dieron lugar a una suerte de ensayo general, los teóricos de la «transición», los periodistas que ilustraron la noticia de la transmisión de mando con fotos de la comunidad cubana de Miami y los políticos jugados a la perspectiva de debacle y contrarrevolución victoriosa, no consiguen asimilar el significado de lo ocurrido: no hubo insurrecciones anticastristas, no hubo conmoción en las cúpulas, y por el contrario las masas cubanas salieron a la calle a defender la Revolución. Más aún: el Partido Comunista de Cuba se mostró en los hechos como el instrumento apropiado para la defensa y continuidad de la Revolución, lo cual se convierte en una reivindicación difícilmente rebatible de la noción misma de Partido. Un saldo adicional fue la evidencia del respaldo mundial con que cuenta la Revolución Cubana. Faltaba algo, sin embargo, para que la perplejidad diera lugar a la desesperación. Y ocurrió: Fidel recuperó el equilibrio de sus 80 años y los 118 países que durante su convalecencia se dieron cita en La Habana para la XIV Conferencia Cumbre del Noal, lo eligieron presidente de ese bloque ahora acrecido, renovado y pronto a ocupar el lugar de protagonista mayor en el escenario mundial.

Bloque antimperialista Entre las muchas conclusiones a que da lugar la Declaración final del Noal, la dominante revela el cambio de relaciones de fuerzas entre el imperialismo estadounidense y los países semicoloniales. Desde luego, la extrema heterogeneidad de los 118 componentes del Noal limitan su capacidad de acción efectiva. Pero discursos, debates y resoluciones en la XIV Conferencia confirman que este bloque será en la práctica, a partir de ahora, la concreción de un frente antimperialista de alcance global. Que Fidel Castro sea el Presidente de este nuevo Noal no es un detalle. Estados Unidos ultima sus planes de invasión a Irán y avanza en 154


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las provocaciones destinadas a tomar represalias contra una Suramérica que escapa de sus manos (México es el último e imprevisto desastre de la estrategia del Departamento de Estado). En una instancia en que el mundo entero, a la luz de lo ocurrido en Líbano un mes atrás, comprende la gravedad de lo que puede ocurrir si no se detiene la demencia bélica de la Casa Blanca, por unanimidad el Tercer Mundo puso su voz en la palabra de Fidel. Es decir, en la voz de la Revolución Cubana, pero también de la Revolución Bolivariana, que apenas días después se haría escuchar con una contundencia que asombró al mundo en el recinto de las Naciones Unidas. En el discurso de Hugo Chávez ante la Asamblea General quedaron trazados los parámetros de la nueva situación internacional. A derecha e izquierda, ya no queda lugar para confusiones.

Opciones Publicado en la edición N°20; noviembre de 2006

Cinco comicios en cinco semanas completan un año en el cual las relaciones de fuerza se expresaron a través de una inusual cantidad de elecciones en el hemisferio. Desde la reelección de Lula en el momento en que se redactan estas líneas, el 29 de octubre, hasta la segura victoria de Hugo Chávez el próximo 3 de diciembre, se suceden la elección presidencial en Nicaragua, el 5 de noviembre, las legislativas en Estados Unidos dos días después y la segunda vuelta en Ecuador, el 26. En un sentido el panorama es incierto para dos de los cuatro comicios pendientes: Daniel Ortega tiene la mayoría en Nicaragua, aunque la descarada intervención de Washington a través de su embajador, chantajeando a la sociedad con el retiro de la supuesta ayuda económica al devastado país centroamericano, podría torcer el resultado. En Estados Unidos los sondeos aseguran que el Partido Republicano, arrastrado por el rechazo creciente de la población a la administración de George W. Bush, perderá la mayoría legislativa. Y en Ecuador está por verse si el conjunto de fuerzas antimperialistas logra impedir que el hombre del gran capital, Álvaro Novoa, se imponga a Rafael Correa. Nadie duda sobre el resultado en Venezuela.

Replanteo estratégico Más allá de los resultados, sin embargo, está en cuestión otro factor que sobresale al cabo de la sucesión de elecciones en 2006: qué 155


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y hasta qué punto eligen quienes votan. Con la victoria de Hugo Chávez en 1998 se revalidó la esperanza de afrontar cambios profundos por vía electoral. En el quinquenio siguiente la idea se afirmó, dejando a la vista una significativa transformación del mapa político suramericano. Pero un factor imprevisto se cruzó en el camino: en abril de 2002 Bush desechó una estrategia pergeñada por Zbigniew Brzezinsky desde el Departamento de Estado a fines de 1970, según la cual Estados Unidos se mostraba al mundo como abanderado de la democracia y los derechos humanos, e involucró abiertamente a la Casa Blanca en un golpe de Estado de inequívoca filiación fascista. El manotazo falló, como se sabe. Pero la verdadera derrota estratégica de Washington en aquella oportunidad fue que abandonó una bandera de la cual había extraído cuantiosos beneficios: su hipócrita defensa de la democracia. No podría exagerarse la trascendencia de esa mudanza, que dejó ante el mundo al imperialismo estadounidense como promotor de la violencia golpista y a Chávez como defensor de la democracia. En el período posterior este vuelco estratégico no volvió a manifestarse bajo la forma de un golpe de Estado. Pero se repitió una y otra vez en dos recursos sucedáneos: desestabilización y fraude comicial. No hay modo de negarlo: hubo fraude en las elecciones en Perú, México y ahora Ecuador. En cada oportunidad, tras los testaferros locales, estuvo la mano de Washington. Pero en los casos donde no se recurrió al fraude descarado ¿qué opciones tuvieron electores y candidatos? Aquéllos, escoger entre dos figuras predominantes en los medios de difusión; éstos, hacer todas las concesiones necesarias para lograr un lugar en esos medios. Los ejemplos de transfiguración súbita de más de un candidato, o de corrupción extrema en sus aparatos políticos, son indisociables de aquella necesidad que iguala campaña electoral con sumas multimillonarias y subordinación a las reglas impuestas por los medios.

La bandera de la democracia De modo que por vía del fraude o la corrupción intrínseca del sistema, las elecciones de 2006 dejan un saldo de inexorables consecuencias: victorias de opciones antimperialistas allí donde Washington no pudo neutralizarlas (Bolivia y Venezuela), frustración de las mayorías allí donde la plasticidad de los candidatos llevó a relegar programas originales (Brasil), descreimiento en las masas –y sobre todo en las juventudes– allí donde se apeló al fraude sin tapujos. 156


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El corolario es claro: donde pierde, Estados Unidos apela a la desestabilización; y para no perder niega redondamente la democracia. Esta edición de América XXI registra la ofensiva desestabilizadora que Estados Unidos articula con todos sus recursos en Bolivia, Uruguay y Argentina, mientras prepara una provocación mayúscula en Venezuela. A un año de su estrepitosa derrota en la Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, los esfuerzos de la Casa Blanca por recuperar el terreno perdido tienen diferente resultado según cada país, pero una constante como línea estratégica: la contraofensiva en curso no está planteada en los marcos del sistema que formalmente defiende Estados Unidos: la democracia capitalista. No es por azar que el Congreso estadounidense, casi sin oposición, votó una ley ignominiosa que retrotrae al mundo al medioevo al autorizar las detenciones sin juicio y la utilización de la tortura. Así se traduce una política interna e internacional dictada por la realidad económica del centro imperialista, resumida en un dato: para sostenerse, el Tesoro estadounidense se endeuda a un ritmo de tres mil millones de dólares diarios. A la inversa de lo ocurrido en la última coyuntura de crisis grave del capitalismo mundial, un cuarto de siglo atrás –culminada paradojalmente con el derrumbe de la Unión Soviética– en esta nueva instancia crucial Estados Unidos no tiene ni podrá ya tener en su arsenal estratégico la bandera de la democracia. Falta que al otro lado del precipicio que separa al imperialismo de quienes lo resisten, se asuma el inseparable entrelazamiento de democracia y revolución.

Claves de la Revolución en Venezuela

Unidad suramericana y partido socialista unido Publicado en la edición N° 21-22; diciembre de 2006 - enero de 2007

Avanzada: 48 horas después de confirmado su triunfo electoral, Hugo Chávez emprendió una gira que en cinco días lo llevó a Brasilia, Buenos Aires, Montevideo y Cochabamba. En esta última ciudad tuvo lugar la Cumbre Suramericana, que culminaría con un acto de masas convocado por Evo Morales, del que participaron los presidentes de Venezuela y Nicaragua. El Director de América XXI compartió como invitado especial 157


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ese raudo viaje por el Cono Sur. Y ofrece aquí informes y reflexiones acerca de un momento excepcional en el vertiginoso devenir de las transformaciones en curso en América Latina, acentuado ahora por la decisión de Chávez, anunciada el 15 de diciembre de disolver el Movimiento Vª República y edificar el Partido Socialista Unido de Venezuela. Dos decisiones trascendentales había adoptado Hugo Chávez antes de que se confirmase su rotunda victoria en las urnas: una gira por el Cono Sur que debía culminar en la Cumbre Suramericana en Cochabamba, y la construcción de un partido único de la revolución. En medio de la algarabía del triunfo del 3 de diciembre y tras su discurso bajo la lluvia, el reelecto Presidente saludó uno por uno a quienes lo acompañaban en el convulsionado interior del Palacio de Miraflores. Todavía vibraba la presencia de miles de hombres y mujeres vivando la victoria y respondiendo con inabarcable energía a la consigna con que el orador comenzó su discurso: ¡Viva la Revolución Socialista! La exultación lo dominaba todo y la epifanía de la lluvia torrencial contribuía con la emoción del momento. Pero sin sustraerse a ese estado colectivo, Chávez estaba instalado ya en sus pasos posteriores. En el fugaz intercambio de un saludo y una evaluación de la nueva coyuntura, el hombre que acababa de dar al mundo una impar lección de democracia y revolución, mientras cientos de personas pujaban por abrazarlo y felicitarlo, respondió con reflexiones propias de otras circunstancias y otro lugar. Como en una campana de vacío, se abrían espacio entre la alegría y los vítores la noción de Historia, la medición exacta del momento táctico y el conjunto de tareas planteadas. Al mediodía del miércoles 6 un avión con el Presidente y su comitiva despegaba rumbo a Brasilia, para un encuentro con Luiz Inácio Lula da Silva. El día antes, en una conferencia de prensa para medios nacionales e internacionales, ya Chávez había ratificado su línea de acción estratégica en política interna y externa. Como inequívoco símbolo del conjunto de factores que recortan una nueva situación, dos flamantes aviones Sukhoi, llegados el día anterior desde Moscú, escoltaron a la nave presidencial hasta la frontera de Venezuela con Brasil. Incidentalmente, poco antes el general Hal Hornburg, titular del Comando de Combate Aéreo de la Fuerza Aérea estadounidense, había afirmado que los aviones caza multifunciones Sukhoi, de fabricación rusa, superaban largamente a los F-15C/D Eagle en 90% de los simulacros de combate aéreo. Hornburg afirmó que Estados Unidos ya no aventaja en ese terreno al resto del mundo. 158


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Tampoco en otras áreas, como queda en evidencia a la luz de la gira del presidente venezolano por el Cono Sur. Chávez cenó con Lula y al mediodía siguiente partió rumbo a Buenos Aires, donde por la noche fue recibido en la residencia presidencial de Olivos por Néstor Kirchner. Partió luego rumbo a Montevideo, en el tiempo exacto para compartir un almuerzo con Tabaré Vázquez y llegar al atardecer del mismo viernes a Cochabamba, donde ya arribaban los presidentes de los países integrantes de la gestante Comunidad Suramericana de Naciones. El avión presidencial venezolano, un Airbus de última generación convenientemente acondicionado para su función, hierve de actividad. Ministros y altos funcionarios se turnan para asistir a reuniones en el camarote del Presidente. La victoria electoral parece lejana. No hay tiempo para celebraciones. Pocos conocen lo discutido en cada escala. Y esos pocos se mantienen herméticos: es una diplomacia en tiempos de revolución la que practica Chávez. Personal, franca, firme y flexible, siempre referida a los pueblos involucrados y con una particular atención a la prensa, que casi invariablemente le es adversa, pero debe doblegarse ante hechos y argumentos que el Presidente expone en detalle e incansable. A los columnistas del statu quo no les queda sino respirar por la herida. «Hasta la oposición le reconoció al líder venezolano su inobjetable victoria», admite un portavoz en el diario de Argentina La Nación. Y para resarcirse inventa sin límite moral o profesional alguno: «es probable que el presidente argentino le haya repetido que pierde el tiempo y el sentido cuando se enfrasca en peleas bíblicas con Washington ¿De qué socialismo estás hablando? lo interrogó Kirchner. Chávez garabateó entonces una imprecisa definición. Me parece que deberías cambiar la definición, le aconsejó el argentino». Un periodista que escribe «es probable que...» y luego pone frases textuales en boca de un presidente, revela su estado de desesperación. Es la impotencia ante la desinformación y la zozobra que les produce a las clases dominantes de la región el saldo incuestionable de esta diplomacia revolucionaria: Venezuela reafirma y acentúa su perspectiva socialista, y a la vez mantiene y fortalece la urdimbre suramericana que avanza hacia la unidad regional y elude las múltiples trampas que llevan al aislamiento.

Las «cumbres» Por infundada soberbia, las reuniones de presidentes comenzaron llamándose cumbres. Y por pereza continúan con el mismo nombre. El hecho es que se anunciaron dos cumbres en Cochabamba, entre el 6 y 9 159


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de diciembre. Una, de los pueblos; la otra, de presidentes. Ambas en teoría apuntadas a la unidad y la integración suramericana. Homogénea y resuelta tras esos objetivos la primera, fracturada y confusa la segunda. En la reunión de presidentes (a la que no asistieron los mandatarios de Argentina, Colombia, Ecuador, Guayana y Surinam), volvieron a plantearse los escollos que prácticamente paralizaron esta instancia unificadora desde su lanzamiento en Cusco, dos años atrás. Hubo sin embargo en Cochabamba una tercera «cumbre». Ocurrió en las últimas horas del sábado en el Hotel donde se alojaba Chávez. Allí acudieron –con vestimenta y modos propios de militantes que asisten a una reunión más– Evo Morales y Daniel Ortega. Entre otros temas relevantes, allí se trató acerca de la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), con la incorporación de Nicaragua y la multiplicación de programas de intercambio solidario (salud y educación en primer lugar), ahora con la participación de cuatro países y la perspectiva de que el quinto, Ecuador, se incorpore en breve.

Partido Socialista Unido de Venezuela Como contraparte inescindible de ese internacionalismo militante, Chávez regresó de la gira y se abocó sin pausa a la afirmación de otro puntal para el proyecto bolivariano, adelantado durante la campaña: la creación de un partido que unifique las fuerzas revolucionarias. Esta decisión fue recibida con diferente grado de aceptación en las 24 organizaciones que apoyaron la candidatura de Chávez. La Revolución Bolivariana ha ingresado en una fase cualitativamente superior y el período por venir requiere instrumentos de mayor eficacia. En la militancia venezolana sin partido, sobre todo en la juventud, existe y se explicita el temor de que la nueva organización no sea sino una fusión de las actuales, a las que les atribuyen ineficiencia, formas no democráticas de actuación y parcelamiento del poder en beneficio de grupos o individuos. Una de las innumerables críticas a tales estructuras alude al propio resultado electoral: pese a la inédita contundencia de la victoria, se asegura, el resultado está por debajo de lo objetivamente esperable. Este reproche tiene, en efecto, fundamentos reales. Aunque el respaldo de masas expresado en las elecciones no tiene precedentes y hace temblar de envidia a gobernantes de todas las latitudes, hay una distancia considerable entre la labor social realizada por la Revolución y su traducción en votos, explicable sólo por la insuficiencia de las organizaciones que debían darle a esa política un contenido revolucio160


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nario que permitiera avanzar en conciencia, organización y participación. Aun justificadas y por tanto exigentes de drásticas respuestas, en tales críticas existe también un cierto grado de incomprensión de la marcha real del proceso de transformación social en curso en Venezuela. Un rasgo sobresaliente de la realidad venezolana en los últimos años es la omisión política de la clase obrera como tal. Si los trabajadores en su mayoría están involucrados en la Revolución, no lo están con sus propias organizaciones y actuando como clase. Es un hecho que UNT, la central sindical que reemplazó a la sigla vacía y corrupta del pasado, no logra real unidad en ningún terreno (programático, ideológico, organizativo). Es probablemente allí donde con mayor agudeza se observa la falencia de organizaciones y cuadros. Esta debilidad ha dado lugar incluso a la irrupción de teorías que minimizan el papel de la clase trabajadora en la revolución. El hecho es que aun los más honestos y lúcidos cuadros, las organizaciones más eficaces y comprometidas con la revolución, resultan impotentes como fuerza gravitante sobre el conjunto social si quienes venden su fuerza de trabajo –desde el obrero industrial hasta el profesional asalariado, desde el ayudante de albañil hasta el más sofisticado técnico de la industria petrolera, es decir, el proletariado moderno– no toman conciencia de su lugar en la sociedad, asumen la lucha contra el capitalismo y toman la revolución en sus propias manos. Pero esa distancia entre la aceleración de la Revolución Bolivariana y la clase trabajadora no es una singularidad venezolana, sino la expresión local de un momento histórico determinado por causas que se remontan a la degeneración de la Revolución Rusa. Es esto mismo lo que hace más dificultosa y dramáticamente urgente la edificación de un partido único de la Revolución. Porque esa omisión del proletariado, que no se resolverá en lo inmediato, es utilizada por el capital local y el imperialismo para minar, confundir, corromper y finalmente fragmentar a las fuerzas revolucionarias para vencerlas luego. Chávez fue explícito en puntos fundamentales al lanzar el proyecto que provisionalmente denominó Partido Socialista Unido de Venezuela. En primer lugar, y superando un debate que todavía no logran zanjar teóricos y políticos en el resto del continente, rechazó la idea de un frente: «Necesitamos un partido, no una sopa de letras con lo cual estaríamos cayéndonos a mentiras y engañando al pueblo», dijo. En segundo lugar, sostuvo la necesidad de la democrática participación de las bases en la selección y elección de dirigentes a todos los niveles. «Debemos acabar con la práctica de la designación a dedo... incluso del 161


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mío», subrayó el Presidente. Y aclaró: «aquí no puede haber ladrones, corruptos, irresponsables ni borrachos». Miles de militantes hicieron temblar con su ovación el Teatro Teresa Carreño. La base inmediata para el futuro partido está en los Consejos Comunales, los Comités de Agua, el Frente Francisco Miranda, y otros organismos de participación de masas, en los últimos meses articulados, para la campaña electoral, en lo que dio en llamarse «batallones, escuadras, pelotones y patrulleros», suman unos cuatro millones de hombres y mujeres. Chávez adelantó que «el partido tiene que trascender lo electoral. Deberemos llamarlos batallones socialistas, pelotones socialistas, escuadras socialistas, se trata de dar la batalla de las ideas, ya no es la batalla electoral. Debemos estudiar y leer mucho, discutir mucho, hacer reuniones». Y para no dejar dudas, anunció que «los partidos que quieran, manténganse. Pero saldrían del gobierno. Conmigo quiero que gobierne un partido». Venezuela no será la misma a partir de estas definiciones ya transformadas en acción. Y la onda expansiva de este paso gigantesco sacudirá a todo el hemisferio.

Desaparecido Publicado en la edición N°21-22; diciembre de 2006 - enero de 2007

En Argentina se ensaya nuevamente el método de la desaparición de personas. Jorge Julio López, un obrero de la construcción, fue secuestrado el 18 de septiembre y hasta la fecha no se tienen noticias de él. López había sido secuestrado 30 años atrás por la dictadura militar de entonces. Su rastro se perdió el día en que daría el testimonio final para la condena a un esbirro que lo torturó y mantuvo detenidodesaparecido en aquella oportunidad. América XXI informó e interpeló el caso en sus dos ediciones anteriores. El comisario Miguel Etchecolatz fue condenado por genocidio. Pero López está otra vez secuestrado. Acaso asesinado. La sociedad argentina no ha salido a exigir la aparición con vida de este hombre humilde y valiente. En un país donde son escasas las familias que desconocen el inmenso dolor de tener un miembro o allegado desaparecido, no ha habido una respuesta a la medida de la agresión. Hay omisiones menos admisibles aún que la de las mayorías desentendidas del rumbo nacional. El gobierno reaccionó con dura condena y compromiso de 162


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justicia desde el primer momento. Pero tres meses después no hay una pista, ni detenidos, ni exonerados en los órganos de inteligencia y seguridad, a los que se supone involucrados en el secuestro. Sólo una minoría sin impacto social o político persevera en el reclamo.

Todos somos López Hay mucho más que un crimen individual en la desaparición de López. Desde la óptica de la política interna, se trata de una cruda advertencia al gobierno de Néstor Kirchner, que asumió la insoslayable exigencia de avanzar por el camino de la justicia contra los asesinos del pasado reciente. A la vez, el golpe impacta en la tímida vanguardia social que, aún morosa y vacilante, intenta dar un paso al frente aunque todavía está dominada por la confusión y sigue víctima de un miedo adentrado muy hondo en el cuerpo colectivo. Sin embargo no es un caso estrictamente argentino. Antes bien, López es una víctima local de una estrategia regional, impulsada desde Washington para recuperar una iniciativa política que escapó de sus manos hace tiempo. Debieran entenderlo así los gobiernos del área, a cuya estabilidad apunta esta agresión. Claro que las características del episodio y la víctima son locales e involucran a asesinos que se ven acosados por el fantasma de una condena, tardía pero no menos temida. Pero ésa es la forma que adopta una línea de acción con formas de materialización muy diferentes y un mismo objetivo. La conspiración para dividir a Bolivia y desestabilizar al gobierno de Evo Morales, por caso, o la cuña introducida entre Argentina y Uruguay para dinamitar el Mercosur, entre tantas otras vesanías cometidas en Suramérica, son expresiones diferentes de un mismo objetivo: revertir la dinámica de convergencia de gobiernos diferentes aunados por la necesidad de resistir la voracidad imperial. Aquel objetivo determina hoy cada paso de la diplomacia guerrerista de Estados Unidos al Sur del río Bravo.

Bolivia bajo fuego Es difícil aceptar que una táctica tan descarada y burda no sea interpretada por los gobiernos atacados ni ¡ay! por dirigentes y fuerzas políticas que se consideran de vanguardia. Dicho de otro modo: el intento de articular una contraofensiva imperialista pasa desapercibido para las víctimas potenciales. ¿Acaso no ven los gobiernos suramericanos que en Bolivia se está preparando la instalación de una cabecera de playa para que Estados Unidos pueda lanzar desde allí el contraataque 163


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estratégico que requiere su condición de fiera malherida? ¿Es posible que los presidentes del Mercosur, que en estos días volverán a reunirse en Brasilia, ignoren el dramático esfuerzo en el que está empeñado Evo Morales y continúen discutiendo sobre electrodomésticos y zapatos, o acerca de las bondades de las inversiones multinacionales para salir del abismo al que nos han arrastrado? Son los sectores más concentrados del capital local, asociados con centros imperiales, quienes encarnan en cada país el intento de contraataque. No es sencillo enfrentarlos y vencerlos. Pero no existe otra alternativa. Allí está el ejemplo de Venezuela, para mostrar que ese único camino, es viable y más aún, es el camino de la victoria si se lo emprende con lucidez y coraje. Estos valores no abundan. Pero si no es la visión estratégica y la determinación política, que sea siquiera el sentido de la supervivencia. Porque eso es lo que está jugándose en el secuestro de López, en el intento secesionista de las oligarquías del oriente boliviano, en la injustificable confrontación fratricida entre Argentina y Uruguay, en la mirada cegarrita de quienes ven en el Mercosur una oportunidad de superganancias... Los gobiernos vacilantes sumados a la línea de convergencia suramericana están entre dos fuegos: el del imperialismo y el de sus propios pueblos. Estos anhelan definiciones netas y acciones en consecuencia. Aquél no perdona, aún ante la sumisión total: «Roma no paga a traidores».

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2007 Partidos, a la retaguardia Qué es el socialismo del siglo XXI Contrapunto Tomar partido Democracia y Revolución Conspiración Qué elige Argentina Paréntesis La proclama de Chávez La guerra o la paz Salto al futuro Amenaza Luces y sombras en América Latina Un paso atrás

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Foro de São Paulo, asunción de Correa y Cumbre del Mercosur

Partidos, a la retaguardia Publicado en la edición N°23; febrero de 2007

Apenas horas después de que en la capital de El Salvador, el 14 de enero, representantes de 39 partidos y organizaciones de izquierda de América Latina y el Caribe aprobaron una declaración que resumió las conclusiones de dos días de sesiones del XIII Encuentro del Foro de São Paulo (FSP), el discurso de asunción presidencial de Rafael Correa, un hombre sin partido, dejó muy por detrás al diagnóstico y las definiciones programáticas y estratégicas del cónclave partidario. Aclaración para evitar confusiones: el autor de esta columna es miembro fundador del FSP y, aunque no integra un partido, defiende teórica y prácticamente su necesidad, la considera condición sine qua non para llevar a buen término la revolución en curso en la región y, en consecuencia, trabaja con tal objetivo en su país y en América Latina. Así, aquella afirmación no implica un juicio de valor sino una constatación de lo que ocurre en la coyuntura a escala hemisférica, sin perjuicio de que la aseveración sea inválida en casos puntuales, como se verá enseguida.

XIII Encuentro del FSP Fundado en 1990 a instancias del Partido de los Trabajadores de Brasil, en un contexto por completo diferente del actual, el FSP cumplió una importante labor en los 15 años subsiguientes, signados por el retroceso de las luchas sociales, la confusión ideológica y la dispersión organizativa. Cuando el signo de la etapa cambia, sin embargo, queda a la luz la insuficiencia de esta instancia para afrontar la nueva situación en condiciones de dirección política. Durante la travesía del desierto de los últimos tres lustros, con la deriva hacia el centro de importantes componentes del FSP, la hegemonía del bloque se instaló en posturas reformistas. El peso adicional del pragmatismo dejó en los márgenes a las posiciones más definidas por la revolución y el socialismo. Este objetivo desplazamiento de fuerzas choca de frente, sin embargo, con el nuevo cuadro regional y los cambios a escala internacional. Ahora, partidos y corrientes que asumen la vía de las reformas graduales dentro del sistema capitalista, pese a su mayor peso por número y ubicación, han perdido la sintonía con el estado de ánimo del activismo político regional, a su vez determinado 167


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por un auge sin precedentes de posiciones antimperialistas en franjas largamente mayoritarias de la población. Frente a esto, quienes sí encarnan la vitalidad de los nuevos tiempos con posiciones de franca definición revolucionaria –el Partido Comunista de Cuba, la representación del gobierno venezolano, el eficiente anfitrión Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, más numerosos partidos y organizaciones de menor envergadura– no mostraron cohesión ni planes para corregir el rumbo del FSP y ponerlo a tono con la nueva situación. Esa tensión interna neutralizó el propósito de relanzar al bloque como instancia conjunta de gravitación efectiva en el nuevo escenario continental. Y sólo fue resuelta por definiciones de compromiso.

Convergencia suramericana Cuando Freddy Bernal, el alcalde de Caracas, anunció que el Movimiento Vª República se disolvía para dar paso al Partido Socialista Unido de Venezuela, expuso en detalle las medidas anunciadas por el presidente Hugo Chávez para avanzar hacia el socialismo del siglo XXI y anunció que se proponía disolver la Alcaldía que conduce, para crear «las comunas de Caracas» y transferir al pueblo el poder efectivo, se hizo evidente que la marea revolucionaria había entrado al recinto donde sesionaba el FSP y que la abrumadora mayoría de las delegaciones respaldan con fervor esa respuesta a la coyuntura regional. Pero ¿cómo traducir esa realidad en fuerza unitaria? ¿Cómo mantener la imprescindible amplitud de un frente antimperialista de alcance continental y a la vez afirmar la tónica definida por la Revolución Boliviariana? Salvando las distancias, esa disyuntiva se replanteó poco después, el 18 y 19 de enero en Río de Janeiro, cuando los presidentes de Suramérica asistieron a la XXXI Cumbre del Mercosur. Allí también chocaron la perspectiva de cambios graduales sin romper con el molde capitalista y la propuesta revolucionaria. Hubo rostros de estupefacción al ver que el recién asumido presidente ecuatoriano, Rafael Correa, se alineaba en cuestiones fundamentales con Hugo Chávez y Evo Morales, quienes enarbolando los conceptos del Alba trazaron un horizonte contrapuesto al mercantilismo que impide el avance hacia la unión suramericana. Las incógnitas planteadas por la transición, manifiestas con tanta crudeza en estas reuniones, sólo podrán ser resueltas por la teoría y la práctica social de una perspectiva revolucionaria para el continente. Pero esa simbiosis sólo puede ocurrir en organizaciones políticas a la 168


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altura de los nuevos tiempos: partidos revolucionarios, capaces de aglutinar el más amplio abanico de fuerzas, sin que esa imperativa necesidad los ubique a la retaguardia.

¿Qué es el socialismo del siglo XXI?

Desde Caracas se expande un debate de trascendencia mundial Publicado en la edición N°24; marzo de 2007

Contrastes: luego del pronunciamiento masivo a favor del socialismo en las elecciones del 3 de diciembre, el presidente Hugo Chávez lanzó una ofensiva múltiple para avanzar tras sus promesas de campaña. Los incipientes órganos en los que se expresa la voluntad popular impulsan con entusiasmo el conjunto de medidas resumidas en los «cinco motores» y en la edificación de un Partido Socialista Unido. Pero estos primeros pasos de la nueva fase de la revolución trazan una línea sutil de diferenciación entre los partidarios de la Revolución Bolivariana. Mientras los opositores se ahogan en reyertas sin destino, en las filas de la revolución se observa –a menudo como sentimientos encontrados de una misma persona– confianza y desasosiego, euforia y perplejidad, hiperactividad y parálisis, fervorosa adhesión o tímido distanciamiento. Son los prolegómenos del gran debate que vendrá. Estados de ánimo contrapuestos predominan en Venezuela por estos días. ¿Qué rumbo debe afirmar la Revolución Bolivariana? ¿Es socialista la transformación en curso? ¿Debe serlo? ¿Qué significa realmente la expresión «socialismo del siglo XXI»? En el estadio previo a una gran confrontación de ideas y de fuerzas sociales, estas preguntas producen el efecto de un ciclón sideral. Y ocurren en medio del estrépito de instituciones que se derrumban. Incógnitas y choques de opiniones serpentean exclusivamente en las filas de la revolución. La victoria del 3 de diciembre dejó, como contrapartida, la fugaz apariencia de consolidación de una oposición unida. Pero el espejismo se esfumó y el escenario político quedó exclusivamente en manos de organizaciones y dirigencias integrantes o 169


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aliadas del gobierno. La oposición no participa ni intelectual ni políticamente en los aprestos previos a la gran batalla que modelará la nueva sociedad. Se limita a lanzar quejas y dicterios, más patéticos y menos audibles a medida que transcurren los días, a la vez que reincide en prácticas conspirativas para desestabilizar al gobierno. El gran debate, sin embargo, aún no se expresa con nitidez ni responde al vertiginoso desarrollo de los acontecimientos. La objetiva autoridad del Presidente, la contundente adhesión de las mayorías, la sorda lucha de intereses subyacentes y otras razones de corte específico, se combinan en estos primeros tramos para inhibir la expresión franca de respuestas dispares, el debate teórico y político, que invariablemente acompañan una revolución. Además, Chávez no da tregua. Los «cinco motores» están a toda marcha y ponen en movimiento el vehículo con el cual el conjunto social dará forma y sentido a la revolución: un partido político que, si tradujera con exactitud la realidad de las mayorías, más que socialista se denominaría unido por el socialismo. Como toda manifestación de lo desconocido, la irrupción de la revolución estimula a unos y amedrenta a no pocos; ilumina allí donde reinaba la oscuridad, pero también confunde cabezas lúcidas; desata el coraje y estruja corazones valientes. Y comienza a perfilar las controversias sobre el futuro. En el amplísimo arco ideológico, político y humano que aunó el original proceso denominado Revolución Bolivariana reside ahora la esperanzada alegría de esos raros momentos en que un pueblo entrevé el horizonte y se lanza a su búsqueda. Y también la perplejidad, la confusión. Alimentada por la ola que desde las profundidades de la sociedad inunda el país, inseparable del vigor encarnado en los humildes, campea la vacilación ante el vértigo de los acontecimientos. Es la Revolución. La misma iniciada en 1999, que ya no es la misma. Porque la transformación política inicial con la nueva Constitución, el vuelco económico con un conjunto de medidas presididas por la recuperación de Pdvsa, alcanza ahora en toda su plenitud la dimensión social, aúna y potencia los dos aspectos anteriores y enfila frontalmente contra el bastión mayor de las clases dominantes: el Estado burgués. Por eso los actores se redefinen. Ser revolucionario hoy no implica lo mismo que en los últimos ocho años. Es el derrumbe de las instituciones de la sociedad capitalista lo que aturde, enfervoriza o atemoriza; empuja irresistiblemente hacia delante, o frena en un mar de dudas.

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Metáfora de la transición Una llana alegoría resume de manera singular la coyuntura histórica que vive Venezuela. En los primeros días de 2006 se resquebrajó el viaducto 1 de la autopista que une Caracas con el Puerto de La Guaira y el aeropuerto de Maiquetía. Un inmenso puente, vital para el tránsito entre la Capital y la costa, cayó vencido por el tiempo y por fallas estructurales –habían sido detectadas en los años 90– también simbólicas de un sistema insostenible. Era el período preelectoral. El desastre produjo dificultades sin nombre, que la oposición intentó capitalizar. El gobierno construyó una vía de emergencia, precaria, que resolvió a medias el problema. Y encaró la construcción del nuevo puente. Primero hubo que demoler y quitar de allí los restos del cadáver de acero y cemento. Luego comenzó la construcción del nuevo puente. Una a una se levantaron columnas gigantescas desde la abismal hondonada. Y con febril actividad fue desplegándose la cinta de concreto que debía unir otra vez las dos cimas por sobre el precipicio. Por supuesto la ocasión fue propicia para aprovechados que encarecieron todo, dejó espacio para torpezas varias siempre a expensas del ciudadano común y fue motivo de generalizado malhumor y críticas airadas. Un año después, sólo falta una de las siete columnas. Y ante la mirada sorprendida de quienes transitan por la estrecha y sinuosa trocha – construida con rara eficacia y celeridad por el Ministerio de Infraestructura– por sobre aquellas torres de más de 100 metros se tiende la faja en la cual, en tres o cuatro meses más, volverá a fluir el intensísimo tránsito entre Vargas y Caracas. Menos fácil será remover los escombros del viejo Estado a punto de colapso y edificar el nuevo. Una dificultad estriba en la incertidumbre o el temor de quienes, comprometidos hasta ahora con el proceso de cambios timoneados por Chávez, vacilan ante la decisión de dar el salto sobre el abismo. Así como hasta el minuto previo al descubrimiento de las fallas irreparables centenares de miles de automovilistas cruzaban a toda velocidad por el viaducto sin conciencia de que estaba a punto de colapsar, en las filas de la revolución no todos asumen que el sistema socioeconómico y político aún vigente no se sostiene más y urge reemplazarlo. Es más: aun a sabiendas de la inviabilidad del capitalismo contemporáneo, no necesariamente hay una respuesta unívoca para asumir cuándo, cómo y con quién se comienza a levantar las columnas del nuevo sistema. A la cascada de medidas adoptadas desde que Hugo Chávez coronó su victoria electoral en el balcón de Miraflores con la consigna «Viva la 171


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Revolución Socialista», ya reseñada en ediciones anteriores de América XXI, se sumaron en el último mes la nacionalización de empresas clave y la puesta en marcha de los cinco motores de la Revolución, más la aceleración en la edificación de un partido que unifique y capacite para la gran batalla a las fuerzas comprometidas con la Revolución.

Forma y contenido No podría sorprender que a la par de millones de hombres y mujeres anónimos que abrazan las tareas de la nueva etapa con desmesurada energía, este conjunto inseparable de medidas estratégicas despierte controversias. Lleva un siglo el debate sobre el carácter de la revolución cuando ésta detona en países de capitalismo desigualmente desarrollado: ¿Están las fases de la transformación amuralladas por etapas históricas rígidamente delimitadas? ¿O constituyen un continuo, cuya velocidad y definición estarán determinadas por un conjunto de factores de orden nacional e internacional en constante mudanza? La disyuntiva de avanzar hacia el socialismo o afirmar una etapa de desarrollo capitalista y liberación nacional se entrelaza con otra: ¿Qué es este socialismo apellidado siglo XXI? Pese a la densidad de estos temas polémicos, las críticas discurren por otros caminos. Por ejemplo: ¿Por qué Chávez presentó de manera tan perentoria la cuestión de Partido Socialista Unido? ¿Por qué arremete con tanta rudeza contra altos funcionarios, ajenos y propios? ¿Por qué pide la habilitación para dictar leyes de excepción durante 18 meses, si tiene un Parlamento de unánime adhesión? ¿Adónde lleva esto de trasladar el poder a los consejos comunales en detrimento de las autoridades constituidas? Mientras algunas voces se limitan a criticar cuestiones de forma o a demandar más tiempo, cabe al Partido Comunista de Venezuela (PCV) el mérito de haber presentado de manera metódica, formal y pública su resuelto respaldo a algunas de aquellas cuestiones vitales, así como sus puntos de vista contrarios a otras, no menos decisivas. En el documento destinado al debate interno preparatorio del XIII Congreso del 3 y 4 de marzo, convocado especialmente para responder al llamado a la disolución de los partidos para edificar la fuerza unitaria, dice el PCV bajo el título Una caracterización necesaria de la Revolución: «Transitamos un proceso revolucionario de liberación nacional que debe culminar con éxito las tareas de recuperación plena de la soberanía e independencia nacional, avanzar en la conquista de la justicia e igualdad social; profundización de la democracia popular revolucionaria, de contenido 172


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participativo y protagónico, de transformación y liquidación del viejo Estado oligárquico». Y agrega más adelante: «Esta fase del proceso revolucionario demanda (…) una multifacética alianza de clases y capas sociales, que va desde la burguesía no monopólica (la que no mantiene vínculos de subordinación al gran capital transnacional imperialista), la pequeña burguesía, las capas medias, la clase obrera y demás sectores de trabajadores/trabajadoras, el campesinado y otras capas sociales explotadas (…) en torno a un programa mínimo de transformaciones democráticas y populares». La noción de «programa mínimo», la distinción tajante entre «proceso revolucionario de liberación nacional» y «revolución socialista», trae el eco de antiguos debates. Por eso produjo escozor un episodio aparentemente trivial durante la juramentación de los nuevos ministros, el 8 de enero. En esa oportunidad, al presentar a su ministro de Trabajo, Rivero González, Chávez contó que antes de aceptar el cargo éste le había dicho: «Presidente, yo quiero decirle algo antes de que se lo vayan a decir por otra parte: yo soy trotskista». Ante la multitud en el teatro Teresa Carreño, Chávez repitió su respuesta al ministro: «¿Bueno y cuál es el problema? Yo también soy trotskista. Yo soy muy de la línea de Trotsky: la revolución permanente». Nadie tomará la frase al pie de la letra. El Presidente tiene esa manera particular –y efectiva– de buscar sobreponerse a dicotomías a menudo desvirtuadas e impulsar constantemente una recomposición unificadora de fuerzas comprometidas con la lucha revolucionaria. De hecho, un instante antes Chávez había anunciado la designación de un dirigente del PCV, David Velásquez, como ministro del Poder Popular para la Participación y el Desarrollo Social. No obstante, por anacrónico que parezca, aquel debate iniciado por el propio Carlos Marx sobre la permanencia de la revolución reaparece hoy en Venezuela e involucra de hecho a toda América Latina: aparte de ser o no deseable ¿Es posible una transformación real sin adoptar desde el comienzo mismo de la revolución medidas anticapitalistas? ¿Es posible una alianza duradera con el gran capital no monopolista?

Nombres y apellidos El otro gran tema en cuestión es la definición misma de socialismo. ¿Qué determina a una persona: su nombre o su apellido? ¿su individualidad o su estirpe? ¿Es posible una persona plena sin individualidad? ¿Es pensable una individualidad sin estirpe, un ser sin historia? En la Edad Media se discutía si el alma residía o no en la Silla Turca. La fórmula 173


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empleada por Chávez tiene la virtud, ya constatable, de haber replanteado para miles de millones de personas en todo el mundo la necesidad y viabilidad del socialismo. No hay exageración en la cifra; y éste es un factor mayor al evaluar la validez de la consigna. Como contrapartida, se mantiene ambigua en torno a cuestiones sustanciales y da lugar a confusiones y deliberadas tergiversaciones. En buena parte de la sociedad venezolana, a la par de quienes identifican como socialistas las nacionalizaciones, las medidas de redención social (atención sanitaria, alfabetización, subsidios, etc.), o los ataques al imperialismo, están quienes no hallan nexo alguno entre estos pasos y la perspectiva anticapitalista. El alcalde de Caracas, Freddy Bernal, tomó el toro por los cuernos: puso en movimiento un peculiar «Congreso comunal de Caracas hacia el socialismo del siglo XXI». Una multitud colmó el remozado Teatro Municipal el 10 de febrero, donde comenzó un periplo que hasta el 19 de abril recorrerá palmo a palmo la ciudad, dividida a este fin en 14 grupos de Parroquias, que analizarán y debatirán cuatro temas: caracterización económica, política y social de Venezuela y su inserción en la mundialización; el socialismo del siglo XXI; Partido Unido; Poder popular y reforma constitucional. Cada tema será dividido en dos partes, las cuales insumirán cuatro horas cada una. La sesión comenzará con una ponencia de 30 minutos, habrá 30 minutos para preguntas y respuestas, 90 minutos de debate, una relatoría y la presentación de conclusiones. Al cabo de dos meses y medio en esta labor Bernal aspira a reunir un mínimo de 200 mil personas no sólo para recoger las conclusiones decantadas, sino, como lo dijo en su discurso en el Teatro Municipal, «Para implosionar la alcaldía y dar paso a las comunas de Caracas, en un nuevo esquema de gobierno donde el poder esté en manos del pueblo». Paralelamente se conocen iniciativas destinadas a realizar el mismo debate pero con un carácter diferente, reuniendo a un número limitado de cuadros nacionales e internacionales identificados con el socialismo, para ganar espacio en el terreno de la teoría y aproximar la noción «socialismo del siglo XXI» a un programa de acción que, si bien parte de la Revolución Bolivariana, involucra a toda América Latina y va más allá, dada la crítica situación mundial. Al cabo de estos procesos de intensa polémica difícilmente alguien podrá definir el socialismo del siglo XXI como «una profundización de la democracia», o como «la aplicación de la Constitución de 1999»; o confundirlo con un conjunto de empresas nacionalizadas. 174


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Aceleración Los acontecimientos, sin embargo, no están a la espera de tales iniciativas. Una energía invisible dimana de la simbiosis entre Chávez y las mayorías desposeídas del país y hace marchar el mecanismo a velocidad endemoniada. Las decisiones de no renovar la licencia al golpista canal televisivo Rctv, más la compra hostil de las acciones de empresas de electricidad y telecomunicaciones, todo acompañado por la afirmación de que los partidos de la revolución deben disolverse para dar paso a un instrumento único de organización, educación y conducción política, más la inesperada transferencia efectiva del poder a los Consejos Comunales, llamados a conformarse con urgencia, activaron focos de franca oposición y zonas de comprensibles –y en no pocos casos justificables– vacilaciones. Un fenómeno simple disparó la inflación de precios: aparte la gravitación mercantil de un crecimiento anual del 10,3% en el PIB, un brote de histeria por la obtención de dólares para fugarlos del país llevó la divisa en el mercado paralelo a más de 4.000 bolívares. Por efecto simpático –y por la intención de adquirir esos dólares a costo desmesurado– buena parte del sistema de precios se adecuó a tales niveles, elevando más allá de lo admisible el costo de mercancías de uso masivo, en particular alimentos. Además, para sortear los precios máximos, se optó por acaparar mercancías y dar lugar al desabastecimiento. Pocos esperaban la fulminante respuesta del Gobierno: implacable actividad para descubrir y decomisar mercancías acaparadas, fijación de nuevos precios máximos, reactivación del aparato del Mercal (Mercado de Alimentos, una red paracomercial montada por el Gobierno para contrarrestar el chantaje de grandes grupos económicos con el abastecimiento alimentario) y, como medida adicional de múltiples implicancias, la eliminación del IVA para los alimentos, reducción en 5 puntos para otros bienes y decisión de abolir ese impuesto a corto plazo, reemplazándolo por gravámenes a la renta y el patrimonio. En su programa Aló, Presidente, ahora reestructurado «para afrontar la batalla de ideas», Chávez repitió una y otra vez que no le temblaría la mano para expropiar empresas de producción, industrialización, transporte o comercialización involucradas en maniobras de desabastecimiento. Y con su nueva facultad legislativa, dictó leyes al respecto. En otras palabras: una profundización de la revolución, que acaso contribuya a explicar la necesidad de la controvertida Ley Habilitante. 175


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Consejos Comunales y Partido Mientras esto se desenvolvía fronteras adentro, la creciente gravitación de la Revolución Bolivariana en América Latina, por mero impacto de medidas que en todas las latitudes son interpretadas y reivindicadas por las mayorías, provocó no sólo desde la Casa Blanca la multiplicación de denuncias, amenazas y presiones contra Hugo Chávez. Basta imaginar el impacto regional de esta típica medida de transición sistémica, la abolición del IVA, para interpretar la inquietud reinante en más de una cancillería. Queda así configurado un cuadro de múltiples conflictos simultáneos, internos e internacionales. Una primera advertencia, más de propios que de extraños, es que no se deben abrir tantos frentes de combate a la vez. Sin embargo, la estrategia no es la materia en la que Chávez se muestra menos capacitado. Antes bien, ocurre que una revolución, incluso si traza milimétricamente sus pasos, en un momento dado no puede eludir la conjunción de sus enemigos, que no están sólo en Washington, ni en cenáculos de escuálidas oligarquías distantes del devenir cotidiano de la economía social. Como muestra, hay pruebas de que funcionarios de diferentes rangos, amenazados por la perspectiva de perder sus lugares a favor de los órganos de poder popular, fueron cómplices de maniobras de desabastecimiento. Por eso el impulso a los Consejos Comunales, la intransigente decisión de edificar un partido que unifique todas las voluntades revolucionarias y la necesidad de contar con las leyes y disposiciones constitucionales que permitan encauzar la inmensa tarea de remover los escombros de un sistema y levantar las columnas de otro nuevo, no expresan un desvío de carácter en el líder de la revolución, sino requerimientos inapelables para la continuidad del proceso en marcha. En continuidad potenciada de una tarea que emprendió como diputado, el hoy ministro David Velásquez se esfuerza por producir una transformación cualitativa que convierta a los Consejos Comunales en órganos de poder efectivo, en cada punto y en todas las áreas del país. Pero esa tarea es inseparable de la existencia de un órgano político, el partido unido de las masas y las organizaciones comprometidas con la revolución; tanto como lo es la existencia de leyes que viabilicen en el preciso momento en que las condiciones lo reclaman, el accionar contra los enemigos de la revolución. Va de suyo que también se puede optar por la violencia; por vías no institucionales para avanzar la revolución. No es capacidad de combate –militar y civil– lo que le falta a la Revolución Bolivariana. Y siempre 176


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resta la alternativa de ceder y rendirse. El dato sobresaliente, original, clave de esta dirección política presidida por Chávez, es que se esfuerza por no recurrir a lo primero y parece por demás distante de inclinarse hacia lo segundo. La suerte, entonces, está echada. A tono con el vértigo de la revolución, en las próximas horas, días y semanas, quedará a la vista cómo se instala cada partido, cada organización social, cada intelectual o cuadro militante no organizado, frente a este desafío sin parangón sobre el cual reposa buena parte del futuro de América Latina y el mundo.

Contrapunto Publicado en la edición N°24; marzo de 2007

Simultáneamente con el alistamiento de fuerzas militares para golpear a Irán, durante la segunda semana de marzo George W. Bush habrá realizado una gira latinoamericana: México, Colombia, Guatemala, Brasil, Uruguay. Inesperadamente, se sumaron dos viajes presidenciales: Luiz Inácio Lula da Silva para reunirse con Tabaré Vázquez, 10 días antes del arribo de Bush, y Hugo Chávez a Buenos Aires, el 8 de marzo. Bush viaja al Sur con objetivos precisos. En México, dar un espaldarazo a un gobierno débil, cuestionado, incapaz de detener la creciente fractura del país. En Colombia, suturar la herida de Álvaro Uribe con las recientes revelaciones que pusieron a la vista del mundo la directa relación de su gobierno con las formaciones paramilitares, terroristas y narcotraficantes. Este golpe político en el territorio escogido para montar el dispositivo estratégico contra Venezuela es una nueva sangría en el ya debilitado sistema capilar imperialista en la región. Aparte los temas conocidos, entre los cuales descuella el Plan Puebla Panamá, en Guatemala el Departamento de Estado debe afrontar un problema inesperado: la candidatura de Rigoberta Menchú para las elecciones de septiembre próximo amenaza con restarle otro país centroamericano al damero de la Casa Blanca. Tratándose de una líder indígena –en un país donde el peso de la cultura maya trasciende las fronteras– su victoria, altamente probable, daría un nuevo y decisivo impulso al protagonismo de los pueblos aborígenes en la transformación del escenario político latinoamericano. En Brasil, sin esperanza de torcer el rumbo de ese país para revivir 177


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el difunto Alca, Washington busca neutralizar, con acuerdos de intercambio comercial, la dinámica de convergencia suramericana sobre la cual la burguesía industrial paulista pretende afianzar una comunidad de negocios en beneficio del proyecto de subpotencia regional. Ése es el sentido de «la Opep del etanol» (comprar voluntades oficialistas a precio de maíz) que propone Washington, con la intención de captar también a Argentina en un proyecto de biocombustible, apuntado ante todo contra Venezuela y con más sentido político que fundamento económico real. «Ya que no salió el Alca, vamos por el acohol», dicen funcionarios estadounidenses con sentido del humor.

Romper el Mercosur Pero es en el Río de la Plata donde el enviado del imperialismo estadounidense tiene una tarea inmediata y crucial: ensanchar la grieta abierta en el Mercosur por el conflicto argentino-uruguayo. Presumiblemente el viaje de Lula –fuera de agenda– está dictado por la necesidad de salir al cruce a aquella maniobra estratégica. No obstante las apariencias impuestas por los medios de prensa comerciales, es también presumible que esa misión tendrá éxito: la ruptura de Uruguay con el Mercosur provocaría un estallido interno y una onda expansiva sobre toda la región. Hay bases sociales comprometidas con el programa histórico del Frente Amplio (FA), que no es revolucionario pero tampoco proimperialista. Por lo demás, nadie en el FA, ni siquiera su ala más comprometida con el statu quo, saldría ganancioso de tal desenlace. Y si bien en las clases dominantes uruguayas, más que en los países vecinos, prevalece el ala parasitaria tradicionalmente aliada al imperialismo de turno es improbable que el actual gobierno barrunte la posibilidad de cambiar drásticamente de ubicación geopolítica. Esto es una certeza, incluso asumiendo que la diplomacia argentina, en lugar de buscar soluciones de fondo al conflicto por la construcción de plantas productoras de pasta de papel en la frontera, optó por la vía ya comprobadamente muerta de los «buenos oficios» de su graciosa majestad, el rey de España.

Chávez en Buenos Aires Para eludir las movilizaciones convocadas por la central sindical uruguaya PIT-CNT, la recepción a Bush debió ser desplazada de Montevideo a Colonia (bello y apacible poblado recostado sobre el Río de la Plata en su parte más estrecha). Lo inverso ocurre al otro lado del Río: después de anunciado el viaje de Chávez, en la Capital argentina 178


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fueron sectores proestadounidenses quienes se movilizaron contra el visitante, desatando operaciones destinadas a impedir que tuviera lugar este contrapunto sin precedentes: Bush en la estancia Anchorena y Chávez allí enfrente, en el Luna Park. «Las penas son de nosotros, las vaquitas de Anchorena», dice El arriero, un célebre poema musical de Atahualpa Yupanqui. En los años 1950, para que ese tema asumido como propio por el pueblo argentino pudiera ser transmitido por radio, el autor aceptó una modificación: «las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas». Nadie en esas latitudes duda, sin embargo, que el apellido Anchorena es el símbolo de la oligarquía terrateniente, de las clases dominantes sometidas a los imperios, del desprecio, la opresión y la represión para aborígenes, criollos o inmigrantes llegados después de mediados del siglo XIX. Luna Park es en cambio un símbolo de resonancias plebeyas: originalmente estadio de Box, luego albergaría espectáculos de música popular y actos políticos diversos. Chávez en el Luna Park, Bush en la estancia Anchorena, es entonces un inapreciable cuadro sinóptico de América Latina en los tiempos de cólera, como bien podría decir un autor por todos conocido. Es un contrapunto de enorme significado y proyección: el rechazo al viaje del procónsul imperial ya no se manifiesta sólo en el repudio generalizado de los pueblos, que en este caso se decuplicará si finalmente Washington resuelve bombardear objetivos precisos en territorio iraní. Ahora el clamor antimperialista tiene programa y plan de acción: el programa de la Revolución Bolivariana y el proyecto de unidad suramericana, que toman cuerpo en la voz del presidente venezolano. Y es para celebrar que esa voz pueda oírse desde Buenos Aires.

Otra revolución dentro de la revolución

Tomar partido

Publicado en la edición N°25; abril de 2007

Ebullición: decenas de miles de personas de toda edad y condición discuten hoy en Venezuela el destino del país. Asambleas, reuniones, actos, encuentros circunstanciales, enhebran un debate más hondo, más pletórico de ideas y más productivo que el imaginable en el mejor escenario académico. Signo de los tiempos, esa búsqueda no está encabezada por quienes durante décadas aparecieron como la vanguar179


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dia política de la sociedad. El salto adelante que en este mismo instante ensaya Venezuela llevará su onda expansiva a todo el continente. Y el punto en que toma cuerpo, la construcción de un partido de masas, revolucionario, socialista, se expandirá hacia el Norte y el Sur, inaugurando una nueva era en la historia política del hemisferio. Estalló el debate. Toda sutileza se esfumó. Todavía no predomina la confrontación de ideas: manda aún la pugna por espacios e intereses. Pero de manera sistemática avanza el verdadero contenido de la polémica; no ya reducida a cenáculos dirigentes, sino hecha carne en multitudes cada día mayores: ¿qué país construir? ¿qué socialismo? ¿con quiénes; cómo; cuándo? El porqué nadie lo inquiere: saben que ya no quieren vivir como hasta ahora. Y los que siempre estuvieron en lugares de privilegio no pueden evitarlo, aun con el concurso de quienes desertan a la hora de la verdad. Como un río que desborda su cauce para fertilizar la tierra, el espectáculo maravilloso de un pueblo discutiendo su destino se impone en toda Venezuela. Los medios de comunicación de la Revolución buscan –y casi siempre encuentran, superándose rápidamente a sí mismos– la forma para transformarse en vehículos de ese formidable fenómeno de toma de conciencia colectiva. Hombres y mujeres anónimos revelan condiciones superlativas en asambleas de barrios, en reuniones espontáneas, en debates a medias organizados o en conversaciones mano a mano. Personalidades hasta ayer sobresalientes aparecen desvalidas, desorientadas, desnudas de otra idea que no sea conservar algo en el torbellino. Entre las cúpulas políticas hasta ahora alineadas con la revolución, la mayoría enmudece. Y quienes hablan se autocondenan ante las mayorías. La Revolución Bolivariana está dando en este preciso instante un poderoso salto hacia el futuro. Con la decisión de construir una herramienta política para recorrer el camino entre el capitalismo y el socialismo, Hugo Chávez soltó los demonios. Ante la consigna «socialismo del siglo XXI», pese a la incomodidad, todavía era posible argüir y quitar el cuerpo con alusiones ambiguas o inventando contenidos antojadizos. Pero cuando de ese futuro indefinido se pasó al presente indicativo de la organización de masas, se agotó el espacio para juegos de cintura. Y se partieron las aguas.

Opción A un lado quedaron dirigencias de tres partidos (Patria Para Todos (PPT), Podemos, Partido Comunista de Venezuela (PCV), que han 180


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acompañado el gobierno de Chávez pero, tras cabildeos y pasos cruzados –que aún se mantienen y podrían dar lugar a cambios de última hora– rechazaron la idea de sumarse al partido unido de la revolución. Al otro, un potente movimiento dispuesto a construir una herramienta política de masas para protagonizar y conducir el tránsito al socialismo. El Movimiento Vª República (MVR), como no podía ser de otro modo, tratándose del partido formado y encabezado por Chávez, se sumó al proyecto. Las voces opositoras en esta organización sólo se hicieron oír en sordina. Una cantidad de organizaciones de menor envergadura numérica también proclamó su respaldo a la nueva organización. Más importante que las opciones de estas organizaciones, sin embargo, será la que adopten decenas de miles de activistas de todo ámbito y nivel, sobre cuyos hombros ha recaído en los últimos años la defensa cotidiana del proceso revolucionario. En esas filas, corren parejo el entusiasmo y un cúmulo de dudas no exentas de temor. ¿Quiénes integrarán los cuerpos dirigentes del nuevo partido? ¿Cómo se elegirán? ¿No será esto una reedición del MVR? ¿Gobernadores, alcaldes, ministros, presidentes de grandes empresas y funcionarios con poder no serán quienes, por sí y ante sí, condicionen las estructuras, el programa, el plan de acción real y hasta el nombre del futuro partido? ¿No se colará desde el comienzo, y en el núcleo dirigente, la corrupción que, como no se cansa de repetir Chávez, amenaza el curso de la Revolución? Dudas legítimas; temores fundados. Ampliamente justificadas para las bases, al punto de obrar como barrera de escepticismo para una valiosa fuerza militante, sobre todo juvenil. Esas dudas y temores, sin embargo, fueron enarboladas por las dirigencias que acabarían negándose a la nueva construcción. Era el recurso más sencillo y aparentemente efectivo: tenía fundamento objetivo y contaba con alto consenso en buena parte de la base social comprometida con la Revolución. Pero obró como un búmeran. Con la velocidad que caracteriza la vida política actual en Venezuela, esa argumentación se transformó en poderoso acicate para aventar la indecisión en el activo social de la Revolución, el cual sitúa los vicios que condena precisamente en partidos y dirigencias ahora distanciados del proyecto organizativo. Chávez machacó sobre caliente. Ya en su Aló, Presidente del 18 de marzo dio por resuelto el caso, asumiendo que Podemos, PPT y PCV, se negaban a la construcción del partido unido. En una didáctica y 181


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paciente explicación los invitó, simplemente, a «no irse tirando piedras». Poco antes un gobernador de Podemos, Didalco Bolívar, había hecho un discurso violentísimo, retomando incluso algunos de los tópicos más cínicos de la oposición proimperialista, como azuzar el miedo a la expropiación de pequeñas propiedades. Chávez señaló, con esa base, la dinámica de alineamiento con la oposición de quienes se niegan a dar el paso adelante hacia el socialismo. Al día siguiente, caían en cascada los anuncios de fracciones, autoridades y bases de los tres partidos que anunciaban su renuncia a esas organizaciones para sumarse al Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv). El PCV llamó a una conferencia de prensa para afirmar su adhesión a la revolución, y el PPT dio lugar a dudas sobre su resolución final. En sucesivas intervenciones públicas, Chávez combinó el llamado a la unidad con la advertencia de que quienes no la aceptaran quedarían reducidos a pequeños grupos. El 24 de marzo, en un acto con el Teatro Teresa Carreño desbordado por la militancia, Chávez juramentó a 2.400 «propulsores»: hombres y mujeres que se desparramarían a partir del día siguiente por todo el país para impulsar la creación del nuevo partido. Sin dejar de convocar a los partidos renuentes, pero advirtiéndoles que el proceso no se detendría, Chávez anunció un cronograma para la construcción de masas: 19 de abril, nueva asamblea con unos 12 mil «propulsores», a realizarse en el Poliedro de Caracas. 29 de julio, elección de delegados representantes de las asambleas de base. 15 de agosto, Congreso Fundacional del partido. Mediados de noviembre, presentación de anteproyectos de estatutos, programa, formas de funcionamiento, nombre, colores y símbolos. 2 de diciembre, consulta nacional sobre esos anteproyectos. El Congreso nacional designará una dirección transitoria y la definitiva sería elegida por elección nacional en los primeros días de enero de 2008. Chávez subrayó además la definición ideológica general del futuro partido: socialista, revolucionario, bolivariano, venezolano, indoamericano.

De Venezuela, para todo el continente Con la decisión de Chávez de edificar un partido unido por el socialismo, se abre una nueva etapa a escala continental para una tarea clave, se eleva a un nivel nuevo y superior la teoría y práctica del partido revolucionario y plantea mayores desafíos en todos los planos. Por el momento este nuevo escenario se limita a América Latina. Pero no 182


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tardará en comprobarse que el impacto de este replanteo histórico se hará sentir en todo el mundo, incluidos los centros del imperialismo. Hoy está planteada la necesidad de dar organicidad partidaria a las fuerzas sociales en auge en cuatro países: Venezuela, Bolivia, Ecuador y México. La convocatoria de Chávez mostraría hasta qué punto está estratégica y tácticamente desarmada la vanguardia. Pero esa debilidad no es propia de Venezuela; es la expresión más dramática de una realidad dominante en América Latina y el mundo. A tres lustros del derrumbe de la Unión Soviética, destruidos y metamorfoseados en instrumentos del imperialismo los grandes movimientos nacional-burgueses que signaron el mapa político latinoamericano durante el siglo XX, en el marco de un recrudecimiento coyuntural de la crisis estructural e irreversible del sistema capitalista mundial, la noción de vanguardia se expresa hoy traduciendo en una conformación compleja la disgregación en todos los planos. Como nunca antes, la vanguardia está fragmentada, no sólo organizativa, sino conceptual y geográficamente. En el pasado, con base en una poderosa fuerza social y una neta definición ideológica asumida por ella, se proyectó un accionar político revolucionario desde un centro perfectamente definido con gravitación mundial, como pudieron ser en su momento la Revolución Francesa, la irrupción de grandes sindicatos y partidos socialistas o la Revolución Rusa; luego, para América Latina, la Revolución Cubana. Hoy, en cambio, en la única área del planeta donde refulge la perspectiva de la revolución anticapitalista, la línea de avanzada se desdobla y, aunque aparece más y más como bloque, existe y actúa de manera disgregada, en un conjunto en el cual Cuba es la vanguardia ideológica, Bolivia la vanguardia social y Venezuela la vanguardia política. El formidable proceso de convergencia de estos tres factores clave de la revolución continental, verificado desde el primer semestre de 2006 y reafirmado a un nivel superior en el primer tramo de 2007, anuncia la resolución positiva de este momento paradojal. La combinación virtuosa de desigualdades de estas tres revoluciones ha comenzado. Ella traza, sin equívoco posible, el rumbo por el cual transitará durante todo el próximo período histórico la fuerza de la revolución anticapitalista en el único lugar del planeta donde está planteada como proyecto estratégico explícito y palpable. Esa combinación virtuosa tiene una particularidad sobresaliente, decisiva podría decirse, en este momento: se expresa y demanda resolución en la tarea de construir un partido revolucionario en Venezuela. 183


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Debate en Estados Unidos a comienzo de 1992

Democracia y R evolución Revolución Publicado en la edición N°26; mayo de 2007

Opciones: el texto que sigue corresponde a la desgrabación textual de una ponencia presentada por el autor en el encuentro denominado Diálogo/Democracia ’92, realizado en Nueva York el 28 y 29 de febrero de 1992. Al encuentro concurrieron representantes de América Latina, África y Asia. Entre otros, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) de El Salvador, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) de México, el Nuevo Frente Democrático de Filipinas, M19 de Colombia, el Frente Popular de Costa de Marfil, delegados de la Nación Mohawk (Canadá), Ofensiva 92 de Puerto Rico, Liga Democrática-Movimiento por un Partido del Trabajo de Senegal. La organización Rainbow Lobby convocó al encuentro a partir de miembros del Foro de São Paulo, presentándose como una fuerza revolucionaria marxista estadounidense. Lo cierto es que en el documento inicial de los organizadores y luego en el debate se presentó la situación en Cuba como tema de controversia: la prueba ácida para quienquiera se presente como revolucionario. No sólo el equipo convocante falló ante esa prueba. En todo caso, lo cierto es que la reunión permitió confrontar la diversidad de opiniones que se expresan con palabras idénticas y significados contrapuestos, aunque no llegó a discutir concienzudamente el tema en cuestión. Se reproduce el texto original completo.

Estimados compañeros y amigos, Ante todo permítanme agradecer a los organizadores de esta Conferencia la posibilidad que me ofrecen de iniciar un diálogo con los hermanos trabajadores, las vastas capas oprimidas de afro e hispanoamericanos y los genuinos demócratas del pueblo estadounidense. Les hablo en mi condición de director de la revista Crítica de Nuestro Tiempo, que precisamente se propone servir como vehículo para entablar un diálogo sincero, respetuoso, sin prejuicios ni concesiones, entre quienes desde los más remotos países del mundo levantamos las banderas de la emancipación social, la soberanía de los pueblos, la libertad y la auténtica democracia. Es doblemente oportuno, en este momento tan singular de la realidad política internacional, reunirnos en el país de Tom Paine, de 184


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Thomas Jefferson y Abraham Lincoln, para ahondar el debate acerca de la democracia. Y digo doblemente oportuno porque este país que a lo largo de su historia ha realizado dos revoluciones políticas para garantizar los derechos democráticos y las garantías individuales, no sólo asiste a un sistemático recorte y estrechamiento en la vigencia de esos derechos y garantías para su propio pueblo, sino que en el escenario internacional descarga todo su inmenso poder precisamente como factor opuesto a la democracia. En la carta de invitación que los organizadores me hicieron llegar, se nos exhorta a «reconocer que los cambios políticos que han transformado al mundo en los últimos años, han generado una desestabilización profunda en Estados Unidos y que esos cambios de las condiciones históricas reclaman un cambio en las relaciones con Estados Unidos». La invitación recuerda que los movimientos de liberación y las fuerzas progresistas hasta ahora se relacionaron con este país a partir, dice, «de la idea de que un cambio revolucionario en Estados Unidos no es necesario ni posible». Pero ahora, en el nuevo cuadro de situación mundial, concluye la carta, «estamos invitando a nuestros compañeros en todo el mundo a que establezcan una nueva alianza, la cual reconozca como posibilidad y necesidad cambios fundamentales en Estados Unidos». Pues bien compañeros, quiero transmitirles mi convicción de que ustedes están en lo cierto sobre este punto: hoy salta a la vista –y con ribetes dramáticos– que es necesario un cambio revolucionario en Estados Unidos. Y quiero subrayar mi coincidencia con la afirmación de que ese cambio es posible. Cuando en este país el estancamiento económico se transforma en recesión, apunta a la depresión y con millones de desocupados anuncia el flagelo que caerá sobre las grandes mayorías; en momentos en que se acentúan las manifestaciones derechistas y racistas del establishment, sus partidos y sus candidatos; ante la comprobación de que pese a las inmensas riquezas obtenidas del saqueo a los países subdesarrollados, el nivel de vida de los trabajadores y el pueblo estadounidense desciende sin cesar; a la vista de que la defensa de las fabulosas ganancias de los capitalistas lleva a la destrucción de los sistemas de asistencia social y educación; cuando se atacan los derechos de las mujeres; comprobado que la vida política del país es groseramente manipulada por 200 familias; frente a la evidencia de que los gobernantes elegidos por menos de un cuarto de la ciudadanía no 185


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trepidan en embarcarse en empresas criminales de la magnitud de la guerra del Golfo y con impudicia pretenden avasallar la soberanía de quienes no admiten su tutela, no puede ya caber a nadie la más mínima duda: sí, son necesarios cambios fundamentales, cambios revolucionarios en Estados Unidos. A muchos, todavía, puede caberles duda sobre la viabilidad de esa empresa. Siempre, ante los grandes desafíos de la historia, la duda hace vacilar o retroceder a la mayoría no ya de la opinión pública, sino de la intelectualidad e incluso de las fuerzas progresistas. Sepan compañeros que nosotros, concientes de las inmensas dificultades que esto implica, pero con el respaldo de la teoría, la evidencia de los datos de la realidad y la confianza arraigada en nuestros sentimientos más profundos, compartimos la certeza de que es posible, en las entrañas del monstruo, un cambio revolucionario. Y sepan también de nuestro convencimiento acerca de la íntima vinculación entre la realización de esos cambios en este país y la conquista de la libertad, la soberanía y la democracia en nuestros propios países, lo cual hermana en un combate común a todos aquellos que desde Alaska a Tierra del Fuego estamos dispuestos a responder al desafío.

Qué dicen las palabras Dado el carácter de esta conferencia, cabe preguntarse qué relación hay entre la democracia y esos cambios necesarios y posibles, lo cual requiere ante todo definir ambos términos de la proposición. No entendemos la democracia como un concepto absoluto e inmutable. Lo único absoluto es la constante búsqueda en pos de la plenitud del hombre en todos los órdenes. La democracia griega, máxima expresión del avance de la humanidad en su tiempo, hoy sería considerada una feroz dictadura esclavista e imperialista. Del mismo modo, la Constitución de Estados Unidos era el punto más alto de la democracia hace 200 años; pero si no hubiese sido enmendada, hoy sería un modelo de tiranía institucional. Los hacendados y capitalistas reunidos en Filadelfia, al redactar las leyes tomaron todos los recaudos para preservar sus intereses. Enmendarlas requirió una guerra civil y una ardua e ininterrumpida lucha de aquellos cuyos intereses no habían estado representados en aquel Congreso. El texto actual es incomparablemente más avanzado y, a no dudarlo, en lo que hace a libertades públicas y derechos individuales traza un límite del cual la humanidad no retrocederá en su marcha histórica. Pero no es menos incompleto que el redactado en 1787 y, sobre todo, no contempla los intereses de los esclavos de hoy 186


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más de lo que lo hacía aquél con los esclavos de entonces. Por otra parte, no confundimos las garantías civiles y los derechos individuales con el sistema que los permite o los niega. Aquellos son el resultado de la permanente tensión de fuerzas entre el conjunto de la población por un lado y un puñado de capitalistas por el otro. Y también del resultado de ese choque de fuerzas en el plano internacional (lo cual, dicho sea de paso, permite a menudo que la expoliación, la opresión y la ausencia de derechos democráticos para muchos pueblos se traduzca en bienestar y goce de amplias libertades para otros, cuyo conjunto ciudadano usufructúa de ellas sin conciencia de la sangre que costó a sus ancestros y cuesta a sus contemporáneos de países dominados y cree, equivocadamente, que las tiene por gracia del cielo y para siempre). De acuerdo con las circunstancias un mismo sistema socioeconómico puede permitir o negar el ejercicio de las libertades democráticas. Lo que importa establecer en esta relación, por tanto, es si la realización plena y el ejercicio universal de esas libertades favorece o, por el contrario, se contrapone, al desarrollo de un determinado sistema socioeconómico.

Capitalismo vs democracia En esta breve y obligadamente esquemática exposición, permítanme afirmar que la experiencia histórica demuestra que existe una contradicción históricamente irresoluble entre la vigencia y ampliación de las libertades democráticas y un sistema estructurado a partir de la propiedad privada de los medios de producción y economía de mercado, del mismo modo que prueba la inviabilidad a largo plazo de un sistema de propiedad colectiva y planificación económica sin el más amplio ejercicio de la democracia en todos los terrenos. De manera que, además de señalar que la democracia no es un concepto ajeno al espacio y el tiempo, creemos imprescindible subrayar que la democracia tiene una determinación de clase y a ella está sujeta. No se trata, naturalmente, de negar que la necesidad del hombre – consciente o no, expresa u oculta– de gozar de libertad, tenga un carácter universal y atemporal. Mucho menos se trataría de relegar el hecho de que cada conquista en ese camino ha sido fruto de la lucha y el sacrificio de las mayorías y jamás de la graciosa concesión de las minorías dominantes. Se trata de afirmar que es preciso añadir el carácter de clase al concepto de democracia y diferenciar tajantemente la democracia burguesa de la democracia de los trabajadores. Y esto no sólo porque un mismo derecho democrático –por ejemplo 187


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votar– no es lo mismo si el sistema alimenta con fabulosas cantidades de dólares aparatos políticos que defenderán con exclusividad, contra toda razón y sentimiento humanitario, los intereses de los grandes capitalistas, que si el sistema demanda elegir entre diferentes personas y proyectos para gobernar una sociedad en la cual no rija el lucro ni la posibilidad de apropiación privada del sacrificio de los demás y no exista la necesidad de transformar a los candidatos en burdas mercancías; no sólo porque una misma libertad –por ejemplo la libertad de prensa– no es la misma si quienes la ejercen lo hacen en la jungla de las grandes empresas capitalistas de comunicación que intoxican al planeta o en un sistema en el cual no exista la mercantilización de la noticia y la obligada manipulación de la verdad; no sólo porque la alienación –respecto de los demás hombres, del producto de su esfuerzo, de la naturaleza y de sí mismo– que presupone la obligación de vender la fuerza de trabajo, hace del hombre en un sistema capitalista un ser esencialmente inhabilitado no ya para ejercer sino incluso para reconocer la libertad. Es preciso calificar y diferenciar tajantemente la democracia burguesa de la democracia de los trabajadores, porque así como la serpiente está en el huevo, aquella lleva en su seno la determinación que la obliga a contraponerse violentamente a las libertades civiles y las garantías individuales. En la misma medida en que el capitalismo no puede desarrollarse y sostenerse sin oprimir, explotar y reprimir; sin destruir constante y crecientemente la naturaleza, seres humanos y bienes materiales, necesita, en algún punto de su evolución, volverse contra las libertades democráticas. Todo por el contrario, la democracia de los trabajadores –y el calificativo indica igualmente que no se trata de una democracia absoluta, perfecta y definitiva ni excluye la presión del Estado contra quienes desafíen su existencia– necesita para sobrevivir una permanente ampliación y profundización que eventualmente produzca un nuevo cambio cualitativo y llegue a eliminar el aparato del Estado.

¿Victoria del capitalismo? Podemos considerarnos privilegiados por estar asistiendo a un momento en que precisamente estos conceptos son perceptibles a simple vista en el panorama internacional: en la Unión Soviética y Europa del Este, donde la superación del sistema capitalista permitió avances extraordinarios en materia social, la feroz dictadura de la burocracia stalinista desembocó en el estallido y desaparición de la Urss; mientras tanto, en las potencias capitalistas, donde los años de bonanza de 188


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posguerra llevaron las libertades y derechos civiles a niveles jamás alcanzados en una sociedad determinada por la explotación, la reaparición de la crisis económica viene acompañada por signos estremecedores de derechización y ha instaurado ya una dinámica política internacional de sistemático ataque a los derechos democráticos en todos los órdenes. El corolario es transparente ahora: el socialismo no puede existir sin la democracia de los trabajadores; el capitalismo sobrevive a expensas de la democracia burguesa. Por eso debo señalar mi desacuerdo con el documento de invitación cuando afirma que la «derrota del comunismo o, en otra forma dicho, la victoria del capitalismo sobre el socialismo, ha cambiado profundamente la escena política estadounidense». No ha habido derrota del socialismo por la sencilla razón de que un factor esencial de este sistema, la democracia de los trabajadores, no existió desde mediados de 1920 en la Unión Soviética y por ello el sistema allí consolidado no puede ser considerado socialismo, de la misma manera que no puede ser considerado águila un animal sin alas. El régimen político instaurado en aquellos países no era sólo ajeno a los sueños de quienes ansían acabar con la explotación del hombre por el hombre (aunque millones de personas en todo el mundo honestamente lo hayan creído así y hoy vivan el desenlace como una terrible pesadilla) sino que era ajeno por completo a los lineamientos teóricos del socialismo científico. Esta afirmación está ampliamente corroborada por el hecho de que autores de muy diversas tendencias dentro del marxismo (comenzando por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, 70 años antes de la Revolución Rusa) hayan previsto con asombrosa precisión el desenlace. Pero mi desacuerdo es mayor aún con la suposición de que ha triunfado el capitalismo. ¿Cuál capitalismo ha triunfado? ¿El de mi país, el más avanzado de la América del Sur a principios de Siglo, en el que mueren 30 niños por día de desnutrición; el analfabetismo inexistente hace 80 años llega en algunas regiones hasta el 80%; hay 4.700.000 desocupados y subocupados y a manera de ominoso símbolo recibió en los últimos días la llegada del cólera? ¿Acaso habrá triunfado en el país de los homeless, la recesión que no cesa, la desocupación que no puede ser frenada, el cierre de 26 plantas de General Motors, la estafa de los S&L, la destrucción de la educación y la salud públicas, el derroche inconmensurable en la industria de la guerra y el espionaje, el déficit sideral e incontrolable (400 mil millones de dólares!), el país de la ofensiva contra los derechos de la mujer, dominado por 200 familias y gobernado por dos partidos que son uno y en cuyo seno se afirman los 189


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Buchanan, los Duke? ¿Habrá triunfado el capitalismo francés donde gana espacio el fascista Le Pen? ¿O tal vez el de Alemania, donde el nazismo reaparece a una velocidad mucho mayor aún que la inflación y el déficit fiscal? En el mundo capitalista el hambre azota a mil millones de seres humanos. Uno de cada cinco habitantes del planeta sufre la atrocidad del hambre permanente, pero cuatro de cada cinco viven en la más abyecta pobreza. Lo peor sin embargo no ha llegado. Porque como ahora admiten incluso los más recalcitrantes portavoces del capital financiero internacional, las potencias capitalistas afrontan una recesión que tiende a generalizarse y transformarse en depresión, dibujando en el horizonte un panorama incomparablemente más grave del que el mundo conoció en la década de 1930. El signo más dramático de esta realidad es la creciente confrontación entre las grandes potencias, cuya dinámica no puede escapar a nadie. No. No asistimos a una victoria del capitalismo. Todo por el contrario, el dato determinante de la actualidad y el futuro del mundo es la crisis del capitalismo. Lo que ha cambiado y seguirá cambiando profundamente la escena política estadounidense no es la derrota del socialismo, sino la crisis del capitalismo. Hago hincapié en esto porque en el porvenir inmediato las libertades democráticas en nuestro continente y en el mundo dependen precisamente de la actitud que adopten frente a ellas los gobiernos y partidos burgueses, dado que ellos tienen en sus manos la iniciativa política en el terreno internacional. Pero esa actitud depende a su vez de las perspectivas del capitalismo. De modo que en mi opinión estamos en el umbral de una formidable ofensiva contra los derechos civiles y las garantías individuales en todos nuestros países. Sé que nadie entre los participantes de esta Conferencia se llama a engaño acerca del carácter hipócrita, falso hasta la médula, de las invocaciones a la democracia y los derechos humanos por parte del gobierno de Estados Unidos en su política exterior.

Estafa e intoxicación ideológicas Cuando las dictaduras militares que cubrieron la geografía latinoamericana se mostraron incapaces de responder al desafío de las masas que reclamaban justicia social y libertades democráticas, el imperialismo que había alentado y en muchos casos directamente impuesto aquellos gobiernos represivos, se calzó el disfraz de demócrata y lanzó una formidable campaña destinada a cooptar ese sentimiento genuino que crecía en el continente. El saldo de esa victoriosa maniobra está a 190


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la vista: la política económica a favor de las transnacionales y las burguesías asociadas, que aplicada por las dictaduras se descargó salvajemente sobre los pueblos latinoamericanos, la misma política que acentuó la regresiva distribución de riquezas a favor de los monopolios, aceleró la centralización de capitales, endeudó a nuestros países y hundió a nuestra gente en una miseria mayor aún de la que sufre secularmente, se continuó aplicando, incluso con rasgos más brutales, mediante los gobiernos constitucionales que reemplazaron a las dictaduras. Transcurrida una década de aplicación exitosa de esta táctica del imperialismo –a la cual la propia Cepal denominó «década perdida», aludiendo al retroceso absoluto en la situación económica del subcontinente– el sentimiento democrático de las masas comienza a dar paso a la frustración general. Y esto coincide con el agravamiento de la crisis económica de los países centrales y la violenta repercusión de ese fenómeno sobre el Tercer Mundo y particularmente sobre América Latina y el Caribe. Allí donde la transición de la dictadura a la democracia burguesa dio lugar a la conformación de fuerzas políticas genuinamente populares con arraigo en las masas, la revelación del carácter fraudulento del discurso democratista de las burguesías y el imperialismo aceleró el desarrollo y afianzamiento de alternativas de carácter antimperialista y socialista a la ofensiva capitalista. El más nítido ejemplo de esto es el Partido dos Trabalhadores de Brasil, que a fines de 1989 rozó la victoria en las elecciones presidenciales llevando como candidato a un obrero metalúrgico que proponía una respuesta socialista a la crisis. Pero en la mayoría de los países –y por una desgraciada combinación de factores que no es el caso tratar aquí– la transición no plasmó en la edificación de fuerzas de masas con programas capaces de responder al desafío desde los intereses de las grandes mayorías y la frustración, el desaliento, la desorganización, comenzaron a crecer en las filas de los trabajadores y las masas populares. Esta dinámica, ya claramente visible en muchos de nuestros países, plantea un peligro que no podría ser exagerado. Precisamente la indiferenciación entre los conceptos de democracia burguesa y democracia de los trabajadores, error que planea sobre buena parte de las organizaciones políticas, militantes e intelectuales sinceramente progresistas, da lugar a que la furia que crece en las masas latinoamericanas contra la brutal expoliación imperialista y la vergonzosa entrega del patrimonio nacional por parte de las burguesías locales, tienda a identificarse con el odio a los regímenes políticos –las democracias burguesas– que aplican esos programas antinacionales, antiobreros y 191


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antipopulares, en lugar de transformarse en odio al sistema capitalista y voluntad de lucha por una sociedad socialista. Ese es el inequívoco, el desesperado mensaje que tratan de transmitir los trabajadores y desocupados –mayoritariamente jóvenes– que en el cordón industrial del Gran Buenos Aires votaron a un coronel involucrado en los crímenes de las fuerzas armadas, cabeza de los intentos de golpe de Estado contra el primer gobierno constitucional luego de la dictadura y líder de un minúsculo partido fundado pocos meses atrás, que el pasado 8 de septiembre obtuvo el 20% de los votos en las barriadas más pobres (referencia a Aldo Rico). Ése es el mensaje que hicieron oír con su pasiva pero estridente aquiescencia las mayorías del pueblo venezolano cuando hace pocas semanas un grupo de militares se levantó contra la política fondomonetarista del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez: si con la bandera de la democracia se superexplota, se hambrea, se entrega el patrimonio y se reprime y si las fuerzas políticas genuinamente democráticas y populares no se ponen a la cabeza de la denuncia y la acción contra esos regímenes, mostrando hasta las últimas consecuencias la diferencia entre la democracia burguesa y la democracia de los trabajadores y encontrando el camino para defender las libertades democráticas sin connivencia alguna con la burguesía y el imperialismo y sin concesiones al chantaje de éstos en torno de las banderas de la democracia, inexorablemente las masas respaldarán a demagogos populistas o directamente fascistas que con ese apoyo dividirán las filas populares, derrocarán a los frágiles gobiernos democrático-burgueses (en muchos casos con la colaboración activa de esos mismos gobiernos) y arrasarán con todas libertades democráticas y los derechos civiles (1). ¡Y este es precisamente el plan estratégico del imperialismo! Pero la condición para que ese curso sea nuevamente exitoso es que las grandes mayorías, el hombre común, los obreros y campesinos, los desocupados y estudiantes, las amas de casas y los ancianos abandonados, no consigan comprender la fundamental diferencia entre democracia burguesa y democracia de los trabajadores.

El papel de Cuba Muchos se preguntan, asombrados, por qué Estados Unidos, 1.- Pocas semanas más tarde, de regreso de Nueva York, el autor pudo conocer en detalle el contenido de aquella rebelión y prestó su apoyo a los insurrectos. A comienzos de 1995, publicó una larga y exhaustiva entrevista al comandante Hugo Chávez en el quincenario El Espejo y ese mismo año reprodujo el discurso de Chávez al visitar por primera vez Cuba, en Crítica de Nuestro Tiempo N° 11.

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supuesto vencedor absoluto de la guerra fría y amo indiscutido del mundo, supuesto arquitecto incontestable de un no menos supuesto Nuevo Orden Internacional, parece obsesionado por derrocar al gobierno de Fidel Castro y acabar con la Revolución Cubana. Es tan grande la desproporción entre el poderío económico, político y militar aplastantes de Estados Unidos y la gravísima situación de Cuba en esta coyuntura internacional, que a primera vista resulta absurdo que los hombres de Washington estén constantemente conspirando y acosando por todos los medios a la minúscula isla, mientras la gran prensa internacional no cesa de anunciar cada semana y para la semana siguiente, desde hace dos años, la caída del gobierno revolucionario. La respuesta a ese aparente contrasentido es que Cuba encarna una democracia diferente. Una democracia que no permite la libertad de los monopolios y de manera inmisericorde clausura los derechos de quienes pretenden implantar allí un sistema como el que está llevando a América Latina a un desastre humano sin precedentes, pero da libre curso al protagonismo de obreros, campesinos, profesionales y estudiantes, jóvenes y viejos, negros y blancos, comunistas o cristianos. No es por los inocultables defectos y limitaciones de la democracia de los trabajadores de Cuba – limitaciones y defectos reconocidos por las propias autoridades y los más destacados intelectuales cubanos– que el imperialismo centra su artillería en la isla, sino precisamente por su virtud esencial, su naturaleza de clase. El colapso del stalinismo revivió y dio nuevo ímpetu al pensamiento original de la revolución cubana y afirmó en sus líderes la convicción de que la profundización de la democracia de los trabajadores es no sólo la mejor sino la única manera de defender la revolución en esta hora crucial en la que debe afrontar, virtualmente sola, la furiosa embestida imperialista. El proceso de Rectificación de Errores y Desviaciones iniciado en 1985 por impulso del propio Fidel Castro, está dando frutos, como quedó demostrado en el reciente Congreso del Partido Comunista de Cuba, donde además de una significativa renovación de cuadros, plasmó en primera instancia la participación del conjunto de la población –adherente o no al partido– en la discusión de los temas que éste debía resolver. No se trata de un proceso acabado. Y resultaría sencillo exponer ejemplos de rasgos copiados a la ex Urss que perviven todavía en el sistema político cubano. Pero justamente lo decisivo es que existe el convencimiento de que el socialismo no puede existir sin la constante profundización y perfeccionamiento de la democracia de los trabajadores. No importa cuántas dificultades deba afrontar ese proceso; lo cierto es 193


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que la participación de obreros y campesinos, de las masas urbanas y rurales en la búsqueda de respuestas efectivas al ahogo económico provocado por el colapso de la Urss y el bloqueo imperialista, así como la participación del conjunto de la población en las tareas militares de defensa frente a la creciente agresión teledirigida desde el Pentágono y el Departamento de Estado, constituyen la máxima expresión del ejercicio democrático de las mayorías. Si un obrero además de elegir a sus dirigentes, controlarlos, cuestionarlos y cambiarlos, puede participar efectivamente en la discusión de las medidas económicas a adoptar frente a la crisis y en la dirección de su fábrica para reorganizar la producción; si además de tener derecho a la libre expresión y garantías para defender posiciones opuestas a las mayoritarias, tiene trabajo, asistencia sanitaria y educación gratuitas; si un pueblo además de elecciones con alternativas reales entre los candidatos, no tiene niños arrojados a la calle, jóvenes desocupados, ancianos desprotegidos, mujeres sometidas y sectores discriminados por su color de piel o sus creencias religiosas; si el ciudadano además de urnas tiene armas a su alcance, la conclusión es que ese pueblo tiene más libertad, más derechos, más plenitud, que el de cualquier país capitalista. Y si las masas del continente, sin excluir al pueblo estadounidense, tienen la oportunidad, asimilarán masivamente esa conclusión. La democracia de los trabajadores vigente en Cuba, que defiende la soberanía nacional, la autodeterminación de su pueblo y el proyecto socialista de sociedad que ya ha alcanzado extraordinarias conquistas sociales y puede exhibir en todos los órdenes la ventaja de ese sistema frente al resto de América Latina, es hoy un modelo de formidable potencia, un ejemplo trascendental frente a la falsa alternativa entre democracia burguesa y gobiernos militares con veleidades antimperialistas. La posibilidad de que ese ejemplo sobreviva y alcance a ser visualizado por las masas del continente precisamente cuando el capitalismo muestra su irremediable tendencia a la crisis y a la eliminación de las libertades democráticas, quita el sueño a los estrategas imperialistas en Washington, pero también en París y Madrid, en Londres y Roma y explica la aparentemente absurda obsesión por ahogar a Cuba y aplastar la revolución. De allí que la defensa de los derechos civiles y las garantías individuales en las democracias burguesas del continente están indisolublemente amarradas a la defensa del derecho de Cuba a la paz, la soberanía y la autodeterminación.

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El liberalismo político, hoy Por otra parte, es preciso asumir que los liberales ya no son un motor de la democracia y no se puede contar con ellos –ni con los regímenes que gobiernan– para extender y profundizar el ejercicio de las libertades y derechos civiles. El papel jugado en esta etapa por liberales como Raúl Alfonsín en Argentina, Ulisses Guimarães en Brasil o Carlos Andrés Pérez en Venezuela, entre otros, constituyen una prueba irrefutable de esa afirmación. Más aún, es preciso asumir que por connivencia con las fuerzas más reaccionarias o por los efectos de las políticas económicas que aplican y defienden, ellos están enteramente en el campo de quienes marchan en dirección a la restricción y finalmente la eliminación de todos los derechos y garantías democráticas para las vastas mayorías de la población. Desde el punto de vista teórico resulta obligada la diferenciación entre democracia burguesa y democracia de los trabajadores y el reconocimiento de que entre una y otra media una revolución. Y no apenas una revolución política, sino una revolución social que cambie la naturaleza del Estado. Desde el punto de vista político, la defensa de las libertades democráticas no puede ir separada de la defensa del patrimonio nacional –saqueado descaradamente por las transnacionales al amparo de las democracias burguesas–, de la oposición al pago de la fraudulenta deuda externa, de la lucha por el pleno empleo, la salud y la educación gratuitas, el salario justo. Es suicida contraponer el supuesto Estado de Derecho al clamor de las masas que sufren las convulsiones de la crisis capitalista y las medidas de ajuste aplicadas por gobiernos constitucionales, sí, pero no democráticos. Del mismo modo que es suicida separar la defensa de la democracia en nuestros países de la defensa incondicional de Cuba frente al bloqueo y la agresión. Se trata por tanto de articular un programa que anude la lucha por las libertades democráticas con la lucha antimperialista, por la soberanía y la justicia social. Pero no bastaría empeñarse en dar vida a ese programa en cada país. En esta etapa histórica de crisis del capitalismo y en esta particular coyuntura internacional, la defensa –tanto más la extensión y profundización– de las libertades democráticas a lo largo del continente, requiere la formulación de un programa de lucha continental contra el imperialismo y una enérgica labor destinada a conformar un bloque antimperialista desde Alaska a Tierra del Fuego que unifique a todos los partidos, instituciones y personalidades comprometidas en los hechos con la defensa de la libertad y la democracia, con el derecho a la soberanía y la autodeterminación de 195


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los pueblos. Sólo una fuerza de esta naturaleza y dimensión podrá gravitar incluso sobre los miles de suboficiales y oficiales jóvenes de las fuerzas armadas de la burguesía que muestran signos de rebelión contra la voracidad fondomonetarista, delineando una política destinada a encolumnarlos en una verdadera lucha antiimperialista que aísle y anule a los núcleos fundamentalistas y ultrareaccionarios que, en caso contrario, serán empujados a volver a ser –con otros ropajes– verdugos del pueblo en función de los intereses del gran capital. Esa fuerza multifacética, plural y abarcadora de las grandes masas latinoamericanas y caribeñas ya está en gestación. Los dos encuentros de partidos del Foro de São Paulo han comenzado a edificar ese frente de lucha contra el enemigo común. Permítanme terminar esta breve exposición con una exhortación a contribuir en el máximo de nuestras capacidades para que ese intento se transforme, cuanto antes, en realidad militante en cada uno de nuestros países. Al imprescindible y fructífero diálogo sobre la democracia aunemos la acción inmediata, enérgica, solidaria, en defensa del derecho a la vida, el derecho a la alimentación y a la vivienda, a la educación y a la salud, el derecho elemental a la dignidad humana que el imperialismo hoy le niega a nuestra gente. Nueva York, febrero de 1992

Conspiración Publicado en la edición N°26; mayo de 2007

Por vías diferentes a las utilizadas en abril de 2002, con otros actores y en escala mayor, la oposición teledirigida desde Washington apronta un nuevo intento por derrocar al presidente Hugo Chávez. Están descartadas la movilización de masas y el putch militar. El fracaso de Manuel Rosales con la marcha a favor de Rctv, el 21 de abril, ratifica lo obvio: la oposición no tiene ya capacidad para convocar a las calles siquiera al 10% de quienes adversan a Chávez. Tampoco cuenta con cuadros militares en condiciones de ensayar una rebelión. Imposible prever con exactitud el camino que adoptarán entonces quienes, acicateados por la Casa Blanca y con intervención directa de la CIA, avanzan en sus planes golpistas. Pero algo es seguro: el imperialismo, sus vástagos en Venezuela y los socios en todo el hemisferio están prontos para actuar según un plan cuyos detalles sólo 196


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conoce un equipo exclusivo del Departamento de Estado. Días atrás el ex vicepresidente José Vicente Rangel adelantó que un centro operativo para una operación contrarrevolucionaria estratégica se ha montado en Santiago de Chile. Desde El Mercurio, el diario que obró como buque enseña de la dictadura pinochetista, se programa una campaña de prensa en la que participarán diarios homólogos de Río de Janeiro, Buenos Aires, Bogotá y Lima. Empresarios preparan una huelga de la prensa venezolana, tomando como excusa el caso Rctv. La cadena hemisférica de medios del capital amplificará ese movimiento. El eje será acusar a Chávez como dictador, que al no renovar la concesión a Rctv comienza a «acallar la prensa libre».

Tras la cortina de humo Ese ruido mediático, avivado por la gira internacional del titular de Rctv, Marcel Granier, es la parte visible y mínima del plan. Ostensiblemente teledirigido por la CIA, Granier en realidad repite a escala mayor su conducta de 2002, cuando precisamente Rctv actuó como centro difusor y organizador del golpe de Estado. Sólo que, esta vez, ya imposibilitado de engañar y arrastrar al ciudadano opositor de su país, cambia de escenario. En el terreno, a cambio del terrorismo mediático de 2002, queda a cargo el terrorismo a secas. Como desde hace cinco años, el centro del plan consiste en asesinar a Chávez. Ante las dificultades que plantea el objetivo están en marcha otras acciones, con capacidad desestabilizadora suficiente, apuntadas a provocar la reacción popular, obligar la réplica del gobierno y justificar la entrada en acción de grupos armados. No se puede descartar que la CIA recurra a acciones terroristas de envergadura. Para eso tiene sembrados grupos de paramilitares colombianos en diferentes puntos del país. Una sucesión de explosiones de escasa magnitud, culminada con el atentado a la embajada de Bolivia el jueves 26 y la detención de uno de los implicados apenas horas después no debería dar lugar a la confusión. El grupo que se atribuyó las acciones es una fantochada y con certeza será rápidamente desmantelado. El verdadero mecanismo terrorista asecha desde las sombras. Este plan sólo puede neutralizarlo la constante y creciente movilización popular, a la que convocó Chávez enfáticamente en su discurso del 13 de abril ante una muchedumbre de cientos de miles de personas. Pero la batalla no está planteada sólo en Venezuela. Más ansiosos incluso que los estrategas imperialistas, sus socios menores al Sur del Río Bravo han tomado una decisión: hay que acabar con la Revolución Bolivariana. 197


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Ya han tomado la decisión Se esforzarán, como es obvio, por minimizar los costos. Pero no cejarán. La causa es transparente: la revolución ingresa en Venezuela en una fase anticapitalista y la onda expansiva de un país de tal envergadura cambiando las relaciones de producción golpeará con la fuerza de un tsunami en toda la región. Nada podrá mantenerse tal como es hoy en ninguno de los países de América Latina y el Caribe. De allí el nerviosismo, la vacilación, los pasos zigzagueantes de algunos gobiernos progresistas de la región: comprenden o al menos intuyen que les resultará imposible sostenerse en posiciones de centro. A término, la polarización es ineludible y la opción socialismo o barbarie pasa a ser una opción política concreta. Por eso es doblemente significativo el resultado de la cumbre en Margarita: pese al temor –o la franca oposición– que plantea la dinámica de la Revolución Socialista Bolivariana, hubo unanimidad para convergir en el parto de la Unión de Naciones Suramericanas. La explicación es menos compleja de lo que se pretende: entre la pared del imperialismo y la espada de Bolívar que, sin retórica, empuñan cada día con mayor decisión más y más pueblos de América Latina, los gobiernos de emergencia que en la región no representan estructuralmente a sus burguesías, aunque acatan sus órdenes en todo aquello que hace a las formas de aumentar la plusvalía y acentuar negativamente su distribución, saben que su propia subsistencia finca en el consenso de mayorías y depende de que no se aparten y opongan al curso revolucionario en Venezuela. Para aquellos presidentes que sí son prolongaciones orgánicas de las clases dominantes, es igualmente imposible oponerse a la convergencia objetiva de los demás: el aislamiento completaría su situación de ahogo estratégico. Sólo el peruano Alan García cambió la cita de Margarita por un besamanos en la Casa Blanca, donde imploró por el TLC. No obstante, envió una carta a Chávez, casi tan melosa como sus declaraciones en Washington. El hecho es que el imperialismo y sus socios han tomado la decisión de salir sin demora al cruce de la oleada revolucionaria en Suramérica, con epicentro en Venezuela. Y no tienen ya otro recurso que la violencia.

Compromiso Es posible detenerlos; neutralizarlos; impedirles la entrada en acción. En Venezuela todo está desplegado, táctica y estratégicamente, con ese objetivo. Falta hacer lo propio del Orinoco al Sur. A falta de verdaderas fuerzas políticas con respaldo de masas que asuman la tarea, es preciso 198


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que la tomen en sus manos quienes pueden llevar la verdad a la opinión pública: periodistas, intelectuales, artistas. Urge denunciar la conspiración. No se trata sólo de la Revolución Socialista Bolivariana. Ahora está a la vista que el capitalismo en crisis es incompatible con la democracia. El disparo apuntado a Chávez, si diera en el blanco, heriría de muerte a los regímenes constitucionales del hemisferio.

Qué elige Argentina Publicado en la edición N°28; julio de 2007

Dos distritos emblemáticos le dieron la espalda al presidente Néstor Kirchner el 24 de junio, en elecciones de segunda vuelta para gobernadores. Una nube de pesimismo –injustificada, dicho sea por adelantado– oscureció el panorama político nacional. En la Capital Federal, rica y sofisticada metrópoli con 2 millones y medio de votantes, Mauricio Macri, representante de la ultraderecha liberal, proveniente del peronismo gobernante en la fatídica década de 1990, aventajó por 22 puntos porcentuales –61 a 39– al hombre puesto por el Presidente para disputar el cargo. En la remota isla del fin del Sur, con menos de 100 mil electores, una mujer de historial progresista le ganó por cinco puntos al candidato oficial. Estos resultados golpean de lleno al Presidente y dan pie a una implacable ofensiva mediática. Kirchner asumió como propia la campaña en la Capital Federal y enfrentó personalmente a Macri.

¿Giro a derecha? Pese a las apariencias, el alegado giro del electorado porteño hacia la derecha no se corresponde con la realidad. El primer y más crudo dato para contrarrestar esa impresión es el nivel de abstención, que llegó al 35%, cifra elevadísima para las pautas locales, donde el sufragio es obligatorio. De los votos emitidos, hubo un 3% blancos y otro 2,8% nulos. Sumados, quienes no votaron o no lo hicieron de manera positiva equivalen al 39,09% del padrón. Así, sobre el total de electores, Macri obtuvo el 35,8% y su contrincante el 25,03%. Pero hay dos factores de mayor relevancia aún: camuflada de democrática, la derecha no se presentó con discurso propio; enfrente, muy pocos identificaron al candidato oficial con la izquierda. Estos resultados –como los registrados en los últimos años– indican 199


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despolitización, ausencia de certezas, plasticidad moral del ciudadano medio. Es sobre la argamasa creada por esos factores por donde avanza el fascismo. Pero no cabe confundir potencia con acto.

Otros resultados En un cuadro de acelerada descomposición y desagregación de todos los partidos, la distancia entre el peso personal de Kirchner y la capacidad electoral de la estructura que lo acompaña es notoria. Aunque resulte paradojal, la misma causa que sustenta su neta preponderancia frente a cualquier rival, es la base de su debilidad. En cuatro años, la organización política creada por el Presidente para los comicios de 2003, el Frente para la Victoria (FPV) pudo atribuirse la victoria lograda con diferentes alianzas en la renovación parcial de ambas Cámaras en 2005, pese al traspié del ex canciller Rafael Bielsa que en la Capital Federal salió tercero con 21%. Pero en ocho elecciones provinciales posteriores, el FPV no ganó ninguna. El caso del referendo en Misiones, en octubre pasado, fue grave porque también allí se involucró directa y personalmente la figura presidencial: el obispo Joaquín Piña, a la cabeza de una coalición progresista superó al gobernador Carlos Rovira por 56,6 contra 43,4%. Antes, también con intervención directa de Kirchner, había sido derrotado el justicialismo al que apoyó en Santiago del Estero: el radical Gerardo Zamora se impuso con el 46,5%. Ya este año, en la constituyente de Corrientes (18/2), al igual que las elecciones para gobernador en Catamarca (11/3), Entre Ríos (18/3) y Río Negro (20/3), el FPV perdió aunque ganaron figuras del justicialismo o de la Unión Cívica Radical aliados al carro vencedor de Kirchner pero crudamente enfrentados con su estructura. Luego el Presidente perdería sin atenuantes ante fuerzas explícitamente enfrentadas con él en Neuquén (3/6), antes de rodar en Buenos Aires y Tierra del Fuego. Sigue un calendario complicado: el 26 de agosto Kirchner obtendrá una victoria en Tucumán. Luego, el 2 de septiembre la suerte se juega en dos provincias clave: Santa Fe y Córdoba. En la primera los pronósticos anuncian la derrota oficialista frente a una alianza del Partido Socialista y la Unión Cívica Radical. En la segunda, Kirchner abandonó a última hora a su hombre más próximo en la provincia, Luis Juez, para aliarse con Juan Schiaretti, candidato del actual gobernador José De la Sota –acérrimo enemigo del Presidente– y ex mano derecha de Domingo Cavallo, el ministro de Economía de los años 1990. El 16 de septiembre Kirchner previsiblemente ganará en Chubut con candidato propio, pero perderá en Chaco ante la UCR. La elección en el resto de las provincias coincide con 200


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el comicio presidencial. Y allí Kirchner cuenta con Buenos Aires, cuyo decisivo peso electoral puede garantizarle la victoria.

Después de octubre Si Kirchner recupera la iniciativa, es improbable que la oposición ultraconservadora, disgregada y sin base de sustentación popular, logre pasar a una segunda vuelta, instancia en la cual podría aspirar a unirse contra Cristina Fernández de Kirchner, hasta ahora candidata presidencial. El problema será gobernar después de octubre. Aunque de manera distorsionada, las advertencias del electorado reflejan cuestiones de fondo irresueltas, que se agudizarán de ahora en adelante. Estados Unidos asecha, presiona y chantajea para sacar a Argentina de la convergencia suramericana. Antiguos y nuevos cuadros políticos respaldados por los grandes medios de difusión ven ahora la oportunidad de dar el zarpazo. Muchos de ellos están aliados al Presidente. En sentido inverso, no menos elocuente es la explosiva reaparición de Sergio Acevedo, figura clave en el primer período del actual gobierno, que con motivo de la prórroga de concesiones petroleras a empresas extranjeras en Santa Cruz y Chubut, sostuvo que «se está profundizando la matriz económica menemista» y anunció su decisión de «dejar de pertenecer al espacio kirchnerista». Este oleaje se agigantará en el próximo período, al margen de los resultados electorales. En medio de esa tormenta Argentina deberá resolver qué destino elige.

Paréntesis Publicado en la edición N°29; agosto de 2007

Por estos días están a la vista las aristas exitosas de un contraataque lanzado por el gobierno estadounidense el año pasado. Esta columna señaló en más de una oportunidad causas y métodos de esa obligada táctica ofensiva del Departamento de Estado, empeñado en contrarrestar una dinámica suramericana que va en detrimento de planes y urgentes necesidades de Washington. El saldo a la fecha está lejos de lo planeado por los estrategas imperiales. No obstante, se hace sentir. En la marcha suramericana se produjo una suerte de compás de espera, fincado en el Mercosur y proyectado a la recién nacida Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). 201


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Negativa de sectores parlamentarios en Brasil y Paraguay a votar la plena integración de Venezuela al Mercosur; agudización de un conflicto artificial entre Argentina y Uruguay; choques comerciales múltiples entre grupos económicos de Brasil y Argentina; decisión brasileña de autorizar nuevas zonas francas… son algunos entre tantos otros mecanismos de freno resultantes en última instancia de dos factores de diferente orden. Uno, propio y estructural, atiende a la lógica de economías basadas en el lucro empresarial y la competencia a todo trance por ventajas comerciales, deriva en choques intergubernamentales. El otro, circunstancial y externo: una panoplia de argucias utilizada por Washington para agravar conflictos latentes y crearlos donde no existan.

Mano invisible Presiones diplomáticas, coacción económica, extorsión individual, amenazas militares, promesas comerciales, operaciones visibles y sobre todo invisibles, constituyen la combinación de palo y zanahoria con la que la Casa Blanca se lanzó a intentar frenar la marcha hacia un Mercosur formateado y Unasur. Una de las armas de esa panoplia está logrando el resultado esperado por el Departamento de Estado: la propuesta de compra de enormes volúmenes de grano para producir biocombustibles en Estados Unidos disparó la codicia de oligarquías terratenientes en el Cono Sur. Con métodos diferentes en cada caso éstas llevaron al extremo las presiones sobre sus respectivos gobiernos e hicieron trastabillar a quienes, por razones políticas o ideológicas (o por desgraciada combinación de ambas), no están en condiciones de hacerles frente. Como no podía ocurrir de otra manera, ese compás de espera fue aprovechado por un tercero: para alarma de Washington, la Unión Europea arremetió en la última cumbre de la Comunidad Andina de Naciones, convertida de hecho en lobby a favor de que el enterrado Alca renazca con otro nombre… en las babeantes fauces transnacionales del viejo continente. Este complejo choque de fuerzas aparece en la superficie como irrupción de conflictos, parálisis –o por lo menos perplejidad, indecisión– en los gobiernos del área. La prensa comercial, desde luego, hurga en la llaga, magnifica, tergiversa y en no pocos casos inventa sin reparos. Bajo la superficie, el hecho es que Suramérica continúa marchando a paso firme en el sentido dominante durante el último quinquenio. Y ha avanzado tanto que arribó a un punto de no retorno: o pide perdón y busca un rinconcito tibio en la geografía anexionista planeada por el 202


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imperialismo, o acelera con destino a la unión política a partir de la cual se planificarán y resolverán las urgencias sociales de la región. Simultáneamente, dentro de ese conjunto hoy entre paréntesis, ha crecido con ímpetu inesperado la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), integrada por Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela. El Alba ya tiene un Consejo de Ministros (un embrión de gobierno conjunto), en cuyas manos está la realización de ambiciosos objetivos sociales ya en marcha y la planificación de líneas de complementación y genuina integración económica. Resalta allí una voluntad común cualitativamente superior a la visible en Unasur, Mercosur y CAN. Otro bloque, con signo contrario, lo constituyen Colombia y Perú, por momentos con participación de Chile. Los países restantes componen un tercer bloque, oscilante. No es de esperar que las 12 naciones suramericanas asuman ya el programa y la conducta del Alba. Tampoco que ese ejemplo vivo pase inadvertido para pueblos acosados por la miseria y la degradación. Por el callejón entre ambos caminos, en los próximos meses se dirimirá la forma y el contenido con los que finalmente tomará cuerpo la convergencia suramericana. Cientos de millones de latinoamericanos-caribeños observan las conductas particulares de cada gobierno frente a presiones, chantajes y maniobras de Washington y de las burguesías locales. En las últimas semanas, porfiadas turbulencias bursátiles recordaron a gobernantes y gobernados el terreno sobre el que reposa el actual cuadro institucional suramericano. Resta saber qué conclusiones saca cada quien.

La proclama de Chávez Publicado en la edición N°30; septiembre de 2007

Siempre parece que se ha llegado al límite en la transgresión a la objetividad de los hechos, a la ética profesional, cuando la prensa comercial internacional ataca al unísono a la Revolución Bolivariana. Pero cada día la frontera se desplaza más allá. No es preciso referirse a un corresponsal de The New York Times que se permite describir al presidente Hugo Chávez como «crazy like a fox» (loco como un zorro). Después de todo, un mercenario enviado por su diario a montar una provocación para ser expulsado y, así, poder mostrar al mundo que en 203


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Venezuela no existe libertad de prensa, es menos significativo que el hecho de que la prensa de mayor gravitación (con la totalidad de los diarios tradicionales en Suramérica haciendo coro), se embarque en una tarea de ocultamiento y tergiversación difícilmente comparable, incluso apelando a los peores excesos en los años de la «guerra fría». La innovadora metáfora de The New York Times (hasta ahora los zorros eran astutos) viene a cuento para explicar lo que el enviado entiende como «extraños métodos y propósitos» del presidente venezolano. Ocurre que son esos métodos y propósitos los que el decano de la prensa estadounidense se empeña en ocultar. Los súbditos del Sur hacen lo mismo, aunque esgrimen una pantalla más estridente: el célebre maletín con dólares incautado a un empresario venezolano, nacionalizado estadounidense, con residencia en Miami, descubierto cuando descendía en Buenos Aires de un avión fletado por Enarsa, la empresa argentina de energía. En el Foro mensual de América XXI en Buenos Aires, un experto en cuestiones energéticas resumió con fina puntería el significado de la campaña de prensa en torno al hecho: «hacen un escándalo y mantienen durante semanas el tema de la maleta con 800 mil dólares, pero no dicen una palabra del saqueo petrolero y minero», señaló Félix Herrero. La suma transfugada anualmente se eleva a 15 mil millones de dólares sólo en concepto de renta de la tierra por la extracción de petróleo. Ahora bien: ésa es la misión de la prensa capitalista en tiempos normales. Pero la modalidad desaforada utilizada hoy en cadena mundial contra Chávez habla con elocuencia de hechos nuevos: la profundización y extensión de la revolución socialista en Venezuela y la alarma –más bien desesperación– del imperialismo y sus lindantes subdesarrollados.

Métodos y propósitos El 15 de agosto Hugo Chávez se tomó cinco horas para exponer ante la Asamblea Nacional su propuesta de Reforma Constitucional. El discurso fue transmitido en cadena a todo el país. Extremar la voluntad pedagógica para exponer ante la sociedad, con todo detalle, un plan estratégico de refundación nacional, respaldando cada proposición con baterías de datos y argumentos, es desde luego un método extraño a los gobernantes capitalistas, que al margen de su generalizada incapacidad para unir más de dos oraciones sin leer los papers de sus asesores, tienen como objetivo mayor precisamente lo inverso: ocultar los planes de las clases dominantes. Pero si el método es extraño para ellos, los propósitos lo son más aún. Porque los 33 artículos que el mandatario propone cambiar de la 204


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Constitución, constituyen un fino, elaborado y arrollador proyecto de desmontaje del Estado capitalista. Eso y nada menos significa la reforma: la revolución. No es un juego de palabras. Es la dialéctica del proceso más radical y consecuente desde la Revolución Cubana, con un rasgo distintivo: no lo precede una guerra ganada por las masas populares. En síntesis, los cambios apuntan a las formas de propiedad y el papel del Estado frente a ellas, institucionaliza el poder popular, rediseña geopolíticamente el territorio nacional, reordena el esquema gubernamental y produce un muy drástico reordenamiento y cambio conceptual en la fuerza armada, que incluirá la actual Reserva como quinto componente y en igualdad de condiciones, con el nombre de Milicia Nacional Bolivariana. ¿Extraña que al imperialismo le extrañe?

Internacional latinoamericana Hay más, sin embargo. De tamaña trascendencia que los zares de la prensa comercial todavía no han asimilado el golpe y, sin reflejos, sólo se limitan a ocultar: el 25 de agosto, ante millares de aspirantes a militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela, Chávez trazó un objetivo de tal osadía que dejó sin habla incluso a connotados escritores que se definen marxistas: dijo que 2008 será el momento de «convocar a una reunión de partidos de izquierda en América Latina y organizar una especie de Internacional, una organización de partidos y movimientos de izquierda de América Latina y del Caribe». Tras años de desatino y cobardía, el extraño propósito de aunar la fuerza de las expresiones más avanzadas de los pueblos latinoamericanos reaparece con la certeza de que a poco andar cobrará vida: «Hay un resurgimiento de la conciencia de los pueblos; deben seguir creciendo los movimientos, líderes y liderazgos de una izquierda nueva, de un proyecto nuevo». Proclamar y llevar a cabo el socialismo y el internacionalismo suena a demencia en las redacciones de los grandes medios y en buena parte de la intelectualidad adosada al poder. Para ellos no cabe duda: Chávez es «loco como un zorro». Los estrategas serios, en cambio, saben de qué se trata. Y preparan en silencio la agresión (la provocación a gran escala contra el gobierno de Evo Morales es sólo la punta del témpano) mientras mandan a sus perros de prensa a ladrar para desviar la atención.

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Bogotá y Caracas entrelazadas por un raro vuelco geopolítico

La guerra o la paz Publicado en la edición N°31; octubre de 2007

Conciencia: fuerzas contrapuestas chocan en silencio por estos días en América Latina. Estados Unidos alienta una guerra que desde Bolivia se expanda a todo el Cono Sur. La Revolución Bolivariana es el punto de apoyo para la búsqueda de la paz en Colombia, desenlace eventual que igualmente gravitaría sobre la región. Es difícil asumir la gravedad del momento y sobre todo las consecuencias que caerían sobre 500 millones de seres humanos si la guerra se impone a la paz. Tomar conciencia de ello, contribuir a que la encrucijada histórica sea comprendida y asumida. He allí la función de la prensa honesta y el genuino periodismo. Dos acontecimientos trascendentales de signo inverso proyectan la coyuntura suramericana en el último tramo de 2007: en el Cono Sur, con epicentro en Bolivia y el intento de secesión del país, Estados Unidos promueve la guerra; en el Norte, después de innumerables fracasos Colombia emprendió el camino hacia la paz recurriendo al único punto posible de apoyo: la Revolución Bolivariana en la figura del presidente Hugo Chávez. Guerra o paz, como horizonte histórico para el continente, cobran así nombre y definición precisa: imperialismo o revolución. Se presentan a la vez con nítido asentamiento geográfico: Bolivia y Colombia. Por razones comprensibles, los medios de difusión masiva han puesto sordina al conflicto que sacude a Bolivia, que si bien está centrado en los avatares de la Asamblea Constituyente, tiene el motor principal en la definición de Washington de impedir el avance de la transformación encabezada por el presidente Evo Morales, apelando al único recurso que le resta: la guerra civil. Los estrategas del Departamento de Estado buscan apoyo en rasgos específicos de la conformación histórica boliviana y su realidad socioeconómica actual, apuntando a la fractura del país con la certeza de que ese paso desataría una conflagración bélica. En los planes de la Casa Blanca, éste sería el factor capaz de quebrar la voluntad de por lo menos un sector del bloque gobernante y la fuerza necesaria para frenar el ímpetu del movimiento de masas encaminado a una revolución socialista. 206


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No terminan allí, sin embargo, los efectos hipotéticos de la estrategia imperialista en el Cono Sur. Un choque social armado en Bolivia constituiría un regalo del cielo para Washington. Paraguay, donde Estados Unidos tiene una base militar emplazada a 400 kilómetros de la frontera boliviana, sería parte inseparable del conflicto. Y éste sería el factor eficiente para intentar frenar el movimiento de masas de definida vocación antimperialista que se está gestando en ese país. Más aún: la fuerza gravitacional de un conflicto de esa naturaleza actuaría ineludiblemente sobre Argentina y, en la misma lógica, alcanzaría a Brasil. No hay que decir que en semejante contexto la dinámica en favor de una radicalización revolucionaria estaría planteada para toda la región. Estados Unidos tendría así argumentos para intervenir directamente y fuerzas sociales pidiendo a gritos su concurso. Sólo en este escenario podría el imperialismo intentar retomar la iniciativa que ha perdido en Suramérica desde hace ocho años. Desde luego es posible alzarse de hombros y considerar estas afirmaciones como resultado de una imaginación enfebrecida, para seguir preocupándose por la cotización del dólar o la cantidad de votos a obtener en tal o cual lugar. Porque una cosa es observar a la distancia la tragedia de la invasión a Irak, admitir que está el mecanismo montado para atacar a Irán, entender que la economía mundial llega al punto de colapso e incluso repetir la consigna «socialismo o barbarie», y otra muy diferente es sacar las conclusiones políticas y estratégicas derivadas de este cuadro de situación. Que lo admita quien quiera. El hecho es que Estados Unidos –con absoluta prescindencia de quién ocupe el sillón en la Casa Blanca– promueve una convulsión de dimensiones dantescas en la región, para que las fuerzas desatadas tiendan a neutralizarse entre sí. Es la doctrina empleada en Irak y desplegada ya para atacar a Irán. Es el único recurso del imperialismo para retomar el control e impedir la emancipación del continente.

Otra vez la Gran Colombia No se requiere un oído demasiado fino para percibir la voz de Bolívar enhebrando la cascada de acontecimientos de las últimas semanas, gestados en torno al canje humanitario de prisioneros del gobierno colombiano y de las Farc, que en incontenible dinámica recogió el mayor anhelo de la sociedad colombiana y en pocos días se transformó en proceso de paz. Visto desde una perspectiva general, es la respuesta a la maniobra 207


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estratégica del imperialismo. Pero en la superficie de los hechos aparece sólo como encadenamiento casual, iniciado por grandes movilizaciones por la paz durante julio y potenciadas por el gesto desesperado del padre de un prisionero de las Farc, el profesor Gustavo Moncayo, denominado por la prensa «Caminante por la Paz», quien emprendió una marcha de 900 kilómetros y ocupó la atención pública durante 46 días, hasta que fue recibido por el presidente Álvaro Uribe el 2 de agosto. A esta altura, los actores visibles del drama estaban movidos por fuerzas que no controlaban y acaso siquiera comprendían: Uribe se vio arrastrado a ceder, hizo el compromiso con el profesor Moncayo de intentar la negociación con las Farc, se vio compelido a recurrir a la senadora opositora Piedad Córdoba para que actuara como facilitadora y, antes de que pudiera tomar cuenta de la dinámica que lo remolcaba, aceptó como mediadora a la única figura con autoridad y fuerza suficientes para cumplir ese papel: Hugo Chávez. ¡Ironías de la historia! ¡El hombre del Opus Dei, Uribe, el portavoz directo de la Casa Blanca en América Latina, corriendo a los brazos de Chávez para salvarse de la cuerda que lo ahoga! La coherencia paga; la historia absuelve y desagravia: ¡cómo refulge ahora la estrategia clásica bolivariana de pensar la política a partir de las nociones de Gran Colombia y unión latinoamericana, en lugar de definirla en función de actores circunstanciales! El escenario continental se dio vuelta ante los ojos desorbitados de los estrategas imperialistas. Mientras el episcopado venezolano, en exacta sintonía con Washington, participa de un nuevo intento opositor para derrocar a Chávez, mientras la cúpula eclesial boliviana suma su arsenal contra Evo Morales, nadie menos que el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Luis Augusto Castro, arrastrado también él por la fuerza que descolocó a Uribe, hizo público el apoyo de la iglesia católica a la mediación: «es muy grande la esperanza que tenemos en la acción del presidente Chávez como quiera que él tiene la puerta abierta en las dos orillas, tanto lo escucha el Gobierno como lo escuchan las Farc y esto es muy importante. Así que queremos manifestarle nuestra admiración por lo que está haciendo y nuestro apoyo», dijo el prelado. Para ese momento el mundo entero se sumaba al respaldo al proceso de paz en Colombia. Al límite de la desesperación, el Departamento de Estado, perdido ya incluso el sentido del ridículo, el 17 de septiembre emitió un comunicado celebrando… ¡el éxito del Plan Colombia! La subsecretaria de Estado 208


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adjunta para asuntos de narcotráfico, Christy McCampbell, no ahorró elogios a los esfuerzos antinarcóticos del gobierno del presidente Álvaro Uribe, explicando que el Plan Colombia, al que Estados Unidos ha aportado alrededor de 5.000 millones de dólares desde 2000, «ha sido absolutamente un éxito y mucho tiene que ver con la ayuda que ha puesto Estados Unidos allí». De paso, acusó a Ecuador de ser base para los barcos que continúan transportando droga, en inequívoco adelanto de lo que proyecta contra la revolución en curso en ese país. Pero, como diría un recordado autor, «la oreja de filisteo asomaba bajo el sombrero de la Sra. McCampbell»: es precisamente el fracaso irreversible del Plan Colombia lo que se traduce en este proceso hacia la paz.

Brusco giro geopolítico La fuerza que domina los acontecimientos, ordena la marcha, sacude a los individuos como hojas secas en un torbellino y sorprende a todos, proviene de una fuente poderosa: la corriente antimperialista que bajo la superficie o a la vista de todos surca América Latina desde el Río Bravo a la Patagonia. Ésa es la energía encarnada y representada por la Revolución Bolivariana. De allí proviene el poder de Chávez. Y allí reside la posibilidad de enfrentar y vencer la estrategia imperialista, que ahora, además de alimentar un conflicto bélico en Bolivia, estará empeñada en impedir el avance hacia la paz en Colombia. La negociación se acerca a momentos decisivos. Ha quedado abierta la posibilidad de que integre también al Ejército de Lieración Nacional (ELN). Reuniones previas entre Chávez y representantes de las Farc deberán llevar a un encuentro entre el presidente venezolano y Manuel Marulanda Vélez. Las dificultades prácticas para esa reunión no requieren explicación. Chávez ofreció un espacio en territorio venezolano como zona de despeje, donde todos los involucrados puedan reunirse para llevar a cabo las negociaciones. Pero las Farc niegan esa posibilidad y Uribe reaccionó como resorte cuando Chávez le solicitó autorización para viajar a Colombia a entrevistar al comandante guerrillero en territorio bajo su control. No es para menos: su frente interno se resquebraja y el ex presidente Andrés Pastrana ya salió al ruedo para disputarle el poder: «el gobierno está legalizando a los narcos», azuza, precisamente a Uribe, empeñado en desconocer el carácter beligerante de las Farc y definirlas como «narcoterroristas». En oportuna entrevista el periódico Semana dispara una ácida pregunta: «¿Se convertirá Chávez en un actor decisivo en la política colombiana?» Pastrana responde: «Si se sigue delegando 209


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el poder presidencial en una rueda suelta, por supuesto que sí». El periodista insiste: «Uribe siempre ha querido aislar internacionalmente a las Farc. Con Chávez metido en este lío, y con el interés que han mostrado por la reunión de él con las Farc tanto el presidente de Francia, como los de Brasil, Ecuador y de Nicaragua ¿no está recuperando la guerrilla el espacio que tenía en el exterior?». Tampoco aquí el ex presidente elude lo obvio: «Sí, claro. Lo está recuperando». Ese dilema se proyecta también al otro extremo del arco político colombiano y ha generado ya una crisis en el Polo Democrático (PD), bloque de izquierdas de notorio crecimiento en el último período: «las declaraciones que ha hecho (el senador Gustavo) Petro en contra de las Farc ponen en riesgo al partido y le hacen un grave daño», declaró el presidente del PD, Carlos Gaviria Díaz. La prensa comercial machaca sobre caliente y desde todos los ángulos busca intervenir en ese debate, con el objetivo de impedir que la revitalización política de las Farc se manifieste en una radicalización de la izquierda no armada, apuntando ya a la posibilidad de que la eventual concreción de la paz replantee por completo el cuadro político colombiano y en las próximas elecciones vuelque la balanza y acabe con el monopolio político de la derecha. Significativamente, el grupo editorial español Planeta acaba de anunciar la compra del diario El Tiempo. En lo que apunta como táctica de emergencia, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU Uribe dijo ver con buenos ojos que una delegación de familiares estadounidenses de prisioneros de las Farc acudiera a entrevistarse con Chávez acompañado de legisladores del Capitolio, subrayando sin embargo que aspiraba a que la misión fuera bipartidista. «Si no puedes vencer a tu enemigo, únetele», parece ser la divisa de última hora de la Casa Blanca, que presumiblemente pasa a actuar contra la perspectiva de paz desde dentro del proceso. Como sea, ya resulta imposible para Washington evitar que Chávez sea visto por el mundo como el gestor de la paz en Colombia. Cientos de millones de dólares despilfarrados para imponer a la opinión pública internacional la imagen del presidente venezolano como dictador guerrerista escurrieron por la alcantarilla en pocas semanas. Desde la perspectiva estricta del gobierno venezolano, ya la misión es un éxito, con prescindencia del desenlace. Pero aquí no está en juego el prestigio de un gobierno y mucho menos la figura de Chávez. Deberían tenerlo en cuenta los partidos políticos, los sindicatos y centrales obreras, las organizaciones sociales, los intelectuales y artistas de todo el continente: es el futuro de paz o guerra para América Latina lo que se dirime en esta prueba de fuerzas. 210


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Reforma Constitucional y Partido revolucionario de masas

Salto al futuro

Publicado en la edición N°32; noviembre de 2007

Delimitación: completada la propuesta de Reforma Constitucional luego de dos meses durante los cuales desde la ciudadanía se recibieron más de seis mil propuestas, transformadas en 34 artículos sumados al texto original de Hugo Chávez, Venezuela vuelve a polarizarse. Consciente de que es un golpe mortal a su hegemonía, la oposición ha vuelto a conspirar y lanzó una ofensiva destinada a desestabilizar al gobierno antes del referéndum del 2 de diciembre próximo. Mientras tanto, la creación del Psuv sumada a la magnitud del salto propuesto por Chávez marca más nítidamente la delimitación entre quienes están resueltos a llevar a las últimas instancias la política revolucionaria, quienes vacilan y aquellos que en la encrucijada han optado por sumarse francamente a la oposición golpista. Fiel a su estilo, el presidente Hugo Chávez anunció que para el año próximo apronta otra «revolución dentro de la revolución». De manera que quienes vayan a votar Sí o No en el referéndum por la reforma constitucional el próximo 2 de diciembre, lo harán con plena conciencia del significado de su voto. «Trabajo en la preparación del Plan Revolución dentro de la Revolución 2008, que se desarrollará una vez se apruebe la Reforma Constitucional. No adelantaré nada, quiero que sepan que trabajo en ese plan, que impulsará el Poder Popular». No era necesaria la advertencia de Chávez para poner en pie de guerra a la oposición. Ya con los 33 artículos de reforma en su propuesta del 15 de agosto (convertidos en 67 por la Asamblea Nacional tras dos meses de difusión y debate en innumerables sesiones de «parlamentarismo de calle»), la burguesía venezolana y, sobre todo, el Departamento de Estado estadounidense, tenían suficientemente claro el dato decisivo de la coyuntura. Con la organización de un partido político de masas y el respaldo de un nuevo marco institucional, Venezuela se apresta a dar un salto al futuro. Tras cortar las amarras con el imperialismo, la Revolución Bolivariana transpone el límite que separa la acumulación de cambios en la distribución de la riqueza, la mayor participación de las mayorías en la vida política, de la aniquilación del Estado capitalista, la transformación de la estructura de propiedad en la producción y la transferencia del poder a manos de las masas. 211


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En la ciencia lógica se denomina «salto cualitativo» al momento en que la acumulación de cantidades produce una transformación en la calidad de un fenómeno. En política, es el asalto al cielo. Sólo que en la Venezuela de hoy no tiene el halo heroico y la forma dramática de otras revoluciones que han marcado la historia humana: hasta ahora, y pese a que no han faltado episodios sangrientos, la virtud sobresaliente de esta revolución es su carácter pacífico. Ninguna virtud, como se sabe, está exenta de vicios. Y en este caso, la singularidad de la Revolución Bolivariana, que además de su plena institucionalidad democrática incluye costados de ineficiencia, ambigüedad y bolsones de corrupción, produce un resultado asombroso: buena parte de los protagonistas de este momento histórico no acaba de comprender que está en medio de una revolución y, en consecuencia, de asumir qué es, de verdad, una revolución.

La reacción Con excepción de limitados círculos, tanto en las filas gubernamentales como en la oposición, no parece primar la conciencia sobre la magnitud de la colisión histórica en curso. Algo así como una venganza de la teoría clásica contra el contorno palpable de la revolución viva. Como quiera que sea, el núcleo de poder en jaque no se equivoca. Sus escasísimas fuerzas están desplegadas en una ofensiva que, excepto por su ausencia de respaldo social, se parece como dos gotas de agua a la escalada que desembocó en el fugaz golpe de Estado del 11 de abril de 2002. Abrir un diario o sintonizar un canal de televisión por estos días produce el efecto de esos olores capaces de transportar a un individuo a través del tiempo: la beligerancia brutal, el descaro para mentir sin parámetros, la concomitancia de conflictos prefabricados, remite a 2002, cuando con el golpe primero y el sabotaje petrolero después, la burguesía creyó estar en el umbral del derrocamiento de Chávez. Nada es semejante, sin embargo. El pasado martes 23 de octubre fue elegido como momento decisivo para la escalada golpista: un paro de transporte, una movilización estudiantil y numerosos comandos dispuestos a provocar disturbios violentos en el momento indicado, debían transformar en lucha de calles la declaración de guerra que tres días antes había emitido la conferencia episcopal venezolana (el misil púrpura), amplificada hasta el paroxismo por la televisión comercial. En la mañana del 23, desde las páginas del diario El Nacional la proclama 212


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golpista tomaba forma de remitido (solicitada, o desplegado, según las costumbres en cada país), a toda página y con letra tamaño catástrofe, firmada por un ex revolucionario devenido ariete del golpismo. «Vamos a tumbar la reforma», es el título del remitido. Pero una reforma no se «tumba»; se impide ganando el referéndum. El verbo revela sin subterfugios los planes opositores: tumbar a Chávez. Semejante consigna corona una edición que, excepto aquellos espacios destinados a publicidad, no tiene otro objetivo que «tumbar la reforma». Los demás diarios y la televisión como vanguardia agitativa, también apostaron todo a la movilización del 23. No podía esperarse un fiasco mayor: no hubo paro de transporte, la marcha estudiantil se reveló tan exigua que ni siquiera fue necesaria la transmisión de imágenes aéreas, oportunamente tomadas por el canal oficial, que la mostraba reducida a menos de dos mil personas; las actitudes violentas de destacamentos incrustados en la marcha acabaron con el tinte pacifista y democrático que se intentó darle a este movimiento estudiantil antes de que se desinflara en junio pasado. Al anochecer del 23, reflejando la frustración de los jóvenes marchistas por la evidencia de desmovilización de aquel movimiento que arrancó con ímpetu en abril, las facciones dirigentes transformaron su balance de la jornada en una batalla campal que ahondó las ya profundas grietas que lo fragmentan. Todavía más elocuente es lo ocurrido al otro lado de la barricada: trabajadores y pequeños empresarios del transporte vieron, en sus respectivos gremios, el fortalecimiento de una corriente alineada con la revolución, mientras el fracaso de la dirigencia golpista pulveriza las estructuras burocráticas asociadas al pasado. Pero sobre todo resaltó el papel del nuevo movimiento estudiantil, alineado con la reforma constitucional, es decir, con la revolución, que desafió al otro movimiento estudiantil en la disputa por la calle y logró una segunda gran victoria ante las masas, cuando la dirección opositora, al ser recibida por autoridades de la Asamblea Nacional, rehuyó nuevamente una confrontación ideológico-política ante las cámaras de televisión y por segunda vez en poco tiempo apareció desvalida frente al ala revolucionario del movimiento estudiantil. No sorprende la conducta huidiza de la dirección universitaria golpista: el documento que entregaron a la Asamblea Nacional explica su oposición a la reforma del artículo 109 porque… le da derecho a voto a los trabajadores no docentes para elegir el gobierno en las universidades! 213


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Confusión Tanta abrumadora victoria fortalece extraordinariamente al gobierno –es más preciso decir Chávez– pero tiene el paradojal efecto de confundir a franjas dirigentes. A unos porque les hace creer que, desde posiciones de semejante prevalencia, es fácil pactar acuerdos favorables con la oposición; a otros porque les desdibuja la fuerza y los verdaderos planes del enemigo. Difícil percibir en este clima la simultaneidad del pujo golpista en Venezuela con los atentados terroristas en Bolivia, el discurso de George Bush amenazando a Cuba, la decisión de destinar 500 millones de dólares para emplazar en el Caribe una réplica del Plan Colombia (obviamente apuntado contra La Habana y Caracas) y, entre otras mil acciones menos visibles, la embestida del ministro de Defensa de Colombia –de visita en Washington– contra el papel de Hugo Chávez en el canje humanitario de prisioneros. La percepción o no de lo que está implícito en esa panoplia, pero tal vez sobre todo la diferente óptica acerca de cómo afronta una revolución tales amenazas, marca diferencias en las propias filas chavistas. Y éstas se suman a las ya reveladas con nitidez en lo que va del año, que arrastraron a la dirigencia del partido Podemos («No Pudimos», lo rebautizó el Presidente) a posiciones idénticas a las de la oposición golpista.

Reforma Constitucional De tal manera, pareciera que para buena parte de los actores dirigentes (no para el pueblo raso, que vibra en otra frecuencia), el referéndum se limitaría a perfeccionar o no una cantidad de artículos. Pero lo que está en juego es votar o no un cuadro institucional para afrontar un salto cualitativo de la Revolución Bolivariana, un escalón notoriamente más alto para la transición, un marco jurídico compatible con el desafío planteado por el imperialismo y sus peones locales en el tablero hemisférico. Desde esta perspectiva, la creación del Psuv es inseparable de la reforma constitucional, y viceversa. Suena lógico, por tanto, que quienes por incomprensión o consciente oposición se negaron a la tarea de construir un partido revolucionario de masas por el socialismo, vacilen o se opongan ahora a la reforma constitucional. Se trata de un salto de tal magnitud que necesariamente produce una conmoción en la conciencia de innumerables cuadros. No sólo por el hecho obvio de que tanto la propuesta original de Chávez como los 34 214


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artículos que sumó la Comisión Mixta de legisladores –tras recoger opiniones de las bases y consideraciones de dirigentes– apuntan al corazón del sistema capitalista. Dos factores concurren además para complicar y eventualmente trabar el proceso de afirmación de antiguos y nuevos cuadros revolucionarios. Uno, la drástica radicalidad –acorde exactamente con las exigencias– de algunos ítems de la reforma. El otro, la inexistencia no ya en Venezuela, sino en América Latina y el mundo, de instrumentos de información, estudio y verdadero debate, que permitan desmenuzar y tratar a fondo temas de una extraordinaria complejidad, sobre todo cuando se trata de remontar una derrota de alcances mundiales en el terreno de la teoría y la política.

Nace un partido original Contra toda expectativa, violando sin pudor las reglas y concepciones de la lógica formal, haciendo camino al andar, el Psuv avanza hacia su consumación como instrumento político de masas para la revolución. En octubre quedó completado el proceso de elección de los delegados al Congreso Fundacional; en noviembre comienzan a sesionar los 1.675 delegados, elegidos en otras tantas Circunscripciones Socialistas (CS), a su vez compuestas por entre 8 y 12 Batallones Socialistas, los cuales a su turno eligieron siete miembros (vocero, suplente y cinco comisionados) para la CS. Las sesiones se prolongarán durante seis meses. Pausa mediante para acometer las tareas planteadas por el referéndum del 2 de diciembre, el Congreso deberá concluir sus deliberaciones el 4 de febrero de 2008, 16 años después de la sublevación comandada por Chávez en 1992. Aunque la realización es dificultosa, el objetivo es que estas tres instancias actúen simultáneamente, en proceso también inédito de intercambio entre bases y delegados para debatir y resolver los documentos esenciales puestos a consideración del Congreso: Declaración de Principios, Programa y Estatutos. Mediante una adecuada combinación de plenario de congresales, reuniones de estos por regiones, e informe y debate del delegado en su circunscripción correspondiente, más el funcionamiento simultáneo de los Batallones Socialistas, se intentará alcanzar en el máximo nivel posible la participación democrática del conjunto. Las más modernas tecnologías de la comunicación coadyuvarán al objetivo de poner la información a disposición de todos y encaminar los debates en ambos sentidos: desde las bases a los delegados y viceversa, quienes podrán apelar a una página en internet, el correo electrónico y la telefonía celular. Ningún recurso técnico podrá evitar que se haga sentir la ausencia 215


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del movimiento obrero como fuerza organizada, gravitando y poniendo su impronta de clase en el funcionamiento de ese conjunto masivo. Del mismo modo, nada puede sortear la ausencia de tradición en organización revolucionaria de masas, a lo que debe sumarse una tradición contraria: la de Acción Democrática, que durante décadas sembró conciencia a través de una metodología al servicio del capital, arraigada estructura política. El hecho crucial de que el impulso para la construcción del Psuv haya provenido de Chávez, para luego articularse mediante funcionarios de diferentes ámbitos del gobierno, también pesará de manera ambivalente en este parto histórico. Hasta ahora, sin embargo, ha prevalecido la dialéctica establecida entre Chávez y los millares de promotores primero, los millones de aspirantes luego y el conjunto de bases y cuadros medios finalmente. Todo eso entrará en ebullición con la realización del Congreso. Y sean cuales sean las falencias del resultado que corporice en febrero, los trabajadores, el conjunto del pueblo –y muy especialmente las juventudes, es decir el país todo, habrán dado un inmenso salto adelante. La reivindicación en palabra y acto de la noción de Partido, a comienzos del siglo XXI y después del traumático derrumbe de aparatos políticos que alguna vez fueron partidos para luego metamorfosearse para su adaptación al sistema capitalista mundial, es probablemente la contribución más trascendente que ha producido hasta el momento la Revolución Bolivariana.

Amenaza Publicado en la edición N°32; noviembre de 2007

Sin alarma, con la serenidad que requieren los momentos difíciles, quienquiera interesado en el curso político del mundo, está obligado a considerar los últimos pasos dados por el puñado de multibillonarios que, a través de la Casa Blanca, condiciona el destino del planeta. Con espacio de apenas 48 horas, el portavoz de esos intereses lanzó ataques desorbitados contra Cuba e Irán. En ambos casos, George Bush amenazó con la guerra. Y lo hizo apenas una semana después de advertirle al presidente ruso Vladimir Putin que su decisión de solidarizarse con Irán llevaría a una tercera guerra mundial. Por razones sobre las cuales ya molesta insistir, la prensa comercial toma y abandona de inmediato estos temas como si se tratase de un 216


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partido de fútbol, cuyo resultado es titular hoy y olvido mañana. Como prolongación de ese juego enajenado, las dirigencias políticas de los más variados signos hace diagnósticos y planes al margen de esa realidad. Cuánto costará la soya el año próximo, se preguntan. Podremos o no usar el maíz como combustible, para contrarrestar el alza incontrolable del petróleo, discuten. Seguirá o no sostenida la demanda de China e India, dudan. Mientras tanto la rotación de la economía, que como la de la Tierra se invierte a la mirada simple del observador para engañarlo con impiadosa ironía, indica sin lugar a la controversia que la ficción del aumento sostenido y estable del comercio mundial se aproxima al abismo de una moneda imperial desmesuradamente sobrevaluada, inexorablemente enrumbada a su adecuación a la verdad económica. Detrás de esa dinámica está el déficit gemelo de Estados Unidos, de dimensiones inabarcables, resultante de su hasta hoy omnipotente capacidad para hacer cuanto necesiten sus clases dominantes al margen de toda racionalidad. No se trata sólo ni principalmente de la incapacidad demente del titular de la Casa Blanca. Quienquiera ocupe ese lugar deberá seguir el mismo camino, a menos que se disponga a proponer y realizar el socialismo en Estados Unidos. Bush llamó a la insurrección a los militares y las fuerzas de seguridad de Cuba. Luego calificó como terrorista a la Guardia Revolucionaria iraní y anunció una batería de sanciones, mientras el Departamento de Estado y el Pentágono discuten modo y momento del ataque masivo contra el país. Los denominados «mercados», ese ente al que se le atribuyen las decisiones de un puñado de grandes fortunas, interpretaron exactamente el lenguaje de Bush y el barril de petróleo se disparó como un cohete. Quien dude del significado de estos escarceos debería leer Plan de ataque, un libro en el que el insospechable Bob Woodward expone minuciosamente los prolegómenos de la invasión a Irak. Como de rayo, Cuba respondió antes de que se completara la traducción del discurso de Bush contra la isla. Bastaría comparar los videos del jefe imperialista con su mirada típica de inteligencia y profundidad mientras lee el teleprompter, con la exposición sin lectura de Felipe Pérez Roque, precisa, completa, aguda, conmovedora, valiente, segura, para saber con certeza dónde está la racionalidad, la inteligencia y el futuro, y dónde lo contrario. Es un ejercicio recomendable a todos, con prescindencia de su definición ideológica: ningún ser pensante puede sentirse cómodo ante tamaña colisión entre imbecilidad e inteligencia. Nadie puede dejar de optar frente a esta alternativa. 217


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También los iraníes respondieron. Anunciaron que estaban en condiciones de responder un ataque imperialista con un contragolpe inicial de 11 mil misiles. Y Mohammed Ali Safari, jefe de la Guardia Revolucionaria condenada por Bush, dijo simplemente que Irán «tiene la fortaleza y el poder de la fe de su gente. A este poder se unen la experiencia y el conocimiento y la tecnología en el campo de la defensa. El enemigo sabe que no se puede cometer error alguno, así que esas palabras (de Bush) son sólo exageraciones. Responderemos a cualquier ataque con un ataque incluso más decisivo». Putin no omitió su participación en esta crisis que la prensa oculta, mostrándola como un juego. Tras haber anunciado que se solidarizaba con el derecho iraní a conocer y utilizar la tecnología atómica, el Presidente ruso volvió sobre otro frente de aguda vigencia: la instalación en Europa de un escudo antimisilístico estadounidense. «En el plano tecnológico la situación es muy semejante a la que dio lugar a la crisis de los misiles en Cuba en los años 1960», explicó. Y agregó: «Acciones análogas de parte de la Unión Soviética cuando desplegó los misiles en el Caribe, provocaron la crisis de Cuba. Tal amenaza está siendo instalada en nuestras fronteras». Simultáneamente, el general Nikolai Solovtsov, comandante de las fuerzas misilísticas rusas, hizo público que Rusia se prepara para emprender en un nivel de mayor eficiencia y velocidad la producción de misiles de corto y mediano alcance (es decir, para ser utilizados en territorio europeo). Es en este contexto que deberían interpretarse las declaraciones recientes de Hugo Chávez en Cuba, donde repitió que su país y la isla antillana tienen «dos gobiernos», o, para que se entienda mejor: que ambos países tienen un solo gobierno. O más aún, que son un solo país ante las amenazas imperialistas. Tiempo atrás, cuando a poco de asumir Evo Morales en Bolivia comenzaron las amenazas de intervencionismo militar estadounidense, Chávez anunció formalmente en el Palacio Quemado, al lado de Evo y frente a las máximas autoridades militares de ambos países, que si Estados Unidos actuara militarmente contra Bolivia «volvería a correr sangre venezolana en estas tierras», en alusión a las guerras de Independencia del siglo XIX. Es comprensible la propensión a imaginar mundos idílicos y tender a alineamientos con posiciones amables, donde los problemas más graves sean la anulación de aranceles, los arreglos financieros y la lucha contra el colesterol. Pero una dirección política seria, responsable, sea del signo que sea, debería tomar en cuenta estos datos elocuentes de la coyuntura mundial. 218


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Luces y sombras en América LLatina atina Publicado en la edición N°33 -34; diciembre de 2007 - enero de 2008

Turbulencias: una fuerza que mueve hacia la unión suramericana y otra que pugna por contrarrestarla. Entre ambas, discurre un momento histórico en el cual Estados Unidos promueve la guerra y Europa busca anestesiar y desviar a los pueblos latinoamericanos. En el segundo semestre de 2007 aparecieron con fuerza los efectos del contraataque estadounidense empeñado en recuperar su primacía. El próximo período se trata de recomponer un frente antimperialista regional con base en los gobiernos dispuestos y los movimientos sociales y políticos comprometidos con ese objetivo. La debacle en que terminó la cumbre iberoamericana repite el colapso del Alca y confirma el sentido general del movimiento en que marcha América Latina. Rara vez el tiempo calendario traza una raya en el devenir de las naciones. Este caso es diferente: el escenario político latinoamericano-caribeño se asoma al noveno año del siglo XXI en medio de conmociones de todo orden y con sólo una previsión segura: tras un septenio de constante avance en detrimento del control estadounidense, el realineamiento de la región ha llegado a un cruce de caminos, del cual no saldrá indemne el sistema de acuerdos y alianzas entre los gobiernos del área. A lo largo de 2007 se manifestaron francamente los dos factores contrarios a la dinámica de unión regional: las contradicciones de burguesías que en cada país buscan maximizar ganancias y la contraofensiva diseñada por el Departamento de Estado. Por la hendidura se coló un tercer actor agazapado: la Unión Europea. Entre esos tres vectores, varios personajes –algunos de ellos presidentes– deambulan en busca de autor. El panorama luce así confuso e incierto. La burguesía brasileña, que fuera el principal factor objetivo en el comienzo de esta dinámica de convergencia, simbolizada en la primera reunión de presidentes suramericanos en el año 2000, se transformó en lo contrario llevada por la lógica irrefrenable de su necesidad de ganancia: los grandes grupos industrial-financieros de Brasil deglutieron empresas y bancos en Argentina, mientras con su conducta comercial depredadora bloquea219


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ron el desarrollo del Mercosur y llegaron a oponerse explícitamente al ingreso pleno de Venezuela a este bloque, contrariando sin disimularlo la voluntad política del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Aquella fuerza centrípeta que en cada país exigió a las clases dominantes medidas defensivas contra la arrolladora voracidad imperialista y en los últimos años transformó el mapa político regional, sigue por supuesto gravitando. Y con mucha potencia. No obstante, al papel de Brasil se sumó la debilidad genética de las burguesías involucradas, su fragmentación interna creciente y la consecuente flaqueza ideológica de sus expresiones políticas. Esto facilitó el intento de contraataque programado desde la Casa Blanca, que desde fines de 2006 combinó coacción económica, anzuelos para ávidas oligarquías escuálidas, conspiraciones diplomáticas y planes de intervención militar indirecta y directa. Ese conjunto se desencadenó en la segunda mitad de 2007 y abrió un paréntesis en la marcha que, con su último aliento, en febrero pasado, hizo que los presidentes –reunidos en la isla Margarita y a instancias de Hugo Chávez– fundaran la Unión de Naciones del Sur (Unasur). Pese al ímpetu inicial, el proyecto unionista quedó inmediatamente paralizado por la eclosión de conflictos cruzados. En enero próximo Unasur debía reunirse en Cartagena, Colombia. La cita se pospuso para marzo, lo que equivale a decir que el conjunto de contradicciones del que depende el curso regional para los próximos años no puede ser siquiera abordado en estas circunstancias.

Escalada regresiva Pocos días después de anunciar el descubrimiento costa afuera de grandes yacimientos petrolíferos, Petrobras informó que desistía de construir el gasoducto del Sur, un proyecto que por su sola gravitación obraría como eje unificador de la región. El 40% de la petrolera brasileña está en manos privadas; y la mayor preocupación de su directorio parece ser la ocupación de espacios en la región e impedir la presencia de Pdvsa. Paralelamente, el descontrolado enfrentamiento entre los gobiernos de Argentina y Uruguay, a causa de la puesta en marcha de una planta finlandesa productora de pasta de papel, ahonda una peligrosa herida entre dos países históricamente unidos, plantea riesgos de impensable irracionalidad y corroe incluso el aspecto meramente comercial del Mercosur, bombardeado además por la oligarquía terrateniente-financiera brasileña, que desde el Senado –y acentuando su disputa con la burguesía industrial paulista– impide el ingreso pleno de Venezuela. 220


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Es en este marco que Estados Unidos exigió y logró el corte abrupto de la mediación de Chávez por el canje humanitario entre el Palacio de Nariño y las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), cuando ésta se encaminaba ya hacia un desenlace exitoso. Más que a impedir el intercambio y liberación de prisioneros, la intención del Departamento de Estado apuntó con esto a romper el tácito pacto de no agresión y colaboración en materia de infraestructura entre los gobiernos de Colombia y Venezuela. Cuando Uribe formalizó el pedido a Chávez para que encarara la mediación, en el mismo acto en el que se inauguraba un proyecto de gasoducto y con la presencia del presidente ecuatoriano Rafael Correa, menos de tres meses atrás, pidió la incorporación de Colombia al Banco del Sur. De manera que con un solo tajo, esta crisis abre una grieta probablemente insanable entre ambos gobierno, bloquea la negociación para que Venezuela retorne a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), obstaculiza la construcción de un gasoducto con destino a Panamá y probablemente clausura el ingreso de Colombia al Banco del Sur. Son otras tantas victorias parciales del contraataque estadounidense para revertir su constante retroceso de ocho años y recuperar la iniciativa política en la región. Pero aun con toda su gravedad, la embestida no alcanza para lograr esos objetivos de la Casa Blanca. Prepara en cambio un terreno favorable al imperialismo para emplear el único instrumento en el que realmente confía: la desestabilización de los gobiernos de Chávez y Evo Morales, las provocaciones armadas en ambos países y, si la estratagema tuviera éxito, la detonación de guerras internas en Bolivia y Venezuela. Eso, y nada menos, es la escalada contra Evo por parte de la oligarquía separatista de Oriente y la operación de alcance mundial que, con motivo del referendo en Venezuela, trata de crear una opinión pública internacional proclive a aceptar que hubo fraude el 2 de diciembre y justificar el inicio de operaciones militares contra el gobierno de Chávez. El panorama no podría ser más claro: la contraparte de la unión suramericana es un derrotero de violencia y guerra.

Cumbre iberoamericana: anécdota y sustancia Es en esta coyuntura crucial para América Latina que se hace presente el tertium datur, la diagonal pretendidamente perfecta entre el guerrerismo de Estados Unidos y los impulsos revolucionarios de ya cinco presidentes de la región: el imperialismo bueno de la Unión 221


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Europea, vehiculizado desde hace años por la denominada Cumbre iberoamericana. Tergiversados por la prensa mundial, los episodios protagonizados por Juan Borbón y el súbdito José Rodríguez merecen ser conocidos en detalle, no por la anécdota, sino por el significado que encierran. En un discurso fuera de agenda, el presidente español no hizo sino reivindicar, sin nombrarla, la fórmula denominada «neoliberalismo». Ante presidentes suramericanos, en este momento histórico eso equivale a mentar la soga en casa del ahorcado. Tras la insólita pretensión de Rodríguez hay sin embargo una lógica consistente. El tal «neoliberalismo» no es sino el conjunto de medidas anticrisis del capitalismo para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia. Y puesto que lejos de ceder, ésta se acentúa, los representantes del gran capital deben inexorablemente tratar de imponer aquella odiosa política. Mientras Rodríguez descargaba su monserga en Santiago, en Wall Street no cesaban los indicios de un terremoto en el sistema monetario internacional. La actuación conjunta y solidaria de Borbón y Rodríguez, a su vez, es la manifestación visible de una alianza estratégica que desde mediados de los 1980 gravita con mucho peso en América Latina: la que une a la socialdemocracia internacional y el Vaticano. El Psoe hoy conducido por Rodríguez fue en tiempos de Felipe González y con el patrocinio del Partido Socialdemócrata Alemán, la clave para que los pueblos de España admitieran la transición del franquismo a la monarquía. Desde el poder, esa función la cumplió el Opus Dei, como instrumento articulador del franquismo para entronizar a un Borbón, incluso birlándole la corona a quien le correspondía: el padre del monarca sin modales. A partir de esa experiencia y tras un siglo de rechazo mutuo, en función de las necesidades del imperialismo europeo las cúpulas de la socialdemocracia y el Vaticano llegaron a acuerdos puntuales para llevar los procesos revolucionarios latinoamericanos hacia «la democracia». Lo que consiguieron pacíficamente en España, lo lograron a hierro y sangre en Nicaragua, con una singular división del trabajo: el Vaticano sirvió de base operativa y respaldo espiritual a las tropas mercenarias de Estados Unidos y la socialdemocracia, enarbolando su condición de progresista, para limar las aristas revolucionarias de nuevas fuerzas políticas latinoamericanas en favor de una perspectiva supuestamente plural y democrática. Esa tenaza, fortalecida por el ingreso del Fsln (Frente Sandinista de Liberación Nacional) a la internacional socialdemócrata, abrió el camino para la victoria estadounidense contra la Revolución sandinista. Pocos años después, apuntalada también por el 222


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Vaticano, la socialdemocracia se apuntaría otro éxito, de inmensa envergadura y proyección: la incorporación a sus filas de la CUT (Central Única de Trabalhadores) y la cooptación del PT (Partido dos Trabalhadores). Cuando Daniel Ortega desmenuzó ante sus pares iberoamericanos las iniquidades cometidas por las transnacionales españolas en su país, estaba mostrándole a América Latina el tremendo error de tomar el camino propuesto por la alianza clerical-socialdemócrata. Las resonantes victorias obtenidas durante un cuarto de siglo por ese matrimonio contra natura, sobre las que apoyaba Rodríguez su golpe de mano, se desmoronaban en ese instante. Rodríguez defendiendo a Aznar y Borbón huyendo humillado ante la denuncia de Ortega fueron la representación plástica de la inviabilidad, en esta coyuntura, de la fórmula exitosa dos décadas atrás. Lula, Tabaré Vázquez y Néstor Kirchner, por intuición certera o mera casualidad, se habían retirado antes del inesperado final de la cumbre y no se vieron frente a la opción imposible de pronunciarse o callar.

Realineamientos A contramano de esa dinámica desagregadora, cuatro países relativamente pequeños, acompañados por otros dos, recorrieron el camino inverso. Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, seguidos de cerca por Ecuador y Haití, ensayaron una forma conceptual y prácticamente diferente de unión, denominada Alba. La Alternativa Bolivariana para las Américas estableció como punto de llegada una confederación de repúblicas, y como criterio para marchar el rechazo al relacionamiento a partir de la búsqueda de ganancias comerciales. El espíritu mercantil que luego de impulsarla frenó la dinámica integradora del Mercosur, fue desechado por el Alba y a la búsqueda de ejes de complementariedad científica, tecnológica y productiva, se sumaron objetivos específicos tales como la guerra sin cuartel al analfabetismo y la atención sanitaria masiva y gratuita para millones de desposeídos de esos y otros países de la región. Mientras tanto, los gobiernos de Colombia y Perú se alinearon indisimuladamente tras la voluntad de Washington, al tiempo que Brasil y Argentina, las dos mayores economías de la región, escoltadas desde diferentes ángulos por Chile, Uruguay y Paraguay, quedaron envueltos en la inercia hacia la diagonal propuesta por la alianza socialdemocracia-vaticano. Observado desde esta óptica, el resultado de la cumbre en Santiago 223


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adquiere una neta significación: es improbable que la Unión Europea recupere la primacía con la que pareció contar el gobierno español al comportarse como si el imperio no hubiese sido derrotado y expulsado de estas tierras hace 200 años. Desde luego, hay espacio para la confusión del rey y su vasallo: dueños del petróleo, las telecomunicaciones, buena parte de la banca, la minería y otros rubros, las transnacionales españolas juegan en varios países suramericanos un papel análogo al de Fernando VII dos siglos atrás: bajo la apariencia de gobiernos independientes, las riquezas de la región vuelven recorrer el camino hacia Madrid, en franca competencia incluso con las exigencias de Washington. Ocurre que esa situación de dependencia, técnicamente denominada neocolonial, amarra las manos de los gobiernos a ella sometida e impide que, en momentos en que se avista el fin de la bonanza coyuntural del último quinquenio –siempre sobre la base de exportar materias primas y ahondar el atraso relativo frente a las metrópolis– resulte posible proyectar, incluso para el corto y mediano plazo, una política capaz de responder a las acuciantes necesidades y exigencias de los pueblos. De tal manera, en particular Brasilia y Buenos Aires no podrán, sea cual sea la voluntad de sus gobiernos, encaminarse simplemente en dirección a Bruselas vía Madrid y abandonar la perspectiva de unión suramericana. El altanero discurso de Rodríguez en Santiago indica, sin espacio para la duda, el contenido de la propuesta europea: consolidar el predominio del capital extranjero, darle «seguridad jurídica» al actual statu quo y garantizar la «cohesión social» para congelar el cuadro de situación que, durante los últimos años, ha dado lugar a la confusión del rey, al punto de hacerle creer que, como en el de Carlos V, en su imperio no se pone el sol. El caso argentino es seguramente el de mayor fragilidad: aceptar que es imposible reestatizar Repsol y Telefónica, o poner en caja al Bbva – como exigió sin vueltas Rodríguez– equivale a resignar los instrumentos básicos para sacar al país de una situación en la que nuevamente aparecen nubarrones cargados de tormenta en el horizonte. En ese cuadro, sea cual sea la voluntad subjetiva del gobierno, un camino de llana subordinación a la socialdemocracia y de oposición a Caracas y el conjunto de países del Alba llevaría a corto plazo, a la ingobernabilidad. Para Chile y Uruguay, aceptar el alineamiento incondicional que piden Washington de su lado y Madrid por el suyo, equivale a una segura crisis de los partidos socialdemócratas que en ambos países articulan las coaliciones gobernantes: el próximo Congreso del Frente Amplio 224


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uruguayo y las turbulencias internas del PS chileno –interpretadas por observadores atentos como el prólogo a una importante fractura– lo cual en el marco social de ambos países llevaría rápidamente a una crisis de gobernabilidad (todo lo contrario, subráyese, de la «cohesión social» esgrimida por la UE y sus acólitos como estrategia política). Paraguay, incluso con prescindencia de lo que enuncie su actual presidente, está ya en camino de la construcción de una fuerza política alternativa que, en caso de no vencer en las elecciones de abril próximo, presumiblemente dará lugar a una fuerza política que pondrá fin a 70 años de unicato Colorado. En cuanto a Brasil, donde el avance de su burguesía corre a la par con el empobrecimiento exponencial de sectores largamente mayoritarios de la población, el PT afronta una coyuntura singular: un eventual intento de reelección de Lula –hoy impedido por la Constitución– requeriría una fuerte apelación a las masas obreras y campesinas, incompatible con la ruptura de la dinámica suramericana y el aumento de la brecha entre ricos y pobres. La otra opción ya está planteada: una coalición de corrientes internas del PT, a la izquierda de la actual conducción, ha elegido ya su candidato presidencial, José Eduardo Cardozo, y reivindica una estrategia más cercana al programa original del partido. Como quiera que el peso de la burguesía brasileña (y la infinita capacidad negociadora de la cultura política en ese país) puede llevar a una reiteración de la experiencia Lula, por todo un período es descartable que Brasil sencillamente rompa con la simbólica Unasur y la muy concreta relación económica y política con Venezuela. El acta que dará nacimiento al Banco del Sur el 9 de diciembre en Buenos Aires, es apenas un indicio del juego de contradicciones que regirá el rumbo de Suramérica.

Lo que vendrá Es por esta porfiada tendencia predominante que Estados Unidos sólo puede confiar en la guerra. El riesgo mayor está precisamente ahora en Bolivia y Venezuela, donde Washington tiene todo emplazado para desatar operaciones militares en busca de la fractura de estos países y la detonación de una conflagración bélica de largo plazo. A poco que los gobernantes del área tengan un mínimo de lucidez política, comprenderán que tal eventualidad rompería la estabilidad en toda la región, instalaría la ingobernabilidad general e inauguraría una situación revolucionaria de Panamá a Tierra del Fuego. Tales condicionamientos gravitan más que la voluntad de un gober225


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nante. El dilema, para la mayoría de ellos, es que su necesidad de paz, incluso desde la óptica más mezquina, el crecimiento económico y la gobernabilidad, implican una política exactamente inversa a la que exigen los centros imperiales, la adopción de medidas económicas que tiendan a recuperar la propiedad, el control y usufructo de las riquezas naturales, la búsqueda de la fuerza en la unidad. Entre estos parámetros discurrirá el futuro inmediato. No es improbable que esa fantochada bianual denominada cumbre iberoamericana desaparezca, en simetría con la volatilización del Alca. Como sea, la debilidad e inconsistencia de los gobiernos que por omisión o aquiescencia fueron a Santiago a programar la cohesión social, requiere que la audaz marcha del Alba sea complementada sin demora por el accionar de fuerzas políticas y sociales que, aunadas a escala latinoamericanocaribeña, cumplan en los restantes países las tareas históricas frente a las cuales retroceden aquellos gobernantes.

La abstención del 44% derrotó la Reforma Constitucional

Un paso atrás

Publicado en la edición N°33 -34; diciembre de 2007 - enero de 2008

No: con el 50,7% en el bloque A y el 51,05 en el B, se impuso la oposición a la Reforma de la Constitución. La palanca determinante de esta inesperada derrota oficial fue la abstención: más de 7 sobre 16 millones de electores. Tres millones de votantes por Hugo Chávez un año atrás no concurrieron esta vez a las urnas. Otra proporción cuantiosa de los beneficiados por la Revolución, tampoco votó. El traspié implica en lo inmediato un frenazo en la marcha de la Revolución Bolivariana. Esto a su vez impactará en las filas chavistas y es presumible que el saldo de ese impacto no será para afirmar un curso conservador, sino lo inverso. Mientras tanto, la oposición está lejos de la homogeneidad necesaria para administrar su magra victoria. Se ahondará la fractura entre quienes pretenderán derrocar a Chávez ya mismo y quienes apostarán al fortalecimiento político en los próximos cinco años. Cuando Hugo Chávez y su gobierno –y la dirección de esta revista– esperaban un salto cualitativo de la Revolución en el tránsito al socialismo, el resultado electoral del 2 de diciembre produjo la primera derrota electoral del Presidente en ocho años y puso el freno en el mismo momento en que debía comenzar la aceleración, cuando el Consejo 226


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Nacional Electoral (CNE) anunciara la segura victoria del Sí a la Reforma Constitucional. En las horas previas a ese demorado anuncio, informes nerviosos indicaban que la prevista ventaja del Sí se esfumaba. Hasta ese momento había sido avalada por pronósticos políticos y encuestas de todo tipo; y anunciada a media tarde como victoria consumada por la agencia de noticias Reuters, el diario El País de España y la cadena de televisión CNN, medios difícilmente catalogables como favorables a Chávez. Entre quienes conocían los datos de esa caída y la eventualidad de una derrota comenzó a repicar el interrogante: ¿qué ocurrió? ¿Error de cálculo? ¿Error de estrategia? ¿Vuelco de la sociedad contra el curso que avaló masiva y crecientemente desde 1998? ¿Por qué dirigentes y observadores experimentados se dejaron engañar con la certeza de una victoria más? Tal vez para adelantarse a la catarata de conclusiones dictadas por el resultado, Chávez dijo en cadena nacional, inmediatamente después del anuncio del CNE: «sepan que no retiro ni una sola coma de esta propuesta. Continúo haciendo la propuesta al pueblo venezolano. Esta propuesta sigue viva, no está muerta».

Causas y efectos Si la mitad de quienes en diciembre pasado votaron a Chávez y esta vez se abstuvieron (es decir, un millón y medio de personas), hubiese repetido su voto, el Sí habría ganado con más distancia de la que pronosticaban las encuestas sólidas. El hecho es que, con certeza rotunda, aunque el momento no sea el más apropiado para afirmarla, no sólo Chávez como dirigente, sino la Revolución como proyecto vivo y a toda marcha, tiene hoy un apoyo social significativamente mayor al que mostró un año atrás. No ya aquellos tres millones, sino por lo menos un millón y medio más de ciudadanos está tocado por los beneficios de la Revolución e involucrado en su desarrollo cotidiano en los más diversos escenarios. ¿Entonces? A la luz de los resultados, es fácil inventariar un conjunto de causas que provocaron la retracción del electorado y restaron el apoyo a la Reforma: la radicalización impulsada por el Presidente y la consecuente fuga de buena parte de la dirigencia que lo acompañó hasta ahora, se complementó con la pasividad en franjas del bloque gobernante y la insuficiencia del aún nonato Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) para reemplazar al mecanismo electoral anterior. Impacto del desabastecimiento parcial de alimentos; ferocidad de la campaña de 227


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mentiras sobre el contenido de la Reforma; rechazo pasivo a la corrupción; y un grado considerable de desmovilización social (contradictoria pero real) en el último año, son otros tantos factores que explican la retracción de esos tres millones de ciudadanos y la omisión de otro millón y medio. Sin embargo, atribuir a esas causas la derrota electoral equivaldría a concluir que es inviable emprender el tránsito al socialismo (porque siempre y en cualquier circunstancia supondrá una mengua importante de aliados), o por lo menos que es inviable hacerlo por la vía institucional empleada hasta ahora por la Revolución Bolivariana. Una respuesta diferente, que no reniega de las decisiones adoptadas y no saca conclusiones derrotistas, apunta en otra dirección: para una elección del carácter de ésta, o para cualquier otro tipo de vía a utilizar con el objetivo de quebrar la espina dorsal del sistema capitalista, es imprescindible una nervadura social y un desarrollo organizativo diferentes al que requiere una elección tradicional. Por razones de arrastre, el Partido Socialista Unido de Venezuela no apeló en la medida necesaria, y con la suficiente energía, a aquella nervadura social y además no llegó a tiempo a la cita del 2 de diciembre. Aquí resalta ante todo la pasividad de la clase obrera como tal y el papel neutro –o francamente negativo– de algunas corrientes que pretenden representarlo. En ese sentido, Chávez quedó solo ante la masa de sus adherentes. No estuvo la mediación organizativa capaz de llevar a cabo la inmensa tarea de explicar, aclarar, persuadir, debatir y, sobre esas bases y sólo sobre ésas, movilizar. No hubo error de cálculo respecto de la inaplazable necesidad de dar el salto, ni de la posibilidad de hacerlo exitosamente. No hubo ni hay un error estratégico (la afirmación de la necesidad de avanzar en la edificación del socialismo). No hay un giro negativo (siempre posible) en la voluntad revolucionaria de las mayorías. Hubo sí, además del déficit señalado, una subestimación del enemigo. Ése del cual se habla pero a menudo no se tiene realmente en cuenta: el imperialismo; que fue capaz desde promover el desabastecimiento, mover sectas religiosas para presentar a Chávez como el anticristo, articular la aparición pública de Raúl Baduel y la ex esposa del Presidente en la jornada electoral, comprar, corromper, envenenar a través de los medios de difusión… Hubo, claro, vacilantes, traidores y desertores, como siempre hay en una revolución que lo es de verdad.

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Nueva fase Aunque con un sentido diferente al esperado, de todos modos la Revolución ha ingresado en una nueva fase del período mayor en el tránsito necesario para dejar atrás el capitalismo. Chávez ha citado más de una vez una frase que se ajusta a esta coyuntura: «a menudo la Revolución, necesita del látigo de la contrarrevolución». No serán latigazos los que falten en los próximos meses. Y tampoco voluntad para seguir tras los objetivos trazados. Chávez citó también a Bolívar, para recordar aquello de que los combatientes bisoños se acobardan ante la primera escaramuza con apariencia de derrota. Hay muchas y muchos combatientes bolivarianos que al contrario de amilanarse o encontrar en este resultado la excusa perfecta para tomar distancia de la Revolución, sacarán las conclusiones correctas para afrontar la inexorable realidad: una revolución no depende de las instituciones del Estado al que enfrenta para vencer. Puede convivir con ellas tanto como el enemigo se lo permita. Pero no rige su direccionalidad, su ritmo, sus definiciones, por un conjunto de leyes escritas por sus enemigos. Todo lo contrario: la revolución hace las leyes que necesita. Como las hacen las clases dominantes para mantenerse como tales. Una conclusión se impone con sencillez: a la Revolución Bolivariana no la vence ésta ni ninguna elección. No fue posible reformar la Constitución por el voto en esta oportunidad. Pero quienes no fueron a votar demorarán menos que un suspiro en comprender que necesitan esos cambios con urgencia. Quienes obtuvieron un punto más y se consideran vencedores, están ante la opción de intentar derrocar a Chávez en las próximas semanas o buscar consolidar una fuerza política que pueda lograrlo a mediano plazo. Las mayorías protagonistas de la Revolución habrán de responder en uno u otro escenario. Para el periodismo que practica América XXI será educativo e inspirador acompañar esa experiencia de cuyo resultado continúa dependiendo el curso de la política latinoamericana. 3 de diciembre; 11hs.

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2008 Retroceder, detenerse o avanzar en pos del socialismo Para la transición al socialismo, un Partido de transición La guerra o la paz Un faro para América Latina Dos derrotas trascendentales para Estados Unidos En Bolivia se juega el futuro Escalada yanqui, respuesta suramericana Civilización Guerra en el Cáucaso Respuestas del Sur frente a la crisis económica mundial Dos caminos frente a la quiebra mundial del capitalismo

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Congreso del Psuv y transición al socialismo

Retroceder etroceder,, detenerse o avanzar Publicado en la edición N° 35; febrero de 2008

Rumbo: impregnada por el debate acerca de las causas que impidieron la Reforma Constitucional para acelerar la marcha al socialismo, en torno al Congreso Fundacional del Psuv se discute en realidad la estrategia de la Revolución Bolivariana. Ese traspié tuvo la virtud de mostrar debilidades y falencias que la sucesión inacabable de éxitos ocultaba. La inédita experiencia democrática en la que más de un millón de personas estudia y debate durante dos meses el contenido, la forma y los caminos de la revolución social producirá cambios profundos en la conciencia de Venezuela e impactará en toda América Latina. A dos meses de la derrota electoral del pasado 2 de diciembre, cuando se puso a votación la Reforma Constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez, se huele en el aire una mezcla de demanda, ofuscación y confusión, con la oposición soñando una vez más en dar la batalla final para derrocar al gobierno, mientras en las filas de la revolución se asimila el golpe y se realinean fuerzas. Como se sabe, la derrota se produjo porque sobre un total de 7,3 millones de electores que en las presidenciales de 2006 apoyaron a Chávez, tres millones no concurrieron a votar un año después, permitiendo que la oposición, con la misma cantidad de votos con la que perdió por lejos en aquella oportunidad, ahora resultara victoriosa. Se entiende entonces que en el amplio arco de fuerzas que apoyan al Gobierno predomine el debate acerca de las causas por las cuales ocurrió este brusco reflujo. La imprevista coyuntura con la que ha chocado la Revolución Bolivariana se entrelaza con un factor que complica al extremo el panorama: este año habrá renovación de alcaldes en 337 municipios y de gobernadores en 24 estados. El Consejo Nacional Electoral ya ha fijado la fecha de elecciones para noviembre próximo. Si bien cuatro semanas han bastado para que en las filas de la oposición se derritiera la euforia inicial, en un caso clásico de transformación de deseos en realidad, sus líderes se disponen a repetir la hazaña y sueñan con recuperar no menos de cinco gobernaciones importantes y varias decenas de alcaldías. Más allá de la falsa percepción de la realidad por parte de los líderes opositores, es cierto que si el Gobierno no lograse 233


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remontar el clima provocado por el resultado de diciembre, efectivamente la oposición tendría chance de ganar elecciones en puntos clave, que le permitirían inmediatamente exigir la renuncia de Chávez y sumir al país en el caos. A eso se lanzan los enemigos de la revolución. La victoria de diciembre obró en los primeros días como fuerza aglutinadora en un conjunto hasta entonces desperdigado y desmoralizado. Pero a poco andar, la confrontación interna volvió a predominar: las candidaturas se disputan a dentelladas y proliferan resquebrajando la unidad que no obstante se proclama como valor principal. A la vez, no faltan quienes persisten en la tesis golpista, seguros de que la vía electoral no puede al cabo darles resultado. Sobrevolando estas fracciones, la única herramienta política opositora realmente existente, el canal Globovisión, arrecia su conducta provocadora, con el objetivo de ganar en río revuelto y acaso con la intención de forzar al Gobierno a tomar una medida punitiva, que permita instalar a escala mundial la idea de que Chávez avanza por el camino de la dictadura.

Causas y efectos Paralelamente, las filas de la revolución asimilan el golpe y buscan el camino para recuperar la iniciativa política. Dos de los problemas sociales que según ciertos análisis pesaron en el resultado electoral fueron atacados de frente por el gobierno: la lucha contra el desabastecimiento alimentario y contra la inseguridad. En la frontera con Colombia se instalaron controles para evitar el contrabando de alimentos que, comprados a precios subsidiados por el Estado y transportados clandestinamente al país vecino, lograban el doble objetivo de producir elevadas ganancias y desabastecer el mercado local, con el consecuente descontento general. Miles de toneladas de mercancías de primera necesidad decomisadas en la frontera y cientos de negocios clausurados en todo el país, a la par de un enérgico plan de reabastecimiento y distribución de alimentos básicos, produjeron un rápido cambio en la situación. Como parte de esta drástica reacción se creó Pdval (PDV Alimento), una nueva empresa estatal para la importación y distribución de alimentos, que como su nombre lo indica, depende de la petrolera estatal y está a cargo del presidente de esa empresa y ministro de Energía, Rafael Ramírez. Pdval complementa a Mercal, instancia también del Estado creada ante una amenaza semejante tras el golpe de 2002, que ahora aumentó de 130 a 170 mil toneladas su capacidad de distribución 234


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mensual de alimentos. En apenas días, el desabastecimiento fue superado. En cuanto a la inseguridad, el nuevo ministro de Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín, implementó un drástico operativo nacional de control, a partir de lo que se ha dado en llamar «inteligencia social», basada en los Consejos Comunales, que apunta a los traficantes de drogas al menudeo y golpea un foco mayor de delincuencia, con resultados contundentes que en apenas un mes han disminuido verticalmente los índices de criminalidad. Sin embargo, pocos creen que en la solución de estos problemas – inexplicablemente postergados y sin duda causantes de buena parte del descontento trasuntado en la abstención– resida la réplica política necesaria. La búsqueda de respuestas de fondo discurre por otros caminos y toma cuerpo en incógnitas por sí mismas elocuentes: para recuperar la iniciativa y retomar el curso positivo ¿es preciso retroceder en las medidas delineadas a lo largo de 2007 y buscar la reconciliación con el arco opositor? ¿basta con poner un freno temporario? ¿o, por el contrario, se requiere una drástica aceleración en pos del socialismo?

Las 3 R y el debate estratégico Luces de alerta se encendieron en los sectores más radicalizados del ancho movimiento que respalda al Gobierno, cuando tras asumir la responsabilidad de la derrota, el presidente Chávez aludió a un error en la velocidad de marcha y a la elección de los tiempos. Simultáneamente se alzaron voces proponiendo la reconciliación, sin definir con exactitud el significado político de ese llamado. Por su parte Chávez lanzó la consigna de las 3 R: Revisión, Rectificación y Reimpulso. Un posterior cambio de gabinete aumentó el temor del flanco izquierdo respecto de un supuesto viraje conservador del Gobierno. Cabe una digresión: durante estos nueve años de impetuoso avance revolucionarios e inmensas conquistas tácticas y estratégicas, la inexistencia de un partido de gobierno y de órganos de prensa propios de la dirección revolucionaria ha instaurado una suerte de cultura del rumor, donde las suposiciones rápidamente se transforman en certezas, defendidas en voz baja pero con la seguridad de las verdades manifiestas. Intriga, subjetivismo y faccionalismo, casi siempre sin fundamento alguno, reemplazan el debate teórico y político, por estos días más necesario que nunca. Los servicios de inteligencia del imperialismo comprendieron la potencia negativa de esa falencia grave y desde hace años se especializaron en el arte de la manipulación, mediante rumores e informaciones falsas, difundidas profusamente desde una cantidad 235


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inverosímil de periódicos y boletines electrónicos, que por supuesto circulan con la mayor libertad. En ausencia de prensa propia, incluso la militancia comprometida con la Revolución Bolivariana acude a ellos para obtener sucedáneos de información. Acaso por obra de esa combinación de debilidad e interferencias han pasado desapercibidos los pasos reales de Chávez, resumidos en las 3 R: además de imprimir velocidad a los problemas de abastecimiento y seguridad, volvió a recorrer poblados, a promover insistentemente el funcionamiento de los Consejos Comunales y a tomar contacto directo con los problemas sociales, como si estuviese en campaña electoral; tomó medidas apenas visibles pero eventualmente de alto impacto, apuntadas a la corrupción financiera; y puso especial énfasis en el Congreso Fundacional del Partido Socialista Unido de Venezuela.

La herramienta política Es en el Congreso Fundacional donde ahora mismo se lleva a cabo el debate. El proceso de selección de delegados y todo el mecanismo de funcionamiento de esta instancia constitutiva partió de un esfuerzo metódico por garantizar la plena participación democrática de la mayor parte de los aspirantes a militantes que ratificaron su voluntad concurriendo regularmente a las reuniones semanales de los Batallones. El Congreso fue inaugurado formalmente el 12 de enero con un discurso de Chávez. A partir de la semana siguiente 1.681 delegadas y delegados, provenientes de otras tantas circunscripciones a su vez compuestas por 12.412 Batallones (el organismo básico del Partido), comenzaron a sesionar sábados y domingos, para concluir el 9 de marzo, reuniéndose cada fin de semana en un estado diferente. Las sesiones del 19 y 20 estuvieron dedicadas al debate de la Declaración de Principios, tomando como punto de partida un anteproyecto elaborado por la Comisión Promotora del Psuv (éste anteproyecto, así como los de Programa y Estatuto, pueden hallarse en www.militantepsuv.org.ve). Antes, los delegados de cada estado habían elegido un representante coordinador; en un breve plenario inicial, la Secretaría Técnica que organizó este proceso puso en manos de los 24 representantes así escogidos la conducción del Congreso hasta su culminación. Luego, los delegados se dividieron en 50 Mesas formadas de manera aleatoria. Al cabo de dos días de intensa y libérrima discusión, cada Mesa emitió un documento que fue presentado y leído en plenario. Luego esos 50 documentos regresaron a la Secretaría Técnica, que los procesó e incorporó lo que creyó adecuado al anteproyecto original. 236


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El documento resultante, junto con la síntesis de las 50 relatorías, vuelve a las circunscripciones y de allí pasa a los Batallones, que deberán validarlo o no y devolverlo al Congreso, que finalmente pondrá a votación el o los textos resultantes de este proceso. Hay, como se ve, un compromiso con la construcción desde las bases. Pese al mecanismo descripto, sería ingenuo suponer que la nueva organización no arrastre en alguna medida los vicios propios de los aparatos electorales en cualquier país del mundo. El Psuv ha sido promovido desde el propio Gobierno y en su edificación participan todas las instancias estatales en manos del oficialismo. Por lo demás, tratándose de un partido de masas, no podría sino traducir la realidad sociopolítica del país, o, para decirlo de otra manera, no podría sino reflejar el formidable salto que han dado las masas en los últimos años, junto con el atraso político del conjunto, los vicios históricos de las formaciones políticas del pasado y, sobre todo, la ausencia militante del movimiento obrero venezolano. Son incontables las denuncias de que tal o cual gobernador o alcalde ha manipulado la elección de voceros y delegados, e incluso ha recurrido a dinero y prebendas para influir en las decisiones antes y durante el Congreso. Sin embargo, aun sin negar un margen de verdad a estas denuncias, es impactante observar el tono de las discusiones en las Mesas –visible además en las relatorías– y en los Plenarios. Allí queda claro que un porcentaje muy elevado de los delegados expresa un sentimiento que viene desde las bases. Y eso es tanto más elocuente cuando en él prevalecen las posiciones extremadamente críticas a gobernadores y alcaldes y la reivindicación de una mecánica democrática para el Congreso. El saldo provisional de todo esto se verá con la definición de los tres documentos fundacionales (Declaración de Principios, Programa y Estatutos), con elección de la Dirección Nacional provisional al final del Congreso y con la mecánica que se adopte para la elección de los candidatos que disputarán las elecciones de alcaldes y gobernadores, verdadero y único objetivo de una cantidad de dirigentes hoy ausentes personalmente en el desarrollo concreto del Congreso Fundacional, pero muy presentes a través de representantes más o menos ocultos y, sobre todo, de la capacidad derivada de su condición de gobernantes.

Panorama antes de la confrontación No sería excesivo afirmar que del resultado de este inédito proceso de edificación de un partido de masas depende la Revolución Bolivariana. 237


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Las elecciones dejan escaso margen de tiempo. En las filas del bolivarianismo hay, como se vio cuando Chávez llamó a construir el Psuv y acelerar por la vía del socialismo, grupos y dirigentes empeñados en consolidar su propio poder y promoverse como sujetos o representantes de una nueva «burguesía nacional»; y existen también sectores marcados por concepciones ideológicas reformistas que sostienen «la revolución por etapas» y, al posponer sin fecha las medidas socialistas, convergen involuntariamente con el sector denominado por el pueblo «boliburguesía». Aunque no de manera explícita y en la mayoría de los casos sin conciencia de ello, el debate en las filas del Psuv en esta coyuntura marcada por la derrota en el referendo, es entre reforma y revolución. Entre los factores barajados para explicar ese traspié no han figurado dos de importancia sobresaliente: además del hecho de que al compás de la bonanza económica y las victorias electorales el movimiento de masas experimentaba un reflujo, tal vez desde antes mismo de las elecciones de 2006, buena parte de las medidas apuntadas a remontar el abismo social hallado nueve años atrás consistió en dar créditos para pequeños emprendimientos, cooperativas y pequeñas empresas. Es inconmensurable la cantidad de recursos destinados a ese fin. Hay dos millones de «nuevos emprendedores» y decenas de miles de cooperativas. La conciencia individual y social que crea esta dinámica económica se contradice con la idea de socialismo. El incentivo a la propiedad privada alienta precisamente aquello que la cultura capitalista introduce en la ideología de los oprimidos. Convenientemente manipulada por la propaganda imperialista, ese nudo ideológico amarró a buena parte de los adherentes a Chávez; no los empujó a las filas enemigas, pero les impidió votar. La campaña opositora presentó la reforma como el fin de la propiedad privada, entendida ésta como la propiedad de la vivienda, de un pequeño comercio, de un automóvil (en esto jugaron un papel especial una cantidad de sectas religiosas sembradas por la CIA). La respuesta fue más que insuficiente. Se confundió primero agitación con propaganda y luego propaganda con publicidad. Había que explicar a millones qué es el socialismo. Y allí se tradujeron las diferencias de quienes no acuerdan con la línea de acción concreta del Presidente y la falta de articulación para defender la propuesta de Chávez. Esto reaparece ahora en el Congreso Fundacional. Hay una batalla de ideas de dimensiones formidables. Hasta el 9 de marzo más de un millón de hombres y mujeres (puede ser hasta un millón y medio) estarán inmersos en la lectura de documentos y textos revolucionarios, 238


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educándose y debatiendo, aprendiendo y enseñando, escogiendo y asumiéndose como portavoces y protagonistas de primera línea en la revolución. Venezuela no será la misma al cabo de esta experiencia. Y el saldo producirá una onda expansiva que alcanzará a toda América Latina.

Culmina el Congreso Fundacional del PSUV

Para la transición al socialismo un PPartido artido de transición Publicado en la edición N°36; marzo de 2008

Histórico: el último tercio del siglo XX mostró en toda América Latina la agonía de grandes partidos que a la vez expresaron y controlaron a las masas populares. Algunos desaparecieron, otros se transfiguraron. Sólo en Brasil ese curso fue remontado con la aparición del Partido dos Trabalhadores, que llegaría finalmente al gobierno, aunque sin cumplir su programa socialista original. El Psuv es una manifestación diferente de ese fenómeno general. Y en términos políticos, incomparablemente más avanzada. Engendrado a partir de la voluntad del Jefe de Estado, expresó sin embargo una necesidad y una voluntad colectiva y recorrió sus instancias fundacionales con singular empeño democrático. Son incontables las asechanzas que lo amenazan desde sus primeros pasos. Y es presumible que en el transcurso de la dura lucha que debe afrontar sufrirá sucesivas y notorias metamorfosis. Pero las definiciones revolucionarias, la voluntad de marchar al socialismo, la participación de masas en debates y resoluciones, inauguran un fenómeno que trasciende fronteras. Venezuela no será la misma después de la fundación del Partido Socialista Unido. Tampoco América Latina. Desde la convocatoria a su fundación, un año atrás, fue motivo de controversia, diatribas y dudas. Sobre todo fue objeto de violentos ataques. Y no es para menos: construir un partido para la revolución socialista, en este momento histórico, va en apariencias contra lo que en inglés se denomina conventional wisdom; noción que alude a un punto entre el sentido común y la opinión general. Por ignorancia o interés, el medioevo contemporáneo –denominado 239


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comunmente posmodernismo– extrapoló la experiencia soviética y llegó a conclusiones rotundas: el socialismo es imposible; la revolución es impensable; el partido es un anacronismo inadmisible. Su lugar lo ocuparon ONGs o, en el mejor de los casos, aparatos estructuralmente antidemocráticos rotulados como «movimientos sociales». Ingentes cantidades de euros provistos por la socialdemocracia alimentaron «movimientos sociales» y estructuras varias con definiciones horizontalistas, definición que vendría a remachar la identificación de verticalismo y Partido; con pareja generosidad, aunque en dólares, otras estructuras similares fueron creadas o cooptadas por la CIA. Con marbetes de izquierda, infaltables teóricos europeos concurrieron para explicar que de ellos en adelante se trataba de «hacer la revolución sin tomar el poder». Todo dislate fue adecuado para soslayar la necesidad de la revolución, la inviabilidad del capitalismo, la exigencia de crear instrumentos adecuados para enfrentar al imperialismo y aláteres, para unir, educar, organizar, dirigir, a millones de hombres y mujeres en lucha contra el sistema agonizante. Faltaba algo, no obstante: la oposición al concepto de Partido de los propios partidos con definiciones de izquierda. Esa omisión quedó resuelta cuando numerosas tendencias revolucionarias se negaron a construir el Psuv.

Temor al futuro Dado ese cuadro general, en Venezuela la verdadera causa de la negativa a la fundación de un partido que unificase a todas las fuerzas comprometidas con la Revolución Bolivariana, estriba sin embargo en otro punto: la reticencia o el temor a afrontar la transición al socialismo. El proceso en curso había llegado al punto de no retorno: revolución socialista o caricatura de revolución. Sorprendería el listado de nombres y organizaciones que abierta o solapadamente se oponen, en los hechos, a menudo como inconsciente acto reflejo, a soltar amarras con el sistema capitalista. Así las cosas, cuando tras obtener apoyo masivo para su reelección con la bandera de la transición al socialismo el presidente Hugo Chávez expuso la necesidad de construir el Partido Socialista Unido de Venezuela, se produjo una múltiple fractura. En primer lugar la que tajó al movimiento de masas de las siglas partidarias que respaldaban al gobierno de Chávez (cinco millones 700 mil personas se inscribieron como aspirantes a militantes del Psuv). En segundo lugar, la que condujo al redil de la oposición proimperialista a segmentos menores del hasta entonces conjunto gobernante (ejemplos notorios fueron el 240


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Partido Podemos, el general Raúl Baduel, más algún oportuno amanuense). En tercer lugar, las hendiduras producidas entre las fuerzas comprometidas con la Revolución que, por diferentes razones, se negaron a emprender la tarea ciclópea de organizar el Partido de masas por el socialismo. Una de esas razones fue la intuición o comprensión de lo que estaba en juego. Falta registrar un cuarto bloque, para nada homogéneo u organizado pero acaso el más significativo en términos numéricos: individuos por regla general de las capas medias, que dieron un paso al costado ante la inminencia de una decisión trascendental: la destrucción del Estado burgués. Todo esto se tradujo en desorden, desarticulación, parálisis, confusión, conductas arbitrarias, en apariencia irracionales pero muy consistentes, en última instancia, con el temor al futuro. La sociedad en general vivió ese momento como muestra de confusión, desorganización, parálisis. El Psuv avanzó a saltos. Pero también sufrió los efectos de ese estado de cosas. Y el enemigo entró por esas grietas con lucidez, determinación y un perfecto aparato para la acción política de masas. Así se llegó al inesperado resultado en el referendo por la Reforma Constitucional: Chávez fue derrotado en las urnas por primera vez.

Dialéctica de lo viejo y lo nuevo En ese punto reaparecieron con vigor las determinaciones del reciente medioevo y se produjo un efecto paradojal, aunque en modo alguno inhabitual en la historia de la lucha de clases: los mismos que retacearon el apoyo a la creación del instrumento sin el cual ya nada podía avanzar en la Revolución Bolivariana, descubrieron las debilidades, falencias y errores de quien lo había propuesto. Catarsis salvadora para dirigencias partidarias y progresismo en general: ahora era posible oponerse a la creación del Partido, negarse a iniciar en los hechos la superación del capitalismo, con abundante argumentación y cargando las culpas en otro. En paralelo, ocurrió el reimpulso en la construcción del Psuv. Un millón 200 mil militantes (uno de cada cinco inscriptos) se embarcaron metódicamente en la tarea. Proporción asombrosa si se entiende que se trata de una definición existencial de tal magnitud como lo es el ingreso a la vida política activa. Esa masa comenzó a reunirse regularmente para estudiar y debatir nociones relegadas durante décadas de reacción. Una formidable batalla de ideas. Una escuela de cuadros de proporciones gigantescas. Desde las bases, con mayor o menor rigor democrático 241


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pero invariablemente con participación de todos los voluntariamente involucrados, se eligieron Delegados y estos dieron vida al Congreso Fundacional durante ocho fines de semana (el último habrá sido el 8 y 9 de marzo). Para entonces habrá votado la Declaración de Principios, el Programa y los Estatutos. Paralelamente a las sesiones de los congresales, el conjunto de la militancia se reunió en sus organismos de base para discutir los mismos documentos y validar –o no– las enmiendas propuestas por los Delegados. En el último fin de semana los Delegados habrán elegido una Dirección provisional. Un paso posterior dará lugar al voto universal de los militantes plenos para escoger la Dirección definitiva. Antes, se habrá resuelto el mecanismo para la selección y elección de candidatos para las elecciones de Alcaldes y Gobernadores en noviembre próximo. No faltaron zancadillas, arbitrariedades e impericias. Una representación tan genuina de la sociedad venezolana no puede sino mostrar sus claroscuros. Lo sorprendente es la neta preponderancia, en las instancias abiertas del Congreso, de representantes genuinos de la voluntad de las bases. Es presumible que tendencias o grupos organizados por ideas o intereses –no siempre compatibles con los propósitos de la Revolución Bolivariana- recuperen el espacio perdido ante la obligada necesidad de respetar criterios democráticos. El saldo, sin embargo, es inequívoco: el proyecto general de marchar hacia el Socialismo del siglo XXI, encarnado en la figura de Chávez, cuenta ahora con una balbuciente pero poderosa fuerza organizada como Partido Revolucionario.

Sin tregua La batalla (de ideas, de métodos, de líneas de acción) no termina con la clausura del Congreso Fundacional. Más bien comienza. Con mayor relieve aún que durante las sesiones del Congreso, de ahora en más se notará la ausencia de quienes teniendo la acumulación de experiencias y conocimientos imprescindibles, omitieron su compromiso. Pero las ideas de la revolución, potenciadas por la voluntad política, producirán milagros. Seguramente el Partido para la transición será a su vez, él mismo, un Partido de transición. Con todo su valor trascendental, los documentos votados por el Congreso quedarán subordinados a una realidad dominada por relaciones de fuerza inmediatas y por la cultura política que confluye en esta construcción. Llevará años de lucha ideológica, política y organizativa forjar una herramienta adecuada y 242


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capaz para construir la nueva sociedad. Esa múltiple batalla se dará simultánea e inseparablemente de la confrontación con el imperialismo y con los enemigos internos de la revolución. No es una predicción de futuro: ocurre ahora mismo, con el desafío imperial de la Exxon Mobil y la furiosa campaña desestabilizadora de la burguesía local. América toda debería poner los ojos en esta inédita experiencia de masas. Y las manos a la obra.

Otra vez, guerra o paz Publicado en la edición N°36; marzo de 2008

Ya estaba en proceso de impresión esta edición, cuando en la mañana del 1 de marzo el Ministro de Defensa de Colombia anunció la «muerte en combate» de Raúl Reyes, uno de los comandantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Juan Manuel Santos admitió que el hecho había ocurrido en territorio ecuatoriano. Esta página debía reproducir una reflexión de Fidel Castro del día 28 de febrero, que había sustituido, a última hora, el análisis habitual de esta sección. Pero fue necesario cambiar por segunda vez en dos días. Significativamente, la columna original llevaba el mismo título que ésta. La diferencia es que, en la sucesión de acontecimientos contradictorios que empujan hacia la guerra o la paz, analizaba un hecho positivo: la liberación de otros cuatro prisioneros de las Farc, entregados en libertad al gobierno venezolano. El inusual cambio de una página que por definición no se ocupa de noticias inmediatas, revela el ritmo de vértigo y la gravedad que ha tomado la crisis regional. Primero los hechos. Con el correr de las horas se comprobó que el presidente Álvaro Uribe le mintió a sabiendas a su par ecuatoriano. No hubo combate en territorio colombiano y un desplazamiento de las acciones hacia el país vecino. Presumiblemente para evitar un cerco de las fuerzas oficiales, las Farc habían transpuesto el río Putumayo internándose 1800 metros al otro lado de la frontera. El propio Correa aseguró en cadena nacional que los cadáveres de los guerrilleros fueron hallados sin ningún rastro de combate en el área y en paños menores; es decir, que fueron atacados, con bombardeos aéreos, mientras dormían. Aseveró además que aviones y helicópteros artillados entraron más de 10 kilómetros y atacaron al campamento desde el Sur. Luego 243


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hubo un segundo asalto. Ingresó otra cuadrilla de helicópteros que esta vez descendieron en el lugar. Sus ocupantes remataron a varios de los heridos y se llevaron a dos de ellos: Raúl Reyes y Julián Conrado, otro comandante de la organización insurgente. La operación dejó 20 muertos y dos guerrilleras heridas. «Fue una masacre», dijo Correa. Luego anunció el desplazamiento de tropas hacia la frontera, la expulsión del embajador colombiano y convocó al Consejo de Seguridad Nacional. El Presidente ecuatoriano subrayó además que la detección del campamento había sido realizada por medios técnicos con ayuda de una potencia extranjera. Reyes utilizó un teléfono satelital. Desde la base estadounidense en Manta, esa llamada fue detectada. Develada la mentira, el gobierno colombiano echó leña al fuego: declaró primero que había actuado en legítima defensa; y a pocas horas de la exposición de Correa, anunció que en la computadora de Reyes se había hallado una carta donde revelaba contactos de las Farc con el gobierno ecuatoriano. Ese mismo domingo 2 de marzo y tras el anuncio de que tropas del ejército colombiano se ubicaban sobre la frontera con Venezuela, el presidente Hugo Chávez se solidarizó con Correa, retiró de Bogotá a todo su personal diplomático, ordenó el desplazamiento de 10 batallones a la frontera y denunció que Estados Unidos está haciendo de Colombia un Israel en América Latina.

Objetivos de la agresión Ya no son pronósticos agoreros. No sólo en áreas remotas del planeta se extiende la sombra ominosa de la guerra. Aunque durante el último año lo oculten quienes debieran estar previniéndolo, aunque por ineptitud lo ignoren o por complicidad lo soslayen las dirigencias políticas, esa amenaza planea hoy sobre el hemisferio americano. La búsqueda del acuerdo humanitario entre guerrilla y gobierno colombiano es un camino de paz; la negativa supone una escalada hacia la guerra. Desde noviembre estaba claro que, empujado por Estados Unidos, Uribe había optado por lo segundo. Las causas están claras. Y no se explican sólo ni principalmente por el conflicto interno de Colombia: empeñado en neutralizar y revertir el movimiento de convergencia suramericano, Washington debía impedir el desarrollo del acuerdo humanitario. El bombardeo a un pelotón de las Farc a escasas horas de la entrega de prisioneros, atenta obviamente contra la continuidad de esa política. Pero la incursión bélica en territorio ecuatoriano va mucho más allá: como mínimo, clava una cuña entre esos tres gobiernos que dificulta y posterga sin fecha el proceso de 244


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convergencia suramericana (en días más tendría lugar en Colombia una cumbre de la Unión de Naciones del Sur, la sede de Unasur está en Ecuador, el más enérgico promotor de esa organización regional es Venezuela). Pero los acontecimientos pueden escapar al control y desencadenar un conflicto bélico entre estos tres países (junto con Panamá la antigua Gran Colombia bolivariana) y fatalmente involucrar al resto de la región, trastocando por completo el proyecto de unión suramericana. De modo que tras la perspectiva de guerra hay intereses inocultables. Como son evidentes las razones para empeñarse en una batalla por la paz: la conformación de un bloque regional que otorgue autonomía al hemisferio y permita realizar planes de integración, genuino desarrollo económico y solución a los dramáticos problemas sociales que aquejan a 400 de los 500 millones de latinoamericanos. En la maraña informativa será útil mantener claros los parámetros de la gravísima coyuntura abierta por la agresión colombiana a Ecuador y el duro golpe asestado a las Farc: el conflicto es entre el imperialismo estadounidense y el conjunto de los países al Sur del Río Bravo; y la opción, para toda el área, es entre la guerra y la paz.

Nace un partido de masas, democrático, antimperialista y anticapitalista Publicado en la edición N°37; abril de 2008

Renacimiento: ignorado por la prensa comercial de todo el mundo, culminó el Congreso Fundacional de un Partido que enlaza la tradición socialista con la realidad suramericana contemporánea y afirma un punto de partida para la región. A contramano de esa conducta de ocultamiento, América XXI completa en esta cobertura un seguimiento paso a paso desde que Hugo Chávez convocó a la formación del Psuv. Un hecho democrático de dimensión histórica culminó el 14 de marzo en Venezuela: la fundación del Psuv. Quien aún tenga dudas sinceras sobre la naturaleza y el rumbo de la Revolución Bolivariana, encontrará en este acontecimiento una prueba inequívoca. 245


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No hay antecedentes para un acto fundacional de estas dimensiones y de pareja participación democrática. América XXI registró paso a paso el transcurso de este parto difícil durante el último año. Ahora han quedado atrás las convocatorias iniciales a decenas de miles de promotores, la inscripción como aspirantes a militantes de 5,8 millones de personas, la formación de los Batallones Socialistas, la elección de voceros, comisionados y finalmente 1681 delegados, responsables de debatir y aprobar una Declaración de Principios, Programa y Estatutos, durante seis sesiones del Congreso a lo largo de ocho fines de semana. Luego toda esa estructura –más de 92 mil personas, en representación de alrededor de 1,2 millones de miembros activos– protagonizaría la elección en segundo grado del órgano máximo de conducción, el 9 de marzo. Cinco días después Hugo Chávez, proclamado presidente del Partido por el Congreso, juramentó la Dirección Nacional. Con la designación de responsabilidades para 15 miembros y otros tantos suplentes, sólo restará la conformación de las direcciones regionales y locales para arribar a la estructuración total de la organización. En rigor, allí comenzará el desafío histórico que afronta esta inédita herramienta política de masas, autodefinida en sus documentos liminares como democrática, antimperialista y anticapitalista. Antes de comenzar su ciclópea tarea, sin embargo, ya ha producido un impacto que va más allá de las fronteras de Venezuela: a la luz pública se produjo un exitoso esfuerzo por gestar desde abajo una organización política de masas, con netas definiciones ideológicas y un contundente programa de acción, con el aporte de millones de personas, a la vista y escrutinio de todos, en el máximo posible de transparencia y participación. Implícito en este complejo mecanismo, está el factor de mayor relevancia para definir el carácter democrático del hecho Psuv: Chávez, receptor del poder delegado voluntaria y fervorosamente por millones de hombres y mujeres, ha querido y ha logrado transferir ese inmenso poder a la única instancia capaz de gestionarlo sana y sostenidamente: un Partido. ¿Hay acaso una prueba mayor de la intencionalidad subjetiva y la dirección objetiva de un proceso político? ¿Para qué edificar una organización, asumir los infinitos problemas que devienen de la participación colectiva? ¿Para qué crear instancias organizadas, altamente politizadas, con cientos de miles de personas introducidas ya en el desconocido y fascinante universo del debate político, donde toda voz debe ser escuchada, la intención ha de basarse en el razonamiento y la decisión en la voluntad mayoritaria? ¿Para qué, si no para democratizar 246


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el poder y, sobre esa base, acelerar por el camino de la revolución? Sin esfuerzo se podrán encontrar fallas y transgresiones a una estricta metodología democrática, así como conductas individuales o grupales apuntadas precisamente a lo contrario del libre protagonismo de las bases. Fraccionalismo, maniobras e intrigas no son patrimonio exclusivo de las izquierdas en otras latitudes. Pero, en primer lugar, esos lunares se pueden hallar con toda facilidad precisamente porque el proceso mismo de construcción partidaria se ha llevado a cabo a la luz pública.

Valores y antivalores Más aún: ciertas conductas burocráticas a menudo no exentas de autoritarismo, el desinterés funcionaril, la falta de empeño en la pulcritud metodológica, la conducta camarillista, entre otros rasgos negativos que sería posible apuntar en este proceso, no son sino la paradojal comprobación de que no pocos de los y las protagonistas de este fenómeno, cargando con una cultura política de arrastre, han sido envueltos e inconscientemente involucrados en un proceso de construcción que los incluye como parte inseparable de la Revolución Bolivariana, destila y utiliza sus capacidades y las pone al servicio de un fin mayor que niega y supera aquellas miserias. El conjunto, movido y guiado desde un centro vital por una clara estrategia de revolución socialista, ha puesto el signo y sobredeterminado el papel de las partes, dando lugar a un círculo virtuoso. Tal vez con el tiempo más de un cuadro activo de este mecanismo descubrirá hasta qué punto ha sido valiosa su participación. El rescate de los valores de cada individuo, la superación de sus debilidades y deformaciones individualistas alimentadas por una sociedad de competencia que entroniza antivalores y mediocridades, es un resultado no menor y prueba irrefutable del carácter genuino de un proceso revolucionario. Se trata de la dinámica exactamente opuesta al proceso que sufren las formaciones partidarias de la burguesía, también experimentado por las sectas sedicentemente revolucionarias, donde las capacidades individuales en lugar de conjugarse se contraponen, en lugar de potenciarse se dividen, en lugar de honrar envilecen. Desde luego, como en todo organismo vivo, el desenlace siempre estará en disputa. En la misma medida en que la historia reaparece constantemente y se reconstituyen conceptos, metodologías y conciencias propios de la sociedad capitalista, el destino de un Partido 247


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revolucionario es inseparable del destino de la revolución misma. Al cabo prevalecerá lo peor o lo mejor de los seres humanos que componen el Psuv según prevalezca, no en Venezuela sino en América Latina y el mundo, la barbarie o el socialismo. Pero temer esa ambivalencia es como temblar ante la vida, es decir, escabullirle a la historia. En este momento histórico de Venezuela, en pleno empeño por llevar adelante la transición del capitalismo al socialismo, el Psuv espeja esa realidad y se constituye en herramienta igualmente transitiva, incorporando los rasgos positivos y negativos de la mayoría social y las vanguardias que ensayan este asalto al cielo.

Rescate histórico Otro rasgo positivo sobresaliente del Psuv y su dialéctica virtuosa, es el rescate de cuadros militantes provenientes de los más diversos intentos de reivindicación social. Los 30 miembros de la Dirección Nacional, en sí misma síntesis de edades, condición social, formación etnocultural y proveniencia política, son apenas una muestra mínima de los miles de cuadros con voluntad y capacidad para asumir posiciones dirigentes a todos los niveles. Instancia de unidad social y política de una mayoría abrumadora compuesta por trabajadores de todos los sectores, campesinos, juventudes, profesionales y pequeños productores del campo y la ciudad, en el marco de un proceso revolucionario, el Psuv ha obrado como fuerza centrípeta conjugando experiencias e individuos de disímiles trayectorias. Aquí también se verifica una dinámica inversa a la que puede constatarse en las filas revolucionarias en otros países, donde fuerzas centrífugas, impulsadas por el retroceso de las ideas revolucionarias en las últimas décadas, causan la constante destrucción de capacidades encarnadas en militantes dispersos. Guerrilleros y militares, jóvenes y veteranos, comunistas y cristianos, revolucionarios y reformistas, entre otras tantas dicotomías que lo son y de manera taxativa en otro cuadro sociopolítico, convergen en Venezuela sobre el único eje que puede dar lugar a semejante agregación en cualquier parte del mundo: la revolución socialista. Se verifica así en los hechos la más osada novedad política en mucho tiempo, realizada por Cuba, esgrimida por el Che, asumida y propulsada por Chávez, en choque frontal con tirios y troyanos y a contracorriente de la opinión predominante en partidos y academias: la vigencia de un programa anticapitalista y de la noción de Partido revolucionario como ejes para la agregación social y la recomposición de fuerzas políticas. 248


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Esta comprobación, que será más nítida y abarcadora en la etapa histórica que ella misma inaugura, golpeará sobre la conciencia y el accionar de decenas de miles de luchadores en todo el continente. Chávez ha adelantado ya su decisión de impulsar la unión internacional de las fuerzas que comprendan y asuman tal estrategia de revolución. Antes incluso de que ese propósito cobre carnadura, el espectro político regional habrá cambiado. En ese sentido, el Psuv es un nuevo y poderosísimo eje gravitacional en América Latina.

Analogías y diferencias Si bien el mecanismo de conformación del Psuv es inédito, se pueden encontrar analogías útiles en la historia regional y mundial. En Argentina, sindicatos obreros en pie de lucha formaron en 1945 el Partido Laborista (PL). En el lapso de dos meses, entre octubre y diciembre, el movimiento sindical se asumió como partido político. En febrero del año siguiente, con Juan Perón como candidato, el PL arrasó a todos los partidos tradicionales (incluidos el PC y PS, que no comprendieron el fenómeno y se sumaron al bloque oligárquicoimperialista), ganó las elecciones y llevó a Perón al poder. Al asumir éste, sin embargo, el 25 de mayo de 1946, ordenó la disolución del Partido. Estos episodios y la resistencia posterior de un sector del PL han quedado sepultados en la memoria, porque la experiencia no sobrevivió, la idea de partido se desdibujó y la lucha contra la reacción burguesaimperialista ocurrió desde entonces con otros parámetros, con los resultados conocidos. Diferente fue el caso en Brasil. Un vigoroso proletariado industrial, tras una oleada de huelgas, dio nacimiento al Partido dos Trabalhadores (PT) en 1980. Luiz Inácio da Silva, Lula, dirigente metalúrgico, fue el vértice de este vertiginoso proceso de organización que en muchos sentidos antecedió como ejemplo de convergencia virtuosa de cuadros y organizaciones revolucionarias con masas obreras y campesinas, también con un programa socialista. Luego de tres fallidos intentos de llegar al gobierno por elecciones (1989, 1994 y 1998), Lula fue finalmente ungido Presidente en 2002. Para arribar a ese punto, el PT fue modificando su programa y, junto con éste, su metodología de funcionamiento. Todo ello plasmaría en el gobierno del PT, que más allá de los diferentes juicios que hoy genera, perdió la potencia de ejemplo y motor que durante el primer período tuvo en toda América Latina. Mucho antes, en otras latitudes, y en un contexto histórico completamente distinto, comenzaron a edificarse los que luego serían 249


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grandes Partidos obreros socialistas en Europa. Un antecedente fue el Partido Cartista (al cual ingresó la organización Fraternal Democrats, dirigida por Marx y Engels). «Que el primer programa de este partido sea confuso e incompleto –decía Engels en relación a la conformación de los partidos socialdemócratas desde los años 1880– es un inconveniente inevitable, pero pasajero. Las masas deben tener tiempo y oportunidad para desarrollarse; y esta oportunidad la tendrán en el momento en que posean un movimiento propio, donde serán impulsados por sus propios errores». Análogos en cuanto a instrumentos de unidad social y política de masas con contenido antimperialista y genéricamente anticapitalista, las diferencias cruciales del Psuv con estos ejemplos residen, por un lado, en la naturaleza de clase; pero también, de manera sobresaliente, en el hecho de que es una organización que no nace para ganar una elección y llegar al poder, sino por impulso del Presidente de un gobierno con una década de ejercicio, desde el seno mismo del Estado en intento de transición y con el objetivo explícito de avanzar más rauda y efectivamente en la construcción del socialismo. A manera de símbolo, en el momento en que se juramentaba a la Dirección Nacional en Caracas, en el Oriente del país, la mayor concentración proletaria en Venezuela mantenía una vigorosa lucha contra la empresa Sidor y sufría el embate de la Guardia Nacional del Estado Bolívar. Más que en otros países suramericanos, en Venezuela, para utilizar la expresión de Marx, existe una importante «clase obrera en sí», pero no una «clase obrera para sí», es decir, con conciencia del lugar que ocupa en la sociedad y la historia. La omisión de las dirigencias sindicales en la construcción del Psuv, fruto del economicismo y la confusión ideológica, se manifestaba así en una contradicción práctica entre la estrategia socialista y los conflictos propios de una sociedad en el umbral de la transición al socialismo. En perspectiva, sólo un proletariado consciente y organizado puede resolver esa contradicción. La labor de constitución de una «clase obrera para sí» es por tanto uno de los principales desafíos para el Psuv. El lugar que finalmente decida ocupar el activo sindical gravitará sobre el curso de los acontecimientos. Hasta el momento, prevalece la omisión y la argumentación con tono de excusa.

Tareas pendientes Durante el período inicial de organización y luego durante el Congreso Fundacional, el Psuv comenzó con un plan de formación 250


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ideológica y política. Un video con varias exposiciones circuló en decenas de miles de copias por los Batallones Socialistas, alentando innumerables sesiones de debate teórico y político, al mismo tiempo que se avanzaba en la experiencia de organizarse. Difícil encontrar una escuela de cuadros de semejantes dimensiones en cualquier antecedente de edificación partidaria. No obstante, la comprensión en el máximo nivel posible del mecanismo de funcionamiento del capitalismo y su diferencia con el socialismo, la educación en historia, economía y política para los casi seis millones de inscriptos con eje en el millón y medio de activos, es una tarea ya señalada y asumida por la dirección partidaria. En el plano de la organización, además de sumar a cientos de miles de aspirantes a las filas activas, el Psuv tiene por delante una difícil tarea de reconocimiento y depuración de sus militantes y simpatizantes organizados. El funcionamiento regular, sistemático, de los BS, será un arduo objetivo durante mucho tiempo. Sobre todo porque ahora está planteada en toda su magnitud la organización del Partido por frentes de trabajo hasta completar y superar la organización territorial. Pero formación política y organización partidaria son funciones de la militancia y ésta deberá desarrollarse desde ya mismo en el marco de una cruda ofensiva estadounidense contra el presidente Chávez y en la coyuntura de una elección para Gobernadores y Alcaldes, en noviembre próximo, que tiene una importancia fuera de lo común para el camino y el ritmo de la Revolución Bolivariana.

Ejemplo para la región Este proceso de edificación partidaria, con la participación de millones, a la vista de todos, con elecciones libérrimas, se llevó a cabo en un ámbito nacional y regional donde los grandes partidos tradicionales están, sin excepción, reducidos al mínimo, burocratizados al máximo, ajenos por completo a la democracia, negados por definición a la participación de quienes eventualmente los votan. La diferencia estriba en naturaleza y objetivos: los anacrónicos aparatos tradicionales representan intereses de las clases dominantes de la región y tienen como objetivo la defensa incondicional de esos intereses. Desde hace décadas decaen sin pausa, pero hasta ahora no han tenido una contrapartida efectiva. La fuerza social en pugna por cambios fue una y otra vez desviada hacia callejones sin salida. El Psuv, que no busca el poder sino, al contrario, transfiere el poder de una persona a una instancia representativa del interés popular, que no busca 251


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el statu quo sino la transformación radical, será inexorablemente un faro para cientos de millones de víctimas de la crisis capitalista en América Latina y el Caribe. Embarcado en una fase superior de su intento de derrocar la Revolución Bolivariana, el imperialismo estadounidense choca de frente con el Psuv. Buscará renovar su alianza de las últimas décadas con los grandes aparatos políticos latinoamericanos. Pero estos, amenazados de muerte por la reacción popular contra ellos, no podrán asociarse abiertamente con la Casa Blanca. Tampoco podrán reeditar caminos diagonales hacia ningún lugar. Su fuerza inercial continuará gravitando por un tiempo. Pero ya se ve en el horizonte la luz del alba.

ExxonMobil y Colombia

Dos derrotas para Estados

trascendentales Unidos

Publicado en la edición N° 37; abril de 2008

Acaso ahora resulte menos arduo comprender y asumir en qué punto está y hacia dónde marcha la política internacional. El inmediato movimiento centrípeto de América Latina para impedir un desenlace bélico en la región, y el consecuente aislamiento sin precedentes de Washington en su propio terreno, la OEA, pintan con trazo claro el momento histórico. En el último año la dinámica de convergencia regional había sido neutralizada. La inexorable competencia entre las burguesías locales, convenientemente azuzada por el Departamento de Estado, había hecho su labor divisionista. Pero cuando Estados Unidos dispuso que el gobierno de Álvaro Uribe atacara territorio ecuatoriano y abatiera al representante de las Farc en la negociación por la paz, el espectro de la guerra, la invasión y la ocupación de mercados por vía militar aunó gobiernos ya lanzados a la búsqueda de negocios bilaterales con el imperialismo –o a punto de hacerlo– y los obligó a ponerle freno a la Casa Blanca. República Dominicana fue el escenario para que un recorte del hemisferio político, el Grupo de Río, permitiera a la vez condenar la agresión colombiana y fugar por la tangente a Álvaro Uribe. Antes y después, la OEA puso a trasluz la relación de fuerzas provocada por la 252


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intentona belicista, no por inestable menos cierta. El fantasma de la guerra pareció esfumarse. Escamoteando la realidad hasta cuando dicen la verdad, los medios atribuyeron el milagro a la posición conciliadora y la habilidad política de Hugo Chávez en Santo Domingo. Así, lo obvio quedó en la penumbra: el inicio de una conflagración que abarcaría a toda la región no se impidió con el gesto concesivo de Chávez, sino con su determinación, una semana antes, de responder con el máximo de fuerza a la amenaza bushuribista sobre la frontera colombo-venezolana, acompañando un movimiento análogo resuelto por el presidente del país agredido, Rafael Correa. Tender la mano desde una posición timorata hubiese sido la luz verde para la inmediata ocupación de territorios supuestamente utilizados por las Farc en Ecuador y Venezuela. Es decir, el inicio de la guerra total. Es verdad que el gesto de Chávez en el Grupo de Río salvó la cara de más de un mandatario escurridizo. Pero desplegar las tropas y no tender la mano hubiese conducido al mismo desenlace, el buscado por el imperialismo, la guerra total. No por nada, simultáneamente, en Bolivia la oligarquía títere llamaba a las armas contra Evo Morales.

Contra Pdvsa También en sincronía con aquella ofensiva, a través de la célebre ExxonMobil, Estados Unidos atacó desde otro flanco: Pdvsa y la recuperación de los yacimientos en la faja del Orinoco. Se trata de mostrar a los levantiscos socios menores del Sur que todo gesto de soberanía lleva a la catástrofe: embargo por 12 mil millones de dólares, incautación de buques petroleros en alta mar, bloqueo de los pagos en todo el mundo… Mejor renovar contratos de entrega y negociar un statu quo, era el mensaje imperial. Aquí, otra vez, la más mínima vacilación hubiese llevado no ya a la reversión de la salida de ExxonMobil de Venezuela, sino llanamente a la caída de Chávez. Pero no hubo dudas. El presidente de Pdvsa y ministro de Energía, Rafael Ramírez, no se limitó a denunciar con toda la fuerza argumental la agresión y el agresor: George Bush. Sin demora impulsó la movilización de los trabajadores petroleros y encabezó la demostración de fuerza obrera ante los ojos del mundo. El resultado es conocido: ante la certeza de que una decisión contraria a la soberanía venezolana no sería aceptada por la Revolución Bolivariana, el Tribunal de Londres al que había recurrido ExxonMobil (usando una prerrogativa infame aceptada por los antiguos dueños de Pdvsa), falló contra la pretensión imperialista. «Una gran victoria moral, 253


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política, económica, técnica y jurídica contra el imperialismo», dijo Chávez en un acto convocado para anunciar el resultado de esta otra gran prueba de fuerza.

¿Pasó el riesgo de guerra? ¿Se rendirá ExxonMobil? La respuesta a estos interrogantes se hallará en los tumultos bursátiles, en la caída de las acciones, en la ahora admitida regresión indetenible de la economía estadounidense y el paulatinamente reconocido impacto que esto tendrá en todo el mundo, con efectos devastadores. No. No habrá tregua. Estados Unidos está empujado a la guerra por la crisis que le atenaza las entrañas. El ensueño de democracias burguesas prósperas propulsadas a soya es eso, una quimera. El trato de igual a igual en términos capitalistas con los centros imperiales es algo peor. Requiere adjetivos más rotundos. De allí la necesidad de interpretar ajustadamente estas dos grandes derrotas de Estados Unidos: ocurrieron por la determinación de quienes han resuelto reconquistar la soberanía por el único camino que el momento histórico permite: la superación del capitalismo. Y por el temor de otros a la furia del amo y el perjuicio que esto acarrearía a sus negocios. La naturaleza misma de este bloque da lugar alternativamente a momentos de fortaleza y debilidad. Venezuela, Bolivia y Ecuador están y seguirán estando bajo fuego del imperialismo. Otros gobiernos sufrirán más y más presiones para apartarlos de ese pelotón de vanguardia, condición previa para el accionar militar. Nunca como hoy ha sido necesaria la unidad de la nación latinoamericana.

En Bolivia se juega el futuro Publicado en la edición N° 38; mayo de 2008

Toda persona consciente debería preocuparse y ocuparse por lo que ocurre en Bolivia. Estados Unidos está a punto de deflagrar allí una guerra que sacudiría a la región y, a poco andar, llevaría a un estado de conmoción y beligerancia a Suramérica entera. La excusa es la autonomía de cuatro departamentos (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija); el instrumento, la oligarquía; los medios, cuerpos 254


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mercenarios financiados, entrenados y comandados por el Departamento de Estado a través de la CIA y otras agencias; el objetivo, fragmentar a Bolivia, detener el proceso revolucionario encabezado por Evo Morales, introducir una cuña de fuego en el Cono Sur y crear las condiciones para atacar luego a Venezuela y Ecuador. Desde el domingo pasado, también Paraguay está amenazado. Estados Unidos necesita la guerra. La economía capitalista ya no puede respirar sin ella. Yerran quienes creen que el empantanamiento del imperialismo en Irak le impide abrir otros frentes de combate. Es a la inversa: sólo les queda huir hacia delante. Pero buscan hacerlo por una diagonal, espejando la línea de acción en Medio Oriente: hallar fisuras objetivas en las formaciones económicas, sociales, étnicas y religiosas; azuzar conflictos latentes; desatar la guerra entre facciones, ponerse sobre ellas y cabalgar sobre la destrucción mutua de pueblos. La diferencia con aquella zona devastada por la invasión, las luchas intestinas y el constante alimento a la guerra (ya los candidatos a suceder a George W. Bush subrayaron su disposición a «arrasar a Irán»), es que en América Latina existe el germen de un centro político continental. Los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia han asumido la necesidad de enfrentar al imperialismo en las condiciones del mundo contemporáneo, es decir, atacando por la raíz al capitalismo. La reunión de emergencia realizada en la madrugada del pasado 23 por Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Carlos Lage en representación de Raúl Castro, y las decisiones allí adoptadas, son indicativos de que ese bloque comienza a actuar como dirección política internacional. Pero no es suficiente. Los Partidos y organizaciones con los que cuentan esos cuatro gobiernos son la vanguardia revolucionaria del continente, pero no alcanzan aún a nuclear y abroquelar al conjunto del activo obrero, campesino, juvenil y popular desde el Bravo a la Patagonia. Ésa es una tarea pendiente. La única vía para llevarla a cabo es que esas vanguardias, en toda su diversidad, encuentren el camino de las grandes mayorías y consigan explicar y persuadir a millones de lo que está tan claro pero a la vez tan oscuro: el imperialismo, las oligarquías que se le subordinan y las posiciones vacilantes que dudan en plantarse con firmeza frente a la Casa Blanca, nos están llevando al abismo de la guerra. Hay que detenerlos. Es preciso sumar voluntades, en el más amplio espectro posible, a partir de la simple comprensión de la amenaza. No se podrá impedir la violencia pidiéndole a Evo, como hace la 255


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OEA, que negocie con los perros de la guerra azuzados por Washington. Se trata de defender incondicionalmente al legítimo gobierno indígena de Bolivia. Y por todos los medios necesarios. Urge convocar reuniones en cada ciudad de América Latina para explicar y debatir esta coyuntura dramática. De esas miles de asambleas deberán surgir acciones de movilización y formas de enlace nacionales y regional. Y estar prontos para enviar delegaciones a La Paz, realizar actos, conciertos, encuentros de todo tipo, en todas partes, con todos y todas quienes entiendan la gravedad del momento y con la única consigna de amarrar las manos asesinas del imperialismo.Buenos Aires, 25 de abril de 2008.

Unasur ratificada y proyectada hacia diferentes destinos posibles

Escalada yanqui respuesta suramericana Publicado en la edición 39; junio de 2008

Victoria: triunfó una vez más la tendencia hacia la convergencia suramericana y quedó así contradicha la escalada de Estados Unidos que desde diferentes ángulos desespera por recuperar la iniciativa y el control sobre la región. Agudas diferencias y debilidades estructurales y subjetivas en los 12 países integrantes de este nuevo actor en la geopolítica mundial inauguran una batalla en múltiples frentes con eje en el combate de las ideas y la necesidad de impedir la política guerrerista de Washington. Es chocante el contraste entre la magnitud histórica del acontecimiento y el silencio de la prensa frente a él: 12 naciones firmaron el 23 de mayo el Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones del Sur (Unasur). Puesto en sordina por los medios de incomunicación, sin embargo, el hecho no se abrió paso hacia la conciencia latinoamericana. No llegó siquiera a la opinión pública regional. "Es el punto de encuentro de los países de nuestra América", dijo Evo Morales, primer presidente pro témpore del bloque y responsable de la redacción del documento. No le falta razón: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela, transgredieron un mandato imperial de siglos y dieron un paso hacia la unidad. 256


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Lula da Silva fue más enfático: «Suramérica adquiere status de actor global (…) estamos superando la inercia, la resistencia que a lo largo de 200 años de vida política independiente impidieron que marcháramos juntos en camino de la integración». A un milímetro de la euforia, el presidente brasileño agregó: «pocos imaginaron que a tan sólo cuatro años estuviésemos concretando una verdadera unión suramericana», dijo, para luego aseverar que Unasur debe marchar hacia «un Banco Central y una moneda únicos». De hecho, la aprobación por unanimidad del Tratado Constitutivo, la formalización de la sede para una secretaría permanente en Quito y de un futuro Parlamento suramericano en Cochabamba, Bolivia, tienen un significado sobresaliente en la coyuntura inmediata: es una respuesta que, en línea de continuidad con la reacción regional en Mar del Plata, en 2005, cuando el presidente George W. Bush quiso imponer el Alca, da forma institucional a la dinámica de convergencia que desde hace ocho años plantó a Suramérica frente a frente con Estados Unidos. Esto es tanto más significativo porque ocurre en el momento culminante de una contraofensiva de Washington, cuando el Departamento de Estado intenta consolidar un cerrojo estratégico sobre el área e iniciar operaciones indirectas de guerra abierta en por lo menos dos países: Bolivia y Venezuela. No es exagerada la presunción de que la ratificación de Unasur en una reunión inusual, donde no se manifestaron públicamente los agudos conflictos desatados en los cuatro últimos meses dentro del mismo bloque, mientras que la postergación de éstas ocurre a su vez por la presión objetiva de ese movimiento centrípeto que se impone sobre las líneas de confrontación interna y afirma un frente contra la Casa Blanca. En este sentido, la reunión de mandatarios en Brasilia resulta en una contundente derrota política de Estados Unidos, prolonga la lógica observada en Lima pocos días antes, cuando se frustró el intento de la Unión Europea de reemplazar a Washington como potencia regente, y supone un realineamiento crucial de fuerzas en detrimento del imperialismo en su conjunto. Allí reside, tal vez, la causa del desinterés de los grandes grupos mediáticos. El gran beneficiario coyuntural de este desplazamiento de posiciones es Brasil, como lo tradujo su Presidente en una conclusión taxativa: «lo que conseguimos es inconmensurable». 257


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Dos pesos, dos medidas Aunque hay razones para medir el paso de Unasur como un hito histórico, acaso Lula fue desbordado por la emoción. «Verdadera unión» es una descripción exagerada, al límite incorrecta, del momento regional plasmado en Brasilia. El choque de fuerzas que desde dentro y fuera de la geografía de los 12 países pugnan a favor y en contra de la dinámica de convergencia prevaleciente en los últimos ocho años, impide todavía la constitución de un bloque geopolítico en condiciones de afrontar la severa crisis que sacude ya la economía mundial. En la interpretación del presidente brasileño, Suramérica «es una región de paz donde florece la democracia (…) la inestabilidad que algunos pretenden ver en nuestro continente es una señal de vida política, ya que no hay democracia sin el pueblo en las calles, sin confrontación de ideas y propuestas». Sin desechar el costado positivo de esta evaluación del momento histórico, cabe completarla con un llamado de atención sobre el significado de dos fenómenos que irrumpieron en lo que va del año. Uno emerge con las amenazas y agresiones militares de Colombia contra países vecinos (y las consecuentes tensiones, sólo circunstancialmente resueltas en la reunión del Grupo de Río, en República Dominicana el 7 de marzo pasado). El otro, de mayor trascendencia si cabe, se manifiesta al Sur del Río Bravo en el comienzo, confusamente expresado todavía, con una oleada de conflictos políticos que pondrán en máxima tensión la capacidad de sobrevivencia de los regímenes vigentes en cada país. La imprevista y muy grave crisis política provocada en Argentina por una sublevación de las clases medias rurales revela fallas estructurales que contradicen la idea de «una región de paz donde florece la democracia», para proyectar un panorama opuesto por el vértice. Porque Argentina está lejos de ser una excepción: lo mismo vale para el creciente malestar en Chile, la ininterrumpida movilización en Perú (donde 111 soldados estadounidenses iniciaron el 31 de mayo el operativo Nuevos Horizontes), el descontento y la huelga en Uruguay, e incluso, en el mismo Brasil; la multitud de conflictos acumulados que avanzan inexorablemente en línea de confrontación con la totalidad del sistema político, todo presidido por una situación que geográficamente no pertenece a Suramérica pero políticamente es inseparable: la agudísima crisis que acosa al régimen mexicano desde todos los flancos. Ese cúmulo de tensiones internas, además, están complementadas por la presión directa del gobierno estadounidense, cuya contraofensiva destinada a neutralizar y revertir la dinámica suramericana comenzó a 258


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mostrar resultados desde la segunda mitad del año pasado y toma cuerpo en dos dimensiones precisas: la multiplicación y paulatina agudización de conflictos internos en cada país y la perspectiva de guerra en puntos definidos que inexorablemente se expandirían hacia el conjunto de la región. Por eso, cobra un significado sobresaliente el énfasis con que Brasil llevó a esa reunión presidencial la idea de un Consejo de Defensa. Tanta amigable coincidencia entre los mandatarios tuvo lugar a expensas precisamente de esa propuesta, retirada de la agenda a último momento.

Una encrucijada y tres propuestas El significado real de la ratificación de Unasur es, por tanto, una extraordinaria respuesta estratégica a la escalada yanqui, a la vez que muestra un cuadro muy lejano a la unión para afrontar las perspectivas de mediano y largo plazo que esa avanzada imperialista supone. Nada más revelador que preguntarse el por qué de la propuesta de un Consejo de Defensa suramericano y, sobre todo, la causa por la cual el ponente de semejante fuera Brasil. Permítase un paréntesis recordatorio. Cuatro años antes de asumir como presidente en Venezuela, cuando la posibilidad de alcanzar ese lugar en 1999 no estaba en los planes de nadie y presumiblemente tampoco en los del propio Hugo Chávez, durante una visita a Argentina, el teniente coronel retirado y recién salido de la cárcel, decía en abril de 1995 en una entrevista con el periódico El Espejo: «Debemos quemar los planes de guerra de las fuerzas armadas. El mariscal Sucre comandó en Ayacucho tropas de quince países –desde México hasta Argentina– Bolívar y San Martín fueron –no en avión, como nosotros ahora, sino a mula y a caballo– hasta Guayaquil, en sus planes de integración. Si esto fuera una sola región, no tendríamos hipótesis de guerra entre nosotros». La única diferencia de aquella lejana toma de posición del opositor proscripto con la del actual Presidente, es que Chávez ha descubierto la distancia entre el concepto integración y la noción de unidad. El título de la nota en el periódico argentino tomaba una expresión del entrevistado: «Manos a la obra para crear en el próximo siglo una Confederación de Estados Latinoamericanos». Pese al considerable salto adelante que implica la transformación de la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN), constituida en diciembre de 2004 en Perú, en Unasur, creada en la Isla de Margarita, Venezuela, en abril de 2007, no se ha avanzado demasiado en la elucidación y resolución de diferencias conceptuales profundas, en 259


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primer lugar la que diferencia una integración económica de una unión política, es decir, con palabras de Chávez, una Confederación de Estados Latinoamericanos. No se trata de saltar etapas. Se trata de fijar un objetivo. Para la burguesía brasileña es del máximo interés impedir que el mercado regional quede bajo la hegemonía y el control de Estados Unidos o, aunque aquí hay bemoles, de la Unión Europea. Pero a poco andar en esa dirección descubre con qué argumentos responde Washington. Por eso, y también para tomar posición como árbitro en la resolución de los ineludibles choques bélicos en la región, como hoy lo hace en Haití, se apresura a buscar una convergencia militar suramericana que por simple ley de gravedad debería hegemonizar. Por eso en las semanas previas a la reunión de Brasilia el ministro de Defensa Nelson Jobim recorrió varias capitales explicando su propuesta. «La intención del Consejo no es formar una alianza militar clásica» argumentó Jobim. «No hay ninguna pretensión operacional, pero sí la posibilidad de integración en entrenamiento y el concepto integral de defensa. En esto nos distanciamos muchísimo del lenguaje de las alianzas clásicas, como la Otan». Si esta línea argumental es de por sí elocuente de la nueva situación regional, más significativo es un punto aclarado por el ministro de Lula: «no tenemos ninguna obligación de pedir licencia a Estados Unidos para hacer esto. Y ellos también entienden nuestra necesidad de alcanzar una integración». En este contexto la idea de integración conlleva una doble proyección estratégica: por un lado, abroquela a Suramérica y se propone defenderla, incluso militarmente, contra Estados Unidos; por el otro, con un agresivo plan de infraestructura que coloca a Iirsa (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana) como centro de gravedad, se propone reafirmar y desarrollar el sistema capitalista regional, lo cual, por descontado, choca frontalmente con las necesidades y los planes de Estados Unidos. Una traducción de Lord Keynes al portuñol trasladada, con escasa creatividad, a la realidad latinoamericana y al mundo contemporáneo. En Brasilia, como antes en otras tantas cumbres, fue ésta la perspectiva que se impuso. Desestimar esta fuerza centrípeta, objetivo contrario a los intereses estadounidenses, no sería prueba de lucidez; tampoco lo sería soslayar los problemas inmediatos y sobre todo de medio y largo plazo que tal estrategia implica. La nula participación de Argentina en el cónclave de Brasilia no se explica principalmente por problemas internos de ese país ni por causas 260


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subjetivas, sino ante todo por las contradicciones que supone para burguesías menores de la región el agresivo avance de Brasil. Ya el Mercosur ha sido poco menos que vaciado por ese conflicto sordo. Resta incluso comprobar si en los próximos pasos Itamaraty se empeñará en sacarlo de terapia intensiva o simplemente optará por desconectar el tubo de oxígeno que malamente lo sostiene. Si ocurriese esto último para dar mayor relevancia a Unasur, sería sin duda un paso adelante, que no obstante sólo ampliaría el problema al cambiar el escenario del conflicto estructural. No se debería subestimar el significado de que en el mismo momento en que se llevaba a cabo la discusión preparatoria del Consejo de Defensa suramericano, y en coincidencia con la proliferación de actos de guerra de Colombia contra Ecuador y Venezuela, así como al interior de Bolivia, el gobierno argentino se empeñara en maniobras conjuntas con la fuerza naval de Estados Unidos en aguas territoriales. En efecto, a comienzos de mayo pasado la fuerza naval argentina se montó al portaaviones a propulsión nuclear George Washington, verdadera base militar de 300 metros de largo y 97 mil toneladas, para prepararse contra lo que el jefe de la flota estadounidense, Philip Cullum, definió como «cooperación entre ambas fuerzas contra el terrorismo, el tráfico de drogas y de personas y la piratería». La sonrisa de Earl Wayne, embajador de Washington en Buenos Aires, cuando declaraba que «es muy útil para los pilotos estar cara a cara con sus pares e intercambiar experiencias» parecía dedicada al ministro Jobim. Además del portaaviones atómico y su poderosa dotación aérea con cazas de ataque F-18 Hornets y Super Hornets, Estados Unidos envió la fragata Kaufman y el guardacostas Northland; por el país anfitrión intervinieron la corbeta Guerrico, el destructor La Argentina y el submarino Santa Fe; pero los pilotos navales locales no pudieron volar aviones propios porque la maniobra touch and go resultaba demasiado arriesgada. «Reviví veinte años, comandante», decía un aviador naval al jefe de la Armada, almirante Jorge Godoy, según un reportero del diario Clarín. Probablemente el militar argentino se refería a la guerra por Malvinas, cuando la US Navy colaboró con los ingleses para consumar una victoria militar imperialista que gravitaría en los años subsiguientes sobre toda la región. Como quiera que sea, gobiernos como los de Argentina, Uruguay, Chile y otros, no pueden por el momento sino montarse a un vagón arrastrado por la locomotora brasileña. De modo que, con diferencias a término importantes, constituyen un mismo programa de acción ante la coyuntura. 261


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Otro sub bloque de Unasur lo encarna la propuesta de unión, que a su vez supone una concepción diferente de cualquier forma que adopte la integración económica, por lo mismo que en lugar de apoyarse en la búsqueda del lucro por parte de una burguesía determinada en oposición a las demás y, en primer lugar, al imperialismo, busca formas de superación de las actuales limitaciones y barreras tomando como punto de partida la resolución de las urgencias de las masas de los 12 países y, por lo mismo, procura caminos que superen el sistema capitalista. El Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas), es un germen de esa propuesta, con base en un área que desborda Suramérica: Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Cuán consistente y duradera es la convergencia entre una perspectiva desarrollista en tiempos de cataclismo capitalista y otra socialista en la era postsoviética, es materia de discusión y depende de una intelección y capacidad de acción políticas que no son justamente materias en que destacan por mayoritarias las conducciones partidarias del momento.

Washington a la carga Aquellos dos caminos tienen destinos divergentes, pero un largo trayecto en común. Unasur es la materialización de fuerzas poderosas por su convergencia y, a la vez, por sus contradicciones. Una tercera línea de marcha, opuesta sin ocultamientos, es la perspectiva encarnada por el gobierno de Colombia, acompañado con disonancias y en sordina por el de Perú. No faltan alas de otros equipos gobernantes que se inclinan sin mayor elegancia en favor de esa política, aun sin contar con plena hegemonía en sus países. Aquí se trata de la aplicación lineal de la estrategia guerrerista de Washington. Por eso no pudo aprobarse el Consejo de Defensa hemisférico junto con la afirmación de Unasur. Con la reactivación de su IV flota en el Caribe, la decisión ya verbalmente aceptada por Bogotá de reubicar la Base militar de Manta (Ecuador) en territorio colombiano a partir del año próximo, la violación ostensible del espacio aéreo venezolano con una nave de la US Navy y el aliento a los proyectos secesionistas (léase guerreristas) de la Media Luna boliviana y el Estado Zulia en Venezuela, así como con una sucesión innumerable de actos y movimientos apuntados directamente a llevar la guerra a Suramérica, Estados Unidos aventa cualquier duda respecto de sus intenciones respecto de la región en los próximos años, con total prescindencia de quién sea el candidato que asuma el año próximo en la Casa Blanca. 262


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Hasta el momento, el gobierno de Colombia es la cabecera de playa de esa política. Sólo porque no puede optar por el aislamiento frente a una muy desfavorable relación de fuerzas en la región, el gobierno de Álvaro Uribe se pliega a Unasur. Por eso es exacta la descripción como «punto de encuentro», aunque esté lejos de constituir «una verdadera unión». La ratificación de Unasur neutraliza en la coyuntura la escalada yanqui y se convierte, por tanto, en una nueva y trascendental derrota en todos los terrenos para Estados Unidos. La respuesta suramericana tiene una enorme valor táctico y, si se recomponen las fuerzas adormecidas de los pueblos y sus vanguardias en los países donde prevalecen las opciones por restaurar al sistema que cruje en todo el planeta, podrá ser el punto de partida para una Confederación de Estados Latinoamericanos, inviable, inalcanzable en los marcos del capitalismo.

Civilización Publicado en la edición N° 40; julio de 2008

Por 367 votos a favor, 206 en contra y 109 abstenciones, el Parlamento Europeo decidió deportar de la Unión Europea a ocho millones de personas provenientes de África, Asia y América Latina. Si en un pasado remoto fue referencia equívoca de civilización, Europa es ahora símbolo irrefutable de barbarie. No les basta haber saqueado durante siglos las riquezas del hemisferio Sur y después, durante décadas de bonanza y necesidad de mano de obra, arrancar plusvalía de millones de trabajadores sometidos a la sobreexplotación y la humillación. Ahora se aproxima la depresión económica mundial. Europa tiene miedo. Y pretende desentenderse de la suerte de ocho millones de hombres y mujeres llegados a su territorio en busca de trabajo. Para detener el flujo de cientos de millones empujados por la desesperación levanta un muro legal y represivo. Dos mil quinientos años de laboriosa acumulación civilizatoria sepultados en una votación parlamentaria. No es sólo mezquindad y temor. Es estupidez; cretinismo intelectual; incapacidad para prever lo obvio: no podrán. Es presumible que esos 206 votos en contra representen mucho más que la suma de los votos positivos y abstenciones, en los cuales se expresa el gran capital europeo. Detrás de esas 206 voluntades hay más en número y mucho más en calidad. Una porción considerable de la 263


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población se dejará ganar por la xenofobia y votará candidatos ad hoc. Ya están ahí personajes funambulescos como Berlusconi y Sarkozy para graficar el despeñadero europeo. Aun así, muchos más actuarán con sentido humanitario y comprensión de las consecuencias de tal política. La inteligencia no está en los gobiernos; y en la academia respira sólo por escasas ranuras. Pero abunda en una sociedad que no abdicará de su inmenso acervo. Eso bastará para que de aquí en más el sistema político europeo comience a resquebrajarse. La línea divisoria entre trabajadores y burgueses, difuminada por la ilusión del confort y el consumismo, recuperará relieve y peso real. Y por fin el proletariado del continente exhausto reaparecerá. América Latina tiene que ver con eso.

A la guerra Brutal con los débiles, sumisa con los poderosos: obedeciendo órdenes de Washington, la UE aprobó simultáneamente un paquete de sanciones contra Irán, en una escalada preparatoria de una guerra estadounidense-israelí contra el país del Golfo. El socialdemócrata Javier Solana, titular de Política Exterior y Seguridad del bloque, no ha creído necesario aclarar cómo Estados Unidos extravió seis bombas nucleares en territorio europeo. Después de todo, seis es poca cosa: hay 480 artefactos nucleares explosivos, de propiedad estadounidense, desparramados en el continente. Eso no preocupa al bravo progresista español. En cambio le desvela que Teherán pueda adquirir capacidad para manejar la tecnología nuclear y está dispuesto a respaldar un ataque devastador de Israel y Estados Unidos para evitarlo. Con la misma lógica –y haciéndolo todo de una vez, como para que no resten dudas sobre su calidad moral– los 27 países de la UE acordaron levantar las sanciones impuestas desde 2003 contra Cuba. «Deseo consignar mi desprecio por la enorme hipocresía que encierra tal decisión» respondió Fidel Castro. En aquel entonces la UE alegó el arresto de 75 disidentes en la isla. Crimen horrendo frente al cual arrojar ocho millones de personas, mantener el centro clandestino de detención en Guantánamo o continuar aniquilando a la población iraquí son inocentes pecadillos veniales. De esta manera la UE se hace cómplice de los preparativos de guerra contra Irán. Se trata de una escalada destinada a preparar la opinión pública mundial. Recientemente el ministro de Infraestructura de Israel, Binyamin Ben Eliezer, amenazó con destruir a Irán. Lo hizo días después de que el general retirado, y ministro de Transporte Shaul Mofaz –ex jefe 264


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de las Fuerzas Armadas y ministro de Defensa– declarara que «un ataque a Irán para detener su programa nuclear es inevitable». Inmediatamente antes, el presidente estadounidense George Bush había confesado a la prensa que la opción militar contra Irán «está abierta». La Agencia Central de Inteligencia (CIA) descartó hace meses que Irán tenga programas de construcción de armas nucleares. Teherán insiste en que su programa de enriquecimiento de uranio tiene como objetivo la generación de energía con fines pacíficos. Pero Israel y Estados Unidos sostienen lo contrario y anuncian preparativos para atacar militarmente a Irán y «detenerlo». La UE simplemente cumple la tarea ordenada por la Casa Blanca.

Frente único Sur Tanto la escalada guerrerista como esta denominada «Directiva de la vergüenza» contra los inmigrantes, simbolizan la decadencia del capitalismo y plantean la urgente necesidad de un frente único de los países afectados. Contra toda evidencia es preciso bregar para que la heterogeneidad del Movimiento No Alineados, el Grupo de los 15 y otras tantas expresiones del llamado Tercer Mundo, encuentren en la defensa de los emigrados un centro para la acción común. Una medida necesaria y posible sería la imposición de un gravamen especial a todas las empresas de origen europeo (Bancos, telecomunicaciones, petroleras, etc.) para formar un fondo común que, a través del Banco del Sur, permita garantizar el traslado y reubicación de todos los repatriados. Luego aquel gravamen podrá resarcir a nuestros países del perjuicio económico que implica la no remisión de fondos de los actuales emigrantes. Los jefes de Estado de Unasur no deberían demorar un instante en la aplicación de ésta u otra medida semejante. Sus pueblos están observándolos. Ese objetivo puede hoy tomar cuerpo como plan de acción inmediato únicamente en América Latina y el Caribe. El peso mayor de tamaña tarea cae sobre Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Suramérica y el mundo tomarán cuenta de la conducta de cada mandatario ante estos inequívocos signos de marcha acelerada hacia la destrucción de la civilización.

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Guerra en el Cáucaso Publicado en la edición N° 41; septiembre de 2008

No es el petróleo. Es algo de mayor trascendencia aún, ante lo cual se inclina esa poderosa fuerza determinante de los pasos de las grandes potencias. Es la clausura de la etapa a medias cerrada con el fracaso estrepitoso de lo que dio en llamarse «neoliberalismo». La guerra relámpago en el Cáucaso hace estallar el realineamiento internacional que ha venido gestándose en los últimos 20 años. En el corazón de este choque late, además, la irresuelta dinámica interna entre Rusia y los restantes países de la ex Urss y el Pacto de Varsovia: hasta dónde, cómo y con quiénes llevar la transición negativa de una economía no capitalista a otra inserta de manera subordinada al mercado mundial imperialista. Abrupta, inesperadamente, reaparecen los verdaderos dilemas planteados a la historia por el derrumbe de la Unión Soviética. Excepto un puñado de analistas de signo diverso, intelectuales y dirigencias políticas fueron convenciéndose a lo largo de la década de 1990 de que el mundo era y siempre sería «unipolar». El grueso de las izquierdas asumió la noción de «nuevo orden internacional». El significado estratégico de esa interpretación fue el abandono de la revolución socialista como perspectiva. En términos tácticos, implicó un violento giro a derecha; un huracán ideológico que arrasó la geografía política mundial. Un detalle basta para mostrar los efectos de la miopía estratégica: el G7 (Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania, Francia, Italia e Inglaterra) pasó a llamarse G7 + 1 (Rusia) e inmediatamente, G8. Los últimos años los empeñó el gobierno brasileño en sumarse a ese grupo exclusivo, llevado por la certeza de que ése era el punto de nexo del nuevo orden mundial. No lo logró. Pero es un dato menor. Porque ya no son 8 ni 7 + 1: la prensa mundial habla ahora exclusivamente del G7, resumiendo en ese giro el vuelco estratégico ocurrido a partir de la invasión georgiano-estadounidense a Osetia del Sur. Con Rusia involucrada en una guerra comenzó una fase diferente en la era post soviética. Ha terminado el ensueño de una integración pacífica sobre bases capitalistas entre la Unión Europea y los países del ex Pacto de Varsovia. Anclado en el espejismo de 1990, el pensamiento político dominante se muestra balbuciente o simplemente calla ante la súbita reaparición de la guerra y el riesgo atómico entre Estados Unidos y Rusia. 266


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Escalada Precedidas por masivos ataques de artillería y bombardeos a la población civil con aviones Su-25, fuerzas blindadas georgianas invadieron Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, en la madrugada del 8 de agosto. «Hay combates encarnizados por toda la ciudad», declaró el general Marat Kulejmátov, comandante de las fuerzas de paz rusas destacadas en la zona. Los militares georgianos que integran ese mismo cuerpo habían abandonado las instalaciones al mediodía del jueves 7, minutos antes de que comenzaran los ataques de artillería. En pocas horas murieron alrededor de dos mil civiles, de nacionalidad rusa y partidarios de la independencia. Entre ellos, 15 militares del contingente ruso. Moscú replicó con un contraataque fulminante, que en pocas horas obligó a la retirada de Georgia. La guerra se extendió a Abjasia, otra región que reclama su independencia de Tiflis. La prensa mundial expandió la interpretación del conflicto a partir de este segundo capítulo, no tanto para ocultar el primer golpe ordenado por el presidente georgiano Mikhail Saakashvili, como para encubrir el hecho de que éste actuó bajo las órdenes de Washington. «Tenemos serias razones para creer que hubo ciudadanos estadounidenses justo en la zona de combate», declararía luego el primer ministro ruso Vladimir Putin. Bajo su actual gobierno Georgia es un enclave de la Otan, tiene dos mil soldados en Irak y actúa como punta de lanza del plan militar estratégico estadounidense contra Rusia. Ya el 10 de agosto el balance militar estaba resuelto, con el obvio aplastamiento de las fuerzas georgianas y el despliegue ruso apuntado hacia la capital de ese país. Saakashvili clamó por la intervención de sus jefes. Pero George Bush se limitó a duras declaraciones. Cabe creer que los estrategas del Pentágono no previeron la determinación y contundencia con que actuaría Moscú. El recurso intermedio de la Casa Blanca fue enviar «ayuda humanitaria» para socorrer a las víctimas de la guerra. Poco después 18 naves de guerra de la Otan estaban desplegados en el Mar Negro. El Dallas, un destructor estadounidense se apostó en el puerto georgiano de Batumi. A 300 kilómetros, en Sujumi, capital de Abjasia, se apostó de inmediato un crucero portamisiles y dos buques de combate rusos.

Escudo antimisiles: Otan vs Rusia Simultáneamente, Polonia anunciaba que daba autorización para instalar en su territorio un escudo antimisilístico estadounidense. Rusia replicó reconociendo la independencia de Osetia del Sur y Abjasia. «El 267


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deslizamiento de la Otan hacia la confrontación con Rusia y los intentos de presionarnos son inadmisibles y pueden conducir a consecuencias irreversibles para el clima político y militar y la estabilidad en el continente», declaró el portavoz del ministerio de Exteriores de Rusia, Andréi Nesterenko. Las cancillerías europeas entraron en pánico. Son parte subordinada de la Otan y van ineludiblemente a la rastra de Washington. Pero dependen del petróleo y el gas que proviene de esa zona ahora en llamas. A la defensiva, la Casa Blanca anunció mediante una portavoz, Dana Perino: «estamos en proceso de reevaluar nuestra relación con Rusia. Lo estamos haciendo en colaboración con nuestros socios internacionales». A sus súbditos británicos les hizo decir algo más claro: es preciso formar «la mayor coalición posible contra la agresión rusa en Georgia», espetó el canciller David Miliband; y agregó «el G-7 debe revisar la naturaleza, profundidad y amplitud de las relaciones con Rusia». Nicolas Sarkozy y Angela Merkel recibieron el recado y se apresuraron a declarar en esa tónica. Basta reemplazar el pseudónimo «neoliberalismo» por su verdadero nombre: reacción desesperada del capital ante su crisis estructural, para comprender qué etapa es la que clausura la guerra del Cáucaso.

Congreso Internacional de Economía Política en Caracas

Respuestas del Sur frente a la crisis económica mundial Publicado en la edición 42-43; octubre - noviembre de 2008

Oportunidad: en coincidencia con el colapso financiero internacional, del 8 al 11 de octubre se llevó a cabo en Caracas el primer Congreso Internacional de Economía Política. 31 participantes provenientes de Venezuela, Uruguay, Perú, México, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, España, Ecuador, Cuba, Corea del Sur, China, Chile, Canadá, Bélgica, Australia y Argentina, concurrieron al llamado del Ministerio del Poder Popular para la Planificación del Ejecutivo venezolano y el Centro Internacional Miranda. La inusitada violencia del desplome bursátil y las cabriolas de los principales jefes políticos para buscar respuesta dieron un tono particular a los debates. La propuestas plasmadas en la Declaración final del encuentro se publican en las páginas 8 y 9 de esta 268


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edición. La siguiente es la transcripción íntegra de la intervención del Director de América XXI en la clausura del Congreso. No podría comenzar sin agradecer a los organizadores de este encuentro por su invitación, pero sobre todo felicitarlos por haber comprendido la importancia trascendental de la discusión de este tema en estos momentos. Puede haber casualidad en la realización de este Congreso y el estallido de la crisis; pero la casualidad siempre tiene, en última instancia, una razón profunda de causalidad. Creo que éste es el caso, y de allí una felicitación que quiero hacer extensiva a los compañeros y compañeras que han trabajado en la organización de este encuentro, notablemente eficiente. Hay que comenzar por decir que este cataclismo financiero internacional ocurre al cabo de un período que, no tengo dudas, es el de mayor desmovilización, confusión ideológica, y desorganización del proletariado mundial. Desde luego esto no niega las grandes luchas puntuales que ha habido en uno u otro lugar y sobre todo las grandes luchas sociales que ha habido en América Latina en la última década. Pero llevamos prácticamente tres décadas de desmovilización, poco menos que total, del proletariado mundial. Y al cabo de esas casi tres décadas lo que tenemos es un literal derrumbe del sistema capitalista, expresado hoy en el derrumbe del sistema financiero. En mi opinión aquí hay una cuestión teórica de la mayor trascendencia que alude a la objetividad de la crisis, a la lógica interna del sistema capitalista, al carácter necesario del colapso del sistema capitalista; y excluye además la idea de que el capitalismo se derrumba si hay una fuerza proletaria y política que lo desafía con una propuesta de futuro. Este no es un problema menor, aunque no es el tema a discutir hoy día. En los últimos años se confundieron cuestiones elementales. Como resultado de la desagregación ideológica que nos acosó, muchos pensadores y dirigentes políticos de la izquierda mundial creyeron que afirmar que el capitalismo cae por sí solo era adoptar una posición fatalista, mecanicista. El hecho es que el problema de los revolucionarios no consiste principalmente en ver cómo hacemos para derrumbar el sistema, sino en garantizar que cuando se entra en un momento de crisis haya una propuesta alternativa capaz de garantizar que ese derrumbe no termine con los escombros en nuestras cabezas, como ya ocurrió tantas veces en la historia. De manera que antes de entrar a la caracterización misma de la crisis 269


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es importante situarnos en esta visión del problema. Existe un carácter necesario, intrínseco, en la crisis del capitalismo. La crisis no se produce –parece bastante claro– por la amenaza soviética; no se produce por la movilización o por la propuesta revolucionaria de grandes partidos revolucionarios a lo largo del mundo, con arraigo de masas y con el proletariado organizado; y no se produce por la demanda, siquiera economicista, de masas proletarias. Sin embargo ocurre. Yo creo que esta es una lección muy importante antes de entrar a caracterizar la crisis misma. Ahora bien, un compañero preguntaba, en una de las rondas de debate, por qué llamábamos crisis a lo que había antes. A la vista de lo que está ocurriendo ahora, decía, tal vez debiéramos pensar que la crisis es esto y no aquello que había desde años atrás. Desde luego es una opción y tiene fundamentos; pero hay un problema: si cambiamos la certeza teórica y práctica de que antes de ahora había crisis porque ahora vemos la magnitud de esta palabra, en nuestro próximo encuentro –que espero que no sea después de un lapso demasiado largo– tendríamos que volver a hacer lo mismo, tendríamos que volver a decir que esto que hoy llamamos crisis no lo era; porque esto es sólo el comienzo; es la manifestación más primaria, más elemental del derrumbe del sistema capitalista. Creo que fue el mismo compañero quien preguntó –estoy seguro de que tiene la respuesta, pero lo dejó como una cuestión a discutir– si esta crisis comenzaba ahora o cuándo había comenzado; y hablaba de los años 1970. Yo soy un convencido de que este es el comienzo de la culminación de la crisis que se inició en los años 1970. Cuando se inició la crisis del capitalismo, no hubo una respuesta suficientemente fuerte desde la perspectiva del socialismo, desde la perspectiva de la revolución. Entonces el capital tuvo la posibilidad de avanzar sobre el conjunto social planetario y postergar la eclosión de sus crisis. Hemos denominado a eso la contraofensiva global estratégica, en el sentido de que se trataba de una contraofensiva en los terrenos militar, político, económico, ideológico, cultural y religioso, para afrontar la llegada de la crisis estructural y el avance de la revolución verificado en los años 1970. El imperialismo lanzó esa contraofensiva global a fines de los años 1970 y comienzos de los años 1980. Y nos derrotó en todos los terrenos. Yo llego al punto de sostener que la caída de la Unión Soviética –que tenía sus propias y suficientes razones para derrumbarse sin que nadie la ayudara– por el momento y la forma en que se produjo, fue resultante de la crisis del capitalismo. Porque los mismos problemas que produjeron, 270


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desde el punto de vista interno, esa desagregación deshonrosa de la Unión Soviética, existían 10, 20, 40 y 60 años antes en la Unión Soviética y sin embargo no habían redundado en su derrumbe. Ocurrió cuando la circunstancia mundial puso a la humanidad en tensión entre capitalismo y socialismo y obviamente aquello que no era socialismo sino una situación de transición completamente degenerada, no podía tener sino el destino que tuvo. Lo único que quedó de pie con los principios, con la teoría y con la práctica –en la pequeña escala de sus posibilidades– fue la Revolución Cubana, el Partido Comunista de Cuba y su principal figura: el comandante Fidel Castro. Es el gran reivindicado de hoy. Porque en el medio del cataclismo, de lo que se suponía el fin del socialismo, supo sostener la perspectiva estratégica, convencido por razones profundamente teóricas y por una visión política concreta de que llegaría la nueva fase. Esa nueva fase ha llegado.Toda esa cháchara sobre el neoliberalismo es lo que se derrumba hoy. Porque el neoliberalismo no era neo y no era liberalismo. En Argentina, que se supone el prototipo de la experiencia neoliberal, ese proyecto comenzó con una decisión del Congreso que le puso precio a la moneda. ¿Desde cuándo y con qué criterio se puede llamar a eso liberalismo? Era sencillamente una política anticrisis del capital, que en algunos sentidos necesitaba recurrir a los extremos del liberalismo y en otros necesitaba recurrir a los extremos del estatismo. La exposición del compañero ecuatoriano sobre la deuda externa me exime de hablar al respecto; ha sido contundente, letal, en la demostración del significado político que tuvo la deuda externa. Con la riqueza que nos sacó, el imperialismo palió y postergó su crisis. Y cuando eso comenzó a producir los efectos políticos que están ahora en plena vigencia en América Latina, cuando ya no le fue suficiente lo que estaba absorbiendo mediante el endeudamiento forzado de nuestros países, viró el eje de su práctica y comenzó a endeudar a sus propios ciudadanos. Esa es la significación de esas famosas hipotecas subprime. Hay algunos que llegan al extremo de cargarle la responsabilidad de este colapso a la impericia del señor Alan Greenspan; sin embargo son muchos más los que con gesto de seriedad le echan la culpa a la falta de controles del Estado frente a la política crediticia de estas grandes empresas financieras. Resulta que esa falta de controles era una necesidad imperativa del capital para poder enfrentar, en la realidad y a través de la valorización del dinero en el circuito financiero, lo que yo considero que es la causa esencial de esta crisis que comenzó en los años 1970: la caída de la tasa de ganancia. Ellos contrarrestaron la caída de 271


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la tasa de ganancia con medidas extraordinarias: el endeudamiento de nuestros países, la baja en los precios de las materias primas, la prolongación de la jornada laboral, los cambios en las formas de la producción, el aumento en el ritmo de la producción y la reducción del salario real. Ellos leyeron bien El Capital, estudiaron bien el Tercer Tomo y dijeron: a esto que nos está matando, este cáncer que es genético, lo podemos contrarrestar con estas medidas. Dieron vuelta El Capital, lo pusieron en un espejo, aplicaron esa teoría a la inversa y ganaron estos años de ventaja.

Fin de una era Eso es lo que está terminando ahora. Lo que esta cayendo es, nada más y nada menos que la política anticrisis del capitalismo. Aunque habrá circunstancias y momentos diferentes, termina la era del dólar. Sin embargo estoy seguro de que hay otra cosa mucho más importante que termina. Me refiero al factor que mencionaba inicialmente: la parálisis de los trabajadores, del proletariado industrial del mundo, porque esa pausa que obtuvo el capital internacional en la eclosión de su crisis significó una forma bastarda y esencialmente falsa –aunque con efectos reales– del crecimiento económico, que dio trabajo y garantizó en distintos niveles, una vida llevadera a aquellos que tenían trabajo y sobre todo a los que tenían trabajo en la industria. Si ustedes observan, no ya el Norte, sino el propio Sur, verificarán que los obreros industriales de nuestros países en los últimos 25 años han sido una especie de élite, una suerte de aristocracia, como pudimos denominar a esta clase social –explotada por excelencia– en los Estados imperialistas durante tantos años. Era una aristocracia porque con lo que nos robaban a los pueblos del Sur, las patronales imperialistas chantajeaban a la clase trabajadora del Norte, la paralizaban o por lo menos la limitaban a una función estrictamente reformista. Algo análogo, aunque con una sustancia diferente, ocurrió en nuestros países. La confusión ideológica de la clase obrera llegó al pináculo con el derrumbe organizativo, el desvío, la degeneración cuando no la disolución formal de los partidos comunistas y socialistas en todo el mundo. Todo eso redundó en confusión y desmovilización total en la clase trabajadora. Pero además de esos factores había otra razón, de carácter material: aquel que tenía trabajo era un aristócrata. Y digo era, porque eso se terminó. Se terminó la condición material para la sustentación de la parálisis política del proletariado de nuestros países –y también del Norte desde luego. 272


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La crisis financiera es solamente la expresión visible de la crisis estructural y arranca ahora la recesión. Es probable que esta desesperada cantidad de reuniones y medidas espasmódicas que en estos momentos están tomando los grandes jefes del capital financiero internacional consiga detener el colapso bancario y bursátil y pueda impedir que la recesión se transforme, en el corto plazo, en una franca depresión. Pero es solamente una cuestión de tiempo. Si consiguen hacer eso, ganarán tiempo –y diría hasta que no nos viene mal que ganen un poco de tiempo– pero no resuelven el verdadero problema. Lo que quiero subrayar sobre todo es que estamos ante el fin de un sistema financiero, el fin de la moneda del principal imperialismo como instrumento esencial de la dominación de ese imperio. A partir de ahora comienza una nueva etapa histórica en la realidad social y en la organización social y política de los trabajadores de todo el mundo. En esta coyuntura, América Latina está en el punto de avanzada. Pero atención: quien va a sufrir primero –y, en un sentido, mucho más– los efectos de este colapso, es el pueblo estadounidense, la clase trabajadora y el pueblo del principal imperialismo. Hay que recordar entonces que el proletariado estadounidense tiene reservas históricas de organización y lucha muy grandes. Podemos suponer que van a reaparecer en la próxima etapa; y no tengo la menor duda de que una de las expresiones de esta crisis será, a corto plazo, la crisis política de Estados Unidos. El próximo presidente de Estados Unidos –no importa quién sea– va a asumir después de una prueba de fuerza que todo el planeta pudo ver al trasluz: el presidente George Bush, los dos candidatos a presidente del próximo período, el presidente y el vicepresidente de la Cámara Baja, el presidente y el vicepresidente del Senado, todos juntos pidiendo que se apruebe una ley… y la ley no se aprueba. ¿Qué es eso? Es el anuncio de lo que viene: no van a poder gobernar. Se abre un espacio extraordinario para la creación de una fuerza política de masas; un tercer partido en Estados Unidos. Que tiene antecedentes, porque en situaciones críticas se generó un movimiento sindical que incluso buscó pasar al plano político aunque no lo consiguió. Ya gravitaba en la política mundial el deterioro resultante de la degeneración de la Unión Soviética. Junto a una multitud de otros factores eso influyó para que la AFL-CIO (Federación Americana del Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales) no pudiera transformarse en partido. Pero ahora es una exigencia de la realidad que haya una nueva instancia política y en esa instancia van a pesar los 273


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trabajadores y las propuestas anticapitalistas. Quiero hacerles una pregunta a todos ustedes: cuando esto comience –y ya ven que no tengo dudas de que va a comenzar– (uno se puede equivocar, pero en este caso yo no me equivocaría por poco: me equivocaría totalmente). El punto es: cuando comience a formarse una fuerza política anticapitalista en Estados Unidos ¿adónde va a mirar? Cuba ha sido siempre un faro, y lo seguirá siendo; en este último período es un faro ideológico. Pero acá hace falta respuestas políticas de cortísimo plazo porque la magnitud, insisto, de la crisis social en Estados Unidos no tiene precedentes, salvo en El talón de hierro, la novela de Jack London cuya lectura o relectura hoy sería muy productiva. Estoy seguro de que el faro para esa lucha política será la Revolución Bolivariana, será Venezuela y será, naturalmente, el comandante Chávez. Y aquí no hay ningún tipo de culto a la personalidad. Hay un esfuerzo por interpretar la realidad y por prever cómo va a desarrollarse. La responsabilidad de la Revolución Bolivariana hoy no tiene límites, porque precisamente del curso que adopte la constitución o no constitución de una fuerza política anticapitalista en Estados Unidos depende el mundo; y eso depende, en gran medida, de Venezuela. Lo venimos diciendo respecto de otras situaciones en el mundo porque no estaba planteada la posibilidad de que esto ocurriera en Estados Unidos. Hoy, con esta crisis, se afirma el punto de partida. Seguramente demandará mucho esfuerzo y probablemente mucho tiempo toda esta gran tarea. Pero ésa es la tarea que tenemos delante. Porque esto no es la crisis de un modelo: es la crisis del sistema, es una crisis estructural irreversible que el capitalismo sólo podría resolver sobre la base de un profundo saneamiento, de una tarea sistemática y a escala sideral de destrucción de lo que sobra. Y sobra todo en el mundo capitalista. Esta es una crisis clásica de sobreproducción y habría que destruir ese sobrante para que el sistema pudiera reiniciarse. Estoy diciendo con esto que tengo la más profunda convicción de que, de aquí en más, la lógica del imperialismo estadounidense es la lógica de la guerra. Estoy convencido además de que esa guerra no es simplemente contra los pueblos del Sur, contra los países dependientes, subdesarrollados o coloniales, como se los quiera llamar. Hay en la esencia de la situación de los últimos años, sobretodo visible por el reflujo del proletariado, una clara confrontación interimperialista; una lucha interimperialista por el control de los mercados. Una disputa por el mercado mundial que con la crisis y la recesión se agravará a extremos todavía no vistos y con un nuevo actor, 274


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que es ese gran productor de mercancías a bajo precio: China.Esto garantiza una lógica de guerra, en un escenario de crisis política en Estados Unidos. Ni hablar de Europa. No me queda tiempo para tratar eso en detalle, pero está a la vista: no pudieron ponerse de acuerdo en medidas básicas y cada uno actuó por su cuenta. Imagínense el panorama frente a la magnitud del desafío que plantea el desplome de un sistema financiero internacional y la necesidad de reconstituirlo.

Fuerzas contradictorias Para no abusar del tiempo y cumplir con el cometido del título de mi exposición, veamos qué pasa con Unasur en este cuadro. La crisis interimperialista y la crisis estructural del capitalismo –que llevó al imperialismo a hacer desmanes nunca antes hechos en nuestros países– produjo una reacción colectiva, una reacción multiclasista, donde incluso, en muchos sentidos, la vanguardia la tuvo la propia burguesía, no el proletariado, ausente como organización y como programa. La vanguardia fue tomada por movimientos sociales, básicamente campesinos, desocupados, subocupados, movimientos indígenas y burguesías. En este contexto es que aparece la Revolución Bolivariana y le imprime un ritmo y un carácter diferente a esa dinámica de convergencia regional. Una de las características de esta aparición inesperada es que precisamente la lógica necesaria de las burguesías subordinadas del continente encuentra un motor que va en el sentido de esa convergencia para defenderse de la voracidad desmedida del imperialismo, pero que además, al cabo de cuatro o cinco años a partir de 2000 que es cuando comienza este proceso de convergencia impulsado por Brasil –es decir por la burguesía brasileña: Lula no estaba en ese momento en la presidencia; ni siquiera se puede decir que fue el Partido de los Trabajadores. Fue precisamente alguien a quien se condenaba como neoliberal, Fernando Henrique Cardoso, quien citó a la primera reunión de presidentes suramericanos en 2000, que es el punto de partida de lo que ahora, por la fuerza de voluntad y la lucidez estratégica de la Revolución Bolivariana, se transformó en Unasur. Con la crisis del sistema central vamos a tener un doble juego de fuerzas sobre Unasur. Entendida por un lado como instrumento de autodefensa de burguesías regionales y, por otro, como instrumento de unidad suramericana contra el imperialismo. La crisis va a introducir dos fuerzas de carácter y signo exactamente inverso. Por un lado la mayor voracidad del imperialismo va a agudizar la necesidad de las burguesías de avanzar hacia la unión suramericana. 275


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La otra fuerza es de signo contrario: va a aumentar la competencia y la confrontación interna de las propias burguesías latinoamericanas. Allí vamos a empezar a ver algo que hasta ahora quedó desdibujado en este proceso de convergencia suramericana: las uñas de las burguesías locales, más o menos afiladas, y las garras feroces de la burguesía brasileña. Las demás burguesías tienen uñas, cuando tienen; pero Brasil tiene garras poderosísimas. La crisis mundial, la crisis estructural, va a golpear de manera diferente a América Latina. Grosso modo podemos señalar tres grandes bloques donde impactará de manera diferenciada la crisis. El primero de ellos está constituido por los países directamente asociados a la estrategia y a la práctica cotidiana de la economía y de la política estadounidense. No hablo de México, estoy hablando de Suramérica. Por supuesto que el golpe sobre México será superior; México funciona hoy económicamente como una provincia estadounidense y sufrirá la consecuente crisis. Ni hablar de América Central. Pero refiriéndonos estrictamente a América del Sur, señalamos tres bloques. Colombia, Perú y, hasta cierto punto, Chile van a sentir el impacto directo, automático sin mediación alguna, de la crisis. No es ninguna casualidad lo que está ocurriendo en estas horas. Así como en México hay enormes movilizaciones de maestros y el gobierno responde con la movilización del ejército, en Colombia se produce una huelga y la respuesta del gobierno es la declaración del estado de sitio, o de emergencia. Es la traducción política de la lógica que señalé anteriormente: la lógica de la guerra. En este caso en el plano interno y en un sentido nítidamente clasista. En Perú ocurre lo mismo. Chile, que ha tratado de que latieran dos corazones en su pecho, como diría Fausto, va a tener que optar por uno u otro en un cortísimo plazo; y en ese sentido definirá la magnitud del impacto. El otro bloque, aunque está constituido por más países, tiene dos centrales: Brasil y Argentina. Este bloque tiene, como resultante de la decisión de la burguesía propia de disputar el mercado latinoamericano a Estados Unidos, una barrera limitada pero barrera al fin; tiene un conjunto de mecanismos que le puede permitir aminorar y amortiguar el impacto de la crisis. En este punto entra la lucha interburguesa. Las burguesías de Argentina y de Brasil tienen puntos en común para defenderse frente a Estados Unidos en la disputa por el mercado latinoamericano, y a la vez tienen la necesidad de pelearse entre sí. Eso está ocurriendo en estas horas con visos dramáticos entre Brasil y Argentina. Brasil respondió devaluando su moneda inmediatamente y eso produjo – en fracciones de segundo– una invasión de mercancía brasileña a 276


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Argentina. De inmediato llegó la respuesta de la burguesía argentina. Lula ha tomado la iniciativa de convocar a una reunión del Mercosur –ahí va a estar seguramente el presidente Chávez– para el fin de semana próximo (nota del editor: finalmente no se realizó en esa fecha). Tenemos entonces delante el choque entre estas dos fuerzas. Dos fuerzas objetivas, no subjetivas: la necesidad material de unirse frente a la ofensiva estadounidense y la necesidad de las burguesías de disputarse sus propios mercados. ¿Cómo funcionarán las decisiones políticas, es decir, las fuerzas subjetivas, en este choque de fuerzas objetivas? Esta es la gran pregunta. Creo que va a ser diferente la reacción de los gobiernos de Argentina y de Brasil, pero no confío en ninguno de los dos como salida real. Está claro que tienen bases sociales diferentes. Llega la hora, como en tantos otros terrenos y circunstancias, de la verdad. El presidente Lula ¿va a ser el portavoz de la burguesía industrial paulista, cuyas necesidades objetivas de unión lo ponían en coincidencia con este movimiento más general de América Latina, pero que ahora la ubica exactamente en la vereda inversa? ¿o va a ser el portavoz de la clase obrera y de su Partido, el Partido de los Trabajadores? Es una batalla política que no depende de Lula, pero que tiene en su centro a Lula. El caso de Argentina no es así. No hay ningún partido, ninguna organización de carácter social detrás del gobierno. Es un gobierno que carece precisamente de sustentación social, sea ésta cual sea, incluso de la burguesía. Este gobierno no resulta de un plan de la burguesía, sino de un colapso sin precedentes del sistema social y político en Argentina. Allí apareció un equipo desconocido e inesperado, con ciertas habilidades de carácter práctico, que se hizo del poder y se ha mantenido ahí, pero con una debilidad que pudo verse transparentemente en la situación que tuvimos hace muy poco con un gran conflicto agrario. La Presidente que ganó con el 46% de los votos en octubre de 2007, en el mes de marzo de este año detona un conflicto que hace caer su aceptación social al 19%. El tercer bloque al interior de Unasur es el Alba, que en Suramérica integran Venezuela y Bolivia, con cercanía de Ecuador y Paraguay. Como ustedes saben, allí los criterios rectores son contrarios a la lógica del mercado capitalista, opuestos a la competencia y la búsqueda del lucro. Pese a la magnitud relativa de sus componentes, el Alba constituye un verdadero escudo para protegerse del vendaval de la crisis que vendrá. Aquí se ha planteado la necesidad de tener un núcleo duro de gobiernos antimperialistas, como lo es el Alba, en lugar de permanecer en ese galimatías que es Unasur. En mi opinión, bajo ninguna circunstancia nosotros podemos ceder un milímetro en la trinchera de 277


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la unidad suramericana. A plena conciencia de la contradicción que existe entre sus componentes, total e irresoluble en el largo plazo, debemos abogar por sostener una voz clara y potente dentro de Unasur. Sin embargo ese núcleo duro es una necesidad imperiosa; pero no debe pasar por los gobiernos, sino por los partidos, sindicatos y movimientos sociales dispuestos a alinearse sin cortapisas con el Alba. Permítanme entonces subrayar, en respuesta al compañero, que no deberíamos vernos diferentes frente a los revolucionarios que están en cargos de gobierno, adoptando posiciones que serían buenas en los principios pero incorrectas para los gobernantes. Debemos asumir en todo y por todo que cada uno de nosotros somos presidentes de nuestros países. No podemos dividir la respuesta entre la necesidad teórica y la necesidad práctica; tenemos que encontrar el punto exacto de unión entre la teoría y la práctica y asumir cualquier medida en todas sus consecuencias.

Programa para la acción Paso entonces a leer las medidas que propongo. No hay nada original y han sido señaladas por los compañeros a lo largo de este valiosísimo seminario. Necesitamos un programa de acción que tenga las características de buscar lo máximo partiendo de lo real, de aquello que podamos asir. El primer punto de este programa de acción debería ser la recuperación por parte del Estado de todas las riquezas naturales, en todos nuestros países. No se podrán afrontar, en ningún caso, los rigores extraordinarios de la crisis que viene –y que desde luego nosotros vamos a sufrir aunque de manera diferenciada– sin el control de nuestras materias primas, pero no solamente eso: tenemos que tener el control del comercio exterior. Tenemos que plantear como un punto de nuestro programa de acción el control de cambios y la estatización del comercio exterior. Fíjense lo que ha pasado en Argentina por no apelar a esos recursos. Se produce una tijera mortal entre los precios externos e internos. Esto debe terminar y sólo puede hacerse sobre la base de asumir plenamente, cada Estado, el control directo y total de su comercio exterior. Tal vez la idea de la demanda de una condonación de la deuda sea la forma tácticamente más correcta de presentarlo, pero como seguramente debe haber algún mal pensado en esta sala, que suponga que el capital financiero no nos va a condonar la deuda, entonces tengamos también la firme decisión, como programa de acción, de llamar al no pago de la deuda externa. Estamos en situación de emergencia. 278


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Hay que plantearse la estatización sin pago de todos los bancos que sufran los efectos de esta crisis. Pero en caso de Bancos que han jugado a la especulación internacional, no se trata sólo de la expropiación sin pago, sino de perseguir a los accionistas y hacerlos responsables con su capital por los efectos de su manejo del capital. En este sentido debemos plantear desde aquí un llamado a todos los gobiernos de la región, a asumir un escudo de defensa frente a la crisis. Un escudo ya existente: el Alba. Por lo tanto debemos convocar a todos lo gobiernos de nuestra región a incorporarse al Alba y a disolver el Mercosur y la CAN y garantizar como instancias alternativas el Alba y Unasur. El Mercosur desde hace mucho tiempo está paralizado por las disputas internas. Esas disputas se daban antes de la eclosión de la crisis. No nos preguntemos lo que van a ser después. La CAN ha ido desgranándose. Habría una próxima reunión –que no sé si se hará– en Guayaquil. Fue Uribe el encargado de ponerle la daga en el pecho a la CAN diciendo que no asistiría a esa reunión porque Correa no le garantizaba seguridad. Esto muestra la agonía irreversible de estas dos instancias, de manera que nosotros debiéramos hacer un estridente llamado a todos los gobiernos de América del Sur a incorporase al Alba, a los conceptos teóricos, a los criterios de intercambio y a la estrategia del Alba. Además de promover el Banco del Sur, también promover la asunción de una moneda de cuenta en brevísimo plazo en América del Sur. Unasur puede crear una moneda de cuenta con respaldo en la producción de materias primas, de producción de mercancías y servicios reales, no figuras ficticias. Técnicamente es factible y a corto plazo. Se ha derrumbado la ficción que ha vivido el mundo desde 1971. No podemos crear una ficción alternativa. Podemos crear una moneda real y sin embargo inexistente. Porque puede ser una moneda de cuenta y pongámosle el nombre de Sucre que alguien ha propuesto ya. En el plano financiero debemos promover todas las instancias posibles de compensación en el comercio Sur-Sur para excluir al dólar y también al euro de nuestros intercambios. Por último, quiero referirme a un punto que me parece de la mayor importancia. Está muy en consonancia con mi convicción de que Estados Unidos nos quiere arrastrar a la guerra. Ayer se planteó que debíamos alentar a los países que estuvieran en condiciones a que tuvieran armas atómicas y alguien presentó su oposición. Mi opinión no es ecléctica: creo en aquel viejo refrán si vis pacem, para bellum, «si quieres la paz prepárate para la guerra». Bajo ningún punto de vista nosotros podemos condenar a un gobierno, a un país o a un Estado que 279


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disponga tener armamento atómico. Mientras Estados Unidos tenga armas atómicas, mientras las tenga Israel, nosotros no podemos condenar a un país porque tenga armas atómicas. Al mismo tiempo no sería estratégicamente correcto llamar a la incentivación de la creación de armas atómicas, ése no es un plan estratégico. No podemos ganarle una guerra al imperialismo con armas atómicas. Pero tenemos el arma con la cual podemos ganarle: la organización política revolucionaria de las masas en todo el mundo, incluido Estados Unidos. A ejemplo de lo que está haciendo Venezuela. La creación del Psuv no es un dato local. Es una respuesta estratégica a la crisis del capitalismo, es la organización de las masas con su pluralidad obvia, no puede haber masa con identidad ideológica. Es la organización de las masas en toda su diversidad pero con un claro sentido antimperialista y anticapitalista. Esa bandera es más potente que cualquier arma atómica. Y la podemos construir incluso en Estados Unidos. Si la propuesta de contribuir a la organización de los trabajadores, los explotados y oprimidos en Estados Unidos es parte de nuestra estrategia, nuestra táctica es la constitución de esas fuerzas políticas de masas revolucionarias en América Latina, en América del Sur. Es con esa base, con esas fuerzas políticas revolucionarias de toda América del Sur, donde nosotros deberíamos edificar el núcleo duro para la unión latinoamericana. Ese núcleo duro que nunca podremos tener en Unasur pero cuya trinchera no debemos abandonar. Tenemos tareas diferentes pero concomitantes y complementarias. En referencia al sentido esencial de esta conferencia, otra cosa que muere es la concepción sobre la Economía. Entre otras estafas intelectuales de las que hemos sido víctimas, está la transformación de la Economía Política en Economía. Este encuentro ha rescatado, hasta donde yo sé, por primera vez de manera plural e internacional, la noción de Economía Política. Un programa de acción económico debe terminar con una conclusión política que es la organización de un Partido revolucionario de masas en toda América Latina. Gracias compañeros. Caracas, 11 de octubre de 2008

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El Sucre: moneda común y símbolo para América Latina

Dos caminos frente a la quiebra mundial del capitalismo Publicado en la edición 44-45; diciembre de 2008 - enero de 2009

Alba o G-20: dos encuentros presidenciales tuvieron lugar en noviembre con el objetivo de expedirse frente al colapso financiero internacional y su ominoso presagio para el porvenir de la humanidad. El primero, convocado por George Bush reunió al G-20 en el Museo Nacional de la Construcción, en Washington. Citado por Hugo Chávez, el segundo aunó a los países del Alba y sesionó en el salón Ayacucho del Palacio de Miraflores. En la capital del imperio se acordó un documento errático y sin definiciones precisas, excepto el propósito común de restaurar el capitalismo y corregir lo que diferentes mandatarios calificaron como «excesos por falta de regulación». En Caracas, tras diagnósticos demoledores que expusieron la gravedad de la crisis sistémica y su carácter estructural, se adoptaron medidas económicas y políticas trascendentales, como la creación de una zona monetaria común, la decisión de acabar con la hegemonía del dólar en el comercio internacional y la defensa de la multipolaridad. Si Bush pudo vanagloriarse de atraer a China, Brasil y Argentina a su reunión de potencias imperialistas, la reunión del Alba concluyó con una cena a la cual se sumó el primer mandatario ruso, en nítido esbozo del nuevo mapa político planetario que comienza a dibujar la crisis. Sería excesivo denominarlo «Ayacucho del siglo XXI». Pero el espíritu de Antonio José de Sucre, el vencedor de la última batalla contra el imperio español, estaba presente en el Palacio de Miraflores en la mañana del 26 de noviembre, cuando los mandatarios de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Honduras y Ecuador, acompañados por mínimas comitivas, comenzaron un debate inusual en este tipo de reuniones. Tanto, que siete horas después, tras una encendida batalla de ideas, caracterizaciones y propuestas, los jefes de Estado y de gobierno aprobaron la creación de una zona monetaria común y dieron nacimiento al Sucre, moneda de cuenta como instrumento para el intercambio que además denomina al nuevo mecanismo: Sistema Unitario de Compensación Regional. La III Cumbre Extraordinaria de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos 281


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(Alba - TCP) no fue uno más de los innumerables encuentros presidenciales de los últimos años. No sólo porque reinó un clima diferente entre los participantes, despojados de formalidades y vaciedades diplomáticas, sino porque en línea con los rasgos que los caracterizan, Hugo Chávez, Ricardo Cabrisas, Evo Morales, Daniel Ortega, Roosevelt Skerrit, Manuel Zelaya y Rafael Correa buscaron y hallaron respuestas a la crisis que sacude al planeta desde una perspectiva no sólo autónoma sino francamente opuesta a la que sostienen los centros imperiales.

Sirena sin voz, pero con poder La verdadera significación de las decisiones del Alba aparece cuando se toma en cuenta el encuentro de presidentes en Washington. Calificar la reunión del Grupo de los 20 como un gesto vano del presidente saliente de Estados Unidos, deja de lado su verdadero objetivo estratégico. La vaciedad del documento final se explica por la imposibilidad obvia de hallar una respuesta clara –mucho menos común– al colapso capitalista. Es discutible sin embargo que el objetivo de los organizadores haya sido emitir una proclama de principios imperialistas. La insólita convocatoria tuvo otro propósito. Y no ocurrió por impulso de un presidente desprestigiado y carente de poder como nunca antes en la historia estadounidense, sino por decisión de los estrategas del Departamento de Estado, que buscaron un objetivo de estricta madera política: impedir que China y América Latina enfilaran hacia la constitución de subsistemas financieros regionales e ingresaran al nuevo escenario internacional abierto por la crisis con líneas de acción independientes de la voluntad y de los intereses del G-7 (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Canadá, Italia e Inglaterra). El canto de la sirena del Dólar ya no tiene capacidad para extasiar a los marineros que acompañan a Ulises en el tormentoso mar de las finanzas desquiciadas. No obstante, todavía gravita lo suficiente para que algunos timoneles desvíen sus barcos del camino a Itaca, para enfilar hacia los mortales arrecifes en torno a la Casa Blanca. El saldo real de la cumbre del G-20 consiste en que China, Brasil y Argentina acudieron al llamado de Bush (los restantes países de este conjunto, sobre todo India, México, Arabia Saudí, Indonesia y Corea del Sur, no entrañan por el momento el peligro de salirse de la órbita de Washington). En modo alguno el resultado de aquel encuentro fue concluyente en el sentido buscado por el Departamento de Estado. China está condicionada por los efectos gravísimos de la recesión mundial sobre su economía y amenazada como nadie por el eventual colapso final del 282


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dólar. Es improbable que la foto de Hu Jintao al lado de Bush garantice que Beijing y Washington recorran a la par el período por venir. Lo mismo vale para Brasil, cuya economía sufre más que ninguna en Suramérica y afronta riesgos extremos a partir de 2009. Lula sonreía incómodo a la diestra del espectro errabundo que ocupa todavía la Casa Blanca. Argentina, por su parte, golpeada doblemente por la detonación de la crisis económica y el debilitamiento político del gobierno por causas de otra naturaleza, garantiza todo menos firmeza tras un rumbo definido. Esto no puede ocultar, sin embargo, el éxito relativo de los estrategas imperialistas: para observar sólo este hemisferio, a excepción del Alba, ninguna de las instancias regionales se reunieron para tomar cuenta de la crisis y diseñar una respuesta común. La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), formidable conquista reciente en pos de la convergencia suramericana quedó muda y paralizada, tal como le ocurrió al Mercosur, para no hablar de la moribunda Comunidad Andina de Naciones (CAN). En lugar de convocar una urgente reunión de Unasur, Brasilia y Buenos Aires acudieron a Washington. Mientras tanto, los mandatarios de Perú, Chile y Colombia se refugiaron en otra cumbre a la que acudió Bush: la de la Apec (AsiaPacific Economic Cooperation), reunida en Lima.

¿Reversión de la tendencia? Después de ocho años en los que una fuerza centrípeta en Suramérica produjo un drástico cambio geopolítico en detrimento del imperialismo en general y del estadounidense en particular, cabe la incógnita: ¿revierte la tendencia y una fuerza centrífuga acentuada por el colapso mundial destruirá las conquistas logradas en lo que va del siglo? Los crecientes choques por las razones más diversas entre Brasil y Argentina, Ecuador y Brasil, Uruguay y Argentina, Paraguay y Brasil… son indicativos de la gravitación múltiple de fuerzas internas y externas que atentan contra el proceso de unión regional predominante en los últimos años. Como desde estas páginas se remarcó hace mucho tiempo, tras la gran victoria contra el Alca, una contraofensiva imperialista introdujo una cantidad de factores contrarios a la convergencia suramericana. No obstante, la fuerza disgregadora más potente proviene del papel jugado por las burguesías regionales. La competencia por los mercados prevalece y, en mayor medida cuanto más poderosas son las clases dominantes de cada país, alimenta fuerzas de choque interno. Con la irrupción de la crisis mundial, esas fuerzas objetivas se conjugan para arrastrar a gobernantes 283


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verbalmente comprometidos con el propósito latinoamericanista. Esta es la encrucijada ante la cual habrá que optar sin demora.

Pesos y medidas Washington continúa actuando según la directriz estratégica que lo guió durante décadas: hacia donde vaya Brasil, irá América Latina. De allí el llamado al G-20. De allí, también, la trascendencia de la cumbre extraordinaria del Alba. Es obvia la gravitación económica, geográfica y poblacional de Brasil. Con el concurso pasivo de Argentina, ese peso supera largamente al de los seis países del Alba (más Ecuador). Pero la aritmética simple no siempre se lleva bien con la política. Tanto menos con la estrategia. La realidad interna de Brasil, Argentina, México y Colombia –para tomar sólo a los países de mayor peso económico– no conjuga con una orientación que lleve a subordinarse a las necesidades de las metrópolis imperiales. Gobernantes, intelectuales y medios de prensa no parecen haber asumido todavía la magnitud de la crisis que se descargará sobre el mundo entero. Se precipite o no el colapso en el futuro inmediato, la economía mundial marcha hacia una depresión sin precedentes en la historia del capitalismo. Está en ciernes una volcánica transformación política que en diferente grado pero con pareja violencia cambiará el mapa de Alaska a la Patagonia. Los tradicionales aparatos políticos de las clases dominantes –sin excluir a los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos– saltarán por los aires. El fascismo será el desemboque inevitable de todas aquellas tendencias que rechacen una perspectiva basada en las necesidades de los pueblos. Es en este cuadro que cobran su verdadera dimensión los acuerdos alcanzados en Caracas por los países del Alba. En la declaración final de la Cumbre queda afirmada la decisión de «construir una zona monetaria que incluya inicialmente a los países miembros del Alba (la Mancomunidad de Dominica participaría en calidad de observadora) y a la República del Ecuador, mediante el establecimiento de la unidad de cuenta común Sucre (Sistema Unitario de Compensación Regional) y de una cámara de compensación de pagos. La creación de esta zona monetaria se acompañará del establecimiento de un fondo de estabilización y de reservas con aportes de los países miembros, con el fin de financiar políticas expansivas de demanda para enfrentarse a la crisis y sostener una política de inversiones para el desarrollo de actividades económicas complementarias». Los mandatarios presentes aprobaron por unanimidad la decisión de crear «una zona económica y monetaria del Alba-TCP que proteja a nuestros países de la depredación del capital transnacional, 284


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fomente el desarrollo de nuestras economías y constituya un espacio liberado de las inoperantes instituciones financieras globales y del monopolio del dólar como moneda de intercambio y de reserva». Y afirmaron la decisión de «articular una respuesta regional, impulsada por el Alba-TCP, que busque la independencia respecto a los mercados financieros mundiales, cuestione el papel del dólar en la región y avance hacia una moneda común, el Sucre, y contribuya a la creación de un mundo pluripolar». Desde su perspectiva antimperialista y en dirección al socialismo del siglo XXI el Alba pasó de la palabra a la acción, en claro contraste con el resto de los países. A mediados de diciembre los presidentes de Suramérica volverán a reunirse, esta vez en Brasil. Nada definitivo saldrá de allí. Será un episodio más en la lucha por definir un rumbo. No obstante, allí jugará su destino más de un gobierno. Y se verá con mayor nitidez qué camino toma cada quien en la encrucijada histórica del continente.

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2009 Cuba y el futuro de la humanidad Definición Un país resuelto a marchar al socialismo Dudas sobre el rumbo argentino Panorama en las vísperas El gran duelo La otra prensa La nueva voz del socialismo Adónde va Argentina Severa derrota del gobierno Nuevos parámetros en América Latina Estados Unidos devela su estrategia El giro es hacia la izquierda Comienza a delinearse un mundo pluripolar El Alba asume una respuesta histórica a la crisis mundial Hora de definiciones

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Medio siglo de construcción socialista

Cuba y el futuro de la humanidad

Publicado en la edición N°46; febrero de 2009

Una revolución que cumple 50 años sin retroceder ni cambiar sus objetivos, sin devorar a sus hijos, ya ha vencido ante la Historia. El símbolo está a la vista: con un inmenso y hasta ahora inigualado poder moral, Fidel Castro lleva ya dos años y medio fuera del ejercicio directo del gobierno, Cuba no ha mostrado el más mínimo signo de debilidad política durante la transición de un liderazgo de medio siglo y la revolución socialista cubana cumple su 50 aniversario precisamente cuando el capitalismo se desploma. Estados Unidos entra en barrena, mientras sus gobernantes son despreciados por el mundo entero, que con mayor o menor claridad y conciencia advierte la magnitud de la crisis, siente que el sistema dominante no ofrece futuro y observa el ejemplo cubano como prueba de que la Revolución es posible. A la hora del balance de lo ocurrido en 50 años de construcción socialista, no hace falta atiborrarse de cifras y datos para medir la eficiencia de la dirigencia revolucionaria cubana. Basta comparar la evolución de Cuba en estas cinco décadas con la de un país capitalista en América Latina. Argentina es un buen parámetro, porque a la hora de la gran encrucijada histórica, en el último tramo del siglo XX, sus clases dominantes lograron imponer sin cortapisas la fórmula del capital para nuestros países. Excepcionalmente rica y a la vanguardia del desarrollo capitalista regional a fines de los años 1950, Argentina inicia 2009 como un espectro horroroso de lo que fue. Excepcionalmente pobre y atrasada, Cuba recorrió el camino inverso: de la miseria, la corrupción, el atraso y la subordinación al poder extranjero, pasó a ser un país culto, con extraordinarios niveles de desarrollo humano, siempre pobre –el bloqueo estadounidense, la caída de la Unión Soviética y la demora de nuevas revoluciones socialistas se sumaron a la escasez de sus recursos naturales y el mínimo desarrollo capitalista de entonces– pero con garantías sociales colectivas que no se hallarán en ningún otro país del mundo. No hace falta comparar cifras de mortalidad infantil, atención de salud, niveles de escolaridad, para llegar a conclusiones claras. Basta caminar algunas cuadras al anochecer de cualquier día por las calles de Buenos Aires y observar a miles de personas comiendo de la basura, 289


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durmiendo en las veredas o revolviendo deshechos, y contrastarlo con una mirada idéntica a La Habana, sin siquiera contar con que tres huracanes en un año han provocado inmensa destrucción y sufrimiento a la población cubana. Cinco décadas atrás el «Chiquilín de Bachín» (un niño de la calle) al que le cantaron Horacio Ferrer y Astor Piazzolla conmovía a los argentinos. Por entonces había, claro, pobreza y exclusión. Pero hoy la pobreza ha aumentado hasta hacer irreconocible al país, la sociedad parece anestesiada ante el espectáculo obsceno de la niñez abandonada y, como las dirigencias políticas ocupadas exclusivamente en sus candidaturas, mira sin ver la realidad. Ésa, la diferencia en la conciencia social creada a lo largo de medio siglo entre ambos países, no es la menor de las ventajas que habrá de apuntarse a favor de Cuba a la hora de hacer el balance. Sería erróneo cargar el saldo a la cuenta de quienes gobernaron uno y otro país. Desde luego Fidel y la multitud de hombres y mujeres que lo acompañaron tienen una integridad moral y ostentan una condición humana difíciles de igualar. Pero ante todo es verdad que el sistema capitalista trituró a incontables individuos con honestas intenciones y alta capacitación, a la vez que produjo y paulatinamente impuso a lo más inepto e inmoral. Al compás de la decadencia capitalista el fenómeno que explica a George W. Bush como presidente de Estados Unidos se reprodujo en todo el mundo. Por eso Fidel, Raúl y los cuadros del Partido Comunista, como vanguardia de un pueblo consciente y masivamente organizado, hicieron mucho más que defender su revolución y ser victoriosos en esa empresa aparentemente imposible. Al resistir la potentísima fuerza retrógrada que a partir de los años 1980 arrastró partidos, académicos, intelectuales, artistas y dirigentes de todo lo imaginable hacia la aceptación pasiva del horizonte puesto al mundo por el capitalismo, Cuba rindió un servicio a la humanidad que sólo con el paso de muchos años podrá ser valorado en toda su magnitud. Porque ahora, cuando el sistema capitalista alcanza su límite y se arroja a un abismo de miseria y violencia, Cuba es la bandera palpitante del socialismo. Es la vanguardia ideológica mundial. Es la teoría y la práctica de la revolución. Es el punto de partida para la nueva etapa histórica de la humanidad. Honor y gloria a quienes lo hicieron y lo siguen haciendo posible.

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Definición Publicado en la edición N° 46; febrero de 2009

A la par de otro holocausto, esta vez perpetrado por judíos, el mundo ha asistido a una operación jamás antes pergeñada para «restaurar la sensación de liderazgo de Estados Unidos», según definieron sus autores. Por obra de una formidable manipulación de la conciencia universal, el flamante presidente de Estados Unidos aparece como el hombre capaz de dos proezas mágicas: sacar a Estados Unidos de la ciénaga económica en que está hundiéndose y convertirlo en el paladín de la democracia, el desarrollo y el progreso en todo el mundo. No se puede minimizar la capacidad de un sistema que en la peor crisis de su historia lleva a un afroamericano a la Casa Blanca, logra transformar la elección de su Presidente en un hecho universal y avanza una fase nueva de su guerra de exterminio en Medio Oriente a través de sicarios, todo mientras experimenta fórmulas para enfrentar el colapso de la economía mundial. La lucidez estratégica, la eficiencia operativa, la crueldad sin límites de esa maquinaria y la cantidad de recursos colaterales todavía al servicio del centro imperial, indican la naturaleza y magnitud de la batalla en curso. Quien no se proponga –y logre– estar a la altura necesaria para enfrentar y vencer esas capacidades, no puede seriamente creer que hace algo en favor de la resolución positiva de la crisis.

Espejismo Después del primer impacto del colapso financiero, en septiembre y octubre, se vive un espejismo fácilmente explicable. Con mayor o menor conciencia la mayoría del planeta comprendió la dimensión inasible de la crisis. Pero al asomarse al abismo, dio un paso atrás. El temor empujó hacia lo malo conocido. En ese punto el Departamento de Estado lanzó su operación «restauración del liderazgo». Los rasgos y capacidades de Barack Hussein Obama, inusuales en los círculos formalmente ejecutivos del mundo contemporáneo, dieron un espacio extraordinario a esa operación. Pero el hecho es objetivo: la paradoja fue más ostensible en el ámbito monetario: mientras el sistema financiero mundial se desmoronaba, el dólar, precisamente la columna cuya fragilidad provocó el desplome del edificio, pareció fortalecerse. Se trata de una ilusión de los sentidos. Un economista demócrata, Paul Krugman, en un enjundioso listado de «consejos» para Obama, 291


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después de pintar un panorama catastrófico y prever una desocupación del 15% este año en Estados Unidos, recomienda déficit sideral para financiar obras públicas y alerta: «(durante la depresión de los años 1930) tuvo que venir el enorme proyecto público conocido como Segunda Guerra Mundial –un proyecto que silenció al fin a los tacaños– para que la Depresión llegue a su fin». Ésa es, de hecho, la estrategia del imperialismo. Pero ¿por dónde la encamina? Y sobre todo: ¿qué lugar le cabe a América Latina en ese diseño? Antes de asumir su cargo, Barack Hussein Obama definió su trazado. Omitió expedirse sobre el hecho entonces preponderante en el terreno mundial: la agresión israelí a Palestina. Puso de lado el trascendental conflicto con Rusia. No emitió opinión sobre el tembladeral europeo, que lleva a un estallido al continente exhausto. Tampoco se refirió a la situación de China, India, Suráfrica o Brasil, países a los cuales sesudos analistas atribuyen el futuro poder rector para el equilibrio planetario. En cambio dijo: «Chávez ha sido una fuerza que ha impedido el progreso de la región (…) Deseamos iniciar discusiones diplomáticas sobre cómo podemos mejorar las relaciones, pero también ser muy firmes cuando vemos noticias de que Venezuela exporta actividades terroristas o apoya a milicias como las Farc». Lejos de eso, en ese mismo instante Venezuela actuaba en los hechos contra el terrorismo: denunciaba la invasión sionista y expulsaba del país al Embajador de Israel. Días después Evo Morales hizo lo mismo, mientras en otros países de la región, y también en Europa y el mundo árabe, crecía el clamor para que se adoptara la misma actitud. En Washington no tuvieron dudas respecto de los seguros efectos de una política exterior revolucionaria aplicada con coraje y consecuencia.

Sumisión o contraataque Ya en su cargo Obama, el subsecretario del Departamento de Estado, James Steinberg insistió: «nuestros amigos y socios en América Latina están observando hacia Estados Unidos para que provea un liderazgo fuerte y sostenido a la región, como un contrapeso a gobiernos tales como los que actualmente tienen poder en Venezuela y Bolivia (Hugo Chávez y Evo Morales) que no practican políticas para beneficiar los intereses de sus propios pueblos ni de la región». Su jefa, la muy demócrata Hillary Clinton fue todavía más detallista: «la injustificada expulsión del embajador (en La Paz) Philip Goldberg (…) hace que preguntemos si Bolivia desea una relación bilateral constructiva». No 292


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disparan sin apuntar. Esta columna sostiene desde hace mucho tiempo que Venezuela es un factor clave del mundo actual. El 2 de abril se realizará en Londres la segunda reunión del G-20 para resolver la línea de acción de los centros imperiales frente a la crisis. Pero esa línea es, en primer lugar, de acción política. Para Washington es primordial aislar a Venezuela y Bolivia (y por supuesto a Cuba) del resto de Suramérica. En otras palabras: es imprescindible excluir una salida anticapitalista, excluir la idea de revolución y socialismo. Argentina y Brasil sólo pueden asistir al G-20 para denunciar ante el mundo la estrategia imperial. Y retomar el impulso para articular Unasur, prolongándolo con el G-15 y el Movimiento de los No Alineados. No pueden «mirar hacia Estados Unidos para que provea un liderazgo fuerte». Es un momento crucial. Menos que nunca es posible hoy identificar a un hablista como dirigente; confundir voluntarismo con estrategia; cambiar chapucería por ciencia; permitir que el gesto reemplace al hecho. O se asume el conjunto de tareas necesarias para aunar fuerzas a escala regional y mundial, organizarlas, darle direccionalidad y alcanzar la eficiencia en todos los planos de la acción, o se dejará espacio para que Washington arrastre al mundo a un abismo.

Decimocuarta victoria electoral de la revolución bolivariana en 10 años

Un país resuelto a marchar al socialismo Publicado en la edición N° 47; marzo de 2009

Determinación: con el 54.86% de los votos se impuso el sí en el referendo que el pasado 15 febrero debía resolver a favor o en contra de una enmienda constitucional para quitar toda limitación en la cantidad de veces que un candidato puede postularse para cargos públicos. La negativa obtuvo el 45.13%. Quedaron así enmendados los artículos 160, 174.192 y 230 de la constitución de la República bolivariana de Venezuela, habilitando la postulación a reelección de alcaldes, gobernadores, diputados y presidente. La disputa involucró mucho más que la posibilidad de Hugo Chávez a aspirar a un tercer mandato en 2002. La contundente victoria despeja el camino y a la vez 293


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agudiza conflictos propios de la transición al socialismo No fue la opción entre democracia y dictadura. Una instancia más de una prolongada pugna que acabará dirimiendo una incógnita de naturaleza muy diferente: ¿permitirán o no Estados Unidos y la burguesía venezolana que las instituciones vayan amoldándose con el transcurso del tiempo a las necesidades de una profunda transformación económica y social? Basta repasar las sucesivas enmiendas a la constitución estadounidense para asumir que esa dinámica es una necesidad objetiva de un proceso transformador. La pregunta puede formularse de otro modo: ¿es o no posible llevar a cabo en Venezuela una revolución pacífica? Distorsionando una vez más la realidad, los medios representaron el referendo para la enmienda constitucional como la intención de Hugo Chávez de eternizarse en el poder. Ésa línea de manipulación había sido exitosa en diciembre de 2007, cuando combinara con ejes propagandísticos tales como que Chávez aboliría la patria potestad, expropiarían viviendas y otros embustes por el estilo, provocó la retracción de más de 1 millón y medio de partidario de la revolución y dio como resultado que la oposición no tuviera unos pocos votos más que el oficialismo: la primera -y hasta ahora la única- derrota electoral de Hugo Chávez. Esta vez el recurso falló. El resultado diferente frente a la repetición de una confrontación casi idéntica podrá comprenderse que está ocurriendo por debajo de la superficie en la sociedad venezolana. Aquel 2 diciembre 2007 la oposición ganó por una diferencia ínfima. Y una vez que el CNE dio los resultados de las mesas escrutadas y la proyección que consideró irreversible, antes de la medianoche Hugo Chávez se dirigió a la población por cadena nacional y reconoció la derrota. Informaciones no confirmadas asegura que el conteo de los votos faltantes, los correspondientes adhesiones aisladas del país que no votaron por medios electrónicos, dieron finalmente una ventaja al Sí. En todo caso, Chávez no volvió sobre el asunto. Al admitir la derrota explicó que una victoria por escaso margen no era para su proyecto una victoria. Ahora las cosas fueron diferentes: el Sí sacó una ventaja de 1.121.630 votos, sobre una participación del 71% del electorado. Más contundente es el resultado visto desde otro ángulo. Según el lenguaje supuestamente aséptico que se niega a hablar de clases y califica la sociedad con letras para cada segmento, en el sector C, que representa un 11.9% de los votantes, el 70% respaldó el No y un 30% dijo Sí. Es innecesario señalar que C significa burguesía. En el sector de, 39.2% 294


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de los electores, un 35.81% votó No y un 64.27 Sí. En el fragmento más pobre que representa el 40.7% de los que asistieron a las urnas, un 35, 81% optó por el No y un 64.19% dijo Sí a la enmienda constitucional.

Batalla de ideas el factor que explica este vuelco en la conducta de las mayorías se llama Partido Socialista unido de Venezuela. En diciembre de 2007 el Psuv estaba todavía en proceso de formación. Y a eso debe sumarse un conjunto de factores entre los cuales cuentan un cierto reflujo del movimiento de masas, el involucramiento de Chávez en tareas de política internacional que lo alejaron del teatro de batalla y, por último pero de primera importancia, errores conceptuales en la articulación de la campaña a favor del Sí: no se percibió a tiempo que el tema en discusión era trascendental y no confrontaban candidatos sino ideas. La reiteración de un estilo educativo, cuando se trataba de entrar al negocio de la conciencia social fue un error táctico que derivó en una abstención del 44%, con el grueso de la población que respalda a través omitiendo su participación. Hubo otros factores, desde luego, que explicaron aquel traspié. Entre ellos la conducta de ciertos gobernadores y alcaldes que, aliado de Chávez, no trabajaron por la victoria. En la siguiente elección, esta vez para gobernadores y alcaldes, en noviembre de 2008, aunque todavía no entrenado, el Psuv ya estaba articulado. Se dio el cambio cualitativo en el tipo de campaña y el resultado fue, para desesperación de quienes habían deducido que «el 2D es el fin de Chávez», la recuperación de la iniciativa y la victoria oficialista. Por lo cual inmediatamente después el Presidente llamó a un referendo para enmendar la constitución no sólo hubo desconcierto en la oposición, no fueron pocos quienes interpretaron que se trataba de un enorme error, encaminado a una nueva derrota. Como quiera que sea, los cuadros de dirección de la revolución comprendieron y asumieron la magnitud del desafío. Chávez tuvo en sus manos la conducción táctica de la batalla electoral y esta vez tuvo un ejército en capacidad de combate. Fue una campaña fulminante. En menos de dos meses, no obstante el desesperado despliegue opositor, la conciencia de la mayoría comprendió y acogió el significado de la posibilidad de la reelección de Chávez y el cuadro político venezolano volvió a encarrilarse con toda claridad en dirección a la transición al socialismo. El esfuerzo individual de Chávez tiene pocos antecedentes. Pero el hecho crucial por el despliegue de cientos de miles de «patrulleros» (militantes del Psuv), que acudieron a la busca de sus adherentes 295


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primero y de todos los potenciales votantes después, para explicar cara a cara el significado de la enmienda. Centenares de miles de libros y papers elaborados por académicos y politólogos doblegados en los últimos años se hicieron ceniza en el transcurso de esa campaña: la noción de Partido, específicamente la de Partido Revolucionario, se reivindicaba en toda su trascendental potencia con la evidencia de que un mensaje claro, inequívocamente radical, llevado a las masas por una organización entrenada, pletórica de vigor y comandada con mano firme, puede llevar a conciencia, voluntad y capacidad de acción a las mayorías populares.

Nuevos desafíos He allí, entonces, una nueva y rotunda victoria de la Revolución Bolivariana, fincada en múltiples bases y expresada en términos electorales, que relanza la transición al socialismo en Venezuela y vuelve a repercutir en todo el hemisferio. Pero no hay tregua: como un rayo, las vacilaciones frente a la magnitud del reto histórico se manifestaron en voces convocando a sofrenar los ímpetus revolucionarios. Las voces más honestas e inteligente que hacen tales llamados traducen a su modo una parte de la realidad: con una extensión de más de un cuarto del electorado, el no obtuvo un 45%. Hay fuerza social objetiva que aún no ha asumido la revolución y el socialismo. Otros sencillamente buscan argumentos para convicciones reformistas y la inveterada proclividad al «posibilismo». Nada casualmente, la oposición golpista esgrime argumentos semejantes. Mientras tanto, en gobernaciones y alcaldías administradas por la oposición se suceden medidas represivas contra los médicos cubanos de la misión Barrio Adentro y ataques contra dirigentes del Psuv. Entre tales embestidas y los llamados a la conciliación Chávez ha sido tajante: «el diálogo es con el pueblo». Su vicepresidente, Ramón carrizales, declaró en la Asamblea Nacional que «el Presidente no dialogará con las dirigencias opositoras».

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Signos ominosos en la tercera economía regional

Dudas sobre el rumbo argentino Publicado en la edición N° 47; marzo de 2009

Contramarcha: aunque el gobierno de Cristina Fernández anunció un crecimiento del 3% para 2009, un conjunto de factores pone en duda es el desempeño. Mientras Brasil y México (las dos mayores economías latinoamericanas) están en caída vertical, la Argentina oficial parece suspendida en un espacio neutro. La controversia sobre índices y estadísticas dificulta un diagnóstico preciso, aunque hay suficientes datos fácticos que alarman a la sociedad y han comenzado a disgregar al partido de gobierno. La indefinición de la Presidente respecto de la posición que llevará a la reunión del G -20 en Londres refleja el accionar errático en su política interior. Un abrupto vuelco de tendencias y expectativas signan la coyuntura económica argentina. Después de cinco años de elevada tasa de crecimiento, con un acumulado de 52.8% en relación al mínimo registrado en 2002 y tras haber alcanzado en 2007 un aumento del 8.7% la caída de la producción industrial en el último trimestre del año pasado redujo significativamente el saldo de 2008 y trastocó por completo las previsiones para 2009. En materia de previsiones, sin embargo, el primer problema al analizar la realidad económica local estriba en la nula fiabilidad de las estadísticas oficiales y privadas. Dos años atrás el Poder Ejecutivo intervino el Indec (Instituto nacional de estadística y censo). La posterior manipulación -por demás ostensible-del Indice de Precios al consumidor, quitó credibilidad a la información oficial. Una idea del desfasaje entre realidad y datos oficiales la da la distancia entre la inflación calculada en 7.2% por el Indec para 2008 y las estimaciones privadas, que van del 20 al 34%. El carácter servil de una oposición escasamente apegada a los principios contribuye a la guerra de cifras y a la desconfianza generalizada en todas las fuentes a la mano. Durante el mes de enero, cuando subieron simultáneamente el transporte (25%), electricidad (del 70 al 400%, según niveles de consumo), combustible, gas, impuestos y un largo etcétera que obró 297


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como descarga voltaica sobre el ciudadano común, el Indec aseguró que el índice inflacionario había sido del 0.5%. El hombre de la calle según la de la información oficial y desprecia la opinión de los economistas reconocidos, quienes a su vez manipular información para descalificar al gobierno. En todo caso, sea cual sea su orientación política, no requiere de unos u otros para afirmar al -2 empresas: la inflación de los productos de primera necesidad alcanzó y en muchos casos superó-el 30% para 2008 y desde octubre a comienzos de febrero la economía sufrió un frenazo brutal, perceptible a simple vista.

Números negativos He aquí los datos: según el Indec, la industria quedó estancada en noviembre pero creció en diciembre un 2.3%, resultando en un crecimiento del 4.9% para 2008. La UIA (Unión Industrial Argentina), cuya conducción presiona al gobierno mientras usufructúa medidas que éste aplica para calmar sus aprestos opositores, sostiene sin embargo que la producción cayó 4.7% en noviembre y 6.8% en diciembre, con lo cual reduce el crecimiento anual del PBI industrial al 3.8%. El CIS (Centro de Industriales Siderúrgicos) ofrece guarismos alarmantes sobre rubros específicos: la producción de acero crudo cayó en enero un 39.1%, laminados 40.6%, planos 50.1% y hierro primario 4.4%. La ultra liberal Fiel (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas) concluye que la caída de la actividad industrial en enero fue del 11.4%; mientras que o OJF, consultora privada también de corte liberal, calcula una disminución del 9.1%. La construcción, mientras tanto, pasó de un crecimiento de 14% anual, a una contracción del 1% en diciembre. Conocidas estas cifras difíciles de refutar el Indec reconoció en la última semana de febrero que efectivamente hubo una caída, por primera vez desde octubre de 2002, en la producción fabril, aunque la situó en 4.6% en enero (contra el mismo mes del año anterior), es decir, menos de la mitad de las mediciones privadas que, en este caso, por provenir de las propias cámaras empresariales resultan más creíbles. El otro costado declinante de la producción argentina reside en el agro. Una combinación de tres factores ha dado como resultado una caída estrepitosa. Los tres factores son: disminución del área sembrada, caída severa (alrededor de 45% en dólares) de los precios de las materias primas de exportación en el mercado mundial, e inesperada sequía que afectó sobremanera a la región más rica del 298


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país en producción agrícolo-ganadera. Un conflicto desatado en marzo de 2008 en torno a las obras retenciones a las exportaciones escalón más allá de todo control develando una urgencia por recaudar, cuyas causas que darían a la vista poco después, el gobierno intentó indexar las retenciones sin discriminar entre pequeños, medianos, grandes y muy grande propietario, provocando un frente único de oposición sin antecedentes en la historia nacional, que daría lugar a un conflicto de cuatro meses y culminaría en una múltiple derrota oficial. Más allá de las interpretaciones políticas, lo cierto es que la incertidumbre de precios, costos en los insumos (por entonces en su vida vertical) y condiciones de comercialización, dio como resultado una drástica disminución en el área sembrada y la liquidación de 1 millón de cabezas de ganado vacuno. Al margen del efecto ruinoso sobre las capas medias de campo y su inmediato esfuerzo sobre las economías del interior, esto produjo el efecto inverso al buscado por el gobierno: la disminución de ingresos fiscales. Antes de media en toda su magnitud los estragos de la sequía, se estima que para 2009 las exportaciones del agro estarán entre 17:19 1000 millones de dólares en decir entre 10:12 1000 millones de dólares menos que en la campaña 2007 -2008. Aún sin rebajar las retenciones, el gobierno perderá así más de 3000 millones de dólares en recaudación por exportación de granos a partir de estos datos se puede esperar que la caída en recaudación por derechos de exportación oscile entre 29% y 35%, equivalente a entre 5% y 6% de la recaudación total. Con estos datos y aun previendo una disminución del 7.3% en las importaciones, se espera una reducción cercana al 50% del superávit de la balanza comercial respecto de 2008, llevando el saldo positivo a unos 6,500,000,000 de dólares.

Otra vez la deuda La insólita magnitud alcanzada por la crisis política hizo caer la imagen presidencial del 56% favorable en enero de 2008 al 28% un año después. Y al compás de esa fatídica combinación de debilitamiento acelerado del centro político, caída en la producción y anuncios de crisis internacional que luego estallaría como potencia superior a la esperada por la generalidad de los actores, Argentina sufrió una sangría de 23,000 millones de dólares que fugaron del país durante 2008, exactamente en el momento el gobierno debía afrontar pagos por amortizaciones e intereses de la deuda externa superiores a los 20,000 millones de dólares durante 2000 9:02 1000 las cifras resumidas más arriba resultan incompatibles con semejantes obligaciones, razón por la cual la oposición comenzó a agitar el fantasma 299


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de una cesación de pagos el gobierno respondió refinanciando sus obligaciones en moneda nacional, con resultado exitoso aunque el precio de elevadas tasas y compromisos que ahogará la economía a partir de 2002. La refinanciación de bonos en dólares a punto de vencer está en curso en este momento; se espera lograr el objetivo en un 50%, lo cual alivia las exigencias inmediatas y aleja el riesgo de cesación de pagos. Pero la caída del saldo positivo en la balanza comercial y la disminución de ingresos fiscales por todo concepto, se combina con la imposibilidad de obtener financiación externa (rémora insoluble de la crisis de 2001), en un marco fácilmente presumible de continuidad de la fuga de divisas, plantea la opción de obtener un arreglo con el FMI o desprenderse de un alto porcentaje de las reservas del Banco Central, o en próximas a los 40 mil millones de dólares. La Banca no ha sufrido en comparación con lo que sucede en el mundo. Está, sin embargo, entrando en lo que clásicamente se denomina «trampa de liquidez’: para retener depósitos aumenta las tasas pasivas, lo cual dispara más allá de toda congruencia con el momento el precio del crédito y viene a contribuir con la retracción general un ángulo particular de este fenómeno lo constituye una masa de 340 mil deudores hipotecarios, la mitad de los cuales ha visto subir de tal manera sus cuotas que sencillamente no puede pagarlas. Las respuestas de circunstancia dadas a este problema sólo lo han postergado hasta marzo. Frente a este panorama el gobierno combina una escalada de anuncios de la Presidente con una completa parálisis en materia de medidas efectivas para afrontar la disminución del giro económico. Desde enero, Fernández anunció planes de compra asistida para autos, bicicletas, heladeras y lavarropas, un mes después completado con ayuda para compra de maquinaria agrícola y vehículos utilitarios. Aparte de carácter y no hubo de tales medidas frente a la magnitud combinada de factores que empujan hacia la recesión, el hecho de que hasta el momento ninguno de esos planes ha tenido un mínimo de realización, convirtiéndose en realidad el motivo de chanza para el desalentado ciudadano común. Otro carácter podría tener la inversión de 57 mil millones de pesos (unos 16,000 millones de dólares), obtenidos de la nacionalización de los fondos de pensiones y destinados a obras públicas. Resta saber sin embargo si la ejecución de obras aún no planificadas se realiza sin grandes derrames en los vericuetos de un cuerpo político corrupto y si llega a tiempo para contrarrestar la caída. Para disminuir la presión de subsidios (25,000 millones durante 2008) y gasto, que en 2007 (año de la elección presidencial) aumentaron 300


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un 60%, en enero pasado el gobierno disparó los precios de los servicios sostenidos de manera doblemente artificial (porque no se correspondían con la realidad y porque no había recursos genuinos para mantenernos) durante el periodo de elevado crecimiento. También subieron los combustibles y los impuestos, esto difícilmente llevará suficientes recursos al fisco, pero en cambio reduce la demanda agregada, aumenta el malhumor de la sociedad y plantea incógnitas sobre el curso inmediato de la puja distributiva, al tiempo que afirma un camino en el cual el gobierno, pese a su constante alusión al «keynesianismo» (término que pocos entienden y que las mismas autoridades parecen interpretar de manera extraña), aplica más bien una política liberal ortodoxa, con la cual aspira a tener en 2009 un superávit fiscal mínimo de 2.5% mientras resulta inocultable el aumento de la pobreza y la indigencia.

Hechos y definiciones En este cuadro general, el empleo se frenó a mediados de 2008 y comenzó a caer en el último trimestre de ese año. El Ministerio de Trabajo admite que a fines de enero registraba alrededor de 5000 casos de despidos y suspensiones. La CGT, oficialista, se niega a dar cifras. La CTA, organización sindical también asociada al gobierno, eleva el número a 47 mil. Vacaciones, «paradas técnicas» y arreglos circunstanciales han amortiguado el efecto de la caída industrial sobre el empleo. Es presumible que ese paréntesis se cerrará en pocas semanas. En el remolino de índices y estadísticas controvertidas, las previsiones para el año en curso van del pronóstico oficial de crecimiento del 3%, a estimaciones diversas que recorren toda la gama de que aquella cifra hasta un 3% negativo. El verdadero problema, sin embargo, estriba en la ausencia de definiciones de gobierno. Mientras la relación con Brasil se deteriora en todos los terrenos, sin renegar de las líneas trazadas hacia la unidad sudamericana Fernández no ha dado la menor señal de poner énfasis en el fortalecimiento de un asunto para afrontar la coyuntura, mucho menos de integrarse al Alba. En cambio, todo parece apuntado a la reunión del G -20 el 2 abril en Londres, para la cual hasta fines de febrero el gobierno argentino no ha presentado propuestas propias y regionales.

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Respuestas de América Latina a la crisis mundial

Panorama en las vísperas Publicado en la edición N° 47; marzo de 2009

Opciones: todos los profundos cambios de orientación geopolítica verificados en América Latina en lo que va del siglo XXI estarán en juego en los próximos meses. Con el sistema financiero internacional desintegrado, las grandes potencias se aprestan a recomponerlo con cambios apenas cosméticos. Un «nuevo Bretton Woods», lo llaman, para no dejar lugar a dudas. El principal objetivo de Washington es impedir que China, Rusia e Irán, cada una con su área de influencia, así como América Latina y el Caribe, constituyan subsistemas autónomos, por fuera de la hegemonía y el control estadounidense. Suramérica participará próximamente en dos reuniones clave en las que se librará esa batalla: el G-20 en Londres el 2 de abril y la Cumbre de las Américas en Puerto España dos semanas después. Sólo Brasil y Argentina estarán presentes en el primer encuentro, definitivo para el rediseño global. En las páginas siguientes quedan reflejadas la situación y las políticas aplicadas hasta ahora en ocho países de la región. La disciplina rebautizada Economía durante el siglo XX se ha revelado en los últimos meses como la más formidable estafa en la historia de las ideas. Cuando en los albores del pensamiento en la antigua Grecia los teóricos de entonces imaginaron la Tierra como un plano apoyado sobre elefantes, daban prueba de mayor rigor y honestidad intelectual que los economistas de hoy al servicio del capital. Día tras día, los cuadros formados en esa materia en las más renombradas universidades del primer mundo se muestran perplejos y admiten su incapacidad para definir la naturaleza y los alcances del cataclismo económico universal. Pero si los economistas están a la espera de los acontecimientos para formarse opinión, los políticos no: aun sin saber exactamente qué tienen bajo los pies, han delineado y aplican sistemáticamente un plan en función de los intereses de los núcleos mayores de concentración de riqueza en el mundo. Ese desdoblamiento entre economistas y políticos expresa el desgarramiento del saber formalizado por Adam Smith en el siglo XVIII, denominado entonces Economía Política. Una ciencia es un medio para descubrir la verdad en el área que investiga. Por eso, ya a mediados del 302


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siglo XIX los defensores del sistema capitalista debían apresurar un viraje que neutralizara la Economía Política para convertirla, quitándole el apellido, en un instrumento para encubrir la verdad y defender por los medios que fuere la sociedad de la explotación, la injusticia y la destrucción de valores humanos y materiales. Tomando en cuenta estos antecedentes se comprende mejor el significado del encuentro del G-20 el 2 de abril próximo en Londres y la Vª Cumbre de las Américas desde el 17 al 19 del mismo mes en Puerto España, Trinidad y Tobago. Sin respuestas de los economistas, los representantes políticos del gran capital internacional no han logrado detener la caída en tirabuzón, no pueden determinar con precisión la etiología y la dinámica de la crisis ni tienen aún diagnóstico y pronóstico seguros. Pero entienden lo que para ellos es fundamental y, trazados los lineamientos estratégicos, están llevándolos a la práctica. Desde su perspectiva, afrontar el colapso mundial requiere ante todo obturar cualquier respuesta por fuera del sistema capitalista. E impedir incluso que las economías menores busquen formas de autonomía relativa, evitando que de los escombros del sistema financiero internacional surjan mecanismos regionales no sujetos al centro imperial. Por eso el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz (y otras luminarias de ocasión, algunas con ropajes progresistas), claman por la necesidad de «un nuevo Bretton Woods», es decir, la reparación, con algún cambio cosmético, del mecanismo planetario bajo hegemonía y control de los centros imperialistas de la economía mundial. Paralelamente, los estrategas de Washington y Bruselas tienen clara la necesidad de impedir la aparición de un centro político en condiciones de polarizar la voluntad de cientos de millones de seres humanos amenazados por el terremoto social, registrado incluso por los sismógrafos menos sensibles. Una vez obtenidas esas precondiciones, claro, entonces sí serán útiles los economistas. Las técnicas y nociones impartidas en las altas casas de estudio servirán para cuantificar y proyectar el costo que la humanidad deberá pagar para rescatar al capitalismo. Piénsese sólo que desde octubre a la fecha el colapso bursátil ha volatilizado una riqueza equivalente al PBI anual sumado de Estados Unidos y la Unión Europea, para medir cuántas horas de trabajo, cuántas esperanzas, cuánto sufrimiento humano se esfumó en esta primera fase de la crisis capitalista. A partir de allí se podrá intuir cuánto falta por venir y qué costos humanos requiere el salvataje del sistema.

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El abismo A mediados de febrero Dominique Strauss Kahn, titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), admitió que «hay una posibilidad real de que en las próximas semanas o meses algunos países, particularmente los emergentes, necesiten algún tipo de ayuda» y auguró «una segunda vuelta» de la crisis financiera. No estaba pronosticando: innumerables Bancos, encabezados por el Citi y el Bank of América, respectivamente el más grande del mundo y de Estados Unidos, ambos quebrados, aguardan la decisión que enviará a muchos al abismo y salvará unos pocos nacionalizándolos. Paralelamente, después de que Islandia e Irlanda, los modelos súper exitosos de los últimos tiempos, debieran ser rescatados de una caída en barrena, los índices económicos de España, Grecia y Portugal anunciaban que la onda expansiva no se detuvo. Peor aún, comenzó a revelarse otra de las más extraordinarias mentiras de la historia: la supuesta afirmación de los países integrantes del ex Pacto de Varsovia como prósperas economías capitalistas. La otra cara de aquel momento de euforia muestra la caída en dominó de Ucrania, Rumania, Hungría, Croacia, Serbia, Lituania, Letonia y Estonia, a cuyo rescate deben correr las autoridades de la Unión Europea, dado que incluso eludiendo lo obvio: que detrás de esos países se agiganta el peligro de un desplome de la economía rusa, los efectos de esta crisis en cadena sencillamente devastarían al viejo continente. «Hace 20 años que Europa se unió. ¡Qué tragedia sería dejarla dividirse nuevamente!», reflexionó el presidente del Banco Mundial Robert Zoellick, un estadounidense muy conocido por sus trapisondas en América Latina. Sí: qué tragedia… Las novelas de Erich María Remarque en las que el célebre autor alemán pintó el sufrimiento de cientos de miles de personas (buena parte de ellas de origen judío) lanzadas a la nada entre la primera y la segunda guerras mundiales, vagando constantemente de Este a Oeste y viceversa, sin documentos, sin poder afincarse en ningún país, con toda la inmensa desdicha que describen, apenas si permiten intuir la pesadilla de millones de habitantes del Este y Centro europeos arrojados a la emigración por el colapso de sus economías, intentando cruzar las fronteras para hallar un mendrugo en el Oeste. El diagnóstico negativo no se limita a los países más pobres de Europa, convencidos en los últimos años de que habían llegado al cielo capitalista. Véase la descripción insospechable del decano de la prensa económica conservadora en el mundo, The Economist, en su edición del 19 de febrero: «En Alemania las órdenes de máquinas y herramientas en 304


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diciembre último estuvieron un 40% por debajo del año anterior. En China quebró la mitad de las nueve mil fábricas para la exportación de juguetes. Los embarques en Taiwán de computadoras notebooks cayeron un tercio en enero. El número de autos ensamblados en Estados Unidos estuvo un 60% por debajo de enero de 2008. La producción industrial cayó en los últimos tres meses en 3,6% y 4,4% respectivamente en Estados Unidos y Gran Bretaña (equivalente a una caída anual del 13,8% y 16,4%) (…) Pero el colapso es mucho peor en países más dependientes de exportaciones manufactureras (…) La producción industrial alemana cayó el 6,8% en el último trimestre de 2008; la de Taiwan 21,7%; Japón 12% (…) La industria está colapsando en Europa del Este, así como en Brasil, Malasia y Turquía. Miles de fábricas están siendo abandonadas en el Sur de China. Sus trabajadores fueron a sus domicilios de origen para celebrar el nuevo año en enero. Millones no volvieron nunca». Nada mejor se vislumbra en Estados Unidos. «La economía perdió 3,6 millones de puestos de trabajo desde que la recesión comenzó en diciembre de 2007 –afirma The Wall Street Journal el 7 de febrero– la mitad de los cuales se perdió en los últimos tres meses. En enero la suma fue de 598 mil». Esto ocurrió pese a la inyección de sumas imposibles de concebir, a las que se sumó en febrero el «paquete de estímulos» de 787 mil millones de dólares exigido por Barack Hussein Obama al Congreso y durante cuyo tratamiento quedó a las claras la fractura de la burguesía imperialista al debatir la repuesta a la crisis. Este último salvavidas será insuficiente, según todas las estimaciones, no obstante lo cual, combinado con una baja de impuestos apuntada a aumentar el consumo, llevará a cifras descontroladas el déficit fiscal del presupuesto proyectado para 2010, muy por sobre los 1,75 millones de millones de 2009. Se acelera así la vaporización de todo respaldo real para el dólar, en el mismo momento en que el euro amenaza con desaparecer devorado por las crecientes fracturas en la Unión Europea. Mientras tanto, la nacionalización de bancos llevó al semanario Newsweek a condenar desde la portada lo que entiende como la marcha de Estados Unidos al socialismo. Sólo que en los países imperialistas el «fortalecimiento del Estado» no supone un paso progresista sino, todo lo contrario, un peligroso deslizamiento en dirección al fascismo.

G-20 y Cumbre de las Américas Es en este marco que se realizará la Cumbre de las Américas. El borrador de la declaración final, ya puesto a consideración de los 34 305


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jefes de Estado (todos menos Cuba, vetada por Washington de estos encuentros), tiene un título curioso: «Asegurar el futuro de nuestros ciudadanos promoviendo la prosperidad humana, la energía y la sustentabilidad ambiental». Cuando los burócratas de la OEA lo redactaron no estaban advertidos de que semejante encabezamiento sonaría a sarcasmo cruel. Luego no tuvieron la perspicacia para cambiarlo. Todo el empeño estuvo centrado en realizarlo en un lugar donde no fuera posible hacer algo semejante a lo ocurrido en la edición anterior, en Mar del Plata, cuando Hugo Chávez presidió un acto de masas con el carácter de contracumbre, donde anunció que a pocos metros había sido muerto y sepultado el Alca. El anteproyecto recorre todos los lugares comunes reiterados ritualmente en cada encuentro cimero. Y tiene el mismo nulo valor de los anteriores. Al margen de la declaración, la gran pregunta es cómo actuará Unasur en ese escenario: ¿se alineará con la perspectiva estratégica propuesta por el Alba o condonará las resoluciones que dos semanas antes habrá tomado el G-20 en Londres? Allí cobra todo su negativo significado el hecho de que a la capital británica acudan Brasil y Argentina. Su incorporación, en aparente igualdad de condiciones, al cónclave donde los grandes resolverán la estrategia frente al colapso mundial del capitalismo, se explica precisamente por la necesidad de evitar que América Latina resuelva su propia respuesta. En el encuentro realizado en Washington en noviembre pasado no se oyó una propuesta de Brasilia y Buenos Aires. Si acaso emitieron un sonido, no traspasó los muros del recinto donde sesionaron. Ni se oyó luego, cuando los mandatarios regresaron a sus países. Al correr la última semana de febrero no hay un solo signo de que las dos economías mayores de Suramérica enarbolen un programa común. Unasur no ha sido llamada a reunión a tal efecto. Por el contrario, Brasil recibió en los últimos meses ayuda del FMI para sortear la amenaza de quiebra en cadena de sus principales Bancos; en Buenos Aires, que dos años atrás pagó al contado la totalidad de la deuda con este organismo, con el argumento de que así se liberaría del yugo, hay voces oficiales que adelantan la necesidad de seguir el mismo camino de Brasil. Un hecho presumiblemente casual pone una nota aguda para la participación argentina en esa reunión: el 2 de abril es el aniversario del malhadado intento de recuperar las islas Malvinas, en 1982, culminado como se sabe con una ignominiosa derrota. La gesta y su saldo de tantos jóvenes muertos pesa de manera silenciosa en la sociedad argentina. Numerosas organizaciones políticas y sociales han iniciado un movimiento 306


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que pretende representar esos sentimientos y lograr que la presidente Cristina Fernández no concurra a Londres. El encuadramiento de Brasil y Argentina en el programa de las grandes potencias frente a la crisis significaría un revés para el proceso de convergencia suramericana, pero sobre todo el ingreso a un callejón sin salida para ambos países. La interpretación según la cual con el cambio de presidente y la aplicación de un plan keynesiano Estados Unidos gira hasta colocarse en el mismo rumbo de marcha de gobiernos del Sur considerados progresistas, es un error de inabarcables proporciones. No sólo porque asimila de manera superficial al teórico imperialista. También y sobre todo porque desconoce dos diferencias cruciales: el cuadro de situación incomparable al que le dio respuesta y la distancia entre una economía dominante y otras subordinadas. La opción consiste, ni más ni menos, en servir como fuente de recursos para la contraofensiva económica del Norte o en la utilización de esos recursos para una estrategia propia, común a toda la región, de complementariedad, solidaridad y respaldo mutuo. Ya llega la devastadora onda expansiva del estallido de las economías capitalistas centrales. América Latina y el Caribe están en las vísperas de una batalla histórica.

En el G-20 y la Vª Cumbre de las Américas se librará una batalla crucial

El gran duelo

Publicado en la edición N° 48; abril de 2009

Llegó la hora: alinearse con el Norte para emprender la vana empresa de salvar al capitalismo, o definir posiciones y acelerar en dirección a la unión suramericana, la complementación solidaria de las economías de la región, la verdadera soberanía en pos del buen vivir para todos. Ésa es la opción ante la cual no hay postergación posible. Estados Unidos y sus socios intentan atraer a países clave del hemisferio para apuntalar su estrategia, una vez más como neocolonias aferradas a las metrópolis. Ése es el significado de la reunión del G-20 el 2 de abril en Londres; ésa es la intención de Washington para la Vª Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, quince días después. Como contrapartida, los países del Alba se reunirán el 16 de abril en Caracas, para ratificar una línea de acción común frente a la crisis y la respuesta del capital imperial. La participación de todos los miembros de Unasur en el encuentro del 307


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Alba es la última oportunidad para presentar un frente unido antes de que se desencadene en toda su potencia destructiva la crisis global. Durante el mes de abril quedará esbozado un nuevo mapa político planetario. El 2 en Londres y el 17 en Trinidad y Tobago, la reunión del G-20 y la Vª Cumbre de las Américas definirán la estrategia con la cual Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y China, afrontarán el colapso del ordenamiento planetario vigente en las últimas seis décadas. La gran incógnita es qué lugar ocupará el conjunto latinoamericano-caribeño en la búsqueda del que lo sustituya. Nada será definitivo, claro. Porque lo único constante en este momento es la ebullición. La transformación molecular de las relaciones de fuerzas a escala mundial transcurre bajo la superficie y a un ritmo diferente del que impone el desmoronamiento del sistema capitalista. De manera que los acontecimientos visibles –y sobre todo su representación en la prensa comercial– tienen escasa correspondencia con la realidad. No obstante, del papel de cada protagonista depende el curso de la historia inminente, prefigurado por la ola arrolladora de trabajadores expulsados de sus puestos en todo el mundo. Una febril actividad diplomática del Departamento de Estado estadounidense e innumerables encuentros a nivel presidencial y ministerial en América y Europa, más encuentros públicos y reservados entre Estados Unidos y China, permite observar el nervioso movimiento de las piezas en el ajedrez planetario. Ante todo, con apenas dos o tres excepciones, asombra la talla política de las figuras participantes, su falta de preparación teórica para comprender los acontecimientos en curso, la ausencia de equilibrio emocional e incluso la plasticidad moral con la que suben al escenario ante una platea mundial temerosa y expectante. Pero el foco debe centrarse en otro punto: la actitud de China en relación con la redefinición de un sistema financiero mundial, la ubicación de los tres gobiernos latinoamericanos –Brasil, México y Argentina– incrustados en el G-20 y la actitud que asumirán los miembros de Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) cuando en la isla caribeña de Trinidad y Tobago se encuentren cara a cara con el nuevo representante del imperialismo, Barack Hussein Obama.

Paciencia china Además de asombro y temor, la crisis produce cambios hasta poco antes impensables. El nerviosismo de las autoridades chinas no es el 308


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menor de ellos, si se tiene en cuenta no sólo la proverbial imperturbabilidad de esa cultura milenaria, sino y sobre todo las causas que lo provocan. Es sabido que Pekín tiene una suma sideral de reservas invertida en bonos del Tesoro estadounidense (diferentes informaciones la hace oscilar entre uno y dos millones de millones de dólares). Sumado al impacto que la caída del comercio mundial provoca en la economía china, el riesgo de la, a término, ineludible devaluación extrema o directa desaparición de la moneda estadounidense, crea una situación paradojal de dependencia mutua y choque frontal entre ambas economías. En las últimas semanas esta situación se ha expresado incluso en el terreno militar: «el navío estadounidense Usns Impeccable violó las leyes y las reglas internacionales y chinas», declaró el portavoz de la cancillería china, Ma Zhaoxu, en alusión a un episodio oscuro en el cual, según el Pentágono, barcos chinos efectuaron el domingo 8 de marzo maniobras peligrosas cerca de un navío no armado de la marina estadounidense en aguas internacionales, en el Mar de China Meridional. A la respuesta china contestó Washington con no menos contundencia: «vamos a seguir mientras tengamos que operar en aguas internacionales», declaró Bryan Whitman, un portavoz del Pentágono. No cabe soslayar este episodio, pero en el seno del G-20 el dilema de China frente al mundo capitalista altamente desarrollado pasa por otro meridiano: colaborar con la Casa Blanca para recomponer el sistema financiero internacional o crear un subsistema (los vértices hipotéticos serían Pekín, Moscú y Teherán) y desde allí ensamblar con otros posibles subsistemas en un entrelazamiento que opusiera con nitidez las economías subordinadas a las imperialistas. Hasta el momento, el gobierno chino parece enfilarse hacia una alternativa intermedia, o tercera vía: acordar con Estados Unidos una nueva moneda de intercambio internacional, que reemplace al dólar. Así lo adelantó Zhou Xiaochuan, presidente del Banco Popular de China: «la introducción de una divisa supranacional, estable y no vinculada a un país concreto, beneficiaría al sistema financiero mundial». Rusia había antes esbozado esa idea, sin darle forma precisa; luego de la formulación china, también Brasil se sumó a la propuesta. ¿Qué posición adoptará la UE, asociada en la desgracia con Washington, aunque igualmente interesada en sacar ventaja frente a Estados Unidos? «Son el camino al infierno», declaró el presidente temporario de la UE, el checo Mirek Topolanek, refiriéndose a las medidas tomadas por Obama. Europa teme, y con buenos fundamentos, que una política de déficit desenfrenado como la que aplica sin mayor explicación la Casa Blanca dinamite las columnas del euro y haga desaparecer la moneda 309


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común del viejo continente. La UE podría volcar el fiel de la balanza. Pero su indecisión corre pareja con el temor a un desenlace traumático. La incógnita se develará antes de que estas páginas estén en manos del lector. En todo caso, es presumible la fugacidad de los resultados que se alcancen en Londres: nadie puede permitirse empujar a un fracaso estrepitoso; y pocos imaginan un saldo neto y consolidado como el alcanzado en Bretton Woods en 1945: la hegemonía estadounidense ha terminado. Y para siempre. Ya no puede imponer su voluntad al resto del mundo. Aunque todavía puede evitar que la Unión Europea despliegue todos los instrumentos que necesita para chocar sin rodeos con Washington en la disputa por los mercados mundiales. Y, sobre todo, mantener la capacidad de imantar a gobiernos clave en el resto del mundo para frenar la tendencia unificadora con contenido antimperialista y, desde allí, lanzarse a malograr la consolidación de un mundo pluripolar en el cual quedaría inserto, con enorme potencialidad estratégica, un bloque con definido perfil anticapitalista en Suramérica, el Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas).

Qué hará Unasur Dos fuerzas de sentido inverso y potencia cambiante gravitan sobre la reubicación geopolítica de América Latina. Desde el año 2000 primó la que inducía a la convergencia, en progresiva confrontación con Estados Unidos. En 2005, durante la IVª Cumbre de las Américas realizada en la ciudad argentina de Mar del Plata, el entonces jefe del imperio sufrió una humillante derrota. Y la tendencia convergente se aceleró. Pero mientras esa dinámica llevaba al nacimiento de Unasur, Estados Unidos lanzó su contraofensiva, destinada a recuperar la iniciativa, poner nuevamente a su favor las relaciones de fuerzas y sentar las bases para neutralizar la marcha revolucionaria ya plasmada en diferentes puntos de la región. Cuatro años después, Washington contabiliza escasas aunque significativas victorias, que ubican al presidente Obama en situación diferente a la que tuvo su antecesor en Mar del Plata. Además, en Trinidad y Tobago, del 17 al 19 de abril, la Cumbre se desarrollará en un escenario mundial por completo ajeno al de 2005, creado por la irrupción de un protagonista para muchos inesperado: la crisis mundial del sistema capitalista. Si el primer factor juega a favor de Estados Unidos, el segundo opera de manera altamente contradictoria, acentuando a la vez las fuerzas centrípetas y centrífugas en América Latina. A la vez que pierde terreno por la presión incontrolable de la crisis, Washington ganó un espacio 310


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aparentemente imposible usufructuando las contradicciones internas de las burguesías regionales, las vacilaciones de gobiernos autodenominados progresistas. Contrarios a definiciones anticapitalistas, elencos arribados al Gobierno en función del vacío creado por la demolición de las instituciones tradicionales del capital, estos mandatarios sui generis apelan a un discurso alegadamente neokeynesiano, cuya significación de definitiva defensa del capitalismo desconocen o manipulan, apelando a la abrupta caída del pensamiento político contemporáneo que, frente al denominado neoliberalismo, se abroqueló en la defensa del Estado, con prescindencia del carácter de clase que éste tenga. No podía esperarse que los estrategas del imperialismo desaprovecharan la oportunidad que este cúmulo de inconsistencia presenta. El Departamento de Estado programó y llevó a cabo una formidable blietzkrieg diplomática, apuntada a aniquilar resistencias previas a las reuniones de Londres y Trinidad y Tobago. La secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton viajó a México, donde tras la fachada de una autocrítica asumiendo corresponsabilidades en el tráfico de drogas y armas, en realidad ajustó un plan preventivo ante el riesgo de un desplazamiento masivo de mexicanos hacia Estados Unidos, como resultado del colapso generalizado del orden político ya previsto por los analistas serios en el país azteca. Mientras tanto, el Pentágono alistó grupos comandos de desplazamiento rápido dispuestos a sofocar sublevaciones sociales no sólo en el interior de Estados Unidos, donde la caldera ya comienza a bullir, sino en países críticos para el equilibrio imperial (México, Perú y Colombia ocupan los primeros lugares en la lista). El esposo de la Secretaria, ex presidente demócrata, William Clinton, ocupó inmediatamente el proscenio de una reunión del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Medellín, donde al socaire de un debate sobre la crisis congregó figuras de recambio en todo el continente, en preparación de las inexorables conmociones políticas, que en muchos casos serán alentadas por las embajadas estadounidenses a fin de colocar en puestos ejecutivos a sus subordinados políticos. Nada más elocuente de las turbulencias internas en América Latina que la creación de un Consejo de Defensa Regional por parte de los 12 países integrantes de Unasur, a comienzos de marzo pasado, en Santiago de Chile, seguida pocos días después del anuncio de que a nombre de esta nueva instancia militar regional, Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú y Uruguay realizarán, en conjunto con la IVª Flota de Estados Unidos, el mayor ejercicio naval 311


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jamás antes ensayado en el hemisferio. «El ejercicio militar Unitas Oro se llevará a cabo entre el 20 de abril y el 5 de mayo; reunirá un total de 15 barcos de guerra, dos submarinos y más de una docena de aviones de 11 países en operaciones navales con fines de entrenamiento y promoción de la seguridad marítima y la estabilidad en la región», informa la agencia AFP. Agrega con tono zumbón: «la IVª Flota permaneció inactiva durante casi 60 años, pero la Marina de Estados Unidos anunció su restablecimiento en abril de 2008 para tener una mayor presencia naval en el Caribe y América Latina, lo cual generó inquietud en algunos países de la región. El Pentágono aclaró que se trataba de una medida administrativa que no tenía que ver con objetivos militares». Como para subrayar que esta desmesurada movilización de fuerzas bélicas «nada tiene que ver con objetivos militares», también participarán tropas alemanas invitadas.

Progresistas en Chile En la misma tónica, el vicepresidente estadounidense Joseph Biden visitó Brasilia, se entrevistó con Luiz Inácio da Silva y luego se desplazó a Viña del Mar, localidad chilena a escasa distancia de Santiago, donde tuvo lugar una reunión de presidentes progresistas los días 27 y 28 de marzo. La elocuente denominación alude a una instancia creada por William Clinton y Anthony Blair, cuando uno era presidente de Estados Unidos y el otro primer ministro británico. En esta oportunidad, con Michelle Bachelet como anfitriona, acudieron a la cita los presidentes de Argentina, Uruguay y Brasil, Cristina Fernández, Tabaré Vázquez y Lula, quienes mantuvieron intensas deliberaciones con Biden, los primeros ministros Gordon Brown de Inglaterra y Jens Stoltenberg de Noruega, además del presidente español José Luis Rodríguez. Quienes duden del carácter progresista de los representantes de Estados Unidos y Europa no tienen más que acudir al registro de la campaña pre-electoral de quien luego sería vice de Obama, releer las posiciones de Brown respecto de cualquier tema de política internacional, con destaque de sus decisiones respecto de la participación de Inglaterra en las invasiones a Irak y Afganistán, o recorrer la trayectoria del titular del Psoe, célebre por su defensa del fascista José María Aznar en la no menos mentada cumbre hispanoamericana en Santiago, cuando el rey Borbón (otro ejemplo palmario de progresismo), intentó callar al presidente venezolano Hugo Chávez. Con la participación de los titulares de la OEA y el Mercosur, dos celebérrimos progresistas, aquella reunión fue «Un buen ensayo para la 312


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cumbre del G-20», como titularía el diario oficialista argentino Página/12. A un lado la arbitraria calificación para representantes ultra reaccionarios del imperialismo, importa subrayar el hecho de que gobernantes latinoamericanos integrantes de Unasur y el Mercosur, a la vez que eludieron un debate en esas instancias regionales, participan de estos encuentros en los cuales los jefes políticos del imperialismo ajustan sus políticas para las cruciales reuniones de Londres y Trinidad y Tobago. Más allá de todo juicio de valor, éste es un indicativo de que la estrategia divisionista de Washington respecto de América Latina puede apuntarse éxitos estratégicamente endebles pero de significativo valor táctico. Estas inconsistencias no son inocuas. Entusiasmado con la perspectiva de ocupar un lugar en el cenáculo del poder mundial, Brasil subordinó en los últimos meses –precisamente el período de mayor debilidad del imperialismo– su papel como fuerza principal en Unasur. Trasladando esa estrategia a la política interna, luego de su reunión con Biden, Lula explicó que los obreros debían resignar demandas, porque ahora se trata de salvar el equilibrio del sistema. Por su parte, el canciller argentino Jorge Taiana y el embajador del país austral en Washington, Héctor Timerman, explicaron tras la reunión de Fernández con Biden que el encuentro «resultó altamente satisfactorio». Según su interpretación «lo más importante es que pensamos lo mismo sobre la manera de enfrentar la crisis. La Presidente y Biden coincidieron en que los organismos de crédito deben ayudar a aumentar la demanda global y en que eso no choca con lo que sostienen algunos países europeos, sobre que lo principal es mejorar el sistema de control de los fondos. Ambas cosas pueden y deben hacerse a la vez», declaró Taiana. «Un milímetro de diferencia en la teoría equivale a un kilómetro en la práctica», dijo hace un siglo un relevante pensador político. Presumiblemente mal asesorados por sus expertos en economía, los presidentes sureños se mostraron satisfechos por haber coincidido con Biden y Brown en cuestiones tales como la reforma del FMI y la necesidad de que los países subordinados tengan voz y voto en la reunión de los poderosos.

Alba o capitalismo del siglo XXI Al día siguiente de la reunión de presidentes progresistas, el diario argentino La Nación, furiosamente opositor al gobierno, tituló su portada con inequívoca intención: «Acuerdo sobre la crisis global con Estados Unidos y Gran Bretaña. Cristina Kirchner se alineó con las 313


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propuestas que esos países presentarán ante el G-20». Aunque por razones inversas, la cobertura de los medios opositores y oficialistas coincide de esta manera en un supuesto acuerdo entre los presidentes suramericanos y los representantes imperialistas en esta reunión preparativa de las cumbres de Londres y Trinidad y Tobago. Sin necesidad de conjeturas, antes mismo de que se realicen ambos encuentros resulta evidente que los estrategas del Norte se han apuntado ya una victoria, consistente en atraer a países clave al cenáculo imperialista disfrazado bajo el nombre de G -20. Allí los poderosos afirmarán la estrategia para afrontar la crisis mundial. Es congruente que quienes entienden la coyuntura mundial como una simple crisis pasajera, se muestren felices por estar invitados al cónclave, aún cuando no parece sensato suponer que las decisiones de las metrópolis podrán beneficiar a las neocolonias. Entre un cúmulo de diferentes razones, la conducta evasiva frente a las responsabilidades estratégicas de Unasur devienen de una errónea interpretación de la coyuntura mundial. Aun para los gobiernos que no se definen a favor del socialismo en América Latina, debería estar claro que la profundidad y extensión de la crisis excluye cualquier posibilidad de resolución a mediano plazo e indolora de la crisis mundial, que apenas está en el primer escalón. A costa de un inconmensurable sufrimiento de sus pueblos, estos gobiernos empeñados en arrimar su colaboración a la recomposición del sistema vigente comprenderán en el futuro inmediato que el capitalismo del siglo XXI sólo puede tomar cuerpo bajo la forma de desocupación masiva, vertical caída del poder de compra de los trabajadores que mantengan sus empleos, aniquilación del Estado de bienestar, destrucción de las instituciones democráticas, avance del fascismo, de la represión, el hambre y la miseria. Está a la vista que buena parte de los intelectuales orgánicos del sistema y de los gobernantes a los que asesoran no tienen los instrumentos imprescindibles para interpretar los parámetros de la situación actual. Comparar, por ejemplo, la crisis argentina de 2001 con el cuadro mundial actual, denota una incomprensión rayana en la enajenación. Pero la ignorancia no será excusa cuando los pueblos busquen y encuentren su respuesta a los estragos por venir de la crisis que recién comienza. En este panorama y frente a la escalada de reuniones presidenciales y ministeriales que preparan la Cumbre de las Américas, el 16 de abril se reunirán en Caracas los países del Alba. Allí los países integrantes acordarán una política común para actuar de consuno en la cumbre que 314


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al día siguiente tendrá lugar en la vecina isla de Trinidad y Tobago. Como se sabe, un encuentro del Alba en noviembre pasado definió una estrategia conjunta frente a la crisis, que además de planear el intercambio en función de las necesidades y posibilidades complementarias de cada país, resolvió la creación de una moneda de cuenta común, el Sucre (Sistema Único de Compensación Regional) y la afirmación de un Banco del Alba. También a contramano de la estrategia imperialista, a mediados de marzo se consolidó la demorada perspectiva de un Banco del Sur. Siguiendo esta línea, en franco contraste con la reunión de presidentes progresistas, es de esperar que el 16 de abril, en la víspera de la Cumbre de las Américas pergeñada por Washington, acudan a Caracas todos los miembros de Unasur –y muy especialmente Argentina y Brasil– para acordar un plan que suene con voz única y estridente, frente al programa de recomposición imperialista que Obama llevará a la bella isla caribeña. Esta nota es continuidad de Panorama en las vísperas

La otra prensa Publicado en la edición N° 48; abril de 2009

Frente a los medios directamente comprometidos en el mecanismo de reproducción ideológica capitalista y en búsqueda de lucro, hay una amplia gama de órganos de prensa profesional, enfrentados en diferente grado con el statu quo. Pueden distinguirse tres categorías principales: prensa comercial con posiciones de avanzada, ubicada en los márgenes del sistema; medios sin fines de lucro con definiciones antimperialistas y/o anticapitalistas; órganos partidarios de izquierdas. Adicionalmente existen incontables formas de expresión alternativa, de escasa llegada y desigual calidad profesional, que no obstante impulsan la participación, el debate de grupos sociales de diferente significación y a menudo obran como vehículos para la clarificación intelectual y el desarrollo profesional de quienes los producen. Paradojalmente, estas formas periodísticas ajenas a la gran empresa sufren en menor grado el impacto de la crisis. No obstante, es presumible que a mediano plazo, en el transcurso de las grandes batallas que se avecinan y que cubrirán todo un período histórico por venir, el gran capital acudirá en defensa de sus órganos de instilación ideológica, seguramente reformulándolos, mientras que los problemas de natura315


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leza diferente que acosarán cada vez con mayor virulencia a la otra prensa pueden poner en peligro su existencia.

Horizonte tormentoso En América Latina, Europa, Estados Unidos, Oceanía y ciertos puntos de Asia, medios pertenecientes a la primera categoría señalada ejercen considerable gravitación, con un contenido centrista, a menudo con críticas agudas pero sin chocar de frente con el orden constituido. Con alguna posible excepción, estos medios afrontan un futuro de dificultades extremas. Algunos, como ya ha ocurrido en Argentina y otros países, se entregarán sin rubor a la función de agentes de un sector del capital, con guiños de grotesco progresismo pero en los hechos en frontal oposición a una perspectiva de ruptura real. Otros desaparecerán. Los órganos partidarios, por su parte, correrán la suerte de las actuales formaciones que los sustentan, ya prefigurada en el insignificante lugar que éstas ocupan por regla general en la sociedad actual. Las nuevas estructuras partidarias hoy en gestación engendrarán nuevos y seguramente poderosos medios de prensa. Pero ésa es una potencialidad aún distante de realización. La incógnita, el desafío, es el devenir de aquellas formas periodísticas de envergadura intermedia entre los más renombrados órganos comerciales contestatarios y la prensa alternativa de circulación restringida; es decir, de los órganos que en diferentes formatos han asumido la lucha anticapitalista. Porque está claro que serán el eje de una batalla histórica, pero no podrán cumplir ese papel si no logran una llegada masiva a la vez que alcanzan el mayor nivel profesional, un rigor en todos los sentidos, que les permita cumplir el papel de vehículos de una nueva interpretación del mundo y del futuro. América XXI presentó su primera edición seis años atrás, en abril de 2003, como expresión directa de la novedad que cambiaría el mapa geopolítico mundial, la Revolución Bolivariana, y de los dos golpes fallidos del imperialismo contra el presidente Hugo Chávez a lo largo del año anterior. Después de un penoso período de aparición irregular, en un desierto de prensa con definiciones netas a favor de la Revolución, tras sortear problemas de diferente naturaleza, incluida la corrupción, en los últimos cuatro años este mensuario de fórmula sin precedentes regularizó la aparición sistemática el primer jueves de cada mes y luego avanzó para ser impresa simultáneamente en tres capitales suramericanas: Caracas, Buenos Aires y Montevideo. A diferencia de los datos escalofriantes que pueden leerse en estas páginas, América XXI 316


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(referencia a la crisis de los grandes medios, en la nota de tapa La caída) no debe un centavo, tiene un plantel mínimo, con salarios escasísimos voluntariamente asumidos, y no afronta en lo inmediato las amenazas de los grandes medios. No obstante, puesto que el objetivo no es la mera supervivencia, el desafío es mayor. Porque se trata de ser eficientes y efectivos en la gran tarea de informar la verdad a gran escala y, paralela y simultáneamente, llevar a amplios sectores de las juventudes y las clases oprimidas las ideas, la cultura, el programa de acción y los mecanismos organizativos que gradualmente van tomando cuerpo en Suramérica (y en otras latitudes) como instrumentos de una lucha sin tregua posible contra el capitalismo en su agonía.

Comunicación para el Alba A menudo se alude a la política de comunicación como falla tectónica de las fuerzas revolucionarias. Un latinazgo calza perfecto para referirse a ese tema de constante discusión: rem tene, verba sequentur, que en buen romance significa: cuando las ideas están claras, la palabra fluye. No es un problema de comunicación, sino de estrategia revolucionaria. No lo resolverán por tanto periodistas y semiólogos, sino cuadros y cuerpos colegiados de una herramienta empeñada en la lucha revolucionaria continental frente al resquebrajamiento e inexorable desplome del mundo contemporáneo. La prensa –la buena prensa comprometida con la transformación social– puede cumplir un papel de nexo vivo y eficiente entre los pueblos y la dirección alternativa en gestación en la región. Para ello, es imprescindible lograr la eminencia profesional y la fuerza suficiente para llegar a millones. Suramérica está experimentando la aparición del Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas). Es la más formidable materialización del proyecto de la unidad nuestroamericana para alcanzar el buen vivir. El proyecto estratégico de Bolívar. América XXI resume una experiencia inédita. Sólo la CIA intentó en décadas pasadas un órgano regular con contenido latinoamericano, distribución regional y un objetivo ideológico-político inequívoco. Fue la revista Visión, nominalmente en propiedad del dictador nicaragüense Anastasio Somoza y dirigido por el argentino Mariano Grondona. La secta Moon ensayó más tarde un tabloide con el mismo contenido, pero sin formato definido, empeñado en engañar al lector ya avisado frente a las propuestas imperialistas. Después de ese segundo fracaso, el 317


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Departamento de Estado abandonó la idea de una prensa escrita explícitamente identificada con Washington. Ahora tiene cadenas de TV y páginas de sus propios principales diarios que reproduce de Norte a Sur la prensa de las clases dominantes en el hemisferio. Desde la trinchera opuesta, América XXI se propuso igualmente dar vida a un medio impreso de alcance latinoamericano, con mínimos recursos y extrema austeridad, empeñada en el máximo rigor en todos los sentidos, para informar la verdad de Venezuela en todo el continente y proyectar la propuesta de un socialismo renacido y renovado en el siglo XXI. Lo logró. Son seis años de lucha sin cuartel en la gran batalla de las ideas. Pero nada más lejos que acunarse en laureles. Ahora el reto de vida o muerte es contribuir a la creación de una prensa del Alba en condiciones de difundir su estrategia a los pueblos de toda la región. No admite demoras la tarea de combinar la letra impresa con la potencia restringida y a la vez inabarcable de Internet, más los medios audiovisuales que en todos los formatos posibles contribuyan a llevar la respuesta socialista en medio del derrumbe capitalista. Con base en la ciencia y la experiencia viva. Enderezada a calmar la sed de conocimientos de millones de personas en disposición de combate. Cubrir exactamente todos los países de América Latina y el Caribe. Y llegar a la poderosa y hoy abrumada comunidad latina en Estados Unidos. Es posible, es necesario y urgente hacer con ese contenido una revista semanal de bajo costo, con pocas pero sustanciales páginas en formato tabloide, para encartar en diarios allí donde sea posible, para distribuir comercialmente a bajo precio donde no pueda asociarse con medios ya instalados, y en todos los casos llegar al nuevo activo social, sindical y político latinoamericano-caribeño, al ejército de nuevos periodistas que buscan una brújula en la tormenta, a servir como alimento para páginas web, foros de debate, blogs, videos, conferencias virtuales y todos los recursos que ponen al alcance las formidables conquistas de la ciencia y la técnica contemporáneas. Cuando comenzó, en 2003, América XXI parecía una quimera. Seis años después, con el acervo acumulado, esta empresa estratégica luce difícil, pero no menos realizable.

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El Alba como alternativa en la Vª Cumbre de las Américas

La nueva voz del socialismo Publicado en la edición N° 49; mayo de 2009

Contrapunto: ha fracasado la primera fase de la contraofensiva estratégica estadounidense en el hemisferio. Todo el despliegue que llevó a una victoria de la Casa Blanca en la reunión del G-20 el 2 de abril en Londres, donde 19 mandatarios se alinearon sin chistar con la voluntad imperial, se estrelló en la Vª Cumbre de las Américas. En su primera aparición en el escenario americano Barack Hussein Obama chocó con un protagonista jamás antes presente en las cumbres digitadas por el Departamento de Estado: nueve países abroquelados con un manifiesto trascendental frente a la crisis económica para la cual Estados Unidos no halla respuesta. Los presidentes del Alba llevaron un diagnóstico inapelable. Y enarbolaron un conjunto de propuestas frente a las cuales no hay réplica racional. Por eso mismo, fue ocultado a la opinión pública mundial. Cabe a los escasos ejemplos de prensa democrática en el mundo y los medios alternativos un esfuerzo para difundir ese pronunciamiento acallado. Un hecho crucial en la política mundial ha sido ocultado sin pudor: el formidable despliegue diplomático-estratégico de Estados Unidos, con viajes de sus principales figuras por toda América Latina en los últimos seis meses, reuniones exitosas para la Casa Blanca como las de presidentes progresistas en Viña del Mar y del G-20 en Londres, se estrelló finalmente y cayó en pedazos en Trinidad y Tobago. En esa deslumbrante isla caribeña, durante la Vª Cumbre de las Américas entre el 17 y el 19 de abril, los presidentes del Alba obtuvieron una estruendosa victoria, actuando como bloque en el conjunto de 34 gobiernos participantes. Por primera vez en la historia de la diplomacia hemisférica, Estados Unidos vio desafiada su propuesta de Declaración final en una reunión con lo que siempre consideró su «patio trasero». Desafiada y vencida: un documento de rara frontalidad y contundencia, respaldado por nueve pueblos genuinamente representados, expone las raíces de la crisis, denuncia a los responsables y propone soluciones. Los mandatarios de siete países (Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua, San Vicente-las Granadinas y Venezuela), con el explícito respaldo de otros dos (Ecuador y Paraguay), irrumpieron en el coto de 319


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caza estadounidense con la Declaración de Cumaná, aprobada horas antes en aquella ciudad venezolana, e impidieron que Washington impusiera su criterio. Los presidentes del Alba llevaron un diagnóstico inapelable y un conjunto de propuestas que el mundo debe conocer. La prensa sinceramente democrática y los medios alternativos en todas las latitudes, en todas las lenguas, deberían hacer un esfuerzo común para difundir ese pronunciamiento, acallado por un sistema de ocultamiento y tergiversación contrapuesto a toda noción de democracia. Tan claro y potente es el mensaje de la Declaración de Cumaná, que países de envergadura regional empeñados en una posición conciliadora con el nuevo presidente estadounidense, comprendieron el costo altísimo que les implicaría firmar el texto de Washington en oposición al del Alba. Y mostraron a último momento su reticencia a comprometerse con el borrador ya acordado con el gobierno estadounidense. Los altos funcionarios del Departamento de Estado se encontraron así ante una situación inédita, que en caso de llegar al extremo hubiese significado un gravísimo revés para Barack Obama en su primera aparición en el escenario continental. La solución no fue elegante, pero resultó temporalmente efectiva: Washington prohibió la transmisión de los debates en la cumbre; instruyó a los grandes medios para que ocultaran el hecho y en cuanto a la declaración en cuestión adoptó una posición que combinó la manipulación con el ridículo: anunció que el documento había sido aprobado «por consenso» y que, por tanto, sólo lo firmaría el primer ministro anfitrión, Patrick Manning. Así obraron los paladines de la democracia. Sin dejar de sonreír, Obama adelantó su partida de la cumbre y faltó incluso al ritual de la última foto. Con todo, las técnicas de relaciones públicas empleadas por el flamante presidente no lograron ocultar lo obvio: el imperio al cual representa ya no puede imponer su voluntad al resto de los países de la región. Aunque todavía puede manipular los resultados visibles de encuentros de este género y arrastrar a gobiernos vacilantes, perplejos ante la amenaza para ellos paralizante de la crisis mundial.

Obama preso de su propia estrategia Quienes trazan las líneas estratégicas del imperio asumieron desde hace tiempo que la continuidad del estilo Bush aceleraba la demolición de las columnas del poder estadounidense. Por eso ahora ocupa la Casa 320


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Blanca un miembro del Partido Demócrata, joven, capaz, abierto y, por mayor abundamiento, de origen afroamericano. Sólo que el sostenimiento de esa imagen tiene un precio muy alto. Obama no pudo lidiar con un hecho paradojal de extraordinaria significación: el tema principal de la cumbre giró en torno de un país ausente en el cónclave: Cuba. Lo explicó horas después de la cumbre el presidente nicaragüense Daniel Ortega en un programa de la televisión cubana: «Hasta los gobernantes más derechistas, hasta los gobernantes más entreguistas, tuvieron que mencionar el cese al bloqueo de Cuba. Algunos lo hicieron con sus matices, tirando la bola envenenada; pero tuvieron que mencionarlo. Fue una voz unánime ahí; es decir, Cuba estuvo presente. La presencia de Cuba fue totalizante, desde antes de la cumbre, en la cumbre y después de la cumbre, a pesar de su exclusión, porque era un tema que no podía ser evitado, no podía ser censurado, aunque estaba ahí la censura, no podían prohibirnos hablar de Cuba; y es que no podían prohibirnos hablar de Cuba, porque los pueblos y gobiernos ahí representados cada día somos más, somos pueblos y gobiernos que estamos rompiendo las cadenas, estamos rompiendo la censura». Otra línea de renovación imperial fue la de mostrar un Presidente diciendo «vengo a escuchar, vengo a aprender». Pero ser cortés también trae dificultades: ¿cómo no acercarse a saludar a Hugo Chávez? Tanto menos negarse a aceptar un gentil regalo del presidente venezolano, quien, para contribuir a la tarea de educación de su par estadounidense, le obsequió el libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina. Ésta fue la sutil y elocuente respuesta de Chávez a la afirmación de Obama, quien en la cumbre sostuvo: «debemos avanzar hacia el futuro sin mirar tanto al pasado». El ex presidente brasileño José Sarney, licenciado en literatura y dueño de una silla en la academia de letras, se horrorizó por el hecho de que se entregara «ese libro de escuela secundaria, libro cucaracha» al rutilante mandatario estadounidense. Probablemente Sarney sintió tocado su ego de autor no reconocido (de cuya elevación da una idea la frase citada). Lo cierto es que al margen de todo juicio de valor, Las venas es una denuncia inapelable de 500 años de saqueo imperialista. Si acaso Obama lee algunas páginas, comprenderá el recado de Chávez, acompañado además en gestos y definiciones análogas por Evo Morales, Rafael Correa y el ya citado Ortega. «Cuba ha sido expulsada de la OEA por ser leninista, marxista, comunista. Yo quiero decirles a los miembros de la OEA que me declaro marxista, leninista, comunista, socialista. Y ahora que me expulsen», dijo el presidente boliviano. «El documento final es irrelevante e intrascendente, 321


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y la cumbre ha rebasado por mucho ese documento», remató el mandatario ecuatoriano. Al acudir a reuniones parciales actuando de igual a igual con sus interlocutores, Obama pretendió mostrar al mundo un cambio de actitud como Presidente. Sin embargo, esto correspondió a dos factores de otra naturaleza, ambos ajenos a los humores de primer presidente negro de Estados Unidos. Uno, es una táctica cuidadosamente elaborada, que devela parcialmente un análisis posterior del Wall Street Journal: «Al oponerse a rechazar a Hugo Chávez, el Presidente Obama le pone cuesta arriba a los dictadores consumados y a los activistas anti-estadounidenses realizar sus ataques contra Washington (…) Si Estados Unidos recobra su popularidad, le será posible negociar con más facilidad el ataque al terrorismo. Mientras que los Republicanos obvian la importancia que tiene contar con un Presidente admirado mundialmente, el hecho es que la popularidad de Obama trae beneficios tangibles que este país ha perdido en los últimos ocho años». Recuperar popularidad para mejor llevar a cabo los objetivos estratégicos del imperio es, en efecto, la táctica de los menguados genios del Departamento de Estado. La otra razón para el cambio de Obama es que Washington no perdió única ni principalmente popularidad. Perdió terreno. Y los modales de George W. Bush no fueron la causa sino la consecuencia de ese retroceso. Por eso, la recuperación de popularidad del titular de la Casa Blanca será fugaz como una estrella que cae, a menos que el imperialismo se niegue a sí mismo y Obama pueda cumplir con, entre otros muchos, el compromiso de acabar con la injerencia estadounidense en América Latina. El atentado contra Evo, las presiones redobladas contra Cuba, el informe emitido por el Departamento de Estado el jueves 30 de abril, muestran el margen nulo de maniobra que los jefes imperiales tienen para alcanzar el propósito de «recuperar popularidad». Mientras tanto, en consonancia con el cambio en las relaciones de fuerza entre los dos segmentos del continente separados por el Río Bravo, también se observan mudanzas al interior de Estados Unidos, cuya fuerza potencial no es una razón secundaria al explicar los virajes formales de Obama. A eso aludió Chávez al analizar los resultados de la cumbre en Trinidad: «pareciera que los cambios iniciados en Venezuela en el siglo XX, comenzaran a llegar a Estados Unidos. Pareciera que el escritor Víctor Hugo tiene razón y seguirá teniendo razón, cuando dijo que no hay nada más poderoso que la idea cuya época ha llegado. El Eclesiastés seguirá teniendo razón cuando dice que todo bajo el sol tiene su hora». 322


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Chávez tuvo tres encuentros con Obama en Trinidad. En el primero, le manifestó la voluntad de dialogar. «Queremos ser amigos», le dijo. En el segundo ocurrió el episodio del libro, que daría la vuelta al mundo en diarios, radios y televisoras. En el tercero conversaron en privado, a pedido de Obama, aunque a la vista de los canales de televisión, durante unos cinco minutos. Allí quedó explicitada la voluntad de retomar relaciones y designar embajadores. Antes, en sesión plenaria, Chávez le había propuesto a Obama la definición de un nuevo plan para las relaciones entre las naciones americanas, basado en el reconocimiento de las diferencias y el respeto a la autodeterminación de los pueblos. «Si la Cumbre de las Américas va a seguir existiendo –sostuvo– debe tener entonces otro plan», porque el que dio lugar a su nacimiento, el Alca, está ya muerto y sepultado.

Arduo diseño de un nuevo mapa hemisférico Además de periodistas y comentaristas empeñados en mostrar el resultado de la cumbre en Trinidad como una victoria de Washington, que supuestamente habría desarmado a los críticos duros del imperialismo, están las voces que claman por «moderación» para afrontar la nueva etapa, alegando unos la existencia de una verdadera transformación en la Casa Blanca, otros las dificultades planteadas por un contrincante más sofisticado. Acaso sin saberlo, los primeros encandilan con su revelación como individuos y medios sin principios, dispuestos a la mentira y el ocultamiento, comprometidos con la negación de todo concepto democrático genuino. Los segundos, en cambio, pertenecen a categorías diferentes, empujados por la complicidad, la ignorancia o la cobardía, en todas las gradaciones imaginables, para confluir en una propuesta reformista. Ése es, efectivamente, el mensaje neto: abandonar toda idea de revolución y asumir una estrategia reformista. «Sin estridencias», como repiten ciertas voces. Tras este panorama se despliega en realidad un lento, contradictorio y casi siempre invisible desplazamiento de fuerzas a escala regional. Vale repetir un concepto muchas veces adelantado en estas páginas: desde fines de 2005, tras la derrota en la recordada cumbre en Mar del Plata, los estrategas del Departamento de Estado lanzaron una contraofensiva que no ha ahorrado recursos en ningún terreno. Menos por su eficiencia que por la lógica de gobiernos comprometidos con los poderes tradicionales del capital, el hecho es que han obtenido resultados favorables. Parciales, oscilantes, menores en relación con lo que 323


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continuaron perdiendo, pero en línea con la estrategia imperial. A la par, avanzó hasta constituirse formalmente la Unión de Naciones del Sur, una conquista histórica cuya relevancia quedó a la luz cuando Estados Unidos intentó el año pasado detonar la guerra civil en Bolivia y Unasur lo impidió. Y por vía paralela, aunque en un nivel superior, el Alba creció y dio pasos estratégicamente decisivos. De Trinidad en adelante, Washington intentará trabajar con las partes melifluas de la región para sumarlas a sus dos únicos aliados firmes, romper la dinámica de convergencia regional y, a partir de esa línea, golpear sobre puntos que sobresalen en la orografía regional: Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador. El hecho nuevo y trascendental es que en contraposición con el centro de producción estratégica y manipulación política del imperialismo, comienza a consolidarse un centro de elaboración, articulación organizativa y acción internacional que tiene como centro el Alba y suma incontables organizaciones sociales y políticas en cada país de la región. Todo en el marco de la crisis más grave que jamás ha tenido el capitalismo en su historia. Entre la aceleración de la línea de acción revolucionaria tras el objetivo del socialismo del siglo XXI y la necesidad insoslayable de un frente único antimperialista continental (es decir, que incluya también fuerzas opositoras en Estados Unidos y Canadá), se consolidarán los bloques, ahora mismo en constante y contradictoria mutación, que dibujarán el nuevo mapa hemisférico y mundial. Es presumible que habrá oídos disgustados; porque la nueva voz del socialismo sonará estridente en este nuevo escenario.

Adónde va Argentina Publicado en la edición N° 50; junio de 2009

En sordina, desconectada de las inminentes elecciones, en cualquier conversación corriente, la pregunta retumba: ¿adónde va el país? Por el contrario, en las delgadas franjas involucradas o al menos interesadas en el accionar político, se halla la negativa a siquiera formular esta pregunta simple. Una más de las muchas paradojas que atraviesan la Argentina de hoy: el hecho institucional corre por andarivel separado, ajeno a las preocupaciones y temores del ciudadano común. El conjunto social se desentiende de la política. Y los así llamados «políticos» no 324


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encaran de frente la realidad social. Llegan incluso a negar cualquier vinculación entre el colapso de la economía mundial capitalista y la economía argentina. Esta suerte de enajenación colectiva separa el discurso electoral del acontecer real y lo transforma en palabras elusivas, supuestamente más efectivas para ganar adhesiones cuando menos concretas. Ajenitud, confusión, temor, manipulación evidente y aceptación resignada, son los sentimientos y conductas predominantes en este período pre-electoral. En Córdoba, bella ciudad mediterránea cargada de historia, esa conjugación dañina se percibe con mayor intensidad. Y asombra más. Aquí, exactamente cuatro décadas atrás, el 29 de mayo de 1969, una insurrección obrero-estudiantil lanzó multitudes a las calles, apoyadas activa o pasivamente por el grueso de la población. Había por entonces una dictadura militar y en los años previos el estudiantado no pasaba día sin practicar alguna de sus formas de lucha en aquella época habituales: asambleas masivas en el comedor de la ciudad universitaria, ocupación de facultades, enfrentamientos callejeros con la policía, ocupación de barrios enteros con población mayoritariamente estudiantil. Cuarenta años después del Cordobazo, la superficie de la vida política no podría contrastar más con aquel panorama de definiciones tajantes y conductas arrojadas. A cambio, como en el resto del país, predomina el cálculo tímido, la especulación individual, la postergación sistemática de la esperanza, traducción automática de una forma diferente de lucha de clase. «Lucha de clase», así, en singular. Porque no ocurre entre obreros y burgueses, sino al interior de un mismo estamento social: entre capitales establecidos y advenedizos, en encarnizada disputa. Ni unos ni otros tienen proyecto de país, tanto menos fuerza suficiente para vencer al contrincante, por lo cual se impone el grotesco. Es una penosa carrera de provectos, al parecer inconscientes de su edad y condiciones, afanados por llegar a una meta inalcanzable. Un fenómeno sin trascendencia posible; pero suficiente para trastocar el panorama político y a menudo hacerlo incomprensible. Dada la completa ausencia de protagonistas diferentes, con fuerza vital y vigor estratégico, aquéllos dominan la totalidad del escenario. Y transmiten un espectáculo de insoportable decadencia, agigantada en momentos electorales, cuando la selección primero y el desempeño luego de candidatos, expone sin piedad la entronización de la inepcia, la hipocresía y la mentira, cualidades excluyentes de quienes luego, por inercia de una institucionalidad vaciada y aparatos corrompidos, tendrán en sus manos el poder legislativo del país. 325


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Retorno a la crisis Esa tergiversación del pensamiento y el debate políticos, se expande sobre el conjunto social y contribuye en mucho a paralizar los reflejos de las mayorías, se adueña del periodismo comercial condenado a glosar naderías, cae como alud sobre tantos intelectuales y relega o directamente anula la reflexión teórica, hasta lograr que la imagen de la realidad aparezca invertida. Por ese camino se llega a la conclusión colectiva, proclamada o incorporada sin conciencia, de que en aquellos años del Cordobazo la revolución estaba a tiro de piedra, tan cercana y realizable como ahora distante e imposible. Es probable que la ardua labor de propaganda de quienes entienden lo contrario llegue atrasada para comunicar, a una parte significativa de la sociedad, la magnitud del error que supone tal apreciación. A la inversa, Argentina es un volcán humeante. El propio ex presidente Néstor Kirchner acaba de mentar la soga en casa del ahorcado: «Si Cristina no tiene mayoría legislativa, volvemos a la crisis de 2001. A la pobreza, a la desocupación. Esto explota, por eso tenemos que poner nuestro voto para que haya una gobernabilidad plena», dijo el 28 de abril en un acto público. Y agregó el día siguiente: «No quiero meter miedo, pero si por una casualidad Cristina no cuenta con la mayoría parlamentaria, volvemos a la Argentina que explota». La advertencia fue interpretada –no sin fundamentos– como amenazante táctica de campaña. ¿Pero qué valor tendría la amenaza si esa idea no estuviese latente en la conciencia colectiva? Más aún: la Presidente no perdería «por casualidad». Los datos que empujaron a Kirchner a semejante confesión son indicativos de la traducción social y política de una corriente subterránea que, si aún no es visible, ya puede percibirse en innumerables indicios que pusieron en alerta al titular del Partido Justicialista. No se trata, sin embargo, de nada relativo a elecciones y resultados, aunque estos pudieran eventualmente acelerar el fenómeno en curso. Las razones son simples: en comparación con la Argentina que estalló en 2001, nada sustancial ha cambiado. La abrupta recuperación económica, tan indudable como impactante, no es crecimiento: en promedio, cada habitante es más pobre que una, dos y tres décadas atrás. Sobre alrededor de 38 millones de habitantes, un tercio está en la línea de pobreza y no menos de cuatro millones en la indigencia. La recuperación económica trajo aumento de empleo pero la distribución de la renta, lejos de tender a la justicia, agudizó la polarización. Eso ocurrió hasta mediados del año pasado, o sea durante los seis años de 326


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auge entre 2002 y 2008. Luego sobrevino un inesperado frenazo, a causa de un conflicto no menos insólito. Y después… el colapso mundial del capitalismo. Innecesario calificar la idea de quienes sostienen que Argentina se mantendrá ajena al cataclismo de las economías de Estados Unidos, Unión Europea y Japón, donde la crisis no deja de ahondarse, pese a la batería desesperada con la cual se la intenta frenar. Antes de que el impacto llegue en toda su magnitud, la afectación ha sido ya grande, aunque morigerada por recursos heterodoxos que en ninguna hipótesis podrán mantenerse en el tiempo (por ejemplo, el pago de salarios por parte del Estado a obreros de industrias privadas, para evitar su despido). La desocupación ha crecido. La retracción en la industria y el comercio llegó y no dejó de acentuarse, con índices tanto más agudos cuanto mayor es la distancia de la Capital Federal. Manipulación y demagogia aparte, este año se mantendrá la recesión ya verificada en el último trimestre de 2008 y el primero de 2009; el saldo anual esperado oscila entre 0 y cuatro puntos de caída, según diferentes pronósticos, no por interesados menos indicativos. En sus últimas ediciones América XXI ha registrado hasta dónde estos números se traducen en dramática realidad para la alimentación y la educación de una proporción por demás elevada de la población. Si no hay respuesta efectiva a este cuadro de situación, cuya objetividad está fuera de discusión, la inexorable aceleración de la crisis económica lo agravará hasta niveles insostenibles en un marco institucional estable.

Dos caminos ¿Es posible eludir el desenlace que esta dinámica adelanta? ¿Con qué medidas? ¿En colaboración con quiénes? Frente a la crisis mundial, Estados Unidos reunió el G-20, y tras mucha preparación –donde las presiones reemplazaron el debate de ideas y programas– el 2 de abril pasado en Londres se aprobó un plan de acción, que en síntesis consiste en fortalecer al Fondo Monetario Internacional y a través de él, inyectar recursospara sostener Bancos y empresas en quiebra primero, alentar después el consumo mundial, sin importar qué y quién consumirá. Hasta el momento, en el mundo la única respuesta coherente a aquella receta del gran capital internacional provino del Alba (Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua, San Vicente-Granadinas y Venezuela), acompañada por Ecuador y ahora también Paraguay. 327


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Las dos posiciones chocaron de frente en la Cumbre de las Américas, en Trinidad Tobago, entre el 17 y el 19 de abril. Estados Unidos y sus subordinados firmes por un lado, el Alba con la Declaración de Cumaná por el otro. En el centro, vacilante entre varios, Argentina. En la resolución de ese equilibrio insostenible, reside el futuro del país. No es por acaso que el tema no figura en los afiches, en los cortos televisivos, en los sonsonetes con apariencia de discursos, de candidatos reclamando votos. Cuando el 29 por la mañana se conozca el resultado de los comicios, no se habrá dado un paso en la certeza del rumbo a tomar: ¿hacia América Latina o hacia Estados Unidos? ¿Hacia el Alba o el G-20? Con apenas excepciones que no cuentan en términos electorales, el tema ha sido eludido. Y las mayorías no tienen voz propia. De modo que se debatirá y resolverá en otros escenarios, en otro momento, con otros protagonistas. En el trayecto de ese arduo camino se verá si el legado histórico de grandes luchas sociales por la emancipación plasman en una estrategia y en la fuerza necesaria para aplicarla. O si la nueva coalición imperialista se impone una vez más. Mientras tanto, Argentina retornará a la zozobra económica, la inestabilidad institucional y a la revalidación de la política como catapulta de la verdad e instrumento de transformaciones profundas.

En Argentina el gobierno perdió en todos los distritos de peso

Severa derrota oficialista Publicado en la edición N° 51; julio de 2009

Debacle: la elección legislativa del 28 de junio debilita al extremo al gobierno de Cristina Fernández. Es incierto el camino hasta el fin de su mandato, a fines de 2011. Si adopta un rumbo neto de transformaciones profundas y se suma con ímpetu al proceso de unidad latinoamericana, puede garantizar la gobernabilidad, que de lo contrario estará en riesgo. El notorio crecimiento de una propuesta antimperialista como la de Fernando Solanas, revela el potencial de la Argentina real que busca el camino de una revolución. Si, como decían los sabios de la antigua Grecia, los dioses hablan por las matemáticas, basta observar porcentajes en la elección del 28 de junio para oír el dictamen de la ciudadanía. En el total nacional, los 328


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candidatos de la ultraderecha obtuvieron el 18,7%, la derecha liberal el 30,9% y el oficialismo el 30,9%. Hubo una abstención elevadísima (el voto en Argentina es obligatorio), superior al 30% y en lugares clave próxima al 40%. Néstor Kirchner perdió en la provincia de mayor peso, Buenos Aires, por 2,3 puntos frente a un desconocido del denominado «peronismo disidente», Francisco De Narváez (34,6 contra 32,1%). En ese distrito cifraba el elenco gobernante las esperanzas de contrarrestar una derrota segura en los mayores centros del interior. La expectativa se alimentaba con el voto clientelista en los bolsones de máxima pobreza y marginalidad. Pero incluso allí Kirchner estuvo lejos de los resultados que esperaba. Los candidatos oficialistas obtuvieron porcentajes mínimos en la Capital Federal (11,6%), Santa Fe (9,6%), Córdoba (9,1%) y perdieron Mendoza (27,9 contra 47,4% de una coalición liderada por la Unión Cívica Radical). En Entre Ríos el candidato peronista, enfrentado duramente con Kirchner, obtuvo 34,3 contra el 35% del bloque de restos de la UCR denominado Acuerdo Cívico y Social. En las restantes provincias los candidatos peronistas que ganaron lo hicieron explícitamente en contra del gobierno nacional y los pocos que no actuaron de esa manera, son jurados enemigos de Kirchner en la lucha interna del Partido Justicialista (PJ) encabezado por el ex presidente ahora diputado. El oficialismo pierde así el control de ambas Cámaras del Congreso. En suma: casi cuatro de cada diez ciudadanos, le dieron la espalda a los candidatos absteniéndose; y siete de cada diez electores que acudieron a las urnas, votaron contra el gobierno nacional. Esto último debe entenderse literalmente, porque sólo por excepción los vencedores tienen verdadero respaldo de sus votantes, que actuaron llevados por el rechazo a Cristina Fernández y Néstor Kirchner. Las causas de ese rechazo han sido explicadas en trabajos de interpretación que no permiten asombrarse frente al resultado. Aunque eso importa poco a la hora de evaluar lo que vendrá. Kirchner arrastró al abismo al gobernador de Buenos Aires, al vicegobernador y a los intendentes del conurbano bonaerense, obligados a «candidaturas testimoniales» (es decir, que encabezaban las listas en cada distrito, pero no asumirían sus cargos). Con la caída de Daniel Scioli, titular del gobierno provincial y supuesta alternativa para las elecciones presidenciales de 2011, Kirchner pierde toda posibilidad de mantener el control del PJ. Pero también afecta a otro puntal de su gobierno: el titular de la CGT, Hugo Moyano, quien para recuperarse del duro revés deberá salir del letargo y ponerse al frente de los reclamos sindicales.

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Emerge una fuerza nueva El desempeño de las izquierdas merece capítulo aparte. Los remanentes de las expresiones sectarias, fragmentadas como nunca, reiteraron guarismos insignificantes: en conjunto 1,6% en todo el país. Pero esa muestra de desubicación y desarraigo no traduce la realidad política (ni social, ni ideológica) del país. En la Capital Federal, único distrito donde se presentó una expresión dura de naturaleza antimperialista y genéricamente anticapitalista, con voluntad plural y franca confrontación con el gobierno, el resultado fue arrollador. Se trata de Fernando Solanas, quien alcanzó el 24,2%, contra el 31% de la candidata del oficialismo porteño, Gabriela Michetti, puesta allí por el Jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien tiene como puntos de referencia ideológica a José María Aznar y Álvaro Uribe. En este caso, como en tantos otros en el resto del país, buena parte de las fuerzas de izquierda se alinearon con el candidato oficial, mientras otras expresiones del denominado «progresismo», obtuvieron alrededor del 5%. Además, el hecho de que en localidades fundamentales de concentración proletaria De Narváez haya empatado con Kirchner, indica que son precisamente los obreros quienes suman el grueso de la abstención. En Córdoba, el arco de fuerzas que apoyó a Luis Juez, en buena medida constituido por agrupamientos y cuadros de izquierda, ganó con el 30,6%. En Santa Fe, gobernada por el Partido Socialista (PS), la mayor parte de las izquierdas apoyaron al PS contra el PJ en el voto nacional y a candidatos propios en la provincia. Y así de seguido: el caudal antimperialista y latinoamericanista es sin duda mayoritario en todo el país, aunque la confusión ideológica, la división organizativa y la ausencia de estrategia mantenga a esa fuerza bajo la superficie. En su discurso al final de la jornada electoral, Solanas reiteró su programa en base a la soberanía, la unión latinoamericana y la reparación social impostergable, para culminar reafirmando un compromiso principal de su campaña: edificar una fuerza política de alcance nacional que rompa el bipartidismo burgués y abra un cauce para las contenidas y desviadas fuerzas que aspiran a una revolución. Se abre así una coyuntura excepcional, de crisis política en el marco de una situación económica que no dejará de agravarse, amenaza creciente de la derecha y el imperialismo e inéditas posibilidades para sumar a Argentina al concierto latinoamericano. Los porcentajes corresponden a la madrugada del 29 de junio sobre resultados incompletos que pueden variar aunque no sustancialmente.

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Golpe en Honduras y el Alba en acción

Nuevos parámetros en América Latina Publicado en la edición N° 51; julio de 2009

Washington no podía perdonar lo ocurrido en San Pedro Sula (3 de junio). Allí, en territorio hondureño, Estados Unidos sufrió una afrenta sin precedentes en la historia de los grandes imperios. Después de medio siglo de infamia, Cuba fue reivindicada por su expulsión de la OEA en 1962 y Washington sufrió una derrota moral de la cual no es posible sobreponerse. Además el leit motiv de aquella reunión era la «no violencia». Antes de eso, Honduras se había sumado al Alba. De la mano del presidente Manuel Zelaya, figura imprevista en el escenario regional, el país centroamericano se incorporó a un proyecto estratégico diferente y contrario al trazado por el imperialismo. Era demasiado. No había otra alternativa, para ellos, que pasar a la acción. Allí está el contenido esencial del grotesco y ya fallido golpe de Estado del 28 de junio contra el gobierno hondureño.

Respuesta del Alba Como de rayo, el Alba salió al cruce del manotazo, mientras en Honduras comenzaban a movilizarse las fuerzas que respaldan a Zelaya. En la noche misma del domingo 28, en ocasión de una reunión de presidentes centroamericanos, se realizó en Managua una reunión extraordinaria de los mandatarios del Alba. Incluso sin oír o leer los extraordinarios discursos allí desgranados, la foto de esa mesa basta para comprender que una situación radicalmente nueva se ha afirmado en América Latina: el Alba, otra vez plantada frente al imperio, con definiciones netas, con la resolución y las capacidades suficientes para decirle a Washington que el golpe no sería aceptado. Mientras tanto, en cada país hubo expresiones de rechazo al golpe, movilizaciones de mayor o menor envergadura pero en ningún caso omisión. La OEA se reunió de emergencia: ¿qué podía hacer? ¿Identificarse con los golpistas? En vista del desarrollo de los acontecimientos, la Unión Europea condenó la interrupción de la institucionalidad. Ya con la región en pie de lucha y con una dirección política continental corporizada en el Alba, el presidente Barack Obama primero y su 331


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secretaria de Estado después, Hillary Clinton, tomaron distancia de los golpistas sin comprometerse exigiendo el retorno de Zelaya. No había espacio para ambigüedades, sin embargo. «No sólo hemos venido a dar declaraciones; es un plan jurídico, político y social el que hay que elaborar para apoyar al pueblo de Honduras (...) no hay negociación posible con estos golpistas. Que renuncien. Hay que ser muy firmes, como las rocas, ante unos golpistas a los que hay que decirles que entreguen el gobierno al presidente Manuel Zelaya y sin condicionamientos». En ese momento, en Honduras se decretaba una huelga general con bloqueo de todas las rutas. La insurrección del pueblo contra los golpistas.

El papel de la Casa Blanca No es el caso de preguntarse acerca de la subjetividad del presidente estadounidense ante semejante coyuntura. Los hechos son muy claros. Barack Obama posterga acciones inequívocas en la política exterior estadounidense. No da prueba alguna de un cambio real. Tampoco afirma la continuidad de su sucesor. No se trata de un período de acumulación de fuerzas del flamante Presidente para luego dar un mazazo al dispositivo de poder imperialista. Se trata de una calculada prolongación de expectativas, dentro y fuera de Estados Unidos, respecto del vuelco radical con el que se ilusionó buena parte del mundo. Ésa es la estrategia imperialista en el plano de lo que podría llamarse «relaciones públicas» de la Casa Blanca ante el mundo. Mientras tanto, el Departamento de Estado y el Pentágono continúan en su faena. La de siempre. Con la diferencia de que ahora los estrategas del imperialismo han dado por cerrada la etapa de control mediante gobiernos constitucionales en América Latina, inaugurada tres décadas atrás con la administración de James Carter. Ya están desplegadas en una operación múltiple destinada a demoler moralmente, calumniar ante el mundo, asesinar o derrocar a aquellos gobernantes definidos por una estrategia de independencia, soberanía y confrontación franca con las causas profundas del atraso y la miseria. La lista de hechos que comprueban esta afirmación es interminable, pero se destacan los siguientes: - conspiración para asesinar a Evo Morales mediante un comando de mercenarios extranjeros; - maniobra para culpar al presidente de Guatemala, Álvaro Colom por el asesinato de un abogado al que se obligó a grabar un video anunciando que sería ultimado por orden de éste (en esto la vanguardia 332


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operativa fue la cadena CNN); - intento de derribar con misiles el avión en el que Hugo Chávez y Evo Morales debían aterrizar en San Salvador para la ceremonia de asunción del presidente Mauricio Funes; - ofensiva internacional de la prensa comercial contra Hugo Chávez; - declaraciones del jefe del Comando Sur, Douglas Fraser: «me inquieta el crecimiento militar de Venezuela porque no sé qué amenaza ven (...) no percibo ninguna amenaza militar convencional en la región y no sé por qué consideran necesario reforzar sus Fuerzas Armadas de la forma en que lo están haciendo», dijo Fraser, tergiversando groseramente la realidad de una carrera armamentista en la región encabezada por Colombia y Chile, en la que la inversión militar de Venezuela no tiene punto alguno de comparación. Sobre esa dinámica, no hay duda alguna. La incógnita al momento de enviar estas páginas a imprenta –madrugada del 29 de junio– es si Washington cederá como lo hizo en Bolivia el año pasado, o si, en cambio, buscará una acción ejemplificadora; es decir, un baño de sangre del pueblo hondureño antes de dejar librados a su suerte a los golpistas.

Cae la máscara democrática y el progresismo de Obama

Estados Unidos devela su estrategia Publicado en la edición N° 52; agosto de 2009

Es un ensayo con escasa posibilidad de éxito. El imperialismo estadounidense está dividido; cada día más rechazado en todo el planeta; debilitado económica y políticamente. Apela entonces a su última razón, la de la fuerza. Con el golpe en Honduras, la proliferación de bases militares en torno a Venezuela, la desestabilización en Ecuador, Paraguay y Bolivia, el gobierno de Barack Obama traza su estrategia, apuntada a contrarrestar la pérdida de la iniciativa y la hegemonía políticas en el hemisferio. Ese plan ya en marcha no puede eludir las grietas crecientes en la burguesía imperialista estadounidense y la consecuente inconsistencia en el accionar del Presidente y su secretaria de Estado, Hillary Clinton. Es visible el choque de un complejísimo juego de fuerzas en la cúpula 333


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del poder imperial. Pero la resultante es inequívoca: decisión de actuar militarmente contra gobiernos constitucionales, preparación de un poderoso dispositivo de guerra contra la región, específicamente contra los países componentes del Alba (Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América), con centro en la revolución socialista bolivariana. Apoyado en la totalidad de la llamada gran prensa (diarios, radios, televisión y agencias en todo el mundo), está llevándose a cabo una maniobra de camuflaje, destinada a demorar la identificación franca de Obama con la violencia y las dictaduras. Mientras tanto, la Casa Blanca avanza sobre los eslabones que considera más débiles, calumnia con métodos de concepción goebbeliana al presidente Hugo Chávez, busca debilitar su figura ante la opinión pública internacional y aislarlo antes de intentar una agresión militar contra Venezuela. Esa embestida ya está proyectada desde territorio colombiano, con comando operativo y armamento estadounidense y con ejércitos mercenarios sostenidos desde hace años por el presidente Álvaro Uribe. Una reiteración aggiornada de la guerra contra la revolución sandinista en los años 1980, que usó a Honduras como plataforma territorial. Para tender una cortina de humo que desdibuje el hecho de la instalación de cinco bases militares estadounidenses en su territorio, Uribe acusó a Chávez de entregar armas a las guerrillas colombianas. Con aquella decisión y esta burda mentira, que llevan el sello sobresaliente del Departamento de Estado, el imperialismo provoca tensión entre Colombia y Venezuela, en una dinámica apuntada a desembocar en ruptura de relaciones, eventualmente seguida de ataques colombianos en territorio venezolano, con la excusa de perseguir fuerzas insurgentes de las Farc o el Eln. El objetivo es desatar la guerra entre ambas naciones hermanas. Por lo pronto Uribe anunció el 1º de agosto, el mismo día que recibió en Bogotá al jefe del Comando Sur del ejército imperialista, general Douglas Fraser, que ni él ni su Canciller asistirán a la reunión del Consejo de Defensa de Unasur (Unión de Naciones Suramericanas). Explicó que no corresponde, porque las bases donde se establecerán las tropas estadounidenses, estarán bajo mando de oficiales colombianos. En el mismo acto en que en su condición de Presidente acepta la orden estadounidense de romper de hecho con Unasur, Uribe asegura que los oficiales colombianos comandarán la maquinaria bélica imperialista más poderosa de la historia. Difícil definir si resalta más su cinismo o su condición de frágil animal acorralado.

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Diversionismo Hay otras cortinas de humo, de pareja gravedad. Desde atalayas de la intelectualidad reformista, se defiende la idea de que el accionar de Obama frente al golpe en Honduras prueba el cambio cualitativo operado en el Ejecutivo estadounidense con el recambio presidencial. Afirmaciones obvias como que Barack Obama no es George Bush, ocultan la marcha sistemática de la Casa Blanca en un cerco contra la revolución latinoamericana. Como se observa ahora en Venezuela, el pensamiento reformista se planta como el principal escollo para definir un plan de acción regional, que a la vez pueda detener la mano criminal de Estados Unidos y permita avanzar en las transformaciones anticapitalistas iniciadas con el Alba. Al margen de la discusión sobre la subjetividad del primer presidente negro de Estados Unidos, los hechos demuestran que el golpe en Honduras fue ejecutado por hombres del Departamento de Estado y el Pentágono, desde la base militar estadounidense en aquel país. El propio presidente José Manuel Zelaya señaló los nombres de un cubano maiamero y un opositor venezolano que, dijo, actuando como agentes de lo que llamó «halcones del gobierno de George Bush», fueron los articuladores del golpe. Zelaya hizo esta declaración inmediatamente después de reunirse en la embajada de Honduras en Nicaragua, el 30 de junio, con el embajador de Estados Unidos en Tegucigalpa, Hugo Llorens. Este diplomático es otro cubano maiamero –o gusano, como gustan llamarlos los revolucionarios cubanos– con experiencia desde que Honduras era la base de los ejércitos mercenarios lanzados contra Nicaragua. El resultado de ese zarpazo fue adelantado por esta columna en la madrugada del 29 de junio, 24 horas después de su ejecución y publicado en la edición anterior de América XXI. Nada ha cambiado sustancialmente un mes después: el régimen golpista no ha podido consolidarse, la reacción de masas creció y comenzó a ganar organicidad, el rechazo diplomático se extendió a todo el mundo. La única razón por la cual esa derrota no se consumó con la caída del régimen títere, es que la Casa Blanca lo sostuvo, presionando a Zelaya y montando un operativo con eje en una pseudo mediación a cargo del presidente costarricense Oscar Arias. Pero el envío de Llorens a Managua, muestra que la maniobra de Clinton se ha vuelto en su contra: después de un traspié, Zelaya radicalizó su posición al ritmo del crecimiento de la resistencia. El riesgo señalado un mes atrás continúa latente: que antes de dejar caer a Roberto Micheletti (por caso, ex militar integrante de los 335


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comandos de la muerte y figura relevante del Opus Dei), la Casa Blanca aliente un baño de sangre, destinado a cortar el paso al movimiento de masas que irrumpe por primera vez en la historia hondureña, garantía de que nada será como hasta ahora en aquel país.

Firmeza y vacilaciones Frente a esta escalada refulgió primero la rápida y contundente respuesta del Alba y las contundentes posiciones adoptadas por Hugo Chávez y Rafael Correa cuando, simultáneamente, desde Bogotá los agentes de Washington lanzaron una doble provocación contra Ecuador y Venezuela. A la vez quedaron a la vista las vacilaciones de Unasur y Mercosur. Si bien este último organismo, en su reunión en Asunción, dio una señal importante al adelantar que no reconocería a ningún gobierno surgido en Honduras de elecciones llamadas por el régimen golpista, al no invitar a Zelaya a esa cumbre y no definir con claridad una política para quitar de las manos del testaferro de Obama la mediación tramposa, omitió su participación plena en este conflicto decisivo para la historia próxima de la región. Unasur hizo otro tanto. Llevado por sus miembros de mayor peso, presumiblemente aconsejados por las metrópolis europeas, que ven en el conflicto centroamericano una oportunidad de negocios en detrimento de sus socios de Washington, este organismo que ha dado un salto histórico con la creación de un Consejo de Defensa propio, cedió la iniciativa política al imperialismo. En la cumbre de Unasur en Quito el próximo 10 de agosto, se verá cómo actúa cada protagonista. Habrá que observar en detalle esa actuación, porque de ella depende en gran medida el margen que le quede a la Casa Blanca para continuar sin pausa en sus planes de agresión militar o, por el contrario, verse obligada a postergarlos. En efecto, el golpe en Honduras es un ensayo con escasa posibilidad de éxito. Pero si Unasur no acompaña al Alba en este punto, llevada por la visión reformista sea de cuño burgués o socialdemócrata, Estados Unidos tendrá mayor espacio para provocar una matanza en Honduras y avanzar en sus planes guerreristas contra Venezuela y Ecuador desde sus bases colombianas. Sería útil tener en cuenta que en la hipótesis negada de un accionar imperialista exitoso contra el Alba, además de iniciarse una era de lucha armada a gran escala en toda la región, la onda expansiva arrastraría también al conjunto de gobiernos reformistas de la región. Nada menos que eso está en juego en estas horas: la guerra o la paz. O dicho de otro modo: la inercia del statu quo, o la revolución. 336


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Unasur inspeccionará bases estadounidenses en Colombia

El giro es hacia la izquierda Publicado en la edición N° 53; septiembre de 2009

Sorpresas: el debate en Bariloche sobre la instalación de bases estadounidenses en Colombia terminó con un resultado inesperado: los gobiernos suramericanos dieron un paso sin precedentes en la historia al resolver que inspeccionarán las instalaciones desde donde el Pentágono opera en Colombia para determinar si se trata o no de bases militares y si constituyen o no una amenaza para los países de la región. Basta decirlo para comprender la magnitud y el sentido del giro que está operándose en América Latina. Y comprobar que ese desplazamiento ocurre, incluso, contra la voluntad de gobiernos que, de cara ante sus propias sociedades, no pueden sino responder aunque a regañadientes a los sentimientos más profundos de las mayorías. Uribe –es decir el gobierno de Washington– que fue a Bariloche a romper Unasur, quedó solo, descubierto y ridiculizado, catalizando en su figura el rechazo generalizado de América Latina a los designios imperialistas. En la primera quincena de septiembre los ministros de Defensa y Exteriores de Unasur se reunirán en Quito para decidir los pasos inmediatos. Dos ejes principales de propaganda tiene la prensa mundial desde hace meses: la crisis del capitalismo ya está en franca recuperación y las masas populares giran a derecha en América Latina. Dichas y repetidas por medios y personalidades real o supuestamente respetables, estas patrañas acaban por ocupar un lugar en la conciencia de millones de personas. Incluso minan la certidumbre de muchos que piensan lo contrario. Porque ninguna gran mentira puede formularse sin un punto de apoyo en la verdad. El papel de la prensa, que debería separar una de otra y mostrar con objetividad cuál es la parte determinante, en la época del capitalismo decadente, consiste en lo contrario. No obstante la realidad se impone. Deja anonadados y a menudo en ridículo a quienes se obstinan en negarla. Y exige replanteos drásticos de los presupuestos dominantes sobre los que se apoyan conclusiones del llamado «sentido común» y rigen la opinión de dirigentes e intelectuales. Ningún ejemplo mejor que lo ocurrido en la Cumbre extraordinaria de Unasur, realizada en Bariloche el pasado 28 de agosto. Allí, ante la perplejidad de la mayoría de los y las presidentes participantes, cuando el grueso de ellos trataba de morigerar el choque implícito en la negación 337


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rotunda a la instalación de siete bases militares estadounidenses en territorio colombiano, acabaron votando que enviarían una comisión investigadora de Unasur a la mismísima fuente de todo el poderío imperialista: sus plataformas para la guerra. Para colmo de las paradojas, quien puso la primera argumentación de un continuo vertiginoso que acabaría en esa decisión, fue el presidente peruano Alan García, único punto de apoyo con que contaba Álvaro Uribe, quien acorralado sólo atinó a pedir y repetir que para semejante tarea de inspección debería estar también la OEA. García apeló a ese recurso después de dos exposiciones letales para el acuerdo de los gobiernos colombiano y estadounidense, las de Hugo Chávez y Evo Morales, uno con la lectura de un documento que revela el sentido de la instalación de esas bases en Colombia, el otro con un discurso sólido como roca y emotivo al punto de conmover a quienquiera lo escuchara, centrado en un concepto: Unasur debe rechazar la instalación de esas Bases. Ambas intervenciones respondieron a la primera de la jornada, de Uribe, quien con su descarada solidez acostumbrada pareció más un oficial del Departamento de Estado que el presidente de Colombia. La táctica del dirigente socialdemócrata peruano era por demás simple: ante la imposibilidad de defender (téngase en cuenta, además, que la sesión estaba siendo televisada en directo y para todo el mundo) dispositivos militares de las características y proyecciones denunciadas por Chávez, quien leyó un documento oficial del Pentágono, optó por poner en cuestión el tipo de instalaciones y de armas que habría en ellos: si se trata –explicó– de aviones que incluso pueden llevar bombas atómicas, o súper radares capaces de interferir y controlar las comunicaciones de toda la región, entonces no; pero si sólo son mecanismos de ayuda a Colombia en la lucha contra el narcotráfico y el narcoterrorismo –subrayó García– entonces no hay razón para oponerse. Por un momento el presidente peruano quedó feliz con su discurso. De hecho, contaba con que la mayoría de los presentes, abrumada por la posibilidad de chocar de frente con Washington, aceptaría un criterio tan obvio e inocente: si la presencia estadounidense no afecta a nadie ¿cómo oponerse a ella sin incurrir en mengua de la soberanía colombiana? Para remarcar ese concepto, García no se ahorró un tramo brillante en su exposición explicando que el desarrollo de Unasur implica una disminución gradual de la soberanía de cada gobierno sobre su propio país, esbozando el futuro que inexorablemente espera a América Latina. El debate estaba resuelto: no hay por qué oponerse a las bases 338


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estadounidenses en Colombia, si éstas se limitan a luchar contra las guerrillas y el narcotráfico. Entusiasmado, probablemente no reparó en un detalle que no obstante él mismo afirmó: para distinguir entre uno y otro tipo de bases, hay que confirmar de qué se trata.

Correa al ataque Luego vino el turno de Luiz Inácio da Silva. Incómodo, errático, Lula optó por explicar cuánto se había avanzado con Unasur, llamando a no autoflagelarse. Luego de la mitad de su intervención, sin embargo, no podía eludir la materia en cuestión y expresó los temores de Brasil frente a la instalación de bases militares en su frontera amazónica. Y chocó de frente con Uribe y García, aunque sin arribar a ninguna conclusión. Rafael Correa, en cambio, desplegó una batería argumental abrumadora para desmontar uno por uno los argumentos de Uribe. Antes, y en elegante gesto para eludir la ansiedad de la presidente Cristina Fernández por ocupar el centro de la escena, le cedió a la anfitriona el comando de la Cumbre, que le correspondía en su condición de presidente pro tempore de Unasur. Combinadas, las intervenciones de Chávez, Evo y Correa constituyen un alegato implacable que a la luz pública nadie puede contrarrestar sin exponerse como un portavoz de la Casa Blanca y defensor de un futuro de sometimiento y guerra para América Latina. Así, por cuarta vez en lo que va del año el Alba (Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América), se convierte en factor decisivo para el desarrollo y desenlace de una reunión internacional. Por eso los restantes presidentes quedaron entre la espada del Alba y la pared que involuntariamente les había levantado Alan García.

TV or not TV Todo hubiese sido diferente si la reunión, como ocurre por norma, hubiese sido a puertas cerradas. Tres días antes de la Cumbre, el autor de esta nota había demandado, sin esperanzas, que la sesión fuera televisada, alegando la importancia trascendental del tema en debate y el hecho de que la opinión pública regional había sido deliberadamente desinformada y confundida (ver Qué se dirime en Bariloche; www.americaxxi.com.ve). Un pensamiento profundo de filósofos con inclinaciones reformistas, «los extremos se tocan», podrá ser utilizado en este caso por quienes se opusieron a semejante idea. Porque nadie menos que Uribe lanzó esa misma exigencia un día antes de la Cumbre. Ocurre que los estrategas de la Casa Blanca le encomendaron que actuara como ariete para romper Unasur. Ellos o el discípulo (o acaso 339


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su canciller, cuya sofisticación intelectual salta a la vista), pensaron que la exposición pública inhibiría a un puñado de presidentes. Como se verá, Lula avaló con su conducta tal variante táctica. Como sea, lo cierto es que Uribe exigió que toda la sesión fuera transmitida, y ante la oposición de los gobiernos de Argentina y Brasil, no vaciló en salir de la sala y correr a la carpa donde estaba apiñada la prensa (centenares de corresponsales con la mitad de las sillas y el espacio necesario) para denunciar que se quería censurar a los medios. Si algo no se le puede negar a Uribe es su determinación militante, a menudo incluso brillante, para defender causas imposibles. Pero esta vez tuvo éxito. Las intervenciones de Michelle Bachelet y Cristina Fernández tomaron, en sustancia, la tesis de García. No lo hicieron explícita y formalmente. Era el camino lógico al que llevaba la decisión –ya mostrada en la cumbre de Quito, el 10 de agosto– de no condenar la instalación de siete bases militares en Colombia. Pero aunque con la misma ambigüedad del autor original, avanzaron por el camino por él esbozado: para dar confianza a los vecinos, Colombia debería permitir la inspección de las bases. Uribe, desencajado, repetía que no se debía prescindir de la OEA. Ante la mirada del mundo, nadie podía hacer menos, si se parte de una certeza que ahora queda a la luz: las mayorías rechazarían frontalmente a gobernantes cómplices con las intenciones estadounidenses. Y lo mismo ocurriría con quien no defendiera la unidad de Unasur. Alertado de la dinámica que había puesto en movimiento, sin despedirse, García literalmente huyó de la Cumbre. Lula, a esa altura completamente desplazado del centro de la escena, estaba a punto de hacer lo mismo cuando Chávez, probablemente de manera inadvertida, le pidió a la presidencia de la Cumbre que apurara la sesión porque el mandatario brasileño se retiraría. Allí Lula tomó la palabra en un estado de iracundia nunca antes mostrado en público. Condenó la idea de televisar la sesión, sobrepasó todo sentido del equilibrio recriminando a Correa por haber demolido a Uribe y hacerle perder tiempo a los mandatarios, sostuvo que a «la gente le interesan las conclusiones, no los debates» y dijo sin rodeos que lo que más le preocupaba eran los titulares de prensa del día siguiente. Como si le faltase algo, llegó a proponer que Unasur fuera a la reunión del G-20 para conversar con Barack Obama. Con mesura, Correa explicó que la réplica a Uribe había sido su primera intervención (antes había hablado como presidente de Unasur 340


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y sólo para introducir la cumbre) y que a él, francamente, no le interesaban para nada los titulares del día siguiente, sino si se instalarían o no las bases en Colombia. Aparentemente, Uribe y sus asesores del Norte estaban saliéndose con la suya: Unasur se rompía.

El Alba en acción En ese punto, coordinadamente o no –imposible saberlo– el Alba actuó como fuerza política dirigente: Correa, Evo y Chávez cedieron el centro de la escena a quienes afirmaban la negativa a condenar las bases proponiendo su inspección. Hubo un momento de sorpresa y malestar que probablemente se repitió en millones de telespectadores en el hemisferio: ¿para evitar la ruptura se aceptaban las bases? Nada de eso. El alineamiento de cada gobierno, a la luz pública, había sido concluyente. Todos menos el colombiano rechazaron la posibilidad de que hubiera bases del tipo que Chávez explicó con documentos oficiales estadounidenses. Pero una mayoría buscaba la tangente, sea para evitar la ruptura de Colombia con Unasur, sea para eludir un choque frontal con Estados Unidos. La jornada se había convertido en una escuela de formación política sin precedentes. Y la parte concluyente del galimatías aprobado como declaración final decidía la inspección de las Bases y una reunión urgente, en la primera quincena de septiembre, en Quito, para definir la composición del cuerpo de inspectores y el cronograma de trabajo. Sorprendería que Washington admita que se inspeccionen los lugares donde reside su última ratio. Pero si obliga a Uribe a negarse y a romper con Unasur, el mundo tendrá claro el hecho principal: Washington prepara desde Colombia la guerra contra América Latina. Y si alguien acompaña a Uribe en la ruptura de Unasur, sólo estará cavando su tumba política. Es más de lo que podía esperarse. Resta seguir paso a paso la reunión de Quito y las reacciones de la Casa Blanca y Bogotá. Y valorar en toda su dimensión dos propuestas de enorme trascendencia: Evo sostuvo la necesidad de hacer un referendo suramericano para decidir si la ciudadanía quiere o no Bases estadounidenses en su territorio; y Chávez apuntó al corazón del problema: bregar por la paz en Colombia. Democracia y paz. ¿Quién se apartará de esas consignas? ¿Quién podrá sostener que sus defensores son dictadores, monstruos totalitarios que amenazan a América Latina? Más relevante aún: ¿quién podrá sostener, con algún apego a la verdad, con el mínimo de respaldo científico, que América Latina está girando a la derecha? 341


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La conducta de gobiernos contrarios a la propuesta estratégica de cortar toda sujeción al imperialismo y avanzar en la transición al socialismo confunde a millones, provoca rechazo masivo y desemboca en desplazamientos electorales circunstancialmente favorables a la derecha. Pero a contramano de tales conducciones, está a la vista que la región avanza, lenta, sinuosa pero inexorablemente, en el sentido inverso. La batalla de Bariloche no podía resolver lo que sólo puede hacerse con la extensión de los principios y las realizaciones del Alba a toda América Latina. El fin de la diplomacia secreta –desde siempre instrumento clave de las clases dominantes– es una palanca fundamental para alcanzar ese objetivo, que sólo encarnará cuando cientos de millones lo comprendan. El Partido dos Trabalhadores hará una enorme contribución si consigue explicárselo a Lula. Los sindicatos, partidos, asociaciones y movimientos sociales, tienen no obstante un camino presumiblemente arduo para asumir y expandir la nueva realidad latinoamericana, con el Alba a la vanguardia.

Con la estrategia socialista del Alba y el G-20 como palanca imperial

Comienza a delinearse un mundo pluripolar Publicado en la edición N° 54; octubre de 2009

Realineamientos: en escenarios internacionales tan diferentes como la Asamblea General de las Naciones Unidas, el G-20 y la cumbre América del Sur-África (ASA), saltaron al ruedo las opciones de un momento dramático: intentar el salvataje del sistema capitalista o buscar otro camino. Un sector de la dirigencia mundial se abroquela en el G20 en torno a Estados Unidos. Otro, temeroso, vacila y en su mayor parte se deja arrastrar por la inercia. Por sobre ambos, resalta un plan que trasciende al capitalismo, con realizaciones a la vista. Sus líderes mostraron en la ONU una rara capacidad para articularse con propuestas intermedias, como quedaría plasmado horas después en la cumbre ASA. Toma cuerpo así una rauda transición planetaria, en la que la declinación estadounidense deja lugar a la aparición de múltiples polos de poder. Los discursos de Evo Morales y Hugo Chávez en la ONU mostraron un nuevo panorama político mundial. Después de décadas, 342


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el capitalismo es acusado en la Asamblea como causa verdadera de la crisis y el socialismo se plantea como única salida. Mientras tanto Washington sostiene a la camarilla del Opus Dei en Honduras y, tras atenuar el choque con Rusia desistiendo del escudo galáctico en Europa, recrudece las amenazas de guerra contra Irán. Hay que decirlo sin rodeos: a un año del colapso mundial capitalista, en un marco histórico de retroceso y pérdida de hegemonía, Estados Unidos recuperó terreno: eludió la amenaza de depresión e impidió la disgregación de sus socios-enemigos del Norte y el Sur. Son victorias limitadas y sin duda efímeras. El espacio recobrado no está asegurado y es improbable que lo esté en el futuro. Al contrario, todo indica que con ese paso en realidad la Casa Blanca se adentra en territorio cenagoso y sólo agrava la inestabilidad estratégica de las bases sobre las que todavía sostiene su poder global. No obstante, sería erróneo desestimar el posible impacto táctico de esta recuperación parcial y su traducción en las relaciones de fuerzas. Allí está, para probar los riesgos de la coyuntura, dicho sea por adelantado, el golpe en Honduras. La frágil y efímera victoria que pueden apuntarse los estrategas del Departamento de Estado tiene dos puntos de apoyo: uno, haber frenado la caída libre de la economía mundial, postergando a fecha incierta la transformación de la recesión en depresión; el otro, evitar que un número de países determinantes para el rumbo político planetario, saliera de su órbita en medio de la crisis más grave jamás afrontada por el sistema capitalista. China, Rusia e India, cada una por su parte, tenían la posibilidad teórica de propulsar en sus áreas de gravitación inmediata subsistemas financieros para, a la vez, protegerse del ineluctable derrumbe del dólar y ganar un espacio decisivo en su disputa por mercados y áreas de influencia con el imperialismo mayor. No lo hicieron. Más aún: en sentido inverso, no sólo ratificaron la estrategia estadounidense para afrontar la crisis, sino que le dieron a Washington el poder de policía sobre la aplicación de esa línea de acción. Brasil y Argentina, en cambio, tuvieron una opción concreta al alcance de la mano: el ingreso al Alba; la incorporación a un bloque que en medio del colapso afirmó un rumbo diferente para afrontar la crisis y cuenta con un subsistema económico-financiero regional que suma ya nueve países y echa a andar una moneda común, el Sucre. Pero al igual que los demás gobiernos a los que con lúcida celeridad los estrategas del imperialismo

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tentaron con el ingreso al sagrado templo de los poderosos, Brasilia y Buenos Aires optaron por el intento de salvataje de la economía capitalista, en lugar de buscar otro camino. Ése es el significado del documento firmado por el G-20 en Pittsburgh, el 24 de septiembre.

La Corte del G-7 La Declaración de Pittsburgh comienza diciendo que los presidentes se reúnen en el momento de «la transición crítica de la crisis a la recuperación, para dar vuelta la página de una era de irresponsabilidad y adoptar un conjunto de políticas, regulaciones y reformas destinadas a satisfacer las necesidades de la economía global del siglo XXI». A lo largo de 15 carillas el texto proclama una y otra vez la necesidad de «combatir el proteccionismo», «mantener la apertura», ampliar el «libre comercio» y llevar a buen puerto a la Ronda de Doha. Pero la Declaración no se limita a reafirmar principios generales del liberalismo. En el punto 19 del Preámbulo dice: «Designamos al G-20 como el primer foro para nuestra cooperación económica internacional. Establecemos que el Buró de Estabilidad Financiera (BEF) incluya a las principales economías emergentes y damos la bienvenida a sus esfuerzos por coordinar y avanzar en el monitoreo fortaleciendo las regulaciones financieras». Queda sepultado entonces el G-7 (Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Canadá e Italia) como instancia rectora de los tres centros imperialistas del planeta. Y se traslada al BEF la función de «sistema anticipado de alarma para riesgos emergentes». Dicho de otro modo: el BEF operará como organismo contralor de la economía mundial y ocupará el lugar del desprestigiado Fondo Monetario Internacional. Así lo confirmó Timothy Geithner, secretario del Tesoro estadounidense, quien aclaró en rueda de prensa que el BEF «es el cuarto pilar de la moderna economía global, junto con el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio». Los 20 firmantes de este documento admiten así que la crisis mundial tiene una naturaleza subjetiva, que ya ha quedado en el pasado y que ocurrió apenas por falta de controles. El futuro luminoso resultará del accionar conjunto de los 20 países, según la estrategia diseñada en Washington y bajo el control de aplicación de los cuatro pilares de la verdad capital. Es presumible que los 13 gozosos gobiernos que se suman al club de los poderosos buscarán maneras para eludir las exigencias del FMI y el BEF, tal como en la Edad Media Condes o Duques sometían sus ejércitos al rey pero se guardaban el derecho de birlar una porción de los 344


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impuestos de la corona. El rey, desde luego, lo sabía. Pero era el precio a pagar para evitar que los súbditos apartaran sus feudos del reino o, peor, cedieran a la tentación de reunir fuerzas para derrocar al monarca. No otra cosa es este sesgo táctico del Departamento de Estado, concretado sin demasiado rigor por causas evidentes en la propia Declaración que, después de felicitarse porque «nuestra vigorosa respuesta ayudó a detener una peligrosa aguda declinación en la actividad global y a estabilizar los mercados financieros», reconoce que «el sentimiento de regreso a la normalidad no debe llevar a la complacencia». Para evitar toda tentación de complacencia y aventar dudas sobre la naturaleza y función del G-20, la Declaración subraya: «Pedimos al FMI que asista a nuestros ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales en el proceso de mutua evaluación, desarrollando un análisis prospectivo de las políticas asumidas por cada país miembro del G-20, observando si éstas son colectivamente consistentes con trayectorias más sostenibles y balanceadas para la economía global, y que reporte regularmente al G-20 y al Comité Internacional Monetario y Financiero (Cimf), a partir de los actuales análisis de vigilancia del FMI, bilaterales y multilaterales, sobre el desarrollo económico, modelos de crecimiento y políticas de ajustes sugeridas». Innecesario es abundar sobre el significado de esta «mutua evaluación» con los instrumentos del FMI: entre abrazos, sonrisas y aplausos, saqueadores y saqueados firmaron un plan común.

Cumbre en Margarita Barack Obama puede computar como éxito el resultado de la reunión en Pittsburgh. Pero le durará poco. Y sus consecuencias, peor que lo ocurrido al rey Pirro, se les darán vuelta para golpearlo de lleno en el centro de su estrategia política. En primer lugar, la idea de que el mundo está «en la transición crítica de la crisis a la recuperación» es falsa en todo y por todo. Ya es excesivo decir que se ha frenado la caída y la depresión desaparece del horizonte. Ninguna visión teórica seria de la economía mundial descarta la posibilidad de nuevas quiebras de grandes instituciones financieras, ahora arrastradas no por el supuesto «descontrol de ejecutivos venales», sino por el debilitamiento vertiginoso de la producción industrial. En todo caso, si el riesgo de la depresión generalizada no se replantea en lo inmediato, es irrebatible la perspectiva de estancamiento a largo plazo, con aumento relativo y absoluto de la desocupación en todo el mundo, 345


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siempre con eje en los países altamente industrializados. El impacto de esta dinámica inexorable de desocupación masiva y a largo plazo, será demoledor. Para la economía en general y, desde luego, para los países dependientes y subdesarrollados. No basta con apelar a un fraude semántico como el de «países emergentes» para contrarrestar la realidad de estructuras económicas deformadas insostenibles en su conformación actual. La idea de que países como China, India –tanto menos Brasil y Argentina– quedarán eximidos del terrible precio a pagar por el colapso del capitalismo en sus centros imperiales es más que un gesto de irresponsabilidad o ignorancia: implica un salto hacia el suicidio político. La inexorable puesta en cuestión de los gobiernos que hoy optan por asociarse al imperialismo redundará en la radicalización de las masas y la confrontación creciente con Estados Unidos. La crisis política multiplicará los efectos del colapso económico. Acaso por impulso inconsciente de autodefensa, desde Pittsburgh, tras firmar el documento aludido, Lula y Cristina Fernández volaron a Margarita, la bella isla venezolana donde tendría lugar la IIª Cumbre América del Sur-África. Como Fausto, los gobiernos de Brasil y Argentina podrían decir «dos corazones laten en mi pecho». Sólo que en este caso no sería alarde dialéctico sino confesión de perplejidad. Es insostenible en el tiempo la firma de una operación de salvataje del capitalismo y la afirmación de lo acordado en la cumbre entre Unasur y la Organización de la Unidad Africana, donde fueron ratificados nuevos y ya existentes planes proyectados hacia subsistemas financieros y mecanismos de intercambio, interconexión y complementación productiva, comercial, científica y política, al margen y en contra de la estrategia estadounidense.

El Alba como telón de fondo De eso se trata el acuerdo para la creación del Banco del Sur (demorado desde 2007 en su concreción por las vacilaciones de Brasilia y Buenos Aires), y la Declaración de Porlamar, como conclusión de la IIª ASA, que en su proclama exhorta a «fortalecer los sistemas regionales, a través de la promoción de instituciones financieras y monetarias desde una visión de solidaridad, cooperación y desarrollo regional», para inmediatamente plantear «la necesidad de avanzar en la adopción de medidas de protección financiera, necesarias para prevenir los costos de la crisis financiera internacional». Adicionalmente los países firmantes se comprometieron a iniciar una cooperación birregional eficaz y en áreas de trabajo concretas como energía, finanzas, comercio, 346


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tecnología y salud, con proyectos tales como el Bancasa, pero también empresas petroleras y mineras comunes a todos los países de ambos continentes dispuestos a incorporarse. Comisiones ministeriales deberán dar seguimiento a estos planes, que serán evaluados dentro de dos años en la próxima cumbre, a realizarse en Libia. Sumada a la reciente gira del presidente Hugo Chávez por países de África, Medio Oriente y Europa Oriental, la IIª Cumbre ASA articula una estrategia consistente con tres objetivos trascendentales: . impulso a todas las formas posibles de subsistemas financieros, económicos, comerciales y de complementación, capaces de actuar como escudos defensivos ante la inexorable –aunque impredecible– reaparición multiplicada de la crisis capitalista; . impulso a tantos bloques como la realidad geopolítica exija para romper la hegemonía y centralidad del poder imperialista; . fortalecimiento, al interior de estas nuevas instancias financieras, económicas y políticas internacionales, de un bloque ya prefigurado en el Alba, para delinear y aplicar respuestas no capitalistas a la crisis actual y sus ineluctables perspectivas y consecuencias. Barack Obama enarboló la estrategia opuesta. En la ONU eludió condenar al régimen golpista de Honduras –es decir, continuó sosteniéndolo, en el momento mismo en que la dictadura amenaza con atacar a José Manuel Zelaya en la embajada brasileña. Para evitar la eclosión del G-20, canceló el plan de escudo antimisiles contra Rusia en Polonia y la República Checa. El presidente Dmitri Medvédev y el primer ministro Vladimir Putin lo felicitaron por acabar con ese casus belli que hubiese escalado a velocidad de rayo. Pero no hay distensión: acto seguido Obama inauguró la cumbre de Pittsburgh anunciando que se había descubierto una nueva planta nuclear en Irán y, respaldado por el primer ministro británico y el presidente francés, adelantó que no descarta la opción militar contra ese país.

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Moneda, organización, defensa y debates de alcance estratégico

El Alba asume una respuesta histórica a la crisis mundial Publicado en la edición N° 55; noviembre de 2009

Trascendental: en Cochabamba, con la consolidación del Sucre y un conjunto de decisiones de efectos múltiples, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América dio un paso de gigante. Se consolida así un conjunto geopolítico que en términos económicos ocupa ya el segundo lugar en América del Sur. Pero el peso político y su proyección estratégica no guardan proporción con esa dimensión geográficoeconómica y la desborda para convertirse en una referencia de alcance mundial. La Declaración final de la VIIª Cumbre del Alba se reproduce a partir de la página 40; los textos completos de los restantes documentos aprobados pueden ser hallados en www.americaxxi.com.ve Bajo el ojo implacable de las cámaras de televisión proyectadas al mundo, durante las jornadas del 16 y 17 de octubre pasado se reunieron en Cochabamba los mandatarios del Alba. Evo Morales, presidente del país anfitrión, condujo las deliberaciones. Lo acompañaron Hugo Chávez, Daniel Ortega, Rafael Correa, José Ramón Machado, Ralph Gonsalves, Roosvelt Skerrit, Winston Baldwin Spencer y Patricia Rodas. Fernando Lugo desistió a último momento: un secuestro en Paraguay le impidió viajar. Uruguay mandó a su embajador en La Paz como observador. Y Granada, la isla del malogrado Maurice Bishop, asomó nuevamente a la política regional como observadora en esta VIIª Cumbre de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América. Un representante oficial de la Federación Rusa puso además el ingrediente necesario para que, desde el comienzo mismo, quedara en claro el lugar que el Alba ya ocupa en la geopolítica mundial. Como es costumbre, el protocolo no se sobrepuso al debate de ideas. Presidentes, vicepresidentes, primeros ministros y la Canciller del legítimo gobierno hondureño, únicos expositores en un cónclave poblado de ministros y asesores, no parecieron retraerse por el hecho de que sus opiniones estuvieran expuestas al escrutinio público, ni por las limitaciones diplomáticas habituales en este tipo de reuniones, pomposamente llamadas Cumbres. El resultado fue la aprobación formal de un conjunto de acuerdos 348


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largamente trabajados por cancilleres y especialistas. Pero si el contenido de esas resoluciones debe ser observado con suma atención por las implicancias trascendentales que suponen, más significativo aún fue el inicio de un debate de sorprendente penetración ideológica, política y estratégica. Sorprendente y hasta podría decirse extemporáneo, en un mundo de pragmatismo, desprecio por la teoría y opción por la ignorancia o la omisión: en Cochabamba hubo un debate de ideas que coloca a América Latina como el punto más elevado de la reflexión política a comienzos del siglo XXI, cuando el mundo atenazado por una crisis global sin precedentes parece marchar a la deriva.

Sucre: renacimiento del coraje y la lucidez Para quienes conocen su biografía, Antonio José de Sucre es un símbolo de coraje y lucidez; el héroe de Ayacucho, el mariscal que a los 29 años, en 1824, quebró definitivamente la columna vertebral de las tropas españolas en Suramérica. La reaparición de su nombre, convertido ahora en sigla de Sistema Unitario de Compensación Regional de pagos, es un potente emblema de aquello que renace con el Alba en la política latinoamericana: inteligencia y valentía, encarnadas en un puñado de jefes de Estado. El Sucre comenzará desde enero próximo a funcionar como moneda de cuenta, es decir, sin existencia física. Un recurso para eludir el dólar como medio de pago para todas las transacciones entre los miembros del Alba –y de próximos países que se sumen al sistema, aun no incorporándose al bloque– y obtener así un conjunto de beneficios, entre los cuales se destaca el hecho de tomar distancia de un sistema financiero mundial que gira en torno al dólar y por lo mismo está hoy amenazado de un estrepitoso derrumbe. El Sucre obra entonces como escudo protector frente a futuros cataclismos financieros, prefigurados por la disminución hasta la desaparición de respaldo para la masa de moneda estadounidense emitida sin contrapartida en la producción y, por lo mismo, sin existencia real como equivalente general. Se trata, dice el texto aprobado en Cochabamba, de «afianzar su independencia (de los miembros del Alba) y soberanía monetaria y financiera, en la perspectiva de lograr el desacoplamiento progresivo del dólar estadounidense», y de atender además a «la necesidad de implantar, como parte de la nueva arquitectura financiera regional, mecanismos orientados a reducir la vulnerabilidad externa de sus economías, que propicien, impulsen y dinamicen la capacidad productiva de la región, transformen el aparato productivo, promuevan y faciliten el intercambio 349


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comercial y coadyuven a la reducción de asimetrías entre los países». Como manifestación desmesurada de aquello que Marx denomina «fetichismo de la mercancía», Estados Unidos está dominando al mundo a través de su moneda. Emanciparse de ella es un requisito para romper las barreras al desarrollo de las fuerzas productivas propias, pero también para impedir que la onda expansiva de su inexorable caída arrase como un tsunami a las economías hoy subordinadas. Es por tanto una expresión de inteligencia protegerse de ese modo frente un desenlace inevitable aunque todavía impredecible en sus ritmos. Pero, en rigor, no es sabiduría, conocimiento teórico, penetración en la entraña misteriosa de la moneda, el factor primordial de esta decisión, sino la determinación política para adoptarla. Es la decisión de buscar y hallar un camino propio frente a la crisis, en lugar de acoplarse a la respuesta que, desde el G-20, articula el imperialismo bajo la guía de Washington. Puede que para muchos de los protagonistas principales de este paso histórico todavía esté pendiente el estudio del primer capítulo del Tomo I de El Capital, donde Marx devela la relación entre valor, mercancía y dinero. En cambio, y a diferencia de académicos capaces de recitar esas páginas, los mandatarios del Alba han ingresado al arcano por el extremo de perentorias exigencias políticas y sociales, a las cuales han resuelto darles solución. A la teoría por el camino de la práctica; en consecuencia con las urgencias de los pueblos a los que se representa. Es ese compromiso y su momento histórico lo que pone en marcha un mecanismo que, en sí mismo, no tiene nada de revolucionario, pero que en virtud del contexto y el lugar donde ocurre, engendra una dinámica de independencia y soberanía, de constante enriquecimiento teórico y necesidad de despliegue práctico.

TCP: en busca del intercambio justo Fue Bolivia, a través de Evo Morales y desde el momento mismo en que se sumó al Alba, quien insistió en la necesidad de articular un sistema de intercambio opuesto a los mecanismos imperiales. Surgió así en 2006 el Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP, sigla que se suma al Alba para dar su denominación completa). Desde entonces se ha avanzado mucho y en Cochabamba se aprobó un conjunto de medidas coronadas por la constitución de un instrumento clave: la constitución de una empresa grannacional de exportación e importación (Albaexim). En los considerandos del acuerdo marco, queda definido que «el libre comercio ha sido el instrumento de saqueo de nuestros recursos, la condena a la dependencia, ha respondido a intereses imperiales, 350


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transnacionales, de espaldas a las necesidades de nuestros pueblos, y ha marginando la participación de pequeñas-medianas empresas y, en general, de nuevos protagonistas emergentes y de su patrimonio cultural-tecnológico-productivo». A partir de tal definición, se desprende que «los Estados integrantes del Alba tienen el deber y el derecho de participar de los procesos económicos para garantizar que el intercambio comercial se constituya en un instrumento de unión y hermandad entre los pueblos, y romper con los esquemas especulativos y de explotación, en la perspectiva de producir las transformaciones estructurales, el desarrollo sustentable con justicia social, la soberanía de nuestras naciones y el derecho a su autodeterminación». Pero estas enunciaciones generales toman cuerpo concreto en puntos de máxima importancia política y social, al encargar a los ministerios y organismos oficiales vinculados al comercio de los países integrantes del Alba que asuman «el compromiso de coadyuvar y facilitar el intercambio comercial entre las comunidades artesanales, campesinas, indígenas, así como las pequeñas y medianas empresas de los distintos países del Alba, identificando productos provenientes de las mismas y los mercados de consumo, implementando las políticas y acciones que simplifiquen el comercio entre las comunidades, comunas, cooperativas, empresas de producción social, pequeñas y medianas empresas a colocar su producción». Son presumibles las dificultades que afrontará Albaexim. Pero en la determinación de encauzar y aceitar un intercambio que en lugar de subordinar hermane, en lugar de explotar dignifique el trabajo, en lugar de saquear propulse la creación en todos los planos y en armonía con la naturaleza, hay una potencia que necesariamente trascenderá las fronteras del Alba y, afirmándose en fuerzas sociales que la comprendan y asuman, sobrepasará incluso la negativa de los gobiernos comprometidos con la estrategia imperialista y el G-20 y dará lugar a una nueva realidad política regional.

Estructura organizativa En consonancia con tales acuerdos prácticos y con la exigencia que éstos plantearán a los respectivos gobiernos, en Cochabamba quedó afirmada una estructura organizativa a partir de tres consejos ministeriales: Político, Económico y Social y un Consejo de Movimientos Sociales. El acuerdo sellado comienza por subrayar que se trata de «una plataforma de integración de los países de América Latina y el Caribe, que pone énfasis en la solidaridad, la complementariedad, la justicia y la cooperación, que tiene por objetivo la transformación de las sociedades 351


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latinoamericanas, haciéndolas más justas, cultas, participativas y solidarias y que, por ello, está concebida como un proceso integral que asegure la eliminación de las desigualdades sociales y fomente la calidad de vida y una participación efectiva de los pueblos en la conformación de su propio destino. Es además una alianza política, económica, y social, en defensa de la independencia, la autodeterminación y la identidad de los pueblos que la integran». E inmediatamente define las instancias básicas: la cumbre presidencial «constituye la máxima instancia de decisión y orientación política. Sesiona dos veces al año y de manera extraordinaria cuando las circunstancias lo ameriten». El Consejo Político «está conformado por los Ministros de Relaciones Exteriores de cada país miembro». El Consejo de Movimientos Sociales «es el principal mecanismo de coordinación y participación directa de los movimientos y organizaciones sociales en el proceso de integración». La Comisión Política está integrada por los Vicecancilleres, se subordina directamente al Consejo Político de la Alianza y es la principal instancia de coordinación y concertación política operativa; en tanto la Coordinación Permanente hace las veces de una Secretaría Ejecutiva, coordina las actividades de cooperación e integración económica y social, para lo cual supervisa, articula y controla los proyectos Grannacionales, proyectos bilaterales y acuerdos, a la vez que promueve que estos ejecuten y desarrollen de manera que cumplan su objetivo de forma exitosa. Este órgano vital estará conformado por los coordinadores nacionales designados por cada país en forma permanente y tendrá a su vez una Secretaría Ejecutiva, la cual se reunirá semanalmente y estará conformada por un secretario ejecutivo, un secretario adjunto, los directores de cada equipo de trabajo, un representante del Banco del Alba y un representante de Petrocaribe.

Bajo el signo del golpe Todo este despliegue ejecutivo ocurrió, sin embargo, bajo la presión objetiva planteada por el golpe en Honduras, la proliferación de bases militares estadounidenses en la región y los múltiples indicios de una constante actividad conspirativa de Washington y sus aliados para atacar y desestabilizar a los gobiernos del Alba. En su intervención a nombre del presidente José Manuel Zelaya, recluido a la sazón en la embajada brasileña en Tegucigalpa, la canciller Patricia Rodas afirmó sin rodeos que el golpe contra su gobierno era sólo un episodio en la

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ofensiva imperialista contra el Alba. Ese concepto lo reafirmaron luego todos los oradores. Chávez se preguntó por qué no había sido repuesto Zelaya en su cargo, pese a la gran movilización popular. Y respondió: porque la resistencia no cuenta con el apoyo de las fuerzas armadas. Completó así la reflexión de Evo Morales, quien enfatizó en la necesidad de crear una nueva doctrina, para que los militares no continúen alimentándose con la ideología imperialista y capitalista. De allí, en rápida sucesión, se llegó a la necesidad de crear un Consejo de Defensa del Alba, una escuela militar y programar maniobras conjuntas de las fuerzas armadas de los países integrantes del bloque. Otra resolución que provocaría un temblor helado en los centros de la reacción hemisférica fue la de crear «un grupo de trabajo que presente una propuesta para el análisis y desarrollo del proyecto Radio del Sur del Alba-Tcp, la creación de una Agencia de noticias del Alba-Tcp y el establecimiento de canales temáticos compartidos en coproducción entre los países Alba -Tcp para el impulso de un modelo comunicacional que permita un verdadero encuentro entre nuestros pueblos, fortalezca los procesos democráticos en la región y rompa el cerco comunicacional impuesto por el gran poder mediático transnacional». Constituido ya el Banco del Alba y en marcha el Fondo de Reservas, los mandatarios adoptaron además numerosas decisiones para diferentes ámbitos, tales como el impulso a la iniciativa Pertocaribe-AlbaAlimentos; a la creación de una empresa grannacional para el turismo y de una cadena de Hoteles Alba para el turismo popular; la utilización por parte del bloque del satélite Simón Bolívar; la formación de un Instituto Grannacional para la investigación y la prospección geológica (IngeoAlba), entre otras. A través de las reflexiones de cada orador acerca de la necesidad de fortalecer la democracia (todos apoyaron a Evo Morales en la perspectiva de su reelección el próximo 6 de diciembre), surgió sin embargo la contradicción de esa tendencia ya arraigada en los países del Alba y en otros de la región, con la dinámica ostensiblemente impulsada por Estados Unidos, de golpes, desestabilización, proliferación de bases militares y apelación a la violencia contra los pueblos. Citando a alguien, Chávez resumió: «quienes le cierran el camino a las revoluciones pacíficas, le abren la puerta a las revoluciones violentas». Para confirmarlo recordó el golpe de Estado que lo derrocó por 47 horas en abril de 2002. «Cuando comprobé que no me asesinarían y pensé que me enviarían a

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Cuba –explicó– comencé a programar mi regreso para conducir la lucha armada contra la dictadura. Es un derecho que nadie podía negarme. Sólo que no fue necesario, porque los militares patriotas se unieron al pueblo y los dictadores huyeron». Como expresión práctica de ese cruce de caminos, quedó establecida la conformación del Consejo de Defensa del Alba, integrado por militares comprometidos con la revolución en cada país. Pero el dilema va más allá. Y deja abierta –¡en un foro de presidentes!– una reflexión estratégica de enormes consecuencias prácticas, ausente no sólo en la academia y las dirigencias políticas convencionales, sino en los propios ámbitos de la izquierda regional. Desde Cochabamba

Chávez llama a la Vª Internacional

Hora de definiciones Publicado en la edición 56-57; diciembre de 2009 - enero de 2010

El primer paso está dado. Tiene un alcance estratégico fuera de lo común. Sacudirá derechas e izquierdas, a Oriente y Occidente. Entrará como tromba en cada organización política, sindical o social, en cada lugar del planeta. Una sensación de vértigo atrapó a decenas de miles de hombres y mujeres que por televisión o internet escuchaban a Hugo Chávez en la noche del 20 de noviembre, víspera de la inauguración del Primer Congreso extraordinario del Psuv, cuando ante delegados de partidos de una treintena de países, presentó una propuesta tan esperada como imprevista: poner manos a la obra para edificar la Vª Internacional. Lo dijo el Presidente de una revolución en marcha. Y lo apoyaron de inmediato los representantes de otros tantos que afrontan la misma responsabilidad en Bolivia, Ecuador, Honduras. Los que están en el crudelísimo inicio de la transición y los que aspiran, con tierra bajo los pies, a comenzar el recorrido. Es explicable el vértigo. En un año quedó completado un ciclo que transformó al mundo, a tal punto que pocos tienen conciencia plena de la nueva realidad y continúan actuando con los parámetros del pasado. Primero fue el derrumbe de la arquitectura financiera mundial, colocando a la vista de todos la realidad insoslayable de una crisis agónica del capitalismo. Luego la aceleración estadounidense por el camino de la 354


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guerra. Ahora la respuesta estratégica: una nueva Internacional. Ha llegado la hora de las definiciones. Nada sorprende más que lo esperado durante mucho tiempo. El grueso de quienes escuchaban a Chávez en el hotel Humboldt alzado en la cima del cerro Waraira Repano (por caso, nacionalizado y refaccionado por el gobierno revolucionario) saltó como resorte oprimido al que libera de pronto la palabra mágica: una ovación espontánea, cargada de asombro y complacencia, manifestó del modo más elocuente un respaldo que antes de todo responde a una necesidad siempre sentida, casi nunca expresada.

Salir del paréntesis histórico Si el primer paso requería fuerza real, lucidez y osadía, los siguientes plantean exigencias aún mayores. Aunque la creación de cada Internacional ocurrió en el pasado en medio de grandes debates y confrontaciones ideológicas, el abigarrado conjunto de fracciones que a escala mundial se define como izquierda muestra hoy un grado de confusión ideológica y diversidad política sin precedentes. Será tarea difícil aunarla, darle organicidad y dirección de marcha. Desde que la derrota de la Comuna de París destruyó la Iª Internacional, en cada paso, a la par de victorias y derrotas, grandes contingentes concluyeron asimilándose al sistema al cual originalmente combatieron. Además, al otro lado de la barricada, el capital acumuló infinita experiencia y poderosos tentáculos listos para la acción. El reformismo es una constante. Pero hay más: aparte las excusas reformistas, las incógnitas a resolver son inmensas y a prueba de oráculos: 1.¿Qué definiciones ideológicas y programáticas trazarán el contorno de la Vª Internacional? 2.¿Qué organizaciones concurrirán a su formación? ¿Qué relación habrá entre las grandes formaciones con responsabilidades gubernamentales y los demás partidos o agrupamientos revolucionarios? 3.¿Qué estructura adoptará la organización internacional, cómo se seleccionarán sus dirigentes y cómo se expresará en el plano nacional? 4.¿Cómo se integrará a este conjunto multifacético la clase obrera mundial, que hoy no cuenta en lugar alguno con el vigor y la conciencia imprescindibles? Hemos defendido posiciones netas respecto de estos temas. Rompiendo una tradición de esta columna, vamos a citar un texto propio, publicado en la revista Crítica en octubre de 2007:

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«En la historia ha habido, conceptual y realmente, cuatro organizaciones internacionales anticapitalistas. La Iª, en cuya fundación fueron figuras clave Marx y Engels, agregaba diferentes corrientes revolucionarias anticapitalistas. Surgió directamente del impulso de los propios obreros en lucha contra el sistema en Europa; las dos corrientes principales eran las que a poco andar se denominarían marxista y anarquista. La IIª, definida como socialdemócrata (con el sentido que tenía por entonces esa palabra, inverso al actual), se apoyaba en grandes partidos socialistas obreros de masas que para ese entonces se habían conformado en toda Europa, en Estados Unidos y en varios países latinoamericanos. La IIIª, fundada por Lenin y Trotsky, se definió como comunista, contraponiéndose al nombre de socialdemócrata, ya para entonces identificado con posiciones de sujeción a los intereses de las burguesías de cada país; su base de sustentación fueron los propios partidos socialdemócratas de masas, todos los cuales se fraccionaron dando lugar a Partidos Comunistas, que fundarían la Internacional con ese nombre. La IVª, en realidad no llegó a ser una verdadera organización internacional con arraigo en la clase trabajadora. Nació como resultado de la degeneración stalinista en la Unión Soviética y la extensión de esa caída a la organización, el programa y la política de la IIIª Internacional a partir de su 5° Congreso. Su base de sustentación fue la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética y su proyección en Ppcc de todo el mundo. Luego tomaría el nombre de su principal promotor, León Trotsky. Asesinado éste en 1940, la organización degeneró a su vez, dando lugar a innumerables organizaciones casi invariablemente sectarias y minúsculas. En la actualidad, por razones objetivas y subjetivas una organización internacional no puede pretender la homogeneidad ideológica que originalmente tuvieron la IIª, IIIª y IVª. Por el contrario, en lo que hace a su heterogeneidad superaría largamente a la Iª, aparte de que no resultaría del impulso consciente y organizado de una vanguardia obrera con aval de masas. El punto de apoyo de tal organización heterogénea sería la explícita decisión de lucha contra el imperialismo y por el socialismo del siglo XXI, asumiendo como punto de partida las incógnitas y ambigüedades que esa definición supone. A la heterogeneidad ideológica, le correspondería un criterio organizativo que, obligando en términos de estrategia general a cada partido u organización integrante, permitiría la participación de diferentes

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organizaciones en un mismo país y no daría lugar a criterios unánimes de accionar político. No obstante, la internacional no podría asimilarse al concepto de Frente. Más próxima al criterio de partido de masas, con heterogeneidad ideológica y homogeneidad política en cuestiones centrales que hagan a una estrategia hemisférica, y con toda la flexibilidad que requieran las diferencias de participación en cada país. Esa contradicción se resolvería a favor de la cohesión, la homogeneidad política y la coherencia internacional a través del órgano de dirección internacional, que sólo podrá estar integrado por representantes de partidos de aquellos países donde no exista más de una organización reconocida. La organización de una internacional revolucionaria con estas características, lejos de ser una perspectiva lejana, es una necesidad inmediata. Defender los procesos revolucionarios en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, es tan impostergable como esforzarse por la recomposición de las fuerzas sociales y revolucionarias en los restantes países de la región». Parece innecesario insistir: no hay manera de procurar identidad ideológica y a la vez actuar como centro de unidad social y política en ningún país, tanto menos a escala mundial. De modo que la Vª Internacional será obligadamente diferente a las tres anteriores y, semejante en punto a diversidad interna con la Iª, irá todavía más allá de aquélla e integrará numerosos agrupamientos diferenciados dentro de cada corriente misma. Las múltiples definiciones marxistas, cristianas, nacionalistas, tendrán su punto de comunión en la determinación revolucionaria y la voluntad consecuente de confrontación con el imperialismo y las burguesías nacionales. Va de suyo que esto dejará mucho por fuera; pero a la vez incluirá una inmensa diversidad. Una fuerza desde el inicio poderosísima, en condiciones de crecer en progresión geométrica.

Inercia y fuerzas centrífugas Aunque causara sorpresa, esta decisión de Chávez no fue un impulso de último momento. En 2007, al inicio mismo de la construcción del Psuv, en su intervención del 25 de agosto ante los propulsores que darían nacimiento al partido de masas de la Revolución Bolivariana, el presidente venezolano dijo que 2008 sería el momento para «convocar a una reunión de partidos de izquierda de América Latina y organizar

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una especie de Internacional, una organización de partidos y movimientos de izquierda de América Latina y del Caribe». Y abundó: «Hay un resurgimiento de la conciencia de los pueblos; deben seguir creciendo los movimientos, líderes y liderazgos de una izquierda nueva, de un proyecto nuevo». La paradoja es que mientras ese resurgimiento ocurre en los cimientos de la sociedad, sus expresiones políticas raramente lo expresan y en ningún caso lo alientan y conducen. En cierta medida eso quedó plásticamente plasmado en el salón del hotel en la cima del Waraira Repano, cuando Chávez lanzó su proclama: al lado de quienes dieron un salto de liberadora alegría, pudo verse rostros consternados. Y hasta hubo quienes, advertidos a tiempo, se ausentaron antes de verse obligados a exteriorizar su postura. Más sagaces aún, hubo partidos que directamente estuvieron ausentes del encuentro. Y ni qué decir del otro flanco, el infantoizquierdista, ausente en el recinto, atónito ante el desafío. La inercia de estructuras y cuadros adheridos a diferentes instancias del Estado capitalista, se combina con la fuerza centrífuga transmitida a importantes franjas de vanguardia espontánea en el movimiento de masas, por parte de agrupamientos que, ajenos a una teoría consistente, esgrimen el nombre de Marx, Lenin o Trotsky para tomar posición con la sencilla técnica de repetir generalidades obvias y ubicarse 45 grados a la izquierda de cualquier fenómeno político que aparezca. Protegerse de y a la vez incluir a las partes sanas de estos fenómenos objetivos será una tarea no menor en la agenda de la Vª Internacional. Demandará un enorme esfuerzo teórico y organizativo. E impar habilidad para la conducción política. Aprisionado por la tenaza de reformismo e infantoizquierdismo, el renacimiento de la asunción de banderas estratégicas por parte de millones ocurre en medio de otra estridente paradoja: la acción no sólo precede a la teoría, sino que va tan por delante que en los hechos resulta impracticable su entrelazamiento efectivo. El pragmatismo aparece así como una tercera amenaza encastrada en las propias filas. Desde este complejo punto de partida se despliega ya la idea de una Vª Internacional. El plan apunta a la realización del Congreso Fundacional en abril próximo, en coincidencia con la culminación del largo proceso congresal extraordinario del Psuv. Por si faltase algo para darle más entidad a este momento histórico, Chávez invitó al Congreso del Psuv a Fidel Castro. Horas después de ese acto hizo un viaje no anunciado a Cuba, donde se reunió por siete horas con Fidel y otras cinco con Raúl,

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del que informaría posteriormente. Lo dicho: aceleración de tiempos; hora de definiciones.

Lo que vendrá Pero... ¿qué poder es ése que acorta plazos y pone exigencias perentorias? La pregunta sólo cabe a quienes no han asimilado la magnitud y el sentido de los cambios vertiginosos ocurridos en el último año. El sistema capitalista ha ingresado en la crisis más abarcadora y profunda de su historia. Lejos de remontarse en los últimos meses, los costos de una pseudo recuperación la agravaron aún más. Es sólo cuestión de tiempo (en ningún caso prolongado) el reinicio de derrumbes mayores a los ocurridos en 2008, que además, porque sucederán en el ámbito de la producción y el comercio, no podrán ser paliados siquiera temporalmente con nuevas montañas de dinero ficticio, como se hizo un año atrás. Eso es sólo una parte de lo nuevo. La otra, visible para todo quien no decida taparse los ojos, es que Estados Unidos se ha lanzado a la guerra. La noción de que Washington está empantanado en Oriente y por ello no podrá emprender nuevas aventuras bélicas no sólo peca de simplista: desconoce que en situación de amenaza mortal un animal salvaje no mide riesgos. Atribuir racionalidad al desempeño histórico del capital es resultado del idealismo filosófico; o de la negativa por el temor cerval a lo que se tiene enfrente. Pero no hay modo de ocultarlo: un Presidente del partido Demócrata, culto, sagaz, con antecedentes progresistas y para mayor abundamiento afroamericano, es el vehículo de la maquinaria imperial y lleva la guerra a todo el mundo. Ahora mismo envía otros 35 mil soldados a Afganistán, mientras su secretaria de Estado teje la trama previa a ataques militares contra Irán y Suramérica. Barack Obama, flamante premio Nobel de la paz, monta bases militares en Colombia, Centroamérica y el Caribe, donde señorea ya la IVª Flota. Realiza y sostiene el golpe en Honduras. Entiéndase bien: el envío de 35 mil soldados más a Afganistán tiene como objeto acabar rápidamente con esa guerra que ya se ha extendido a Paquistán y deja al imperio en una ciénaga. Acabar rápidamente significa masacrar con mayor eficiencia a cientos de miles de seres humanos. Pero eso no es lo más grave: prueba con la contundencia de los hechos que Washington y su premio Nobel están acosados por la urgencia. En Afganistán u otro lugar, donde no esté planteado alcanzar los objetivos militares mandando más soldados, quedará sobre el tapete la utilización de armas atómicas, tácticas o de las otras. 359


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Por lo demás, hay que ser voluntariamente ciego y sordo para no admitir que en el terreno de las comunicaciones la confrontación ya ha comenzado con carácter de guerra mundial: de manera alevosa, unificada como nunca antes en la historia, la prensa comercial, en todo el planeta y con apenas alguna excepción, se hunde en una campaña de mentiras, tergiversaciones y manipulación que no tiene precedentes en su ignominiosa trayectoria. ¿Para qué vino el presidente israelí Shimon Peres a América del Sur, sino para anunciar, desde Buenos Aires y con el mayor descaro, que «Chávez y Ahmadinejad desaparecerán en los próximos meses»? ¿Qué efecto tendría sobre América Latina el asesinato de Chávez? ¿Qué seguiría en el Medio y Extremo Oriente si Ahmadinejad fuese ultimado? ¿Y por qué el sionismo, con toda su parafernalia comunicacional, se ha puesto al servicio de tamaña provocación comprometiendo incluso a las comunidades judías de nuestros países? No hay modo de eludir la respuesta: acosado por la crisis agónica que demuele sus columnas, el imperialismo se ha lanzado por el camino de la guerra. Pero esa conclusión obvia no es ahora el dato más relevante de la realidad mundial. No hay punto de exageración al afirmar que el núcleo de mayor proyección es ya la decisión de fundar una nueva Internacional. Porque la locura guerrerista del imperialismo sólo puede ser detenida por cientos, acaso miles de millones de personas que en todo el planeta abracen la tarea, conscientes y organizados. Hasta ahora siquiera estaba planteada como estrategia la edificación de una instancia unificadora a esa escala. Infinidad de iniciativas con aristas humanitarias y positivas, se empeñaron y continúan empeñándose en eludir la única respuesta posible a la crisis del capitalismo. Que lo piensen bien los cuadros de grandes formaciones reformistas, políticas o sindicales; que lo piensen bien agrupamientos aguerridos pero encerrados en círculos de pequeñez y marginalidad; que lo piensen bien los intelectuales proclives a la comodidad del poder; que los piensen bien todos, antes de negarse a ser parte de esa tarea clave para la humanidad: ponerle freno a la locura capitalista. Ese objetivo resume hoy en una consigna: construir la Vª Internacional.

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2010 América Latina no gira a derecha Dudas y certezas después de ocho años de gobierno Lula Bicentenario en Revolución Dilemas de Unasur Recaída capitalista G-20, ajuste, guerra y manipulación En el umbral Realineamientos Dilemas de una revolución pacífica Cierra un capítulo en Argentina Geoestrategia y revolución El ocaso de Estados Unidos Qué depara 2011

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América LLatina atina no gira a derecha Publicado en la edición N° 58; febrero de 2010

Es posible hallar en la tragedia de Haití el símbolo de un volcánico desplazamiento de clases y partidos a lo largo del continente, remezón obligado del seísmo que, en 2008, derrumbó el sistema financiero internacional. No es necesario forzar esa misma imagen para señalar que Estados Unidos responde a la ruptura del statu quo hemisférico con el mismo criterio estratégico según el cual Barack Obama envió 16 mil soldados a la isla caribeña. El hecho es que en cada país se observa un realineamiento de dirigencias, partidos y organizaciones sociales. Así, el bicentenario coincide con el inicio de una era signada por el colapso del sistema capitalista y su traducción en el mapa político continental. Las clases fundamentales de la sociedad se deslizan hacia uno u otro ángulo del arco político, la más de las veces de manera inconsciente. Nuevas y antiguas expresiones de las tendencias objetivas que empujan y simultáneamente frenan la dinámica de convergencia regional, traducen por estos días en sus avatares un complejísimo polígono de fuerzas sin resultante predecible. El futuro está, como pocas veces en la historia, a la espera de una formidable prueba de fuerzas entre la irracionalidad y la inteligencia, entre la brutalidad de cenáculos enceguecidos y el acervo más lúcido y generoso de las luchas sociales en los dos últimos siglos.

Dialéctica y desarrollo desigual Mientras tanto, Unasur, instancia de extraordinaria potencia, fue afectada por el efecto disgregador ya desde fines de 2008, cuando los gobiernos de Brasil y Argentina resolvieron afrontar el colapso capitalista desde la perspectiva del G-20, es decir con la estrategia estadounidense. El Mercosur, paralizado por un conjunto de razones económicas y políticas en el último quinquenio, no sólo no logra consumar la incorporación de Venezuela, sino que es cada vez menos eficiente en su mezquino cometido primigenio: el de instrumento facilitador para el intercambio comercial. El Pacto Andino es ya prácticamente inexistente. La Organización de Estados Centroamericanos, a partir del golpe en Honduras y la victoria derechista en Panamá, está siendo manipulada 363


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con un único objetivo: rodear, ahogar y aplastar a Nicaragua. Al margen de otras implicancias, el resultado electoral en Chile afectará adicionalmente a Unasur. Junto con Colombia y Perú, este país conforma ahora un bloque formalmente alineado con Estados Unidos y obrará como Caballo de Troya en el concierto de los 12 países de la Unión de Naciones Suramericanas. Un segundo bloque dentro de Unasur se desgarra entre la toma de distancia frente al guerrerismo estadounidense y la subordinación a sus dictados económicos. Cumpliendo con una ley de hierro del desarrollo histórico, el movimiento convergente que signó la última década se descompone en numerosas tendencias posibles y, a partir de la solución de continuidad en ese proceso, establece las bases para retomar el impulso en un plano superior, seleccionando y redefiniendo a los actores del nuevo momento histórico. No faltan quienes interpretan esta instancia de la dialéctica histórica como un «retorno de la derecha» en América Latina. Craso error, fruto de la confusión entre deseo y realidad, o de concepciones reformistas que, amarradas a la lógica formal, se resisten a asumir lo obvio: la crisis desgarra la sociedad, polariza a las clases, atrapa a dirigentes y partidos y los arroja a un torbellino donde sólo por excepción consiguen afirmarse y orientarse.

Los hechos y la mirada Pero no se trata de interpretaciones complejas. Se ve a la luz del día que en ningún país de América Latina hay un movimiento de masas con el menor signo de identificación con estrategias contrarrevolucionarias. Todo lo contrario es verdad; al punto que las fuerzas reaccionarias están obligadas a camuflarse con discursos progresistas. Los ejemplos de candidatos derechistas que en Venezuela intentaron ganar votos retomando consignas de la Revolución Bolivariana, fueron y serán reiterados por el Departamento de Estado. Esas tácticas impuestas por Washington prueban que los estrategas del imperialismo no estiman que las masas estén girando a la derecha, aun cuando la rémora histórica de confusión, desideologización y desorganización, a menudo las deje inermes frente a maniobras electorales de personas y partidos inescrupulosos. Es verdad que partidos y dirigencias que han podido aparecer como expresiones populares de estrategias progresistas están girando a la derecha. Es verdad también que en tales circunstancias, propuestas travestidas de la ultraderecha pueden lograr circunstancialmente 364


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ventaja electoral. Pero no es la superestructura política la que marca el curso de la historia. A la inversa, la etapa que atravesamos está signada por una radicalización de masas muy profunda en todo el hemisferio, desdibujada acaso por la enorme desigualdad en grado y ritmo en cada país, pero evidente tanto en sus picos de mayor militancia (Venezuela, Bolivia, Ecuador), como en países donde los reclamos sociales no han logrado elevarse al plano de la lucha política pero se expresan, de todos modos, arrastrando imperceptiblemente a quienes se suponen gobernantes y resquebrajando instituciones e instrumentos tradicionales de las clases dominantes.

Fascismo y socialismo Para salir de esta fase e ingresar en otra donde esté planteado un cambio del sentido histórico en el que marcha América Latina, las burguesías y el imperialismo deben infligirle a los pueblos derrotas aplastantes, estratégicamente decisivas, sólo dables mediante la fuerza militar. Pero he allí otro dato crucial de la etapa: las burguesías no pueden confiar en las fuerzas armadas de cada país para establecer gobiernos de fuerza en choque frontal con trabajadores, campesinos y juventudes. El recurso al que pueden apelar es el del fascismo, entendido en el sentido estricto de esta categoría: organización de sectores de masas para ejercer la violencia contra las franjas más conscientes, organizadas y en lucha de las clases explotadas y oprimidas. Sin duda el imperialismo y sus delegaciones locales están encaminados en esa dirección. Sin duda cuentan con decenas de millones de seres humanos arrojados a la marginalidad, la ignorancia y la desesperación, para intentar hacer de ellos una fuerza de choque salvaje contra el conjunto social. No es menos evidente que en Honduras se han apuntado un tanto a favor (aunque sería un error calificarlo como triunfo: allí la prueba de fuerzas recién comienza). Y va de suyo que en Chile se revela adónde llevan las políticas reformistas cuando no existe la fuerza suficiente para llegar a las mayorías con una propuesta revolucionaria efectiva. Pero confundir esto con la idea de que en Brasil y Argentina –para tomar dos casos sobresalientes– la estrategia imperialista y/o las expresiones políticas de la ultraderecha local pueden cambiar en esta fase histórica las relaciones de fuerza, al punto de imprimir a estos países un giro a derecha, en franco choque con la marcha emprendida en Venezuela, Bolivia y Ecuador, implica, repetimos, confundir deseos con realidad o mostrar el típico pavor reformista frente a la opción por la revolución, por la necesidad objetiva y perentoria del socialismo. 365


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Basta poner el pensamiento en la ceremonia de asunción del nuevo mandato de Evo Morales, el 22 de enero pasado, vencedor con el 64% de los votos, cuando fueron enviados al museo los atributos del poder del «Estado liberal y colonial», como lo calificó el vicepresidente Álvaro García Linera. Basta ver la radicalización acelerada de la Revolución Bolivariana, respaldada cada día por sectores más amplios de las masas. Basta ver la aceleración de la Revolución Ciudadana y el vigor con que se replantea la organización de una fuerza política de masas en Ecuador. Pero los gobiernos de esos tres países son parte del Alba, desde donde se proyecta hacia toda América Latina y el Caribe (y más allá, mucho más allá, como quedó a la vista en Copenhague), la neta confrontación planteada por una respuesta socialista a la crisis capitalista. Es comprensible que gobiernos y dirigentes atrapados por sus propias vacilaciones y compromisos, amenazados por derrotas electorales o incluso por demandas generalizadas de las masas, agiten el fantasma de una ultraderecha en marcha victoriosa. Pero se trata de un eslabón más en la cadena de la manipulación. Tal rotunda afirmación no habilita al facilismo y mucho menos a la irresponsabilidad: el enemigo es poderoso, brutal, irracional pero a la vez inteligente e implacable. Exige por tanto la búsqueda de todas las formas de frente único. En todo caso, no hay salida sin comprender que América Latina hoy no se desplaza a la derecha. Es que la crisis deja sin respuesta posible a quienes sueñan con reformar el capitalismo. En tales circunstancias los únicos representantes posibles del capital son aquellos dispuestos a asumir sin rodeos, en todos los terrenos, la estrategia imperialista. Y en la misma medida en que no existan fuerzas con raigambre social y definiciones socialistas, queda espacio para aventureros de todo tipo en reemplazo de los partidos que el capital ya no tiene. Incluso los casos donde tales francotiradores den en el blanco se inscriben en una realidad de signo contrario: una etapa de convergencia regional en un plano cualitativamente más elevado, expresada en el Alba, que contiene, supera y proyecta todo lo avanzado mediante Unasur y las demás instancias regionales, a las cuales, lejos de antagonizar, contiene y sostiene como expresiones vivas del desarrollo desigual. Más aún: el programa, la estrategia e incluso la propuesta organizativa del Alba están diseminadas en cada rincón del hemisferio, sin excluir a Estados Unidos.

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IVº Congreso del Partido dos Trabalhadores

Dudas y certezas después de ocho años de gobierno LLula ula Publicado en la edición N° 59; marzo de 2010

Balance: en 1989, cuando Lula disputó por primera vez la presidencia, Estados Unidos esperó su derrota para invadir Panamá. Por estos días y con razones análogas, trabaja para que el PT pierda las elecciones del 3 de octubre. Por sobre cualquier valoración del gobierno de Luiz Inácio da Silva, la victoria de la oposición burguesa a su gobierno abriría el espacio para que los estrategas de Washington puedan continuar con sus planes guerreristas para la región. Dos períodos de gobierno petista en Brasil significaron un salto adelante en la historia de los de abajo. Sus logros sólo pueden ser desconocidos por ideólogos de la reacción. No obstante, al cabo de ocho años, aparte de no haber resuelto innumerables problemas básicos, el PT no fortaleció la estructura partidaria, no desarrolló un proceso de organización de masas con ejercicio concreto del poder, no ganó más espacio social en capas explotadas y oprimidas y, en consecuencia, no cuenta seguro siquiera el voto de la masa beneficiada por su gobierno. El saldo de Lula está en suspenso. Resta saber si la inteligencia política y la visión estratégica de la dirección petista apuntan en la dirección correcta para dar continuidad positiva. Invitado en su condición de militante político, el director de América XXI participó del Congreso del PT; lo que sigue es su despacho desde Brasilia. Inequívocas conquistas. Inabarcables compromisos pendientes. Temores sobre la respuesta ciudadana en la elección presidencial de octubre próximo. Tales los sentimientos entrecruzados de los 1350 delegados al IVº Congreso del Partido dos Trabalhadores (PT), cuya tarea principal consistió en designar la candidatura presidencial y sancionar formalmente la decisión de concurrir a la crucial disputa en alianza con un antiguo adversario, a menudo feroz: el Partido do Movimento Democrático do Brasil (Pmdb), que ocupará el segundo lugar en la fórmula. En ese cruce de caminos el PT celebró sus 30 años de vida. Es notoria la diferencia de este encuentro con tantos otros que, desde su fundación el 10 de febrero de 1980, fueron trazando la historia del PT. No se percibe la abrumadora presencia obrera, sindical y juvenil de entonces. Los debates entre las diversas tendencias continúan siendo duros –y como siempre cuidadosos de la unidad– pero son escasos y 367


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circunscriptos; sobre todo, tienen otro contenido. Pese a que la victoria electoral no está garantizada, los delegados no discutieron con qué programa ganar el alma de tantos millones de brasileños que sufren la desigualdad extrema de este país. En cambio, como principal cuestión ante las elecciones se debatió –muy poco, con acuerdo previo largamente hegemónico– la decisión de dar un paso histórico para el PT: una alianza electoral con el Pmdb. En el Palacio de Convenciones de Brasilia impactaba sobre todo la falta de ardor en la militancia, el espíritu radicalmente diferente a encuentros del pasado que emanaba de esta reunión, acaso dominada por dos sentimientos a todas luces evidentes: el orgullo por las grandes conquistas alcanzadas en ocho años de gobierno y la presunción de que algo fundamental, algo que se lleva muy hondo en el corazón y la conciencia, incluso sin saber expresarlo, ya no envaraba y proyectaba las ilusiones de los delegados. No es difícil aprehender las causas de esa diferencia. En junio de 1989, en los prolegómenos de la primera gran contienda electoral en la que Lula sería candidato, 600 delegados al 6° Encuentro votaban alborozados, con una poderosa energía ausente en este Congreso, un documento que decía: «El PT no cree en la posibilidad de una etapa de capitalismo popular (...) El binomio cambios económico-sociales radicales y democracia, es la clave para construir un bloque mayoritario capaz de llevar a Lula a la presidencia». Hoy, la mayoría de los delegados traga con dificultad una afirmación curiosa: el próximo período será de «postneo-liberalismo», fórmula que, aparte su falta de sustento teórico, no parece apta para despertar grandes pasiones y esperanzas. Ironías de la historia: el imponente lugar de sesiones lleva el nombre de Ulyses Guimaraes, el veterano líder democrático burgués que a la cabeza del MDB, principal formación política durante la dictadura y el primer período posterior, enfrentó a Lula en 1989. Era la primera vuelta de la primera elección directa de Presidente; y en aquella oportunidad el MDB obtuvo el 4% de los votos. El único Partido de la burguesía quedó vaciado por el poderosísimo influjo del PT, el cual en la segunda vuelta no alcanzó el gobierno sólo por una formidable operación de último momento urdida por el gran capital local e imperial, que inventaron un candidato de utilería y apelaron maniobras sin ahorrar bajezas para arrebatar la victoria segura de aquel partido, entonces recién nacido y con un candidato que simbolizaba la irrupción del proletariado paulista en la política brasileña. Tres décadas después, el fallecido Guimaraes, a quien todos y en primer lugar él mismo consideraban el inevitable 368


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presidente después de la dictadura, podría regodearse al ver que el PT recurre, para intentar ganar la próxima elección, a su partido renacido de las cenizas pese a inenarrables acusaciones de corrupción. Con todo, las ironías que podría lanzar Ulyses quedarían muy por detrás de las invectivas lacerantes que con certeza habría esgrimido Leonel Brizola, del Partido Democrático Trabalhista (PDT, socialdemócrata), otro líder histórico que vio destruidas sus ilusiones de ser Presidente por la entrada violenta en el escenario de un obrero metalúrgico y desde entonces, incluso obligado a apoyar al PT en varias circunstancias, lanzó los más envenenados dardos imaginables contra Lula. Ocurre que la candidata designada ahora por el PT, Dilma Rouseff, era militante del PDT, del cual se apartó recién en 1990, para integrarse al gobierno estadual del petista Olivio Dutra en Río Grande do Sul.

Conquistas de dos períodos presidenciales Empresas consultoras de toda filiación subrayan un hecho impactante: más del 80% de la población brasileña respalda a Lula. No hubo dirigente que en su exposición omitiera ese dato, revelador sin duda del resultado político de su gestión. Tras ese recado, los oradores defensores de la tendencia mayoritaria desgranaban otros datos contundentes: 20 millones de personas salieron de la pobreza; 350 mil familias campesinas fueron asentadas; 215 mil jóvenes están cursando en escuelas técnicas que pasaron de 140 a 354, mediante la inversión de 1.100 millones de reales; la inversión en programas sociales alcanzó los 33 mil millones de reales, un aumento del 189% en relación con el período anterior; se crearon 11 millones de empleos; la inflación cayó para ubicarse en torno del 4,5%; el PBI creció a un promedio del 3,1% anual, contra el 2,1% del período anterior; la moneda se revaluó positivamente frente al dólar; las reservas en divisas pasaron de 37.800 a 236 mil millones de dólares. Y un dato que numerosos expositores, incluida Dilma en su discurso de aceptación de la candidatura, presentaron como símbolo del éxito petista: cuando asumió Lula, Brasil debía 14 mil millones de dólares al FMI; ocho años después, es el FMI quien debe 14 mil millones a Brasil. Fueron subrayados igualmente los éxitos del gobierno PT en materia de política internacional, resumido con una imagen apropiada: hasta ahora, en el mundo Brasil era sinónimo de Pelé; ahora el símbolo nacional es Lula. Otro resultado reiterado fue el de haber cambiado la realidad energética de largo plazo al hallar reservas petrolíferas por 60 mil millones de barriles. Con legítimo orgullo, los dirigentes y el propio Lula en sus dos intervenciones aludieron una y otra vez a la política de integración latinoamericana y de aproximación 369


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a África, así como al Bric (Brasil, Rusia, India y China) y al bloque de India-Suráfrica-Brasil. Un lugar especial ocupó la reiterada reivindicación del papel de Brasil como país rector de la Minustah, la fuerza militar de intervención en Haití. Y aquí otra vez aparece la diferencia con los congresos del PT anterior: no hubo voces que desafiaran el significado de congratularse por ser acreedores del FMI o de encabezar la fuerza militar de intervención en Haití. Campesinos sin tierra, favelados, trabajadores con paga mínima y millones de marginalizados podrían poner en contexto la contundencia indiscutible de aquellas cifras, que incluyen la asistencia alimenticia a unos 11 millones de habitantes, lo cual significa, nada menos, que esa masa humana ha dejado de sufrir los horrores del hambre. Brasil, el país de los grandes contrastes en su geografía y en la condición social de sus 200 millones de habitantes, transfunde esas contradicciones a las venas del partido gobernante y produce en su organismo una dicotomía dolorosa, a partir de la cual entra en un ángulo sombrío la valoración del saldo final.

Apuesta por el capitalismo «El gran desafío (...) exige pensar en transición directa al desarrollo sustentable. Dentro de esta perspectiva deben ser elaboradas las Directrices y el Plan de Gobierno del PT 2011-2014», dice la resolución votada. Y agrega: «La alternativa practicada por el gobierno Lula de desarrollo con distribución de renta, fortalecimiento del mercado interno, inversión estatal y apoyo estatal para la formación de grandes empresas nacionales, integración en el mercado en un nuevo orden económico internacional con competitividad y la preocupación con los activos ambientales, fue fundamental y necesario para impulsar el crecimiento económico y garantizar conquistas sociales». Y más adelante precisa la idea: «El objetivo estratégico es transformar a Brasil en un país desarrollado, con indicadores de bienestar social aproximados a la media de los países desarrollados e indicadores de sustentabilidad ambiente superiores a la media de los practicados por los países de la Ocde». No es necesario abundar en citas para extraer la sustancia de la resolución aprobada por el Congreso para fijar las líneas de un próximo gobierno petista: sin rodeos se asume la perspectiva del capital para afrontar la inmensa tragedia social de este país continente. Incluso un joven dirigente estudiantil que con tono enfático denunció la deserción del 70% de los estudiantes secundarios, dejó implícita su convicción de 370


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que ese flagelo se resolverá con voluntad política –que descuenta, con todo fundamento– del PT y su eventual próximo gobierno. Ensanchar la base del mercado y tonificarlo integrando a millones de excluidos, aminorar las abismales distancias en la distribución de la renta, crear grandes empresas nacionales que ganarán espacio en su ámbito natural, América Latina, son los ejes de la estrategia asumida. En los hechos, esta concepción fue asumida antes de la primera victoria de Lula. Es la reaparición, implícita, del gran debate: reforma o revolución. No hay diferencia alguna entre las opciones de, por ejemplo, el Partido Socialdemócrata Alemán a comienzos del siglo XX, y las que ahora atraviesan al PT. Y la resolución no deja lugar a dudas: se trata de reformar el capitalismo. Por eso la crisis mundial del sistema es una cita suelta en los textos congresales. La opción busca afanosamente respaldo teórico y allí se halla la causa de otro dato sobresaliente de la realidad actual del PT: la escualidez de su producción teórica, que permite afirmaciones tales como «el mundo está ante una etapa histórica de post-neo-liberalismo». Puede que resulte difícil entender el significado preciso de tal afirmación. En cambio, es claro lo que deja como conclusión negativa: el socialismo no es la tarea para el próximo período histórico. El vuelo teórico de tales argucias está a la altura del objetivo que se proponen. Y requiere de intelectuales a la medida, lo cual viene a explicar otra diferencia del actual PT: el vaciamiento de figuras de relieve y consistencia teórica en sus filas. Un dato significativo, abierto a múltiples posibilidades, está dado por las características del nuevo presidente del PT, Eduardo José Dutra. Ex senador y ex presidente de Petrobras, Dutra inauguró su período con un discurso sincero, en el cual hizo una encendida defensa de la historia del PT, reivindicando incluso a las figuras transformadas en blanco de todas las injurias por la prensa burguesa. Simultáneamente, Dutra exaltó la tradición partidaria y reivindicó la opción desarrollista en alianza con el Pmdb. El nuevo presidente petista subrayó que había sido elegido por el voto directo de unos 500 mil afiliados. No es pequeña victoria, después de la crisis partidaria. No obstante, vale recordar que en 1989 el PT tenía unos 800 mil afiliados. Y que en relación con los 200 millones de habitantes de Brasil, y aun en términos absolutos, en comparación con el Partido Socialista Unido de Venezuela, que cuenta con más de siete millones de afiliados y un activo permanente de alrededor de un millón y medio de militantes, el PT ha dejado de ser el partido de mayor envergadura en el continente. Como sea, las cartas están echadas: ésa es la estrategia asumida 371


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formalmente por el PT. Las izquierdas que de manera más o menos consciente y adecuadamente se apartaron en los últimos años de esa orientación, no lograron conformar ni en la teoría ni en la práctica una opción valedera frente a la deriva de la dirección partidaria encabezada por Lula. Las tendencias revolucionarias que aún se mantienen disciplinadamente en el partido, no pueden sino sumarse a la fuerza predominante. Hasta cierto punto, una excepción a esta regla reside en el Movimento Sem Terra. Por todo un período, mientras la realidad mundial y local no dé lugar a nuevas oleadas de protagonismo de los trabajadores, desde el gobierno o la oposición el PT regirá la marcha las luchas sociales en Brasil.

Candidata inesperada Sin desmedro de sus ostensibles y reconocidas condiciones, Dilma no era la candidata natural del PT. Sólo el violentísimo golpe moral y político sufrido por este partido en 2005 pudo poner fuera de juego a, por lo menos, una docena de líderes fundadores de esta fuerza política excepcional. Aquella situación, de la cual se ocupó en detalle América XXI en su edición de septiembre de 2005, dio lugar a una ofensiva impiadosa del gran capital financiero e internacional, apuntada a quebrar la columna vertebral de este partido obrero. Por sobre cualquier juicio de valor, aquellos destacados militantes tenían no sólo el derecho histórico de ocupar el privilegiado lugar, sino la oportunidad (y, en más de un sentido, la necesidad), de mantener una línea de continuidad con los postulados originarios del PT. Pero hechos de inocultable corrupción extrema, tomados como catapulta por los medios y los partidos del capital, pusieron a Lula a la defensiva y arrasaron con aquellos cuadros dirigentes. El episodio debilitó de manera brutal los cimientos sociales del PT, cargándolo con un desprestigio extendido que aún gravita ostensiblemente en la sociedad brasileña. La misma opinión pública que entroniza hoy casi sin barrera de clases la figura de Lula, denuesta al PT, lo cual constituye una pesada y peligrosa carga para la campaña electoral. En ese cuadro la decisión de Lula, sancionada por el Congreso, de escoger a Dilma Rouseff como candidata, priva a la oposición de armas potencialmente letales para la campaña, además de colocar un factor potencialmente positivo para la contienda: una mujer como candidata. De hecho, según las encuestas Dilma tenía en diciembre un 17% de aceptación y subió al 25% en las últimas mediciones. Antes de comenzar la campaña, el candidato del Partido Social Democrata Brasileiro (Psdb), 372


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José Serra, aún no proclamado formalmente, le lleva 10 puntos de ventaja. El peso de Lula en campaña y, precisamente, el «factor mujer» como novedad electoral, sumado al respaldo objetivo de las conquistas alcanzadas en ocho años, puede darle una nueva victoria al PT en octubre. Pero esa posibilidad, está todavía lejos de ser una certeza. La victoria del PT no sólo es del interés de las fuerzas revolucionarias de la región. Todas las formaciones de carácter democrático, conscientes de la inmensa amenaza a la paz y la institucionalidad burguesa que implica el cerrojo militar estadounidense en el hemisferio, tienen igualmente el mismo interés objetivo. La sola existencia de un gobierno petista pone una barrera al desenfreno imperialista. Aunque el Psdb representa con mayor genuinidad los intereses del gran capital industrial brasileño y, por lo mismo, no cambiaría vectores fundamentales de la política internacional brasileña, sería sin duda más vulnerable a las tremendas presiones que Estados Unidos y la Unión Europea ejercen sobre el gobierno del Planalto. Se trata de la base social objetiva de uno y otro partido. Las ambigüedades del gobierno Lula se transformarían en concesiones mayores a la voluntad geopolítica de Washington. Y esto redundaría en la apertura de la grieta que afanosamente busca el imperialismo para clavar una cuña en el corazón de América Latina. Desde Brasilia

Estados Unidos en lugar de España, con la misma fiereza e idéntico destino

Bicentenario en R evolución Revolución Publicado en la edición N° 60; abril de 2010

Evidencia: ningún episodio circunstancial provocado por el desarrollo desigual de la conciencia y la organización latinoamericano-caribeñas puede desdibujar lo obvio: en el Bicentenario del comienzo de la guerra victoriosa contra el imperio español, el hemisferio en su totalidad – incluyendo a Estados Unidos– vive un momento histórico en el cual la fuerza dominante es la que se encamina –zigzagueante o directamente– hacia la emancipación nacional y social. Como lo hiciera el agónico sistema con sede en el Palacio Real de Madrid, ahora Washington reacciona enviando ejércitos de mercenarios. A la vanguardia marchan batallones de prensa, espionaje, infiltración. Simultáneamente se despliegan bases terrestres y marítimas aprontándose para entrar en acción. 373


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«Sigue siendo una fuerza desestabilizadora en la región (…) Sigue teniendo una postura muy antiestadounidense y busca juzgar y restringir la actividad de Estados Unidos donde sea que tenga la oportunidad de hacerlo (…) Sigue comprometiéndose con la región (…) y sigue buscando su agenda socialista». Tales fueron las palabras del general Douglas Fraser, jefe del Comando Sur del Ejército estadounidense, al testimoniar acerca del gobierno venezolano el 18 de marzo, ante la Comisión de Servicios Armados de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Simultáneamente, una elaborada provocación dio lugar a una campaña de calumnioso acoso contra Cuba a escala mundial. Sólo una exigencia táctica impidió que esta ofensiva incluyera visiblemente a Bolivia: Evo Morales acaba de ganar las elecciones con el 64% de los votos. No caben dos interpretaciones sobre el significado de aquel informe y esta innoble embestida mediática: a 200 años de la rebelión independentista, la actual potencia imperial prepara sus cañones contra la insurgencia latinoamericana y otra vez, como lo hiciera España en Suramérica con eje en Miranda y Bolívar, centra el fuego en Venezuela, apuntando ahora a la revolución socialista que desde allí se expande al continente, como continuidad conclusiva de la lucha emprendida dos siglos atrás. La simultaneidad del ataque contra Venezuela y Cuba proviene de una interpretación acertada por parte de los estrategas del Departamento de Estado: a los efectos de la lucha contra el sistema capitalista y el gendarme estadounidense, Venezuela y Cuba son un solo país; los mandatarios de Caracas y La Habana, un solo gobierno; los ejércitos separados por el mar Caribe, una sola fuerza armada; las mayorías de ambos países, un solo pueblo. Éste es un dato nuevo en la historia; un rasgo que da perfiles inéditos a la coyuntura; un factor de enorme trascendencia para la evolución política del siglo XXI. Washington sabe además que esta vanguardia –en la que también cuenta sin mengua Bolivia– se extiende a los países del Alba y puede palparse multiplicada en un abigarrado universo de organizaciones de todo género, que en América Latina asumen la revolución socialista como única reivindicación legítima y posible en el bicentenario signado por el descalabro del sistema capitalista internacional.

Artillería mediática Inútil anteponer deseos o negarse a los hechos: la guerra ha comenzado. El despliegue militar estadounidense en el hemisferio está a la vista con la reactivación de la IVª Flota y la multiplicación de las 374


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bases terrestres que ya tendieron un cerco de acero sobre América del Sur. Pero si esos son pasos de una estrategia estrictamente militar para un futuro impreciso, hay otro terreno en el que la conflagración ya está desatada: la guerra mediática, peldaño imprescindible de un plan de ataque, consistente en destruir la imagen de los líderes de esta nueva gesta revolucionaria y crear una opinión pública anuente a la escalada bélica programada desde Washington. Con toda certeza, jamás el mundo ha asistido a una descarga publicitaria de tal magnitud e intensidad, comandada desde Washington y sincronizada en cada gran capital del mundo hasta el más pequeño poblado en cada país. Acusar a Chávez como dictador desquiciado, a Fidel y Raúl como monstruos impiadosos a la cabeza de un régimen represor, a Evo como indio bruto que se acopla a los dictados de La Habana y Caracas no es únicamente un acto de vesanía y cinismo sin límites: es un paso imprescindible de intoxicación de masas en pos de la creación de una opinión pública mundial dispuesta a admitir que el aparato bélico del imperialismo se descargue contra estos pueblos. La causa de esa necesidad de hierro para la plutocracia de Washington está a la vista: a 200 años de la gesta independentista, una oleada revolucionaria atraviesa el continente, gana más y más voluntades, abre un abismo entre Estados Unidos y los pueblos oprimidos y presagia batallas que, sean cuales fueren sus avatares y meandros, culminará con la derrota del imperialismo y la creación de un mundo nuevo. Como hace dos siglos, he allí al imperio malherido lanzando terribles zarpazos con furia irracional. Como hace dos siglos, sólo hay dos opciones.

Fuerzas irracionales desatadas Por debajo de la conducta guerrerista de gobernantes del partido Demócrata, Barack Obama y Hillary Clinton, hay fuerzas objetivas que guían sus pasos. Hay que repetirlo: la crisis no ha terminado. El mismo aparato de tergiversación que denuesta a los líderes de Cuba y Venezuela convenció al mundo el año pasado de que el colapso sistémico de 2008 había sido superado. Nada más falso. Las sumas siderales de dinero ficticio volcadas al mercado para salvar Bancos y revertir caídas bursátiles no torcieron un milímetro lo esencial de la tendencia: la caída de la tasa de ganancia se acentuó; la desocupación aumenta sin pausa; la sobrecapacidad de producción y las mercancías excedentes, en todos los rubros, empujan hacia una nueva fase de la crisis, en la cual el eje no será ya el ámbito financiero sino lisa y llanamente el terreno de la producción. 375


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Futuros estallidos –anunciados esta vez por numerosos publicistas del capital, empeñados en no perder la oportunidad de lucirse, como les ocurrió dos años atrás– ya no serán el reflejo distorsionado de la crisis estructural en el mundo financiero, sino la traducción directa en el plano de la producción. La recesión tenderá con más potencia a transformarse en depresión. Y esto ocurrirá nuevamente con epicentro en el mundo altamente desarrollado: el proletariado de los países avanzados estará compelido a la lucha por la fuerza irracional de la crisis capitalista. Las turbulencias en Grecia, la fractura de la Unión Europea frente a ese episodio –que en el terreno informativo ha ocultado desequilibrios aún mayores en España, Portugal, Irlanda e Italia– es un tibio adelanto de lo que viene gestándose en las economías mayores de la UE: Alemania y Francia. El FMI recupera su lugar de comando en la aplicación de medidas paliativas en función del capital de mayor envergadura en los centros imperialistas. Pero esas medidas no pueden sino glosar la única respuesta que tiene el capital frente a su crisis estructural: despidos masivos, reducción del salario real, aumento de los ritmos de trabajo, disminución drástica o directa abolición de todos y cualesquiera beneficios obtenidos por los trabajadores a lo largo de la segunda mitad del siglo XX; presión a la baja de las materias primas. En la medida en que estas políticas pueden ser inicialmente aplicadas por la ausencia de una clase obrera para sí (consciente de su lugar en la sociedad y organizada para ocuparlo), la coyuntura podrá nuevamente ser manejada durante un breve lapso por los estrategas del capital. Sin embargo, esos paliativos, por lo mismo que contribuyen al ahorcamiento de la demanda, sólo pueden acelerar la marcha hacia la depresión. El hecho de que el epicentro de este fenómeno esté en los países imperialistas, por ignorancia o intención perversa ha llevado a no pocos teóricos y dirigentes políticos a sostener que las economías mayores del mundo no desarrollado pueden no sólo eludir el impacto del colapso, sino incluso ser aprovechado para conquistar un lugar predominante en un nuevo diseño económico mundial. Semejante ilusión no sólo carece de fundamento, sino que desarma por completo a los pueblos y las clases trabajadoras de esos países: el mercado mundial es uno; si se desmoronan sus estructuras más elevadas, el conjunto quedará inexorablemente sepultado por los escombros. En medio de la depresión, el mecanismo comercial planetario de mayor efectividad son los ejércitos imperialistas. La lógica intrínseca de la crisis es la marcha hacia la guerra. Basta mirar en derredor, observar los sucesivos periplos de la Sra. Clinton, para comprobar que 376


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no se trata de un pronóstico agorero, sino de una realidad palpable. Sólo hay una manera de frenar esa dinámica tan objetiva e irracional como lo es el sistema que la engendra: cambiar las reglas del juego, abolir el sistema capitalista.

Desarrollo desigual Esta es la coyuntura histórica en la que ocurre el Bicentenario. El rasgo distintivo principal no es que hoy América Latina retoma un combate independentista, sino que contiene y proyecta el único proceso que, en su desenvolvimiento, puede dar respuesta al colapso capitalista planetario. Pese a desigualdades entre los gobiernos de tal magnitud que pueden llevar a negar la existencia de un proceso conjunto en el área, existe un entrelazamiento, visible o subterráneo según los casos, que traza un curso general en sentido estratégico aunque no logra imponer un ritmo acompasado. De allí se desprende que las tareas de mayor envergadura son afirmar los procesos revolucionarios en marcha y encontrar los medios que permitan combinar aquellas desigualdades, so pena de que se impongan las fuerzas centrífugas y desbaraten el conjunto. La otra consecuencia obvia es que Estados Unidos en particular y el conjunto imperialista en general tienen, como imperativo de sobrevivencia, la necesidad de cercenar la cabeza de la revolución en América Latina. Se vuelve entonces al significado real de la ofensiva desatada contra Venezuela y Cuba: la manipulación y la mentira en escala jamás vista no hace sino traducir una necesidad intrínseca del capital en crisis. De la misma manera que éste debe bajar salarios aunque con ello produzca una caída de la demanda agregada, lo cual equivale a empujar más hondo el puñal que le parte el corazón, está obligado a falsificar, engañar y tergiversar, aunque la evidencia de los hechos reales redunde en inmediato debilitamiento del corpus ideológico ficticio tras el que esconde la conducta brutal de una fiera herida de muerte. Por eso la batalla de ideas está planteada de manera tal que es posible vencer sin ambigüedades al imperialismo.

Vª Internacional Hay que darle crédito al informe de Fraser y entender sus preocupaciones. No cabe duda de que el gobierno de Hugo Chávez trata de limitar la injerencia estadounidense donde sea que tenga oportunidad de hacerlo. También es indudable que la Revolución Bolivariana sigue comprometiéndose con la región y lo hace en pos de lo que el 377


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subordinado de Obama denomina «su agenda socialista». Pero hay más aún: pese a la multiplicidad de dificultades internas, inmensas como cordilleras, Chávez ha lanzado la consigna de articular y recomponer fuerzas antimperialistas y anticapitalistas en una nueva Internacional. Semejante intuición estratégica obra como una descarga eléctrica de 50 mil voltios en la estructura mental del jefe del Comando Sur (¡y no sólo la suya!). Ese llamado obtuvo de inmediato respuesta positiva desde las fuerzas responsables de la conducción políticas en los procesos revolucionarios del continente, así como innumerables destacamentos anticapitalistas con mayor o menor gravitación numérica en cada punto del planeta. En el umbral de una instancia dramática para la historia de la humanidad, comienza así un camino de recomposición revolucionaria a la escala de las exigencias planteadas. Durante las celebraciones del Bicentenario en Caracas, en el marco de una consistente aceleración de la Revolución Bolivariana en la transición hacia el socialismo, coincidirán en la segunda quincena de abril la conclusión del Congreso extraordinario del Partido Socialista Unido de Venezuela, los preparativos para iniciar la conformación de una Vª Internacional, la cumbre del Alba y una cantidad de reuniones a nivel presidencial de los miembros de Unasur. Allí se jugará la suerte también de otra conquista formidable: la consolidación de la Comunidad de Naciones de América Latina y el Caribe, una OEA sin Estados Unidos que por su sola proclamación prueba la dinámica de retirada política de Washington. Esa fragua portentosa de ideas y programas es la manera más genuina y vital de honrar la memoria de aquellas vanguardias del pensamiento y la acción, que en 1810 comenzaron a andar el largo camino de la libertad.

Dilemas de Unasur Publicado en la edición N° 61; mayo de 2010

Con el estallido de la crisis mundial en 2008 se produjeron dos movimientos simultáneos de sentido inverso: el desarrollo estratégico del Alba y la circunstancial recuperación de poder por parte del imperialismo estadounidense. Este desplazamiento paradojal domina el momento político internacional y habrá quedado patente en Buenos Aires los días 4 y 5 de mayo –mientras esta edición está en las rotativas– cuando se reúna en la capital argentina la cumbre de la Unión de Naciones del Sur. 378


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La irrupción del Alba constituye un salto cualitativo en el desarrollo político hemisférico, con proyección internacional: ahora las mayorías cuentan otra vez con una brújula. Potencialmente, ese factor cambia el signo en la evolución de la crisis. No obstante, las metrópolis imperiales están mejor plantadas frente a la coyuntura y el futuro inmediato, como resultado de la conducta adoptada ante la emergencia por buena parte de los gobiernos de los países subdesarrollados y dependientes. El fortalecimiento táctico del centro imperial se expresa en tres planos: - Económico: la Banca de inversión mundial (allí donde estalló la crisis) tuvo una ganancia neta de 311 mil millones de dólares durante 2009. Un 50% más que en 2008. Esto se logró pese a que, según prevé el Boston Consulting Group, las ganancias en la industria caerán un 11% durante el año en curso. - Político: aunque sin homogeneidad y con presumibles conflictos en el mediano plazo, Washington logró afirmar el G-20, hecho que vale sobre todo por lo que evitó: el fortalecimiento hasta niveles insoportables para el imperialismo de polos globales alternativos, con conductas económicas y estrategias geopolíticas contrapuestas a las delineadas por el Departamento de Estado. - Militar: en el período inmediato posterior al colapso económico, George Bush primero, luego Barack Obama, multiplicaron el dispositivo militar apuntado contra los países del Alba, con destaque en hechos indiscutibles: reactivación de la IVª Flota; instalación de siete bases militares estadounidenses en Colombia; acuerdos en el mismo sentido con Perú; firma de un acuerdo de defensa de Estados Unidos con Brasil (reemplaza al denunciado unilateralmente por Brasilia en 1977, durante la dictadura militar). El Departamento de Estado coronó estos éxitos, el 13 de abril, con una cumbre mundial donde impuso un «acuerdo nuclear», que entre otras cosas pavimenta el camino hacia una guerra contra Irán. Inmediatamente después el jefe del Pentágono, Robert Gates, partió en gira hacia Perú, Colombia y Barbados, donde anudó compromisos militares con esos gobiernos. ¿Cómo explicar estas victorias del capital en el vórtice de su propia crisis? La respuesta reside en la rápida reacción política de las economías altamente desarrolladas frente al colapso económico mundial, que actuaron con más claridad táctica y mayor lucidez estratégica, en comparación con la conducta de los gobiernos de países de economías subdesarrolladas y dependientes. Las cúpulas imperiales supieron abroquelar fuerzas para afrontar un riesgo al que correctamente 379


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interpretaron como amenaza mortal. Para efectuar ese movimiento centrípeto no fue óbice la feroz lucha por el reparto de los mercados que fractura y enfrenta a los diferentes flancos de la burguesía imperialista. Lo contrario ocurrió en las dirigencias del Sur: excepción hecha de los gobiernos del Alba, por regla general cada una buscó su salvación individual, dejó que primaran intereses de sus burguesías locales y asumió que la única posibilidad de recuperar el equilibrio consistía en religarse con los centros imperiales, de los cuales había tomado distancia en los años previos. En otras palabras: la crisis obró como imán para el capital y aventó una vez más las ilusiones sobre el carácter nacional de burguesías locales.

Otra fase Todo el período simbólicamente iniciado en agosto de 2000, cuando el entonces presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso convocó a la primera reunión de mandatarios suramericanos, estuvo dominado por la necesidad de aquellas burguesías sometidas, obligadas a defenderse de la voracidad imperial y tomar distancia de las metrópolis para defender áreas mercantiles y proteger su parte en la absorción de la plusvalía regional. Eso acabó. Como estas páginas registraron paso a paso, frente al colapso económico la Casa Blanca reaccionó buscando evitar la fuga de países que por peso económico o gravitación política pudieran constituir un polo alternativo. Transformó así el G-8 en G-20. Otra vez el palo y la zanahoria. Y otra vez el mismo reflejo condicionado: los gobiernos de Argentina y Brasil acudieron al llamado de George Bush en noviembre de 2008, sin siquiera convocar antes una reunión de Unasur para llevar a Washington una posición conjunta. India, China y otros tantos países hicieron lo mismo. Los poderosos habían ganado la primera batalla de la nueva guerra. Para que no hubiese dudas, Brasilia y Buenos Aires (y otros diez gobiernos similares) firmaron un documento conjunto con los jefes del mundo, donde se consignaba el acuerdo en las medidas para afrontar el colapso. Hubo después dos reuniones más, en Londres el 2 de abril de 2009 y en Pittsburgh el 24 de septiembre del mismo año. En cada una de ellas avanzó la recuperación del equilibrio imperialista, sobre la base de su estrategia, su programa de acción y sus instituciones. Es sabido que los acuerdos se firman para ser violados. Ése puede ser el argumento pragmático para ciertos gobernantes. El caso es que el G-20 se prolonga ahora con un instrumento de inequívoco objetivo: el «acuerdo nuclear». 380


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Al cabo de este maratón Ben Bernanke, titular de la Reserva Federal de Estados Unidos y cerebro de la operación de salvataje, hizo su balance: «A diferencia de los '30, las conducciones económicas en el mundo trabajaron sin parar para estabilizar el sistema financiero (...) Como resultado, si bien las consecuencias económicas de la crisis financiera han sido dolorosamente graves, el mundo se evitó un cataclismo aún peor, que hubiera igualado o superado al de la Gran Depresión». En efecto, se eludió el cataclismo inmediato, lo cual deriva en un momento político signado por el fortalecimiento coyuntural de los centros imperiales y un trance de confusión y eventual dispersión de un flanco en los países subordinados.

Dos caminos, no tres Como contraparte insoslayable de la situación descripta, Unasur vio debilitado su impulso y los principales proyectos quedaron paralizados. La fuerza subterránea que impulsa a la convergencia, sin embargo, mantiene toda su potencia. Por eso, en otra resonante paradoja mientras esto ocurría iba tomando cuerpo un organismo de naturaleza semejante pero de mayor envergadura: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que vería la luz en Cancún, en febrero último. Esto equivale a una OEA sin Estados Unidos y, de por sí, supone otra derrota estratégica del centro imperial. Como contrapartida, allí gravitará con peso incomparablemente mayor al que tiene en Unasur el bloque de gobiernos opuestos a la perspectiva socialista. Así de zigzagueante y contradictoria es la marcha en esta etapa de la historia. Así de firme y flexible estará obligada a ser una estrategia en función de la soberanía, la emancipación y la revolución social. Si la Celac se consolida, Unasur carecerá de sentido. A la inversa, si Unasur no avanza en lo inmediato, estará comprometida la existencia misma de la Celac. La clave es fortalecer la dinámica de convergencia de la instancia suramericana, hoy amenazada por una multitud de conflictos entre los que sobresalen la instalación de bases militares en Colombia, los enfrentamientos en el Mercosur y la belicosa militancia del nuevo gobierno chileno. Antes de conocer los resultados de la cumbre de Buenos Aires es posible prever que allí habrá aparecido con mayor relieve la estrategia del bloque formado por los gobiernos de Colombia, Chile y Perú, enfilada sin ambigüedades contra el proceso revolucionario anticapitalista que encarnan los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Las posiciones intermedias presumiblemente habrán sostenido la perspectiva 381


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unionista. Y no es improbable que hayan inclinado la balanza a favor de las posiciones antimperialistas. Pero en perspectiva no hay tres caminos. Esta aseveración se funda en dos razones principales: - el cataclismo temido por Bernanke, según sus propias palabras, fue «esquivado», pero en modo alguno resuelto: espera agazapado a la vuelta de la esquina; - en América Latina las masas tienen ya una brújula que marca el rumbo de la revolución: el Alba. Esos dos factores obrarán como una tenaza sobre las direcciones políticas vacilantes, centristas y reformistas. El estado mayor político materializado hoy en los países del Alba conquistará la conciencia y el corazón de las mayorías. No cabe duda acerca de esto, más allá de las sinuosidades que ese proceso entrañe. Queda la opción de sumarse a la revolución o asumir sin rodeos el programa político del G-20. Aquellos gobiernos que no estén dispuestos a lanzarse contra sus propios pueblos, pero tampoco resuelvan sumarse a una perspectiva revolucionaria, caerán como hojas secas. Esa dinámica ya está a la vista.

Continuidad de la crisis Basta observar la superganancia de la banca mientras cae la producción industrial, y preguntarse de dónde salieron aquellos ingresos extraordinarios, para comprender que la crisis no sólo continúa, sino que se agrava sistemáticamente. Hay signos que alertan incluso sobre un nuevo estallido general, que podría ocurrir en el corto plazo. Sólo que, si bien es imposible prever su hora con exactitud, es seguro afirmar que esta vez no sucederá con centro en el ámbito financiero, sino en las columnas maestras del sistema: la producción industrial. La caída en la ganancia de la industria tiene en su contrapartida el dato más importante: aumento incontenible de la desocupación, siempre con eje en los países centrales. La reducción de la demanda agregada global que esto presupone no tiene solución con créditos. Ni con obras públicas según la fórmula keynesiana. El terremoto europeo con epicentro circunstancial en Grecia, con réplicas día a día más alarmantes en España, Italia, Portugal e Irlanda, pone a la luz pública la incapacidad de Alemania y Francia para contrarrestar la fuerza subterránea que está minando la tambaleante estructura de la Unión Europea. Así como los alquimistas de los centros financieros, con Bernanke a la cabeza, pudieron esquivar el colapso generalizado de la banca mundial, ministros de Economía de las grandes potencias pueden en teoría postergar un eventual estallido y ralentar la marcha hacia una depresión incomparablemente mayor que la de 1930. La ominosa 382


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ausencia del movimiento obrero en el escenario mundial les da ese margen. Es evidente sin embargo que no pueden resolver la crisis ni detener su inexorable dinámica. Por eso aparecen cada vez más los ministros de Defensa y los jefes militares del imperialismo como protagonistas. Robert Gates, ministro de Defensa de la mayor potencia bélica, es el maestro de ceremonia. Firmó con su par brasileño Nelson Jobim un acuerdo de colaboración militar, mientras desde el Departamento de Estado se llevaba la presión al punto de que el secretario adjunto para el Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, llegó a declarar desde Quito, el 5 de abril, que su gobierno «está tramitando» la instalación de una base militar en territorio brasileño, «para combatir el narcotráfico». Cuatro días antes O’ Estado de São Paulo había anunciado que «Estados Unidos ha comenzado las negociaciones con el Gobierno brasileño para crear en Río de Janeiro una base para vigilar el tráfico de drogas en la región, similar a las existentes en Key West (Florida) y en Lisboa, Portugal». Tal vez es necesario repetirlo: el principal diario brasileño anunció la creación de una base estadounidense en Río de Janeiro. Hubo respuesta rápida: «No, no es cierto; no hay ninguna posibilidad de que haya una base militar estadounidense en Brasil», dijo Marco Aurelio García, asesor de Lula. Todo se reduce a «un programa de cooperación», agregó, antes de completar su idea: «Nosotros no tenemos doble discurso». Con todo, está a la vista la presión de Washington y sus socios locales sobre el gobierno del PT. Y fuera de discusión el saldo de esa presión: un acuerdo de colaboración militar entre los gobiernos de Lula y Barack Obama. Ésa es la dinámica a la que Unasur debe poner freno, so pena de convertirse en una cáscara vacía. Al leer estas páginas, usted sabrá qué respuesta dio al dilema la cumbre de mandatarios en Buenos Aires. 24 de abril

Recaída capitalista Publicado en la edición N° 62; junio de 2010

Finalizó el fugaz ensueño inducido y la verdad volvió por sus fueros con ímpetu bestial: la Unión Europea vive un momento dramático, corre el riesgo cierto de perder el euro y desintegrarse, inicia un ajuste salvaje en detrimento de las masas trabajadoras, ve esfumarse la perspectiva de reactivación, amenaza la estabilidad de la banca mundial (los Bancos 383


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estadounidenses son acreedores por 193 mil millones de dólares sólo de la deuda griega) y, con eso, recorta la expectativa de reactivación, trae el temor a una nueva recesión y replantea, con mayor vigor que en 2008, el riesgo de que ésta se transforme en depresión. Para eludir la caída en dominó, la UE destinó 750 mil millones de euros (equivalentes a un millón de millones de dólares), para que los Estados fallidos puedan pagar sus deudas a los Bancos. Por detrás hay algo más grave: el desbarajuste en los equilibrios macroeconómicos que llevaron a Grecia al colapso se repite sustancialmente idéntico no ya en España, Italia y Portugal, entre otros países menores de la UE, sino en Alemania y Estados Unidos. Dicho de otro modo: el plan de ajuste que el FMI impone a Grecia –y que a la fecha ya han adoptado ese país, España, Italia y Gran Bretaña– deberá necesariamente aplicarse en Estados Unidos y en la principal economía de la UE, Alemania. Por lo pronto, los 16 países de la eurozona han anunciado que recortarán sus presupuestos para los próximos dos años en 300 mil millones de euros (unos 370 mil millones de dólares). Gran Bretaña, por su lado, reducirá sus gastos en 106 mil millones de libras esterlinas (alrededor de 146 mil millones de dólares) en cinco años. El impacto sobre la población será durísimo, sobre todo si se tiene en cuenta que ya carga con el peso de las medidas adoptadas en 2008, las cuales, según el presidente de la Comisión Ejecutiva de la Unión Europea, José Barroso, «nos hicieron dar un salto para atrás de 10 años en el nivel de vida». ¿El ajuste actual provocará otro retroceso de 10 años? Se verá. En cualquier caso, pocos confían en que las drásticas medidas adoptadas reviertan las fuerzas centrífugas que amenazan la existencia de la UE y el equilibrio del capitalismo mundial. La caída de la tasa de ganancia continúa demoliendo las columnas del sistema.

Contrincantes en el fragor de la crisis Aún no es perceptible a simple vista, pero ya se lo puede comprender sin abstracciones teóricas: la lucha interimperialista entre Estados Unidos y Europa está desatada y marca el ritmo de la crisis global. El colapso griego fue aprovechado por las corporaciones estadounidenses para intentar demoler el euro y, a la par, la Unión Europea. Barack Obama jugó sin disfraces el papel de representantes de los grandes capitales industriales, comerciales y financieros estadounidenses, que necesitan desarticular el bloque de 27 países, que se constituyó en la primera potencia económica mundial y sobrepasó en todos los terrenos, excepto el militar, al imperialismo estadounidense. Gran Bretaña, el león desmelenado –aunque todavía con algunos colmillos– está subordinada 384


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sin protestas a su antigua colonia devenida metrópolis. El viejo continente se bate hoy contra Estados Unidos para poder sostener y completar un proceso de unificación imprescindible para competir con Washington, aunque inviable bajo las exigencias del sistema capitalista, como prueba la crisis en curso. Conviene ir hacia atrás y señalar que en la década anterior, las principales empresas europeas habían sacado mucha ventaja a las estadounidenses. La UE alcanzó el 17% de las exportaciones mundiales, mientras Estados Unidos descendía abruptamente, del 17 al 11%. Las ventas en el exterior de empresas europeas dieron a este bloque el 39% del total mundial, contra el 30% de Estados Unidos (En ese reparto, el bloque Bric –Brasil, Rusia, India y China– tiene el 20% de las exportaciones, China con la parte del león). Un estudio centrado en algunas empresas indica que, sobre todo en el caso de Alemania, grandes compañías exportan alrededor del 80% de su producción, una proporción incomparable con las empresas estadounidenses. Otro indicador: de las 100 mayores empresas multinacionales del mundo, las pertenecientes a la UE pasaron de 57 a 61, en tanto las estadounidenses caían de 26 a 19. Según un estudio de la consultora alemana Roland Berger sobre las tres mil principales empresas del mundo, entre 1998 y 2008, las europeas tuvieron una rentabilidad del 13%, cifra que desciende al 7% para las estadounidenses. Téngase en cuenta que estos datos serían imposibles sin la penetración, tan audaz como voraz y efectiva, de las multinacionales europeas en América Latina. Eso explica el indisimulado respaldo de la UE a la oposición al Alca por parte de algunos gobiernos que, cinco años después de haber sepultado el intento estadounidense, trabajan por un tratado de libre comercio con el viejo continente. En suma, el proceso equívocamente llamado «globalización» dejó mejor ubicada a la UE en la implacable disputa por el mercado mundial. Entre otros factores, esto atañe a la productividad. Pese a que la explotación del trabajo en Estados Unidos es incomparablemente más salvaje que en Europa, el aumento en la productividad estadounidense ocurrió, en sus tres cuartas partes, en el área de los servicios, que a su vez cuentan con el 20% de su comercio mundial, según un estudio publicado por el economista Stefan Theil.

Expectativas y estrategias Pues bien: es ese portento imperialista el que sufrió un disparo en el corazón con la crisis griega. A partir de allí ¿es objetivamente fundada la expectativa de recuperación y crecimiento aun a tasas mínimas? 385


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Antes del estallido en Grecia, las previsiones de todas las grandes consultoras internacionales y del FMI, coincidían con pequeñas diferencias en que el mundo retomaba el camino del crecimiento, con una previsión para 2010 del 3% de incremento del PBI en Estados Unidos y del 2% en Europa. Para 2011, la estimación era del 2 y 1% respectivamente. Difícil creer que tantos egresados de las mejores universidades del Norte tuviesen confianza en las cifras que difundían, cuyo corolario era que la crisis había quedado atrás y el mundo retomaba el curso de crecimiento, bajo la tutela de Estados Unidos y el G-20. Después de los últimos sacudones, la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), mantuvo guarismos incluso más optimistas. A contramano, el Departamento de Comercio comunicó que la economía de Estados Unidos creció un 3% en el primer trimestre, corrigiendo a la baja su propia predicción y las de las principales consultoras. Entre septiembre de 2008 y junio de 2009 en Estados Unidos se perdieron seis millones de puestos de trabajo. Y desde entonces, aunque en cantidades menores, el proceso no se ha revertido ni un solo mes. La caída no fue tan abrupta en la UE, aunque tampoco fue comparable luego la capacidad de reactivación de la euroeconomía. Ahora, es menos probable que la inyección de 750 mil millones de euros repita el resultado visto un año atrás con eje en Estados Unidos: freno a la recesión y, a medio término, reactivación. La diferencia está en que mientras en Estados Unidos la montaña de dólares arrojada al mercado simplemente pasó a aumentar el déficit y debilitar su moneda, en la UE el ajuste sumará factores negativos a la lógica del ciclo económico descendente. A los despidos en el sector privado por la caída de la demanda, se sumarán los que produzca el sector público para sanear las finanzas del Estado. Todo sumado, multiplicará la desocupación y la retracción de demanda. Estados Unidos no podrá eludir los efectos de esa retracción. No obstante, hay numerosos indicios de que sus autoridades asumen esa certeza y apuntan a que los efectos acaben con el euro, disgreguen a la UE y permitan a Washington disputar en mejores condiciones el mercado mundial sobre el que avanzó con ventaja la UE en el último período. Ya verán la CIA y el Pentágono cómo se arreglan con los problemas sociales que aumentarán fronteras adentro. Los economistas del imperialismo estadounidense no ocultan su verdadera receta para afrontar la crisis: acabar con el Estado de bienestar en Europa; acabar, también en la UE, con el déficit fiscal; frenar las exportaciones chinas. Sin eso, la recuperación –es decir, la 386


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restauración de la supremacía estadounidense en el mercado mundial para impedir que se frene su maquinaria productiva siquiera por un período breve– sería imposible. Por eso la Casa Blanca presiona sin rodeos a la UE para avanzar con el ajuste, contribuirá en todo para que las burguesías imperialistas europeas enfrenten a sus trabajadores a fin de imponer esa política, pero al mismo tiempo propenden al estallido de la UE. Un caso aparte es China, que en las últimas semanas ha demostrado capacidad para hacer que se desplomen o recuperen las Bolsas del mundo. Es improbable que Beijing limite su actividad exportadora y resuelva mantener altos índices de crecimiento volcándose hacia el mercado interno, como exige Washington. Del mismo modo, no es dable esperar una devaluación significativa del yuan (el fracaso en este sentido del reciente viaje a China de Timothy Geithner, secretario del Tesoro estadounidense, habla por sí mismo). Queda evidente así que la línea fundamental de confrontación que marca el ritmo y la forma de la crisis mundial en esta coyuntura, pasa por la lucha interimperialista, tiene en segundo plano la pugna con las naciones subordinadas (en la exacta medida en que las mayores en esta categoría se han sumado al G-20) y en un tercer plano, lejano, al choque con los trabajadores. En la medida en que las relaciones de fuerza que determinan este ordenamiento no se alteren (y eventualmente pueden hacerlo en plazos brevísimos, cambiando abruptamente el escenario regional o mundial), Estados Unidos avanzará por ese camino, que no desemboca en una guerra abierta simplemente por la abrumadora disparidad de fuerza militar. Pero entabla esa dinámica, que llevará la violencia a otras formas y, dependiendo de las circunstancias, a otros escenarios. Si alguien cree que tales afirmaciones son exageradas, Barack Obama aventa dudas con su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, presentada el 27 de mayo. «Nuestro foco es una estrategia que amplíe nuestras fuentes de influencia en el mundo y nos permita usarlas para hacer frente a los desafíos del siglo XXI», declaró Ben Rhodes, viceconsejero de Seguridad Nacional. Tras la presentación del documento, el asesor de Obama en la lucha contra el terrorismo, John Brennan, aclaró que la Casa Blanca «combatirá (al terrorismo) allí donde tramen sus planes y se entrenen, en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia y más allá». Que no queden dudas: no hay límites para ese «más allá».

El Alba como alternativa La persistente ausencia del proletariado en el escenario internacional hace más difícil comprender qué fuerzas chocan en medio de la crisis. 387


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Esto deja el planteamiento y la resolución de los conflictos provocados por la lógica interna del sistema capitalista enteramente en manos de las diferentes fracciones de la burguesía, que además de su diferenciación entre imperialistas y subordinados exhibe una enorme estratificación. La falta de conciencia y capacidad de acción política de los proletariados tiene como primer efecto el hecho a la vista: el capital descarga la crisis sobre sus hombros. Cuando el proletariado entre en escena –y entrará, sin duda, si bien la demora puede ser un factor decisivo– provocará un inmediato realineamiento de fuerzas y será posible ver con nitidez la naturaleza del conflicto planetario. Mientras tanto, a la recesión y el riesgo de depresión, se suma el constante aumento de nuevas situaciones bélicas, como lo ratifica la tensión gravísima en la península de Corea, el área donde Estados Unidos tiene la mayor concentración de bases militares y tropas en el extranjero. Marx denominaba proletariado «para sí» a la clase trabajadora consciente como sujeto social y político. En oposición, los explotados sin conciencia serían el proletariado «en sí». Hoy el dato crucial es que, en el momento en que el proletariado «en sí» tiene el mayor peso numérico y cualitativo jamás alcanzado en la historia, el proletariado «para sí», sólo existe como excepción a escala mundial. Es en ese cuadro general que la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (Alba), se conformó y afirmó como bloque antimperialista cuya vanguardia marcha resueltamente hacia el socialismo del siglo XXI. En el mundo es hoy el único proyecto estratégico que, con aval de pueblos organizados y en pie de lucha, se contrapone al proyecto imperial plasmado en el G-20. Allí reside la posibilidad de frenar la dinámica guerrerista de Estados Unidos, impedir que los efectos de la crisis capitalista caigan como plaga mortal sobre América Latina y avanzar en transformaciones socialistas, mientras los trabajadores de los países desarrollado recuperan capacidad para diseñar una estrategia propia y se suman a una fuerza internacional para dar la respuesta que el desmoronamiento del capitalismo exige.

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G-20, ajuste, guerra y manipulación Publicado en la edición N°63; julio de 2010

Ni las formas se guardaron en Toronto: antes del G-20 se reunió el G-8. Y para que nadie dude, invitaron al saliente presidente Álvaro Uribe. Washington premió al fiel servidor que le entregó Colombia para instalar bases de guerra apuntadas a la región. Ante el testigo mudo los jefes imperialistas trataron lo importante. Luego llevaron las conclusiones a la mesa de sus subordinados. Aparte la hojarasca, el G-8 acordó un objetivo: continuar la marcha belicista contra Irán y Corea del Norte; fortalecer el cerrojo militar contra América Latina. Si la reunión de los 8 fue para amarrar sus puntos de acuerdo, horas después, ya en el escenario del G-20 (más cinco invitados: España, Holanda, Vietnam, Etiopía y Malawi), las potencias imperiales exhibieron las contradicciones que los enfrentan. Y se hizo evidente que Washington ya no es la voz inapelable. Para explicar el choque entre la Unión Europea y Estados Unidos los medios de difusión (y algunos mandatarios) se aferraron a una falacia: debate ideológico entre neoliberales empeñados en un ajuste fiscal y neokeynesianos abogando por políticas de intervención estatal. No es la ideología lo que rige la marcha de la economía mundial. La UE no se opone por razones teóricas a mantener y acrecentar los déficits fiscales de sus componentes, sino porque el desbalance de sus cuentas lleva al colapso bancario. Eso arrasaría al euro y pondría en riesgo la existencia misma de la UE. Washington necesita demoler a su principal adversario en la disputa por el mercado mundial. Necesita igualmente de la reactivación europea, porque para evitar su propia recaída en recesión debe mantener el flujo de las exportaciones estadounidenses al viejo continente. Es jugar con fuego. Las consecuencias del eventual derrumbe europeo golpearía como un tifón a Estados Unidos. Pero la Casa Blanca parece haber concluido que no hay precio de saldo en esta crisis. Y aunque sea irracional, busca exorcizar el fantasma de la depresión empujando al abismo a su socio-enemigo de mayor envergadura. En un plano subordinado, cuenta también el choque entre la voracidad del capital bancario y la producción primaria e industrial: con las famosas derivativas la especulación llegó a límites inauditos. La 389


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reforma lograda por Barack Obama trata de acotar ese fenómeno con más controles. Pero el desenfreno especulativo proviene de la imposibilidad de obtener tasas de ganancias adecuadas en la producción y el comercio. Y esa imposibilidad resulta de la competencia, la tecnificación y la sobreproducción; no de funcionarios desavisados, incapaces de ver pasar un rinoceronte por sus oficinas. La especulación fue el único refugio temporario del capital en crisis. La pugna por ver si es más progresista tasar las transacciones financieras o defender mayores impuestos al comercio es apenas un toque farsesco en la tragedia.

Malestar de masas en Estados Unidos Otro factor cuenta para explicar la conducta de Washington: el creciente descontento interno. Se multiplican signos de que las clases medias y los trabajadores –desocupados o amenazados con el despido– comienzan a actuar de modo tal que se suman como factor de inestabilidad. Si al desempleo neto se suma a quienes involuntariamente trabajan 20 hs semanales o menos y a quienes han desistido de buscan empleo, la cifra llega al 20%. En algunas regiones, estos guarismos se duplican. Ya en el período previo a la asunción de Obama la clase dominante mostró que Estados Unidos bordeaba una crisis política. Obama no tiene el piso firme bajo sus pies. Ahora se ensancha la base del conflicto potencial. La existencia de una nación latinoamericana con 50 millones de habitantes en el seno de aquella sociedad, y el fenómeno de radicalización en curso en el hemisferio Sur del continente, con el Alba como bandera, tiene en vilo a los estrategas de la Casa Blanca. En cambio la UE se aferra a la Confederación Sindical Internacional, que a través de poderosos sindicatos y partidos reformistas regula hasta el momento la ira de las masas europeas. Para ajustar su labor de muleta imperial la CSI se reunió también en Canadá antes del G-20. En suma, la disputada declaración final de Toronto llegó a un consenso: «reducir el déficit a la mitad para 2013». Quedó atrás el acuerdo de Pittsburgh, cuando por unanimidad se llamó a alentar el giro económico desde las arcas fiscales. En cambio se ratificó la decisión firmada por todos en encuentros anteriores, de someter el sistema financiero en cada país a una mayor supervisión. Claro que el ajuste «debe ser a la medida de las circunstancias nacionales» de cada país. Se trata de «impulsar políticas de reducción del gasto público que no dañen el crecimiento». Retórica al servicio del ocultamiento y la mentira: el anfitrión canadiense Stephen Harper recibió a sus invitados anunciando que «la recuperación sigue siendo extremadamente frágil y los riesgos 390


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son reales». El choque entre la UE y Estados Unidos deja al imperialismo sin estrategia conjunta. Analistas serios del capital concluyen que aumenta el riesgo de «un colapso descoordinado». La operación de relaciones públicas realizada en Toronto el 26 y 27 de julio costó 1.200 millones de dólares. Irracionalidad llevada al paroxismo. Pero tuvo su fruto: lograron ocultar que la estrategia imperialista, en ese punto unificada, es avanzar por el camino de la guerra. En 2008 el G-20 evitó el desplazamiento de países claves hacia instancias alternativas. Ahora, la incapacidad de Estados Unidos para hegemonizar el bloque abre una nueva posibilidad: al menos dos países latinoamericanos podrían revisar su orientación y sumarse a la principal tarea de la hora: detener la locura belicista del capitalismo encarnada en la Casa Blanca. La historia los observa.

En el umbral Publicado en la edición N° 64, agosto de 2010

Está a la vista quiénes quieren la guerra. Es difuso todavía quiénes asumen la misión de impedirla. Sólo el tiempo develará lo ocurrido entre el 24 y el 26 de julio, cuando el inicio de operaciones bélicas contra Venezuela estuvo sobre el tapete. En ese futuro saldrá a la luz el papel jugado por ciertos gobiernos latinoamericanos en el frenazo de último minuto que impidió a Álvaro Uribe desatar la guerra antes de abandonar la Casa de Nariño. Barack Obama utilizó a Uribe y la OEA para avanzar por el camino de la guerra contra la unión suramericana. Preparó la escalada con una abrumadora campaña mediática, acentuada hasta el paroxismo durante los últimos tres meses. Hizo centro en la Revolución Bolivariana, convencido por el Departamento de Estado de que el triple punto de apoyo en Bogotá, Lima y Santiago, se potenciaría con dudas y temores de otras capitales y permitiría neutralizar el firme rechazo de los gobiernos del Alba. Falló en la coyuntura; pero volverá a la carga, sin demora, a menos que un bloque continental contra la guerra y el fascismo se articule con premura desde Tierra del Fuego hasta Alaska. Porque en esa dimensión, y contra su propio pueblo, prepara la guerra el imperialismo. No son palabras: además de la IVª Flota y 19 bases terrestres en América Latina, el gobierno de Obama mantiene, en territorio estadounidense, 2.163 estaciones donde funcionan agencias de espionaje 391


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e inteligencia interna. Además Washington sumó 1.200 efectivos de la Guardia Nacional en la frontera entre Texas y Nuevo México, mientras Uribe inauguraba una nueva base militar aérea en los departamentos fronterizos de Arauca y Casanare, con aviones de transporte, inteligencia y combate. Por si fuese poco, el Pentágono anunció que está afinado el plan de ataque contra Irán. La revelación de 92 mil documentos secretos demuestra cómo actúa la coalición imperial en Irak. Y a la vez que se declara vencida en Afganistán y sus aliados desertan, la Casa Blanca intensifica el accionar terrorista en busca de un mejor equilibrio para entablar negociaciones y cubrir su retirada.

Causas, efectos y respuestas En lo que va del año 90 entidades bancarias cerraron por quiebra en Estados Unidos. En todo 2009 fueron 45 las que corrieron esa suerte. No es sólo centralización del capital bancario. Es sobre todo el síntoma de una economía imperial desquiciada; es una recuperación fallida y la quiebra de la Unión Europea; es el retorno a un curso recesivo y el acecho de la depresión. Hay más: China descenderá de tasas superiores al 10% anual a guarismos estimados entre el 5 y el 7%. Al margen los efectos internos, esto obra como fuerza recesiva global. En otra área está Brasil, que según datos oficiales, coincidentes con consultoras imperiales y el FMI, verá una reversión de la tendencia de los últimos nueve meses y en 2011 se aproximará a una tasa de crecimiento del PBI del 4%. Al margen de índices del PBI, la desocupación aumenta en todo el mundo. La demanda global se comprime. La guerra comercial y la necesidad de reducir costos laborales y de materias primas ocupa el centro de toda política capitalista, sea de la envergadura que sea. El gasto bélico es un combustible indispensable para la industria y el comercio imperialistas. Dicho de otro modo: hay dos respuestas a la crisis global reaparecida con mayor vigor: salir de la lógica capitalista, o avanzar por el camino del ajuste y la guerra. Unasur es la más elevada conquista hemisférica alcanzada en esta década de recomposición de la nación balcanizada. Desde 2006 Washington lanzó una contraofensiva en todos los planos para frenar esa dinámica. Dado que la fragmentación histórica resulta insostenible y su reiteración impracticable, la estrategia es también la unidad, aunque bajo el ala del águila imperial. Una adecuación ampliada de la fallida Alca (Área de Libre Comercio de las Américas). Por eso la opción es nítida: consolidación de la nación soberana unificada, o anexión al imperio. Ese objetivo de la Casa Blanca supone una estrategia de guerra, 392


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acelerada por el estallido financiero de 2008, la recesión posterior, la tormenta social en el horizonte, la recaída en el retroceso económico que apunta a la depresión y su manifestación actual: una guerra comercial implacable entre los tres centros imperiales, más China, más el conjunto de países de porte medio. En la fase anterior el Alca fue el arma estadounidense para la guerra comercial. Fracasó. Luego vino la crisis económica más profunda y abarcadora de la historia capitalista. El obligado paso siguiente es amenazar con su supremacía técnica militar. Este recurso extremo golpea de lleno sobre fuerzas reformistas y populistas que en la región han dado pasos de distanciamiento respecto del imperialismo, pero no asumen una estrategia revolucionaria, no están dispuestas a movilizar a los pueblos, y por eso vacilan y, al límite retroceden, frente a la temible amenaza imperial.

Reforma y revolución Uribe es el instrumento para iniciar el clima bélico, eventualmente transformado en situación de guerra. Su sucesor, Juan Manuel Santos, mantendrá sustancialmente la estrategia imperialista, imprescindible para la sobrevivencia en el poder de la oligarquía colombiana. A la fecha, la línea de acción estadounidense no ha sido afrontada con resolución por el conjunto de países de Unasur no asociados directamente con Washington. El acento fue puesto en actuar como mediadores entre Venezuela y Colombia. Esa falsa percepción de la naturaleza del conflicto prolonga la actitud adoptada en la más estridente manifestación del verdadero eje ahora puesto en movimiento: la instalación de bases militares estadounidenses en Colombia. Primero fue el rechazo de Unasur –en Quito y poco después en Bariloche. Pero ya en la austral localidad argentina, en agosto de 2009, la conducta de corte socialdemócrata de algunos gobiernos abrió un flanco que redundó en la consolidación de la presencia militar estadounidense en el área. Por sí mismos los aliados netos de Washington (a la época sólo Bogotá y Lima), no bastaban para detener a Unasur, mucho menos para cambiar el rumbo. Pero el concurso del sector vacilante determinó que el bloque suramericano frenara su marcha. Una fuerza centrífuga comenzó a actuar en el bloque, si bien no de manera dominante. El presidente pro tempore de Unasur, Rafael Correa, actuó con rapidez y energía para responder al llamado de Venezuela y organizó en Quito una reunión de cancilleres, como paso previo a un encuentro de presidentes. El nulo resultado de aquella reunión, a la que no asistió el 393


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flamante secretario general Néstor Kirchner, abre un interrogante sobre la instancia siguiente, ya con Santos como protagonista directo. Afirmar Unasur y todas las instancias concomitantes es indispensable. Pero hará falta mucho más. Porque las causas que empujan hacia la confrontación y las tendencias centrífugas son poderosas y lo serán más cada día. Con excepción de los países del Alba, hay un desfasaje notable entre pueblos y gobiernos. Las vacilaciones y claudicaciones de algunos presidentes no expresan la voluntad de quienes los han votado, aunque sí reflejan la incapacidad de las mayorías para organizarse y actuar de consuno. De modo que, sin despreciar el eventual aporte a la lucha contra la guerra y el fascismo de algunos gobiernos oscilantes, la clave está en la articulación creciente –y urgente– de instancias reales de base en el hemisferio. Allí está la fuerza capaz de alcanzar la paz en Colombia e impedir una guerra regional. En este cuadro, tal vez se comprenda mejor la apelación del comandante Chávez a crear una Vª Internacional.

Realineamientos Publicado en la edición N°65; septiembre de 2010

Pasó casi inadvertido. El abrupto adelanto en el retiro de tropas estadounidenses de Irak fue reportado por cronistas y analistas como una información más del diario acontecer internacional. La múltiple significación del repliegue en derrota del ejército más poderoso del mundo no ha merecido despliegue informativo; ni reflexión. Mucho menos debate. Con tantos y tan calificados medios de comunicación a que ha dado lugar la posibilidad de tener una página en internet, esa omisión debería ser un llamado de atención acerca del lugar que ocupa el ejercicio de la palabra escrita. El hecho es que, en el mismo momento en que prepara un ataque contra Irán, la Casa Blanca se vio obligada a retirar sus tropas de Irak. Y a quedarse. El imperialismo fue derrotado por la implacable combinación de resistencia iraquí, imposibilidad económica de sostener aquella guerra y repudio doméstico e internacional. Y fue victorioso en aquello que constituyó el objetivo político principal de la invasión: devastar, dividir, degradar. Huir y permanecer; alcanzar el objetivo y ser derrotado. Esta doble y paradojal contradicción encierra claves que es urgente despejar. Un 394


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texto publicado por el ministerio de Defensa de Argentina, titulado En torno a la asimetría, cita al teniente coronel estadounidense Ralph Peters, columnista del diario ultraderechista The New York Post: «la estrategia asimétrica de los talibanes no consiste en derrotarnos militarmente, sino en hacer Afganistán ingobernable. Pero ¿qué sucede si nuestra estrategia, en vez de buscar transformar el país en un Estado modelo, está al servicio de hacerlo ingobernable para los talibanes? Nuestras chances de éxito se desvanecerán, mientras nuestros costos se incrementarán». Por estrecha e interesada que sea, la intuición de Peters es correcta: el imperialismo sólo puede destruir. Ya no vencer. Y todo a un alto costo económico que, para seguir con las paradojas, los centros del capitalismo mundial necesitan y a la vez no pueden sostener porque lleva, a velocidad de vértigo, hacia el descontrol total del sistema. En otros tiempos, teóricos y propagandistas del capital hubieran reparado en un aspecto diferente de la situación: además de destruir sin posibilidad de vencer, hoy el capitalismo no tiene la menor perspectiva de mejorar la condición humana. Esto significa que no ofrece futuro. El capitalismo tardío ya no puede sobrevivir sino sobre la base del engaño y la violencia.

Adónde van Tiempo atrás, durante un encuentro ocasional de algunas horas mientras un avión de línea sobrevolaba Centroamérica, tuve oportunidad de discutir con un alto funcionario chino una incógnita estratégica crucial: ¿estaría o no dispuesto un gobierno estadounidense (aún no había sido elegido Barack Obama) a iniciar un escenario de guerra más, dado el empantanamiento militar en Iraq y Afganistán y los insostenibles costos económicos de estas incursiones? Irán y América Latina eran las hipótesis. Ha pasado el tiempo desde aquel intercambio. A la sazón la convicción predominante descartaba una nueva aventura bélica de Washington. Y mi interlocutor la compartía, con muy sólidos argumentos. Aunque no de manera explícita, aquella certeza generalizada en dirigencias políticas y analistas de valía, ha cambiado. Acaso han contribuido los esfuerzos de Fidel Castro por alertar sobre la dinámica dominante en el mundo. En todo caso, es una fuerza objetiva la que torció eso que en inglés denominan «conventional wisdom», para aludir a una creencia generalizada, la más de las veces dictada por una mirada estrecha de la realidad. 395


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Como sea, el hecho es que ahora un tercer escenario de guerra está más cerca de los temores e hipótesis de trabajo, al menos en aquellos cuadros políticos e intelectuales que observan con algún cuidado la marcha del mundo. Hoy están en la agenda diaria la amenaza de ataque a Irán por Estados Unidos y/o Israel, así como la acumulación de potencia de fuego en el área del Caribe y la guerra evitada in extremis entre Colombia y Venezuela. Esto ocurre cuando el cuadro militar del imperialismo es considerablemente más grave y su situación económica está directamente fuera de control. No obstante, se asume que es mayor el riesgo de otras guerras y su eventual proyección mundial. Uno de los muchos corolarios de esta paradoja afirma una conclusión con tanta fuerza lógica como peso político: el imperialismo capitalista no va a la guerra porque tiene margen económico y militar para sostenerla, sino porque una fuerza incontrolable se lo exige. Por una línea paralela a este replanteo, no siempre consciente, avanza otra argumentación con tendencia a convertirse en creencia generalizada: la posibilidad de un crack, un precipitado derrumbe del sistema imperialista mundial. Hasta no hace mucho, este tema asomó en debates dominados por la confusión creada a partir de una supuesta asunción no mecanicista de la teoría marxista. Como legítima reacción a la burda teoría de la historia impuesta por la degradación stalinista, según la cual el socialismo devendría lineal e inexorablemente de límites y deformaciones del sistema capitalista, se pasó a defender la idea de que mientras no haya fuerza suficiente para vencer al capitalismo, éste sobrevivirá. Y al decir esto, conscientemente o no se asume que se habla de una continuidad lineal del sistema de producción y las relaciones sociales hoy predominantes. Error sobre error: el capitalismo se derrumba como resultado de su lógica interna. «Los yanquis están en jaque mate, por más inteligentes que sean», dijo Fidel para consternación de muchos que no se atreven a desafiar semejante afirmación. La respuesta socialista, si está y llega a tiempo, permite que ese cataclismo dé lugar a un ordenamiento superior y, para usar una expresión conocida, abre paso a un sistema que permitirá dar vuelta la página de la prehistoria humana. Si no hubiere respuesta socialista -es decir, masas conscientes y organizadas con una estrategia de revolución- el capitalismo se derrumba de todos modos. Y nada en el mundo haría que las relaciones sociales, políticas y económicas actuales se mantengan. Por eso Rosa Luxemburgo lanzó su célebre advertencia: socialismo o barbarie. 396


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Coyuntura y estrategia Engaño y violencia. Tras varios meses durante los cuales se impuso la torpe mentira de que la crisis mundial capitalista detonada en 2008 había sido remontada, el colapso europeo prologó la reaparición de la recesión en la Unión Europea, de donde se propaga a los cuatro vientos. Este segundo semestre de 2010 pone la recesión a la vista de todos. Y cada día la caída del dólar en la tapa de los diarios. Los centros del capital internacional se mueven con gesto de pánico para evitar, otra vez y con los mismos métodos utilizados un año y medio atrás, que la recesión derive en depresión. Mientras tanto, avanzan por el camino de la guerra. Que en este cuadro haya dirigentes políticos con propuestas de desarrollismo capitalista y mejoras dentro del sistema puede explicarse por incompetencia o complicidad. En cualquier caso, es injustificable. No cabe discutir si los domina la pequeña ambición o la inmensa ignorancia. El punto es que la estrategia de reforma dentro del sistema es inviable. No se trata de una opinión: la desocupación crece en flecha en todo el mundo desarrollado; la pobreza se expande en el Norte y se realimenta fuera de todo control en el Sur. Sólo en los países del Alba esa tendencia brutal es contrarrestada, con éxito desigual, por la estrategia de unión e integración no capitalista. Si una década atrás sonaba excéntrico, hoy es un tópico cotidiano afirmar que América Latina ocupa la vanguardia política en el panorama mundial, por el hecho de que aquí se gestan respuestas estratégicas a la crisis global. Pero esa misma condición la ubica en el ojo de la tormenta planetaria, en cuyo centro está Venezuela. Por eso Estados Unidos despliega un descomunal aparato bélico en el Caribe y América Central. No es sólo que Venezuela tenga las mayores reservas de petróleo del mundo, precisamente cuando la tasa de ganancia acosa al capital y exige energía barata so pena de muerte. Es sobre todo que tiene la única bandera para afrontar esta coyuntura histórica: la propuesta socialista. Pero Venezuela y el Alba no son fuerza suficiente para detener al imperialismo en caída y reencauzar al mundo. Es preciso acudir desde toda América Latina a potenciar la propuesta de socialismo del siglo XXI. Hacerla mayoritaria y vigente en cada país de la región. Y llegar a las entrañas del monstruo, donde millones de seres humanos ya son víctimas de la crisis, azotados por la desocupación, la superexplotación, el fascismo y la dinámica de guerra. Ir a Estados Unidos para llevar el mensaje del Alba, no para sumarse a la condena a Irán. Estas opciones trascendentales están produciendo realineamientos 397


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bruscos de gobiernos y partidos en América Latina. Sin demora es necesario asumir que tamañas decisiones no pueden quedar en manos de partidos y dirigencias del mismo sistema que agoniza.

A toda marcha la transición de Venezuela al socialismo

Dilemas de una revolución pacífica Publicado en la edición N° 66; octubre de 2010

Pueblo legislador: de acuerdo con la visionaria propuesta de Simón Rodríguez, los 98 diputados/as del Psuv en la Asamblea Nacional deberán ahora cumplir la promesa de campaña y llevar el pueblo al Parlamento. «No seremos representantes, sino voceros», sostuvo Aristóbulo Istúriz, jefe de campaña y diputado electo, al anunciar los resultados el lunes 27. La diferencia es sutil y a la vez decisiva. Al no haber alcanzado los dos tercios de las 165 bancas, la victoria exigirá a la bancada oficialista una práctica parlamentaria por completo diferente a la tradicional. La Revolución deberá entrar como torbellino en el Parlamento. Y contrarrestar el accionar desestabilizador de la oposición teledirigida desde Washington, que ya ha comenzado su labor. Enredados en una extraña disputa para determinar si la obtención de 98 diputados, contra 65 de la oposición de derecha, constituye o no una victoria, dirigencias políticas, analistas y comentaristas, parecen haber perdido de vista en diferentes latitudes el verdadero significado de las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre en Venezuela. No hay límites para las trampas de la retórica. Al punto que la oposición derrotada alega haber vencido. Y como si nunca nadie lo hubiese advertido, el árbol oculta una vez más el bosque. Desde el comienzo estuvo claro que, en la medida en que el Partido Socialista Unido de Venezuela no obtuviera los dos tercios de las bancas, es decir 110 sobre 165, la oposición estaría en condición de bloquear la aprobación de las llamadas «leyes orgánicas», que según la Constitución son «las que se dicten para organizar los poderes públicos o para desarrollar los derechos constitucionales y las que sirvan de marco normativo a otras leyes». Una mirada formalista, crudamente electoralista, lleva a la conclusión 398


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de que no haber llegado a las 110 bancas equivale a toparse con una muralla insuperable. De allí la alharaca de la oposición y la confusión en franjas de la militancia, al punto que en un primer momento la oposición pudo anotarse un tanto en la batalla mediática, al desdibujar la enorme significación estratégica de la victoria electoral del Psuv, que ganó en diputados por 60 al 40%, ganó en números absolutos (5.422.040 contra 5.320.175 de la MUD, aunque ésta no fue una elección nacional sino distrital), se impuso en 18 Estados, empató en dos y perdió en cuatro, ganó dos sobre tres diputados indígenas y siete sobre doce diputados al Parlatino, todo con una participación del 66,45% del padrón total. No es desdeñable, por cierto, que el Psuv obtuvo casi dos millones menos de votos que en la elección presidencial. Es clara la necesidad de hacer una minuciosa e implacable valoración de las causas subjetivas que dieron lugar a esa retracción. Pero antes de conocer los resultados y correcciones que seguramente surgirán del debate, es preciso salir al cruce de antojadizas interpretaciones según las cuales el Psuv habría sido responsable de aquello que, en el desvío, no se trepida en calificar de fracaso.

Entorno objetivo del momento electoral El primer paso es analizar las causas objetivas detrás de estos resultados, entendiéndolos ante todo como desplazamientos de clases y sectores de clases frente a la marcha sostenida de la revolución y en el marco concreto en que discurrió la lucha de clases y el combate político en el último año. Basten unos pocos datos: - recesión - la inflación superó el 30%; - una sequía sin precedentes, atribuida al fenómeno del Niño, secó el caudal del río que alimenta la principal represa, de la cual depende el 80% de la energía eléctrica del país; - como resultado hubo racionamiento eléctrico; - hubo también, y por la misma causa, racionamiento de agua; - el país vivió durante meses bajo la amenaza de un colapso eléctrico total; - en ese mismo período ocurrió una devaluación de alrededor del 100%; - problemas severos en el transporte subterráneo, como resultado del deterioro estructural del sistema de Metro, que requiere grandes inversiones; 399


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- atropellos policiales contra población civil en barrios, inequívocamente promovidos por los sectores afectados por la profunda reforma policial; - recrudecimiento de secuestros y actos delictivos, multiplicados por el accionar de unos 14 mil paramilitares colombianos infiltrados en territorio venezolano; - furibunda campaña de la iglesia católica, con el cardenal actuando como candidato y sacerdotes dando misa contra Chávez. Como colofón, en los días previos y el mismo 26, de la sequía se pasó a las lluvias intensas que provocaron deslaves, derrumbes en los barrios, muertos y evacuados. Cabe preguntar a quienes alegremente califican de retroceso una victoria por el 60% de los diputados, para luego atribuirlo al Psuv, sin el más elemental análisis de su desempeño: ¿en qué país, qué partido, en este contexto en cuyo centro está la inflación de precios, tras diez años de gobierno, una dirección política es capaz de ganar una elección, y ganarla en las proporciones señaladas?

Clases, votos y partidos Si algo muestra de manera inequívoca esta elección, es la extraordinaria extensión, profundidad y solidez de la nueva conciencia en la que se apoya el voto revolucionario. Contar con más de la mitad de los votantes, en las condiciones señaladas, es un indicador irrebatible. Tanto más si en lugar de medirlo en términos electorales, se lo observa desde la perspectiva del desplazamiento de las clases en medio del torbellino revolucionario. La inercia –provocada por 16 elecciones en 11 años- ha llevado a medir la marcha de la revolución contando votos. Nada hay más lejos de la verdad. Lenin calificaba esta conducta como «cretinismo parlamentario». Siempre sobre la base –reiteradamente señalada en estas páginas- de que la clase obrera no ha entrado aún en toda su magnitud y potencia al escenario principal de la revolución, y se mantiene dividida y en buena parte apática, el dato sobresaliente del cuadro político actual en Venezuela es el alineamiento de la mayoría de la población con la revolución y las políticas de transición al socialismo. En la balanza hay que poner ante todo el hecho de que la marcha firme de la transición, la comprobación de que el objetivo socialista no es una consigna vacía, de que se avanza hacia la demolición de las columnas económicas, sociales, políticas y culturales de la sociedad capitalista, 400


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hace vacilar –y en muchos casos retroceder- a inmensos contingentes que hasta ahora han apoyado a Chávez y su propuesta revolucionaria. La omisión de la clase obrera hace más difícil la reubicación política de clases y sectores intermedios. Sin contar con que en el seno de la clase obrera misma, franjas importantes llegan a rechazar inconscientemente la propuesta anticapitalista. Estos movimientos contradictorios, zigzagueantes, no pueden ser medidos por elecciones, aunque éstas puedan ser, hasta cierto punto y en determinadas condiciones, indicativos a tener en cuenta. Pero es claro que millones de personas que no votaron (el 35%), así como también millones que votaron por la oposición, en el alineamiento de clases a la hora de la verdad estarán –o, más precisamente: podrán estar- con la revolución; del mismo modo, una cantidad considerable de quienes votaron al oficialismo irán variando su conducta hasta pasar a la vereda opuesta. No otra cosa se ha experimentado en la última década con los agrupamientos originariamente alineados con Chávez, que se han desplazado en sentido inverso a las de las clases explotadas y oprimidas. Pero ese desplazamiento no tiene que ver con expresiones electorales; en realidad se oculta en ellas; y sus reflejos tergiversan la realidad si la aritmética electoral no parte de una teoría científica de la sociedad y la revolución.

El Psuv Este encuadre nada tiene que ver con la idealización del Psuv y mucho menos con la intención de soslayar sus remarcables falencias, o soslayar los efectos de la corrupción y la ineficiencia. Sólo que la evaluación de este partido no puede hacerse sin partir del hecho simple de que hace tres años no existía. Pero sobre todo, sin contar que al momento de su nacimiento, tuvo que remontar la caída abismal e inmensamente destructiva del pensamiento y la organización revolucionaria en todo el mundo. La autocrítica del Psuv ya comenzó. El viernes 1 y el sábado 2 los diputados electos, jefes de campaña y la Dirección Nacional del partido debatieron sus conclusiones y esa jornada culminó con un acto en el que Chávez, tras ratificar el carácter de la victoria, arremetió contra las lacras que debilitan al partido y la labor del gobierno. Esta introspección continuará. Cada vicepresidente elevará un balance sobre la base de lo discutido en estos dos días y luego, con Chávez a cargo, se hará una evaluación final. Las deformaciones originales del Psuv, sus problemas estructurales, la rémora que significa una cultura y una práctica políticas de muchas 401


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décadas en Venezuela, no se resolverán de la noche a la mañana. Un partido de masas no puede sino traducir la cultura del pueblo y la clase trabajadora de donde surge. Educar a esas masas es una tarea ardua y prolongada. Esperar lo contrario es prueba de un pensamiento idealista. Y equivale a restar fuerza a la labor de vanguardia que requiere una superación cualitativa. Equivale a desconocer factores fundamentales de la coyuntura histórica en Venezuela: hay millones de hombres y mujeres (civiles y militares) empeñados en una revolución, una dirección política colectiva para llevarla a cabo y un jefe con capacidad y determinación para aunar grandes masas en pos del socialismo. Dicho esto, no obstante que muchas críticas al Psuv provienen de quienes niegan la noción de partido o están descontentos porque les ha hecho perder poder, innumerables voces protestan por la falta de funcionamiento para otra cosa aparte las campañas, la falta de método organizativo y de discusión regular, todo lo cual ha hecho perder buena parte de la formidable mística que lo distinguió en sus primeros pasos. El virus de la burocracia hace su tarea destructiva.

La nueva Asamblea El desafío es ahora acelerar en todos los órdenes la transición al socialismo. Y en el plano parlamentario, la realización efectiva de la consigna Pueblo legislador. Si esto último se aplica con energía y eficacia, podría incluso superarse sin dificultades mayores el hecho de no contar con mayoría de dos tercios en la Asamblea. La mayoría simple basta para aprobar el 95% de las leyes necesarias, entre ellas el Presupuesto. Y cabe recordar que la actual Asamblea tiene aún tres meses de vida, durante los cuales acelerará la aprobación de todo aquello demorado y necesario para ensamblar revolución e institucionalidad en el próximo período. La oposición no puede trabar la labor legislativa, más que por la reiteración de escándalos en el recinto, que se multiplicarán a partir del 5 de enero próximo. Mucho menos puede aprobar una ley, cualquiera que sea. El Psuv no tratará de escenificar una imposible normalidad parlamentaria. Tratará a la oposición de derecha como lo que es: enemiga jurada de la revolución. Y el pueblo legislador impedirá que alguno de sus diputados se deje arrastrar por el parlamentarismo burgués. De allí que la oposición usará la Asamblea como mera caja de resonancia para atacar la revolución, en una batalla sin precedentes de choque parlamentario entre socialismo y capitalismo. El recinto será 402


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para la oposición un estrado de espectáculo permanente. Para el interior, pero sobre todo para el exterior. Y estará acompañada por la prensa comercial de todo el mundo. A la prensa alternativa, a los medios decentes, al periodismo revolucionario, cabe a partir de ahora la gran tarea de contrarrestar en cada país la formidable batalla entre contrarrevolución y revolución en el Capitolio de Caracas. Una formidable batalla de ideas que no excluirá, en cualquier punto de América Latina, momentos como los vividos el 30 de septiembre en Ecuador.

Cierra un capítulo en Argentina Publicado en la edición N°67; noviembre de 2010

Con el inesperado deceso del ex presidente argentino Néstor Kirchner, ocurrido al cierre de esta edición, el azotado país sureño concluye un capítulo de su historia. Iniciada con el colapso generalizado de 2001, esa fase estuvo signada por la explosión de masas en las calles exigiendo «que se vayan todos» y el paradojal retorno de muchos, casi todos, aquellos cuyo retiro del escenario político se demandaba, comenzando por Eduardo Duhalde, quien asumió la presidencia luego de una sucesión de nombres que durante 10 días, a partir del 20 de diciembre de aquel año fatídico, entraban y salían como titulares formales de un poder que se desintegraba ante la mirada desesperada de las clases dominantes. Usufructuando la ausencia de un programa y un liderazgo reconocible para salir de la crisis por el camino de la revolución, Duhalde y su ministro de economía Roberto Lavagna, recuperaron paso a paso el control económico y político del país. La burguesía y el imperialismo respiraron otra vez. Pero no lograron garantizar la sucesión deseada y, por esa brecha inmanejable, Kirchner llegó al gobierno. Más que nadie, Kirchner encarnó la paradoja de una sociedad tan exasperada como desorientada. En un libro titulado Argentina como clave regional, publicado en septiembre de 2007, expuse mi interpretación de ese período crucial y del papel jugado por las diferentes fuerzas y dirigencias políticas. No hay espacio para reiterarla en esta página, urgida por su muerte. Con todo, las vívidas manifestaciones de grandes 403


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contingentes que salieron a la calle a expresar dolor, hablan claro respecto del saldo que un segmento importante de la sociedad guarda de su accionar político. La contradicción que signó aquel recorrido de quien en sus inicios fuera militante de la juventud peronista se repitió a la hora de la muerte: allí donde había perdido su última confrontación electoral, el 28 de junio de 2009, en Buenos Aires y Santa Cruz, su provincia natal, ríos de hombres y mujeres salieron a despedirlo. Que entre ellos la mayoría hayan sido jóvenes, es igualmente elocuente. No habrá vuelta atrás en la sinuosa marcha iniciada con la sublevación de 2001. Para el flanco izquierdo (dentro y fuera del gobierno que condujo), no fue menos cruel el ejercicio de la oposición. El recorrido de unos desde el bloque gobernante a la vereda opuesta, se espejó con el de quienes desde la más estentórea confrontación pasaron a las filas oficiales. Aunque el saldo más gravoso fue para aquellos que no pudieron comprender la esencia ambivalente del saldo que dejaba la crisis de 2001, con su potente demanda de cambio revolucionario y su incapacidad para realizarlo. El hecho es que con su formación política original, el Frente para la Victoria, luego con su ingreso al Partido Justicialista, Kirchner cabalgó un momento de la historia argentina en el que las fuerzas políticas de izquierda y derecha se disgregaron como nunca antes al compás del auge económico y la estabilización del entramado institucional: otra contradicción difícil de asir. Kirchner estaba frente a frente con esos efectos disolventes en su propia estructura política cuando lo sorprendió la muerte. Economía e institucionalidad otorgan un amplio margen a la presidente Cristina Fernández, aun tras la pérdida de su esposo. En cambio, el curso inexorable de la crisis mundial plantea de manera perentoria la adopción de una estrategia consistente para afrontarla. Sin riesgo institucional en el horizonte delineado por las elecciones de octubre de 2011, Argentina debe optar por un programa de acción tanto de política interna como internacional. Dentro y fuera del gobierno, la disgregación organizativa, la confusión ideológica, la indefinición, reclaman resolución con la lógica de un río torrentoso en busca del mar: arrastrará aquello que se le oponga o se detenga. Por la crisis estructural del capitalismo y la dinámica violenta del imperialismo estadounidense, en lo inmediato esa urgencia tiene mayor gravitación desde fuera. En noviembre habrá dos cumbres de gran significación: del G-20 en Seúl y de Unasur en Guyana, donde esta 404


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instancia de unión suramericana deberá además reemplazar a Kirchner, quien ocupaba la secretará general del organismo. Más evidente para el ciudadano común, la campaña ya iniciada por las presidenciales plantea igualmente definiciones estratégicas a las fuerzas que proclaman cambio sociales sostenidos, sea en el gobierno o en la oposición. Las últimas elecciones en la región indican que en este riquísimo y turbulento momento histórico se restringen hasta desaparecer los espacios para posiciones de centro, para la ambivalencia o la indefinición. En Argentina esa polarización será mayor aún. El nuevo capítulo, simbólicamente marcado por la muerte de Néstor Kirchner aunque había comenzado dos años antes, mostrará un formidable combate por la definición del país que se busca y el camino que se adopta para alcanzarlo. Hay razones para ser optimistas. 29/10/10

Inédita diplomacia socialista practica Hugo Chávez

Geoestrategia y revolución Publicado en la edición N° 67; noviembre de 2010

Internacionalismo: comenzó a plasmar, en escala mayor, la geoestrategia de la Revolución Bolivariana. La existencia de nuevos polígonos de poder planetario, en detrimento de Washington, ya no es un mero proyecto. La gira tricontinental de Hugo Chávez deja un saldo neto para la resolución de grandes problemas económicos al interior de Venezuela, pero sobre todo un salto cualitativo en el armado de un mapa mundial diferente. 72 horas después de culminada la gira, Cuba vencía a Estados Unidos en la ONU por 187 votos contra 2 a favor del bloqueo. Chávez continuará con otra gira a Suramérica y su cancillería apunta a conectarse con todos los posibles polos en condiciones de gravitar contra la hegemonía estadounidense. Como contracara, este mes la Casa Blanca organiza una nueva cumbre del G-20. En un mundo multipolar, la revolución socialista en Venezuela se afirma y gana espacio como polo contrapuesto al imperialismo en crisis lanzado por el camino de la guerra. El autor de esta nota integró la comitiva como invitado especial del presidente Chávez. Son las primeras horas en la tarde del miércoles 13 de octubre. El presidente venezolano llega a Rampa 4, sector del aeropuerto de 405


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Maiquetía, donde espera el avión oficial. La comitiva ya está a bordo. Comienza una gira vertiginosa. Siete capitales, tres continentes, en 12 días: Moscú, Minsk, Kiev, Teherán, Damasco, Trípoli y Lisboa. Difícil imaginar mayor diversidad de situaciones, gobiernos más disímiles. Hugo Chávez va en busca del punto en común que, a menudo oculto para los propios protagonistas, refulge a condición de que el observador tienda la mirada hacia el futuro fincada en dos convicciones dominantes: la crisis mundial del capitalismo se acelera; el imperialismo inicia una peligrosa agonía. Son las certezas de Chávez. Sin ceremonias el Presidente aborda la nave, ya con las turbinas rugiendo. Según su costumbre, Chávez recorre los pasillos saludando a ministros, ayudantes, periodistas e invitados. Un comentario para cada uno; humor y optimismo. Salpicadas aquí y allá, anécdotas y reflexiones políticas, según el interlocutor. Y siempre presentes los ejes estratégicos, la razón de la travesía. Si alguien subió vacilante, ya está ganado por la confianza en los objetivos a alcanzar. Efecto de la voluntad comunicativa, sin duda. Pero ante todo, resultado de verdades simples: es preciso oponer un mundo pluripolar a la hegemonía estadounidense; frente a la crisis estructural del sistema mundial, la única respuesta es el socialismo. Ambos objetivos están en el horizonte. La verdad, cuando se hace evidente, conquista, entusiasma. El arduo itinerario comienza con confianza y alegría.

Sin pausa Es un gobierno el que está en gira internacional. No sólo por la cantidad de ministros y viceministros que acompañan al Presidente, sino también por el febril ritmo de trabajo. Apenas el avión alcanza altura, Chávez comienza una suerte de consejo de ministros, al que invita a periodistas del sistema de medios públicos de Venezuela. La intención de Chávez de hacer que el país sepa por qué y para qué viaja puede parecer obsesiva. También puede imaginársela dictada por la burda campaña opositora, empeñada en acusarlo de pasear por el mundo y regalar las riquezas venezolanas. Son interpretaciones distantes de la verdad. Chávez entiende la información como punto de apoyo esencial para el conocimiento; como clave para educar políticamente a las mayorías, a las que transfiere gradualmente instrumentos de poder efectivo. La información es, en consecuencia, imperiosa necesidad política. Y para mostrarle al mundo la fiereza de este dictador que avasalla la libertad de prensa, entre los periodistas invitados hay un equipo de 406


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Venevisión, componente vital del aparato mediático comprometido con el golpe de Estado de 2002 y la oposición permanente. Chávez quiere mostrar aquello que no pocos se niegan a ver. A la hostilidad crecientemente beligerante del imperialismo, a las vacilaciones de sus aliados en el hemisferio y otras latitudes, a la escalada opositora interna y las dudas en zonas blandas de su propia fuerza política, Chávez le opone una vez más una ofensiva total: aceleración de la transición con una escalada de expropiaciones y un sacudimiento estructural al Partido Socialista Unido de Venezuela; contacto directo con aliados de un mundo distante para reconstruir y en algunos casos construir las columnas del aparato productivo nacional, rediseñar el esquema comercial internacional y plasmar una ubicación diferente de Venezuela en el mapamundi político y económico. Durante décadas el internacionalismo, asociado con la idea de revolución, fue un concepto restringido a situaciones puntuales, cuando no manipulado o vaciado de contenido real. Como siempre, la excepción fue Cuba, Fidel, el Che; la epopeya de la revolución cubana en África en los años 1970/80. Nunca sin embargo hubo una revolución tan íntimamente asociada con la geoestrategia, entendida como determinante cotidiana. Pocas veces, también, la política exterior expresa de manera tan directa una prolongación del accionar fronteras adentro, en una interacción en la que resulta difícil definir dónde está el factor dominante.

Economía y política Esa interpretación internacional de la política y la economía es un rasgo distintivo de Chávez. Esta gira lo ratifica, ahora con logros palpables. Los 69 acuerdos firmados en las 7 escalas (el detalle país por país acompañó este informe), constituyen un entramado económico poco menos que indestructible con estos y otros países y gobiernos. Venezuela está utilizando por primera vez en su historia su inmensa riqueza hidrocarburífera para reinventarse como nación, para elevar a niveles sin precedentes la calidad de vida de la población y para, literalmente, cambiar al mundo. Eso y nada menos es el propósito de esta gira. Y lo notable, lo sobresaliente, es el altísimo grado en que estos objetivos fueron alcanzados en su primera fase: los acuerdos económicos. La solución del gravísimo problema por falta de viviendas estuvo en el centro de las preocupaciones del Presidente y su gabinete en gira. Los acuerdos alcanzados tendrán, a corto plazo, un enorme impacto social. 407


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Lo mismo vale para el transporte de pasajeros y de carga. Desde el punto de vista interno, en realidad la Revolución Bolivariana está encarando tareas pendientes jamás asumidas por la burguesía local. Para decirlo de manera simbólica, Chávez está construyendo el Correo y el Ferrocarril, como lo hizo la burguesía hace un siglo y medio en cada país con algún grado de desarrollo capitalista. El concepto de Revolución Permanente, delineado por Marx y desarrollado por Trotsky, al que asiduamente remite el presidente venezolano, no es un capricho provocador, sino una interpretación teórica cabal –o, si se quiere, una intuición profunda y consistente– de que las tareas incumplidas de la burguesía en el desarrollo capitalista sólo puede realizarlas una revolución socialista. Pero en un mundo macizamente capitalista, la formidable riqueza natural de Venezuela no puede plasmar en la edificación de un país desarrollado sino a través del intercambio comercial, financiero, científico y tecnológico con países sólo distantes y a menudo opuestos en términos ideológicos. Quienes creen que el internacionalismo consiste en explicar desde una oficina en Buenos Aires, Caracas, París o Londres, cómo deben comportarse las masas y sus vanguardias en Rusia, China, Pakistán o Bolivia, suelen condenar a Chávez. Tanto peor. No sólo se niegan a la comprensión del papel de Venezuela en el mundo de hoy, sino que restan la imprescindible contribución teórica que este proceso revolucionario necesita con urgencia. Como sea, el hecho es que acuerdos como –para poner sólo dos ejemplos sobresalientes- la creación de un Banco Ruso-Venezolano (que tendrá también una sede en Pekín) y la edificación de una planta nuclear en Venezuela con tecnología rusa, constituyen una urdimbre de acero en lo económico, que tiene como primera consecuencia la asociación política de un conjunto heterogéneo de países, objetivamente confrontado con la hegemonía estadounidense y europea.

Ideología y política Cuando en una austera sala de protocolo en Teherán, tras la firma de 11 acuerdos de trascendental importancia, Chávez primero y Mahmud Ahmadinejad después hicieron sendos pronunciamientos políticos, un estudioso de la ciencia política hubiese podido recibir la mejor lección de su vida. Tanto más un dirigente político. Chávez reiteró su línea estratégica conocida. Explicó una vez más el inexorable declive del imperialismo. Y tras explayarse en defensa de la revolución venezolana y latinoamericana, expuso con energía la solidaridad de su gobierno con 408


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Irán frente a la amenaza militar del gobierno estadounidense. Para este testigo en representación de América XXI, pese a su convicción previa muchas veces reiterada respecto del papel geopolítico del régimen iraní en el mundo actual, resultó sorprendente la enfática elocuencia de Ahmadinejad en su posición antimperialista, pero sobre todo en su compromiso al denunciar los intentos desestabilizadores de Estados Unidos en Ecuador y Venezuela, la condena a las conspiraciones golpistas en América Latina, que habría de culminar con un llamado singular en todos los sentidos: la constitución de lo que denominó «un frente amplio desde América Latina hasta Medio Oriente». El presidente iraní ratificó la decisión de su gobierno de no ceder ante la amenaza estadounidense, pero fue más allá, solidarizándose con las revoluciones en América Latina. Otro tanto pudo sentir el autor de estas líneas cuando, en Damasco, en la rueda de prensa posterior a la firma de acuerdos, el presidente Bashar al Assad dijo que su país se integraría, como invitado permanente, a la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (Alba). Para la Revolución Bolivariana esto implica ir muchos pasos adelante en definiciones ideológicas, aunque desde luego entendidas no como articulado doctrinarista sino como expresión efectiva y positiva de la lucha de clases a escala internacional. Y esto es así porque en ningún momento de la gira Chávez ocultó sus definiciones, del mismo modo que no cedió más allá de lo aceptable en materia de intercambio. Cuando en la Escuela de lenguas de Rusia (ex Academia de Ciencias de la Urss), el presidente venezolano instó a leer a Lenin y Trotsky, hasta el gélido profesor ruso que lo acompañaba dio un salto en su asiento. Pero cientos de jóvenes aplaudieron a rabiar la argumentación de Chávez. Otro tanto ocurrió en cada punto de la gira, como por ejemplo en Portugal, cuando con el primer ministro José Sócrates a su lado explicó que la Unión Soviética no había desaparecido, sino que se había transformado… para no mencionar cantidad de otros ejemplos, entre ellos el alegato socialista que hizo al recibir un doctorado Honoris Causa en Trípoli.

Tiempo y política Otra definición reiterada por Chávez a lo largo de incontables reuniones fue la advertencia de que no se puede perder tiempo. Con la diversificación de destinos y productos de exportación Venezuela gana independencia y soberanía. Queda dicho que tales lazos económicos sostienen con solidez estratégica un realineamiento político ya palpable 409


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en la constitución de nuevos polos económico-político-financieros, actuales y potenciales. No obstante, es igualmente evidente que los estrategas del Departamento de Estado tienen no sólo planes de contraataque, sino acciones claramente encaminadas para atacar militarmente a Irán, desestabilizar al bloque del Alba y derrocar a Chávez o asesinarlo. El tiempo es la sustancia clave del accionar político. Detener el puño atómico del imperialismo acorralado por la crisis capitalista es el eje de toda política y de cualquier estrategia. Ése es en definitiva el saldo trascendental de la gira tricontinental de Chávez: el fortalecimiento de un conjunto heterogéneo de países y gobiernos, destinado a dificultar y eventualmente impedir la demencial carrera guerrerista de Estados Unidos.

Al compás de la agudización de la crisis capitalista

El ocaso de Estados Unidos Publicado en la edición N°68-69; diciembre 2010 - enero 2011

Decadencia: el hegemón (el dominador) ya no es obedecido. No logra alinear a los demás centros imperialistas. El G-20 entorpece la consolidación de nuevos centros de poder y de otras monedas que reemplacen al dólar. Pero no logra imponer un «nuevo orden mundial», bajo comando estadounidense. La crisis interna socava el dominio bipartidista. Y la lucha por los mercados mundiales enfrenta a los socios-enemigos. Es el fin de la hegemonía. La Casa Blanca puede confiar sólo en su superioridad militar, mientras retrocede en todos los terrenos. Reaparición de la recesión en Europa, derrota electoral de Obama, deslizamiento hacia el fascismo, son otros tantos signos de la caída. El mapamundi se rediseña, con una sola certeza: Washington no será la capital. Junto con el ocaso imperial, la democracia capitalista ha perdido poder de seducción ante la sociedad mundial. Barack Obama citó el 18 de noviembre a una reunión de los dos partidos en la Casa Blanca. Los titulares de las bancadas recientemente electos estaban invitados a una cena de gala, donde el Presidente proponía discutir «cómo llevar adelante la agenda del pueblo americano». Los republicanos no asistieron. Es mucho más que un desaire. Es la expresión insolente de un hecho crucial: la fractura de las clases dominantes. Estados Unidos afronta una crisis política. 410


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Esa grieta en la burguesía imperial más poderosa se extiende como si un terremoto rasgara el territorio sobre el que se asienta el capital en todo el planeta. Y traslada la crisis política estadounidense a las relaciones de fuerza a escala mundial. Por eso fracasó la cumbre del G20 en Seúl; por eso dieron resultado negativo las cumbres de la Apec inmediatamente después y la posterior con la Unión Europea, el 19 y 20 de noviembre último. En esta última, Gran Bretaña y Alemania encabezaron el rechazo de la Europa liberal a los llamados de la Casa Blanca para sostener la economía con más gasto público, mientras detonaba un nuevo incendio financiero en Irlanda y reaparecían los temores a la reacción en cadena, al pasaje de la UE de crecimiento cero otra vez, a la recesión y al impacto sobre la propia economía estadounidense. El debilitamiento político interno de Obama se expresa en su verdadera naturaleza y magnitud en el saldo efectivo de esas recientes cumbres del poder máximo: Estados Unidos ya no es la fuerza hegemónica, indiscutible, en los cenáculos donde el capital discute cómo afrontar la crisis que amenaza su estabilidad y su existencia misma. Sólo en la Otan pudo Obama imponer su voluntad y disciplinar a los aliados-enemigos. Ya en 1999, al celebrar el medio siglo de existencia de esta organización militar creada para enfrentar la amenaza soviética en Europa, había ocurrido un hecho revelador, de extraordinaria trascendencia, aunque relegado por analistas y académicos: reunida por primera vez en Washington, la Otan extendió su radio de acción del Atlántico Norte al mundo entero. Dicho de otro modo: las fuerzas armadas europeas se subordinaron formalmente al mando estadounidense para operar en cualquier lugar del planeta donde Washington lo estimare necesario. Ahora, en Lisboa, se ha dado un paso más: «Acordamos (con Rusia) cooperar en la defensa misilística, lo cual convierte una fuente de tensiones en el pasado en una potencial cooperación contra amenazas compartidas», dijo Barack Obama al terminar la reunión. Y agregó: «Vemos a Rusia como socio, no como adversario». En la misma cuerda sonó la voz de Angela Merkel, después de haber desafinado cuando en representación de la UE se opuso a la estrategia económica implementada por Obama: «esto prueba que la guerra fría finalmente terminó», se felicitó la premier alemana. Esgrimiendo su único éxito en los últimos dos meses, Obama se jactó de haber logrado «un apoyo masivo de nuestros aliados para el 411


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acuerdo Start, un componente crítico de la seguridad estadounidense y europea». En abril pasado Washington y Moscú firmaron el compromiso de reducir a 1.550 el número de ojivas nucleares estratégicas. Pero ahora el paso consistió en integrar a Rusia a la construcción de un arma que, hasta el momento, fue motivo de irreductible confrontación entre ambos países: un escudo anti misiles emplazado en el extremo oriental de Europa Central, es decir, con la capacidad de neutralizar todo el poderío atómico ruso frente a las fuerzas de la Otan. «Tenemos muchos planes; trabajaremos en varias áreas, incluido el sistema de defensa misilística europeo», declaró el presidente Dmitri Medvedev, quien aclaró que los detalles debían ser estudiados y analizados en Moscú antes de formalizar el acuerdo. Y agregó: «El esquema sólo puede redundar en favor de la paz si es universal». El éxito de Obama en la Otan es relativo, no sólo por los condicionamientos adelantados por Medvedev, que a su vez suponen una ardua discusión interna en la Federación Rusa. Ante todo importa el hecho de que la sucesión de reveses políticos (derrota en la elección interna, impotencia en el G-20, fracaso en la Apec, abrumadora oposición de los socios-enemigos en la UE) no son atribuibles a un presidente, sino al sistema mismo, incapaz de salir de la trampa recesiva y apelando a medidas que, a medio término, agravan el descontrol de la economía más grande del mundo. «No terminó», dice con seca contundencia el título de un editorial de The New York Times del 18 de noviembre pasado, refiriéndose a la recesión. Por una vez, se puede coincidir sin reparos en una nota de opinión del órgano mayor del capitalismo.

Fiasco en el G-20 Esa realidad crudamente descripta exigió la adopción de medidas que anularon toda expectativa en la reunión del G-20 en Seúl. En la víspera, la Reserva Federal (FED) anunció que «para aumentar el ritmo de la recuperación económica (...) decidió expandir su tenencia de instrumentos securitizados (...) y buscará comprar 600 mil millones de dólares en títulos a mediano y largo plazo (...) hasta el final del segundo trimestre de 2011, a un ritmo de 75 mil millones de dólares por mes». Sumada la recompra de activos con vencimiento mensual, el monto asciende a unos 110 mil millones, que al cabo de los ocho meses previstos alcanzan una cifra próxima a los 900 mil millones de dólares. Otro alud de dólares sin respaldo lanzado al océano de la crisis. Con esta maniobra Estados Unidos devalúa para abaratar sus 412


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productos, ganar mercados extranjeros, exportar más y «traer trabajo a casa». En una nota de opinión escrita tras la derrota electoral y difundida por la prensa mundial antes de partir rumbo al lejano Oriente, Obama explicó: «Necesitamos reconstruir bases nuevas y más sólidas para el crecimiento económico». ¿Cuáles son esas bases? Lo resume en una línea: «Decidí fijar el objetivo de duplicar las exportaciones en los próximos cinco años (...) El mayor desafío de nuestro tiempo es asegurarnos de que Estados Unidos esté dispuesto a competir por los empleos e industrias del futuro». Competir. Disputar. Pelear por consumidores. Aumentar exportaciones a todo el mundo y muy especialmente allí donde hay mayor capacidad adquisitiva: la UE. A los socios menores, para conquistarlos, Obama les ofreció puestos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como quien dispone dónde se sientan los invitados a una cena en su casa. La novedad es que ahora hasta sus íntimos rechazan la invitación... La gira por Japón, India e Indonesia siguió al anuncio monetario y sepultó de antemano cualquier posibilidad de acuerdo en Seúl. Con sutil capacidad para el ocultamiento, la gran prensa denominó a esto «guerra de divisas». Lo es, por cierto. Pero detrás está la guerra comercial, la lucha encarnizada por los mercados. Y ésta ocurre porque en el mundo hay sobreproducción de bienes y mercancías mientras cada día cae más la demanda agregada global. «Guerra de divisas» es el sobrenombre hipócrita endilgado al fantasma innombrable. Sobrecapacidad de producción, caída de la demanda, puja mortal entre los grandes productores... En esto consiste, exactamente, la crisis estructural del sistema. Por eso China, Japón, Rusia, Alemania y Brasil, entre otros, condenaron inmediatamente la maniobra de la FED. El director general del departamento Internacional del Ministerio de Finanzas chino, Zheng Xiaosong, dijo que era «irracional y poco realista» esperar que las economías emergentes eleven su demanda para resolver los «desequilibrios» económicos. Impávido, al aterrizar en Seúl horas después de manipular su propia moneda, Obama respondió con una apología del libre mercado: «Es importante que China, de manera gradual, haga una transición hacia un sistema de divisas basado en el mercado».

Pronósticos elocuentes Un mes atrás el Fondo Monetario Internacional estimó un crecimiento global del 4,2% en 2011. Días después el economista jefe de esa 413


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organización, Olivier Blanchard, redujo aquel pronóstico a «entre 3% y 4%». Las economías desarrolladas crecerían entre el 1% y el 2%, mientras los países emergentes lo harían en un rango de entre 6% y 8%. También consideró que las tasas de desempleo seguirán siendo altas en 2011 y 2012 en los centros capitalistas. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), en su informe «Previsiones económicas y de política monetaria», advirtió también «nuevos síntomas de ralentización» que se harán notar en 2011, como así también niveles de déficit y deuda «insostenibles». Para la Ocde sus países miembros crecerían entre el 2% y el 2,5% en 2011, tasa menor a la de 2010. ¡Aquellos eran buenos tiempos! El fracaso del G-20 puso un límite a la ya escasa posibilidad de recuperación de Estados Unidos. Y de inmediato vino la nueva amenaza en la UE, con la quiebra de Irlanda y su onda expansiva sobre el viejo continente, que a su vez afecta la posibilidad de reactivación de la primera economía mundial. Primera... por ahora. Porque si las proyecciones del FMI se mantienen, en siete años el PBI del viejo G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Canadá), será similar al de un nuevo G7, compuesto por el Bric (Brasil, Rusia, India y China) mas Corea del Sur, Turquía e Indonesia. China podría desplazar a Estados Unidos como primera economía mundial en 2016 e India a Japón como tercera en 2012. No hace falta esperar tanto: sólo tres de los países del G7 histórico –Estados Unidos, Japón y Alemania– se mantendrán entre las primeras siete economías al terminar el año. El Bric aportará los otros cuatro integrantes, porque Rusia y Brasil terminarán de relegar a Francia y Gran Bretaña si se cumple lo pronosticado por el FMI. Si en 1990 el G7 concentraba el 55,82% del PBI mundial, en 2009 su participación había caído al 40,8% y, según las estimaciones del FMI, se reducirá al 36% en 2015. Para ese año los otros siete países mencionados (Bric, Indonesia, Turquía y Corea del Sur) contarían por el 33.7% de la economía mundial. Y de mantenerse las tendencias, en 2017 rebasarían al antiguo G7. Estados Unidos no se resigna, desde luego. Frente a China, mueve incontables hilos diplomáticos, políticos, conspirativos y militares, tras la estrategia utilizada por el Departamento de Estado, con Zbigniew Brzezinsky a la cabeza, frente a la antigua Unión Soviética: la implosión del gigante asiático; su desarticulación en cantidad de repúblicas. Por el momento, semejante perspectiva excede las posibilidades de Estados 414


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Unidos: no sólo porque su endeudamiento total asciende a 58 millones de millones de dólares (algo así como la totalidad del PBI mundial en 2009) y uno de sus grandes acreedores es, precisamente, China; sino principalmente porque Washington ha perdido la iniciativa política a escala planetaria Más aún: en el mundo de hoy, como si distara varios siglos de 1990, el arma más poderosa que empleó el capitalismo occidental contra la Unión Soviética, la idea de democracia, está mellada e inservible. En Estados Unidos crece la irracionalidad fascista, el racismo, el odio a los extranjeros, que ya predominan en detrimento de los Wasp (white, anglo saxon, protestant –blanco, anglosajón, protestante), clasificación otrora dominante y altanera, que debe tragarse ahora la afrenta de verse exigida a elegir un presidente negro. En Europa avanza la ultraderecha y proliferan los grupos neonazis, a la par de crecientes movilizaciones juveniles que repudian la caricatura de democracia liberal que los margina y oprime. En el resto del mundo, en cada lugar donde hay una rebelión contra la opresión y la miseria, la bandera no es la de la democracia capitalista simbolizada en la estatua de la Libertad emplazada en Nueva York. El mundo busca otro emblema. Y lo está modelando.

Qué depara 2011 Publicado en la edición N°68-69; diciembre 2010 - enero 2011

Suramérica culmina la década como quien completa la primera jornada de ascenso al Aconcagua; o al Chimborazo: todo el ímpetu, alguna magulladura, la mirada en lo alto y la sangre latiendo fuerte por la empresa grandiosa. A la inversa, Estados Unidos va camino abajo, herido de muerte en su corazón económico. No está mal hallado el título de la reunión conspirativa realizada el 17 de noviembre en Washington, en la sede del Congreso: «Peligro en los Andes». Sí. Hay peligro allí para ellos. Es el lugar donde sufrirá su última derrota el imperialismo estadounidense, como 186 años atrás le ocurrió al imperio español en Ayacucho. Ya lo adelantaron hace medio siglo los revolucionarios cubanos, acompañados por iguales en todo el continente, al señalar la cordillera como «la Sierra Maestra de América Latina». No está mal pensado el título de ese cónclave, ni el lugar donde se llevó a cabo. Es bueno saber a qué atenerse y que cada quien muestre su rostro: el Capitolio como antro de 415


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terroristas, estafadores, diputados ignorantes sin representación, oscuros escribas del amo asustado. ¿Cómo harán los demócratas sinceros del hemisferio para justificar semejante aquelarre? Por lo pronto, no hablan del asunto. Pero debieran hacerlo. Porque el derrumbe conceptual, moral y político de la democracia capitalista puede arrastrar la idea misma de democracia, como muestra el espacio ganado por los nazis contemporáneos del Tea Party. En sustancia, eso es lo que depara 2011: un inmenso desafío ideológico, político y, eventualmente, si no se actúa con inteligencia y celeridad, militar. Incapacitado de remontar la crisis que carcome su estructura, el capitalismo se lanza por el camino de la derechización y la violencia. Ése es el significado del pedido de Barack Obama para aumentar en 522 mil millones de dólares el presupuesto militar de Estados Unidos. En 2011 el gasto militar será de unos 708 mil millones de dólares; el más alto de la historia. La provocación en Corea, las bases en Colombia, el despliegue en Costa Rica, están allí para señalar el destino de esos fondos. Al mismo tiempo se congelan por tres años los gastos en programas de educación, nutrición, energía y transporte.

Incendio Europa no está mejor. Por estas horas tambalea España, detrás de Irlanda y Portugal, los últimos dos focos del incendio financiero. Del estancamiento la UE pasa nuevamente a la recesión, y esfuma las expectativas de recuperación en Estados Unidos. Importa sobre todo que los recursos empleados para postergar una vez más la cadena de quiebras bancarias, el colapso del euro y la desarticulación de la UE, operan como combustible sobre el incipiente incendio social en el viejo continente. Allí también se gesta una crisis política de magnitud. Será interesante escuchar al último Borbón en la cumbre Iberoamericana que tendrá lugar en Mar del Plata (sí, allí donde en 2005 fue enterrado el Alca) apenas esta edición salga de imprenta. En ese cónclave los políticos socialdemócratas de América Latina no tendrán ya la posibilidad de volver a esgrimir a Irlanda y España como modelo de éxito. Si Madrid y Lisboa no hablan del futuro y un número de admiradores de sus antiguas propuestas en estas latitudes deciden callar ¿de qué habrá servido esta enésima cumbre? ¿Acaso puede esperarse mejor resultado que el fiasco del G-20 en Seúl? No. Su utilidad será ratificar la necesidad de concentrarse en Unasur, rescatar Mercosur, extender y fortalecer el Alba. El Norte no tiene nada positivo para proponerle al Sur. Y este hemisferio habrá de tomar debida 416


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cuenta de la realidad económica mundial, desechando el espejismo de una sustentabilidad estratégica basada en altos precios de materias primas. Entre otras muchas razones, porque una parte sustancial de esos aumentos expresa otra fuga irracional del sistema acorralado: imposibilitados de refugiarse en monedas confiables, exprimida la posibilidad de correr al oro, inmensas masas de capital excedente buscan resguardo comprando materias primas a futuro, a precios tan demenciales como la lógica que les da existencia. Esa burbuja también explotará. Se trata de la crisis estructural de un sistema agónico. Buscar caminos intermedios lleva a ninguna parte. Vacío ideológico, vacilación política, llevan al abismo. Gobierno y Congreso estadounidenses, asumidos como derecha reaccionaria, entienden que el «Peligro en los Andes» es el socialismo, enarbolado ya como bandera por los gobiernos del Alba y una franja creciente de los pueblos del hemisferio. Vale escuchar la respuesta de Hugo Chávez: «¿a partir de enero habrá en Estados Unidos un Congreso de extrema derecha? Bueno, el Parlamento venezolano a partir del 5 de enero debe ser de extrema izquierda (...) necesitamos un gobierno mucho más radicalmente a la izquierda, una fuerza armada mucho más radicalmente revolucionaria, junto al pueblo (...) No debe haber cabida en nuestras filas civiles, militares, para las medias tintas. ¡No. Una sola línea: radicalizar la revolución!». Evo Morales no fue menos contundente (ver pág. 22): «estoy convencido: de la rebelión a la revolución; de la revolución a la descolonización». Este debate de ideas, este combate político, depara 2011. Precisar conceptos, afirmar estrategias, fortalecer organizaciones, frente a un enemigo poderoso, cruel, pero debilitado y obligado a enfrentar a la humanidad. El Ande está allí.

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2011 Crisis, ideas y confusiones La verdad como ariete Washington apronta una operación militar regional con eje en Libia Dos horizontes Cuba y la teoría del valor Nuevo capítulo en la lucha por la soberanía y el socialismo Aquí no se rinde nadie Marxismo e idealismo en el combate contemporáneo Replanteo Más grave que en 2008 Un gigante en la tormenta Iniciativa América Latina y las relaciones de fuerza internacionales

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Crisis, ideas y confusiones Publicado en la edición N° 70; febrero de 2011 Niños del mundo, si cae España -digo, es un decirsi cae... César Vallejo «Si cae España es un desastre» Nouriel Roubini

César Vallejo no preveía un colapso económico. Corría 1937; el hondo poeta peruano intuía la derrota de la Revolución española y escribía su «Homenaje a los voluntarios de la República»: España, aparta de mí este cáliz; un canto de obligada lectura. Tres cuartos de siglo después, sin belleza, sin generosidad ni pasión, el alerta proviene de oscuros analistas, consultoras y medios de difusión masiva: «si cae España...» El temor, análogo en ese sentido al de Vallejo –aunque tan distante– es la onda expansiva de ese derrumbe. El «si cae España» de Vallejo adelantaba la posibilidad de un inmenso retroceso de la revolución mundial, por entonces en auge desde la victoria en Rusia. Hoy las campanas doblan por el capitalismo: «Si cae Grecia es un problema, si cae España es un desastre ... España es demasiado grande tanto para caer como para ser rescatada ... podría ser una amenaza para la cohesión monetaria europea ... podría producirse una ruptura del euro», trastabilla Nouriel Roubini, economista estadounidense ante el Foro Económico Mundial de Davos. Para morigerar el pronóstico agrega que eso no ocurrirá este año pero insiste: «es un riesgo creciente». Esa tregua la imagina el economista porque Li Keqiang, vicepriministro chino, en visita a Madrid a comienzos de enero, se comprometió a comprar 6 mil millones de dólares en deuda pública española. Además la edad jubilatoria pasó a 67 años. Dos gotas en el mar de incertidumbres que azota al imperialismo europeo con epicentro circunstancial en Madrid: si el sistema financiero español se desploma, es imposible rescatarlo. No tanto por el tamaño del país, sino porque la Unión Europea no está en condiciones de repetir lo hecho en Grecia e Irlanda: con un desempleo estimado en 11,7% para el año en curso, un crecimiento del producto bruto estimado en 0,7% durante 2010 (después de una caída del 4% en 2009, prolongada el año pasado en Gran Bretaña con un 0,5%) y un endeudamiento oficial general estimado en 83,7% en relación con el PBI de 2011, Bruselas tiene las manos atadas. Resta 421


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rezar para que en España las 700 mil nuevas casas sin comprador, el 20% de desempleados, el deterioro del 33% en la competitividad comparada con Alemania, el déficit fiscal cercano al 10% y otros tantos índices ominosos, puedan ser manejados a través de ajustes y austeridad por el gobierno socialdemócrata.

USA peor En un discurso de 7 mil palabras Barack Obama no logró hallar las apropiadas para el diagnóstico y tratamiento de la economía estadounidense en su informe anual sobre el Estado de la Unión. Aparte las promesas y los lastimeros llamados a la unidad de ambos partidos, el presidente estadounidense se limitó a anunciar recortes de gastos y otras medidas para detener el fabuloso déficit fiscal estimado en 2,6 billones (millones de millones) de dólares para este año, casi un 10% del PBI (casualmente el índice de España). La promesa para crear los puestos de trabajo -que no cesan de caer, incluso con el repunte económico registrado el año pasado- consiste en dar créditos a pequeñas empresas. La utopía del capitalismo retrasado, ahora como teoría del imperio. The Washington Post sentenció: «La realidad, y Obama lo sabe, es que el país se dirige hacia una catástrofe fiscal a menos que haga cosas que no son populares políticamente: terminar con los recortes fiscales de Bush, incluyendo los de la clase media, reducir los beneficios de los futuros jubilados, exceptuando los de los pobres y de los inválidos, controlar el costo del sistema de salud y limitar las deducciones que se pueden hacer a los impuestos a los ingresos». El gran diario propone este futuro luminoso para evitar «la catástrofe». Obama no aludió a los inexorables efectos que sufriría la economía estadounidense «si España cae» y llega «la ruptura del euro». Tampoco aludió a los signos preocupantes de la banca china por el exceso de crédito sin calce fronteras adentro. Pero aquí la prudencia de Obama se entiende: Washington debe a Beijing unos 3 billones de dólares.

América Latina Frente a este panorama, el último recurso de la pseudoteoría económica es aferrarse a la idea de que, sí, todo aquello anda muy mal, pero los denominados «países emergentes» están desacoplados y, más aún, constituyen la salvación del capitalismo mundial. A la vanguardia de este dislate están los políticos e intelectuales reformistas, azuzados por aquellos que saben, pero necesitan que esta ilusión gane espacio. Habrá que dar también esta batalla de ideas. Mientras tanto, corresponde 422


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redoblar esfuerzos por lograr un escudo de protección ante la debacle capitalista, incentivando bloques monetarios autónomos y avanzando a todos los niveles en la convergencia suramericana, que con la formación de la Celac (Comunidad de Estados latinoamericanos y caribeños), prevista para julio próximo en Caracas, alcanzará una nueva y más elevada plataforma. Para minar esa posible gran base objetivamente enfrentada con el imperialismo, entre otros propósitos, viajó al Sur recientemente el subsecretario de la cancillería estadounidense, Arturo Valenzuela. No logró lo que buscaba en Buenos Aires. Aunque tal vez alentado por la idea de un mundo regido por los «emergentes», el canciller argentino Héctor Timerman lo despidió diciendo que «Argentina acepta un tratado de libre comercio, pero si Estados Unidos lo firma con el bloque del Mercosur, como el que estamos negociando con la Unión Europea». Sepultado en Mar del Plata en 2005, el Alca no podrá renacer. Falta enterrar la idea de que el capitalismo ofrece un futuro a la humanidad. (Ver el discurso de Obama el 24 de enero y la Memoria y cuenta de Hugo Chávez nueve días antes, en www.americaxxi.com.ve)

Interpelación de ministros en la Asamblea Nacional

La verdad como ariete Publicado en la edición N°71; marzo de 2011

Democracia: la burguesía está consternada. El recurso de apabullar al Poder Ejecutivo en la Asamblea Nacional tuvo un efecto contrario. Las cinco sesiones de interpelación a los ministros, 12 horas cada una, fueron transmitidas por cadena nacional de radio y televisión. Un ejercicio de democracia revolucionaria probablemente sin precedentes. El electorado opositor descubre el calibre de sus dirigentes. Muestra asombro y rechazo. La derecha pierde el control de sus actos y ahonda las grietas entre sus diferentes fracciones. Al cabo de una primera rueda de interpelaciones en la Asamblea Nacional, reunidos en Consejo de Ministros y ante las cámaras de Venezolana de Televisión, el presidente Hugo Chávez hizo una broma cargada de significados: “ahora tienen que hacer un Aló Rafael, un Aló Elías, Aló Nicolás”, dijo y repitió los nombres de los ministros hasta ese momento interpelados, en obvia alusión a su programa Aló Presidente, donde cada domingo explica al pueblo la marcha del Gobierno. 423


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Es que, imaginado por la oposición como arma contra Chávez, el desfile de ministros por la Asamblea Nacional (AN) se transformó desde el primer momento en una suerte de cañón disparador de argumentos, datos y cifras incontrastables. Verdades, sí; pero poco menos que ocultas; desdibujadas en el torbellino permanente de la revolución que no cesa; relegadas –y hasta probablemente olvidadas– por los mismos que las realizaron: un cúmulo de conquistas que explican las hondas raíces del proceso revolucionario, la masiva adhesión a su principal figura y el respaldo social verificado cada vez que la oposición puso en riesgo la continuidad de Chávez en el gobierno: huelga patronal en diciembre de 2001, golpe de Estado en abril de 2002, sabotaje petrolero a fin de ese año, referendo revocatorio en 2004, elección presidencial en 2007.

Expuestos Ante el implacable ojo de la TV, por cadena nacional durante todas las sesiones, 12 horas cada vez, los opositores no sólo expusieron su altanera condición de clase, su desprecio por la nación. Más grave aún: exhibieron ante su propio público una ignorancia exasperante, una penosa incapacidad como dirigentes políticos. Preguntas torpes, sin información, sin sustento; agresiones y provocaciones; intervenciones en las que la pedantería no pudo ocultar el desconcierto, el temor. Y el alud sobre sus cabezas tras cada pregunta. La espina más dolorosa para la burguesía (y para Washington) es haber perdido Pdvsa. Por eso su actual presidente, Rafael Ramírez, también ministro de Energía, es el más castigado por calumnias y constantes rumores. Es presumible que buena parte de la oposición estaba frente al televisor para verlo rodar vencido por las acusaciones de los flamantes diputados. “Nos sentimos muy orgullosos de la situación financiera de la empresa”, comenzó Ramírez, antes de soltar una catarata de datos imposibles de reproducir en esta página. Valgan estas cifras: aportes fiscales en 2010, por impuesto sobre la renta, 8.973 millones de dólares; regalías 39.879 millones; impuestos de extracción 5.135 millones; exportación superficial y dividendos 58.913 millones. ¡Ay! ¿Cómo? ¿Pdvsa no está quebrada? Pues no: en 2010 tuvo ingresos mundiales por 96.110 millones de dólares, ganancias de 3.128 millones de dólares, con un activo de 145.595 millones, contra 32.260 millones en 1992. “Somos una empresa muy fuerte”, dijo con humildad el Ministro. Luego vendrían las exposiciones de todo el gabinete de Chávez. Un cañón de repetición disparando verdades. (Todas las intervenciones pueden hallarse en www.americaxxi.com.ve). 424


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Un paso más Tal vez la alusión del Presidente al desempeño de sus ministros en la AN comience a despejar una de las incógnitas más intrincadas de este proceso: “no sabemos comunicar”. Verdad a medias y paradoja estridente, dado que jamás una revolución ha tenido un comunicador como Chávez. Hasta ahora se ha buscado corregir la falencia a través de los medios de comunicación. Aquella necesaria tarea avanzó de manera excepcional. Aunque tampoco en ese terreno sus propios protagonistas parecen tomar plena conciencia de lo conquistado. El fenómeno verificado con la presencia arrolladora de los ministros en la AN permite observar aquella falencia desde otro ángulo, distinguir entre acción política y publicidad, entre militancia política y periodismo. Nada se comunica más rápida y efectivamente entre las masas que las noticias favorables a sus intereses. Lo obvio no necesita machacarse en televisión. A la inversa, un millón de cuñas en 10 canales de TV no podrán deslindar lo bueno y nuevo contaminado por lo antiguo y negativo. Eso, como hechos y estrategias políticas más complejas, requieren despliegue, explicación y por regla general, mucho debate. Nada menos que ese paso está dando la Revolución Bolivariana con esta serie de interpelaciones: los principales ejecutores del poder revolucionario rindiendo cuentas al pueblo; prólogo de la nueva fase: el Pueblo Legislador.

La insurrección árabe pone fin al actual orden imperialista

Washington apronta una operación militar regional con eje en Libia Publicado en la edición N°71; marzo de 2011

Cambia definitivamente el mundo a partir de esta insurrección en cadena. Con la caída de las satrapías de Túnez y Egipto, el mapa geopolítico de la amplia faja que abarca el norte de África, Cercano y Medio Oriente, se trastoca de manera irreversible. El perdedor neto de cualquier ordenamiento futuro es Estados Unidos. Y también Israel, su enclave regional. Es para defenderse de esa fuerza arrolladora –y no en un movimiento de ofensiva programada– que Washington mide el terreno y presiona a 425


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la Unión Europea para intervenir militarmente en la región, presumiblemente a partir de Libia, donde ha logrado fracturar la cúpula gobernante, tomar el control de puntos claves para dominar la producción petrolífera y desatar una guerra civil. La conmoción en curso dirá, en medio de una batalla estratégica de ideas, propuestas y capacidades concretas, si serán o no las grandes mayorías quienes se verán beneficiadas por el saldo de este combate singular. Es la crisis estructural del sistema capitalista, expresada en este caso por el alza descontrolada de los alimentos, factor detonante de una compleja carga explosiva acumulada en aquella región. Por lo mismo, un resultado positivo tiene como condición necesaria la abolición del sistema generador de estos cataclismos. No hay ni puede haber ninguna fase intermedia en el maremoto de fuerzas sociales e internacionales desatadas. La magnitud de esa exigencia primera traza con nitidez la dificultad de la coyuntura. Que el bosque no oculte el árbol: mientras el esquema de poder imperial estalla en aquella región, en las entrañas del monstruo 80 mil trabajadores marcharon en Madison, Wisconsin, a la sede del Congreso y otros 10 mil manifestaron en las calles de Columbus, Ohio, también en el Medio Oeste estadounidense, en defensa de reivindicaciones básicas del movimiento obrero y sus organizaciones sindicales. Salieron a la calle incluso aparatos que durante décadas formaron parte indisoluble y militante del entramado imperial. Son expresiones liliputienses en relación con el cuadro social de Estados Unidos, o comparadas con la rebeldía detonada en el mundo árabe. Pero no hay bosque sin árboles. Y cabe señalarlo: el tronco más grueso en la maraña capitalista ha comenzado a sentir los hachazos de quienes ya no pueden vivir de sus frutos.

Imprevisión Estados Unidos fue tomado por sorpresa cuando el temblor tunecino derrumbó su pieza mayor en Egipto. No es flaqueza de los estrategas del Departamento de Estado. Es una tara del sistema en su estado actual. Como cuando a fines de los 1980 la cúpula soviética se mostró ciega ante lo que estallaba en su rostro. Hoy, esta minusvalía del imperialismo habla con elocuencia acerca de los cambios cualitativos ocurridos en las relaciones de fuerzas internacionales en las últimas décadas. Vale una comparación: entre 1986 y 1989 Washington tuvo la lúcida agilidad necesaria para reemplazar, planificadamente y en sordina, las 426


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dictaduras en Haití y Filipinas. Desde la Casa Blanca se dieron las órdenes que en pocos movimientos terminaron con la huída de Baby Doc de Puerto Príncipe y Ferdinando Marcos de Manila. Basta ver la evolución política posterior del archipiélago surasiático y la mediaisla caribeña para comprender el significado de una exitosa maniobra preventiva: Estados Unidos mantuvo sin sobresaltos el control de esos países en las décadas posteriores. Operaciones estratégicas capaces de dar tales dividendos exigen, naturalmente, contar con la iniciativa y la capacidad ofensiva. Eso es lo que estuvo ausente en la Casa Blanca en relación con Túnez y Egipto. Y seguirá estándolo: el imperialismo ha perdido la iniciativa estratégica y sólo puede dar golpes –eventualmente letales– en los límites de una coyuntura. Zine el Abidine Ben Alí y Hosni Mubarak eran aliados firmes y probados, a los cuales, después de interminables días de vacilación, la Casa Blanca libró a su suerte mientras la prensa, en asombroso ejercicio de autofagia, descubría cuán tiránicos eran esos dictadores. El régimen egipcio era la pieza clave en el damero estadounidense de la región, llave estratégica para un inmenso reservorio de petróleo. También -y esto no es secundario- para la proyección del poder imperial hacia Eurasia y Asia. Ésa es la primera comprobación a poco de observar los portentosos acontecimientos en curso en el norte de África: para sobrevivir, el imperio se devora a sí mismo. La segunda es menos transparente. Atrapado en una situación de obligado repliegue, Washington apela a una improvisada operación ofensiva. En los papeles de guerra, ha ensayado hasta el hartazgo esos movimientos. Y ha sumado piezas en función de ese plan durante mucho tiempo. Aún así, el estallido tomó a Washington por sorpresa y, si de un lado lo conminó a desprenderse de aliados estratégicos, por otro puso como única opción lanzar un contraataque allí donde tenía espacio para hacerlo. A la defensiva, el Departamento de Estado lanzó un zarpazo de proyecciones hoy imprevisibles.

Petróleo y guerra Argelia y, sobre todo, Libia, son los blancos del intento de contraataque estadounidense, bajo una forzada apariencia de continuidad e identidad con las insurrecciones en el resto del área. No es que en ambos países falten razones para rebeliones juveniles y populares. De hecho estos regímenes, fundados en durísimas luchas 427


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antimperialistas exitosas, gradualmente fueron integrándose a la lógica mundial del capital. Son revoluciones truncas. Por lo mismo, marcadas por un sistemático alejamiento entre autoridades y masas. El callejón sin salida de una revolución interrumpida da lugar a la gestación de fuerzas políticas disímiles, mediante las cuales se canalizan las necesidades insatisfechas de las mayorías. Buena parte de éstas provienen de capas medias beneficiadas por la deriva procapitalista de estos regímenes, que sin embargo no pueden alcanzar todo lo que reclaman -en materia de consumo, de organización de la sociedad civil y de ideología alineada con el Occidente altamente desarrollado- y son caldo de cultivo para operaciones de infiltración, fragmentación y eventualmente invasión. Y están desde luego las masas trabajadoras y oprimidas, frustradas en sus esperanzas y, a menudo, manipuladas. Es significativo el caso del general Abdel Fattah Younes al Abidi, uno de los coroneles sublevados junto a Muammar Gaddafi en 1969, hombre de confianza para operaciones internacionales del gobierno y ministro del Interior libio hasta el 24 de febrero. Horas después de su defección, le pidió a Gaddafi que renuncie «ya que está colapsando y durará sólo unos días más». En declaraciones a la BBC dijo: «Mi querido hermano, cuando Benghazi cayó has debido darte cuenta de que el fin había llegado. Espero que te vayas a Venezuela u otro lugar». Cualquiera haya sido su pasado, es evidente que Al Abidi no sólo desiste de continuar junto a su jefe, sino que se alinea descaradamente con la propaganda imperialista, con el gobierno de Estados Unidos. Mientras tanto, el Departamento de Estado apronta una operación militar sobre Libia. Hay reticencia de la Unión Europea para dar ese paso y dudas sobre el carácter del involucramiento en la propia Casa Blanca. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en todo caso, se muestra dócil a la escalada de Washington. Al mediodía del domingo 27 de febrero, cuando se redactan estas líneas, según informaciones no comprobables, se ha conformado una junta provisional de gobierno en el arco que va de Ajdabiya hasta Tobruk, pasando por Benghazi y Shahaat, al este de la capital y sobre la frontera con Egipto. La labor de contrainformación, presente en cualquier guerra, está superando todos los antecedentes, con la colaboración automática de los grandes medios gráficos y electrónicos. Al Jazeera, la cadena árabe, asumió una violenta oposición a Gaddafi. Un corresponsal de Telesur y su camarógrafo mostraron ayer sábado 26 que Trípoli estaba en calma. La valiente labor de estos enviados contrarrestó la operación de los grandes 428


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medios, según los cuales se combatía desde los dos días previos en las calles de la capital. Ahora, esos mismos medios machacan la noticia de que las fuerzas opositoras están cerrando el cerco en torno a Trípoli. Numerosos embajadores libios en diferentes países desconocen la autoridad del gobierno central y se pronuncian a favor de la caída del régimen. Esas fuentes de información aluden a acciones de represión masiva por parte de Gaddafi. En ausencia de fuentes propias y confiables, sólo cabe una afirmación de principios: una revolución en marcha tiene el derecho y la obligación de armar al pueblo contra la reacción. Un proceso estancado y en retrogradación, no. Sólo una hipotética recomposición tras una estrategia socialista y drásticos cambios políticos podría plantarse contra la reacción interna y el bloque imperialista que aprieta el nudo sobre ese país, tan caro a América Latina en el último medio siglo. «Revolución socialista o caricatura de revolución», sostenía el Che. En cualquier caso, Washington está allí con el propósito de recuperar terreno firme bajo sus pies en la región, garantizar que la producción de petróleo (Libia es el tercer abastecedor de Europa y uno de los grandes productores mundiales de crudo de máxima calidad) no se interrumpa y proyectar desde allí su contraofensiva sobre un área en la cual la efervescencia, lejos de concluir, aumenta a estas horas.

Lección estratégica: «Roma no paga a traidores» En este primer tramo del siglo XXI Mubarak será el símbolo del destino de individuos –o regímenes– que creen garantizar su futuro alineándose con los poderosos, después de haber formado en las filas de pueblos y naciones en busca de redención. La sublevación del Norte de África y el Cercano Oriente continuará extendiéndose y profundizándose. No hay chance de que Estados Unidos pueda establecer en Libia un gobierno estable a su favor. Hasta el momento no se percibe en ningún caso una fuerza de carácter revolucionario explícitamente anticapitalista que dé orientación y organización a las masas levantadas contra sus gobernantes. No se trata de desconocer la tradición de lucha y los innumerables ejemplos de organizaciones y cuadros que, desde diferentes experiencias y definiciones ideológicas, convergen en un momento excepcional. Se trata de subrayar que esa rebeldía de millones paga tributo también al momento histórico, de incipiente recomposición, de las fuerzas antisistema a escala mundial. Esperar que, sin tal condición, esta explosión espontánea llegue a la instauración de gobiernos de transición al socialismo, es 429


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tan erróneo como desdeñar el fenómeno o reducir su trascendencia negándole carácter revolucionario. Calibrar adecuadamente ese proceso es tanto más importante cuando la eclosión inesperada reconfirma que en aquella región, y más allá, pero también y acaso sobre todo en América Latina, buscar un nicho seguro en el edificio tambaleante del capitalismo mundial es, más que un error, un suicidio. Se verá en la próxima reunión del G-20 hasta qué punto Estados Unidos y Europa ajustarán el mecanismo al punto de obligar a los países subordinados, a los cuales se convocó para conjurar el colapso económico según las pautas imperiales, a asumir decisiones políticas que, muy probablemente, ocurran en el marco de una nueva intervención militar estadounidense, ahora desde el continente africano. Sea cual sea el curso inmediato de la rebelión general y la eventual guerra civil en Libia, esto acentuará la crisis económica en los centros imperiales.

Un punto de convergencia internacional Vale repetirlo: Estados Unidos lanza un zarpazo ofensivo desde una situación histórica de repliegue estratégico, mientras su economía se deteriora día a día y comienzan a brotar semillas de rebeldía en su propio territorio. Egipto es también en ese sentido un símbolo: Washington pasa de tener allí un bastión estratégico inconmovible, a un gobierno provisional armado a los manotazos y jaqueado por la hasta ahora ininterrumpida movilización de masas. Imposible prever el desarrollo inmediato en cada uno de esta suma creciente de países arrastrados por el torbellino revolucionario. En cambio, no hay necesidad de oráculos para tener la certeza de la necesidad de contribuir a la unión de ese conjunto rebelde, y no sólo en aquella región. Una y otra vez se ha insistido desde estas páginas en el papel que América Latina juega en el mapa político mundial en turbulenta recomposición. Aquí, donde el Alba corporiza a gran escala la necesidad de unión de países enfilados contra el imperialismo y el capitalismo, es posible, necesario, inaplazable, dar el demorado paso hacia el encuentro de partidos, organizaciones y representaciones sociales genuinas en una nueva instancia internacional, a la cual contribuirán ahora con renovado vigor los revolucionarios árabes. Después de todo, el viejo Hegel tenía razón: el árbol no debe ocultar el bosque. Desde Buenos Aires, 27/2/11, 16hs.

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Dos horizontes Publicado en la edición N°72; abril de 2011 No andes errante y busca tu camino Dejadme ya vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio León Felipe

Una vez más Estados Unidos busca frenar y revertir la dinámica hemisférica de convergencia dominante en la última década. Ése es el significado del viaje de Barack Obama por la región. Brasil es siempre el objetivo mayor, aunque no debe subestimarse el interés puesto por el Departamento de Estado en países de menor envergadura, que circunstancialmente pueden jugar un papel en la misión de trabar, demorar e impedir todo aquello que contribuya a plasmar la integración independiente al sur del Río Bravo. El escenario ha cambiado desde que su antecesor George W. Bush hiciera lo propio en 2007. Esos cambios han sido de diferente signo y desigual importancia, en un delicado balance de fuerzas. La línea dominante es nítida: un mes después de la gira de Bush, en Margarita nacía Unasur, el 17 de abril. Ahora, dos semanas antes de la llegada de Obama, en Quito se formalizaba legalmente la incorporación a Unasur de los 12 países del área. La posibilidad de que a mediados de año se constituya una instancia aún mayor, la Celac (Comunidad de Estados latinoamericanos y caribeños), para dar lugar a un cuerpo que asestaría el golpe de gracia a la OEA (Organización de Estados Americanos), mostraría una empinada curva hacia arriba de aquel movimiento. Como no podría ser de otro modo, semejante salto histórico provoca enormes fuerzas en sentido contrario. De hecho, esas fuerzas gravitaron significativamente en este lapso de intensas disputas. Para comprobarlo, basta observar los zigzagueos del Mercosur y la irritante demora de aspectos clave en la consolidación de Unasur.

Marchas y contramarchas Ese delicado equilibrio pareció alterarse cuando el 19 de marzo Barack Obama estrechaba en Brasilia la mano de la presidente Dilma Rousseff en la primera escala de su gira latinoamericana, en el exacto momento en que comenzaba el bombardeo aéreo contra Libia. El presidente estadounidense pudo felicitarse por el silencio de Rousseff 431


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frente a un hecho de tal magnitud. Pero la alegría no fue total: el mensaje que trajo de Washington, negando un puesto permanente para Brasil en el Consejo de Seguridad de la ONU, revela persistencia de choques económicos entre la estrategia de Estados Unidos y, como señalara esta columna en la edición de marzo de 2007 al evaluar la gira de Bush, la pretensión de la burguesía paulista «de afianzar una comunidad de negocios en beneficio del proyecto de subpotencia regional». No fue poco lo que consiguió Bush con su táctica de «la Opep del etanol, para comprar voluntad a precio de maíz, con la intención de captar también a Argentina en un proyecto de biocombustible, apuntado ante todo contra Venezuela y con más sentido político que fundamento económico real». Pero no hubo saldo neto y mucho menos a favor del imperialismo. En el camino se cruzó el colapso económico de 2008. Como ahora con la insurrección árabe, la Casa Blanca tuvo la lúcida rapidez necesaria para ganar espacio en medio de su propio derrumbe. Para ello contó con el terror de la burguesía regional (como ahora lo hace con el de la arábiga) ante la posibilidad revolucionaria objetivamente inaugurada por la crisis central. Y logró atraer a las tres principales economías latinoamericanas (Brasil, México y Argentina), a un organismo estratégico ajustado a las urgentes necesidades del imperialismo naufragante: el G-20.

Chávez otra vez Diez días después del arribo de Obama a Brasilia, en una cálida madrugada, llegaba a Buenos Aires Hugo Chávez, en un viaje programado para recalar también en Uruguay, Bolivia y Colombia. A esa hora, numerosas manos anónimas pegaban un afiche dándole la bienvenida con cuatro palabras: Paz, Unión, Revolución, Socialismo. Reconocimiento y demanda al presidente venezolano, que una vez más planteó un estridente contrapunto a la voz guerrerista de Obama. Los 46 acuerdos de carácter económico firmados en tres países (la visita a Colombia se postergó para el 9 de abril), ceden en importancia ante su propuesta estratégica: contra la lógica de guerra del capitalismo en crisis, sólo la unión latinoamericana tras la perspectiva del socialismo del siglo XXI puede ofrecer un horizonte a la humanidad. Chávez reiteró ese mensaje en Buenos Aires, Montevideo y Cochabamba. Pero agregó un punto dramático a su propuesta: es preciso que los pueblos, a través de sus organizaciones sociales, políticas, profesionales, se incorporen al Alba. En el plano gubernamental, explicó, hay que sobreponerse a las divisiones ideológicas en las que busca afirmarse el imperialismo para 432


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dividir: «Qué importa que en Colombia gobierne la derecha o la izquierda, hay un compromiso más allá de los asuntos internos que es la unidad entre nosotros; no más guerra, conflictos ni dictadura, sino hermandad respetando las diferencias». A la vez, es imprescindible poner el acento en el Alba, no sólo afianzando el accionar de los gobiernos integrantes de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América, sino poniendo particular énfasis en la incorporación de movimientos de base con el máximo de amplitud y masividad. El eco que estas palabras tengan en cada gobierno depende de innumerables factores. Pero no es lo fundamental. Porque todo discurre a partir de la crisis estructural del sistema capitalista, replanteada a fines de marzo con Portugal como nuevo foco. Y porque en este terreno el imperialismo no tiene margen: en la próxima reunión del G-20 planteará sin concesiones su estrategia de guerra y ajuste económico. Allí se verá hacia qué horizonte se encamina cada uno. Queda escaso margen para la ambivalencia y la simulación. Ya sopla el viento fuerte.

Cuba y la teoría del valor Publicado en la edición N°73; mayo de 2011

Es conveniente observar los cambios debatidos y aprobados por el VI° Congreso del Partido Comunista de Cuba a la luz del mayor poder de gravitación que tendrá la ley del valor. Cupo a Adam Smith, fundador de la economía política como ciencia, descubrir en los albores del capitalismo que el valor de cualquier objeto proviene de la cantidad de trabajo humano que tenga incorporado. Ya con el sistema consolidado, Carlos Marx descubrió que en el capitalismo todo se intercambia por su valor, es decir por la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción... incluida la fuerza humana de trabajo. Esto supone que el salario equivale al valor necesario para sostener y reproducir aquella mercancía que encarna la capacidad de realizar trabajo productivo: el ser humano. Marx llamó «trabajo necesario» a la porción de la jornada laboral destinada a cubrir el salario y «trabajo excedente» al resto, que dependerá del tiempo que el obrero trabaje, de los medios técnicos que el capitalista ponga a su alcance y de los ritmos y destreza que logre imponerle. Obtener el máximo de beneficio de ese proceso, en ininterrumpida competencia con otros capitalistas, es el motor ciego, irracional e impiadoso del sistema. La ley 433


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del valor se constituye así en reguladora de la producción, de las relaciones sociales y de la distribución del trabajo y el producido social.

Combate histórico El socialismo tiende a abolir esa ley, que sin embargo regirá en diferente gradación durante la transición de un sistema a otro. Puesto que no existe una economía nacional cerrada al mundo, aun cuando en un país se haya reducido al mínimo la gravitación de la ley del valor en el ordenamiento de su producción y sus relaciones sociales, aquella penetra las relaciones económicas internacionales y choca de frente con la economía local. La productividad, los precios relativos, las formas de organización del trabajo y las asignaciones del producido nacional están severamente condicionados en un país no capitalista por el peso del comercio internacional. Por eso, dicho sea de paso, no es posible construir acabadamente el socialismo en un solo país: el capitalismo penetra y busca reconstituirse a partir de la economía mundial. Así, la abolición de los medios privados de producción es una condición necesaria, pero no suficiente para instaurar el socialismo. Una transición genuina gana terreno a la ley del valor; avanza en la economía planificada y minimiza la irracionalidad capitalista. La transición es, al límite, la lucha contra la existencia y gravitación de la ley del valor. Y ése es un combate que se manifiesta en el terreno nacional, pero se libra a escala internacional.

Reto a la inteligencia y la voluntad Cuba, país pequeño, subdesarrollado y bloqueado, tendrá necesariamente mayores dificultades que una economía mayor para conducir por los sinuosos caminos de la transición. Ya había emprendido un proceso de «Rectificación de errores y desviaciones» cuando el desplome de la Unión Soviética obligó a un período especial. Superado ese trance extremo, cayó sobre la isla una fatídica sucesión de huracanes y catástrofes naturales, que produjeron daños materiales inconmensurables. El discurso de Raúl Castro en la apertura del VI° Congreso testimonia la asunción de decisiones imprescindibles para acompasar las contradicciones económicas y sociales producidas en una isla no capitalista inundada por un avasallador océano de capital. También afrontar «errores y desviaciones» de arrastre. No cabe tomar en serio las voces pseudo revolucionarias que acusan al PCC de emprender el camino del capitalismo. Provienen de la ignorancia, la petulancia, o algo peor. En todo caso, son contrarias al 434


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pensamiento marxista, reemplazado por estridencias vacías. Desde la visión marxista, es claro que las medidas adoptadas entrañan un riesgo calculado, impuesto por esa ley «de hierro y de diamante». Ahora bien: aumentar la productividad, mejorar la organización del trabajo, adaptar las asignaciones a las urgencias de la economía cubana, en las condiciones dadas tiene como insoslayable contrapartida negativa la cesión de mayor espacio a la ley del valor, que empuja violentamente hacia la irracionalidad capitalista. Es una contradicción no apta para el pensamiento idealista, ajeno a la dialéctica. Infantoizquierdistas y reformistas desconocen el materialismo y piensan a partir de la lógica formal; se diferencian en que estos últimos entienden los cambios como un paso necesario de retorno al capitalismo. Manejar esas contradicciones para enrumbarlas hacia una aceleración de la transición es un desafío mayor para los revolucionarios cubanos. Tanto más difícil porque la ley del valor acentuará deformaciones actuales y porque, como desde hace 52 años, el imperialismo acecha a cada instante para usufructuar el más mínimo error. Los Lineamientos para el cambio se revelan como instrumento para reencauzar la eficiencia económica, mantener la unidad social de todo un pueblo y dar continuidad a la transición, ahora en el marco del Alba. No hay razones para dudar que el PCC y el pueblo revolucionario sabrán afrontar y vencer la ley del valor con el valor de la teoría, potenciado por otro valor: el que equivale a coraje; el que siempre mostró la primera revolución socialista de América Latina.

Nuevo capítulo en la lucha por la soberanía y el socialismo Publicado en la edición N° 74; junio de 2011

En un momento geopolítico de enormes amenazas para el poderío imperial, la Casa Blanca vuelve a la carga contra Venezuela. Esta vez se trata de sanciones a Pdvsa, anunciadas el 24 de mayo por el Departamento de Estado. La excusa: el gobierno de Hugo Chávez comercia hidrocarburos con Irán, en violación de leyes... estadounidenses. Washington decretó contra la petrolera estatal una copia del bloqueo a Cuba. Las intenciones están claras. La incógnita es si se trata de una prueba a la capacidad de respuesta bolivariana o es el primer paso de una escalada inminente. 435


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Antes de hacerse siquiera la pregunta, Chávez dio respuestas inequívocas, contundentes. Minutos después de conocida la agresión, el presidente de Pdvsa Rafael Ramírez, junto al canciller Nicolás Maduro, en conferencia de prensa denunciaron la pretensión de Barack Obama como absurda e ilegal y sostuvieron con elocuencia que en ninguna hipótesis el gobierno venezolano aceptaría el menor condicionamiento a sus relaciones internacionales. Adelantaron que en materia de exportación de petróleo a Estados Unidos –hacia donde salen diariamente 1 millón 200 mil barriles– la réplica sería equivalente al alcance de la disposición anunciada por la secretaria Hillary Clinton, en ese momento todavía desconocido en los detalles. Culminaron convocando a los trabajadores petroleros y a toda la población a movilizarse para rechazar la medida. En apenas horas la respuesta tomó otra dimensión: concentraciones masivas de obreros petroleros en todo el país, donde Ramírez cambió su traje de ministro de Energía y Petróleo por el de agitador de multitudes, para ratificar que el gobierno de Hugo Chávez no haría la menor concesión a la presión estadounidense y explicar, con lujo de detalles, que Pdvsa no necesita asistencia financiera de Estados Unidos, que tiene autonomía tecnológica y capacidad para continuar desarrollando su agresiva estrategia de crecimiento y diversificación. Al día siguiente Maduro convocó a nombre del Partido Socialista Unido de Venezuela a que el pueblo se volcara a las calles el domingo 29. Se requiere más tiempo para confirmar la impresión que surge al cabo de esta primera oleada de movilización de masas: la Revolución Bolivariana podría estar ingresando en una nueva fase, de mayor frontalidad y radicalidad efectiva en la lucha contra el capital, con todavía más protagonismo obrero y popular del ya muy significativo que caracterizó este proceso desde sus inicios, y con un sacudón político a las estructuras burocrático-administrativas del Gobierno y el Psuv. La Celac abre un nuevo capítulo en la lucha por la soberanía; la respuesta de Chávez a la agresión yanqui puede ser un nuevo capítulo en la lucha por el socialismo.

Sabotaje a la Celac, desestabilización preelectoral Con el alumbramiento de la Celac queda a la vista la grieta geopolítica abierta por el conflicto intercapitalista y la posibilidad de avanzar a partir de la relación de fuerzas dada en este momento particular. Las fisuras intercapitalistas, inmensas en las junturas de los países centrales, se replican en la relación de los centros imperiales con sus vástagos y se multiplican entre éstos. Jefes de Estado de la región en modo alguno enemigos del sistema, toman sin embargo distancia de Estados Unidos. 436


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El 5 de julio próximo, en Caracas, 32 países consumarán el reordenamiento de sus relaciones según una lógica que excluye a Washington. Con el burdo zarpazo contra Pdvsa, el Departamento de Estado busca condicionar la conducta de un número de gobiernos, alineados con la Casa Blanca o proclives a ceder bajo presión. En términos estratégicos, la Celac es la tumba de la OEA, es decir, de la herramienta imperialista para subordinar al continente. No sorprende que Barack Obama apele a cualquier recurso para dificultar esa reunión y evitar un desenlace neto. Horas antes de hacer conocer las sanciones a Pdvsa, la prensa comercial del mundo repitió una noticia sin fundamento ni pruebas: Venezuela «estaría» emplazando misiles iraníes en la Península de Paraguaná. Son pasos de un intento desestabilizador a gran escala, que si bien apunta al ya iniciado período preelectoral para el recambio presidencial en diciembre de 2012, plantea escenarios hipotéticos de agresión mayor. Esto en el momento en que la Otan bombardea Libia, busca desestabilizar a Siria y continúa sus preparativos bélicos contra Irán. En el exacto momento en que la Unión Europea bordea un colapso financiero con epicentro en Grecia, Irlanda, Portugal y España. Cuando el G-8 (los siete países imperialistas más Rusia), se muestra impotente para hacer más que imprimir montañas de dólares con el objetivo de detener la revolución en el Norte de África y el Cercano Oriente... ¿Hasta dónde llegará el premio Nobel de la paz en esta carrera demencial? Hasta donde los pueblos del mundo se lo permitan.

El Alba en el centro La Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América está en el centro de la respuesta estratégica a esa demanda acuciante. Y también está en el centro objetivo de la Celac. No es extraño que Obama apunte a Venezuela. El resquebrajamiento del orden imperial está dando lugar a un mapamundi esencialmente nuevo, difícil de aprehender con las herramientas de la comprensión política del siglo pasado. Es estridente el silencio de la teoría. Tanto como la ausencia de una instancia internacional militante, revolucionaria, capaz de congregar talentos, experiencias y fuerzas. Cambiaron los vientos, aunque todavía es esquiva la comprensión de los sinuosos caminos de la recomposición. Impensable un desafío más estimulante.

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La salud de Chávez, la salud de la Revolución

Aquí no se rinde nadie Publicado en la edición N° 75; julio de 2011

Chávez en combate contra un cáncer. Mucho se ha escrito acerca de las ironías de la historia. Inimaginable la trágica ironía de un revolucionario al comando de un proceso continental abatido por una parte descontrolada de su propio organismo, en medio de la gran batalla y después de haber sorteado tantos intentos de magnicidio, tantas conspiraciones urdidas en Washington, tanta endeblez ideológica y desvío político acumulados. Semejante desenlace hubiese sido un factor revulsivo con graves consecuencias. América Latina vive los prolegómenos de la gran batalla final por la consumación de la independencia, doscientos años después de iniciada la gesta. La ausencia de su primer comandante hubiese puesto a girar sin control la brújula política en la región. Con velocidad de vértigo y por caminos impensables, las fuerzas de la historia estarían ahora mismo desbordando todos los cauces. No ocurrió. Y a estar por los informes médicos, no ocurrirá. Hugo Chávez se restablece. El sistema político venezolano ha mostrado una fortaleza sorprendente incluso para sus propios protagonistas. Las fuerzas conscientes pueden continuar prevaleciendo sobre la irracionalidad dictada desde fuera y encarnada en una oposición sin vigor propio. Los días de incertidumbre permitieron observar cómo se movieron, dentro y fuera de Venezuela, los factores favorables y adversos a la revolución. Cómo actuaron las clases sociales y sus representaciones políticas. Cómo se desempeñó un elenco ministerial compuesto por cuadros probados en estos duros años y nuevos militantes con apenas meses en sus cargos. Dada la centralización del poder en manos de Chávez durante todo un largo período de afirmación revolucionaria, no hubiese sido sorprendente que su limitación redundara en confusión y parálisis. En lo esencial sucedió lo contrario. El inesperado episodio reveló la existencia de un equipo dirigente articulado en todos los planos y, en lo fundamental, eficiente. Hasta donde llega la vista, no se manifestaron pugnas intestinas por retazos de poder, en un momento proclive para la explosión de mezquindades y bajas pasiones. En suma: merced a la enfermedad del Presidente, la Revolución mostró una faz imperceptible en tiempos normales; una fortaleza estructural que por estas horas estará obligando 438


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a ajustar muchas tuercas en el mecanismo conspirativo de los estrategas del Departamento de Estado.

Respaldo masivo Estas líneas se redactan pocas horas después de la aparición televisiva del paciente informando acerca de su enfermedad. En el tiempo que demoren hasta llegar a sus manos en forma de revista, habrán ocurrido hechos relevantes. Combinando espontaneidad e impulso del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) el pueblo venezolano colma y continuará colmando plazas y calles, teatros e iglesias de todo el país en apoyo al Presidente. Una identificación genuina y muy profunda de la masa popular con Hugo Chávez vuelve a desplegarse con potencia avasalladora. Pero no se trata sólo de pueblo alzado y resuelto. El martes 5, el esperado Bicentenario habrá sido celebrado con un desfile militar que se anuncia imponente, desde el cual el mundo podrá advertir tres datos elocuentes: el incremento en calidad y cantidad de armamento de la Fuerza Armada Bolivariana, la capacitación técnica de jóvenes cuadros militares y la estricta disciplina de sus mandos, con el Presidente en la cúspide de una estructura acerada y aceitada. Habrá ocurrido más: los días 6, 7 y 8, en coincidencia con el proceso que 200 años atrás dio lugar a la recolección de firmas para el Acta de Independencia, se mostrarán masivamente, en desfiles de celebración, fuerzas civiles de todo el espectro nacional venezolano. Ni por un minuto habrá espacio para que la oposición contrarrevolucionaria, empeñada en apoyarse en la enfermedad de Chávez para desestabilizar el gobierno, pueda intentar adueñarse de la iniciativa política. No lo hubo en las semanas previas, durante las cuales, pese a los temores que atenazaban el pecho de las mayorías, continuó desplegándose la labor de gobierno en todos sus planos. Es posible incluso que por esos días Chávez regrese a Caracas a continuar con su recuperación.

Bicentenario y Celac Caracas remozada, edificios históricos recuperados, cientos de miles de ciudadanos de todo el país asistiendo a las celebraciones del Bicentenario, aun en ausencia de Chávez plasmarán en los desfiles civiles y militares el eslabón de acero con el que la estrategia bolivariana pretende anudar el combate actual con la inacabada lucha por la independencia. Un hecho crucial de esa continuidad debía ocurrir el 5 y 6 de julio, en Margarita: el encuentro de 33 presidentes para fundar la 439


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Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Tras una reunión de Chávez con altos miembros del gobierno, el 29 de junio ese hito fue postergado, sin fecha. En el video de esa reunión, transmitido dos días después, el canciller Nicolás Maduro informa que 30 de los 32 mandatarios comprometidos habían confirmado su asistencia. El movimiento convergente que empuja a la creación de esa instancia hemisférica sin la presencia de Estados Unidos y Canadá configura una novedad geopolítica y un revés estratégico, trascendental, para el imperialismo. Sólo faltó la confirmación de los presidentes de México y Argentina. Este último caso se explicó por la prohibición médica de trasladarse en avión para Cristina Fernández, que ese mismo día había suspendido su participación en la cumbre del Mercosur en Asunción. Como quiera que sea, el post operatorio de Chávez explicó la suspensión del gran encuentro. Se había avanzado en la aprobación de documentos e incluso en el consenso para ofrecerle la presidencia a Lula da Silva, el ex mandatario brasileño. El espacio para la creación de la Celac radica en la misma causa que dificultará su consolidación y funcionamiento: la crisis estructural del sistema capitalista con epicentro en los países altamente desarrollados. Esa crisis desata innumerables conflictos interburgueses por el control de los mercados y la apropiación de la plusvalía global. Una misma fuerza irracional e incontrolable provoca la disputa interimperialista, el choque de las metrópolis con los países subordinados y las pugnas entre estos últimos. A su vez, del mismo modo que aquella potencia ciega empuja a los centros imperiales a luchar aunados contra posibles focos revolucionarios -como por ejemplo el detonado a comienzos de año en el Norte de África y el Medio Oriente- también conmina a conjuntos de países dependientes a formas de resistencia basadas en diferentes instancias de unidad. Si la medición cuantitativa de las riquezas de la Celac hablan por sí mismas, las calidades en cuanto a nivel educativo de la población, desarrollo técnico, acumulación primitiva de capital y capacidad tecnológica, hacen de este bloque un factor de peso singular para el futuro de la humanidad. Esto dispara la obligada avidez imperialista, que a su vez produce, como contraparte, una obligada búsqueda de formas de autodefensa para sus componentes. No obstante, en la propia fuerza centrípeta que tiende a aunar la región, gravita sin pausa un conjunto de fuerzas centrífugas, propias de 440


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las partes componentes y en más de un caso propulsadas por el imperialismo. No hace falta ir muy lejos para comprender esa dinámica contradictoria: el Mercosur, con dos décadas de existencia, se muestra una y otra vez paralizado por minucias comerciales que sin embargo obran como barreras insuperables para las burguesías en disputa por la succión de plusvalía. La presencia de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (Alba) en ese conjunto de 33 países agrupados en varios bloque cambiantes, es la única garantía de existencia y movimiento de la Celac, dando por cierto que tanto por las presiones de Estados Unidos como por los conflictos de intereses materiales entre algunos de sus componentes, persistirán y eventualmente preponderarán las dificultades y vaivenes para su conformación y afianzamiento. Dos episodios en la reciente cumbre del Mercosur revelan el arco de conflictos: Uruguay necesita comprar energía eléctrica a Paraguay, pero Argentina traba la autorización para que el tendido de líneas pase por su territorio (eso pesó más que el malestar de Fernández para explicar su ausencia en Asunción); Rafael Correa propuso avanzar hacia una moneda única para América Latina, llevando al conjunto de la región el ejemplo ya vigente del Sucre, la divisa común del Alba. «El Banco del Sur, un Fondo Común de Reservas y un Sistema de Pagos conformarían una nueva arquitectura financiera para la región, culminando con una moneda regional... para la optimización de la utilización del ahorro regional, para hacer a Suramérica menos vulnerable (...) más soberana y mucho más eficiente en el uso de sus recursos», explicó el presidente ecuatoriano. Como contrapunto, el ministro de Economía de Argentina Amado Boudou argumentó a favor de monedas propias, dado que «trabajando coordinadamente y con intercambios en monedas locales (cada país mantiene) el instrumento macroeconómico de su política monetaria».

Circunstancia difícil El mundo marcha otra vez a un gran colapso económico-financiero. Con el dólar en caída libre, el euro amenazando cada día con desaparecer y el imperialismo lanzado a nuevas guerras, el intento de integrar América Latina y el Caribe desde la realidad capitalista está destinado al fracaso. La Celac, con el Alba en su seno, es una instancia transitoria en la que se revelarán las fortalezas y debilidades de cada país. Brasil continúa empeñado en que su gran industria tome la parte del león en un mercado regional con Estados Unidos en repliegue. Otras burguesías 441


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locales diseñan un plan de supervivencia y eventual crecimiento como subordinados de un nuevo amo. Pero tal expectativa es inviable. Sólo los países del Alba tienen una estrategia objetivamente fundada para afrontar el momento histórico. Y en ese bloque, el lugar de la Revolución Bolivariana es una clave de consistencia y cohesión. Informes científicos y pruebas a la vista alientan la convicción de que Hugo Chávez continuará al comando. También es presumible que el imperialismo intentará explotar al máximo la coyuntura para adelantar la escalada desestabilizadora con vistas a las elecciones de 2012. Una primera línea de desestabilización es exigir que Chávez ceda su cargo y asuma el vicepresidente. La respuesta de Elías Jaua no podría ser más clara: no se equivoquen, dijo palabra más palabra menos: soy un revolucionario y soy leal a Chávez. Caso cerrado. Mientras Cuba protege y sana al presidente venezolano, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y los demás mandatarios del Alba cierran filas con el comandante. Decenas de miles de militantes, del Río Bravo a la Patagonia, hacen lo propio. Washington y otras cancillerías del hemisferio deberían tomar nota: aquí no se rinde nadie. 1 de julio de 2011

Estrategias en colisión

Marxismo e idealismo en el combate contemporáneo Publicado en la edición N° 75; julio de 2011

Polémica: una viva discusión desató la deportación de un cuadro de las Farc, resuelta por el gobierno venezolano en abril pasado. En mayo, otro dirigente de la organización guerrillera colombiana fue detenido en Venezuela. El autor de estas líneas se expidió horas después del primer caso en un texto titulado La deportación de un militante. El texto que sigue surge a propósito del segundo hecho y de una carta firmada por intelectuales. Esta sección, así como la página web de la revista, saluda la posibilidad de hacer un debate y se compromete a reproducir los aportes que la controversia produzca. Con ribetes diferentes al de tiempo atrás, una contradicción velada en la última década se agudiza en América Latina para las fuerzas 442


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anticapitalistas: vía armada o camino institucional para la conquista, afianzamiento y defensa del poder. En la perspectiva de revolución socialista, lucha armada o electoral son métodos. En tanto tales deberían ser asumidos como tácticas, determinadas por circunstancias y posibilidades, que bien pueden transformarse en su contrario según el desarrollo de los acontecimientos. Pero en un período histórico acotado, concebidos como estrategias, esos métodos difícilmente pueden coexistir y al cabo uno habrá de resumirse en el otro o acabarán chocando de frente. Dos casos recientes, resonantes en el ámbito militante internacional, corporizan de manera dramática esta dinámica de colisión. Se trata de la detención en Venezuela e inmediata deportación a Colombia de Joaquín Pérez Becerra, seguida un mes después de la detención de Guillermo Torres Cueter (alias Julián Conrado), cuya eventual deportación está en trámite al momento de redactar estas líneas. El primero es director de una agencia de noticias con sede en Estocolmo, próxima a las Farc; el segundo, un comandante de esa organización, conocido además en su ámbito como cantautor. A propósito de este segundo caso, un grupo de intelectuales emitió un pronunciamiento crítico. Antes de otra consideración hay que decir que esta carta implica una injusticia contra Hugo Chávez y sus esfuerzos por contribuir con la difícil situación del pueblo y los revolucionarios colombianos. Pero omitiremos ese aspecto aquí. El más notorio de los firmantes es István Meszaros. Es un hombre culto y consecuente. Ha investigado y compilado ideas de gran valor para los revolucionarios. Ha sostenido posiciones en tiempos de pleamar. Ha pasado la difícil prueba de ser secretario de Lukacs y de enseñar en universidades británicas. Pena que todo eso haya desembocado, como desde la lógica formal podría presumirse, en un salto mortal hacia el idealismo cuando afrontó la exigencia de analizar una revolución viva en un momento crucial. Los corresponsales transformaron un hecho ciertamente penoso en argumento para descargar un juicio lapidario contra una revolución viviente, que brega en el torbellino de la transición en situación sin precedentes. Lo hicieron al margen de toda consideración sobre el cuadro en el que la decisión de Chávez fue tomada. El ariete argumental esta afirmado en principios y símbolos. Pero ni aquéllos ni éstos son suficientes (a menudo siquiera son válidos) cuando se trata de dar respuesta a una necesidad planteada en el fragor de una revolución. Como se verá enseguida, nada hay de maquiavelismo ni realpolitik en esta afirmación. 443


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Es para otra oportunidad analizar la abrupta mudanza de Meszaros, quien pasó de paladín premiado de la Revolución Bolivariana a puntero en la denuncia de una supuesta contrarrevolución en Venezuela. Asombra que un hombre de su formación no haya detectado y denunciado previamente los signos de una supuesta degeneración de la Revolución Bolivariana en Venezuela y defina su posición en torno a un hecho puntual. Por ahora sólo es posible afirmar con certeza que el compañero respetable ha dejado de lado, en la prueba ácida, su alegada condición marxista. La revolución, la genuina, tan ansiada y siempre original revolución, ya no está en la hora de los símbolos. Es una actualidad arrolladora a la que todo debe amoldarse. Si principios y símbolos no logran o se niegan a hacerlo, fatalmente se ubicarán frente a ella. Enarbolar símbolos y principios como brújula para la conducción política puede ser comprensible y aun necesario cuando está ausente la fuerza viva de la revolución. Pero cuando ésta irrumpe, continuar con esa conducta equivale a ponerse al margen –y a menudo en contra– del flujo histórico. Carlos Marx lo decía de otra manera (lo hemos citado infinidad de veces): «El desarrollo del sistema de las sectas socialistas y el del verdadero movimiento obrero siempre están en relación inversa entre sí. Mientras se justifica (históricamente) la existencia de las sectas, la clase obrera no está aún madura para un movimiento histórico independiente. En cuanto alcanza su madurez, todas las sectas son esencialmente reaccionarias» (1). La idea de que se puede conducir un combate político con alegorías lleva al desvío y de allí al desastre. Ocurre que la burguesía sabe mucho en materia de apropiación y manipulación de símbolos, como lo estamos comprobando a altísimo costo en Argentina en torno al caso Madres de Plaza de Mayo. La clase dominante sabe también burlarse de la incapacidad para la acción de quienes practican la utilización abstracta de los principios, hasta lograr que buena parte del activo político deseche cualquier noción principista, para empantanarse en el pragmatismo y el oportunismo. Hoy la revolución viva es una realidad. No requiere frases ni gestos; exige estudio sistemático, análisis, debate, accionar organizado.

1.- Carta de Marx a Bolte; Marx-Engels, correspondencia. Ed. Cartago, pág. 260.

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Esquemas en lugar de hechos Es propio del pensamiento metafísico separar algunas fórmulas a las que denomina «principios» de la realidad concreta. Aquí entiéndase concreto en su sentido etimológico: con-crescere. Lo concreto no es lo pequeño e inmediatamente palpable, sino todo lo contrario: el devenir hacia la totalidad. Conocer el con crescere de un fenómeno requiere esfuerzo y aptitudes. Los principios se extraen, se moldean y convierten en tales a partir de ese conocimiento, del cual la acción organizada es inseparable. Cuando llega la hora de una genuina revolución, al calor del combate se forjan nuevos principios y aparecen nuevos símbolos. Y quienes no pueden o no quieren dejarse tocar por el tifón de fuerzas encontradas –eso es una revolución– quedan aferrados a «principios» inhabilitados por definición para dar respuesta a la realidad. Es previsible que habrá quien responda con sarcasmo o injuria, igualando esta proposición a la realpolitik, a la defensa de cualquier arbitrio, al abandono de toda conducta moral. Pero estamos hablando de materialismo histórico, de dialéctica materialista. Y no inventamos nada. El error teórico tras la postura de los firmantes de la carta de marras ya lo denunció con precisión Federico Engels en su debate con Düring, en 1877: «Los esquemas lógicos no pueden referirse sino a formas de pensamiento; pero aquí no se trata sino de las formas del ser, del mundo externo, y el pensamiento no puede jamás obtener e inferir esas formas de sí mismo, sino sólo del mundo externo. Con lo que se invierte enteramente la situación: los principios no son el punto de partida de la investigación, sino su resultado final, y no se aplican a la naturaleza y a la historia humana, sino que se abstraen de ellas; no son la naturaleza ni el reino del hombre los que se rigen según los principios, sino que éstos son correctos en la medida en que concuerdan con la naturaleza y con la historia ... (la concepción del Sr. Dühring) es idealista, invierte completamente la situación y construye artificialmente el mundo real partiendo del pensamiento, de ciertos esquematismos, esquemas o categorías que existen en algún lugar antes que el mundo y desde la eternidad» (2). No sería un exceso de suspicacia suponer que algunos de los firmantes integran las filas –acrecidas en los últimos años en el mundo

2.- Federico Engels, Anti-Dühring; OME/35; Crítica; pág. 36.

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académico– de quienes denuncian a Engels y lo separan de Marx. Si fuera el caso, eso daría lugar a otro debate productivo. Por mi parte, sostengo que el corpus engelsiano –y este concepto, como todo el capítulo filosófico que lo contiene– lejos de contraponerse a la teoría científica de la revolución, es un puntal sin el cual el marxismo se convierte en religión o palabra vacía. Dice la carta de los intelectuales en defensa de Julián Conrado: «Los argumentos citados por el gobierno venezolano para justificar la medida (solicitud de la Interpol, acuerdos con Bogotá, etc, son inaceptables e incluso ridículos)». Entiéndase bien: Interpol, acuerdos con el gobierno colombiano (y el cumplimiento de la propia Constitución venezolana) son argumentos ridículos. He aquí ideas extraídas del propio pensamiento. Completo desprecio por la realidad, al punto de calificarla como «ridícula». Hasta donde sé, los firmantes de la carta no aparecieron públicamente de manera conjunta ante el caso de Joaquín Pérez Becerra. Por mi parte, emití inmediatamente una declaración frente a aquel hecho. Puede leerse allí: «(Pérez Becerra) No debía ser deportado a su país de origen. No porque sea ciudadano sueco y viva en Estocolmo desde hace dos décadas. Sino porque siendo un enemigo de la oligarquía colombiana – la más orgánica y salvaje del continente– debía ser preservado de semejante circunstancia». Tras aclarar que esa conclusión no podía ser desdibujada, subrayé que el tema no se agotaba allí y requería otro ángulo de interpretación: «Hay en curso una revolución en América Latina. Y en consecuencia, una contrarrevolución, eficiente y extraordinariamente poderosa. He sostenido (en ésta y otras tribunas) que en América existe de manera simbólica el partido revolucionario hemisférico; que sus dirigentes son Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales. Por eso, alenté sin demora ni vacilación la posibilidad de construir una Vª Internacional [es decir, agrego ahora, pasar de los símbolos a la concreción] cuando Hugo Chávez la propuso, hace ya un año y medio. La extraordinaria diversidad y complejidad de las fuerzas antisistema en la región necesita un punto de coherencia y comando unificado. El día en que Joaquín Pérez Becerra arribaba a Caracas, comenzaban a llegar también los cancilleres de toda América Latina y el Caribe para una reunión preparatoria de la Celac (Comunidad de Estados Latino Americanos y Caribeños). El 5 de julio debe tomar cuerpo en Caracas esta organización que, por primera vez, dará lugar a una instancia 446


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regional sin la presencia de Estados Unidos. En otras palabras: es el certificado de defunción para la siniestra OEA. Una victoria sin precedentes contra el imperialismo estadounidense. ¿Es o no crucial para el difícil proceso de convergencia latinoamericana la creación de la Celac? ¿Es deseable, estratégicamente positivo, impedir su formación? ¿Quién tiene más interés en bloquear la realización de ese objetivo? ¿No era un obvio propósito de la CIA señalar a Venezuela como santuario de las Farc para abortar el encuentro fundacional de julio? ¿No calzaba como un guante a la provocación imperialista la presencia de Pérez Becerra en Caracas en ese momento? Una dirección revolucionaria seria, responsable, no puede eludir estas cuestiones. Son, literalmente, de vida o muerte. No para un individuo, sino para millones. Estados Unidos prepara minuto a minuto una guerra de invasión contra nuestra región, como la que ha iniciado en Noráfrica y Medio Oriente con la agresión devastadora contra Libia, sumada a las que ya comanda en Irak, Afganistán y Pakistán. Quien obre por decisión o inadvertencia contra la concreción de la Celac, está haciendo algo muy grave. Quien desestime que el Departamento de Estado mueve todos sus tentáculos para buscar resquicios y hacer estallar la obvia fragilidad de la arquitectura regional, no puede reclamar título de vanguardia. Y quien apele a la política de los hechos consumados, no puede gemir luego porque encuentra frente a sí, también, hechos consumados» (3). Era previsible que el imperialismo y sus aparatos de espionaje y sabotaje, incluyendo al gobierno colombiano, continuarían sin cesar las provocaciones para abortar la Celac. Y que eventuales acciones como la que dio lugar al caso Pérez Becerra, en caso de repetirse tendrían el mismo resultado. En ausencia de un órgano dirigente o, como mínimo, coordinador, de las fuerzas revolucionarias, queda a la vista que la estrategia de la Revolución Bolivariana choca con la de las Farc en cuestiones tan elementales como enviar un periodista en momentos en que se realiza un encuentro internacional, o mantener cuadros clandestinos en territorio venezolano, dos ejemplos que están lejos de agotar el listado. Chávez explicó en el caso Conrado que los órganos de seguridad del Estado recibieron la denuncia de la presencia de un irregular y actuaron sin saber de quién se trataba. Resultó ser un comandante de 3.- Ver Luis Bilbao, La deportación de un militante, América XXI N° 73; mayo de 2011; (http://www.americaxxi.com.ve/notas/ver/la-deportaci-oacute-n-de-un-militante)

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las Farc. Chávez agregó: «lo hemos hecho cumpliendo con nuestra obligación y seguiremos haciéndolo». Para los firmantes de la carta, es ridículo cumplir los acuerdos con el gobierno colombiano porque es de ultraderecha; atender a Interpol es simplemente cosa de traidores. ¿Qué proponen? Nada. Sólo condenan. El silencio se explica: no podrían alcanzar acuerdo para proponer el abandono del curso llevado durante 12 años por la Revolución Bolivariana y emprender la lucha armada, que en este caso implica la guerra abierta con Colombia y Estados Unidos y el estallido irremediable de Unasur y Celac. Entonces callan. Se atienen... a «principios»: un cuadro de las Farc, aun cuando esté por su cuenta en territorio venezolano, no puede ser entregado a su gobierno, criminal y enemigo de ambos. Bien. Pero hay otros principios en cuestión: ¿qué hacer con la estrategia hasta ahora vigente –¡y exitosa!– de la Revolución Bolivariana? ¿Chávez y el Psuv no tienen obligaciones de principio con las masas venezolanas –y con millones de luchadores en América Latina y el mundo? El cumplimiento de la Constitución y las leyes venezolanas ¿no es un principio? ¿No será un principio hacer todo lo posible para evitar el desenlace que busca Washington: una guerra entre Venezuela y Colombia, prólogo del ingreso al escenario de Estados Unidos y su aparato guerrero? ¿O tal vez no es verdad que Estados Unidos está preparando la guerra contra nuestros pueblos y tiene a Venezuela en la mira y con el dedo en el gatillo? Actuar en función de evitar ese desenlace, o más precisamente, en función de que la mayoría de la población mundial y específicamente latinoamericana entienda que el inexorable accionar violento de Estados Unidos contra América Latina es sólo y exclusivamente una acción contrarrevolucionaria unilateral... ¿no debería ser considerado un principio en este momento histórico? Es por demás evidente que hay un choque de principios, resultante de la colisión de estrategias. El error de los compañeros firmantes es de concepción y de método: actúan en base a un pensamiento idealista y no se involucran en el análisis de la realidad concreta. No sólo yerran: se apartan del problema a resolver y se instalan en la noche metafísica, donde, como se sabe, todos los gatos son pardos.

El verdadero debate No es sólo en Venezuela donde la Revolución se abre paso en un marco institucional y esforzándose por eludir o minimizar la violencia. Están allí también Bolivia y Ecuador, más los restantes países del Alba, entre los cuales no cabría soslayar los casos de Cuba y Nicaragua pese 448


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a su punto de partida diferente. ¿Deben o no las Farc contemplar esa realidad como factor determinante de su accionar fronteras afuera? ¿Qué pesa más a la hora de tomar una decisión en ese terreno: el rumbo adoptado por estos procesos revolucionarios (a su vez diferentes entre sí) o la lógica propia de las Farc? Desde luego está planteado también el interrogante de cómo continuará su lucha esta antigua organización, que durante décadas recibió la solidaridad de miles de revolucionarios en América Latina. Ese debate no es exclusivo de las Farc, pero parte de ellas y a ella se subordina, en lo atinente a la política interna. El hecho es que en materia internacional, hay otros protagonistas. Continuar con la política de los hechos consumados frente a ellos, no es sólo un error propio sino, como queda a la vista, fuente de conflictos de difícil resolución. El verdadero debate es, entonces, qué estrategia de poder se adopta a escala latinoamericana. Una estrategia diferente determina diferentes principios aunque, como éstos, no es ni puede ser jamás definitiva e inconmovible. Tal como lo admite la carta en cuestión, «durante años el presidente Hugo Chávez apeló para el reconocimiento de las Farc como fuerza revolucionaria beligerante». Los acuerdos firmados por Chávez con Santos (esos cuyos compromisos la carta califica de ridículos) han dado lugar, precisamente, a que el presidente colombiano hiciera ese reconocimiento de hecho y abriera la posibilidad de un reconocimiento de derecho, lo cual a su vez podría abrir nuevos caminos para Colombia. No tengo razones para cambiar mis puntos de vista y mi accionar político respecto de la Revolución Bolivariana y su principal dirigente, Hugo Chávez (4). A la par, no cambiaré una práctica de muchos años de solidaridad con la militancia de las Farc que jamás implicó identificación con concepciones ni métodos. Si las contradicciones en materia de estrategia y tácticas de acción vuelven a contraponer a esta organización con las políticas fijadas por la dirigencia de la Revolución Bolivariana (y lo mismo vale para Bolivia, Ecuador, etc.), continuaré bregando por la creación de una instancia organizativa que permita elaborar y encuadrar esas diferencias, pero sin ambigüedad respecto del accionar necesario para mantener la línea de marcha trazada. Siempre habrá espacio para discutir medidas puntua-

4.- Remito al lector a mis libros y artículos al respecto, específicamente Venezuela en Revolución - Renacimiento del Socialismo; Capital Intelectual, Buenos Aires, octubre 2008.

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les, cuya adopción requiere el conocimiento exacto de condiciones y circunstancias, por lo general al alcance sólo de los principales protagonistas. En cambio, no hay espacio para condenar aquello que, en este momento de la historia, ofrece la única posibilidad de unir a los pueblos del continente y afirmar el combate de masas contra el imperialismo y el capitalismo. Buenos Aires, 11 de junio de 2011

Replanteo Publicado en la edición N° 76; agosto de 2011

En el cuadro geopolítico latinoamericano hay signos de un inminente nuevo salto de calidad. Diferente al vivido en la primera década del siglo XXI; con menos definiciones estratégicas y por eso, tal vez, menos energía transformadora. Aun así, sumados ambos pondrían a la región en un nivel cualitativamente superior al actual, replanteando incluso los parámetros de la política internacional. Signos semejantes hay, claro, en todo el mundo. La diferencia es que entre el Río Bravo y la Patagonia un conjunto de países que estructuran la región cuentan con una formación económico-social homogénea y desarrollo capitalista relativamente elevado. Sobre todo, tienen a su favor una poderosísima combinación de experiencia histórica y realización reciente, posible de sintetizar en una bella y sugerente palabra: Alba. Pese a todos los intentos en contrario, los países componentes de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América están afianzándose, cada uno en su propia experiencia y como nuevo bloque regional. Ahora es posible esperar la irrupción de otro conjunto, con diferencias entre sí y respecto del Alba, entrelazados por una dinámica convergente impulsada por dos motores principales: los efectos de la crisis mundial del capitalismo y la necesidad de tomar distancia de las políticas con las que Estados Unidos y la UE pretenden contrarrestarla. Esa segunda oleada, por demás heterogénea, está encabezada por Perú. Le siguen dos países que en apariencia podrían ubicarse en galaxias diferentes, pero en los hechos han comenzado a ser arrastrados por la combinación de crisis en los centros del capital, agotamiento de sus sistemas de poder y efecto en las masas del ejemplo del Alba: Chile y Colombia. Esos tres países signarán el cambio en el próximo período. A la zaga viene Argentina, donde fuerzas agazapadas se disputan la 450


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definición a izquierda o derecha de la estrategia nacional. Algo semejante ocurre con México, más atenazado aún que el país austral por el riesgo de disgregación. En otro plano, distante y más estable, en vano a la busca de un lugar entre las grandes potencias capitalistas, está Brasil. Paraguay y Uruguay, condicionados por sus dos grandes vecinos, oscilan entre el Alba y la quimera capitalista

Capitalismo en cesación de pagos Inestable expresión de este replanteo es la Celac. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños traduce en términos geopolíticos la impotencia imperialista. Esa relación de fuerzas tomara forma en Caracas en fecha a determinar (inicialmente fijada el 9 de diciembre, coincide con la asunción al día siguiente del próximo gobierno argentino). En la segunda década del siglo XXI ya son escombros irreconocibles los planes de ocupación del mercado latinoamericano avanzados por la Cumbre Iberoamericana y la Cumbre de las Américas, en función de las estrategias de la Unión Europea y Estados Unidos, respectivamente. Esas estrategias, implementadas como parte de la lucha interimperialista en el último tramo de los 1990, fueron neutralizadas por el accionar de un bloque latinoamericano encabezado por Venezuela, quedaron fuera de combate entre 2005 y 2008. En ese punto irrumpió la crisis estructural del capitalismo y tres años después, los gemidos de Barack Obama, las peleas a cuchillo entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, la amenaza cotidiana de que Estados Unidos caiga en cesación de pagos (eso significa default) y la UE vea la desaparición del euro y el estallido de su bloque, sencillamente inhabilitan a los dos mayores centros imperialistas para disputarse entre ellos y con las burguesías locales el control y usufructo del capitalismo hemisférico o, dicho de otro modo, el saqueo de la plusvalía regional. El espectáculo de Demócratas y Republicanos estadounidenses peleando por la extensión o no del endeudamiento, los pasos de ebrios de los presidentes europeos frente al colapso griego, indican la fractura de las burguesías imperialistas. No pueden ya imponer una línea de acción única y coherente en sus ámbitos directos, mucho menos pueden hacerlo en otras regiones, donde las clases dominantes tambalean y temen la amenaza de la revolución. No se trata del desfasaje de las cuentas fiscales en Washington o los cimbronazos del colapso financiero en Grecia. Esos son apenas síntomas. La causa reside en otro lado: el sistema capitalista está en quiebra. El desconcierto divide a la burguesía imperialista y acentúa esa división 451


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entre sus socios menores en América Latina. Las clases dominantes de la región miran espantadas los hipotéticos efectos de medidas de saneamiento como las que el capital adopta ahora en Estados Unidos y la UE. Alguien lo decía con palabras elocuentes un siglo atrás: «los de arriba ya no pueden». Por esa brecha avanza el replanteo estratégico. No hace falta abundar sobre la fragilidad de posturas nacidas del desconcierto y el temor. Tampoco acerca del momento táctico que ese conjunto revuelto ofrece a un bloque constituido en torno de una estrategia antimperialista y anticapitalista. En efecto, la impotencia de las metrópolis y la crisis del sistema alumbran la Celac, en tanto la larga y multifacética historia de lucha de los pueblos latinoamericanos y caribeños ha plasmado en el Alba. Ese diferencial ubica a la región como potencial nueva vanguardia, en un momento de crisis global sin precedentes.

Más grave que en 2008 Publicado en la edición N°77; septiembre de 2011

Otra vez los tres centros de la economía mundial ingresan a paso de paquidermo en la ciénaga de la recesión. Como en 2008, todo lo que pueden proponerse quienes manejan las palancas del poder planetario es impedir que esa marcha inexorable dé un paso más y se transforme en depresión. El alerta máximo deriva de un hecho a la vista: el remedio utilizado dos años atrás se revela inocuo tras haber agravado la enfermedad. La alegada recuperación de 2009/2010 no fue tal: ahora se reconoce que la economía estadounidense es más chica que en 2007. Y reemprende la caída. Otro fraude comunicacional de alcance mundial que se derrumba. He allí la causa de la fiebre bursátil: ya no se puede ocultar el horizonte recesivo ni dar garantías ante el riesgo de depresión. Basta ver la secuencia que desemboca en el desbarajuste actual: el keynesianismo fue el antídoto fuerte contra los estragos del liberalismo y el riesgo de revolución mundial tras la primera, y sobre todo la segunda, guerras mundiales. La celebrada fórmula del lord inglés empeñado en salvar al imperialismo soportó cinco décadas. A los obvios argumentos de sus críticos anunciando las consecuencias Keynes respondía con flema inglesa: «en el largo plazo estaremos todos muertos». El largo plazo 452


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llegó. Keynes, efectivamente, ya había fallecido. No pudo defenderse de las descalificaciones esgrimidas por nuevas escuelas, que afrontaron la situación de extremo riesgo con una contrafórmula denominada «neoliberalismo». Este remedio salvador tuvo un efecto igualmente destructivo de las bases del sistema, pero duró mucho menos: en algo menos de dos décadas produjo una hecatombe social y económica. In extremis, renombrados economistas laureados con sendos Nobel, dieron paso al «neokeynesianismo». Para su desazón, esta vez, en apenas dos años, la fórmula produjo resultados demoledores y fuera de control, ante los cuales la teoría económica capitalista está perpleja. Como boxeador en estado de knockout técnico, premios Nobel de economía y figuras mayores de la política mundial discuten en tono escasamente académico. Unos proponen apelar a una suerte de «neoneoliberalismo», a fin de contrarrestar la devastación macroeconómica provocada por la emisión de cantidades siderales de dinero sin respaldo para reactivar los mercados. Otros sugieren ensayar un «neoneokeynesianismo» y ofrendar más montañas de papel pintado al Moloch del capital. Mientras tanto, a falta de respuesta teórica, se apela a una práctica híbrida: brutales ajustes de las economías centrales en detrimento de los ingresos de las masas (es decir, reducción drástica de la demanda agregada, inducción a la recesión, según indica la teoría económica liberal), combinados con salvatajes minuto a minuto de gobiernos y grandes Bancos (o sea, ingreso a saco del Estado en el mercado para salvar el sistema, en socorrida apelación al keynesianismo). No será merecedor de un Nobel quien prediga que esta combinación, si acaso logra postergar una vez más la dinámica hacia la depresión mundial provocará, a término, un terremoto social planetario y mayores y más descontrolados desequilibrios de la macroeconomía capitalista. Pero acertará.

Suramérica en posición de autodefensa Unasur reaccionó rápido cuando algunos de los gobiernos que la integran comprendieron la amenaza planteada por la súbita reaparición de la crisis en los centros del capitalismo mundial. Es por demás elocuente que el promotor de las reuniones realizadas en el último mes fuera el mandatario colombiano Juan Manuel Santos, en ocasión de un encuentro protocolar de presidentes en Lima, durante la asunción de Ollanta Humala. Bien mirado, ese detalle está cargado de significaciones. En primer lugar, ratifica un hecho simple pero, curiosamente, tan olvidado en la 453


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información como desconocido en el análisis: la crisis del capitalismo, por lo mismo que entraña una agudización de la competencia por los mercados, conlleva la exacerbación de las luchas interburguesas. Éstas se presentan en tres planos combinados: pugna entre los centros imperiales, enfrentamiento entre las metrópolis y las economías subordinadas, choques de estas últimas entre sí. No es preciso decir que ese conjunto revuelto está siempre en combate con los trabajadores: únicos productores de la riqueza que se disputan en las alturas de la sociedad. Mueve a confusión el hecho de que a menudo las fracciones más débiles del capital busquen treguas o alianzas con aquellos, a fin de alcanzar la fuerza que no tienen frente a los nodos principales del sistema mundial. Así se explica la premura de Santos. Como asociado íntimo de Estados Unidos, Colombia es extremadamente vulnerable a la onda expansiva de la crisis en aquel país. La necesidad se convierte en virtud y pone a Bogotá a la vanguardia del hemisferio tras el propósito de, por fin, poner en marcha medidas de integración y autodefensa suramericana propuestas por el presidente Hugo Chávez desde hace años y constantemente eludidas y postergadas, cumbre tras cumbre, en monótonas y por lo general improductivas reuniones presidenciales, que sólo disimulan la hasta ahora indoblegable reticencia a la convergencia y unión por parte de un número de gobiernos en la región. Así se explica, también, la rápida respuesta positiva de los gobiernos del área en esta oportunidad: aun con desigualdades notables, en los mandatarios suramericanos se abre paso una idea que pese a su obviedad ha demorado en hacerse conciencia: los estridentes signos de crisis en Europa, Estados Unidos y Japón, se descargarán como un maremoto sobre el conjunto de la economía mundial. Con esto detrás, se reunieron en Buenos Aires el 12 de agosto los ministros de Economía y presidentes de Bancos Centrales de los 12 países de Unasur.

«Crisis y oportunidad» No existe un contrapeso mayor a la inteligencia que la mezquindad. Pero ésta es componente inseparable, obligado, de un empresario o político capitalista, dado que apropiarse de lo que corresponde a otros y disputar por los medios que sean los excedentes de cualquier proceso económico está en la naturaleza misma del sistema. Ya la sabiduría popular advierte que «la avaricia rompe el saco». Falta agregar que ciega como arena en los ojos, distorsiona los reflejos como el alcohol en la 454


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sangre, paraliza o lanza a la acción desesperada como el pánico. Tal vez por eso pudo penetrar en ciertas esferas una noción carente de fundamento científico o, tanto menos, valoración humana de la crisis. Descontrolados por el terror de noticias tales como la amenaza de quiebra de Estados Unidos, ebrios por la suba en flecha del oro y las tierras, encandilados por los cotidianos anuncios de quiebras de grandes Bancos y, peor aún, de países –Grecia, España, Irlanda, Portugal, Italia, Gran Bretaña, riesgo de desaparición del euro y la Unión Europea, algunos publicistas del capital han llegado a la original conclusión de que la crisis entraña oportunidades y que los países productores de materias primas pueden salir altamente beneficiados del colapso mundial. Esa interpretación va acompañada de otro descubrimiento reciente: el eje del poder mundial se desplaza de los actuales centros imperialistas a los «países emergentes».

Fetichismo de las palabras Los mismos analistas y periodistas que miraban con desprecio a quienes desde hace años explicaron la inexorable decadencia de Estados Unidos, anuncian ahora con la misma falta de rigor que el eje del poder mundial se desplaza a los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Y para contrarrestar el impacto sobre la opinión mundial del derrumbe del capitalismo central, sostienen alegremente que el sistema sólo está cambiando de punto de apoyo en el planeta. Así las cosas, habría que celebrar la reprimarización de grandes economías de la región y garantizar la venta de grandes volúmenes a los nuevos ricos. Esta interpretación no podría ser más irresponsable. El imperio más poderoso de la historia está en su agonía, sin duda. Pero el imperialismo es «la fase superior del capitalismo». Es el modo de producción el que lleva al desastre y no el malfuncionamiento en su expresión más desarrollada y principal. Después de años de cháchara sobre la «globalización», ahora se desconoce lo obvio: el mecanismo del capital es mundial, internacionalizado como nunca antes en todos los aspectos. La caída de Estados Unidos y la volatilización de su moneda, la desagregación de la Unión Europea y el fin del euro, romperán el equilibrio planetario y obligarán a medidas extremas en todos los órdenes. Sólo un dato: China tiene las reservas más voluminosas del mundo: 3,2 billones (millones de millones) de dólares. El 60% de esa masa está en dólares, de los cuales, 1,1 billones en bonos del Tesoro estadounidense. Sin observar ni por un momento los problemas de la economía china

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en sí misma, es fácil deducir el impacto sobre el país más poblado del mundo de la caída del dólar verificada día a día o, por el contrario, medir los efectos de una eventual decisión de Beijing de poner a resguardo esa parte mayoritaria de sus reservas. El sistema financiero y el aparato industrial mundiales, integrados e interdependientes a escala global como nunca antes, no pueden sostenerse sobre las actuales bases al margen de lo que ocurra con el dólar, el euro y el yen. Pero hay algo más, y más importante: «emergente» es un término inventado a comienzos de los 1990 por el promotor de un fondo de inversión a ser colocado en el Tercer Mundo, quien con fino olfato entendió que, tras la caída de la Urss, no era inteligente usar esa terminología para atraer inversores. Así, el Tercer Mundo (o, para decirlo apropiadamente, países semicoloniales, subdesarrollados, de economía dependiente), pasó a ser el mundo «emergente». Para poner sólo un ejemplo: Argentina era así denominada cuando su economía, su industria y su población se sumergían en un océano de saqueo y destrucción de riqueza, de pobreza y marginalidad, de destrucción y distorsión de su aparato productivo. El fetichismo de la palabra «emergente» encubrió la naturaleza del fenómeno y hoy llega al punto de presentarlo como vía de salvación para el capitalismo. A no dudarlo: China, India y Brasil –tres economías del Tercer Mundo, dígase sin rodeos– serán violentamente afectadas por la crisis en curso. No hace falta decir qué ocurrirá con las restantes economías de menor envergadura.

La guerra y la paz Pero ése es sólo un aspecto. Imposible separar el recrudecimiento de la crisis global capitalista, la ofensiva bélica de la Otan contra Libia (y proyección a Siria e Irán) y la agresividad creciente de la diplomacia y los servicios secretos estadounidenses en América Latina. Nunca como en estos tiempos habrá quedado más en evidencia la correspondencia directa entre capitalismo y violencia, entre crisis sistémica, necesidad de potenciar la industria bélica y apelación a la destrucción como mecanismo de saneamiento económico. Estados Unidos no sólo tiene, todavía, el PBI más grande del mundo: es, a mucha distancia, el mayor aparato de dominación y destrucción jamás conocido en la historia. Incluso el peso económico de su dispositivo militar tiene enorme peso político. Véase si no la conducta servil de la Unión Europea en la agresión a Libia. O, en otro escenario: ¿cómo desconocer que en Colombia, donde el Gobierno trata 456


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ahora de protegerse de su sujeción económica a Estados Unidos, hay siete bases militares de su socio del Norte? El desplazamiento del unicato estadounidense hacia una multipolaridad es una evidencia que no requiere argumentos. Pero la idea de que la crisis estructural del capitalismo y los devastadores efectos sociales en todo el mundo (sea que se hable de Inglaterra, España o Etiopía), se resuelven con una graciosa mudanza del poder de Washington a Beijing, carece de fundamento. Del mismo modo, el desmoronamiento financiero no se soluciona con reformas a las instituciones de Bretton Woods. Innecesario aquí insistir con índices económicos o bursátiles, cifras de desempleo, millones de hambrientos... El intento de ocupación de Libia, las imágenes dantescas de incendios en Londres y Santiago de Chile en medio de grandes sublevaciones de masas, la preparación fáctica y propagandística de un ataque exterior contra Siria, las provocaciones contra el gobierno de Venezuela también apuntadas a una agresión externa, todo en el marco de una nueva recesión y el riesgo cada vez más cercano de depresión, no dejan lugar a dudas. La antigua disputa entre reforma o revolución tiene hoy una única alternativa.

IVº Congreso Extraordinario del PT Brasil

Un gigante en la tormenta Publicado en la edición N° 78; octubre de 2011

Mudanzas: a contramano de anuncios y pronósticos de la economía mundial, el Congreso del Partido dos Trabalhadores delineó un objetivo de gran potencia. El camino es asociarse con los Brics (Brasil, Rusia, China, India, Suráfrica), el bloque en gestación, señalado como punto de reequilibrio del capitalismo. A la vez, el PT y su gobierno persisten en acabar con el hambre y la marginalidad de millones de habitantes. La presidente Rousseff muestra logros concretos: haber sacado de la pobreza a 40 millones de seres humanos. Y reconoce lo mucho que falta. La incógnita es si la economía mundial permitirá sostener lo logrado y continuar avanzando. Y si el horizonte de los Brics es aceptable para quienes llevaron al PT al poder. En medio de rayos y centellas que estremecen al capitalismo mundial, el gobierno brasileño luce más que optimista. No es que no 457


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tome medidas preventivas. Pero parece convencido de que el poderío de la economía local saldrá indemne de la tormenta. Más aún: anuncia un futuro al alcance de la mano en el cual la rémora de una desigualdad abrumadora será vencida por el crecimiento sostenido, la redistribución de la riqueza y la abolición de la marginalidad a la que ha sido arrojada una proporción inabarcable de sus 194 millones de habitantes. «Brasil se encamina a ser la cuarta economía en el mundo y tal vez la tercera», explicó Lula en su breve y coloquial discurso en la apertura del IVº Congreso del Partido dos Trabalhadores (PT), realizado en Brasilia entre el 1° y el 4 de septiembre. Fue mucho más que una afirmación optimista: ratificó el eje estratégico que guió sus ocho años de gobierno y se prolonga sin desvío en la administración de Dilma Rousseff, quien aplaudió sonriente antes de tomar el micrófono para clausurar el acto inaugural. De esta manera Luiz Inácio da Silva puso la nota dominante que, consciente o inconscientemente en la conducta de los 1.230 delegados presentes, presidiría el Congreso del partido gobernante: Brasil potencia. Puede parecer extraño que a ocho meses del tercer gobierno y la segunda presidencia petista, en medio de una situación mundial tremulante, a meses de elecciones en las alcaldías de todo el país, el PT centre sus esfuerzos en una mudanza de su régimen interno. No lo es. Aunque haya quedado en el olvido, en 2005 el PT y su gobierno sufrieron una crisis que diezmó sus filas, ahondó la distancia entre sus corrientes internas (pluralidad palpitante que hizo poderoso y estratégicamente fértil a este partido) y puso a Lula al borde del abismo. Seis años después, tras la nueva victoria en las presidenciales, la consagración de Rousseff, en alianza con el otrora principal enemigo, el Partido do Movimento Democrático Brasileiro (Pmdb), la consolidación partidaria y electoral, requiere un manejo diferente de las nueve tendencias internas. Extraño pero coherente. El año próximo hay elecciones municipales, de enorme importancia para afianzar el poder del PT y sostener su hegemonía ante un desafiante Pmdb, lo cual a su vez fortalecerá o no las perspectivas de reelección de Dilma Rousseff dos años más tarde. Como mero ejemplo de lo que se reproduce multiplicado en todo el país, en San Pablo tres precandidaturas petistas amenazan la unidad partidaria y ponen en riesgo siquiera la posibilidad de ganar esa capital clave, hoy gobernada por el Partido da Social Democracia Brasileira (Psdb). Lula se ha empeñado personalmente en revertir esa situación. Pero no puede resolver cada caso a lo largo de la geografía brasileña. Recentralizar el PT es una exigencia insoslayable para la Dirección Nacional, tanto como aumentar su masa de 458


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afiliados y reorganizar sus finanzas mediante la cotización militante. No menos curioso es que pese a la existencia de nueve tendencias (la última creada recientemente, a partir de una escisión de Articulação de Esquerda, a su vez escisión de la originaria Articulação, encabezada entonces por Lula), no hubo documentos contrapuestos como tradicionalmente ocurrió en el PT. La paradoja es entonces que, a la vez que se produce una pugna interna expresada en crudas disputas por candidaturas, las tendencias que en conjunto representan más de un 90% de los afiliados se pusieran de acuerdo para presentar un único proyecto de Resolución Política. El actual presidente del Partido, Rui Falcão, tuvo además la flexibilidad suficiente para reducir a pequeñas enmiendas los conflictos alrededor del nuevo Estatuto. Sería erróneo concluir de aquí que el PT ha clausurado su tradicional régimen democrático interno. No; es que las diferencias se han limado entre las principales tendencias históricas. La idea de «Brasil potencia» obró el milagro. Quienes no comulgan con los cambios estratégicos implícitos en esa nueva concepción son una minoría ínfima. El Congreso puede dar cuenta de ellas con el simple recurso democrático de poner a votación cualquier diferencia mayor. Esta nueva realidad partidaria se respiraba en el IVº Congreso Extraordinario.

Aurea mediocritas Lula y Dilma tienen en qué apoyarse. En un cuarto de siglo de institucionalidad sin sobresaltos, tras dos períodos de Lula en el Planalto y ocho meses con Dilma Rousseff, la marcha de la economía reafirmó la paradojal dinámica de crecimiento en cuya lógica los extremos de riqueza y miseria crecieron más allá de toda medida. Hace ya mucho tiempo estas tierras fueron bautizadas por la intelectualidad progresista como Belindia: Bélgica por sus cuantiosas fortunas y el adelanto del primer mundo, India por el atraso y la espantosa marginalidad. Ese contraste intolerable está afirmado por la simple percepción de la vista y el sentido común. Pero el sentido común no alcanza –tanto menos la mirada individual– para comprender una realidad compleja. Y si hay complejidades en cualquier fenómeno económico-social, Brasil es un ejemplo superlativo. El hecho es que las estadísticas, oficiales u opositoras, dicen algo diferente. Aun con la relatividad propia de cualquier estadística abocada a medir la realidad humana, Brasil muestra cambios impactantes. Si bien el crecimiento medio de la última década fue menor al de algunos de sus afortunados vecinos al Sur y al Oeste, la Presidente pudo inaugurar el 459


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Congreso con una afirmación imposible para cualquiera de sus pares del Cono Sur: durante el gobierno del PT «40 millones de personas salieron de la pobreza». Ella agregó que esa masa humana (equivalente a la totalidad de la población argentina, para poner una magnitud comparativa), «pasó a la clase media». Esto último, un alegado «milagro brasileño» del siglo XXI, es discutible. Por mucho que el concepto «clase media» se preste a plasticidades excesivas, y sin menguar el valor humano y social del resultado, no parece adecuado caracterizar de esa manera el salto de quienes salieron del abismo. Con todo, apelando al lenguaje de consultoras y centros de estudio que trueca clases por niveles A-B-C-D y E, la estadística ratifica la significación política del fenómeno. Citada por el semanario Carta Capital, que casualmente publicó una nota sobre los nuevos ricos brasileños en la semana del Congreso del PT, la Fundación Getulio Vargas (FGV) indica que el nivel C creció un 46,6% entre 2003 y 2011, es decir, el período Lula. También afirma la FGV que «39,6 millones de brasileños dejaron la pobreza», para afirmar enseguida que los niveles A y B (las burguesías grande y mediana alta), crecieron en un 54,7%: «son más de nueve millones 200 mil brasileños que se enriquecieron en el período». He allí el «dorado justo medio»: felices arriba y abajo en la pirámide social, no obstante, el 10% más pobre contribuye con el 33% de sus ingresos a las arcas fiscales, mientras que el 10% más rico cede sólo el 22,7% de lo anualmente embolsado. El Banco Mundial muestra la misma realidad de otra manera: el 55% de la carga tributaria grava el consumo, el 31,5% la renta y el 13,5% el patrimonio. Como quiera que sea, el hecho es que «Entre 2000 y 2010 la renta per capita de la mitad más pobre de la población aumentó un 68%». Es obvio que ese aumento no es homogéneo. Y cabe recordar que el período incluye los últimos tres años del anterior presidente Fernando Enrique Cardoso. No obstante, nada podría reducir el impacto de esta magnitud. ¿Habrá de concluirse entonces que, en efecto, la concepción de aurea mediocritas, la lógica Brics, la estrategia «Brasil potencia», han asestado una derrota letal al materialismo dialéctico y se imponen sin remedio al Manifiesto, el programa y el plan de acción que dio nacimiento al PT? En su discurso de clausura de la primera convención partidaria Lula preguntaba retóricamente «¿No sería el PT apenas un partido socialdemócrata, interesado en buscar paliativos para las desigualdades del capitalismo?», para enseguida responder: «Nosotros, 460


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del PT, sabemos que el mundo camina al socialismo (...) sentimos en carne propia y queremos con todas las fuerzas una sociedad que, como dice nuestro programa, tendrá que ser una sociedad sin explotados ni explotadores. ¿Qué sociedad es ésta sino una sociedad socialista?». No sólo en las filas del PT creen que ése es un lenguaje superado. Algunas delegaciones asistentes al Congreso parecían caer en estado de éxtasis al oír la implícita afirmación de que es innecesario pensar en una revolución, que es posible aplicar una estrategia de sostenido desarrollo e igualación social con apoyo en los Brics y ayuda del capital bueno. Es el gran debate que afronta ahora América Latina y buena parte del planeta. Puede presumirse que la respuesta llegará antes de los hechos que de la teoría. El viernes 1° de septiembre, mientras sesionaba el Congreso, las Bolsas dieron en todo el mundo el reiterado aviso de que algo anda muy mal en los cimientos del edificio capitalista. Otro aviso, aunque de menor inmediatez, merecía atención en ese mismo momento: una multitud estudiantil manifestaba en Brasilia sus reclamos y se solidarizaba con el fantasma redivivo: el estudiantado chileno, mientras el movimiento campesino marchaba para recordar que está pendiente la reforma agraria y la Central Única de Trabajadores (CUT), a través de sus delegados al Congreso exigía la baja de las tasas de interés y una profunda reforma tributaria.

Molde nuevo Ínterin, en el PT soplan nuevos vientos. Ideas, programa y líneas de acción política, incluso la tipología del militante petista, deben adecuarse a la noción de «Brasil potencia», complementada con otro concepto fundamental, descripto en la resolución política: «la actualidad mundial está marcada por tensiones y disputas entre dos grandes y diferentes líneas de orientación política, económica y social –aunque en los marcos del capitalismo– un proceso en cuyas derivaciones deberemos incidir». Esas dos orientaciones en el terreno internacional las define de la siguiente manera el texto aprobado: «de un lado … políticas neoliberales que dejaron al capital financiero y a las grandes corporaciones privadas mundiales el control de los movimientos económicos», en tanto «otra parte del mundo, en la cual se incluye Brasil, rechazó el neoliberalismo como alternativa para sus pueblos y naciones». Agrega este texto que: «Con victorias históricas contra la derecha, la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos –sobre todo en América del Sur– han adoptado una línea progresista, apuntando a promover el crecimiento económico, generación de empleos, distribución de la renta, justicia social y democracia». 461


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Tras explicar que «los países del Sur del mundo pasaron a crecer más y sus economías fueron haciéndose más fuertes que las de varios países ricos del Norte», la resolución del PT subraya que «los llamados ‘países emergentes’ se convirtieron en motores dinámicos y promisorios de la economía mundial. Su fortalecimiento hizo también que la antigua distribución del poder en los organismos internacionales comience a ser superada. Se plantea ahora una lucha de poder en las instituciones internacionales entre representantes de estas dos líneas de orientación; en esto se inscribe la sustitución del G-8 por el G-20, la articulación de los Brics, la pretensión de Brasil e India de tener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y varias otras iniciativas, como la victoria reciente de Brasil para ocupar la dirección de la FAO». El documento aprobado señala con claridad la línea de marcha: «Incluso con la inevitable competencia entre sí de los Estados nacionales, y con las diferencias resultantes de la historia y de la vida interna de cada país, esta nueva alternativa va delineándose en el mundo. Aunque los países ricos del Norte continúen ricos y poderosos, y todavía mantengan la supremacía militar, hay otros nuevos países ricos y poderosos en la escena mundial presentando alternativas diferentes a los pueblos». En ese universo de alternativas diferentes se propone incidir el programa de acción del PT. Puertas adentro, esa estrategia tiene sus bemoles. Por las características señaladas, el Congreso no discutió temas de fondo. Pero hubo dos cuestiones que no pudieron ser eludidas: la privatización de aeropuertos y la presencia en Haití de tropas internacionales comandadas por Brasil. Aquí también se comprobaría la adecuación del PT a los nuevos tiempos. Resuelta de antemano por acuerdo la Resolución Política, votada y aprobada en general por el Congreso, esos puntos quedaron como enmiendas. El trámite democrático fue formalmente impecable: la presidencia leyó en cada caso las enmiendas y luego hubo cinco minutos para argumentar a favor y otros cinco para la defensa del texto original. No se puede negar la eficiencia: en 20 minutos se debatió privatizaciones y Haití. Causó sorpresa –y cierto malestar– el hecho de que en ambos casos el texto oficial fuera defendido por un antiguo dirigente petista, izquierdista en sus orígenes y relegado en los últimos años, quien utilizó un tono dramático para defender en altísimo tono de voz la privatización de aeropuertos (en 2014 se realiza en Brasil el campeonato mundial de fútbol y en 2016 las Olimpíadas) y la permanencia en la mediaisla 462


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caribeña, donde, según su opinión, las tropas estarían cumpliendo «una misión civilizatoria». Por azar, ese mismo día estaba perpetrándose un acto incalificable contra un joven haitiano, sometido por militares uruguayos con raro concepto de civilización. Pero eso se ignoraba en Brasilia, donde sesionaba el Congreso. En ambas votaciones ganó la posición oficial por mayoría abrumadora, superior al 80%. No obstante, el Congreso culminaría con dos decisiones caras a la tradición petista: el cupo femenino en los organismos de dirección fue elevado del 30 al 50%; y se respaldó el proyecto de reforma política que la bancada del PT defiende en el Parlamento.

Brics o no Brics Por necesidad fonética, éste es el primero de los países de la fórmula mágica por estos días: Brics (Brasil, Rusia, China, India, Suráfrica). En cuanto a relevancia económica, ocupa el tercer lugar, con apenas una cuarta parte del volumen de China y muy cerca de Rusia. En 2010, en millones de dólares, el PBI de cada uno de los Brics indicaba la siguiente proporción: China: 4.667.000, Rusia: 1.371.000, Brasil: 1.346.000, India: 1.256.000, Suráfrica: 527.500. La promoción de este potencial bloque internacional, así como el ingreso al G-20, determinaron la política internacional de los sucesivos gobiernos petistas. La otra palanca de esa estrategia es Unasur, conjunto al cual, en caso de consolidarse los Brics como protagonista internacional, Brasil objetivamente representaría (el PBI brasileño más que cuadruplica el de Argentina, la segunda mayor economía suramericana). No está claro en cambio cuánto énfasis pondrá Itamaraty en la consolidación de la Celac, que incorporará a México, cuyo PBI equivale a dos terceras partes del de Brasil. En esta compleja e inacabada arquitectura intenta apoyarse la estrategia «Brasil potencia» o, como lo apunta Lula, ser «la cuarta o tal vez la tercera» economía en el mundo capitalista. Implícita queda la convicción de que la crisis económica en los centros imperialistas no quebrará la dinámica de crecimiento de los Brics y de Brasil en particular. Más aún: esta visión estratégica parte de la certeza de que la crisis beneficiará a estos países. Es una hipótesis sin sustento teórico. Al contrario: incluso razonamientos elementales advierten la afectación que ya siente China y sufren Rusia e India. Pero ése es otro debate. De hecho, se trata de la cuestión de mayor importancia que deberán indagar dirigencias políticas, teóricos y analistas: ¿serán los Brics –o al menos podrían teóricamente ser– 463


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el gran protagonista mundial destinado a salvar al capitalismo mundial de un colapso generalizado, reequilibrar el sistema sobre un nuevo eje y afirmar un nuevo polo de poder y riquezas mientras Estados Unidos, la Unión Europea y Japón se hunden en la decadencia? Inútil subrayar la trascendencia de la respuesta. En la región, más de un sector burgués –y más de un gobierno– aboga por montarse sin demora al tren brasileño para ser partícipes, siquiera subordinados, en el reparto de las mieles prometidas por esta interpretación del futuro regional y mundial. Si la burguesía industrial y agroganadera brasileña tiene una medición diferente de la situación, no lo hace público. El establishment no se planta contra el PT. Desde los flancos, lo reconoce y valora sin dejar de lado los esfuerzos por cercarlo, eventualmente arrancarle parcelas de poder y, en todo caso, amarrarlo en una sofisticada urdimbre institucional. El gran capital aplica una línea de acción para ganar-ganar: si el milagro de crecimiento económico sostenido y desarrollo en la justicia social se verificara, la burguesía continuaría beneficiada por la proporción de absorción de riquezas arriba señalada y favorecida por la paz social y el equilibrio político (por el momento, en el club de los milmillonarios reportado por la revista Forbes, Brasil cuenta con 30 afortunados, contra 55 en India, 101 en Rusia y 115 en China). Si, por el contrario, los Brics sufriesen el impacto del colapso en las metrópolis y vieran transformarse los sueños en pesadilla de caída económica y conmoción política, el precio lo pagaría en primer lugar el PT y su gobierno, que al menos con la Resolución votada en este Congreso queda por completo desarmado para afrontar semejante eventualidad.

Cielo celeste... Entre los factores que alimentan el optimismo oficial sobresale uno: el descubrimiento de inmensas reservas petroleras a 300 kilómetros de la Costa Sur y Sureste. Petrobras (40% propiedad del Estado) proyecta una inversión de 225 mil millones de dólares hasta 2015. Si bien el titular de la compañía, José Gabrielli se muestra animado por el efecto multiplicador de este descubrimiento sobre la industria, la ciencia y la tecnología, no deja de señalar dificultades: extraer petróleo de las profundidades en que se lo halló (de 5 a 7 mil metros después de tocar el fondo del mar a 2000 metros), es «como producir en la Luna», explicó en entrevista al semanario Carta Capital. Hoy se extraen allí unos 100 mil barriles diarios, un 2% del total. El propósito es llegar al 18% en 2015 y al 40% en 2020. Los altísimos costos que implica «producir en la Luna» podrían, en dependencia del giro mundial, presentar problemas 464


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no sólo para obtener la financiación necesaria, sino para sostener la rentabilidad empresaria. Gabrielli adelanta que Petrobras va a desinvertir, vendiendo activos y reestructurando activos financieros, además de tomar deuda por más de 13 mil millones de dólares. Por el momento prevalece la confianza. «Estamos serenos, pero muy atentos al cuadro internacional», declaró la ministra de Planeamiento, Miriam Belchior. La serenidad es una virtud mayor, sobre todo cuando cada jornada se observan los movimientos bursátiles y los índices macroeconómicos en las metrópolis. Y no sólo en esas lejanías: el PBI braileño pasó de un crecimiento del 7,5% en 2010 a un 3,1% en el segundo trimestre de este año. Aun con un flujo sostenido de capitales del exterior, el déficit en cuenta corriente sube este año al 2,5% del PBI. Más elocuente, sin embargo, es que ese flujo se explica por las altísimas tasas de interés, ésas que la CUT exige disminuir y que Rousseff bajó a fin de agosto en medio punto: de 12,5 a 12%. Una gota de combustible para el motor desacelerado. Pero el fenómeno tiene otro costado. Brasil está calificado con «grado de inversión». Con esa calificación los países centrales pagan tasas cercanas a 0%. Se explica entonces el alud de divisas que llegan para especular en moneda local, fenómeno que hizo crecer las reservas en 64 mil millones de dólares en los primeros 8 meses del año, contra 41 mil millones en todo 2010. La deuda continúa siendo, como siempre fue, una sangría dolorosa. Y resistente: esa ínfima baja del 0,5% supo a nada a la dirigencia sindical. No obstante, produjo una devaluación del Real de alrededor del 20% en las cuatro semanas siguientes, provocando alarma en Argentina, en constante pugna comercial con su vecino. Tales indicadores no se traducen por el momento de manera sensible en la vida social. Brasil continúa exhibiendo riqueza y pobreza extremas, pero la rueda sigue girando con luz enceguecedora. Todo es desmesurado aquí. Por contraste, el carácter de la mayoría de sus habitantes, al menos en la afabilidad del habla y la prudencia en la palabra, denota un universo asible, amable, a la medida humana. Así, también, es este Congreso: calmo, equilibrado, pese al tifón que viene de la economía y la política mundiales y penetra en Brasil como sibilante viento helado. En una paradoja tan estridente como sus dimensiones, el gigante se lanza a conquistar un lugar privilegiado en el mundo a la vez que se cierra sobre sí mismo, en sorprendente giro, para ocultarse la crisis que estremece al planeta. Desde Brasilia

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Iniciativa Publicado en la edición N°79; noviembre de 2011

«Gaddafi pagará las consecuencias de violar los derechos fundamentales del pueblo», declaró Barack Obama el 23 de febrero último, ocho meses antes de que un esbirro completara la faena inconclusa de un caza francés y un avión estadounidense sin tripulación cuando bombardearon la caravana en la que el líder libio se replegaba de Sirte. Irán «pagará el precio», volvió a amenazar Obama el 9 de octubre, tras exponer en conferencia de prensa una fantasiosa operación destinada a asesinar al embajador saudita en Washington. «No habríamos presentado el caso a menos que supiéramos exactamente cómo probar las afirmaciones contenidas», agregó el Premio Nobel de la Paz. Tres semanas después no hay pruebas y, por el contrario, el caso cayó por el propio peso de la absurda fabricación. «El precio», en cambio, aumentó: horas después el Departamento de Estado volvió a la carga con sus acusaciones a Teherán, por estar supuestamente trabajando en la construcción de una bomba atómica. Simultáneamente fuentes responsables indicaban que en Israel altos jefes militares y ministros de Benjamin Netanyahu se reunían para discutir un eventual bombardeo a instalaciones nucleares iraníes. El diario israelí Haaretz publicó una nota firmada por Amos Harel, quien informa que el secretario de Defensa de Obama, Leon Panetta, viajó a Tel Aviv para llevar un mensaje: «Estados Unidos apoya a Israel, pero un ataque no coordinado a Irán podría detonar una guerra regional. Estados Unidos defenderá a Israel, pero Israel debe ser responsable. Estamos muy preocupados y trabajaremos juntos para hacer lo que sea necesario a fin de evitar que Irán represente una amenaza para la región». Antes de Panetta, provenientes de Estados Unidos llegaron a Israel 50 bombas estratégicas de última generación, destinadas a destruir refugios subterráneos de hierro y cemento construidos por Teherán a gran profundidad. Netanyahu habría aceptado la presión de Obama, pero con un plazo: comienzos del invierno boreal. Por razones inciertas (aparte la quiebra económica estadounidense y los 12.500 millones de dólares mensuales que cuesta la ocupación), el presidente estadounidense anunció sorpresivamente el 22 de octubre que retiraría antes de fin de año los 39 mil soldados emplazados todavía en Irak. Esto último y el asesinato de Gaddafi, dijo Obama, «son poderosos recordatorios de cómo hemos renovado el liderazgo de Estados Unidos en el mundo». 466


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Premura Por «renovación del liderazgo» debe entenderse desesperado intento por recuperar la iniciativa estratégica, perdida por Estados Unidos en la última década. A sangre y fuego el gobierno estadounidense recorre la fase final de una línea de acción aplicada desde hace cinco años con ese objetivo. Acuciado por la necesidad de mostrarse exitoso, Barack Obama dio por alcanzada la meta, precisamente cuando ésta se desdibuja bajo la presión de la crisis capitalista internacional y el inicio de movilizaciones en los centros imperiales. Si desde una perspectiva militar el punto de partida de ese plan de largo alcance puede señalarse con la invasión a Irak, desde el ángulo político el primer movimiento coincide con el viaje de George W. Bush a Suramérica en 2007 (esta columna caracterizó el periplo en la edición de marzo de 2007). Bajo la férrea mano de Condoleezza Rice el Departamento de Estado dio inicio al contraataque tras la lacerante derrota estadounidense en Mar del Plata dos años antes, cuando se hundió sin remedio la estrategia del Alca (Área de Libre Comercio de las Américas). En ambos casos los resultados no fueron concluyentes y quedaron muy lejos de reubicar a Washington como autoridad planetaria y centro de un reordenamiento mundial. No obstante, sería incorrecto desestimar lo hasta ahora alcanzado por el guerrerismo desenfrenado, así como las victorias parciales en la tarea de mellar la voluntad unitaria de América Latina. Puede percibirse en los últimos tiempos una peligrosa tendencia a dar por resuelto el desafío que un Estados Unidos en convulsiva crisis le plantea a la humanidad, mediante el superficial expediente de suponer que el eje capitalista hoy apoyado en Washington y Bruselas se traslada a otro, presumidamente virtuoso, con asiento en los Brics. Es verdad que Estados Unidos ya no puede vencer. Se aplica en cambio a destruir, degradar, promover guerras fratricidas y cobrar los dividendos. Y continúa siendo la economía de mayor tamaño, imbricada además con el aparato bélico más poderoso, con mucho, de todo el planeta, al cual en última instancia se le somete Europa. Se retira de Irak y de Libia. No sería erróneo entender ese paso atrás como expresión de impotencia. Pero deja tras de sí economías arrasadas, infraestructuras en escombros y, sobre todo, muy en primer lugar, pueblos heridos por profundas fracturas, insanables en el corto plazo. Ésa es y seguirá siendo su estrategia de «renovación de liderazgo». Tendencialmente esa línea ya está desplazándose, como amenazante nube, sobre Siria e Irán. En paralelo, con otros matices, la Casa Blanca 467


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despliega esa misma estrategia hacia América Latina, con centro en los países del Alba y en particular Venezuela. Cuenta con la conducta timorata y maleable de las burguesías de la región. Y con las vacilaciones de gobiernos ambiguos, irresueltos a la hora de buscar fortaleza en el único arsenal posible: la movilización y organización de las grandes mayorías. Aviones de la Otan en Libia, calumnias lanzadas como misiles de acción retardada sobre Caracas, La Paz, La Habana, Quito o Managua. Obama es el circunstancial ejecutor de la estrategia imperial por recuperar la iniciativa. Unasur y próximamente la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), tienen la misión inversa. El Alba, con sus netas definiciones en favor del socialismo del siglo XXI obra como pequeño engranaje de un gran mecanismo apuntado a impedir la consumación del propósito yanqui. El 3 y 4 de noviembre se reúne en Cannes la cumbre del G-20. El 2 y 3 de diciembre, en Caracas quedará fundada la Celac. Al compás de la crisis que ya sacude las columnas del capitalismo estadounidense, se aproxima la hora de las definiciones.

América LLatina atina y las relaciones de fuerza internacionales Publicado en la edición N° 80-81; diciembre 2011 - enero 2012

En medio de la crisis económica más extensa y profunda de la historia capitalista, América Latina se recorta en el panorama mundial como factor singular, signado por tres datos principales: mantiene una dinámica de convergencia regional mientras todas las restantes áreas del planeta sufren violentas fuerzas centrífugas; hasta el momento sufre menos por la recesión en los centros imperiales; en el heterogéneo conjunto convergente existe un núcleo vital que, frente al colapso del capitalismo central, enarbola como perspectiva el socialismo del siglo XXI. Por eso la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) plantea una oportunidad sin precedentes para colocar a la región como punto de partida de una nueva fase en la historia de la humanidad. No hay exageración ni grandilocuencia en esta afirmación. Cuando América XXI esté en sus manos, en Caracas 33 mandatarios 468


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estarán abocados a la tarea de conformar una instancia política común al Sur del Río Bravo. De entre ellos, los 12 componentes de la Unión de Naciones del Sur (Unasur) cuentan para trasladar al nuevo organismo con significativas conquistas alcanzadas hasta ahora. Están resumidas en los diferentes Consejos destinados a resolver con criterio y fuerza común los grandes problemas de la región, entre los que descuella el recientemente creado Consejo de Defensa. Más aún, como engranaje de fuerza en un mecanismo mayor, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (Alba), puede mostrar resultados. La misión Yo sí puedo, contra el analfabetismo; la misión Milagro, para devolver la vista a millones de latinoamericanos, entre otras, han avanzado de manera sorprendente en la resolución de calamidades sociales que durante el siglo XX, con el crecimiento capitalista, en lugar de desaparecer ganaron terreno. El Alba puede esgrimir también instrumentos de operatividad y racionalidad económica como el Banco del Sur; o el Sucre, moneda común del bloque. De cada uno de esos temas hay testimonio en esta edición. También del que abrasa y condiciona a todos ellos: la respuesta de los estrategas y jefes políticos del capital frente a la imparable marcha de la crisis.

Contexto insoslayable Es inevitable que la agenda en la fundación de la Celac esté determinada por la quemante realidad mundial. La recesión en los centros imperiales es un hecho. El deslizamiento hacia la depresión, un temor fundado. El impacto sobre cada economía nacional, una perspectiva inexorable. La ilusión de que el equilibrio mundial capitalista se mantendrá desplazando su eje hacia los Brics probablemente demore en disolverse por completo, pero al momento del cónclave en Caracas ya habrá datos suficientes como para que los cuadros serios asuman la realidad. También gravitará sobre los mandatarios la desembozada decisión bélica de Estados Unidos y la Unión Europea. No hay, no puede haber, una respuesta única en la Celac ante tamaño desafío. Es posible en cambio un mínimo común denominador. Una Celac consolidada supondría la muerte de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es obvio entonces que los esfuerzos desplegados por el Departamento de Estado y el Pentágono para quitarle empuje al nuevo organismo no tendrán límites. Para Washington es vital recuperar la iniciativa política a escala mundial. Sólo en América Latina,

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por las razones señaladas, está en disputa esa primacía. Si en la coyuntura inmediata los aprestos guerreristas están apuntados en primer lugar hacia Siria e Irán, el enemigo estratégico está en esta región y contra él se apuntan los cañones de la diplomacia y la prensa venal, mientras se despliega la IVª Flota y la CIA trabaja más que nunca. La pérdida de control sobre el conjunto geopolítico plasmado en la Celac impide pasos esenciales para procurar la recuperación del ciclo económico capitalista. Pero también, y acaso ante todo, abre el camino a una respuesta revolucionaria para la crisis general. Esta afirmación puede parecer una extrapolación desmesurada. De hecho, que tres miembros de envergadura de la Celac (México, Brasil y Argentina) sean a su vez integrantes del G-20 obra como argumento para desistir. En el mismo sentido pesa la presencia de otros presidentes alineados con la Casa Blanca. Todo cambia sin embargo cuando se pone en la balanza la descontrolada voracidad del imperialismo en caída, la amenaza bélica y, en primer lugar, la demanda creciente de cientos de millones de latinoamericanos, que a sus penurias de hoy sumarán las que descargará sobre ellos el colapso capitalista. La Celac es una clave para resolver positivamente la relación de fuerzas frente al imperialismo. Una palanca más para bregar por la unión de los pueblos latinoamericanos.

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Temor justificado Publicado en la edición N° 82, febrero de 2012

Es comprensible el temor de la Casa Blanca ante la gira latinoamericana del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad, precisamente cuando el Departamento de Estado tiene en agenda ataques militares a gran escala contra Siria e Irán. Nada tiene que ver esa inquietud con el terrorismo o el fundamentalismo religioso. Esos son recursos propagandísticos de mala factura, destinados a anestesiar la opinión pública para justificar la agresión económica y militar en marcha: el portaaviones nuclear estadounidense USS Abraham Lincoln, seguido de una temible flota de navíos de guerra estadounidenses, británicos y franceses, ya instalados en inmediaciones del estrecho de Ormuz, son la amenaza terrorista más grave que jamás ha afrontado el mundo. Aún así, es verdad que la visita de Ahmadinejad a cuatro capitales del Alba durante la segunda semana de enero, presupone un peligro. Recuérdese además que, en octubre de 2010, poco antes de que comenzaran los ataques terroristas comandados por el Mossad y la CIA contra Siria, el presidente Bashar al Assad había declarado la intención de incorporar a su país como «invitado permanente» del Alba. Cada día es más evidente la afirmación de un mapamundi político diferente, un reordenamiento en las relaciones de fuerza internacionales. Rusia y China continúan desplazándose, a paso lento pero sostenido, desde un reticente alineamiento con el statu quo hegemonizado por Estados Unidos, hacia un retorno a francas posiciones dictadas por estrategias propias, ya sin sujeción -y crecientemente contrapuestas- a la voluntad de Washington. Ese dato mayor se prolonga con la tendencia a un relativo ensimismamiento de India, también en detrimento del Departamento de Estado. Y combina con la búsqueda de neutralidad conjunta de Unasur y la flamante Celac. Finalmente, de manera sobresaliente, está a la vista el tendido de una línea de resistencia antiimperialista que atraviesa continentes, orígenes ideológicos y tradiciones políticas, con puntos de apoyo firme en América Latina, Cercano y Medio Oriente. Tal el significado del viaje de Ahmadynejad a Caracas, Managua, La Habana y Quito. Para mayor abundamiento, en cada escala el presidente iraní subrayó su condena al imperialismo y la convicción 473


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de que el capitalismo está en agonía. En efecto, el agravamiento extremo de la crisis sistémica del capitalismo exige cambios acelerados. Rusia y China no pueden permitirse hoy pagar el costo interno directo y geoestratégico de mirar al costado ante un eventual ataque militar a Siria e Irán. India y Brasil y hasta cierto punto México (y con ellos Unasur, la Celac y un conjunto de países del Sureste asiático) aun con necesidades altamente contradictorias para sostener sus proyectos de afirmación capitalista, encuentran en la equidistancia el recurso más asequible. Sólo que equidistancia significa en esta coyuntura, oposición a la dinámica guerrerista de Estados Unidos y la Unión Europea. En otras palabras: además de la recesión y la persistente amenaza de que ésta devenga depresión, además de la creciente rebelión social provocada por la abrupta caída económica, ambos centros imperiales han perdido el mando planetario y se descubren aislados en su poderío económico y militar. Es en ese contexto que aparece con vigor un bloque transcontinental, materialización política de la noción «frente antimperialista».

Trasfondo objetivo y decisión política Hay numerosos antecedentes de resistencia colectiva por parte de países subordinados. Desde el Movimiento de los No Alineados, pasando por innumerables siglas, las víctimas contemporáneas del mecanismo imperial han buscado formas de autodefensa. Pero desde la recomposición de la Opep a inicios del nuevo siglo, sucesivos viajes de Hugo Chávez por Asia y África, con Evo Morales y Rafael Correa ensanchando luego la huella, entrelazados con cinco viajes de Ahmadinejad a América Latina, se ha tejido un entramado consistente, diferente por situación y contenido, al alcanzado por bloques numéricamente más poderosos del pasado. Por detrás gravita también el constante incentivo de las relaciones ruso-latinoamericanas y el inédito acercamiento de China al hemisferio al Sur del Río Bravo. Tres factores marcan la diferencia de este nuevo intento con las limitadas y al cabo fallidas experiencias previas: la inexistencia de la Unión Soviética en su doble papel de poderoso sostén y freno implacable; la existencia del Alba y los gobiernos revolucionarios que la componen y, último pero de primera importancia, la magnitud sin precedentes de la crisis capitalista en curso. Esto último constituye la poderosa fuerza material que determina el movimiento general. Pero el complemento subjetivo está en protagonistas 474


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marcadamente diferentes a los perfilados por el siglo XX. Las definiciones y prácticas antimperialistas de los países del Alba, con eje sobresaliente en la militancia internacional de Venezuela, son una novedad histórica. Como lo es el contenido conceptual profundo desde el cual Ahmadinejad encarna el estado islámico iraní. Mucho será necesario estudiar, conocer y reflexionar para comprender el proceso político desenvuelto en aquel país desde 1979, cuando un formidable movimiento de masas depuso al títere impuesto por Estados Unidos en Teherán. Además de despojarse de la altanera superficialidad eurocentrista, que ve la paja en el ojo ajeno y omite la viga en el propio, habrá que seguir de cerca los resultados objetivos de la estrategia de apertura mundial que Irán está llevando a cabo en todos los terrenos. La riqueza histórica y cultural del pueblo persa, su férrea y muy arraigada voluntad antimperialista colectiva, con una conducción política consecuente, todo combinado con el ímpetu revolucionario en los países del Alba e inmerso en una época de profundas convulsiones, es la argamasa apropiada para producir grandes cambios cualitativos en unos y otros, precisamente en momentos en que la prolongada agonía capitalista pone de manifiesto una irrespirable degradación cultural en Occidente. El derrumbe imperial exige también, y acaso ante todo, una revolución cultural.

Grandes ausentes Plasmado ya este verdadero frente antimperialista transcontinental, no explícito aunque sí en despliegue y franco avance, resalta aún más la omisión de tres protagonistas necesarios: los movimientos obreros y estudiantiles de todo el mundo (particularmente de Europa, donde permanecen anestesiados pese al brutal azote de la crisis), los partidos antimperialistas y revolucionarios de todo el mundo (muy en especial de Asia y África) más los movimientos sociales genuinos (notoriamente aquellos de América Latina cuyos gobiernos no integran el Alba). El tercer protagonista ausente cuya emergencia no admite demoras es un movimiento antiguerra de alcance mundial. En la primera semana de junio próximo el Foro de São Paulo tendrá su Encuentro regular, esta vez en Caracas. Bloque originalmente afirmado como punto de nexo para organizaciones y partidos de izquierda de América Latina y el Caribe, el FSP está desde hace años bajo la hegemonía de corrientes socialdemócratas. Pese a todo, es de esperar que los aires de la Revolución Bolivariana lo oxigenen y alienten su participación en esas tareas urgidas por la necesidad de poner freno al 475


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belicismo más irracional y riesgoso de todos los tiempos. No son Chávez y Ahmadinejad quienes provocan pánico a la burguesía internacional. Es la posibilidad de que esa fuerza latente, la más poderosa, la única capaz de contrarrestar la potencia destructiva del imperialismo en caída, dé un salto por sobre siglos y alumbre una nueva era.

Causas latinoamericanas

Sucre y Malvinas Publicado en la edición N° 83, marzo de 2012

Punto geoestratégico vital, proyección antártica, pesca y petróleo – en ese orden– son otros tantos factores que otorgan a Malvinas entidad de causa común para toda América Latina. Gran Bretaña tiene intereses coyunturales para atizar el conflicto en torno a la soberanía sobre las islas argentinas. La ocasión es propicia: se cumplen 30 años de la guerra perdida por una cúpula militar corrupta e inepta, acompañada por sí viles (al decir de Roa Bastos), asociados a ella. Con más agudeza aún que otros centros imperiales, Inglaterra sufre los efectos devastadores de la crisis capitalista. Caída de su economía, suba en flecha de la desocupación y ajustes múltiples requeridos para postergar el derrumbe, han minado la de por sí endeble figura del primer ministro David Cameron. Jugar la carta Malvinas, como inopinadamente pudo hacerlo Margaret Thatcher tres décadas atrás, es un recurso tan obvio como seguramente inútil para sostener al gobierno conservador en la tormenta que lo sacude. Hay motivos de otra envergadura, sin embargo, que alimentaron la guerra y dieron lugar, desde 1982, a la sistemática militarización del Atlántico Sur con eje en el archipiélago arrebatado a la soberanía argentina en 1833. El imperialismo en su conjunto se ha lanzado a una escalada bélica. Lo empujan la quiebra estructural del sistema capitalista y, consecuentemente, la sublevación –recién en sus primeros pasos– de masas humanas empujadas por la desesperación, como adelantan el Norte de África y los “indignados” en sus propias capitales. Como palafrenero de Washington, Londres cuenta con los beneficios de mantener el control militar del Atlántico Sur desde el archipiélago. En ese reparto de tareas, Estados Unidos respalda toda conducta británica apuntada a impedir la devolución de la soberanía isleña. No es preciso extenderse sobre el significado de la proyección 476


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antártica de las islas, cuando finalmente llegue la hora de resolver la soberanía y el control del continente blanco, base de incuantificables reservas de agua y petróleo, además del significado estratégico de su posesión. En su área inmediata, Malvinas cuenta además con probadas reservas petrolíferas y pesqueras, entre ellas yacimientos de krill – molusco de elevado contenido proteínico– cuya utilización pesa en cualquier proyecto no comercial para resolver los problemas de alimentación de la población mundial. Esas causas, soslayadas hasta hoy por sucesivos gobiernos argentinos explican la pertinacia británica y su disposición a pagar un costo económicamente insostenible a mediano plazo. Son también las causas que explican el respaldo estadounidense a 10 Downing Street y el hecho de que la Unión Europea, en su tratado de Lisboa, reconozca la soberanía inglesa sobre lo que descaradamente denominan Falkland Islands. Así, con fundadas razones, hay un frente único imperialista para sostener ese enclave colonial. En idénticos fundamentos se apoya la necesidad de que América Latina haga causa común por Malvinas. Las mismas razones que explican el frente único imperial, avalan una diplomacia regional unificada en sus más mínimos detalles. Eso requiere un acuerdo minucioso, que definitivamente traslade el conflicto de Buenos Aires a Quito (sede de Unasur) y a la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericano-Caribeños). Aún con sus falencias e inconsistencias, estas instancias unificadoras deberían arbitrar los medios para asumir la demanda de soberanía latinoamericanocaribeña sobre Malvinas. Se han dado pasos significativos en ese sentido. Pero es preciso adoptar medidas de alto impacto y Buenos Aires debería estar a la vanguardia de esa transformación cualitativa.

Saneamiento No hay lugar a dudas: el capitalismo central ha emprendido una estrategia de saneamiento estructural a largo plazo. Así como abroquelan un frente único ante un caso aparentemente secundario como Malvinas, adoptan la misma conducta para implementar políticas brutales por su contenido económico-social. La ominosa ausencia de la clase trabajadora y las juventudes con un plan de revolución ante el colapso económico, habilita a la Unión Europea y a Estados Unidos para intentar la desesperada empresa de atacar las causas de fondo que hacen temblar al sistema capitalista. Al límite, eso implica destrucción de mercancía sobrante y victoria de una sobre las demás partes imperialistas en la lucha por el control de 477


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los mercados. Pero hasta llegar a esa insoslayable exigencia, y precisamente por la ausencia en las metrópolis de una propuesta de revolución con aval de masas, el capital tiene tiempo y espacio para avanzar tras sus objetivos. El primer blanco de ataque es, naturalmente y como se está viendo a diario, aumentar drásticamente la extracción de plusvalía relativa y absoluta a la masa trabajadora. Eso es, llámeselo como lo llamen, el “ajuste” consistente en recortes salariales, aumento de la carga horaria y la intensidad del trabajo, disminución de pensiones, aumento de la edad jubilatoria, disminución de fondos destinados a salud, educación y asistencia social, aplicados hoy a rajatablas no sólo en Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España, sino también en Gran Bretaña, Francia y Alemania. Como recado de lacerante ironía para cierta izquierda, nadie menos que Nicolas Sarkozy apela a la Tasa Tobin (imposición mínima a las transacciones financieras) para complementar esta labor de saneamiento. Con otras tácticas, la Casa Blanca hace lo mismo, sólo que reemplaza la Tasa Tobin por igualmente ridículos recortes al presupuesto militar para 2012 (-0,9%), mientras aumenta esos gastos por otro lado hasta llegar a 525.400 millones de dólares de presupuesto militar, sin contar los gastos de las innumerables agencias de espionaje y los aparatos de infiltración. En cambio reduce, ahí sí muy drásticamente, las erogaciones destinadas a salud, educación y asistencia social, con más impiedad que sus socios europeos. Por todo un período esa política avanzará sobre aquellas sociedades, aplastando los focos dispersos de resistencia. Pero la línea de acción estratégica no acaba dentro de sus propias fronteras. El imperialismo requiere en este momento crítico, extraer más riqueza de las economías subordinadas del planeta. Esto lo hará por el saqueo colonial clásico, la succión mediante el sistema financiero, el aumento aquí también de la plusvalía, avasallamiento de los mercados locales, abaratamiento de las mercancías alimenticias y, como condición primera, el control de las fuentes de energía. Es esto lo que conduce, con prescindencia de plazos y zigzagueos, al empleo del aparato bélico imperial y sus bases militares en todo el mundo. Ajuste y guerra es la respuesta del capital a su crisis. Malvinas adquiere su verdadera relevancia como base de la Otan.

Moneda común como escudo defensor Con su doble significación de vencedor de Ayacucho y Sistema Único de Compensación Regional, la moneda de cuenta creada por el Alba, Sucre es la otra línea de acción inmediata a emprender por la Celac. No es preciso ser parte del Alba para sumarse a esta moneda de cuenta 478


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común, que reemplaza al dólar en las transacciones intrarregionales. Persistir en la ilusión de que es posible eludir el cataclismo sistémico hoy a la vista implicaría desarmar en todos los sentidos a América Latina frente a lo que inexorablemente vendrá. México, Brasil y Argentina ya sufren el azote de la crisis. El primero ve agravarse a niveles inauditos una dinámica de disgregación arrastrada de lejos, pero que adquiere hoy demoledora actualidad. Brasil, con su economía en caída, acaba de anunciar un ajuste inicial de 32 mil millones de dólares, equivalentes al 3,4% del presupuesto votado apenas dos meses atrás. Como resaltan medios de prensa insospechables para el gran capital, ese hachazo recaerá, al igual que en la UE y Estados Unidos, sobre el presupuesto de salud, que recibe sólo el 3,98% del total y la educación, a la cual se destina el 3,18%. No se verá menguado en cambio el pago de la deuda pública, que arrasa con 47,19% del presupuesto ahora disminuido. Otros rubros afectados por el ajuste serán Defensa y previsión social. Los pronósticos más optimistas auguran para 2012 un aumento del PIB menor aún que el del año pasado, menguado ya al 3,8%. En Argentina las cosas van por el mismo camino, aunque sin la fría determinación aplicada en Brasil. Eliminación de subsidios a electricidad, gas, agua y transporte –aun cuando el gobierno busca preservar del impacto directo a los sectores más desposeídos– aumento de impuestos, disminución de las exportaciones primarias (por efectos de la sequía sobre la producción granífera) e industriales (por caída de la demanda brasileña en primer lugar), todo en un marco de elevada inflación, asegura una disminución drástica del crecimiento del PIB, que caería de una franja entre el 7 y el 8,8% en 2011 (las estadísticas están en cuestión en Argentina), a otra entre el 4 y el 3%. Ciertos analistas no descartan la recesión. Todo esto, entiéndase bien, antes de contar el impacto de la retracción en la UE y Estados Unidos, la disminución del crecimiento en China e India. Y aventando el fantasma de un estallido en la eurozona, con el consecuente terremoto en el sistema financiero mundial. Ahora bien: con México, Brasil y Argentina en la mejor de las hipótesis, la del estancamiento ¿qué ocurrirá con la economía latinoamericana en su conjunto? ¿Qué con las demandas inaplazables de millones de personas mantenidas o incluso arrojadas a la miseria y la marginalidad en medio del auge de la última década? ¿Qué con las expectativas políticas de afianzamiento democrático y mejoramiento social? 479


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Tales preguntas son mera retórica. Y admiten una única respuesta: la que apunte a eludir o morigerar al máximo la onda expansiva de la crisis en las metrópolis, esto es, un mecanismo que permita emanciparse del dogal del dólar, el FMI y el Banco Mundial. Eso es el Sucre. Una moneda única obraría como escudo para defender las partes vitales de la economía de cada país, amenazadas a la vez por la crisis propia, la onda expansiva del descalabro central y la voracidad imperialista. Sumada a un Banco del Sur receptor de las reservas nacionales que saldrán de los cofres imperiales para convertirse en instrumento de soberanía, defensa anticíclica e instrumento de desarrollo real combinado, América Latina tendría los instrumentos necesarios para no ser víctima inerme frente a la crisis mundial. Iirsa (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana) no puede cumplir ese papel. No se trata de proyectar instancias apuntadas a abastecer de materias primas a los centros imperiales. Sino de diseñar y aplicar planes de integración articulados desde la perspectiva de unión política. Por eso Sucre y Malvinas son una misma causa latinoamericana; constituyen un binomio virtuoso, para afrontar la coyuntura y proyectar un futuro de nación redimida. Una urgente reunión de presidentes de la Celac debería asumir estos objetivos e iniciar su inmediata realización. La historia registrará con ojo de águila los pasos de cada gobierno, de cada partido, de cada dirigente o intelectual actuante en esta hora crucial.

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