Sin billete de regreso, de Irene Blanca Sánchez.

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RELATOS DE OTOÑO 2016 Muchas son las personas que acuden a lo largo del año a la Biblioteca Pública de Albacete: unos buscan fantasía, otros información, otros estudiar…. Y hay quienes encuentran en la Biblioteca un lugar, o un motivo de inspiración, para poder escribir. Son escritores. Son NUESTROS escritores, porque escribir es una voluntad, no un don ni un momento de inspiración pasajera. Y los relatos que forman esta “serie” tienen esa determinación. Tienen, en definitiva, algo que contar. Y lo cuentan. Los relatos que te ofrecemos en las próximas semanas no están escritos por autores que puedan consultarse en una Biblioteca: son lectores que, por esta vez, han cambiado la afición de leer páginas por la de escribirlas. Para la Biblioteca de Albacete es un placer ser mucho más que el lugar donde se guardan los libros: queremos contribuir a ese inmenso patrimonio cultural que es una biblioteca con la vida de quienes nos visitan y nos dan la razón de ser. Añadiendo su obra. Suyo es el mérito, nosotros sólo ponemos la intención y los medios. A lo largo del verano y el otoño te ofrecemos el fruto de quienes, con su silencioso trasiego, habitan esta biblioteca. Estás invitado a pasar a leer, estudiar, investigar y… escribir. Disfrútalo.


SIN BILLETE DE REGRESO Irene Blanca Sánchez “EMPRENDEDOR”, destacaba en letras de imprenta la pequeña tarjeta de presentación que sacó del bolsillo de su abultado portafolio y, con decisión, acercó a mi mano antes de apearse en la calurosa y solitaria estación de Andújar. Apenas puso el pie en el andén, miré por la ventanilla con intención de despedirle en un rápido saludo tras el cristal, pero no tuve ocasión. Unos segundos después de esa fugaz parada, efectuada para un solo viajero libre de equipaje, el tren reanudó su marcha y al instante aligero su velocidad, como si con ello quisiera aventajar el amplio retraso acumulado desde la salida, para así poder recuperar la puntualidad de su horario habitual a su llegada a la siguiente estación: Córdoba. Este era el destino de mi nueva etapa profesional. Aquel reencuentro fortuito en ruta, ocupando casualmente asientos contiguos, había permitido intercambiar horas de gratas confidencias y, en ese


distendido paseo por el paisaje de nuestra memoria, sentíamos haber recuperado la camaradería de nuestros lejanos tiempos de estudiante, a la misma velocidad que la potente máquina avanzaba tragando, sin parar, kilómetros y kilómetros de estrecha vía. Entrelazando anécdotas y rememorando pasadas historias, íbamos acortando el largo recorrido y ganando distancia con tanta cercanía que los 15 años transcurridos desde que coincidiéramos por última vez en aquel examen, ¡aquel decisivo examen!, parecían haber quedados reducidos a unas pocas semanas. “El lunático”, así le apodábamos en aquella agitada época estudiantil, no tanto por su peculiar aspecto, pálido, misterioso y distante, semejante al de la misma luna, como por sus evidentes excentricidades, un extenso listado de inusuales comportamientos que, a veces asombraban y otras molestaban, y que en ambos casos nunca pasaban desapercibidos, con lo cual casi siempre solían generar entre sus compañeros de promoción un sentimiento encontrado de atracción y desprecio, fascinación y celos, repartido en la misma proporción. ¡Vender ideas! Esa era, según nos contaba, su


máxima en la vida, su alcanzable sueño de futuro. Así nos lo hacía saber con frecuencia y nos lo recalcaba con la plena convicción de que algún día lo vería felizmente cumplido. “Mi campo es la creatividad”, solía afirmar con entusiasmo al salir de clase, mientras nos explicaba con detalle alguno de sus originales propósitos intercalando, en aquellos comentarios, momentos de ingeniosa lucidez con otros de incompresible abstracción. Lo cierto es que aquella explosiva mezcla de firmeza personal y notoria arrogancia, unida a un casi insultante expediente académico plagado de brillantes calificaciones, lo convertían en un alumno diferente, dotado de especiales capacidades que lo distanciaban años luz del resto. ¡Todos lo sabíamos!, lo sabíamos y, por ello, presentíamos que esas excepcionales aptitudes lo catapultarían, de forma directa e inmediata, a un triunfo fácil y envidiable en la vida. Eso pensábamos, ingenuamente, a una edad en la que el inagotable motor de la ilusión te eleva a tanta altura que resulta complicado poner los pies en tierra; desde esa juvenil perspectiva es imposible sospechar que cuando la realidad llega y se impone, no parece respetar lo anteriormente imaginado ni tampoco lo soñado… Sin reparos hace y deshace planes y proyectos a su capricho y antojo.


Aún podía recordar cómo, con una carpeta repleta de innovadoras ideas, partió hacia algún lugar impreciso nada más superar con excelente nota la prueba final de curso, buscando quizá ese inconcreto proyecto que, desde tiempo atrás, rondaba su mente. Ese día le perdí la pista y hasta nuestro inesperado encuentro en ruta no volví a tener noticias fiables de él, salvo rumores infundados que nunca quise dar por ciertos. … 15 años más tarde quedaron confirmados, al comprobar que las acentuadas líneas de decepción que marcaban su rostro y las 10 letras con las que se daba a conocer en esa blanca y endeble cartulina, lo decían todo. Su proyecto de vida seguía latente aunque inconcluso, mientras su puesto fijo de “emprendedor”, se tambaleaba peligrosamente en el aire. Pero, a pesar de su evidente fracaso, continuaba aferrado a su característico orgullo y a sus elevados ideales, aunque consciente ahora de que su disparatado “negocio de venta de ideas” no había prosperado; en esa audaz aventura se había quedado sólo, tan sólo y desorientado, como lo vi alejarse en aquella silenciosa y desolada estación del Sur. Un repentino cambio de marcha interrumpió


aquella sucesión de imágenes, devolviéndome directamente a la tangible realidad. Miré el reloj. Dos horas escasas de distancia me separaban de la próxima parada. Me puse en pie decidida a agotar el último tramo de recorrido disfrutando de la vista panorámica desde la cafetería, al tiempo podría aprovechar para tomar un breve refrigerio y dedicar unos minutos a la lectura. Cogí mi bolso de mano y avance en continuo desequilibrio por el estrecho pasillo que conducía al último coche. Una vez allí, seleccioné del expositor ubicado sobre el mostrador una de esas ilustradas revistas que suelen ofrecerse al viajero para amenizar su trayecto. Tras ojear al vuelo su índice y contenido, detuve mi atención en una espectacular imagen de la Luna, una instantánea tomada el blanco y negro, recogida a gran tamaño en sus páginas finales. A pie de foto figuraba una sugerente frase y, encabezando ésta, aparecía un extraño artículo relacionado con aquella ilustración. Al comenzar a leerlo, comprobé con asombro como el texto parecía guardar estrecha relación con la conversación mantenida minutos antes con mi excompañero de estudios y asiento. Sin embargo, la mayor sorpresa me esperaba al llegar a su final: las tres iniciales que cerraban el texto y, supuestamente identificaban al autor, coincidían exactamente con el


nombre y apellidos que figuraban en aquella peculiar tarjeta que me había entregado antes de marcharse. ¿Simple cuestión de azar? Al terminar su lectura sentí el impulso de conservarlo como recuerdo y tuve justo tiempo para reproducir su contenido a mano, con una letra irregular y con un mal pulso, fruto del incesante traqueteo del vagón al atravesar ese tramo antiguo y desgastado de vía que nunca se deciden a renovar. Con una redacción densa y farragosa, esto decía el enigmático artículo: “Es preciso romper una lanza en favor de todas aquellas personas que, atesorando un inestimable potencial creativo, pagan el at evimiento de ex oner sus “locos arg mentos” al injusto precio de ser etiquetados como sujetos ex avagantes, individuos chiflados, enfer"os per rbados o, utilizando un socor ido y poético eufemismo… ¡pobres LUNÁTICOS! Seg ramente, muy pocos advier en que basta una chispa descont olada de su ex losivo ingenio para propiciar un alar"ante e inevitable cor ocircuito inter1o, capaz de provocar una reacción en cadena de ideas tan absurdamente brillantes que, de inmediato, hacen prender con f erza la


fogosa llama de la genialidad, tan debilitada en estos apagados tiempos que cor en… ¿ Dónde está la línea que separa un genio de un loco ? Un “lunático creador” no duda en adent arse en ese inaccesible reducto al que nadie ha llegado antes para avent rarse a ex lorar un ter eno hasta entonces desconocido, y utilizando como “vehículo volador” su “aparente locura” o su desatada imaginación, t ata de elevarse en él para conseg ir escapar de un mundo donde todo está ya inventado, para log ar huir de un lugar de “encier o” que resulta demasiado est echo y oscuro. En su demencial evasión, busca dejar at ás un inhóspito ter itorio que se queda tan limitado que incluso la osada huella del hombre ambicionó lo imposible y en 1969 se propuso avanzar un paso de gigante (al menos, así nos lo hicieron creer), hasta quedar impresa en el espacio más misterioso, inspirador y mágico; ese inusitado paisaje por el que, apasionadamente, todo lunático se deja seducir: el paraíso virgen de “la superficie lunar”… Pero ocur e que hoy, como entonces… HOUSTON… ¡¡SEGUIMOS TENIENDO UN PROBLEMA !!:


En esta Tier a habitada por cuerdos-locos que se obstinan en usar demencialmente su razón, t telada y dirigida por sabios-ig1orantes que creen saber lo que realmente no saben. ¿Qué más nos queda por descubrir, qué más nos queda por inventar? ¿Es posible pretender desviarse de la nor"a intentando ser originales sin ser acusados de padecer g ave desviación mental? ¿Es factible adoptar compor amientos atípicos e ir eg lares que pongan en tela de juicio aquello que, dudosamente, sienta cátedra o cuestionen aquello ot o que resulta evidentemente cont adictorio sin que sean tachados de conductas anor"ales, disparatadas o excént icas? Indudablemente, dar un salto espacial, “ponerse en órbita” para emprender un alucinante y temerario recor ido desde la Tier a a la Luna, conlleva un alto precio, un elevado canon que, especialmente, han de aJontar aquellas mentes privilegiadas que un día cualquiera de su enig"ática vida tomaron la “lunática decisión” de iniciar ese ver iginoso despeg e con todas sus consecuencias, sin per"itirse la licencia de mirar at ás un solo seg ndo, con el ar ojo y la valentía de at everse a marcar remota distancia sin llevar en su bolsillo un “previsor billete de reg eso”… ¿Habrán suJido un incurable brote de sensata enajenación?


A todos ellos, desde aquí… ¡SEGURO Y EXITOSO A LUNIZA JE! “

( I. B. S. ) ( “Me sentía absolutamente libre, flotando como un pájaro… como si t viera alas, aunque volando con mi propio esf erzo”. A LEXEI LEONOV ) A las 6:30 h. de una luminosa tarde de verano, con una puntualidad infrecuente, aunque muy de agradecer, anunciaron a través del altavoz la inminente llegada al punto de destino. Con premura, tomé mi bolso personal, alcancé el escaso equipaje que me acompañaba y, decidida a EMPRENDER una inédita singladura, me dispuse a tomar tierra en “Cordobita la llana”, como cariñosamente acostumbran a llamar a esta ciudad por las cálidas tierras del Sur.

FIN


DIA

TÍTULO

AUTOR

4 de julio

La alquimista de los aromas

Adoración M. González Mateo

11 de julio

Me busco en el Montecillo

Iluminado Jiménez Hidalgo

18 de julio

El juego de las runas. The set of runes Freya

25 de julio

Patricia y el mar

Carmen Hidalgo Lozano

1 de agosto

Aquellos veranos azules

Natalia Lucina

8 de agosto

Albacete en verano

Daniel Molina Martínez

16 de agosto

Poemas

Trinidad Alicia García Valero

22 de agosto

Mi cítrica vida

José Antonio Puente Juárez

29 de agosto

Atanpha

Manuel Olivas García

5 de septiembre

Una fantasía erótica mortal

Daniel Peña Medina

12 de septiembre

Aterricé como pude

Sebastián Navalón Morales

19 de septiembre

La gran ceremonia

Fabián Fajardo Fajardo

26 de septiembre

Un gato de Brooklyn

Toñi Sánchez Verdejo

3 de octubre

El desconocido del tren

Astrid Avero Chinesta

10 de octubre

Gabriel

Sara Monteagudo Moya

17 de octubre

El libro de las partituras

Carlos Hernández Millán

24 de octubre

Sin billete de regreso

Irene Blanca Sánchez

31 de octubre

San Juan y Toda

Mª Soledad Roldán Márquez

7 de noviembre

Voy en canoa

Alejandro Campos Benítez

14 de noviembre

Las nubes también viajan

Mª Ángeles Pérez Marcos

21 de noviembre

Una historia trilingüe

M.J.M. Arellano

28 de noviembre

Otra vez

Bartolomé Sáez Ochoa

5 de diciembre

Un frío invierno

María Martínez Segura

12 de diciembre

El vodevil de Grenelle

Llanos Olivas García


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