C/ San José de Calasanz, 14
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RELATOS DE VERANO 2013
Mª Teresa Sandoval Parrado
RELATOS DE VERANO 2013 Muchas son las personas que acuden a lo largo del año a la Biblioteca Pública de Albacete: unos buscan fantasía, otros información, otros estudiar…. Y hay quienes encuentran en la Biblioteca un lugar, o un motivo de inspiración, para poder escribir. Son escritores. Son NUESTROS escritores, porque escribir es una voluntad, no un don ni un momento de inspiración pasajera. Y los relatos que forman esta “serie” tienen esa determinación. Tienen, en definitiva, algo que contar. Y lo cuentan. Los relatos que te ofrecemos en las próximas semanas no están escritos por autores que puedan consultarse en una Biblioteca: son lectores que, por esta vez, han cambiado la afición de leer páginas por la de escribirlas. Para la Biblioteca de Albacete es un placer ser mucho más que el lugar donde se guardan los libros: queremos contribuir a ese inmenso patrimonio cultural que es una biblioteca con la vida de quienes nos visitan y nos dan la razón de ser. Añadiendo su obra. Suyo es el mérito, nosotros sólo ponemos la intención y los medios. A lo largo del verano y el otoño te ofrecemos el fruto de quienes, con su silencioso trasiego, habitan esta biblioteca. Estás invitado a pasar a leer, estudiar, investigar y… escribir. Disfrútalo.
LA MISMA FUNCIÓN María Teresa Sandoval Parrado Docenas de veces, más de cien tal vez,
te he visto
repetir ese gesto a lo largo de los años. Ése, ése mismo que haces ahora. Como preámbulo, has estando dando vueltas por la habitación igual que un animal enjaulado, con los hombros curvados hacia delante, intentando cultivar la estética del que se dispone a ejecutar un acto sublime para el que apenas puede
esperar,
y
precipita
su
cuerpo,
adelante,
progresivamente un poco más adelante a cada paso. Te has mesado los cabellos, algo que también proporciona a la escena un imponderable dramatismo. He de reconocer que estás guapo, así, despeinado, más despeinado aún de lo habitual, que encajas de lleno en la imagen de escritor maldito, con barba de unos cuantos días, medio desnudo, y despeinado, sí, con el flequillo de cualquier manera, como si no te importase, aunque sé que a cada vuelta buscas tu imagen en el espejo de la cómoda, y de refilón te recreas en ti mismo, en tu belleza salvaje engrandecida por el momento. Y yo te observo, con el dudoso privilegio de ser siempre la única espectadora. Es cierto que al principio yo también participaba de la
representación. Cuántas veces me he visto reflejada contigo en el espejo, yo, mucho menos sublime que tú, yo también desgreñada, pero de una manera fortuita, grosera, cuando en el forcejeo mi coleta quedaba deshecha, mientras me agarraba a ti, tirando de tu cuerpo para anclarte a la vida, a mí, a mi vida, con la cara surcada de lágrimas, roja por el esfuerzo y por la angustia, y por el pánico. Eso era al principio, hasta que poco a poco me fui cansando de reproducir contigo escena tan estéril. Ahora observo la función desde la puerta, o desde la cama los días en los que los que recurres a la sesión de noche. Como ahora.
Ya apenas me inmuto,
aunque debo de
reconocer que sigue arrebatándome tanta belleza. La verborrea sin pausas de las primeras veces hoy da paso al silencio, a algunos gemidos roncos que se escapan de tu garganta mientras caminas en círculos. Me miras, de vez en cuando, en tu mirada brillante veo que pides mi participación aunque hace tiempo que sabes que ya no cuentas conmigo, que me aburres. Luego unos segundos de calma artificiosa. Te detienes. Respiras hondo y abres las puertas del balcón. Te encaramas a la barandilla con un movimiento rápido y sacas medio cuerpo fuera. Miras la calle, viejo panorama conocido de tus miserias. Cierras los ojos unos instantes. Sopesas la vida. Y luego de nuevo te consumes. De pronto piensas que morir es un trabajo agotador, más agotador que intentar escribir algo, más que
buscar cada día entre las páginas de un periódico un trabajo aburrido que nunca estará a tu altura.
Y prefieres volver a
cruzar el límite de la epopeya. Retrocedes esta vez con más miedo, con más precaución, calculas tus movimientos con mucha más torpeza que antes
y saltas dentro de nuevo,
acabando con el misticismo de la escena, y las cosas vuelven a ser grises, desoladoras, asfixiantes. Hay días en los que todavía, en ese preciso momento, el hastío me provoca ganas de llorar. Entonces, cuando todo ha terminado, porque sé que volverá a empezar de nuevo cualquier otro día, después de esos arrebatos en los que lloras y desparramas folios y libros por el suelo del apartamento dejándolo como si fuera un bosque de árboles caducos e inútiles. Mientras intento recomponer una normalidad en la que guarecerme, pienso en lo fácil que sería acabar con la escena de una vez por todas dándole a tu función
el final que se
merece. Pienso, ¿por qué no hoy?… Una colaboración extraordinaria, un ligero empujón, un abrazo negro que culmine por fin tu obra con la grandeza que te mereces.
FECHA 1 julio 8 julio
AUTOR Teresa Sandoval Trinidad Alicia García Valero
TÍTULO La misma función El baile
15 julio 22 julio
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29 julio
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