Calma chicha, de Irene Blanca Sánchez

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RELATOS DE VERANO 2013 Muchas son las personas que acuden a lo largo del año a la Biblioteca Pública de Albacete: unos buscan fantasía, otros información, otros estudiar…. Y hay quienes encuentran en la Biblioteca un lugar, o un motivo de inspiración, para poder escribir. Son escritores. Son NUESTROS escritores, porque escribir es una voluntad, no un don ni un momento de inspiración pasajera. Y los relatos que forman esta “serie” tienen esa determinación. Tienen, en definitiva, algo que contar. Y lo cuentan. Los relatos que te ofrecemos en las próximas semanas no están escritos por autores que puedan consultarse en una Biblioteca: son lectores que, por esta vez, han cambiado la afición de leer páginas por la de escribirlas. Para la Biblioteca de Albacete es un placer ser mucho más que el lugar donde se guardan los libros: queremos contribuir a ese inmenso patrimonio cultural que es una biblioteca con la vida de quienes nos visitan y nos dan la razón de ser. Añadiendo su obra. Suyo es el mérito, nosotros sólo ponemos la intención y los medios. A lo largo del verano y el otoño te ofrecemos el fruto de quienes, con su silencioso trasiego, habitan esta biblioteca. Estás invitado a pasar a leer, estudiar, investigar y… escribir. Disfrútalo.


CALMA CHICHA Irene Blanca Sánchez 21 JUNIO.- De temprana edad conocí la mar. Fui hábil dibujante de cartas geográficas, y aprendí a navegar valiéndome de una pequeña brújula y un mapa portulano1. Nunca olvidé el sueño de conocer nuevos cielos más allá. Con suerte y viento favorable tengo propósito de emprender nueva travesía e iniciar en el día de hoy carta nueva de navegación2, en la cual situaré este mi viaje hacia una ruta desconocida, trazada puntualmente de día en día. Y más, hacer anotación de todo cuanto hiciese y viese y aquello que durante dos meses navegare, hasta conseguir alcanzar nuevas sierras donde la vegetación frondosa y el cálido y suave aire del lugar sean señal de encontrarme en tierra firme. 23 JUNIO.- A dos días de mi partida aguardo impaciente la salida del sol del día 24 para desplegar velas. Hasta esa fecha, será de gran trabajo aprovisionar mi pequeña nao, a la cual he apodado “La Gaviota”, con abastecimiento suficiente para abastecerme en época estival. Es mi gran y noble deseo ver cumplido mi sueño de aventura, y a pesar de preguntarme que problemas planteará mi navegación cuando los vientos me sean contrarios, hago firme mi decisión de echarme a la mar, y por la posición del sol saber si mi rumbo es correcto. 24 JUNIO.- En la madrugada de hoy viernes, sin esperar la salida del sol, largo velas y emprendo partida desde la ciudad de Cartagena, que es puerto de mar con dificultad de maniobra, pues el cielo advierte grandes nublados. Y aun navegando con fuerte


virazón, en amaneciendo la marea se calmó. Al ser persona esforzada y con ingenio, he ayudado al navío a esquivar el peligro de encallar. 29 JULIO.- Los días caen del calendario y calculando la posición correcta debo encontrarme a 40 millas al oeste. Ayudóme la corriente, y esta última semana de mar muy bonanza, ha sido fácil bracear a sotavento. No es mi pretensión que mis anotaciones en el cuaderno de bitácora3 abran página en la Historia Naval, sino relatar las incidencias de mi incierta aventura en el mar y acortar distancias en mi travesía. Creo estar en la certeza de que utilizando un buen sextante4 podría recalar hasta en un vaso de agua. 1 AGOSTO.- Era una cuestión de grado que aun manteniendo el rumbo adecuado tendría la sensación de no encontrarme en ningún puerto. A pesar de que las matemáticas dicen sí, el tiempo replica no y transcurre con monotonía, sin que pueda precisar la fecha exacta de mi llegada a algún lugar. Si los cálculos son correctos, ayudado por la rosa de los vientos5, conseguiré triunfar en el intento, y con audacia salir indemne de tempestades, vientos contrarios y calma chicha6). 15 AGOSTO.- En los últimos días he seguido una rutina de cuatro horas de lectura, media½ hora de paseo por la popa y tres de descanso. La navegación ha sido lenta, aunque con viento constante. Siento temor a ser vencido por el aburrimiento y, que llegada la noche, la oscuridad turbe mi ánimo hasta el punto de flaquearme las fuerzas. 18 AGOSTO.- Anduve en las últimas horas unas 20 millas y llegado el atardecer, a modo de señal, he creído divisar en la lejanía, a ras con el horizonte, lo que podría ser la luz de un faro. Consultado mi globo de Behaim7, calculada la distancia y comprobado el número de provisiones con las que cuento, verificaré mi imprecisión sobre el mapa y variaré la dirección hasta alcanzar la luz inquietante. 22 AGOSTO.- Arrastrado por las corrientes del este, me encuentro incapaz de contrarrestar la fuerza de los vientos.


Siguiendo la vieja tradición marinera, me hallo decidido a lanzar un mensaje, cuyo contenido no puedo desvelar sin ayuda de cualquier audaz navegante que lo encuentre y lo descifre. Exhausto por el agotador esfuerzo la sed y el hambre me vencen, y escucho golpear con fuerza los costados de “La Gaviota”. Un intenso oleaje hace tambalear mi embarcación. Barajo la posibilidad de que ésta empresa sea una batalla perdida. No hay viento a favor, salvo calma muerta. Y me preocupa pensar que a pesar de lo trabajado pueda hundirme. 26 AGOSTO.- He debido navegar tres días con tres noches, durante las cuales el sueño me vencía casi al completo. Me servía del sonido del tintineo de los aparejos para volver a recuperar el conocimiento. Llegada la noche he visto aclarar la luna, y esto me ayudó a verificar mi correcta posición. Prefiero dejarme arrastrar por las corrientes, al ser estar favorables, y dejar mi rumbo a su suerte. 30 AGOSTO.- Amañadas todas las velas y calmado el viento en el día de hoy comienzo a divisar aguas limpias y claras. Cede la tempestad y parece que bien habría de encontrarme a corta distancia de donde pudiera hacer fortaleza. La bajamar me es favorable y, para ir hasta aquella luz que ilumina el mar como un enorme ramo de fuego, déjome guiar por la señal. 3 SEPTIEMBRE.- Preciso arribar en breve y abastecerme de provisiones al hallarme turbado por los primeros síntomas de agotamiento extremo y deshidratación. El fondo comienza a ser tan bajo, que no pude entrar a navegar a ello sino dando un gran rodeo, para encontrar la manera hábil de echar un anclaje. 4 SEPTIEMBRE.- He arribado en derredor cuanto pude, y visto que ya no era de navegar, fui a tierra. Y al sortear la zona rocosa he quedado asombrado por lo cristalino del agua y la quietud del paisaje. Lo he apodado “Faro de la Luna”, porque desde el elevado sus vista son grandiosas, el cielo jamás fue tan hermoso, y se adivinan playas arenosas sin roquedades. Diríase que en este lugar me encuentro bien hallado y con fuerzas para continuar viaje.


15 SEPTIEMBRE.- En la mañana de hoy viernes, un ave blanca, que habitualmente acostumbra a dormir en el mar, ha emprendido su vuelo hacia poniente. Es clara evidencia del fin de la época estival. Diviso mi embarcación deslizarse entre algas verdes, y medito sobre mi extraordinaria suerte al salir indemne de los riesgos que entraña la mar y conseguir llegar al final de mi aventura. 21 SEPTIEMBRE.- Descanso, como cualquier otro día en mi camarote 203. Los marineros nunca duermen; solo descansan. Y así lo he hecho, obedeciendo órdenes durante esta travesía, que ha durado 92 días y 8 horas. El primer rayo de luz de la última mañana de verano se cuela en mi habitación, al tiempo que una voz al otro lado de la puerta me hace volver a la realidad. ¿Cómo se encuentra hoy?- Me sobresalto-. Es la confirmación. Hoy cambio definitivamente de rumbo. Llevaré hasta la orilla los efectos personales que me acompañaron durante mi estancia en el Hospital de Marina de Cartagena. Como si de un talismán se tratará: conservaré con especial cariño este diario de navegación, que aligeró mis días de inquietud; una pequeña brújula con la que conseguí encontrar el norte; y “La Carta Esférica”, de Pérez Reverte, cuyo relato concluiré al llegar a casa. Quiero entender que todas las incógnitas quedan despejadas y que he encontrado el rumbo perdido. 24 SEPTIEMBRE.- Los días vuelven a discurrir con monotonía, como se sucedían en las anotaciones de mi carta náutica. A pesar de haber conseguido capear el temporal, dormir y soñar a diario con bancos de coral y playas arenosas, creo tener la sensación de estar sufriendo aún los vaivenes de la mar. Siento como han hecho estragos en el casco, y han abierto fisuras y grietas en la popa de mi embarcación. En un intento por recordar mi experiencia, decido terminar de leer el último capítulo de la novela, y entre sus páginas hallo escrito, de mi puño y letra, el mensaje que, a modo de SOS, lancé al mar, y que hoy descifraré: “Aquel que se hallaré invadido por la pena, aislado y vencido por el miedo ()”. –Su final fue borrado por el agua del mar-.


Ahora soy consciente de que hoy comienzo una nueva hoja de ruta, trazada desde tierra firme, con firmeza de ánimo y con la firma de un hábil navegante.

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Brújula y mapa portulano1: La brújula dispone de una aguja magnética que siempre apunta al Norte; instrumento utilizado para marcar rumbos. El mapa portulano es una carta náutica cuyo origen eran unos cuadernos ilustrados, con anotaciones de distancias entre puertos. Carta de navegación2: Una carta náutica es una representación a escala de aguas navegables y regiones terrestres adjuntas. Cuaderno de bitácora3: En él se registran las millas recorridas y otras anotaciones e incidencias sobre la navegación. Sextante4: Dispone de un ocular a través del cual, localizado el horizonte, se puede conseguir mediante el reflejo del sol, averiguar la latitud. Rosa de los vientos5: Por medio de una clavija es fácil registrar el rumbo y la distancia recorridos. Calma chicha6: Completa ausencia de viento que, en ocasiones, dificulta en extremo la navegación. Globo de Behaim7: Globo terráqueo construido en 1492 por Martín Behaim, demuestra que es posible viajar por el mar hacia el oeste.


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AUTOR

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