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Toñi Sánchez Verdejo
RELATOS DE VERANO 2015 Muchas son las personas que acuden a lo largo del año a la Biblioteca Pública de Albacete: unos buscan fantasía, otros información, otros estudiar…. Y hay quienes encuentran en la Biblioteca un lugar, o un motivo de inspiración, para poder escribir. Son escritores. Son NUESTROS escritores, porque escribir es una voluntad, no un don ni un momento de inspiración pasajera. Y los relatos que forman esta “serie” tienen esa determinación. Tienen, en definitiva, algo que contar. Y lo cuentan. Los relatos que te ofrecemos en las próximas semanas no están escritos por autores que puedan consultarse en una Biblioteca: son lectores que, por esta vez, han cambiado la afición de leer páginas por la de escribirlas. Para la Biblioteca de Albacete es un placer ser mucho más que el lugar donde se guardan los libros: queremos contribuir a ese inmenso patrimonio cultural que es una biblioteca con la vida de quienes nos visitan y nos dan la razón de ser. Añadiendo su obra. Suyo es el mérito, nosotros sólo ponemos la intención y los medios. A lo largo del verano y el otoño te ofrecemos el fruto de quienes, con su silencio trasiego, habitan esta biblioteca. Estás invitado a pasar a leer, estudiar, investigar y… escribir. Disfrútalo.
"Hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos." Ray Bradbury
AL FONDO DEL PASILLO Toñi Sánchez Verdejo Como soy mala estudiante, todos los veranos me toca estudiar para los exámenes de septiembre. Y como en casa me distraigo con una mosca, me voy a estudiar a la biblioteca. Allí me paso tres o cuatro horas seguidas sentada, intentando centrarme en mis apuntes, pero acabo abusando del whasap y hablando con los que tengo a mi alrededor. Cuando se acaba la batería del móvil y los demás no me hacen caso, me dedico a observar a la gente. Los que entran, los que salen, los que estudian subrayando los apuntes como si de verdad les importara, los que dejan la carpeta y se marchan a tomar un café y no vuelven a aparecer en toda la mañana… Pero los más interesantes, por ser tan
familiares para mí, son los bibliotecarios. Rodeados de libros, atienden a la gente con amabilidad y diligencia. Casi siempre con una sonrisa, te ayudan a encontrar libros, te dan un papel con la clave del WIFI, te asignan un ordenador para una breve consulta... Normalmente actúan como si no nos vieran a los de las mesas, pero cuando el parloteo se hace más y más intenso, nos miran con expresión enojada y nos chistan, para que callemos. Y entonces, con la culpabilidad de quien ha roto un pacto, interrumpimos nuestra cháchara y el silencio se impone. Un silencio que reclama ser roto, aunque nadie se atreva a decir una palabra. Pasado un tiempo, el murmullo vuelve como las abejas a las flores y entre zumbidos y chistidos, pasa la mañana con normalidad. En algunas ocasiones salen de la sala cargados con montones de libros. Yo me imagino que hay un ogro lector, en otra sala, que los reclama, con su babero de lector voraz gritándoles: “Más, más libros”. Y poco después entran con otros libros
diferentes, que van clasificando en sus estanterías, siguiendo ese código de números y letras que sólo ellos entienden. Los bibliotecarios siempre están haciendo algo y verlos trabajar me relaja, aunque yo no dé ni palo al agua. Así eran mis mañanas hasta que un día que estaba dándome una vuelta por la sala, por eso de “estirar las piernas” y por convencer a alguien para tomar un café, vi que una bibliotecaria salía de un lugar en el que nunca me había fijado. En la puerta ponía “Prohibida la entrada. Sólo personal autorizado”. No sé por qué, puse la mano en el pomo y la puerta cedió. “Qué oportunidad para aliviar mi aburrimiento y saciar mi curiosidad”, me dije, así que miré a ambos lados, giré el pomo y entré. La puerta daba a un estrecho pasillo, oscuro y largo que olía a papel quemado y al fondo se veía luz amarillenta como la del atardecer. Vacilé mientras caminaba, pensando en qué diría si encontraba a alguien allí. Cuando llegué al final del pasillo, mis ojos se
abrieron con asombro ante lo inesperado del lugar. Me encontraba ante una biblioteca antigua, enorme y atiborrada de libros, cuyas paredes ascendían hacia el infinito. En lo que podía ser el techo se adivinaba una claraboya con luz solar. Los libros estaban colocados en estanterías a las que se accedía por repisas de madera carcomida, aunque algunos flotaban en la densa atmósfera, abiertos o cerrados. Cogí uno de aquellos libros que flotaban como fantasmas. No pesaba apenas y las letras se encontraban desdibujadas, sin permitirme leer el título o saber qué libro era. - Tú no deberías estar aquí, - me dijo alguien, tocando mi hombro y dándome un susto de muerte – pero me caes bien. Hace tiempo que te conozco. Me volví con estupor y vi a mi lado a una mujer con aspecto desagradable, alta y huesuda. Se parecía vagamente a una profesora de matemáticas que había tenido el año pasado y hacia quien sentía una mutua antipatía. Su rostro no
expresaba nada, sus ojos eran fríos y casi transparentes y me miraban sin interés. - Soy Ignorancia ¿me reconoces? Nos hemos visto muchas veces a lo largo de tu vida. Hace un momento, cuando no has querido seguir estudiando, estaba contigo. Suelo acompañarte, aunque no te des cuenta, cuando pierdes el tiempo en la biblioteca ajena a toda la sabiduría que encierran sus libros. Suspendes todos los años, no te gusta leer y desprecias la cultura. ¡Eres perfecta para mí! Yo era incapaz de decir una palabra. Entonces vi que a detrás de ella se asomaba con timidez un pequeño ser con aspecto triste. Sus ojeras y su mirada perdida daban lástima. El pobre hombre alargó el cuello, como una tortuga, para mirarme. - Él es Olvido. No siempre vamos juntos, pero es de gran ayuda, pues gracias a él se hace más grande mi casa.
- ¿Esta es balbuceando.
tu
casa?,
le
pregunté,
- Bueno, es una de mis casas. Aquí se guardan los libros que nadie lee, que la gente ha dejado de sacar de las bibliotecas. Por un tiempo, mantienen su dignidad, su forma de libro. Pero luego se van haciendo cada vez más etéreos, por eso flotan, hasta que desaparecen. El libro que tenía en mis manos me pareció un poco más pesado. Inesperadamente, pude leer el título: “Farenheit 451”. Del autor sólo se veía el nombre de pila: Ray. Sentí ganas de abrirlo y leer unas palabras, pero éste empezó a desvanecerse, porque Ignorancia había puesto su mirada sobre él. - Es una fiesta cuando un libro como ése empieza a flotar. Déjalo libre. Observa su vuelo, cada vez más liviano. Su autor ha muerto ya y él no tardará en desaparecer ¿verdad, Olvido? Su
carcajada
era
horrible.
El
pobre
personaje a quien ella se dirigía tembló y se escondió detrás de la tenebrosa mujer y yo aproveché para huir por el largo pasillo, dejándolos atrás. Rogué para que la puerta estuviera abierta. Lo estaba. Entré resoplando en la sala fresca que hacía un rato había abandonado. - ¿Es que no sabes leer? ¿Qué hacías ahí dentro? Me había pillado nada menos que el director de la biblioteca. Sus palabras sonaban más como reprimenda que como pregunta, así que intenté excusarme diciendo que me había equivocado de puerta, buscando la del servicio. Era una pobre mentira, lo sé, pero algo tenía que decir mientras me escapaba. Mi corazón latía tan rápido … Bajé al hall, me tomé un café de la máquina y traté de buscar un sentido a todo aquello. Cuando recuperé la calma, me dirigí a la sala de préstamo. - Busco un libro que se titula algo así como “Farenheit” y unos números, pero no recuerdo el autor.
La chica miró en la base de datos y al final lo localizó: - “Farenheit 451”, de Ray Bradbury. Está en el depósito. Voy a buscártelo. Yo temí que se dirigiera a “la puerta”, pero ella simplemente hizo una llamada y por el montacargas llegó el libro. Era el mismo que había visto en la extraña biblioteca. O quizás no, pero sentí alivio al abrirlo y leer la primera frase: “Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados...” Este no va a desaparecer hoy, me dije. Desde aquel día, sigo pasando mis mañanas en la biblioteca. Tengo que recuperar dos asignaturas, así que hay que aprovechar el tiempo: me centro en el estudio y si alguien habla cerca de mí no le hago caso. De vez en cuando saco algún libro. He descubierto que me gustan las novelas de ciencia ficción y también ¡quién iba a decirlo! la poesía. En cuanto a mi experiencia al fondo del pasillo, se la conté a mis amigas, pero
no me tomaron en serio. Me aconsejan que no estudie tanto, que a veces se sufre delirios y alucinaciones. Y me dijeron que tengo mucha imaginación. No me creen, así que he decidido contar mi historia como si fuera un relato de verano porque debéis saber que los libros que no se leen se retiran a una enorme biblioteca, al fondo del pasillo y, cuando pasa un tiempo, desaparecen. No recuerdo muy bien dónde estaba aquella puerta que franqueé; quizás han hecho cambios en la sala o han puesto encima un cartel; el caso es que no la encuentro y no me preocupa en absoluto. Lo que sí me importa es transmitiros este mensaje: por favor, leed todos los libros que podáis. No vamos a dejar que Ignorancia y Olvido se salgan con la suya ¿verdad?. Y leer, en definitiva, es un placer.
DIA
AUTOR
TÍTULO
6 de julio
Sánchez Verdejo, Toñi
Al fondo del pasillo
13 de julio
Sáez Ochoa, Bartolomé
Anuncio, que fracasaré
20 de julio
Rosa Cifuentes, Llanos de la
23 de julio
27 de julio
Roldán Márquez, Soledad
De lo que pidió la reina Toda de Navarra al señor San Juan en su ...
3 de agosto
Peña Medina, Daniel
Mi última derrota frente a una señora
10 de agosto
Ortiz García, Inmaculada
La corbata
17 de agosto
Olivas García, Manuel
El hijo de Cumbaia
24 de agosto
Olivas García, Llanos
Hechos apócrifos del paramero Horacio B
31 de agosto
Monteagudo Moya, Sara
Te voy a contar un cuento con el final más bonito del mundo
7 de septiembre
Monsalve García, Alejandro
No somos nada
14 de septiembre Molina Martínez, Daniel
Ilustre Albacete
21 de septiembre Martínez Jaquero, Ángel
La Venus de Albacete
28 de septiembre Marcos Pérez, Mari Ángeles
Espérame María
5 de octubre
López Ballesteros, Sara
El romance de la señora Golondrina
13 de octubre
Jiménez Hidalgo, Iluminado
Paquita mira la tarde
19 de octubre
González Mateo, A. Marina
El prometedor futuro del tío Remigio
26 de octubre
González Berruga, Manuel A.
Playa del Este
3 de noviembre
García Valero, Trinidad Alicia
Vida y milagros de Pablo Ruiseñor
9 de noviembre
García Fernández, Beatriz
Encargo
16 de noviembre
Blanca Sánchez, Irene
¡Un agitado café!