RELATOS DE VERANO 2013 Muchas son las personas que acuden a lo largo del año a la Biblioteca Pública de Albacete: unos buscan fantasía, otros información, otros estudiar…. Y hay quienes encuentran en la Biblioteca un lugar, o un motivo de inspiración, para poder escribir. Son escritores. Son NUESTROS escritores, porque escribir es una voluntad, no un don ni un momento de inspiración pasajera. Y los relatos que forman esta “serie” tienen esa determinación. Tienen, en definitiva, algo que contar. Y lo cuentan. Los relatos que te ofrecemos en las próximas semanas no están escritos por autores que puedan consultarse en una Biblioteca: son lectores que, por esta vez, han cambiado la afición de leer páginas por la de escribirlas. Para la Biblioteca de Albacete es un placer ser mucho más que el lugar donde se guardan los libros: queremos contribuir a ese inmenso patrimonio cultural que es una biblioteca con la vida de quienes nos visitan y nos dan la razón de ser. Añadiendo su obra. Suyo es el mérito, nosotros sólo ponemos la intención y los medios. A lo largo del verano y el otoño te ofrecemos el fruto de quienes, con su silencioso trasiego, habitan esta biblioteca. Estás invitado a pasar a leer, estudiar, investigar y… escribir. Disfrútalo.
EL BAILE Trinidad Alicia García Valero
Malena resplandecía, su belleza atraía las miradas de hombres y mujeres por igual. El vals vienés caracoleaba entre sus diminutos y blancos pies; Mario la abrazaba con suavidad y, entre vuelta y vuelta, la miraba embelesado; giraban y giraban… Nadie la podía querer tanto, se decía a sí mismo, y era consciente de la envidia que despertaba con semejante mujer a su lado; claro, que le había costado sangre. Por ella dejó tantas cosas en el camino… Pero estaba aquí, con él. Bailaban, le sonreía y sentía palpitar la cimbreante cintura bajo la palma de su mano. El primer ministro se les acercó al terminar el baile. Palabras e inclinaciones aduladoras para Malena y admiración hacia él. Naturalmente, el pobre hombre, por muy primer ministro que fuera, nunca lograría tener una mujer como ella. Bueno, tal vez con dinero, poder… pero no era lo mismo, pensaba Mario, este placer, esta angustia, esta locura.
¡La amaba, la amaba, la amaba! Se lo repetía una y mil veces, ella sonreía y se dejaba querer, pero nunca contestaba con un dulce yo también te quiero; tenía que reconocer que era fría, pero ¡qué importaba si podía tener su compañía, su cuerpo y sus besos! Y es que sus besos lo atormentaban. La gente se arremolinó en torno al presidente. El primer ministro fue hacia allí, ellos le siguieron. Por donde Malena pasaba miradas de admiración la seguían, ella se daba cuenta y se crecía y paseaba sus grandes ojos de color turquesa entre la gente, mirándolos como de lejos. El mismísimo presidente esperó su llegada con impaciencia para comenzar el brindis. Se celebraba la fiesta nacional del país. El gobernante levantó su copa de cava y brindó por la paz y la libertad: ¡que durara muchos años! Todas las manos se alzaron con emoción y un entrechocar de cristal de bohemia llenó de tintineos brillantes el salón. Unas gotas de cava mancharon el vestido violeta de Malena, sus ojos brillaron furiosos y las delicadas venas de su frente, tal vez, merced a la ira, se abultaron terriblemente agrandándola; la delicada boca se torció en un gesto iracundo y de sus hermosos labios brotaron duras y soeces palabras; su rostro cambió de
repente, los ojos se achicaron y cambiaron de color, su delicada espalda se encorvó y una cojera más que evidente torció su figura. Mario no sabía qué hacer ni a dónde mirar, la gente se arremolinaba en torno a ellos y reían entre divertidos y asombrados. Al mismo tiempo sonaron las doce y Malena, cojeando, echó a correr por la escalera. En el camino perdió un zapato. Éste, ya desfigurado por el juanete, fue a caer en la calva del primer ministro, con tan mala pata (valga la expresión) que el buen señor perdió el conocimiento, quedando estirado cuán largo era junto a la mesa de los licores. Cuando Malena llegó a lo que se suponía debía ser su carroza, una galera llena de excrementos y tirada por una vieja burrilla dormilona le esperaba. El maloliente carretero la empujó con brusquedad del culo para subirla al carro, de tan malas formas que el vestido se desgarró, quedando al descubierto sus gordas y frondosas nalgas. El hombre, que iba un tanto alumbrao, le dio dos sonoros azotes en ellas. Malena dijo algo así como: ¡desgraciao!, sentándose en el pescante. Mario, tal parecía una estatua de hielo en el centro del salón; no comprendía nada, seguro que alguna bruja envidiosa les había jugado esta mala pasada.
Cogió el zapato desfigurado y lo apretó contra su pecho, tuvo que retirarlo un poco porque un tufo nada agradable salía de él. Aún así, se prometió buscarla al día siguiente, se resistía a pensar que todo aquello fuera cierto. Tuvo que aguantar las chanzas de los conocidos y los brindis sobre su amada. Salió huyendo de allí… Despertó con un sabor amargo en la boca. Podía ser, pero ¡seguro que no era del cava! se dijo. De pronto los recuerdos se agolparon en su mente, temió enloquecer y su rostro palideció. Quiso pensar que todo fue un mal sueño; miró la almohada, estaba vacía; más un olor a rosas salía del baño. Fue hacia allí con ilusión. ¡Al final era un sueño! se repitió. Una mujer se estaba bañando, la toalla rodeaba su cabeza y un ligero vapor fluía del agua. _¡Malena, qué alegría! _exclamó. Ella volvió hacia él unos ojos torcidos de color turquesa que lo miraron oblicuamente, la verruga sobresalía en la nariz gorda y colorada. _No sé por qué te empeñas siempre en llamarme por ese nombre rebuscado _le contestó_, soy tu mujer, Maruja, ¿no te
acuerdas? Mejor sería que me contaras algo de ese baile. Y saliendo del baño con dificultad, saco del armario de los afeites una botella de whisky, se sirvió un buen vaso y le miró de arriba abajo exclamando con desprecio: _¡Nunca dejarás de ser un idiota soñador!
FECHA
AUTOR
TÍTULO
1 julio 8 julio
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15 julio 22 julio
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9 septiembre
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